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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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MensajeTema: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime3rd Julio 2017, 19:04

A menudo la costumbre hace que demos las cosas por sentado. Es como una vieja herida o mejor aun… es como perder a alguien querido. Durante los primeros días piensas en ‘él constantemente, el vacío duele, es sordo y constante, un amigo fiel que no te abandona ni siquiera en tus sueños. Pero a medida que pasa el tiempo, y la costumbre se asienta, dejamos de pensar en él, es más fácil recibirlo con una sonrisa, y el dolor, aunque al pensar en ello sea tan vívido y real como la primera vez, es más soportable. No duele menos, no te acostumbras a la pérdida. Pero del mismo modo que el agua puede erosionar las piedras, el corazón también se moldea con cada golpe, hasta que su forma encaja en perfecta armonía con aquello que lo golpea.

Y casi puedes pretender que no existe. Casi.

Pero lo peor, no es perder a alguien. Si no la posibilidad de recuperarlo una vez perdido. Cuando alguien es tan listo que te dice “podrías volver a verle” y sus palabras no están vacías, pues demuestra tener la capacidad de hacerlo. Y aunque sabes que debería ser imposible, esa posibilidad, el concepto de que “podría ser”, aviva la llama olvidada y duele una vez más, cada día. Y es que, podría ser… Pero no es.

Y podría recuperar mi pasado. Sentada en el sofá de mi ático, completamente a solas con mis pensamientos y con ya media botella descargada garganta abajo y más cigarrillos de los que se pueden contar dentro del cenicero, mi historia, quién soy y cómo he llegado a estar donde estoy, es una soga afianzada a mi cuello. Me asfixia, y siento la certeza de que con tan solo cortarla sería libre para volar. Y a la vez, tengo miedo de que una vez libre, no pueda alzar el vuelo y sea esa misma soga la que me sostiene y me impide caer.

Pero como nunca he sido sentimental, y dar mil vueltas a lo que me asusta y lo que pienso se me da fatal, es mejor ahogar esa consciencia entre una nube de humo y el agradable ardor de estómago que da el beber sin alimento previo.

Porque John, me dio la llave para abrir esa puerta que encierra mis recuerdos. O más bien, me dijo que la tenía en su poder, pero no me la ofreció. Hipnosis, dijo. Tan simple como pedirle “vamos a hacerlo” y podría resolver la mayor incógnita de mi vida. Algo que desde que tenía memoria me dolía incluso más que la pérdida de Ruby, una ausencia, un vacío que me carcomía desde mi adolescencia, y que con el paso del tiempo había obviado, hasta ahora.

¿Qué cambiaría? De tener mi tan ansiada respuesta… ¿Qué cambiaría? Mi carácter era mio, fruto de todo cuanto había vivido y para mi esa certeza era tan clara como el agua del mar. Podía contaminarse en ocasiones, pero la mayor parte del tiempo era un océano de seguridad. Tal vez, descubriría que tengo un hogar al que regresar, una familia que me quería y me había buscado todos estos años. O tal vez, esos días estuvieran en el pasado y ya hubieran desistido, dandome por pérdida o fallecido sin nunca encontrar al miembro antaño perdido. Pero en cualquier caso, este piso era mi hogar, no iba a perderlo. No pensaba irme. Entonces, si yo era yo y eso no cambiaba, y si mi hogar era el que era, y no pensaba marcharme, ¿Qué cambiaría?

Mi nombre. Tal vez, tendría papeles, y podría ser alguien, dejar de ser una sombra buscando renombre. O incluso, es posible, que todo este tiempo buscara alguien que me reconociera, alguien que me “viera” y me aceptara, para dejar de ser un fantasma y empezar a ser… alguien. Podría dejar de robar, tal vez buscar empleo y… ugh. No. Vamos a dejarlo aquí.

Volví a empinar la botella y bebí hasta quedarme sin aliento. Sentí el frío líquido bajar por la comisura de mis labios, resbalando por mi mandíbula, perdiéndose en mi cuello y el enmarañado cabello. No, no se trataba de lo que podía cambiar una vez supiera mi nombre. Se trataba de rellenar el hueco de mi historia, saber lo que soy y sentir que soy. Podría incluso ser inmigrante, francesa, o sueca. Igual tenía 27 años o tal vez tenía 40. O aunque no tuviera motivo alguno, aunque mi motivación fuera tan vacía y testaruda como un “porque sí, porque quiero”, lo que estaba claro era que quería esas respuestas.

Ahora necesitaba plantearme cómo conseguirlas.

Nunca había pedido algo, de un modo directo, claro y conciso. Incluso el empezar a estudiar bajo la tutela de John había sido una especie de… bueno, que no se lo había pedido como tal. Había empezado como un acuerdo mutuo, algo de interés por parte de ambos y también estaba Anya. Yo había tenido la opción de negarme y finalmente acepté por ella. Pero esto era por y para mí. Nadie más estaba implicado. Y John… Ahora mismo, John, era el único a quien se lo podía pedir. No sólo porque fuera mi maestro, mi compañero o como narices se tenga que llamar nuestra relación ahora. Era porque… no me imaginaba a nadie más.

Si alguien tenía que ver mis orígenes y todo aquello que me había sido escondido, era él. Después de Brooks, era la única persona de quien podía decir con certeza, que confiaba en él. Una estúpida y pésima decisión, pero cuando se trata de… sentimientos… no tenemos mucho donde elegir.

Así que esperé, y esperé hasta que el rubio inglés decidió hacer acto de presencia, y para entonces ya me había terminado la primera botella.

John, necesito que me hipnotices y recuperar mis recuerdos.”. Nueve palabras.

John, quiero recuperar mi nombre.”. Cinco palabras.

Quiero saber quién soy.”. Cuatro palabras.

Me quedé en silencio, esperando a que cruzara el umbral de la puerta y llegara hasta mí. No me levanté. A duras penas si pude levantar la vista de mis manos, aun sosteniendo la botella vacía que me había terminado yo sola, buscando en el culo de la misma algo de valor.

Una palabra.

… Ayúdame.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime9th Julio 2017, 14:14

- ¿Pelirroja y rusa dices? No sé tío, por aquí pasan un montón de mujeres, ¿sabes? Bastante tengo con acordarme del capullo que se deja aquí las llaves?
- Y por eso te enseño ésta foto. Venga, tienes que acordarte. Viene aquí a menudo por tu vodka de importación. No me jodas con que no la recuerdas.
- Mira amigo, lo siento pero es así, ¿vale? No me viene a la cabeza. Y punto. Ahora deja de joder, pide una puta cerveza o vete a tomar por culo.

John lo miró fijamente a los ojos mientras se agarraba con fuerza al borde de la mesa sopesando si tenía que darle una hostia al barman y romperle una de sus botellas en la cabeza al estilo inglés o ser paciente. Optó por no romperle la cara, pero nada de ser paciente.

- Claro que te acuerdas, hombre - le contestó John poniendo su mejor cara. El hombre se lo quedó mirando, dejando lo que estaba haciendo, como si fuera una estatua. Después, parpadeó.
- Ah si, vaya cabeza la mía. Si que me acuerdo de ella: viene aquí cada mañana a por su ronda de vodka. A veces compra la botella y se va. Otras se queda sin decir ni mu. La verdad es que me avergüenza decirlo porque he intentado flirtear con esta chica varias veces y siempre me da largas. Pero siempre vuelve. Menuda cabeza la mía... Pero ésta mañana no ha venido. Ni tampoco ayer. Es raro...
- Vale, gracias por la información - "gilipollas... Hoy has tenido suerte."

John salió del bar con el cigarrillo en la boca y el cansancio en los hombros. Se había pasado todo el día buscando de una punta a otra de Nueva York. Anya había desaparecido, cogió sus cosas y se largó. Dejó una escasa nota sin un motivo. Y lo peor de todo eran las evidencias claras que dejó a su paso que había estado husmeando en los libros del inglés, en sus anotaciones, buscando algo.
Y lo había encontrado. Toda la información recolectada por la rusa apuntaban a cierta esfera que John esperaba no volver a toparse nunca más. Esperaba que sus dotes de investigación le ayudaran a encontrarla antes de que jodiera su vida, pero la chica era buena: si no quería ser encontrada, nadie lo haría.
Medio día para patearse la ciudad en los lugares donde solía frecuentar o podría estar y el otro metido en su sótano bajo el bar irlandés, echando mano a la magia para poder seguirle el rastro. Se pasó varias horas abriendo y cerrando tomos, buscando entre sus páginas la mejor forma de localizarla.

¿Lo peor? Que no funcionaba. Eso significaba una cosa: alguien estaba interfiriendo. Tal vez Anya había encontrado algún hechizo para esconderse... o tal vez ya era demasiado tarde.

Las dudas carcomían al inglés y necesitaba un pequeño descanso para poner sus ideas sobre la mesa y ordenarlas. Un puñetero día y ya estaba con la bilis en la boca. Si no se daba prisa en encontrarla, se imaginaba lo peor de lo peor. Joder, tendría que haberse dado un puñetazo en la boca a si mismo el día que le habló sobre los círculos del infierno. Lo hizo para que pudiera protegerse, de ellos y de los innumerables peligros que esperaban el momento justo para joderle la existencia. Estar maldita de entrada es estar doblemente maldito: primero por lo obvio, y segundo porque las maldiciones son como el néctar de los dioses para algunos indeseables que no quieres conocer en tu vida.

Justo se le terminó el cigarrillo cuando las puertas del ático se abrieron. Entró con el semblante pesado de alguien que no ha tenido un buen día, se quitó la gabardina, la colgó y levantó la cabeza.
Garnet estaba allí, con una botella vacía y con esos ojos que... No hizo falta que le dijera nada, podía verlo: algo la angustiaba. Algo la estaba comiendo por dentro. El inglés se la quedó mirando unos segundos, luego se acercó a la cocina, abrió la nevera, sacó otra botella y dos vasos. Lo dispuso todo sobre la mesa y se sentó a su lado. Rellenó el contenido de los vasos con panacea y dejó la botella.

- Hey, ¿qué pasa cielo? ¿Qué ocurre?

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime11th Julio 2017, 13:40

- Hey, ¿qué pasa cielo? ¿Qué ocurre?

Esas palabras provocaron que un escalofrío recorriera mi espalda y de nuevo perdiera parte de la determinación, que me había llevado a pedirle ayuda. Estoy acostumbrada a un “qué voy a recibir yo a cambio”, y no una pregunta desnuda de interés. No sé cómo reaccionar a eso. Por una parte tenía la sensación de que en cualquier momento podría intentar cobrarse una recompensa por los servicios prestados. Pero a la vez… Quería confiar en él.

Maldito seas, Constantine... — susurré en voz baja mientras tomaba la copa que me ofrecía. Media sonrisa tensó una de las comisuras de mi labio al recordar cómo una vez había sido maldito y cómo eso nos había llevado a la situación en la que estábamos ahora. Y en parte… Todo era más sencillo cuando era sólo sexo. — Hm… No es nada importante… creo. Mierda. — Me aparté el cabello de la frente y di un largo sorbo a la copa. — Sí, sí que lo és. Lo és para mí. No me lo puedo quitar de la cabeza y me está… carcomiendo. Existe esa palabra, ¿verdad?

