Que empiece la sesión. (Rebecca Logan/Libre) (Post-Omega)

Cuando pedí una plaza para trabajar en Arkham no pensé que sería tan sencillo. ¡Qué mentes tan sencillas! ¡Qué fácil fue manipularles! Ni si quiera tuve que esforzarme. Un par de palabras en el momento oportuno, unos cuantos movimientos de cabeza y listo. ¡Bang! Tengo trabajo. Y es una maravilla.

Hoy es mi primer día y me han asignado a una joven que dicen que no tiene ningún problema serio así que, me dejan ocuparme de ella por novata. Qué sabrán ellos de las mentes. Son las 9:00 am, llego puntual al trabajo y me pasan la ficha de mi paciente. Rebecca Logan.

-Vaya, vaya... Ningún problema... Hm-. Lo dicho. No saben nada.

Me dirijo pues a la sala de reuniones y hago pasar a Rebecca.

-Hola, soy tu nueva doctora, Mindy. ¿Te parece bien que te llame Becca? ¿O tienes otras preferencias? Así estaremos más cómodas las dos y la comunicación será más fácil-. Vaya, qué lástima que una chica tan guapa tenga tantos problemas.

El camino a Arkham empezaba a hacerse tedioso. Iba a tener que buscar alternativas si no quería que el pobre Toffe se durmiera en los laureles. El caballo castaño iba con la cabeza gacha, y al llegar a la farola que solía hacer de poste para caballos improvisado, soltó un relincho cansado. Ella desensilló y le palmeó el cuello, con resignación.

- Lo sé, pequeño...- le murmuró, con una caricia, antes de darle un terrón de azúcar y dejarlo esperando en la zona del aparcamiento.

Recorrió Arhkam como solía hacer. La verdad es que ya la estaba empezando a fastidiar tanto viaje por la condicional, le hacían perder un tiempo precioso en trayectos, y aunque siempre estaba bien tener un motivo para visitar las instalaciones y así ver qué tal andaban sus viejos amigos (alguno que otro de ellos que fantaseaba con arrancarle la cara en cuanto tuviera la oportunidad) estaba empezando a resultar agotador. Tendría que intentar hablar con su agente de la condicional, a ver si podían distanciarle las visitas. Cuando llamó para preguntar, se enteró de que precisamente traían noticias.

Trasladaban su expediente a una nueva médica. No era algo raro, ya que en Arkham los pacientes rulaban más que un rebaño de vacas en una cuadra recién fregada con jabón. En cuanto alguien se veía saturado de un paciente, se lo pasaba a otro, y así acababan conociéndose entre ellos, sobretodo porque el secreto profesional se guardaba más de puertas afuera que hacia adentro. Con sólo prestar atención podías enterarte de los cotilleos más jugosos de los Vips de la institución. No ha día en el que alguien no se inventara alguna milonga de Joker, Espantapájaros o alguna de esa panda de la asociación anti-murciélagos.

Esperó en la sala de espera, liberada como siempre de todo lo que para ella era apreciado e indispensable. Llevaba el sombrero, pero nada de la hebilla, las botas, la estrella de sheriff ni desde luego ningún arma en el interior. Hoy había colaborado especialmente, ya que quería ganarse a los de la condicional. Había que ver como pensaba tratarla la nueva. Otra vez a empezar de cero. Sólo pensarlo la hizo suspirar, mientras medio adormilada en una de las sillas, chupaba un brote que bailoteaba entre sus labios. Cuando pronunciaron su nombre, levantó levemente el gorro que tenía sobre la cara, descruzó las piernas y se levantó, entrando en la sala. La nueva parecía haber salido ayer mismo del instituto. La Sheriff la miró de arriba a abajo.

Vaya, si que debían estar escasos de personal.

- Puedes llamarme Sheriff - respondió ella con una sonrisa animada, al tiempo que se sentaba en la silla.

No dijo nada más por el momento, ya que quería ver de qué era capaz esa chica. Había mucho tiempo por delante para disfrutar la novedad, y sobretodo, para encontrar la baza con la que jugar...

