Destino final (Sasha, Lorenzo, Gray, Juri) [15-05-2019]

(FLASHBACK)

La baja obligatoria le había puesto en una situación complicada. Pensó que retomar la normalidad, sus rutinas, podría ayudarle a gestionar lo que sucedió, pero por cuestiones técnicas no disponía de esa opción. No se le había prohibido hacer magia o estar en el taller, aunque no podía ejercer sus funciones ni dar clase hasta que se le hiciera la evaluación psiquiátrica, y se hubiera curado por completo de sus heridas. La parte física no era el problema, tenían buenos sanadores. Era su mente la que estaba empezando a darle problemas. A pesar de que en la MKL tratara de normalizarse lo posible, la realidad es que todas las medidas habían resultado no ser suficientes. Nadie estaba preparado para lo que había ocurrido. Estaba fuera de su control. El riesgo que había tomado al quedarse entre las filas enemigas acabó por pasarle factura, y el secuestro de Ángela había complicado todo aún más. La versión oficial, si alguien la necesitaba, es que los dos fueron allí de viaje y se vieron envueltos en el ataque de manera casual. Cubrir su pasos no resultó complicado, teniendo en cuenta que todo se había mantenido en relativo secreto. Ni siquiera podían asociarle con los acontecimientos de la Iglesia de Sangre, porque procuró mantenerse a cubierto todo lo que pudo. No hizo apariciones públicas. Sólo los héroes lo sabían y la mayoría habían sido informados de las especiales circunstancias de su caso. Puede que de todos ellos, Grayson fuese el único en tener una perspectiva casi completa de su situación.

No tardó en experimentar dificultades para conciliar el sueño, pero estas se agravaron en pocos días, convirtiéndose en auténticos terrores nocturnos. Junto con ello, empezó a sentir el ferviente impulso de asegurarse de que Ángela se encontraba bien. Antes se mantenían en contacto a través de Woodrow AH, igual que el resto. Había decidido que prefería no tener intermediarios, así que creó un pequeño sistema básico que le permitía no sólo contactar con ella cuando lo necesitara, si no también mostrar su localización exacta en caso de tener cualquier sospecha. Lo peor era cuando Ángela se olvidaba de contestar. Puede que fuese porque estaba ocupada, o porque la pillaba a medias de una tarea, pero aquello le obligaba a dejar lo que estuviese haciendo para ir a buscarla y asegurarse de que todo iba como debería. Después de la experiencia traumática, era lo menos que podía hacer por ella. Estar pendiente. Cuidarla. Asegurarse de que se encontraba bien.

Por eso, cuando no recibió respuesta esa mañana, se levantó del despacho, activó el sistema de localización, y se dirigió a su encuentro. Al principio su caminar era ágil, pero seguro. No supo en qué momento había comenzado a correr, ni tampoco qué era aquella sensación que se le había agarrotado en el pecho. Cuando abrió la puerta, encontró a las cuatro mujeres hablando en torno a la mesa. Sasha y un par de estudiantes estaban allí, junto a Ángela.

-Ángela.- la llamó, acercándose a ella, jadeando sin ser consciente. Cuando llegó a su altura, la expresión de Ángela se tintó de una leve preocupación. - Te he mandado la señal, mi vida. Se te ha olvidado devolvérmela.

- Perdona. Estábamos ocupadas y no me he dado cuenta.

Lorenzo se percató entonces de que había interrumpido, y que ni siquiera las había saludado. En él, ese tipo de comportamiento no era habitual. Algo que habrían esperado de Björn por ejemplo, que se caracterizaba por ese tipo de entradas en las conversaciones.

-Hola, chicas. Perdonad que os interrumpa. Tenía…- las miradas que le devolvieron le hicieron sentir mal de inmediato. La sensación del pecho se atenuó, pero le descendió hasta el estómago, donde le dió una punzada. No sabía si era lástima, o si de algún modo le estaban juzgando. Como si lo supieran…

Sasha se sobresaltó con la abrupta entrada de Lorenzo, su gesto resultaba obsesivo. Los ojos verdes dirigieron una mirada de preocupación y alerta hacia la pareja, deteniéndose más tiempo del deseado en Lorenzo. ¿Ni siquiera iba a hablar a las demás?

