[Cuervos de Sangre] Maldito remedio. [Gwen Stacy, Edward Jhones]

[19 de Abril del 2019]

La figura apareció de golpe sorprendiendo al exorcista. Todo había sido preparado de forma meticulosa aunque por la situación que le había relatado Lorenzo por teléfono no estaba seguro de que fuese a presentarse alguien siquiera. Se percató de que algo no iba del todo como se había esperado. En teoría, el español se presentaría acompañado de un joven asistente. Los dos llevarían a la persona aquejada de una posesión hasta el piso franco que le había facilitado, bastante aislado en una zona de las afueras. Lo bastante lejos de las cajas vecinas para que nadie que hubiera ido a vivir la tranquila vida del extrarradio pudiese verse perturbado por los posibles sonidos que acabarían por salir de aquel sitio a causa del ejercicio de su profesión.

Una silueta lánguida y de apariencia apenas viva brotó en el interior del escenario que había preparado. No se había cortado un pelo a la hora de pedir todo lo que consideró oportuno, tanto para asegurar la situación todo lo que podía, como para sacar algún que otro beneficio extra de paso. Con el añadido de que le había permitido también ver qué tipo de demandas era capaz de satisfacer el español con poco tiempo disponible. Se había apañado para conseguir todo lo que el había pedido. Desde la arena del monte de los olivos, hasta el agua del jordán. Incluso había sido capaz de llevarle cuatro huesos de ángel que había colocado con primor en cada uno de los puntos cardinales, de manera que en contacto con la sal y el resto de componentes crearan un círculo de contención idóneo.

Habían contemplado también el escenario de emergencia, que era precisamente el que había acabado dándose. Le había informado de que en caso de que hubiera problemas, tenía medios para transportar al poseso al interior del círculo. Incluso si el español no se presentaba, su objetivo era sencillo. Fuese quien fuese el que se presentara, tenía que realizar un exorcismo con éxito para librarle del demonio de turno que había decidido de hacer de su cuerpo su nueva ciudad de vacaciones. Algo que habría sido mucho mas fácil de no haberse encontrado en la situación en la que se hallaban en ese momento, con el poder demoníaco siendo lo bastante fuerte como para complicarle la tarea el doble o el triple, siendo las reliquias sagradas uno de los objetivos a destruir por esas bestias, y viviendo el mismísimo infierno en la tierra.

La criatura que se presentó era diferente a la que esperaba. Una joven mujer de ojos extenuados y expresión apagada. Estaba tendida boca arriba, inmóvil en principio, con un pequeño artefacto en la boca que se cayó a un lado nada mas llegar, como si no tuviera fuerza para mantenerse mas tiempo entre sus labios. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, y su cuerpo mostraba manchas de porquería y sangre coagulada. Igual que su cuello y sus labios. Cualquiera habría pensado que acababa de enfrentarse a bocados contra una bestia salvaje. A pesar de que el rastro era bastante grande, no justificó la peste a sangre que se esparció a través de toda la habitación, como si emanara de las propias paredes. Cada vez más y más profunda y penetrante.

Edward estaba acostumbrado a presencias violentas o agresivas. A pequeños cuerpos que doblaban o triplicaban la fuerza de un humano. A moratones, torceduras, luxaciones, movimientos y posiciones imposibles, sangre, estigmas, heridas, ataduras, vómitos, espumarajos, y otro sin fin de efectos secundarios. No estaba tan acostumbrado a la imagen de una joven que, salvo porque parecía recién salida de un escenario de guerra, no mostraba ningún otro síntoma de una posesión.

Parecía tan... triste. Tan... normal.

¿Acaso Lorenzo se habría equivocado?

Podría ser. Pero otra cosa que sabía de sobra Edward y que la vida le había enseñado de mala manera, era de no fiarse de nada ni nadie por inocente que pudiera parecer. Decidió que era un buen momento para empezar la tarea, a pesar de que el español siguiera sin aparecer. Si Gwen Stacy estaba poseída o no, pronto lo sabrían.

