Perdido en Metrópolis (Libre) [Post-Omega]

Nueva York, 12:03 A.M.
Universidad Empire State

No era la primera vez que Nueva York se convertía en el epicentro de una catástrofe sobrehumana. A estas alturas, la actitud neoyorquina había convertido en chiste la posibilidad o el tiempo estimado de volver a toparse con una invasión extraterrestre, el ataque de una plaga mutante o cualquier otra barrabasada perpetrada por un supervillano. Se habían acostumbrado a ser siempre salvados por Spider-Man, los Vengadores o los X-Men. Se habían acostumbrado a lo inusual.

Entonces lo inusual regresó para recordarles por qué lo era.

Llegó y se fue tan rápido como el estallido de una bomba, pero dejando el reguero de daño, caos y devastación a su paso. Agujeros dimensionales, edificios y personas que colisionaban con sus otros yo de otras realidades paralelas, invasores del tiempo y el espacio que sembraban su propia cuota de caos antes de ser noqueados por los héroes de turno. La ciudad había quedado radicalmente transformada, la antigua era de la modernidad acababa de dejar paso a una era de inseguridad e inestabilidad.

Y la ciudad no era lo único inestable.

Connors no pasaba por su mejor momento. Su situación con Martha era cada vez más insostenible. Su esposa no podía evitar sentirse insegura con un hombre al que amaba con el poder de convertirse en un monstruo al que odiaba. No importaba las veces que Spiderman le ayudase a volver a ser el que era, o el apoyo que recibiese en el pasado de otros benefactores como el profesor Xavier. Al final ÉL siempre volvía. Y la última vez, en que secuestró a Martha y Billy y trató de aplicarles el mismo suero que le dio vida, fue la gota que colmó el vaso. No dejó notas de despedida ni llamadas en el contestador. Simplemente tomó sus cosas y se fue. Se refugió en la seguridad de su laboratorio, entre probetas, fórmulas y muestras genéticas. El único lugar del mapa donde Curt Connors podía aún encontrar un descanso y una manera de inhibir a su yo más diabólico.

Oh, sí, eso siempre se te ha dado bien, Curt. Esconderte, meter el rabo entre las piernas. Él al menos encara sus problemas de frente...

Entonces lo reconoces, ¿verdad? Me necesitas...

Trató de acallar la odiosa voz en su cerebro. El inhibidor. Sabía que lo había dejado cerca. Sólo un sorbo y recuperaría la calma.

El caos se desató poco después. Sus recuerdos se volvieron borrosos. Paredes que se desmoronaban, hiedras que crecían a velocidad exponencial y enredaban a varios de sus compañeros de laboratorio... Era como en aquella película de su juventud, Jumanji, pero magnificado. No encontró el inhibidor. Correteó por el laboratorio, desesperado, tirando frascos y alambiques. Algo crujió bajo sus pies. La fórmula verdosa empapaba la suela del zapato entre cristales rotos. Oh, no. Ahora no.

Se oyó gritar. ¿Pero era su voz, o era la SUYA? Y poco después, el fogonazo...

-------------------------------------------------------------------

Metrópolis, 16:30
Solar abandonado.

¡Por fin aire fresco! ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Seis meses? ¿Tal vez ocho? ¿O quizás un año entero? El maldito mono con chaqueta había aguantado de verdad esta vez. Pero los dos sabían que tarde o temprano cedería. Era débil. Se avergonzaba de sí mismo. Sabía demasiado bien que le necesitaba. Era incapaz de sobrevivir por sí mismo. El supuesto intelecto no sirve de nada si no tienes aptitudes naturales para resistir. Y él era la criatura perfecta. Los mamíferos sólo habían tenido demasiada suerte en la historia de la evolución. De no ser por el meteorito fortuito que alteró el clima terrestre, los dinosaurios aún hubiesen perdurado varios milenios más. Puede que incluso hubiesen llegado a experimentar la misma evolución que los monos.

