¿Seguimos? (Rebecca Logan, Libre) [15/03/2018]

Después de concretar con Rebecca nuestra cita en su casa, tuve un día bastante bastante movidito. Mis pacientes decidieron que querían las mismas posibilidades que la rubia vaquera, y yo intentaba hacerles entender que ella era la Sheriff. Era la ley. Como si fueran niños pequeños a los que les cuentas un cuento. No contentos con mis respuestas se envalentonaban y se ponían violentos. Y así pasé el día, entre gritos, golpes, y guardias de seguridad, pastillas calmantes y mucho, mucho café.

Llegué a casa y tampoco cené ese día, el estrés que había pasado no me dejaba tener apetito, así que me tumbé en el sofá con mi querido perro y me quedé dormida con él encima. A la mañana siguiente me desperté antes de tiempo, aún no había salido del todo el sol y aún duraba la neblina del amanecer. Me puse una chaqueta y bajé al perro a que paseara y corriera un poco, que el pobre iba a estar un tiempo solo. Cuando volvimos a casa él había hecho ya sus necesidades y yo me dispuse a llevar a cabo las mías: me duché, me arreglé, me puse ropa cómoda y desayuné un café sólo sin azúcar con una pieza de fruta. Cuando estaba lista para salir miré la hora y vi que aún eran las 5:30 am. ...¿Estaría ya despierta Becca? Tenía entendido que la vida en la granja empieza con el primer rayo de sol. De cualquier modo, me puse una chaqueta, cogí las llaves del coche, me despedí de mi único y gran amor y me fui.

Mientras conducía no escuchaba música, me gustaba el ambiente que había aquel día, todo era tranquilo. No había casi tráfico y pronto llegué al lugar acordado con la Sheriff: Relinchos al Rojo. Aparqué en la puerta y me bajé contemplando el aspecto del rancho. Era muy bonito la verdad, los animales de Rebecca debían vivir felices allí: tenían pasto fresco y verde, sitio para correr de sobra... Seguí un sendero y llegué a una puerta, la cual esperaba que fuera la puerta indicada, nunca había venido a un lugar como este y menos a este en concreto. Miré mi reloj antes de tocar la puerta, las 6:17 am.

-Más me vale que estés despierta, Rebecca...

Normalmente durante el horario laboral la verja de entrada estaba abierta. Por las noches tenían la costumbre de cerrarla para impedir que pudieran entrar indeseables, a pesar de lo cual, un rancho tan grande era difícil de controlar y asegurar. La verja permanecía cerrada hasta las siete de la mañana, e incluso entonces a esa hora solía abrirse únicamente para carga y descarga. Sin embargo, ese día, la verja aparentemente cerrada se encontraba realmente entreabierta de manera que si te acercabas lo suficiente, podías apreciarlo. No costaba nada empujarla y entrar, y eso fue lo que hizo Lilith. Aunque el sol apenas había despuntado, en el rancho ya había bastante actividad, aunque al principio no lo pareciera.

Relinchos, mugidos lejanos, y unos ladrido que iban aumentando la intensidad a medida que se acercaban llamarían la atención de la psicóloga que había sido invitada al rancho para continuar con la "terapia" que "necesitaba" la dueña.

Smile y Teeth se acercaron ladrando a la puerta de entrada a toda carrera cuando vieron a la mujer desconocida llamando a la puerta. No hicieron ademán de atacarla, pero desde luego marcaban el territorio con una actitud inquisitiva, que parecía querer saber el motivo por el cual alguien a quien no habían olido nunca se encontraba allí. No obtuvo respuesta de la puerta, aunque tras un par un poco de espera, la vaquera apareció frente a ella, por un lateral de la casa. Vestía con su ropa habitual, aunque estaba algo más cubierta de polvo, llevaba guantes de cuero gruesos y recogía una lazo que iba enrrollando poco a poco con un movimiento natural pero mecanizado de su mano, propio de alguien que lo ha hecho muchas veces.

- Howdy, doctora. Eres madrugadora, por lo que veo. Eso está bien. ¿Está preparada para la sesión de hoy?- preguntó la vaquera, animada y con pinta de no tener ni un ápice de sueño, a pesar de que era lo bastante temprano como para que la gente que salía por la noche aún estuviera tomándose la última en su bar favorito.

Nota:

Los animales empezaron a hacer ruidos, supongo que para indicar que había alguien allí. Unos perros empezaron a ladrar, pero no parecía que fueran a hacerme nada. Así que mantuve la calma y les di unos toquecitos en el lomo. Y de pronto tenía a Rebecca delante de mí, con su vestimenta de la última vez. Se la veía radiante, segura de sí misma, en su terreno. No tenía demasiado que ver con la Rebecca que conoció en Arkham, pero sí desprendía la misma tranquilidad que entonces.

-Sheriff. Sí, lo soy. Además, pensé que la vida en un rancho empezaba pronto, por lo que decidí venir cuanto antes para acompañarla en sus quéhaceres. Si le parece a usted bien-. Debía tener en mente que ahí ella era la ley, y yo era la invitada. No podía propasarme ni tomarme demasiadas confianzas. -En cuanto a la sesión, podemos empezar cuando usted quiera. Si quiere y puedo ayudarle en algo, lo haré encantada-. Me ofrecí, intentando ser amable para quitarle hierro al asunto. No iba vestida apropiadamente para trabajar en un rancho, pero podría cambiarme más tarde cuando volviera a casa si resultaba que ella me daba una positiva a mi ofrecimiento y me manchaba mucho.

Si aceptaba mi propuesta, podría ver cómo se mueve ella en su ambiente. Cómo es Rebecca en su lugar, en su hogar. Cómo se movía, sus gestos, su forma de hablar con los animales, podría ver cómo es ella. Y eso me ayudaría bastante a la hora de ayudarla, si realmente necesitaba ayuda. Estaba bien ese trastorno de personalidad en el que ella es la ley y el Sheriff, pero no creía que fuera para tanto como para estar en Arkham; la chica tenía sus problema, pero ya, ¿no?. Era una pena. Después de ayudarla, podríamos tomar quizá un té o un café. Desconocía cuánto tiempo iba a durar aquella sesión, pero desde luego la aprovecharía todo lo que pudiera. Y después tendría un par de horas libres antes de tener que ir a Arkham a seguir con los pacientes internos.

-¿Cómo está usted esta mañana, Sheriff?

Las vaquera le dirigió una mirada de arriba a abajo, sin disimular lo más mínimo. No estaba segura de que supiera donde se estaba metiendo, sobretodo por la ropa que había traído. A la gente que no era de campo, pero iba, se la veía a la legua. Sencillamente no tenían ni una sola prenda que de verdad pudiese servir, salvo las que guardaban para hacer trapos.

- ¿Y ya esta dispuesta a tirar la ropa cuando acabe, Doc?- rió, mientras salía del porche.- Es difícil de saber. Queda mucho día por delante. - añadió, dedicándole una media sonrisa enigmática, para luego recolocarse el gorro y empezaba a caminar alejándose de la casa principal.

Tampoco iba a estar señalándole a Mindy que fuera siguiéndola por todas partes. No lo hacía ni con los novatos. Tendría que adaptarse a su ritmo, porque la tarea no esperaba por nadie. Cuando menos te lo esperaras tenías el sol quemándote encima de la cabeza, recordándote que era la hora de comer. Caminó rodeando la zona vallada destinada al corral donde practicaba la doma y el salto. Había media docena de yeguas sueltas por allí, que caminaban tranquilamente por la zona, buscando con el morro los brotes verdes. La vaquera las observó un momento y dibujó una sonrisa. Tomó aire hasta que no pudo más y suspiró, satisfecha, con un gesto colocó sus manos en las caderas.

- Pues aquí es donde vivo Doc. Allí al fondo puede ver el silo y el granero. Mas allá están las cochiqueras y el gallinero. Esta es la cuadra principal, y mas arriba está la secundaria. Los terrenos circundantes están destinados a pasto, así que tengo allí a mis cabezas de cuernos largos y...- su rápida explicación se vio interrumpida por un alboroto. El Walkie que llevaba crujió a su espalda pero no hubo mensaje. Escuchó gritos y relinchos de varios animales en la cuadra principal, que era la que les quedaba mas cerca. - Que pasa ahí. - murmuró por lo bajo, antes de avanzar rápidamente hasta la entrada.