Como si realmente me importara el vocabulario ahora mismo. Suspiré. Y luego me quedé en silencio, con la vista fija en sus ojos azules, mirando las líneas de expresión de su rostro. Fruncí el ceño y… No podía pedírselo. No ahora. No cuando parecía que tenía la cabeza en otro lado y no podía estar al 100% por mí.

Pero creo que no es el… momento. ¿Ha pasado algo? — Saqué el paquete de tabaco del bolsillo de la chaqueta y le ofrecí uno. — Cuéntame qué ha pasado y luego te contaré lo que me pasa.

Conseguí sonreír algo más tranquila. Algo a cambio de algo, eso iba mucho más conmigo. Y si yo le ayudaba con lo que pesaba en su mente, antes de que él me ayudara a mí, sonaba como un intercambio. No me estaba ayudando, era un favor mútuo. Así, las cosas, funcionan mucho mejor para mí.


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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime12th Julio 2017, 22:06

"No es el momento" dice. Joder, eso era como si tras lanzar la bomba H los del proyecto Manhattan soltaran un comunicado en plan "pero bueno, corramos un tupido velo. Hablemos de cómo está Canadá en ésta época del año". JC ya tenía la mochila suficientemente cargada de estar todo el día buscando a Anya por toda la puta ciudad como para que su pelirroja le soltara un "hey, estoy bien" cuando CLARAMENTE no estaba bien.

"Tranquilo John. Recuerda lo que pasa cuando se te llena la boca de mierda."

Cogió un pitillo sin apartar la mirada de Garnet. Lo necesitaba. Jesús si lo necesitaba. El camino desde el paquete hasta su boca se le hizo largo, lo encendió con una cerilla y llenó su cuerpo con nicotina. Exhaló con calma para quitarse toda la tensión que tenía dentro y volvió a mirarla.
Estaba sonriendo. Joder, tendría que etiquetarse aquella sonrisa como una técnica ninja de desarme, porque acababa de quitarle todos los cuchillos y las hachas que llevaba encima para usarlos a la primera oportunidad. Se dejó caer en el sofá, derrotado, hundiéndose en los colchones de la espalda.

Está bien - se dijo -, me parece justo.

- He estado buscando a Anya por toda la ciudad. No ha habido suerte por ningún lado. He ido a los lugares donde suele estar, he visitado a la gente que suele ver y he enseñado su puta foto como si fuera mi hija y acabara de nacer. Nadie la ha visto desde hace un par de días así que, esté donde esté, queda claro que no quiere que la encontremos. - Si, le estaba ocultando información, pero no iba a decirle que tampoco la ha podido encontrar mediante la magia, porque si llega a la misma conclusión que él, de que alguien la está ayudando, y además le cuenta sus teorías de quién podría estar ayudándola... No no, Garnet no necesitaba saber eso. No de momento. No hasta que pudiera lavarla a fondo de la mierda que la estaba carcomiendo, citando sus propias palabras. - Mañana seguiré buscando. Tengo pensado un par de sitios donde puedo preguntar y unos cuantos favores que puedo cobrar. A cabezota no me va a ganar la jodida rusa.

El cigarrillo estaba a la mitad. Se levantó para coger el cenicero más cercano y tirar la ceniza. Aprovechó para coger su vaso y dar un trago. Ahora era su turno, y John no las tenía todas de que la pelirroja pudiera ayudarle con la maldita búsqueda. A no ser que de repente tuviera una chistera y haciendo abra kadabra sacaba a la rusa...

- Bueno pelirroja, ahora te toca a ti. Venga, sácalo todo. Cuéntame lo que te pasa.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime16th Julio 2017, 11:46

Me di cuenta de hasta qué punto me estaba cambiando esa mierda en cuanto estuve a punto de decirle a John “tienes cosas más importantes que hacer”. Como si la búsqueda de mi vida no fuera algo importante, o saber con quién coño estás no fuera a importarte.
En cuanto me di cuenta de que había boqueado, insegura de cómo responder apreté la mandíbula y me pasé una mano por el cabello, buscando aclarar mis ideas.

Lo tenía tan claro, lo había tenido tan claro siempre… Había llegado a cometer verdaderas locuras para poder responder esa incógnita de mi vida. Y ahora que por fin tenía la oportunidad me sentía como si una mano invisible estuviera constantemente apartándome de la respuesta, me frenaba… Y de repente esa mano invisible era la mía propia, pero no la mía, una idéntica, los brazos de Ruby. Me enfadé. Me enfadé porque pensé que toda esta indecisión era la parte de nuestras almas que correspondía a Ruby, quien conociendo la verdad me la había ocultado todo este tiempo.

Me dijiste que se te ocurría un modo de ayudarme a recuperar mis recuerdos. — Fréname ahora, Ruby. — He estado pensándolo mucho y la verdad… Me gustaría que lo intentaras. — Mi propia voz me sonaba neutra y lejana. Intentaba que no se me notara la rábia de pelearme y luchar conmigo misma, aunque no fuera yo exactamente. No le miraba a los ojos, de hecho, los evitaba deliberadamente. No estaba enfadada con él, y no quería pagarlo con él. ¿Desde cuándo soy tan considerada? — Sé que tienes otras cosas por las que preocuparte, que tienes todo lo de Anya entre las manos y que tal vez no es el momento de agobiarte con mis tonterías, pero con todo lo que está pasando…

Pero estaba enfadada. Siempre había atribuído mis cambios de humor y mis constantes cambios de idea y opinión a mi situación y la manera que me había criado, como si uno fuera mi carácter y lo otro el instinto de la calle. Pero desde que había conocido a John y había sabido de la existencia de Ruby dentro de mi propia alma, que todo tenía un mejor sentido. Las preferencias de mi hermana, su instinto y sus… opiniones, se mezclaban con las mías propias. Saberme ajena en mi propia piel o mis propios sentimientos es algo muy, muy jodido. Y me he jodido durante demasiado tiempo. Así que, jódete, Ruby. Te quiero, pero jódete. Soy dueña de mi propio cuerpo, y aunque lo comparta contigo y pueda mantenerte viva no puedes decidir por mí. Puedo tomar mis propias decisiones… Y ahora ya está dicho. No puedes detenerlo.

Suspiré y sentí como poco a poco la presión de mi pecho disminuía. Ni siquiera me había dado cuenta, hasta ese punto, de haber estado tan tensa. Cerré los ojos y respiré pausadamente, intentando relajarme tanto como podía, antes de enfrentarme a él con una sonrisa.

Sé que tienes otras cosas por las que preocuparte. — repetí, procurando ser tan persuasiva y encantadora como pudiera, esta vez atrapando sus ojos con los míos. — Pero realmente necesito saber quién soy. Ahora más que nunca, que las cosas se complican y no vemos el mañana con certeza, no quiero irme y dejar una tumba sin nombre. Quiero hacer, por una vez, las cosas bien. Y para mi, eso empieza con una identidad.

Coloqué una mano en mi pecho al mencionar la “identidad” para intentar hacerlo todavía más claro. Era demasiado consciente de lo raro que se me debía ver. Esos cambios de humor, los largos silencios intentando separar lo que siente una de la otra, el concepto de Shade, tan arraigado a mi carácter.

Quiero ser normal. En el fondo, creo que lo he querido durante mucho, mucho tiempo. Más del que estaría dispuesta a admitir. Que, en el fondo, siempre he anhelado lo que tienen los demás. Amigos, familia, un empleo, una vida. Ganarme mi propio dinero en lugar de tomar el de los demás. Tener un nombre, en lugar de forjarme uno. Amar… en lugar de mentir y fingir para sentirme apreciada.

Amar

Sentí un escalofrío y me llevé una mano a la nuca, acariciando el vello erizado de la misma, pero aun así le volví a sonreír a John. Quedaba en sus manos… Y si se negaba… Dios, no sé lo que voy a hacer si me dice que no.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime21st Julio 2017, 18:46

La expresión de inseguridad en la cara de Garnet lo dijo todo: a John le saltaron todas las alarmas. Tenías que pasar mucho tiempo junto a la pelirroja para saber cual era su cara y cual su máscara. Podías cazarla al vuelo si eres agudo o gastar más tiempo para hacerte un perfil de la ladrona, aludiendo a sus constantes cambios de rumbo en las conversaciones y las medias respuestas entre otras facetas que formaban el personaje de Garnet Brooks. Y cuando tienes toda esa capa y consigues quitársela, descubres quién vive bajo esa mirada de suficiencia. Verla boquear y sentirse insegura por algo, y que necesitaba su ayuda...

Y ahí lo soltó. Le dijo que quería acogerse a la propuesta que le hizo JC cuando se conocieron. Quería que la ayudara a descubrir su pasado, a saber quién era realmente. Aquella proposición planteaba más problemas de los que aparentaba en un principio al tratarse de Garnet: ella convivía con el espíritu de su hermana gemela, compartiendo psique y cuerpo. De ahí procedían las facultades de la pelirroja para traspasar la materia. El mago le dijo que era una medium, o al menos en parte, y por ello su hermana podía formar parte de su vida en la muerte. Ser dos personas en una, si rebuscaba en sus recuerdos y le diera unos propios a Garnet, ¿cuáles serían? ¿Serían los suyos de toda la vida, o descubriría que ella jamás fue como es ahora? ¿Habría cambios significativos? ¿Dejaría de ser Garnet? ¿O tal vez Garnet siempre fue la hermana muerta?
Durante las noches que John no podía dormir jugaba con aquel rompecabezas. Era una espina clavada que supuraba cada vez que intentaba sacársela a la fuerza. "Estás con ella" se decía. "No la jodas Johnny, no la jodas" se repetía una y otra vez. Con Garnet las cosas iban bien porque, bueno, de alguna forma sus vidas estaban tan hechas mierdas que se complementaban la una con la otra. Con las demás chicas siempre terminaba jodiéndola de alguna forma, salpicando los cadáveres de su armario sobre sus vidas, destrozándolas para siempre y haciendo que se marcharan mientras el inglés se cagaba en todo y lo mandaba todo a la mierda.

Siempre había sido así... pero ésta vez no. Ésta vez para cagarla John tendría que meter aún más su pata dentro del agujero negro que era su curiosidad. Tendría que traspasar esa línea que se dibujaba una y otra y otra vez sabiendo que si la tocaba, si la borraba y la desplazaba aunque tan sólo fuera un milímetro, perdería a Garnet, como con las otras.

Jesús, la pelirroja le estaba pidiendo que traspasara esa puta línea. Dios, mierda, mierda y más mierda.

Mientras la observaba y valoraba los pros y los contras de su propuesta, mientras ella seguía con su declaración, John hizo una regresión mental, volviendo al pasado. Recordando cómo la vio la primera vez, y cómo la veía después. Siempre le había parecido una gata callejera, de esas que no se acercan a nadie pero que si les das comida la toman, pero se la llevan lejos de ti para comérsela. En aquel punto aquella gata había entrado por la ventana de su casa, se había puesto cómoda en el sofá, se había dejado acariciar hasta cierto punto y ahora se estaba frotando en sus piernas.
Estaba en sus manos que la siguiente acción con aquella gata la acercara más o la alejara para siempre.

John apagó el cigarrillo en el cenicero, observando las pequeñas chispas de fuego que se apagaban una tras otra, hasta dejar tan sólo cenizas negras y el olor a tabaco. Si iba a hacerlo, tal vez tendría que empezar a acostumbrarse a aquello: cenizas y olor a tabaco. Sólo cenizas... y aroma a tabaco.

