[Minievento WWD] Cuervo de Sangre - Souls as white as heaven... as black as hell (Warlock, Edward, Lorenzo, Dinah, Dick, Conner, Martha, Cassandra, Aidan, Dolphin pnj) [01-05-19]

-No nos queda tiempo. – Edward observaba el cielo a través del ventanal de un alto rascacielos, podía ver los rayos caer con fuerza desmesurada, cómo si quisieran quebrar la mismísima creación y partirla en dos, llevaba una camisa blanca arremangada, un pantalón color beige y unos zapatos negros que hacían juego con su corbata, había llegado hacía un par de horas, tras recibir el mensaje de Aidan, se había teletransportado directamente a aquel lugar, tenía cosas que preparar antes de lo que se venía.

El mago se giró dando la espalda a la ventana, un relámpago iluminó la estancia en la que estaba, un lujoso comedor decorado con un gusto exquisito, una sala circular con suelo de madera y vigas del mismo material, en el centro de la misma había un hombre atado a una silla con un hematoma en el ojo y semi inconsciente, balbuceaba algo, aunque era difícil de comprender: - Vamos Gregory, no te me vayas a dormir ahora. – Johns le propinó una fuerte bofetada al hombre, que gritó con rabia, sus ojos azules se clavaron en los del exorcista, se revolvió en la silla, pero estaba atado con unas cadenas de plata que emitieron un brillo intermitente cuando se intentó librar de ellas.

A la izquierda del hombre, en la chimenea ardía un fuego agradable que le daba a la estancia un tono cálido que contrastaba de manera brutal con lo que estaba sucediendo…Por toda la habitación habían restos de muebles destrozados, parecía que había habido una pelea: - Escucha…Se que piensas que no hay nada que pueda hacerte que se compare con lo que esos cabrones te harán si les traicionas, pero créeme…- Johns caminó alrededor del tipo que ni se molestaba en mirarle, se acercó hasta su maletín que estaba de pie en el suelo, en medio de la sala y lo abrió: -…Se maneras de tratar con un capullo cómo tú. –

El maletín se cerró de golpe y Edward caminó hasta estar enfrente del hombre, que arrancó a reír: - Tú…No tienes ni puta idea…- Hablaba con un acento extraño, tal vez de Europa del este, era difícil de decir…Gregory escupió un espumarajo de sangre al suelo: -…Ya estáis todos muertos, pero aún no lo sabéis. – Y guardó silencio para luego enfocar su mirada al techo, cómo signo de que no pensaba hablar:

-Entonces tu también eres hombre muerto, te has dedicado durante décadas a jugar en los dos bandos para tu propio beneficio ¿Crees que un puto acto honorable va a arreglar todas tus cagadas? Tú señor no va a estar contento contigo, eso ya lo sabes. – Nada, el tipo permanecía impasible…El exorcista suspiró y entonces levantó lo que había extraído del maletín, era un libro con tapas negras y una cruz dorada en la portada, Gregory, el demonio que había traicionado a su propia especie para conseguir fortuna y fama empezó a reír: - ¿Que vas a hacer Johns…? ¿Darme unos cachetes con la biblia…? – Edward ignoró lo que el hombre decía y abrió el libro, caminando en círculos alrededor del tipo:

-La paz sea en esta casa, y con todos los que habitan en ella…- Su voz era decidida, firme, sin titubear, mientras el hombre intentaba escapar de su aprisionamiento sin saber que estaba sucediendo: - Voy a llevar a cabo la extremaunción ¿Sabes lo que eso significa?  -Un escalofrío recorrió el cuerpo de Gregory: - No…Tú…No eres sacerdote, es imposib…- Johns le interrumpió, susurrando al oído: - ¿Estas seguro? La verdad, pagaría una puta entrada por verlo, un demonio en el cielo, estoy seguro de que tienen ganas de enganchar a uno de los vuestros…-

Edward se separó del hombre y continuó con su lectura: - ¡En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo! – Gregory empezó a agitarse con violencia en la silla: - ¡Suéltame! – Edward se detuvo delante del demonio, apuntando con su mano derecha y señalándole con el dedo índice: - extíngase en ti toda virtud del diablo por la imposición de nuestras manos y por la invocación de todos los Santos… - El tipo empezó a gimotear de manera desesperada intentando librarse de sus ataduras, cayó al suelo con la silla mientras lloraba: - ángeles, arcángeles, Patriarcas, Profetas, Apóstoles, mártires, confesores, vírgenes y de todos los santos…- Cerró su puño y se preparó para pronunciar el final: - Am…- Un grito de Gregory le hizo detenerse: - ¡LA CLAVE ES 4823! TE LO HE DICHO, BASTA, POR FAVOR…YA TE HE DICHO LO QUE QUERÍAS, VAN A HACER ALGO EN LA ESTATUA DE LA LIBERTAD, NO SE MÁS.  – Edward sonrió y se acercó al demonio, incorporó la silla y empezó a desatarlo: - Has hecho bien Gregory, me daba miedo que de golpe te hubieras vuelto leal y honorable. – Le soltó las manos y dejó que se levantara y mientras el tipo jadeaba, con una gran rapidez utilizó la cadena para sujetarlo del cuello, el demonio miraba con sorpresa a Edward:

-T-Teníamos un tr…Trato...- La cadena le oprimía dificultando su respiración: - No Gregory, te dije que te iba a dar la extremaunción si no me dabas la clave de la caja fuerte donde escondes las reliquias santas y me decías cuál era el plan de Raven, jamás te aseguré que fueras a salir ileso de aquí. – Gracias a las propiedades de las cadenas Edward pudo arrojar al suelo al demonio y arrastrarlo por el mismo: - Eres un peligro, si te dejo suelto acabarás informando a tus jefes… - Se acercaron al ventanal, Edward le hizo incorporarse: - No puedo matarte, eso ambos lo sabemos, pero al menos estarás una temporada sin dar el coñazo. – Le arrojó contra la ventana que estalló en mil pedazos, pero consiguió agarrarlo antes de tiempo, antes de que se precipitase al vacío: - Por cierto, la extremaunción debe ser aceptada por la persona que la recibe, de otra forma no tiene ningún efecto.– Deslizó la cadena, dejando que el nudo alrededor del cuello de Gregory se deshiciera con suavidad, el tipo intentó agarrarse a Johns, pero ya era tarde, cayó lentamente al vacío mientras un relámpago rompía el cielo oscuro de la ciudad, gritó, gritó con todas sus fuerzas mientras caía, pero el exorcista ya no estaba interesado en él, ya tenía todo lo que quería, se giró y miró la gran caja fuerte roja que había en el salón.


Definitivamente era el puto fin del mundo, o eso es lo que pensaba Edward mientras veía todo sacudirse a su alrededor, fumaba un cigarro mientras el cielo parecía querer estallar sobre Liberty Island: - Que jodidamente dramáticos que sois…- Murmuró al aire mientras exhalaba el humo, suspiró y arrojó el tabaco que estaba por la mitad al suelo, lo pisó y miró hacia el frente, iba cubierto con una larga sábana blanca que llevaba envuelta a su cuerpo, la tela estaba manchada de sangre y tierra que parecían muy antiguas, su rostro y su cuerpo, dejando solo intuir el bulto del maletín que cargaba a su espalda, amarrado al cuerpo con un cinturón: - No hay forma de llegar a esa isla, a no ser…-

Agitó los brazos llamando la atención de una de esas criaturas infernales que había en el cielo, en circunstancias normales se habrían lanzado a por él de inmediato debido a la maldición que pesaba sobre el exorcista y lo habrían destripado sin piedad al intuir la amenaza que representaba, pero ahora, bajo el amparo de la Sábana Santa (la cuál solo Dios sabía de dónde la había sacado el capullo de Gegory) con la que se cubría pasaba por un humano normal y corriente.

El ser demoníaco descendió rápidamente hacia él y lo agarró: - Mejor que un puto Uber…- Murmuró Edward mientras repasaba el plan en su mente, esperaría a que la acción empezase y entonces aprovecharía alguno de los objetos de ese cabrón de Gregory para inclinar la balanza, tenía una cosa muy clara, no podía permitirse que esos cabrones cornudos ganasen esta pelea, o de lo contrario, sería su final.

Tragó saliva mientras la criatura descendía y le dejaba caer contra el suelo, se estaba metiendo de lleno en la boca del lobo, tan solo esperaba que la caballería no tardase en llegar, o sería hombre muerto.

Descendió junto a sus hermanos mirando con disgusto esa tierra, era tan insignificante que deseaba poder remodelarla junto a sus hermanos para un nuevo hogar. Y hablando de hogar estaban buscando a los desgraciados que habían destruido la iglesia mientras él estaba con su hermana en ese asqueroso bar, cuando más recordaba más le hervía la sangre. Y ahí estaban, planificando donde construirían su nueva mansión, porque si iban a empezar de cero fuera un lugar enorme donde pudieran estar a sus anchas. Pero mientras tanto tuvieron que vivir en una casa donde antes vivían unos abuelos, que sus muertes les recorran la conciencia a los héroes por haberle destruido su iglesia.

Y ahí estaba la familia viendo como esa estatua que representaba la libertad se desmoronaba, indicándoles a los humanos que esos tiempos se habían acabado con su reinado. Aplaudió con ironía ante la caída de la estatua y sonrió divertido a su hermana Tristeza, acercándose a ella señalándole uno de los tantos helicópteros televisivos.



Aparte del impacto paisajístico que producían era el terrible ruido de sus hélices al girar que le taladraba su celebro, era lo malo de tener un cuerpo tan perfecto que era que los simples ruidos fueron un gran dolor de cabeza, pero ya empezaba a sobrellevarlo. No pudo evitar apartar la mirada del asco que le dio ver a su hermana besando “eso”. Cuando Orgullo acabo de dar su discurso a las cámaras se acercó a ella, para luego centrarse en la prisionera.




Sonrió de forma maquiavélica, tenía muchas ganas de torturar ese trozo de carne para hacerle pagar la traición de Lorenzo, nadie traicionaba a los demonios y se iba sin consecuencias. Se apartó de esa cosa y miro alrededor esperando ver a los héroes; solo vio a un hombre enmascarado. Eso le lleno de curiosidad y decidió utilizar sus rayos x para saber quién era. La sorpresa fue enorme al ver el rostro de ese hombre tan conocido. Al principio le cabreo para luego reírse animado volviendo acercarse a su hermana para susurrarle:



No tuvo que decir nada más, las palabras sobraban y faltaban acciones que Envidia estaba dispuesto hacer. Se apartó de su hermana para crujirse los dedos mostrando claramente sus ganas de empezar el combate, si los héroes no aparecían se distraería con él.

Cada respiración era una carga. Cada amanecer una tortura ardiéndole en las retinas. Dormir se había convertido en un pozo aciago en el que se sumía cada noche. Una laguna helada de pesadillas que apenas recordaba pocos minutos después de despertar con el corazón desbocado a punto de desgarrarse del interior de su pecho. Se diluían en su mente como si algo tratara de cubrirlas con un velo de ruido que no le permitía acceder a ellas. La sensación posterior era más difícil de apaciguar pero también acababa por dispersarse como un humo intoxicante que dejaba atrás los efectos secundarios. Le rasgaba las entrañas, sin proporcionarle ni un instante de paz. Ni dormido ni despierto. No tenía a donde huir. Ni siquiera la muerte podría haber acabado con su tormento. Jamás se habría atrevido a morir antes de tener la oportunidad de arrancar a Ángela de las manos del mismísimo infierno.

Dick le había prohibido arrancar a su criatura, su única esperanza, hasta que llegara el momento. Lo había estado haciendo de manera regular de todos modos, mientras todos dormían, aunque estaba seguro de que más de una noche y más de dos se habían despertado con sus gritos envueltos en un sudor frío que les sería difícil de olvidar. Tenía que asegurarse de que continuaba funcionando, que todo seguía bien configurado. Que todas ellas aún mantenían el objetivo primordial con el que las había traído de vuelta a la vida. Se pusieron en marcha bajo la supervisión de Grayson, mientras los comunicadores no dejaban de mostrar las imágenes de la mujer levitando bajo el cielo atronador sobre la isla de la estatua de la libertad. Los perros alados que había visto le arrastraron al momento en que, acompañado de una joven de piel naranja y pelo rojizo, ambos habían tratado de ayudar a una mujer que ya no se trataba de Raven. Un monstruo bajo la superficie, un lobo con piel de cordero que había arrancado y despedazado entre sus crueles manos hasta su último ápice de esperanza con sus labios cargados de ponzoña demoníaca. Los mismos labios que instantes después, según mostraban las pantallas, estaba a punto de aproximar a Ángela.

Ángela...

Su dulce mujer aparecía en un estado lamentable, semi-inconsciente y colgando de su único brazo aún sano. Sus implantes habían desaparecido. Por suerte no parecían haber dañado los internos. Observó con avidez obsesiva la pantalla que mostraba la imagen, mientras su pulso se aceleraba a punto para el infarto. Sabía lo que hacían los besos de esa criatura inmunda.

- ¡NO TE ATREVAS, HIJA DE LA GRANDÍSIMA PUTA!- gruñó haciendo que sus ojos de escleras bicolores grabaran aquella imagen a fuego en sus retinas. Sintió como su corazón daba un vuelco, cuando por fin se separaron. No podía distinguir bien la imagen, pero estaba convencido de que no la había matado. Algo le decía que tenía que estarlo.

Hacía días que no pensaba con claridad, y no era consciente de que Raven... De que parte de Raven estaba en su interior. Desde que había empezado su comportamiento autodestructivo y extremo, había estado allí para sostenerle y evitar que se perdiera en los horizontes desdibujados de la enajenación mental. Era lo único que le mantenía con el nivel de raciocinio justo para que el Líder de los Titanes se hubiera planteado dejarle continuar con su idea. Era eso o la muerte, y situaciones desesperadas requerían medidas aún mas desesperadas. El cambio de Lorenzo había sido tan radical como para aterrorizar a Dick Grayson y hacerle tomar precauciones. Aunque el nigromante desconocía ese hecho.

El español había tomado una decisión llevado por ese extraño frenesí psicótico y pendiendo a duras penas de los límites de su cordura. Si tenía que convertirse en carnaza, al menos lo haría en una que fuese ardua de tragar. La presa les arañaría, les mordería y les desgarraría cada centímetro de sus repugnantes esófagos hasta que ya no tuviera ni un ápice de fuerza más para luchar. De un modo que no pudo reprimir abrazó a su creación, tomando dos de sus numerosas manos y estrechándolas entre sus dedos.

- Ellas son perfectas. Son infalibles. Van a salvarnos. Son nuestra esperanza. - repitió de nuevo en un susurro, como un mantra.

Pronto se separarían. Sólo les quedarían los comunicadores, si es que conseguían hacerlos funcionar bajo aquella imparable tormenta eléctrica. Esperaría la indicación de Dick, su primer ataque, su primer asalto. Mientras tanto él se desviaría con su creación, se aproximaría todo lo posible a ellos.

Por primera vez en días, recordó a Raven. A la Raven que él había conocido. A la que había hablado con él cuando había tratado de comunicarse con ella mediante los anillos de Azar. Los anillos... Él pasaría desapercibido. Raven podía conseguirlo. Si lo había hecho en la iglesia de Sangre tendría que hacerlo ahora. Si por el contrario eso sólo atraía a ese ser demoníaco hacia él... Entonces haría todo lo que estuviera en su mano.

- Ellas son perfectas. Son infalibles. Van a salvarnos. Son nuestra esperanza. - repitió, una última vez cuando el vehículo se detuvo. El suelo por el que discurrían había empezado a resquebrajarse bajo sus pies...


La barca era el único modo de llegar lo bastante cerca sin correr peligro, pero tendría que hacerlo con cuidado. La oscuridad propiciada por el manto encapotado de nubes negras sería su refugio, junto a una velocidad baja que no pudiera dejar estela en sus movimientos. Los poseídos volaban rodeando a la mujer que había convertido la estatua de la libertad en un despojo con un sólo gesto de sus magias. Eso era lo que hacía. Destruir cada cosa que llegaba al alcance de sus dos pares de ojos. El español aguardó asegurándose de que había subido a la barca todo lo que era necesario. Estaba cansado y abotargado, pero la adrenalina le recorría el cuerpo embotando toda sensación negativa dejando tan sólo una extraña emoción de anticipación. Había enfrentado situaciones extremas y había mirado a la muerte a los ojos en varias ocasiones.

Salvo que en esas ocasiones, la muerte no había tenido nada personal contra él. Algo que ahora estaba claro que sí tenía.

Ángela... pasara lo que pasara ella no debía morir. No podía morir.

Ninguno sabía lo que sucedería... Sólo él...

Esa carga había sido la más pesada de sobrellevar. Ni siquiera había sido capaz de hablar con Sieglinde, ni ninguno de sus otros compañeros sobre ello.

Su único secreto...

Se imaginó tratando de buscar a Ángela de nuevo en el limbo, que le respondería con ese eco desgarrador ante la gran nada. Sintió la desesperación aflojarle los músculos del cuerpo durante un instante. Ella no respondería... y él se quedaría sólo para siempre, porque ella habría desaparecido.

Su alma inmortal... ya no existiría...

y Lorenzo sería el responsable de haberla destruido para siempre...

Las lágrimas le enturbiaron la visión, mientras accedía a la motora de color oscuro, cubriéndola con la lona todo lo posible. Tardaría poco tiempo en aproximarse a la isla a toda velocidad, pero tenía que hacerlo con suavidad si quería tener alguna oportunidad. Preparó el equipo y aguardó, con su comunicador. Llevaba consigo dos enormes cajas cerradas en cuyo interior se oía un rechinar constante, un rumor de patas arañando el interior. Criaturas vivas. Sobre el suelo, tendida con una frágil y lánguida elegancia yacía su creación. Se arrodilló junto a ella, aún apagada.

Pronto...

- Por favor... Por favor, os lo ruego...- besó todas y cada una de sus manos yertas. - Ayudadme... Ayudadme a salvarla... - rogó mientras comenzaba la espera interminable que le separaba de la muerte.

La señal de Dick Grayson sería el primer tañido de sus campanadas de réquiem.

