Plaga [13/12/2018] (Libre)

El haz de las linternas entró furtivamente en la oscuridad que había parido el derrumbe. Los dos obreros apartaron con las manos las motas de polvo y yeso que les cubrían. Aquél túnel no figuraba en el mapa de redes que les dió el capataz cuando empezaron las obras. Ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso. Pasaban dos minutos desde que acabaron el turno, estaban agotados y el susto de ver precipitarse la pared ante sus ojos no se lo iba a quitar nadie. Tenían cientos de excusas para no entrar, a las que se añadieron dos más: dos ojos rojos aparecieron de repente en mitad del aire, junto a un repiqueteo que se acercaba.

Los obreros dieron media vuelta, pero el tropel de siluetas negras como el túnel recién descubierto se abalanzó sobre ellos y los arrastraron hacia el interior.

El eco ignoró sus gritos.

* * *

Parecía que el mundo entero estaba pendiente del evento cuando en realidad solo era la apertura de una estación de metro. Un buen número de curiosos se amontonaban custodiados por la policía y la prensa. Incluso habían puesto un atril. La nueva red de metro revitalizaría el consumo navideño, que se acercaba a pasos agigantados. Los flashes cegaron a quienes osaron mirarlos, pendientes del protagonista absoluto: el alcalde, junto al cual posaban sus invitados, figuras importantes de la administración cuyas presencias en la inauguración haría más atractivo el proyecto. Entre ellos, y obviando el discurso pomposo del alcalde, estaba la ayudante del fiscal del distrito. Tan elegante como siempre, con su traje de chaqueta y abrigo largo a juego, dejaba claro que aquello era una obligación formal. Sus ojos azules y fríos sobrevolaron la muchedumbre hasta dar con la única civil a la que permitían el paso más allá del cordón policial: una joven de rasgos casi idénticos a los suyos, vestida con un jersey largo de color azul claro y mallas negras, con el pelo  tan blanco que se confundía con la nieve que empezaba a acumularse en las aceras. Ersy le hizo un gesto a su madre para animarla a aguantar el tirón, y los labios de la ayudante del fiscal temblaron casi imperceptiblemente al tratar de comedir una sonrisa. El discurso del alcalde continuaba:

- ...Porque ahora que se acercan la Navidad, más que nunca, tenemos que estar unidos, y con esta nueva red de metro podemos hacerlo realidad...

Un murmullo que nació entre el gentío se expandió hasta contagiarlos a todos. El alcalde siguió hablando, ignorando a su público hasta que ya no pudo más. Los periodistas de las primeras filas bajaron sus cámaras despacio, con gesto perplejo. Ersy también lo veía: de espaldas al alcalde y sus invitados, alguien ascendía por las nuevas escaleras del metro. Cuando llegó arriba, su silueta recortó el sol. No era su gran altura lo que les tenía a todos con la boca abierta, ni la oscura túnica que le cubría, los guantes, el bastón negro ni el sombrero de ala ancha.

Era la máscara. Un largo pico de pájaro por rostro, balnco como el hueso y con dos agujeros a través de los ccuales dos puntos rojos escrutaban a los presentes.

Aparecer por detrás del alcalde le granjeó la reacción de los guardaespaldas, que se lanzaron encima de él. Con parsimonia, el individuo se quitó un guante. Fue un roce, un solo roce con aquella mano negra, y los dos hombres de fuerte constitución cayeron fulminados al suelo, retorciéndose de dolor. La piel se les llenó de pústulas y se les agrietó delante de todos. Los flashes volvieron a la carga, pero el alcalde no era el objetivo. Uno de los agentes era de gatillo rápido, disparó, y la detonación fue el petardazo de salida para la multitud, que se dispersó chillando y en pánico. La mayoría de las figuras públicas huyeron con ellos, con sus respectivos guardaespaldas introduciéndoles a sus coches caros para ponerles a salvo. Ingrid fue la única que se quedó, sacando al alcalde a empujones de la campo de tiro. Buscó a Ersy con la mirada, pero ella acudió a su lado.

- ¡Vamos, tenemos que sacar al alcalde de aquí!

A Ersy no le daban miedo los tiroteos, pero aún le quedaba mucho camino para llegar a tener una pizca de la entereza de su madre. Alejaron al alcalde de la zona hasta dejarle a buen recaudo con un segundo grupo de efectivos que llegó como refuerzo en cuestión de minutos.

Ersy miró atrás una sola vez. El individuo de la toga permanecía impasible ante la lluvia de balas. Aguardó pacientemente a que los agentes tuvieran que recargar. Entonces, sin dar un solo paso, su figura se contoneó, se alargó y encogió. El bastón cayó al suelo, y túnica y máscara le acompañaron en cuanto el mar de ratas y cuervos terminó de manar de ellas. Las ratas eran tan enormes como gatos, y los cuervos formaron una espesa nube que oscureció la zona durante algunos segundos, hasta que se perdieron en la distancia. Las alimañas se abrieron camino entre los agentes de policía, que gastaron sus balas recién recargadas en dispararles. Ingrid, movida por el instinto, tiró de Ersy para subir con ella al capó del coche patrulla. Las ratas se dividieron en todas direcciones. Con su huida, llegaron las bajas. Uno detrás de otro, los agentes cayeron al suelo, presas de la misma maldición que los dos guardaespaldas del alcalde, cuyos cuerpos no se movían.

- ¿Estás bien? -Ingrid tomó de los hombros a su hija.

-Si... -tartamudeó ella, impresionada ante lo que acababa de ver.

Ambas, una con el móvil, la otra acercándose el brazo derecho a la cara, llamaron a emergencias. Las sirenas se acercaron por el horizonte, y tras una orden directa de Ingrid, el coche patrulla con el alcalde dentro arrancó.

Aquella tarde de miércoles estaba muy aburrido. No paraba de dar vueltas en su cuarto porque no tenía ni idea de qué hacer. Acababa de terminar sus deberes del instituto. Se había encerrado en su cuarto después de comer para empezar con los quehaceres lo más pronto posible. Estaba completamente seguro de haber realizado a la perfección los ejercicios de ciencias y matemáticas. El ensayo de historia no tenía muy claro si se había pasado con la extensión y los datos. Las preguntas de lengua seguramente estaban regular. No era una asignatura en la que destacase como en las demás áreas escolares. Allí en Monte Justicia no tenía nadie a quien pedir ayuda sobre esa asignatura.

 Como  era un nuevo alumno en Happy Harbor High School  no quería dar de nuevo la impresión de que era el bufón de la clase ni de que se esforzaba poco. No quería tener que  soportar de nuevo los constantes regaños delos profesores y las constantes notas hacia sus tutores legales. No tenía muy claro si cuando el director llamase a sus padres o tutores quien iba a hacerse cargo de ese trámite. Se veía obligado a evitar cualquier altercado en el instituto porque  se encontraba en una  especie de ausencia de tutores y figuras paternas. Airear esa situación no le convenía nada, ya que, podía ser un desencadenante que pusiera en conocimiento público su  identidad secreta. Que la sociedad se enterase que Bart Allen era Kid Flash traería complicaciones tanto a su vida personal como a la vida de sus allegados. Lo positivo de aquella circunstancia era que la falta de supervisión, a él como un adolescente que era, le daba mucha manga ancha para hacer y deshacer lo que deseara. Siempre y cuando no levantara sospechas que pudieran conducir a nadie a desvelar su secreto.

Cansado de pensar en las consecuencias de sus actos y en las complicaciones que pudiera tener, salió de su cuartó. Se dirigió primero a la cocina a comer algo. Su metabolismo necesitaba continuamente recibir nutrientes. Cuando terminó de comer en la cocina, se encaminó  a la sala. No había nadie. Se sentó un rato en el sofá y encendió el televisor. Empezó a pasar de un canal al otro, no encontraba nada interesante. Hastiado se levantó y empezó a recorrer todo el lugar en busca de algo entretenido que hacer.  Habiendo dado dos vueltas rápidas por todos los rincones de la casa, decidió ir al hangar. Se paseó por aquella zona más despacio de lo que normalmente haría. Miraba cada una de las aeronaves.  Tenía recuerdos muy  agradables de cuando hubo pilotado naves. No se podía decir que era el mejor piloto del mundo. Pero al menos aprendía rápido como manejar cualquier vehículo.

Después de un rato de mirar y pasearse, vi una nave pequeña, de dos plazas. Sonrió porque una idea se le pasó por la mente. Se subió al artefacto y se dispuso a encender los motores. La nave se levantó un poco tambaleante, síntoma de que no la estaba pilotando nada bien. La nave estuvo dando ligeros trompicones y se elevaba muy lentamente. Al cabo de un rato consiguió equilibrarla y redireccionarla.  No sabía muy vienen que dirección ir, así que miró la pantalla y enredó en sus botones para ver que ocurría. Accionó sin proponérselo el pilota autonómico. De esta forma,  la nave fijó el rumbo hacia uno de los últimos destinos   que se habían programado. Después de un rato surcando el cielo azul, la nave arribó en la espectacular Nueva York. El vehículo aterrizó en una azotea y cuando Bart salió de él, activó un sistema de camuflaje.

El joven desde aquella azotea de un alto edificio pudo divisar que en un lugar cercano se reunía mucha gente. Utilizando su supervelocidad y teniendo cuidado de no llamar mucho la atención se dirigió hacia donde las personas se acumulaban. Allí entre la multitud escuchó como el alcalde de esa importante urbe hablaba sobre la importancia de la nueva estación de metro. De la nada apareció un siniestro y tétrico hombre vestido con la indumentaria de un antiguo médico de la peste negra. Esa máscara de pájaro que antaño provocaba pavor por las calles a los aldeanos temerosos la epidemia negra y con ella, de la llegada fortuita  de la muerte. Bart tembló ligeramente. Aunque era un muchacho valiente le tenía cierto reparo a esas cosas siniestras que podrían ser espíritus. Su temor se acrecentó al ver como la misteriosa figura se convertía en un mar de ratas y cuervos  que huían en todas direcciones.

Oye como una voz femenina pregunta que ha ocurrido y sin ningún miramiento contesta:
-Eso me gustaría saber a mí también -

Ingrid, cuyo rostro desconocía cómo expresar la sorpresa de lo inesperado, entonó un mohín que se le parecía, apoyando el teléfono contra el pecho para ahogar sus palabras. Con un solo vistazo supo lo que eran. Tras darle un apretón en el hombro a su hija, se alejó para recibir al equipo médico y ayudar a afrontar la situación. Ersebeth se quedó atrás, sola con la recién llegada y buscando con la mirada la fuente de la otra voz. Cuando le vislumbró, le saludó con la mano y le indicó que se acercase.

- Un tipo ha surgido del metro y se ha descompuesto en ratas y cuervos -les explicó Ersy en voz baja. Señaló a los “caídos”, todos agentes uniformados que gemían de dolor si permanecían conscientes -. A quienes han tocado les ha pasado eso… Han enfermado de repente.

