WWD: La locura de la fe (Blood-Joker, 5/4/19)

El silencio reinaba en el que una vez fuera un lugar destinado a albergar risas y diversión para familias provenientes de la ciudad de Gotham. Un respiro multicolor para los habitantes de la cargada y oscura atmósfera urbana, pero que actualmente, tal como saltaba a la vista, sólo era hogar de las travesuras macabras de su nuevo morador. Blood paseaba entre las destartaladas y excéntricas atracciones oculto bajo la capucha de su negra capa, oyendo únicamente el eco de sus propios pasos sobre el frío pavimento . Ignoraba quién había diseñado aquéllos horrores con aspecto de enormes juguetes y muñecos infantiles que componían el siniestro paisaje a su alrededor, pero a juzgar por sus formas y expresiones, habría tenido mucho de qué hablar con el objeto de su visita.

Raven... No dejaba de pensar en la muchacha que su señor llamaba hija. Ahora ella era su destino, a través de ella pasaría de ser un mero siervo a un rey, con todo el poder que eso conllevaría, ¿Y qué mejor que compartir tal legado con la propia sangre de su señor? Deseaba encontrarla, no podía imaginar cómo sería conocer de forma tan cercana a su mesías...

Funfair:

Aquélla música y el repentino movimiento de las destartaladas atracciones le sacaron de sus pensamientos mientras esbozaba una horrenda sonrisa. Se retiró la capucha y avanzó con los brazos extendidos como si recibiese a un gran amigo.

- Me habían dicho que te gustaban los tipos con capa, pero he de decir que no esperaba tan gran bienvenida, ¡Vamos, ven a mí, tengo mucho que hablar contigo señor J!

Trigon quería sumergir a su hija en un océano de locura... Pues iba a conocer a la mente más perturbada del nuevo universo, y del anterior...

Estaba a punto de terminar con el periódico del día. Ya casi había acabado de dibujar bigotes sobre las fotografías de las páginas de sucesos, cuando uno de los corpulentos hombres que estaba medio adormilado en la mesa cogió el mando de la televisión y la encendió, dando lugar a un estruendo en el que resultaba imposible concentrarse. Las noticias llenaron la pantalla de un modo inusual, en el que la cámara se movía de una manera frenética sin apuntar a ningún sitio en concreto, y el presentador, entrenado para preservar la calma incluso hablando de los mas terribles sucesos, gritaba de un modo ensordecedor.

- ¡JIMBO!- exclamó levantándose como un resorte mientras dejaba con un golpe el periódico sobre la mesa. Aquello sobresaltó a toda esa panda de vagos que estaba a punto de quedarse medio dormida. A grandes zancadas alcanzó al hombre, que se encogió como una cucaracha, cuando el Príncipe Payaso del crimen le arrebató el mando de la televisión de un manotazo. - ¿Cómo pretendes que acabe el crucigrama con toda esta basura? - Dirigió el mando hacia la tele y pulsó un botón arbitrario, para luego volver a mirar el artefacto. - ¿Cómo se apaga esto?- preguntó dándole a varios botones a la vez, bajo la aterrada mirada de sus compinches. Sabían cómo solían acabar esos arrebatos. Levantó la vista hacia la pantalla... y se quedó petrificado. Un sudor frío se resbaló por la espalda de los hombres al ver como el Payaso se convertía en una improvisada estatua de cera, inmóvil. Lo único que delataba su vida, era sus pupilas, cada vez mas dilatadas, hasta un punto en el que parecían a punto de devorar el color de sus iris.

La televisión estaba plagada de destrucción, gritos y dolor. Caos en su esencia y en su estado más puro. El tiempo en que el Payaso se mantuvo así, se hizo eterno para quienes estaban bajo sus órdenes. Algunos se sujetaban las manos, temerosos de que los demás vieran cómo les temblaban. Otros dieron pequeños pasos hacia atrás, tratando de ocultarse entre los atrezzos dispersos en la sala, pero algunos no tuvieron mas opción que quedarse tan quietos como pudieran allí donde estaban. Sólo después de unos segundos, se movió. Dió un paso, y cambió el canal, otro paso, otro canal, otro paso, otro canal, demostrando así que conocía a la perfección el funcionamiento del mando. O tal vez utilizándolo de manera correcta en un instante de lucidez. Lo cual nunca era bueno. La televisión estaba plagada de demonios por todas partes, invadiendo capitales, reclamando todo para ellos.

