- ¡Joder Joel!, llevo meses suplicándote una exclusiva para lanzarme al estrellato, ¡¿y me consigues una entrevista con un puto monje?!
- Baja el tono, Cindy, querida. ¿Qué clase de periodista eres que no tienes idea de lo que pasa ahí fuera, eh? Este tío no es “un monje” cualquiera, todo el mundo está hablando de él, ¡está por todas partes! Es la historia del año, su orden religiosa es acosada y perseguida en su tierra y pide ayuda para refugiarse en nuestra amada América; Drama, polémica teológica, persecuciones dictatoriales, joder si hasta tienes a un tío bueno en esta película, las cámaras adoran a ese tío, ¡así que no me cabrees y haz tu trabajo!
- Lo que tú digas Joel… ¿Cuándo llegará?
- Sobre las 7, en el hotel Wingate. Tenemos todo listo, la entrevista se hará en su hall principal. También hemos contratado un servicio de seguridad en la entrada del hotel para que no haya problemas con el público.
- ¡Pero bueno! ¿Es que aparte de ser cura, canta en una banda de rock o algo así?
- Ríete lo que quieras, Cindy. Ese tipo tiene algo. Ya lo comprobarás… Ahora estudia esa entrevista, ¡vamos!
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- Cómo odio que ese cretino tenga razón siempre…
Desde la ventana de la habitación que habían habilitado como su camerino, la periodista vio con estupefacción cómo lentamente, una marea humana fue asentándose alrededor del hotel, esperando ver al famoso pontífice de Zandia. Lo cierto es que no le extrañaba tanto una vez había decidido informarse sobre él. El llamado Sebastian Blood era bastante peculiar, no sólo por su juventud pese a ocupar un alto cargo en una orden religiosa, si no también por su aspecto, ya que poseía unos ojos rojizos más propios de alguien albino, pero sin los problemas visuales de éstos. También resultaba un tipo simpático en las entrevistas que pudo leer en la prensa internacional, lo cual se hacía extraño en alguien encerrado en la fe.
Sin duda iba a ser un trabajo interesante.
Cuando el coche en el que viajaba su misterioso entrevistado llegó, la gente se agolpó contra las barreras de seguridad, dándole la bienvenida a gritos o con pancartas, otros le ofrecían regalos, e incluso un joven trató de saltar el cordón de seguridad para verle de cerca. Su túnica con capucha apenas dejaba ver su mentón, sin embargo, mandaba gestos de saludo a su alrededor, agradecido por tanta amabilidad.
Cuando por fin llegó al hall, escoltado por dos guardaespaldas de la cadena, Cindy acudió a su encuentro. La verdad es que le impresionó un tanto el aspecto que le confería a su invitado aquélla túnica blanca y roja con el gran pectoral negro que lucía el símbolo de su clero.
- Hola, soy Cindy Stokes, de la cadena Mitro. Seré su entrevistadora, mucho gusto.
- El gusto es mío –Con un suave gesto, el hombre retiró la capucha dejando ver sus finas facciones, y aquéllos inquietantes ojos. Tras estrechar la mano que le ofrecía la periodista, anudó su melena oscura con elegancia en una coleta, e hizo una leve reverencia – Son muy amables por concederme esta oportunidad, ¡Y qué gente tan encantadora la de su país!
Cindy rió suavemente ante la naturalidad del tipo. Era curioso cómo su acento búlgaro confería brusquedad a tan afables palabras. Tras esto, fueron al hall, dónde sometieron al religioso a una sesión de maquillaje. Cindy observó con curiosidad cómo los maquilladores reían y parecían encantados con él. Realmente tenía algo especial. Se colocó en la butaca, dando un último repaso a las preguntas que iba a hacer, y más tarde llegó él, y sentándose frente a ella, con las manos guardadas dentro de las mangas de la túnica, que no quiso quitarse.
Minutos después, dieron la señal. Estaban en el aire.
“¡A por ello, Cindy!”
- Buenas tardes, y bienvenidos a esta edición especial de Mit-VIP, en la que entrevistaremos en exclusiva, y por primera vez ante las cámaras de un canal de televisión, al sacerdote más famoso de toda Europa, y a estas alturas, también del mundo. Se le conoce como “Hermano Sangre”, pero su verdadero nombre es Sebastian Blood. En fin, Sebastian, la que le trae hoy aquí es una historia triste por desgracia, ¿verdad?
