A quien madruga dios le ayuda (Steve Rogers) (5-3-2019)

6 a.m de la mañana. Como todos los días, Blair se había levantado y sin remolonear demasiado en la cama, se había puesto su ropa de deporte y había estirado mientras bajaba en el ascensor y llegaba al parque, una vez allí, en cuanto pisó la gravilla, su paso adquirió un trote ligero. Ella misma notaba que ese ejercicio no era necesario, al menos no físicamente, pero mentalmente, le ayudaba a liberar unas endorfinas más que necesarias para afrontar el estress diario. Como casi todos los políticos que cumplían con su trabajo, tenía más del que le a veces le gustaría, pero era un reto que había decidido afrontar, después de ver de cerca cómo era exactamente la problemática mutante se dio cuenta de la verdadera necesidad de que hubiera alguien que peleara por sus derechos, no sólo desde la calle, sino desde dentro del sistema. Todo buen estratega sabía que la mejor forma de hacer que algo cambiara era cambiarlo desde dentro, el problema es que muchos se perdían en ese camino, pero ella no, ella era mutante, ella recordaba todas las noches porque estaba haciendo eso. Todavía tenía fresco el recuerdo de su sangre saliendo de su vientre...

A cada paso dejaba la mente más en blanco, centrándose únicamente en el aire frío de la mañana. Siempre había preferido practicar deporte a esas horas tan tempranas, por las noches a veces llegaba a casa demasiado cansada como para tener ánimos de calzarse las deportivas y correr por la mañana era bastante más seguro que hacerlo por la noche en una ciudad como NY, aunque la verdad, es que no conocía ninguna ciudad grande en Estados Unidos, donde una mujer no corriera el riesgo de ser atacada cuando salía sola de casa a una hora en la que había poca gente por la calle. Recordaba como su abuelo siempre le decía lo seguras que eran las calles de las ciudades de Europa. Como le contaba lo poco probable que era sufrir un atraco en Londres. ¿Que tenían ellos que no tuvieran en América? Esa era una de esas grandes dudas que parecía que nunca conseguiría una respuesta.

Siempre cogía el mismo sendero, ese que pasaba por encima de aquel puente que le gustaba tanto, hasta el lago, de ahí iba a esa cafetería que le gustaba tanto, y se tomaba el primer capuccino de la mañana de camino a casa. Esa era su rutina de todos los días, aunque reconocía que últimamente se había vuelto un poco paranoica y observaba por encima de su hombro más de lo que era normal incluso en aquella ciudad. Acababa de hacerlo al escuchar un ruido extraño a su espalda, cuando al mirar de nuevo al frente, casi tropieza con un hombre bastante grande, al que esquivó por milímetros pivotando sobre sus pies, aun así, tuvo que agarrarse a él para no perder el equilibrio, no tenía demasiado espacio para maniobrar y todavía no estaba del todo acostumbrada a sus nuevos reflejos, funcionaban, pero sus movimientos no eran tan fluidos como deberían. Smith insistía en que era cuestión de práctica y entrenamiento, una excusa como cualquier otra para endurecer sus sesiones.

- Si, estoy bien, gracias. También iba algo despistada.

Se giró para tenderle la mano antes de proseguir con su recorrido cuando se dio cuenta de quien era, su gesto se tornó en uno sorprendido, de todas las personas a las que podría encontrarse corriendo por la mañana, la última que se habría imaginado, era a Steve Rogers, el capitán américa, el símbolo nacional, más famoso que la tarta de manzana.

- Vaya, es un honor conocerle capitán. Y no se preocupe por el encontronazo. ¡Buena carrera y mirada al frente!

Blair prosiguió su carrera con una sonrisa en los labios y prestando atención a su emisora favorita de por las mañanas, con música actual, si, era un poco la clase de música que escuchaban los adolescentes, pero era entretenida para correr, tenía ritmo y letras pegadizas. ¿Que más se podía pedir a aquellas horas para ponerse en marcha? Música actual para despertarte y alguna composición de piano por la noche, para disfrutar con una copa de vino antes de acostarse. Así era como debía empezar y terminar un día perfecto.

Un grito llamó su atención y se volteó sin perder el ritmo de su carrera para ver de nuevo al archifamoso Capitán América corriendo hacia ella. Se paró, preguntándose que querría, y cuando llegó a su altura le entregó las llaves, que se le habían caído, ni siquiera se había dado cuenta de ese despiste, habría sido engorroso darse cuenta y tener que cambiar todas las cerraduras, afortunadamente Steve Rogers se había dado cuenta.

- Vaya si que eres realmente un héroe, habría sido molesto tener que llamar a un cerrajero para entrar en casa y cambiar todas las cerraduras.

Estrechó la mano de Blair mientras ella le dedicaba una mirada algo desconcertada. ¿Trabajadora de la Unión? Luego enseguida se percató de que debía referirse al congreso, seguramente la habría reconocido, había tenido algunas apariciones en televisión durante y después de la campaña y si había enviado al agente a Leblanc a vigilarla por un tiempo, estaba segura de que él también debería saber quien era.

- Bueno, todavía me estoy acostumbrando al cargo, aunque intento ponerme al día lo más rápido posible, hay muchas cosas que hacer y sólo una legislatura para llevarlas a cabo.

Blair no quería pensar muy a largo plazo, era cierto que una vez que un congresista salía elegido, su reelección era bastante más fácil, por eso muchas de las empresas corruptas del país dirigían su mirada a los congresistas, salían sustanciosamente más baratos, y una vez colocados, la reelección estaba casi asegurada. Que ella supiera, sólo un escándalo realmente grande podía apartarlos de su cargo. Por un instante se quedó allí plantada sin saber muy bien que hacer, parecía que ambos habían roto el ritmo de su trote y les iba a costar recuperarlo y no quería ser grosera después de que le había tocado correr detrás de ella para devolverle sus llaves.

- Hay una cafetería por aquí cerca, abren pronto y sirven buenos desayunos. Te invito a tomar un café.

No era muy de su estilo, demasiado retro para su gusto, parecía que no habían vuelto a decorar desde los años 70, pero el sitio tenía fama de servir unos de los mejores desayunos de Manhattan y a esas horas, después de una carrera y con el estómago vacío, ella no le hacía ascos a una tortilla bien hecha. Le indicó por donde estaba y esperó su respuesta.