El espíritu del Carnaval (Bart, Gray, Juri, Jesse & Sasha) [5 de Marzo de 2019]

El Mardi Gras significaba en francés "martes gordo" y coincidía con el martes de carnaval. Es una gran celebración donde se despliegan un gran cantidad de festejos y eventos llenos de alegría, color y música. Era el momento de divertirse antes de la llegada de la Semana Santa. Aunque la gente no se tomaba tan en serio las restricciones que se decreta van desde la fe cristiana la semana en que murió Cristo, el carnaval se seguía celebrando con gran intensidad y emoción.

En Nueva Orleans en Luisana realizaba la celebración más grande de carnaval en Estados Unidos. Alrededor de 850.000 personas acudían a disfrutar de los festejos.  Los  desfiles y celebración se propagaban por toda la ciudad. Toda la comunidad salía a las calles a dejarse envolver y llevar por el ambiente rítmico, colorido y alegre. Los desfiles más populares eran Endymion (el sábado), Bacchus (el domingo), Zulu y Rex (los dos el Fat Tuesday). Cada noche en cada bar y club nocturno organizan fiestas llenas de música y baile. Los grupos y peñas que participan y organizan las fiestas y desfiles lanzan a los asistentes collares y juguetes baratos. Los collares son hechos de cuentas redondas de plástico de uno o varios colores, así son fáciles de llevar, menos pesados y más alegres. A diferencia de otros carnavales, en el de Nueva Orleans los disfraces y las máscaras solían usarlos casi exclusivamente los miembros de las peñas en los días anteriores al Mardi Gras. Pero era común ver a algunas personas usándolos el Martes de Carnaval.


Bart no tenía nada que hacer aquel día. La inactividad y aburrimiento le hacían estar tremendamente alterado y nervioso. No le gustaba no tener nada que hacer. Era festivo y no encontraba a nadie con quién disfrutar de su tiempo libre. Hacía poco había visto la película de Tiana y el sapo. En el film de Disney salía la ciudad de Nueva Orleans en una de sus celebraciones más famosas el Mardi Gras. El castaño se dió cuenta de que ese año la celebración de ese carnaval coincidía justamente con la semana en la que se encontraban.

El velocista pensó que sería divertido ir a ver de primera mano cómo era el Mardi Gras. Seguramente sería más divertido que permanecer en la base sin nada que hacer. Bart se preparó, como siempre a todo correr, y salió disparado hacia la ciudad mítica y mágica de Nueva Orleans. Usando su velocidad llegó en muy poco tiempo a aquella urbe. Se había vestido para la ocasión con sus ropas de civil. Bart tenía la apariencia de un joven de estilo skater. Mostró su hermosa y encantadora sonrisa al ver las calles llenas de gente dispuesta a pasárselo en grande. El jazz sonaba con gozo por todos los rincones de la ciudad. La gente reía, cantaba y bailaba en un ambiente totalmente festivo.

Jesse paseaba tranquilamente por las animadas calles de Nueva Orléans, disfrutando de los olores exóticos, la luz, la alegría y la vida que se respiraba por las calles en Carnaval. Las características casitas con las balconadas cubiertas de flores eran tan hermosas como las recordaba de la última vez que había estado allí, quizá incluso más en aquellas fechas. Una sonrisa nostálgica (y también un poco triste) se dibujaba en su rostro sereno y agraciado. Llevaba, como siempre, pantalones blancos, chaqueta negra y camisa del mismo color con alzacuellos y remaches de metal en las puntas del cuello. Caminaba con las manos en los bolsillos y un cigarrillo recién empezado entre los labios. Pasear por aquellas calles le traía recuerdos de Tulip, pero, sobretodo, de Cassidy, de la vez que las habían recorrido con Caraculo.

Negó para sí con la cabeza al pasar junto a una muchedumbre que jaleaba a una chica encaramada en un balcón para que se levantara la camiseta, pero la sonrisa no abandonó su rostro. Podían ser chiquilladas, pero era la clase de chiquillada que hacía que la vida fuera un poquito más picante. No tenía nada en contra de ese tipo de diversión mientras todos estuvieran de acuerdo. Diablos, que la gente se divirtiera como quisiera. Si Cassidy hubiera estado allí, habría sido el primero en jalear a la muchacha. De nuevo sintió una punzada de nostalgia y la sonrisa abandonó su rostro.

- Cassidy... capullo -musitó con pesar, bajando la mirada al suelo.

Finalmente suspiró y siguió adelante. No se podía hacer nada para cambiar el pasado. Los seres humanos habían sido bendecidos con el don del libre albedrío, y tenían la facultad de vivir su vida de acuerdo a las decisiones que tomaban, para bien y para mal. Cassidy había tomado muchas malas decisiones, pero era el único al que se podía culpar por ello.

Ahora estaba en un nuevo universo, y tenía ante sí una nueva vida, nuevas amistades y nuevas oportunidades. Aunque le echaba de menos... y sospechaba que nunca dejaría de hacerlo.

El agradable paseo le condujo hasta una de las muchas terrazas ubicadas en soportales. El barecito había adoptado el nombre de Robicheaux en honor al célebre músico de Nueva Orleans que afirmaba haber vendido su alma al diablo a cambio de su talento en la música. El lugar estaba bastante bien. Había estado allí alguna que otra vez y tocaban blues de vez en cuando. Se sentó en una de las mesitas de fuera, mirando hacia la calle, y levantó una mano para pedirle una cerveza a la camarera. Así podría ir viendo desfilar a la gente mientras esperaba a sus dos amigas.

OOC: Es un poco tochopost porque quería poner a mi personaje en contexto. ¡Perdón por la paja! El diálogo obviamente ha sido pactado con user previamente.


Había estado bastante alborotada los últimos días… Planaria era como una entidad ausente que brillaba por su ausencia. Un cuerpo que sabía que aparecería en mi cama tarde o temprano. No sólo ignoraba el teléfono y pasaba por completo de darme explicaciones, es que resulta que siempre, la que se quedaba en casa, era yo. Era como si nunca hubiese confiado en mi verdadero poder y como si mis problemas nunca hubieran sido lo suficientemente grandes como  para que apartase los suyos sólo por un instante. Su cambio brusco de personalidad, el abandono de los Abyss, su adaptación a Estados Unidos… Eran problemas completamente superables que el tiempo acabarían curando pero por lo visto, yo tenía que hacer de tirita. Y mi límite estaba demasiado cerca de nuestra relación. ¿Dónde estaba el Plana que yo conocí? El que no era un engreído consentido.

Por eso, cuando recibí la llamada…

-No sé Jesse… la verdad es que no estoy muy de humor para fiestas y...son más de dos horas de vuelo- excusa barata lo del vuelo. Estaba acostumbrada a vuelos del estilo y había hecho algunos en la vida bastante más largos. Además ese en concreto debía ser un vuelo agradable, bordeando toda la costa Este…
- Venga, canija, que no te vas a arrepentir. ¿Has estado alguna vez en Nueva Orleans? Las fechas del carnaval son alucinantes, te lo aseguro. Es una ciudad preciosa y me gustaría enseñártela. Además, así te presento a mi amiga Gray de la que te he hablado. He quedado con ella en un barecito con mucho encanto donde tocan un blues alucinante... ¿Tengo que seguir? - Escuché con su voz la sonrisa que tenía, casi podía verla.

-No, no la conozco pero... - suspiré - Además sólo podría ir un par de días, no puedo dejar la pastelería sola tanto tiempo y menos ahora a principio de mes que tengo que coordinar todos los pedidos...-

- Hey, un par de días es más de lo que necesito. No te arrepentirás, palabrita de predicador - el muy cabrón me estaba poniendo ojitos telefónicos.

-Te detesto, Jesse. Te odio muy fuerte. Te odio tanto que casi da la vuelta y parece que te quiero -chasqueé la lengua- ¿Así es como predicas tú normalmente? Coño...- suspiré de nuevo - Buscaré vuelos esta tarde...-

- Lo sé nena, es mi encanto habitual...  Ah, en el fondo te gusta, admítelo. Venga, ya me dices a qué hora llegas. El bar se llama Bordeaux. En cuanto cuelgue te mando por WhatsApp las indicaciones. Tengo ganas de verte y que me pongas al día de todo. Un beso, Sasha.-

- ¡Con Dios, capullo! - colgué entre enfurismada e ilusionada -

Total, que cerré la maleta de cabina y me fui al aeropuerto por la mañana. Mochila a los hombros y tarjeta en mano, hice el embarque sin problemas y aterricé en el Louis Armstrong a tiempo. Eso sí, aquello estaba hasta los topes de gente. Turistas de todas partes del mundo, nativos que volvían para el Mardi Grass… Ya en el aeropuerto el duty-free y algunas tiendas ofrecían máscaras repletas de purpurina. Y...caí. Caí estúpidamente y me compré una máscara  fina de encaje por si acabábamos saliendo de fiesta llevar algo carnavalero. Era barata, de eso no podía quejarme. La doblé, la guardé en la mochila, escribí a Jesse para avisarle de que ya había aterrizado y me pedí un uber hasta el hotel Downtown Marriott, no comprendía por qué costaba la mitad de los hoteles de su alrededor teniendo 3 estrellas.