Al fondo del establo encontró a dos hombres que trataban de  dominar a uno de sus caballos castaños fuera de control. Se levantaba, movía las piernas, nervioso, como aplastando el suelo bajo sus pies, y trataba de ponerse a dos patas, golpeando en el proceso tablas, apeos, y dando varias coces en el reducido espacio en el que estaban.

- ¿Que pasa?- preguntó al llegar en un tono severo, pero calmado. Los chicos señalaron rápidamente a un montón de heno junto a la puerta, en el que podía verse una especie de correa negra. Entonces se movió. - Échese atrás, Doc. - ordenó la Sheriff, mirándola por un momento a los ojos.

Reaccionó con mente fría, y muchos reflejos. Cogió una vara que había colgada en uno de los numerosos ganchos de apeo, y comenzó a moverla cerca de la serpiente, retirando la paja para poder verla. La serpiente se lanzó hacia delante y siseó. Era una advertencia. Estaba bastante enfadada. La Sheriff se acercó muy despacio, mientras la distraía con la vara, procurando moverla y apartar su boca y sus ojos ella, obligándola a que se estirara para huir. Aún se lanzó un par de veces, pero ella no se amedrentó. Empezó a dar golpes leves en el suelo con la cara, haciendo que se ladeara, para poder acceder mejor hacia la zona de la cabeza, a medida que iba agachando el cuerpo, en cuclillas. Al llegar el momento y con un movimiento suave, bloqueó con la vara su cabeza contra el suelo, y la serpiente se quedó quieta. Con un rápido ademán, sujetó la base de su cráneo, impidiendo así que se moviera o pudiera morderla, y la levantó del suelo. El cuerpo del reptil trató de enroscarse en torno a su muñeca y su brazo. También intentó abrir la boca, dando un par de mordiscos erráticos, que no acabaron en nada.

- Bueno amiguita. Menudo susto nos has dado. - murmuró al reptil. El caballo estaba mas calmado y uno de los hombres se acercó a preguntar. - Parece una ratonera negra. No es muy grande, no debe llegar al metro. Trae un saco y un cinturón.- le ordenó. El chico fue a buscarlo. - ¿Bueno Doc, qué le parece? - preguntó, mostrándole el brazo.

Me miró de arriba a abajo sin cortarse lo más mínimo, y me sentí un poco ridícula, pero qué le íbamos a hacer. Le dije que sí, que no pasaba nada si me manchaba esa ropa o si se estropeaba del todo -aunque fuera mentira porque me encantaba se conjunto. Dicho eso Becca empezó a caminar por el rancho, y yo la seguí obediente, a pesar de que no me dijo que lo hiciera. Si quería saber más de ella no me lo iba a poner fácil, así era la Sheriff.

Cuando pasamos al lado de la cuadra de las yeguas donde descansaban y pastaban, la Sheriff suspiró ensimismada y satisfecha. Me miró con las manos apoyadas en sus caderas y comenzó a hablar.

-Pues aquí es donde vivo Doc. Allí al fondo puede ver el silo y el granero. Mas allá están las cochiqueras y el gallinero. Esta es la cuadra principal, y mas arriba está la secundaria. Los terrenos circundantes están destinados a pasto, así que tengo allí a mis cabezas de cuernos largos y...- y no terminó la frase porque se empezaron a escuchar relinchos y ruidos de animales. Ella reaccionó rápido, puso mala cara, y yo la seguí con aparente calma. ¿Qué podía pasar en un rancho? La vida en un rancho era tranquila, ¿no? Sus pasos me llevaron hasta una de las muchas cuadras que tenía y nos encontramos con unos hombres que intentaban relajar a un caballo castaño precioso y con el pelaje brillante.

-¿Que pasa?- preguntó la Sheriff. Uno de los hombres le señaló con la mirada unos helechos que estaban cerca de mí, y Becca me ordenó que me echara atrás. ¿Por qué? No lo sabía, yo solo vi una cuerda negra al lado de un montón de heno, pero me aparté de todas formas y, menos mal. No era una cuerda negra, era unA JODIDA SERPIENTE. Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando me di cuenta de ese pequeño detalle y observé cómo actuó Rebecca: mientras se acercaba con lentitud a la serpiente, cogió una vara de hierro que colgaba junto a otras en la pared, y fue arrinconando a la serpiente entre su cuerpo y la vara. Distraía a la serpiente dando golpes en el suelo, y cuando está no se percató, la enganchó con un movimiento rápido con la vara y sujetó su cabeza contra el suelo firmemente, para poder cogerla de la base del cráneo e impedir que muerda. Sabía eso gracias a los programas de veía en el televisor de vez en cuando, y me parecía molón, pero al verlo tan de cerca...La serpiente se le enroscó en el brazo pero a Becca no pareció importarle, y me puse algo nerviosa y empecé a reír en un tono de aprobación. La Sheriff sabía lo que hacía. Le dijo algo a uno de sus chicos y mencionó que la serpiente no podía llegar al metro, y algo de una bolsa. ¿No la iba a matar? Con el lío que ha montado la pequeña...

-¿Bueno Doc, qué le parece?- me preguntó a mí enseñándome el brazo con la serpiente enroscada. Parecía estar tranquila, y entonces llegó el chico de los recados (llamémosle así) con la bolsa: metió a la serpiente dentro y se largó.

-Bien, Sheriff. Me parece... bien- empecé un poco sin habla. Se me notaba el nerviosismo de ser la primera vez que veía algo así, y aunque no era nada del otro mundo, yo no estaba acostumbrada a eso, y desde luego no me habría enfrentado a una serpiente. Qué le vamos a hacer. -La verdad es que me ha pillado desprevenida, no esperaba que esa correa fuera una serpiente y que estuviera tan cerca mía... Le agradezco que haya actuado tan rápido, aunque en esto consiste su trabajo, ¿no? Mantener a salvo y en orden el rancho. La verdad, ha sido una experiencia... cómo decirlo, intensa. Podría acostumbrarme a este tipo de cosas- le dije sonriendo y levanté los brazos y los hombros-. ¿Dónde vamos ahora?- De verdad quería un café y sentarme en un sofá, pero eso no pasaría hasta terminar con las tareas, así que cuanto antes, mejor.

La Sheriff contempló por un momento a la doctora. Parecía chocada, pero excitada. Solía darse el caso cuando una persona habituada a las poltronas se encontraba con algo de acción real. Seguramente era la primera serpiente que veía en su vida que no estuviera a través de un cristal de seguridad de dos centímetros. Cuando preguntó que a donde iban, la vaquera hizo un mohín como si no comprendiese esa pregunta. Algo tenía claro que Mindy no parecía captar, y así lo demostró cuando, después de traer el saco y el cinturón, introdujo con ayuda de uno de sus muchachos la serpiente en el fondo, la soltó, dejando que se encogiera en un nudo de anillos, y cerró con el cinturón la abertura. Luego, sujetó el saco firmemente, y llamó al chico que mantenía al castaño bajo control. Le dió un fuerte silbido, con un gesto con el que parecía morderse el labio inferior, y le hizo un gesto con la cabeza para que se acercara.

- Vamos a dejar a esta jovencita en algún sitio donde no arme tanto escándalo. - dijo, lanzando una mirada cómplice a la doctora, antes de girarse hacia el chico. - Ensíllame dos caballos, y deja al castallo andar un poco por el cercado de fuera. Está demasiado nervioso. Prepara a Dusty y a Terracota. - dijo, haciendo que el chico asintiera y se pusiera manos a la obra.

La Sheriff se quitó el sombrero, se enjugó la frente y volvió a calzarselo, respirando profundamente una vez más. Incluso con el fuerte olor que desprendían las cuadras, para ella no era molesto estar allí horas y horas. Era tan parte de su vida como que el sol se ponía por el oeste.