Se le revolvía el estómago viendo a aquella gente sufrir. Los camilleros les recogían a buen ritmo y el flujo de ambulancias era constante. El área se acordonó desde el principio hasta el final de la calle, pero eso solo consiguió atraer a los curiosos y a la prensa como polillas a la luz.

La ayudante del fiscal volvió a acercarse a ellos después de dar las últimas instrucciones al contingente de policías que se unieron a la operación.

- Hemos clausurado la zona ante la presencia de riesgo biológico. A juzgar por vuestras entradas triunfales -añadió bajando la voz para cerciorarse de que nadie más que ellos podían oírles -seguro que podéis echar una mano. Tenemos a un individuo desconocido, salido de la nada, que enferma lo que toca. Desaparecido. Una plaga de alimañas que hacen lo mismo, infectando la ciudad. Sea lo que sea, es una amenaza, y ya tenemos un hospital al límite de su capacidad.  Si vais a ayudar, contad con ella -señaló a Ersy con un movimiento de cabeza -. Hará de enlace conmigo, y así podremos coordinar mejor nuestros esfuerzos. ¿Cuento con vosotros, entonces?

Ersy, que al oir la recomendación en boca de su madre pensó no haber oído bien, se contagió un poco de su determinación, y a la vez, sintió un miedo atroz que le hacía un nudo en la boca del estómago. Buscó los ojos de su madre, centrados en leer las intenciones de las dos nuevas incorporaciones. La estaba dejando participar en una operación de envergadura como aquella. Sin su supervisión directa. No podía fallar; no solo por la aprobación de su madre. Ella estaba en primera línea cuando pasó todo, y si lo que les pasó a esos policías les pasaba al resto de la ciudad….

Ingrid esperó la respuesta de los otros dos antes de desearles suerte y marcharse. Había mucho trabajo que hacer. Su abrigo ondeó a su espalda con majestuosidad. Intimidada por el aplomo de su madre, Ersy esperó a que ella se alejase lo suficiente para volverse hacia sus nuevos compañeros.

- Bueno… yo soy Ersy -se presentó -¿Y vosotros?

Esa situación parecía fruto de algo o alguien mágico, ya que, había en aquel entramado muchos elementos de carácter simbólico y místico. Una misteriosa figura vestida como un Meridiano había atacado a los escoltas del alcalde que se encontraban gimiendo de dolor en el suelo. Los médicos de la peste llevaban aquella máscara con forma de ave porque antaño se consideraba que las aves eran las que portaban y transmitían la Peste.  La creencia popular era que al asemejarse al animal que transmitía la Muerte Negra alejaba la enfermedad. Los ropajes tan singulares que usaban estos doctores asustaban a la población y con el tiempo esta vestimenta pasó a representar a la figura de la muerte y de los malos augurios.

Surrealista no definía lo bastante la situación que estaba presenciando. Anteriormente, ya había vivido situaciones muy raras y desconcertantes. Sin embargo, aquella situación parecía sacada de uno de los cuentos de terror de sobrenatural de procedencia anglosajona.  Se acercó para ver a los afectados. Las personas de retorcían en el suelo cual lombrices. Sintió una sensación de opresión en el pecho. Ver alguien sufrir nunca te deja indiferente. Aunque hubieses pasado muchas veces por circunstancias similares el corazón de un hombre noble seguía sufriendo al ver el padecimiento ajeno. Respiró profundamente. Inhaló y exhaló rápidamente un par de veces llenando y vaciando sus pulmones. Intentó mantener la calma y tranquilizarse. Puesto que, cuando se quiere ayudar hay que estar centrado. Llegados a ese punto lo primordial era ayudar a los heridos y apartar a posibles nuevas víctimas de la zona de peligro.

En un acto como aquel, donde acuden en masa un gran número de ciudadanos, siempre había un equipo médico preparado por si a algún ciudadano le ocurría un incidente. Además tuvieron la gran fortuna de que en esos actos las ambulancias siempre circulan por las cercanías. De esta manera, los profesionales de la sanidad tardaron muy pocos minutos en llegar y atender a las víctimas que aquel encapuchado había infectado.  Siendo cuidadoso y procurando que nadie lo notase mucho uso su velocidad para trasladar con la mayor celeridad  posible a los ciudadanos que estaban en la zona cero. Una vez que todo el mundo estuvo fuera del lugar accidentado, las fuerzas del orden acordonaron la zona para impedir que nadie más resultase herido.

Bart observó a los que se habían quedado en la zona de peligro y se movió de un sitio a otro para que no le riñeses por estar en aquella área. En sus rápidos movimientos escuchó parcialmente la conversación que estaban teniendo las personas encargadas de la seguridad ciudadana. Saltó la verja de contención cuando pensó que estaban por verle y hacer cómo que era una persona curiosa que simplemente lo estaba observando todo. Desde su posición observó cómo la gente se organizaba en grupos para frenar aquella amenaza. Luego centró su atención en la joven de aspecto dulce e inusual  cabello blanco. Todas las miradas de las fuerzas de seguridad se centraron en una  persona, Ersy. Por eso, Bart se percató de que habían dejado a cargo a aquella joven peliblanca. Cerca de ella se encontraba una mujer morena y de aspecto seductor. Esa fémina, Juri, parecía tan interesada en lo que acontecía como él mismo. Estaba pendiente de cada gesto y cada palabra de los demás. Seguramente era alguien como él que quería ayudar a solventar aquel problema. Con curiosidad volvió a saltar la valla de contención y  acercó a ambas féminas. De repente, la chica de intensos y grandes ojos azules abrió la boca y emitió una pregunta que iba dirigida a la mujer de peinado un tanto estridente y a  él.

Escuchó  la presentación de aquella mujer de aspecto singular. Le sorprendió gratamente descubrir que era una divinidad, alguien con poderes místicos que podría hacer frente a esa amenaza sobrenatural. Se moría de ganas de contarle a sus amigos y familiares que había conocido a una diosa.

- Una placer conocerlas a ambas, yo soy Bart.- Miró a las dos mujeres y pensó en lo que había visto y lo que había escuchado. – Está claro que estamos tratando con una figura mística que se hace representar como los antiguos médicos de la peste, una figura de la edad media. Además puede propagar una enfermedad, que no sé si será contagiosa o la misma Peste Negra. Parece como una especie que jinete del apocalipsis que propaga la Peste sin ton ni son. Pero por las características y precisión del ataque, es evidente que ha sido  meticulosamente planeado. Que haya atacado al alcalde puede ser una venganza por sus políticas o quizá se pueda deber a un atentado terrorista.-

Miró el ir y venir de los organismos de control del estado. Estaban comprobando y certificando que no quedaba nada dañino en el perímetro que hace un momento habían aislado. El misterioso ser y sus alimañas compinches hacía un tiempo que habían abandonado el lugar. Todo parecía sosegado en aquel momento. Sin embargo, quedaba aún lo más laborioso por hacer, encontrar al responsable de aquel acto vandálico.

Ninguno de los tres allí presentes sabía con exactitud a lo que se enfrentaban. Lo único que sacaban en claro, era que el misterioso ser era algo sobrenatural. Juri había dicho que ella presentía a los jinetes del apocalipsis y que no era ese mal. La diosa se decantaba a pensar que era algún ser que estaba usando la imagen que en épocas precedentes había provocado pavor al ser humano.

Después de las presentaciones, escuchó con atención lo que Erzy. La joven parecía haber asumido el mando y a Bart le parecía perfecto ya que no le gustaba el rol de liderazgo. Era demasiado impulsivo y audaz para dirigir y planificar acciones en equipo o concretar lo que cada miembro del grupo debía hacer.  

La amenaza se abría en dos frentes. Por una parte, estaban las alimañas que si no se frenaban seguramente acabarían infectando a más y más ciudadanos indefensos. Por otra parte, se necesita averiguar que era el siniestro y misterioso ser  y una manera de impedir sus perniciosos objetivos.
Asintió con la cabeza pensando que lo que decía la peliblanca era la forma más lógica de hacerle frente a aquella situación. Cuando iba a realizar la pregunta sobre si se la ocurría alguna manera de recabar información sobre el personaje sobrenatural. Pero su pregunta se quedó en el aire, ya que, su líder de grupo realizó una acción que captó la atención del adolescente. Se levantó la manga del jersey. Un acto que era normal cuando una persona tenía calor y se arremangaba pero en aquella situación le pareció un tanto inusual. Miró con sorpresa como la acción de la peliblanca de descubrirse el brazo, revelaba que Erzy era en parte Cybord.

Tras desconectar un sistema, que tenía por objetivo ocultar la parte robótica de la muchacha, se vislumbró una pantalla. Erzy empezó a teclear en busca de información en el artefacto electrónico que llevaba incrustado en su brazo. En un abrir y cerrar de ojos, aquella pantalla se empezó a llenar de noticias que hacían referencia al ataque que sufrió el alcalde en la inauguración de la nueva parada del metro. Bart prestó atención todas las noticias que aparecían en la pantalla que la peliblanca llevaba integrada en su ser. Haciendo uso de su metabolismo hiperacelerado, leyó con una velocidad luz cada noticia que aparecía. Muchas de las noticias parecían tan solo describir y encubrir lo acontecido maquillándolo como un escape de gas. Al poco rato apareció una noticia de meses precedentes que les aportaba un poco de luz.

- ¿Creéis  que las obras del metro pueden haber molestado o despertado a algún ente sobrenatural? Quizá se ha profanado una especie de santuario antiguo o un antiguo cementerio. -  En primera instancia aquellas premisas podían parecer muy subrealistas, pero Bart había vivido situaciones que era muy difícil explicar desde el punto lógico y racional de la existencia.

Se veía en una especie de dicotomía. Por una lado quería ayudar pero por otro no sabía si mostrar sus poderes. En unos breves segundos lo tuvo decidido, gracias a la rapidez con la que pensaba.
- Yo puedo ocuparme de atrapar todas  las alimañas y mientras vosotras vais a investigar la sección del metro  en la que se produjo el derrumbe.- En casi todas las religiones de la faz de la tierra los dioses tenían, según los libros, unos poderes extraordinarios. La morena al presentarse les había revelado que era una diosa que proseguía a los humanos. Por ello, Bart consideraba que aunque existiera cualquier amenaza, Erzy estaría segura con Juri.

Tan sólo había revelado su nombre, aunque les mostrase que era un velocista podía aparentar ser un metahumano cualquiera sin ningún vinculación con los héroes o su asociación de jóvenes justicieros. – Soy muy rápido- dijo muestras hacía alarde de su hipervelocidad y desaparecía unos instantes. Cuando volvió con las féminas tenía en su posesión varios sacos grandes de yute, fibra natural. – Además no creo que me afecte la enfermedad que transmiten.- su metabolismo era muy rápido. Por ende, se sanaba en un santiamén y hacía al castaño inmune a un gran número de infecciones y enfermedades.