Entré a la habitación, estaba todo limpio, impecable, los materiales eran de buena calidad y los ventanales cogían muchísima luz. Me desplomé en la cama para estirar la espalda y aunque tuve la tentación de quedarme ahí, conseguí levantarme, ducharme y prepararme. Vacié de la mochila todo lo que no necesitaba para salir, abrí la maleta sobre la cama y me puse un conjunto de mi estilo, con un croptop negro que enseñaba los hombros, aunque los llevaba escondidos bajo la chupa. Miré el reloj y aun me sobraba tiempo. Decidí maquillarme, hacía tiempo que no me cuidaba en ese aspecto y me puse unos ojos rojos intensos y un labial granate. Terminé de cepillarme el pelo, un poco de colonia y mientras guardaba la tarjeta del hotel en la funda del móvil aproveché para buscar la ruta en google Maps.

Lo cierto es que Jesse parecía ser mi ángel de la guarda. En los momentos más jodidos, cuando más desesperada me sentía, aparecía de la nada como un buen recordatorio de calendario. Puntual, sin saber nada de mí, pero siempre me escribía cuando me acercaba al abismo. Era una casualidad que me gustaba disfrutar.


Seguí las indicaciones lo mejor posible, esquivando gente, borrachos (¿Ya?) , disfraces, plumas… Y si los puestos del aeropuerto me habían parecido coloridos esto era otra cosa. Retiré mis gafas de sol hacia la cabeza y pude ver collares de perlas multicolor, boas de plumas, sombreros, máscaras aún más grandes y vistosas, gafas con todo tipo de decoraciones… Era el paraíso del cotillón. Ese sitio tenía algo.. que te hacía sonreír. Los colores, el ruido de la gente en sus calles, los puestos, el olor a la comida urbana picante y dulce, el sonido de varios saxos… Pensé en Drago y en el club de Jazz... Seguramente le hubiese encantado escuchar esto.  

Llegué al sitio indicando màs tarde de lo que pensaba -¡Jesse!- saludé efusiva con el brazo en alto de lado a lado. -¿Cómo estás? No sabes cuánto me alegro de verte…- me acerqué todo lo rápido que pude y le abracé con fuerza por los hombros- ¿Cómo estás? Tenías razón… esto es alucinante- sonreí y le coloqué las solapas metálicas con los dedos después del abrazo. Me senté frente a él, guardando las gafas de sol en la mochila y ojeé la carta de cervezas. -Quiero una Dixie Brewery, tostada por favor- Por primera vez en mucho tiempo, sonreía tranquila y pude sentir el pinchazo del hambre. -¿Tú debes ser Gray no? Jesse me ha hablado mucho de ti, es un placer- le tendí la mano esperando un saludo y a la cerveza. 

Había muchísima gente, las calles estaban abarrotadas. Mates de gente destilando ganas de diversión, alegría y festividad. Bart no podía transitar con su habitual velocidad porque no tenía hueco para correr. Sin embargo, disfrutaba de todo ese ambiente. Veía los diferentes rostros con sus diferentes formas de vestir. Era algo realmente hermoso. Al castaño le encanta ver a gente alegre disfrutando.

Nueva Orleans era una ciudad preciosa. Se caracterizaba por un fuerte componente mágico y fuerte mestizaje. En esa época del año con toda ese despliegue de color, música, jolgorio y diversión hacían que la ciudad brillase con más intensidad.

Los desfiles eran impresionantes. Impresionantes gigantes llenos de vida y color. Música y bailarines bailando con toda su gracia, simpatía y sensualidad. Las carrozas pasaban por las calles tirando coloridos collares. A Bart le cayeron dos en las manos; uno morado y otro rojo carmesí. Se los puso para estar mimetizado con esa  frenética corriente de emoción y alegría que impregnaba todo.  

El velocista avanzaba por las calles festivas fijándose en cada detalle. Era la primera vez que acudía a al Mardi Gras. Le hubiera gustado compartir esa nueva experiencia con su familia y amigos pero como fue una decisión precipitada e impulsiva no pudo contar con ellos. Pero como era extrovertido no le importaba haber ido en solitario.

Pasaba por un bar y decidió entrar para tomarse un refrigerio. Pidió un refresco y un poco de comida del lugar. El castaño  se fijó en una camarera de aspecto dulce que servía las mesas con brío. Era alta y delgada. Su piel era de un tono chocolate claro. Sus ojos eran de un profundo marrón y sus rasgos africanos estaban muy dulcificados. Se notaba que era una persona que tenía en su sangre herencia de dos razas. Su cabello largo y rizado estaba recogido en una coleta alta. Era una joven que llamaba la atención, tanto por su destacable belleza física como por su agradable y simpática actitud.

Vio a Juri y fue a saludarla. La había conocido con su identidad civil, aunque ella hubiera visto sus poderes.

-Hola, ¿que tal? - Hacía muchísimo que había sido su primer encuentro. Era una gran casualidad volver a coincidir con una persona a la que sólo habías visto una vez y no tenías ninguna conexión. Encima en un festival con tantísimo público.

Jesse nunca había tenido problemas con el contacto físico; al contrario, era bastante afectuoso con aquellos a los que apreciaba, así que cuando vio acercarse a Gray sonrió de oreja a oreja y fue hacia ella para corresponderle al saludo.

- ¡Hey! Te veo bien -dijo alegre-. Me encanta tu nuevo look.

Personalmente prefería estilos más sobrios para vestir, principalmente tonos blancos y negros, y en toda su vida no había usado jamás un tejido estampado, pero ya se había acostumbrado a los estilos tan eclécticos de vestir de Gray, y tenía que admitir que le iba bien con su personalidad. Encajaba, simplemente. Como una pieza de un puzzle muy particular.

Cuando ella se sentó, él hizo lo propio, sin prestar atención a su postura.

- ¡Ya lo creo! -su mirada nostálgica se perdió en la muchedumbre que pasaba perdida en un mar de diversión, alegría y color-. Tengo muchos recuerdos agradables de Nueva Orléans.

Y también algunos no tan agradables, como la vez en la que él y sus amigos habían estado a punto de perder la vida a manos de "les Enfants du Sang". Pero bueno, seguro que tampoco existían allí, como todo lo demás de su universo.

Y, entonces, entre la multitud, descubrió a alguien conocido y su sonrisa se ensanchó aún más. Levantándose, fue a su encuentro.

- Anda, ¿pero quién es ésta belleza que se oculta bajo la máscara? -dijo en tono de broma inocente, entre amigos, pasándole un brazo por la cintura y otro por los hombros para corresponder a su abrazo de manera cálida y afectuosa.

El gesto le salió de manera natural, sin ninguna implicación sexual. Como hemos dicho, Jesse era un tipo cariñoso y cercano, y había llegado a apreciar mucho a Sasha en el año que hacía desde que la había conocido. Era una muchacha fuerte, valiente, atrevida y lanzada, y además era guapísima. Alguna que otra vez había fantaseado con lo que sería abrazarla en un contexto diferente, pero rápidamente había desechado el pensamiento. Sasha tenía novio, y no estaba en su naturaleza interferir en relaciones ajenas.

- Te lo dije; hazme caso: te irá mejor en la vida -bromeó haciéndole un guiño con el único ojo que le quedaba antes de volver a tomar asiento-. ¡Sep! Gray, ésta es Sasha. Sasha, ésta es Gray -repitió, para cumplir con las formalidades, y le pasó a la más mayor el brazo por encima de los hombros para acercarla afectuosamente hacia sí-. Ésta moza y yo hemos pasado por alguna que otra aventura juntos, y me ha sacado las castañas del fuego más de una vez, ¿a que sí, Gray? Y Sasha es...

Hizo una pausa, mirando fijamente a la mutante, perdiendo durante un instante su tono desenfadado y jovial.

- ...una buena amiga -volvió a sonreír, recuperando automáticamente su actitud amigable habitual, como si no hubiera pasado nada-. Nos conocemos desde hace algún tiempo, ¿verdad, Sasha?

En ese momento llegó la camarera con las bebidas y Jesse tomó su jarra, llevándosela a los labios.

- Bueno, Gray, cuenta; ¿Qué has estado haciendo estos últimos meses?

Al lado de su mesa, un camarero estuvo a punto de tropezar, causando un pequeño estrépito de vasos tintineantes recogidos a tiempo, llamando la atención del predicador. Al mirar en su dirección pudo ver a una joven bastante atractiva con un peinado peculiar que no desentonaba en aquél ambiente y que, al parecer, había sido la causa del traspié del pobre diablo.

Ah, la juventud y sus hormonas, pensó el sureño, sin poder disimular una sonrisa mientras le daba un trago a su cerveza. Él también había pasado por esa fase, pero parecía que habían pasado eones desde los tiempos en los que robaba coches con Tulip...

En ese momento apareció un muchacho joven y atractivo y se puso a hablar con la morena. Posiblemente su cita de carnaval. Jesse apartó entonces la mirada para no ser indiscreto y volvió a focalizar la atención en sus dos amigas.

- Sasha, ¿qué es de tu vida? ¿Cómo le va a Plana?

