¿Me acompañas? (Roy Harper, libre) [26/08/2018]

Un ruido me despertó esa mañana. Un ruido agudo y pequeño, acompañado por el sonido de unas patitas por el suelo. Patitas. Me desperté de golpe y me incorporé a toda prisa, sabiendo que lo que producía ese ruido era una rata. Llevaba ya mucho tiempo en la calle como para diferenciarlo con rapidez, pero no me hacía al hecho de vivir en la calle. Era frustrante, era cansado, era... No era lo mejor. Pero por lo menos encontraba lugares más o menos refugiados, sabía en qué calles meterme y en cuáles no se metía nadie. Ya podía defenderme por mí misma, no como cuando era más joven y sólo había dormido en la calle una semana, ya no se aprovechaban de mí ni me forzaban a hacer nada que no quisiera.

Con rabia me limpié como pude la ropa de la suciedad del suelo, cuando la rata salió a toda prisa del callejón y se escapó entre mis piernas. Y otra más. Y cuatro más por el callejón, haciendo ruiditos agudos. Fruncí el ceño. ¿Qué es lo que ha asustado tanto a esas alimañas? Me giré con cuidado y me encontré a un fantasma. Duh. Estúpidos animales que me asustan nada más despertarme. Sonreí al espíritu y fui con confianza hacia él, o ella, no sabía qué era porque estaba todo borroso. Cuando estuve lo suficientemente cerca me indicó con la mano que le siguiera, y eso hice, esperando poder ayudar a esa pobre alma.

El espíritu me llevó por la ciudad hasta un parque. No intentó comunicarse conmigo más que para darme indicaciones de hacia dónde tenía que ir. Me llevó a un parque y lo atravesamos, y justo antes de terminar una de las zonas, se paró al lado de un chico que estaba en un banco tumbado. Miré a mi alrededor, miré si sería el padre o el hermano de algún niño que había en el parque... Pero no lo parecía. Me quedé mirándole y me moví para poder verle bien la cara, que tenía medio oculta por una gorra. Volví a mirar al espíritu, pero se había ido. Quería saber qué pasaba con ese chico, qué tenía de especial. Me acerqué más al chico, intentando verle la cara, pero no podía, así que le di un golpecito en el hombro.

-¿Hola?- empecé con cuidado, no sabía si estaba dormido o sólo relajado. -¿Estás bien?- "¿Estás bien? ¡¿Estás bien?! ¿Qué pregunta es esa?". A veces me tenía que preguntar a mí misma por qué hacía esas cosas, por qué ayudaba a los fantasmas, incluso cuando como ahora, no sabía quién era el fantasma o qué quería del chaval. Me mordí el labio y miré al pelirrojo esperando que fuera simpático.

Roy era un joven bastante inquieto e itinerante y no estaba mucho en ningún sitio. Siempre iba de un sitio para otro, así como si el viento le dejase y le llevase de un lugar a otro. Aquella tarde-noche él había llegado a la Gran Manzana. La verdad que nunca hubiese imaginado que aquella visita a Nueva York empezase con tan mala pata. No tenía muchas cosas pero las había perdido casi todas al entrar en aquella emblemática metrópoli.

La camioneta roja y destartalada en la que recorría Estados unidos le había sido embargada por las autoridades pertinentes. No sabía si había sido el cansancio o el hambre o el bullicio cansino de la gran Nueva York el que le había hecho dejar su coche aparcado en un lugar prohibido. Era de noche y el joven pelirrojo no había visto muy bien la señalización. Lo único que quería era dejar  parado el automóvil y comer. Fue el ansia de bajarse del vehículo lo que le hizo despistarse y estacionar imprudentemente. Pero de su acción poco responsable no se daría cuenta hasta unas horas más adelante.



Una vez aparcada la camioneta, se colocó su característica gorra verde y se encaminó a buscar un lugar donde comer. No le gustaban los sitios elegantes y finos. Roy era más de comida casera o comida rápida. Por eso al ver al fondo de la calle una hamburguesería típica americana se dirigió al establecimiento presuroso. Con su habitual amabilidad y simpatía pidió a la camarera una hamburguesa completa. El pelirrojo no tenía mucho dinero pero al menos el suficiente para poder comer más o menos decentemente, según sus criterios de vida.