A medianoche, se escuchó una respiración entrecortada. Provenía del dormitorio que había pertenecido al primer Robin, ahora, el nuevo dueño de aquella gigantesca y solitaria mansión. Dick Grayson se despertó, había vuelto a tener pesadillas. Cada día eran peores, alimentadas por los sucesos de las últimas semanas. La invasión demoníaca, la destrucción de la base de la Young Justice, la muerte de su mentor, la batalla contra el Joker, la desaparición de todos sus amigos en la Iglesia de Sangre, el proyecto inhumano de Lorenzo…

Los pensamientos y preocupaciones no dejaban descansar con tranquilidad al líder de los Titanes. Viendo que no conseguiría nada volviendo a dormirse, se levantó de la cama para robar algo de comida de la nevera. Habían sobrado algunos sándwiches de pavo de Alfred, y devoró uno mientras volvía a su dormitorio. Pasó por delante del reloj de pie que ocultaba la entrada secreta a la Batcueva, y un pensamiento cruzó rápidamente por su mente. Bajó las escaleras de piedra tallada con sigilo… y vio a lo lejos a Lorenzo, en su pequeño rincón oscuro. Seguía despierto, enfrascado en ese… en esa cosa…

Los gemidos de aquella criatura resonaban por toda la cueva. La había encendido a pesar de que le había prohibido hacerlo antes del enfrentamiento. Pero lo entendía. Seguramente sería para realizar los últimos retoques, o para comprobar que seguía operativa. Aún así...

Richard volvió a su dormitorio, inquieto. Por un instante pensó en descolgar el teléfono que descansaba en su mesita de noche. No, era demasiado arriesgado utilizar la línea pública. Buscó entonces en el cajón su comunicador, y marcó el número del contacto que necesitaba. Dejó escapar un largo suspiro, hasta que finalmente, los pitidos de se detuvieron.

— Hola, siento llamar a estas horas. ¿Está la directora Vorgrimler? Dígale que Nightwing necesita hablar urgentemente con ella… — le explicó a la voz del otro lado.

—Al habla Sieglinde. Nightwing, ¿En qué puedo ayudarle?— la directora de la MKL había recibido el aviso de una llamada a través de Woodrow. Lo cual significaba que era urgente. Woodrow lo paso al canal de seguridad antes de que ella descolgase.

— Yo… — la voz del joven tembló ligeramente. Nunca antes le había costado tanto explicarse, y es que todavía se sentía conmocionado por el recuerdo de esa extraña y oscura criatura...— Es sobre Lorenzo. Estoy muy preocupado por él…

—¿Y a qué se debe? ¿Su comportamiento es problemático, o sufre alguna lesión física grave?

— Sus heridas se recuperan con normalidad, pero creo que su mente... — Se detuvo un segundo antes de continuar— Desde que supo que Ángela había desaparecido… está inquieto, apenas come y casi no duerme. Ha estado encerrado en la base trabajando en un proyecto de dudosa ética... con el que piensa derrotar a Raven.

— ¿Qué quieres decir con ética dudosa? ¿Qué es lo que ha hecho? — no pudo evitar que la preocupación se dejase entrever en su tono sereno habitual. Sabía que Lorenzo perdía la objetividad cuando se trataba de Ángela. El líder de los titanes parecía preocupado, y proviniendo de alguien externo, esa valoración significaba mucho. Sabía que se había llevado uno de sus proyectos, pero tenía autonomía para hacerlo. Lo que desconocía era lo que estaba haciendo con él.

— Es… — tragó algo de saliva y buscó las mejores palabras que pudo para expresar la repulsión que le causaba esa extraña creación— Como una amalgama de diferentes criaturas... un ser de emociones puras que evitará el control empático de Raven, su opuesto perfecto …

— ¿A qué te refieres con un amalgama? ¿Qué aspecto tiene? — en el cerebro de Sieglinde se estaba originando una sospecha. Lorenzo presentaba a mediados y principios de año los proyectos en los que estaba trabajando, y tal y como lo había descrito Dick Grayson sólo correspondía con dos de ellos.

—Pero lo que me preocupa es que esa criatura, esos diez seres... Parecían estar sufriendo. No sé hasta qué punto se pueden considerar criaturas vivos... —un sudor frío bajó por su frente— y tampoco sé qué tipo de consecuencias traerá cuando se ponga en marcha...

— Diez... —ya no me quedaba ninguna duda.— Quiero aclarar algo ahora mismo. Si consideras que Lorenzo pueda ser una amenaza sólo has de decirlo y mandaré a alguien para recogerlo.—Solaris lo decía muy en serio. —Lo que Lorenzo hace... a muchos les resulta reprobable, antinatural. Muchos han penado su comportamiento. Sin embargo es cierto que la funcionalidad de sus creaciones tiende a ser muy elevada. Así que te quiero preguntar...— la mujer intentaba ser lo más objetiva posible. Aunque en este terreno le costaba mucho. Agarró de manera mecánica el crucifijo que llevaba al cuello antes de preguntar— ¿Tienes alguna manera alternativa de afrontar lo que os espera? ¿Algo que pueda hacer que evite utilizar su creación? Si es necesario, iré hasta allí, la confiscaré y le retendré.

— No estoy seguro. —retuvo la respiración y pensó primero lo que iba a decir a continuación— Pero de lo que sí estoy seguro es de que Lorenzo es una buena persona... aunque temo que esta situación pueda superarlo. —dejó escapar un largo suspiro— Sieglinde, he perdido a la mitad de mi equipo en el proceso, y no puedo permitirme más pérdidas. Si el proyecto de Lorenzo salva la vida de millones, no me importará que sea reprobable o antinatural. La situación es de vida o muerte y hemos de tomar una decisión acorde a esas circunstancias especiales. —En ese instante, una parte oculta de Nightwing salió a la luz. Una que odiaba. La parte en la que se parecía más a Batman— Pero cuando todo esto acabe necesitaré tu ayuda. No quiero que ese proyecto se cobre ninguna vida, y tú conoces a Lorenzo mejor que yo. Dime cómo podría ayudarle...

— Ama a su esposa. Haría cualquier cosa por ella y eso puede convertirle en alguien que pierde la objetividad. Es algo que no puede permitirse ahora mismo. —su tono fue firme.— No permitas que os ponga a todos en peligro por algo personal o será otra losa en su conciencia cuando todo esto acabe. — la mujer sintió una vorágine en su interior que le constreñía las entrañas...y sin embargo entendía a la perfección las palabras de Dick Grayson. Era parte de su credo. "Hacer lo que había que hacer".— Cuando todo esto acabe seremos afortunados si podemos plantearnos ayudarle. — era una situación a vida o muerte. Solo podían agarrarse a la vida.— no dejes que se marche, ni que se la lleve. Mantenlo acompañado en todo momento hasta que puedas informar de la situación. Tendremos que hacernos cargo de el... Y tambien de Ángela. —dejó escapar un suspiro al otro lado del teléfono. Sólo permitió que las lagrimas le humedecieran los ojos, pero luchó para que no pasaran del horizonte de sus parpados— procura que Angela se salve, o los perderemos a los dos.

— Gracias por todo, Sieglinde... No dejaré que Raven les haga daño a ninguno de los dos. Espero tener buenas noticias cuando todo esto acabe...




— Dentro de 24 horas esta ciudad habrá sido destruida por completo a menos que los miembros supervivientes de la Young Justice, antiguamente conocidos como Titanes, se entreguen a mí.

La estilizada figura demoníaca de Raven, su dragón verde y el resto de perros infernales asomaban en diferentes ángulos y tomas por los gigantescos monitores del Bat-ordenador.

Apreté los puños, conteniendo la tensión de mi cuerpo, pero sin apartar ni un solo momento la mirada de la crueldad de los actos de mi antigua y buena amiga. Ahora ya no teníamos ninguna duda. Raven tenía a Ángela. Aquella pobre mujer tullida y maltratada que sostenía con sus brazos era la mujer de Lorenzo. Definitivamente, iba a usarla para hacerle daño a él. Y lo estaba consiguiendo.

— ¡NO TE ATREVAS, HIJA DE LA GRANDÍSIMA PUTA!

Apoyé mi mano en los hombros del español, obligándole a que me devolviera la mirada. Esperaba que el azul calmado de mis ojos le transmitiera la misma tranquilidad. Por un instante, vi en él a mi hermanastro Jason, con aquel temperamento explosivo que tanto le caracterizaba. Un estado tan desequilibrado nos haría perder la batalla, y no podíamos permitírnoslo. La Liga de la Justicia había muerto, y nosotros éramos esa segunda oportunidad para el mundo. Si fallábamos, ya no habría vuelta atrás.

— No vamos a dejar que le haga daño— le dije con seriedad, pero mi tono de voz era más grave de lo habitual. La rabia empezaba a trepar hasta mis entrañas.

Otra de las cámaras enfocó la destrucción de la estatua de la libertad. Otro símbolo extinguido. Raven trataba de enviarnos un mensaje, de decirnos que ya no quedaba esperanza para los Estados Unidos, ni para el resto del planeta. Pero no tenía porqué ser así. Siempre he creído que la esperanza es lo último que se pierde. Y un hombre sin esperanza, es un hombre que ya ha perdido la batalla antes de empezar.

— Estaremos preparados. — le dije a lo que quedaba de mi antiguo equipo. Para bien o para mal… esto acabará hoy…

Me adentré a la parte más profunda de la Batcueva, donde Bruce tenía guardados en vitrinas todos los trajes memorables del murciélago. Su capucha gris y negra me devolvió la mirada. Pude ver mi figura en el reflejo del cristal, encajando a la perfección en aquel maldito traje. 

Y cerré los ojos.


Los truenos partieron el cielo engullido por oscuras nubes que no dejaban pasar la luz del sol. De pronto, una voz grave e igual de distorsionada que el tiempo meteorológico resonó por todo Liberty Island, como si uno de sus rayos hubiera hecho otro estruendo.

— ¡RAAAAAAAAAAAAVEEEEEEEN!

De las nubes emergió una figura tan negra como la oscuridad, a excepción de la mancha de murciélago que salpicaba como una gota de sangre el pecho de la armadura.


Era un traje de guerra, compuesto por fibras metarámidas que diseñó el propio Bruce antes de morir. Un material casi el doble de resistente que el Kevlar, concebido para resistir el calor más ardiente y el frío más gélido. Con propulsores, dardos eléctricos y batarangs gélidos incorporados… un compuesto perfecto para patear traseros demoníacos...

—¡¡Aquí me tienes, Raven!! ¿No es lo que querías? — grité con furia congelada— ¡Ahora deja al resto de ciudadanos libres!

No muy lejos de mi posición, Esfera flotaba en el cielo en su forma de vehículo espacial. Llevaba consigo al resto de la Young Justice: Dinah, Lobo, Kory, Bart y Warlock iban sentados en ella, esperando impacientemente a entrar en combate.

El plan era sencillo. Necesitábamos atraer toda la atención posible y ganar un pequeño momento de distracción, para que Lorenzo ejecutara su parte del plan…

Yo iba a ser el cebo. Iba a recibir toda la ira demoníaca en mi propio cuerpo. Sólo esperaba que la armadura de Knightfall fuera lo suficientemente resistente para poder con todos ellos a la vez. O al menos hasta que lográramos inutilizar a Raven y al resto de su hueste demoníaca antes de que me hicieran trizas.

Por suerte, no estaba solo. Tenía al resto de mis compañeros y a Oráculo en el comunicador, ofreciendo información extra que podría salvarme la vida en un momento de necesidad: la posición de mis aliados, la estrategia de nuestros enemigos… ella se encargaría de la parte táctica de la batalla, mientras que yo iba a ser el ejecutor.

Tan sólo quedaba una cosa más por decir...

—¡¡TITANS, ADELANTE!!

Crueldad... Dolor... Ira... Tristeza... Rabia... Deseo de venganza...

El technarch apretaba los puños con fuerza en mitad de aquél ambiente tenso. Esperaban órdenes de Dick. Todo se había vuelto un mar de emociones negativas, su nuevo compañero había enloquecido aparentemente tras visionar el ataque a la estatua de la libertad. Esa mujer sin extremidades parecía ser su punto débil...

Todas esas emociones... Debían serle familiares. Eso era lo que llenaba el corazón de un technarch, durante toda su existencia. Sin embargo, para Warlock siempre fueron extrañas... Hasta ahora.

Al fin vivía como un verdadero technarch. Y lo odiaba profundamente.

Clavó una mirada llena de una rabia casi ígnea en la pantalla, mientras veían la retransmisión. La cámara enfocó a Conner durante unos instantes. Ese rostro lleno de satisfacción ante el caos y el dolor ajeno... Esa sonrisa burlona, ese desdén en la mirada...

Ese día Warlock empezó a sentir su alma envenenada por su naturaleza original, y llevaba luchando contra ella desde entonces.

Miró a Bart. El joven velocista era su consuelo en momentos como ese, pero ya no lograba calmarle. Apartó la vista. Por fin Dick tenía algo que decir...

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Crueldad... Dolor... Ira... Tristeza... Rabia... Deseo de venganza...

El alien apretaba los puños, esta vez volando sobre Esfera, cara a cara, en silencio tenso, frente a la fuente de sus males.

- Connie...

Dick dio la señal. La nave descendió. El alien saltó, convertido en una amalgama de tentáculos que despedían rayos de energía, dirigiéndose a su objetivo.

Hoy viviría y lucharía como un verdadero technarch, y con suerte... sería la última vez.

Dicen que los cisnes cantan una única vez… antes de morir.

Mientras aguardaba en la Esfera, con el cabello dorado azotando su rostro, Dinah se preguntaba si pasaría algo parecido con los canarios. O con los cuervos.

Ella, al menos, estaba dispuesta a cantar con toda la fuerza de sus pulmones.

El entumecimiento que se había adueñado de Dinah desde la caída de la Liga seguía allí, pero había dejado de ser una herida abierta para convertirse en una coraza a medida. Aquel vacío, de algún modo, la ayudaba a resistir. La empujaba hacia delante. Hacía mucho más fácil tomar la decisión de llevar aquella lucha hasta su inevitable final.

La mente de Dinah regresaba una y otra vez a sus compañeros, atrapados al otro lado del portal de Hermano Sangre. Había puesto su confianza en Chroma, y esperaba que la joven cumpliera su promesa. Que los sacara de allí. Al fin y al cabo, Roy tenía una niña de la que cuidar. Una niña que crecería con su padre, en un mundo libre de demonios… de eso se aseguraría Canario Negro.

Abrió y cerró los puños, sintiendo el restallido de la tensión acumulada en sus nudillos. Sabía que Conner estaba allí, convertido en una marioneta de los invasores. También sabía que aquélla que se hacía llamar Raven no se parecía en lo más mínimo a la compañera con la que habían luchado los Titanes. Sólo se parecía… a Trigon. Al ser que había borrado a Oliver de su historia. Al demonio que había acabado con Bruce, con Kyle, con Zeta… Cada nombre dolía por derecho propio, y dolía dos veces. Por el héroe y por la persona.

Dinah estaba allí, aunque Raven no la hubiera incluido en su siniestra convocatoria. Ella no era una Titán. Tampoco había sido invocada por su nombre, como Lorenzo… el hombre a quien se había dirigido la demonio tras besar a la muchacha tullida. No, Dinah Lance había venido sin invitación. Pero estaba allí porque tenía que hacerlo; por los vivos y por los muertos…

Se quedaría hasta el final.

Dinah había sentido un nudo en la garganta al ver cómo la demonio sostenía a la mujer sobre el vacío, como un gato jugando con el ratón al que ha atrapado con sus garras antes de comérselo. Aún lo sentía, asentado con firmeza sobre sus cuerdas vocales, mientras Dick, vestido con aquel traje imponente, se alzaba para desafiar a Raven.

Su mandíbula se tensó, su cuerpo se enderezó sobre la Esfera. La voz de Dick sonó clara y firme; un pistoletazo de salida. Había llegado el momento de luchar.

Y Dinah se moría de ganas de luchar.

La nave descendió rápidamente, dispuesta a liberarlos en el campo de batalla. Warlock, transformado en un ser de pesadilla, se lanzó al ataque. Bart ni siquiera había esperado a que la Esfera descendiera para saltar en busca de Conner. Lobo se lanzó también hacia la ciudad, en la misma dirección. Y Kory se quedó suspendida en el aire, preparada para desatar su poder.

Liberada de la mayor parte de sus ocupantes, la Esfera cambió de forma para transformarse en una motocicleta. Dinah se acomodó en el asiento, dispuesta a conducirla hasta el centro de la acción. Si tenía suerte, la tecnología de la Esfera le daría una oportunidad contra seres mucho más poderosos que ella. Y, si no… al menos sería un blanco móvil. Y esperaba que eso les complicara un poco las cosas.

Observó  con dificultades las figuras que se alzaban en el cielo, era difícil distinguirlas a esa distancia, pero había un sinónimo para ellas, poderosas, no sabía qué clase de entidades habían tomado los cuerpos de aquellos héroes, pero tenía clara una cosa, no eran moco de pavo, no eran los demonios rasos a los que normalmente se enfrentaba…Miró a su alrededor, la gente a la que habían estado trayendo hacia la isla se agrupaba, confundida, se miraban con temor y sin atreverse a decir una palabra, el miedo era palpable y era normal, las noticias volaban y muchos ya sabían lo que significaba que los hubieran escogido para ir a la estatua.

Antes de que el exorcista pudiera siquiera moverse el cielo se quebró en un poderoso relámpago, cómo el tambor que rompe el silencio para dar inicio a una terrible batalla, y eso era, precisamente, lo que había empezado a desarrollarse, cuando el mago se disponía a moverse y entrar en acción, unas criaturas que se desplazaban a cuatro patas y que podrían haber sido el concepto de perro de cualquier esquizofrénico, aparecieron en la zona en la que se encontraba junto al resto de gente, ladrando y mostrando los dientes en tono amenazador, haciendo que la gente se moviera y empezando a desplazar al rebaño, cómo si de perros pastores se tratasen.

