Cat Skills (Omega Dust) [16 de Abril 2018]

La luz solar derramaba los primeros Rayos sobre las Cat Skills, el paraje mas bello de Nueva York, donde especies animales y vegetales habían hecho suyo un terreno, aún hermoso y  bien conservado, a pesar de las fincas de campo esparcidas aquí y allá y algún lamentable vallado.

Los vallados deberían estar prohibidos en su opinión. Impedían que animales pasasen al otro lado , obligándoles a dar un rodeo absurdo y les costaba llegar a los improvisados riachuelos que bajaban de la montaña, pero aún así el paraje era hermoso, y por eso había decidido conducir un par de horas y tomarse un buen café caliente (aderezado con cacao y acompañado de un par de chocolatinas) que derramaba de un termo metálico, mientras veía amanecer.

En aquel momento, el espectáculo era grandioso. Todo era de oro y cobre, el dorado cálido del astro Rey se fundía con las encinas, y y las hojas resplandecían como si fuesen pequeñas joyas, aumentando también el contraste del verde esmeralda de la hierba y el de las rocas rojizas desparramadas por doquier.

Arriba, muy alto, cantaban los pájaros mil sinfonías diferentes, y el aire traía fragancias dulzonas y penetrantes que penetraban en el alma de Carl haciéndole sentir libre y sereno.

Tras contemplar un poco mas la escena, finalmente se tumbó, dejando con cuidado el termo bien cerrado a su lado.

Entornó los ojos y dejo que la vista del cielo ocultase sus demás pensamientos y visiones, algo que nunca le costaba mucho esfuerzo, a decir verdad, y aunque hacía algo de fresco, sabía que pronto los rayos primerizos acariciarían su cuerpo con suavidad, así que no se molestó en taparse mucho el pecho, dejando que solo la suave camisa azul le cubriese.

Una vez más, aquella imagen translúcida causada por el cortinaje rojo se descubrió ante sus ojos, un instante antes de que las limitaciones de su ser, su cuerpo, abandonara el nido de mineral que le daba cobijo. Había aprendido a tenerlo en gran consideración, como a cualquier otra parte de sí. Igual de necesaria e importante. Las suaves líneas de la entrada al mundo se dibujaron sobre el mapa de cristal antes de deshacerlo en pedazos, con los crujidos que ya eran para ella fanfarrias de bienvenida.

En una pequeña colina la roca desnuda mostraba veteados de aquel mineral, cuyo nombre había resonado en su interior durante su estancia. Narina. Así era como se llamaba. Esas eran las vibraciones que le pertenecían, y ella debía pronunciarlas, sacándolas desde su garganta, siempre que quisiera referirse a ellas…

Una vez liberada en compañía de Polnash, observó. La luz era de un extraño color en ese momento. Una pregunta surcó su mente y sus dudas se resolvieron con la misma velocidad. ¿Acaso ese era el mundo que había visto antes? Si. Lo era. Aunque quizá sus circunstancias fueran distintas. Era la primera vez que veía ese fenómeno, y poco a poco el cielo fue cambiando, bajo su fascinada mirada. Del mismo fondo del mundo brotaban poco a poco haz de luces lejanos. Siguiendo su estela empezó a caminar por el verde campo...

El tacto de la hierba fresca, ya familiar, acarició sus pies descalzos…

¿Podría llegar a coger esas luces con las manos? ¿O a ver qué fenómeno las producía? Puede que sólo necesitase alcanzarlas, y eso fue lo que hizo. Ando, y ando y ando…

Hasta encontrarse durante un momento junto a una presencia solitaria que, como ella, miraba al cielo. Sus ojos se aposentaron en él, como dos joyas rojas engarzadas de cristales violetas, azules y rosados. Ávidos de conocer…

De aprender…

Su mirada volvió a dirigirse hacia la luz, y mientras entreabría la boca de pura sorpresa, el amanecer se abrió camino entre las colinas…

Y de pronto, El Sol…

Por su parte, el joven no se percató de su presencia y continuó mirando al firmamento donde una cortina de nubes rojizas con delicados tonos purpureos pugnaban por combatir en belleza con la franja dorada que anunciaba la salida definitiva del sol.