Evolución. Monos. Dinosaurios. Meditó por un momento esas ideas. Al menos una cosa sabía hacer bien su estúpido anfitrión: asociar conceptos. Y él, por supuesto, había heredado su capacidad, porque representaba lo mejor de los dos, pero sin las apestosas debilidades del primero. Le gustaba. Sería un buen comienzo.

Pero antes necesitaba materiales. Y antes que todo eso, necesitaba sentirse libre de nuevo, estirar las piernas y la cola. Uhmmm... Hambre.

Olor a carne de mono, no lejos de allí.

No tuvo problemas en ocultarse entre los despojos de una obra que había quedado a medio hacer. Olisqueó, pero se sintió inquieto enseguida. Reconocía el hedor a mono, pero había otros olores extraños mezclados en el aire. No los reconocía. Era esencia urbana, sí, pero no se parecía en nada a Nueva York. La energía era... Más limpia. Diferente. Se fijó en un camión abierto de par en par y en los dos simios que salían del montacargas, acarreando cajas de madera. Ignoró su estúpido parloteo. Le llamó la atención el logo pintado en el dorso del camión: LexCorp. ¿Cómo que "Lex"? ¿Una competidora de Oscorp? ¿Cómo es que no había oído hablar de ella?

Oscorp... El Duende Verde. Un aliado ocasional. Un tipo inteligente, con recursos, y al igual que él odiaba a Spiderman. Pero no dejaba de ser un mono con disfraz, aunque al menos uno preocupado por mejorar su débil genética.

Ya pensaría en ello después... Tenía hambre.

Quince segundos después, los dos transportistas fueron abatidos por un monstruoso lagarto de dos metros.

Peter no había estado nunca en Metrópolis, pero desde luego, se alegraba de haber venido.

"Suerte que Horizon fue uno de los primeros grupos en tratar de ponerse en contacto con la gente de Lexcorp. Al menos, eso me ha dado la oportunidad de acercarme a ver el sitio."

Los rumores que había oído sobre la ciudad parecían ser exactos. Hasta donde había podido ver, aquél sitio era prácticamente paradisíaco en comparación a Nueva York. Los edificios eran altos, clásicos pero con ciertos toques modernos que los hacían muy vistosos. Las calles, amplias y sorprendementemente limpias. Incluso el puerto (un clásico puerto de los años 40, abierto al mar) estaba limpio como una patena. Peter sospecha que, de todas las ciudades, posiblemente la que más se parecería a Metrópolis sería Toronto, pero incluso la ciudad canadiense era minúscula en comparación con aquella urbe.

"Se podría decir que tiene lo bueno de Nueva York, pero sin lo malo de Nueva York. Me pregunto cómo sería sacar las telarañas por aquí..."

La razón por la que Peter se encuentra divagando y soñando con su vida de alter ego es porque, francamente, el trabajo que tenía asignado era un rollo. Poco después del evento que había mezclado todo, la vida estaba tratando de volver a la normalidad lo mejor que podía, y una de las formas bastante interesantes con la que se había intentado lograr eso era tratando de averiguar qué había cambiado en el mundo de las ciencias. A fin de cuentas ¿Y si la gente del otro mundo había logrado vencer a las enfermedades que tanto azotaban el nuestro? ¿Y si, en aquél lugar, la investigación espacial nunca se había detenido del todo, en vez de reducirse a la ocasional incursión de la NASA o de los Vengadores? ¿Y si allí el avance en la genética había permitido que fenómenos como los mutantes y los seres como Peter pudiesen explicarse, o incluso diagnosticarse?