Ersebeth se quedó contemplando la luz de creación mágica de Juri con la boca abierta. Magia. ¡Magia! ¡Estaba delante de…! Meneó la cabeza con energía y se dio dos golpecitos en las orejas para recuperar la concentración. Pero no se le pasaría pedirle el autógrafo también a ella. Volvió a mirar a las sombras, que se apartaban asustadas formando un arco tembloroso alrededor de ellas, con nueva determinación.

Soltó a Juri para no suponer un obstáculo en caso de que le hicieran falta las dos manos para usar sus poderes y bajó un escalón. Luego otro, y otro. Cuando llegó abajo, una vaharada de hedor a podrido le abofeteó el rostro. Arrugó la nariz con un mohín de asco y volvió a mirar la pantalla del brazo, cuya retroiluminación se reflejó en el techo. Los mapas de la nueva línea estaban descargados y superpuestos con todos los que encontró del subsuelo de diversas épocas. Un santuario antiguo, había dicho Bart. No podía pararse a leer las cientos de páginas webs sobre historia de la ciudad, así que lo único con lo que en principio podían contar era con esos mapas antiguos que coincidían en mayor o menor medida con los nuevos. Echó a andar sin apartar la vista de la pantalla excepto para corroborar la presencia de un muro, y sin bajarse del andén.

El ayuntamiento había invertido allí mucho más dinero que en las otras estaciones. Formaba parte de un plan que se había vendido durante la campaña política, en el cual se iba a reformar todo el sistema de metro. Sin embargo, como política que era, del dicho al hecho hay un trecho abismal, y lo único que se había cumplido de esa elaborada promesa fue ese punto. Mientras las otras estaciones exigían reparaciones nimias y una actualización urgente, el gobierno local decidió empezar a media candidatura creando una línea nueva, mucho más moderna que el resto. Las luces se repartían por la bóveda sin dejar un solo punto sin luz, pero con la inauguración sin terminar, no quedaba nadie que activase el sistema eléctrico que regase de vida las venas subterráneas de ese punto de la ciudad. La oscuridad era palpable. El calzado de ambas repiqueteaba contra las losas del suelo, que Ersebeth sabía por la información que mostraba su dispositivo que formaban un intrincado entramado floral en blanco y negro. Además, de no ser por la gravedad del asunto que tenían entre manos, el suelo era escurridizo, como en los supermercados, así que se podía patinar en él hasta llegar a metro y medio de distancia de la vía, donde las losas se interrumpían para dar paso al cemento que cortaba las alas al riesgo de que alguien tuviera un resbalón y acabase sufriendo un accidente. Las paredes estaban salpicadas de anuncios, carteles de cine, anuncios de perfume… Todos silenciados por la negrura reinante. Una columna se levantaba en el centro de todo aquello, sustentando parte de la estructura y sobre la cual se adivinaba el contorno de un par de cámaras de seguridad sin ángulo ciego, tan muertas como el resto de las luces.

El pasillo se cerraba frente a ellas con un grueso muro, por lo que no les quedaba más remedio que bajar por las vías para seguir su camino hacia las entrañas del metro. Ersy se sentó para poder hacerlo. Aprovechó el momento para mandarle un escueto mensaje a su madre, una pregunta que tendría que haber hecho desde el principio, y que la sola idea de una respuesta equivocada la aterrorizaba:


“¿La línea de metro estará suspendida hoy aunque la inauguración se haya celebrado?”


 Su madre no respondió. Ersebeth se mordió el labio en la oscuridad, mirando por encima del brazo hacia el abismo que tenía ante sí, fuera del círculo de luz.

El abismo le devolvió la mirada.

- Un poco más adelante -el miedo la hacía hablar entre susurros. Los muros emitieron un chasquido de fastidio por no poder devolver su eco y asustarla más -hay una habitación que se usaba de sistema de control, según el mapa de 1960… Es a la derecha, después de este tramo.

 Siguió caminando, sin apartar la vista del brazo. Al llegar al punto exacto que su mapa indicaba dieron con un muro recio. Ersebeth se acercó y tanteó la pared con la otra mano. El contorno era irregular, por lo que dedujo que ese muro no se había levantado durante las obras, aunque sí pulido. Se volvió hacia su compañera y negó con la cabeza. Volvió a comprobar los datos:

- Algo más lejos hay un túnel. Es otra línea de metro que traza un sentido perpendicular a esta. Según la leyenda -entrecerró los ojos para ver mejor las letras diminutas -la parte este de ese túnel se derrumbó tiempo ha, así que durante las obras supongo que harían como con esa sala. No lo tocarían. Pero la otra parte del túnel no forma parte del recorrido, así que quizá sea la que buscamos…

Mientras hablaba mandó otro mensaje. Ingrid seguía sin responder. Tragó saliva mientras tecleaba, frenética con una sola mano:


“¡Bart! ¿Cómo va eso? ¿Te están dando muchos problemas? >_<. ¡Nosotras aún no hemos encontrado nada! ¡Ánimo! ^O^”.


Lo envió justo a tiempo de oír un tremendo estruendo que procedía de delante. De un brinco, se plantó junto a Juri, cubriéndose con el brazo del implante y las piernas separadas y bien apoyadas para aguantar un supuesto golpe que no llegó. Pasaron los segundos… y nada. Miró a Juri una vez más.

- Habrá sido el metro de alguna otra línea y el eco ha llegado hasta aquí -dijo, más para tranquilizarse a sí misma que para Juri, que parecía bastante entera.

Siguieron adentrándose en la oscuridad. Ersebeth contó los pasos hasta llegar al supuesto túnel cerrado… que no estaba cerrado. El estruendo había surgido de allí. Cascotes caían de la pared reventada desde dentro, cortando la vía y provocando un estampido corredizo al impactar contra el suelo, levantando pequeñas nubes de polvo. El agujero era lo bastante grande para que cupiera en él una persona ancha a gatas. Ersebeth envió un par de fotos hechas con el implante a su madre, esperando que, aunque no respondiera al mensaje anterior, Ingrid tuviera algo que decir al respecto. No lo hizo, así que Ersy supuso que podían seguir adelante con la operación.

- Bueno, es un buen punto por donde empezar, ¿no te parece? -se dirigió a Juri con una sonrisa y encogiéndose de hombros.





En el exterior, la cosa era muy distinta. Alguien seguía los movimientos de Bart, que recogía a cada rata de la mana a la velocidad del rayo más literal. La policía se había puesto en marcha siguiendo la estela que el joven dejaba a su paso, repartiéndose por la ciudad sin las sirenas a fin de controlar la marea de ratas dispersas y encontrar a los cuervos que aún sobrevolaban los edificios. Los agentes del orden seguían las instrucciones de una sola voz que había asumido el control de forma instantánea: la ayudante del fiscal Ravenhorst sabía lo que tenía que hacer. Dejó al muchacho cumplir con su trabajo mientras usaba a la policía para corroborar que la gente se mantenía alejada de la ola de alimañas y no le obstaculizaban. Y lo hacía gracias al sistema de comunicaciones que su hija le había proporcionado y que se adecuaba a su armadura, un simple manos libres inalámbrico que ocultaba bajo el casco. La valquiria perseguía a la bandada de cuervos a distancia prudencial para saber hacia donde se dirigían, y hasta que no lo supiera, no tomaría cartas en el asunto. De cuando en cuando miraba al suelo buscando el destello del muchacho para no perderle de vista, y tan concentrada estaba en su tarea de controlar la situación, que no escuchó la notificación del mensaje de su hija...

Bart se desplazada por cada rincón de la urbe neoyorkina  a una velocidad cercana a la luz. Buscaba por cada rincón las alimañas que habían salido dispersadas por doquier. Con esa velocidad que llevaba era casi imperceptible al ojo humano. Era como un fogonazo de luz que pasa a tu lado de repente.  Iba metiendo cada alimaña que encontraba en uno de los sacos que llevaba. Uno a uno iba recolectando esos animales que eran el instrumento de un mal mayor.

El aparato móvil que le había dejado Ersebeth sonó y emitió una vibración. Deceleró su velocidad y se detuvo un momento para leer el mensaje que le acababa de llegar. El texto decía que las chicas, de momento no habían encontrada nada y seguían con la búsqueda. El joven se alegraba de que ambas se encontrasen bien, aunque no hubieran descubierto nada aún. Siguiendo las indicaciones que le dio Ersy, Bart le envió un mensaje de vuelta a su compañera.

El mensaje  rezaba:

"Ersy y Juri, todo está bien por aquí. Ya tengo casi medio trabajo hecho. Enseguida estaré con vosotras chicas. Muchos ánimos."

El aprendiz de flash ya llevaba más de medio saco lleno. Aunque aquellas criaturas se escondían a conciencia. Era relativamente sencillo capturarlas cuando te movías más deprisa que ellas. Las alimañas no podrían ver las acciones de Kid Flash, por eso, en el instante que veía una de esas cosas actuaba a gran velocidad y la tenía en su poder en menos de diez segundos.

- Ouch – se escapó de la boca del castaño cuando  una rata, que abría atrapado del rabo, se abría retorcido sobre sí misma y le había mordido un dedo de la mano. Como acto reflejo se llevó el dedo herido a la boca.


Sintió como la infección intentaba entrar en su cuerpo y propagarse para darle un infinito sufrimiento. No obstante su metabolismo frenó cualquier indicio de infección. Muchas veces daba gracias a tener el metabolismo acelerado y que este le hiciera inmune a cualquier tipo de infección. Su cuerpo se sanaba en milésimas de segundo pero eso no significaba que el castaño no sintiese el dolor de la enfermedad tratando de hacer mella en el él o del proceso de curación.  

No tardó ni cinco minutos en estar perfectamente. Sin embargo, su organismo había gastado mucha energía al librarse de aquella peste. Esa era la razón de que el joven sintiera un leve cansancio. Notando como su cuerpo se sentía con pocas fuerzas, hizo un nudo al saco que tenía con las alimañas y se sentó unos instantes en un banco cercano. Posteriormente, sacó de su mochilla una chocolatina y empezó a comerla con cierta rapidez. Después sacó de su mochila una bolsa de patatas fritas y comenzó a comérselas una a una. Para ocasiones como aquellas, en las que sus reservas energéticas descendían de forma drástica siempre llevaba en su mochila comida y chucherías para volver a recobrar sus fuerzas.

Casi le dio un infarto cuando el brazo la avisó de la recepción de la contestación al mensaje de Bart. De hecho, Ersy dio un saltito en dirección a Juri, a quien se abrazó con fuerza con los ojos cerrados y temblando un poco. Los entreabrió lo justo como para darse cuenta de que quién la había asustado había sido ella misma, así que recobró la compostura, roja como un tomate, y leyendo para disimular el mensaje. Tenía que calmarse, o la sugestión podría complicar las cosas más de lo que ya estaban, pensó recordando las enseñanzas de su madre. Dejó que la pantalla del brazo quedase iluminada, alumbrando así lo que tenía delante.

