¡Inmateriame esta! (Promethea). 20 de Julio de 2018. Nueva York.

20 de Julio de 2018.
23:45 de la noche.
Azotea de un edificio cualquiera.
Brooklyn, Nueva York.


"Es un ser extraño. No tenemos ni idea de qué es capaz. Nunca habíamos visto nada igual. Simplemente sabemos que está ahí, pero seguirle la pista ha sido imposible, así como encontrar algo de información de él. No sabemos si es pacífico o quiere la destrucción, pero debemos averiguarlo cuanto antes. Si nuestros parámetros no han fallado, esta noche podrás encontrarte con la criatura en la zona de Brooklyn. Será mejor que estés preparado para cualquier cosa. Y recuerda, no ataques primero. No sabemos qué puede ser." Hellboy recordaba las palabras de su amigo Abe antes de salir de la base del B.P.R.D. Desde el choque de universos habían encontrado toda clase de criaturas, algunas más extrañas que otras, algunas más peligrosas. Pero hasta la fecha, y desde que tenían memoria, jamás habían registrado una actividad y un poder como el del ser que el demonio buscaba. No habían encontrado manera alguna de catalogar sus poderes. Era algo así como un vacío de materia o de realidad cada vez que los había usado. No habían sido muchas las ocasiones, y debido a la ausencia de una magia detectable seguir su rastro había sido casi imposible incluso para la mejor organización de lo paranormal del mundo. Abe se sentía intrigado a la par que tenso. Nunca había visto nada igual, y Krauss tampoco. Ambos pensaban que podía ser algún tipo de irregularidad producida por el choque, algo parecido a "Mártir", la niña de cabellos rojos que habían encontrado hacía un par de meses. Ella también tenía un poder totalmente distinto a nada que habían visto antes, sin haber sido capaces de catalogarla de ningún modo. Sólo esperaban que esta nueva criatura fuese también bondadosa como "Mártir". Si su finalidad era destructiva... No tendrían nada con lo que enfrentarse a ella de momento. Tendrían que aprender sobre la marcha, y eso al demonio le irritaba especialmente.

Tres pequeños puntos brillaban en medio de las sombras de la azotea de ese edificio. Dos eran los brillantes ojos amarillos de Hellboy, entrecerrados, a la espera de algún tipo de señal. El otro era la punta de un puro que estaba a punto de apagarse. Llevaba un buen rato esperando, tranquilo, paciente, reflexionando e intentando recordar todo lo que Abe le había dicho, que por cierto había sido casi un libro. Una de las únicas cosas que a veces llegaba a sacar de quicio o cansar al demonio de su compañero era que, cada vez que encontraban alguna criatura nueva completamente distinta a nada que habían visto, su ensimismamiento y deseo por conocerla era tal que incluso podía llegar a ponerse en peligro innecesariamente con tal de acercarse a lo que fuera. Llevaba más de una semana sin hablar de otra cosa. En el desayuno, la comida, las misiones, los paseos... Lo que más le fastidiaba era que únicamente se trataba de conjeturas, ilusiones, ideas que asaltaban la cabeza del ser azul, pero ninguna de ellas aportaba ningún tipo de conclusión. Y ahora que habían encontrado algo por fin tenían la oportunidad de saber qué era de una maldita vez, y dejar de darle la tabarra con tantas ideas felices.

Después de una última larga calada, Hellboy exhaló una densa nube gris de humo y se acercó al borde del edificio, oteando la calle. Esta se encontraba a diez pisos de distancia.

- Vamos, sé que estás por aquí...-

Aquel día había sido agotador para Bill: fue hasta Brooklyn para hacer un par de entrevistas de trabajo que nada tenían que ver con lo que el realmente hacía, que era ser dibujante de comics. Pero él había descartado volver a ello ya que creería que atraería las miradas sobre él y Promethea, y teniendo en cuenta toda la situación actual consideraba que lo mejor era no hacerlo. Pero estaba claro que el todavía no estaba acostumbrado al nuevo mundo, al nuevo tiempo y le desechaban en todos lados. Estaba anticuado y no sabía cómo adaptarse tan rápido como la diosa lo hacía.

Y lo malo de que te rechacen tantas veces es que te sientes triste y desesperado, y vas caminando por la calle ensimismado sin prestar atención a tu alrededor ni por donde vas. Hasta que te metes por un callejón y unos tipos con muy mala pinta te paran, te pegan una paliza y se llevan tu cartera con el poco dinero que te queda. Así que si, hoy no era el día de suerte de Bill.

