[Minievento WWD] Cuervo de Sangre - La noche del Cuervo (Nightwing, Warlock, Bart, Lorenzo, Starfire pnj, Alfred pnj) [20/04/2019]

A estas alturas de la vida ya creía haberlo visto todo. Lo pensaba cada vez que Bruce y yo nos marchábamos a patrullar por las calles de Gotham cada noche, y nos enfrentábamos a villanos cada vez más estrambóticos. Pero la invasión demoníaca tenía la mala costumbre de recordarme continuamente que aún me quedaba mucho por aprender. Y que un villano tan típico y al que estaba tan acostumbrado como podía ser el Joker, podría llegar a sorprenderme con una nueva e inesperada faceta.

Al día siguiente, las noticias no hablaban de otra cosa. Metrópolis había quedado arrasada hasta sus cimientos por el demonio Belial y sus huestes, dejando tras de sí miles de muertes. Y la gente continuaba preguntándose ¿Dónde estaba Superman cuando más le necesitabas? Clark era el símbolo de esperanza y prosperidad de la ciudad. Pero sin él y con la Liga de la Justicia masacrada… ¿Qué podíamos hacer?

Pero lo que más me escamaba de aquellas noticias, era que el supuesto Belial presentaba un gran parecido con mi compañera Wonder Girl. La Cassandra Sandsmark de mi universo desapareció el día de la colisión de los mundos, tras enviarla a una misión junto a Rocket con el propósito de detener el tornado que amenazaba con destruir Star City. Era imposible que fuera la misma chica que entonces, pero si conseguían derrotar a Raven, quizás tuviera una oportunidad de hablar con ella y comprobarlo con mis propios ojos...

Lo que de verdad importaba ahora mismo es que habíamos conseguido completar la misión satisfactoriamente. Tenía en mi poder los anillos de Azarath de los que Raven jamás se desprendió, hasta su brutal encuentro con el Joker en el Asilo Arkham. Sólo teníamos que averiguar cómo funcionaban, para tratar de contactar con una parte de Raven que quizás no había muerto en su transformación demoníaca…

— Por favor… — supliqué a la nada, mientras observaba con detenimiento como Lorenzo se colocaba los anillos y trataba de hacer lo que fuera que hacían sus artes místicas.

De buenas a primeras, parecía que la cosa empezaba a funcionar. Primero parpadearon las luces y de pronto estallaron todos los cristales de las vitrinas. Fue entonces cuando entró un torbellino que arrasó con todo lo que pillaba a su paso, haciendo tambalear el penique gigante favorito de Bruce. Nunca entendí porqué conservaba aquel recuerdo. Me llevé las manos a los oídos para evitar que los murciélagos me dañaran los tímpanos a tiempo de escuchar a Alfred gritar.

Una presencia maligna inundó la Batcueva, dejando a su rastro un fuego incapaz de extinguirse por el extintor y los esfuerzos del pobre mayordomo. Si la Raven malvada encontraba nuestra posición a través de los anillos y franqueaba todas las seguridades de la Batcueva... estábamos muertos.

— Bart, ¿Puedes extinguir el oxígeno de ese fuego con tu velocidad? — pregunté rápidamente al velocista. Había visto a Wallace hacer eso otras veces. Flash rodeaba con su velocidad al sujeto en cuestión y lo privaba del aire de sus pulmones en cuestión de segundos.  

— Kory, Warlock, necesito que sujetéis y ancléis el penique gigante antes de que se se venga a bajo. ¡Rápido! — ordené con claridad. Después me dirigí al Bat-ordenador para activar los sistemas de seguridad en caso de que la presencia maligna se hiciera presente, y ya de paso puse en control remoto una de las armaduras de Bruce, que había servido para luchar contra el mismo Superman, en el caso de que hiciera falta la fuerza bruta. También encendí los surtidores de agua que estaban programados en el caso de que hubiera un incendio dentro de la Batcueva, para hacerle más fácil el trabajo a Kid Flash.