Estaba en un paraíso. Despreocupación, baile, color, Jazz… Joder, era una maravilla. Ese sitio sanaba cada poro de mí, o así lo sentía. Ya nada importaba. Ni las misiones, ni la posible ruptura con Planaria, ni mi identidad, ni la carta… Sólo podías disfrutar. Y ya el abrazo de Jesse coronó la tranquilidad y terminó de componer la medicina que necesitaba. Le susurré al oído - A la próxima elige un solo disfraz… Lo del párroco pirata está muy visto- me separé y le planté un beso inmenso en la mejilla, agradeciendo que el labial fuese permanente. Poder tener estas bromas con alguien cercano era una gozada. Plana se ofendía con el vuelo de las hojas…
-Arg, odio que tengas razón- correspondí la fuerza del saludo con Gray y la miré con sinceridad-De verdad que es un placer - ...una buena amiga- Oh, eso no suena tan épico. Pero bueno, acepto el rango con gusto- dije algo picajosa, sacándole la lengua. -Pues ahora que lo dices… hace casi un año, ¿No?¿Más o menos?- Justo me sirvieron la cerveza, agradecí al camarero y di un sorbo. Estaba fresquísima, deliciosa, brillante… ¿Todo en esa ciudad tenía magia o qué?

Seguramente a Jesse le resultase extraño verme con ese estado de ánimo, teniendo en cuenta mi situación y todo lo que él sabía de mí. Aunque no lo supiese todo… Pero la verdad es que tenía tan pocos buenos días que preferí aprovecharlo.

Rocé la máscara con los dedos con el cumplido de Gray -¡Gracias! La verdad es que ha sido un apaño de última hora… pero no está mal- Le dediqué una sonrisa amable. Luego la desaté y la guardé en la mochila, para estar más cómoda. Me rasqué el tabique justo después.

Esperé a que Gray le pusiese un poco al día, algo distraída la verdad, resultaba difícil no hacerlo en ese sitio. La boca se me iba incluso a las letras de las canciones y canturreaba por lo bajo alguna que otra.

- Sasha, ¿qué es de tu vida? ¿Cómo le va a Plana?- Justo en el clavo. ¿Vocación de confesionario? Sopesé durante unos instantes. ¿Evado la pregunta? ¿Miento?... Al final, en el ambiente y la compañía, los problemas parecían tener menos peso… y decidí ser sincera. -Bueno... Le va. Sabes que intento cuidarle y no parece mejorar desde que las cosas le salieron mal con su grupo de Europa…- Carraspeé, jugando con las gotas de condensación de mi cerveza. Una parte de mí se seguía sintiendo muy dolida por haberme dado cuenta de que siempre era yo quien anteponía todos mis problemas a su única dificultad en la vida, los malditos Abyss. -Creo que… va a embarcarse en una aventura a solas… Muy pronto. Digamos que en la lista de tareas de mi piso va a volver a estar solo mi nombre… Es probable…- Me dolía, pero no me hundía. De todos los problemas que tenía, una ruptura era algo que percibía casi como liberador. Lo dije con dolor, sí, pero también muy tranquila. Lo llevaba sopesando mucho tiempo y había sido algo deliverado. Me encogí de hombros. No estaba segura… pero una parte de mí sabía que era lo mejor. La idea de romper con Planaria me había hecho más daño del que merecía. Y a pesar de saber que era algo importante y que él me necesitaba... No podía quedarme con él cumpliendo un papel con el que no estaba cómoda. Además, ya lo había hablado con él. Varias veces, en varias ocasiones, explicándolo de todas las maneras posibles, y era algo que no cambiaba. La falta de comunicación, los riesgos innecesarios que corría constantemente, las mentiras, las llamadas de atención... No podía más. Y quedarme con él por lástima o por ser su apoyo me parecía ruin, mezquino y mucho peor que ser sincera, poner los sentimientos sobre la mesa... Y asumir que nuestra época juntos había llegado a su fin. Por el bien de los dos. A mí no me hacía bien su compañía. Él no podía depender de alguien como yo.-No lo sé. Es probable que vuelva a la soltería en menos tiempo del que me esperaba- Di un trago a la cerveza mirando a Jesse. Me encogí de hombros y le dediqué una sonrisa algo apaciguada, tratando de quitar peso, diciendo con la mirada "Pero no pasa nada".

A fin de cuentas, no quería arruinar el ambiente. Ya se lo había dicho, ya me había arrancado la tirita, ahora sólo quedaba disfrutar. Agradecí para mí la pregunta de Gray. -¡Eso, Gray, dejémonos de dramas! ¿Tú qué? ¿Qué es de la vida del predicador?- me incliné hacia delante con interés, apoyando una mano sobre mis piernas cruzadas.

- Me ha ido bien. Siempre ando con situaciones como la que nos conocimos.- comentó jovial y siempre optimista el joven castaño.

Bart y Juri se conocieron en la inauguración de una estación de metro que se vió atacada por un extraño ente formado por alimañas. Desde ese momento donde se cruzaron  hasta el momento actual, el velocista había tenido varias aventuras y algunas crisis. La revelación que el Bart de otro universo en verdad era su malvado clon, Thaddeus Thawne, había revuelto su mundo y de todos aquellos que les conocían. Su estado de ánimo se había visto alterado por el encuentro con Thaddeus. Todo lo que había estado guardando desde su llegada a Omega había explotado. Pero gracias a que su abuela Iris y Joan siempre estaban muy al pendiente de él había logrado reponerse. Ahora se encontraba con su característico buen humor y personalidad optimista.

- ¿Que te trae aquí? A claro- dijo tras recapitular un segundo- seguro que estás aquí por lo famosa que es la celebración. -Se rió ligeramente.-

Bart se sentó en la mesa de la diosa hindú, como si fueran amigos de toda la vida. El adolescente se alegraba de encontrar a alguien conocido entre toda la maragunta de gente que había acudido a la festividad del Mardi Grass. Le dió un largo y profundo tragó a su Cocacola para después empezar a devorar sus patatas con salsa. Terminó lo que había pedido en un visto y no visto. Se limpió la boca con las servilletas de papel y decidió pedir algo más. Se levantó, diciendo a Juri que iba a por algún bocado más y que si quería le podía traer algo a ella. Bart se acercó a la preciosa camarera y cuando la iba a llamar para que le atendiera, la gente empujó a la chica. La comanda que estaba llevando salió disparada. Bart presuroso se lanzó a recoger a la muchacha para que no saliera herida. Pero no había calculado que con tanta gente algo saldría mal. Sabía que en público no podía hacer uso de sus poderes. Miles de ojos podían captar algo y ponerse sobre aviso. Nunca había que dar indicios. Así que, usando un ritmo normal la gente le  empujó y pisoteó.  Al final el castaño se cayó sobre la mesa en la se encontraban Sasha, Gray y Jesse. Bart se levantó y se dió cuenta del estropicio que había originado. Pensó que al menos la camarera no se había golpeado.

- Perdón- dijo arrepentido. El castaño empezó a limpiar y recoger el estropicio que les había causado a Gray, Sasha y Jesse.

Se echó a reír al escuchar el susurro de Sasha.

- Si supieras la cantidad de veces que me han hecho la broma del disfraz... Aunque lo del pirata es nuevo -admitió, ufano.

Jesse era plenamente consciente del hecho de no ser un predicador al uso, y estaba bastante a gusto con ello. De hecho la mayoría de las veces era él quien hacía las bromas al respecto.

El moreno no solía quedarse sin palabras, pero cuando Sasha le sacó la lengua, en lugar de soltar alguna de sus habituales ocurrencias permaneció en un insólito silencio mientras las dos mujeres charlaban entre sí. "Poco épico...". Habría querido añadir más... mucho más. Porque Sasha era más que una compañera para él.

Hacía bastante que se había dado cuenta de que albergaba sentimientos hacia ella. Intentaba convencerse a sí mismo de que no era amor, pero cada vez que la veía se quedaba sin respiración; Aquellos preciosos ojos verdes en los que era tan fácil perderse, sus largas pestañas, sus carnosos labios, su personalidad enérgica y vital, su carácter indómito, su sentido del humor, su naturaleza afectuosa, su lealtad y fidelidad para con sus amigos... La había escuchado más de una vez en confesión, y no podía evitar sentir una profunda admiración hacia ella al ver todas las adversidades que había tenido que superar en su vida y el coraje con el que las había afrontado. Había muy pocas personas como ella en el mundo y se sentía profundamente agradecido por haber llegado a conocerla.

No sabía cuándo había empezado a sentirse atraído por ella, si durante las sesiones de confesión, o en alguna de las veces que habían quedado para tomar una copa, o si había empezado la misma noche en que la había conocido, cuando había salido al exterior del mugriento bar de carretera en el que se encontraban para imprecarle a Dios a pleno pulmón, borracha como una cuba. Pero no podía ser, porque Sasha tenía novio, y él no era la clase de persona que jodía a otra porque sí, por lo que se había visto obligado a tragarse sus sentimientos.

Así que sí... le habría gustado describirla de una manera mucho más colorida, pero se había interrumpido a la mitad y el resultado final había sido... "poco épico". Ligeramente disgustado consigo mismo trató de disimular su malestar tras la jarra de cerveza esperando que la conversación discurriera por otros derroteros y se olvidara aquella pequeña metedura de pata.

- Ahem -carraspeó para aclararse la garganta, contento por poder cambiar de tema-. Pues en realidad os conocí casi a la vez... A Gray la conocí justo al poco de aterrizar en Omega, y a Sasha algo así como... ¿un mes después? -le hizo un gesto de interrogación con la mano abierta para que le corrigiera si no se acordaba bien.

La miró con curiosidad mientras seguía hablando. Parecía bastante animada a pesar de todas las cosas horribles que le habían pasado últimamente. Su entereza era encomiable. Y, entonces, como si tuviera pocas desgracias en su vida...