Pero entonces se dio cuenta  y una sensación incómoda generalizada invadió el ambiente. De las allí presentes, ella era quien debía solucionarlo. Se puso en pie de inmediato y se acercó a él - Tranquilo, no interrumpes nada, de hecho yo estaba a punto de irme.- Se acercó a él y le dio dos besos, como le dijo que era tradición  en España- ¿te apetece un café? Iba a ir a los jardines con un vaso largo y quizá algo de picar. - Sabía que Lorenzo no perdería la oportunidad de ayudarla a comer.

-¿Uh? Si, si claro. Am… - respondió, agachándose para permitir que la mutante le diera dos besos, a modo de saludo. Algo que no solían hacer de manera habitual allí, en Alemania. Aquello le permitió relajarse un poco. - Voy… voy con Sasha, ¿vale? Ya has desayunado, ¿verdad? - le preguntó a Ángela con necesidad en los ojos.

- -He tomado un café y una tostada con jamón y queso.

- Vale, vale. Te… te volveré a contactar luego. Buen trabajo, chicas. - dijo, antes de seguir a Sasha en dirección a la puerta. En cuanto tuvo su comida y salieron a los jardines, localizó el paquete de cigarrillos que llevaba encima, y se encendió uno de inmediato. Incluso del poco tiempo que hacía que se conocían, la híbrida sabía que le habría preguntado si le importaba. No lo hizo. Se percató de que el agarre que tenía sobre el encendedor temblaba con levedad cuando lo aproximó hacia el cigarro, del que dió una calada profunda, antes de dejar escapar la voluta de humo. No lo tragó. Volvió a dar otra calada. Tardó tres o cuatro en comenzar a tragar. Aquello no era ganas de fumar. Era compulsión.

Sasha observó los comportamientos de su compañero. El problema habitual de ser genuino y transparente es que cuando intentas esconder algo no suele salir muy bien. Consiguieron la comida, no dijo nada. Salieron, no dijo nada. Se encendió un cigarro, no dijo nada. Estaba rarisimo... comprendía sus posibles traumas y sus nervios pero había algo... algo que le cambiaba la personalidad, mucho más allá de las preocupaciones. Sasha dio un sorbo al café y un bocado al sándwich que sujetaba con la misma mano entre dos dedos. Aún le venían náuseas mientras masticaba, pero era un esfuerzo que estaba dispuesta a hacer por él. Tragó notando el olor del cigarro, a ella no le importaba. Pero él, aunque lo sabía, siempre preguntaba. Tragó y le miró dando pasos lentos. - Pareces cansado- Dijo simplemente mientras clavaba la mirada en sus mejillas, que se hundían con cada calada.

- Estoy cansado. - respondió con franqueza, con una leve sonrisa que resultó más penosa que encantadora. Algo doloroso de ver en alguien que destacaba por su forma de ser carismática y una sincera expresividad corporal. - Deberíamos sentarnos. Mi madre siempre dice que no se debe comer de pie. - señaló uno de los bancos de piedra disgregados por el patio. Sabía que esa evasiva apenas le daría unos instantes, pero su instinto le decía que aquello solo era la antesala de una charla que sería difícil de mantener, y aún más difícil de digerir.

Sasha le miró con una tristeza abrumadora. Sabía que había algo más, todos los que le conocían lo sabían... y era totalmente respetable... pero lo que más le dolía era pensar en la soledad que debía sentir sabiendo que no compartía su dolor con nadie. Lorenzo se había transformado en otra persona por completo. La sombra del hombre que era se disipó para dar paso a una oscuridad absoluta en su corazón. Asintió con la cabeza y le acompañó al banco, donde se sentó a su izquierda, dejando las cosas apoyadas en el trozo de banco que sobraba. Sasha recibió el sol con gusto, cerrando los ojos y respirando hondo una vez sentada, con las manos apoyadas en la piedra tras su espalda. Disfrutaron de ese ambiente en silencio durante un par de minutos. Luego Sasha robó otro sorbo al vaso de cartón y tras apoyarlo, le miró.- ¿Sabes una cosa, Lorenzo? Te quiero mucho. -Sonaba tan contundente como sincero y genuino- Y no llevo aquí ni... seis meses? -se giró para buscar su mirada, aunque él no se la devolviera- Y estás jodido, porque cuando quiero a alguien suelo conocerlo muy bien. Y no dejarle en paz hasta que es feliz.- Decidió frenar para ver qué tal sentaba.