- ¿Has montado a caballo alguna vez, Doc?- preguntó, mirándola, al tiempo que cogía un morral, un bocado y se encaminaba a una de las puertas donde su chico ya había sacado al caballo torrefacto, manso y mas pequeño, destinado a ser de los dos la montura de Lilith.

-No, nunca he montado, Sheriff. Aunque supongo que con usted cerca no debo temer nada- le dije mientras la seguía de cerca para llegar al que supuse que sería mi caballo. Era un caballo tranquilo y pequeño, perfecto para mí, aunque no me habría molestado tener uno más grande; sin embargo, la Sheriff es la que sabe de esto y no dije nada al respecto, si ella consideraba que era el caballo adecuado para mí no sería yo quien la contradijera.
Me acerqué al caballo y con lentitud acerqué mi mano a su morro y dejé que me tocara él primero para seguir yo acariciándole. Era así como te hacías amigo de un caballo, ¿no? Al menos así lo hacían en las películas que había visto, y también era lo que me pedía el instinto que hiciera. Miré a loso ojos a mi nuevo compañero e intuí que nos llevaríamos bien, cosas de mis poderes, supongo. Sin dejar de acariciar a aquel animal, miré a Rebecca y me limité a observarla: su lenguaje corporal era diferente del que usaba en Arkham. Ahora se la veía relajada, incluso expectante a la espera de lo que pasaría ese día, cómo se desarrollaría la jornada. Suspiraba satisfecha y se colocaba el sombrero, en mi opinión para reafirmar quién era en ese lugar.

-¿Y su compañero, Sheriff?- le pregunté, señalando a mi caballo con la cabeza, haciéndole entender que por "compañero" me refería a "caballo". Tenía ganas de empezar ya la "sesión" del día, sentarnos a charlar, saber qué tal le fue en los días que no nos vimos. Rebecca escondía algo, pero no me parecía mucho más peligrosa de lo que podía resultar yo. Al fin y al cabo, mis poderes me inutilizaban físicamente. ¿Cómo sería su casa? Hasta donde sabía llevaba una vida bastante campestre, sin demasiadas modernidades por no decir ninguna. Era como una casa de campo más, un rancho bien cuidado al que le dedicaban mucho tiempo cariño, y eso no podía ser del todo malo. -¿A dónde iremos ahora?- ¿Acaso me llevaría a dar un paseo a caballo?

El caballo posó su morro sobre la mano. Parecía que la Doctora tenía cierto tacto con los animales, y eso era algo que decía mucho de ella como persona. Darle la oportunidad a un animal de que te conociera era la mejor manera de acercarse a él, y mostrarle que tus intenciones eran buenas. Acarició su morro, haciendo que el caballo roncara, y después se giro hacia ella. No le extrañaba nada que no hubiera cabalgado. Con la pinta de chica moderna urbanita que tenía, difícilmente habría visto un caballo en directo en toda su vida, e incluso siendo mas chaparro el suyo, tenían una figura imponente. Era fácil ponerse nervioso ante su altura, su fuerza y su carácter en apariencia indómito, sobretodo si no se estaba acostumbrado a ellos.

- Ahora lo traen. No hay que impacientarse con el trabajo bien hecho, Doc. - dijo, guiñándole un ojo.

Después de que ensillaran su caballo, otro de sus hombres apareció con Dusty, apodo cariñoso quie se había ganado por las preciosas gamas "polvorientas" que lucía su pelaje, ahora ya arreglado después de haberlo dejado crecer libremente en invierno. En primavera se arreglaba a todos los caballos, y procuraba mantenerlos en forma, no solo por los posibles compradores, si no también porque era la etapa en la que más disfrutaban. La temperatura era agradable, y los pastos estaban verdes y a su disposición completa.

- Vamos allá. - dijo una vez le entregaron su montura por las riendas, y salió con paso tranquilo de las cuadras, portando el saco con la serpiente en una mano, y dirigiendo al caballo con la otra.

Una vez fuera, ató el saco a un lateral de la silla de montar, de manera que no tocara directamente al costado del caballo, para procurar que los movimientos del reptil no produjeran ningún tipo de mala reacción en su animal. Luego se colocó junto a la doctora.

- Esto es la silla. Esto la empuñadura y este pequeña media luna metálica es el estribo. Hay que atar las riendas al pomo, y sujetarse ahí. Meta el pie en el estribo y haga fuerza para poder pasar la pierna sobre el lomo, y luego, encuentre una postura cómoda sobre la silla. - fué indicándole, al tiempo que sujetaba las riendas de su caballo para evitar que saliera andando. Eso podía provocar mucha inestabilidad. - ¿Necesitas más ayuda, Doc?- dijo mientras esperaba que Misty montara. Iba a ser divertido.

Rebecca me ayudó a montar en mi caballo con facilidad y me guió hasta que encontré una postura cómoda sobre la montura. Era algo incómodo si no estabas acostumbrado, pero te hacías a ello con pasmosa facilidad y pronto me sentí muy bien con ese caballo que Becca me había dejado ese día para pasear, supongo. Le acaricié el cuello al caballó y éste movió la cabeza con gusto, no con rechazo, lo que me tranquilizó sobremanera pues quería estar a la altura de la Sheriff. Su caballo era a la vista el caballo: grande, corpulento aunque parecía ágil, de pelaje brillante y muy cuidado, con buen porte... Para mi ojo inexperto, era una gran bestia con mucho, mucho carácter y me intimidaba un poco, pero le respetaba; el mío en cambio, a pesar de ser grande igualmente (aunque menos que el de Becca), me resultó adorable y para nada intimidatorio, congeniamos con rapidez y eso me hizo sentir de maravilla.

-Estoy bien, Sheriff. Gracias. Su caballo es... imponente. Es precioso, si me permite decirlo- comencé, aunque me arrepentí casi de inmediato porque había sonado como una estúpida pelota que no sabía hacer nada más que alabar a la otra persona para ganarse su confianza. -Siento curiosidad sobre a dónde iremos con los caballos, si le soy sincera. No es que sea una experta montando así que, por favor, sea paciente conmigo. Sin embargo, deje que le diga que me gustan los retos...- le dije a la vez que guiñaba un ojo. Quería llevarme bien con ella, estaba casi segura de que nos podríamos llevar bien si bien había algo que no me convencía del todo en ella y no podría saber qué es hasta que tuviera la oportunidad de entrar en su mente o de que ella me lo contara, y ese día no ocurriría ni una cosa ni la otra. Suspiré y me preparé para la aventura con la Sheriff Logan.

-La sigo, Sheriff Logan- dije, invitándola a continuar con su plan.

La mujer se colocó con cierta rapidez sobre el caballo, siguiendo sus indicaciones y cumpliéndolas diligentemente. Eso hizo que la Sheriff dibujara una sonrisa de aprobación en su rostro, que completó con un gesto de la cabeza. Sentía cierta pasión por la gente que era capaz de entregarse al trabajo, y también por quienes trataban de adaptarse a la situación rápidamente y lo conseguían. Este era el caso de Misty. Había propuesto salir de su habitual laberinto de papeles, paredes y protecciones de cristal para tener la oportunidad de conocerla en su ambiente, fuera de todas aquellas cámaras y normas preestablecidas. Ahora estaba en su territorio, y si quería ver a la Sheriff, desde luego que la iba a ver. Era agradable comprobar que estaba dispuesta a aceptar riesgos y retos, por mucho que su ropa hubiese sido mas adecuada para una discoteca que para un rancho. Pero, como siempre, no se juzgaba al toro por el color del cuero.

La vaquera se acercó a su caballo, y como si le fuese más sencillo que estar de pie, montó en el caballo, lo espoleó suavemente para ponerse a la altura de la doctora, y palmeó el cuello de su animal, que piafó y meneó las crines a los lados, levemente excitado por la perspectiva del ejercicio. Mantener a los animales ocupados era parte de las labores principales de un rancho. No puedes permitir que se vuelvan vagos, o perezosos a la hora de salir. En ese caso, mantener una jornada intensiva podía ser un buen paliativo, pero el ejercicio diario era primordial para que el animal estuviese sano, y sobretodo, feliz y satisfecho. Eso era lo único importante.