Abrió un ojo lentamente, dolorido, porque el otro lo tenía tan hinchado que era imposible moverlo. Le sangraba la nariz y su libreta de dibujo estaba tirada un poco más lejos de donde lo habían dejado apaleado. La habían roto, riéndose, pero ahí estaba: todos sus dibujos de Promethea hechos añicos. Gateó con dificultad, mientras la escandalosa sangre que salía de su nariz y boca goteaba sobre el suelo. Con dificultad llegó al cuaderno, destruido por esos miserables sin corazón. Todos sus dibujos…sus retratos de ella… se sentía enfadado… ella estaba enfadada. Con un poco de la sangre que tenía en la boca, y con su dedo, dibujo en una de las hojas rotas los labios de la diosa, pero no sonreían, estaban enfadados. Y así se veían cuando ella se enfadaba.

¡Bum! Un estallido mágico y lleno de estrellitas azules hizo que en el lugar del maltrecho Bill apareciera Promethea, erguida y bien dispuesta, aunque tenía la sangre de Bill en el rostro aún. Sentía sus heridas dentro. Se pasó el antebrazo por la boca y se limpió la sangre y con solo desearlo se apareció delante de los dos tipos que le habían robado. Aún no habían salido del callejón así que no tuvo que ir muy lejos. Gritaron sorprendidos al ver a la despampanante mujer enfadada ante ellos. Sin comerlo ni beberlo, la mano de la diosa agarraba sus testículos con dureza, haciendo que se encorvasen del dolor. Controlaba su fuerza, pero ellos sabían que si quería, los destrozaba allí mismo.

-La cartera corazones, eso de robar está muy mal. Y si queréis seguir con la opción de poder empalmaros no me hagáis esperar mucho.

Sus amenazas eran siempre eficaces. Los tíos ya estaban corriendo calle abajo mientras Prome se guardaba la cartera asegurándose que tenía todo. Bueno, de paso se había quedado con un plus como cobro por la paliza a Bill.

Pero su sonrisa satisfecha pronto se vio borrada. Apestaba a Demonio, y no muy lejos de allí, quizás un par de manzanas. ¿Cómo no se había percatado antes? Miró a su alrededor, buscando… ¿Dónde estaba?

El demonio pudo ver toda la escena desde lo alto del edificio con total tranquilidad y sin perder detalle. Un joven fue atracado, recibió una desagradable paliza y los otros dos tipos se alejaron. El cuerpo permaneció tirado unos segundos antes de que se arrastrase lentamente en dirección a lo que parecía un pequeño libro. Repentinamente, la figura maltrecha que se arrastraba desapareció con una pequeña explosión luminosa. Una mujer erguida se limpió la cara, o al menos pasó su brazo por ella, y con otro nuevo estallido desapareció. Hellboy frunció el ceño, buscándola. No tardó mucho en darse cuenta de que estaba frente a los dos hombres que habían atracado al muchacho, charlando con ellos. No podía ver bien qué estaba sucediendo. Estaba frente a ellos, era todo lo que podía vislumbrar a aquella distancia. Tras terminar la charla o lo que fuese que hacían los dos hombres salieron como alma que lleva el diablo calle abajo, dejando atrás aquel oscuro callejón. La mujer giraba sobre si misma, como si estuviese buscando algo. ¿Habría otro tipo más? Fuera como fuese, estaba seguro que de algún modo esa mujer era a quien buscaba o era otra criatura mágica. Fuera como fuese contactar con ella no estaría de más, así que se agarró a una tubería con la mano de piedra y se deslizó fachada abajo, levantando bastantes ladrillos y provocando que el largo tubo metálico chirriase.

Cayó al suelo pesadamente, levantando una densa nube de polvo a su alrededor mientras algunos trozos de ladrillo y cemento caían a su alrededor. Se sacudió la gabardina levantando aún más suciedad que se le había quedado pegada en la bajada, y tras dar una larga calada se quedó mirando a la mujer. Era más bajita que él, como sucedía con la gran mayoría de personas con las que se cruzaba. Tenía el pelo negro e iba vestida con unos ropajes que cantaban como un canario enamorado. Cualquiera habría pensado que iba o venía de una fiesta de disfraces de egipcia o griega, ya que tenía símbolos de ambas culturas. Hellboy se sacó el puro de la boca, con el ceño fruncido mirando a la mujer. Tenía que ser ella a la que buscaba. No recordaba haber visto a nadie así vestido en su vida, y tenía poderes, tanto mágicos como esos mutantes que había por todos lados. Exhaló una densa nube gris y volvió a llevarse el puro a la boca.