-Sheriff-. Repetí su apodo devolviéndole la sonrisa.

Apunté aquel apodo para no olvidarlo. Lo cierto es que la chica parecía maja, aunque se la veía frustrada, estaba relajada y expectante. ¿Sería así siempre? Por su modo de sentarse me pareció muy correcta, muy diferente a cualquier demente que hay aquí. La sonrisa que me dedicó al decirme su apodo me dio a entender que le gustó que le diera la oportunidad de elegir cómo iba a llamarse en mis sesiones. También observé que no llevaba su estrella colgada del pecho y me llamó la atención, cualquier Sheriff que se precie tiene su estrella siempre con él, si bien llevaba su sombrero bien puesto.

Noté su mirada como analizándome. Bien, debe ser que no es tan cazurra como los demás aquí dentro. Será interesante.

-Si me permites la pregunta... ¿por qué Sheriff? ¿Sueles vestir así normalmente?- Claro que sí, Lilith. Te lo han contado todo sobre ella en la salita donde los doctores toman sus cafés y se fuman sus cigarros. Becca parece tener un amor incondicional a los animales, y lleva ella sola un gran rancho..., por resumirlo de algún modo. Aún así, soy la nueva y... hay que mantener la apariencias. Iba vestida de vaquera, a lo más puro estilo leñadora sexy, pero con la tradicional espiga en la boca.

Por la cara que puso pareció ofendida por mi comentario, o bien por mi atrevimiento o -lo más seguro- por mi "falta" de conocimiento, pero no sabría decirlo a cierta. En cualquier caso, levanté la mirada y me quedé fija en sus ojos. El desafío visual dice mucho de una persona y, ¡caray!, esta chica tiene carácter. No me quitó ojo y como es natural, lo apunté en mi libreta. Es mi trabajo: observar, hacer las preguntas correctas y apuntar en mi libreta. Antes de que pudiera contestar, me adelanté:

-Espero no haberte molestado; podemos tratar ese tema más adelante, Sheriff. ¿Qué tal si empezamos de nuevo? Bien. ¿Cómo ha ido el viaje hasta aquí, Sheriff? ¿Le gusta el paseo?- No quiero darle pié a que lleve la conversación. La que hace las preguntas aquí soy yo. Aquello pareció llamar su atención, ya que movió la cabeza y sacudió su cuerpo ligeramente, casi sin notarse. Volvió a mirarme directamente a los ojos, luego a mi libreta y de vuelta a mí.

No paraba de analizarme con la mirada... Era bastante molesto, la verdad. No quería meterme en su cabeza, aún no -bastante he tenido al tocar su expediente. Me gustaría que se abriera ella sola, que se deje conocer. Vamos a hacer las cosas bien.

Por un momento, deseó que la vida se pareciera un poco más a los dibujos animados. Allí estaba el correcaminos, delante de ella, hablando y hablando y hablando con su "Bip, bip" mientras ella se tomaba su tiempo para asimilar lo que le decía. Pero no se lo daba, saltaba a otra cosa y le dejaba a ella con las palabras asomando en la punta de la lengua. Lo único que le quedaba a ella era congelar la imagen, haciendo que el fondo se volviera un poco gris, mirar a quien estuviera viendo esa locura con cara de no entender un pito, y sacar un cartel hecho de madera en el que pusiera "What?".

Pero su vida no era así, con que lo único que pudo hacer fue mirarla con una ceja alzada, incrédula, y tratar de encontrar una postura cómoda para sentarse en esa silla. Iba a estar allí un buen rato, y si no iban a darle turno de palabra, iba a hacérsele muy largo. Lo que a la doctora novata le pareciera que estaba haciendo no tenía mucha importancia, pero después añadió mas preguntas a la lista. La vaquera se mantuvo en silencio. Esperó a propósito a ver si esta vez le daba oportunidad de contestarlas, o iba a seguir hablando ella. Hay gente a la que le gusta oírse hablar.

- ¿Es mi turno? - preguntó, por estar segura.