- Es una ejemplar magnífico de Saddlebread americano. Tiene un buen fondo físico y es excelente para montarlo a diario. - contestó, al tiempo que palmeaba cariñosamente el cuello del animal.

Luego, espoleó al caballo, haciéndole un gesto a la doctora, y avanzaron al paso hacia la salida del rancho. Los sonidos de los cascos, que tanto le agradaban, aderezaron el silencio del camino hasta la salida, y al traspasarla, la vaquera se giró un momento, ralentizando a su animal, para poder ponerse a su altura. En el camino había sitio suficiente para que los dos caballos pasaran uno junto al otro, y aún habría espacio para que circularan coches sin peligro.

- ¿Vas bien ahí, Doc?- preguntó, con una sonrisa, luego señaló con la cabeza el camino. Vamos al bosque. Tengo unos terrenos colindantes cerca, de pasto. Podemos dejarla algo mas allá. - indicó, señalando con un dedo toda la zona alta de la montaña que se iba elevando poco a poco. - Así tendremos tiempo para conocernos mejor. ¿Cómo es que acabó en Arhkam, Doc?- preguntó, tomándose la libertad de preguntar. Tenía que ser por algo más que por los desafíos.

-Sí, gracias Sheriff-. Señaló en dirección a los árboles que se acercaban más a nosotras a cada paso, diciendo que iríamos a unos pastos de más allá-. Oh, ¡me encantan los bosques! Tienen un encanto que no muchos saben apreciar...- Aunque esté plagado de bichos. Sonreí y dejé que mi caballito siguiera los pasos del elegante Saddlebread de Rebecca.

-Oh, ¿en Arkham? Bueno... digamos que las mentes siempre me han fascinado, así que pensé que era un buen sitio con los suficientes retos como para poder sacarle partido a mis estudios- dejé el tema ahí mientras me decidía en si contarle que estaban mis padres allí, pero al final sí que le hablaría de ellos, Rebecca no les haría nada y si lo intentaba y les pasaba algo a mis padres yo lo lamentaría pero no supondría ningún drama-. Además, mis padres están ingresados allí también y así yo puedo seguir sus tratamientos y sus avances. No es por hablar mal del personal de Arkham, pero qué mejor que hacer tú misma el trabajo para asegurarte de que estará bien hecho, ¿no cree, Sheriff?

Mientras hablábamos empezamos a adentrarnos en el bosque. Lo cierto que es que el sol había salido con ganas ese día, no hacía frío y sus rayos se colaban por entre las copas de los árboles dejando ver una estampa más que bonita y acogedora. Había miles de tonos de verde y flores por todas partes, era todo muy saludable para la vista y los pulmones. Es de agradecer un poco de aire puro de vez en cuando. Sentí curiosidad por preguntarle cosas a Rebecca para que ella también me contara su vida y conocernos, pero opté finalmente por cederle el control de la conversación, ella era la Sheriff al fin y al cabo.

La Sheriff procuró no variar sus expresiones. Su rostro se mantuvo calmado y pacífico, pero registró con cuidado en su mente cualquier detalle que pudiese serle de utilidad. Arhkam como lugar para desarrollar sus habilidades. Estaba convencida de que la mayoría de casos de ese triste y maltrecho lugar no habrían salido, ni parecidos, en los libros en los que soliera tener la cabeza metida Mindy, durante sus años de facultad. No. Allí había cosas que ni psicólogos expertos eran capaces de catalogar, que muchos habían intentado curar si éxito y sobretodo algunas que simplemente estaban allí porque no querían tenerlas en ningún otro lugar. A pesar de los esfuerzos de Batman o la ley podrida de Gotham siempre volvían a la calle, y a pesar de sus intentos, acababan regresando al psiquiátrico tarde o temprano. Todo eso se convertía en un círculo vicioso.

Cuando comentó que sus padres también estaban allí, tuvo que hacer un esfuerzo, aunque fue leve, por no sorprenderse. A pesar de lo que pudiera aparentar, tenía muy a raya sus impulsos cuando era necesario, y no se olvidaba que la mujer que tenía enfrente estaba allí para asegurarse de que "progresaba en su terapia". No podía permitir que detalles como ese le hicieran bajar la guardia, de ningún modo. Como cazando serpientes, el momento en el que te distraes, es en el que te muerden.

- Lamento oír eso Doc. Arhkam es uno de esos lugares que no le recomendaría a nadie. - dijo la vaquera, retirándose la trenza detrás de la cabeza con un gesto delicado que dejó entrever ese encanto que no era consciente de que tenía. - No creo que muchos de los suyos estén allí por vocación. Muchos buscan curar los casos mas raros para conseguir fama y reconocimiento. No les culpo. Si al menos lo consiguieran, sus intentos no serían tan ridículos. - comentó la mujer. No había desdén en su tono de voz. Sencillamente ella lo percibía así. Como muchos de los presos. - Sea sincera, Doc. ¿Cual sería su caso? Me refiero a "SU CASO"- preguntó con curiosidad, lanzando una pícara mirada de reojo.

Era lo bastante lista como para saber que el suyo no era estelar, pero merecía la pena conocer ese tipo de predilecciones por parte de la doctora. Había mucho donde escoger. Enigma, Hiedra o puede que el sonriente pez gordo. Si se atrevía a contestar, podría hacerse una idea.

¿Mi caso? Torturar a mis padres, pero eso no iba a decírselo a ella. En lugar de eso, puse una gran sonrisa de niña dulce e inocente que idolatra a sus padres y lamenta su estado mental a la vez que la contestaba.

-Yo... Quería y quiero ayudar a mis padres. Estudié esta carrera para poder entender qué les pasó y cómo podría solucionarlo... Ningún otro médico encontró cura, ¿sabes?...- me miré las manos con fingida pena y después continué. -La mayoría de mis compañeros están allí como bien has dicho para alcanzar la fama, aunque yo también considero que están perdiendo el tiempo- y le guiñé un ojo con cierta camaradería.

Estaba disfrutando del paseo a caballo, las vistas eran preciosas y el aire se notaba que era más... natural, más puro. Era agradable. Olía a pasto y a bosque, a humedad, a... eso, naturaleza. Y a caballo. Si lo pensaba mejor me empezaba a doler un poco el trasero por los botes y la falta de costumbre.

-¿A dónde vamos, Sheriff? ¿Qué es lo que suele hacer en esta zona del rancho?

Desde luego ese tipo de terapia era algo a lo que no estaba acostumbrada. En todo ese ambiente que le hacía sentir tranquila y confortable, en lugar del asiento de una silla de metal al otro lado de una mesa donde estaba un tipo con la cara larga, mirándola por encima de sus gafas mientras garabateaba cosas en un cuaderno que nunca le quería mostrar. Mindy se había esmerado en que se sintiera cómoda, y desde luego lo había conseguido. No había para la Sheriff nada mas gratificante que un paseo a caballo.

Así que su única intención era la de salvar a sus padres. Suerte para ellos. La vaquera, si tuviera potestad suficiente como para lograrlo internaría a su padre en una de las celdas acolchadas de Arhkam hasta que se le olvidara su propio nombre. Quizá al lado de alguien que disfrutara oyéndole llorar. Al fin y al cabo había gente con gustos de lo más raros ahí dentro.

- Ojalá encuentre la cura, Doc. - le deseó la vaquera, con genuina sinceridad. Perder la cabeza debía ser muy duro. - Estos terrenos son de mi propiedad, pero ya no forman parte del rancho. Algunos de ellos están destinados a pastos para el ganado, y otros a actividades botánicas diversas. - explicó, haciendo que su caballo apretara un poco el paso, y chasqueando la lengua en una orden que el de Lilith comprendía para ponerse a la par.

