Soul Drain (Tala) [04-04-2018]

Viene de aquí


El lugar en el que aparecieron se trataba de un suburbio solitario del lugar conocido como Gateway City, una ciudad portuaria situada en California, frente al camino que conducía a una vieja mansión de apariencia abandonada.

La maleza y las malas hierbas asomaban por entre las ranuras de las losetas que conformaban el camino, flanqueado por una sucesión de extrañas estatuas representando brazos gigantes que empuñaban espadas de piedra cubiertas de enredaderas formando una techumbre por encima de sus cabezas.

- La energía que he sentido procedía del interior de esa mansión. Percibo magia negra, pero debería ser normal si Tannarak está ahí.

Sin embargo, algo no cuadraba; Si el Phantom Stranger y Tannarak estaban peleando allí dentro, ¿por qué estaba todo tan calmado y silencioso?

No bien se hubieron adentrado en el camino empedrado que conducía a la mansión, las estatuas de piedra parecieron cobrar vida dirigiendo las letales espadas hacia ellos. La piedra era grande y pesada, por lo que carecía de la agilidad de movimiento que habría tenido un verdadero guerrero, por no hablar de una absoluta falta de habilidad y destreza, pero tampoco les hacía falta; sólo el tamaño y el peso eran suficientes para aplastarles si se descuidaban.

Arión notó el peligro a tiempo y se apartó, esquivando una de las pesadas estocadas. Si fuera sólo una no habría tenido mayor complicación, pero al ser tantas la tarea de evitar acabar hecho picadillo se volvía más ardua. Por fortuna, había recuperado sus objetos mágicos, y eso le permitió crear un escudo envolviéndole tanto a él como a Tala de manera automática, sin tener que perder el tiempo que habría malgastado formulando un pergamino. Una de las espadas se estrelló contra el escudo y se rompió en mil pedazos, y Arión aprovechó el hueco para salir levitando por el agujero llevando a la hechicera consigo.

Sin embargo, no habían terminado los peligros, pues, al descender, se encontraron con un demonio musculoso y achaparrado, con la piel amarilla, cuernos, ojos rojos y orejas similares a las alas de un murciélago, y en cuanto les vio, arrojó hacia ellos dos chorros de fuego a través de sus manos.

No iba a tener mucho tiempo; en cuanto Tala abriera el escudo iba a tener que arrojar un ataque rápido, a ser posible fulminante, que les permitiera deshacerse del demonio. Arión no se encontraba en su mejor momento, y aunque había recuperado sus objetos mágicos y amuletos, el hechizo que se estaba planteando le dejaría completamente exhausto. Sin embargo, no veía muchas más opciones; según su experiencia no iba a poder vencer al demonio usando ilusiones y trucos baratos, así que, en cuanto Tala abrió el hueco el Sumo Mago hizo un gesto con las manos, elevándolas como quien levanta un peso imaginario, y la tierra se abrió bajo los pies del demonio, escupiendo un géiser de lava hirviente que lo engulló por completo. Era una apuesta arriesgada, ya que por lo general los demonios solían ser invulnerables ante el fuego, pero aquél era un conjuro muy poderoso, y obtuvo incluso más efecto del que Arión habría podido esperar, pues el demonio se encontró a sí mismo gritando y retorciéndose para tratar de apagar las llamas. El precio, no obstante, fue elevado; el hechizo había consumido gran parte de las reservas del mago atlante, dejándolo tan debilitado que sufrió un vahído y se desplomó contra el suelo. Mientras tanto, el demonio había conseguido apagar el fuego y se estaba regenerando de las heridas a una velocidad asombrosa... No tardaría en volver a hacerles frente a menos que Tala hiciese algo.

- Querida, no podrías estar más equivocada -dijo una voz detrás de ellos.

Se produjo un sonido chispeante y, durante un segundo interminable, fue como si el universo entero explotara dentro del cuerpo de Tala, conforme el rayo de energía mágica impactaba de lleno sobre su espalda, quemándola con la misma furia que ardía en los infiernos.

Y, después, oscuridad...

Cuando Arión y ella despertaron se encontraban atados en una superficie circular vertical de apariencia y textura orgánica que parecía conformada por raíces, bulbos y flores muertas. Un desagradable olor dulzón envolvía el ambiente, y poderosas enredaderas reforzadas con magia envolvían sus cuerpos por completo, impidiéndoles moverse. El extremo inferior de las raíces estaba conectado a un asiento, y en torno a él se encontraban los prisioneros, por orden de izquierda a derecha: Tala, el Phantom Stranger, Arión, Vandal Savage y Tannarak.