El Payaso se detuvo frente al sillón, apoyándose en el respaldo, con los ojos enrojecidos de no pestañear ni un sólo segundo. La tensión estaba a punto de deshacer a los presentes. La vena hinchada en el cuello y la sien del Joker no presagiaba nada bueno.

- ¡¡JIMBO!!- aquel grito hizo estremecer a sus secuaces. - ¡Te toca hacer las palomitas!- exclamó recuperando la sonrisa, saltando sobre el respaldo del sofá y cayendo a plomo en el cojín, colocando los codos sobre las rodillas flexionadas y mirando a la televisión con la boca abierta en una gran sonrisa.

Aquello desconcertó por completo a los presentes. Durante casi una hora nadie dijo ni una palabra, mientras Joker cambiaba de vez en cuando el canal, o lanzaba la mano hacia el cubo de palomitas que iban rellenando cada vez que llegaba a verse el fondo.

- Arh. Ajem. ¿Je- jefe? - preguntó uno de ellos, tras al menos diez minutos de miradas con el resto, en un diálogo mudo.

- Dime, mi querido Rocco. - se limpió de la boca los restos de sal y mantequilla, y bebió de la botella que tenía mas cerca.

- No esta... ¿Enfadado?- el resto negaron con la cabeza por inercia, acusándole con la mirada.

- Oh, Rocco. Insignificante, corto de miras y torpe Rocco. se levantó, y caminó hacia el hombre, que al notar como se sentaba a su lado y le pasaba la mano que llevaba el pequeño artefacto capaz de soltar mas de 50.000 voltios oculto en la palma. - Que nos dediquemos al espectáculo no hace que no seamos capaces de disfrutar de uno. - en ese momento le dio una palmada en la espalda, dándole un pequeño calambrazo, propio de una broma pesada. - ¿Os creéis a este tipo? ¡Sólo piensa en el trabajo! HAHAHAHAHA. - el resto rompieron a reír, despacio al principio, animados después. - Me parece que necesitáis un descanso. Ahora, sacad vuestro culo de aquí, salid a la feria y divertíos. - sonrió ampliamente.

- ¿Cuánto tiempo quiere que estemos fuera?- los hombres empezaron a movilizarse.

- ¿Cuánto?- una carcajada escalofriante rompió el buen ambiente, deteniendo a los hombres en el sitio. - Todos los días, desde que se ponga el sol, hasta que alguno de esos bichos aparezca y os arranque la espina dorsal. - aquello hizo que se esfumaran sus sonrisas.

Y a pesar de todo, los hombres salieron de allí a la carrera, mientras la carcajada de Joker se volvía cada vez más y más frenética, produciendo un eco en todo el parque que ponía los pelos de punta.


Irrumpió a la carrera en el despacho. El Joker estaba terminando de perfilar sus labios en color rojo, y la abrupta llegada del matón no hizo que le temblara el pulso en lo mas mínimo. Acabó su sonrisa a la perfección, frotó un labio contra el otro, y luego sonrió, contemplando la maravillosa imagen que le remitía el espejo.

- ¡Ha llegado un tipo que le busca! ¡un encapuchado con capa, pero que no es Batman!- la luz de interés en los ojos de su jefe se desvaneció poco a poco, dejando apenas un rastro de vago interés.

- Prepara a los chicos, os quiero en vuestros puestos en un momento. - dijo mientras recogía su chaqueta de la silla, y se la cerraba, poniendo rumbo a uno de los secretos elevadores repartido por toda la zona baja de la feria, que conectaba directamente con el tiovivo.

Aunque ese tipo no fuese nadie, no iba a perder la oportunidad de hacer una gran entrada.

El tiovivo giraba y giraba, los caballos sobre él, pintados con grandes sonrisas, salvo uno, embadurnado por completo en negro al que parecían haber destrozado a hachazos, subían y bajaban, en un ballet grotesco que siempre se repetía. En la pieza central se abrió una compuerta trasera, y el hombre salió, terminando de colocar la flor en su solapa. Dio un paso subiendo a la plataforma móvil y se agarró a una de las barandillas trenzadas de color dorado gastado, asomando el cuerpo por fuera. Se permitió una carcajada sonora, cuando vislumbró la imagen de la silueta que continuaba llamándole, y sólo tras la primera vuelta, decidió bajar de un salto en la siguiente, llegando a la avenida central del parque, por donde el desconocido avanzaba. El contraluz que ejercía la boca de la casa de espejos, encendida por uno de sus secuaces en el momento justo, que dejaba vislumbrar el brillo demencial un par de ojos cargados de delirio y una brillante sonrisa roja, a todas luces desmedida.