- Antes que nada tienes que saber que la hipnosis no es una puerta que se pueda cerrar: sólo se puede abrir, y una vez abierta no se cierra. - Lo iba a hacer. Ya lo había decidido y estaba sudando la gota gorda. La miró directamente a los ojos. - No será como la mierda que se enseña en la tele ni mucho menos: si tú no quieres no podré hipnotizarte así que tienes que estar 100% segura de lo que estás haciendo. Una vez empecemos no habrá marcha atrás. Ni "espera espera" ni tampoco "he cambiado de opinión". Las fichas sobre la mesa. La apuesta hecha. La banca se cierra y te toca mover. Es así de simple y así de complicado. ¿Lo entiendes cielo?

Esperaba que así fuera porque si la iba a cagar de nuevo joder, al menos ésta vez que fuera consentido.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime10th Agosto 2017, 15:00

No era un no. De por si eso ya resultaba una pequeña victoria que lanzó a mi corazón a la carrera, latiendo con tal fuerza que parecía querer ensordecer mis oídos. Si John me hubiera dicho que lo estaba escuchando incluso desde esa pequeña distancia que nos separaba, no me sorprendería. Lejos de la negativa las instrucciones de John parecían el paso previo a aceptar. Lo eran.

Me incorporé, escuchándole con total atención, olvidando a un lado tanto el tabaco como el alcohol. Básicamente, me remarcaba una y otra vez que no había vuelta atrás, que no podría dejarlo a medias, que una vez empezara a recordar... Estaría ahí para siempre. Y aunque una parte de mí se aferraba a la bendición de la ignorancia, otra parte mil veces más cabezota estaba segura de que este era un momento que había esperado durante toda mi vida. No podía, no había modo alguno en que fuera a negarme a algo así, no después de todo lo que había vivido, no después de todo por lo que había tenido que pasar. Quería saber el porqué. Me sentía a un paso de conocer la verdad, como al borde de un edificio, mirando al vacío, sabiendo que puedo volar, pero con miedo a que algo falle y caer al vacío.

Me giré, apoyándome en una rodilla de modo que estuviera totalmente encarada a él. Era de las pocas maneras en que podía demostrarle cuán en serio iba. Eso, y mis propias palabras.


No voy a esperar, no voy a cambiar de opinión. Fue esta misma pregunta la que me llevó a ti, John. Eso y tus sucios millones en deudas — Sonreí. — Pero fue por ella que me quedé, el tiempo suficiente para que me ganaras por tus medios. Es el único objetivo que he tenido en la vida. Esto es lo que quiero. No voy a arrepentirme. Pase lo que pase, lo que me llevara a ser quien soy ahora lo voy a aceptar, como he aceptado todas y cada una de las cosas que me han venido sucediendo desde que puedo recordar. Así que por favor... Lo entiendo, pero quiero hacerlo de todos modos.

Me hubiera arrodillado, si pensara que eso fuera a servir de algo. Pero John ya había aceptado ayudarme. Cuanto quería ahora era la seguridad de que yo no iba a arrepentirme a medio camino, y tirarme de rodillas al suelo me faltaba una manera poco acertada de demostrarle cuánta seguridad tenía en aquello que quería y lo dispuesta que estaba por conseguirlo. En su lugar, me acerqué, despacio y posé mis labios sobre su frente, unos segundos, antes de bajar la cabeza y apoyar sobre la misma la mia propia, mirándole directamente a los ojos.


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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime16th Agosto 2017, 10:59

Malditos fueran los encantos femeninos. Maldito fuera Dios o quien fuera por crearlas y maldita sea de paso Victoria Secret. Los artificieros se pasan media vida aprendiendo a desmantelar los explosivos más peligrosos y complicados que una mente no muy sana es capaz de concebir. En cambio, para desmantelar a un dudoso John Constantine tan sólo hacen falta un buen par de curvas y tener a mano un poco de cariño o para mayor eficiencia, amor. A Garnet le bastó con un simple acercamiento para que el mago decidiera poner todo su empeño en ayudarla, sin importar las consecuencias que atormentaban su cabeza mientras pensaba en lo que estaba a punto de hacer.

A pesar de ello, John tenía una pequeña idea de cómo iba a terminar todo aquello, escondida en un cajón de su palacete. Y a pesar de ello iba a hacerlo. Estaba decidido. Se había decidido. "Johnny, cuando ésto acabe recuérdame que acabe con unas cuantas de tus neuronas."

- Entonces quiero que hagas algo: quiero que te levantes, vayas a la cocina y busques la botella que más grados tenga. Luego la abres y le das varios tragos hasta que notes que te estás emborrachando. Cuando estés lista vuelve al comedor y empezaremos.

John la cogió por la nuca con suavidad y la besó en los labios. Quería que supiera que ésto lo hacía por ella, porque se lo había pedido. Porque sabía lo importante que era para la pelirroja. Porque la quería y porque, joder, ¿qué estás dispuesto a hacer por la persona que quieres? Y ojalá todo ésto se pudiera decir con un sólo beso.

Con el sabor de sus labios y el recuerdo de sus ojos latente en su mente, John se apeó del sofá y se preparó para hipnotizarla. Que le pidiera que bebiera era algo lógico si tomabas en consideración que la mente humana tiene ciertas barreras que hay que atravesar. La primera es el consentimiento: si no estás dispuesto a que te hipnoticen de nada sirve. Para eso estaba la magia claro, pero John consideraba que la magia siempre era el último recurso, y que la gente que se apoyaba tanto en las prácticas taumatúrgicas hasta para cepillarse los dientes eran gilipollas.
Las siguientes barreras de la mente tienen su origen en el subconsciente, y éste las rige. Darle de beber era el camino más rápido y viable para que se echara una siesta y dejara las llaves puestas para que cualquier inglés con camisa y corbata pudiera colarse a la primera de canto.

Colocó dos sillas en medio del comedor, una delante de la otra. El acercamiento personal y físico también era importante: cuanto más se volcara Garnet mejor. Se desabrochó los puños de la camisa, se subió las mangas y se desajustó la corbata. ¿Por qué? Porque así se sentía más profesional.
Esperó sentado a que la pelirroja terminara de mandar al cuerno parte de sus inhibidores y se sentara frente a él.

- Garnet, quiero que me mires a los ojos. Mírame directamente a los ojos. No pienses en nada, no pienses en nadie. Tan sólo mírame.

En cuanto la pelirroja estableciera contacto visual, el viaje comenzaría.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime17th Agosto 2017, 22:05

Asentí lentamente con cada una de las indicaciones que John me daba. No me molesté en ocultar la sonrisa traviesa de mis labios cuando vi que se trataba de beber hasta embriagarme, cosa que no iba a ser especialmente difícil teniendo en cuenta que ya llevaba una buena cantidad de crema de tequila encima y ya notaba el cosquilleo en la punta de mis dedos. Era, literalmente, la tarea más sencilla que mi maestro me había dado nunca.

Ese beso, sin embargo, fue harina de otro costal. Sentí los dedos en mi nuca y sus labios acariciando los míos, erizando el vello de mi espalda y mis brazos. Fue distinto, desnudo tal vez de la lujuria con la que normalmente nos encontrábamos. Fue extraño, maravilloso y terrorífico a la vez, una sensación que era totalmente nueva, y a la vez... Adictiva. Me pregunté entonces si era a causa del alcohol o de la magia propia de John, de aquello que me hacía sentir tan frágil y vulnerable cuando él estaba cerca, y que extrañamente... No me parecía una debilidad. En cualquier caso, terminó demasiado pronto y me dejó con un suspiro insatisfecho en los labios.

Bajé la mirada, asentí, y me dirigí a la cocina a por un vaso con hielo tras lo cual volví al comedor, donde se guardaban todas las bebidas de alta graduación, me agaché y sin prestar demasiada atención a los nombres de las botellas, empecé a rellenar el vaso mezclando un par. Nada sube mejor y más rápido que una mezcla de alcohol con alcohol. Y con ella me dirigí al sofá, cambiando de dirección a medio camino para sentarme en una de las sillas que John había dispuesto.

Tenía la sensación de que este momento era importante. De que era un instante previo a cambiar totalmente quien era. Fijé la mirada en los ojos azules de John, pensando en cuánto podía decirle. Si estaba a punto de perder mi personalidad, tal vez debería decir algo, pero... No era mi estilo. Mi mirada se paró unos instantes en el vaso en mi mano, depositando uno a uno todas mis dudas en el fondo del mismo y me las bebí, dejándolas bien escondidas en el fondo de mi estómago, con mis nervios, con mis dudas, con el miedo. Sentí un escalofrío, en gran parte por el mal sabor de las bebidas mezcladas y dejé que el desagrado se reflejara en mi rostro, transformándolo en una sonrisa para Constantine.

No tenía nada que decir. Nada que ofrecer. Ese era el punto de estar ahí, cambiar esta parte de mí. Así que asentí una vez más a lo que John me había pedido, y vacié mi mente de todo pensamiento...

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime25th Agosto 2017, 00:14

Resignación. Esa era la palabra que estaba buscando desde que se sentó en aquella silla. Resignación.
No podía echarse atrás, ya no. No podía cambiar de juego, jugársela y hacerle el paripé porque eso solo la cabrearía más y seguramente haría que se alejara del mago cuando éste tratara de poner escusas baratas para no afrontar la realidad: que no tenía huevos de meter la mano en su cabeza, sacudirla y ver el resultado. La experiencia le echaba para atrás y justamente su polla tiraba para delante. John y su adicción al sexo... pero aquella vez era diferente, como las otras veces las cuales dejaron un agujero en su corazón de ceniza: no era la polla sino su órgano hecho un colador lo que le situaba en aquella silla con el culo tan prieto que podrían partirse cocos.

El mago hizo lo mismo que la ladrona: depositó todas sus dudas en el fondo de aquel vaso y dejó que se las tragara la pelirroja. Que mandara a tomar por culo tanto las suyas como las propias. El doctor estaba a punto de manejar material extremadamente delicado y necesitaba centrarse. Céntrate John, céntrate.

"Es una puta mala idea. - Ponla en la lista Johnny y haz tu puto trabajo. - No es mi trabajo. - No te engañes: estás con ella. Quieres que esté bien. Quieres cuidarla. Es tu trabajo caballero de brillante armadura. - Puta mierda..."

John Constantine se centró. Abrió sus azules ojos y los centró en los de Garnet.
Lo normal en ésta situación sería usar un punto de entrada, un gesto que la pelirroja no tomara como algo importante para que la sugestión penetrara en su psique a medida que escuchara sus palabras. Es lo que tenía pensado, pero se detuvo. Detuvo sus manos antes de que salieran de su agarre, sus rodillas, y se las miró. No, el caso de Garnet era especial, era diferente. Tendría que usar la magia si o si, o no podría llegar hasta el fondo del dique.

- Ésto va a doler - dijo John sin dirigirse a ninguno en concreto. La miró a los ojos, con más intensidad, y le habló. - Azul. Cielo. Claro. Profundo. Mar. Océano. - John enumeró una serie de palabras relacionadas con el centro de atención de la pelirroja: sus ojos. Era su pase para que la magia hiciera efecto, sumando la ebriedad de la pelirroja. De normal aquel truco de magia funcionaba mejor con las mentes débiles o, en el caso actual de Garnet, con los borrachos. El inglés penetraba en su mente y dejaba mediante sus palabras el reflejo de lo que buscaba: una referencia para sus memorias, y la referencia más usada suele ser el mar, el océano.