Johns siguió al grupo, aún amparado bajo el manto, mientras siguiera allí debajo no podrían encontrarle, todo estaría bien, tenía que seguir oculto y mantener su tapadera…Se aferró al trapo con fuerza, procurando que no se deslizara de su cuerpo mientras se camuflaba entre el grupo, quedando rodeado de gente para así facilitar su camuflaje:

-N-No… ¡NO PUEDO MÁS! – Un hombre joven salió entonces corriendo, empujando a la gente e incluso derribando a algunos, alejándose del grupo corrió hacia el borde exterior de la isla, el muy capullo intentaba lanzarse al agua para escapar de aquel lugar, o ahogarse para acabar con aquella incertidumbre y miedo, a sabiendas de lo que les esperaba cuando hubieran terminado su caminata. No llegó a moverse ni un metro, uno de los perros guardianes se lanzó a su cuello y lo mordió con violencia, hundiendo sus colmillos en la blanda carne y desgarrándola, el tipo chillaba rodando por el suelo mientras un torrente de sangre no dejaba de emanar de la herida mientras la bestia masticaba la carne que había arrancado, el tipo empezó a convulsionar mientras Edward se repetía una y otra vez: No puedes salvarlo…No puedes salvarlo…Ya está muerto…

Finalmente llegaron a la base del monumento, la placa que tenía el poema de El nuevo coloso había sido partida y destrozada, ahora, sobre el pedestal se había erigido una estructura hecha de una especie de mármol negro, oscuro cómo la noche, carente de luz y brillo. El objeto tenía unas formas precisas y bien definidas, se trataba de algo burdo, como si a cortes hubieran pulido la forma sobre el propio mármol. La estructura parecía ser un trono, casi hecho de oscuridad sólido y, sobre el mismo, sentada con las piernas abiertas, había una mujer que miraba al grupo con una sonrisa arrogante en los labios.

No debía tener más de 18 años probablemente, era rubia y tenía los ojos azules, llevaba puesta una armadura de color rojo con ornamentos dorados incrustados, en su cintura, una especie de cuerda que emitía un brillo rojizo destacaba por encima de la armadura, tenía los brazos apoyados sobre el trono y miraba al rebaño impaciente, la gente cuchicheaba, muchos de ellos la habían reconocido ¿Qué hacía ella allí? La mujer levantó la mano para hacerles callar, un solo gesto bastó para que el miedo invadiera de nuevo al grupo, que, poco a poco, guardó silencio mientras los perros rondaban a su alrededor.

A su lado había un hombre, vestido de cuero y con una máscara, a pesar de la misma era fácil intuir su nerviosismo y su miedo, el tipo estaba pálido, pobre cabrón, a saber por qué estaba allí: - Bien hecho mis pequeños…- Se alzó de su trono poco a poco mientras observaba satisfecha a la multitud: - Vosotros, débiles humanos, seréis la piedra angular sobre la que construiremos un nuevo mundo, un lugar mejor…- Empezó a caminar en dirección al grupo, algo en su mirada, sus gestos y su forma de moverse auguraban lo peor…Edward miró a su alrededor, en busca de una salida, una forma de escapar, pero ahora mismo era imposible, no podría correr más de 3 metros sin que le dieran alcance…Un niño, de tal vez unos diez años salió corriendo en dirección al demonio, su madre, que había estado junto a él, intentó detenerle, pero el chico se escapó de entre sus dedos para llegar a las piernas de Casandra, a la que abrazó temblando de miedo:

-¡Wondergirl! ¿Vas a ayudarnos…? – El chico sollozaba, Edward agachó la mirada…Tan joven…Maldita sea…La criatura se agachó para mirar al chico a los ojos, mientras la madre lloraba, angustiada, desde el suelo: - Dime pequeño ¿Cómo te llamas? – Le sonrió mientras le ponía una mano en el hombro: - J-Joseph…- Cassandra hizo que el niño se girase con suavidad hacia el grupo: - ¿Y esa es tu mamá Joseph? – Señaló a la mujer que sollozaba en el suelo, al borde del colapso, Edward observaba la situación en silencio, una y otra vez en su cabeza resonaba la misma frase: No puedes ayudarlos…No puedes ayudarlos…

El niño afirmó y ante un gesto de su ama, uno de los perros obligó a la madre a ponerse en pie y caminar pesadamente hasta donde estaba su hijo, una vez se hubieron reunido la madre abrazó a su hijo unos instantes, Cassandra dejó que la reunión familiar transcurriera tranquilamente mientras la gente miraba, entonces puso una mano en el hombro de la mujer, separándola del niño, al que miró a los ojos: - Joseph, dile adiós a mamá. – Él no acabó de entender aquello, tampoco tuvo tiempo, las manos de la chica sujetaron a la mujer por ambos hombros y con un ligero esfuerzo estiró cada uno en dirección opuesta al cuerpo de la mujer, un sonido muy parecido al que hacía una nuez cuando se partía resonó con fuerza mientras se partía por la mitad, cómo si la estuvieran dividiendo siguiendo un segmento que cruzaba su cuerpo en dos partes. Sus órganos se desparramaron por el suelo en una orgía de vísceras y sangre, de una forma similar a cuando uno cascaba un huevo, la ejecutora rompió a reír ante aquel acto mientras arrojaba las mitades del cuerpo al suelo: - Mierda…- Edward apretó los puños mientras el niño se desmayaba y caía al suelo, la gente rompió a gritar, hubo un amago de huir de allí, pero los perros volvieron a poner en su lugar al rebaño entre rugidos y ladridos.

La mujer enfocó su mirada al niño, en su rostro se dibujó una pérfida sonrisa mientras estiraba la mano hacía él, que había caído a sus pies inconsciente, empapándose en la sangre de su madre. Algo se despertó dentro de Edward, un fuego que ardía en pecho, un calor que le embriagaba de arriba a abajo ¿Heroísmo? Quien sabe, solo sabía una cosa, no podía seguir viendo ese espectáculo y no hacer nada. Agarró un trozo de la sábana que llevaba aunada al cuerpo y lo desgarró, hizo una bola de unos 12 centímetros de grosor y mientras se movía entre la gente hacia la mujer murmuró: - Ignitae. – La tela se prendió en llamas, poco a poco, el fuego anaranjado fue tomando notaciones doradas, formando una esfera de fuego que quedó suspendida en la palma de su mano, se movió entre la gente rápidamente. Ella cogió al chico del pie y lo puso boca abajo, mostrándolo a la multitud: - Esto es lo que os espera los que no sepáis obedecer mi volu…- No pudo terminar su frase, la bola de fuego salió disparada de la mano de Johns y golpeó su cara, el fuego se extendió rápidamente por todo su cuerpo, la mujer soltó al chico instintivamente, en una respuesta ante el dolor mientras chillaba, más de rabia que por el impacto que las llamas pudieran estar causando en su cuerpo, que ahora ardía en unas llamas que apenas durarían unos segundos y que apenas la dañarían, pero que servirían de distracción: - ¡Corred! ¡Huid! – La gente empezó a intentar escapar en desbandada, los perros demoníacos rugían y se lanzaban a por todo aquel que podían alcanzar, sangre, chillidos, dolor…Una distracción perfecta.

Johns atravesó aquel infierno y corrió hacia el niño, lo cargó cómo pudo sobre el hombro mientras la mujer seguía envuelta en llamas, casi pudo notar el calor cuando la mano de Cassandra se extendió hacia él para intentar agarrarle, en la carrera de su vida, esquivando a gente que caía al suelo derribada por los perros, huyó hacia el interior de la estatua de la libertad, sabiendo que era cuestión de unos minutos que el orden y el miedo se volviera a imponer sobre el grupo, y, cuando esos sucediera, irían tras él y el crío.

Se resguardó tras un mostrador y suspiró, sólo tenía unos minutos, tal vez segundos…Miró al chico, inconsciente: - Joder…- Se quitó la sábana santa y envolvió al muchacho en ella, dejándolo cubierto, mientras estuviera tapado con ella no podrían localizarle, pero eso planteaba otra problemática, le tocaba pasar a la acción, ahora era un blanco fácil, eso cabrones podrían rastrearle, si quería sobrevivir, debía luchar, un grito colérico invadió el aire resonando con fuerza y algo hizo temblar toda la estructura de la estatua ¿Que estaba sucediendo? :

-Vamos…- Sacó su maletín y lo abrió rápidamente, sacando su contenido, una espada rota y un guantelete metálico con tonos dorados, se lo puso rápidamente, la armadura encajaba perfectamente en su mano, sintió un hilo de esperanza que le recorría desde la mano hasta el pecho y cogió la espada, que, aún rota, estaba terriblemente afilada, la miró fijamente unos instantes, decidido y firme. Lanzó al maletín lejos y se puso en pie, estaba listo para luchar.

Sin perder un minuto se escabulló por los pasillos, más alerta y preparado cómo jamás lo había estado en su vida, había robado dos objetos sagrados de la caja de Gregory, la espada y el guantelete de San Jorge, objetos que el santo llevaba en su batalla cuando confrontó a un gran demonio con la forma de un dragón, la espada, aún rota, era capaz de causar un gran daño a demonios y el guantelete había podido resistir el impacto de las llamas de la bestia, ambos eran objetos muy poderosos , sin embargo, no eran más que baratijas contra un ejército de aquel tamaño, si Edward quería sobrevivir, debía acabar con la fuente de todo aquello…Miró a su alrededor y encontró las escaleras, debía llegar hasta el nivel superior, dónde estaba Raven, y matarla, sólo así se acabaría toda esta locura, empezaron a llegarle gritos de dolor provenientes del exterior, los alaridos de los perros parecían estar acercándose, pronto estarían allí…

Caminó con precaución por las escaleras, alerta por si sentía alguna presencia o le llegaba algún ataque sorpresa, tenía la espada en alto, listo para hundir la hoja en lo que fuera que se cruzase en su camino…Se deslizó lentamente entre las sombras y llegó al replano del siguiente piso, al cerrar la puerta tras de sí no pudo evitar mucho los ojos al ver la recepción del segundo piso.

Se quedó atónito cuando vio, delante suyo, a unos cuatro metros aproximadamente, mirándole fijamente con una sonrisa mientras acariciaba uno de los tres perros demoníacos que había junto a ella, a la que posiblemente era la única mujer que había logrado hacerle sentir que valía la pena seguir vivo en los últimos años: - ¿Martha? – No…Ella no…Estaba preparado para cualquier cosa, había abandonado a toda esa gente a su suerte, había disparado con fuego sagrado a un demonio que podría haberle matado en un segundo sin pestañear, estaba dispuesto a sacrificarse y morir aquella noche, pero no estaba preparado para enfrentarse a la mujer a la que amaba.

Sotano de la mansión Kotska, por alguna parte de la República checa

El repetido click de un bolígrafo hacía eco por toda las habitaciones de la casa y, siguiendo ese ruido, llegaríamos al sótano transformado en laboratorio en el que el tío de Martha estaba trabajando. Las paredes eran blancas, en pasado ya que ahora tras todas las explosiones y… demás accidentes, que tuvieron lugar en aquella estancia, los azulejos se habían tornado la mayoría de un color negro y rojo oscuro. Había mesas y armarios, algunos racks llenos de cables conectados a los diversos ordenadores que se encontraban distribuidos en las mesas y por las paredes, una silla azul era la única que adornaba la sala y en ella se encontraba sentado el hombre que, con una fuerte luz de una lámpara prensible iluminaba su trabajo.

Tenía una fina barba y el pelo medianamente largo que tenía sujeto con un pañuelo algo sucio. Con su mano izquierda presionaba el botón del bolígrafo y con la derecha, haciendo uso de un pequeño palo metálico, comprobaba los micro componentes de su invento. En realidad no era nada nuevo, era más bien actualizar un antiguo invento suyo; su pulsera de teletransporte que ahora en vez de desintegrar al usuario y volver a integrarle en su destino, abrirá un portal por el cual podrá cruzar para llegar a su destino, aunque solo duraría un plazo de tiempo muy corto. Tampoco se podría llamar una actualización, ya que su antigua pulsera de teletransporte estaba en… bueno, no con él pero si en un lugar seguro.

Una vez terminó de comprobar todo, lo cerró y se lo colocó en la muñeca. Como muchas de las cosas que creaba, no utilizó planos ni nada por el estilo, solo necesitaba unos papeles en los que escribir todo lo necesaria para llevar a cabo las ideas que tenía en la cabeza y ya está. Se la colocó en la muñeca, pero antes de comprobar si funcionaba tenía otras cosas más importantes que hacer. Encendió todas las pantallas que había en la habitación y estas empezaron a emitir noticias de… de todos los rincones de la tierra; de Alemania hasta Rusia y desde China hasta las Américas, no estaba dejando escapar nada en absoluto… y al final dio con lo que buscaba.

En uno de los ordenadores empezaron a salir las imágenes en directo de la Estatua de la Libertad calcinada y una figura que flotaba cerca suya… una figura que el reconoció bien incluso si ya pasaron varios días desde la primera y última vez que la vio; era la criatura que se llevó a su sobrina, a lo último que le quedaba en la vida y que le hacía tener ganas de seguir viviendo ese mundo… al estar pensando en su sobrina, tuvo que parpadear varias veces y frotarse los ojos para afirmar que una de las figuras que se mostraban en pantalla no era ni más ni menos que la de Martha, aunque tenía algo diferente, algo de lo que pudo darse cuenta incluso a través de la pantalla; esa criatura no era su sobrina, sin lugar a dudas alguien o algo estaba usando su cuerpo, no sabía si era el Ente del que ella le había hablado o si era un demonio, lo que sí que estaba claro era que no se podía quedar ahí sin hacer nada.

Se levantó de sopetón, la silla dándose de bruces contra el suelo, mas no se detuvo ni siquiera cuando casi se tropezó con sus patas. Salió del sótano, pasando por el pasillo hasta llegar a la entrada principal adornada por el cuadro de su familia, de sus padres y de sus hermanos quedándose en silencio, mirando los rostros de sus familiares. Era curioso porque, de todas las personas en su familia que deberían de ser catalogadas como “demonios”... no podía pensar en nadie que le viniese mejor el título que él y su hermano; juntos y separados trajeron la miseria a cientos de vidas, jugaron con las personas como si no fueran más que muñecos puestos ahí para su entretenimiento, extorsionaron, torturaron, para ellos no había límite alguno. Pero ese día, todo iba a cambiar, ese día el apellido Kotska no estaría ligado a unos asesinos, ese día estaría ligada a un hombre que pensaba darlo todo por salvar a su familia, no, para salvar a su planeta. Apunto la pulsera en dirección a la puerta principal y un portal de color blanco apareció de la nada, volvió a echar la vista al cuadro de su familia, apretó los puños y… atravesó el portal.




Liberty Island, New York


Tristeza se cubrió de lágrimas cuando su hermano le señalo los helicópteros que sobrevolaban a su alrededor, agarrándose un codo con la mano derecha y colocando la izquierda en su mejilla. Le dio una idea que le llenó de melancolía y si pudiera sentir agradecimiento hacia alguien, se lo habría agradecido. Asintió con la cabeza hacia su hermano y con la mano izquierda aún sobre su propia mejilla, uso la otra para detener a uno de los helicópteros en el aire, hélices y tripulantes incluidos

-No es romper, hermano… es arte

El helicóptero empezó a arrugarse, los tripulantes hicieron todo lo posible por escapar mas no podían luchar ante la energía que les sujetaba, el cámara no pudo hacer más que sacar un poco el cuerpo por la ventana del helicóptero, dejando que su cámara se precipitara al mar bajo sus pies. Tristeza siguió apretando con fuerza el vehículo dandole forma, la forma de una flor parecida a una rosa, los tripulantes fueron aplastados y de sus pétalos corría su sangre, mientras que en su centro el cámara, que quedó con medio cuerpo aplastado, parecía seguir intentando escapar por la pose en la que su cuerpo se quedó al morir, justamente una singular lagrima salio de su ojo derecho, manchando su mejilla

-Oh, la melancolía… el arte que se encuentra en ella es… inconmensurable

Deposito su “obra de arte” a los pies de lo que una vez fue la estatua de la libertad, adornándola. Los demás helicópteros se alejaron aún más de la escena, aunque seguían grabando, al ver lo que hizo la demonio con uno de los helicópteros que, aunque fuera uno ligero que no pesaba más de 800 kilos, seguía siendo algo increíble y horrible de presenciar. Miro directamente los otros helicópteros y se preparó para ir hacia ellos, pero fue interrumpida con la llegada de los titans, una sonrisa maquiavélica creada por la energía azul de la gema aprecio en su rostro, sonriendo ante la aparición de sus enemigos mientras su rostro seguía llenándose de lágrimas.

Sin embargo, fue una única presencia la que llamó su atención entre todas aquellas figuras. En el suelo, su hermana se tuvo que enfrentar a un hombre que le lanzó una bola de fuego que le hizo gritar de dolor, a pesar de lo excitante que le resultaron los gritos de dolor de su hermano… no era eso lo que llamó su atención, si no la persona que llevó a cabo esa acción, su cuerpo, el cuerpo en el que ahora habitaba, parecía recordarle; por un segundo, las lágrimas cesaron su salida de sus ojos, no tardaron mucho en volver a aparecer y su sonrisa de energía se torció aún más y empezó a descender hacia su objetivo.

En el interior de la Estatua de la Libertad, cerca del mostrador en el que se escondía Edward, una luz blanca apareció en la pared y de ella, apareció la figura de un hombre. Javis se pasó la mano por todo su cuerpo, tenía todo intacto y pudo suspirar, pero su suspiro se transformó en una mirada llena de determinación; tenía un plan y estaba dispuesto a hacer todo lo posible para llevarlo a cabo. Fue entonces cuando Edward apareció de detrás del mostrador, con la armadura y la espada rota, Javis pudo reconocerlo pero se extrañó de que estuviera ahí

-¿Edward, eres tu?- el hombre se giró hacia él apuntando con la espada, teniendo el que levantar los brazos -Uouh, tranquilo, tranquilo, soy yo, Borja, me conoces… soy humano

El exorcista pudo suspirar y relajarse un poco al ver una cara conocida, al menos una que no estuviera poseída por un una presencia demoníaca

-¿Es que quieres que te mate? Maldito idiota...

Edward bajó su espada

-¿Has venido a ayudar con… eso? ¿Qué son? ¿Objetos religiosos de esos mágicos?

Suspiro, él seguía sin creer en la magia aunque sí esas cosas podían ayuda en algo, adelante

-He venido a intentar acabar con esta mierda, si, son "mierdas de esas que solo los supersticiosos idiotas creen que sean útiles".

En ese instante, Javis se dio cuenta de que tenía que cambiar su su plan; ahora tenía alguien para ayudarle

-Tengo un plan, pensaba que no iba a tener ayuda pero… veo que me equivocaba- se acercó hacia el hombre y le puso la mano en el hombro, acercándose hacia él -Tengo una pulsera de teletransporte, si consigues distraerlos puedo enviar a esos demonios uno a uno a otras partes de la tierra, asi sera mas facil deshacerse de ellos… puedo incluso enviarlos al polo norte a que se congelen- se separó de él y le miró directamente a los ojos -pero se que yo no puedo hacer nada más, tú… ¿Podrías salvar a Martha?