En momentos como aquellos Carl se preguntaba algo sobre su vida pasada, quien había sido, si había sido feliz, si había sido siempre buena persona, y al final siempre llegaba a la misma conclusión: la de que si el podía contemplar aquello, era porque había bien en el fondo de todas las cosas, una fuerza positiva que barría la oscuridad y alejaba los temores...en momentos como aquellos, se sentía capaz de enfrentarse a una vida que no comprendía muy bien pero que aceptaba como algo irremediable y que debía tener algún fin, aparte del de prestar ayuda y llevarse consigo toda la felicidad que pudiera, felicidad que llegaba en las cosas y detalles mas pequeños,  solo dejando que los primeros rayos penetraran en su alma  y en su espíritu, calentaran su cuerpo físico y confortaran su mente, siendo uno con la Naturaleza, sin hacer nada mas que entregarse al ciclo de la vida.

Pasados unos minutos de relax extremo, se desperezó, satisfecho de poder conservar un recuerdo como aquel, moviéndose suavemente, mimando sus miembros con lentitud. Hasta que la vió.

Le pareció bonita, y si había algo fuera de lo normal en su apariencia, el no lo percibió.

Acostumbraba a ver solo lo que le transmitían sus impresiones, no lo que debía estar asociado a las normas convencionales, y por ello, la mujer le pareció un bello elemento mas en un marco incomparable y la miró de manera amable con sus limpios ojos azules, sin sentirse perturbado, curioso o molesto, y sonrió considerándose afortunado de poder compartir aquel momento.

Se perdió en las luces doradas, rojas, rosadas, que se volvían de una intensidad tal que las hacía blancas. Observó su cuerpo, al reflejar aquellas luces, como si formaran parte de su propia persona. El sol y ella compartían muchos colores. Quizá fuera él quien la hiciera ser quien era...

Durante mucho tiempo contempló ese fenómeno, hasta que la inmensa estrella emergió, mientras las que formaban parte de su aureola giraban suavemente, como dispuestas a compartir el bruñido baño de la luz de su compañero inmenso que emergía de la línea lejana del horizonte. La dama nívea se quedó allí, de pie, junto a la criatura solitaria que ahora se alzaba en el suelo. Sintió la calma de su presencia, inalterada por lo que contemplada, como si reflejase todo lo que ella tenía en su interior en ese momento, aunque la curiosidad del ser a su lado era mucho más limitada que la suya...

Entonces el Polynash llegó hasta su altura, después de haber dedicado instantes preciosos en olfatear con esmero la guarida de unos topos de campo que se habían visto fugazmente interrumpidos por el borboteo proveniente de los olfateos incesantes del protuberante hocico de la criatura peluda que la acompañaba. Entonces se acercó al hombre que acababa de hacer gestos y ahora la miraba. Sus ojos eran claros como la inmensa bóveda que se alzaba sobre sus cabezas...

La pequeña criatura alzó las orejas y se acercó a él con cautela, olfateando a su alrededor. Incluso se atrevió a apoyar en él las patas delanteras. En cuanto hiciera el más mínimo movimiento, saldría despavorido hacia los pies de quien a ojos ajenos cabría pensar que era su dueña...

La frágil joven le devolvió la mirada, sabedora de que acababan de compartir un instante en el tiempo, y que por un momento, ambos habían conocido a la vez la misma cosa...

El muchacho albergaba grandes sentimientos poéticos, pero no sabría expresarlos porque nacían desde lo mas dentro de si.

Para el, la belleza era algo tan natural como respirar, y todas las criaturas que convivían bajo el mismo sol tenían la misma consideración y el mismo derecho a estar allí que el y a disfrutar de algo que le nutría y alentaba. La vida era un regalo, y la compañía también, aunque fuese fugaz. Lástima que no todos pudiesen comprenderlo.

Y en una mente tan complejamente limitada como la suya, la sorpresa no tenía mucho cobijo donde acurrucarse, puesto que el rubio consideraba el mundo como propiedad de todos y si la criatura estaba allí, era porqué tenia derecho a estarlo.

Eso era todo.

Cuando iba a decir algo sobre el momento compartido casualmente , descubrió un animal juguetón que cambió su expresión de natural afable a absolutamente complacida, y su rostro se iluminó con una sonrisa enorme y amplia que arrojó mas luz a la escena.