— Lorenzo, tienes que concentrarte y buscar a Raven. La verdadera Raven… no podemos arriesgarnos a traer aquí a ese demonio...— le miré con severidad a través de la máscara de Nightwing. No podíamos dejar entrar al lobo en la casa. Éramos lo que quedaba de la Liga y la Young Justice, los únicos que podían hacer frente a las huestes de Trigon… y el destino del mundo recaía en nuestras manos.

La situación del grupo se hallaba en un momento crucial... Ante ellos se encontraban las joyas que tanto habían perseguido, y que tanto costaron de conseguir. Warlock pensó que se veían bastante simples en apariencia, pero por sus escáneres sabía que guardaban un gran poder. En todo caso, su mirada se posó en todos los presentes, y suspiró. Esperanza... Eso era lo que moraba en los cansados ojos de los amigos de Raven. Sólo por ello ya valió la pena conseguirlos. Necesitaban creer que había luz al final de tanto dolor y oscuridad...

El hombre que se les había unido recientemente se puso los anillos y la electricidad del lugar se volvió loca. Warlock se tensó. Eso no era buena señal en la mayoría de películas que conocía, y por una vez, la ficción y la realidad coincidieron; Un torrente de viento ígneo hizo trizas cuánto tocaba, los pequeños organismos voladores de la cueva salieron en bandada tomados por el miedo, enturbiando aún más el ambiente, y sobre ellos, una excéntrica decoración amenazaba con caer y empeorar las cosas.

Mientras Warlock evaluaba cuál era el evento con mayor prioridad a atender, Dick les gritó unas órdenes a él y Starfire disipando sus dudas. Asintiendo con el rostro, Warlock hizo aparecer varias piernas más de su cadera, y estiró su cuerpo y brazos hacia la gigantesca moneda para convertirse en un trípode descomunal y sostenerla, mientras la muchacha de piel anaranjada pasaba volando entre sus brazos y usaba sus poderes para soldar el metal a la roca y darle sostenibilidad.

Fue un buen trabajo en equipo, ahora sólo quedaba esperar que funcionase. El technarch por si acaso, decidió permanecer agarrando la pieza hasta recibir nuevas instrucciones.

[OOC: Post conjunto Lorenzo/Raven]

Había tomado una determinación que podía costarle la vida. Después de haber propiciado el escenario de rescate para la muchacha que contenía en su interior a aquel que Raven y el resto de los suyos denominaban “pereza”, y de haber puesto en peligro las vidas de todos aquellos con los que se había relacionado tras el incidente, no le quedaba más remedio que dejar de permanecer encubierto. El que por alguna razón el intento de posesión que Raven hubiese resultado fallido había dibujado un escenario tan propicio como arriesgado para él. Cada instante junto a ella y los suyos le ardía bajo la piel dejándole cicatrices que no se veía capaz de curar. Los horrores que habían sucedido en la iglesia de sangre habían sido un tormento, un infierno que se extendía por los segundos haciéndolos sentir como si cada uno fuese una eternidad.

Había intentado ayudar en lo posible. Había intentado permanecer fuerte, centrado, mantener la cabeza fría y pensar en todo aquello no como una situación insalvable, si no como si de verdad quedara alguna esperanza. A pesar de todo, esa idea que creía extinta en su cabeza seguía titilando como la frágil llama de una vela colocada demasiado cerca de la ventana. Con cualquier brisa se extinguiría… y sin embargo nunca terminaba de pasar.

Pero ya no podía soportarlo más. Cerraba los ojos y veía los cadáveres apilados en esos inmensos fosos de sangre, retorcidos y con los rostros deformados por un dolor que ni el más cruel de los humanos podría merecer jamás. Las maldades que había presenciado se escapaban al entendimiento o la capacidad humana. Hasta el más retorcido de los seres y sus más cruentas ideas serían incapaces de rivalizar con la más benévola de los demonios que ahora arrasaban la tierra. Ya no estaba enterrado en esa iglesia de muerte, pero seguía escuchando los gritos, los ecos de los sectarios caminando por sus pasarelas, y el olor… jamás podría olvidar ese olor. Era el único hedor peor que la muerte.