[FDP: Lorenzo tardará un poco en llegar. Podéis ir posteando vosotros unos pocos turnos, y yo me uniré un poco más adelante, para ser coherente con los acontecimientos del post. Lo vuestro sucede el 18, acto seguido de lo que pasa en Devorar y Sesgar. Lorenzo llegará en la madrugada, tras dejar a Shawn en buenas manos y escapar de allí, es por eso que la fecha está ubicada en el 19. Para cualquier duda o problema, ya sabéis donde encontrarme.]

Los humanos nunca somos conscientes de hasta donde estamos dispuestos a llegar ¿Cuál es la línea moral e invisible que separa nuestros actos entre la nobleza y la pureza? ¿Cuándo un héroe pasa a convertirse en un villano? Probablemente lo que estaba a punto de suceder en aquel piso estuviese más cerca de la línea del mal que de la de la bondad y, mientras liaba un cigarro con calma, Edward Johns se daba cuenta del abismo de oscuridad en el que su vida había ido cayendo poco a poco. Encendió el cigarro y dio una calada mientras examinaba el material minuciosamente, Lorenzo le había conseguido todo el material, eso era bueno, ya cuando se conocieron había sospechado que el tipo tenía un gran potencial, pero ahora lo confirmaba, si explotaba bien su relación aquel hombre sería una mina de oro. Un destello de luz le puso en alerta, tiró el cigarro al suelo y lo pisó, listo para la acción:

- Ya era ho... - Su frase se quedó a medias, esperaba que el español apareciera con su ayudante, pero en su lugar allí sólo había una chica, empapada en sangre, tierra y con la mirada confusa, puede que Lorenzo estuviera muerto, ahora ya no tenía sentido preocuparse por eso, ahora... Ahora tenía que hacer su trabajo: - Dios bendiga este hogar y a todos los que en él moran. - Extendió su brazo hacia la chica mientras ella miraba confundida a los lados, buscando una pista de dónde podía encontrarse ¿Sabía ella lo que sucedía? No era la primera vez que el exorcista intentaba ser engañado por un demonio y, hasta donde sabía, todo lo que estaba sucediendo era lo bastante gordo como para no permitirse un error: - Estas encerrada entre los restos sagrados. - Señaló con la punta de su dedo índice derecho a la chica, con firmeza y sin titubear, con un tono imperativo:

- Me dirijo a la criatura que reside en el interior de este cuerpo... - Con la mano izquierda rebuscó en el interior del cuello de la arrugada y sucia camisa blanca que llevaba y sacó un rosario con cuencas negras y plateadas, que envolvió alrededor de su mano derecha dejando suspendido en el aire un crucifijo de plata con un Jesucristo decorandolo que, con una angustiosa y lastimosa mirada que apuntaba directamente a Gwen:

- En el nombre del señor, me dirijo a la criatura de tu interior, revela tu nombre. Muestrate. - El círculo de sal lanzó un ligero destello dorado ante las palabras del mago, como si se tratará de una hoguera avivandose ante un golpe de viento.

Una risotada, esa fue la respuesta de Edward al demonio cuando le sugirió que le dejara marchar y ya está: - Claro colega, y después nos iremos a tomar una cerveza al pub de la esquina ¿Qué te parece? – Se acercó con calma a la caja de material que Lorenzo le había entregado hacía unas horas y la abrió mientras escuchaba lo que la chica le decía, rebuscó en su interior mientras le daba la espalda a Gwen: - Tienes algo que pertenece al mundo humano, esa mujer…- Miró de reojo como su prisionera intentaba escapar y el círculo hacía sus efectos, sonrió y volvió a lo suyo: - Te sugiero que no vuelvas…- Cogió algo del interior de la caja y la cerró: - …A intentar hacer eso. –

El exorcista se mantenía frío como un tímpano de hielo, no podía permitirse sentir nada, cualquier pequeño resquicio, cualquier pequeña brecha que le dejara era un punto de entrada para el demonio, algo a lo que aferrarse: - Así que eres el demonio de la pereza…- Dio un par de pasos hacia el círculo, jamás había enfrentado a un demonio tan poderoso, pero en aquel juego todo se trataba de dos cosas: - Belfegor, hijo de Trigon…- El conocimiento era la primera clave para ganar y la segunda…