Trató de tocarlo pero el animal se alejó y el se quedó con una sonrisa enorme contemplándolo.

-Eh, amigo, no te vayas. Espera...ah...vaya es un animal muy vivaz, dijo rascándose la nuca en un gesto ingenuo, en dirección a la mujer.

Presentarse así porque si le parecía un poco de acechador, igual solo estaba de paso y se iba sin mas, pero la educación le llevaba a decir algo.

El pequeño animal se acurrucó a sus pies, pero la larga cola recogida en torno a ellos se movía como la de un gato que estuviera dispuesto a juguetear. Daba breves sacudidas delatando su excitación pero aun estaba reticente a moverse de su sitio, como si no terminara de encontrar el valor para volver a acercarse a él. La dama observó la criatura y ladeó la cabeza, contrariada por la actitud de la peluda criatura...

Luego sus ojos volvieron a posarse sobre el rostro del joven. Entonces observo sus ojos, cristalinos, del mismo color que la hierba bajo sus pies. Era profundo y pacifico, como si formara parte misma del paisaje en que se veían envueltos. Las vibraciones que se proyectaban desde su pecho iban dirigidas hacia Polynash, pero la diminuta criatura no estaba capacitada para emitir ese tipo de ondas, que había comprendido, se llamaban "palabras"...

- Quiere... Oler todo. - añadió ella, con la cadencia de esas vibraciones que emergian del interior de su tórax, sonando cándida y dulce, con un eco que recreaba una voz masculina proveniente de un ser invisible que repetía todo cuanto ella decía, al unisono, susurrando en los oídos...

Luego, tras observar detenidamente, la dama tomo una decisión. Tras estudiar su postura la imito, sentándose. El Polynash correteo entre sus pies y después setumbo sobre la hierba a su lado, pacíficamente, aunque no perdía detalle manteniendo sus ojos entornados, en lugar de tenerlos cerrados del todo. La dama nívea se mantenía expectante, contemplando la criatura y sus cualidades. Tenia una de aquellas auras oscuras sobre el suelo, que ella no poseía...

Todos los esfuerzos porque el animal se acercase a el no dieron fruto. Aunque parecía juguetón no parecía querer dejarse tocar y eso le animaba más a seguir intentándolo, pero al final consideró mas prudente dejar que se acercase a el cuando quisiera y se contento con verle retozar por ahí, mientras observaba como la mujer se sentaba y la sonreía cálidamente.

Le gustaba la compañía, y mas cuando el paraje acompañaba a ello, consideraba que el solo hecho de poder absorber la energía de la tierra, de la Naturaleza era suficiente para sentirse vivo y a salvo. Baj el solo había pocas amenazas, y las que había eran débiles y se alimentaban de la oscuridad.Allí carecían de raices.

No obstante, había algo un poco fuera de lo habitual en las dos criaturas, y el pensamiento le hizo observarles un poco mas detenidamente, sin llegar a ser molesto. Carl era una de aquellas personas a las que alguien llamaría "observador" (aunque lamitad de las veces después no recordase apenas detalle alguno). La compañía no le molestaba, sencillamente le llamaba la atención.

Al fin y al cabo todos tenían un lugar. Incluso el.

-¿Como se llama? ¿Que raza es? preguntó , convencido de que el animalillo era un can de alguna especie.

Tan solo las profundas inspiraciones del Polynach rompían el silencio entre ellos. Eso y la respiración profunda y pausada de aquel ser que se encontraba descansando a su lado. Por el momento era incapaz de apartar sus ojos de aquel fenómeno de luz, que hasta entonces no había tenido oportunidad de ver. El sol seguía moviéndose, lentamente, pero se movía. Era capaz de percibir sus variaciones, los juegos de colores y vibraciones derivados de dicha condición.

El animal levantó las orejas, poniéndose rápidamente en acción. Correteó nerviosamente sobre una diminuta zona circular, y después de mucho olfatear introdujo el hocico en un pequeño agujero en el suelo. Luego dejó espacio y acto seguido emergió la cabeza de una pequeña serpiente que hasta entonces había dormitado en el grato cobijo del subsuelo. Levantó un poco el cuerpo para encararse al mamífero, al que dejó que lo olfateara como si no tuviese el menor miedo y obviándolo por completo, siguió su serpenteante camino en la tierra, en busca de alguna criatura que desayunar.