- ¿Sueles ir así vestida o tienes una fiesta?-

El chirrido metálico de la tubería la alertó. Observó la enorme figura con gabardina bajar por ella y dejarse caer pesadamente sobre el suelo. Incluso bajo el manto de la noche podía vislumbrar el intenso color rojo de la piel del demonio. Porque era lo que era, un enorme demonio. Su piel se erizó en alerta mientras sus ojos afinaban la vista intentando reconocer quien era ya cual estrato del infierno pertenecía. Pero nunca antes lo había visto: enorme, con cuernos cortados y un puño que esperase no lo usara para meter en ciertos rincones como castigo en el infierno a las pobres almas atormentadas.

Arrugó la nariz  y enseñó sutilmente los dientes. Se movía pesadamente hacia ella. Muy calmado iba, ¿acaso no sabía hacia quién se dirigía? Oh pobre desgraciado, hoy era su día de mala suerte.

Mientras él se acercaba ella hacía aparecer en sus tobillos dos círculos arcanos que aumentaban la potencia de sus piernas. Justo cuando frenó frente a ella, aprovechando que soltaba el humo del puro emborronando brevemente el aire entre ambos, ella desapareció de su vista a toda velocidad y reapareció a sus espaldas, en el aire y llevando su pierna hacia atrás para coger fuerza y chutar su cabeza como si de un balón de futbol se tratara. Esperaba haber calculado bien la fuerza que necesitaba añadir a sus piernas para poder dejar inconsciente a semejante mole de carne y huesos a la primera, porque no tenía ganas de alargar aquello y quería enviarlo directo al infierno.

El pie colisionó con tal fuerza sobre el cráneo del demonio que hizo que su cuerpo cayera y que su cabeza se incrustara teniendo así una directa y rica degustación del pavimento de la calle.

-La fiesta la vas a tener tú en cuanto te eche directo por la puerta trasera con destino al núcleo de la tierra.

Su voz parecía un gruñido. Desde que estaba en aquel nuevo universo, no había parado de ir en busca de los condenados demonios que se habían colado. No podía dejarlos campar a sus anchas. Y si además sumamos a los demonios de los otros universos que también pululaban por allí…no había peor combinación posible. Y en concreto no podía dejar a ese allí... había visto a Bill, o eso creía. No podía permitirse el lujo de dejarlo ir.

La mujer le enseñó ligeramente los dientes y el demonio frunció ligeramente el ceño, sin saber muy bien a qué venía esa cara. Pero luego supuso que claro, ella no debía saber quién era y por tanto lo que veía era un enorme demonio que se le había acercado tan campante sin mostrar miedo ni nada. En el B.P.R.D habían encontrado a aquella mujer que presentaba algún tipo de poderes místicos o sobrenaturales, siempre y cuando fuese ella la que habían podido rastrear. Sus poderes aún eran una incógnita ya que según le dijeron se movía en un espectro desconocido para ellos hasta la fecha, de manera que como buen detective a él le tocaba ir a descubrir qué puñetas era lo que podía hacer esa mujer.

Curiosamente no necesitó mucho tiempo para averiguarlo. La mujer desapareció de delante de él y entonces notó un fuerte golpe en su cabeza, lo suficientemente brutal como para mandarle contra el suelo y clavarle la cabeza en el asfalto. Rojo reaccionó al instante, librándose de la prisión de su cabeza mientras algunos trocitos de piedra resbalaban por su cráneo y cara. Apretó los dientes y se llevó la mano izquierda a la boca. El puro no estaba. Miró a su alrededor y lo vio completamente mojado en un charco cercano. Sus ojos se iluminaron y se levantó como un resorte mirando a la mujer que le devolvió la puya con el gesto desafiante.

- ¿A ti qué te pasa? ¿Esa es la forma de saludar en tu pueblo? Joder... ¡Y ese cigarro era cubano!- Pero al parecer la mujer no estaba dispuesta a escuchar monsergas del demonio, y le propinó otro golpe que lo mandó varios metros a volar, deslizando su espalda por el suelo hasta frenar. Perfecto, ahora la tía con la que había ido a hablar quería marcha. Se levantó algo más pesadamente, farfullando y maldiciendo por lo bajo, volviéndose a ella de nuevo. Les separaba una distancia de unos diez metros. Sacudió la cabeza y entrecerró los ojos. Esa mujer tenía fuerza sin duda, pero se había enfrentado a cosas peores. Tal vez era el momento de ver de qué era capaz si no estaba dispuesta a hablar.- ¡Señora! ¡Que yo soy de los buenos!-

La mujer volvió a desaparecer en una nube de estrellitas, pero esta vez el demonio estaba preparado y bloqueó su golpe con la mano de piedra. Si lo quería por las malas, tendría que ser por las malas, cargando su puño para atizarle en toda la cara. Como odiaba la gente que pegaba primero y preguntaba después.

- ¡Estate... Quietecita!-

El miembro 'Hellboy' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados

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'Dado de 10' : 10