Edward mostró al demonio el objeto que había extraído de la caja: - …Voy a hacer que abandones este cuerpo, te lo puedo asegurar. – La segunda cosa era la voluntad...Se trataba de un bote de vidrio lleno de polvo, con una tapa metálica de color plateado, en el interior flotaban dos esferas blancas gelatinosas con unos filamentos rojizos enganchados…Si Gwen se fijaba mejor podría darse cuenta de la pequeña pupila negra que había en las dos esferas, y en el iris marronáceo y apagado que la rodeaban:

-Estos son los ojos de Santa Lucía…- Se los mostró al demonio con una sonrisa, pudo sentir un temblor en el cuerpo de la criatura al oír la mención a un santo. Aún estaba fascinado del hecho de que Lorenzo los hubiera podido conseguir tan rápido: - La portadora de luz…Sus ojos fueron arrancados de las cuencas mientras seguía con vida, y con ellos una parte de su don se perdió…- Abrió la tapa lentamente y cogió uno de los ojos, mostrándoselo a la criatura…Luego lo llevó hacia si y abrió la boca para introducir el glóbulo ocular en su interior lentamente…El primer instante fue terrible, sintió arcadas al masticar el ojo, que desparramó líquido caliente sobre su lengua al desgarrarse, cerró los ojos y volvió a masticar para posteriormente tragarse aquella asquerosidad.

El bote le cayó al suelo y estalló en decenas de trozos, el segundo ojo de Santa Lucía quedó sobre el suelo encharcado y Edward se llevó una mano a la cabeza y otra al estómago, sentía como cada fibra de su cuerpo maldito repudiaba el objeto que acababa de consumir: - Solo un minuto…- Cerró el puño con rabia y abrió los ojos, ahora blancos sin ningún tipo de pupila en ellos y sin embargo, con la vista más clara que nunca…

Veía la habitación iluminada por todo tipo de colores, cada objeto tenía un aura diferente, algo que le hacía diferente, una esencia diferencial…Miró a la chica, podía ver dos auras entremezcladas, una negra, oscura y pesada como la muerte, otra amarilla, vivaz, enérgica: - No voy a matarte cariño…Pero esto va a dolerte. – El exorcista extendió su brazo derecho hacia Gwen, no solo podía ver su aura, podía tocarla, la sentía…Agarró aquella ponzoña oscura que emanaba de la chica, la agarró con su diestra con fuerza y notó como esta se enredaba alrededor de su brazo:

-Belfegor, hijo de Trigon…Oye mis palabras. – Empezó a tirar con todas sus fuerzas, era una tarea complicada, Belfegor estaba muy ligado a la chica, sus auras estaban entrelazadas, cosidas como por un hilo invisible que las estaba empezando a convertir en una sola: - ¡Belfegor! ¡Te lo ordeno! ¡Abandona este cuerpo! – Edward volvió a tirar, el proceso era increíblemente doloroso, tanto para él, que sentía como el demonio intentaba arrastrar su esencia como para la chica, que sentía como el exorcista estaba tirando de su alma para intentar retirar el parásito que se había adherido a la misma, cómo una poderosa fuerza que estuviera intentando arrancarle el corazón del pecho.

Las paredes, el suelo, los muebles y la estancia en general vibraban, como si estuvieran emitiendo un agudo chillido, un lamento de miedo y dolor al unísono que parecía el terrible canto de una misa funeraria. La propia habitación parecía que fuera a derrumbarse sobre ellos.

Llegar hasta allí fué un suplicio. Después de perder el conocimiento durante unos momentos, había vuelto a recuperarlo para verse atendido por los paramédicos, de camino a quién sabe qué lugar. Le habían puesto suero, glucosa y realizado las curas necesarias para estar seguros de que no estaba herido de gravedad. Aún así, todo su cuerpo se sentía como algún tormento pensado por alguna de esas retorcidas deidades griegas a las que les satisfacía encontrar las peores maneras de atormentar a los mortales. Haber tenido que cargar a Shawn, al que había dejado bajo la custodia y cuidado de Dinah, la mujer a la que había sacado de aquella repugnante crisálida verdosa, sólo le recordaba que tenía otro lugar al que ir en ese momento.