No volvería ahí.

A pesar del peligro que sabía que asumía. Por sí mismo, por la gente de la MKL, por Dick, Bart, Warlock, Andy y el resto de héroes que habían hecho todo lo posible por acabar con aquello. Puede que ella no se diera cuenta, ya que estaba fuera. Cuando volviera tal vez ese demonio de cuatro ojos que le había sometido a una tortura inimaginable usando sin muestra alguna de reparo la imagen de su esposa se preguntaría donde estaba. Su tapadera volaría...y todo acabaría.

En su corazón, siempre que parecía rendirse a la desesperación, una imagen reaparecía. Le daba fuerzas. Veía a sus compañeros, les veía pelear a su lado como en tantas otras ocasiones, sin rendirse por muy complicada que fuera la misión. Aceptando un credo que no era tal, porque si, se quedaban solos, pero nunca estaban solos. Nunca. Esas fuerzas renovadas, vinieran de donde vinieran, eran las únicas que le mantenían cuerdo.

Y ahora estaba a punto de intentar una acción desesperada, un último salto de fe. Todo dependía de esos anillos que ahora descansaban en las palmas de sus manos. Según le habían informado los presentes, ellos podrían guiarle hasta el alma de la Azariana. No el monstruo, si no ella. La joven dulce, silenciosa, introvertida y llena de buenas emociones que había conocido. Si quedaba siquiera una oportunidad de que continuara con vida, Lorenzo deseaba comprobarlo.

No se permitió pararse a pensar, ni a sentir. Algo que le resultó el doble de complicado teniendo en cuenta su temperamento. Tal vez una parte de él, ya rendida al fatalismo, pensaba que no volvería a encontrarla y que solo sería confirmar lo inevitable. O puede que supiera que si pensaba demasiado en hacerlo, no sería capaz de llevarlo a cabo. Había amado a Raven, no como ella lo amaba a él. Algo que había comprendido de manera tardía y torpe, pero había un espacio para ella en su corazón, y por eso cuando su parte demoniaca atacó, sabía cómo partirlo en mil pedazos. ¿Y en él? ¿Quedaba aún un espacio para ella que no estuviese podrido y roto, lleno de resentimiento, ira y odio?

De pronto aquellos ligeros anillos de frío metal se le antojaron pesados y duros de llevar, como los grilletes de una condena a muerte. Si salía bien, debería enfrentarla. Si salía mal, quedaría sobre su conciencia tener que transmitirlo hacia aquellos que habían vivido el horror de un último intento que había culminado en fracaso.

- No pienses mas, maldito imbécil. Hazlo de una puta vez. - gruñó para sí en su idioma materno, colocándose los anillos y buscando en su interior el vacío consuelo del limbo, como por inercia. Sus ojos se apagaron en un parpadeo cada vez más lento que acompañaba su respiración. Sincronizado, en calma, sobre un vacío gris ensordecedor. Lo bastante como para dejar de ser consciente de su alrededor. Estaba allí de pie, y apenas si sentía el peso de su propio cuerpo, como si sus límites se desdibujaran contra un horizonte que se expandía sin urgencia. Donde no hay donde ir.

Normalmente no buscaba, se dedicaba a contemplar. Las almas acudían hacia él, si estaban receptivas. Se cruzaban en su camino casi siempre sin percatarse de su existencia, hasta que él las vinculaba o su conciencia las seguía para inspeccionarlas. Si había sido capaz de localizarlas cuando las conocía. ¿Sería capaz de hacerlo ahora? Con la energía adecuada. Pero no lo conseguiría si pensaba en ella con todos los sentimientos negativos que albergaba hacia… es que… ¿Se podría decir siquiera que eso que le había secuestrado, dañado y torturado era ella? Una sensación cálida le invadió de pronto, una calma antinatural como la que le había ayudado a continuar su camino. La misma paz que le inundaba cuando se llenaba de rencor. Recordó entonces el alivio que proporcionó a uno de sus alumnos, cómo le había ayudado, cómo su objetivo había sido tan sólo librarle de aquel dolor y la carga que sus emociones suponían para él. Eso era lo que quería para ella. Quería de vuelta su bondad y su inocencia.