Cuando terminó de comer se dirigió de nuevo hasta su coche para dormir en él, no podía estar gastando el contado dinero que le quedaba en una habitación de un motel por muy modesta que esta fuera. Pero cúal fue su sorpresa al percatarse en la lejanía que una grúa le estaba remolcando su camioneta. Corrió lo más rápido que pudo pero no pudo llegar a tiempo para usar su labia con el conductor de la grúa y convencerlo de que le permitiese quedarse con su coche.

-Maldición- Juró mientras veía como se alejaba la grúa con su coche. En aquel coche estaban todas sus posesiones menos su cartera, su móvil y la mochila en la que guardada su arco, al cual siempre llevaba encima por si acaso como le enseñó bien su exmentor Oliver Queen.– Mira que eres bueno Roy perdiendo cosas- le dio una patada a la señal de prohibido que en un primer momento no había visto. El pelirrojo se encogió de hombros- Son cosas que pasan …- dijo para sí mismo. Estaba barajando dejarse llevar hasta un antro de esos a los que van todos los machos alfa de la zona y tomarse una o dos o tres, quizá cuatro o cinco cervezas.

- Vamos Roy tu eres más fuerte que eso- dijo mientras caminaba e intentaba quitarse de la cabeza esos pensamientos de recaer en la bebida. Tan centrado iba en alejar esos pensamientos nocivos de su mente que no supo cuando fue que llegó a un hermoso parque. Respiró hondo y una idea de le vino a la cabeza. Pensó que aquel lugar era un buen sitio para dormir, ya que, la noche era templada y no hacía mucho frio. Por ello, buscó el banco más cercano y se tumbó abrazando su mochila férreamente para que nadie le la intentase robar mientras dormía. Bajó su gorra para cubrirse los ojos y esperó a que el sueño le llegase.

De dormido sintió un leve golpe en su hombro y lo dejó pasar. En su inconsciencia pensó que era contacto lo produjo por estar durmiendo con alguien.  A continuación escuchó una voz que le peguntaba algo e inmediatamente salió de su letargo.  Lo primero que hizo al despertar fue alejar la gorra de su cara para poder ver. Luego se movió con un poco de parsimonia pues su cuerpo estaba entumecido de pasar toda la noche en aquel banco del parque.

Vio a esa chica pelirroja en frente de él y se sintió un tanto confuso. Se cerebro tardó un poco en procesar la información y entrecerró los ojos un instante. Cuando estuvo más o menos sereno sonrió a la joven y trató de responder a su pregunta.

-Hola, creo que mejor no podía estar. He sido despertado por una primor como tú-El el pelirrojo la miró y sonrió amigablemente- Soy Roy, por cierto.-

El chico se despertó y se levantó, mostrando su rostro. Era mono y parecía simpático, por lo que solté el aire que no sabía que estaba conteniendo en mis pulmones por la expectación. Su respuesta, sin embargo, me quitó el aire. Nunca me trataban tan bien ni me hablaban con tanto tacto, salvo quizás cuando después querían aprovecharse de mí. Sin embargo, a esa clase de gente la veía venir a kilómetros ya, y este chico no me dio esa mala espina.

-Soy Anya, encantada- le sonreí, colocándome un mechón de pelo detrás de la oreja y sentándome en el banco con él. Me puse un poco nerviosa porque no sabía qué decirle en ese momento, no tenía planeada esa situación. Y, además, tenía hambre.

-¿Por qué estás durmiendo aquí? ¿No te da miedo que te ataquen?- continué la conversación fingiendo ser dulce e inocente. Me di cuenta de que se aferraba su mochila como si no hubiera mañana, pero yo no tenía pensado robarle ni nada parecido: era muy grande y parecía muy fuerte para mí. Y, además, parecía que estaba como yo, sin casa.

-¿Te apetece ir a desayunar mientras me lo cuentas?- me aventuré a preguntárselo. Normalmente no lo habría hecho, pero este chico me parecía diferente a los demás. Y, además, seguía teniendo mucho hambre.