Antes de que Juri pudiera objetar, Ersy ya se había agachado y gateaba por la abertura. Las mallas se le rompieron a la altura de las rodillas con la fricción del suelo, pero la “misión” era mucho más importante que unas rodillas desolladas. Bart estaba bien, cumpliendo con su parte. ¡Ella no podía ser menos!

Al pasar por la oquedad, Ersy pudo volver a incorporarse en el nuevo espacio abierto en el que se encontraba. La luz del brazo extendía un círculo a su alrededor mucho más limitado que el truco de magia de Juri, porque lo que le costaba ver más allá de treinta centímetros de distancia. Examinó paredes y techo, hechos de piedra y sustentados por viejas vigas de madera. Daba la impresión de estar en una mina antes que en un túnel de metro. De los muros irregulares asomaban los picos de las rocas formando caprichosos relieves, y el olor a cerrado y a podredumbre era mucho más intenso, además de el frío. El jersey no era suficiente, y a Ersy le castañeaban los dientes. Se frotó los brazos para ahuyentar la bajada de la temperatura.

 Mientras esperaba a que Juri entrara, por el rabillo del ojo, Ersy intuyó algo que se le había pasado por alto: pegadas a los muros había una serie de bultos. Ersebeth se acercó para comprobarlos, descubriendo que se trataba de cajas cerradas y cubiertas por sábanas negras de suciedad.

El tacto de las sábanas era pegajoso, e incluso notó el correteo de algún bicho huyendo aterrado ante su intromisión. Apartó una de las telas, que cubría un juego de tres cajas de diferentes tamaños, y trató de abrir el primer cajón. La tapa estaba asegurada, así que no le quedó más remedio que usar algo de energía residual del brazo para horadar una incisión sobre el costado. La luz que desprendía la pantalla del dispositivo parpadeó un instante mientras llevaba a cabo la operación, atestiguando que no contaba con energía suficiente para cargar un láser de más intensidad. La madera se quemó donde el diminuto haz hizo contacto, horadando un agujero lo suficientemente grande como para meter la mano. La zona quemada desprendió un pequeño hilo de humo que desapareció al momento, y Ersy pudo abrir entonces la primera caja. Al hacerlo, algo se removió en el interior, tintineando al chocar entre sí. Cristal contra cristal. Por suerte, no había sonado a nada roto. Bajo la luz del brazo, descubrió que se trataba de una serie de probetas, todas ellas entaponadas y con un oscuro líquido en su interior.

Con el flash activado, Ersebeth sacó una foto del contenido del cajón. En cuanto al luz se disparó, Ersebeth notó un leve chisporroteo a la altura del hombro, en la junta. Era el aviso de que la batería estaba baja para juguetear con los agregados técnicos del implante. y que si quería seguir usando dedos prensiles, iba a tener que ahorrar funciones. Decidió callarse este pequeño detalle y aprovechar la luz que desprendía la pantalla hasta que llegase Juri con la suya.

La valquiria tardó en localizar al muchacho. Sí, corroboró, era el mismo chico que se ofreció “voluntario” para participar en la operación. Se había sentado en un banco, y mientras tomaba un tentempié, la bolsa que tenía a su lado se removía violentamente. Había decidido tomarse una pausa en una de las zonas evacuadas, por lo que Ingrid descendió sin temor a ser vista. Aterrizó con gracia, en vertical, y sus alas se evaporaron en chispas azules que se convirtieron en gas antes de perderse en la atmósfera.

Encontrarle allí solo le hizo preguntarse qué habría pasado con Ersebeth y la otra mujer, qué plan había elucubrado su hija para hacer frente a la crisis.  Pero ni por esas se le ocurrió mirar el teléfono móvil.

Como sabía que su organismo se recuperaría casi mágicamente de la mordedura de aquel animal portador de la peste, no avisó a las dos mujeres. No quería preocuparlas en balde. Gracias a la aceleración de su metabolismo era prácticamente inmune a infecciones y enfermedades de índole biológica. Terminó de comer el tentempié que se vio obligado a realizar por la mordedura aquella alimaña.

En unos minutos su metabolismo había absorbido los nutrientes de aquellos alimentos calóricos que había absorbido. Ya  estaba recuperado por completo de aquel ligero malestar que le había producido su rápida recuperación.  Se levantó del banco donde se encontraba e hizo el gesto de desempolvarse los pantalones para ponerse de nuevo en acción.

Sin embargo poco antes de reanudar su trabajo, vio descender del cielo una mujer vestida con unas ropas muy poco usuales. Parecía alguien salida de un videojuego de fantasía épica. Estaba muy habituado a esta clase de apariciones, ya que, desde siempre había estado rodeado de superhéroes y uno de sus mejores amigos era un clon de Superman.

Ante la atenta mirada del joven, la valquiria se le acercó y le preguntó por su bienestar. Bart asintió con la cabeza como respuesta a la pregunta de aquella desconocida.- No se preocupe soy un  hombre fuerte y resistente. Por cierto,  ¿quién eres? Tienes unas pintas bastante rocambolescas. No sé si lo sabías.- Tenía muchas dudas sobre la mujer que acababa de presentársele. ¿Qué quería? ¿Qué hacía allí? ¿Podría ayudarles? Ya había visto que podía volar pero ¿Con qué otros poderes contaba. No obstante había aprendido de la experiencia y de los demás velocistas que en una situación de riesgo cada milisegundio contaba y no podría estarse a verlas venir.

No quería parecer descortés con esa recién llegada pero estaba realizando una misión y quería reunirse con Juri y Ersy lo más pronto posible. – Lo lamento señora, pero ahora mismo  estoy un tanto ocupado y no puedo permanecer charlando con usted.  Así que tengo que decirla adiós. – Después cogió el saco en el que iba depositando las alimañas que capturaba y partió haciendo hizo uso de su supervelocidad.

De nuevo volvió a recorrer la ciudad en busca de aquellos esquivos animales. Por suerte, cada vez quedaban muy pocos de ellos. Otra vez el joven velocista fue  reanudando el ritmo y atrapó ipso facto la plaga de alimañas. Una vez tuvo a todos esos bichos metidos en los sacos, se dio un par de vueltas por la ciudad para comprobar que no se dejaba suelto ninguno de aquello perniciosos y perjudiciales seres. Cuando constató que había capturado todas las alimañas tomó el móvil que le había dejado Ersy y la mandó un nuevo mensaje.

“Tengo todas las alimañas capturadas. He sido casi más rápido que Flash. ^_^ ¿Qué tal por ahí abajo? ¿Habéis descubierto algo nuevo? Se os ocurre un lugar donde dejar los sacos llenos de bichos o es más práctico que los lleve conmigo. Por cierto, me he encontrado a una mujer un poco extrafalaría. Iba vestida como del Final Fantasy. En breve nos vemos chicas, ánimo”.

Había llegado la hora de reencontarse con sus dos nuevas amigas, así que se encaminó a la entrada del metro por la que había bajado a las profundidades.

 El chico se deshizo de la valquiria con ligereza, viéndole marchar por donde había venido convirtiéndose en un borrón. No, no le gustaban los nuevos amigos de su hija. ¡No tenían respeto! Remontó el vuelo, pasando justo por debajo de la nube de cuervos, que formando una punta de flecha y ensombreciendo la ciudad como un trozo de noche prematura, pasó justo por encima, cambiando el rumbo y regresando al punto de partida, siguiendo la estela del muchacho.


Ingrid estaba cada vez más perdida. ¿Qué pretendían? ¿Por qué regresaban ahora? Retomó la persecución por donde la había dejado, cada vez más preocupada por el cariz que estaban tomando las cosas.












Mientras examinaba el hallazgo, un mensaje entrante provocó que el brazo le temblase desde el hombro hasta la muñeca, y casi tiró uno de los recipientes al suelo. Lo sujetó a duras penas, y el texto apareció en pantalla a la vista de ambas.


“Tengo todas las alimañas capturadas. He sido casi más rápido que Flash. ^_^ ¿Qué tal por ahí abajo? ¿Habéis descubierto algo nuevo? Se os ocurre un lugar donde dejar los sacos llenos de bichos o es más práctico que los lleve conmigo. Por cierto, me he encontrado a una mujer un poco extrafalaría. Iba vestida como del Final Fantasy. En breve nos vemos chicas, ánimo”.


- Uhm… -la mente de Ersy podía divagar entre leer el mensaje y escuchar a su compañera sin menoscabar otras funciones, como permanecer alerta en caso de que algún peligro entre las sombras que se abatían sobre ambas -Por los planos que he sacado, era el anterior trazado de la red de metro. Pero claro, ahora me haces dudar. Quizá debamos ir más atrás en el tiempo…


 Poder no es lo mismo que hacer. Por muy multifunción que fuera Ersy, antepuso la atención hacía Juri, confiandose por un brevísimo instante que fue más que suficiente para que la amenaza en las sombras viera su oportunidad.


Una rata. Una sola rata del tamaño de un gato casero bien alimentado se les echó encima. Se escurrió pasando junto a Juri y saltó por encima de Ersy, trepando por su espalda hasta agarrar con los afilados colmillos el receptáculo que tenía la chica entre manos y salió corriendo en la misma dirección por la que habían venido.


- ¡Ah! -la chiquilla se aposentó en el suelo del susto, buscando con ojos desorbitados al causante, con el corazón en un puño -. ¡Juri! ¿Qué ha sido eso? ¿Estás bien?


No había tiempo que perder. Bajo la apagada luz que proyectaba su amiga, Ersy comprobó que no le había mordido a ella. La preocupación era más por el animal que por sí misma, porque los materiales del implante eran más duros de lo que se podría pensar a juzgar a primera vista. Ersy contabilizó a la velocidad del rayo la cantidad de cajas que habría, y prometió en su fuero interno volver a por ellas. Recogió la primera, cuyo contenido tintineó peligrosamente, incorporándose de un salto.


- ¡Vamos, Juri! Saquemos una muestra y vayamos tras esa rata. ¡No podemos permitir que se escape!


 Ersebeth se lanzó a la carrera, con el cristal chocándose entre sí con cada zancada, que no eran precisamente grandes. Delante de ella, con unos valiosísimos segundos de ventaja, la rata hacía chocar sus uñas contra el acero de la vía, provocando un chirrido que hacía rechinar los dientes.


- ¡Mensaje de voz a contacto: Bart! -la bóveda que las cubría repitió múltiples veces la orden que le dió al implante bajo el titilante destello de la pantalla -¡Hemos encontrado algo! ¡Una rata rezagada se ha llevado un víal cuyo contenido desconocemos y se dirige hacia la salida norte, por donde entramos! ¡Quedamos ahí!


 El mensaje quedó grabado y se envió instantáneamente al móvil que le había dado a Bart. Al doblar un recodo dieron con las luces del andén del que habían partido, a tiempo de ver como el bicho ascendía por las escaleras de camino al exterior.


- ¡Se escapa! ¡Vamos, vamos!