- Bueno... Le va. Sabes que intento cuidarle y no parece mejorar desde que las cosas le salieron mal con su grupo de Europa…

- ¿Qué? -enarcó una ceja de manera crítica-. ¿Todavía está con esa mierda? ¿Pero cuándo se separó de los Abyss? ¿No hace como mil años?

Jesse tenía muchas virtudes, pero la tolerancia hacia la tontería ajena no era una de ellas, especialmente si venía de otro hombre. Hijo de un ex-marine, Jesse se había criado viendo películas de vaqueros, y cuando a su padre le habían volado los sesos, había adoptado al mismísimo John Wayne como figura paterna y referente a seguir, lo cual le había condicionado en muchos aspectos, para exasperación de su antigua novia, Tulip. Había sido precisamente gracias a ella que había experimentado algunos cambios en su manera de ver y entender la vida, pero aún así era poco dado a compartir sus sentimientos o a mostrarse vulnerable, y desde luego, algo que jamás haría en su vida sería autocompadecerse. Por eso no podía entender a las personas que, como Planaria, se quedaban atascadas en un hecho traumático de su vida y seguían girando eternamente alrededor sin conseguir avanzar. A él le habían torturado de pequeño obligándole a pasar días e incluso semanas encerrado en un jodido ataúd en el fondo de un pantano, le habían arrebatado a absolutamente todos sus seres queridos y a todo su universo, y estaba atrapado en una profesión que ni siquiera era lo que él habría querido ser, y aún así no le veías regodeándose en sus pesares, sino todo lo contrario. Que Planaria tuviera a una chica tan maravillosa como Sasha a su lado y aún así fuera incapaz de sacar la cabeza de su propio culo parecía algo imperdonable.

Sintiéndose más cabreado de lo que debería haberse sentido si Sasha fuese sólo una amiga, dio un generoso trago a su jarra de cerveza... y estuvo a punto de atragantarse al oír lo que ella dijo después. Trató de disimular como pudo el arrebato de tos subsecuente llegando justo a tiempo para escuchar su última frase y encontrar su sonrisa y su mirada. Su corazón se derritió. Aquello era justo lo que habría podido desear... Una oportunidad para poder ser algo más que... un buen amigo. Si hubiera tenido menos escrúpulos. Pero Jesse era, fundamentalmente y en esencia, una buena persona. Cómo él se sintiera no importaba. Lo único que importaba era que Sasha fuera feliz, así que hizo lo único que podía hacer...

- Joder, Sasha, lo siento mucho... ¿Hay algo que yo pueda hacer para ayudar? Si tú quieres podría hablar con Planaria, ver qué es lo que le pasa, por qué no es capaz de avanzar... Es un buen chico, y tú lo sabes -decir aquello le costó tanto como beberse una jarra de vinagre, pero lo dijo porque era cierto-. Y sé que estaría dispuesto a sincerarse conmigo porque es un buen cristiano -signifique eso lo que signifique, porque ya no lo sabía ni él...-. Él... te hacía feliz. Al menos al principio... hacíais buena pareja -dijo con sinceridad-. Me... daría mucha pena veros cortar -añadió, ésta vez con un poquito menos de sinceridad.

Mientras tanto, su mente era un torbellino de pensamientos confusos y contradictorios. Aún no habían llegado a cortar, y su deber cristiano era tratar de ayudar a enmendar las cosas. Además... ella era demasiado joven para él, y... y tampoco le había notado nunca esa clase de interés en su persona. Él sólo era su amigo y confidente, nada más. No tenía que pensar nada más. ¡Joder! La abstinencia le estaba afectando el cerebro. ¿En qué estás pensando, Jesse? ¡Recomponte, hombre!

Dios se tenía que estar partiendo de risa en su puñetero trono.

Dejémonos de dramas, sí... La atención de las dos estaba fija en él, esperando que les contara sus hazañas de los últimos meses. Soltó la jarra sobre la mesa y suspiró, cruzando los brazos sobre la superficie de madera.

- Pues... nada del otro mundo. Hará cosa de un mes ayudé a frustrar una red de tráfico de carne de caballo que suministraba ejemplares jóvenes al extranjero para consumo humano... Los muy cabrones se dedicaban a robarlos en las granjas -aquello le había cabreado muchísimo. Para él los caballos eran sagrados-. Y poco más...

Recordó lo que le había pasado en agosto del año pasado, cuando el vampiro templario chiflado que había encontrado en Arizona le había hablado del fin del mundo y de aquella extraña profecía acerca de una invasión demoníaca... Pero había pasado mucho tiempo desde entonces y no había sucedido nada. Seguro que sólo habían sido los desvaríos de un loco... Nada con lo que mereciera la pena perturbarlas.

- Voy de aquí para allá, oficio en misas cuando los párrocos regulares están indispuestos, hago confesiones, celebro algún bautizo, alguna boda, alguna que otra pelea, bastantes funerales y aún más borracheras... La vida del predicador -resumió.

Fue a echar mano una vez más a la jarra de cerveza pero, en aquél momento alguien se estrelló contra la mesa, provocando que todas las bebidas se volcaran derramando su contenido. Al estar de espaldas no había visto la conmoción inicial con la camarera, así que le pilló de improviso.

- Perdón -dijo el causante, que Jesse reconoció como el chico que había estado hablando con la atractiva morena de la otra mesa. Parecía muy apurado, así que Jesse se apresuró a hacer un gesto para restarle importancia a la cosa.

- No te preocupes, chico. El mundo no se va a acabar por un par de cervezas. El whiskey, en cambio... -añadió para hacer una broma, con un guiño cómplice hacia Gray. En una situación normal habría esperado que el causante del estropicio pagara por las consumiciones derramadas, pero Jesse dudaba mucho que un muchacho tan joven tuviera trabajo siquiera, así que asumiría él los costes-. No pasa nada, de verdad -dijo ayudándole-. Sólo procura tener más cuidado la próxima vez, ¿Ok?.

No recordaba la última vez que estaba tan relajada. Simplemente disfrutando del ambiente de la calle, del clima, de las risas de la compañía… Era uno de los pocos instantes plenamente felices de esa época, notando los rayos del sol en mi cara, radiante y contenta. Notaba incluso nervios en el abdomen por la mera excitación de estar allí. Parecía que el destino se hubiese conjurado para ofrecerme un instante perfecto y por los dioses, pensaba disfrutarlo.

La genuina reacción de Jesse respecto al tema de los Abyss provocó que tuviera que contener una risa para no escupir el trago que acababa de dar. Conseguí tragar por los pelos, evitando que se me saliese por la nariz y le miré balbuceando entre risas -Sí… ahí sigue.. - me limpié con el dorso de la mano parte de la bebida que me cayó por la comisura al intentar no ahogarme.

Jesse… era un tipo increíble. No importaba cuan jodido estuviese, los problemas con los que tuviera que lidiar, sus propias miserias… Él siempre estaba ahí, con una sonrisa y su mirada brillante deseando ayudarte. Se sobreponía a todo lo que la vida le echase y más. Era un luchador pero mantenía su parte humana, ese cariño y esa calidez... Siempre era capaz de hacerme sentir como si estuviese en casa, ahí fuese en una bar de carretera, en medio de la ruidosa Nueva York o en pleno Mardi Grass. -Gracias Jesse…- dije volcando todo mi cariño y agradecimiento, buscando su mirada con un suspiro. En ese instante, aprovechando que me detenía a pensarlo… era todo lo opuesto a Planaria. En él los problemas eran cicatrices que curtían, de las que aprender y ser un hombre mejor mientras que en mi novio eran motivos y excusas para no querer mejorar… -Pero Plana no necesita a un predicador. Ni a un padre ni a un hermano que pueda guiarle… Necesita un psicólogo. Y aunque confío en tu capacidad… me temo que mi paciencia ha terminado de colmarse. Durante este tiempo he sido su chófer, su ayudante, su doctora, su anfitriona, su terapeuta… Le he dado trabajo, le he dado un sitio donde vivir, le cocino platos hipercalóricos para que no tenga que estar comiendo todo el día y no le falte de nada, mis amigos son sus amigos… Y ha llegado un punto en el que necesito destinar esas energías para mí, ¿Sabes? Tengo la sensación de que no puedo dar más por él y aun así no es suficiente y … Ahora mismo me necesito.- miré la cerveza de Jesse y por un instante me perdí en su brillo al sol. Pensaba en los primeros momentos con Plana. Jesse tenía razón. Hacíamos muy buena pareja… Pero había empezado a lastrarme en el camino y a veces se comportaba como un verdadero cabronazo. Aunque eso no estaba dispuesto a airearlo en una conversación. Había cambiado mucho desde los Abyss… y… creía que era más fuerte pero a veces, en realidad, me trataba como la mierda sólo porque él lo había pasado mal. No estaba dispuesta a dejarme pisar de esa forma. -De verdad que me gustaría saber cómo ayudarle… tener más herramientas… Pero las he consumido todas y ahora está empezando a consumirme a mi- dije, rompiendo la mirada perdida y volviendo a conectar con mi amigo. Buscando darle la mano, algo fría por la bebida. -Pero te lo agradezco de corazón… Además yo estoy muy bien sola, quizá sea demasiado independiente- me encogí de hombros con una sonrisa y di otro largo trago a mi jarra. -Pero de verdad que estoy bien, y estaré mejor aún cuando lo haga. No hablemos más de esto, ¡Quiero conocerte Gray! Tengo mucha curiosidad, Jesse me ha contado muchas anécdotas sobre ti pero tienen que ser aún más interesantes contadas en primera persona- me relamí los labios, dejando la cerveza de nuevo sobre la mesa y me crucé de piernas escuchando con atención. Pero primero le tocaba a Jesse.