Aquello produjo algo en el español. Tal vez en otra época habría roto en una limpia carcajada, pero ese tipo de felicidad explosiva se había quedado fuera de su alcance tras los incidentes de la iglesia de sangre y Liberty Island. Sin embargo, aquella franca declaración de afecto permitió que una suave calidez se expandiera desde su pecho a través de sus extremidades y su cabeza, hormigueando en su cuerpo adormilado. Un sonrojo encendió sus mejillas y orejas. Devolvió a Sasha una mirada llena de gratitud y cariño. Por un instante, Sasha se asomó al Lorenzo que había conocido, pero ahora todo lo que le envolvía llevaba implícito un poso turbio de tristeza… y una misteriosa nostalgia cuya procedencia parecía aún más antigua que las cicatrices que la guerra demoníaca había dejado en él. Un dolor viejo, como la herida de metralla en un veterano. - No tienes que preocuparte por mi Sasha. Todo esto es… es un proceso y tengo que pasarlo a mi ritmo. Los dos lo sabemos. Es…- Trató de reordenar sus ideas, algo que le costaba un poco y que atribuía a la falta de sueño. - Es duro y muy jodido, pero si me concentro en hacer las cosas bien, en recuperarme, acabará por pasar. - ¿Era una declaración o un deseo? - Estamos entrenados para estas cosas. Fíjate en tí. En lo mucho que tú estás mejorando. - le devolvió una media sonrisa. - sólo… necesito tiempo.

Sasha bufó una sonrisa, sabía lo que estaba haciendo. Enmascarar todo en la lógica del 'estaré bien' para distanciarse del problema que tenía ahora. - ¿Quién te ha dicho eso? - Dijo sorprendida con una ceja alzada, sin separar su mirada. - Lo de tener que concentrarte en recuperarte. Lo siento, pero es una mierda de consejo. - Dio un sorbo rápido de Café y lo volvió a dejar- Sabes, estás en un punto vital con el que puedo identificarme. Y es de las cosas más difíciles a las que me he enfrentado. Pero no estoy mejorando por centrarme en estar bien.  Por sonreír a todo el mundo, por seguir trabajando... Empecé a mejorar porque confié.  En los pocos amigos cercanos que tenía, en vosotros, en el equipo... en mi caso además, confíe a ciegas en una gente que no conocía. - Apoyó una mano en su hombro- Lorenzo, no me preocupa que estés mal... lo que me preocupa es que después de todo intentes vendernos que estás bien…

Siempre se lo habían dicho, y aunque a él le escociera, sabía que tenían razón. A diferencia de Sieglinde, que conseguía ser imperturbable, o de Björn que era un absoluto misterio, él era transparente. Trataba de hacer lo que debía, volver a aferrarse a su rutina como si a la larga a fuerza de costumbre fuera a conseguir mejorar todo día a día. - No os considero tan estúpidos, Sasha. Sé que sabéis que no estoy bien. - respondió, poniéndose a la defensiva de manera inconsciente. - Nadie podría estarlo después de esta mierda. Lo que no puedo hacer es pasarme el día revolcándome en mis miserias, porque eso sí que no va a llevarme a ningún lado. - apagó el cigarrillo contra la planta del pie y se guardó la colilla en el cenicero de mano que llevaba guardado en uno de los bolsillos de su pantalón. Su expresión era ceñuda. - Estoy haciendo lo mejor que puedo. Si resulta no ser bastante pues…- se encogió de hombros, con evidente frustración, hasta que cayeron, rendidos.. - No sé.