Sus grandes manos rodearon por inercia el colgante del cuervo que le había regalado a Raven. Ese que abriría las alas cuando ella se abriese al mundo, y se mostrase tal y como era. Sintió vértigo, como el que se siente cuando tu cuerpo entra en un instante de aparente ingravidez. Fue una sensación salvaje, como si estuviese a punto de perder el control. Una fuerza salió desprendida sobre el pecho y el limbo, tan gris y neblinoso, se llenó de una luz fulgurante que amenazó con dejarle ciego. El pequeño cuervo que reposaba prendido a su cuello cerró las alas, y notó un fuerte agarrón. Algo… alguien… le había cogido las manos. Intentó focalizar la mirada. Frente a sí había una silueta, que poco a poco ganaba nitidez.


La mujer era Raven, no había duda ninguna, pero había algo diferente en ella, algo... limpio, puro. Sus facciones estaban mucho más dulcificadas, y su aspecto era completamente humano, como la simple muchacha de veinte años que debería haber sido si su padre no hubiera sido Trigón. Cuando sus ojos se encontraron con los suyos, no obstante, había un profundo pesar en aquél bello rostro. Su mirada era tierna, dulce, llena de piedad, comprensión y tristeza.

- Lorenzo... -musitó. Pareció querer decir algo más, pero se contuvo. Lágrimas que se deshacían como el rocío de la mañana al caer por sus mejillas comenzaron a brotar de sus ojos. Las manos que permanecían aferradas a las suyas se sujetaron con más fuerza, como si fuera su contacto lo único que la mantenía tangible-. Tienes que matarla -musitó por fin-. Por el bien de todos, debe morir. Has visto lo que está haciendo, todo lo que ya ha hecho... Mi padre no puede ser derrotado a menos que ella muera. Aquél día, en la MKL me prometiste que harías lo necesario si llegaba el momento... Tienes que asegurarte de que ella muere, y no puedes decirles nada a los Titanes. Ellos nunca lo permitirían. Por eso tienes que ser tú, Lorenzo...

Los ojos de la mujer que tenía delante sólo decían verdades. No había nada turbio en ella, ninguna mirada aterradora. Se habían vuelto tan limpios e inocentes que casi le dolían. Estaba paralizado. Incapaz de apartar la vista, casi de respirar siquiera. Temía que lo que fuera que la había traído hasta él perdiera fuerza o se alterara. Ella le apretó las manos, y le devolvió a la realidad. A sus palabras. Al mensaje que transmitía… No había duda de que era Raven. No la que había conocido, sino la que sabía que podía ser. La que había mantenido a la sombra de una capucha. Si hubiera portado el colgante, habría sido imposible que sus alas estuvieran más abiertas.

- Raven…- sus emociones le estaban ahogando. Se le atragantaron las palabras. - No… por favor…- musitó mirando al suelo. Lo que ella era… lo necesitaban. No podían perderlo. Sólo había que unirlas de nuevo. Si conseguían unirlas de nuevo…- No puedes pedirme eso…- se le llenaron los ojos de lágrimas. Era una súplica. Ahora creía de verdad. Tenía que haber esperanza.

Ella le miró con profunda empatía y se permitió separar un momento una de sus manos para acariciar suavemente su mejilla.

-Lorenzo… yo estoy aquí. Estoy viva. No he muerto. Sólo morirá mi cuerpo, pero mi alma inmortal seguirá existiendo. Es necesario, por el bien de toda la humanidad… Me refugié dentro de ti… Puedo ayudarte, guiarte.

- Dentro de mi…- musitó el hombre. De pronto la situación se presentó ante él con la misma claridad con la que segundos antes Raven había acudido a su llamada. Todo lo que le había guiado. Lo que le había ayudado a continuar. Lo que había calmado sus emociones. Una certeza le sacudió entonces. No había sido él, ni siquiera su habilidad la que había impedido que le detectaran cuando estuvo conviviendo con aquellos monstruos en la iglesia de sangre. Había sido Raven. Siempre había sido Raven.