-¿En serio? Qué cabrones… Me alegro mucho de que pudieses hacer algo… encima con caballos, eso es tocarte la fibra casi a propósito. Creo que- y antes de poder terminar, un chico se estrelló sobre nuestra mesa, derramando todo lo que quedaba, poniéndose perdido y acabando algo desorientado. -¡JODER!. Hey chaval ¿Estás bien?- me levanté a toda prisa para tenderle la mano y ayudarle a levantarse. Le dejé mi silla para sentarle frente a mí. -Te has tenido que destrozar, estas mesas son durísimas…- me puse de cuclillas frente a él, mirándole si tenía heridas o sangre, buscando superficialmente por su cuerpo. -¿Te duele algo? ¿Te has dado en la cabeza?- Buscaba sus ojos, que por cierto los tenía preciosos, tratando de averiguar si el chico estaba bien.

Tenía debilidad por los adolescentes, tenía que reconocerlo… A fin de cuentas tanto tiempo en la mansión durante mi propia adolescencia y tiempo después me hacía perder el culo por los adolescentes en apuros. Y además… desde fuera había parecido una ostia tremenda. -También puedo lavarle la camiseta en el baño- añadí mirando a Gray, y de hecho sólo tardaría unos segundos en secarla usando mi poder.

- A mí también me alegra verte. Espero que estés aprendiendo mucho sobre las costumbres.-

Cuando se acabaron las consumiciones, Bart se levantó para pedir más. Fue en aquel momento en el que la camarera estuvo a punto de car y el castaño la socorrió. Bart miraba siempre por los demás antes que por sí mismo. Por eso, no le importó impactar contra la mesa habiendo salvado a la camarera. Pero debido a la concurrencia del lugar no había visto que había en la mesa en la que había acabado. quizá si le hubiera echado un ojo podría haber evitado derramar las bebidas de los comensales así como mancharse con el derramamiento de estas.  Al ver lo que había generado salvar a la joven trabajadora pidió disculpas. En un segundo se planteó sus acciones, había salvado una comanda y sin embargo, otros pedidos habían sido derramados. Intentó ayudar en una cosa y había afectado a otra que singular era el mundo.

Uno de los comensales respondió a sus disculpas diciendo que no se preocupase que eran tan sólo unas cervezas derramadas. Muy acorde con el dicho de qué sirve llorar por la leche derramada. Luego hizo una broma sobre el whiskey que Bart no captó muy bien y ladeó su cabecita intentando comprender.

-Estoy bien- le respondió a Sasha y se levantó para acaldar la mesa. - He tenido una buena caída.- Un buen metabolismo más bien.

Bart se encontró con la mirada bondadosa de Gray que le ayudó a limpiar. La agradable y simpática anciana también le indicó que no pasaba nada.  Luego le hizo darse cuenta de que se había ensuciado. Miró su ropa que se había calado con las bebidas. Pensó que quizá podría ir corriendo a la base, cambiarse y volver. Juri sabía de sus poderes así que no habría problema. Sin embargo, tanto Gray como Sasha se habían ofrecido a ayudarle y no pudo decirles que no o inventarse una excusa. Era muy malo mintiendo y si salía el tema de cómo había salado ropa nueva no sabría qué decir.

Negó con la cabeza. - No, no tengo ropa de cambio.- Hizo un gesto con la mano ante la propuesta de Gray. No iba a dejar que una mujer mayor se quedase desnuda en medio de una gran celebración. Aunque había mucha gente que iba con poca ropa, enseñando más de lo debido en circunstancias normales no le parecía bien dejar a Gray sin su ropa. - No sé preocupe, ya veré lo que hago. Aunque huela un poco fuerte quizá se seque rápido.- Era un olor un poco desagradable para un joven que no estaba habituado a beber.

-WOW, eso es una gran idea.- Bart se quitó la camisa y se la entregó a Sasha. El velocista pensó que seguramente aquella mujer secaría la camiseta con el secamanos del baño.

-Os puedo resarcir comprando otras bebidas.- comentó atento y jovial el velocista. Realmente el muchacho no tenía ni idea del precio del alcohol porque no le gustaba ni tampoco ese sabor amargo ni tampoco le hacía efecto. Por lo que no era algo que consumiera. - De acuerdo, procuraré ser más cuidadoso.-

Bart se alegró de que Juri se hubiera acercado. Así también podría socializar y descubrir más costumbres de la gente.

Jesse dirigió una mirada seria a su compañera.

- Los caballos no se tocan. Ni siquiera para robarlos. Punto.

Durante el último año había podido congeniar muy bien con la anciana porque compartían puntos de vista y filosofías muy similares. Había habido una época en la que él mismo se había dedicado al robo para sobrevivir, pero siempre había tenido una norma muy clara en su mente, y era que los caballos quedaban totalmente fuera de la ecuación. Miró a ambas mujeres dándose cuenta de que iba a tener que aclarar un poco más su postura para que pudieran entenderle.

- Es una cosa muy mía. Como las dos sabéis me crié viendo películas de John Wayne y supongo que me han influido mucho -se encogió de hombros dándole un sorbo a su cerveza-. Pero en esa época, cuando le robabas a alguien el caballo estabas haciendo más que simplemente quitarle su medio de transporte o de vida. Le dejabas tirado en mitad del desierto, rodeado de serpientes, escorpiones y todo tipo de alimañas preparadas para comerte, y entonces no había un servicio de emergencias al que llamar. Joder, por no haber no había ni carreteras. Básicamente era una condena a muerte. Los caballos son mucho más valiosos que un puñetero coche. Son seres vivos, y durante mucho tiempo fueron fieles compañeros, casi al mismo nivel que los perros, ¿sabéis? Los perros también deberían ser sagrados -sentenció, acordándose de su querido Skeeter, que se había quedado en su universo de origen, dondequiera que estuviera, o de su pobre, pobre, Duke, que había cometido el error de cabrear al bastardo de Jody cuando era pequeño.

La única razón por la que no había ido a un refugio a buscar algún chuchillo callejero que pudiera hacerle compañía era porque se pasaba la vida en la carretera y en la mayoría de los moteles de mala muerte en los que se dejaba caer no permitían animales. Aquella no era vida para un perro. Un perro se merecía tener un terreno en donde poder estirar las patas y correr de vez en cuando, no pasarse la vida enroscado en el cajón de una pickup miserable. Pero vaya si echaba de menos tener un compañero peludo con el que hablar cuando estaba demasiado aburrido y demasiado cansado para aguantar las monsergas del Duque.

Gracias a Dios, Sasha no pareció notar ni su turbación ni los motivos de ésta, aunque a juzgar por la sonrisita de Gray, parecía que su vieja amiga sí que había notado algo. Cuando la mutante le dio las gracias, sintió una involuntaria calidez extenderse por todo su cuerpo.

- No hay de qué -musitó, aprovechando que Sasha seguía con su historia para darle un disimulado codazo de buen rollo a Gray por debajo de la mesa para que no dijera nada mientras le sonreía, enarcando una ceja en su dirección en un código secreto que sólo quienes han viajado juntos durante un tiempo podrían entender.

- Honestamente, Sasha... dudo mucho que un loquero vaya a servir para nada, y menos con un tipo como Planaria, pero no seré yo quien os diga lo que tenéis que hacer o cómo -volvió a darle un trago a su cerveza antes de volver a centrar toda su atención en ella-. Si quieres mi opinión, creo que deberías tomarte un tiempo para ti misma. Salir por ahí, vivir la vida, disfrutar y hacer todas las cosas que no podías hacer cuando estabas con él. Joder, haz una noche de chicas, sal con tus amigas, vete de bares, emborráchate y haz todas las locuras que se te ocurran, todas ellas con mi bendición -dijo, alzando la jarra de cerveza, primero en su dirección y después en la de Gray-. Por las mujeres libres, fuertes e independientes que no necesitan a un capullo al lado para ser felices y por los afortunados bastardos que las quieren y darían todo por ellas. Amén -se mojó los labios con la reconfortante espuma de la cerveza y se volvió hacia la anciana-. Eso, venga, vamos, Gray... Tienes un público entregado aquí -la animó, con una de sus resplandecientes sonrisas.

Entonces se produjo el incidente de la mesa y cuando la mujer más mayor inició el gesto de ir a prestarle al chico su camisa, él se apresuró a contenerla con un gesto.  

- Hmmmm.... No, no creo que sea necesario, Gray, déjalo -dijo, ruborizándose un poco-. Reservémosle esa clase de espectáculos al chico para cuando tenga la mayoría de edad. Es mejor lo que propone Sasha, créeme.

Él había visto de primera mano lo que la mutante era capaz de hacer con ese talento tan prodigioso que tenía.

- No hay de qué, es lo mínimo que podíamos hacer -le dijo a la acompañante del muchacho, que se había acercado a interesarse también por su amigo-. Yo soy Jesse, y éstas son mis amigas: Sasha y Gray. Hemos venido a disfrutar del carnaval, como todos. Y no, ni se te ocurra, chaval. Mi sueldo no es precisamente boyante, pero muy mal tendría que estar la cosa para permitir que un chico que posiblemente aún no tiene edad de trabajar me pague los vicios. Ya me ocupo yo, en serio. ¿Qué queréis? Invito yo a ésta ronda. Sentaos con nosotros, por favor -dijo, haciéndoles un gesto para que se les unieran en la mesa.