Edward Miró a Borja directamente a los ojos

-Para eso estoy aquí, voy a salvarla, aunque sea lo último que haga...-

Le sonrió, una sonrisa sincera, intentando reconfortar a un hombre roto, un hombre que, como él, lo había perdido todo. Javis sabía muy bien cómo se sentía Edward por sus sobrina, hace meses habló con él sobre ello y llegaron a conocerse mejor, por eso aceptó que él tuviera esos sentimientos hacia Martha. Sin embargo, lo que estaba punto de contarlo lo sabían muy pocas personas en el mundo y, fíjate tu por donde, una de esas personas era el mismísimo presidente de los estados unidos

-Yo… yo no puedo morir, Edward, por mucho que lo intente siempre vuelvo a la vida- dijo en un tono sombrío con los brazos cruzados y la mirada gacha -por eso tenemos que hacer todo lo posible para que esto salga bien… no quiero vivir en su mundo

La mirada llena de pena que le dirigió el exorcista le sentó como cientos de cuchillos clavados en su espalda… no estaba acostumbrado a que se apiaden de él. Si todo fallaba, ellos “morían” y los héroes eran derrotados, ninguno de ellos volvería a la vida más que él, que se encontraría solo en un mundo de demonios mientras lo que antes fue su sobrina ahora siendo utilizado como recipiente para un demonio. No podía dejar que nada de eso se hiciera realidad, lo daría todo para poner su granito de arena a fin de salvar el mundo de los demonios, se dirigió junto a Edward al segundo piso y… la vio, los dos hombres se quedaron inmovilizados ante la visión que apareció delante de sus ojos, el hombre de magia que traía las armas de fe y el hombre de ciencia que traía la tecnología con el. Sabía que este momento llegaría, pero justo cuando llego… las palabras se escabulleron de su boca, de la de ambos

-Así que aquí estas, “amorcito”- dijo en tono sarcástico, haciéndole una seña a los perros para que la dejaran sola -¿He oído bien? ¿No puedes morir?

Empezó a bajar hacia los dos hombres y Borja se echó las manos hacia atrás, preparando la pulsera, sin embargo la energía le rodeó y le resultó imposible hacer nada

-Serás una buena mascota cuando hayamos conquistado la tierra, de momento

Javis pudo girar un poco los ojos hacia Edward, dejando caer su pulsera al suelo para que él pudiera recogerla y esconderla. En cuestión de segundos, Tristeza, que empezó a tirar de cada fibra de su cuerpo al mismo tiempo, le hizo estallar en mil pedazos dejando nada más que rastros de sangre, huesos y órganos esparcidos por toda la habitación, curiosamente Edward resulto totalmente ileso y limpio, solo una gota de sangre llego a una de sus mejillas, manchándola de color carmesí, ahora Tristeza se dirigió hacia el, su sonrisa de energía torcida dándole un aspecto aun mas aterrador al aspecto deforme del cuerpo de Martha. Tristeza flotó lentamente hacia Edward, acercándose a él con la sonrisa de energía aun en el rostro

-Oh, querido- dijo en el tono melancólico del demonio, poniéndole la mano en la mejilla a Edward -¿Crees que quiero que me salves? Oh, no, pobre... ¿Acaso piensas que yo también te amo?

Edward Miró firmemente a la criatura a los ojos, había visto esa reacción miles de veces, los demonios, da igual que rango tuvieran, siempre seguían el mismo modus operandi

-Sé que Martha necesita mi ayuda... da igual lo que digas

Pero no daba igual, pues las palabras de la demonio dolían como si se trataran de tornillos ardientes clavados poco a poco en su corazón. Tristeza arqueo una ceja

-¿Tu ayuda? Oh, ingenuo ¿Acaso no crees que ella adora ser tan... poderosa?- con ambas manos señaló a su alrededor, la verdadera Martha no habría tenido la fuerza para hacer eso con la gema -Y este cuerpo... está lleno de tanta... tristeza- sonrió de manera pícara, ante la doble ironía -que no quiero deshacerme de él es... perfecto

Se dio un auto abrazó, frotando los brazos con las manos

-No te estoy pidiendo que lo abandones- señaló con su mano derecha a la criatura -En el nombre de la sagrada Cruz... Me dirijo a la entidad que reside en este cuerpo, oye mi voz-

Poco a poco y disimuladamente se movió hacia el reloj que Borja había arrojado para, con su pie, sujetarlo y taparlo. Mientras tanto, la demonio se pasó un dedo por sus mejillas, haciendo el gesto de como si intentase limpiarse las lagrimas claro que estas siguieron saliendo sin parar

-Oh, cuánto daño me haces- la energía azul rodeo el cuello del hombre, levantando con cuidado en el aire sin llegar a cortarle la respiración del todo -Y si lo que quieres es hacer daño…

Se relamió los labios, o mejor dicho los diente, sabiendo que lo que le estaba a punto de contarle le llenaría de pesadumbre

-¿Recuerdas el asesinato de tus padres? Que triste... pero ¿A que no sabes por qué están muertos? o, mejor dicho, por quien...- se acercó hasta estar a un menos de un diez centímetros de la cara del hombre, mirando directamente a sus ojos esperando el torrente de emociones que estaban por venir -Deberías saberlo- se acercó a su oído y le susurro -llevas trabajando para él todo este tiempo

Tristeza vio los ojos de Edward llenarse de sentimientos negativos, pero sobre todo… de pesadumbre

-Estás mintiendo…

Edward intentó luchar inútilmente por librarse del poder de la criatura que le oprimía el cuello, mientras, Tristeza, emitió un sonido parecido a un gemido ante los sentimientos del hombre

-Cuanto dolor, cuanta pena en tan pequeño cuerpo… no, no miento ¿Acaso crees que los demás demonios no sabían lo que tramaba? Pobre estúpido… al menos ha sido útil en algo; te ha traído aquí, para que veas en primer plano- se giro y dejo que Edward viera el exterior, como sus hermanos se enfrentaban a los Titans -como conquistamos la tierra.

OFF:

La lancha recorría la negrura que le separaba de su condena de muerte. De su última esperanza. Porque ahí estaba Ángela... y la despiadada criatura que no dudaría en arrebatársela si con ello podía hacer aún más acuciante el dolor que amenazaba con desgarrar todo lo que le convertía en un ser humano. Tanto si lo había hecho la que se proclamaba "hija de Trigón" como si no era más que el resultado de unas circunstancias forzosas, la realidad era que el hombre que se dirigía a afrontar las últimas consecuencias de la guerra demoníaca no era el mismo que unos días atrás. Ni en las peores circunstancias se habría imaginado a sí mismo tomando las determinaciones que ahora aceptaba como inevitables y que estaba dispuesto a continuar hasta el final. Fuera el que fuera. Movido por el horror había dejado atrás todo lo que en otro tiempo le había hecho ser quien era. Había renunciado a sus principios, a la mesura, a la moral, a la determinación, tal vez incluso a la esperanza. A su mismísima alma al hacer un uso indiscriminado de un poder cuyos efectos podían tener devastadoras consecuencias para aquellos que utilizaba para sus propósitos.

Ahí estaba, con una creación que en otro tiempo habría dado voz a las que no la tenían. Que habría servido para unir a todas las que creían que debían sufrir en silencio, y que vivían creyendo de verdad que estaban solas. No había dudado en relegarlas a un segundo plano. En ser él quien las callara para conseguir algo que pudiera borrar de la faz de la tierra el horror que los demonios estaban sembrando en ella.

Lo que se había originado con el objetivo de aliviar y servir como consuelo se había transformado casi tanto como él, en su peor versión. Ahora ninguna de ellas hacía otra cosa. Sus voces continuaban desoídas y silenciadas. En su lugar, todas aquellas gargantas sólo tronaban para dejar salir gritos desgarradores. Porque sufrían...

Sufrían tantísimo...

El español despejó esa idea de su mente cuando la voz de Dick Grayson le llegó a través del comunicador...

La batalla acababa de comenzar.

Los pulmones le pincharon al darse cuenta de que estaba conteniendo el aliento. Escuchó los gritos, que trató de acallar cerrando el comunicador... y entonces se dio cuenta de que no le hacía falta para oírlos. La melodía de la abominación mas absoluta, del caos. La muerte habría sido una elección más misericordiosa que lo que estaban a punto de confrontar.

Retiró las lágrimas de sus ojos por última vez, tratando por todos los medios de hacerse cargo de sus propias funciones corporales. Cada segundo que se retrasaba estaba poniendo en peligro la vida de muchas personas... y la de Ángela. Cada instante a partir de ese momento se hizo una agonía insoportable. Trató de obrar con cautela, pero al llegar a rango suficiente como para observar la isla se percató de que no todos eran puntos seguros para desembarcar. Tentado de acelerar, dedicó todo su autocontrol a no hacerlo. Dio un rodeo, lamentando cada milímetro que recorría en vano para buscar un punto de acceso más óptimo a nivel estratégico. Consiguió aproximarse a un muelle donde alguna de esas aberraciones ya se había esforzado en destruir los pocos barcos que quedaban en la isla. Ahí, entre ese cementerio de embarcaciones, como cadáveres de madera con las costillas al aire y de columnas vertebrales quebradas, encontró un sitio en el que ocultarse para iniciar una de las distracciones de las que disponía.

A diferencia de sus compañeros no había nada con lo que pudiera contar en una pelea salvo su forma física, que no significaba nada para aquellos a los que se enfrentaba, y su intelecto entrenado, que en esa circunstancia le suplicaba una retirada desde que había subido al barco.

Tal vez una parte secreta de sí mismo tenía la certeza de que iba a esa isla con el único propósito de morir...

Pero era incapaz de escucharla bajo la violencia de las emociones que estaba experimentando. Eso unido a su necesidad de racionalizar para no volverse loco, y al apoyo que recibía del alma de una Raven que le amaba y en nada tenía que ver con la que trataba de destruirlo, eran lo único que estaba consiguiendo que hiciese algo más que rendirse al fatal destino que parecía esperarle en cuanto tocara tierra. Aunque lo ignorara, Raven, aquella con la que se había carteado, el misterio asustado de sí mismo que era cuando la conoció, y la buena chica que era capaz de adivinar a través de su fina y cuidada letra, continuaba ayudándole como lo había hecho desde el principio de aquella unión que él había desconocido hasta su encuentro con Azar. Incluso ahora... por mucho que él lo pasara por alto.

Amarró el bote y se sentó, preparado para abrir la primera caja. El funcionamiento de esas criaturas era sencillo. Había diseñado una máquina que los montaba en serie con extrema velocidad y haciendo que el coste fuera el mínimo para sus características. Los enjambres disponían de alas funcionales, una velocidad mayor incluso que la de un mosquito y tenían incorporados inyectores capaces de soltar y recoger pequeñas cargas de sustancias o muestras. Se controlaban mediante la implantación de una sola alma por cada enjambre. Había asignado un objetivo a cada enjambre, aunque estaba convencido de que alguno de ellos sería erradicado por completo. O casi. Para evitar lamentaciones, el alma estaba almacenada en un mecanismo principal al que había designado como "Reina" de cada enjambre. Se distinguían por su color azulado, y porque carecían de inyector, aunque si tenían aguijón para defenderse, y una pequeña carga de un químico que se convertía en ácido al contacto con el aire. Era lo mejor que podía hacer para asegurarse de que podía preservar las almas originales. Esas pequeñas piezas no iban a salir a la incursión. Las mantenía guardadas en el interior de una pequeña caja que portaba encima a la que había llamado "La colmena". La caja no era más que un avispero, donde aguardaban el resto de especímenes, que en el campo de batalla serían sus alas, sus ojos y sus aguijones. Incluso sabiendo que con algunos no había posibilidades, era lo mejor que podía intentar. Era muy posible que Envidia, a causa de sus capacidades, fuera capaz de destrozarlos siquiera antes de que pudieran acercarse lo suficiente. Con los demás... tal vez hubiera alguna oportunidad, y si no, al menos podrían suponer una distracción momentánea que más valía que sus aliados supieran aprovechar bien.

Un alma para cada enjambre. Un objetivo para cada alma. Respiró con esfuerzo mientras sus enormes dedos agarraban con tanta fiereza la tapa que sus nudillos palidecieron. Necesitó unas cuantas respiraciones más. Los gritos se habían vuelto más intensos, ahora que los oía desde el comunicador y desde el terreno. Cada uno de ellos como anzuelos agarrándole bajo la piel, desgarrándole cada fibra de su ser.

Con un sonido pesado la caja se abrió, y sus microscópicos soldados comenzaron a volar rumbo a sus objetivos. Los perros avernales, Garfield, Ira, Avaricia, Envidia, Tristeza... y el símbolo de la Soberbia, el pecado capital. Raven, La hija de Trigón.  

El silencio siguiente le sumió en un estado de conciencia plena. Sus creaciones se desvanecieron ante sus ojos, y una energía renovada le recorrió el cuerpo llenándolo de una sensación de estamina que no había percibido hasta entonces. Se ciñó al plan que había preparado, procurando adelantar todo lo posible la siguiente fase. Se aseguró de que los símbolos de detención estaban bien colocados en sus manos. Ahora sólo podía esperar, planificar y continuar.

Estaba acostumbrado a las batallas...

Incluso a la guerra...

Pero nadie lo estaba para el infierno.

[OOC: Chicos os informo que el objetivo de los mosquitos es distraeros a la vez que suponer una auténtica molestia. Primero os salpicarán con agua bendita del Jordan. Puede resultaros molesto o como cada uno decida rolearlo. Su segundo objetivo será picaros, para sacaros muestras biológicas de cualquier tipo. Piel. Sangre. Pelos. Cualquier cosa. Tratarán de volver a un punto determinado próximo a la posición de Lorenzo. Entiendo que acabaréis con muchos de ellos y no tengo problemas con eso, pero tened en cuenta que hablamos de mosquitos diminutos y que son dirigidos por almas que saben lo que hacen a niveles técnicos y también estratégicos. Quiero decir que lo normal es que ataquen en diferentes afluencias y en diferentes frentes. Que si hay una nube grande, es posible que haya individuos sueltos que se dediquen a atacar otros puntos que estén desprotegidos, etc. Pensadlo como un General capaz de dirigir a sus soldaditos sólo con la mente, si esa metáfora os ayuda. Si tenéis cualquier pregunta o necesitáis aclaración mp o Wasap.]

Había algo relajante en el suave zumbido de la Esfera, en el azote del viento en su rostro, en el ruido sordo del aire en sus oídos. Había algo conocido en el martilleo de su corazón, en la oleada de adrenalina. Dinah flexionó las rodillas y arqueó el cuerpo sobre la motocicleta, adaptándose al pulso de la velocidad. Era una suerte que contara con un medio de transporte; necesitaba reservar el aliento para gritar.  

A su alrededor, el combate latía, expandiéndose y contrayéndose. Gritos, aullidos, estallidos de luz. Si por Dinah fuera, se hubiera detenido docenas de veces para ayudar, para proteger a cada uno de aquellos civiles. Se hubiera agachado junto a los heridos para musitar consignas de esperanza, hubiera abrazado a los niños para conjurar su miedo. Pero sabía que no podía frenar, porque lo único que salvaría a aquellas personas era acabar con la amenaza. Detenerla antes de que fuera demasiado tarde.

Sintió el escozor de las lágrimas en sus ojos mientras pisaba el acelerador. El sabor amargo de una derrota anticipada, donde la impotencia se mezclaba con la rabia. ¿De veras? ¿En serio no podía hacer nada?

La Esfera emitió un largo silbido electrónico, atrayendo su atención. La Caja Madre no era un simple procesador; era una forma de vida. Sabía cómo se sentía Dinah, y le estaba ofreciendo ayuda.

Cuando tropezaron con el siguiente grupo de demonios, Dinah pisó el acelerador y se aseguró de que la Esfera los dispersara, arrastrando consigo a alguno de aquellos bastardos si tenía la oportunidad.

El aire estaba poblado de gritos; las peticiones de auxilio de los civiles, que impactaban en la mente de Dinah como flechas; el lamento desesperado de la propia Canario, que luchaba por salir de su pecho; los chillidos metálicos de los demonios, que hendían el aire con una fuerza terrible y demoledora…

Y, en un instante, un alarido gutural que impactó contra la nave, alzándola de suelo y volcándola, mientras una pared de llamas se alzaba más adelante.

Dinah salió despedida del vehículo. Sus reflejos la hicieron rodar antes de golpear el suelo, evitando parte del impacto directo; pero no impidieron que el asfalto erosionara sus codos y rodillas, desgarrando sus medias insignia. La chupa de cuero absorbió lo mejor que pudo el resto de la energía cinética, aunque no lo suficiente como para impedir que se quedara sin aliento por el choque.

Dinah intentó ponerse en pie, mascullando una maldición. No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero aquello no había sido el grito desesperado de sus enemigos. Había sido un ataque directo.

De algún modo, sus piernas obedecieron, demasiado cargadas de adrenalina como para ceder al dolor. Dinah flexionó sus extremidades, adoptando la posición de combate, mientras escaneaba el terreno a su alrededor. ¿Dónde estaba su agresor? El pulso batía con fuerza en sus oídos.

Sus ojos trazaron la estela del fuego en dirección inversa. Ahí estaba. Al otro lado de las llamas, que no parecían preocuparlo en absoluto. Una figura vestida de negro, a los pies de una estatua. Ropa de cuero y una máscara. Como si acabara de escaparse de un festival de black metal, o de una mazmorra sadomasoquista. Cosa que le preguntaría en cuanto tuviera la oportunidad, como pequeño homenaje a los chascarrillos de Oliver. Él siempre bromeaba en voz alta cuando tenía miedo.

Dinah estaba segura de que no había visto nunca antes a su contrincante, pero el fuego había sido un bonito despliegue de poder. ¿Era humano? ¿O era un demonio? ¿Qué significaban las llamas? Dinah había creído oír un grito, pero ya no estaba tan convencida. El olor a azufre impregnaba sus fosas nasales. ¿Qué era? ¿Magia?

- Mierda- musitó. No estaba en condiciones de enfrentarse a un mago. O a un demonio. No cuerpo a cuerpo, desde el suelo. Y estaba demasiado lejos para que pudiera reventarle los tímpanos.

