Tu locura tiene remedio (Douglas Rattman) [01/04/2018]

-Ah... por fin un poco de calor primaveral...- me dije a mí misma al salir a la calle a pasear a Ifrith. Salí a la calle nada más que con mis inseparables vaqueros negros, mis converse, una camiseta blanca y un cárdigan varias tallas más grande que yo, haciéndome parecer más menuda de lo que era. Tenía ganas de empezar el día ya que cada primero de mes conocía a pacientes nuevos y siempre era divertido aunque cansaba un poco.  


Una vez en mi coche camino a Arkham me dediqué a cantar a grito pelado Paramore, en especial la canción I Caught Myself porque me encantaba. (En realidad me encantaban todas y me siguen encantando). Aparqué el coche en mi plaza y fui directa a mi despacho a servirme otro café, me quedaban diez minutos antes de que empezaran las visitas. Me relajé estirándome en mi silla y apoyando mis pies encima del escritorio y logré desperezarme un poco antes del primer paciente: Laila, nos conocíamos de antes, era su décima visita y estaba consiguiendo grandes avances con ella gracias a su buena colaboración y sus ganas de mejorar. A veces se agradecen pacientes así, que no te hagan la vida imposible todos los días porque reniegan de lo que son.

Tres pacientes y cuatro horas más tarde hice llamar al nuevo: Douglas Rattmann. Esquizofrenia.

-Bueno, no será para tanto...- me dije a mí misma a la vez que miraba varios papeles de su historia médica y repasaba su historia. Abrí la ventana para ventilar un poco el ambiente y me quedé mirando unos segundos el exterior de la institución... era todo tan triste y tan gris a pesar del buen tiempo... Me recogí el pelo en una coleta y cuando me di la vuelta para ir a buscar a Douglas él ya estaba en el despacho. Vaya, qué silencioso.

-¡Oh!- me sobresalté al verle-. Dou-Douglas... Rattman, ¿verdad? Encantada, soy la Doctora Belmont y a partir de ahora seré tu doctora, o amiga, lo que más prefieras- le dije a aquel hombre que tenía un ojo de color diferente del otro... ¿Heterocromía? Le daba un toque especial que destacaba sobre su aspecto desgarbado y delgado. Su pelo moreno hacía resaltar su pálida piel y sus ojeras delataban que dormía poco o pensaba mucho.

-¿Cómo te gusta que te llamen?

¿Por qué? ¿Por qué estaba allí?

Si toda su vida había sido una mentira realmente, una fantasía de su enfermo cerebro, entonces ¿Por qué la enfermedad en sí era real aún?

Tantas preguntas, y todo para nada... Al fin estaba donde debía, donde todos los caminos le llevaban; Un manicomio. Pero seguía teniendo la sensación de que eran ellos los equivocados. Durante las primeras semanas, oyó a los guardias hablar de las reconstrucciones, de las nuevas ciudades y lugares que habían aparecido de la nada, de las víctimas y los desaparecidos... Y cada vez quetal información llegaba a sus oídos, se lanzaba contra las rejas de su celda y clamaba su verdad: ¡¡Él era un trabajador de industrias Stark, había venido de otro mundo!! Lo malo es que a su alrededor, los otros reclusos hacían exactamente lo mismo, intentando robar su historia para conseguir la tan ansiada libertad... Todo era en vano. Y entonces, una vez repartidas las descargas eléctricas pertinentes para relajar los ánimos, se alejaba de la puerta, impotente, y volvía a sus paredes llenas de garabatos. Aquéllos 3 muros eran su capilla sixtina particular, su remanso de paz. En este nuevo universo su medicación no existía, y la política del centro creía más útil emplear los fondos en sedantes y relajantes musculares que en antipsicóticos, por lo que de alguna manera tenía que ignorar las sombras, los susurros, las voces... y los recuerdos. Especialmente debía olvidar quién era, o mejor dicho, quién fue. Sólo le traía problemas...

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El día había empezado espantosamente mal; Los celadores entraron en su celda antes de que despertase, le embutieron en la mohosa camisa de fuerza que empleaban para manejar a pacientes inquietos por los pasillos, y lo apartaron de sus tres paredes sagradas y el rotulador. Empezó a gritar y forcejear preso de la ansiedad, lo que causó que empezasen a golpearle para que se callase, hasta que comprendieron que era mejor taparle la boca y aplicarle un tranquilizante. Aún consciente, con un profundo dolor en la mandíbula y adormilado,ya no fue capaz de mostrar resistencia, y se dejó arrastrar hasta la puerta de un despacho cuya puerta rezaba en letras visibles "Dr. Lilith Belmont". Lo lanzaron dentro como quién tira la basura un Domingo, y mientras se situaba, observó la silueta de la doctora observando por la ventana. Aún estaba algo mareado, pero pronto algo le hizo recuperar la consciencia y su cuerpo entró en alerta máxima. La doctora se volvió y reaccionó ante la presencia del científico.

- ¡Oh! Dou-Douglas... Rattman, ¿verdad? Encantada, soy la Doctora Belmont y a partir de ahora seré tu doctora, o amiga, lo que más prefieras- La doctora pareció sobresaltarse al verle. Se habría mostrado incrédulo ante tal hecho, pues aldrededor de la misma había un espectáculo grotesco muchísimo más horrible que su descuidado aspecto, pero estaba demasiado asustado por el mismo... -¿Cómo te gusta que te llamen?

El hombre permanecía con la vista fija en el infinito, en la panorámica de la sala, sin prestar atención a la mujer. Era un despacho pequeño, iluminado discretamente, de mobiliario sencillo... El típico despacho de psicólogos y psiquiatras. había estado en muchos lugares como ese a lo largo de su vida, pero en pocos de ellos había tenido visiones tan desagradables. Allí no había nada realmente, claro, pero a sus ojos, la muchacha estaba intentando ser simpática rodeada de rostros desfigurados que se deslizaban por las paredes vomitando una sustancia negra y espesa por sus bocas y cuencas oculares, inundando el suelo, y sobre ese pegajoso encharcamiento alquitranado, personas, o algo parecido a personas, morían atrapadas allí, por agotamiento, asfixia, o aquélla situación los había hecho perder la razón y se mutilaban entre ellos. Los gritos y los sonidos repulsivos de esa fantasía martilleaban la conciencia de Douglas, mientras la doctora charlaba despreocupadamente. La miró con ojos desencajados temblando de forma extrema y apretando los puños fuertemente.

- Doug... - Pese al esfuerzo extremo que hizo por concentrarse y atender a su pregunta, no fue capaz de articular una respuesta más larga. No podía evitar echar fugaces vistazos al resto del cuarto. Estaba empezando a sudar.

El paciente tardó en contestar, estuvo callado y ausente unos minutos hasta que me dijo su nombre: Doug, le gustaba que le llamasen. Por su aspecto parecía que le habían traído aquí a la fuerza y habían usado algún sedante y algún que otro calmante natural como los golpes. Detestaba que trataran así a mis pacientes y no tardaría en presentar otra queja más por el trato que le dan a éstos.

-Bien, Doug...- dije mientras me acercaba a él con mis manos vacías siempre visibles para que no se asustara como ya lo había hecho algún que otro paciente y le llevaba hasta el sofá donde podría sentarse, tumbarse o ponerse de la forma en la que estuviera más cómodo. Por mi parte fui hasta la parte delantera de mi escritorio y me senté en la superficie, de frente a Doug y sin nada que nos separara más que un metro o quizás dos. -Puedes ponerte tan cómodo como quieras, si necesitas agua no dudes en pedirla y... siento que te hayan traído de la forma en que lo han hecho. No es mi estilo trataros así- le dije con una media sonrisa dibujada en mi cara con aspecto de disculpa sincera. Según los documentos a Doug le estaban administrando relajantes sin más, no antipsicóticos, lo cual resultaba en que el paciente seguía con sus historias y alucinaciones de que venía de otro universo y trabajaba para un tal Stark. Bien, yo no creía que todo lo que él decía fuera mentira pues yo viví la colisión y en mi mundo Stark existía y Arkham apareció en el momento de la colisión. Me perdí en sus ojos heterocromos y pensé en mi siguiente paso.