Me empezaba a encantar la relación que tenían Gray y Jesse. Ambos eran admirables y parecían tener un lazo fraternal tan intenso que sólo el tiempo y la experiencia de una vida curtida podían forjar. Tenían una relación muy especial y si no fuese por la diferencia de edad, le hubiese preguntado a Jesse sobre si existía una relación romántica o sexual de por medio.

Bufé una media sonrisa con las palabras de Gray. Pero las de Jesse se convirtieron en un golpe de realidad que no estaba preparada para escuchar y de hecho cerré los ojos con fuerza, asimilando sus palabras. El brindis feminista era un colchón, pero las palabras anteriores me habían lanzado desde un avión y no era suficiente aunque hice mis mejores esfuerzos por fingir que sí.

Mierda… Jesse tenía razón… Llevaba ya mucho tiempo intentando salvar algo que no tenía salvación y aferrándome a una relación que me minaba poco a poco y me drena la felicidad. No sólo estaba en un punto complicado en mi vida como para no poder tirar de él. Es que ni siquiera hacía un mínimo esfuerzo por tirar él de mí… Y había vivido mucho más.
Por un instante se hizo real. Me vinieron imágenes de Plana haciendo la maleta, llevándose sus cosas de mi casa, sus lágrimas, el último beso que sólo yo sabría la posición que ocupa… Toda la complicación para él y… El dolor de decirle a la única persona con la que he visto un futuro… que era un espejismo. Y saber que mi vida, a pesar de volver a ser como era hace un año, que no iba a pasarme nada más allá de la ruptura… iba a cambiar drásticamente de nuevo. ¿Cómo le decías a alguien que te quiere… que te hace mal y que estás mejor… sin él? Sabía que intentaría negociarlo y eso iba a ser agotador…

Tras el choque, el chico parecía estar perfecto así que no había de qué preocuparse. La mujer que estaba con él se acercó -No hay de qué- contesté a la vez que Jesse, y con una sonrisa decidí callarme para que nos presentara mientras terminaba de ayudar al chaval. Cogí su camiseta y fui al baño del local, empapando la camiseta y echándole un poco de jabón de manos. La aclaré y la sequé en cuestión de segundos con el poder de mis manos y volví trotando a la mesa. -Toma campeón- se la tendí, olía a jazmín del baño.

Para cuando volví pude comprobar que todo estaba en orden. Habían limpiado la mesa, colocado dos sillas más y estaba Gray contando una anécdota con la que se rieron, no sé si por la anécdota o por el modo de contarla de la anciana. -Aquí tienes- estaba calentita y resultaba agradable ponérsela. Como nueva. Le dediqué una sonrisa al chaval y apoyé una mano en la espalda de Jesse, acariciándola moviendo de hombro a hombro -[color=firebrick][b]Es un placer conoceros, Bart y Juri. ¿Queréis daros una vuelta por el carnaval con nosotros? ¿Preferís que nos tomemos otra ronda? Estoy dispuesta a lo que más os apetezca.

Casi se atragantó cuando Gray contó su "anécdota". Por un momento casi pensó en decirle la verdad, pero después resolvió que la anciana estaba mejor sin saberlo. De hecho era preferible cambiar de tema, y Sasha le sirvió la oportunidad en bandeja.


- Bueno, la noche es joven, y aún hay mucho por ver y disfrutar -respondió el predicador poniéndose en pie. Luego miró a la mujer que había afirmado ser india-. No conozco ningún sitio que sirva bebidas asiáticas aquí en Nueva Orleans, pero sí que conozco un sitio alucinante. A ti te va a encantar -le dijo a Sasha-. Se llama "La Mazmorra", y está muy cerquita, justo al lado de la calle Bourbon, aunque algo escondido. Sólo ponen rock bueno, del clásico, y es un buen descanso de todo el funk y el jazz que ponen siempre aquí. El personal es agradable, las bebidas tienen buen precio y la decoración es genial, como si fuera un calabozo, con ambientación gótica. ¡Vamos, os llevo!


Jesse les condujo por calles sinuosas a través del Barrio Francés hasta acabar en un callejón oscuro lleno de desperdicios y vasos de plástico. Se detuvo frente a una puerta de acero oxidada empotrada en la pared. Al otro lado se podía oír el débil y amortiguado sonido rítmico de la música. Jesse llamó a la puerta y ésta se abrió con un chirrido, dejando ver al portero.

- Identificación, por favor -le pidió a Bart, con voz profunda y grave. Una vez la hubo comprobado, asintió-. Podéis entrar todos menos él; No admitimos a menores de edad.

- Bueno, pero va con cuatro adultos y es carnaval, ¡enróllate, hombre! -le animó Jesse.

- Lo siento, las reglas son estrictas -se excusó el hombre-. Nos tomamos muy en serio la seguridad de nuestros clientes. Los menores de edad no pueden...

Un grito espeluznante atravesó repentinamente el aire cuando una forma pálida cayó desde el cielo, dando un golpetazo a Bart para quitarlo de en medio. El joven castaño se estrelló violentamente contra la pared y cayó al suelo. A Jesse se le heló la sangre en las venas cuando pudo reaccionar y ver bien al monstruo que se alzaba ante ellos, una suerte de figura cadavérica con ascuas brillando en sus ojos muertos y garras en forma de guadaña. La sangre cubría sus quijadas descubiertas, resbalando por el pálido cuello hasta empapar los harapos desgarrados que cubrían apenas la descarnada caja torácica.

- ¿Pero qué coj...? -el portero no llegó a completar la frase; abalanzándose hacia él, la criatura le clavó las garras en el pecho y lo alzó en el aire con fuerza sobrehumana para, con un violento tirón que siguió a un sonido enfermizo y húmedo, partirlo por la mitad.  

La sangre caliente se esparció dantescamente por el callejón, salpicando a todos los presentes como si de una lluvia macabra se tratara. Jesse parpadeó, tratando de limpiarse la sangre de los ojos, y corrió hacia donde yacía Bart mientras la criatura se detenía un segundo a olfatear el aire. El joven estaba vivo, pero tenía el cuerpo rígido, los ojos habían rodado hacia atrás y se agitaba entre violentos espasmos. No sabía lo que le estaba ocurriendo, pero tampoco podía hacer nada por arreglarlo porque aquél ser de pesadilla había fijado en él sus grotescos ojos y, con un chillido terrible, se abalanzó hacia él, ignorando por completo a las tres mujeres.

Jesse retrocedió por instinto hasta que su espalda chocó contra la pared del callejón. El portero se había dejado la puerta del bar abierta, y, por un instante, contempló la posibilidad de refugiarse dentro. Después de todo, las puertas eran de metal, pero no sabía qué era esa cosa, y si conseguía penetrar dentro, todos los clientes inocentes que había dentro estarían en peligro, así que decidió recurrir a su último recurso, la bala que guardaba siempre en la recámara.

- ¡Alto! ¡Para! ¡Retrocede!

Y entonces fue cuando, con sumo horror, comprobó que Génesis no funcionaba contra aquél ser, y lo único que pudo hacer fue cubrirse con los brazos mientras esperaba a que la criatura le ensartase con sus letales garras.

Aclaraciones:

La reflexión de la india hizo que Sasha frunciese el ceño algo reacia. Comprendía que su amigo opinase, y aun así lo había hecho desde una perspectiva muy respetuosa a pesar de saber todas las cerdadas que Plana le había hecho. Gray al final era una amiga de un amigo. Podía comprender el consejo amable. Pero que una completa desconocida reaccionase con total libertad a una conversación ajena no sólo demostraba que había husmeado sino que además se tomaba unas confianzas que no correspondían. Decidió dejarlo correr, no quería sacrificar uno de los pocos días que tenía para pasar con Jesse, bastante le costaba verle con la vida de carretera y manta que llevaba. Mucho menos estaba dispuesta a sacrificar el buen rollo del día que al fin conoció a la forajida.

Los labios de la joven mutante dieron paso a una enorme sonrisa cuando el moreno guió la quedada a otro local. -Las mazmorras que yo conozco son diferentes pero si hay alcohol y rock no puede estar mal- soltó con tono pícaro mientras se reía de su propio chiste de BDSM.


Caminaron algunas calles disfrutando del ambiente, los gritos, los colores y esa inmensa luz genuina que brillaba en cada rincón de la ciudad. Sin embargo nos entristecimos un poco con la lógica decisión de no dejar entrar a menores, aunque no tuvimos mucho tiempo de apenarnos.

El grito le puso alerta y buscaba su origen. Cuando se topó con la criatura una mezcla entre extrañeza, sorpresa e instinto de supervivencia afloraron en su gesto. -No me jodas… ¿Los Zombies también existen?- Y justo en cuanto acabó de hablar la sangre le cubrió el rostro y el pecho. Agarró la parte baja de su camiseta negra y se la frotó por la cara para quitarse la mayor cantidad de fluido posible y luego escupir por si se hubiese colado algo en su boca. Se inclinó rápidamente sobre un container de basura metálico y arrancó la tapa fundiendo con sutileza las visagras con un dedo. La colocó entre ella y la criatura a modo de escudo que para su suerte le cubría casi todo el cuerpo.