Tras ella, la Esfera se había retraído para adoptar su forma original. Rodó a su lado y emitió un suave pitido, recordándole su presencia. Dinah retrocedió un paso, aproximándose a ella. Si las cosas se ponían feas, su compañera podía disparar… o sacarla de allí.

Pero primero tenía que averiguar las intenciones de aquel tipo. A juzgar por su posición y por la distancia desde la que había atacado, al menos pretendía cortar el avance de Canario Negro. Parecía alguien más importante y poderoso que los demonios que habían tenido la decencia de dejarse atropellar.

Dinah hizo crujir los nudillos mientras dedicaba toda su atención a su enemigo, escaneando su armadura en busca de aperturas.

No tenía tiempo para esto. Raven estaba cerca, probablemente atacando a Dick. ¿Cuánto podía aguantar aquella armadura de Bruce?

-Me siento muy halagada por la atención, pero tengo algo de prisa -dijo, alzando la voz para que el hombre de la estatua pudiera oírla- ¿No podemos empezar este duelo en otro momento?

El llanto roto de un niño se elevó en las cercanías, deshaciendo por un instante la expresión resuelta de Dinah. En su rostro podía leerse la devastación que sentía por lo que estaba ocurriendo en aquella maldita isla. Y algo parecido a la rabia. Y algo parecido al miedo.

-Esfera -pidió, y ella se transformó de nuevo en el vehículo que la había traído hasta allí.

Iba a necesitar acercarse al enmascarado si quería terminar con esto.

—Oh, Richard... — La sinuosa figura demoníaca de la Azarina se alzó hasta alcanzar mi línea de visión. — Siempre con el complejo de mártir…

El rostro que me devolvió la mirada no era el de mi querida amiga Raven. La diferencia entre las dos mujeres era tan abismal que sentí como la ira alojada en mis entrañas crecía lentamente pero sin detenerse. Deseé estrangular a aquel ser infernal con la firmeza de las manos metálicas de Knightfall, Quería ver como se retorcía de dolor por todo el daño que había causado al mundo...

— Lo has prometido...— protesté con una voz gutural, haciendo rechinar mis dientes de la rabia contenida— Aunque era de esperar viniendo de tu parte demoníaca. Tendré que convencerte de que lo hagas por otros medios…

Pero justo cuando estaba a punto de dejarme llevar por la adrenalina alimentada por mi rabia interior, Starfire sobrevoló nuestras cabezas con un discurso lleno de empatía, ofreciéndole a Raven una segunda oportunidad para recapacitar antes de seguir adelante con el plan. Una parte de mi esperaba que las palabras de la dulce alienígena calaran en la joven poseída, pero no fue así. No vivimos en un mundo de cuento de hadas o en una historia de cómic donde todos se soluciona “por el poder del amor”.

— ¿Crees que Trigon va a dejar que hagas lo que quieras? Estás muy confundida, Raven, tu padre te está utilizando. Sólo desea el poder demoníaco que yace en tu interior. No te quiere, nunca lo ha hecho. Nosotros somos tu verdadera familia... —la mujer nos devolvió una sonrisa retorcida y después soltó una carcajada tan aterradora que caló en mis huesos, como la más fría de las tormentas de nieve. — Raven…Sé lo que le has hecho a los demás… y sabes que mi cuerpo no podría resistir el cambio. ¿Cómo pretendes que estemos a tu lado?

Haciéndola hablar, quizás… haciéndola vacilar aunque fuera tan sólo un instante, me daría la oportunidad de ganar más tiempo para que se movieran mis aliados encubiertos. Pero el repentino fulgor de la descarga me privó de mis intenciones cuando vi caer a Starfire, como una polilla que choca de pronto con una luz cegadora y la deja inerte...

—¡KORYYYY!— sin pensármelo dos veces, me lancé al vacío con la intención de recuperar el cuerpo de la Tamara antes de que se perdiera entre las aguas de Liberty Island. La armadura era lo bastante fuerte para resistir la presión del agua, y cuando estreché a mi amiga con brazos metálicos de Knigthfall, utilicé los propulsores para salir del agua. No podía permitirme ninguna baja más. No me lo perdonaría si volviera a perderla de nuevo...

Dejé el cuerpo inconsciente de Koriand’r en la orilla, en un lugar seguro y libre de demonios. Había perdido de vista a Raven, pero a cambio, sus perros demoníacos me habían seguido hasta allí. Evité exponer a Starfire al peligro, así que usé mis propulsores para volar lo más rápido posible y alejarme de donde había escondido a la aligenígena.

— Oráculo. Starfire ha caído, te envío su posición para que mandes a uno de los drones a recogerla… — expliqué a través del comunicador, mientras esquivaba la horda incansable de perros demoníacos que me perseguía. Cuando me llegó la confirmación de Barbara, supe que llegaba el momento de actuar.

Me propulsé hasta enfrentarme cara a cara con uno de esos terribles sabuesos, y le asesté un golpe brutal en la cabeza con el guante de fibras metarámidas, que dejó al chucho K.O. al instante. Los dos siguientes me atacaron por la espalda, pero apenas les di tiempo a reaccionar. De mis brazos salieron varios dardos, que al incrustarse en la piel de las bestias, liberaron una descarga eléctrica tan potente que los perros quedaron completamente inutilizados. La última criatura atacó de frente, mordiéndome una de las piernas, pero apenas consiguió arañar el metal con la mandíbula. Me lo quité de encima de una patada, y le arrojé un batarang helado que lo petrificó segundos después. El animal se deshizo en mil pedazos en cuanto se precipitó al suelo desde semejante altura. Dejé atrás al resto de perros infernales con la ayuda de los propulsores. No podía seguir perdiendo el tiempo con minucias, necesitaba encontrar a Raven.

Me detuve un instante para admirar el campo de batalla en busca de la reina de aquel caos y fui demasiado consciente del horror que me rodeaba. Los civiles corrían por sus vidas, ahogándose en sus propios gritos desesperados mientras eran perseguidos por los demonios. Las huestes de Raven masacraban y torturaban a los que se ponían en su camino, y los siete pecados capitales disfrutaban con sus propios juegos macabros, como el de transformar un helicóptero en una rosa de metal y regar la hermosa escultura con la sangre de inocentes.  

Rodeado del más absoluto caos, me di cuenta de lo insignificante que era mi presencia en ese mundo de demonios. Decenas, no, quizá miles habían muerto ya… y yo no había podido salvarlos. Yo era como ellos, no era más que un simple mortal.. No tenía poderes, no era metahumano, ni alienígena, ni medio cyborg… ni siquiera tenía poderes mágicos. Y si no hubiera llevado puesta la armadura de guerra de Batman, los sabuesos infernales me habrían despedazado en cuestión de segundos.

— No puedo… no puedo salvarlos a todos...—mis ojos se empañaron en lágrimas, tras ver caer los últimos pedazos de la diosa Hécate en la ruina que era ahora la estatua de la libertad.

Tenía que tomar una decisión. Tenía que elegir qué priorizar a cada instante de la batalla... ¿Qué habría hecho Bruce..? No. ¿Qué habría hecho Batman? ¿Él los habría salvado a todos? También era un hombre frágil sin su armadura. ¿Alguna vez se habría sentido igual de impotente? ¿Se habría sentido culpable por no poder salvarlos a todos? ¿Se mostró alguna vez inseguro, dubitativo? ¿Cómo sabía que las decisiones que tomaba eran siempre las correctas? ¿Cómo sabía cuál era la mejor opción entre miles?

Ahora ya era demasiado tarde para hacerme todas esas preguntas, jamás lo sabría. Bruce estaba muerto, y ni siquiera cuando estuvo vivo se mostró débil o indeciso frente a sus hijos. ¿Cuántas veces me habría mentido para esconder sus inseguridades? Ojalá lo supiera.

La sombra roja del cuervo empañó parte de la isla con su silueta. Allí estaba ella. Apreté los puños y me propulsé hasta la inquebrantable figura de Raven. Era sólo un hombre frente a una diosa, pero no me quedaba más remedio que seguir luchando por los que seguían vivos. Y por mis compañeros. Tenía que demostrarles que todavía quedaba algo de esperanza para ganar esta batalla…  

— Vamos a ver cuánto aguanta esta chatarra… — me dije a mi mismo mientras activaba los propulsores al máximo.

Lancé tres batarangs gélidos en dirección a la empata mientras me dirigía a ella a toda velocidad, con la intención de provocar una colisión brutal entre nuestros cuerpos. Esperaba que aquella distracción con los batarangs me dejara acercarme lo suficiente a ella como para derribarla...

Bart corrió hasta quedarse frente a su amigo Conner el cual lo miraba desde arriba en el cielo. Extendió los brazos y fue bajando del cielo con suma calma, mostrando su superioridad hacia aquel mortal tan querido para el dueño del cuerpo que poseía. Envidia se iba a pasar en grande machacando a ese insecto. Una vez sus pies tocaron tierra ambos cuerpos desaparecieron, comenzando a correr y luchando a una velocidad que solo podría ser captada por un ojo velocista. Iban corriendo por todo el terreno y su única prueba de que habían estado ahí era el sonido de sus golpes chocando que dejaban al pasar. El combate estaba muy igualado y eso Envidia le cabreaba, representaba que él tenía el cuerpo de un ser tan superior como el, no entendía porque un mocoso humano le podía hacer frente. En un arrebato le cogió de la cara, tapándole la nariz y la boca, para comenzar a volar ganando una gran altura. Cuando el campo de batalla se veía minúsculo decidió volver para bajar a súper velocidad soltándolo para estamparlo contra un trozo de muro que antiguamente había pertenecido a la torre de la libertad.

El polvo que había levantado el impacto los envolvió impidiendo que no se viera nada, Envidia ya empezaba a saborear la victoria demasiado pronto. El polvo de fue asentando revelando a un Bart ensangrentado que se tambaleaba, eran de los que morían de pie. Indignado de que no se muriera le estampo contra el suelo para luego partirle ambas rotulas. El crujir de los huesos era música para sus oídos y los gritos de agonía del velocista un magnifico coro que le daba más épica a la música. En todo momento Bart lucho para liberarse pero su cuerpo no pudo más y colapso cayendo en un coma provocado por el mismo cuerpo para protegerle de tanto dolor. Envidia se arrodillo para colocando a Bart entre sus brazos como si estuviera imitando la estatua de la piedad, mirándolo fijamente para darse cuenta que aunque estuviera más muerto que vivo, aún seguía aferrándose al mundo de los vivos. Alzo la vista para encontrarse con el ser llamado Warlock, sonriéndole con maldad, sentó el moribundo cuerpo entre sus piernas para ocultarse detrás de él. Cogió una de las muñeca y una la alzo para moverla simulando que Bart estaba saludando a Warlock mientras que con la otra mano sujetaba la cabeza para que no se cayera para atrás, dicha mano se manchaba cada vez mas de sangre. Envidia no podía dejar de sonreír detrás de castaño, le era muy divertido jugar a las marionetas con un medio cadáver.



Alzo la cabeza por detrás para ver la reacción del Technarch.

Warlock deseaba que aquéllo acabase cuanto antes. Se lanzó a por el enemigo con un deseo casi irracional de que el bien triunfase. Se aferraba a ese deseo con todas sus fuerzas, mientras su ser parecía ser consumido lentamente por su verdadera naturaleza. Creer en esa victoria era lo único que le estaba salvando de ceder a su lado más oscuro...

Lo había aprendido de sus compañeros de la mansión, de Xavier, de todas sus aventuras... No importaba cuánto costase, cuán dolorosa fuese la batalla o alto el precio a pagar, el bien siempre debía imponerse. Los buenos ganaban, los malos perdían y todo seguía en orden, el sacrificio valía la pena después de todo.

Aquéllo tenía que valer la pena...

Su ataque fue interceptado por un ave de sombras que se descompuso en un millar de tentáculos que trataban de envolverle en vano. Cuando uno de ellos se cerraba a su alrededor, el alien se escurría velozmente por cualquier hueco que encontrase. Todo lo que se podía ver desde fuera eran dos masas oscuras tentaculares enredándose sin fin, iluminadas de vez en cuando por algún restallido energético del technarch. Mientras seguía esquivando las ataduras de su adversario, recordó a su objetivo principal; Conner. Harto de perder el tiempo, acumuló algo más de energía en su interior, y dejó ir una fuerte explosión que apartó por unos instantes la masa sombría que lo rodeaba. Puso sus escáneres a trabajar y pronto localizó la posición del Superchico, pero sintió su ser helarse en ese preciso instante...

Conner bajó a toda velocidad con la cabeza del velocista en sus manos, estampando al dulce muchacho en apenas segundos contra el suelo, y una vez allí le destrozó las piernas. Los gritos de agonía de Bart vibraron en cada recoveco de la compleja e inestable anatomía de Warlock, estremeciéndole. Quiso ir a ayudarlo, pero entonces los dichosos tentáculos regresaron para replegarse sobre él. Mientras huía de nuevo de su rival, procuró no apartar la vista de la escena, y vio a Conner recoger con aparente mimo al velocista ¿Acaso había reaccionado Conner ante el sufrimiento de su amigo?

Los buenos ganaban... ¡sí, tenía que ser eso!

Y entonces, el semikryptoniano comenzó a jugar con Bart como si éste fuese un muñeco de ventriloquía, moviendo su cuerpo de forma peligrosa para sus lesiones y nada respetuosa para su persona. Dedicó al alien la macabra actuación, saludándole y dándole un horrible mensaje:

- ¡Amigo mío! Me siento más muerto que nunca jajaja ¿crees que me favorece el rojo sangre en mi cara? Si no tienes puedo darte un poco de la mía jajajaja



El tiempo se detuvo para Warlock.



No había otro sonido que esa vocecilla cómica... No había más movimiento que ese saludo burlón. Para el alien no había nada ahora salvo él... y su víctima.

Sintió la ira desmedida crecer desde lo profundo de su pecho, extendiéndose al resto de sus terminaciones. Sus ojos brillaron henchidos de un deseo aniquilador al que nunca había permitido aflorar, ni siquiera en las situaciones más extremas, pero al que ahora daba la bienvenida sin remordimiento. Su melena se erizó, y todos sus circuitos destellaron sedientos de sangre. Escapó de su captor de sombras, convirtiéndose en una forma líquida que se escurrió del agarre del mismo, cayendo al vacío. Una vez lejos de éste, retomó su forma, y voló hacia Conner convertido en un engendro espantoso y gigantesco, como una ola gigante de tentáculos y garras dispuestos a apresarle, tan vibrante y oscuro que costaba definir su aspecto. También por el suelo cientos de raíces negras y doradas se abrían paso velozmente hacia los dos muchachos, como serpientes furiosas. El rostro de Warlock apareció en medio de la masa, seguido por varias réplicas más a lo largo de su nueva forma, todas con la boca anormalmente abierta, emitiendo un chirriante grito de guerra que nadie podía comprender.



Había sucedido.



El afable ser que tanto se esforzó en ser, había desaparecido. La Tierra contemplaba ahora al ser de pesadilla por el que otros mundos desaparecían a diario.

Conner lanzó al maltrecho Bart y se crujió los nudillos. Saltó y voló para evitar las raíces del technarch y lanzó su rayo ígneo tratando de atravesarlo, pero el condenado monstruo parecía haber amplificado sus habilidades, y deformaba su cuerpo de mil maneras esquivando sus ataques. Incluso al tratar de golpearle una vez lo tuvo cerca, le fue imposible, ya que sus puños lo atravesaban como si fuese líquido. Fue en uno de estos golpes dónde Envidia se supo perdido, pues el resto de esa masa extraña lo envolvió apresando sus extremidades. Una larga y enorme raíz se apartó de la masa y de ella surgió la esbelta forma del alienígena, con su rostro desfigurado por la ira y el dolor. Sus rasgos cómicos ahora eran aterradores, sus ojos se veían enormes y brillantes, y su boca ya no dibujaba una sonrisa, sino que mostraba las fauces de un cazador, largas y afiladas, al igual que sus garras.

Conner disparó su rayo algunas veces más, y movió los brazos para escapar de su prisión, pero era inútil; Aunque lograse moverse, no se deshacía de ese mal bicho, y sus disparos eran esquivados con la misma facilidad de hacía un rato. El ser se acercó a él y únicamente le miró.

Los segundos parecieron horas, antes de que Superboy sintiera una sensación de quemazón en las partes apresadas. Cuando se movió, se dio cuenta de lo que ocurría; En los recuerdos de su huésped aparecía esa textura metalizada, recorriendo los cuerpos de desdichados seres que acababan consumidos por ese monstruo alienígena. Apretando los dientes, se decidió a seguir luchando, forcejeando con la masa; no iba a dejarse derrotar por algo tan lamentable como un sarpullido tecnológico.

Warlock simplemente observaba en silencio, mientras trataba de consumir al que fue su gran amigo, hasta que finalmente, unas palabras escaparon de algún rincón perdido de su mente, sonando sin expresión alguna.

- Los buenos tienen que ganar, Conner...

Costaba respirar, la cantidad de aire que llegaba a sus pulmones era cada vez inferior ¿Era por la presión sobrenatural que estaba aplastando su tráquea sin piedad? ¿El nudo en el estómago que le había subido hasta el pecho cómo un monstruo que estaba a punto de destrozar su esternón y abrirse paso al exterior? ¿Era esa impotencia que sentía al saber que era el culpable de su propio destino? Sus escarceos y coqueteos con la magia le habían llevado hasta ese justo momento, por su culpa sus padres estaban muertos, por su culpa había esclavizado su alma, por su cul…Costaba respirar…Miró a Martha a la cara, ella sonreía mientras emitía una especie de gemidos, se regodeaba en el dolor del hombre que era incapaz siquiera de soltar una de sus bromas para escudarse, su cuerpo no reaccionaba, sentía un vértigo que le abrumaba y le embotaba los sentidos: - No…- Sus manos perdieron toda fuerza mientras su vista empezaba a empeñarse, la espada de San Jorge cayó al suelo repicando con fuerza mientras notaba un quemazón en las mejillas, el calor de las lágrimas surcando su rostro ¿Cuánto tiempo hacía que no lloraba? Ni siquiera recordaba que pudiera seguir haciéndolo, bueno era el fin del mundo, podía permitirse ese lujo.


La visión se oscureció, todo empezó a volverse negrura a su alrededor mientras la risa de aquella mujer resonaba en sus oídos con fuerza, no era capaz de escuchar nada más…Costaba respirar, su cuerpo perdía fuerzas ¿Eso era morirse? Al menos, ahora, todo acabaría…La oscuridad le envolvió.