Roy se estiró un poco para estirar los músculos de su cuerpo. Luego se quitó por completo la gorra y con sus dedos se peinó un poco su desordenado y revoltoso cabello. No estaría tan presentable como si se hubiese podido dar una ducha y peinar con un peine frente a un espejo pero por lo menos estaba un poco presentable.

- Un placer- dijo el pelirrojo sin perder la sonrisa de su amable rostro. - Es nombre muy bonito y cómo que te pega. Ya sabes, hay gente que tiene nombres que parecen como que alguien los ha escogido especialmente para ellos. Bueno el mío es muy normal, no hay nada especial en él. Simplemente me llamo como mi padre. Supongo que no era muy original el hombre. - El arquero siempre hablaba mucho y sin ningún reparo. La sinceridad era su manera de romper el hielo. Además, notó que la chica estaba nerviosa y sabía que la gente se relajaba si el otro hablaba de algo sin dejar que se cree un incómodo silencio.

Como Anya le hizo aquellas tres preguntas muy rápido no le dio tiempo a responder las dos primeras antes de que hiciese la tercera. – Me vendría muy bien un café para despejarme un poco y además he de reconocer que estoy muerto de hambre. Doy por supuesto que conoces un lugar donde tomar un buen desayuno.- Dijo el pelirrojo levantándose del banco e invitando a la señorita a hacer lo propio.

-Estoy durmiendo en el parque porque acabo de llegar a la ciudad y estacioné en un mal sitio. Es que estaba cansado, no me di cuenta de la señalización y al poco tiempo la grúa se había llevado mi coche. Pensaba dormir en la camioneta porque  tengo mucho dinero.  Como no conozco muy bien la ciudad pensé que este parque era un buen lugar donde pasar la noche – Roy comenzó a relatar mientras caminaban. Al empezar a responder la segunda pregunta de la joven miró a su mochila y la dio un toquecito. – Bueno …  siempre se tiene el miedo de que algo pase cuando se vive en la calle pero he de reconocer que soy un poco inconsciente.- La vida en la calle era dura y nunca sabías de quien podías fiarte  eso lo sabía de buena tinta. – Tampoco es que vayan a llevarse algo de gran valor. No dispongo de mucho y lo poco que tengo tiene más el valor sentimental y simbólico que otra cosa.- No quiso decir que seguramente si alguien robaba su arco, que era un modelo más potente que uno de caza o cualquier arco de competición, estarían en serios problemas. Porque era un arma potencial que no estaba registrado y era claramente  ilegal estar en posesión de un arco como el que llevaba en su mochila.

-Yo me llamo como mi abuela- le confesé en un susurro, inclinando mi cuerpo hacia delante en un acto de confianza.

Pues... En realidad, no conocía muchos sitios. Solía ir a un bar pero quedaba algo lejos de allí, así que improvisaría sobre la marcha para encontrar un lugar cómodo y a buen precio donde desayunar. Me levanté con él y comencé a caminar algo contrariada por el plan imrpovisadísimo que se me había planteado: ir a desayunar con apuesto desconocido... No era mi modus operandi, pero no pasaba nada por variar a veces, ¿no?

-Oh, eso ha debido ser una faena... Y, ¿qué te trae por aquí? ¿Qué has perdido en Nueva York?- le pregunté con una sonrisa mientras señalaba el primer bar que vi en el que servían desayunos. -Lo siento. Hago muchas preguntas. Tu vida no es de mi incumbencia... ¡Mira! El bar. ¿Te parece bien este sitio?- le sonreí de nuevo. No dejaba de sonreírle, hacía que me sintiera con ganas de sonreír. Era tan simpático como parecía y además, buena gente que en ese momento estaba en mi misma situación.

Entonces, me fijé en sus enormes brazos comparados con los míos y en sus tatuajes.

-Wow... Cómo molan...- pasé mi dedo índice por la calavera y con rapidez lo quité, consciente de que quizás su aspecto le asquease y le hiciera sentir incómodo. -¿Dolió mucho?