Después de un par de minutos a trote, volvió a ralentizar el paso, mostrándole el bosque colindante. Por allí es por donde hacía Hiedra su propia vida, y quedaba claro, porque en ningún lugar del mundo había una mezcla tan exótica de plantas de diferentes habitats. Ni en los jardines más ricos disfrutaban de esa diversidad vegetal.

- Hace tiempo, Pamela Isley y yo comenzamos una relación comercial, que acabó en buen término, como puede comprobar. - dijo señalando con la cabeza el bosque. - Pero no vamos a soltar a esta pequeña por allí.- negó con la cabeza, mientras volvía a poner al animal al trote. - ¿Y bien, Doc? ¿Hay algo por lo que quiera empezar, algo que quiera preguntarme? Generalmente ninguna de mis "sesiones" ha consistido en preguntar, si no mas bien en que me pregunten. No crea que estoy descontenta, pero ¿hay algo de mi que le interese saber?- preguntó, mientras volvían al camino, relajando de nuevo el paso. La Sheriff era de la creencia que un paseo constante por un recorrido conocido que fuera demasiado lento aburría a los caballos.

Asentí cuando me dijo con sinceridad que esperaba que les encontrara la cura, y en el fondo se lo agradecí de veras. Después asentí de nuevo varias veces observando los campos de los que me hablaba.

-Ya me parecía... con toda esa diversidad de plantas. Algún día me encantará conocerla igual que te estoy conociendo a ti, en tu campo- le dije con algo de emoción. -Si ella quiere, claro. Puedo entender que no quiera saber nada de alguien que trabaja en Arkham- dije con una sonrisa en la cara.

-¿De ti? Bueno, dado que no es una sesión normal me parecía justo no hacer las típicas preguntas que escucharíamos en un despacho... Así que, pensé que desenvolvernos sin presiones y charlar podría estar bien. Se llega a conocer mucho de una persona sólo observando sus movimientos, ¿sabes?- No se lo dije como si estuviera allí estudiándola o recolectando información para Arkham o quien sea, si no con honestidad. -Pero si insistes en una pregunta... Mmm... ¿Por qué crees que te hacen ir a Arkham? Tu opinión sincera. Por favor, Sheriff.

La vaquera rió ante su comentario, no de forma despectiva u ofensiva, si no más bien como alguien a quien le cuentan una anécdota graciosa que le recuerda a algo vivido, y no puede contenerse. La perspectiva de que la psiquiatra visitara a Hiedra resultaba tentadora, y de hecho, debería intentarlo. Debería montar una merienda un día, y que ambas coincidieran en el rancho. Sin duda sería un encuentro interesante.

- Hiedra no te juzgará con dureza, siempre y cuando no tenga pene. - rió la vaquera, sujetándose el sombrero, retirándolo en un movimiento rápido de su frente para poder enjugarla con la mano, y volviendo a calárselo en la cabeza. - Por que no tiene pene, ¿verdad Doc?- añadió alzando una ceja, inquisitiva.

Su pregunta hizo que la mujer alzara la cabeza, mirando hacia el cielo. Durante unos instantes se hizo el silencio, y aquella intensa reflexión hizo que la Sheriff tuviera esa apariencia de lobo solitario que se asignaba a los forajidos mas clásicos del cine de Western.

- Para mantenerme vigilada. No creen que esté recuperada, y eso se debe a que aunque se diga en voz baja, en Arkham no creen para nada en la recuperación de sus pacientes. No es más que una prisión. Un campo de concentración para raritos y chalados.- dijo la vaquera entonces, con un tono neutro totalmente. No parecía enfadada, ni molesta. Simplemente exponía lo que para ella, desde esa perspectiva de "paciente" era una realidad. - Ahora contésteme usted, Doc. De todos los casos que hay en Arkham, Hiedra Venenosa, Joker, Dos Caras, Harley Quinn, el asesino del calendario, el sombrerero loco, espantapájaros, Zsasz, ¿Cuántos de ellos han vuelto a las andadas? ¿Cuántas veces han salido y entrado sin muestra de recuperación alguna? - preguntó la vaquera llegando a un camino en el que empezaron a atravesar campo a través. - ¿Y usted, cree de verdad en la "recuperación" de toda esa gente? - preguntó con interés, que se contrarrestaba con su expresión de brutal severidad.

Reí sonoramente por su pregunta. Qué pilla.

-No, no... No tengo pene, Sheriff. Hiedra puede estar tranquila...- seguí riendo por lo bajo y negando con la cabeza. ¿A quién se le ocurre? ¿Tenía pinta yo de hombre? ¿O de tener pene?... En fin, cosas que pasan, supongo. Aunque su comentario amenizó bastante más la conversación, siendo esta más fluida y natural.

Asentí a sus palabras, yo pensaba lo mismo. Arkham guardaba tras sus muros mucha gente diferente, pero todos chalados en mayor o en menor grado. Yo sí creía en la recuperación de los pacientes, pero con la poca seriedad que había en ese asilo, era imposible lograrlo. Era uno de los motivos por los que mis padres estaban allí encerrados y por lo que le pedí a Rebecca seguir fuera de allí.

-No creo que allí la gente se pueda recuperar nunca. Es mejor esto, ¿no crees? ¿No te sientes mejor que estando allí? Porque yo sí- le dije, sincera. -En Arkham no queda casi nadie que se preocupe realmente por los pacientes, o eso parece. Yo, personalmente, y no es por ser creída ni echarme flores, opino que este tipo de "terapias" o como quieras llamarlo es mejor. Sólo con entrar en Arkham te vuelves loco. Y tiene gracia que lo diga yo...- comenté, casi olvidándome de con quién hablaba.

La marcha estaba siendo bastante amena. El escenario desde luego era mucho mas favorecedor al menos para ella. Los ambientes controlados bajo la vigilancia hacían que las personas actuaran distinto. Como eso que decían que les pasaba a las estrellas cuando estaban delante de una cámara de televisión. Aquello, más que una terapia, parecía una charla, sin más. De todas las terapias que había hecho, sin duda podía decir que esa era una de las mejores.

- Mejor para usted, Doc. Se pone muy tensa con los penes, no se porqué. Supongo que eso es lo que ha facilitado que en su expediente la pongan como una tortillera. - dijo usando una palabra quizá inadecuada, aunque la sheriff no dió muestras de querer ser ofensiva. - La gente no entiende su perspectiva, pero yo sí. Después de un tiempo con ella, uno aprende a tratarla. No es complicado. Sólo hay que saber escuchar. Pero bueno, a quien le estoy diciendo eso ¿eh? ¿no dicen que el cien por cien de su labor es esa? ¿Escuchar? - sonrió de medio lado, con cierto toque desafiante en su rostro.

En ocasiones la Sheriff podía resultar bastante tajante, y muy ruda, pero quienes tenían contacto con ella podían asegurar sin temor a equivocarse que era perfectamente distinguible cuando hablaba sin afán de ofender, y cuando sí. Con un suave toque, aceleró al caballo, haciendo que el de Lilith la siguiera, mientras se adentraban por fin en una zona plagada de hierba.

- Yo, desde luego, lo prefiero, Doc. Este es mi entorno. Mi mundo. Me encuentro mejor entre el aire limpio que entre las paredes y las cámaras de seguridad. - dijo afirmando con la cabeza, mientras ordenaba al caballo con aparente dejadez para cualquiera que no fuera un entendido en el mundo del caballo. - Creo que ya estamos bastante lejos. - afirmó, frenando y bajando del caballo. Sujetó las riendas del de Lilith para que pudiera hacer lo mismo. -¿quiere soltarla, doc?- preguntó, cogiendo el saco que contenía la serpiente y tendiéndoselo, por si acaso quería intentarlo.

¿Tortillera? Me reí por lo bajo. ¿Acababa de decir eso? Sonreí ladina y negando con la cabeza, pero dejando claro a la Sheriff que sabía de lo que estaba hablando.

-Mmm... ¿Malas experiencias con los hombres? Quién sabe, a veces la respuesta más obvia no es la correcta...- me reí de nuevo con su comentario, me lo estaba pasando hasta bien. -¡Y que lo digas! Aunque debo reconocer que este feedback es... refrescante- le confesé, con un pequeño brillo en los ojos. Era verdad que estaba disfrutando de la compañía de Rebecca, ¿quién me lo diría? Aunque era de esperar, soy un bicho raro.