Pudo notar cómo Gray corría para abalanzarse sobre él, no debió ver lo que le ocurrió a Bart, así que interpuso su brazo entre ella y el resto del camino. -¡NO LE TOQUES! Te dejará fuera de combate como a él… - Su mirada fue a Bart que aún convulsionaba aunque para su suerte, más alejado del monstruo. Los civiles no supieron reaccionar y gritó con todo el aire de sus pulmones para que alguien volviese a la vida -¡QUE ALGUIEN LLEVE AL CRÍO AL HOSPITAL!- Para su suerte, un chico joven que lo estaba grabando todo con el móvil se detuvo y cargó al chico en brazos para llevárselo.

Para cuando quiso darse cuenta Jesse estaba acorralado y con el ojo carmesí. Había oído la orden… y la había ignorado. Frunció el ceño con total confusión en su rostro. No era la primera vez que le veía usar su poder y sabía de primera mano que funcionaba. Ella misma lo había vivido en sus carnes aunque de una manera mucho más mitigada. Un crujido eléctrico y metálico le hizo darse cuenta de que Gray intentaba salvarle… a farolazo limpio…

Ok Sasha, céntrate, las preguntas luego.

Corrió todo lo que pudo, con el escudo improvisado entre el zombie y ella mientras Gray se estabilizaba de nuevo para un segundo golpe. Jesse muévete muévete muévete muévete. Mierda… ¿A dónde diablos va a moverse si no tiene escapatoria…? No llego no llego no llego no llego.

De un último salto placó a la bestia, colocándola contra la pared siguiente a donde se encontraba su amigo, y apretó contra el muro con todas sus fuerzas, pretendiendo retenerle. La bestia rugía, forcejeaba y tenía más fuerza de lo que tenía un humano promedio. ¿Qué cojones era eso…?
Movía los brazos desesperadamente intentando tocar a la culpable que le mantenía retenido y la chapa no paraba de golpear la pared con sus movimientos bruscos de resistencia. -¡¡¡GRAY….!!! BOLA DOS…. ¡¡¡BATEA!!!- aguanta, un poco más… un poco más…

Volví a ver cómo la farola se cargaba esta vez sobre nosotros y recé a todos los dioses para calcular bien cuándo agacharme.

Un fuerte GONG metálico y vibrante sacudió por encima de mi cabeza, aturdiéndome un instante haciéndome cerrar los ojos y que me volcase el corazón. Había dado a la chapa pero… ¿Y al monstruo?

La mente de Jesse funcionaba a toda velocidad mientras los acontecimientos se sucedían ante sus ojos. Gray acababa de asestarle un golpe con la farola en la cabeza al monstruo, pero no parecía haberle afectado en lo más mínimo, ni tampoco los ataques de energía de la mujer desconocida (que a propósito, ¿¿¿what the fuck??? Pero no tenía tiempo para asombrarse por eso ahora), porque no hacía más que atacar la chapa contra la que Sasha le tenía retenido con determinación renovada y su mirada reluciente enfocada en él. Un estremecimiento le sacudió al darse cuenta de que aquél monstruo iba a por él. ¿Por qué iba a por él?

Llevarle a un lugar abierto, dijo Juri. ¿Lugar abierto? Estaban en el centro de Nueva Orléans, justo al lado de la puñetera calle Canal. ¿Qué lugar abierto? Los embites del monstruo continuaban, y Sasha empezaba a vacilar. Una súbita realización sacudió al predicador. Iba tras él. Tenía que salir de allí. Como fuera. Y tratar de pensar en una manera de deshacerse de aquella cosa por el camino.

- ¡Tratad de contenerle, pero no os arriesguéis! -le gritó a sus amigas-. ¡Y por Dios no permitáis que esa cosa os toque!

Corrió hacia la boca del callejón, esquivando un arco cercano y comenzó a correr en dirección al parque de la ciudad sin ninguna idea en concreto, pero en cuanto logró salir de la zona centro y adentrarse en el extrarradio, la visión de una inmensa cruz recortándose contra la luna le llamó la atención.

Hay que joderse... pensó para sí. Si se metía dentro de la puta iglesia y le pillaba el monstruo podía darse por muerto porque sería básicamente encerrarse en una ratonera sin salida, pero repasando todo lo que había visto hasta ahora, el hecho de que ni la magia o lo que fuera que hiciera la mujer morena, ni la fuerza bruta de Gray habían podido hacerle nada... Una tercera posibilidad comenzó a formarse en su mente.

Un grito sobrenatural desgarró el aire en las alturas muy cerca de él... demasiado cerca... Dios... Ojalá las tres mujeres estuvieran bien. Con los ojos enfocados en el camino que tenía ante sí, corrió por el pavimento irregular en dirección a la iglesia, impulsándose todo lo rápido que podía correr hasta que alcanzó la puerta, a través de una extensión abierta de césped. Dios bendijera las malditas puertas de cristal de las iglesias americanas, tan diferentes a las de madera maciza que presentaban en Europa, se dijo mientras agarraba un pequeño contenedor de basura negro y lo arrojaba contra una de las hojas, reventando el cristal y creando suficiente hueco para permitirle pasar. Una alarma estridente comenzó a sonar, pero en aquellos momentos le importó poco. Rápidamente pasó por el agujero irregular, desgarrándose la ropa y haciéndose cortes en su precipitación. Algo le tiró de la pernera del pantalón, haciéndole caer, y, al volverse, se encontró con los ojos vacíos de su perseguidor, que le observaba con la cara y las manos manchadas de sangre fresca.

- ¡Jesucristo! -exclamó dejando escapar el aire entre los dientes por el susto. De un tirón brusco liberó la pernera del agarre de la criatura y echó a correr en dirección a las palanganas de agua bendita que estaban distribuidas por los pilares de la Iglesia para uso de los fieles, pero se detuvo en seco cuando la mano esquelética de la criatura le atravesó el dorsal de la espalda con sus garras. Un pico candente de agonía recorrió su cuerpo ante el contacto y cayó al suelo de rodillas, incapaz de mantenerse en pie mientras le absorbían lentamente la vida. Extendió débilmente la mano en un intento desesperado por alcanzar el agua bendita.

Tan cerca...

Sentía el cuerpo agarrotado ante el contacto gélido de la criatura. A través del dolor cegador, vio sus garras esqueléticas alejarse, preparándose para asestar el golpe mortal. Con la cabeza aún aturdida por el dolor, se volvió para tratar de apartarse, justo a tiempo para ver una figura borrosa aparecer en su campo de visión. Algo o alguien le quitó de encima al monstruo, y, entonces, escuchó su voz, su preciosa voz... ¿Cómo habían llegado tan rápido? Les había pedido que no le siguieran...

Un momento después, unas manos fuertes le ayudaron a incorporarse con la espalda apoyada en la columna que había tratado de alcanzar.

- Sa... Sasha... -musitó.

La oscuridad se infiltraba en los bordes de su visión mientras hacía un intento de luchar contra el dolor, pugnando por concentrarse. Parecía en vano, pero, entonces, notó el calor, la agradable sensación que se extendió por todo su cuerpo, arrancando la presa que los fríos dedos de la muerte habían hecho en su alma y expulsándola con la misma efectividad con la que había conseguido librarle del agarre del monstruo. El rubor regresó a sus cadavéricas mejillas, y una profunda inspiración se inició en su pecho, como si acabara de emerger de un profundo pozo del que no se aventuraba el final. Su vista se aclaró y pudo verla, abrazada a su cuerpo para calentarle con el suyo, compartiendo con él su calor, su respiración acompasándose con la suya, los latidos de su corazón latiendo al compás del suyo... su aliento en su mejilla, y aquél beso...

-No digas nada, agua bendita, recibido -le dijo, con aquella sonrisa maravillosa que había llegado a amar y que era un faro para su alma. ¿Cómo era que podían llegar a conectar tanto sin pronunciar palabra? ¿Cómo podía ser que le conociese hasta el punto de prácticamente poder leerle el pensamiento... y que aún así no fuese capaz de ver lo que sentía por ella? Aquél sentimiento que le quemaba cada vez que la veía, y que ahora, más que nunca, asomaba a su mirada mientras le devolvía una dolorida sonrisa, repleto de gratitud y alivio... hasta que sintió, más que vió, cómo el cuerpo de Gray se desplomaba en el suelo y el mundo se detuvo para él.

"No, no, no... Otra vez no..." Se dijo mientras, aunando fuerzas de no sabía dónde, se dejaba caer hacia adelante para arrastrarse a duras penas hacia la anciana. Gray estaba tendida boca arriba, con su mirada vacía perdida en el techo de la Iglesia.

"Anímate, predicador, estás rescatado..."

La voz, procedente de otro mundo, otro tiempo, pareció flotar por la sala como un recuerdo fantasma. El de otro querido amigo que había estado dispuesto a entregar su vida por él, justo como aquella tozuda y maravillosa mujer había hecho ya por segunda vez con él... Y, por segunda vez, tenía que verla tendida en el suelo, sangrando y moribunda... por él...

- No, no... Maldita sea, Gray... -musitó, poniendo sus manos vacilantes sobre la herida del estómago-. Joder... no te me mueras... te lo prohíbo, ¿me oyes?