-Doug... ¿Qué tal si me cuentas tu historia? De dónde vienes, quién eres, cuál es tu oficio...- él seguía con la mirada ida pero pareció escucharme. -Te escucharé pacientemente y sólo cuando termines hablaré yo, ¿te parece?- yo era partidaria de que los pacientes me contasen las cosas por su propio pie, no me gustaba forzarlos a hacer cosas que no querían porque eso podía terminar con resultados erróneos o catástrofe. Tratándose de Arkham... Aunque si Doug no quería colaborar o me contaba otra cosa diferente a su historia de su mundo real, yo tendría que ayudarle a abrirse o mirar en su mente qué es lo que no me estaba contando.

Sus gestos, esa forma tan gentil de tratarle, como si fuese la más delicada pieza de porcelana... Cómo contrastaba con aquél lugar, ¿Por qué estaba ella allí? ¿Era alguna tortura sádica más tener a semejante perla cuidándoles una vez a la semana mientras el resto del día les rodeaba la vileza y una panda de canallas con bata de médico? Lo ignoraba, pero ahora mismo esa mujer que decía llamarse Lilith estaba haciéndole la pregunta que más temía responder en aquél antro; "¿Cual es tu historia?" Una frase común, pero para el muy perjudicado ex-científico suponía todo un dilema moral. ¿Qué debía hacer? Si le contaba lo que ya tantas veces había repetido, sólo firmaría un par de papelitos llenos de apuntes y le encerrarían con los incurables, donde probablemente ya no tendría derecho ni al recreo. El precio de un vistazo al mundo exterior solían ser las amenazas y maltratos del resto de pacientes, pero incluso recibiendo los golpes podía ver entre los furiosos rostros la luz del sol, sentir su calor, y eso no lo cambiaría por nada, al menos no ahora que ESA era su realidad. Su única realidad.

Los espantos que les rodeaban desaparecieron por un instante mientras todas sus corrientes de pensamiento se centraban en elaborar una historia creíble, que pronto pudiera sacarle de allí. Esperaba resultar convincente, ¿Drogas? No, a pesar de su aspecto y las analíticas que le hicieron al llegar, su vestimenta y su aspecto no concordarían con ello, ¿Un mendigo borracho y desquiciado por el pesar? Tal vez... pero no tenía aspecto de mendigo cuando llegó, lo tenía ahora... ¿Un médico enloquecido por el extraño apocalipsis de hacía unos días? Pero tendría que recordar dónde trabajaba y qué pasaba con sus registros, documentación...

Era imposible dar una versión que no fuese la auténtica ¿Cómo explicar haber aparecido de la nada? Era tan estúpido...

Optó por algo medianamente sensato combinando varias opciones, y ya más calmado, alzó su triste mirada para ver a la doctora directamente a los ojos. Tal vez no fuese el hombre más apuesto del mundo, pero si algo tienen los perturbados mentales es una fuerza inusual en la mirada, y además de estar loco, Douglas Rattmann era un hombre muy complejo. Perderse en aquéllos ojos bicolor era asomarse a un profundo mar de emociones, conocimientos y miedos que rara vez se encontraban en la gente corriente. Como era inevitable a la mayoría de los que mienten, desvió la vista al comenzar su relato, devoviéndola tan sólo de vez en cuando a la señorita Belmont.

- Yo... Yo sólo era... médico, creo... y... bueno, ya sabe. La locura de ese gran terremoto, el cielo rojizo... ¿Quién no se asustaría? Sobre los resultados de mis análisis... sé que es difícil de creer, pero mientras dibujo en mis paredes, recuerdo algunos fragmentos de mi vida antes de todo eso, y bueno... no era alguien "limpio". Estaba totalmente enganchado a algunos de los medicamentos con que trabajaba, y otras cosas... así que cuando sucedió la catástrofe, estaba en pleno delirio. Yo siempre quise ser científico, ¿sabe? y solía fantasear con que trabajaba para grandes laboratorios cuando estaba en... éxtasis. Cuando todo ocurrió, acudí asustado a un policía y le relaté histérico mis cuentos motivantes, no algo real. Estaba drogado, y totalmente poseído por el pánico en aquélla desgracia, pero poco más recuerdo aparte de eso. Quizá... quizá el shock unido a la esquizofrenia y a la paranoia generada por mi estado entonces fue demasiado para mi pobre cerebro. Es todo cuanto puedo relatarle con un mínimo sentido.

No le darían un Óscar por eso, seguro, pero tal vez le ayudase a salir del paso mantener esa farsa un tiempo. Tal vez incluso le sacara de allí...

...o eso pensó. Pero entonces, más relajado, vio tras ella una sombra; un paciente particularmente violento llamado Scalp que blandía un picahielos, se disponía a atacar. Llevado por un extraño ataque de valentía, Douglas agarró un pisapapeles cercano, y se lanzó gritando sobre la doctora para defenderla de su atacante, al que golpeó lanzando el pisapapeles contra su cabeza.

Lástima que toda esa escena no hubiera servido más que para llamar la atención de los de seguridad, después de que el pisapapeles rompiese la ventana del despacho y cayese al patio, pues Scalp estaba en su celda durmiendo...

Hell:

Escuché con paciencia su "historia", la cual se centraba en excusar su estado en el momento de la colisión. Me pregunté que cara pondría si le dijera que yo tampoco pertenezco a este lugar...

-De acuerdo... Doug- suspiré y apunté lo que me dijo en mi cuaderno. -¿Qué te parece si me cuentas qué fue lo que viste y sentiste cuando ocurrió aquel terremoto. Cuéntame en qué pensaste, cuéntame qué te pasó y yo te contaré lo que pasó en realidad. Sin trucos, de veras.

Le sonreí con precaución para no incitar ningún malentendido para con el paciente, y me quedé mirándole bastante satisfecha, no estaba yendo mal la sesión con Douglas. Sin embargo, mi cara se debió descomponer en cuestión de segundos, cuando Doug envuelto en gritos intentó atacarme lanzando mi pisapapeles contra mí pero sin apuntar hacia mí, como si estuviera apuntando contra algo o alguien que había detrás mía. Me llamó la atención porque se había lanzado hacia mí pero no me estaba tocando, y cuando el pisapapeles atravesó el cristal de mi ventana en un sonido estridente fue como si su alucinación se desvaneciera. Llegaron los de seguridad y lo retuvieron, le sujetaron bien los brazos de modo que estaba medio colgando de ellos pero aún podía hacer algo de fuerza con las piernas hasta que se dio por vencido.

Otros guardias vinieron a ver cómo estaba yo después de aquello, con Doug aún en la sala, a la espera de que les diera alguna orden sobre cómo tratar con él en ese momento, si inyectarle algún tranquilizante o quizás aplicar el suavizante concentrado que usaban allí en Arkham, las palizas. Les dije que estaba bien y que no le hicieran nada, que sólo le llevaran a su celda, porque la cara que puso cuando se rindió no era la cara que pone un psicópata cuando se tranquiliza. Parecía cansado de que nadie creyera su historia y parecía que estaba convenciéndose de que, en realidad, era mentira.