 La luz que se colaba por aquel hueco y no se atrevía a adentrarse más en el túnel descubrió por un momento la superficie del cajón que portaba Ersy, perfectamente visible para Juri. Cada vial salvaguardaba una sustancia espesa y negra como la noche, o como el pelaje de la rata que estaba a punto de escabullirse de ellas. En cuanto la chica puso el pie en el primer escalón, la luz la cegó por un momento, pero siguió adelante, tanteando en el pasamanos de la escalera para guiarse.

Bart gracias a su velocidad, en poco tiempo dejó a aquella mujer atrás. Se sintió un poco mal al marcharse de esa forma. Puesto que, la valquiria se había preocupado por su bienestar y él no había interactuado ni siquiera un par de minutos con aquella buena señora. No obstante, había aprendido de su familia que en una situación de necesidad uno no puede estar dormido en los laureles. En esas ocasiones donde la vida de personas inocentes pendía de un hilo nadie no se podía estar preocupando de las férreas normas de etiqueta y educación que determinaba la sociedad en la que se vive. Había quedado como un ingrato, lo sabía. Peor valía más mil veces tener que pedir perdón que arrepentirse de haber llegado tarde y sentirse culpable por no haber podido salvar a nadie.

El joven castaño llegó a la boca del metro por la que habían descendido Ersy y Juri. Traspasó las cintas negras y amarillas con el mensaje de peligro inserto en ellas. Acto seguido bajó las escaleras que conducían a la parada. Hasta ese momento todo parecía muy normal, quitando el hecho de que no había nadie esperando al tren subterráneo. Miró a un lado y otro de la estación. No había mucho camino que seguir. Era una estación de la extensión considerable que sólo tenía dos entradas, cada una de ellas conducía a una calle distinta. A parte de esas entradas, no había más terreno para explorar. Debido a eso, Bart se sentó un milisegundo en uno de los bancos que había en el lugar, dejo los sacos donde se encontraban las alimañas en el suelo, cada uno en un lado y se llevó una mano a la barbilla, poniéndose en actitud de pensar. Al poco tiempo llegó a la conclusión de que tenía que aventurarse a bajar a las vías. Así que, tomó los dos macutos que llevaba y con su asombrosa rapidez descendió a las vías.

Bajo el interior de la ciudad todo era oscuridad, y aunque Bart avanzase deprisa debido a su velocidad, no podía distinguir lo que había en las entrañas de la tierra. El corredor estaba completamente a ciegas por lo que tropezó con una piedra que había en un lado de las vías. Se cayó estrepitosamente a en el suelo. Su tobillo se le torció en el proceso y el joven velocista emitió un quejido de dolor. Los sacos que portaba también cayeron al suelo y rodaron por las vías alejándose una distancia considerable de su portador.

En aquella oscuridad, tirado en el suelo y con un dolor punzante en su tobillo Bart se sintió tremendamente sólo y desesperado. Sendas lágrimas salieron de sus ojos dorados, resbalando por su rostro. La respiración de Kid Flash se volvió pesada. Sus inhalaciones e inspiraciones se tornaron frenéticas. Su estado de ánimo se empezaba a alterar. Cerró fuertemente los ojos, en un intento de tranquilizar su agitado interior.

En el momento que sentía más oscuridad y desesperación en su ser, el móvil que le había dejado Ersebeth sonó. Al instante se abrió un mensaje de voz. En él puso escuchar claramente la voz de su nueva amiga diciendo:
-¡Hemos encontrado algo! ¡Una rata rezagada se ha llevado un víal cuyo contenido desconocemos y se dirige hacia la salida norte, por donde entramos! ¡Quedamos ahí!

Las palabras de la albina le devolvieron las esperanzas. Él no estaba solo y perdido en la oscuridad. Estaba haciendo un trabajo de héroe con sus compañeras de equipo Ersy y Juri.  Tenía que encontrarse con ellas. Él ya no era un niño y podía valerse por sí mismo.

- Bien- dijo para darse un poco de valor. Tocó el tobillo que anteriormente le había dolido. No tenía pinta de que se le hubiera roto o salido un hueso. Parecía que había sufrido una simple torcedura, que su metabolismo se estaba dedicando a currar. Constatando que no se había dañado nada en la caída, Bart se levantó del suelo. Se sacudió la ropa, que con la interacción con el suelo se había llenado de barro y polvo.  Se agachó y fue palpando el suelo con la mano hasta que encontró aquellos dos sacos llenos de alimañas.

Recordó que el mensaje había dicho que estaban en el tramo norte de la vía.  El norte, su mensaje había dijo norte y él había tomado dirección sur. El joven se dio la vuelta y emprendió su camino para reunirse con las dos mujeres. Habiendo avanzado un trecho del camino, pudo distinguir en la lejanía una luz. Pensó que aquella luz debía provenir de sus compañeras de equipo y se dispuso a correr más rápido aún.  En un breve espacio de tiempo, en unos minutos, Bart llegó a donde se encontraban sus compañeras.

- Hola chicas, ¿Estáis bien?- levantó las manos para saludar y al llevar el saco su gesto quedó un poco extraño.

Ersebeth no dispuso de mucho tiempo para meditar acerca del significado del ambiguo mensaje de Juri. Se vió sorprendida en el aire y sobre sus hombros, y su primera y única reacción consistió en alzar la caja por encima de su cabeza para no darle con ella por accidente ni soltarla.


- Hola chicas, ¿Estáis bien?


- ¡Bart! -el borrón que se situó a su lado y se unió a la persecución tomó la forma de su nuevo amigo. A Ersy se le iluminó la cara -¡Ya has vuelto! -la chica se fijó, pese al bamboleo de la carrera y el destello cegador del exterior, en que el muchacho iba cargado con un par de sacos que se removían con violencia. Sumó dos y dos, y su sonrisa se ensanchó -¡Bien hecho, Bart!


 La fina constitución de Ersebeth era engañosa, y Juri pudo darse cuenta desde el mismo momento en el que cargó con ella. Sin embargo, no contaban con mucho tiempo para pensar. La rata disfrutaba de una ligera ventaja que estaba aprovechando al máximo. Por si fuera poco, una siniestra brisa les ralentizó aún más. En menos de un segundo, las sombras volvieron a cubrirles como si aún permanecieran bajo las siniestras bóvedas del metro. Ersebeth alzó la cabeza y miró al cielo encapotado. Sobrevolandoles, una bandada de pájaros negros se detuvo en seco desafiando las leyes de la naturaleza. Lejos del rango de visión del grupo, la valquiria descendió en la azotea más cercana, poniendo un pie sobre la cornisa para no perderse el espectáculo.


Las aves formaron, sin saberlo, un domo de oscuridad alrededor de los participantes en la persecución. La rata se detuvo al borde mismo de la oscuridad, dándose la vuelta y encogiéndose como si hubiera topado con un muro. En lugar de encogerse de miedo, les enseñó los dientes, acorralada. El vial que portaba rozó el suelo.


- Nada de movimientos bruscos. No sé qué contiene, pero podría ser tóxico -con delicadeza, Ersebeth le tendió el cajón que había rescatado del túnel a Juri y descendió por su espalda hasta regresar a suelo firme.


El contenido de la carga de Bart, que ya de por sí era bastante incómoda, chilló. Todas las ratas que contenían se pusieron de acuerdo compartiendo una sola mente, una sola idea. Sincronizadas, royeron la tela de los sacos hasta que ésta cedió, y salieron todas en tropel para proteger a la huidiza alimaña. Formaron una barrera circular en torno a ellos, interponiéndose y escondiendo de la vista a la rata que portaba el vial. Ersy retrocedió un paso, dubitativa. No podía prever el siguiente acto de las ratas, porque no actuaban como ratas normales. Miró en derredor, donde aún permanecía el cordón policial pero no se veía ni un alma. Hasta las carreteras estaban cortadas gracias a la intervención de su madre.


Como los problemas siempre acuden de dos en dos, los cuervos decidieron que era el momento de intervenir. La formación enfiló sus picos, que de pronto adquirieron un matiz peligroso, y se lanzaron sobre ellos en picado desde las alturas. A Ersebeth se le escapó un grito asustado. Oírse a sí misma la sobresaltó. De un vistazo, comprobó que no estaba sola, que las vidas de Juri y Bart corrían el mismo peligro que la suya. Con las lágrimas saltadas y el corazón latiéndole en las sienes, su mano actuó por sí misma. Se bajó el cuello del jersey y acarició la joya azul de la gargantilla pegada a su piel.


- ¡Absorber: cinética!


Con estas palabras, alzó el implante sobre su cabeza con la palma extendida en dirección a la lluvia de cuervos. Después del contacto, la joya azul emitió un destello y se enraizó, deformándose y estirándose, adquiriendo el color y la consistencia del acero, envolviendo a la chica hasta formar una armadura completa y ceñida que apartaba de un plumazo la sensación del escaso desarrollo de Ersebeth. La última pieza en formar parte de su vestuario, el yelmo, no apareció hasta que los animales no chocaron contra ellos. O más bien, contra la frontera invisible que se había extendido sobre sus cabezas, a la altura a la que Ersy había levantado la mano. El rango era muy justo. Muchos de ellos se quedaban clavados alrededor del grupo a escasos centímetros, tiesos como un palo. Los que topaban contra el escudo invisible se veían desprovistos de fuerza, escurriéndose en el aire. Cuando el ataque cesó, se hallaron en medio de un campo circular de cuervos clavados en el cemento, bordeados por un círculo de ratas que aguardaban su turno. Con la caída de las aves, la luz volvió a bañarles.


- ¿Estáis bien los dos? ¿Os han dado? -la voz de Ersy detrás del metal sonaba distorsionaba y con ecos, pero era perfectamente audible.


 Los cuervos dejaron de moverse, con los ojos cerrados. Ersy bajó el brazo, examinándose con detenimiento. La pantalla indicaba que estaba totalmente cargado de energía, por lo que disponía de todas sus funciones al completo. Se puso en guardia, esperando la reacción de las ratas. Les llegó el ruido de cristales rotos amplificado, adquiriendo conciencia de su procedencia. La rata que persiguieron, la que quedaba oculta entre las otras, había caído, quedando panza arriba. Por encima de todas ellas empezó a ascender un vaho que el viento suave desplazó hacia el grupo, se dividió en varios brazos de humo y se extinguió al alcanzar los hocicos de las ratas. Ersy permaneció a la espera, porque no sabía de qué amenaza en concreto debía proteger ahora a sus nuevos amigos. No tendría que esperar mucho tiempo: las ratas, haciendo gala de su mente colmena, se desplazaron a rastras, apretándose unas contra otras. Formaron una torre, y sus formas, se confundieron hasta formar otra humanoide conjunta. Una que conocían bien.


