Simpathy For the devil (Arion=abril de 2018)

No lo podía creer... ¡Al fin, un poco de paz! Desde que le habían traído desde el pasado a aquél nuevo mundo no había parado. Primero había tenido que ganarse la confianza de la Liga de la Justicia para demostrarles que venía de buena fe y que accedieran a devolverle sus objetos mágicos, y después se había visto envuelto en una guerra entre su Atlantis y la que había emergido tras la Colisión. Había permanecido atrapado en el fondo del océano durante todo el tiempo que había durado el asedio, y después había pasado varios días ayudando en la reconstrucción. Había tenido que pelear contra las bestias demoníacas que habían sobrevivido, y todavía no había tenido tiempo de ponerse a buscar la Ciudadela de su padre. Había pensado que la encontraría en la Atlántida, pero no había sido así, así que no le había quedado más remedio que regresar a la mansión de su antiguo yo en París. Allí era donde se encontraban la mayoría de sus objetos mágicos, la inmensa biblioteca esotérica de su otro yo y la esfera de adivinación. Si tenía alguna posibilidad de averiguar en dónde se encontraba su ciudadela era allí.

A pesar de todo lo que tenía por hacer, pensaba que podría al menos disfrutar de un poco de paz mientras se zambullía en las profundidades de la esfera de adivinación, mas algo rompió su concentración: las alarmas místicas habían saltado. Algo o alguien acababa de invadir la propiedad.

- Muéstrame -le ordenó a la esfera, y, de inmediato, la imagen de una hermosa mujer de largos cabellos violetas sugerentemente ataviada se formó en el cristal. Sus palabras resonaron claramente en su mente merced a la magia de la esfera:

Cucú arion, hacía tiempo que no te visitaba espero todavía estés como te recuerdo tan apetecible y que pueda lograr hacerte recordar viejas épocas  y conocerte más en profundidad  eso será beneficioso a mis planes.

Como siempre que una mujer elogiaba su aspecto físico, Arión no pudo evitar ruborizarse, en la intimidad de su estudio.

- ¿Pero... qué... quién es? -inquirió al alma que permanecía atrapada en su gema-corazón-. ¿Acaso somos... hemos sido...?

No logró terminar la frase, sintiéndose incómodo. Sabía que su otro yo había tenido una vida disoluta entregada a todo tipo de vicios y placeres, pero él nunca había sido así. Él había vivido siempre para el estudio, y sólo había amado a una mujer. Hacía bastante poco que tenía que lidiar con la situación de convivir con una versión de sí mismo 45.000 años más vieja y totalmente opuesta en muchos aspectos, y aún no llegaba a asimilar ciertas cosas.

- ¿Amantes? -respondió la familiar voz en su cabeza-. Oh, no... Somos enemigos... Viejos enemigos. Ten cuidado, Arión, por mucho que lo camufle bajo seductoras palabras y tentadoras maneras es una mujer muy peligrosa. Ella probablemente no sepa que tú no eres yo. Tenlo en cuenta.

El mago asintió, abrió la ventana del estudio y salió volando de la mansión, aterrizando en los jardines, delante de Tala.

- ¿Cuáles son tus intenciones y qué has venido a buscar, mujer? -inquirió con cautela, preparado para reaccionar si intentaba algo extraño.

Tala era la primera persona que había tenido trato directo con su otro yo que se encontraba en aquél mundo, y se le hacía doblemente difícil tratar con alguien que parecía saber tanto de él cuando para él era una completa desconocida. Era una situación particularmente extraña y confusa.

- ¿Para impres...? -repitió, sorprendido-. No, no lo he hecho para... -tartamudeó, azorado.

Allá en Atlantis el vuelo era su manera habitual de moverse, tan natural como podría ser para cualquiera caminar. No se le había ocurrido que en aquella época podría resultar raro, pero no era lo único que justificaba su desasosiego. Aquella mujer tenía algo que le hacía ponerse muy nervioso, y no sabía el qué.

No podía ser su gran atractivo; Arión había conocido mujeres muy hermosas en el pasado, algunas con belleza sobrenatural e incluso diosas. Era más bien su increíble seguridad y la confianza con la que se dirigía hacia él a pesar de saber que eran enemigos. Para Arión, la fortaleza de carácter siempre había sido un rasgo atractivo en una mujer, y Tala se comportaba como si pudiera saberlo.

Afortunadamente para él, el hechizo se rompió en cuanto mencionó a su hermano. Dio dos pasos hacia atrás cuando ella se le acercó, nuevamente en guardia.

- ¿Cómo sabes de mi hermano? No es posible que hayas hablado con él, ¡lo encerré en una prisión mágica hace 45.000 años! ¿Acaso ha escapado de algún modo?

Oh, no, no, no... por todos los nombres sagrados, no podía ser... A diferencia de él, Garn no había perdido ni un ápice de su poder; no podría enfrentarse a él, y menos sin haber recuperado los conocimientos de su padre atesorados en su Ciudadela. No quería ni imaginar lo que podía ocurrir si Garn estaba realmente libre...

