Copas en un mundo extraño y nuevo [Post-Omega, libre]

Eran medianoche. Una hora oscura en la que la gente honrada dormía, a menos que tuviese que cubrir el turno de noche; las personas de oscuros corazones y negros propósitos salían a cometer sus perversos fines, excepto los abogados y los políticos, que solían operar a plena luz, y una panda de lunáticos en mallas enmascarados trasnochaban para evitarlo. Pero en el Resort Hotel de Bahía Tortuga en Hawaii en general el insomnio era un rasgo dependiente del monedero de cada uno y en aquel momento solo había un enmascarado que supiese la seguridad del complejo hotelero. Se hallaba en la barra del bar bebiendo, no parecía que fuese a atacar a nadie en un arrebato de heroicidad y pagaba al contado.

Wade bebía tanto como si no hubiese un mañana como si fuese primo hermano de Bob Esponja. Lo único cierto era que el mundo había cambiado para siempre, de eso no había duda. Por fortuna Hawaii seguía siendo un destino paradisíaco, con dinero suficiente, en este y otros muchos universos. Con un traje elegante y camisa el mercenario pasaba por un joven ricachón más de no ser por la máscara roja y negra. Tampoco le importaba demasiado llamar la atención. En aquel preciso momento se había propuesto probar todos los cócteles con alcohol del hotel y alcanzar en el proceso el coma etílico, lo que se dibujaba imposible dado que ni siquiera conseguía emborracharse debido a su factor curativo, pero la esperanza era lo último que se perdía según se decía. El camarero, un pobre chaval del interior de Kansas llamado James que trabajaba para costearse la matrícula en oceanografía en la universidad Leeward Community College, había tomado el entusiasmo del enmascarado primero con serenidad y más tarde con inquietud. Era consciente de que por allí iban tipos raros y importaba bien poco el aspecto mientras fuesen clientes del hotel y/o pagasen religiosamente. Su estancia en el archipielago y sus estudios dependían por completo de las propinas. Tampoco faltaba el tipejo que te contaba su vida en detalles ni quien ponía la resistencia de sus hígados a prueba. Wilson por supuesto rompía cualquier límite establecido y sus historias viraban entre lo fantástico y lo macabro.



El camarero se armó de toda la paciencia que pudo reunir y algo de valor por si acaso. Los tíos enmascarados tenían siempre ese problema de por definición no ser de fiar y Wilson aunque no parecía ir armado había contado suficiente de su ocupación entre bebida y bebida para que cualquiera se preocupase por su salud cerca suya.

- Puedo prepararle un Infierno helado si así lo prefiere Mr. Wilson, pero los nombres son artísticos y solo representan vagamente los ingredientes, los sabores, el color y el grado de alcohol que contienen.

Wade asintió no muy convencido. En su humilde opinión sería mejor que comenzase a improvisar en vistas del poco éxito que estaba dando las guías tradicionales. James suspiró aliviado y comenzó a prepararlo.

La mayoría del local se hallaba vacío. Aquellas horas no atraían a mucha gente. Un periódico en una mesa anunciaba con mensajes apocalípticos los acontecimientos de los últimos días pero en aquel momento parecía que el fin del mundo podía esperar a un cóctel más.

Nunca me había llamado Hawaii, prefería ciudades como Praga, Mónaco, París... Pero después del gran terremoto mundial quería ir a un sitio relajante para desconectar de todo un poco. Unas pequeñas vacaciones, solo eso.

Aunque, bueno... El hallazgo de una pequeña colección de unas diez estatuillas tiki valoradas en millones de dólares quizás influyó un poco en la toma de decisiones de mi destino. Con esa mercancía en el mercado negro podría ganar pasta como para retirarme y comprarme una mansión como la de Bruce Wayne.

Había pasado allí dos días, planeando el golpe al milímetro, calculando horarios, medidas de los recintos, tipo de seguridad, etc. Por las mañanas me pasaba las horas muertas tomando el sol en las playas y por la noche siguía ajustando, retocando y repasando el plan para que saliera todo perfecto.

Pero esa noche no tenía ganas de planes ni de robos; esa noche tenía ganas de beber y divertirme un poco, despejar la cabeza antes del gran golpe. Me enfunde en un ajustado y escotado vestido blanco, realzando mi ahora, más oscuro tono de piel y me dirigí a un local del recinto, esperando una gran cantidad de gente bailando, bebiendo y divirtiendose.

Pero, para mi sorpresa, lo que me encontré fue todo lo contrario. Un decadente local casi vacio. Hice una pequeña mueca de tristeza con los labios y me dispuse a volver a mi habitación. Pero justo cuando me iba, me percaté de la presencia de un hombre enmascarado en la barra. Me llamó mucho la atención y al momento pensé que podía estra ebrio y ser peligroso. Pero, ¿qué es la vida sin peligro?