- Pues ya tenemos una cosa en común, nos llámanos como un familiar directo, y también que nuestras familias son muy poco originales a la hora de pensar y escoger un nombre para sus retoños- Dijo de forma amigable y simpática sin dejar de sonreír a Anatasia. Como Roy no conocía nada de Nueva York, era su primera vez allí o al menos la primera vez que recordase, se dejó guiar por su hermosa acompañante.

- Sí que ha sido una molestia perder mi vehículo. Ya sabes no lo pensaba perder tan pronto. - dijo lo último en tono jocoso y bromista. De su boca salió una leve carcajada.
- Nada en especial, sólo me dejo llevar. Siempre estoy viajando no soy muy de establecerme en sitios. No es cómo si tuviera un hogar al que pertenecer. No hay nada que me ancle a ningún sitio, siempre deambulo de aquí para allá. Soy un alma libre puede decirse.- Cuando entraron en el bar, Roy se quitó la gorra, hizo una leve inclinación de cabeza y un Buenos Días se deslizó de sus labios. Siempre tenía por costumbre saludas a las personas que se encontraban en los establecimientos a los que entraba.

-No importa- dijo mientras hacía un leve gesto con la mano. - No soy un persona introvertida, siempre hablo mucho. No tengo secretos, la verdad es que soy bastante transparente. No me molesta que se me pregunte por mi vida- dijo Roy con mucha naturalidad. Le echó un ojo  al bar donde habían entrado. No era un mal lugar. Allí estaban sentados los típicos currantes que se toman su café con un donut antes de entrar a trabajar. Como en todo bar americano, y en este tampoco podía faltar, estaba la típica pareja de policías tomándose su desayuno. – Me gusta el sitio. Si no te parece mal nos podemos sentar en frente del  ventanal.- A veces le gustaba ver a la gente pasear por la calle como si todo en su vida fuera plenamente normal.

-Gracias- sonrió como un chiquillo ante la reacción de Anya ante sus tattoos.-Puedes seguir tocando si quieres, no me molesta- Roy le dedicó una cálida sonrisa a la pelirroja. -El primer pinchazo da sensación. Pero más que dolor yo lo describiría como una ligera molestia. Como cuando te pinchas como una aguja pero de forma reiterada. Según el tatuador va haciendo su trabajo te vas acostumbrando a esa rara sensación.-

Reí tranquila cuando le quitó importancia a mis preguntas. Estaba un poco obsesionada con rellenar los silencios debido a mi nerviosismo por la falta de seguridad en la conversación y situación en la que me había metido. Me mordí el labio y me senté donde él dijo, en una de las mesas de la ventana, desde donde me quedé mirando a una niña que me recordó a mí cuando era pequeña. Me miraba desde la calle y me saludaba... era un fantasma, le sonreí y dirigí mi atención de nuevo a Roy.

-¿De verdad no te molesta?- repetí asombrada, mirando mi mano teñida de negro y sus ojos azules intermitentemente, reflejando los míos. Sin embargo, parecía tranquilo de veras, por lo que seguí pasando mis dedos suavemente por las lineas que había dibujadas en sus brazos mientras me contaba el proceso del tatuaje y cómo al final te acabas haciendo al dolor. Le miré de nuevo algo fascinada. Quizás pensaba que lo de mis manos eran tatuajes, tinta como la que tenía él. Entonces, se nos acercó la camarera.

-¿Qué va a querer tomar la adorable pareja?- preguntó la mujer con su libreta de notas a mano preparada para apuntar nuestros pedidos, con una sonrisa jovial y amable. Realmente pensaba que eramos pareja... Jesús.

-Umh... Claro. Eh... Yo voy a querer... Un café y dos tortitas con mucho sirope de caramelo, por favor- miré por encima de la carta a Roy para que pidiera él. Era barato, gracias a todos los dioses por ello. -¿Tú qué tomarás?

Ya con nuestros desayunos en la mesa, decidí continuar la conversación de la calle.

-Así que, eres algo así como un nómada, ¿no? ¿No tienes familia?- le pregunté sin malicia alguna, como me lo habían preguntado a mi tantas veces antes sin saber que realmente no me quedaba nada.