Ese sería su punto de partida. A partir de ahí, la cosa se ponía más tensa a medida que las olas chocaban contra los pies de Garnet. John solo podía rezar para que no se la tragara el mar.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime25th Agosto 2017, 17:55

No sé qué esperaba de una hipnosis. Tal vez que me ayudara a quedarme dormida y despertara totalmente renovada, con un nuevo nombre en la cabeza y un sinfín de experiencias nuevas, como si jamás hubiera habido un inmenso agujero negro en mi mente. Que John se sacara de la manga un reloj de bolsillo y lo hiciera oscilar ante mi, mientras su voz me acunaba y me indicaba el camino a seguir en el laberinto de mis recuerdos, o que simplemente, no funcionara. Y en su lugar tenía la cabeza ligera por el alcohol, ganas de un cigarrillo y seis palabras.

Atrapada en sus ojos pensé en darles significado, pero todo cuanto podía pensar era… en la nada.

Y me atrapó el océano. Una sacudida y sentí que me faltaba el aliento. Jadeé, pero era como si me hubiera hundido de repente en una espesa marea de agua negra. No podía ver dónde me encontraba, no sentía mi propio cuerpo. Miré a mi alrededor, pero no era capaz de ver mi ático. No era capaz de ver a John. Me ardía la cicatriz, aquella que en algún momento de mi historia amenazó con arrebatarme la mitad de la vista, me ardía y me dolía, tendí un brazo hacia adelante y quise gritar el nombre de Constantine… Pero no tenía voz. No tenía cuerpo, y pronto, me había perdido a mí misma...


15 de Marzo de 1998


Estaba sola, y a la vez, nunca lo estaba totalmente. Se encontraba en el sótano, con un collar de perro atado alrededor de un tobillo y una correa que la sostenía al pasamanos de las escaleras que conducían al piso superior. Podría, de quererlo, desatar la correa y caminar a sus anchas por aquél lugar, como hacía a menudo su hermana. Pero la experiencia le había inculcado que eso sólo empeoraba las cosas. Su madre le había enseñado bien, y eran más felices cuando eran obedientes. El sótano era oscuro y húmedo, y ninguna de las dos cosas iban bien para sus pequeños pulmones, quienes a menudo le impedían respirar con normalidad. Había muy pocos muebles en aquella habitación, a duras penas una mesa y un sofá, tan descuidado que hasta los roedores que anteriormente lo habitaban ya habían cesado de visitarlo. Aun así, para ellas aun era cómodo y a menudo dormían en él, cuando el frío hacía el suelo demasiado inhóspito para conciliar el sueño.

Un crujido, y la pequeña alzó sus ojos esmeraldas a una de las altas ventanas que daban al suelo del jardín. Se vio a sí misma entrar por él, deslizandose con las mejillas manchadas de hollín, una bolsa de papel y una sonrisa de oreja a oreja. Se devolvió la sonrisa, mostrando una pequeña dentadura en la que faltaban algunos dientes.

Feliz cumpleaños, Hailey.

Feliz cumpleaños, Scarlett. — Hailey bajó la mirada, con el semblante teñido de culpa y preocupación. — Si mama te pilla…

Sabes que no. Soy demasiado lista. — Su reflejo sonrió, hinchando su pecho. — Además, te he traído algo.

Le ofreció la bolsa y de su interior sacó una pequeña muñeca de trapo. Estaba descuidada, y desgastada por el uso. Pero aun así, para Hailey fue una como descubrir un gran tesoro, y contempló a su hermana con los ojos completamente abiertos, sin dar crédito a lo que veía. De debajo del vestido, Scarlett sacó otro muñeco igual, pero con una paleta de colores opuesta.

¿Ves? ¡Seguimos a conjunto!

Hailey quiso responder, pero las pisadas en el piso superior hicieron que ambas pequeñas alzaran la mirada al techo. Sin embargo sólo Scarlett se mantuvo alerta, escuchando atentamente. Hailey tenía la atención en alguna otra parte, sus ojos vagando por la sala observando formas que sólo ella veía.

En el sótano, se encontraban las dos gemelas, una de ellas todavía atada al pasamanos de la escalera. Pero también estaba la señora Hatchet, el señor Terry, Jim y Adam.

La señora Hatchet falleció en 1990, cuando una caldera de gas de su edificio estalló y prendió las viviendas en llamas. El señor Terry era transportista, y alcohólico. Cumplía un mes de rehabilitación cuando otro vehículo se salió de carril y arrolló su cabina. La ironía quiso que el conductor que le arrebató la vida, estuviera borracho. Jim y Adam… no sabía cómo habían fallecido. Aparecieron un día un año atrás y se habían quedado a hacerle compañía. Y Hailey podía verles a todos. Podía hablarles, y podía escucharles. Y una vez, hubiera jurado, había sentido la mano de la señora Hatchet cuando se conocieron y le acarició el pelo.

Hay un hombre. — Comentó Hailey en un susurro. Scarlett se giró a verla, sus ojos entrecerrados de preocupación. — Mamá ha traído a un hombre. Están discutiendo.

En cuanto terminó de hablar, su hermana se colocó frente a ella, tomándola por los hombros.

Tienes que dejar de hablar con ellos. Sabes que a mamá no le gusta.

Pero-

Sin peros Hailey. Deja de hablar con ellos.

El señor Terry dice que están bajando.

El rostro de Scarlett palideció y sus pupilas se dilataron a modo de respuesta. Metió los dos muñecos en la bolsa de papel y corrió al sofá, aprovechando la entrada al que fue el hogar de los roedores como escondite para los muñecos. En un suspiro, se encontraba de vuelta junto a la escalera, junto a Hailey, y se apresuraba a ceñir el collar de perro a su tobillo.

Se abrazaron. No tanto por miedo como por costumbre, pues siempre desde que tenían uso de razón habían permanecido una junto a la otra. Hailey seguía contemplando al resto de “identidades” que las acompañaban. Scarlett observaba las escaleras con algo que se acercaba peligrosamente al terror. Aquél fue el día que conocieron a su padre, Sherman Sullivan.

7 de Julio de 1999


Desde la primera visita de Sherman al hogar, se habían llevado a cabo varios cambios. Las gemelas seguían durmiendo en el sótano, pero al fin Carol les permitía moverse con libertad dentro de los límites del terreno. Las visitas de Sullivan eran esporádicas, a menudo no más de 20 minutos, y por lo general evitaba a las chicas. En alguna ocasión habían logrado escuchar a hurtadillas las conversaciones entre los dos adultos, pero gran parte de su significado se les escapaba, así como la magnitud de los problemas que se les venían encima.

Sherman era miembro del gabinete presidencial, parte del senado del poder jurídico americano. Era un hombre casado que vivía cerca del ojo público, y que debía mantenerse lejos del escándalo y los rumores. Escándalos, como por ejemplo, dos hijas ilegítimas que había tenido con cierta prostituta. Dos hijas pelirrojas, que tenían los mismos ojos que su padre… Hasta ese momento, había estado enviando dinero a Carol, pero había llegado un punto en que se sentía exceptico de que realmente existieran las dos muchachas. Era él quien había convencido a Carol de que las dejara salir al jardín. Era él quien decidió traer medicinas y un pequeño inhalador para Hailey. Era él, quien durante unos días, les hizo la vida un poquito mejor. Porque las niñas eran reales. Y con tan sólo verlas, Sherman supo que eran suyas.

Eran dos gotas de agua. Dos piezas idénticas, en todo excepto carácter. Scarlett tenía el cabello siempre despeinado, las puntas ligeramente alzadas de dejar que se le secaran al sol y de estar constantemente correteando por el jardín de aquella casa. Hailey, por su parte, lo tenía liso y bien cuidado. A diferencia de su hermana gemela, disfrutaba más del interior de su hogar, y estar fuera no le hacía ningún bien. Hailey era tímida, enfermiza y ya a sus seis años de edad, muy pesimista. Su hermana, por el contrario, era esporádica y activa, un nervio lleno de energía, siempre con las palabras de ánimo en los labios y con una facilidad inmensa por ver el lado bueno de las cosas, por bien que algunos eran bien pequeños. Desde que Sherman conoció a las pequeñas, Carol les había permitido vivir en la casa, las dejaba salir del sótano e incluso jugar en el jardí. Ese era uno de tantos cambios que habían surgido a raíz de la visita de su padre. Pero no los suficientes. Carol carecía del instinto maternal que le llevara a proteger a las niñas, o de la brújula moral que le indicara que tal vez, tan sólo tal vez, debería cuidarlas y darles una educación, hablarles del mundo o enseñarles a leer.
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Y aun así, aun escuchando sus conversaciones, eran todavía demasiado pequeñas para comprender la extraña relación que mantenía unida esa pequeña família. Los chantajes de Carol para mantener su maternidad en secreto. El miedo que Sherman tenía a las dos niñas. La locura que poco a poco despertaba en él, haciendo eco a unas voces totalmente distintas a las que escuchaba Hailey.

20 de Octubre de 1999


Sherman abandonó el edificio en el que trabajaba una hora antes de verse concluido su turno. No sorprendió a nadie. En el último año, el viejo Sullivan había envejecido de repente. Siempre había sido un hombre atractivo, pero ahora parecía más viejo de lo que era en realidad, cargando en años un secreto que parecía drenarle poco a poco la vida. Y sin embargo, no volvía a casa. En los últimos meses, se había refugiado en la bebida, añadiendo a su rutina las visitas a los bares antes de llegar a casa de Carol Sanders.

Sus pisadas rechinaban en el viejo porche de madera segundos antes de que su puño golpeara con una cadencia errática el marco de la puerta. Se había convertido en una señal para las chicas, la campana de un toque de queda no pactado. El tiempo que tardara Carol en abrir la puerta, era el tiempo del que disponían para esconderse en el sótano, antes de que Sherman entrara en la casa y empezaran los gritos.

Discutían, discutían a menudo, y cada vez con más asiduidad, llegaban a las manos. Si no lograban esconderse antes de que Sherman perdiera las riendas de su cordura, repartían entre todas las consecuencias. Hailey aún conservaba un moretón en la espalda, de cuando Sherman la había golpeado con la escoba de camino al sótano. A Scarlett le había llegado a dislocar el codo. Pero las peores noches, eran aquellas en que no le escuchaban llegar, y Sullivan entraba en el jardín, sorprendiendo a Hailey hablando sola. Entonces hundía la mano en su cuero cabelludo y tiraba de ella, hasta encerrarla él mismo en el sotano.

La señora Hatchet, le ofrecía palabras de apoyo y le contaba cuentos que la hacían sonreír. El señor Terry le hablaba de lugares que había visitado en sus viajes, y llevaba la mente de la pequeña lejos de allí, a pequeños paraísos guardados en memorias. Jim y Adam, pasaban la mayor parte del tiempo en el jardín, a la espera de que volviera el señor Sullivan. A veces animaban a Hailey a huir de allí. Le instaban a coger a Scarlett y abandonar aquél hogar, buscar un sitio mejor.

Hailey, se negaba. Había aprendido, con el paso de los años, que huir era peor. Y aunque su padre la golpeara, enfadada, su madre era peor.