Abrió los ojos, estaba tumbado sobre un pasto de césped enorme, hasta dónde la vista se extendía…Soplaba una agradable brisa veraniega cargada de aromas frutales, el atardecer arrojaba una luz cálida y el silencio le envolvía, se sentía en paz: - ¿Hola? – Su cuerpo se notaba bien, de hecho, jamás se había sentido así, lleno de energía y tranquilo, sin dolor alguno…Su voz se perdió en el aire, se puso en pie lentamente.


Caminó lentamente descendiendo de la cumbre en la que se había despertado, algo le llamaba hacía una arboleda situada a unos metros, sentía que algo le llamaba hacia allí…Cuando estuvo cerca pudo ver cómo un brillo dorado salía de entre las ramas, era una luz cálida, cómo si el mismo Sol estuviera manifestándose allí, su luz, al tocar el cuerpo del exorcista, producía un efecto reconfortante y tranquilizador, Johns no tenía miedo: - ¿Hola? –


-Edward Johns. – Una voz de hombre, poderosa y difuminada al mismo tiempo resonó entre los árboles, parecía provenir de la propia luz, cómo si esta tuviera voz y voluntad: - Tu final no está en este lugar. – La intensidad de la luz aumentó cegando al hombre: - ¿Qué…? – Edward no pudo seguir, la voz de la luz retumbó con fuerza: - ¿Qué se supone que debes hacer? ¡Vivir! ¡Luchar! Seguir vivo hasta que llegue el día en que afrontes tu Destino. –

La luz dorada envolvió a Edward ¿De verdad tenía que volver? Allí no había dolor, ni miedo…Allí no tenía que volver a ocultarse, allí no tenía que preocuparse por Samig…Frunció el ceño ¡No! No podía morirse allí, no…Aún tenía un motivo para seguir con vida, una motivación…La venganza.


El dolor volvió, el frío, la opresión, la falta de aire…Pero algo había cambiado, su cuerpo había recuperado las fuerzas, de hecho…Se sentía con fuerzas renovadas. Abrió los ojos, el demonio que ocupaba el cuerpo de Martha seguía riendo de forma grotesca, había liberado ligeramente su cuello permitiendo entrar el aire, parecía que aún no quería matarle:

-Has cometido un error…- Sus ojos lanzaron un destello dorado por un breve segundo, un instante, un momento en el que el conocimiento vino a su cabeza, podía ver a la criatura que había dentro de la mujer que amaba, la veía retorcerse y disfrutar con el dolor que estaba infligiendo, sin embargo, lo sabía, conocía todo de esa criatura…Sonrió: -…Tendrías que haberme matado cuando has tenido la ocasión. – Estiró el brazo y puso la palma de su mano en la frente de la chica, esta emitió un brillo dorado mientras él lanzaba su conjuro:

- Ut ab omni infernalium spirituum potestate… – La mujer abrió los ojos, pero ya era tarde, el ritual ya había empezado: - Laqueo, and deceptione nequitia. – Notaba que la presión de su cuello se rebajaba mientras su rival empezaba a gritar y intentar revolverse para librarse del tacto de Johns, estiró su otra mano y la colocó en la nuca, para sujetar con fuerza la cabeza de Martha: - Omnis fallaciae, libera nos, dominates. – Los pies tocaron el suelo al ser liberado de su aprisionamiento, las manos emitían una luz dorada, cálida y poderosa: - Exorcizamus you omnis immundus spiritus. – Retiró la mano de la frente, permitiendo que pudiera mirarle a los ojos, por un instante al ver el rostro de Martha se desconcentró, pero luego frunció el ceño, volviendo a su tarea con decisión, ya casi estaba, sólo quedaba…Tan solo tenía que decir unas últimas palabras.

Agarró el rostro de la chica con firmeza por las mejillas, tapando las orejas y acercando mucho su rostro al de ella y chilló con fuerza, a un palmo de su cara: - Benedictus Deus, Gloria Patri, Benedictus Dea, ¡Matri Gloria! – El brillo de las manos de Edward se convirtió en un destello que cubrió toda la planta donde se encontraban por unos breves instantes, cuando la luz desapareció el cuerpo inconsciente de Martha estaba en el suelo y Edward jadeaba, estaba cansado, no había sido un exorcismo fácil: - Joder…- Cogió la espada y miró a Martha, el edificio entero se sacudió de arriba abajo, el hombre miró hacia arriba, había que acabar con todo eso…Observó a la mujer de nuevo y se agachó para coger el reloj que Borja le había dado: - Maldito cabrón, más te vale volver…- Se lo puso en la mano a la chica y le dio un beso en la frente: - Lo siento…- Se puso de pie, necesitaba seguir subiendo, necesitaba poner fin a todo aquello…

Tristeza se retorcía y gritaba, intentando escapar del exorcismo de Edward. Sintió como la fuerza, el poder que controlaba de la gema, iba desapareciendo poco a poco; ya ni siquiera con ella sería capaz de defenderse. Fue más rápido de lo que al demonio le pareció, para Tristeza fue una eternidad de un dolor indescriptible para cualquier mortal, sus frágiles mentes no podrían ni siquiera llegar a comprender una mota del sufrimiento por el que estaba pasando ahora Tristeza… un sufrimiento más que merecido, el castigo por ser lo que era; un horrendo demonio que vivía de la tristeza de los demás y se alimentaba de ella
Pero no por mucho tiempo más. El cuerpo de Martha fue exorcizado, cayó al suelo, derrotado, se escuchó un crujido, una brecha, una imperfección casi invisible, apareció en la gema cuando su cuerpo tocó el suelo… la rueda había empezado a girar.
Se hizo la luz. Los ojos de la mujer se tuvieron que acostumbrar a la luz que entraba por las ventanas de la estancia, casi como si hubiera pasado meses en plena oscuridad. Sus retinas empezaron a mirar a cada lado de la habitación, la sangre de su tío aún corría por las paredes. Se levantó, sus piernas le temblaron unos segundos; llevaba tanto tiempo siendo levitada que sus piernas perdieron algo de fuerza, aun así pudo ponerse de pie sin ayuda alguna. Al levantarse, se le cayó la pulsera de teletransporte de la mano. Estaba sola, Belial y Edward siguieron su huida y persecución por la estatua de la libertad.

Se agachó a recogerla, sus dedos parecían estar muy acostumbrados a su tacto; no tardó ni dos segundos en colocarla en la muñeca, marcas unas coordenadas y prepararse para darle al botón que crearía el portal que la llevaría a un lugar alejado de tanta muerte, un lugar seguro… mas no le dio al botón, no, ya que su mirada encontró un objeto de la habitación que le llamó la atención; entre todos los destrozos, entre toda la sangre… la cabeza de su tío, ensangrentada, con parte de la mandíbula descolgando de su boca destrozada.

Sus pasos fueron relajados, como los de una persona que se daba un paseo por el parque y al llegar a unos metros de la cabeza de su tío, ni siquiera se agacho; uso la energía de la gema para levantarla y poner sus ojos inertes a la misma altura que los suyos, pues no era Martha el ser que habitaba ese cuerpo, no… el exorcismo de Tristeza dio paso a algo más horrible, un ser temible, que ni siquiera se inmutaba ante las dolorosas quemaduras producida por un uso “indebido” e “inexperto” del poder de la gema, un ser vengativo que estaba listo para dar fin al universo, un universo que, según él, no debía existir. Pero el Ente se encontraba de buen humor, un buen humor pertubado, al ver cómo todo iba poniéndose en marcha.

Colocó las manos en posición de estar agarrado a alguien en un vals, usando la cabeza de Javis como punto de referencia. El chiquillo, envuelto en la capa de Edward, asomó un ojo aterrorizado, pudiendo así ver lo que estaba a punto de producirse delante de sus ojos… sería algo que nadie jamás creería; la mujer bailaba, mientras la cabeza ensangrentada del hombre flotaba a su lado, siguiendo los movimientos del baile, mientras cantaba con una voz rasposa, gutural y horrible



El cuerpo de la mujer dio vueltas alrededor de la habitación mientras seguía la canción, un tenebroso vals, la canción mental de un enloquecido ser que vivió milenios encerrado y que al fin veía cercano el momento en el que escaparía su encarcelamiento; pronto todos sentirán en su carne el temible poder del Ente, sentirán la horrible sensación de sentirse indefenso ante un mal que superaba incluso a los demonios que ahora se exparcian por el mundo, el principio del fin y el final de nada, todo empezó y acabará con el Ente; el universo que jamas debio existir.


Mientras bailaba, apunto el brazo en el cual llevaba la pulsera de teletransporte y disparo, creando un portal de color azulado, bailando lentamente hacia el asta, estando unos centimetros de este, ceso sus movimientos de danza y paso a sujetar la cabeza inerte del hombre en sus manos, la mano destrozadas por el poder de la gema sujeto la cabeza como una fina pieza de porcelana, susurrando al oido


Y dejo que se cayera al suelo, estampandose contra este dejando escapar lo poco de sangre que aún le quedaba en el interior. Antes de entrar en el portal, dio un vistazo a la habitación y sus ojos se dieron de lleno con los del niño, que seguía mirando la escena, aterrado… le hizo un guiño antes de desaparecer por el portal, tenía cosas mas importantes de las que ocuparse que de un niño; el momento decisivo estaba a punto de llegar, el fin de todo… la muerte de la vida, su destino… al fin.

Off:

La desesperación le recorría el cuerpo junto al escozor que sentía, por mas que se moviera para zafarse del agarre más se le escampaba ese asqueroso virus. Envidia no entendía como le podía estar pasando eso, él tenía el cuerpo de un semikryptoniano, uno de los seres más poderosos del universo y por lo tanto tendría que ser invencible, superior a sus hermanos a los cuales miraba desde arriba con sus cuerpos humanos imperfectos. Él tenía que ser perfecto, no soportar esta agonía y mucho menos sucumbir al virus que gracias al huésped sabio como acabaría.




Hasta hablar era un martirio, sus fuerzas se deshacían y comenzaba a sentir una preocupante paz. Utilizo toda la fuerza que le quedaba para neutralizar de momento el virus para caer en un plácido sueño esperando que al despertar su padre ya este con ellos y así dominar la tierra como debe ser. Esfera llego y vio cómo su buen amo estaba en peligro, lanzándole toda su artillería al ser vil que lo había contaminado con su virus pero siempre con el cuidado de no herir al súper chico. Ante la lluvia de ataques el alíen soltó al moreno y se fue a por otro cuerpo inerte el que conocía perfectamente pero Esfera sabia cual eran sus prioridades. Esfera llego y se paró al lado de Conner, emitiendo unos ruidos electrónicos de aires tristes demostrando que estaba preocupado por su dueño y amigo humano. Esfera se transformó en la súper moto metiendo a dentro a Conner para llevárselo volando de ahí, dirección al hospital más cercano para que le dieran los primeros auxilios, al menos no estaría en medio del campo de batalla.

Dinah estaba en una ratonera.

Tenía delante al enmascarado. Detrás, la reja. La misma barrera de metal que había ayudado a sortear a la niña. Si trepaba, estaría a merced de aquel torrente de llamaradas que él parecía proyectar a voluntad. Pero, al mismo tiempo, era el único modo de alejarse de él. De evitar que la matara.

Como si le hubiera leído la mente, el enmascarado emitió un grito, y un muro de fuego se alzó frente a Canario Negro. Sólo había una elección. La reja o la muerte.

Justo en aquel momento, la Esfera interrumpió la carga de sus emisores de fotones y emitió un pitido de alarma. Acto seguido, empezó a rotar su parte anterior, buscando. Dinah escupió una maldición al ver cómo encendía los propulsores y se lanzaba hacia el otro lado del fuego. Algo había atraído la atención de la máquina sentiente a otro lugar del campo de batalla.

Estaba sola. O, mejor dicho, estaba con la única compañía de su enemigo. Y él también sabía gritar.

- Mierda- espetó. La ruta del invernadero alejaba a Dinah de Dick, y también de su objetivo, Raven. No era el camino que quería escoger. Pero no tenía otra opción.

El cuero de los guantes cortados siseó al contacto con el metal, calentado por aquellas llamas infernales. Si se lo pensaba mucho más, el enrejado se convertiría en un amasijo inescalable. Tenía que saltar.

Pese a los guantes, se quemó un poco los dedos. Sus rodillas no corrieron mejor suerte. En cierto modo, agradeció el dolor. Azuzaba la adrenalina y… bueno, si una quemadura se nota, es buena señal. Dinah se dejó caer al otro lado de la reja, intentando detectar la figura de su enemigo entre las llamas. No le gustaba tenerlo fuera de su campo visual.

- ¿¡Por qué no resolvemos esto sin poderes!?- lo desafió, por encima del crepitar de las llamas.

El tipo había permitido que salvara a la niña, pero parecía resuelto a atacarla a ella. Y, aún así, Dinah seguía viva. ¿Se le daba mal apuntar, o había evitado matarla deliberadamente? ¿A qué clase de enemigo se enfrentaba?

- ¿¡No te dijeron que el grito ya estaba pillado!?- continuó, tras retroceder varios metros desde la valla. Sabía que le estaba dando su posición al enmascarado, pero también se había fijado en el rango de las llamas, y sabía que tendría que acercarse para atacar…

Tendría que saltar al otro lado de la valla, como ella.

Dinah aprovechó la cobertura del fuego para volverse a aproximar a la reja, esta vez por un lado y en completo silencio. Si él la seguía creyendo varios metros más lejos, no esperaría que lo aguardara allí, oculta tras unos barriles vacíos, dispuesta a saltar sobre él o a lanzarle el grito a quemarropa.

Tal vez eso le daría una oportunidad de ganar.

- Mierda... - Edward chocó con el hombro contra una pared al girar una esquina en un pasillo, la rozadura le ardía pero ahora mismo el latir de su corazón a toda potencia ensordecía cualquier ruido del exterior y evitaba que pudiera centrarse en cualquier otra cosa que no fuera correr, huir, escapar a la certera muerte que le perseguía enfundada en el cuerpo de una adolescente: - Joder, joder... - Se chocó de frente con una masa de acero que impedía continuar, la estatua había sido fundida casi en su totalidad, no había huida posible... Miró hacia atrás, Belial rió burlón mientras alzaba su puño.

El suelo empezó a deformarse y resquebrajarse, la temperatura a sus pies aumentó con intensidad, su instinto fue agarrarse rápidamente a la barandilla de las escaleras mientras, el infierno, literalmente se abría a sus pies: - No.. - Todas sus fuerzas estaban concentradas en no caer, no quería caer, no debía caer... Samigina... Aún no era su momento...

Miró la figura de Wonder Girl, no podía derrotar a ese monstruo...Murmuró algo entre dientes, la fuerza de succión era cada vez más poderosa, sus manos sudaban y le resbalaban: - Maldición... - Pensó en sus padres, en Martha, en su maestro... En todos aquellos que alguna vez le habían importado... Y sonrió... Lo siguiente que Belial pudo ver fue al exorcista caer por el portal rápidamente mientras gritaba...

Un tormento y agonía eternos en el infierno, eso es lo que le habría esperado si no hubiera lanzando un hechizo ilusorio a la desesperada para engañar al demonio, Edward seguía agarrado con fuerza a la barandilla mientras rezaba porque su enemigo hubiera caído víctima del engaño, lo cerrase y pudiera escapar de allí sano y salvo.

Los Batarangs helados impactaron de lleno en el objetivo, consiguiendo así la atención de la hija de Trigon. Esos valiosos segundos sirvieron para apartar a la Azarina de su presa, Lorenzo, que había revelado su posición después de que la émpata rastreara sus mosquitos de metal.

No le di tiempo a actuar. Me abalancé sobre ella hasta arrollarla contra uno de los ferrys del muelle. Kori había recuperado la consciencia y ya se encontraba a mi lado, saltando hacia el Nigromante con la intención de desatarle.

Observando la desolada escena desde el aire, vi cómo Warlock se había convertido en un ser de muerte y destrucción, y de cómo Conner había abatido de un plumazo al pequeño y sonriente Bart. Sentí como el corazón se me encogía en un puño y tragué saliva.

Entonces recordé la advertencia de Sieglinde. No podía permitir que Raven les hiciera más daño. Ni a mis amigos, ni a los civiles… Ni a él, ni a Ángela. A nadie más. Aquello tenía que acabar pronto por el bien de todos.

Cuando quise arremeter de nuevo contra nuestro enemigo, mi cuerpo se paralizó y empecé a retorcerme por dentro de la armadura de Knightfall, en un vano intento de agarrarme las entrañas. Sentía como si me estuvieran destripando vivo. Un dolor tan terriblemente agudo que noté como la visión se me nublaba y la oscuridad me engullía por completo.

Y en la oscuridad… estaba él. Devolviéndole la mirada. Juzgándome desde una negrura infinita.


—Bruce… lo siento...— mascullé, al borde de la inconsciencia.— Al final… no he podido… salvarles...

El español miró hacia la negrura llena de destellos plateados sobre la que empezaron a desdibujarse las nubes de sus criaturas, notando como a medida que desaparecían de su vista sus músculos se agarrotaban a causa de la tensión. No estaba seguro de que fuesen capaces de llegar a cumplir con su objetivo. La mayoría de esos seres a los que Raven llamaba "hermanos" habían acabado en cuerpos de metahumanos de muchos tipos, entre los cuales se encontraba un kryptoniano, una maga supernatural, una atlante, etc. Todos ellos dotados de capacidades sobrehumanas, poderes o habilidades que dificultarían la ya de por si ardua tarea que consistía en tratar de enfrentar a Raven, hija de Trigon. La que había traído el infierno en la tierra. Aunque seguro que no era la única culpable. Un ataque a gran escala como ese tendría que haber sido coordinado. Habría sido necesaria mucha preparación, una intervención de poderes superiores. Si eran capaces de sobrevivir a algo así, tal vez podrían llegar a estudiar lo bastante la situación como para encontrar a los responsables...

A todos y cada uno de ellos.