La indiferencia que le suponía el aspecto de mis manos hizo que esbozara una de mis mejores sonrisas, de las más sinceras que había dedicado a nadie y de las más naturales que me habían salido en mucho tiempo: no me juzgaba, o eso parecía, y gente como él no se encontraba tan fácilmente esos días. También me hizo reír cuando le mostró a la camarera su error diciendo que éramos hermanos. Lo cierto es que lo parecíamos, los dos pelirrojos y con los ojos azules... Parecía una broma del destino. Sin embargo, nuestros desayunos llegaron y no hubo espacio para nada más durante unos minutos más que para comer.

Observé cómo devoró su comida ni bien llegó a la mesa con ojos cariñosos, pensando que yo era igual. Normalmente. No siempre. Bueno, vale. Sí, yo también devoraba de esa forma cuando tenía hambre. ¡Pero tenía que estar realmente hambrienta! El caso es que me contó un poco sobre su vida, sin padre ni madre, sólo un tutor que siguió con su vida y unos amigos de los que no quería ser una mochila a su espalda. Y tuvo que preguntar por mi familia. Puse mi mejor cara y le mentí, sintiéndolo en el alma porque no creía que se mereciera mis mentiras, pero no me fiaba de nadie de buenas a primeras. Era una norma muy arraigada en mí después de tantas vidas y tantos años huyendo.

-Mi familia se quedó en Rusia. Vivieron conmigo un tiempo hasta que pude trabajar y pagar yo sola el alquiler, momento en el que decidieron irse porque yo era auto suficiente. Sin embargo, las cosas no salieron bien y la franquicia para la que trabajaba cerró, por lo que me quedé sin trabajo, sin dinero y, por ende, sin piso. Ellos piensan que estoy bien, pero no quiero preocuparles. En realidad estoy bien, ya me he hecho a esto y no está tan mal- acompañé mi improvisado relato con un movimiento de mano que quería restarle importancia al asunto, como si estuviera más que superado y no necesitara consuelo y consejo, y continué comiendo.

-Por lo demás, llevo una vida muuuuy aburrida y muy rutinaria. Encontrar un lugar seguro donde dormir, dormir, despertarme, conseguir dinero, comer, y vuelta a empezar. Cuando tengo suerte y gano mucho dinero o ahorro bastante me puedo permitir bañarme en uno de los baños públicos. Ahorro sobretodo para eso- con ese último apunte le guiñé un ojo y seguí comiendo. -Bueno, y... Dime, ¿piensas quedarte mucho por aquí? Imagino que hasta que recuperes tu coche, ¿no?- alcé ambas cejas y sonreí al pelirrojo que tenía delante. Sorprendentemente, la situación se había solventado bien y estaba pasando una velada muy agradable con él, velada que hasta estaría dispuesta a repetir algún día.

Sonreí a Roy cuando se disculpó por cómo estaba comiendo. Venga ya, le entendía perfectamente, así que no le di mayor importancia y negué con la cabeza con la expresión en la cara de "no te preocupes", o cómo decían los jóvenes como nosotros "no te rayes". Pero cuando hizo la broma de la Guerra Fría... Por una parte me entraron verdaderos escalofríos por el recuerdo de mi familia, pero por otra parte me hizo mucha gracia. Era la primera persona que bromeaba así conmigo y era tan natural, por lo que no pude evitar soltar una carcajada y posar una de mis manos en su antebrazo. Cosa de la que me arrepentí de inmediato: excesos de confianza nunca son buenos. Y menos al principio. Y menos para mí.

-Perdona...- me disculpé riéndome ligeramente, mirando a ninguna parte de la mesa menos a él hasta que dijo que me entendía. Que él entendía por qué mentí a mi familia. Se me cayó el alma a los pies, o eso deseé. Le había mentido y se lo había creído, y no solo eso, sino que además se sentía parcialmente identificado, lo suficiente como para entender "mi decisión". Me ruboricé un poco y seguí comiendo mis tortitas en silencio.

Sonreí levemente cuando me relató sus experiencias con los baños cuando vivía en la calle y finalmente le miré cuando dijo que esperaría hasta poder pagar la multa y que quizás buscara un trabajo.