Su tono defensivo le sorprendió.  De cualquier otra persona lo hubiese comprendido pero en boca de Lorenzo cualquier firmeza social resultaba fuera de lugar. Era algo rarisimo en él.- No me has entendido - Sentenció firme, girandose hacia el, poniendo una pierna a cada lado del banco- Te estoy diciendo que... estás haciendo demasiado... - apoyó una mano en su espalda- Me dices que necesitas tiempo,  y en eso estamos de acuerdo pero ¿cuanto tiempo te has dado? Para entender, para asimilar,  para llorar... Eres un tío listo, sabes lo que tienes que hacer porque tú mismo me lo dices pero... no lo haces. ¿Por qué?

-¡Porque yo no tengo esa opción. Sasha! No puedo funcionar como funciona todo el mundo porque mis oportunidades están contadas.- al responderle, pudo ver una nota grave de dolor en su rostro. La punzada fue tan evidente que amenazó con dolerle a ella también. Tal vez no entendiera a qué se refería. Él sí lo hacía. Fuese cual fuese el significado de aquellas palabras, mostraban ese dolor añejo que estaba enroscado en lo más profundo de sí mismo. Un lugar al que personas contadas se habían asomado. - Hay errores que tienen arreglo y es como si nada, otros que sólo puedes subsanar  y esperar no volver a cometer, y otros que son tan graves que la única alternativa que tienes es hacer lo que sea necesario para reparar lo que puedas. - elevó sus manos, las palmas boca arriba, y golpeó una contra, como si aquello le ayudara a llevar el conteo.- A veces no puedes hacer más que quedarte ahí sabiendo que fuiste un absoluto imbécil, y que eso te sirva de lección… pero hay otros. - su voz se tornó tan grave que produjo un leve vértigo. Sus vivos ojos color verde oliva miraban un abismo que estaba muy lejos del jardín. - Hay otros que son irreparables. Que te destruyen de tal manera que ya no te queda nada. - se hizo un silencio de unos cuantos segundos, sus ojos se empañaron, pero no había tristeza en ellos, si no un miedo tan profundo que no se dió cuenta de que sus manos habían empezado a temblar. Volvió en sí de manera repentina, como si acabara de percatarse de que continuaba en una conversación. Un par de lágrimas fortuitas se despeñaron en su rostro, sin que pareciera notarlo.- Tengo que concentrarme en lo que puedo solucionar, Sasha…- le devolvió una mirada necesitada de comprensión. - El resto… no van a sanar. No pueden.

La mutante escucho ese discurso sintiendo una marea de emociones difíciles de describir. Inquietud, perturbación,  miedo, un escalofrío... tristeza, preocupación... - A eso me refiero... - Respiró hondo tratando de buscar la mejor manera de ayudarle. Tomó con mucha delicadeza sus manos, acariciando con el pulgar su piel. - A que cuentas con muchos más imbéciles que podemos ayudarte - se llevó los nudillos de ambas manos a sus labios, dejando besos por turnos.- No me cuentes nada en detalle si no quieres, vale? Lo comprendo... todos tenemos cajones de culpa y vergüenza que no podemos abrir... - La mirada se enturbió de un modo muy parecido a los del español.- Pero lo siento, no eres tan especial, tienes también la opción de rendirte. No hablo de forma definitiva... -recondujo la conversación rápidamente - Me refiero a que para seguir avanzando y continuando tienes que permitirte esas pequeñas flaquezas para que el alma se limpie de lo malo... No hay victoria sin momentos dolorosos. ¿Quieres dejar de dormir? Bien, ¿quieres dejar de comer? Lo comprendo.. -más besos en los nudillos- Pero llámame de vez en cuando y deja que te abrace mientras lloras, aunque no me expliques por qué lo haces. O deja que te lleve el café de las tres de la mañana.