En ese momento, Rebecca dio unos golpecillos en su caballo y este empezó a andar al trote, más rápido, lo que hizo que mi caballito le siguiera el ritmo. Agh, mi trasero. Esto de no estar hecha a cabalgar me estaba pasando factura, pero no me hizo perder detalle del comentario de la Sheriff de que estaba cómoda. Sin embargo, no tardamos en parar porque Becca consideró que esa zona de hierba alta era buena para soltar al animal. De hecho, me ofreció que lo soltara yo.

-¿Cómo? ¿En serio?- no me lo creía. -Em... Sí, ¡claro! No lo he hecho nunca, así que si me dieras algunas pautas te lo agradecería...- le dije, entusiasmada, bajando del caballo de un salto. Probar cosas nuevas nunca estaba de más.

No pareció asustarle lo mas mínimo la perspectiva, lo cual agradó a la vaquera. Con paso decidido se dirigieron hacia un lugar lo bastante apartado de la zona de pasto como para que la serpiente supusiera ningún problema, y al llegar allí le tendió el saco a la doctora. Cuando lo cogió el interior se meneó revolviendo la tela, pero no emitió ningún sonido. La vaquera comenzó a desatar el nudo de la boca del saco con cuidado mientras Mindy lo sostenía, a medida que comenzaba a darle instrucciones. Como ya había dicho en mas de una ocasión, los animales tenían su propia percepción de las cosas, y un paso en falso podía producir muchos errores que no acabarían bien.

- Lo que va a hacer es coger la boca del saco y un lado. Lo apoyará hasta que el cuerpo de la serpiente toque el suelo, y en silencio esperará a que ella salga por su cuenta sujetando la abertura. No haga ruido y no haga ningún gesto brusco. Si ve que ella se gira, tire el saco y retroceda unos cuantos metros. - advirtió, mientras desataba el nudo por completo y le ofrecía la abertura a la mujer.

Vio como no sin cierta duda, la mujer apoyaba el saco en el césped, lo inclinaba un poco y sujetaba la abertura para marcarle la salida a la serpiente. Más rápido de lo que quizá estaba preparada para admitir, la serpiente se deslizó con rapidez fuera del saco, perdiéndose enseguida entre la maleza. No hizo por girarse, ni por quedarse en sus cercanías ni un sólo segundo más. Sólo le interesaba volver a su medio natural lo mas rápido posible. Era muy posible que una chica de ciudad como ella se sorprendiera de lo rápido que había sido, pero si se comprende a un animal, en realidad es difícil que genere problemas.

- Esto es lo que me encanta de los animales, Doc. Cuando sabes cómo tratarlos y los comprendes, nunca te dan problemas. - se ajustó el cinturón que tenía las pistoleras con ambas manos, y luego recogió el saco del suelo, colgándolo en uno de sus hombros, poniendo rumbo de vuelta a donde estaban los caballos. - Si lo prefiere, podemos volver andando. Sé lo que escuece empezar a montar cuando tu culo está acostumbrado a un buen sillón. - dijo con un acento sureño un poco mas notable, mientras la sonreía de medio lado. - ¿tiene animales, doc? - preguntó, interesada. El tipo de animales que tenía uno decía mucho de una persona.

Seguí con sumo cuidado las indicaciones que me daba Rebecca, hasta que finalmente de la bolsa asomó la cabeza del reptil que se alejó con rapidez del lugar arrastrándose con movimientos sinuosos sobre el suelo. No pude evitar esbozar una gran sonrisa al ver que lo hice bien y mirar a la Sheriff como buscando algún tipo de aprobación. Lo que habíamos hecho seguro que era una minucia para ella y para mucha gente, pero para mí fue toda una proeza.

Asentí con entusiasmo a su afirmación sobre que los animales podían ser criaturas maravillosas si uno los comprendía. No podía estar más de acuerdo con ella.

-Pues... lo cierto es que prefiero volver andando si no te importa; pero, la verdad es que lo prefiero porque creo que se me ha dormido el trasero al trotar- reí bromeando, pero no estaba TAN de broma. Me dolía el culo y al mismo tiempo no lo sentía del todo. Caray, lo que hace cabalgar.

-¿Animales? ¡Tengo un perrete! Es casi como mi hijo... más que una mascota. Quizás conozcas la raza, es un pastor vasco. Rojizo. Se llama Ifrith. Algún día si gustas podría traerlo y que corretee por donde pueda- le dije ilusionada, olvidando por completo que estaba en una sesión con una paciente y no de paseo por el campo con una amiga. Lo bueno es que no estaba perdiendo detalle de su forma de ser en su medio natural, por así decirlo. Y que dentro de poco picaríamos algo, o al menos beberíamos agua. O algo. Por todos los dioses yo no estaba hecha para el campo.

A las chicas de ciudad, hablarles de serpientes es como decirle a un bebé que se enfrente a un perro ladrando. En realidad es muy posible que el animal sólo quiera salir corriendo y estar tranquilo, pero no es así como la persona lo entenderá. Para ser una urbanita, no lo había hecho nada mal, y por la cara que le había dirigido, que la Sheriff contestó con un asentimiento seguro y una suave sonrisa aprobatoria, estaba encantada de haber tenido esa experiencia. El paseo de vuelta comenzó desandando lo andado, volviendo por el mismo lugar salvo por el factor de que ahora iban a pie.

- Los conozco. Tienen un pelaje precioso, muy parecido en tono al de las vacas beefmaster, muy rojizo. - contestó la vaquera. - Podría traerlo, mis perros no tienen problemas para socializar. Smile es más tranquilo, pero Teeth se enfada en seguida y es muy competitivo. No le haría nada, claro, pero le provocaría mucho durante el juego. ¿Cuántos años tiene? - preguntó, levantando el ala del sombrero con el pulgar, para colocarlo bien.

Mientras avanzaban, bajaron por el camino de tierra. Los caballos cabeceaban a su lado pacíficamente, con un paso mucho mas cómodo que el que habían llevado antes, campo a través y con ellas encima. Ahora iban al paso siguiendo el ritmo de las dos mujeres que mantenían sus riendas sujetas sin tensarlas.

- Ahora estoy esperando que me den noticias de un criadero en el que al parecer han recibido una hembra preñada de Mastín tibetano. Son animales muy grandes, excelentes perros guardianes. Imponen mucho, creo que tengo alguna foto de ellos en un álbum de cría, si no ha visto ninguno puedo enseñarselo. - comentó la vaquera, mientras continuaban por el camino.

Durante el paseo, intercambiaron sus impresiones, y el tema se centró casi todo en los perros. Las mascotas eran un tema mas asequible para quien tenía contacto con los animales en un entorno de amo/mascota. Aunque por norma general poco tenían que ver esos animales caseros con los que ella trataba. Sus perros no eran mascotas, si no miembros productivos del rancho. Vigilaban su ganado, pastoreaban sus vacas y ejercían como perros guardianes de la propiedad. Ayudaban con la caza y estaban entrenados en seguir rastros. Aunque no condenaba de ninguna manera a las personas que querían tener animales en sus pisos, si que exigía cierta responsabilidad para con ellos. Fuese en el entorno que fuese, debían estar tratados con respeto, y había que darles los cuidados que requirieran.

- ¿Va a quedarse a almorzar, doc? - preguntó la vaquera, después de levantar la vista hacia el sol. - Debe ser casi mediodía. ¿Qué suele comer?- preguntó, mientras continuaban bajando.

Dejarían a los caballos descansando con un buen morral de avena, y ellas harían lo propio. Su despensa estaba bien surtida, así que no habría porqué preocuparse.

-Oh, eso no sería problema, él es el primero en provocar, pero tampoco hace nada. Seguro que se llevarían genial. Tiene ocho años, lo salvé de ser sacrificado y eso siento que me lo agradece cada día... Es... Especial- le confesé a Rebecca parte de mi vida privada, mis sentimientos... No era propio en mí, pero sí lo era mi impulsividad. Estaba disfrutando gratamente de aquella mañana, y agradecí enormemente hacer el camino de vuelta andando, pues mi culo urbanito no estaba hecho para el trote de los caballos.