El Polynach volvió hacia su dirección, con un trote alegre y el hocico pegado al suelo, aunque daba la impresión de estar ocioso, más que siguiendo algún rastro.

- Es… Polynach. - la dama alzó las cejas, en apariencia levemente confundida. - Es lo que Él es… esas vibraciones le pertenecen. No se otras que le sirvan… - su tono parecía disculparse- Es Polynach. ¿Tu… tienes vibraciones? - preguntó, contemplándole con curiosidad - ¿Cuáles son las tuyas?...- la dama expectante…

Era un poco triste pensar que Ella no recordaba las suyas… aunque… quizá ni siquiera poseyera unas…

El muchacho estuvo un rato sin hacer gran cosa mas que contemplar al animal corretear por ahí.

Estuvo a punto de decir algo cuando vió que un ofidio le plantaba cara, porque si le mordía en el hocico podía hacerle daño de verdad. Una vez el tuvo un perro al que mordió uno de aquellos bichos y se le infectó la herida, estuvo  diez días curándolo.

Pero finalmente ambos se cansaron el uno del otro, al parecer y no pasó nada, así que Carl nada dijo y cuando estaba mas relajado pensando en la nada y en el todo escuchó la voz de la mujer, en una de aquellas situaciones en que te acabas de dar cuenta de que te hablan.

Levemente avergonzado , ya que su momentanea distracción se había causado a la preocupación por lo que seguía considerando un perro, la miró.

-¿Vibraciones? pues...¿si yo tengo? pues....no se, admitió rascándose la nuca. -Imagino que algo así debe haber...pero yo no lo llamaría...¿te refieres a algo así como...energía?, quiero decir...

Francamente era todo lo que se le ocurría. Todos los seres vivos tenían energía. Todos los seres tenían lo que el llamaba espíritu, o alma de las cosas, y estaba convencido de que todas las energías eran necesarias...

Su compañía resultaba grata. No era un hombre que la contemplara como a una extraña, sencillamente había aceptado su presencia, y eso, a pesar de su escaso conocimiento del mundo, le resultaba un cambio bastante agradable a las anteriores experiencias que había vivido hasta entonces. Su presencia en aquel mundo que iba descubriendo poco a poco era escasa, aún irrelevante, aunque ella no lo percibía como tal en absoluto...

Por primera vez tuvo tiempo de reflexionar las miles de preguntas que pugnaban por salir de su vientre, pero sin necesidad de pronunciarlas todas...

Como si todo sucediera a un ritmo tan pausado que le permitía seleccionar sin prisa lo que verdaderamente era importante plantearse...

- Energía...- repitió.

Luego, silencio...

Permitió que el tiempo pasara, mientras consideraba una buena explicación, y se planteaba ese nombre para lo que ella conocía por algo muy diferente. Algo que la había ofrendado la posibilidad de exponerse a ese mundo que estaba descubriendo...

- La energía está en todas partes... nos rodea... nos impulsa... - murmuró, para luego observar la dulce expresión pacífica del joven - Él es Polynach... - repitió, acariciándole el suave lomo, y le observó expectante, sin tener idea de como formular la pregunta que para todos era tan sencilla de hacer...

Sólo quería saber cuál era su nombre...

La chica era un poco rara. Era innegable. Pero el mismo era considerado raro, y había mucha gente así por el mundo...o más bien seres.

La definición de gente siempre le había molestado un poco porque era como...el término "gente" equivale a normalidad y el término "seres" o "criaturas" venía a ser como algo anormal, y era algo que le afectaba mucho, y de muy cerca. El mundo estaba lleno y no todos eran "seres" y eso no les hacía peores, ni mejores. Solo diferentes.

En fin. Cosa suyas. Tonterías seguramente.

La mujer también era guapa, aunque Carl no era un tipo muy dado a investigar en el terreno del flirteo o el atractivo sexual, ya que era un tema que le daba un poco igual.