Aquel contacto le pillo desprevenido, pero le resultó pacificador por completo. El tacto resultaba para el algo indispensable, puede que por educación, o incluso por genética. Las Xanas podían comunicarse entre ellas con roces y caricias. Así que cuando ella comenzó a besarlo sintió que la presión le aflojaba, y como ese interior que ahora sentía helado se caldeaba hasta hacerle sentir más ligero. Tuvo que concentrar todos sus esfuerzos por no echarse a llorar, así que respondió con un asentimiento de cabeza, mirándola a los ojos. En ellos vio reflejada su propia pena, y aquello le dio otra punzada, esta vez más próxima a su forma de ser. Lamentaba que ella hubiera pasado por algo que le hubiera dañado de esa manera. Saber que el otro sufría no les aliviaba, pero les hacía sentir una conexión mutua en la que poder apoyarse entre sí. Por primera vez en todos esos días, sintió un impulso. Un deseo. Alargó su mano hacia la mejilla de Sasha, que acarició con el reverso de los dedos, descendió hasta el cuello y la atrajo hacia sí, depositando un tierno y paternal beso en su frente, que se alargó durante unos segundos llenos de ternura. Luego ladeó su rostro, haciendo que descansara su cabeza sobre su hombro. Se permitió perder los dedos en el suave tacto de su pelo de llamas y cenizas. Sus ojos se desbordaron en aquel agarre lejos de su vista, demasiado orgulloso para hacerse a la idea de llorar delante de ella.

Con eso tendría que valer para empezar...


Lorenzo aguardaba en una de las salas de reuniones polivalentes más próximas a la gran entrada.

Cuando llegó hasta ella, no se percató de que nadie le había saludado al pasar por el escritorio de la entrada. Nani estaba sufriendo las consecuencias de la guerra demoníaca a su manera. En realidad, era imposible que no fuera así. Incluso para los más afortunados que se habían mantenido aislados lejos de las zonas afectadas había sido un golpe durísimo. Las noticias se hacían eco de las monstruosidades que ocurrían por todas partes y era imposible no pensar en un futuro que ahora, más que nunca, parecía incierto.

Él quería continuar ayudando, aunque la situación que afrontaba lo estuviese complicando. Por eso, cuando Sasha le pidió asistencia, no se le ocurrió negarse en absoluto. Aquello le hacía sentir necesario. Como si aún quedara algo que pudiera hacer, por mal que su experiencia en la Iglesia de Sangre se lo hubiese hecho pasar. Le hacía sentir que aún formaba parte del equipo, que seguían considerándole alguien de valor. Lo cual estaba empezando a dudar por la manera en que todo el mundo parecía empeñado en dirigirle la vida. Primero la baja, luego las continuas críticas por su trato hacia Ángela. La última disputa había sido por mantener a las diez hermanas. Ni a sus compañeros ni a sus superiores les agradaba de ningún modo que se las quedara para colocarlas sobre su mesa del despacho. No entendían porqué quería tenerlas allí, pero él sabía que le hacían bien. Las necesitaba para recordarse que había estado al borde del abismo. Le ayudaban a darse cuenta de que, en el futuro, sus decisiones debían ser mejores si lo que quería era proteger a Ángela, a su familia y al resto de sus seres queridos. No era más que un símbolo, pero el resto lo convertían en algo sórdido y retorcido. Aunque a él no le importaba que lo juzgaran. No habría llegado a ser Tecno-nigromante si no fuese capaz de pensar más allá de los límites, y continuar a pesar de las críticas de todos los demás. Algunos ya le veían como un monstruo antes y seguirían viéndolo como tal ahora. Nada había cambiado.

Aquel amargo pensamiento le hizo querer desviar su atención. Sacó del bolsillo el móvil y comenzó a mirar una tras otra todas las páginas que pudo acerca de las últimas noticias. Conectó con un canal de directos que hablaba acerca de las propiedades conocidas del material, y vió testimonios de personas que decían haber sido sanadas por la criatura que vivía en ella. Fuera lo que fuera. La información le absorbió de tal manera que no escuchó a Woodrow AH notificarle la cercanía de Sasha y Jesse. Cuando abrieron la puerta, el español se sobresaltó. Bloqueó el móvil de inmediato, y lo guardó en sus bolsillos. Llevaba el pelo recogido en una coleta baja, una camiseta interior blanca, sudadera negra con capucha y unos pantalones de deporte. Si hubieran preguntado, habrían podido pensar que habían interrumpido un rato de entrenamiento. Estaba intentando volver a incluirlo de manera constante en su rutina, pero le costaba mucho esos días. Trataba de vestirse cuando le tocaba, a ver si de alguna manera aquello le animaba a hacer lo que debía.