Con sus últimas fuerzas, alcanzó el mechero que se encontraba en el interior de sus ropajes y lo accionó, desapareciendo del lugar mas rápido que un pestañeo, dejando al hombre que le atendía con un gesto de absoluto desconcierto, mientras veía como las agujas de la vía colgaban del lateral de la camilla y vertían al resto del contenido entremezclado con las gotas de sangre fresca, que probaban que todo eso no podía ser una alucinación.

Su cuerpo apareció en el interior del piso franco. La náusea que de manera habitual acompañaba a los primerizos no hizo acto de presencia, incluso a pesar de encontrarse en ese lamentable estado. Tenía más que superados los efectos secundarios de la forma de traslado que hacía posible a la MKL estar presente allí donde se la necesitara. Llegó justo a tiempo para que su silueta, al otro lado del círculo de sal que mantenía a la joven poseída en su interior, se recortara en forma de un aura de color borgoña tiñendo el fondo del espectro a través del cual Edward, el exorcista, trataba de separar la ponzoña de la influencia de pereza de la colorida luz cálida que desprendía la de la spider, que incluso llena de un penar que ninguno conocía, no podía enturbiar su espíritu vibrante y vivo.

Escuchó a la joven gritar de un modo desgarrador, activando todas y cada una de las alarmas de su cuerpo. Con la tensión reptando a través de cada una de sus fibras musculares, sus horripiladores erizaron cada vello del cuerpo, obligándole a contener un temblor de puro miedo. Había escuchado esos gritos sin cesar, atrapado en la orgía de muerte y violencia que era la iglesia de sangre. Haciendose pasar por uno de ellos. Viviendo en el ambiente inhumano viciado.

- ¡SÁCALO DE AHI! ¡VAMOS!- gritó al exorcista, con un tono animoso que hizo eco incluso sobre la estructura que amenazaba con derrumbarse sobre ellos. El brazo extendido de Edward temblaba como si estuviera haciendo una fuerza sobrehumana, y durante un instante de duda, el español llegó a pensar que con un crujido horrendo en cualquier momento se partiría en alguna dirección que no fuera la natural. Trataba de que sus gritos se oyeran sobre las súplicas de muerte de la chica, intentando hacer que él las desoyera. No podía centrarse en la humana en torno a la bestia.

Ahora no.

Con todo el esfuerzo que una persona ponía impeler en la mas ardua de las tareas, la joven comenzó a distanciarse de Edward. Algo que para un humano corriente habría sido imposible. Lorenzo quedó paralizado durante un momento, asombrado de la capacidad de la que estaba haciendo gala la joven. Empujaba hacia el otro lado con alguna intención, y de hecho, aquel alarde de potencia estuvo a punto de hacer trastabillar al exorcista a causa del repentino tirón, pero Edward no era tampoco ningun novato. Afianzó sus pies en el suelo y se inclinó hacia el otro lado, haciendo que lo que fuera que le aferraba la mano se distanciara más y más de ella.

Algo retumbó en su fuero mas interno. Una especie de indicación instintiva, como un eco. Contraviniendo toda la información que conocía, se acercó hasta lindar con el círculo de sal. Edward podría comprobar entonces que el Español introducía las manos en el interior, agarrando a Gwen desde su espalda, pasando cada uno de sus brazos por debajo de las axilas de ella, flexionados hacia él en posición vertical para facilitar la firmeza de su agarre y tratando de ayudarla con su retroceso, combinando su esfuerzo para alejarse de él. Los zarzillos negros salieron disparados hacia el español, dispuestos a enrroscarse en aquel cuerpo que prometía menos dolor que el de la Spider. Ahí estaba...

Su salida.