- Exactamente… Yo y los míos buscamos refugio, un lugar al que acudir por vernos acosados en nuestro propio hogar…
- Pero el gobierno de Zandia tendrá sus motivos para perseguir a la Iglesia de la sangre, ¿no? Es decir, bueno, tienen ustedes un nombre algo… Inquietante.
- ¿Por qué? La sangre es la esencia de toda vida, aquello que de verdad nos une a todos. Los hombres, las bestias, hasta los alienígenas y también los dioses, todos tenemos sangre en las venas, da igual qué color o aspecto tenga. Es en sí lo que nos hace a todos hermanos.
- Qué poético… pero sigue sonando a algo violento, jaja.
- Para nada. La violencia se emplea para someter la voluntad de las personas, pero la Iglesia de la sangre aboga por la libertad de decisión, ¿quieres unirte? adelante, ¿quieres salir? saldrás. ¿Qué teje las fascinantes redes de la vida si no las decisiones que cada uno toma en los momentos apropiados? Por ejemplo, yo podría no estar aquí si hubiese decidido negar el legado de mi padre ocupándome de este credo, ¡quizá estaría rodeado de cámaras como un personaje importante! Aunque, vaya… ahora mismo lo estoy. Jeje, ¿Lo ve? Muchas veces el camino no es tan distinto, pese a que podamos tomar decisiones piadosas o egoístas, pero es nuestra calidad humana la que se hace valer en dichos momentos- Su última frase sonó con un deje de solemnidad más propio de un anciano que de un hombre joven. Esto descolocó a la entrevistadora, que tardó algunos segundos en retomar el hilo de la entrevista.
- Bien, Sebastian… ¿y qué puede contarme sobre su dios? ¿Cómo es el señor al que adora la Iglesia de la sangre? Por lo que sé, este emblema se basa en él –La mujer mostró una cartulina donde se podía ver un cráneo con 4 ojos y una gota de sangre bajo su boca, todo en un brillante color carmesí- ¿Qué simboliza toda esta iconografía tan… siniestra?
- Me da la impresión de que la mayoría de ustedes tienden a asociar de forma errónea y demasiado evidente elementos como la sangre y los huesos a la muerte y el sufrimiento, pero permita que la saque de su confusión… - Sebastian tomó la cartulina y la mostró a cámara. En el proceso, lanzó a Cindy una mirada que le produjo un escalofrío, pero intentó que no se notase- El uso de un cráneo es nuestra forma de decir al mundo que hablamos con la verdad. El esqueleto, es aquéllo que tenemos más adentro, bajo piel, carne, y todo lo que puedas sacarle a un cuerpo, esto es lo que queda, nuestra máxima desnudez. Es una metáfora de lo que somos si nos abrimos totalmente a los demás, y a nosotros mismos.
- Y los cuatro ojos…
- ¡Oh vaya! ¿De veras eso resulta llamativo? Creí que no sería rival para las deidades con varios brazos y piel azulada de la India, o esos dioses con cabezas animales de antiguas culturas ya perdidas - Desde el staff se dibujaron algunas sonrisas ante el comentario irónico. Luego Sebastian prosiguió- Verá, los cuatro ojos de mi señor son la manera que tiene de velar por los suyos allí donde estén; En el presente, el pasado o el futuro, y también en el más allá. Así vigila el destino de quienes le regalan su fe.
- Fascinante…- Realmente lo era. Lamentaba profundamente haber dudado de la valía de este personaje. La serenidad y pasión que exhibía al hablar de sus creencias, y ese pequeño punto humorístico con que adornaba sus comentarios de vez en cuando se iban a ganar al público sin esfuerzo. Sin embargo, no se quitaba de la cabeza la gélida mirada de hacía un momento, y el arrepentimiento se apoderó de ella. Quizás había ofendido a ese extraño pasándose de escéptica. Tendría que hablar con él más tarde- Así que un dios venerable y protector… Verdad y libertad… ¿Qué persigue entonces el gobierno Zandiano en ustedes, Sebastian?