-¡Ah! Ya estáis aquí. - rodeó la mesa redonda, dirigiéndose hacia la puerta por la que acababan de entrar. - Venid, sentáos. He traído un poco de agua y algo de comer.. Por favor. - hizo un gesto con la mano, pero aunque era una buena imposta, su cuerpo entero estaba agotado. Sobre la mesa había una bandeja con unos cuantos sándwiches, bolsas pequeñas de frutos secos, algo de fruta y algunos lácteos frescos. También había un par de chocolatinas de las máquinas expendedoras. Cerró la puerta después de dejarles pasar, y la bloqueó con el cierre para asegurarse de que no les molestaban. - Jesse ¿verdad? - preguntó tendiéndole una firme mano que pudiera estrechar, a modo de saludo. Al menos su calidez característica no había desaparecido. - ¿Te encuentras bien? Gabllehouser apenas me ha dado detalles. ¿Porqué no me contáis qué ha pasado, a ver si puedo echaros una mano?

Cuando el cura, que parecía bastante maduro, le llamó de usted, el español le dirigió un gesto de genuina sorpresa para después remitirle una cálida sonrisa que durante un instante, encendió los recuerdos de Sasha sobre la primera vez que conociera a su amigo.

- Igualmente. - estrechó la mano con firmeza. - No me llames de usted, ¡Me hace sentir viejo! - se rió con suavidad después.

Era algo que siempre solía hacer, tratar a los demás con familiaridad. Había otras personas que encontraban de eso un vicio peligroso, a veces incluso maleducado. Sieglinde se lo recordaba en algunas ocasiones cuando estaban en reuniones importantes con inversores y cosas así, pero la realidad es que la amabilidad y el carácter latino formaban parte de quién era, y para él, tratar a todo el mundo con la corrección cuadriculada con la que Solaris lo hacía resultaba antinatural y ortopédico. Cuando fué Sasha la que habló, atribuyendo a los dos el atributo "famoso" un instante de preocupación  se dibujó en el rostro de Lorenzo.

- ¿Qué le has contado? - preguntó con cierta precaución mirando a Jesse y después de nuevo a Sasha. - Espero que no me hayas metido en problemas. - añadió con una sonrisa cómplice dándole un codazo. En realidad estaba acostumbrado a que le juzgasen, pero era cierto que en concreto para los curas, su currículum en concreto era bastante desdeñable. Experto en criaturas mágicas, nigromancia y actor porno. Era una trinidad idónea para que le colgaran el cartel de hereje. Sasha y él habían hablado muchas veces de Jesse, le encantaba oírla  referirse a él y ver como cierta pasión se escondía debajo de una manera de expresarse soñadora pero sosegada. Había quedado claro que no era un sacerdote al uso y que sus maneras eran bastante diferentes a las del resto, pero en teoría aquel hombre no dejaba de ser un cura.

Las presentaciones dieron paso enseguida a la preocupación que les ocupaba. Aquel indicente se había repetido ya dos veces. Cualquer cosa con recurrencia no era buena, pero Lorenzo no quería darles la mala noticia sin haber descartado primero todas las posibilidades.

- Woodrow. ¿Puedes activar la torre holográfica de la mesa, y conectarla al fichero actualizado de criaturas mágicas por favor?

- Ahora mismo.- uno de las incrustaciones cromadas de la mesa comenzó a sobresalir con suavidad, y de ella se desprenció un amalgama de luces que pronto se convirtió en lo que parecía la imagen de un gigantesco grimorio flotante.- Introduzca Password de seguridad.