6 de Febrero de 2001


Scarlett había aprendido a ir y volver al pueblo sin que sus padres se percataran. Se había ganado la simpatía de algunas tiendas, pese a utilizar un nombre falso y no decir nunca de dónde venía. Los dueños de los comercios, la animaban a llevar a cabo recados a cambio de comida u otras mercancías. Era necesario. Necesitaba mantenerse a sí misma. Necesitaba mantener a Hailey.

Se habían acostumbrado ya a los gritos, a los golpes, a los insultos. Habían perdido el sótano, y en su lugar ahora tenían una habitación. No era mucho mejor, aunque la reducción en la humedad ambiental, era un agradable cambio para los pulmones de Hailey. Un pequeño armario compartido, con la ropa justa y necesaria, una cómoda donde guardaban sus pequeños tesoros, las muñecas de trapo, una libreta y colores que trajo Scarlett tras ayudar en la papelería local, un paquete de chicles, bolsas de patatas fritas y algo de bollería industrial, y una cama individual que compartían.  Empezaban a comprender el funcionamiento de aquél lugar. Sherman pagaba su ropa. Sherman pagaba el hogar y las facturas. Todos los caprichos de su madre Carol pasaban por el bolsillo de Sherman Sullivan. Ellas eran una moneda, mercancía, una deuda. Una que Sherman había terminado por cobrarse.

Cuando al fin el hombre abandonó la casa, Scarlett corrió al interior con intención de encontrar a su hermana. Carol no estaba con ella. Estaba en el comedor, mirando la televisión y fumando, ignorando el débil llanto procedente del piso superior. No podía importarle menos. Como no le había importado que semanas antes le sucediera lo mismo a ella. Se quedó en el umbral de la puerta, mirando con odio a la mujer pelirroja que las mantenía encerradas en aquél lugar. Cuidando lo suficiente para que pudieran sobrevivir. Descuidando lo suficiente para que lo hicieran en una situación precaria.

¿Qué estás mirando? — espetó Carol, alzándose con el cigarrillo en la mano.

Scarlett sabía bien qué sucedería si se quedaba allí. No hubiera sido el primero que apagaba en su piel. Así que giró sobre sus talones y subió las escaleras de dos en dos.

Con la mano en el pomo de la puerta, esperó unos segundos, armándose de valor antes de entrar. No era fácil. No sabía qué podía decirle a Hailey que la hiciera sentir mejor en ese momento. Sentía la frustración y el odio hirviendo en su pecho. Sentía rabia e impotencia, ganas de llorar, de gritar y de huir. Pero el llanto de Hailey al otro lado de la puerta era el ancla que le mantenía prisionera. No podía dejarla sola. No quería. Con un suspiro, presionó el pomo de la puerta y entró en la habitación.

Todavía se percibía el olor a alcohol en el aire. Cerró la puerta tras de sí y el llanto ahogado de Hailey se hizo más pausado, acallado contra la almohada. Si Scarlett no sabía cómo animarla antes, ahora estaba segura de que no le saldrían las palabras aunque hubiera decidido de antemano cuales le iba a dedicar. El cuerpo desnudo de Hailey era pálido y tembloroso a la luz de la luna a excepción de algún moretón a la altura de la cadera, y una o dos quemaduras en los brazos. Sin embargo, lo que destacaba, era la sangre de sus muslos. Scarlett se dirigió al armario y sacó de su interior una sábana, con la que se subió a la cama y envolvió a su hermana, acariciando con suavidad su espalda. Quería decirle que lo peor ya había pasado, que pronto acabaría… pero ambas sabían que eso era mentira.

24 de Febrero de 2002


De acaloradas discusiones, a la fría indiferencia. Carol jamás había movido un solo dedo para defender a sus dos hijas de los abusos de su padre. Scarlett se enfrentó a ella una vez, y en consecuencia, la había dejado encerrada en el sótano durante 72 horas. Y Sherman… Sherman odiaba a las tres. Odiaba la mirada desafiante e inteligente de Scarlett, el fuego eterno en su mirada esmeralda. Odiaba a Hailey, sus rarezas y sus conversaciones con personas que él estaba convencido no existían fuera de su mente. Hailey jamás le había contado quienes eran, o las vidas que habían llevado. Pero sobretodo odiaba a Carol. Odiaba a Carol, por su frialdad y su malicia, y por aquella maldita sonrisa de suficiencia con la que siempre terminaba las conversaciones, con esa actitud de tener la sartén por el mango, tan desagradable como certera. Y cada uno aceptaba esa nueva etapa a su modo.

Hailey se había vuelto taciturna. Veía más gente que antes, escuchaba más voces y la mayor parte del tiempo parecía mirar a ninguna parte cuando en realidad escuchaba las conversaciones de los espíritus. Para quien no comprendiera, o se negara a creer lo que sus ojos percibían, la joven estaba completamente ida, o enferma mentalmente. Simplemente, no podía diferenciar a una persona viva de aquellas que no lo estaban, y así había dejado de hablarles. Pero no podía dejar de mirar y sonreír a quienes les habían acompañado tantos años.

Scarlett empezaba a plantear su huida. Qué tiendas les permitirían trabajar a cambio de dinero y tal vez un ticket de tren para irse de aquella ciudad. Empezar de cero. Tal vez encontrar un orfanato que se hiciera cargo de ellas. O una familia que las acogiera. Un sueño idílico, tal vez, pero para ella era una esperanza, y una razón para seguir adelante.

Carol vivía dejando más libertad a las niñas. Simplemente las ignoraba durante la mayor parte del tiempo, y se había retirado, dejando su vida en manos de Sherman

Sin embargo, esa noche, Sherman llegó especialmente borracho. Llegó más tarde de lo habitual, y llamó a Carol a la cocina. Las gemelas estaban durmiendo en su habitación, hasta que el señor Terry avisó a Hailey de que algo iba mal y aunque insto a la pequeña a encerrar a ambas en su habitación, Hailey sentía que algo iba verdaderamente mal y dejando las protestas de los fantasmas a su espalda, bajó las escaleras en silencio, sorprendida y asustada por la ausencia de sonido en el piso inferior. Si Sherman quería hablar con Carol, lo normal era que los gritos pudieran ser escuchados desde todos los recovecos de la casa. Y sin embargo, tan sólo podía escuchar un sonido cadente y amortiguado, regular. Entró en la cocina, con la misma actitud silenciosa con la que había salido de la habitación, sin despertar a Scarlett.

La cocina era pequeña, con una barra americana en el centro y el espacio justo para caminar a su alrededor, cocinar y abrir los armarios. Su padre se encontraba de espaldas a ella, y su madre apoyaba el torso en la barra. Sherman golpeaba el cuerpo de Carol, una, y otra, y otra vez. Y sin embargo, Carol también estaba de pie, frente a la nevera, con una mano cubriendo sus labios y los ojos desorbitados ante la escena. Hailey volvió a mirar al señor Sullivan y se percató entonces del cuchillo en su mano. Tardó unos segundos en procesar lo que estaba viendo. Cuando comprendió lo que pasaba, un sollozo se escapó de sus labios y volvió a mirar a su padre, viéndolo al fin como lo que realmente era.

Sherman se giró hacia ella, aun con el cubierto en una mano, y la mirada perdida, ausente de toda cordura, y tan sólo un odio malsano cubriendo el velo de sus ojos.

Sherman apretó el cuerpo de Hailey contra la pared de la cocina y su mano cerrada con fuerza entorno a su pequeña garganta. Tenía nueve años, y todavía no comprendía todo lo que había alrededor de sus padres, pero sí tenía clara una cosa. Hasta ahora, tener a su madre había sido el motivo de mantenerlas con vida, la promesa de que si Sherman obedecía, ella no iba a mostrar al mundo la existencia de las niñas. Y ahora que Carol no estaba, no físicamente, Sullivan no tenía razón alguna para mantenerlas con vida. Jadeó, buscando aliento, pero Sherman le oprimía la garganta y se le hacía casi imposible respirar.

Habla con ellos ahora, — susurró airado, su rostro y aliento a licor rancio a pocos centímetros del rostro de la pequeña. Pero ella no le miraba. Su vista estaba tras él, fija en el fantasma de su madre. — Habla con tus amigos ahora, si existen, ¿por qué no les pides que te ayuden, eh?

Los labios de Hailey se abrieron lentamente mientras tendía su mano . Carol la miraba, como si no terminara de comprender qué estaba sucediendo o por qué. Se acercó a ambos y colocó su mano sobre de la Hailey, pero simplemente pasó a través. No podía tocarla. Miró entonces su propia mano y luego a Sherman.

Dile a tu padre, que la foto que me ha quitado no es la única. — Susurró Carol, apremiando. Si su instinto maternal había despertado en ese momento o era su pequeña venganza para atormentar una última vez a Sherman antes de desaparecer de sus vidas, era incierto. — Dile que hay gente del pueblo que tienen copias. Una en el hospital. Otra en el estanco. Dile que si os hace daño, saldrán a la luz. Que Rosy y Jo lo acabarán sabiendo.

Hailey no las tenía todas consigo. Esos nombres no significaban nada para ella, las fotos no significaban nada para ella. Pero no tenía otra opción, otra cosa que decir. Por primera vez en muchos años miró a su padre directamente a los ojos.

Dice mama… que esa foto no es la única. Que hay otra en el hospital, y otra en el estanco… Y dice que si me haces daño, saldrán a la luz, y que Rosy y Jo lo van a saber.

Sus palabras activaron el mecanismo tras la mirada nublada de Sherman Sullivan. Casi podía ver como las palabras hacían mella en él, sus ojos desorbitados por el terror mirando a su espalda, al cadáver de la mujer que segundos antes había apuñalado repetidas veces, repitiendose a sí mismo que ahí terminaría todo. Y sin embargo el cuerpo de Carol seguía ahí, inerte, desprovisto de la chispa de la vida. ¿Quién le había dicho eso a la cría? ¿Cómo podía conocer ella el nombre de su mujer y su hija?

Mientes… — susurró, la razón finalmente escapando a su alcance. — ¡MIENTES!

Sherman apretó el cuchillo contra la frente de Hailey, y esta cerró los ojos con fuerza, su pulso a cien. A Sherman le temblaba la mano. Parte de él temía lo que estaba a punto de hacer. Pero hacía tiempo ya que había perdido los filtros de lo que estaba bien y lo que estaba mal. Y cuando derramó la primera gota de sangre, el grito desgarrado de Hailey resonó en el aire.


Scarlett despertó sobresaltada por el grito y al verse sóla en la cama, se temió lo peor. Los gritos de su padre acompañaban el llanto de su hermana, se alzó de la cama y salió corriendo esperando no llegar demasiado tarde.

Una vez en la cocina, no le costó demasiado comprender la situación. Sherman seguía gritando a Hailey, diciéndole que pidiera ayuda, y su hermana lloraba y gritaba, sus pequeños brazos intentando liberarse y quitarse a su padre de encima. Su rostro estaba cubierto de sangre, y el torso inferior de su madre colgaba inerte de la barra, sus ojos vidriosos carentes de vida. Sin pensar en lo que hacía, tomó un jarrón de la cocina y golpeó a su padre en la cabeza con él. Tras unos segundos de confusión, Sherman se giró hacia la segunda hija, airado, y centró en ella toda su atención.

Hailey, tenemos que irnos. — apremió a su hermana, agachada junto a ella. — Hailey por favor, tenemos que irnos.