Había cambiado mas de médicos que de calcetines, y a cada uno le gustaba hacerlo de una manera. Alguno de ellos con el que no había tenido ni un intercambio de palabras. Se sentaban, la hacían tumbarse en un diván, y le hacían aguantar charlas de los mala persona que era. A los dos minutos uno aprendía a desconectar y se oía como un ruido de fondo. Por fin, adoptó una postura relajada en la que se encontraba a gusto, cruzó las piernas dejando el tobillo apoyado en la rodilla, una postura mas cómoda que femenina, y apoyó las manos en su regazo.

- Verás, Doc, ¿Puedo llamarte doc? Te veo nerviosa. No te angusties, eres nueva, es un sitio difícil y la gente de aquí dentro aún lo es más. Vamos tranquilamente, o como yo diría, "al paso". ¿te parece bien?- le sugirió, aunque tampoco es que pudiera hacer mucho al respecto. - El porqué de Sheriff se contesta tan fácil como porqué te llaman a ti doctora. Es lo que eres, y así te llaman. En cuanto a la ropa, trabajar en un rancho es duro, así que es lo que visto. Las camisas de algodón son cómodas, no pican y son fáciles de lavar. Los vaqueros son resistentes y aguantan bien el polvo y los arañazos. Necesito las botas para montar, y el sombrero me protege del sol. En cuanto a los cinturones, bueno, a las chicas nos conviene ser un poco coquetas de vez en cuando, ¿no? - terminó con cierta picardía, dedicando una sonrisa cómplice con la doctora.

De todo lo que había dicho, no había echado ni una mentira. Todo eso era tan real como que el cielo es azul. Para ella charlar de eso no era un problema. Algún que otro médico basaba su terapia en provocaciones, procurando exaltarte para reaccionar y justificar que te metieran droga hasta en el periódico de la mañana. Resultaba de lo mas triste saber que de los dos, tu eres el mas maduro con 19 años.

- ¿El paseo? Meh...- respondió encogiéndose de hombros, dejando clara su postura - Repetitivo. Tengo que encontrar una ruta alternativa. Los caballos se acomodan si les llevas siempre por el mismo recorrido. Se hacen perezosos. - añadió asintiendo con la cabeza, para luego volver a contemplar a la joven recién legada.

Oh si. Era como encontrar un filón de oro en una mina abandonada...

Cuando Becca le preguntó si era su turno, Lilith comprendió que, quizás, no haberle dado la oportunidad de contestar había hecho que se irritara levemente. Ya sabe más o menos por dónde van los tiros con esta chica, aunque aún le queda mucho por descubrir y comprender. Sin embargo, quería llevar ella las riendas y no dejarse llevar por sus poderes. La curiosidad le ha traído muchos problemas y no quería tener problemas con Becca.

Por un momento, antes de que Becca preguntara si podía hablar, le pareció verla ausente. Como si estuviera en otra parte. Con la cabeza pensando en otras cosas.

-Sí, es tu turno- respondió, completando su respuesta con un movimiento de cejas que esperaba que incitaran a su paciente a hablar. Sin embargo, estaba siendo sincera, quería que hablara y comentara todo lo que ella quisiera. Y asintió cuando, con lo que parecía ironía, Becca le proponía llamarla Doc. Iba  a ser divertido tratar con ella.

Según Becca hablaba, Lilith apuntaba notas en su libreta: consideraba el ser Sheriff como su auténtico trabajo y el tema de la ropa estaba bien justificada, su forma de hablar, sus movimientos, su postura... Lo que no le gustó fue que notara su nerviosismo,  pero no le dio mayor importancia, haría como que ella tiene razón y está nerviosa por ser la nueva. Cuando le comentó que el paseo le pareció repetitivo, Becca llamó su atención, y pensó en una solución que seguramente le agradase... pero nunca se sabe. Becca se preocupa mucho por sus animales y su rancho y, si la propuesta sale bien, a lo mejor podían dejarse de formalismos -lo que significaría un gran avance.