- Acceso autorizado. - el español marcó una serie de teclas en su busca personal, haciendo que la imagen del grimorio se abriera a la mitad. - Esto puede impresionaros un poco, por si preferis no mirar hasta que os avise. Aunque cuando lo haga tampoco os vais a encontrar un unicornio. - les advirtió. Pasando el dedo de manera lateral como lo habría hecho por una pantalla, el enorme grimorio pasó sus páginas. En ellas se mostraban desde criaturas de una majestuisidad sin igual, pasando por algunas comunes y folclóricas que el público ya conocía, hasta verdaderas aberraciones de pesadilla. Gusanos del Nianafable, Fagocitóferos, Droserdes, una a una fueron apareciendo ante sus ojos página tras página. Cuantas más pasaba más se fruncía el ceño del español.

- Argh, este orden no sirve para lo que quiero. - gruñó para si, concentrado. - Woodrow. Reordena el fichero. Categorías: especialidades.- las páginas del grimorio salieron despedidas como si el lomo acabara de estornudar, se movieron con rapidez y volvieron a reubicarse, solo que en otros lugares. Aquello no era más que teatralidad, y podrían habérsela ahorrado en ese momento, pero el español no quería perder el tiempo desactivando todo para acceder al texto en bruto, como si se tratara de un fichero policial. - Selecciona búsqueda selectiva: Nigromancia, Vodoo, Santería y utiliza estos criterios para cribar "Bípedos, revividos, renacidos, no muertos, humanizados". - un segmento del libro volvió a desprenderse del lomo. Era bastante grande aún. Pensar que había tantísimas criaturas mágicas y que en toda su vida, la mayoría de ellas pasaban lo bastante desapercibidas como para generar debate por una foto borrosa daba mucho que pensar acerca de cómo los humanos vivían sus vidas como si se creyeran en realidad el centro del universo.

El español descartó unas cuantas, acariciando las páginas flotantes, hasta que quedaron unas cuantas nada más.

- Vale. Vamos con estas pare empezar. Si alguna de ellas se ajusta a lo que habéis visto, me la señaláis y la pongo en el montón de posibles. Esto se puede hacer muy cuesta arriba, así que vamos a tener que echarle paciencia. - sugirió mientras lanzaba en la pantalla la primera imagen. Se trataba del conocido como Espectro de Tenzen. Aunque dudaba que se tratara de él, puesto que en toda la historia conocida jamás había abandonado japón. Aunque dado que tras la colisión no paraban de suceder suceso insólitos, tampoco habría puesto la mano en el fuego. - ¿Algo?

- No, no. Esto parece claramente una persona, una especie de samurai. Esto se comportaba como una bestia y era más una momia.

Pasó a la siguiente, El padre capadocio. Remitió una mirada a ambos, tratando de adivinar en sus reacciones algo que le indicara que se iban acercando.

- No estaba envuelto por completo. Era más andrajoso. Como si estuviera podrido.

A Lorenzo se le iluminaron los ojos con esa descripción. Junto a la que le habían dicho antes se le ocurría por dónde cerrar la búsqueda.

- Okey, creo que mas o menos os voy entendiendo. Este no es, ¿vale? Pero decidme si puede ser algo parecido.

El Titán Purgaris era cuanto menos impresionante. La imagen se notaba que no era una fotografía, si no una pintura al óleo.

- Esto se parece bastante. ¿Porqué dices que no es?

- Porque siempre va envuelta en ese resplandor, esta criatura jamás haría daño a nadie y porque mide entre 20 y 25 metros de alto. - respondió a Sasha con una sonrisa. Esos datos parecieron impresionarlos un poco.

- Además tenía un poco más de carne reseca que este último.

En su fuero interno, Lorenzo estaba lanzando una súplica al universo. Estaban empezando a quedar las criaturas no sólo más peligrosas, si no también, más problemáticas. Ojalá no tuvieran que llegar hasta ellas. El español, cada vez que lanzaba una imagen en pantalla, no les quitaba ojo de encima. Aunque no lo supieran, había reacciones viscerales, instintivas, cuando se criaturas mágicas se trataba. A veces eran tan sutiles que podían pasar desapercibidas para cualquiera, a menos que se tuviera un ojo entrenado y experto.