Abrí los ojos y coloqué mi boca en forma de 'o' cuando la rubia mencionó el nuevo perro que planeaba traerse al rancho.

-Sí, ¡son enormes! Aunque nunca los he visto de cría, me encantará verlos así de pequeños...- calculé el tamaño que tendría el animal a ojo, pero quizás me equivocaba. -Oh... Bueno, si no es molestia, no me importaría quedarme a almorzar. Así puedo probar de una vez una buena comida de rancho, sería mi primera vez- acepté con una sonrisa. -Podría ayudarte a preparar la comida si fuera necesario.

Llegamos al rancho y ayudé a la Sheriff a dejar a los caballos bien acompañados y a la sombra, con comida y agua, y me pasé el antebrazo por la frente. Esa vida parecía muy cansada, pero también ofrecía cosas que la ciudad no. Podría estar bien vivir así una temporada.

El camino de vuelta fue bastante tranquilo. Al llegar a las cuadras, los mozos estaban acabando su jornada. Algunos cepillaban a las yeguas después de la monta. No le vendría mal añadir a otro mozo de cuadras, ya que por el momento había trabajo de sobra, y a muchos de los dueños les gustaba preñar durante esa época. Sería cuestión de comprobar y echar las cuentas. Una vez dejaron sus caballos en los establos preparados para que los trabajadores les dieran un buen descanso tranquilo, la Sheriff guió a su invitada hasta su casa. Abrió la puerta, mientras sus dos perros la saludaban a ladridos efusivamente.

- Un momento doc. - dijo mientras se agachaba debajo de una mecedora que había en el porche y sacaba de allí una cadera de vaca mordida, arrojándosela a los perros para que jugaran, que comenzaron a perseguirla, a morderla y a pelearse por ella jugando. - Hay mucha diferencia entre los perros de ciudad y los de campo doc. ¿Alguna vez se ha preguntado por esos perros que viven en las fincas, y jamás ladran aunque vean extraños?- preguntó abriendo la puerta y entrando primero.

Aquello no era una cuestión de falta de educación. Más bien lo era de dominio. Nadie entraba en su casa sin su permiso. Todo el mundo tenía prohibida la entrada salvo que la anunciara por el Walkie.  El rancho era un lugar libre, con sus normas, pero había una distinción clara entre sus terrenos y su hogar, y todo aquel que trabajara para ella debía aprender que para la Sheriff, su casa era territorio restringido.

- si alguna vez se acerca a un perro así, jamas apoye la mano en la valla. Les enseñan a morder. - advirtió, quitándose el sombrero, echando hacia atrás algunos mechones que se habían soltado de su trenza, y colgándolo en unas perchas en la pared de la entrada. Al entrar, a la izquierda, había un doble suelo en el que había tres puertas cerradas, que daban a habitaciones de invitados. En el centro, había un salón, con un sofá de piel, mesa de café y chimenea de obra. Al fondo, había una mesa de comedor con sillas, y un enorme mueblebar. A la derecha, una esquina delataba la alacena de conservas, la cocina tenía una isla que también estaba provista de barbacoa, y una barra en la que sentarse. Al fondo del todo había una escalera de subida, y justo a su lado, un baño que se encontraba abierto. Por las paredes, y en las mesas había fotografías de clásicos del oeste, aperos de monta, herraduras, y varias cabezas de taxidermia. El lugar daba la impresión de una casa rural rústica, con buenos acabados.

- Adelante doc, póngase cómoda. - dijo mientr se dirigía a la cocina. - ¿quiere beber algo? - preguntó mientras se lavaba las manos a conciencia en el fregadero.

Negué con la cabeza a la pregunta de Becca, acompañando el gesto con un ceño fruncido. Lo cierto es que no tenía ni idea de por qué esos perros no ladraban y tampoco me había hecho esa pregunta antes, pero ya que me ponía a pensar suponía que o el perro se sentía lo bastante seguro de su territorio como para no preocuparse o era bastante pasota. Sin embargo, la advertencia de Rebecca me hizo descartar esa segunda opción.

-Oído cocina. No acercarme a la valla- repetí con decisión y asintiendo con la cabeza. Lo último que quería era una mano menos, o peor, dos manos y una inútil.

Esperé a que Rebecca abriese la puerta y me dejara entrar, pero no sin antes haber dado unos golpecitos con mis pies en el suelo para limpiar un poco mis zapatillas de la tierra del campo. La seguí hasta el salón, donde ella se dirigió a la cocina preguntando si quería tomar algo.

-Agua, por favor- le pedí sin apartar la vista de su casa. Esa era su casa. Su zona de confort. Y resultaba acogedora.

No me imaginaba la casa de la Sheriff fría y oscura, ni como la casa de una loca con trastos por todas partes, pero la visión que me ofrecía era reconfortante. Me acerqué a la chimenea y paseé por la estancia observando todos los elementos, sorprendida.
Al final, me acerqué a la cocina. Sí, era su invitada, pero no era manca.

-¿Puedo ayudarte en algo?

Si algo habían enseñado a las chicas tejanas, por mucho que fuese aburrido, era a ser buenas anfitrionas. En la casa de un tejano nadie se aburre, ni se queda con hambre, ni se va insatisfecho. En general, siempre se debe atender al invitado para que, nada mas salir de la casa, le quede un regusto agridulce. Dulce por la experiencia vivida, agrio por que desearía quedarse. Sacando un vaso de tuvo cristalino y una botella de agua cerrada de buena marca, sin mucho sodio y de mineralización débil, cosa que había empezado a tener muy presente en su nevera desde que Hiedra Venenosa entró en su vida.

- Aquí tiene, Doc. - dijo entregándosela, y sacando un posavasos de madera natural en la que alguien había grabado a calor la cabeza de un buey. Se lo dejó en la mesa para que apoyara la bebida, y volvió a la cocina.

Sacando un vaso para ella, se sirvió un té helado, bebió un trago mientras miraba por la ventana en el momento justo en que dos de sus hombres pasaban cargando un enorme fardo en dirección al prado. Seguramente estarían reabasteciendo la caseta de abajo. Se dio la vuelta para encontrarse con la mujer de cara, dispuesta a ayudar.

- Claro, porque no. Dicen que cuatro manos son mejor que dos. - sonrió, mientras se ponía el delantal y se lavaba las manos, arremangándose. - Puede preparar la ensalada, y yo me encargo de la carne. Luego pone la mesa y a comer. ¿le parece, doc? - preguntó, mientras se dirigía a la despensa y la abría. Dentro el olor que desprendía era muy fuerte, pero agradable. Olía a carne, y en la zona del fondo se entreveía una puerta de cristal a través de la cual se podía ver cecina, chorizo y otros embutidos colgados puestos a secar. - Puedo preparar unas hamburguesas. Aunque también hay costillar. Podría hacerlo a la barbacoa. ¿Qué le apetece mas? - preguntó, dejando que fuese la invitada quien escogiera.

En cuanto lo tuvieran, se pondrían manos a la obra.

Abrí la botella que me tendió y bebí con ganas, no sabía que tenía tanta sed.

-Gracias- cerré la botella y la dejé sobre el posavasos encima de la mesa. Me recogí el pelo bien en una coleta y me remangué las mangas de mi chaqueta, dispuesta a lavarme las manos después que Rebecca.

No perdí detalle de sus movimientos y su forma de ser en su casa, su comportamiento... Sin duda tenía mucho material con el que trabajar, pero aún me quedaba mucho por conocer sobre la "Sheriff" Rebecca Logan.

-Estupendo. Las ensaladas son mi especialidad- bromeé, aunque no era del todo mentira. Me quedaban muy ricas. -Mmmm... La barbacoa nunca puede salir mal- sonreí, aceptando esas costillas con salsa barbacoa.