- ¿Quien será? ¿Quién sera? - preguntó en voz alta, avanzando sin ningún miedo a grandes zancadas, hasta que se detuvo en medio del parque, elevando ambas manos como queriendo mostrar la maravilla que le rodeaba. - Quien quiera que sea, será mejor que haya venido con ganas de divertirse. HAHAHAHAHA

"Sonríe. No dejes de sonreír, para él es el mejor de los saludos, y ahora estamos en su casa..."

El sectario se aproximó retirando su capucha, mostrando que indudablemente no era Batman. Sus rojos ojos se clavaron en la figura del flacucho demente; Le costaba creer que ese hombrecillo causara tantos problemas a su alrededor, no parecía ni de lejos tan formidable rival, pero contaba con algo que ningún héroe poseía... Era impredecible, errático. Su mente podía funcionar como un reloj para crear el plan más retorcido y perfecto, con el fin más estúpido que pudiese nadie imaginar, o simplemente sembrar el caos por pura diversión. Ignoraba qué pudo turbar así al payaso, o si ya llegó a este mundo con semejante tormenta en su interior, pero ahora mismo esas dudas no eran relevantes. Tenía que ser capaz de hablar su mismo idioma, al menos hasta que comprendiese sus intenciones.

Al quedar frente a frente, trató de no ser intimidante pese a la diferencia de altura. Hizo una leve reverencia con la cabeza en señal de respeto; El tipo se consideraba un príncipe, así que había que tratarle como tal. Luego, sin vacilar, se presentó:

- Oh, lamentablemente soy un tipo religioso, ya sabe, misas, invocaciones, sacrificios humanos... cosas muy serias, ¡Pero vengo en nombre de una persona que necesita urgentemente una GRAN dosis de diversión!- Remarcó aquélla palabra como si fuese lo más importante en la vida, estaba ante un comediante, tenía que hacerle sentir cuán necesario era si quería convencerlo- Es... es alguien importante para mí, pero... - Dramatizó- Ya no es ella misma... Está débil, y aburrida... Ya no quiere divertirse como hacen el resto de sus amigos ahí fuera, ¿Ha oído las noticias? ¡Se lo está perdiendo! Y yo, bueno, pensé que sólo alguien que conociese realmente el humor, podría... "recordarle" cómo es. ¿Cree que podrá ayudarme?

Sus ojos se encontraron en una mirada cómplice. Blood esperaba que el Joker hubiera entendido el mensaje, entonces recordó que no se había presentado aún. Extendió su mano y con tono amable, dio a su interlocutor un nombre por el cual recordarle.

- Hermano Sangre. Así me conocen.

Según le había advertido, el tipo debía tener intenciones de divertirse. Si no, como fuera, le arrancaría una sonrisa con la misma rapidez con la que giraba el tío vivo, que daba vueltas acelerando de un modo gradual que volvía los caballos difíciles de seguir sin marearse, y la música un estruendo confuso para los oídos poco habituados a escucharlo. El hombre se retiró la capucha, permitiendo que Joker lo examinara con una persistente mirada de anfitrión, tan fija y penetrante que parecía sorprendente el tiempo que hacía que no pestañeaba. Como si no quisiera perder detalle. Tanta fijación resultaría incómoda incluso para el cultista, que estaba habituado a ver horrores innombrables y presenciar actos de lo más retorcidos.

Pero incluso el pontífice de la sangre debía admitir que, para tratarse de un humano, había algo en esos ojos inyectados en sangre que le invitaba a retirar la mirada de ellos. Una chispa, una sensación desagradable que apretaba la boca del estómago como dos manos enguantadas en torno a un cuello desnudo. Una locura incompatible con la vida, y que él parecía exhibir de una forma tan despreocupada que resultaba del todo insultante. O quizá eran los celos que producía el saber que él residía en un panteón por encima de cualquier mortal e inmortal, en el que no había reglas, no había valores, no había moral, no había convicciones. Sólo él, sus deseos, y su objetivo. Un mundo entero, dispuesto a ofrecerle todos sus placeres, y suplicando poder satisfacerlo.

Como en un movimiento reflejo, su sonrisa pareció ampliarse aún más, al verla en el rostro de su invitado. Blood estaría poco acostumbrado a que su amenazante talla, y su imponente aspecto, no despertaran en alguien reparo, miedo o impresión alguna, mas allá de una cálida bienvenida, transmitida a través de una inmensa sonrisa roja como la sangre que tanto le gustaba.