Durante un momento su cabeza estuvo a punto de hacer una implosión ante aquella revelación. ¿Amante de su hermano? Jamás habría imaginado a Garn capaz de amar o de tener una relación relativamente duradera con alguien. Por lo que sabía, las mujeres sólo le interesaban para adornar su cama, y la mayoría de las veces ni se preocupaba por conocer sus nombres, pero antes de que pudiera llegar a procesar aquella información y reaccionar, la voz de su otro yo alcanzó su mente:

No la escuches, te está mintiendo. Garn fue encarcelado hace 45.000 años y nunca ha abandonado su prisión mágica. Tala no es tan antigua, es imposible que haya llegado a conocerle más allá de lo que haya podido averiguar sobre él en libros y crónicas.

¿Por qué inventaría algo así? ¿Qué sentido tiene? ¿Y qué finalidad?

Sorprenderte, confundirte, desarmarte... No la escuches, ése es su juego.

Ella se acercó más a él, quedando frente a frente y recorriendo su pecho con sus dedos.

Me hubiera gustado conocerte en un terreno más privado pero quien dice que no estamos a tiempo se que allí dentro hay un león dentro de un cordero no es así?

Arión le mantuvo la mirada, sereno. La mención inicial a su hermano le había puesto nervioso, pero ahora ya estaban las cartas sobre la mesa y había tenido tiempo para identificar la clase de persona que era Tala y los juegos a los que gustaba de jugar. La esencia de la magia demoníaca flotaba a su alrededor, igual que cuando había conocido a la sacerdotisa de Kr'rth, la cual por cierto también había intentado acostarse con él... sólo que por medios menos agradables que los que estaba usando Tala. Las alusiones sexuales sólo le incomodaban cuando eran planteadas en presencia de otras personas, pero el sexo en sí no albergaba tabúes en Atlantis, sino que era contemplado como algo completamente natural, al igual que la desnudez.

- Oh, sin duda podríamos, señora... mas es imposible. He entregado mi vida a la búsqueda de la superación personal y la consecución de metas más elevadas; el placer por el placer no significa nada para mí. El sexo carece de sentido si no va acompañado de amor, algo que, me temo, queda muy lejos de vuestro alcance. Ahora debo pediros que os marchéis; la presencia de una señora del Caos no es bienvenida en mis dominios, y no dudaré en recurrir a la fuerza si no me dejáis más opción -al decir ésto, sus ojos se iluminaron en un resplandeciente color verde sin iris ni pupila, alzó una mano, doblando hacia abajo meñique y anular, y un pentagrama de energía mágica dorada comenzó a palpitar a su alrededor, expectante-. No atacaré primero, puesto que habéis venido en son de paz, pero haréis bien en hacer caso a mi consejo.

- De acuerdo entonces, ¿parlamentar es lo que deseas? No sería la primera vez que señores del Caos y del Orden se reúnen para tratar asuntos de importancia en terreno neutral... y bien saben los dioses que mi morada desde luego no lo es. Acercáte, mi señora, y nos trasladaré a algún lugar en el que podamos celebrar este concilio en calma.

Ya no sólo se trataba de que su mansión no era un lugar imparcial, sino que en caso de que se llegara a iniciar una disputa entre ambos prefería que se desarrollara en un lugar en el que no corriesen el riesgo de herir a personas inocentes, a ser posible lejos de cualquier núcleo de población habitado.

Arión sacó de su cinto su daga mágica y trazó un pentagrama en el aire que se encendió con ardientes llamas místicas, incendiando el aire entre los dos. Arión le tendió la mano a la mujer, invitándola a cruzar junto a él. Mientras avanzaban daba la impresión de que se quemarían al atravesar el pentagrama de fuego, mas no fue así. Las llamas eran de un vivo color rojo, pero no irradiaban calor, y, al cruzar, se encontraron en un entorno muy distinto al que conformaba la plácida campiña francesa, en lo alto de las ruinas de una pirámide escalonada maya más antigua de lo que ningún arqueólogo podría imaginar al verla, en medio de una densa y tupida masa de árboles. Del silencio de los jardines de la mansión habían pasado a estar rodeados por los sonidos que realizaban un sinfín de animales e insectos de todo tipo: chasquidos, zumbidos, chillidos, gorjeos, etc. Hacía una temperatura bastante agradable, de unos 26 o 27 grados.


- Nos encontramos en África, en la pirámide en donde solíamos realizar nuestras reuniones los doce maestros magos del mundo en situaciones de necesidad.

En ese lugar, 145.000 años atrás, había conocido por vez primera a Majistra y a Garn, y era desde lo alto de aquella pirámide el lugar del que había saltado para interferir en el ritual que estaba realizando su madre, pereciendo en el proceso. Sí, había regresado al lugar de su primera muerte. Habían transcurrido tantos milenios y, sin embargo, la escena de su madre atormentando a su padre con su magia mientras los Doce Cristales de Poder giraban vertiginosamente en torno a su cabeza permanecía vívidamente grabada ante sus ojos, como si hubiera sucedido el día anterior. No pudo evitar un escalofrío al asomarse al borde y contemplar la caída.