Nada de todo eso podía preocupar a Lorenzo en esos momentos. Estaba demasiado centrado en todo cuanto le rodeaba. Escuchó diversos gritos, entre los cuales se alzó un terrible sonido gutural y metálico, casi como si alguien hubiese echado una palada de chatarra a una trituradora y sus cuchillas estuvieran haciendo lo posible por desintegrarla en mil pedazos. Aquello le puso el vello de la nuca y los brazos de punta. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, haciéndole consciente de que estaba apretando con fuerza el marco de la caja de madera que contenía a las hadas de los dientes en su interior. Las criaturas raspaban con sus pequeñas uñas los laterales interiores de la caja, deseando salir a generar el caos destructivo que solía sobrevenir a su compañía. La boca se resecó, haciendo que tragar fuese como intentar comerse una bocanada de canela. Con el mismo asfixiante e insoportable picor. La primera nube de mosquitos regresó, con tan solo unos pocos miembros, casi todos ellos con los inyectores estropeados. Tal vez los que había enviado a por envidia. Poco sabía el que la inmensa mengua se había debido a que habían sido aplastados en su aproximación a causa del enfrentamiento entre el kryptoniano y el Ternach. Una contienda encarnizada, a la que le siguió un intenso resplandor que sobresalió de la base de la estatua de la libertad. El español se preparó en posición defensiva al ver iluminarse entre los escombros algunos haces de luz que se extinguieron con la misma rapidez con que aparecieron. El corazón le palpitaba en los oídos con un galope acompasado y ensordecedor. Su cuerpo, preparado para desahogarse. Sus nervios a flor de piel. Su alma, marchitándose ante la espera insoportable.

Un sonido intenso, como un bramido, le hizo elevar la cabeza al tiempo que el dragón que sobrevolaba toda la escena comenzaba a realizar movimientos extraños. Sacudía la cabeza, y daba bocados al aire como un desquiciado, tratando de masticar un enemigo invisible. Menos de medio minuto después, algunos de los mosquitos volvían con pequeñas muestras. Los recogió con la mano temblorosa y contempló las pequeñas criaturas. Algunas de ellas con daños estructurales, patas de menos, o inyectores atrofiados. Tal vez fueran suficientes. Se asomó a la antigua mirilla que servía de respiradero en el lateral de la caja, accionó la pequeña palanca e introdujo el puñado de criaturas. En el interior se escucharon sonidos de excitación mientras las rompían entre sus ávidos dedos. Las escuchó olfatear. Ya no les era posible detectar a su presa mediante la vista. Todas y cada una de ellas habían sido cegadas para hacer que su olfato primara sobre el resto de sus sentidos, de manera que se centraran primero en aquellas criaturas de las que si tendrían muestras. Después de acabar con ellas... el resto estarían a su merced.

Esa escena se repitió un par de veces mas. Muestras de tristeza y una tercera cuya nube era mas sólida y se aproximaba hacia él. Se posaron en su mano y los introdujo en la caja, algo más esperanzado. Tal vez sólo necesitasen una distracción. Una distracción y entonces...

- ¡Hola, cariño! - La sangre se le heló en las venas, mientras su cuerpo traducía la urgencia de introducir las últimas muestras por el agujero lateral de la caja. Con la desesperación de un gesto que sirviese como última voluntad- ¿Me has echado de menos? Porque yo a ti sí.

Su silueta sobrevoló el barco que comenzó a crujir de manera descontrolada. Se desequilibró y amenazó con caerse, pero pronto eso dejó de ser un problema. El cinturón se ciñó a su garganta arrebatándole el flujo de aire, mientras la soga y segmentos de metal le inmovilizaban brazos y piernas. La barca zozobró mientras le paralizaba, al tiempo que su grotesca silueta roja de cuatro ojos descendía sobre él. Cada centímetro de piel que le tocaba, incluso estando enguantada, le ardía como ascuas. Una de sus retinas, que aún mostraba el derrame que había sufrido al confrontar a gula y Garfield tratando de liberar a Pereza destellaba con el rojo de la sangre que ahora salpicaba cada centímetro del alma de esa Raven demoníaca cuyas dulces palabras auguraban un destino mas aciago que la peor tortura. Su sola existencia era para el nigromante un veneno asfixiante, una bestia salvaje que había mascado al hombre que era, le había absorbido hasta el tuétano y le había escupido transformado en una mera sombra de si mismo. Con el cuerpo destrozado, las emociones enturbiadas, dos almas desgajadas en un solo cuerpo y la cordura pendiendo de un hilo.

La odiaba...

La odiaba con la misma pasión con que amaba a Ángela.

Ella pudo verlo en sus ojos bicolores, uno de ellos ebrio de sangre a causa de su fuga. Con esas palabras de amor le auguró un futuro de esclavitud que le hizo recordar el beso que creyó darle a su esposa, pero que pertenecía a los fríos labios de ese monstruo que ahora le amenazaba con dulzura.

Algo impactó en ella haciendo que por un instante se despistara. El cogió de nuevo aire. Había estado conteniendo el aliento todo el tiempo. Como si no quisiese deshacerse del oxígeno por si fuera esa la última vez que pudiera respirar.

Sus dos compañeros aparecieron al tiempo que Raven salía despedida por los aires estampándose de lleno contra uno de los ferrys. El golpe fue brutal. Descendieron junto a él con la intención de arrancar las ataduras que el envolvían, mientras el español hacía todo lo posible por no moverse. Los primeros instintos que aparecen en un momento de desesperación siempre consisten en tratar de desatarse a la fuerza. Eso sólo genera lesiones y dificulta la labor de los rescatadores. En un momento como ese, agradeció que su entrenamiento le ayudara a mantener los pocos pedazos de su mente activos con algo que fuese útil. Como si lo que acabara de suceder fuese menos que una brisa, la diablesa volvió a por ellos con furia renovada.

- ¡TIRA LA CAJA! ¡TIRALA!- le gritó a Starfire, pero era demasiado tarde. Un resplandor rojizo les envolvió. Su cabeza cayó hacia delante, amenazando con desmayarse. Como si su energía se hubiera consumido. Eso tan sólo duró unos segundos, antes de que el dolor mas lacerante que hubiera sentido, sólo comparable al producido durante la traición de ese beso pero aún mas intenso si eso era posible, le recorriera cada centímetro del cuerpo.

La Tamarana se desplomó sobre el barco volcando la caja en el proceso. Las criaturas salieron aullando a la luna, mientras se dispersaban dirigiéndose a la fuente de olor que hubieran absorbido con más intensidad. Algunos fueron directos a por la azariana, otros se disgregaron tratando de localizar a sus otras muestras. Nada de eso importó para los tres que habían sufrido los efectos de la influencia de Raven.

En su agonía, creyó escuchar con extrema claridad un extraño tintineo... con la tenue claridad de unas campanas de cristal.

Los anillos de Azar... desaparecidos...

Y por primera vez en su vida deseo la muerte como si se tratara de un verdadero regalo.

Warlock contemplaba impasible su obra. Sus ojos vacíos de vida y llenos de odio veían a su antes amigo luchando contra las telarañas metálicas que escalaban su piel poco a poco. Sus sistemas captaban la gran cantidad de energía que estaba empleando para luchar contra el vance de la infección, y eso sólo hizo que aumentar su apetito... Sin embargo, estaban parejos. Al menos hasta que el chico pareció perder la conciencia, y sus fuerzas se debilitaron. Warlock casi podía disfrutar de su bocado, cuando una lluvia de disparos de energía se abalanzó sobre el agarre que sostenía al chico. Con un grito extraño, lo dejó caer al suelo. No esperaba ese ataque... analizó a su nuevo oponente, era una máquina, inmune a su virus. Maldición... éste velozmente se transformó en un vehículo volador y recogió a Conner de la escena, alejándolo de allí. No, ¡eso no!

Con indescriptible grito de furia, Warlock retomó su aspecto informe y trató de atrapar a la moto voladora, pero unos escudos de energía la protegían, expulsando con descargas a Warlock, y protegiéndola de los rayos que trató de dispararle después. Derrotado, Warlock dejó ir a su presa, que pasó por detrás del cuerpo de Bart. El ver al velocista, la mente de Warlock conectó de nuevo con su conciencia, y una gran preocupación se adueñó de él. Recuperando su forma habitual, el technarch se inclinó a analizar el estado de su amigo. Sus heridas eran graves, pero su sistema superdesarrollado le estaba sanando bien, aunque tardaría un poco. Echó un vistazo a la situación general. Era un buen momento para poner a salvo al velocista. Lo tomó en brazos y convirtió su cuerpo en una gran esfera, que rodó hasta unas ruinas alejadas de la batalla, y depositó al chico con suma delicadeza, acariciando su cabello.

- Todo va a estar bien Bart... Los buenos van a ganar.

Suspiró y se alejó unos pasos. Puso sus escáneres a trabajar. Todos los escenarios de combate activos se hallaban a buena distancia. Voló ara poder analizaros mejor. Dinah luchaba contra un rival que emitía llamas, y parecía estar sorteándolo por el momento. Dick y Koriand'r se encargaban de proteger a Lorenzo de Raven, pero algo estaba haciéndolos detenerse... y sufrir. El alien echó una última mirada decidida a Bart, se alejó unos metros, y entonces comenzó a aumentar de tamaño. Su cuerpo alcanzó los 120 metros, convirtiéndose en un coloso que consiguió apoyarse en el suelo sin necesidad de aterrizar, y una vez estable, sus brazos se convirtieron en grandes serpientes, que salieron proyectadas de su cuerpo en dirección a ambos campos de batalla. Esperaba no llegar tarde.

Los enemigos de sus compañeros vieron aparecer de la nada enormes leviatanes que se abalanzaban a tratar de devorarles, cubiertos de rayos de energía, como si una de sus horrores aliados se les hubiese vuelto en contra inesperadamente, persiguiéndolos con afán depredador. Pero su toque era mucho más peligroso que una simple mordedura o la quemazón de un rayo...

Si algo le había aportado al technarch este duro conflicto, había sido perder el miedo a utilizar su virus. Lo consideraba algo terrible e imperdonable que debía ocultar por el bien de Terra, pero cuando el mal supera al bien... entonces sólo el mal puede imponer el bien.

El miembro 'Raven' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados

'Dado de 10' : 8

El miembro 'Dick Grayson' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados

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'Dado de 10' : 3

El dolor se dispersó como una neblina irreal, justo a tiempo de hacerle despertar como de una horrenda pesadilla. Sintió un instante de alivio al contemplar la posibilidad de que todo aquello no hubiera sido mas que eso. Estaba sometido a demasiada presión. Demasiadas preocupaciones. Tal vez su subconsciente estaba tratando de mandarle señales desesperadas para indicarle que necesitaba distanciarse. Econtrar alguna manera de descansar si quería ser capaz de seguir funcionando. Sacudió la cabeza, percibiendo que su cuerpo entero estaba sometido a una extraña sensación de ingravidez. No pudo definir lo que se le revolvió en las entrañas mientras una música que no le era desconocida se escuchaba a través de las habitaciones en un lugar cercano.

Un vals... pero no cualquier vals.

El que había aprendido a bailar, para poder tener un primer baile juntos, como marido y mujer.

Algo en cada centímetro de su carne le instó a quedarse en el sitio. Una voz que no reconocía en su cabeza tiraba de él hacia abajo, como si quisiera hacer que quedara inmovilizado en el lugar en el que había recuperado la conciencia, pero estaba a punto de perder la razón a causa de la confusión. ¿Qué era todo aquello? ¿Acaso no estaba en los muelles? ¿No se había enfrentado con Raven? Contempló sus manos como si no fueran suyas, disociando de un modo que amenazaba con hacerle sentir tan ajeno a todo aquello que pronto sería incapaz de reconocer en ese espacio su hogar.

No podía haber sido un sueño. ¿verdad? Parecía tan real... casi podía sentir el agua empapando sus pies. La correa cortándole la respiración. Acarició con esas manos que poco a poco se le iban haciendo cada vez mas conocidas su cuello. No había nada allí. Era libre. Si. Libre. Miró a su alrededor. Esa era, sin duda, su casa.

Se levantó, contraviniendo la única sensación de terror que le quedaba, pero no era lo bastante fuerte como para retenerlo. Atraído como una polilla hacia la luz, su cuerpo comenzó a moverse hacia la escalera, donde unos pétalos de rosas dibujaban un camino hacia la planta superior. Las velas y el aroma de las flores deberían haber propiciado un ambiente romántico, y en su mente así era. En su cuerpo sin embargo se sentía de un modo distinto. La danzarina luz del fuego proyectaba sombras ariscas que danzaban retorcidas contra la pared. El color de los pétalos era tan rojo como el de la misma sangre. Contempló, aún mas confuso.

Aquello era algo dulce, un detalle hermoso... entonces... por qué su instinto estaba haciéndole creer que había en ello algo casi macabro.

Subió las escaleras, insensible de su cuerpo. El dolor había desaparecido. El dolor...

Sacudió la cabeza. ¿Qué dolor? No había dolor. Estaba arrastrando la pesadilla con el. Debía ser eso. Estaba en su hogar. En su casa. Nunca había ido a Nueva York. Nunca se había enfrentado a Raven. Continuó subiendo mientras trataba de aferrarse a lo único que en ese momento podía tener sentido para él, y por fin alcanzó el marco de la puerta superior que daba paso a su dormitorio...

Intercambió miradas con aquel hombre que había visto incontables veces al otro lado del espejo. Su inmenso cuerpo sujetaba un cadáver desollado. No necesitó mas que un instante para reconocer los miembros que le faltaban. Se dobló hacia delante y vomitó con virulencia, mientras ese monstruo comenzaba a hablar con un tono complaciente que le puso aún mas enfermo, si era posible. No estaba escuchándole, le resultaba imposible. Aun así, cada una de sus palabras le llegaba al cerebro de algún modo que era incapaz de comprender. Su cuerpo comenzó a temblar con violencia, tal vez al borde de un ataque. Se dejó caer contra el marco de la puerta para no perder el sentido. No sintió la madera en su carne. Su cuerpo ya no sentía nada. Nada mas que una horrible sensación asfixiante que le obligó a boquear como un pez fuera del agua, mientras cada respiración le ardía como ascuas. El aire no le llegaba. Hiperventilaba, mientras sus pupilas se dilataban palpitantes, en un esfuerzo por facilitarle la huida. Levantó la vista de nuevo hacia esa cara, mientras tiraba el cadáver al suelo como si no fuera más que un entresijo de tejido y carne. Cayó con un crujido húmedo y por fin, dejó de moverse. El cuerpo del asesino estaba cubierto por su sangre.

No era él. No podía ser él. Jamás le habría hecho eso a Ángela. Hubiera preferido morir. Hubiera preferido que ella le matara. Jamás habría hecho eso. Esos ojos rojos como la sangre no eran los suyos. Entonces habló de Raven...

Raven.

Siempre era Raven. Cada puta cosa que le había arruinado la vida tenía ese nombre como estandarte. Su respiración se convirtió en un jadeo, mientras el pánico se convertía en otra cosa. Pasó sobre los restos desollados de su difunta mujer como si no fuera nada. Tan sólo un escombro en su camino. El gruñó con la cara desencajada, como una bestia. Le devolvía la mirada. Le retaba. Se jactaba.

"No hables. No sabes nada."

Arrastró el pie, dándose cuenta...

Nada lo retenía.

Nada.

Era libre...


Libre...

El último resquicio de su cordura se rompió, desdibujando por completo al hombre que una vez fue...

Hecho pedazos...

Gritó con toda la fuerza de sus pulmones mientras cargaba hacia delante. El siniestro gemelo le contempló sin poder acabar su última provocación. Pareció sorprendido por ello. Se preparó para esperarle, pero el hombre lo placó con tal fuerza que lo despegó del suelo y los lanzó contra la cómoda. Al chocar con ella se hizo añicos. El hombre se revolvió y trató de levantarse, pero Lorenzo se abalanzó con fuerza sobre él. Agarró la pechera de la camisa cubierta en sangre y lo alzó, mientras sus brazos se inflamaban a causa de la fuerza y la presión. Su contrincante le clavó las uñas tratando de liberarse del agarre. Él ya no tenía control alguno sobre sus actos. Tan sólo el dolor, la ira... y su fuerza bruta, abrumadora y desmedida. Golpeó la cabeza del asesino contra el suelo. Luego volvió a hacerlo. Él pataleaba. Por fuerte que lo golpeara no parecía perder la conciencia. Sintió que esa extraña réplica le golpeaba en el costado y apretó los dientes. EL cuchillo quedó clavado en su carne. No sintió nada. Tal vez a causa de la Estamina. Apretó el puño y lo hundió en su cara dos veces. Al despegarlo, se dio cuanta de algo que si le dió satisfacción. Su rostro se inflamó al instante, deformado a causa de la nariz rota.

Por fin. Eso era. No era él. No podía serlo. Sólo tendría que golpearlo lo bastante para demostrarlo. Para dejar de ver esa cara como si formase parte de sí mismo. Tan irreconocible como lo era para él.

Golpeó de nuevo su cabeza contra el suelo de la habitación. Apoyó una rodilla sobre su pecho manteniéndolo tumbado, afianzando la otra en el suelo. Con su mano derecha, le agarró de la melena, para mantenerle sujeto. Luego le hundió la siniestra en el rostro una, y otra, y otra vez...

Con cada golpe notaba como arrancaba mechones de cabello, a causa de la violencia. Ni siquiera fue consciente de que hacía ya rato que no se movía. A sus ojos aliviados, se convertía en una masa informe.

Lo que no sabía es que con cada golpe sus propios ojos se volvían más y más rojos...

Había encarado al abismo... y había caído.

Un minuto, una hora, un día ¿Cuánto rato llevaba sujeto a la barandilla intentando no caer al infierno que con tanta ansía y hambre esperaba devorar su alma desde hacía ya tantos años? Sus sensaciones se habían alterado totalmente y ya no era consciente del tiempo, solo del terrible calor que golpeaba su pecho y su estómago, sus manos, sudorosas y con dolor querían ceder y dejarse llevar, acabar con todo…Y cuando parecía que la cosa estaba perdida…La chica desapareció, el agujero se cerró y el cayó al suelo de bruces jadeando, intentando recuperar el aliento y la compostura, se sentía exhausto, se habría echado allí mismo a dormir si no hubiera sido por una voz que le llamó desde la oscuridad, una voz de mujer que le apremiaba:



-Me cago en…- El exorcista se puso en pie cómo pudo, sus músculos crujían, querían ceder ante la presión, su cuerpo humano hacía ya rato que había llegado al límite, pero su alma y su voluntad seguían con energías, aún podía luchar…



Tras deslizarse hasta el embarcadero casi guiado por un instinto primordial y observar los estragos de la batalla se preguntó si aquello no sería el fin del mundo y él un simple y afortunado espectador de aquel espectáculo, un desgraciado que tenía la oportunidad de ver cómo todo llegaba a su fin…Vio cómo aquellos a los que la humanidad había considerado dioses enfrentarse unos a los otros sin piedad y una sonrisa amarga se le dibujó en los labios, cómo si todo aquello le recordase a un chiste muy bueno que se había guardado para sí mismo.