- ¿Misas?- no cabía en sí de su sorpresa, su carcajada fue seca y corta. - ¡Dorothy, creo que estás muy lejos de casa!- rió de nuevo, impactado por la revelación del recién llegado. Pero aún así, entre risas contenidas y silbantes, continuó escuchando. Y sus risas fueron menguando a medida que exponía una situación que le era del todo familiar al Príncipe Payaso. Sus comisuras se deformaron hacia abajo, creando una extraña expresión confusa, que por mucho que manipulara, seguía sonriendo. Siempre sonriendo. - ¡No me digas! Ah, el horror del tedio es nuestra gran tragedia. ¿No es verdad, muchachos?- preguntó girando sobre sus pies, mirando a los miembros de su banda, que contestaron con un asertivo grito de apoyo. - Comprendo perfectamente tu lamentable situación. ¡Yo mismo paso por dificultades para conseguir que cierta rata con alas entienda las delicias de la comedia!, No quiero ni imaginar lo difícil que debe resultar para ti. - negó con la cabeza, respondiendo al dramatismo con más dramatismo, apoyando ambas manos sobre los hombros de su improvisado invitado. Era obvio que estaba ante un hombre sin ninguna gracia. Si de el dependía, esa "tan querida" persona, se moriría con las comisuras de sus labios sin estrenar. - ¿Hermano sangre? ¡No escogerías tu ese nombre! Es como un mal chiste sobre mujeres. - exclamó, para después mesar su blanca barbilla, mientras sujetaba el codo con la palma de la otra mano, y hacía una mueca con su rostro, sacando los labios hacia fuera. Sus ojos permanecían fijos en la mano ofrecida. - Por una parte, debería dejar que tu número al completo se estrellara. Ver qué es lo que falla es lo que ayuda a mejorar en el futuro. De las mayores miserias es de donde salen las mejores risas. - valora, mientras camina hacia un lado. Se detiene gira sobre sus pies, y vuelve por donde ha venido. Al pasar frente a Blood, alza el índice a la altura de su cabeza. - Por otra parte, pensar que hay una persona por ahí a la que le hace falta reírse desesperadamente y me necesita, bueno, me parte el corazón. - pestañea con rapidez, echándose la mano al pecho, teatral. - Claro, que ¿A quién iban a encomendar esta tarea mejor que...- alarga la mano hacia la del Hermano Sangre.-- Al Joker?- su sonrisa volvió a darse de sí, y sus ojos se volvieron delirantes de nuevo.

Podía parecer muchas cosas, pero lo único que no PODÍAS hacer con un artista de su calibre, era menospreciar su genialidad. El pequeño artefacto escondido en el interior de guante se cargó con un efusivo toque de su muñeca, listo para soltar el calambrazo en el momento mismo en que sus manos se estrecharan la una con la otra. El pequeño aparato era todo un clásico en el mundo de las bromas tradicionales, nunca pasaba de moda. Él lo había perfeccionado hasta lo insospechable. Podía estar plegado durante horas, que bastaba un pequeño giro de muñeca decidido para desplegarlo sobre la palma, la maestría residía en ocultarlo en un truco de perspectiva a ojos del incauto, y cogiendo con seguridad su mano, la descarga eléctrica recorrería su cuerpo, haciendo estallar al bromista en carcajadas, y contagiando después de manera irremediable a la divertida víctima.

Al fin y al cabo, si un hombre llama a tu puerta pidiendo comedia, y es incapaz de reír, no la merece.

Valió la pena estudiar y comprender el modus operandi de esa peculiar mente aunque sólo fuese superficialmente. Valió la pena acudir a aquél miserable lugar y ser "amable", incluso soportar sus bromas acerca de su sagrado título. Todo había cumplido su función, ¡Al fin tenía al payaso maníaco de su lado! Se sentía pletórico, pese a no expresarlo de forma notoria. Cada vez estaba más cerca de cumplir los designios de su señor, y por tanto, también del mismo...

Pronto despertaría el poder enterrado en la frágil Raven, su verdadero ser, y podría entregarse a ella en celebración de su verdad. No podía esperar ese momento, ¡Al fin compartiría la gloria de Trigon, purgando de escoria este imperfecto mundo!

Pero mientras en su mente brillaban con fuerza las llamas de un nuevo despertar para el universo, la enguantada mano del Joker se tendió frente a él. La observó, consciente de lo que le esperaba, esbozando una media sonrisa de satisfacción, y la estrechó sin reparo. El voltaje desmesurado empezó a recorrer cada centímetro de su anatomía, vibrante, ardiente, erizando todo su vello y chamuscando parte del mismo. Puede que otra persona no hubiese podido simplemente permanecer quieto, humeante y con los dientes apretados, pero por fortuna, las bendiciones de Trigon hicieron que pudiese resistir la descarga.