- Bueno, puede que no todos aquí lo sepan, pero Zandia es una dictadura, un gobierno represor que exige a sus ciudadanos adaptarse a decisiones que no tomaron, ¿Le suena de algo? – El religioso esbozó una sonrisa cálida, que hizo recordar a Cindy todo lo que acababan de oír sobre la libertad de elección. Ella le devolvió una mirada cómplice, asintiendo en silencio- Zandia no quiere que nuestras ideas calen en las personas. De hecho, no quieren que lleguen siquiera a saber de ellas, y su manera de atajar esto es destruyendo la orden, literalmente. He visto a muchos de mis hermanos caer defendiendo sus creencias, y me enorgullezco de ellos, pues nunca se echaron atrás, ni renegaron, sólo querían un mundo mejor para sus semejantes.
- Son ustedes muy valientes, desde luego, señor Blood, y desde Mit-VIP, queremos darles nuestro apoyo, y hacer un llamamiento para que las fuerzas del estado acojan a esta iglesia y sus ideas, en la tierra de la libertad, pues según parece, éste es su sitio.
- Gracias a todos, Cindy. Que su voz sea escuchada.
- Esto ha sido todo desde la cadena Mitro, buenas tardes y hasta la semana que viene.
Una vez el set dejó de grabar, Sebastian se levantó sin decir nada, dispuesto a marchar a su habitación, cuando la entrevistadora le detuvo. Él se volvió con una mirada indiferente, pero la atendió de todos modos.
- Señor Blood, quería disculparme. De algún modo siento que he sido ofensiva con sus creencias, y ahora comprendo lo muy importantes que son para usted. Yo… reconozco que añadí algunos toques personales a la base de la entrevista, para parecer más agresiva, eso gusta a la audiencia. Lo siento de veras.
Blood sonrió de un modo paternal, que calmó a la inquieta periodista.
- Es admirable que sepas ver tus errores y más aún que éstos te causen pesar cuando tu profesión te exige ser tan competitiva. Celebro tu gran humanidad, Cindy…
- ¿Sabe? Me ha resultado sorprendente todo eso que ha dicho sobre la verdad, y las metáforas de su emblema. Realmente creí que se trataba de algo raro cuando llegó, ¡pero caray! Sólo hay que oírle para ver que sus seguidores realmente le importan. Nunca… había visto algo así. Tan auténtico.
- ¿Sabe Cindy? Yo me quedaré por aquí preparando algunos trámites para la llegada de mi gente, si le apetece volver a vernos, le contaré lo que quiera sobre la Iglesia de la sangre. Será un placer, y… ya sabe, si quiere entrar, entre…
- Y si quiero salir, saldré jeje. De acuerdo, nos veremos, Blood.
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Una turba eufórica de encapuchados coreaban fascinados una misma palabra una y otra vez: Sangre. El eco de sus voces reverberaba en las entrañas de su templo subterráneo, iluminado escasamente por los braseros y hogueras dispersos por éste. Las impresionantes columnas, decoradas con motivos monstruosos y extrañas runas, se perdían en la oscuridad insondable de aquélla gran caverna, de la cuál sólo asomaban las afiladas puntas de milenarias estalactitas, amenazando a todo el que pasara por debajo de aquéllas grandes bóvedas. Frente a ellos, se erguía un altar rodeado por las llamas ante un lago de sangre, y sobre éste, una mujer completamente desnuda, se unía al siniestro cántico, sin tratar de huir ante su incierta suerte. De pronto, emergió de entre las sombras la figura de un hombre ataviado con una oscura capa, y un yelmo astado que recordaba una efigie demoníaca. Sus ojos refulgían como rubíes encendidos bajo el extraño tocado, y sonrió, acariciando con una mano armada con garras metálicas, la mejilla de su víctima, que remiró con ojos fascinados.
- Eres muy valiente… Mi señor, que es también el tuyo, se sentirá orgulloso y honrará tu alma…
- Me place servirte, paladín de Trigon. Que mi esencia te haga más fuerte para servirle es ya suficiente honra para mí.
- Nuestra eterna gratitud para tí…-Susurró en el oído de la mujer, al tiempo que hundía las garras en sus muñecas- Cindy Stokes… -Arrastró las cuchillas por toda la longitud de aquéllos antebrazos, abriendo heridas que dieron paso a cascadas de sangre que resbalaron por el altar hasta alcanzar la laguna. La mujer no cesó en corear hasta exhalar su último suspiro. Las voces del resto de acólitos no se detuvieron, mientras su señor extendía los brazos animándoles, sintiendo el poder que le otorgaba una vida más contenida en su siniestro lago.
Adoraba aquél país.