AAAAAAAARGHHHHHHHAAAJAAJAAAJAAAJAAAJAAAAAAAAAA- sus gritos se convirtieron en una cascada risa triunfante, cuando pensó que las tornas se habían vuelto en su favor.

Le utilizaría para escapar a través de él. Poseería su cuerpo, rompiendo así el sello. El puente que necesitaba sobre el círculo de sal.

En el mismo instante en que trató de introducirse en él, solo Edward, que había comido el ojo de Santa Lucia podría ver el increíble cambio que transmutó el aura de Lorenzo. Su energía, de un intenso color granate, cambió de manera repentina en el mismo instante en que la negra energía de Pereza trataba de poseerlo. Su aura se encendió con un instenso color blanco tan puro que irradiaba toda la estancia, recubría cada centímetro de su cuerpo de una manera tan potente que hizo que al Exorcista le molestaran los ojos.

- ¿QUÉ? ¿¡QUE ES ESTO?! - Exclamó entonces contrariada la voz de la entidad demoníaca, incapaz de comprender de dónde salía aquella hondonada de magia pura, bondadosa e inocente, que no había sido capaz de percibir hasta entonces.

Por que había estado oculta en su interior, desde el mismo día en que le había salvado de ser poseído por Lujuria.

El alma de Raven hizo acto de presencia, ayudándole cuando más la necesitaba. Rescatándole, sin que él lo supiera, una vez más. Sabedora de que las fuerzas demoníacas mermadas del "hermano" de su contraparte oscura nada podrían hacer en ese estado para superarla. La luz impidió que los zarzillos pudieran asirse al español, y descubrió que había aflojado su influencia sobre Gwen demasiado pronto al creer que podría cambiar de cuerpo. Bramó de un modo oscuro y torrencial, haciendo que de la estancia comenzaran a caer pequeños cascotes, abriendo grietas en suelos, paredes y techo, al dejar escapar su rabia encendida.

- ¡AHORA! - grito desde algún lugar visceral, al tiempo que volvía a tirar.

La criatura se replegó sobre Gwen, abrazandose con fuerza a sus piernas llena de una urgencia que sólo podía explicarse con la desesperación mas absoluta. Prefería quedarse en aquel cuerpo que dolía como un millón de torturas, porque sabía lo que significaba renunciar a él. Sin un recipiente, sólo le esperaba la extinción.

La muerte.

Sintió como el esfuerzo se aflojaba del cuerpo que sostenía. Como si estuviera por perder las últimas fuerzas. Edward tampoco podría aguantar mucho más haciendo aquel esfuerzo extremo. Él estaba haciendo uso de unas fuerzas que ni siquiera comprendía de dónde provenían. Estaba convencido de que se desvanecería de un momento a otro. Entonces, con un instante de lucidez, recordó lo que la chica le había pedido cuando aún era consciente.

- ¡Le he salvado! - gritó entonces, sin saber porqué. - ¡Esta vivo! ¡LE HE SALVADO! - una oleada de comprensión sacudió a Gwen, haciendole entender a lo que se refería. Sintió el fuerte agarre de Lorenzo tirando de ella hacia atrás. Apoyándola. Sosteniéndola.  

Sintió que la fuerza que la había abandonado le nutría de nuevo los músculos, con una inusitada e intensa inyección de adrenalina.

El último esfuerzo le pertenecía a ella...

Y si había algo de un spider que sobresaliera más que su rapidez, su elasticidad y su fuerza, era, sin lugar a dudas, su fuerza de voluntad.

Todo sobre su cabeza se derrumbaba. Bajo sus pies cedía. Con cada uno de los golpes que Gwen daba en el suelo, el terreno se hundía dentro de aquel círculo de sal, en el que Pereza quería mantenerla presa. Los gritos de la muchacha le abrieron una herida candente en el cerebro, como si con cada uno su cuerpo recibiera una sobrecarga eléctrica que le obligara a tirar de ella más y más fuerte. En ese momento, muchas de las consideraciones que habría hecho desaparecieron. La apretó entre sus brazos sin pensar si le haría daño. Tiró de ella como si no le importara la posibilidad de dislocarle los hombros. Sólo podía pensar en una cosa, mientras la oía gritar.