Le gustaban mas las almas de los personas que sus cuerpos, aunque desde luego no era inmaculado, pero si bastante inocente, y poco dado a los vicios, y por ende no entendía las distinciones sexuales . Para el todo el mundo podía ser un posible compañero, todos eran válidos, siempre que fuesen fundamentalmente buenos, pero nunca llegó ninguno o ninguna, y tampoco lo esperaba. Los pocos que habían pasado fugazmente, nunca para quedarse, le habían bastado para dejar de esperar.

Por unos momentos permaneció ajeno a la escena. Las reflexiones, solían llevarle a un estado de paz absoluta en que no había pensamientos en su linda cabecita mas alla de la nada inicial mas acogedora, que solía verse interrumpida por algún pensamiento delirante y poco acorde con lo de que de verdad estuviese haciendo.

Y en aquellos momentos, no parecía muy inteligente la verdad, ya que ostentaba una expresión de media sonrisa en un rostro absolutamente ido con la mirada perdida, pero aquello duró apenas un minuto, hasta que sus claros ojos enfocaron de nuevo a la mujer.

Por un momento, se sintió culpable porque su pensamiento principal estaba ocupado por la apetencia absoluta y desesperada de magdalenas, una pulsión frenética que le estaba poniendo nervioso, pero eso no impidió que respondiese.


-Si, supongo que si...quizás unos tienen mas que otros , eso si...mmm

Sin poder evitarlo sacó de su bolsiilo una chocolatina, echando de menos tristemente una magdalena. Lamentaba ponerse a comer en aquella situación y que pareciese que no escuchase, pero tenía verdadero antojo.

-¿Quieres? Es chocolate con galleta... ¿puedo darle? ...ah...no soy un loco, y supongo que debería haberme presentado antes, me llamo...

Cuando iba a levantarse para ofrecerle la mitad del chocolate a la chica, tropezó y se cayó, cayendo a sus pies, lo cual no impedió que le ofreciese su mitad con una sonrisa humilde

-Carl...

Había permanecido quieta en su lugar, procurando no alterar el ritmo cósmico que desconocía y que tan fascinante resultaba a sus ojos. La inmensa bola irradiaba la luz sobre todo cuanto tocaba, alzándose cada vez más alto con un ritmo lento pero constante, en un recorrido que ejercía cada día, del que desconocía por completo...

Sufrio una distracción al comprobar como el ser con quien estaba compartiendo el momento, sacaba algo de algún sitio y lo desenvolvía con cuidado. Jamás había observado eso y comprobó con fascinación que pretendía ofrecérselo al olfateador, aunque desconocía el objetivo que esto pudiera tener en la criatura. Jamás había mostrado interés por nada similar a lo que el chico sostenía entre sus manos. Polynach se sentía atraído por los seres vivos, aunque mostraba en algunos muchas mas dedicación que en otros, como al observar al inmenso ser que residía bajo el suelo, allí donde había tenido su anterior experiencia del mundo...

Se disponía a responder a sus palabras, pero no le fué posible...

El joven se levantó, tropezó y se golpeó contra el suelo...

Sintió el vértigo de la caída, y luego, el dolor. Dió un respingo, ahogando una respiración. No había sido fuerte, pero sí sorpresivo y aquello hizo que una de sus finas manos níveas asiera el codo de la contraria, lugar en el que él se había magullado al caer. No había muestra de herida, moratón o contusión sobre su piel albar perfecta, pero la sensación de prurito producida por el dolor se amplió por todo el brazo, antes de comenzar a desvanecerse poco a poco, hasta desaparecer...

- Carl... es tu vibración. Es... - jamás había pronunciado esa palabra, pero al hacerlo su vientre sufría un extraño cosquilleo -... divertida... de decir. - sus ojos se posaron en él, de nuevo, sobre el suelo. Algo le impelió a moverse. Se levantó y ofreció una de sus quebradizas manos al joven, aunque su cuerpo delgado produciría inseguridad sobre cómo podría una criatura de esa frágil complexión le ayudaría a levantarse...

Bien, estaba muy bien.

Eso de ir por ahí haciéndose el galante con las damas y el amante benefactor de los animales era perfecto, y cierto era que  ganaba muchos puntos de cara a las señoritas, siempre y cuando después no te esmorrases como un vulgar patán en medio del campo, que al fin y al cabo es lo que había hecho y lo que era :nada mas que un gañán abufonado que se revolcaba como los idiotas por los caminos.