-¿Buscarás un trabajo? Yo intenté conseguir un trabajo, cualquier tontería, para ahorrar y no quedarme en la calle, pero... no salió bien tampoco. Hagas lo que hagas, seguro que tienes más suerte que yo, y te recomiendo buscar trabajo: podrías ser entrenador de algún equipo juvenil o gorila en un bar, con lo grande que eres... Aunque claro, no te he descubierto América con eso, la mejor forma es trabajar, pero no es la más rápida... Y me estoy enrollando y me estoy haciendo un lío...- me reí algo abochornada por no callar y le di un sorbo a mi café. -Aunque si encuentras trabajo podría ir a verte, si no conoces a nadie más aquí...- le ofrecí mi compañía si quería ver a alguien mirando por la ventana a la gente pasar. Quizás podría sacar tajada de todo eso. O un amigo. Quién sabe. No parecía para nada un fanático ni nadie que fuese a aprovecharse de mí, así que le di un voto de confianza. Si él quería, podríamos conocernos. Si no... Ya hablaría con ese fantasma cuando volviera a verle.

El beso que posó en mi mano me dejó algo descolocada, no era un gesto que recibiera muy a menudo, por no decir casi nunca, de parte de un hombre. La calle me había habituado a que los hombres se acercaban a mí o a las mujeres para satisfacerse ellos y aprovecharse de nosotras. Pero su gesto no me resultó obsceno sino dulce y educado, digno de un hombre que se viste por los pies. Como mi padre hacía con mamá. Pensar en ellos hizo que bajara la mirada y perdiera mi rubor cuando Roy midió mi temperatura por si tenía fiebre.

-¿De verdad harías eso?- cambié el tono y le devolví la mirada agradecida por su gesto. -Aunque eso de ir a verte sí que me parece más factible, sería todo un honor hacerte compañía algún día- acepté de corazón su oferta de tomar un café o almorzar con él algún día. Pero no supe ayudarle cuando preguntó por un ciber, así que me levanté y pregunté a la camarera que pasaba por allí, unas mesas más allá de la nuestra.

-Disculpe, ¿sabría dónde podemos ir para imprimir unos documentos?
-Claro, en esta misma calle dos tiendas más allá. No tiene pérdida, además de ser la única tienda con servicio de imprenta del barrio. No sois de por aquí, ¿no?- la mujer me dedicó una sonrisa condescendiente y yo a ella una bastante envenenada, ya que Roy no podía verla. Odiaba que se pasaran de listos conmigo.
-Gracias, cuando quieras nos pones la cuenta- le sonreí sardónicamente y volví con Roy.

-Está aquí al lado. En cuanto paguemos podremos ir. Bueno... Si quieres que te acompañe, claro- le sonreí orgullosa y me terminé el café, apurando las ganas de irme. No me gustaba la camarera.

Roy se terminó su desayuno y la camarera nos trajo la cuenta, por lo que empecé a buscar en mi mochila el poco dinero que tenía para pagar mi desayuno, pero no hizo falta: Roy se ofreció a pagar él. Me mordí el labio y le miré incrédula, ¿dónde había estado este chico toda mi vida? Me reí en silencio soltando el aire por la nariz y asentí, algo sonrojada por su gesto.

-Muchas gracias, Roy. Y, no te preocupes: lo máximo que tengo que hacer hoy y el resto de días es pasear y conseguir dinero o comida, por lo que no, no tengo nada mejor que hacer que acompañarte- lo estaba pasando bastante bien con él a pesar de mis mentiras y mi desconfianza. Si algo pasaba podría escabullirme por algún callejón estrecho en el que le costara entrar y problema solucionado, ¿no? Por lo pronto no parecía peligroso, sino más bien un cachito de pan.