Mientras ella iba a por la carne yo comencé a cortar los ingredientes para la ensañada que estaban en la encimera, sobre la tabla, limpiándolos y vertiéndolos en el bol donde lo serviríamos. Todo tenía una pinta maravillosa, ¿sería de cultivo propio? Tendría sentido que tuviera su invernadero allí y que fuese autosuficiente.

No había mucho más que discutir una vez se había elegido. Satisfacer al invitado era parte de su prioridad. Al fin y al cabo la base de la hospitalidad es conseguir que una persona ajena a tu hogar se sienta parte de él, dentro de los límites claro. Ella no habría faltado al respeto a nadie en su propia casa, ni fuera de ella, a menos que alguien necesitara recibir una lección. De la misma manera que el Sheriff respetaba a las personas, exigía el mismo respeto, y en caso de no ser recibido, había que actuar en consecuencia y reconducir ese carácter hacia uno más adecuado. El grado de corrección dependía del grado del delito. Hay gente para quien la cárcel no es bastante.

- Que sean costillas entonces. - dijo sonriente, al tiempo que se adentraba en la despensa para salir acto seguido con un buen costillar adobado, que depositó encima de la encimera. Colocándose del otro lado, retiró la cubierta que cubría la barbacoa y colocó los carbones, echó el combustible, y con un chispazo la encendió, dejando que se elevara un pequeño fuego que después de unos segundos prendió las piedras haciendo brasas.

La doctora empezó a partir las verduras para la ensalada, mientras la vaquera buscaba entre sus especias la salsa barbacoa receta casera, y la embadurnaba sobre las costillas después de ponerlas al fuego durante unos minutos, asegurándose así de que la carne se sellaba dejando en su interior los jugos, de manera que cuando se mordiera, la carne se desprendería del hueso con facilidad y prácticamente se desharía en la boca. Con un pincel especial para ello, pintó el costillar y dejó que el fuego hiciera su trabajo sin meterle prisa.

- ¿Cómo le van las cosas por Arkham? ¿Le han recibido bien? - preguntó mientras volvía al otro lado de la encimera, cogiendo su vaso de te y tomando un trago. Había estado investigando todo lo posible sobre la doctora Belmont. Al fin y al cabo, ella tenía su acceso a su ficha médica y su historial psiquiátrico. No era nada que no mereciese a cambio un poco de información. No es que el hecho de que fuera novata supusiera un gran cambio, o algo malo. Ya era hora de que en Arkham trajeran algo de sangre fresca.

Como mi labor de cocinera aquel día no era gran cosa, podía permitirme observar cómo trabajaba Rebecca la carne que íbamos a comernos después con la seguridad de quien sabe lo que hace. Debía haberlo hecho mil veces ya, y seguro que le quedaba buenísimo. Mi yo interior ya se estaba acariciando la tripa en señal de satisfacción con el sólo aroma de las especias y la salsa.
Sin embargo, mi yo exterior se quedó un tanto paralizado por la pregunta que la Sheriff lanzó en mi dirección. ¿Cómo me iba por Arkham? ¿Cómo me recibieron? Dejé de cortar los alimentos y dejé el cuchillo reposando sobre la tabla de madera.

Eran buenas preguntas: no demasiado personales y lo suficientemente profesionales como para poder recibir una respuesta. Me lo pensé, sin embargo. Qué decir y cómo decirlo. No quería ofenderla, pero ella seguía siendo mi paciente y no al revés.

-Las cosas van bien, para algunas más que para otros...- comenté haciendo un claro énfasis en algunas, refiriéndome a mí misma compitiendo con mis "compañeros" de trabajo. Sin duda, los había simpáticos, pero no eran el tipo de amistades que consideraba óptimas. Ya sabéis que se dice que en Arkham están todos un poco locos, y los doctores no somos la excepción. -Mi recibimiento fue... todo lo bueno que cabía esperar. Al fin y al cabo, soy una mujer. Y bastante joven. Hay a quien le pica que haya llegado a mi puesto a mi edad, pero...- alcé los hombros e hice una mueca que expresaba claramente "mala suerte". No iba a sentirme mal por ellos. Chasqué la lengua y reí suavemente, volviendo a mi labor de cortar las verduras para la ensalada.

Al terminar, le di un buen trago a la botella de agua que Rebecca me había facilitado antes y suspiré, observándola.

-¿Cómo te fue a ti? Me sé las notas de los otros doctores que han estado contigo, pero me gustaría saber cómo lo viste tú: las sesiones, su trabajo, tu progreso...- no quería cortar el buen ambiente que se había creado entre nosotras con esa pregunta, pero no olvidemos por qué estaba allí.

Parecía que en el calor del hogar era mas fácil ser profesional, lo cual resultaba un tanto curioso. Esa pregunta tenía su aquel, y no por nada se la había hecho. En Arkham había locos dentro y fuera de las habitaciones, no sería la primera vez que encontraban cosas como celadores que estaban peor que la gente a la que mantenían "a salvo" dentro de las celdas. Todos los que habían sido ingresados conocían el caso más famoso, y a menudo éste se usaba para sacarles de quicio y alegar un montón de problemas que solía hacer que la institución fuese investigada continuamente. Aunque no dudaba de que algunas de esas cosas fueran reales, pero no tenidas en cuenta. Uno se cansa de acudir para nada a los aullidos del lobo, hasta que al día siguiente la mitad de tu ganado está sin cabeza.

- Bueno, están escarmentados. La última jovencita que llegó allí resultó no ser todo lo profesional que debería. Conoce el caso de la doctora Quinzel ¿verdad?- preguntó mientras empezaba a trastear por los cajones buscando los utensilios para poner la mesa.

Era cuestión de dejar la carne cocinarse lentamente, así que disponían de unos minutos para hablar sobre ciertas cosas que le interesaba saber. En cierta manera, Arkham estaba llena de sangre vieja. No por nada era una de las instituciones mas peligrosas, protegidas y llenas de casos interesantes de las peores patologías conocidas. Sería como para ella una feria de ganado. Lo mejor de lo mejor de la profesión estaba allí. Sin embargo, entrar no era tan fácil como en su caso, que bastaba con poder adquisitivo. No. hacía falta un gran historial, credenciales, cartas de recomendación, destacar sobre muchísima otra gente que estaba ávida de entrar en una institución en la que tendrían de donde sacar tajada durante toda la vida.

- Pues como toda recuperación, supongo. Mi padre y yo teníamos una opinión muy distinta sobre lo que pasó, y a ese respecto, él salió ganando. Me ingresaron, e hice mis avances y ahora soy un miembro productivo e independiente de la sociedad. - dijo, encogiéndose de hombros, ladeó la cabeza, dejando caer la trenza que tenía hacia un lado. - Todo irá bien mientras continúe acudiendo a las sesiones, y siga pasando a fichar. Así controlan lo que hago. Aunque resulta complicado hacer vida normal después de eso. Cuando el nombre de Arkham sale a relucir junto a una reputación, es difícil que sigan viéndote con buenos ojos. - comentó alzando una ceja con sutil desdén, mientras ponía la mesa. - Por otra parte, no son mis ojos los que mantienen este rancho, ¿Verdad? Al final, el trabajo que hagas habla por tí. Es lo mismo que le pasará a usted. Si trabaja bien, y trabaja duro, lo que opine el resto no tendrá importancia. - dijo, dando una palmada enérgica en cuanto terminó de poner la mesa.

La comida continuó sin incidencias. Intercambios e interacciones totalmente normales. Como muchos otros médicos habrían dicho, lo de Rebecca fue tan solo un brote psicótico, ya que tras su ingreso en Arkham se comportaba de una manera quizá un tanto excéntrica, pero nada que indicara que aún continuaba teniendo esa especie de brotes. Para muchos, era una persona consciente, capaz, y normal. Así debía ser si quería mantener la condicional, al fin y al cabo. Al despedirse de la doctora, con la seguridad de que ella llevaría su caso, le alegró haber podido conectar con alguien que no le miraba a través de un historial y bata blanca. No sería la última vez que la viera. En el futuro, volverían a encontrarse.