-Estoy bien, gracias. Quiero que le llevéis a su celda y ya está, no le hagáis nada. Mañana le quiero aquí a la misma hora y me gustaría que fuera capaz de articular palabra en condiciones.

¿La habré salvado? ¿Estará bien? Ni siquiera sabía por qué había hecho eso, Scalp era uno de los tipos más sanguinarios de Arkham, pero al verle amenazar a la psicóloga sintió el irresponsable impulso de hacerle frente, sin importar las consecuencias.

Pero entonces ese sonido; los cristales cayendo al suelo, la mujer exhibiendo una mirada de pánico junto a él, y ni rastro del sádico asesino... tardó apenas unas milésimas de segundo en darse cuenta del tremendo error que había cometido, de que todo había sido una jugada de su atrofiada mente. ¡Bien mirado, era estúpido que Scalp estuviera allí, maldita sea! Los guardias entraron y le agarraron, pero el hombre de ciencias apenas se resistió, dejando escapar una mirada de profundo arrepentimiento a la psicóloga. Nunca había pretendido asustarla ni dañarla en forma alguna... No supo si fue por ese gesto, pero consiguió que ella exigiese a los guardias que le dieran un trato digno. Obviamente, harían caso omiso... pero habría más sesiones, y eso le agradaba. Era tal vez la única persona amable que había en todo Arkham, seguro que ese era su trabajo, pero igual se agradecía. Esa noche su única cena fue un puñetazo en el estómago cortesía de sus amables celadores, pero sabía que a media noche el dolor ya habría remitido.
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El día comenzó con su acostumbrada rutina actual; Despertar a base de calambrazos, desayunar basura muy pasada, salir al patio y procurar que nadie reparase en su presencia. Sin embargo, esa mañana el cielo encapotado de Gotham dejó caer un aguacero, y todos los reclusos fueron recogidos en sus celdas antes de finalizar el recreo. Todos menos él, que se detuvo a medio camino mirando al cielo y dejando que la lluvia empapase su rostro con una amplia sonrisa. Extendió los brazos para disfrutar mejor de la experiencia, importándole poco estar llamando demasiado la atención y enfureciendo a los guardias. Ese frescor, ese sonido agradable del agua al caer... todo era igual que en su mundo, en su vida anterior. Se sentía como "en casa". Al menos aquéllo no había cambiado...

Un garrotazo dado con bastante saña lo dejó de rodillas en el suelo y fue arrastrado hacia el interior. Al despertar en su celda, mareado, tomó su rotulador y empezó a garabatear un trozo de pared con nubes y lluvia hasta que finalmente, fue llamado para su sesión con la doctora Belmont. Se puso bastante nervioso, inquieto por los hechos sucedidos el día anterior, pero esperaba que eso no le hubiera convertido en un monstruo a los ojos de ella, aunque en realidad, allí había verdaderos monstruos... Pensó en ello mientras echaba un fugaz vistazo a la celda de Killer Croc, estremeciéndose al ver la sangre aún por limpiar del último incidente que hubo allí dentro; Los celadores contaban que su compañero no pudo recuperar el brazo, y aún estaba en el hospital atacado por fuertes episodios de ansiedad.

Me esperaba otra sesión con Douglas Rattman, o Doug. Me gusta Doug. Ayer en la primera sesión que tuvimos las cosas se pusieron feas y no tuvimos tiempo de indagar realmente en lo que le cruzaba por la mente a mi paciente, aunque, de algún modo, lo supe por sus actos, cuando se abalanzó sobre mí sin tocarme. Es un recuerdo muy vívido, muy detallado. Su cuerpo no expresaba agresividad hacia mí, si no hacia algo que había detrás -una alucinación. Si no le dieran tantas pastillas...
Por lo que se oye por ahí, tengo entendido que aseguraba ser una especie de científico. Cuadra con su aspecto descuidado, abandonado, frustrado. Tengo que hacerle hablar de su verdadero pasado, de ese mundo al que decía pertenecer. ¿Le habrían tratado bien los gorilas? No lo creía, así que, con la esperanza de no tener que usar mis poderes, me preparé mentalmente de todas formas. Por si las moscas, ya sabéis.

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-Buenas tardes, Doug. ¿Cómo te encuentras hoy?- le dije, mientras me acercaba a él y con mi mano en su hombro le acompañaba hasta su sitio. Le regalé la mejor de mis sonrisas esperando que eso le relajara o le hiciese sentir más cómodo dado lo que pasó el día anterior. Le ofrecí un vaso de agua que coloqué en la mesa para que bebiera cuando lo necesitara. -Sólo es agua, puedes beber toda la que quieras- continué. Esperaba que aceptara el agua y bebiera porque eso facilitaría mucho las cosas, sobre todo para él a la hora de hablar. Es sabido que beber agua relaja los nervios y disminuye la ansiedad, ya que si te encuentras en una emergencia real jamás te pararías a beber agua, sólo te limitarías a correr por tu vida.

Rodeé mi escritorio y me senté en mi sitio, cogí mis notas y lancé mi pregunta.

-¿Recuerdas la pregunta que te hice ayer? ¿Serías capaz de hablar de lo que pasó el día del terremoto? El día en que todo cambió...- me quedé perdida en sus ojos de distinto color, al principio sin saber a cuál mirar, pero rápidamente recuperé la conversación. -Tómate tu tiempo.- y le sonreí.

Sólo quería conocer su historia, porque, de algún modo, reconozco ese mundo del que tanto hablaba.

De nuevo en el pequeño despacho de la doctora Belmont, observó alrededor, pero por lo visto, su foco de esrés estaba tan centrado en la psicóloga que no aparecieron visiones. Era un buen comienzo, así que aprovechó la situación para mostrarse formal.

- Buenas tardes señora Belmont. Algo mejor que ayer, aunque con la nuca dolorida... Cosas del recreo- Hizo un amago de apartarse al ver la mano de ella acercarse a su hombro, pero sabía que era inofensiva, e interrumpió su acto reflejo dejándose llevar. Una vez sentados, la doctora insistió de nuevo en que le contase su historia durante el cataclismo. "Caray, qué pesada... " Tal vez pudiera desviar su atención de aquél tema si se lo recordaba- Perdone mi acritud doctora, pero, ¿No le había contado ya lo sucedido, en la sesión de ayer?

Mientras esperaba respuesta, vio que su mente relajada comenzaba a hacer fechorías, y en cuanto empezó a ver sombras corretear frente  la ventana, decidió cerrar los ojos. Así al menos no intentaría atacar a nadie de nuevo, aunque los susurros a su espalda le molestasen para oír a la doctora. Al pensar en ella, creyó conveniente darle una explicación a dicha actitud, y de paso, al incidente de la última sesión...

- Sé... sé que esto es extraño, doctora. Verá... si hago esto, al menos por un tiempo no veo cosas espantosas. Ahora mismo, a su espalda, estaba viendo sombras, del mismo modo que ayer, creí de corazón que un asesino trataba de atacarla. Scalp, de la 115, ¿Lo conoce?, luego vi que sólo fue otra broma de mi "alocada" imaginación, jeje- Su gesto se ensombreció al pensar en las posibles consecuencias de su absurdo acto heroíco y prosiguió- Siento mucho lo ocurrido... Me sentí fatal al pensar que podría haberla dañado. Sólo por el susto que le di ya pasé buena parte de la noche lamentándome... -Por supuesto; Eso y una buena ración de puño eran motivos suficientes para lamentarse, desde luego. Recordó entonces sus paredes y garabatos, y suspiró.

- Si tan sólo pudiera dibujar aquí también...