Una vez en la calle respiré hondo y solté todo el aire de golpe, disfrutando del buen día que hacía esa mañana, ni frío ni calor, simplemente la temperatura perfecta. Le hice un gesto a Roy para que me siguiera y en cuestión de dos minutos estábamos en la imprenta que había mencionado la camarera. Esperé en silencio a que él hiciese lo que tuviera que hacer y yo me entretuve mirando los productos que ofrecían, sorprendida porque también tenían una selección de libros rebajados porque eran de segunda o tercera mano. Siempre me gustaron los libros, antes de morir mis padres solía leer mucho y pasaba mucho tiempo en la biblioteca personal de mi padre, aprendiendo batallitas e historias o imaginando ser una amazonas. Pensar en ello me robó una sonrisa melancólica, pero un libro en concreto me borró la sonrisa: se llamaba "Reinas malditas", y entre ellas hablaban de la madre de mi abuela. Ojeé el libro, pero no había nada extraño, sólo la historia de dominio público, por lo que solté el aire tranquila y dejé el libro donde estaba. Miré a Roy por si había terminado y me asomé a uno de sus lados.

-¿Conseguiste lo que buscabas?- le sonreí y me apoyé en el mostrador sin saber qué decirle. Probablemente él se iría por ahí a hacer sus cosas y yo tendría que buscarme otro entretenimiento para pasar el día, pero no era un drama mayor. Lo cierto es que agradecía tener buena compañía por un día.

Miré a Roy y dejé de lado el libro que estaba mirando, le sonreí y enhebré mi brazo al suyo, tirando hacia fuera. Le miré de reojo por si tenía una reacción negativa a mi efusividad y me arrepentí al momento de mi impulso, no nos conocíamos de nada y, aunque él parecía muy natural y relajado, podía no sentirse cómodo.
Por eso le solté una vez fuera del local, pero seguí abriendo el paso.

-Vamos, hoy hace un buen día. Te voy a enseñar un sitio que sólo yo conozco...- ...más o menos... Se trataba de la casa de una familia que había tenido suerte en la vida y contaban con un jardín precioso y bastante amplio y, lo más importante en ese mes del año, una piscina grande, limpia y fresquita.
Llevé a mi nuevo amigo Roy por un callejón hasta la parte de atrás de la casa, algo alejados del concurrido bullicio del barrio en el que estábamos y cuando llegamos a la verja de la casa paré y le miré.

-No me juzgues...- le pedí con una sonrisa divertida. Acto seguido me enganché a la valla y trepé por ella con la rapidez que te da la práctica. -¡Vaamos! ¡No pasará nada!

Mientras esperaba a que el pelirrojo se me uniera a pasar una buena mañana en una piscina más que apetecible, fui quitándome el vestido y quedando en ropa interior para bañarme. Lo cierto es que ése en concreto era el único contra que le veía al asunto, no tener un bañador al que poder llamar bañador.

Me reí con ganas por su comentario bromista y me acerqué a él, quedando a escasos centímetros de su cara gracias a que me había puesto de puntillas para llegar a su altura.

-Si quisiera que te desnudaras no te habría traído aquí, Roy...- Ni tampoco me habría mostrado tan simpática.

No estaba acostumbrada a las relaciones amorosas ni a que me miraran sin ninguna segunda intención y más estando en ropa interior, es más, no estaba hecha a ningún tipo de trato. El abuso que sufrí durante años era y sigue siendo deleznable, pero no iba a pagar mi mala suerte con el pobre Roy, ¿no? No. No lo haría.

Cuando el pelirrojo se unió a mi medio exhibicionismo le cogí de las manos y tiré de él hasta caer ambos en la piscina. El frescor del agua me hizo sentir ligera y agradecida por esa familia que veraneaba fuera de la ciudad.
Asomé mi cabecita mojada fuera del agua y comencé a reírme como si fuera una niña, joven y despreocupada, que lleva una vida normal y a la que nadie persigue. Nadé hasta Roy y me encaramé a su espalda para intentar hacerle una aguadilla, pero ya veía yo que me iba a costar lo mío: su espalda era enorme y sus músculos tenían por lo menos tres veces el tamaño de los míos.

-¡No vale!- me quejé en un tono de voz normal, al oído de Roy. De veras que estaba esforzándome en conseguirlo pero no había manera y, si no lo conseguía pronto, lo más probable es que él se aprovechara y me hiciera la aguadilla a mí.