-Entiendo, a todas nos gusta estar guapas- respondió compartiendo ese momento entre mujeres. -Y sí, tiene razón. Estoy algo nerviosa, es mi primer trabajo real en el que trato con pacientes reales. En cuanto a la vestimenta, Sheriff, es totalmente comprensible. Sólo preguntaba porque ahora mismo no está usted en su rancho. Y hablando de eso... me gustaría proponerle algo, que la beneficiaría a usted y a sus animales. ¿Estaría interesada? Quizá yo pueda hablar con el director y llegar a un acuerdo con él. Piense si le gustaría llegar a algún tipo de acuerdo y deme una respuesta, cuando quiera. No hay prisa-. Esperaba encender una llamita en Becca de curiosidad, pero no pareció mostrar ninguna reacción visible. Su plan era, en principio, bueno. Le daría la oportunidad a Becca de estar más cómoda con el tema de las sesiones y de estar cerca de sus animales y de tener el rancho a su completa disposición.

Después de aquello, le soltó una retahíla de preguntas comunes a las del resto de doctores y que seguramente habría escucha ya miles de veces. Parecía aburrida, por lo que Lilith decidió dar por terminada la primera sesión. Se había arriesgado mucho al hacer esa propuesta, pero la curiosidad le pudo. Sentía la urgencia de avanzar, ya que al no estar usando sus poderes se estaba frustrando y poniendo nerviosa. No tenía ni la menor idea de cómo reaccionaría Becca, pero esperaba que reaccionara bien. Por el bien de todos.

-Bueno, nos vemos la semana que viene, Sheriff. Cuídese y encantada de haberla conocido-. Sonreí amable y sincera, y le tendí la mano.

Al final resultó que se trataba de una jovencita encantadora. A pesar de tener la lengua un poco larga por los nervios, su tono era amable, y ante eso sólo se puede responder con más amabilidad. Era la otra cara de la moneda de Arkham. La sangre fresca. Gente que venía ilusionada de hacer su trabajo, que quería tener paciencia contigo, dispuesta a probar un montón de terapias alternativas que consiguieran lo que no habían podido las habituales. Gente a la que personas como el Joker, el espantapájaros, poison Ivy o ella no le habían aplastado el espíritu todavía. Pero hasta entonces, tenía tiempo de sobra...

- ¿No pretenderá que venga con mis mejores galas aquí? - preguntó claramente bromeando, como si la loca fuese ella.

Desde luego. Le cortaban a uno la jornada de trabajo y encima pretendía que fueran como si fuese Miss Tejas infantil. ¿habría hablado con los de seguridad sobre eso? Esos tipos siempre se ponían pesados con su vestimenta. Como si no supiera que aún envuelta en bolsas de basura se la comerían con los ojos, igualmente.

Después de la sugerencia de que podrían plantearse algo nuevo, cosa que no la extrañaba nada, por que ella en sí misma era una novedad, comenzó a hacerle las preguntas de rigor. Ahora si, empezaban de cero. No echaría de menos a la histérica anterior, aquella a la que tenía que ir buscando por los pasillos porque nunca estaba donde le correspondía. A Hidra tampoco le gustaba mucho, quizá pudiera hablar con ella para que pidiera que le cambiaran de médico. Le daba la impresión de que estaba más cómoda entre chicas.

Cuando se acabó la encuesta de rigor, porque que todo el mundo preguntara lo mismo sólo podía deberse a que era una encuesta que sacaran de algún libraco de medicina mental de hace al menos cuatro años, la mujer se despidió tendiéndole una mano. Aquello si que le gustó. Normalmente y si prestas un poco de atención, puedes leer en los ojos de tus médicos que no te tocarían ni con un palo.

- ¡Igualmente, Doc!- dijo ella estrechando efusivamente la mano, tanto que al dársela sonó una palmada. Su apretón fue firme y con energía, pero en ese momento se percató de algo - Pero oiga, ¿No va a explicarme de que se trata tu famosa propuesta? Ya sabe lo que dicen, no se puede negociar con hombres muertos.- añadió con una sonrisa. Efectivamente, ahora la trataba de usted.

En ese caso no era una frase amenazante en absoluto. Venía a significar algo así como: ¿Cómo vas a pensarte nada si no sabes cuál es la propuesta? Esperaba que su instinto no se equivocara. Es chica de piel clara, y ojos aún mas claros, tenía mucho que ofrecer. Estaba segura.