Continuó deslizándose por las sombras hasta llegar al embarcadero, donde Raven se enfrentaba a una bestia plagada de tentáculos y a dos hombres, uno era Batman y el otro…El otro era Lorenzo, el tipo al que había conocido en aquel local y al que había ayudado con un exorcismo, no se habían visto desde entonces y la verdad es que la situación actual del español era bastante más deplorable que en aquel momento, Johns se planteó por un segundo acercarse e intentar ayudarles, pero entonces una fuerza mayor atrajo su mirada hacia el suelo, allí, perdidos entre escombros, polvo y sangre brillaban dos bandas doradas, unos anillos con un botón central, Edward no sabía muy bien el motivo pero entendía a ciencia cierta que la voz que le había llamado desde la torre provenía de allí, que, fuera quien fuera, conocía la solución al misterio, que sabía la forma de salvar la situación y el día:



-Veamos…- Johns estiró su mano lentamente y agarró los anillos, los miró unos instantes y luego, con decisión, se los colocó en las manos esperando que algo milagroso sucediera de golpe, expectante, con el corazón palpitando más rápido que nunca, miró hacia Raven y su batalla, miró a las bestias aladas y una calma inusitada la invadió, todo iba a estar bien, podía presentirlo: - ¿Estás ahí…? – Preguntó mientras miraba a los anillos con los puños cerrados.

— No soy Bruce

Un cosquilleo helado me recorrió la espalda, erizándome los cabellos de la nuca. La voz que contestó a mis ruegos y excusas destapó mis más ocultos temores. Mis ojos se abrieron de par en par cuando la misteriosa figura refugiada bajo las sombras desveló su rostro impenetrable. Era más joven de lo había creído distinguir la primera vez, y su mandíbula no era tan cuadrada como la de Bruce... No… No era posible. A excepción de aquellos ojos que brillaban como rubíes, el hombre que me encaraba con rabia contenida era también Dick Grayson.

—¡Basta de trucos, Raven!— grité al cielo, proyectando mi voz hacia la infinita y lejana negrura, esperando que mi advertencia llegara a oídos de la Azarina, estuviera donde estuviera. Alertándola de que no pensaba dejar que me manipulara con su magia tan fácilmente. Pero lo más difícil fue, en realidad, hacer callar a esa copia barata mía...

— Bruce está muerto, Grayson... ¿es que no lo recuerdas? Y ha muerto por tu culpa...

No es verdad.

— Porque no tuviste las agallas de matar a Raven cuando tendrías que haberlo hecho.

No puedo quitarle la vida a una amiga...

— Trigon era invulnerable mientras ella estuviera viva...

No lo sabía…

— Y aún así, permitiste a tu colega ir allá a enfrentar la muerte.  

¡No lo sabía!

— No es que nos sorprenda tampoco, ¿verdad? Después de todo, siempre fuiste un fracaso.

Es cierto.

Soy un fracaso.

Batman me dio la espalda, y ambos dejamos de estar engullidos por la densa oscuridad. Cuando las sombras se disiparon, la luz reveló una imagen Dantesca de la que no estaba preparado. Incapaz de asimilar semejante atrocidad desperdigada a mi alrededor, caí de rodillas completamente abatido. El Kevlar golpeó el suelo ensangrentado en un golpe sordo. Ya no quedaba rastro de la armadura de Knightfall, ahora era solamente Nightwing. Un débil y frágil muchacho sin poderes. Sin nada especial.

Falible. Defectuoso. Sin amigos. Sin familia. Sin nada...

Me había permitido un momento de flaqueza y eso es lo que había ocurrido. La grave consecuencia de mis impulsivos actos. Todos mis amigos muertos. Todos a los que alguna vez amé y respeté, estaban siendo devorados por los hijos de Trigon como simples amasijos de carne. Destripados, calcinados, mutilados… una amalgama de cuerpos desnudos y retorcidos aprisionados en una bizarra escultura de sangre, carne y hueso.

—¿Qué... Qué he hecho…?

Había conducido a mis amigos directamente a la muerte, con la mala suerte de ser el único humano con vida que contemplaba aquel desastroso desenlace. El único superviviente de la horrible masacre.

— Les has fallado...

— Les he… fallado...

El silencio era un completo un martirio, un sinónimo de desolación y aniquilación que martilleaba incansable en mi cabeza. De pronto, quise romper aquella inquietante calma que seguía al fragor de la batalla, y lancé un grito desgarrador al aire mientras arañaba mi rostro con las manos en un intento desesperado de detener mi congoja. El tormento y el delirio me sacudieron por dentro, como una descarga eléctrica, mientras me retorcía sobre mi mismo en el suelo, sin poder detener el torrente de lágrimas de desesperación.

Los pasos del otro Dick Grayson resonaban por el sangriento y silencioso páramo. Traían consigo una condena más pesada que el crimen más atroz. Odié aquel maldito rostro. Odié sus palabras burlonas y sus carcajadas demenciales. La ira despertó en mi pecho como un fuego abrasador que consumió todo mi ser desde el interior hasta la punta de mis dedos, pero que me permitió recuperar las fuerzas para poder levantarme y asestarle un buen puñetazo en toda la cara a ese grandísimo hijo de puta.

— ¡Desgraciado! — le grité, agarrándole por las solapas del manto del murciélago para después arrollarlo contra el suelo.— ¡Mátame a mí también! ¿A qué esperas?

Le pegué en aquel rostro joven y encantador una y otra, y otra vez. Quería estrangularle, destrozarle, hacerle gritar de dolor. Pensaba llevármelo todo por delante. Todos los demonios y acólitos de Trigon antes de desfallecer. Quería morir, pues no deseaba seguir viviendo en un universo donde no quedara nada bueno.

Sentía un terrible vacío en el pecho, cómo si en el lugar en el que hacía unos instantes estaba su corazón hubiera ahora un agujero negro que le succionaba con fuerza, aquella oscuridad y soledad que sintió al colocarse los anillos en los dedos lo engulló y lo avasalló, hasta que la estatua de la libertad, la lucha y todo lo que le rodeaba desapareció…Y fue reemplazado por un escenario de pesadilla.

El fuego y la desolación se abría paso en cada rincón, de aquel lugar, que, con una extraña certeza Edward sabía que había sido bello y lleno de vida ya no quedaba más que ceniza y escombros, la muerte, en forma de aquellos perros demoníacos surcaba el cielo rojizo a sus anchas, sabiéndose ganadora del derecho a regir aquel lugar…Johns no sentía miedo, curiosamente se encontraba tranquilo y en paz, no había dolor, no había miedo, tan solo la determinación de que fuera lo que fuera, todo estaría bien, al instante la mujer hizo su aparición:

-Yo no soy un héroe ¿Lo sabes no…? – Esa fue la respuesta del exorcista al discurso de la anciana, que se fue difuminando y perdiéndose en la inmensa negrura que envolvía su mente y su cuerpo poco a poco, sentía cómo la cabeza la iba a estallar y entonces volvió al embarcadero, su cuerpo volvía a sentirse pesado y cansado, las heridas de las batallas le dolían y sentía que la cabeza estaba a punto de estallarle, en el pecho la ansiedad le arañaba y gritaba por salir, sentía cómo le oprimía ¿Cuánto le habría gustado tirarse al suelo a llorar y gritar? Ni él mismo era consciente de las ganas que tenía de rendirse, de tirarse al suelo de rodillas y decir: Ya está.

El mago miró a su alrededor y luego miró sus manos, llevaba puestos los anillos…Cerró y abrió los puños un par de veces y fijó su mirada en Raven, después el pilar en el que Lorenzo, Batman y Starfire se encontraban y de golpe una punzada de dolor surcó su cabeza, sentía odio….Un odio desmesurado, odio hacia si mismo, odio a su falta de valor para afrontar las cosas…Después una rabia, una rabia reprimida por años que ahora afloraba y por último miedo, el miedo era abrumador…Las piernas le temblaron y se derrumbó en el suelo de rodillas mientras unos espasmos incontrolables hacían temblar todo su cuerpo ¿Qué demonios le estaba pasando? Intentó abrir la boca para hablar, pero de esta no salían más que quejidos e intentos de palabras:

-Af….AAagh…. – Rabia, que de golpe saltaba a ser miedo, y al siguiente instante tristeza, un flujo de emociones que se entremezclaban y formaban un torrente arrollador que el hombre no era capaz de controlar: - B…Basta…- Puso las manos en las sienes y las oprimió con fuerza, como si sujetándose la cabeza fuera a parar todo aquello, ni siquiera se percató de que Raven había puesto su atención en él, y apenas entendía lo que la mujer le decía cuando se apareció delante suyo…Se puso en pie poco a poco, no quería morir tirado en el suelo cómo un perro…Su mirada se fijó en el pilar que se resquebrajó y cayó en mil pedazos mientras él respiraba agitadamente, de su interior aparecieron las figuras de aquellos héroes, sólo que ya no eran ellos, ahora pertenecían a Trigon, ahora eran herramientas de destrucción y muerte…

Dio un par de pasos hacia atrás mientras las tres figuras se dirigían hacia Raven en silencio, obedientes…Sentía que podía hacer algo, pero ¿Qué iba a hacer? Aquella estúpida sensación de bienestar le abrumaba el pecho, pero cada fibra de su cuerpo le decía que aquello era el final ¿De quién debía fiarse? ¿De la razón o del corazón? Su espalda topó con la barandilla del invernadero, ya no había escapatoria, saltar al agua y que uno de esos perros demoniacos que surcaban el cielo lo atrapase y devorase…Las tres figuras empezaron a caminar hacia él y, en un intento estúpido y desesperado levantó sus manos abiertas y gritó: - ¡Parad! ¡Deteneos! – Por un instante parecía que aquellas tres personas iban a abalanzarse sobre él, pero, de repente se detuvieron y quedaron rígidas de pie, mirando fijamente al hombre y esperando, cómo soldados obedientes que esperaban las órdenes de su comandante, y, entonces, en ese momento, todo encajó en la fatigada mente del mago: - Claro…- No pudo evitar romper a reír, ahora entendía las palabras de la anciana: - "Puede que el destino del mundo descanse ahora mismo sobre tus manos, y es importante que no vaciles cuando llegue el momento." Hija de puta... -


Él no era especial, no más allá de ser un desalmado hijo de perra, y eso es lo que había llevado a lo que sea que fuera aquella anciana a escogerle, Raven era el nexo de unión y muerto el perro se acaba la rabia, pero para matar al perro hace falta un cabrón que cargue con la culpa: - Chicos...- Edward señaló lentamente a Raven: - Acabad con ella. – El suelo empezó a temblar mientras un grito desgarrador rompía el cielo, más allá aún se sucedían batallas, pero él iba a ponerle fin a todas ellas, se mancharía las manos, se ensuciaría hasta las orejas, pero esto tenía que acabar de una vez.

Warlock percibió a través de los ojos de una de las serpientes que ahora eran sus extensos brazos cómo cerca de los focos de conficto que iba a cubrir también se encontraban cientos de civiles en peligro, apresados en la estatua de la libertad. Eso hizo hervir sus sistemas, y sintió la imperiosa necesidad de marchar hacia allí, sin embargo...

Desvió una triste mirada hacia el refugio improvisado de su querido amigo Bart. No deseaba dejarle solo entre tanta desolación, pero sus escáneres no detectaban peligros cercanos, y esas personas realente no parecían contar con nadie. Decidido, hizo que su forma física pareciese ser absorbida desde detrás de las serpientes, haciendo que una de ellas, antes de llegar al destino, se dividiera en dos, formando una tercera cabeza que se desvió hacia la estatua, hundiéndose en el agua marina, y emergiendo en busca de un efecto sorpresa que tomase por sorpresa a los atacantes del monumento. Los humanos corrían asustados creyendo que se enfrentaban a otro peligro, y el Warlock serpentino logró abrir sus fauces y atrapar a uno de esos demonios con forma de perro que perseguía a uno de ellos, lanzándolo con fuerza contra el acero fundido de la estatua. La criatura se quedó pegada como si estuviese atrapada en alquitrán, y entonces un rival de mayor envergadura se enfrentó a él. Un enorme dragón de color esmeralda le rugió de modo desfiante, y respondió con un bramido lleno de ira desde una gigantrsca boca llena de colmillos y surcada por relámpagos dorados, como si de un ancestral monstruo mitológico de alguna religión perdida se tratase. No le temía, ese era su mensaje. Ya habia devorado dragones en el pasado, y éste no sería diferente.

Como si se hubiese sentido ofendida, la bestia saltó sobre su hocico y atacó con sus garras de modo furioso, lanzando denelladas y llamaradas también. Warlock rugió, ya que el ataque fue rápido e inesperado, y no había endurecido su piel, aunque las llamas no supuseron un problema. Por su naturaleza technarch, era un ser preparado para soportar la presión del espacio, y las temperaturas más altas del universo. Había visto a su padre Magus partir un Sol con sus propias manos y tratar de golpearle con él, había sido sumergido en lava por Magma durante su primer encuentro con los New Mutants y otras ocasiones más, y siempre resultaba ileso... Sin duda la Tecnarquía era digna de arrancarle pesadillas a cualquiera. Y en esta ocasión, ese dragón y el resto de demonios eran los que iban a sufrir aquél temor...

El perro de la estatua logró liberarse al tiempo que otros dos iguales acudieron en ayuda del dragón verde. Su ama, para sorpresa de Warlock otra superheroína poseída, apareció cerca de los civiles, moment en que con un siseo de rabia, dejó ir miles de tentáculos de su alargado cuerpo, mientras recuperaba su forma humanoide, conservando el tamaño descomunal. Muchos de esos tentáculos lograron alcanzar a los animales del averno, atravesando sus cuerpos, comenzando a ser infectados por el virus T, chillando de agonía al sentir su naturaleza cambiar... y su energía vital ser absorbida por el alienígena. El dragón, confuso, se alejó tratando de escapar, al igual que Belial, quien en un ataque devastador, abrió el suelo dejando que la herida abierta en tierra se tragase el agua y al propio Technarch, atrapándole en la roca magmática, y lanzándole una ráfaa tras otra de bolas de fuego al pecho. Warlock no comprendía qué pasaba, y tampoco tuvo tiempo de deducir demasiado, pues la muchacha le asestó un fuerte golpe en la cabeza y prosiguió con una ondanada de puñetazos en la misma línea que le dejaron ligeramente aturdido. Sus gigantescos ojos miraron con odio a esa molesta rival, y trató de darle caza con sus garras, pero el dragón se lanzó como un halcón kamikaze contra ellas para evitarlo.

- Tú no va a ganar esta batalla... - Finalmente, sacó unos tentáculos por sorpresa de su mano atacada, y atrapó al dragón, apretándolo fuerte en su puño, sintiedo una enfermiza satisfacción al detectar las primeras lesiones. Los bramidos de éste eran aterradores, pero logró convertirse en diversas criaturas de tamaño más pequeño, logrando escapar y restrablecer su aterrador aspecto, manteniendo la distancia de esa maraña de pesadilla, ni metálica ni de carne.- Vosotros no van a tomar Terra. Ni a su gente...

Dos brazos gigantescos nuevos surgieron del torso del alien, e impulsándose con ellos, rompió su prisión pétrea, y agarró la estatua para que dejase de moverse. Los rehenes, totalmente en pánico, eran incapaces de distinguir si Warlock era amigo o enemigo, así que varios tentáculos surgieron de los brazos para apresarlos e irlos reuniendo, protegidos, en el interior de sus apéndices. Incluso alcanzó a ver un cuerpo inerte, aparentemente desmembrado, pero con vida, y lo tomó también.

Entonces unas pequeñas criaturas surgieron de la nada y empezaron a atacar a los dos demonios. El dragón las destruía con su aliento ígneo, mientras que Belial empezó a emitir un calor abrasador de su propio cuerpo. Los diminutos engendros cayeron calcinados alrededor, y cuando Belial alzó la vista, Warlock hizo surgir de su cabeza una réplica de sí mismo, aunque unida a él por los pies, y se enfrentó cara a cara a su rival con una sonrisa desafiante. De pronto, el círculo luminoso en su pecho se duplicó, y una copia más siguió a la anterior, hasta que 6 círculos plagaron su pecho.

- ¿A cuál quiere golpear tú esta vez? Yo puede ponerles puntuación si tú lo desea... - Diferentes cantidades de puntos aparecieron en cada uno de ellos, como una burla cruel hacia el demonio- A menudo los Terranos creen que un ser vivo exhibe su punto débil de forma evidente sin ninguna razón. Eso no tiene sentido, pero aún así, los terranos suelen creerlo... Tú ha pensado que esta gran luz era mi centro vital. Tú es bastante... ingenua. Puede que tú incluso se sienta imbatible, ¿verdad?

Las piernas de Belial empezaron a verse invadidas por la amalgama metálica que sus perros padecieron. Su piel sentía una quemazón antes de transformarse, y casi al instante, podía notar la frialdad de la muerte al ser su energía transportada por los canales energéticos del alienígena. Era el fin...

- Los buenos siempre DEBEN ganar...

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Dos largos tentáculos sobresalían de la espalda del gigantesco alienígena, perdiéndose en la distancia. Eran las serpientes que salieron inicialmente, y mantenían cada una su propia batalla. Una fue abatida por los rayos de Raven, descomponiendo su forma por la sobrecarga, y haciendo que se replegase. Sin embargo, tras un período de sanación, regresó a tiempo para aparecer tras Raven silenciosamente, viendo cómo ella y tres figuras más se enfrentaban a un civil. Pero por alguna razón, parecía que el humano tenía el dominio d ela situación, así que esperó paciente, como una enorme estatua tras el conjunto, por si debía ayudar...

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El leviatán que se abalanzó sobre el enmascarado que atacaba a Dinah había destrozado el embarcadero, y al reaparecer, se dispuso a atacarle de nuevo, pero el gran grito de Canario negro desestabilizó los sistemas de éste, y cayó desplomado sobre el agua, formando una gran ola. La confundida cabeza quedó allí por unos instantes, pero su colapso se seintió también en las otras cabezas, que de súbito, sintieron un ligero mareo.