Frente a ellos se alzaba una mujer esbelta enfundada por completo en una armadura dorada que le cubría hasta el rostro. La melena que escapaba por debajo de la corona astada era de un vivo color verdoso.

- Aaah... Esto ha sido un regalo inesperado -dijo con voz hueca detrás de la máscara mirando a sus nuevos prisioneros-. He perdido a Etrigan, pero a cambio he ganado otros dos inmortales. Ahora el encantamiento estará completo: Tala, dueña y señora de su propia parte del infierno; el misterioso Phantom Stranger, cuya existencia se perpetúa desde hace incontables años; Arión, que lleva caminando en éste mundo desde que la Atlántida se hundió hace 45.000 años; Vandal Savage, un hombre que lleva existiendo 50.000 años, y Tannarak, el hombre que engañó a la muerte a través de la alquimia.

>>Cada uno de vosotros ha sido bendecido con el don de la inmortalidad, cada uno de una manera diferente, ya sea por medios místicos, infernales o alquímicos. La máquina en la que os encontráis está diseñada para profundizar en el mismísimo centro de vuestro ser, y desde allí extraer la esencia de vuestra inmortalidad. Dicha esencia fluirá hacia mí, devolviéndome la belleza y la juventud que Merlín me arrebató, ¡ésta vez para siempre!

- ¿Y qué hay de nosotros, Morgana? -inquirió el Phantom Stranger-. ¿Qué quedará de nosotros cuando hayas drenado nuestra inmortalidad para recuperar la tuya?

- Nada particularmente grave... Simplemente viviréis lo que os quede de vida de acuerdo a vuestra condición física, envejeciendo como el resto de los mortales. No debéis preocuparos, todos vosotros os encontráis en el cúlmen de la salud y la juventud... Aún viviréis muchos años antes de morir. Podría decirse que ya habéis vivido demasiado, todos y cada uno de vosotros.

Dirigiéndose hacia una sección de la gigantesca planta-prisión, la hechicera accionó una especie de tronco bulboso como si de una palanca se tratara, y se sentó en el asiento en el que convergían las raíces.

- Que comience la tranferencia -anunció.

El sonido comenzó de manera casi imperceptible, más allá del espectro audible, para empezar lentamente a aumentar de intensidad, creciendo hasta penetrar a través de la carne y el hueso como si de un cuchillo afilado se tratase.

En ese momento, aprovechando el momento de concentración total de Morgana mientras iba recibiendo las energías vitales de sus prisioneros, el demonio que se había enfrentado contra ellos en el exterior de la mansión apareció y se deslizó sigilosamente a través de la sala hasta llegar a la máquina orgánica, trepando por las enredaderas para llegar hasta Tala, quemando sus ataduras y reduciéndolas a cenizas.

- Tenéis suerte de que mi poder regenerativo me haya permitido recuperarme a tiempo -le susurró el demonio-. Mi nombre es Etrigan y soy una fuerza de la luz y el Orden. Morgana me marcó con una runa de obediencia, haciendo que no me quedara más remedio que cumplir su voluntad, mas, por fortuna, el hechizo de desintegrar que me arrojásteis disolvió la marca y ahora puedo volver a ser yo mismo de nuevo. Os aconsejo que utilicéis el mismo conjuro sobre ella antes de que sea demasiado tarde...

El dolor era abrumador, provocando que Arión se retorciese entre las enredaderas tratando de liberarse, por más que el Phantom Stranger lo observase todo sin inmutarse, como si aquella terrible agonía no le afectase.

Estaba muy débil cuando Tala le liberó, pero no cuestionó su mandato porque era muy consciente de que era la única oportunidad que tenían contra aquella bruja.

Tala liberó su poder en la forma de un mortífero rayo y él hizo lo propio, haciendo los pases necesarios para formular el conjuro extendiendo el pulgar y el índice hacia Morgana al tiempo que mantenía flexionados los restantes dedos, y un cono de energía color esmeralda se unió a la magia oscura de la mujer, confluyendo en una poderosa descarga de orden y caos que terminó por reducirla a cenizas que se filtraban por entre los huecos de la armadura, que acabó desparramándose en piezas huecas por el suelo.

Mientras tanto, Etrigan había terminado de liberar a todos los demás.

- Ha sido un espectáculo muy divertido -dijo Vandal Savage-. La inmortalidad tiene grandes ventajas, pero al mismo tiempo acarrea la maldición que viene sujeta a toda existencia infinita: el aburrimiento. Puedo decir que la tarde de hoy ha sido, cuanto menos, interesante. Y por cierto, reina del infierno, creo que le interesará saber que Tannarak se ha escabullido.

Era cierto; el hueco que había ocupado el hechicero estaba libre y no se le veía por ninguna parte; había desaparecido en cuanto había visto la oportunidad.