Agh... detestaba que me tratasen como a una tonta, pero Doug tenía razón. El día anterior le hice la misma pregunta. Puse mi mejor cara y suspiré pensando en mi siguiente movimiento.

-Claro, Doug... Es sólo que como no terminó demasiado bien... pensé que quizás se te habría olvidado algo. De acuerdo...- apunté en mi cuaderno que no presentaba amnesia ni falta de memoria, al menos a "corto" plazo. Muchos pacientes después de las palizas y los malos tratamientos que recibían allí se quedaban peor de lo que llegaban.

Cuando dejé de escribir miré a mi paciente y vi que tenía los ojos cerrados. Me quedé mirándole fijamente por si le sucedía algo y, cuando abrió los ojos de manera inesperada para mí, sus ojos me llamaron aún más la atención. Comenzó a disculparse, por las alucinaciones que sufría. Porque el "ataque" de ayer fue una alucinación de un paciente bastante peligroso intentando atacarme a mí. ¿Intentó salvarme? ¿Por qué? La mayoría de los pacientes aquí disfrutaría viéndonos a nosotros los doctores sangrando, bueno, y a cualquiera. Sonreí a Doug, me estaba cayendo bien con su honestidad.

-No te preocupes, Doug. No estoy enfadada, y tus motivos son más que razonables...- dentro de unos límites, claro está. -De cualquier modo, te agradezco que intentaras salvarme, no es algo que se vea todos los días por aquí-. También apunté que era amable. Suspiró y dijo algo de dibujar.

-¿Dibujas?- si dibujaba cosas de su antigua vida podría intentar hacerle entender que venimos del mismo sitio. ¿No? Si contestaba que sí y que quería dibujar, sólo podría ofrecerle papel y bolígrafo, pero algo era algo.

Le dolió que ella le recordase lo sucedido la sesión anterior, le dio la impresión de que era una pequeña venganza por haber rechazado su pregunta por repetirla, pero no importaba. Al parecer, entendió que no quiso hacerle daño, y eso era suficiente. De pronto, la conversación tomó un rumbo más placentero, y una sonrisa se dibujó entre su poblada barba, antes de responder a la última pregunta de la doctora.

- ¡Sí! Mi celda parece la capilla sixtina, jejeje Como no nos dan medicación, canalicé mi histeria de ese modo. Me gusta el arte, lo empleé durante años como parte de mi terapia por su componente focalizador y relajante, y finalmente acabé enamorado de muchos autores que nos ponían como ejemplo, especialmente en el campo de la pintura; Sorolla, Bouguereau, Rubens... El abstraccionismo es interesante, pero aprecio más la belleza si puedo evaluar sus trazos y su pericia aproximándose a algo que pueda comprender, en cambio Munch y su grito... No me disgustan por su técnica, pero sus temas se parecen demasiado a mis visiones, me pone muy nervioso... En la celda sólo puedo usar tiza y rotuladores, pero me encantaría volver a coger pinceles algún día, creo que podría... -En ese punto se dio cuenta de que había hablado demasiado y agachó la cabeza- Si tiene lápiz y papel, o un bolígrafo, podría hacerle un retrato, si quiere...

Lo cierto es que la doctora Belmont tenía unos rasgos faciales muy suaves y redondeados, sería sencillo y agradable dibujarlos, y los retratos gustaban a la gente. Cuando sabían que podías hacerlos, eran lo primero que te pedían. Tal vez eso le ayudase a congeniar con ella para poder conseguir un informe positivo, pero debía controlar esos brotes de sinceridad. Esa vida que conocía ya no existía, y debía soterrarla en pos de una nueva historia que pudiera darle un lugar fuera de los muros de la terrible institución.

El ánimo de Doug cambió notablemente, se volvió más animado, más feliz, más pasional. Era un buen avance. Ah, el arte. Del mismo modo, yo me emocioné también por su reacción positiva a mi pregunta y porque siempre me gusta ver lo que es capaz de hacer la gente con las manos.

-¿De veras? ¿Me enseñarías algún día tu capilla sixtina?- Uh. Para, Belmont. Eso ya se pasa de lo profesional. -Quiero decir- carraspeé-, sería muy positivo saber qué sentimientos plasmas en las paredes para poder ayudarte. De hecho... ¿te gustaría poder dibujar aquí, si eso te ayuda a expresarte? Puedo conseguirte un buen bloc de dibujo o lo que necesites.

No estaba segura de qué es lo que dibujaba Doug, pero estaba segura que sería clave para ayudarle de la forma correcta.

-Oh, no será necesario, con material de oficina puedo hacerlo ¿me permite?- Se acercó a tomar un bolígrafo y un folio de la mesa de la doctora, y destapándolo con calma, empezó a garabatear, dirigiendo miradas furtivas a la mujer que tenía enfrente, grabando en su memoria el perfil de sus ojos, las formas de su pelo, de ese curioso color rosado, y detalles como la curvatura de las aletas de su nariz, o la forma de sus comisuras labiales. Concentrado en ella, el resto de cosas desaparecían, incluídas las visiones, pero podía seguir el hilo de la conversación sin problema- No le gustaría ver mis paredes... No soy una persona precisamente alegre, y lo que allí plasmo... son mayoritariamente mis horrores personales, que son... casi todo lo que me rodea, por culpa de mi mala cabeza.

Sombreaba presionando apenas el bolígrafo contra el papel. De ese modo, podía obtener un tono suave que no ocultaba las líneas trazadas hasta el momento. Remarcó en las zonas oscuras, para que se viesen mejor. Estaba quedando perfecto. La verdad es que era una mujer muy atractiva, y seguro que destacaría aún sin ese peculiar tinte de pelo que se ponía. Sonrió mientras retocaba el tono de los labios.

- ¿Puedo preguntarle algo yo? ¿Por qué se tiñe el pelo de ese color? Es muy llamativo, pero parece usted muy serena.

Esperaba no haberla molestado con su curiosidad, pero le superaba. Quedaban aún algunos minutos de sesión, y esperaba poder terminar el retrato antes de marcharse.

-Claro- le dije alzando mis manos hacía a él como diciendo "sírvete". Le escuché hablar sobre sus pinturas en las paredes y me conmovió un poco, pero no perdí detalle de cómo me miraba y acto seguido movía el bolígrafo. Yo misma tenía mis garabatos que hace todo el mundo cuando se aburre o habla por teléfono y, no se parecían en nada a lo que Doug estaba haciendo.

-No son sólo alegrías lo que quiero ver, Doug. Quiero verlo todo, para poder conocerte y poder ayudarte como es debido. Y... no sé por qué, pero tengo la sensación de que nadie antes se había tomado esa molestia, así que... Como soy tu médico, te recomendaría que me dejaras ayudarte...- le solté eso en un tono de voz suave, como quien te habla de qué es lo que van a poner en el menú de la cafetería, restandole importancia al asunto, para que no se alterara ni se sintiera incómodo. Yo por mi parte seguía alucinando con su habilidad para retratar y cuando me preguntó por mi color de pelo, me pilló un poco por sorpresa.

-Oh... ¿Mi pelo?- pregunté de nuevo, algo desconcertada, llevándome las manos a un mechón de pelo con el que empecé a jugar inconscientemente. -Bueno, me recuerda quién soy y por qué- le dije sinceramente, pero omitiendo miles de detalles, esperando que esa confesión le hiciera abrirse conmigo y sus pinturas.

- Bueno, entonces... -Retocó los últimos detalles moerdiéndose el labio de pura concentración- podría acompañarme de vuelta si quiere, y podría ver mis murales, pero insisto en que no le gustarán. Parecen obra de un crío graffitero muy pasado de vueltas, y las técnicas no son las mejores, aunque...