Se incorporó lentamente, incapaz de abrir los ojos, estaba desorientada, había escuchado el ruido del cristal al romperse y entonces su padre había dejado de inmobilizarla. Seguía escuchando el jadeo del hombre, sus esfuerzos, sabía que seguía ahí, pero sus brazos ya no presionaban contra su cuerpo y poco a poco, se levantó. Abrió el ojo derecho y vio a Scarlett junto a ella.

Hailey, joder, ¡vámonos!

Pero mamá… — susurró ella, buscando el cuerpo con su mirada.

Sherman permanecía en el suelo, el cuchillo tirado a un metro de él, sus puños golpeando una y otra vez… el cuerpo de Scarlett. Sabía perfectamente lo que significaba la presencia de dos Scarletts en la misma habitación. Carol, o el fantasma de la misma, estaba arrodillada junto a Sullivan, contemplando las consecuencias de nueve años de chantaje, de ver hasta dónde la había llevado la codicia y cómo había afectado a la gente de su entorno. Y lo que quedaba de Scarlett, fuera fantasma o recuerdo, seguía a su lado, instandola a huir, a vivir. Hailey siempre se negaba a huir. Siempre pensaba que huir sería peor, y que aunque pudiera soportar los golpes de su padre, la ira de su madre era peor.

Ya no podía pensar. El mundo a su alrededor desaparecía y no le quedaba nada. Su hogar ya no le proporcionaba cobijo. Su hermana ya no estaba con ella y tan sólo le quedaba la compañía de los fantasmas. Se levantó y vio a Scarlett corriendo ante ella. La persiguió. Sin un motivo concreto, sin terminar de entender el por qué. Aquellos cabellos escarlatas la guiaron fuera de la casa y por primera vez en su existencia, se adentró en las calles de Cold Spring.

12 de Diciembre de 2002


Ocho meses. Ocho meses Scarlett luchó por mantener con vida a Hailey. Ya fuera la voluntad de la pequeña o un poder similar al de su hermana despertado tras fallecer, la cuestión es que había algo especial en Scarlett. No era mucho, tan sólo una extraña capacidad de interaccionar con el mundo terrenal pese al hecho de ser un fantasma. Pero como fantasma, no conocía las limitaciones de los edificios, el cansancio o las inclemencias del tiempo. Podía entrar en cualquier tienda y discretamente llevarse algo de alimento de su interior. Así había conseguido mantas, agua, comida…

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Pero no sabía cuánto tiempo tenía. Desconocía si ese estado sería permanente. No había visto ninguna luz al final del túnel, ni una balanza que la situara entre el cielo y el infierno. Y Hailey, parecía haber perdido su alma. No hablaba, no comía y sus ojos parecían enfocar la nada. Si Scarlett no hubiera logrado forzar la comida y la bebida por su garganta, probablemente hubiera muerto de inanición. Aunque en cierto aspecto, Hailey ya parecía muerta. Ocho mesos y todo cuanto había conseguido era que Hailey a veces la siguiera con la mirada, pero sus ojos verdes parecían cubiertos por un velo enmarañado.

Iba a tirar la toalla, cuando al fin su hermana mostró el primer indicio de volver. Un suspiro. Algo tan sencillo y de repente tan significativo como un suspiro. Parpadeó, varias veces, como si no lograra comprender qué estaba haciendo ahí.

...hola.

Hola… ¿cómo te encuentras?

Bien. Creo… — Scarlett supo al instante que algo no iba bien. Frunció el ceño, escudriñando el rostro de su hermana, intentando saber qué era. — ¿Quién eres tú?

Si hubiera estado viva, seguramente el dolor se habría reflejado en su rostro y las lágrimas hubieran empezado una carrera por sus mejillas. Pero carecía de un cuerpo físico con el que poder llorar.

Eso no importa. Lo importante es quién eres tú.

¿Quién soy yo…? — repitió Hailey, sin tenerlas todas consigo. — No… no lo sé.

El fantasma sonrió. Tal vez, era mejor así. Tal vez así era como su hermana sobrevivía y empezaba una nueva vida, dejando atrás todos los recuerdos de aquella casa en las afueras de Cold Spring. Aunque de un modo indirecto, era posible que Scarlett pudiera tirar adelante su plan de sacar a su hermana de esa vida. Sonrió, agachandose delante de ella.

Eres Garnet. Y yo soy tu hermana Ruby. Y te prometo que voy a sacarte de aquí.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime26th Agosto 2017, 17:30

Si alguna vez alguien te pregunta si puede meterse en tu cabeza para echarle un vistazo la respuesta es simple: no. Rotundamente no. Puede que parezca una obviedad visto desde fuera, y que sólo un tonto le diría que si a algo semejante, pero hay que tener en cuenta que no siempre vendrá con una pregunta tan directa o con palabras. Ahí es cuando la cosa se complica y entra en juego el subconsciente, que no es más que la última barrera que separa tu yo de sus invasores.
Los telépatas que leen la mente son como los lectores que abren un libro y se ponen a ver qué hay de nuevo. Los que mediante la magia penetran dentro de ti, de tu ser, esos son más como vampiros que necesitan una invitación para explorar todas las habitaciones de tu casa y hacer lo que quieran contigo porque si, es así, si le das las llaves a una persona de algo que es valioso para ti, no confíes en que no tenga un duendecillo en la oreja dándole algunas malas ideas.

John se había convertido en uno de esos vampiros, con la diferencia de que él sería un mero espectador viendo como los recuerdos volvían a fluir en la cabeza de Garnet y asumiendo, como ya se ha dicho tantas veces, las consecuencias. En aquel lugar casi onírico John podía hacer cualquier cosa, y lo primero que hizo fue sacarse un cigarrillo de la mano ya encendido y darle una calada, a punto de presenciar el gran espectáculo.

Cuando la pelirroja hizo la primera inmersión, John se encontró en las escaleras de un viejo sótano, y se topó con la escena de aquellas dos pequeñas, de aquellas dos gemelas. En el acto se arrepintió de haber accedido a la hipnosis: nada bueno sale de dos niñas atadas en un sótano.
El inglés no podía salir de aquel sótano. Estaba dentro de las memorias de la pequeña... ¿Hailey? Esa era la que no podía seguir de las dos. A primera vista hubiera jurado que Garnet era Scarlett, pero si fuera así habría aparecido fuera de la casa y podría seguir a la niña. No, Garnet era la otra, la callada y cauta. Se sentó en los escalones observando a las dos niñas celebrando su cumpleaños hasta que Dickens hizo acto de aparición y pasaron al siguiente acto.
La cosa empeoraba, y el estómago de John se revolvía al ver los recuerdos de Garnet. Había visto demasiada mierda como para saber hacia dónde desembocaría toda aquella locura. Ese asco se convirtió en odio hacia su madre, Carol, y a su padre biológico, Sherman. Si aquello fuera una presencia fantasmal, se la jugaría a los dos para marcarles el camino directamente al infierno, sacándolos del limbo putrefacto en el que se mantenían. La realidad como todo lo amargo le llegó de repente, recordando que aquello ya había pasado y que ni los insultos ni los puñetazos mal dirigidos podrían evitar lo que iba a pasar.

John se llevó la mano a la boca. No dejaba de repetirse a si mismo "oh dios mío, oh Jesús" sabiendo que ningún ser celestial bajaría para salvar a la pobre Hailey. La vida podía ser maravillosa, y está escrito que todo lo bueno cuando es malo, puede ser peor.
Su estómago no podía echar nada en aquella representación psíquica de si mismo y en su lugar lloró. Las lágrimas le humedecían las manos sabiendo que la imagen de la pequeña, tan blanca y tan roja le perseguiría durante el resto de su vida cuando cerrara los ojos y tratara de descansar.

La puerta se cerró y se abrió otra distinta, otra en un momento más adelante, cuando la vida de las pequeñas pasó del infierno a un olvido perpetuo. La madre muerta, el padre loco de atar. La hermana que trata de salvar a Hailey. El cuerpo pequeño de su salvadora dejado atrás como si tan solo fuera un lastre. John no podía hacer otra cosa que seguirlas hasta el final, hasta el punto donde Hailey moría junto a su hermana y nacían Garnet y Ruby.

Sintió una sacudida en su cabeza. Garnet había llegado hasta donde podía y era el momento en que tito Johnny cerrara la ventana y bajara las cortinas. Fue directamente hacia Garnet, tirada en el suelo mirando a su hermana, le cogió de la mano y tiró de ella para que se levantara. Una Garnet mayor se levantó casi en peso muerto y se precipitó hacia arriba, junto al mago, dejando atrás las memorias de tiempos infinitamente peores. Ambos sacaron la cabeza sobre la superficie del océano y sus olas se apartaron.

Volvían a estar en el ático, el uno frente al otro.

John tenía las mejillas húmedas, sangre en la cavidad interior de su labio inferior y las manos temblando. Se levantó, de golpe, e intentó ir a... a algún sitio, pero no estaba seguro de dónde quería ir. No estaba seguro de cuál era la dirección así que dio un rodeo a la silla y se apoyó en ella, tratando de calmarse.
Respiró profundamente, contó hasta diez y se quedó allí. Si él había sufrido aquel shock al presenciar semejante comedia dantesca, lo que estaba a punto de pasarle a Garnet al ser consciente de todo aquello no tenía nombre.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime26th Agosto 2017, 22:15

En qué punto de mi historia había dejado de recordar y se mezclaban mis recuerdos y mis experiencias. Recordaba ahora con total claridad. Siempre pensé que había sido una superviviente nata, que si había llegado a donde estaba era gracias a mi fuerza de voluntad y mi testarudez. Pero esa no era yo. Había sido Ruby, Scarlett, quien había tenido la fortaleza de cargar con ambas vidas y seguir adelante sin importar lo que nos viniera encima. Dolía saber que en realidad yo era la débil, que mi hermana gemela no únicamente había dado su vida por mí, si no que en perder mis recuerdos, me había moldeado para que fuera como ella y pudiera sobrevivir. Había sido Ruby, todo este tiempo, quien me había cuidado y había tirado de mí. Me había dado un nombre, una vida, un carácter.

No podía culparla por haber guardado el secreto… Pero tampoco me sentía bien ahora que podía recordarlo. Me sentía colapsada. Necesitaba tiempo para asimilar lo que había sucedido y aceptarlo, hacer las paces conmigo misma, estar en duelo por Scarlett… Todo aquél rato había mantenido la vista fija en mis rodillas.

¿Has visto todo eso? — susurré, refiriéndome a John, antes de intentar mirar sus ojos.

No necesité una respuesta. En cuanto alcé la mirada y vi su rostro, era evidente que sí. ¿Había llorado? Eso me hizo sentir… Mal. Fría. Vacía. Menos humana. Ahí estaba John, probablemente la única persona que alguna vez hubiera sentido algo más por mi que mero deseo sexual incluyendo a mi padre, llorando por mí. Y yo era incapaz de derramar una lágrima. Alcé una mano a mi frente y aparté de ella mi cabello. Estaba decepcionada, ya que, aunque no había querido aceptarlo, parte de mí esperaba una dirección y una familia que me recibiera con los brazos abiertos, una madre recuperando una hija perdida, tal vez algún otro hermano con quien compartir qué había sido de mi vida. De nuestras vidas. Y en su lugar, tenía una extensión de lo que había sido mi vida en la calle. Las palizas, los abusos, el alcohol y el sexo. Esa parecía ser la verdadera esencia de mi vida. Hasta Brooks.

