Verano en Nueva York (06/06/2018) [LIBRE]

Aquella mañana Sonya había quedado con Jeremy y no para hablar de temas de trabajo. Desde el principio ella y el fornido moreno habían tenido una relación más personal que profesional. Los dos se habían conocido porque el grandote era el mánager de  su difunto marido. Sonya siempre acudía con Mihai cuando tenía algún evento o acrobacia que realizar. Más de una vez había sido pillada por Jeremy usando las motos antes de una actuación de su esposo. De esta manera Jeremy descubrió el talento de Sonya. En más de una ocasión Jeremy le propuso trabajar con ella. Pero estando en vida Mihai ella no quiso. Brillar sólo habría lastimado a Mihai. Sonya se percató hacía mucho tiempo de que ella era mejor que él y que eso disgustaba profundamente a su cónyuge. En ese momento vital, ella creía que era más importante Mihai y su matrimonio que triunfar y luchar por lo que a ella le gustaba. Ella estaba muy cerrada en el mundo tradicional rumano para el que había sido criada. Ser una sombra del hombre con el que te casas. Atender todas sus necesidades y dejar las tuyas atrás.

Cuando Mihai falleció en el accidente. Sonya sabía sin que nadie se lo dijera que había sido culpa de su esposo. Era impulsivo, arriesgado y temerario. Además, aquella noche había bebido un poco en casa. Los informes sobre la muerte revelaron que también había bebido un poco más después de salir de su hogar. Una de esas reuniones con amigos en las que te desfasas un poco. Mihai quiso presumir ante sus amigos de lo bien que se le daba el motociclismo y las consecuencias fueron devastadoras. Unos días después del funeral, Jeremy fue a su casa. No como mánager de su marido, sino como amigo. Jeremy le dio las condolencias y la animó para seguir adelante. Él la dio coraje para no volver a casa de sus padre, que seguramente la hubieran arreglado otro matrimonio enseguida, y para seguir sus sueños.

El mánager había vivido una experiencia similar a la de Sonya.  Su mujer también había salido de su vida abruptamente y había tenido que rehacer todo su horizonte vital desde los cimientos. Jeremy se había casado a los veinte años con su novia de toda la vida. Antes de ser su novia, había sido su  vecina y amiga de infancia. Estaban muy unidos y él pensaba que era el gran amor de su vida. A los pocos años de matrimonio para Jeremy todo iba de fábula en su vida, su negocio de representación de artistas iba de viento en popa. Poco a poco había construido una industria fuerte y rentable. Sus estudios y su esfuerzo habían logrado alcanzar la cima del éxito. En cuanto a su vida personal tenía una familia preciosa formada por su Mujer Amy y sus dos preciosas gemelas Rose y Raisa. Pero un día todo su mundo se vino abajo. Jeremy estaba dirigiendo a una joven promesa de la canción. Un jovenzuelo apuesto y galante que tenía muy buena voz y muy buenas sintonías. A Amy le caía especialmente bien ese muchacho. Fueron construyendo una relación de amistad y de algo más sin que Jeremy se diera cuenta. Un día el mánager se encontró con la sorpresa de que su esposa le había abandonado por el cantante. Un pilar fundamental de su vida se derrumbaba para siempre. El fiel y apasionado amor que sentía hacia Amy se habçia convertido en dolor, lágrimas y tristeza. Si en aquel momento no hubiera tenido a sus hijas, se hubiera visto envuelto en una terrible depresión. Sus sentimiento s por Amy se deshicieron no al ver que le había humillado y traicionado sino al ver el dolor en el rostro de sus pequeñas. Su madre las había abandonado de forma miserable para irse con un hombre. Jeremy podía entender que Amy se hubiera enamorado de otro hombre. Pero no podía ni perdonar ni entender que una madre dejase a sus pequeñas por ir detrás de un macho. Fue muy duro para Jeremy conjugar la vida laboral y familiar siendo desde el momento en que Amy les abandonó un padre soltero. Tuvo que ser valiente y fuerte por el bienestar de sus hijas. Así que cuando a Sonya se le murió su marido supo entender muy bien la situación por la que estaba atravesando la muchacha, En cierta manera sé sintió responsable de ella. No quería que nada malo le pasase ni que volviera al hogar de sus padres que sabía que era muy restrictivo . Quería verla brillar con el fulgor que apagó los celos de su marido. Quería que desplegase sus alas y volase. Quizá era esa parte protectora de ser padre, que vio a la muchacha como alguien que necesitaba una buena figura paterna que la ayudase.