La pantalla mostró la desagradable imagen de Cryasenthys, el devorador de órganos. Vió como a los dos les costaba su esfuerzo tragar. A medida que se aproximaban a su recuerdo, y rozaban la idea de la experiencia traumática de persecución que habían pasado, mas visible era su incomodidad para el Español. Pero eso era bueno. Estaban acercándose.

- Esto... podría ser.

Hubo un silencio, mientras observaban largamente. Nadie les metió prisa. Ambos se acercaron a la imagen que se proyectaba, como si su cercanía fuese a transmitirles algo mas. Se miraban entre ellos, como si trataran de encontrar una señal que les dirigiera a confiar en su criterio.

- Es solo que este está...- arrugó la nariz.

- demasiado fresco aun. - los dos se miraron entre si, sin estar del todo convencidos.

- ¿Y qué tal esto?- preguntó el hombre, lanzando la siguiente imagen a la pantalla, deseando en su fuero interno que tampoco fuera de lo que estaban hablando.

El Bloodwraith apareció en pantalla, con la mandíbula casi desencajada en un aullido devastador. Sus ojos ardían, sus manos y pies acababan en garras asesinas. Aunque esta imagen mostraba una criatura mas "llena", la piel acartonada había empezado a plegarse sobre los huesos, como si su decrepitud acabara de comenzar. Le cubría una especie de toga raída y llevaba un báculo, como si se tratara de una de esas brujas de los cuentos, pero tratara de infundir pesadillas a los adultos.

Fué cosa de un instante. Los dos se quedaron paralizados durante unos segundos viendo aquella imagen. Un escalofrío les elevó el vello de la piel. Luego, les sobrevino un sudor frío. Lorenzo observó aquel instante congelado. Estaban en Shock.

Para su desgracia, habían encontrado a su ganador.

- Hemos encontrado a nuestra criatura, me temo. - retiró el resto de las páginas de vuelta al grimorio y amplió la imagen. - y no son buenas noticias. - les ofreció asiento con un gesto de la mano, ocupando él otro. Apoyó el codo en el reposabrazos y un par de dedos sobre sus labios, mesándose la barbilla con preocupación. - Si eso es lo que os perseguía, se trata de un Bloodwraith. Un no muerto reanimado por algún nigromante, utilizando el cadáver de una bruja. Puede que la vuestra estuviera mas ajada y vieja, pero encaja con todo lo demás. Garras en manos y pies, ojos como ascuas, decrépita, incansable, y capaz de drenar la energía vital sólo con el tacto. ¿Escapásteis de ella con agua bendita y con fuego, verdad? - preguntó. Eran las únicas cosas conocidas capaces de ralentizarla. - Tenéis que saberlo. Esta vez tampoco la habéis destruido. La habéis retrasado. Ralentizado como mucho. Nada daña a esta criatura. Son indestructibles. - no quería endulzárselo. No después de la honestidad con que Sasha le había tratado con sus problemas personales. Había hecho aflorar la parte más profesional de Lorenzo, y ahora era momento de demostrar porqué mantenía el derecho de enseñar magia, incluso si su uso le estaba tan restringido. - El problema es que algun nigromante anda detras de Jesse y ha enviado a uno de los mas viciosos, sanguinarios e incansables asesinos tras él. Nada hará que estos bichos dejen de perseguirte. Nada, salvo que su dueño cambie de objetivo, o revoque su orden. Has enfadado mucho a alguien que no debías. - dijo a Jesse, entrecruzando los dedos, e inclinandose hacia delante en la mesa. - Ahora mismo, esa cosa estará recuperándose y localizándote, si no está ya cruzando el mar a nado o a pie para llegar hasta aquí. Pero llegará. Siempre lo hacen. Son tan temidos porque incluso si eres capaz de huir, son una condena de por vida. ¿Se te ocurre quién ha podido enviar una cosa así a por ti? - preguntó con franqueza, tratando de poner su mente a trabajar.

No hay problemas irresolubles. Solo soluciones no encontradas.