Estaba a punto de usar Génesis para ver si conseguía curarla, pero en ese momento notó cómo alguien le separaba de la anciana, alzándole en vilo. No había sido consciente del combate de Sasha y Juri contra la criatura, que ahora se desplomaba en el suelo con un boquete en el pecho del que manaban torrentes de sangre negra, ni vio cómo Juri se dirigía hacia Gray para recogerla. Trató de revolverse en el agarre de quien le levantaba, pero entonces escuchó su voz, como un bálsamo fresco contra una herida ardiente:

- No me importa predicador. Necesitas ayuda.

Justo antes de perder el conocimiento le pareció escuchar un aullido de rabia resonando en la noche. ¿Lo habría soñado?



Cuando despertó, se encontraba en una habitación de hotel sencilla pero acogedora y agradable, decorada con colores cálidos y flores en las paredes. A juzgar por la posición de la luna en el cielo debía de ser bastante tarde. La cabeza aún le palpitaba de dolor, pero los acontecimientos de la última hora regresaron rápidamente a su mente y se incorporó, lleno de agitación, buscando a Gray con la mirada. La anciana estaba sentada en una butaca junto a la cama, y rápidamente se abalanzó a abrazarla. Debía de haber sido su factor de curación lo que había hecho que se recuperara antes, pero el predicador sólo podía agradecer a quien quiera que estuviese escuchando porque aún estuviera viva.

- No vuelvas a hacer algo tan estúpido -le reprochó, entre enfadado, agradecido y aliviado-. Joder, Gray, ya te lo dije la última vez, ¿recuerdas? -entonces se volvió a buscar a las otras dos mujeres, que también se encontraban en la habitación, y, dirigiéndose rápidamente hacia Sasha, la abrazó también, demorándose, quizá, un poquito más que con la anciana, y manteniéndola también más cerca de su pecho al hacerlo-. Gracias... gracias, Sasha... Pero no debiste haberlo hecho -dijo, separándose para mirarla a los ojos-. Ha sido muy estúpido... Ésa cosa iba a por mí... No tendríais que haberos arriesgado tanto -se giró ahora a contemplar a la mujer india-. ¿Tenemos alguna idea de qué era? ¿Sabemos si está realmente muerto?

Por fin ese infierno había terminado. Fuese lo que fuese esa criatura, ya había informado a Sieglinde y estaba movilizándose para buscar al experto más adecuado para un caso parecido. Le había mandado un e-mail desde el móvil mientras Gray y Jesse descansaban. Con el primer problema resuelto, Sasha se encargó de limpiar en la medida de lo posible a su mejor amigo con toallas húmedas del hotel, así como Juri atendió a la anciana. Había comprado agua y comida de sobra en un sitio de cadena rápida de pollos que tenía una camioneta en la calle de al lado, y se había encargado de comprobar que ambos seguían respirando y con las constantes vitales estables.

Cogió la silla de la habitación y se puso junto al cabecero de la cama, lo más cerca que pudo de Jesse, le recolocó un mechón de pelo, le acarició la barba con el dorso de los dedos y dejó que la mano resbalase hasta entrelazarse con la de él.

Este estúpido predicador temerario…

A lo largo de la noche se quedó contemplado su rostro durante mucho tiempo. Parecía tan en paz… Apostaba a que su amigo no tomaba una siesta tan placentera en mucho tiempo. Era como si estuviese recuperando años de vida con cada suspiro. Sonrió con tristeza, pero tranquila.

Casi cuando eran las cinco de la madrugada, estaba re-escribiendo un email con los detalles de la criatura, apoyada contra uno de los armarios de la habitación cuando Jesse se despertó sobresaltado y se abalanzó para abrazar a su amiga. -Jesse, tranquilo, está todo bien…- comprendió entonces que debía dejarles en paz y esperó hasta que se separaron.

-No vuelvas a hacer algo tan estúpido -Claro, porque echar a correr sólo contra eso diciendo que no te sigamos ha sido el colmo de la sensatez- estaba molesta, pero el alivio invadía su corazón mucho más que el enfado. Sasha llevaba desde que era una adolescente trabajando en equipo, internada en la mansión, asumiendo órdenes y trabajando para un bien común. Él había estado solo casi todo su recorrido y estaba más que acostumbrado a ir por su cuenta, y era casi el motivo más recurrente de enfado entre ambos.

Fue entonces cuando el texano se levantó para abrazarla a ella. Sasha le recibió como si fuese la última vez que fuese a abrazarle en su vida. Apretaba sus brazos y los deslizaba en una suave caricia que viajaba por la espalda del predicador. Susurró entonces en su oído -Estás en mi hotel, yo tengo la habitación de al lado… Está todo bien- Le dejó un beso en la mejilla antes de separarse y acariciar con la mano justo donde había posado sus labios.

En cuanto tomaron distancia, la mutante frunció el ceño -Vuelve a alejarme de ti en una situación en la que corras peligro y si no te mata lo que sea que te persiga, lo haré yo- clavó una intensa mirada en la oscura pupila de su amigo. Hablaba en serio.

-Lo estoy investigando… tengo gente que puede ayudarme pero no lo sabré hasta dentro de unas semanas como pronto. Sin poder enseñarles pruebas de la criatura el rastreo y la investigación es más complicada… Pero en cuanto sepa algo os lo haré saber- Sacó el móvil entonces para terminar de escribir el mensaje. -¿Hay algo que recordéis especialmente de la criatura? He mencionado los alaridos, su irrefragabilidad, que no parecía mortal, el aspecto, la mortalidad al tacto, que no parecía tener necesidades humanas como comer o descansar… ¿Se os ocurre algo más?- y bajó la vista al móvil apuntando las sugerencias de sus compañeros.

- Decir cabezota es decir poco -respondió él con una sonrisa tierna que no reflejaba el momento de opresión que se había asentado en su pecho.

Gray era cabezota, sí, y dura como un leño, y se recuperaba increíblemente rápido de las heridas, pero... ¡era tan mayor! Y sí, era cierto que llevaba viva mucho tiempo, mucho más del que habría sido posible en un humano normal, pero la mujer no era inmortal, simplemente envejecía más despacio, y las cansadas arrugas que se dibujaban en torno a sus ojos eran cada vez más pronunciadas. La anciana tenía por costumbre actuar de manera imprudente y arriesgada, anteponiendo siempre la vida de los demás a la suya propia, y el predicador, que había perdido más gente de la que podía contar, temía que llegara el momento en el que ya no se recuperara. Sabía incluso que existía la posibilidad de que la naturaleza siguiera finalmente su curso y se la llevara antes que a él, y no sabía qué haría entonces. Había perdido a mucha gente, demasiada, y, de las dos personas que habían llegado a ocupar un primer lugar en su corazón desde su llegada a Omega, sabía que no podría retener a Sasha. La muchacha era demasiado inquieta y tenía demasiadas preocupaciones, por lo que en cualquier momento podría marcharse y él no podría hacer nada por impedirlo, ya que sus sentimientos no eran correspondidos. Cuando eso ocurriera, sólo le quedaría Gray, y Jesse nunca había funcionado bien solo. Él era un animal de manada. Y su manada ahora mismo era aquella testaruda, tozuda y maravillosa mujer.

- Te lo pido por favor, Gray, ¿vale? Sólo... hazlo por mí -añadió en un susurro, casi temiendo reconocer su propia vulnerabilidad. Había hecho grandes progresos desde sus tiempos con Tulip, pero aún tenía siempre la sombra del cowboy sobre sí para recordarle que no debía exteriorizar con demasiada ligereza sus sentimientos.

En ese momento, y como para recordárselo, Sasha intervino para hacer notar la ironía de sus propias palabras. Se giró para mirarla y lo que vio le hizo dudar un segundo. La expresión de su rostro... Aquella mezcla entre enfado y alivio... Se la había visto demasiadas veces a Tulip. ¿Podía ser que... significara para ella algo más que un amigo? Pero no, no podía ser... Ella era así, era su carácter. Se preocupaba por todos, muchas veces en exceso, porque lo único más grande que su valor era su corazón. Era una de las razones por las que la amaba.

Por alguna razón, aquél abrazo se sintió... diferente a los demás. Como si hubiera algo que ella quería decirle, algo... decisivo, que viajaba junto con sus dedos sobre su piel, dejando tras de sí un reguero de piel erizada por donde transitaban sus falanges, haciendo que su cuerpo hablara por sí sólo, revelando un anhelo secreto que no podría verse satisfecho.

-Estás en mi hotel, yo tengo la habitación de al lado…

Aquella frase le provocó un escalofrío que se selló con el roce de sus labios contra su mejilla, tan ardientes como el mismo sol. La miró a los ojos, perdido en la intensidad que le confería el enfado a sus bonitos ojos verdes, tan obnubilado que incluso ante la amenaza subsiguiente no pudo más que sonreír como un idiota.

Lo último que quiero es alejarme de ti, dijo su mente.

- No esperaba menos de ti -dijeron sus labios-. Añade a esa lista que era vulnerable al agua bendita. Quizá éso nos ayude a identificar qué tipo de monstruo es.

Cuando Juri mencionó que podía no estar muerto, experimentó un nuevo escalofrío, éste de naturaleza bastante diferente al que acababa de sentir. Asintió ante su ofrecimiento.

- De acuerdo, intercambiemos modos de contacto y cuando Sasha averigue algo, que nos lo comunique, aunque francamente espero no tener que volver a ver la fea cara de ese bicho nunca más en mi vida...

No podía ni imaginar cuán equivocado estaba...