- Y nadie dice que lo tengas que hacer tú, joven…

Una tercera voz se dejó oír. Pertenecía a una mujer anciana, muy anciana, de largos cabellos blancos que portaba en la frente la misma gema roja que caracterizaba a Raven.


- ¡Azar! -dijo ella-. Trigón ha destruido Azarath...

- Lo sé… ahora todas sus almas fluyen a través de mí.

La mujer avanzó en aquella especie de bruma que conformaba el limbo hasta llegar junto a ellos.

- Ésos anillos son un vínculo con el alma de Raven, pero a diferencia de un humano común, a ella se la enseñó desde pequeña a separar su alma de su cuerpo. En mi lecho de muerte le entregué mis anillos únicamente para éste momento. Para poder destruir al destructor de mundos.

- ¡Pero porque hay que matarla! ¿No hay otro modo? - preguntó con vehemencia, aunque estaba seguro de saber la amarga respuesta. Abrazó la mano que ella estaba a punto de retirar de su mejilla. Si hubiera sido física, habría estado húmeda y salada por sus lágrimas. - Cómo voy a hacerlo. Cómo voy a decirle a todos ellos que tengo que destruirte para cumplir tus deseos. Para que quede esperanza para este mundo. Cómo voy a decir a todas las personas que te quieren que tienes que dejar de existir.- de un modo extraño se apareció el eco de una voz. Una voz que había oído millones de veces. Era de Iron Maiden, y después, de quien había tomado el relevo. “Hay que hacer lo que debe hacerse… aunque a veces nos haga pedazos, y siempre vayamos a perder alguno en el camino.” - Hay que hacer… lo que debe hacerse. - murmuró en su idioma, como si esa ridícula frase fuese a darle las fuerzas que necesitaba para enfrentar lo que se avecinaba. Los horrores… nunca iban a terminar. - Como… como vamos a hacerlo. Tu sabes de lo que es capaz. Sabes a quién tiene a su lado. Lo has visto. Estaremos muertos antes siquiera de acercarnos a ella…[/i]

- Su poder se puede volver contra ella, hijo… -dijo la anciana. Avanzando unos pasos más, se detuvo para mirar intensamente a Lorenzo-. Tú eres el vínculo con su corazón -comprendió-. Por eso has podido contactar con ella. Corazón y alma juntos, conectados. Tú no tendrás que hacer nada. No podrías. Yo me ocuparé de eso. Y recuerda siempre, hijo… que la muerte de esa criatura no supondrá la muerte de Raven. Cuando ella muera, no será más que un cascarón vacío. Hace años le enseñé a Raven la habilidad de separar su alma de su forma física. Es lo que permite que esté aquí ahora mismo. Su alma ha sido arrancada de su cuerpo para ser reemplazada por el poder de Trigón, y, cuando ella muera, dicho poder desaparecerá. Raven se convertirá en un conducto, pero no para Trigón, sino para todas las almas de Azarath que fluyen a través de mí. Lo único que tendrás que hacer será colocar los anillos en sus dedos una vez esté muerta.

La anciana hizo un gesto, y a su alrededor comenzaron a aparecer decenas de figuras etéreas ataviadas con la misma túnica con capucha de pájaro que había usado siempre Raven. Lorenzo las observó aterrado por un instante, y sin embargo, lleno de un silencio reverencial hacia la multitud que ahora se congregaba en torno a ellos.  

- Todos aquellos a los que Trigón exterminó serán los causantes de su caída.

Raven miró a Lorenzo, con dolor y pesar.

- No les digas nada a ellos -susurró-. Es la única manera. Lo único que tienes que hacer es llevarlos a la batalla contra ella y sus huestes. Azar se ocupará de lo demás -se detuvo un momento, insegura, y, finalmente, se inclinó hacia él para rozar sus labios con los suyos en un beso tierno y dulce-. Te quiero. Cuídate.

- - Raven… espera…- no podían llevársela tan pronto. Todavía no. Por favor.