Dio la vuelta  la hoja tras firmarla y se la entregó deslizándola sobre la mesa. El rostro de la doctora estaba allí reflejado, con todo lujo de detalles, pero expresados de un modo sencillo, limpio, como si toda la vida hubieran estado allí impresos. Su expresión era amable, cálida, tal como el artista la podía percibir en lo más profundo de su maltrecho ser. Si algo tenían los retratos, eran que hablaban más de la cuenta sobre cómo el autor veía a sus modelos.

- ... personalmente, eso es algo que nunca ha tenido importancia, desde mi punto de vista. Si te apetece expresar algo, la mente encuentra el modo de hacerlo. Así que... ¿Quien es y por qué, eh? Entonces debe ser usted muy femenina... ya sabe, es el color asociado a la feminidad por excelencia. ¿Qué estupidez, no? Cada persona podría ser un color en realidad... somos tan distintos.

Se perdió en sus divagaciones cuando de pronto, los celadores entraron y Doug miró a la doctora, ensimismada en el retrato que acababa de darle, con aquélla duda en los ojos... ¿Vendría a ver sus pintadas?

Observé con detenimiento el dibujo que me pasaba deslizándolo por el escritorio y me quedé algo pasmada. ¡Era estupendo! Es decir, que era yo, me estaba viendo allí en ese papel y no era para nada cargado. El trazo era muy fino y limpio para una persona poco cuerda, lo que me dio pie a pensar que en efecto, Doug estaba bien. Un poco tocado por la colisión, sí, pero bien.

Doug se perdió en sus pensamientos cuando entraron los celadores dispuestos a llevárselo y seguramente aprovecharse de él y pegarle. Hoy no. Doug es mío, hoy.

-Tranquilos, chicos. Hoy me encargaré yo de llevar al señor Rattman a su habitación. Gracias- les dije a mis compañeros de manera seria y autoritaria. No necesité mirarles a los ojos. -Bueno... Doug, antes de irnos... ¿me puedo quedar el dibujo?- le pregunté emocionada, pero dentro de mi fachada de médico-paciente. Pero yo quería ese dibujo colgado de mi pared. Era bonito. Puede que presuntuoso, pero Doug quiso dibujarme a mí y yo no podía hacer nada contra eso.

Al escuchar la pregunta de la doctora, Doug esbozó una sonrisa cándida y asintió.

- Por supuesto doctora, es más, sería todo un halago que... -Empezó a ver sombras de nuevo y apartó la vista al suelo, temblando- Que se lo quedase.

-¿Está usted segura de que quiere volver sola con éste anormal, señorita Belmont? Ya está haciendo cosas raras de nuevo. Hoy mismo hubo que darle una buena por quedarse en el patio haciendo el tonto.

- Sí, ¿A quién se le ocurre? Quedarse bajo la lluvia como si fuese la gran cosa...

- A lo mejor quería suicidarse cogiendo una pulmonía- Tiró del brazo del científico con brusquedad y casi se lo desencaja- ¿eso era lo que querías, eh? ¡Pues no lo vas a tener tan fácil, aquí nos sobran las medicinas para impedírtelo!

- ...No serán antipsicóticos, desde luego...

- ¡¿Qué has dicho?!

La cosa empezaba a ponerse fea, pero realmente estaba muy harto de aquélla gentuza que ejercía de celadores en el lugar, y puede que no fuese alguien que pudiera hacerles frente, pero si algo le sobraba a Douglas Rattmann era orgullo. Sin embargo, no quería cusarle problemas a la doctora, y por esta vez cedió.

- Nada... No he dicho nada.

Como odiaba ese lugar...

Le devolví la sonrisa a Doug y me di la vuelta para coger de uno de los cajones de mi escritorio una chincheta y me dirigí a mi corcho, donde lo coloqué en primer plano, tapando algunos documentos que eran medianamente importantes. Qué más da, me los sabía de pe a pa. No perdí detalle de la conversación que se estaba desarrollando a mis espaldas, ni de los sonidos de golpecillos que querían ser inofensivos, pero que no lo eran.

-Sí, estoy segura de querer ir sola con él- sentencié observando aún el retrato que Doug me acababa de hacer colgando de mi corcho. Suspiré y me di la vuelta para salir por la puerta con mi paciente. -Seguro que es mejor compañía que vosotros dos juntos... Vamos, Doug. Y vosotros también, salid ya, que quiero cerrar mi despacho- les dije con sinceridad y un poquito de desdén: no me caían bien, pero no dejaban de ser compañeros de trabajo.

De camino a la celda de Doug me planteé si era buena idea eso que estaba haciendo, quizá se pasaba de la estricta relación que había que tener entre doctor-paciente, pero sentía que era lo correcto y lo necesario. Si veía algo, lo más mínimo perteneciente mi antiguo universo, ese en el que Arkham no existía, podría ayudarle. Ayudarle de verdad. Podría ponerme en contacto con Tony Stark y averiguar si conoce a Doug, o... Bueno, ya lo averiguaría llegado el momento.

-Bueno, Doug. Cuéntame algo, lo primero que se te venga a la cabeza, por muy increíble que sea- le pedí mientras caminábamos, y saludé a un par de doctores con un movimiento de cabeza. Hablar, hablar era relajante, y si se sabía escuchar, podía ser muy útil.

La respuesta de la doctora Belmont a ese par de animales le hizo esbozar una sonrisa mientras seguía con la mirada clavada al suelo, y se sintió aliviado al notar que le liberaban de su agarre. Una vez en el pasillo, hizo un esfuerzo por mirar a la doctora a los ojos sin perder el gesto amistoso que ella había dibujado en su semblante. Era una mujer con carácter, y bien pensado, debía tener mucho valor para llevar a cabo su trabajo en un lugar como Arkham después de haber visto algunos de los horrores que allí tenían lugar. Sin duda debía tratarse de una persona digna de admirar.

- Gracias doctora Belmont. Siento que haya tenido que enfrentarse a sus compañeros por mí...- Sus ojos trataban de concentrarse en los de ella, obviando las sombras y cosas indefinibles que veía tras la mujer.- Es por... por aquí.

Llevaban un rato caminando cuando ella le hizo aquélla petición. ¿Que contase algo? ¿Lo que fuera? Bueno... típica pregunta de terapeuta. En ese momento sólo había una cosa que le pasara por la mente, así que lo dejó escapar sin más.

- Añoro mi baño... No sabe lo que daría por un buen baño caliente y poder afeitarme. La gente cree que el estress de la vida diaria se soluciona con fármacos, pero es de lo poco que se puede solucionar de un modo natural, y créame, ese modo es tomarse su tiempo y disfrutar del agua tibia en completo silencio, olvidando por unos minutos el mundo que nos rodea. No hay nada como eso... y cuando acabas, te acuestas limpio y relajado y dejas que el sueño te envuelva, y si eres realmente afortunado, quizás hasta te regale una buena experiencia onírica. Ahora que lo pienso, todo lo que acabo de decir tiene como factor común el calor... ¿será por lo gélido que es este lugar?...

Perdido en sus divagaciones, Doug había olvidado por completo su intento de historia pasada, y pese a que se hacía pasar por un adicto a los fármacos, no había tenido el cuidado de fingir síntomas de síndrome de abstinencia. Algunas veces sus ataques de histeria se tomaban por eso mismo, pero la doctora no era tan estúpida, y pronto acabaría dándose cuenta de que algo fallaba con el buen Douglas.