De nuevo se alzaba ante ellos la viva imagen de la peste, bastón en mano. El abismo les devolvió la mirada a través del hueco de los ojos de la máscara picuda. Era mucho más bajo que cuando le vieron por primera vez, y apoyándose en el báculo, avanzó lentamente hacia ellos. Los cuerpos de los cuervos no le impedían el paso, sino que en cuanto los rozaba, se unían a él. Cada nuevo miembro de la fusión le engrandecía. Los que estaban diseminados cerca de los bordes, se vieron succionados como por un desagüe, cuyo centro era la criatura misma. Se detuvo a pocos metros del grupo, y para dejar claras sus intenciones, estiró la mano enguantada hacia ellos, exigiéndoles lo que le habían arrebatado.

-Cuanto me alegro de veros de nuevo chicas.- La vitalidad y  alegría característica del joven velocista se reflejó en su rostro a través de una cálida sonrisa.

Al poco de llegar al lugar donde se encontraban sus nuevas amigas, las criaturas que llevaba en los sacos se removieron y emitieron un estridente y desagradable alarido. Eso pilló a Bart por sorpresa, ya que, durante todo este tiempo las bestias habían permanecido como adormecidas.  Desde que las capturó y las metió en el saco, los animales habían estado inmóviles y callados, como en una especie de estado de estupor y letargo. Como acto reflejo e impulsivo el castaño tiró sin darse cuenta los sacos al suelo.

El despertar de aquellas alimañas indicó que seguramente estaban en la fuente del poder  que estaba detrás de la propagación de aquel mal. Las ratas royeron los sacos y escaparon. El velocista intentó detener a algunos de los animales pero al no tener donde aprisionarlos era realmente complicado. Con destreza y valiéndose de sus poderes de metahumano, consiguió paralizar a algunas alimañas ralentizando el metabolismo de estos animales.  Los entes ralentizados, se quedaron en el suelo muy quietos. Mientras tanto las otras alimañas formaron un círculo rodeando a Bart, Juri y Erzy. Bart se acercó a las alimañas y con la rapidez que el caracterizaba fue ralentizando a algunas de las criaturas para que no se encontrasen encerrados. No se atrevía a dar golpes a aquellas cosas. Después de todo eran seres vivos y él no mataba.

No obstante, dejó su cometido al darse cuenta de que una nueva amenaza se había presentado ante ellos. Instantes después de que las ratas tomaran posición, unos cuervos aparecieron volando sobre ellos. Las aves tenían la clara intención de caerles en picado como en la película Los pájaros de Alfred Hitchcock. Bart pensó que tenía que hacer algo antes de los pájaros decidan hacerles más agujeros que a un queso de  Gruyer. Ersebeth  gritó y Bart dirigió sus ojos castaños hacia ella. ¿También estaría pensando que se encontraban en una grave situación de peligro?

No era momento para teorías metafísicas de la existencia o quizá sí. Bart se quedó un fracción de segundo dubitativo. ¿Por qué vuelan las aves? Toda la fisonomía de un pájaro está preparada para hacerle frente a la gravedad y elevar su cuerpo hacia los cielos. ¿Cómo se dificulta el vuelo de un pájaro? La respuesta le llegó al velocista tan rápido como un rayo. El viento, las corrientes de aire. Las fuertes ráfagas de viento dificultan el vuelo de las aves y muchas veces propician que estas no puedan emprender el vuelo. Bart empezó a correr en círculos sobre sí mismo con la intención de generar una corriente de aire que desestabilizara el vuelo de las aves. Kid Flash corría cada vez más rápido desplazando cada vez más rápidamente las moléculas de aire y generando un desplazamiento que provoco una brisa. Esta corriente de aire propició que los cuervos que se encontraban cerca de Bart no pudieran controlar la dirección del vuelo. Cosa que aprovechó el velocista para poder correr hacia donde caían las aves y ralentizarlas.

Una ver despejada su área de acción el velocista se dirigió hacia donde se encontraban las otras dos personas.  El castaño se percató de que Ersy llevaba puesta una armadura. El adolescente se preguntaba que de donde la había sacado. Con la armadura la peliblanca se había hecho cargo de la situación y  había abatido a las aves que se encontraban en su rango de actuación.  Luego miró a Juri, que como diosa que era, había neutralizado con facilidad las amenazar cercanas a ella. Bart se alegró de que ni sus compañeras ni él estuvieran heridos y se encontrasen en óptimas condiciones.

- Yo estoy perfectamente- hizo  una v de victoria entrecerrando el pulgar, meñique y anular y levantando y separando los dedos índice y corazón.  

Un ruido de cristales rotos inundó a estancia donde se encontraban. Tras escucharse aquel ruido, las ratas empezaron a fusionarse ente ellas, dando lugar a  un ser ya conocido por ellos. Cuando se presentó  la figura extraña ante ellos, Juri fue la primera en hacerle frente. La autodenominada  diosa de la Luz, le dirigió unas combativas palabras a aquel ente. Bart se percató de que cada vez que la criatura absorbía una rata y esta pasaba a formar parte de su cuerpo, esta adquiría más tamaño y parecía que también más poder. El velocista se movió deprisa y antes de que asimilara a todas las ratas del lugar, Bart intentó paralizar al mayor número de ellas. No sabía si al unirse a ese ser recobrarían de nuevo las fuerzas y el movimiento pero no perdía nada por intentarlo.

”FdR”:

Ersebeth asintió, más tranquila tras el gesto de Bart. Las preguntas y los autógrafos vendrían después. Ahora, tenía que centrarse en el enemigo, o enemigos, que tenía delante. A su cargo quedaban Juri y Bart, y tenía la firme certeza de que ellos le protegerían las espaldas.

Ante el desafío de la diosa, el siniestro individuo torció la cabeza igual que lo haría un pájaro. Estuvo así un segundo que se eternizó, hasta que por fin, el cuello recuperó la posición inicial y, de forma brusca, volvió a descomponerse en ratas y cuervos. Ersebeth se interpuso con los brazos extendidos, a modo de escudo humano, delante de Juri.

Se equivocaba. Las alimañas corretearon, pasando de largo y yendo a por Bart. Volvieron a unirse y el pico de la máscara quedó a escasos centímetros del rostro del chico. El bastón dibujó un arco en el aire, directo a la cabeza del muchacho. La fuerza con la que iba no era la de un hombre normal, sino la de todos los animales que lo conformaban. De dar, haría realmente daño.

- ¡Bart!

Aunque estaban muy cerca, Ersy había hecho mal los cálculos al anteponerse frente a Juri. Bart estaba expuesto, por eso había ido a por él. Estiró el brazo en dirección al muchacho, en un intento desesperado de llegar a tiempo y no permitir que le hicieran daño a su nuevo amigo.

# Tirada 1: “Disease”

”FdR”:

En un principio parecía que el ser había escuchado el desafío de la diosa hindú.  Pero sus intenciones eran muy distintas y viró para confrontar al velocista. El extraño ser se desintegró  y luego se reintegró para atacar al castaño. Bart se irguió para confrontar a su adversario.

Bart era un joven muy optimista. Eso le hacía pensar que iban a salir victoriosos de todas las situaciones. Era muy difícil que el adolescente entrase en pánico o estado de nerviosismo. Tenía una pasmosa habilidad para recuperar la esperanza hasta en situaciones más críticas.  Por ello, cuando vio avanzar al monstruo hacia él ni siquiera se inmutó ni palideció. No sintió ningún temor, es más casi se alivió de que el objetivo de aquella peste negra fuera él y no cualquiera de sus amigas. Siempre se preocupaba más por el bienestar de los demás que por el de sí mismo.

Oyó como Juri entonaba un cántico de protección. Era una hermosa plegaria. Sabía lo que significaba: Saludos al prana impregnado de la más elevada energía de Shiva, que protege contra el mal. Había reconocido el idioma y su mente tan ágil y rápida como siempre le tradujo a su segunda lengua, inglés americano el rezo. Era una de las ventajas de haberse leído todos los libros de la biblioteca pública de San Francisco, tenía un mar de conocimientos que le ayudaban a poder aprovechar mejor las situaciones.

Intentó hacer uso de su velocidad para esquivar el ataque de aquel que usaba la forma de médico de la Peste Negra.  Sin embargo, sintió  un dolor agudo en su rodilla. Un calambre intenso le recorrió de arriba abajo la pierna. Del dolor soltó unas cuantas lágrimas. Este fuerte dolor provenía de su rótula artificial. Estaba sobrecargada y estaba pinzando uno de los músculos de su pierna lo que le impidió moverse y utilizar las capacidades de su metabolismo acelerado para librarse del golpe.

El chico recibió de lleno el impacto en la cabeza. Debido a la fuerza del impacto, su cuerpo fue impulsado hacia atrás. Su cuerpo cayó al suelo y rebotó. A causa del doble impacto que había recibido en la cabeza Bart estaba inconsciente en el suelo. Su cuerpo trataba de curarse lo más rápidamente tanto del dolor del músculo de la pierna como del impacto cruento que le había propiciado el misterioso ser.

- ¡Bart!

Ersy fue disparada hacia Bart en cuanto le vio aterrizar. Se arrodilló a su lado y le zarandeó por los hombros.

- ¡Bart! -volvió a llamarle, consternada.

Le puso la mano en el pecho, y en la pantalla del implante apareció un lector cardíaco con los signos vitales de su compañero. Respiraba, y aunque tenía una fea herida en la cabeza que sangraba, sus constantes estaban estables. Parecía inconsciente, pero las heridas en la cabeza no solían augurar nada bueno, y la sangre era muy escandalosa.

El enmascarado no perdió el tiempo. Bastante que permitió que Ersy comprobase el estado del chico. Reclinó la cabeza en dirección a Juri, burlándose de la letanía que no tuvo ningún efecto, y caminó con calma hacia el malherido y la chica. Se quitó uno de los guantes de camino, y su mano putrefacta desprendió un desagradable olor a podrido que llegó a la diosa. Se situó detrás de Ersy, y Juri pudo ver a cámara lenta como la mano pútrida se acercaba, inexorable, hacia la nuca de la armadura. Ersebeth lo intuyó, y respondió a su cercanía apuntándole con la mano abierta, de la que emanó un haz blanco en su dirección, girándose apenas.

El olor a quemado la hizo toser. El láser había quemado la toga, y dejado al descubierto, a la altura del abdomen, un trozo de carne tan putrefacta como la mano, con gusanos adheridos y retorciéndose en los múltiples agujeros. Un puñado de éstos cayeron al suelo, muertos por culpa del ataque de la chica, que le había dado de lleno. Disease se llevó la mano a la herida, llevándose un legajo de piel ennegrecida. En su mano, la piel se convirtió en una rata muerta.

Tenía una ligera conmoción cerebral por lo que  se encontraba inconsciente y no respondía a ningún tipo de estímulo. El castaño estuve un rato considerable tirado en el suelo. Estaba desmayado debido al golpe del bastón de aquel ser y del impacto contra el suelo. Aunque se encontraba sin sentido, padecía un  irremediable y tremendo dolor en la cabeza. Como si estuviera a punto de estallarle.  Al estar el castaño parado, su rodilla parecía estar recuperándose. El tirón que sintió en la pierna y produjo que no fuera capaz de esquivar el ataque del ente estaba disminuyendo. Los músculos y ligamentos de su rodilla parecían estar relajándose.