Su figura se fue haciendo más y más translúcida, desapareciendo junto con todas las demás.

- ¿Qué pasará con ella? - preguntó desesperado, sabiendo que su tiempo se acababa. La figura de Azar le devolvió una mirada dulce, y una sonrisa enigmática, mientras se desvanecía. - ¡QUE PASARÁ CON ELLA!- gritó, ya envuelto de nuevo en la soledad de su vacío. - ¡RESPONDEME! ¡AZAAAR!- abrió los ojos, exaltado y confuso. El nigromante estaba de vuelta en la caverna.

Su piel de color oliva había empalidecido, y parecía consumido. Como si la experiencia de contactar a través de los anillos le hubiera arrebatado su natural energía. Sintió que quería caminar, pero tenía el firme convencimiento de que si lo intentaba le fallarían las piernas. Se dio cuenta de que su turbación provenía del inmenso golpe de realidad que acababa de explicar la situación al completo. Cómo la joven que había conocido seguía viva, dentro de él. Entonces comenzó a enfocar todos los rostros que le rodeaban. Una inmensa nausea estaba a punto de producirle vértigos. En sus ojos había interrogantes que él no se veía capacitado para responder. Raven había depositado en él su confianza. Le había encomendado una tarea que no estaba seguro de poder afrontar. Ni siquiera por el bien del mundo. Lo único que tenía era el consuelo de saber dónde se encontraba. Tardó un rato en ser capaz de articular palabras. Un sudor helado le recorría la cara, y tenía una expresión de horror en los ojos que se mezclaba con su cansancio, haciendo que pareciese a punto de desfallecer. Sus manos temblaban cuando las dirigió hacia su frente, para enjugárselo.

- Raven... está viva...- fue lo primero que murmuró. Algo que como a él, seguro que llenaría a sus amigos de esperanza. - Me ha explicado todo, y creo que ahora entiendo cómo he sido capaz de sobrevivir tanto tiempo manteniendo mi tapadera. - tragó saliva, aunque para él la sensación era más próxima a tragar cristal. - Al parecer, cuando intentó poseerme con Lujuria, una parte de su alma inmortal acabó protegiéndome, y esa parte se ha transferido a mi cuerpo. Eso me ha ayudado a pasar desapercibido entre ellos. Es lo que ha hecho que no perdiera los estribos, y que pudiera controlar la situación que de otra manera me hubiera vuelto loco. - ahora parecía tan obvio que se sentía ridículo por haber pensado que había sido su propia capacidad la que le había mantenido a salvo. - Aún hay esperanza. Mientras la parte que vive en mí continúe con vida, podremos encontrar una manera de recuperarla. - tragó saliva, intentando reunir las pocas fuerzas que le quedaban para mirar a todos sus amigos a la cara, y mentirles sin romper a llorar. Una sensación de confianza comenzó a crecer, esa que se suele tener cuando existe la certeza de estar haciendo lo correcto. Estaba convencido de que provenía de Raven, que de algún modo, seguía intentando aliviar su carga. - Tenemos que enfrentarnos a ella, y tendremos que hacerlo a la fuerza. Tenemos que derrotarla hasta que esté lo bastante débil para que nos quede la posibilidad de que Raven vuelva a su cuerpo.- volvió a tragar. Una nueva bocanada de cristales le arañó la garganta. - Esa es nuestra única esperanza. Dentro de estos anillos hay una conciencia poderosa. Ella me ha dicho que nos guiará. Que me ayudará a hacer lo que debe hacerse, pero no me ha explicado qué. El corazón de Raven está ahora vinculado conmigo. Eso... es lo único en lo que ahora podemos confiar.- No se sintió capaz de seguir hablando.

No creía que quedara nada más por decir que no fuera a quebrarle en pedazos.

Confié en mis compañeros, quienes solucionaron en un santiamén los problemas que iban surgiendo a medida que el poder de los anillos se desataba por el interior de la batcueva. Sonreí aliviado y agradecido, al ver la rápida respuesta de mi equipo. Cuando estuvimos todos reunidos de nuevo, felicité a Bart, Kory y Warlock con un asentimiento de cabeza.