Primero se sintió avergonzado, luego levemente furioso,  y después dolorido, a la par que apenado. Su chocolate se había caido por ahí y ahora era pasto de la tierra (y seguramente las hormigas) y ademas, que narices,perder una buena pieza de dulce le fastidiaba un poco bastante y era capaz de comprender que levantarse a buscarlo no diría muchas cosas elegantes de su persona.

Después, tras un somero repaso de sus pensamientos, cuando decidió que solo se había magullado un poco y que pese al primer pinchazo de dolor, su rodilla herida respondía aceptablemente, quiso levantarse.  Encontró ayuda en la chica, aunque trató de no respaldarse demasiado en ella, porque parecía frágil y además no quería incomodarla mucho más.

Cuando se incorporó del todo,tras unos leves crujidos y chirridos de su pierna, y tras agradecer la ayuda prestada, se sentó de nuevo, con más cuidado, tratando de estirar un poco la pierna (puesto que le latía sordamente y sospechaba que le dolería en unas horas). Sacó un pañuelo sobado y de colores sospechosos del bolsillo, y se dedicó a frotar suavemente su labio inferior cuya herida había sido delatada por un sospechoso sabor a óxido.

No sabía muy bien que decir, puesto que era consciente de haber dado una lamentable impresión, pero como la chica no se había ido (aún) podía tratar de quitarle hierro al asunto, así que trás un silencio y pensar  brevemente en sus próximas palabras, y aunque el concepto vibración utilizado por la muchacha  no pareció convencerle mucho, no le quiso dar muchas vueltas. Igual en su zona lo llamaban así.

-Bueno,si... esto...lo siento, no era mi intención...mmm...¿divertido? no se, nunca lo había considerado así... ¿cual es tú nombre?...o...¿vibración? ¿tienes uno verdad?

Ahora la miraba con curiosidad, lo cierto es que era una mujer la mar de enigmática.

La fina extremidad blanquecina no era la única que percibía el inherente dolor producido por la caída. Las magulladuras del joven, reflejas en su propia carne, hacían que el dolor surcara corrientes en el interior de sus labios, e intensas descargas se concentraran sobre una de sus rodillas que, tentada a sujetarse de un modo ajeno e instintivo tratando de paliar esa cada vez más conocida sensación, clamaba por la ruptura de la piel desgarrada, y las lágrimas de sangre que manaban de ella en un cuerpo que no era el suyo...

Contempló a la criatura mientras adoptaba una nueva posición, parecida a la que había ostentado en principio, con un sutil cambio que imitó impelida quizá a comprobar el límite del conocimiento que podía adquirir por la mímesis que era capaz de llevar a cabo observando, aprendiendo de lo que la rodeaba...

Él mantenía su pierna, manantial de sangre, estirada sobre la hierba verde que había causado su caída, así la Dama Nívea se sentó junto a él, su extremidad albar recta de nuevo sobre un suelo que parecía incapaz de alterarse por un peso que el ojo estaba dispuesto a creer, pero el medio no traducía en su comportamiento al contacto con el cuerpo de la Mujer Sin Sombra. Abriendo sus ojos, gemas de cristal rojo salpicadas de galaxias violáceas palpitantes, móviles y cambiantes, la sorpresa capturó durante unos segundos su rostro, al comprobar que, en efecto, un sutil alivio, quizá en principio imperceptible, se abría paso en su sensibilidad. La nueva postura diluía apenas el dolor, pero lo conseguía de algún modo....

- No tengo...- su expresión se plagó de una incomprensible nostalgia, atezada por la naturaleza estoica de su rostro...

Los finos dedos de su mano se posicionaron sobre sus labios, al tiempo que el joven retiraba de ellos el rocío del agua de vida roja. Percibir nítido de todo aquel lugar que había sido impactado o magullado por la presencia del penar...

- ¿Cómo... lo has conseguido?...- su fina mano dirigida hacia la herida de su pierna, apoyada sobre ella sin provocar el mínimo atisbo de presencia, su contacto como una lívida sensación de cosquilleo propia de la caricia de una pluma...- El dolor.... se atenúa... ¿Cómo?...- la curiosidad volvió a encender sus ojos, en busca de respuesta. Para él, algo común...

Todo un milagro para la Mujer Sin Sombra...