Sus  constantes vitales estaban aceleradas. Pero era lo normal en un velocista. Siempre hacían todo más rápido que el resto de los seres humanos. El golpe de aquel extraño ser le había abierto una herida bastante fea que empezó a sangrar caso de firma instantánea. La cabeza es una zona del cuerpo que por la mínima herida tiende a sangrar mucho. Por ello,  sangre brotó a mansalva. Sin embargo,  sangre dejó de emanar de la herida muy rápidamente, luego se secó y quedó como una costra un tanto pegajosa en el rostro del velocista. La lesión sanó y se cerró en un periquete. El organismo acelerado de Bart trabajó a gran velocidad eliminando la infección,  cerrando lo herida, creando una costra y finalmente reparando el tejido dañado.

Mientras su cuerpo se recuperaba, oía como una voz preocupada le llamaba. Abrió los ojos y miró la cara de preocupación de Ersebeth. Al despertar estaba bastante desorientado. Todo le resulta francamente extraño. No sabía que había ocurrido ni donde se encontraba. Miró los ojos preocupados de la peliblanca, luego miró alrededor  y distinguió a la diosa hindú. Luego observó a aquel ser vestido con una capa oscura  y con la máscara de médico de la peste tapándole el rostro. Arrugó la nariz, un hedor a pestilencia y descomposición llegó a él. Ese repulsivo aroma le dio un asco tremendo.
El joven velocista tardó unos segundos en recomponer la escena. Aquel bicho, que tras el golpe del láser de Ersy,  exhibía su abdomen hecho de una masa asquerosa e informe lleno de larvas y gusanos.

-  Oh, Ersy  ¿Qué pasa?- dijo Kid Flash como si nada hubiera pasado y se acabase de levantar de una siesta reparadora. Su estómago rugió- Tengo un poco de hambre- dijo con una sonrisa amable en sus labios. Sanarse de golpes críticos, hacía que su organismo gastase una elevada  cantidad de reservas energéticas. Eso producía que al adolescente le entrase una ingente hambre.

Bart tomó la mano de Ersy y se levantó. De paso el velocista levantó a la joven con él. Él al sonrió para tranquilizarla, ya que, la notaba ligeramente preocupada y nerviosa. Se percató de la “carne” podrida que se cayó del ente y se convirtió en una rata muerta. Ese misterioso personaje había sido golpeado. Pero ¿Por quién? Debido a su estado de inconsciencia, se perdió el ataque de la muchacha así que no sabía muy bien cómo había resultado herido Disease.  

Como su primer ataque no había resultado, Juri se dispuso a contraatacar. Le dio al mensajero de la peste una serie de golpes contundentes. Bart pensó que ya había estado demasiado tiempo parado y se dispuso a ayudar a la morena. Usando su hipervelocidad. Golpeó rápidamente a aquel ser en la zona que Ersy le había herido.

FdR - Recuento hasta ahora:

La personificación de la enfermedad recibió palos por todas partes que le hicieron retroceder a trompicones. Un solo puñetazo de Juri impactó de lleno, provocando un aluvión de ratas al suelo y cuervos que salieron volando a poca distancia antes de caer fulminados, demasiado dañados para seguir. Cada alimaña que perdía, el tamaño de Disease iba reduciéndose. Aún le sacaba una cabeza a Ersy, pero la diferencia entre antes y ahora era más que notable. Trató de defenderse con el mismo bastón, frustrando así el resto de ataques de Juri.

En un aparte, al verle despertar, Ersy se lanzó al cuello de Bart para darle un abrazo, totalmente animada al ver que su nuevo amigo estaba relativamente bien. Se separó de él rápidamente, recordándose a sí misma que aún había un “malo” al que detener, y que los movimientos bruscos podrían empeorar el estado de Bart.

Aún así, al incorporarse juntos, la chica reparó en que las heridas del muchacho habían cicatrizado en el escaso tiempo que había transcurrido tumbado. Lo que quedaba era costra y sangre seca. Antes de que tomase aceleración para volver a la carga, Ersy le suplico que tuviera cuidado, aunque sus palabras se vieron repulsadas ante la impresionante velocidad de Bart.

El rayo humano fue directo a los agujeros muertos del cuerpo de Disease, demasiado ocupado en su vano intento de detener los puños de Juri. Con el envite de Bart, el cuerpo podrido de la criatura dejó caer al suelo un grupo de cuervos sin vida. No paró ahí, sino que, alejándose de sus dos atacantes, Disease se dobló sobre sí mismo y siguió vomitando animales vivos y muertos. Un puñado de ratas y dos cuervos eran los únicos con vida, que en lugar de huir, se lanzaron a una contra Bart y Juri, aunque el grueso del pequeño ejército se decantaba por lanzarse al chico, atraídas por el olor a sangre.

En mitad del salto, Ersebeth se plantó justo en medio, defendiendo a Bart con su propio cuerpo y los brazos extendidos.

- ¡Absorber: Cinética!

Los choques contra la armadura restallaron como si fuera granizo en el capó de un coche. Aquellos bichos tenían más fuerza de la que, por naturaleza, les correspondían, abollando algunas partes de la armadura y tumbando a la chica en el suelo, buscando desesperadamente algún hueco entre el acero por el que llegar a la piel. Se intentó cubrir con los brazos, notando los dientecillos roer el mismo metal con desesperación... Se asustó. Intentó hacerse un ovillo sobre sí misma, apartarlas con las manos. Pese a la armadura, podía notar las patas correteando sobre ella, los picos agujereándole el traje. Estaba asustada incluso para gritar, y menos aún podía consultar la energía que había podido absorber con el dispositivo, si es que había podido absorber algo.


# Tirada 1: Ersy
# Tirada 2: Disease

El equipo había logrado propiciarle unos cuantos ataques certeros a la entidad. Parecía que los tres luchando conjuntamente habían propiciado la disminución de las fuerzas de aquel ser sobrenatural que les estaba atacando sin tregua y sin darles ninguna explicación. Sin embargo, la lucha no terminaba y parecía que pasaría bastante tiempo antes de que alguno se erigiera vencedor de la pugna. Disease iba perdiendo alimañas y disminuyendo de tamaño con cada atino de los héroes.

Toda la escena era bastante desagradable para Kid Flash. Le producía una sensación de asco tremendo el olor a carne putrefacta, los gusanos en la piel del que parecía un médico de la peste y ver escupir a aquel ser animales muertos. Todo en Disease era nauseabundo y repelente. Parecía un ser construido con la putrefacción y enfermedad. Al muchacho le resultaba un tanto desagradable que tuvieran que atacar a ese ser sin saber que estaba ocurriendo. Pero el encapuchado siniestro nunca dio muestras de querer comunicarse con ellos. Simplemente empezó atacándoles. El joven empezaba a pensar que la entidad de la peste era un ser de caos, que sólo quería sembrar la desolación y la enfermedad por el mundo.

Un aluvión de alimañas expulsadas de su adversario salieron disparadas a atacar a Juri y A Bart. Guiados por sus impulsos animales, los bichejos estaban atraídos por la sangre seca y los resquicios de la herida que había sufrido el velocista. El joven no tenía nada a mano para limpiarse aquellos restos de sangre y supuración. Esos resquicios que pingaban su cabeza y su cara eran como un imán para aquellas criaturas.  El adolescente se preparó para actuar. El castaño estaba concentrado esperando el momento en que las ratas y cuervos se acercaran lo suficiente para poder golpearlas rápidamente y paralizarlas ralentizando el organismo de estos animales. No obstante, la diosa hindú desplegó su energía a su alrededor como envolviéndolo con una energía mística que le protegía de aquellos enfermizos y pestilentes animales. Posteriormente, Ersy se puso delante de él y disparó con su brazo biónico al enemigo.

- Gracias Juri y Ersy - dijo el chico siempre sonriente. Aquella protección de las dos féminas le hizo sentir un calor en su corazón. El joven si sintió arropado y protegido como cuando estaba con sus antiguos amigos de Teen Tintas en su mundo de origen.

Las alimañas eran muchas y Ersy no consiguió frenarlas a todas. Algunas de las ratas se le subieron por el cuerpo e intentaron roer su armadura. Mientras tanto los pájaros se elevaron y trataban de traspasar el metal dándole a la chica picotazos. El castaño se percató de que una de sus nuevas amigas estaba en problemas. Bart inmediatamente acudió en ayuda de la peliblanca. Kid Flash hizo uso de su velocidad y empezó a golpear a los animalejos con multitud de puñetazos hiperacelerados.

El golpe de Juri provocó un crepitar escalofriante, el ruido de los huesos al quebrarse. La toga que envolvía el cuerpo de la criatura se removió un poco, confundiéndose con el halo violáceo que la cubría. La prenda acabó arrebujada en uno de los puños de la diosa, sin más contenido que una fina columna de humo y cenizas, que se desprendieron hasta regar el suelo y manchar el brazo de la mujer Deva.

Las alimañas que habían reducido a Ersy en su intento de proteger a su compañero cayeron al suelo como una segunda piel. Parecían ser más resistentes que las anteriores, porque los golpes de Bart, como mucho, las dejaba aturdidas, pero no muertas. Echaron la vista atrás, esperando instrucciones o una señal de su huésped, que suponían trabado en combate con Juri. Sin embargo, cuando vieron que lo único que quedaba de él era su toga, el instinto animal retomó sus conciencias. Un par se chocaron entre sí, y dieron algunas vueltas en círculos, desorientadas bajo la luz del exterior, distinta a la de las cloacas de las que procedían.

Ersebeth se tambaleó al incorporarse. La armadura había resultado dañada, pero a simple vista, palpándose a sí misma, comprobó que los daños no eran irreparables. Tampoco se sentía particularmente enferma, aparte de un ligero mareo por la presión del momento y la respiración alterada por el shock. Su radio de visión reveló que a la altura del hombro, un picotazo había conseguido abrirse paso por el metal, dejando un diminuto punto de piel al descubierto. Nada grave, se repitió a sí misma mentalmente, nada grave. Podía seguir. Sus compañeros habían luchado para que pudiera seguir.

Las piernas le temblaban como si se las hubieran sustituido con gelatina. A la desesperada, buscó los sacos que recordaba que Bart trajo consigo. No estaban muy lejos de la caja que habían hallado en las vías del tren. Fue fácil dejárse caer sobre ella, agarrar el saco y lanzárselo a sus compañeros:

- ¡Atrapad a las que han sobrevivido! ¡No dejéis que se escape ninguna!

La diosa Hindú había dado un golpe crítico a ese ser que había salido de quien sabe donde. Después de aquel ataque,  el ente se desintegró dejando nada más que unos resquicios de su ser en el suelo y en el  brazo de Juri. Las alimañas que acompañaban a aquel ser de la peste, al percatarse de la destrucción de su amo siguieron su instinto animal y se pusieron a correr en todas direcciones buscando una manera de huir.