Oh. Ha funcionado.

-Pues verá, no sé si estará familiarizada con este tipo de sesiones que quiero proponerle...- empecé. -¿Le gustaría realizar las sesiones en su rancho? De forma relajada, quizá tomando un café y,  puede que atendiendo a los animales. Eso lo dejo a su elección. Evitaría el repetitivo paseo y ganaría tiempo, ¿no le parece?- tenía la esperanza de que le gustara la idea y que aceptara, pero los pacientes a veces son muy inestables y no sabes qué esperar.

Naturalmente, apunté en mi cuaderno su reacción curiosa y, a primera vista, positiva. En cuanto al tema de su vestimenta no le respondí con más que con un movimiento de cabeza que venía a significar comprensión y aceptación, tenía lógica que no se pusiera -como ella dijo- "sus mejores galas". Yo tampoco lo hacía.

Ya no me quedaba más por preguntar aquel día, así que esperé a que Becca pensará y sopesara la opción y me contestara. Mientras tanto, yo fui pensando cómo camelarme al director de Arkham para que me permitiera realizar las sesiones fuera del centro, y si no me dejaba no tenía más que meterme en su cabecita de lerdo y solucionado.

Lo cierto es que estaba intrigada con el resultado de mi primera sesión dadas las libertades que me tomé para cambiar el sentido de la condicional para Becca.

Cuando le hizo la proposición, se sentó de nuevo en la silla de forma bastante ruda, para inclinarse luego hacia delante, apoyando los codos en las rodillas que mantenía medio abiertas. Entrelazó los dedos y dejó colgar las manos en esa postura, que la mostraba relajada, pero intrigada. Aquello que decía resultaba bastante interesante, siempre y cuando, claro, pudiera basarse en unas condiciones y no en el hecho de que quisieran sacar información a la que inevitablemente tendrían acceso si conocían su domicilio y lugar de trabajo. Por otro lado, pensar en no tener que volver a entrar y pasar por seguridad, en ahorrarse el camino y en no tener que soportar las intentonas de agresión de los pobres diablos que estaban aún entre rejas resultaba de lo más tentador.

- Me parece, me parece. - contestó, asintiendo con la cabeza.

Sin embargo eso no suponía que hubiera aceptado su propuesta, y así se lo hizo saber cuando se reclinó en la silla hacia atrás, cruzando una pierna sobre otra y cruzándose también de brazos, mientras se tomaba unos minutos para reflexionar en silencio. Miró hacia arriba y así se quedó, aparentemente con la mirada perdida, valorando en su mente bulliciosa los pros y los contras de aceptar una oferta como esa, todo ello suponiendo que el director de Arkham le permitiera hacer algo que tanto se escapaba de las tácticas de manual.

- Suponemos que en caso de que yo acepte, será usted quien ponga las condiciones. ¿cierto? - preguntó después, aún mirando hacia arriba. Que no se creyera que podría hacerla bailar tan fácilmente, porque ella tenía algunos ases en la manga. - ¿Hasta que punto tendré autoridad de decisión sobre eso?- preguntó entonces, sus ojos descendiendo dentro de sus cuencas, para hacer que su rostro aún apuntara hacia arriba, pero su mirada se fijara en la doctora. Ahora sólo había que comprobar hasta qué punto era buena la mano que tenía, o si acaso estaba faroleando, para que nadie considerara que un par podía ser la mejor opción sobre la mesa.

Al principio me pareció que estaba contenta con la propuesta, pero algo fallaba. No se fiaba ni un pelo de mí. No todos los días una doctora novata te ofrece cambiar las sesiones, en la primera sesión y sin saber si será posible, lo más lógico es desconfiar.

-Las únicas condiciones que pondré serán los días de las sesiones y, por supuesto, algún que otro paseo para conocer su rancho. Me fascinan los animales, ¿sabe? El resto podemos negociarlo. No quiero que sienta que se la quiero jugar, porque no es el caso, Sheriff- << Esto no iba a ser fácil, Lilith>>.