Todas eran opciones viables, pero claro, lo que todos los científicos no habían contado era que, antes que compartir saberes, era necesario resolver trámites. Eso era algo que ambos mundos tienen en cantidades industriales, y en el caso concreto de Lexcorp, parecía que su disposición a compartir sus saberes con Horizon o cualquier otro grupo era nula. Al menos, esa es la impresión que Peter tenía desde hace un rato, porque el tipo que tenía que hacer de guía no paraba de darle vueltas por los almacenes y los sitios menos interesantes. Hasta ese momento, Peter solo había logrado alcanzar trazos de lo que Lexcorp investigaba, pero si su instinto estaba en lo cierto, eran una empresa lo bastante grande como para tener tentáculos en prácticamente todas las ramas importantes. Y a pesar de eso, el bruto que le guiaba (más parecía un matón de mafia que un empleado de una empresa prestigiosa, empezó a pensar Peter) no había abierto una palabra sobre lo que su empresa hacía. Algo le decía que estaría encantado de acabar esa visita sin sentido y empezar a perderse un poco por la ciudad.

Sin embargo, todo eso cambió inesperadamente cuando una especie de alarma empezó a sonar en la instalación. De alguna manera milagrosa, la cara pétrea del guía se volvío más rígida todavía, y abriendo la boca por primera vez para decir algo más que "sí" o "por aquí", soltó:

-Parece ser que tenemos algún problema. Si no le importa, será mejor que le lleve a un sitio seguro.

Y sin decir palabra, arrastró a Peter hasta la salida del almacén, sin apenas fijarse donde lo dejaba, para volver a entrar donde quisiera que iba todo el mundo.

-¡Eh, oiga! ¿Y qué pasa con las reuniones que tenía asignadas? ¿Se puede saber qué ha pasado?

No obtuvo respuesta. Al cabo de poco, se había quedado solo. Exasperado, Parker estuvo a punto de dejar aquél lugar e ir a broncearse en el puerto o algo. Pero, claro, aquello no hubiera sido la manera de portarse de un superhéroe.

-Más les vale agradecérmelo cuando termine de ver qué ha pasado. A ver si encuentro un lugar tranquilo donde cambiarme...

(FDI: pido mil disculpas por el retraso. No esperaba que nadie fuese a responder en este tema, y para cuando leí la respuesta, mil asuntos distintos me impidieron replicar a tiempo. De paso pido mil disculpas a la administración y agradezco su comprensión).

Hambre. ¿Cuánto tiempo llevaba reprimida?

La mente del mono llamado Connors le trajo a la cabeza un retazo de una vieja historia que había leído en algún momento de su vida. En dicha historia, un aterrador cocodrilo marino devoraba la mano de un mono que había perdido en un duelo contra su enemigo, y le gustó tanto su sabor que ya no quiso comer otra cosa. Realmente llevaba demasiado tiempo sin saborear su plato favorito. Pero él no era una simple bestia salvaje sin conciencia. Él era el Lagarto, la creación perfecta. Podía sobreponerse a sus instintos cuando sabía que había algo más importante entre manos.

Aquel inmenso laboratorio, todo para él. ¿Quién sabe qué instrumentos podría encontrar allí que le ayudase a su futura investigación?

Por supuesto, el primer bache a superar era la dichosa seguridad. Aquel sitio no tenía nada que envidiarle a Oscorp. Los guardias estaban bien equipados con armas de tecnología nunca vista en el mundo exterior. Ni siquiera a su lado racional le constaba haber visto nada parecido. Correteaban por los pasillos, gritando órdenes, disponiéndose en posición de resistir por cualquier frente. A su alrededor orbitaban bots de seguridad que pitaban comandos programados entre sí. Una férrea defensa que hubiese hecho papilla a cualquier oponente lo bastante necio como para lanzarse de cabeza.

Por fortuna para él, los lagartos no eran tan necios.

Internarse por los conductos de ventilación fue tarea sencilla. Caer en medio de la desprevenida formación lo fue aún más. El sobresalto mermó la puntería de los centinelas, que derribaron por accidente a varios de sus bots antes de que la pesada cola del Lagarto se agitase en el aire como un látigo y les arrebatara las armas o los aplastase contra la pared. A los que quedaron en pie los destrozó con sus garras o los usó de proyectiles improvisados contra los bots. En cuestión de pocos segundos, el sólido bloque de defensa que protegía el pasillo estaba roto y desecho, y la bestia se internaba en las entrañas del edificio.