Aquel día de verano, Sonya había quedado Jeremy y sus pequeñas para verse y tomarse algo. Rose y Raisa ya contaban con diez años y empezaban a ser ciertamente independientes. Raisa comenzaba a dar signos de la rebeldía adolescente y a Sonya le hacía mucha gracia. Había visto a las niñas crecer hasta ese punto y le encantaba estar con ellas. A pesar de haber perdido a su madre, eran alegres y vivarachas. Rose era muy más tímida que Raisa. La pelirrosa llevaba un rato sentada a la mesa cuando le llegó un mensaje de Jeremy. Su amigo le contaba que no podía ir. Se disculpaba y le decía que ya reprogramarían la cita. Las niñas se habían despertado vomitando y con fiebre. Sonya suspiró pesadamente. No eran muchas las ocasiones en las que salía de casa. No le  gustaba quedarse sola en un local. Pero no se había vestido y maquillado para nada. Sonya se había puesto un corpiño con pedrería brillante plateada, unos pantalones ajustados de cuero y unos tacones de escándalo en un color rosita.

Sonya no estaba muy acostumbrada a que nadie la atendiera. Desde niña había tenido la enseñanza y inculcación de una “modestia” para servir a los demás. Su madre siempre decía que era un gran valor el de la humildad y de esta derivan las cualidades para ser una buen anfitriona.   Darle a los demás un aperitivo o una buena bebida fría o caliente según el gusto del invitado. Ser para servir al otro, esa era la filosofía de su madre. En esos valores de cuidar y atender había sido criada desde muy pequeña la pelirrosa. Eso sumado a la falta de sociabilización y a que sólo había acudido a cafeterías, locales y bares muy de vez en cuando, hacían que la motorista se sintiera más a gusto levantada, yendo a pedir su bebida a la barra y llevándola ella misma a la mesa.

Miró a la camarera y sonrió bellamente. Pensó en lo que quería.Se llevó una mano al mentón en actitud pensativa y de su boca salieron soniditos graciosos mientras pensaba en qué iba a pedir.  Algo dulce y rico. Un postre delicioso y casero con el sabor del hogar.

- Un Papanași- la camarera la miró con cara de circunstancia. Estaba claro que no sabía qué era eso. Entonces Sonya se dio cuenta de donde se encontraba. No solía salir a comer dulces, siempre comía los caseros de su madre y cuando salía lo pedía Jeremy.  Un gogoşi, eso sí que sabía cómo se llamaba en americano - Un donut de mermelada de fresa y un té verde-

Cuando tuvo su pedido, pagó y se dirigió a alguna mesa. Se sentó en un lugar cercano a aquel hombre que la había mirado antes. Pero Sonya sumida en sus pensamientos y su mundo no había captado. Una vez ubicada en su mesa, tomó el sobre de azúcar y lo agitó. Luego lo abrió y los vertió en su té. Muy animada y risueña empezó a canturrear mientras giraba la cucharilla dentro de la taza. estando bien disuelto y removido el té, paró. Como una costumbre dio unos suaves golpecitos en el borde de la taza y dejó la cuchara en el plato que actuaba posavasos. dio un sorbo a su té azucarado y después, partió un trozo del donut  en su boca. Un probar el sabor del delicioso relleno de fresa puso una cara de satisfacción.

Mientras disfrutaba del dónut y el té, la pelirrosa ojeaba su móvil. Leía en el aparato tecnológico blogs de cocina, la prensa del día en formato online, cosas que la interesaban o curiosidades que sobre la marcha se la iban ocurriendo. Al cabo de un rato, la falta de compañía la iba pasando factura. Sonya se fue sintiendo un poco nerviosa y aburrida. estaba en un local lleno de gente sola y sin poder hablar con nadie. Ella no era muy sociable y la costaba mucho interactuar con los demás. Levantó su vista del celular y miró a aquel hombre vestido con un traje blanco. Le llamó la atención porque como ella se encontraba solo en el local. Entonces se empezó a fijar más en lo que hacía el varón. Estaba leyendo un periódico y señalaba cosas con su pluma. A Sonya le empezó a despertar curiosidad, ¿Por qué haría eso? ¿Estaba marcando anuncios clasificados? La imaginación de la motorista pensó que igual era parecido a lo que hizo Margaretha Geertruida Zelle (Mata Hari) contestando a un anuncio de un militar Rudolf MacLeod que se convertiría en su futuro esposo.  Se rió. Seguramente no. Ahora ya no se contestaban anuncios de periódicos para salir de la rutina. Eso era algo antiguo. De antes de la existencia de las nuevas tecnologías y las redes que nos conectan instantáneamente a los unos con los otros. En estos días había formas más fáciles de contactar con alguien para irse al “lejano oriente”.