Sonreí con amabilidad a Doug y le seguí hasta su celda. Alcé notablemente las cejas ante su confesión: no era lo que me esperaba para nada. ¿Un baño caliente? ¿Afeitarse? No me extrañaba que fuera eso lo que quería, su barba había crecido mucho y sin forma, igual que su pelo. Y un buen baño caliente... a quién no recompone eso. Hice una mueca de comprensión, pero por el momento no podía ayudarle con eso.

-Sabes que no hablas con un loco, ¿verdad? ... ¿Dónde vivías antes de la colisión, Doug?- por algún motivo Doug no se comportaba ni como un loco ni como un drogadicto. Tenía ataques de histeria, sí, pero ¿quién no los tendría estando aquí dentro siendo un paciente? Tampoco tenía ataques de abstinencia ni se le veía perder la cabeza por un par de pastillas.

Quizás si usaba la baza del baño me hablara de su antigua vida antes de la colisión. Quizás así pudiera ayudarle. Doug, déjame ayudarte, pensé. Momentos después llegamos a su celda y antes de entrar y observar, le dediqué un asentimiento con mi cabeza para darle ánimos.

OFF :

- En Nueva... -"¡Cállate!" Gritó su mente. Tenía una historia que mantener si quería salir de allí algún día, y había estado a punto de cargársela. Carraspeando ligeramente, retomó su respuesta- En las afueras de Gotham, ¿Por qué?

Justo cuando respondía, llegaron ante la puerta de su celda, y se hizo el silencio. El hombre apoyó su mano sobre la chapa metálica y sin pomo, y abriendo hacia dentro, dejó a la vista sus 3 muros caóticos, llenos d elo que parecían ser garabatos hasta casi el techo, pero al fijarse un poco más, y si uno se permitía acercarse lo suficiente, aquéllas ralladuras sin sentido tomaban formas impresionantes; Había rostros, algunos de horroro y con trazo nervioso, otros eran más definidos y detallados. Entre ellos había uno que se repetía algunas veces, el de un hombre de mediana edad con bigote y perilla que se correspondía a Tony Stark, su antiguo jefe. Alrededor de la ventana había figuras suplicantes, pájaros, alas que formaban adornos con un mensaje de libertad y esperanza, y un dibujo más reciente representaba la lluvia conectando una ciudad blanca sobre el marco de la ventana, y por debajo del marco, invertida, una ciudad roja. En ambas destacaba un edificio más alto que los demás; En la ciudad blanca éste se parecía a la torre Stark, mientras que en la roja, el monte y Arkham parecían ser esa alta torre. En el resto de paredes había planos de inventos, círculos azules y naranjas de los que salían y entraban personajes variopintos, monstruos sin forma definida, sombras negras, escenas de la colisión, cadáveres, extraños fantasmas, torres stark, ojos... Era difícil contemplarlos mucho rato sin sentirse nervioso.

Doug entró sin decir nada y se sentó sobre su duro camastro. Luego dirigió una mirada a la doctora mientras ésta reconocía una escena en la pared sobre lo que vió Doug cuando la atacó. En ella se veía a Scalp como una bestia deforme sobre una casi angelical Lilith, y junto a ellos el desenlace de lo que habría ocurrido si el ataque del científico hubiera fallado. Un patético y escuálido retrato de Doug sostenía un borrón rosado que sangraba en sus brazos y lloraba lleno de culpa. Parecía haber tratado de borrar aquéllo, pero aún se distinguía perfectamente.

- ¿Y bien?... ¿Qué le parece?

Giré mi rostro en un sólo movimiento hacia Doug, esperando que terminara la frase con un "York". No lo hizo, pero sí me dijo que vivía a las afueras de Gotham.

-Porque... yo también vivo a las afueras de Gotham - le dije inquisitivamente, haciendo especial énfasis en la zona donde vivía, que era Nueva York. Los eufemismos me ponían nerviosa.

Aguardé a que se sentara en su cama antes de ponerme a observar con detenimiento sus paredes pintadas, en las que pude reconocer con facilidad retratos de Stark. Había muchos borrones, líneas que no se sabía dónde empezaban y dónde acababan, garabatos, pájaros... Pasé mi mano cerca de las paredes sin llegar a tocarlas, no quería estropearlas o que Doug se sintiera ofendido o vete tú a saber qué, que con los artistas no se sabe, pero por lo general no les gusta que toquen sus pinturas. Una cosa estaba clara: Doug ansiaba salir de allí. Pero lo que de verdad me llamó la atención... Me giré hacia Doug con repentina sorpresa, alarma, ansiedad, confusión... ¿Qué significaba aquello?

-Doug... - dije calmada, mostrando más asombro que cualquiera de las otras cosas que estaba sintiendo en ese momento. -Esto... ¿Esto es...? ¿Es lo que te imaginaste el otro día? ¿Lo que pensabas que iba a pasar? - le pregunté señalando el dibujo en el que salía yo con Scalp detrás y en el que había al lado donde aparecía muerta con Doug llorándome. Parecía sufrir realmente. Me acerqué a él y me arrodillé en el suelo delante suya y le cogí de las manos sin titubear y sin darle opción a quitarlas.

-Douglas, ¿eso es lo que sientes? No habría ocurrido, ni tampoco habría sido culpa tuya si hubiera pasado... - me dejé llevar por mis impulsos, quizás estaba siendo demasiado poco profesional en ese momento, pero es lo que tenía que hacer.

-Habla conmigo. Puedo ayudarte. Reconozco los dibujos en tus paredes, puedo ver que este no es tu sitio. Como tampoco es el mío. Este lugar no estaba antes de... la Colisión. Y eso lo sabemos los dos.

Absorbido por sus sombras interiores, Doug bajó la mirada al suelo ante el ánlisis de la doctora de sus dibujos.

-Nunca me lo habría perdonad si la llego a dañar, doctora Belmont... Eso es lo que dicen esos garabatos de ahí. Traté de borrarla a usted porque cada vez que veía su representación sin vida sentía una angustia infinita, ya que era una de las posibilidades que pudo haber tenido lugar. Su vida podría haber terminado su curso por su interacción conmigo, y esa es demasiada responsabilidad para un hombre pequeño como yo...

La mirada de Doug brilló con un destello distinto al oír las últimas frases de la doctora ¿Era posible? No, seguro que era su imaginación perturbada mandándole señales erróneas... Era poco probabvle que ella proviniese también de un mundo ajeno al de esa escabrosa ciudad. Parecía muy integrada entre el personal de aquél agujero, y eso no era algo sencillo y menos siendo mujer, habría necesiotado mucho tiempo... definitivamente estaba tratando de sonsacarle algo, era sólo otra estratagema de psicóloga.

Aún así...

Algo en su subconsciente le gritaba que debía confiar. El instinto le arrastraba a dar una oportunidad a las ambiguas y misteriosas palabras de la mujer de pelo rosado, así que decidió ponerla a prueba también, con una sencilla pregunta.

- Doctora... ¿Qué nombre pondría usted a ese edificio?

Señaló con el dedo un boceto increíblemente detallado de la Torre Stark, visto desde un ángulo en que el cartel con el apellido de su jefe no se veía bien. Ahora todo dependía de su extraña sospecha...

Miré a mi paciente con los ojos puede que algo húmedos, emocionada por la sinceridad de sus palabras y por la inmensidad que significaban sus sentimientos. ¿No se lo perdonaría? Debía ser el único en Arkham que pensaba eso de su doctor asignado. Quizás por eso estaba en Arkham, porque eso no era muy normal, aunque sí era normal en personas cuerdas y que se visten por los pies.