Tenía que sacarla de allí.

Tenían que lograrlo.

En ese instante era lo único que le importaba.

Cada uno de sus músculos dolía. Cada tendon crujía. Cada hueso cimbreaba temblando por el esfuerzo continuado. Pero ignoró todas y cada una de las señales que le avisaba del colapso.

No se había recuperado del desmayo después de haber arrastrado a Shawn hasta la salida de la iglesia de sangre para fallar ahora. ¿Cómo podría sentarse cara a cara con el chico, al que le habían arrancado el brazo, para decirle que no habían conseguido liberarla? ¿Que ella seguía sometida?

Con cada tirón, una verdad dolorosa se imponía. Perdía fuerza. No sería capaz de permanecer en esa lucha mucho más. Aquel pensamiento desalentador comenzó a dolerle, en forma de unos pinchazos insoportables a la altura de los pulmones.

Al menos, hasta que la oyó gritar algo más que su propio dolor.

... hng… ARG…… ¡¡Q….QUIERO….. VIVIR!!

Sintió aquellas palabras retumbar en lo más profundo de su cuerpo. Se esparcieron como el eco en una cadena montañosa, todo lo que estaba temblando, de pronto, se detuvo. Lo que parecía a punto de dividirse, o hacerse pedazos, se compactó una última vez, con toda la potencia de que era capaz, y uniéndose a su grito tiró de ella con toda su fuerza.

Salieron despedidos hacia atrás cayendo sobre el suelo donde el Español amortiguó como pudo la caída de la Spider. De inmediato se incorporó sobre las rodillas para no perder de vista el círculo de sal, la liberó de la presa y la envolvió con sus brazos contra el pecho manteniéndola de espaldas a todo lo demás, como si de alguna manera eso fuese a impedir que el demonio se la llevara si no habían sido capaces de deshacerse de él. Fijó su vista borrosa en Edward que permanecía inconsciente al otro lado del círculo y también a los restos de Pereza que se carbonizaban en el aire ahora que ya no tenía ningún receptáculo que habitar. Sus ojos oliva se clavaron con vehemencia entonces en los restos casi extintos de la infame criatura que chilló desde lo más profundo de su ser mientras moría.

Quería poder decir que lo había presenciado todo. Tener la seguridad de que no había podido escapar. La absoluta certeza de que se había consumido por completo.

Y cuando la luz de sus rescoldos se extinguió contra el aire cargado de polvo, todo quedó sumido en la oscuridad. En el más absoluto silencio.

Los gemidos de la muchacha le devolvieron a la realidad. Sintió como una de sus manos temblorosas se dirigía por inercia hacia su nuca, abrazándola con delicadeza de nuevo, dejando descansar su mejilla contra su cabeza.

Y le embriagó un sentimiento de puro amor.

La había salvado. Y a Shawn. Y a Canario. A todos aquellos que se habían liberado de la tiranía demoníaca del Hermano Sangre y Raven.

A todos los que tendrían la oportunidad de volver con sus familias esa noche.

Y todos ellos le habían salvado a él...

- Estoy aquí. Estoy contigo. - notaba su respiración agitada, no sólo por el llanto. Uno que se reflejaba en su propio rostro, cayendo a través de sus mejillas y el rabillo de sus ojos verdosos. - Respira. Respira conmigo. - jadeo, recuperando el aliento. Tratar de mantener la calma mientras le azotaba las lágrimas le estaba costando muchísimo. La apretó contra sí con cuidado y se forzó a hacer respiraciones profundas. Aún con todo su esmero, sus labios temblaban, y cogía el aire entrecortadamente, tratando de hacer lo posible por contener sus propios sollozos. Acarició con suavidad la melena de la chica abrazada a su cuello. - Estamos vivos, Gwen...- las lágrimas no arreciaron, pero una sonrisa de absoluta felicidad se abrió paso en sus labios, a medida que se daba cuenta de que era cierto. - Estamos vivos.