- ¿Qué hace?- preguntó llevada por su impulso curioso y su falta de compañía. El acento de Sonya era muy neoryorkino. Porque aunque sus padres eran inmigrantes  rumanos, ella había nacido en Estados Unidos.  Su idioma nativo era el inglés americano. A pesar de que sus padres pronunciaban mal este idioma, la televisión y la escuela habían reforzado el aprendizaje de Sonya del lenguaje.

En un mundo cada vez más digitalizado donde todo se hacía a través de un móvil o una tableta,  Silvaine estaba realizando labores a la vieja usanza con papel y lápiz en mano. Eso fue lo que llamó la atención de la motorista. Una peculiaridad que denotaba individualidad. Alguien diferente entre mares de gente. Ella siempre se sentía fascinada por cada pequeña cosa y cada matiz que descubría en las personas y en el mundo. Porque había vivido muchos años reducida a ver a través de un cristal sin poder interactuar con los demás  o ampliar sus horizontes conociendo y dialogando con todo tipo de personas. Quizá había sido demasiado impulsiva al preguntar sobre hábitos a alguien que no conocía. A veces sus impulsos empujaban a preguntar cuando algo se la hacía curioso.

- oh- pronunció sorprendida por la respuesta del hombre. No era nada de lo que ella se estaba imaginando. Leer sobre economía era bastante más culto e inteligente que leer y contestar anuncios clasificados. - No me esperaba esa respuesta.-

La pelirrosa no tenía ni idea de cómo se movía el dinero en las economías globales. Lo más parecido que había visto a ese tema era cuando estaba en el instituto en la asignatura de economía doméstica. Ella tenía claro que los tips para llevar un hogar no era ni parecidos a los tejemanejes de la bolsas internacionales. En sus círculos sociales no se trataban aquella clase de cosas. Todos estaban demasiado ocupados en otras cosas cómo para replantearse cómo funcionaba la economía en los más altos niveles. Su padre se enfocaba en sacar adelante a un a familia y sus hermanos en ganar dinero cuanto más rápido mejor. La motorista tampoco se había planteado muy a fondo ese tema. Era un mundo cómo muy lejano. algo que aunque la repercutía no estaba tan a su alcance ni podía hacer lo suficiente para que la influyera de forma más directa. Como el viejo dicho, los pobres no sabían mover el dinero ni se interesaban por ello.

El desconocido se presentó como Silvaine. A la pelirrosa le hizo gracia la coincidencia de temer ambos nombres que no eran nada usuales. Sonya pensó que seguramente se debía a que como ella, el moreno era descendiente de extranjeros. Después de todo, Estados unidos era un lugar donde habían llegado y seguían llegando una ingente cantidad de extranjeros provenientes de todas las partes del mundo.

- Bueno ... hay muchos temas que desconozco.- comentó genuinamente sincera. No se avergonzaba de no tener muchos estudios ni por reconocer que no sabía sobre algo. Al contrario de mucha gente ella no se sentía en desventaja o considerase que alguien era más inteligente que ella por saber de otros temas o tener más estudios que ella. Sonya consideraba que cada persona a su manera y en los temas en los que le entusiasmaba sabían. Toda persona era un genio en su propio campo. estaba claro que todos no podíamos ser buenos en todo ni saber de todo. la vida era demasiado corta y requería mucho esfuerzo para tener que realizar la ingente tarea de formarse en todos los campos, cada vez más grandes e inabarcables del conocimiento. La sociedad tendía a la especialización donde cada profesional era un experto y tenía mucho conocimiento de una sección de algo.