Empecé a ponerme algo nerviosa, y el dolor de cabeza con el que estaba ya tan familiarizada después de tantos años comenzaba a ser más agudo. Sin cortarme ni por un instante saqué de mi bolsillo una pastillita y me la tomé sin agua. Ignoré si Becca me miraba, o lo que pudiera pensar si así fuera. No soportaba el dolor de cabeza en ese momento, estaba cansada.

-Bien, mire... Sheriff-, dije despacio, intentando concentrarme de nuevo en la conversación- no voy a mentirle. No me gustan los métodos que hay en este centro, y me parece que usted es una persona con mucho potencial y para nada desagradable. No me parece bien que tenga que vérselas con toda esta gente por una condicional bastante innecesaria. No niego nada de su pasado ni lo defiendo, pero creo, y corríjame si me equivoco, por favor; creo que, si usted estuviera en un ambiente más relajado y tranquilo, no necesitaría ni mis visitas ni la de otros doctores. Quizás una llamada de vez en cuando, quizás un café- solté las palabras atropelladas por el malestar que crecía en mí, estaba cada vez más alterada y al tratar de que no se me notase, fracasaba estrepitosamente. Me cambió el tono de voz, mi cuerpo expresaba incomodidad y... no era lo adecuado. Becca debía verme segura, fuerte. -En cuanto al director de Arkham, no tiene de qué preocuparse, se alegraría sobremanera si todos los pacientes dejaran de venir aquí y le dejaran tranquilo. Lo único que necesito es un sí o un no y empezaremos el próximo día-. Eso estaba mejor. Así tenía que ser siempre. Sumé a mi respuesta una amable sonrisa que quería emitir confianza.

Sólo quería llegar a casa y tumbarme, dormir y olvidar...

Una de sus piernas botaba arriba y abajo sin parar, pero con un paso tranquilo que era como la manecilla de un reloj. Con cada taconeo marcaba un instante más que se desvanecía y ella usaba para pensar. Había algo de sagrado, de Sancta Sanctorum en el hogar de uno, y meter a una doctora a husmear entre todo eso sonaba a intento de encerrona por todas partes. De cualquier manera, ¿De verdad iba a ser tan difícil hacerse respetar en su terreno? No, en absoluto.

Se percató de que la joven doctora echó mano al bolso y se tomó una pastilla para algo. El gesto la hizo esbozar una sonrisilla. ¿Quién sabe si esa chica no había salido un par de meses antes de ahí? Los americanos tenían demasiadas manías, como eso de echar prozac a la mermelada. Era como tener la certeza de que están intentando curarte de algo que no tienes un montón de Yonkis alucinados. A pesar de lo cual, como la joven doctora (si es que ya lo era) estaba siendo bastante amable, ella dejó de taconear, para no empeorar con el ruido el creciente dolor de cabeza que parecía padecer la nueva. Era una cuestión de verle los gestos. Aquello tenía pinta de migraña segura. Igualitas que las que fingía su madre para atiborrarse de pastillas.

- No lo dudo. ¿A quien no le gusta hacer en condiciones su trabajo? - dijo encogiéndose de hombros, con una sonrisa. Claro que querían librarse de ellos, por eso derivaban, y derivaban, y derivaban casos. Por no aguantarte más. La sheriff se levantó se subió los pantalones con un gesto, agarrando del cinturón, tomó aire profundamente y tras un segundo más de meditación, respondió - Verá Doc, aceptaré su propuesta, si usted es capaz de aceptar que, en mi rancho, se siguen mis normas.- su mirada azul se vio cargada de una autoridad que no dejaba lugar a réplica. Casi parecía imposible ver en ella a una chica de 19 años. - ¿Que me dice? ¿Trato?- preguntó, con una media sonrisa amigable, mientras le tendía una mano, preparada para sellas el pacto que se había planteado. Con ambas partes de acuerdo, esperaba...

-Hecho. ¿A quién no le gusta que se sigan sus normas en su casa?- sonreí con sinceridad, y le hice aquella pregunta pensando que yo pondría las mismas normas. Mi casa, mis normas. En eso no somos tan diferentes, y más teniendo en cuenta que soy su loquera. -Empezaremos dentro de dos días. Tenga usted un buen camino de vuelta y disfrute del día, Sheriff.