— Buen trabajo, chicos. — comenté, y después dirigí la mirada en dirección al Technarch.— Si alguna vez quisieras entrar en los Titanes, ya sabes, eres más que bienvenido... —y alcé mi mano enguantada para chocar el puño de forma amistosa con el alienígena.

Las habilidades de Warlock habían resultado muy útiles estos últimos días, se notaba que había trabajado en equipo con anterioridad, y se había complementado muy bien con los poderes y habilidades de Conner, Bart y el resto de la Young Justice. Además, el X-men había venido a la montaña de visita más de una vez, y ya estaba familiarizado con la antigua base (la que Raven se había cargado en un parpadeo). Así que si algún día necesitaba un equipo que le acogiera, Warlock sería más que bienvenido a los futuros nuevos Titanes…

De pronto, mi respiración se detuvo al mirar a Lorenzo. La máscara de Nightwing me chivó una alteración en las constantes vitales del hechicero, y su cuerpo se  mostraba cada vez más inquieto. Sus ojos habían perdido el brillo, y deduje que aquel estado de trance formaba parte de sus poderes como Nigromante. Estaba buscando a Raven a través de los anillos… Pero… ¿La habría encontrado?

Tragué saliva, expectante, y me fijé en cómo el moreno se llevaba la mano a un colgante con forma de cuervo que descansaba sobre su pecho. Lo aferró, buscando una fuerza invisible que necesitaría para continuar. Y de pronto...

— ¡RESPONDEME! ¡AZAAAR!— Lorenzo abrió los ojos, brillantes y llorosos. La inquietud lo dominaba, y podía entender perfectamente que había sido sometido a mucha presión. El español estaba alterado y confuso, así que le agarré de los hombros con suavidad, y le conduje a sentarse en la silla del Bat-ordenador, para que pudiera descansar.

—¿Estás bien? — pregunté, mostrándome calmado, a pesar de que deseaba saber ya lo que le había pasado. Y lo más importante de todo… ¿Dónde estaba el alma de Raven?

—Raven... está viva...— murmuró, después de un largo silencio. Sentí un pequeño alivio recorrer mi espalda hasta liberarse en mi corazón. Raven estaba viva. Estaba viva…

—¡JA!— sonreí con genuina alegría y me llevé las manos a la cabeza del asombro. Eso eran buenas noticias. Muy buenas noticias en comparación a las pérdidas de los últimos días. Raven había estado más cerca de nosotros de lo que creíamos, no nos había abandonado, es más, a pesar de que sólo era un pedacito de su alma, había protegido a sus compañeros y a Lorenzo de las huestes de la otra Raven.

Entonces me di cuenta de algo. Era Lorenzo. Raven seguramente lo hizo de forma inconsciente. Pero marcharse con Andy sólo había conseguido alejarla de nosotros, ese muchacho envidioso y celoso no era a quien realmente amaba. No, a quién había acudido al final de todas las cosas… había sido Lorenzo. La persona a la que realmente amaba Raven...la tenía frente a mi.

—Tiene sentido. Todo encaja ahora. Trigon era invencible porque tenía a su hija consigo. La Liga no pudo vencerle porque primero había que derrotar a Raven...— mis ojos se movieron de un lado a otro, pensando a toda prisa. — Si lográramos dejarla inconsciente tendríamos una oportunidad para colocarle los anillos y recuperar a nuestra Raven… — concluí, con una sonrisa en los labios. Por un instante, parecía haber un poco de esperanza al final de esta historia...

Superada la situación de riesgo, parecía además que el ritual mágico llevado a cabo por ese tal Lorenzo daba a su fin. Nightwing se acercó a Warlock, y con inesperada simpatía, le abrió las puertas de su agrupación. Warlock se sintió abrumado, pues aunque tenía una estrecha relación con algunos de sus miembros, y les visitaba a menudo, siempre le sería leal a Xavier y sus hombres, aunque fuese en solitario. De todos modos, era una buena opción a tener en cuenta si alguna vez fuese realente necesaria.