La enorme sala estaba abarrotada de numerosas turbinas y gigantescas cámaras repletas de un fluido verde extraño que recordaba vagamente al suero de Norman Osborn. El Lagarto avanzó hacia el panel de control, con intención de analizar de cerca la extraña sustancia. Los aterrados científicos que asistían la sala salieron corriendo a su paso o fueron apartados a manotazos. El diseño del panel le era desconocido, así que tardó unos cinco minutos en habituarse a él, hasta que por fin encontró la manera de conseguir que el ordenador le diese una lectura de la composición de dicho fluido.

Casi todos los componentes le resultaban familiares... excepto uno. 15% de extracto de kriptonita.

¿Kripto... nita?

Fue distraido por una breve punzada de dolor en su cabeza. Elemento desconocido, trataba de procesar la información. Un punto flaco por el cual el mono trataba de recuperar el control. ¡No, ahora no! ¡No se lo toleraría! Aún tenía mucho que aprender.

No dejaría su mayor descubrimiento en manos de su enemigo.

"Demonios, me ha llevado eones vestirme. A este paso el incidente se habrá solucionado solo"

No le costó mucho averiguar de dónde procedía el barullo. Al principio, el ambiente de los pasillos de Lexcorp era igual que el de cualquier otra multinacional: largos, anchos, un tanto impersonales y con gente demasiado ocupada en sus asuntos como para reparar en que un tipo en mallas se les había colado. Conforme se iba acercando al lugar que le indicaba su sentido arácnido, el ambiente del edificio empezó a tensarse: los trabajadores estaban siendo reemplazados por lo que parecían matones entrajetados que parecían tener mucha prisa en dirigirse a un lugar en concreto. En un momento dado, se vio obligado a detenerse: las puertas de oficina se habían convertido en portones sellados a cal y canto. No había manera de entrar si no era por ahí. Ni siquiera había un triste conducto por el que una araña de tamaño humano podría colarse.

"Creo que tendré que hacer mi entrada triunfal en Lexcorp antes de lo esperado"

Sólo tuvo que esperar unos instantes hasta que unos cuantos guardas pasaron precipitadamente por un portón. En ese instante, se lanzó con sus redes en picado y pasó limpiamente por encima de ellos:

- ¡Perdonen, héroe de paso!

Los sorprendidos guardias no tuvieron mucho tiempo a reaccionar, y Spidey no quería desaprovechar del factor sorpresa. Sin embargo, pronto no lo necesitaría, porque empezó a notar que el número de guardias se reducía cada vez más.

No fue hasta que avistó los primeros cuerpos que su sentido arácnido estalló de alarma. Fuera lo que fuera lo que había causado el estropicio, tenía que ser grande y tener una mala leche tremenda.

"Y, al parecer, también debe tener unas garras tremendas, a juzgar por esos zarpazos. Un momento, he visto estas heridas antes...no puede ser..."

No quería afrontar la posibilidad, pero aquellas personas habían sufrido heridas que le recordaban demasiado a...él. Pero aquello no era posible ¿Qué se le podía haber perdido en un lugar como Metrópolis? Seguramente sería una amenaza nueva, quizá un equivalente de esta ciudad al Escorpión o algo parecido. Tenía que ser eso...

Una vez más, las esperanzas de Peter se vieron truncadas. Pudo reconocerlo tan pronto dio un pié en el laboratorio: la piel verde y escamosa no dejaban lugar a dudas. Y para colmo de males, ahí estaba aquel sonido inquietante que su peor enemigo hacía siempre, repitiéndose sin cesar, como si estuviera chillando de dolor. Incluso el espacio donde se encontraba enfatizaba quien había sido uno de sus mejores amigos, en lo que había parecido casi una vida de tiempo.

-¡Doctor Connors! ¡Deténgase!