Evelynn Brooks, fue mi verdadera madre. Te hubiera gustado. Era endiabladamente lista, y muy carismática. Creo que eso lo aprendí de ella.

Todavía no era capaz de mirarle a los ojos. No podía. Toda mi vida me he valido de esconder mis sentimientos y mostrarme fuerte e imperturbable. No podía cambiar eso ahora. Constantine sabía la verdad, sabía que era todo fachada y ahora que había visto dentro de mis memorias, conocía tanto de mí como yo misma. ¿Hasta dónde había visto él? ¿Sólo lo que había recuperado, o había tenido acceso a todo lo demás? Sentí un escalofrío y me alcé de la silla, dirigiéndome al sofá. Quería un cigarrillo. Más por la excusa de tener algo en lo que ocupar mi mente y mis manos que por querer fumar en sí, así que lo prendí y di una larga calada. Y sin embargo no podía dejar de pensar. Mi mente repasaba una y otra vez lo que había descubierto.

Soy Hailey Sullivan. — antes de darme cuenta, estaba pronunciando en voz alta lo que pensaba, como si eso ayudara a colocarlo en mi cabeza, como libros en una estantería. — Nací el 15 de Marzo de 1993. Cumplí los 26 años hace dos semanas. Perdí a mi madre y a mi hermana el 24 de Febrero de 2002, a los… nueve. Viví cinco años en la calle. A los… 15 intenté robar por primera vez un banco. — Me reí, recordandolo. — Fue un fracaso. Y cuando Ruby y yo pasamos a ser una. No sabía que podía hacerme intangible así que volví a vivir en la calle. Dos años. Nueva York fue más difícil que Cold Spring y luego… Brooks me encontró.

No quise detallar el como. Ya le había insinuado a John lo sucedido aquella noche. Pero una cosa era insinuar y otra llamar una violación por su nombre. Y pensar que había sucedido antes, mucho antes… Me hizo sentir enferma.

Y yo nunca muestro lo que siento verdaderamente. Los sentimientos son una debilidad y yo soy una gran actriz, de las que jamás abandonan la escena. El cigarro se consumía entre mis dedos, sin que hubiera dado otra calada que la primera, y sabía, aun sin mirarle, que John era perfectamente consciente de lo que sentía, lo que pensaba. Él había llorado por mí, yo no podía.

Así que cuando sentí la primera lágrima, supe que no era únicamente las barreras de mi memoria las que se habían derrumbado. Cuando sentí que me asfixiaba el llanto, recordando a Ruby, mi padre, mi madre, y la mierda de vida que ahora había recogido los fragmentos perdidos de la misma.

No me arrepiento, John. No me arrepiento de nada.

Hundí la cabeza entre mis manos, dejando el cigarro consumido sobre el cenicero. Y entonces, rompí a llorar.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime30th Agosto 2017, 12:41

Parecía relajada, como si no acabara de salir de una pesadilla viviente. Parecía que estaba tomándolo bien, sin sucumbir a la bilis ni al desasosiego, tomando control de sus sentimientos y sus pensamientos. Su rostro mostraba una expresión parecida a la de una persona que no tiene nada que ocultar ni nada por lo que se le puede acusar.

Parecía, pero no lo estaba. Nadie en su sano juicio podría estarlo y John la conocía bien. Era lista, pillaba las cosas al vuelo, tenía la mente despejada y algo temperamental. Se podía decir que igual era demasiado lista, y los que se creen muy listos (como él mismo) no se dan cuenta cuando les pillan las trolas. La cara de Garnet era una trola en estado puro, una actuación motivada por alguien que se había deshecho y rehecho en unos meses. Una actriz que interpreta un papel el cual te lo conoces de memoria cuando has vivido suficiente tiempo a su lado.
Garnet no estaba bien. Su cara podía mentir, pero no sus ojos, y no le podía mentir a él. Había estado ahí dentro, lo había visto todo como preguntó ella. Se empapó en Garnet Brooks el suficiente tiempo para reconocer su aroma, su verdadero aroma.

Estaba fatal. Sólo podía ir a peor. Sólo eso.

Le confesó lo de su verdadera madre, y después de eso cambió de asiento. John lo agradeció porque necesitaba ir a algún sitio, y fue directo hacia donde tenía el abrigo. Sacó su paquete de pitillos y se encendió uno. Jesús, hacía tiempo que no sentía esa necesidad impía de embotarse los sentidos con tanta fuerza. El sabor le relajó un poco la tensión de su cuerpo, se giró y escuchó como la pelirroja narraba el devenir de su historia.
El mago, mientras la escuchaba se dirigió un momento a la cocina. Estaba en piloto automático mientras metía el café en la cafetera y preparaba dos tazas. Sacó una botella nueva, la abrió y vertió en sendas tazas una generosa ofrenda. Después se acercó al sofá en el momento preciso del final de su historia, dejó una taza delante de Garnet y otra delante suya, y se sentó a su lado.

Era la primera vez que veía a Garnet llorar. Y eso le rompió el corazón.

El inglés, de la forma más gentil que pudo, pasó una mano por la espalda de su pupila, subió hasta su hombro y ejerciendo cierta presión hizo que Garnet se inclinara hacia él, para que pudiera apoyarse, para que pudiera esconder mejor esas lágrimas que se tapaba con las manos. El otro brazo cerró el círculo y no dijo nada. No tenía por qué decir nada. En éstos casos la gente suele esperar un rato hasta volver a hablar, y solían empezar con una historia de su propio pasado, sacando secretos o momentos difíciles que se asemejaran al suyo.
Era una gilipollez. Una forma de convertir el sufrimiento de una persona en tu propio banquete ególatra como diciendo "eh, yo también lo he pasado mal". La envidia era el deporte nacional de la humanidad , y vaya si había formas de explotarla.

John Constantine permaneció impasible y si soltar su cálido abrazo de Garnet. Tenía que ser ella quien supiera cuándo estaba lista, cuándo terminaba de sacar toda la mierda acumulada. Tiempo era lo que necesitaba, y tenía todo el de John. Después ya hablarían, pero lo primero era lo primero.

John derramó una lágrima en silencio. Tenía la garganta rota de la angustia y los dientes apretados soportando el torrente de sentimientos, la mayoría negativos, que se aventuraban desde su torso a su boca. Lo soportó todo, sólo para que Garnet tuviera un remanso de paz donde poder resguardarse.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime2nd Septiembre 2017, 15:47

Era uno de esos momentos en que el tiempo parecía relativo. El tiempo que perdí en brazos de John llorando todos mis sentimientos podría ser considerado mucho si mirabamos desde la prespectiva de cuánto hacía que no lloraba y no me desahogaba con nada ni con nadie. Y sin embargo, me parecía poco. Lloraba por mi hermana, por Brooks, por una vida olvidada y sin importar el tiempo que pasara me parecía poco, nunca suficiente, y cuando comprendí que esa era la realidad, que nunca sacaría suficiente para sentirme satisfecha, fue como si se cerrara el grifo, y todo terminaba. No podía llorar más, o más bien no quería porque no le veía un sentido. Y aun así, no pude separarme de él. Cuando las lágrimas se secaron en mis mejillas, mi respiración se calmó y callaron un poco mis pensamientos, no quise apartarme de él, del calor que desprendía su cuerpo y sus brazos protegiéndome. ¿De qué? De todo.

Cerré los ojos. Cuanto quedaba ahora era aceptar, darme tiempo. Pero había algo que no encajaba en todo aquello. Tenía un mal presentimiento, pero con todo lo que estaba sintiendo en ese momento, era difícil de decir. Podía ser el alcohol en mis venas, la decepción por la familia que al final nunca iba a tener, la tristeza por la gente perdida. Podían ser mil y a la vez se reunían en una. Me sentía rota. Y tener a Constantine a mi lado era una contapartida extrañamente agradable al hecho de que... me sentía sola. Más que nunca, ahora que sabía todo cuanto había pasado, tenía la sensación de estar extrañamente vacía y me faltaba parte de mi misma. Era algo inesperado, y que se unía a todo lo que ya sentía.

Hasta que abrí los ojos, esperando buscar la mirada azul de John. Ese cielo profundo, el océano de mares de su mirada. Pero no le ví, al menos no en un primer momento. Vi algo que me dejó paralizada. Por un instante olvidé respirar, y la cabeza me dio vueltas, por lo que volví a cerrar los ojos, convencida de que mi cabeza me jugaba una mala pasada. Pero cuando los abrí una vez más nada había cambiado. Seguía ahí, sus ojos esmeralda fijos en los míos, con la tristeza y el reproche reflejados.

Me incorporé, apartándome de John con cuidado, y me arrodillé en el sofá, una de mis manos aferrada al respaldo mientras la otra se alzaba a acariciarle el rostro. Mis dedos tocaron sus mejilla pero no sentí nada. Su piel no era cálida ni fría. No era, simplemente, y aun así, era tan real que parecía que pudiera tocarla. Mi mano y mi mirada cayeron al respaldo con la misma lentitud con la que había intentando tocarla.

Necesito un minuto... Voy a bajar a por tabaco y ahora vuelvo, ¿vale? — le sonreí a John, le di un apretón en el hombro y me agaché a besar su mejilla.

Sabía que no iba a intentar detenerme. Al menos, esperaba que no lo hiciera. Pero lo hizo, o al menos, lo intentó. Cuando me preguntó si quería que me acompañara... Me giré y le volví a sonreír, negando con la cabeza. Le había sido sincera... Necesitaba un momento a solas.


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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime2nd Septiembre 2017, 15:47

Escuché el ascensor y supe que ahí era cuando mi mundo empezaría a decaer. Todo por cuanto había luchado durante mi vida y mi muerte, al traste. Había logrado que fuera fuerte, demasiado, hasta el punto que yo no había podido controlarla. Su propio carácter había podido por encima del mío y la perseverancia por conocer había vencido a la cautela. Supe entonces, que no debía quedarme mucho tiempo. Tal vez el suficiente para ver cómo terminaba de destruirse a sí misma, o si tenía suerte… De verla levantarse y rehacer su vida, de una vez por todas.

Me quedé mirando la espalda del rubio inglés que nos había llevado hasta ese punto. Le odiaba, pero a la vez había visto cómo había sostenido a Hailey entre sus brazos, y pensé que tal vez, no fuera tan mal en el fondo. Tal vez podía utilizarle y volver a ella. Volver a vivir en su cuerpo y seguir protegiéndola… Pero tenía que asegurarme de que las cosas irían como yo quería. Y sólo había un modo de hacerlo.

Esperé hasta que Hailey se hubiera ido. De estar yo con ella, no se hubiera esperado a que llegara. Escogería la ruta fácil, tal vez saltar por el balcón o sencillamente saldría a través de las paredes. Pero John había tenido razón en una cosa. Ese era poder. Y Hailey me había visto. Lo cual me hacía pensar que ella no podía hacer lo mismo sin mi. Eso la dejaría perdida. El tiempo suficiente para que yo pudiera volver a tomar cartas en el asunto. Así que cuando se fue, apoyé los codos en el respaldo del sofá, aunque los cojines no cedieron bajo el peso que yo no tenía y por supuesto no estaba apoyada de verdad. Pero mi hermana no es la única con cierto apego al dramatismo.