- Arión, volvemos a encontrarnos -le saludó el Phantom Stranger estrechándole la mano antes de volverse hacia Etrigan-. ¿Y tú, qué vas a hacer ahora que Morgana ya no está? ¿A dónde irás?

- Estoy condenado a vagar sin encontrar jamás un hogar -respondió el demonio en su particular y arcaica manera de hablar-. Pero aunque mi forma nacida del fuego del infierno debe siempre vagar sin descanso, el mortal en cuya forma habito tiene por el momento razones para estar en ésta ciudad, así que me marcho -anunció abandonando la mansión.

- Si no os importa, yo también me marcho -dijo Savage, y Arión no se lo impidió porque no le conocía.

Eso les dejaba solos a él, Tala y Phantom Stranger, el cual les miró y miró a la mujer.

- No esperaba encontrarte aquí, Tala...

- Tala... No me cansaré de decírtelo -replicó el hombre en tono neutro pero firme, apartándola de sí-. La noche y el día no pueden coincidir, por la misma razón que la luna nunca conocerá el sol. Mi destino no es otro que oponerme a ti. Pero no hoy.

Se volvió hacia el atlante.

- Arión, imagino que lo habrás notado; algo o alguien está interfiriendo en el flujo normal de las energías místicas y no sé si guarda o no relación con lo que le ha ocurrido al universo. He intentado localizar el origen de dichas perturbaciones, pero sea lo que sea, no he podido encontrarlo. Imagino que no habrás tenido más suerte, dado que aún te estarás aclimatando a ésta época, ¿no es cierto? Ah, sí -continuó ante la expresión de sorpresa del mago-, sé que no eres el Arión de ésta era. La noticia de su muerte no pasó inadvertida para mí, y dado que utilizas el mismo uniforme que vestías cuando fui a ayudarte a proteger tu ciudad de las fuerzas de Tannarak hace 45.000 años, la conclusión ha sido obvia.

- Hum... Bueno, es cierto que no me encuentro en mi mejor momento -admitió el aludido-. Cuando abandoné mi tiempo había perdido mi poder, y aún me estoy acostumbrando a los diferentes amuletos y artilugios mágicos que utilizaba mi otro yo. Requiere de tiempo volver a habituarse a canalizar y transformar las energías místicas después de varias décadas, aunque imagino que todo será más sencillo cuando consiga encontrar y recuperar la Ciudadela de mi padre.

- Bien... te deseo suerte con eso -dijo el otro mientras se colocaba bien el sombrero-. Supongo que tendremos que esperar a que se produzca alguna otra anomalía en los flujos místicos antes de poder hacer nada.

Antes de marcharse se dirigió hacia la hechicera una última vez.

- Te lo ruego, Tala: no interfieras. Lo que está ocurriendo en el universo no es natural, y la balanza que existe entre el orden y el caos debe ser preservada en éstas circunstancias más que nunca, o, al menos, no alterada por nosotros. Hasta que no sepamos lo que sucede, los señores del Orden y el Caos debemos mantenernos neutrales y establecer una tregua. Cualquier otra cosa no haría más que empeorar la situación. ¿Puedo contar con tu colaboración? ¿Con la de los dos?

Mientras observaba el intercambio entre ambos, Arión pensaba en la dualidad Orden-Caos; no pudo evitar pensar en Gemimn y Chaon, dos hermanos que deberían amarse y sin embargo estaban enfrentados por aquello que representaban. Y Tynan, dios del Equilibrio, siempre en medio para mantener la balanza...

Ésto le llevó a pensar en las fuerzas de atracción de los opuestos; la sacerdotisa de Kr'rth, Icestarr, y todas las enemigas que se habían sentido inexplicablemente atraídas hacia él, de la misma manera que Tala se sentía atraída por el Phantom Stranger. Desafiaba toda lógica y toda razón. ¿Acaso nos atrae aquello que no podemos tener? ¿Buscamos de manera inconsciente a alguien que nos complemente o es una especie de pulsión de muerte autodestructiva inherente a todo ser humano? Sin duda era algo para reflexionar, pero no aquél día. Aquél día ya había tenido suficientes emociones y tan sólo ansiaba descansar.

- Bueno, Tala, yo me marcho también -dijo una vez que el Phantom Stranger se hubo desvanecido místicamente en el aire-. Espero que la próxima vez que nos veamos siga siendo en éstas condiciones de tregua, y si no, queda en manos de los dioses. Que Deedra te acompañe -finalizó antes de sacar la daga encantada y abrir su camino de regreso al hogar. Conocer a Tala había sido una experiencia peculiar, pero interesante. Si volverían a encontrarse como amigos o enemigos, sólo el destino lo diría.