Le estreché la mano y di por finalizada la sesión. Acompañé a Becca a la puerta y esperé a que se marchara. Cuando estuve sola en mi consulta me estiré y relajé los músculos, tomé otra pastilla y me fui a mi casa en mi fantástico coche, un maravilloso Mustang Shelby GT500 en negro mate. Poder entrar en la cabeza de la gente y hacer que quieran cambiar de opinión y rebajarte $30.000 el precio del coche por la cara mientras tú te desmayas por casualidad tiene sus ventajas -si bien no puedo abusar de ello, me pasa demasiada factura a la moral.

Preciosidad de coche:

No vivía lejos del centro Arkham. Mi templo se encuentra en la ciudad de Belmont, en el sur de San Francisco, así que sólo tenía que conducir durante unos minutos. Cuando llegué a casa me esperaba en la puerta mi precioso perro Ifrith. Sus almendrados ojos azules claros rozando la blancura estaban llenos de amor siempre, y su pelaje largo y liso de color rojizo le hacía parecer un perro de fuego. Era un perro precioso.

-Hola guapoooooo, ¿cómo está mi campeón hoy?!- siempre le hablaba como si fuera un niño, hablando casi en balleno. Le acaricié detrás de las orejas como le gustaba y le puse agua fresca y le di de comer.

No tenía hambre esa noche, y necesitaba descansar. Últimamente lo estaba pasando mal con los poderes, tenía la irrefrenable necesidad de usarlos todo el tiempo, de invadir en la vida de los demás sin motivo, y por evitarlo estaba siempre adormilada, cansada y con migrañas. Casi no comía, así que tomaba muchos suplementos alimenticios en forma de pastillas para no desfallecer... Algo no iba bien dentro de mi cabeza, pero me obligué a dormir e invité a Ifrith a tumbarse junto a mí en la cama para abrazarnos mutuamente.

Al día siguiente sólo tendría que lidiar con los pacientes "normales" y eso no suponía mucho esfuerzo, así que podría descansar la mente. Cuando fuera al rancho de Becca sería otra historia, no necesariamente mala, pero sería un día intenso.

[OCC: Entonces, damos por terminado el post aquí. ¡Nos vamos viendo Doc. Ha sido un placer!]

Tras un fuerte apretón de manos, el trato quedó sellado por completo. Aquello resultaría bastante interesante, sobretodo teniendo en cuenta que era una doctora novata. Se preguntó qué otros casos le habrían derivado y si sabría ya de la existencia de personajillos clásicos de Gotham, como el Joker, o el espantapájaros. Gente con la que merecía mucho la pena encontrarse, siempre que uno quisiese vivir mansalvas de miserias. Desde luego, para gente motivada como ella, interesada en la psique humana, allí había toda una serie de misiones en territorio inexplorado. La acompañó hasta la salida, donde pudo recoger de nuevo todo lo que le quitaban en seguridad. Se colocó su insignia de Sheriff, su armamento y sus látigos, antes de salir, cogió el ala frontal de su sombrero con dos dedos y asintió con la cabeza.

- Hasta la vista, Doc. Cuídese mucho. - dijo con una sonrisa, antes de salir por la puerta.

En cuanto llegó junto a él, Toffe meneó la cabeza y soltó un relincho, con una muda pregunta sobre cómo había ido su sesión. Ella acarició el cuello del animal, y luego lo ensilló con rapidez, sacudiendo las bridas para que se pusiera en marcha al paso. Ya no tenía tanta prisa por volver, podía permitirse algo de conversación.

- Hay alguien nuevo, pequeño. Puede que pronto la conozcas, va a venir a hacernos una visita. Creo que te caerá bien...- comenzó, mientras le contaba lo acontecido al caballo, que de vez en cuando piafaba o soltaba algún ruidito, aportando sus opiniones a la conversación.

A pesar de que a veces era bastante grosero, siempre podía encontrar en él un oído amigo...