Consciente de que estaban ganando la partida y comprobar  que no estaban en una situación crítica decidió que lo mejor era recuperar fuerzas. Desde que comenzó aquel periplo había gastado mucha energía y su cuerpo se sentía ligeramente agotado. Sacó de sus bolsillos un chocolatina y se la comió inmediatamente. Luego sacó una barrita  energética, un refresco, una bolsa de patatas fritas y tres chocolatinas más. Todo aquello lo comió en un tiempo record. Bart se entretuvo comiendo y reponiendo fuerzas y por eso no llegó a tiempo de ayudar a Ersy a a socorrer a la chica.

Miró el sacó que les habría lanzado Ersebeth. Juri agarró el saco que estaba a sus pies y empezó a atrapar a los animales. Bart corrió por la instancia y recuperó el otro saco. Cuando las alimañas se habían alzado en un éxtasis de fervor por volver con el ente, habían roído y roto varias partes del mismo. Por aquellos agujeros podrían volver a escaparse los animales. Como los sacos de Yute se hacían entretegiendo y trenzando las fibras naturales, Bart  comenzó a entreteger los hilos sueltos y a unir los desgarrones. Valiendose de su velocidad terminó de recomponer el saco en un minuto. había trenzado las fibras y hecho miles de nudos para que quedasen uniones fuertes.

Aunque no iba tan rápido como la primera vez que apresó a los animales debido al cansancio de la pugna, Bart empezó a cazó a las alimañas restantes en muy poco tiempo. Como Juri había dado un golpe y se había puesto a capturar a las más cercanas a la zona del impacto, el se ocupó de las más alejadas. Aquellas que no cayeron presas del efecto de la diosa porque les había dado tiempo a recorrer más distancia.

-Dejame un momento- dijo el velocista mientras reparaba las imperfecciones del saco en el que Juri había metido a los animales capturados.- ¿Te encuentras bien Ersy, quieres que te lleve a un médico?-

Así, tumbada sobre la caja con las extrañas pociones, Ersy no pudo echarles una mano a sus compañeros a atrapar los restos de Disease. Podría haberlo hecho. Podría haberse levantado, haber dominados su emociones. Recordar en qué otra ocasión vio esa pequeña hendidura en el hombro, repetida sucesivamente como impresa en la piel, y dejarlo atrás como si lo hubiera superado.

Pero no fue así.

No lo hizo. No se levantó. No lo superó. Rodó con cuidado sobre la caja hasta quedar sentada en el suelo. Notaba los primeros cosquilleos, un hormigueo muy parecido a cuando se duerme una extremidad. El tiempo que pasaron Bart y Juri capturando alimañas, las nanomáquinas cumplieron con su parte. Se centraron en recuperar la armadura primero, reparando su estructura, eliminando todo rastro del ataque de Disease y sus esbirros. En cambio, las heridas en la piel les llevaría mucho más tiempo, aunque no fuera, por suerte, de consideración.

De pronto, Ersy se sintió el centro de atención cuando, tanto Bart como Juri, se interesaron por su estado. Ocultando su incomodidad, interrumpió momentáneamente el proceso de regeneración al rozar el cuello con un dedo, un contacto preconfigurado que indicaba a la armadura que deseaba quitarse el casco. Con una sonrisa apaciguadora, Ersy quiso tranquilizarles.

- Estoy bien

No fingía. Las heridas eran superficiales, que sanarían tarde o temprano, ya fuera por las nanomáquinas o la biología. En torno a ellos, los cuervos caídos no se movían, ni las ratas vencidas; y en los sacos recompuestos como por arte de magia, en un visto y no visto, se debaten sin muchas ganas los supervivientes, pero por poco tiempo. Un último tembleque, y se acabó. Amenaza neutralizada. Al incorporarse, Ersy se tambaleó hacía adelante y atrás peligrosamente, pero mantuvo el equilibrio.

- Conseguido… -murmuró. Como las ratas y cuervos que alfombraban el suelo no despertaron de repente para llevarle la contraria, lo dijo más alto -¡Conseguido! ¡Conseguido! ¡Lo habéis conseguido!

Presa de la emoción, Ersy dio un salto hacia ellos para abrazar a ambos, cada uno con un brazo. La celebración no duró mucho. Algo se acercaba. Al principio era imperceptible, pero lentamente, un suave zumbido cruzó el aire. Ersy conocía ese sonido demasiado bien. Tanto, que no tuvo ni que rozar la armadura para recuperar el casco y la compostura, tan rápido que hasta le crujieron los huesos. El motivo de su repentino cambio de actitud descendía en vertical, majestuosa, con las alas estiradas y el sol de la victoria reflejándose en su armadura. La valquiria tomó tierra con un movimiento fluido y suave. Al andar era como si los cadáveres se apartaran sin que llegase a tocarlos. Se detuvo justo al lado de la caja, echándole un rápido vistazo, protegida tras el yelmo que salvaguardaba su identidad.

- Me alegra ver que habéis controlado la situación. Gracias. De camino hacia aquí, he comprobado que no queda ni rastro de esas criaturas.  ¿Queda algo más por hacer?

Ersy agachó la cabeza, repasando todos sus actos durante la operación. ¿Qué debían hacer ahora con los restos de Disease, las ratas y cuervos que quedaban en los sacos? Tragó saliva. Sabía perfectamente qué haría Sköguld, que esperaba su respuesta. ¿Y la caja? ¿Y los viales? Todo se había precipitado cuando los sacaron del túnel. ¡El túnel! Ese enorme boquete donde comenzó la pesadilla… Antes de tomar ninguna decisión, Ersy respiró hondo, dio un paso al frente y relató la cadena de acontecimientos que había vivido de la forma más fría y objetiva que le fue posible. A Sköguld le resultó muy evidente lo que Ersy intentaba hacer. A su pesar, sabía también que no lo conseguiría. La certeza le golpeó con fuerza, aunque no lo exteriorizó. Ersy no podría sacrificar a esas bestias. Le habían herido, les habían atacado, el contacto podía ser peligroso… y ella solo veía animales. Por mucho que intentase convencerse a sí misma de lo contrario con el relato aséptico, denominándoles “alimañas” en voz alta, ordenando sus ideas para tapiar el túnel, destruirlo, estudiar los viales… Eran animales. Animales alterados por la intervención humana con las obras del metro subterráneo. Antes de que lo propusiera, Sköguld lo mandó callar alzando la mano con un gesto cortante.

- ¿Qué soluciones se os ocurren a vosotros? - les preguntó a Bart y a Juri.

Ersy casi no se movió de su sitio. Su rostro mostraba que quería ayudar pero no podía. El velocista era de vez en cuando muy despistado. Pero cuando se encontraba en una misión procuraba estar lo más atento posible. Sabía que cada detalle contaba.

Bart podría ver cada minireacción y microexpresión del rostro de los demás por su constitución. Por eso, captaba las expresiones que los demás trataban de ocultar. Aquello que es meramente impulsivo y que sucede tan rápido que no se puede maquillar.

Mientras corría en pos de cazar todas las amenazas, un par de veces se escabulló para comprobar que su nueva amiga se encontraba bien. Las chicas no le vieron porque se movió a una velocidad casi imperceptible para el ojo humano. Vio como pequeñas nanomáquinas curaban a la joven del pelo blanco. Él se sintió más aliviado al comprobar que las heridas de la muchacha estaban siendo atendidas. Cuando Juri y él terminaron de recoger las alimañas, se preocuparon por la salud de Ersy. Bart quería saber si ya estaba mejor y si se había recuperado con éxito de sus heridas.

El adolescente sonrió cuando ella les dijo que estaba bien. Bart correspondió con entusiasmo el abrazo de Ersy. Un zumbido resonó en el aire y la joven peli blanca rompió el abrazo.Ante ellos se presentó Sköguld, aquella extraña mujer vestida como un videojuego, que anteriormente se le había aparecido. No entendía qué hacía allí aquella desconocida. No había hecho nada ni informado absolutamente de nada. Se movía por allí como si ellos le debieran a ella pleitesía. La actitud de Ersebeth cambió radicalmente al aparecer de buenas a primeras esta señora. Parecía como si solamente pudiera ser ella cuando no estaba presente esta persona.

- Perdone. - Dijo con todo el respeto que pudo. Se le notaba la emoción exaltad bullir en su interior. - Pero, ¿se puede saber quien es usted? Porque nos está dando instrucciones y nosotros no la conocemos de nada.- Si ya le molestaba que Wally le diese órdenes. Una persona que era un total desconocida y no era parte ni de su familia ni de su grupo de amigos le molestaba unas diez mil veces más. No le agradaba nada aquella actitud que estaba ostentando al tratar con ellos, como si fueran inferiores a ella. Esa mujer que se había presentado allí de imprevisto. Callar a Ersy le pareció de muy mala educación. Le recordó a recordar las actitudes marimandonas del primo Wally de su universo. El pelirrojo le soltaba siempre alguna contestación borde o cruel minimizando sus cualidades o menospreciando su labor en las actuaciones como héroe.

-WOW- soltó impresionado al ver el águila dorada. Haciendo gala de su curiosidad, se acercó al animal y tocó sus espumosas y suaves plumas.

Un gesto de incógnita surgió en su rostro. ¿Cómo sabía el águila que aquella mujer era una valquiria? Quizá ya se conocían. La imagen de Sköguld distaba mucho de cómo los textos clásicos y de origen nórdico describen a las guerreras seleccionadas por Odin.

El yelmo mantenía la expresión de Sköguld neutra, pero Ersy podía sentir que estaba rumiando por dentro. Quiso advertir a su compañero, pero ella tampoco podía dirigirle una mirada de advertencia, o decir nada. Cualquier movimiento, cualquier gesto, sería evaluado con dureza.

─ ¿Instrucciones…? -murmuró.

Si iba a decir algo más, la repentina aparición del gigantesco Garuda lo acalló todo. La larga melena de la valquiria y de Ersy se bambolearon en pos del viento que las alas de la criatura levantaban.

¿Qué sabía ella del inframundo? Concretamente, del inframundo al que se refería Juri. No mucho. ¿Acaso a Ersy se le ocurría otra cosa? Claro que no. Sabía lo que habría hecho Sköguld con esas criaturas de haber tenido ocasión, sin dudar ni un segundo, sin remordimientos. Ella no podía. No podía matarlas. Así que se abrazó a la idea de mandarlas a un lugar destinado a la penitencia y al castigo antes que mancharse las manos de sangre. La sola idea de lo contrario le descompuso el cuerpo.

─ Podríamos hacer una votación -susurró Ersy. Bart, que estaba a su lado, y Juri pudieron oírla perfectamente. No así la valquiria, que ladeó la cabeza para escucharla mejor. Sin mirarla, Ersy siguió hablando -Es decir, que quien quiera enviar a las alimañas al Inframundo, que levante la mano.

La primera mano en alzarse fue la de la chica del pelo blanco y armadura futurista. La valquiria se cruzó de brazos, esperando la resolución final.