Me senté a su lado cuando hizo esa pregunta, siguiendo la dirección de su dedo hasta el dibujo de la torre Stark. Suspiré y agaché la cabeza, mirando mis rodillas. A pesar de tenerlo tan interiorizado, hablar de eso nunca fue uno de mis hobbies: me recordaba que perdí a mucha gente, entre ellos a Sasha, que abandoné mi hogar... Sin embargo, desde la colisión he tenido la oportunidad de conocer a gente a la que antes ni en broma habría conocido y eso había que reconocerlo. Gracias a la colisión tenía este trabajo, una casa, un perro precioso... A Sloan... Sonreí suavemente y miré a Doug a los ojos, lo que él interpretaría como una mirada o penetrante o intimidante. Dependía de él.

-Doug... Es la Torre Stark. Alguien que, como yo, ha crecido en la ciudad de Nueva York, la reconoce al instante aunque en el dibujo no se llegue a ver el letrero. Es la Torre Stark. Pasé por allí cerca unas pocas veces hace unos años, la reconozco... Nunca llegué a entrar. ¿Por qué la dibujaste? ¿Era un lugar importante para ti? ¿Quizás tu trabajo?- le presioné con esa última pregunta. Doug podía reaccionar de dos maneras: o bien se rendía y me lo contaba todo o bien no me creía y se cerraba en banda.

Esperaba que fuese la primera.

Las palabras de la doctora cayeron sobre él como las cristalinas gotas de lluvia de hacía unas horas en el patio; Frescas, revitalizantes. Conocía ese edificio, había acertado su nombre, incluso su ubicación...

Aquéllo no podía ser real.

Contempló a la doctora como si fuese un verdadero ángel salvador. Creyó incluso ver sus alas, su aura brillante... Sabía que nada de eso era real, pero no le importó; En aquél momento era tremendamente apropiado. Una risa suave escapó de sus labios, luego fue subiendo de nivel, y acabó riendo histéricamente, sin poder detenerse. La euforia había tomado el control, y cayó de rodillas al suelo, como si rezase a ese ángel de cabello rosado, mientras se tiraba del pelo y la barba incrédulo. Ante él una persona que había roto toda nueva creencia construída para protegerse en aquél oscuro lugar, llenándole de paz y de pánico al mismo tiempo. Los celadores se acercaron corriendo por el pasillo ante tal escándalo, con la intención de acallar al enfermo con sus varas táser, y sorprendiéndose ante la presencia de la doctora en la celda.

- ¡¡Salga de ahí, Belmont!! ¡Podría atacarla de nuevo!

Escuchó las voces de los celadores, y aquéllo devolvió algo de realidad a su momento de colapso, haciendo que se volviese hacia los guardias y luego hacia la doctora, a la que contempló con ojos desesperados. De repente, se abalanzó sobre ella y la agarró fuertemente de los hombros, zarandeándola, incosnciente de la fuerza de su gesto.

- ¡¡SÁQUEME DE AQUÍ, DOCTORA, SÁQUEME DE AQUÍ!! ¡¡USTED SABE DE DÓNDE VENGO, USTED SABE LA VERDAD!! ¡¡¡SÁLVEME, SÁLVEME, SÁLVEMEEEEEE!!!

- ¡¡Suéltala, maldito tarado!!-Desactivando el táser, el celador más cercano la emprendió a golpes de vara contra el científico, seguido por sus otros compañeros, hasta apartarlo de la doctora. El espeluznante espectáculo despertó a muchos presos aledaños a su celda, pues éste no dejó de gritar suplicando ayuda a la doctora hasta quedar insconsciente.

Contemplé la transformación de Doug con fascinación y preocupación. Al principio me dejé contagiar por su risa comprendiendo que mi respuesta había supuesto para él una liberación: al fin alguien sabía de lo que hablaba él y le creía. Pero pronto se me borraría la sonrisa de la cara.
Doug empezó a reír sin control, cayó de rodillas con una expresión entre felicidad e incrédulidad, tirando de su pelo y su barba descuidada.

Fruncí el ceño y le miré fijamente, queriendo para su risa, queriendo tranquilizarle, pero los celadores le habían escuchado y ya estaban de camino cuando Doug se me acercó y comenzó a moverme con fuerza en un gesto de desesperación, casi suplicando que le sacara de aquel lugar...
Me agarré a sus antebrazos sin saber muy bien qué decirle cuando los celadores llegaron y lo apartaron de mí a golpes.

-¡No! ¡Parad! ¡Parad!-grité y golpeé a los matones de turno para que le dejaran en paz, pero no me escuchaban y, al final, Doug calló inconsciente en el suelo. -¡Sois vosotros los que deberíais estar encerrados!- les recriminé, echando una última mirada a Ratt antes de ir a mi despacho para prepararlo todo e intentar contactar con Stark.

Seguramente aquel magnate podría esclarecer algunos asuntos sobre Doug y por qué no paraba de hablar de él y dibujaba su torre, aunque no sabía si podría llegar a hablar con él. Sin embargo, estaba segura de una cosa: Ratt no iba a pasar mucho más tiempo en Arkham si lograba demostrar que no estaba loco, si no encerrado injustamente.

El doctor se revolvió dolorido en su duro camastro. No recordaba apenas lo sucedido el día anterior. Cuando abrió los ojos, miró al techo. Allí había un gigantesco ojo. No parpadeaba, no se movía, simplemente no dejaba de mirarle fijamente. Se quedó clavado allí, observándolo, pero acabó poniéndose nervioso, y trató de huir, cayendo de la cama. Gimoteando, logró alzar de nuevo la vista hacia un celador que le devolvió una mueca burlona antes de volver a pasearse frente a su reja. A juzgar por el silencio y las luces encendidas, debía ser la hora del recreo. Muy mal tuvo que portarse para que a él, que era un don nadie, le dejaran encerrado allí lejos de los demás.

Unos vagos recuerdos de lo sucedido acudieron entonces a su mente. Fue durante su última sesión con Belmont, en esa misma celda. Contempló los garabatos en sus paredes, encontrándose con su boceto de la torre Stark, el desencadenante de todo. Ella sabía lo que era ese lugar, dijo conocerlo desde hacía muchos años, así que ella conocía su realidad, su verdadero origen... ya no tenía razones para seguir creyendo que su vida entera había sido una mentira, ni siquiera para adaptarse a este nuevo mundo, el caso era cómo iba a escapar de ese lugar para recuperarla...

Se acercó a la verja y llamó al celador , que se acercó con fastidio.

- ¿Qué quieres, Da Vinci? ¿Otra tiza para tus graffitis?

- Oh, no... no... tengo suficientes en el cuenco. Quería saber si... si hoy tendré visita con la doctora Belmont de nuevo.

-Jajajajaja, lo dudo... Has puesto a ese bombón en peligro dos veces esta semana, tarado, y eso ha cabreado mucho al jefe. Seguro que no dejarán que vuelvas a acercarte a ella jamás, ¡pero anímate! No te han roto nada, ¡o eso creemos, jajajaja!

El hombre se alejó, haciendo resonar su risa, que poco tenía que envidiar a algunas de las de los pacientes, por el largo pasillo. Doug se quedó inmóvil, incapaz de soltar los barrotes, con las manos temblorosas. Su única salvación acababa de volar por los aires por culpa de su demencia natural. De pronto, le pareció oír un extraño coro ascendente de aplausos y carcajadas histéricas tras de sí, mientras del otro lado, llegaba el barullo de los presos regresando a las celdas.

Estaba perdido...

Estaba muy enfadada en mi despacho. Mucho. Lo que le habían hecho a Doug podía estar justificado desde el punto de vista de esos cabeza de chorlito, pero yo tengo el control. Si soy la doctora que me dejen ejercer y no me arrebaten el único vestigio de verdadera lucidez y esperanza de mi paciente.