- Gracias Dick-líder. Yo lo tendrá presente. Significa mucho para yo tanta aceptación y acogida.

Poco después de responder al moreno, Lorenzo emitió un grito desgarrador. Warlock se sintió tentado a acercarse a ayudar, pero el líder de los Titans le tomó la delantera y logró calmar al hombre, quien además, les comenzó a revelar información valiosa sobre cómo derrotar a uno de los señores demoníacos causantes del embrollo que asolaba el mundo.

Warlock se volvió hacia Bart dispuesto a comentar dichas revelaciones, ya que eso les acercaba un poco más a recuperar a su amigo Conner, pero al parecer al velocista le embargaba la emoción debido a otra persona importante para él; Raven. El technarch había interactuado poco con la joven compañera de los Titans, pero siempre le intrigó su permanente tristeza. Se preguntaba qué la atormentaba tanto. Más tarde supo que en buena parte se debía a tener ascendencia demoníaca. Warlock se sintió extraño al saberlo... Él era "hijo" de un ser malvado y poderoso también, pero no le veía el sentido a lamentarse por ello, porque no era un acto de maldad el ser hijo de alguien. Lo único que sentía a veces al pensar en ello era el permanente miedo a, un lejano día, ser como él... ¿Quizá ella sintiera lo mismo?

El alien sintió una punzada de dolor al comprender que, de hecho, era lo que estaba sucediéndole... Se abrazó a sí mismo algo inquieto; No se había dado cuenta de lo mucho que tenían en común hasta ese momento, y ahora se sentía inseguro de nuevo sobre su propio futuro...

Lorenzo contempló el rostro del muchacho que le devolvía una mirada limpia y llena de esperanza. Había en él una candidez que hubiera deseado con todas sus fuerzas poder mantener. Querría explicarle al Joven Bart Allen lo mucho que deseaba poder hacer realidad el sueño que acababa de manifestar. Lo mucho que habría sido capaz de sacrificar por salvar la vida de la joven que había depositado en él la más pesada de las cargas. En lugar de eso, había prometido hacer algo que le pesaría durante el resto de su vida, a espaldas de sus amigos y de todos los que habían depositado su confianza en él. Aún ni siquiera era capaz de comprender en toda su magnitud lo que le había prometido a Raven. Azarath había dicho que ella se encargaría de guiarlo y el español había aceptado su palabra, pero tenía una certeza inequívoca de que a ojos de todos los presentes, cuando llegara el momento, se convertiría en un asesino.

-Eso es lo que intentaremos con todas nuestras fuerzas, Bart. – Lorenzo colocó la mano sobre el hombro del chico, dándole un apretón de ánimo, mientras él notaba como la tristeza y la conmoción le humedecían los ojos. Había un brillo en ellos que podría parecer emocionado, pero la realidad es que la amargura estaba a punto de desbordarlos, llenándolos de lágrimas. Haremos posible lo imposible.- sonrió con seguridad, mientras sentía los latidos de su corazón en el oído. En su cerebro se abrió paso un pensamiento furtivo y desesperado. Anhelaba que se detuvieran para no volver a oírlos más. Eso habría aligerado el tormento que sentía en esos momentos. Dirigió una mirada al resto. A todos aquellos a quienes estaba a punto de traicionar. - Debemos estar preparados. Todos nosotros. - miró de nuevo a Bart, como el adulto que quiere mantener viva la fantasía para sus hijos aunque sólo sea unas semanas más. - Vamos a obrar un milagro. - le aseveró.

Mientras se marchaba de allí era incapaz de sacarse de la cabeza la conversación que habían mantenido. Ni siquiera sabía si sería capaz de mantener su promesa. Las palabras de Solaris resonaban en su mente como un mantra que ahora le parecía estúpido y odioso.

“Hay que hacer lo que debe hacerse”

Apretó los puños mientras las lágrimas comenzaban a caerle por las mejillas bajo el casco. Estaba condenado.

No existía ni remedio ni perdón.

Era su deber convertirse en el villano de la historia...