Me incliné delante de sus narices. Sabía que podría verme, de algún modo lo supe. Del mismo modo que el poder de atravesar la materia que le había otorgado a Hailey habia sido para nosotras tan sencillo como el respirar y podíamos usarlo de un modo totalmente inconsciente, sabía que ahí y ahora, John Constantine iba a verme. Y le sonreí. Mis ojos podrían traicionarme y reflejar la ira y la tristeza de toda la situación, pero eso no impedía la sonrisa burlona de mis labios.

Sabes que no va a volver, ¿verdad?
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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime5th Septiembre 2017, 11:45

John tuvo un mal presentimiento. Al menos así lo interpretó cuando sintió un escalofrío recorrer su columna como un río de agua fría ascendente, erizándole la nuca. No soltó por ello a Garnet, pero si abrió los ojos para echar un vistazo a lo que podía ver a su alrededor. Si había algo allí estaba fuera de su campo de visión.

La pelirroja deshizo el abrazo, con cuidado. El mago esperaba ver algo de alivio en su mirada cuando ésta volviera a cruzarse, y sin embargo se topó con un muro. Definitivamente algo no iba bien. Podía achacarlo a que su cabeza no estaba completamente funcional después de tantas emociones experimentadas en un lapso de tiempo tan corto, pero la mirada que se encontró cuando la pelirroja levantó la cabeza no era lo que esperaba. Se apartó, de nuevo con cuidado, como un gato asustado.
No lo miraba a él. Sabía que no le estaba mirando a él. Sus ojos estaban fijos en otra figura más allá de su figura. Levantó una mano y no era para acariciarle a él su mejilla. Parecía confusa, afligida. Y fue entonces cuando abrió sus labios y emitió un canto funesto.

- Te puedo acompañar. - No era una petición, una sugerencia: era una súplica. John intuía lo que estaba tratando de hacer la pelirroja. Aquel gesto afectuoso y aquel beso quemaron más que las putas llamas del infierno. Le ardía el pecho y el ansia atenazaba sus pulmones. "No salgas a por tabaco joder. Quédate".

Pero no era decisión de John, ¿verdad? No lo era.

Ella se giró, le sonrió y negó con la cabeza. Y ahí quieto vio como la mujer que amaba se marchaba por la puerta del ascensor. Lo último que permaneció en su mirada fue ese cabello tan rojo, tan vivo que desaparecía tras dos frías placas de metal.
A John le vinieron a la cabeza tantos otros momentos en que se había sentido igual, cuando Zoe le dijo que tenía otro camino diferente al suyo, cuando Kit fue a visitarlo por última vez, cuando Zeta... Necesitaba un cigarrillo. No recordaba qué había hecho con el que se estaba fumando hacía unos cuantos minutos atrás así que a la mierda, cogió otro y lo encendió. Mientras el sabor del tabaco empapaba sus papilas gustativas otro sentimiento fue apagando como si fuera una furgoneta sobre una flor en llamas la sensación de impotencia y la tristeza: era rabia. Siempre reaccionaba de la misma forma cuando se sentía herido, cuando se sentía una mierda o cuando algo bonito se convertía en cenizas en sus manos. Una rabia fría y creciente que se dibujaba en su cara con la amargura del café puro y el fuego de un incendio.
Dio otra calada y trató de calmarse. Trató de relajarse, o al menos contener esa mala hostia que le consumía. Si no volvía en si pronto si que sería el final. Piensa un poco John: Garnet acaba de recordar un pasado traumático con el cual tú mismo has sufrido al verlo. Imagina cómo tiene que estar ella. Necesita tiempo. Va a volver. No ahora pero... con el tiempo...

Entre el humo amaneció otra cabellera roja, tan viva como la de Garnet, pero diferente. Y pese que su corazón se alegró de ver aquella cara y aquellos ojos, sabía a la perfección que no era quien creía. "Puto órgano inútil y gilipollas."

- Si es así, ¿qué cojones haces tú aquí? ¿Te ha echado a la puta calle? - le preguntó con toda la amargura que tenía acumulada en la garganta, devolviéndole la sonrisa burlona.

Si, cabía la posibilidad... pero si era así John había tomado una decisión. Ésta vez sería diferente. Ésta vez no sería un completo gilipollas.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime6th Septiembre 2017, 12:10

Hacía años que no podía hablar con mi propia voz. Y durante todo ese tiempo, mil y una veces había imaginado cómo sería el momento de mi segunda muerte. Tal vez acabaría perdiendo la esencia de lo que soy dentro del cuerpo de Garnet, uniéndonos en una de sola para la eternidad, siendo siempre aquél obstáculo en su mente que le impidiera ver quién era realmente. Otras veces me imaginaba cumpliendo mi objetivo, y como en tantas obras de ficción, encontraría la luz al final del túnel, me iría en paz una vez Garnet hubiera encontrado una vida propia que vivir y que nos llenara a ambas, o una de sus “aventuras” acabaría por matarla, y volveríamos a estar juntas, aunque de un modo macabro y no tan feliz como cabría esperar.

Pero me había confiado. Conocer a esa entidad, meses atrás, me había hecho creer en falso que yo tenía algun control sobre lo que sucediera con Garnet. Que podría bloquear sus recuerdos eternamente, que podía alterar sus acciones. Pero hasta qué punto eso era real, era algo que Garnet no había logrado responder, y no podía pretender hacerlo yo, no de repente, no ahora.

Y quien parecía tener siempre esas respuestas, era John, y le odiaba por ello. La amargura de su tono al dirigirse a mí logró henchir mi pecho con soberbia, y alcé la mirada, orgullosa y con desprecio.

Se te atribuye a tí ese mérito, zascandil. Romperla y separarnos, gran hazaña.

Atravesé el sofá y me “senté” en él, aunque no lo sentía ni estaba ahí realmente. Me crucé de piernas, mirando a John con toda la acidez de la que era capaz. Le culpaba por todo, y quería que lo supiera. Iba a quedarme con él, a seguirle y ser su sombra, no le dejaría olvidar a Garnet aunque intentara hundirla en el fondo de una botella y tras todos esos paquetes de tabaco. Ya que él podía descargar su frustración en mí, yo podía dejar en él mi silenciosa ira. Y tal vez…

Bueno. ¿Y ahora qué?
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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime10th Septiembre 2017, 20:18

Si, en eso Ruby llevaba razón. Había sido cosa suya separar ambas hermanas. Había sido por su culpa que Garnet recobrara aquella parte de su vida que había olvidado. Joder, si tu mente decide guardar unos cuantos esqueletos en el armario por algo será. A nadie sensato se le ocurriría abrir la puerta y zarandearlo a ver si hay alguno más escondido entre las camisas y las sogas.
John estaba al tanto de las consecuencias de su último trabajo, no le hacía falta ningún fantasma que se lo recordara. Y maldita sea si tenía razón. Ya se lo había dicho a si mismo que era una mala decisión, que no tendría que hacerlo, que se quedara al margen si quería conservarla.

El amor duele, pero porque por él se hacen auténticas gilipolleces y luego te pones a gritarle a fantasmas y espectros cuando estás solito. Desde aquí se huele la camisa de fuerza.

Lo cierto era que Ruby tenía todas las papeletas para comerse toda la mala hostia acumulada en John. Esa era una opción, quedarse ahí y sacar toda la bilis. Hacer lo que siempre había hecho en momentos así. La otra opción era la que había estado murmurando entre pensamientos mientras veía la estela roja de Garnet desaparecer de su vista. Sería arriesgado, no tenía ni puñetera idea de cómo podría terminar si seguía su línea de pensamientos.

El amor duele, tócate los cojones.

- Tú haz lo que quieras - le dijo al espectro con la sequedad más absoluta, resuelto a seguir el plan - yo voy a salir.

No iba a quedarse en aquel ático acompañado por otro fantasma. Demasiados momentos a solas con sus amigos fantasmas como para añadir otro más en su larga lista, con otra culpa sobre sus espaldas. Cogió su gabardina, se la puso y llamó al ascensor. Cuando éste llegó se metió dentro y le dio a la planta baja. "No pienso dejarte sola. Lo siento, pelirroja."

Puede que Garnet fuera una estupenda ladrona, que pocas veces la hubieran cogido y que creciera en la calle, que se criara en ella, pero hasta el momento John Constantine no la había seguido, y por ello su ranking no había caído en picado. Iba a seguirla, no de cerca pero si persistentemente. Hacía poco que había salido del edificio - supuestamente - y si su teoría era cierta, sin Ruby no tendría sus poderes para traspasar muros. No se le planteaba una tarea fácil, pero raramente algo en ésta vida lo es. La iba a seguir, iba a asegurarse de que estuviera bien y si en algún momento lo necesitaba, se aseguraría de estar cerca.

Las cosas que se hacen por amor.

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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime11th Septiembre 2017, 17:07

No fui capaz de articular palabra mientras observaba la espalda del inglés desaparecer por el mismo ascensor en que minutos antes había salido Hailey. Ni falta que me hacía. Estaba claro que John no tenía intención alguna de honrarme con su compañía y a decir verdad, él tampoco era santo de mi devoción y su marcha no me proporcionaba tristeza alguna. Amén de que en vista de su emoción al comunicarse conmigo dudaba que fuera a hacerme compañía aunque me hubiera dignado a pedírsela de rodillas. Así que me quedé callada, desdeñándole en silencio. Y cuando al fin me quedé sola, contemplé la habitación a mi alrededor.

Todo era tal y como lo recordaba, pero lo veía desde una nueva perspectiva. Todo este tiempo viviendo con Garnet había terminado por hacerme olvidar lo que era ser dueña de mis propios pensamientos, y estar sin poder tocar el mundo que me rodea, estar sin vivir. Salí a la terraza, sin molestarme en abrir las puertas, pero aun así no podía sentir la brisa sobre mi piel, no sentía hambre, no sentía nada. Estaba segura de que con el tiempo podría llegar a dejar de sentir, en su totalidad, pero hacía demasiado poco tiempo que me había separado de un cuerpo palpitante de vida, hasta el punto de que seguía fingiendo "respirar".

Miré hacia la calle, como la hormiguita en la que se había convertido John se perdía entre las calles del gran hormiguero hacia dios sabe dónde. Y eso me dejaba, por primera vez en mucho tiempo, completamente sola. Sola para pensar en qué era, y lo que me esperaba, para hacer planes y mentalizarme. Porque tenía mucho en lo que pensar. Una vez separada de mi hermana, se me abría un nuevo abanico de posibilidades, sober qué podía hacer a continuación. Era de suponer que volver a ella, volver a unirnos, seguía siendo una opción. Pero ahora que se había terminado mi función, que ella volvía a ser dueña de sus recuerdos y era suficientemente fuerte para vivir y seguir adelante sin mi ayuda, se había abierto un nuevo camino. Tal vez, podríamos al fin buscar un modo de que yo siguiera adelante, exorcizarme y mandarme a la siguiente vida de una vez por todas...

No le temía a la muerte. Ya había pasado esa fase años atrás. Sonreí al cielo, mirando las estrellas sin que su luz pudiera bañarme. Si esa era mi realidad, y había llegado el momento de irme, estaba preparada.
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MensajeTema: Re: Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine   Who am I without my memories? — 29/3/2019 — John Constantine Icon_minitime

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