Me encerré en mi despacho recopilando información, números, nombres, cualquier cosa que me sirviera para ayudar a Doug. También me encargué de empapelar a la "seguridad" de Arkham, al menos, la que coincidía en mi turno; esos psicópatas disfrutaban haciendo sufrir a los pacientes.
Sacudí la cabeza. No pensaba con claridad. Me estaba dejando llevar por la rabia y la impotencia que sentí en la celda con Douglas. ...¿Qué iba a decir? ¿"Despidan a esta gente por hacer el trabajo que ustedes les han encomendado"? Empezaba no sólo a intuir que todos en Arkham tenían algún problema, sino a creérmelo también. Rompí esos papeles y los tiré al otro lado de mi escritorio, haciendo que varios papeles cayeran también al suelo.

En cuanto al número del señor Stark, no me resultó difícil conseguirlo. Al menos, el de sus oficinas o asistentes, o vete a saber. Quizás fueran robots.
Llamé repetidas veces, pero nunca me dejaban hablar con el señor Stark, siempre alegaban no saber nada de un tal científico que concordase con la descripción de Doug, o con su nombre. No es que dudaran en conocerle, es que directamente se cerraban en banda negando cualquier tipo de información. ¿Por qué?

Al cabo de un par de días sin ver a Rattmann y de intentar contactar con el señor Stark decidí que iba a hablar con mi paciente. Si Stark no iba a darme respuestas, que me las diera Doug. Me presenté sin avisar en su celda. Parecía triste y desmejorado, más de lo habitual. Me acerqué a los barrotes y los golpeé con suavidad para llamar su atención, me mirara o no.

-Doug, soy la doctora Belmont. He intentado contactar con Stark, pero no parece querer hablar conmigo o escuchar que estás aquí. ¿Por qué? ¿Por qué no puedo alcanzarle?- me callé un momento. -No te tengo miedo, Doug. No creo que vayas a hacerme daño. Pero Stark no colabora, así que, por favor, hazlo tú...

Me quedé en silencio, pensando, mirando a la nada. Si Doug no podía ayudarme o guiarme, y Stark no colaboraba, poco podría hacer yo para convencer al rector de Arkham para que liberase a mi paciente... sin usar mis poderes. Pero no iba a hacerlo, jamás los usaría en Arkham. Demasiados riesgos.

En mitad de su delirio, pues había sido castigado sin más tizas ni rotuladores, Doug creyó ver la melena rosada de su ángel salvador dibujarse entre la bruma de fantasmas y seres indescriptibles que no se atrevía a mirar directamente. El sonido del delicado tintineo de sus uñas contra los barrotes despejó sus dudas en un instante; Ella estaba allí. Salió arrastrádose de debajo de su camastro, lugar donde se ocultaba del mundo que le rodeaba, y se acercó hasta ella, temeroso de tocarla estando en tan mal estado. Hizo un esfuerzo por  concentrarse en lo que le decía, ignorando los susurros y las voces a su alrededor: Stark... Stark no respondía a la llamada de la doctora. Renegaban de él...

"¡No, no! ¡Es imposible! Stark no es así, tiene que haber una razón para esto..."

Cuanto más se sumía en aquélla cuestión, más se alejaban las voces y sombras. Su escasa lucidez acudía al rescate por pura supervivencia; Si permanecía más tiempo allí, su locura empeoraría a un ritmo vertiginoso, y en poco tiempo alcanzaría un punto de no retorno...

Quizá Stark andase demasiado ocupado consultando bases de datos y noticias sobre la colisión, tratando de localizar a los empleados desaparecidos para retomar los proyectos pendientes, o tal vez ya se encontrase gestionando la contratación de personal eficiente para tal fin y dando de baja las fichas de aquéllos que consideraban fallecidos. Sea como fuere, ese hombre no debía dar abasto, y tal vez sus empleados estaban atendiendo las llamadas y comunicados que él no podía asistir por el momento, aunque fuese gente que no tuviera ni idea de lo que Stark andaba buscando... Doug sintió un escalofrío. Quién sabe cuántos como él estaban desesperando por culpa de aquélla situación, por causa de ese cortafuegos humano que impedía que llegasen sus mensajes de auxilio. No podían contar con una comunicación directa, y lo más probable era que Jarvis, el superordenador creado por Stark, estuviese rastreando bases de datos de lugares como aquél sin parar, en busca de pistas. Al pensarlo, se dio una fuerte palmada en la frente, y se dirigió a la doctora. Solo tendrían una oportunidad...

- Doctora... Mi expediente en Arkham cuenta la historia que construí para tratar de evitar ser recluído, no la verdadera, porque nadie la creyó. Puede haber más Douglas Rattmann en este mundo, pero estoy seguro de que ninguno ha hecho lo que yo hice. Necesito que cambie mi ficha, que cuente quién soy, que trabajé en Stark Industries, y sobretodo, en qué. Escuche atentamente...

Pasó un buen rato explicando de forma entendible para un civil el funcionamiento del proyecto de los portales, facilitando su nombre en clave, su código de trabajador, sus funciones, todo lo que le relacionaba con aquélla empresa y ese proyecto que, meses antes, prometía darle gran fama. Con ojos sombríos, pero con un brillo esperanzado, observó a la doctora antes de que los pasos de los celadores se oyeran de vuelta por el pasillo.

- No olvide poner todo eso en la ficha, en mi historial. Si Jarvis asocia los términos del proyecto a mi nombre antes de que alguien corrija la ficha, quizá tengamos suerte...-Ignoraba si la mujer tenía acceso a esos archivos. Quizá no fuese una gran hacker. Tal vez todo aquéllo fuese en vano...- ¡Corra!

...Pero seguía siendo el único ángel que había encontrado entre aquéllas sombrías paredes.

Observé con detenimiento las reacciones tanto faciales como corporales de Doug cerciorándome de su que su historia era cierta, pues el pánico y la incomprensión tomaron posesión de él. Y entonces me sorprendió con la palmada que se dio a sí mismo en la frente tras un momento de duda. Fruncí el ceño y me acerqué un poco más a los barrotes, escuchando a los gorilas que comenzaban a volver.

Escuché su historia de cabo a rabo, todo lo que tendría que poner en la ficha que Stark debía encontrar. Algunas me parecieron algo ilegales y dudé en si ponerlo o no, pero conociendo al Tony S. de mi universo eso no supondría ningún problema para ocultarlo o hacerlo de menos.
Asentí varias veces y no tomé apuntes de nada, pues me acordaría de todo sin lugar a error. Tampoco me paré a pensar si a Doug le parecería raro o si se habría dado cuenta de ese hecho, pero no le di mayor importancia y me pasé una mano por el pelo.

-Haré todo lo que pueda, Doug. Pero no puedo prometer nada. Dependes de Stark a partir de ahora...- le dediqué una mirada un poco más duradera de lo profesionalmente estipulado y me marché, saludando a los gorilas de vuelta a mi despacho.

Una vez en mi cubículo, me senté frente al ordenador y busqué la ficha de Doug para después pulsar el botón de "Editar".

*Introduzca contraseña de seguridad*
¿Contraseña? ¿En serio?, pienso. Pongo los ojos en blanco y me acomodo para entrar en la cabeza del joven y dócil informático que tienen en practicas en Arkham. El pobre no sabe dónde ha ido a parar, como tampoco sabe que o le echan la semana que viene o se quedará aquí el resto de sus días... como paciente. Fue tarea fácil dar con la contraseña en sus recuerdos, por lo que pude editar el archivo de Douglas con rapidez y eficacia.
*Archivo correctamente guardado*

Suelto el aire que no sabía que estaba guardando y me dejé caer sobre mi butaca, esperando de veras que Stark encontrara a Doug.