Permaneció inmóvil y en silencio unos instantes, luego alzó la mirada, y soltando la mano de su "socio", se acercó al destartalado tiovivo, para ver su reflejo en uno de los espejos decorativos que aún se mantenía intacto.

Al contemplar su reflejo deshonrado, con algunos cabellos erizados, y ligeras estelas de humo surgiendo de todo su ser, así como un leve tic en el ojo derecho, sintió un torrente de ira empezar a arremolinarse en su interior; Deseaba acabar con ese desgraciado blasfemo que le había faltado al respeto, por supuesto, pero por encima de su propio deseo, lo realmente importante era que le necesitaba... El pontífice sabía lo que le deparaba, y había aceptado la broma como parte de una extraña burocracia como la única manera de que el comediante le siguiera el juego... Por mucho que le molestara, no podía hacer que un pecador pagara por el pecado que él mismo había consentido.

Con un brillo carmesí en los ojos, empezó a reír, primero de modo comedido, pero en un siniestro in crescendo que culminó a tal volumen que algunos cuervos volaron asustados de una caseta cercana. Tratando de contenerse, se volvió hacia el príncipe payaso, consiguiendo pronunciar una frase más antes de retomar el carcajeo.

- ¡Eres justo quien necesito, no hay duda! JAJAJAJAJAJA

No podía parar de reír. No mientras pensase en las múltiples formas en las que iba a desmembrar a ese mequetrefe cuando acabase su cometido...

La electricidad surcó con un chispazo el cuerpo del hombre. Al hacer contacto, restalló con la fuerza de un latigazo, de modo que todos los que estaban cerca pudieron oírlo. Surcó el cuerpo del hombre, que apenas sí se meneaba, apretando los dientes, mientras todo su vello se ponía de punta. Pero el desgraciado no caía. Se mantenía ahí, de pie, soportando la terrible descarga. Muy pocos eran capaces de hacerlo, y entre ellos, uno era la rata con alas. Su sonrisa se abrió al completo con premeditada lentitud, y sólo cuando lo consideró suficiente, soltó la mano del inmenso sacerdote. Le concedió tres segundos de cortesía, antes de que el sonido, al principio como un ronquido profundo que fue cobrando volumen se convirtiera en una risa tan aguda e irritante como limpiar las hojas con un rastrillo sobre un suelo de pizarra.

- ahahahaha, hahahahaha, hahahAHAHAHAHA. - tenía suerte de tener la piel de gallina, porque si no, esa risa se habría encargado de ello. - HAHAHAHAHAHAHAAAAAAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAAAAAAAAAAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHAAHAHAHAAAAAAAAAAAAAA - la extraña feria se hizo eco de aquella carcajada, con la que los secuaces no eran capaces de reírse, al contemplar al extraño e imponente cura, que caminaba hasta observarse en el tiovivo, mientras el Príncipe Payaso del Crimen se agarraba el estómago a la altura del diafragma como si amenazara con saltarle del cuerpo, y apenas era capaz de recobrar el aire con los ojos empapados en lágrimas que le caían por toda la cara alrededor de los ojos, poniendo en peligro el maquillaje blanco impoluto, aplicado con tanta maestría que casi convertía su cara en la de una brillante y pulida máscara de cera blanca.

Cuando el hombre se giró, y empezó a reír, el Joker se detuvo. Permitió que el hermano sangre riera, mientras su sonrisa blanca se desvanecía tras unos labios contraídos. Sus ojos inyectados en sangre le miraban con una intensidad que parecía capaz de sumergirse bajo su piel, y adivinar los terribles pensamientos que estaba teniendo respecto a sus múltiples maneras de castigar al payaso. Sólo cuando acabó de reír, ando a grandes zancadas sobre su tacón italiano, y pasó una mano sobre sus hombros, acercando sus rostros a una distancia en la que Blood podía percibir con claridad el aliento del maníaco golpeándole en plena cara.

- ¡Vamos a ultimar los detalles en la caseta del algodón de azúcar!- rió con una carcajada que pretendía ser contenida sin éxito. - ¡Y sonríe, Hermano Sangre!¡Hoy es un día feliz para tí! HAHAHAHA- comenzó a andar empujándole con la mano que mantenía sobre sus hombros, con una fuerza que parecía imposible en el espigado cuerpo envuelto en el traje de color violeta. Pero ya se sabe. La alegría saca fuerzas de flaqueza de cualquier parte.