- No se me ocurre un lugar más adecuado para tener nuestro parlamento. Los antiguos hechizos que garantizan la neutralidad aún siguen activos.

Caminó en torno a ella, mirándola con detenimiento.

- ¿Te parece más teatral así? Bien, y ahora, dime: ¿cuáles son los motivos que te traen realmente ante mí? Los verdaderos motivos. No me creo que sólo hayas venido buscando algo que por fuerza habías de saber imposible, siendo como dices que pareces conocerme tan bien. ¿Es para hablar de la Colisión? Me imagino que es algo que podría preocuparnos por igual a los dos. ¿Tienes alguna teoría o explicación acerca de lo sucedido?

Arión asintió y sonrió con gentileza ante sus palabras.

- En verdad es cierto. Tynan, el dios de la Balanza y el Equilibrio tenía la sagrada misión de impedir que Gemimn, diosa del Orden, y Chaon, dios del Caos, llegaran a tocarse, pues de hacerlo, toda la creación sufriría las consecuencias.

- ¿Tannarak? -inquirió al oír el nombre-. Me enfrenté a él una vez, cuando trató de atacar Atlantis... Era un mago muy poderoso, pero tuve la ayuda del Phantom Stranger -enarcó levemente la ceja, extrañado-. Creía que le habíamos destruido aquél día. ¿Acaso sigue vivo?

Se acercó más a ella, apoyando la mano diestra sobre la piedra que ella usaba de asiento.

- Te propongo una tregua, Tala, Reina del Caos, al menos mientras sepamos qué es lo que ha ocurrido con Omega y de qué manera se han desbalanceado las fuerzas que rigen éste universo.

Cuando ella hizo su última pregunta, su álter ego quiso enunciar la respuesta en su mente, pero él, simplemente se llevó la mano izquierda a la gema corazón que descansaba sobre su pecho, en cuyo interior se encontraba el alma de su viejo ser, y, con un cálido resplandor, ésta desapareció, dejando únicamente el uniforme azul.

- Ya basta de engaños -dijo con sencillez, mirando a la mujer-. Si vamos realmente a iniciar una tregua no pienso seguir ocultándote la verdad, pues no me siento cómodo con la mentira en ninguna de sus formas.  Tala, no soy el Arión que has conocido. Él falleció hace meses a manos de otro Señor del Caos que puede que conozcas, Mordru, el cuál expulsó su espíritu y poseyó su cuerpo. Yo fui invocado desde el pasado a través de un conjuro de teletransporte temporal para poder hacer frente al caos que se avecinaba con la Colisión. La última vez que vi al Phantom Stranger fue durante el ataque de Tannarak a la Ciudad de la Puerta Dorada 45.000 años atrás. Llegó a mí como un viajero en el tiempo, al igual que Tannarak. Estoy seguro de que mi otro yo tuvo muchas otras experiencias con él, como Señores del Orden, pero eso fue después de que me trajeran desde el pasado. Yo nunca tuve ocasión de verle de nuevo. ¿Quieres que intente localizarlos a él y a Tannarak?

La mujer le hizo dos revelaciones: la primera no le sorprendió, pues era algo que ya esperaba, mas la segunda... la segunda dibujaba un cuadro difícil de imaginar en su mente. Un Señor del Orden y una Señora del Caos... ¿amantes? Su padre, Caculha era un seguidor de la luz, y su madre, Majistra, una sierva de la oscuridad, pero el tiempo en el que había existido amor entre los dos fue antes de que el demonio del Mundo Oscuro la corrompiera y la hiciera adentrarse en la oscuridad. Después de eso sólo hubo desprecio entre ambos. Era difícil pensar que pudiera existir un equilibrio armónico entre dos filosofías tan opuestas, aunque según las palabras de la mujer su relación había sido de todo menos armónica. Bien... las palabras de Tala parecían sinceras, al menos en lo concerniente al sentimiento que parecía profesar al Fantasma, así que bien merecía la pena el intento. De todos modos le venía bien localizar a otros místicos con los que poder forjar una alianza en esa nueva era.

Los ojos de Arión se iluminaron con un resplandor dorado mientras el mago enviaba su conciencia al interior de su mansión de París, donde descansaba su esfera mágica. Una onda dorada comenzó a irradiar de su cuerpo en oleadas al tiempo que un reflejo parejo envolvía el atril sobre el que la esfera reposaba, haciéndola levitar unos metros antes de desaparecer en un estallido de luz.

De regreso en lo alto de la pirámide, la luz que envolvía al mago se apagó, así como el resplandor de sus ojos. Arión extendió la mano y la esfera apareció flotando sobre ella en el aire. Tras pasar la otra mano por encima, el interior traslúcido se vio envuelto por una neblina de color anaranjado y el mago se concentró, vinculando su mente con la esfera, utilizando su consciencia expandida para localizar las esencias de los dos hombres a los que había conocido tiempo atrás.

- Los he encontrado -anunció al cabo del rato-. Están juntos en un lugar llamado Gateway City. Acompañadme, mi señora -dijo tendiéndole de nuevo la mano después de hacer desaparecer de vuelta la esfera-; os llevaré hasta allí.