- Quizá podría ser entretenido si me lo explica de forma sencilla.- La pelirrosa era consciente de que no estaba instruida en los lenguajes técnicos de la economía y como no versada en ese campo si el moreno usaba jerga específica o explicaciones muy complejas se perdería.

- Me llamo Sonya, un placer- la y griega de su nombre al ser una variante rumana del nombre original derivado del griego esa Y se pronunciaba más como una doble L que como una I. Era una pronunciación un tanto extravagante en el mundo americano. Sonya lo sabía muy bien. Desde siempre su nombre había llamado la atención en ambientes no rumanos.

El desconocido le pareció agradable y decidió aceptar su oferta de sentarse con él.

- Me encantaría - contestó al ofrecimiento del caballero. La pelirrosa tomó su plato y su bebida y lo depositó en la mesa en la que se encontraba Silvaine. Luego tomó asiento a su lado. - Espero no estar importunando.- se rió un poco entre culpable y nerviosa.

-Intentaré estar atenta.- Sonrió de vuelta.- Es rumano. Mis padres son inmigrantes rumanos.- Eso no era nuevo para ella, los americanos no provenientes de una cultura rumana solían preguntarle por su nombre. Tenía una pronunciación poco común en un país cuyo idioma procedía de un país anglosajón.

Sonya se acomodó en una silla frente al moreno, siguiendo la invitación de este. Puso en la mesa su consumición y le dió un pequeño sorbo al vaso que contenía su té verde.

- Oh como el lobo de Wall Street.-

La televisión y el cine habían sido los medios por los que Sonya había descubierto los mundos que en la realidad se le habían negado. A la motorista le gustaba ver en la pantalla otro tipo de realidades. Le gustaban las historias, historias que hacían vibrar y daban alas a la fantasía de su enjaulada alma. Era era la única manera en la que podía conocer y ver el mundo más allá de su casa. Sus padres, una pareja con unos valores anticuados y de corte muy cerrado, la educaron para que su mundo fuera la cocina y la crianza. Nunca la permitieron disfrutar de la libertad de salir de su casa para vivir todo tipo de experiencias. Luego, ella se casó muy joven y aunque Mihai era un poco más abierto que sus progenitores tampoco la permitió descubrir mucho más. Se sintió molesto cuando ella empezó a destacar y la hizo relegarse a un papel de esposa, como si esa tuviera que ser siempre su máxima aspiración en su vida.

La pelirrosa se preguntaba si realmente había tanta droga y prostitución en ese trabajo como relataba la película. Pensándolo un poco, la droga y la prosritución estaban por doquier en los tiempos que vivían. Ella sabía lo que era crecer en los barrios donde tienes que hacer lo que sea por sobrevivir. cuando escasea el dinero y tienes que sobrevivir, te tragas tu orgullo y por dinero y comida haces lo que sea. Varios de sus hermanos estaban encarcelados por delitos de violencia y drogas. Quizá ese hubiera sido su sino si no hubiera nacido mujer o su familia no hubiera tenido esa división de funciones entre el varón y la fémina. La mentalidad de la mujer tiene que estar en casa, cuidar de los hijos y del marido era lo que la había protegido de ser enviada a traficar con drogas o con armas. Siguiendo los designios de sus padres embebidos en aquellos valores tan arcaicos salió de ese ambiente de corrupción al casarse con Mihai. Ni Mihai ni su familia estaban relacionados con los mundos turbulentos en los que se habían iniciado su padre y sus hermanos para sacar a la familia adelante.

-Es un donut relleno de mermelada de fresa.- Le agradaba aquel hombre. La conversación estaba siendo agradable y no se sentía incómoda, como solía pasarle a menudo por su timidez. - Se parece mucho a un dulce rumano que yo cocino, Papanași-

La pelirrosa escuchó atentamente las palabras de Silvaine. El hombre de sus negocios simplificó mucho sus funciones para que Sonya lo pudiera entender. Ella se sintió feliz de haber logrado comprender lo que decía.

- oh - comentó fascinada- lo he entendido.- sonrió orgullosa de sí misma.

Tras la explicación, el moreno le preguntó por su profesión y los ojos de Sonya se iluminaron.

- Soy mecánica y motorista de espectáculo y competición.- comentó muy vivaracha y emocionada. Le gustaba mucho su trabajo. Sus días podían ser más o menos duros pero dedicarte a algo que adoras hacía menos pesada la carga en un día difícil.