Me acerqué hasta la barra y me senté justo a su laso mientras llamaba al camarero.

- Pónme un ruso blanco bien cargado.

Le dije con una sutil sonrisa. Hecho el pedido, me giré para dirigirme al hombre enmascarado.

- ¿Qué hace un chico tan... Tan... Tan enmascarado como tu tan solito?

Realmente tenía curiosidad por aquel extraño hombre y no tenía nada mejor que hacer. LLegó mu copa y le di un gran trago antes de seguir con la conversación.

Los ojos de Wade se desencajaron incluso por debajo de la máscara. Primero pensó resignado que quizás el alcohol había comenzado a afectarle a la cabeza. Tenía entendido que las mujeres parecían más guapas cuanto más se bebía y aquella belleza que se dirigía a la barra junto a él encajaba perfectamente como una alucinación suya. Luego comprobó para su gozo y sorpresa que James, aunque él prefería llamarle Flanagan, también había reparado en ella, era complicado no hacerlo, y había empezado a preparar el "ruso blanco" gustoso. Cuando la pregunta fue formulada necesitó hacer un esfuerzo para recordar qué hacía exactamente. No, no era el alcohol, pero a veces le costaba un poco reordenar su mente.



Brian trató de no suspirar poniendo su mejor cara de póquer, una obra algo mediocre. Era un chaval aplicado en los estudios y las cartas pasaban poco por sus manos aunque mejoraba rápido dada la necesidad del momento.

- No se preocupe Señor Wilson… - se limitó a decir disculpando al mercenario mientras terminaba la bebida.



Tras aquello Wade dio un nuevo trago a su bebida convencido de que habría dicho suficiente para espantar a aquel bombón. Para bien o mal el rollo del superhéroe atraía a las churris, debía ser algún tipo de compensación kármica por horas de patrullas nocturnas insulsas y la falta de incentivos económicos. El bueno se quedaba con la chica. En cambio el rollo mercenario duro no solía ser una buena presentación de madrugada en la barra de un bar. Por fortuna las chicas solían fijarse más en la tableta de chocolate a esas horas.

Escuché el pequeño monólogo de aquel tipo mientras daba vueltas a mi bebida. Rebosaba sinceridad y no tenía tapujos a la hora de hablar de sí mismo. Tres cosas había sacado en claro:

1.- No era un tipo normal.

2.- No era un chico bueno.

3.- Algo fallaba en su cabeza.

Reí levemente ante la última aclaración del enmascarado y bebí un poco más de la copa.

- Estoy de acuerdo contigo. Si la máscara forma parte de ti, ¡adelante chico, no te la quites! No le hagas caso a ese loquero.

Me acerqué un poco más a él, no me asustaba. Mi vida estaba llena de bichos raros, Gotham estaba llena de bichos raros. Un enmascarado un poco loco no iba a asustarme y me había caído bastante bien, aunque no sabría decir por qué.

- Y también estoy contigo en lo otro. Ser un héroe es un coñazo y no puedes esperar nada de la caridad de la gente que salvas. Es mejor buscarte la vida por tu cuenta, aunque eso conlleve hacer cosas malas. Además, los chicos buenos están muy vistos; a mí me gustan más los chicos malos.

Me acerque a él hasta que mis labios estuvieron al lado de su oreja.

- Me gusta domesticar a los chicos malos.

Le dije en un susurro para luego estirar mi mano y coger la carta de cócteles que estaba detrás de él y volver a mi sitio. Me incorporé con una sonrisa pícara y empecé a ojear la carta en lo que me acababa la copa.

La risa fue más gratificante que ninguna copa que hubiera probado aquella noche Wade. Le elevó el animo y comenzó a plantearle que aquella madrugada todavía podía dar algo bueno de sí. Su sentido común por otro lado comenzó a resonar como la alarma de un reloj casio descontrolado.





A pesar de estar como un tren tenía que admitir que no tenía muchas oportunidades de congeniar con muchas mujeres que no tratasen activamente de poner tierra de por medio entre ambos o de liquidarlo, que venía siendo lo mismo pero con la tierra por encima y con una lápida bonita. No veía que problema tenía que haber en incentivar el proceso con alcohol y dinero, no veía a Oliver Queen sintiéndose mal por usar el lamborgini en vez de escribirse en Meetic como un asalariado sin vida.





Cuando no trataba de matarle Vanessa era un encanto, y una fuente de fantasías ilimitadas.





No hubo contestación, o más bien no la oía. Su interlocutora había decidido jugar con él cual gato con su presa y ahora mismo necesitaba más sangre en su cabeza para no lanzarse hacia sus fauces. Pero él no era un adolescente pajillero que se derritiese ante los primeros susurros en un oído de la reina del baile de fin de curso. Sonrió bajo la máscara. No era una sonrisa de estupidez ni de creído, era confianza más que justificada. Él era .