Me sujeté a él mientras dábamos vueltas en el agua y no pude evitar reírme despreocupada: era como si nunca me hubiera divertido antes, tenía hasta ganas de experimentar un beso porque yo lo quería y no porque me forzaban. Era genial. Demasiado genial. Demasiado bueno para ser cierto.
Paré de reírme de inmediato y me solté de sus brazos y me alejé de él un poco, lo suficiente como para no sentirme cohibida.

-¿Qué pretendes?- la desconfianza me asaltó con una rapidez abrumadora, inundando mis ojos de lágrimas que no derramé.

Había bajado la guardia, me había relajado por completo, le había enseñado un lugar privado para mí, un escondite... ¿Era una trampa? No parecía serlo, pero sí parecía el plan perfecto. "Acércate a ella, sé cordial, compórtate como si no esperaras nada, deja que ella confíe en ti, y cuando baje la guardia..."

-¿Es una trampa, Roy? ¿Para quién trabajas?

Roy se quedó a cuadros con mie reacción, claramente no se esperaba esa salida de tono ni creía que se imaginará por qué actué así. Habló de un arco que había en su mochila, lo cual me hizo fruncir el ceño y mirar con rapidez hacia sus cosas, consciente de que en ese momento era yo la que no sabia de qué hablaba él.
Después, Roy comenzó a acercarse a mí con lentitud hasta cogerme de la mano con suavidad. Yo continuaba recelosa y desconfiaba de él, pero por algún motivo dejé que terminara de juntarse.

-No soy ninguna princesa, Roy...- me dolió decir aquello. Pero, por más que me costase, tenía que aceptar que jamás viviría como se supone que tenía que vivir: rodeada de riqueza, excentricidades y obscenas cantidades de comida.

Miré nuestras manos juntas, observé cómo su gesto no era forzado ni falso, quería tocarme de verdad. Lo sentía de verdad, y ni siquiera sabía qué había hecho. Tsk. Algo me decía que mi desconfianza era justificada, pero que él en concreto no se lo merecía.
Le miré a los ojos y acaricié la mano con la que me tenía sujeta y entonces rompí a llorar. ¿Que quizás estaba siendo una inconsciente? Sí. ¿Que lo necesitaba? También. Sus palabras fueron el detonante, rompiendo mis escudos y mostrándome la crudeza de la vida que estaba viviendo: sin amigos, sin compasión, sin amor...

-Roy... Yo... Yo no...- comencé una frase con la que quería disculparme con él por mi reacción, pero no supe encontrar las palabras.

No sabía cómo decirle que tenía razón en todo y que, sin embargo, le faltaba tanta información que no llegaba a comprender la magnitud de mis inseguridades. No pretendía hacer de las suyas o de las de otra gente menos, pero era mi vida y era la única que me importaba conservar al final del día.

Terminé de recorrer la poca distancia que quedaba entre los dos y le abracé en silencio, mostrando mi fragilidad a aquel desconocido que parecía conocerme tan bien.

Ahogué una risa contra el pecho de Roy, no me parecía feo en absoluto y esa gracia me vino bien por un momento. Dejé que las lágrimas corrieran libres por mi rostro hasta unirse al agua de la piscina. Podía sentir cómo me sujetaba con fuerza, sin dañarme, conteniendo mis temblores.
Desconocía que necesitara llorar tanto y tan desconsoladamente, ignoraba el sentimiento de soledad que me estaba asolando en aquel momento.

Me sentía muy pequeña rodeada por Roy, pero también me sentía bien. Hacía que me sintiera tranquila, casi segura, y después de la crisis de confianza que había sufrido no me venía nada mal sentirme así. Cuidada, quizás hasta querida.

-Prométemelo, Roy. No me gustaría hacerte daño...- le exigí casi como si fuera una niña, sorbiendo por la nariz y alejándome de él lo justo para mirarle a los ojos, quedando a escasos centímetros de su rostro. Era guapo. Era bueno. Parecía sincero.

Podría haberle besado, pero no habría sido apropiado. No parecía de esos chicos que besan a una chica que conoce por la calle, de casualidad, que no tiene casa, ni trabajo, y que encima, le miente -aunque él no sabía que le había mentido. Mas no pude contenerme, y así como estábamos, posé un suave beso en su mejilla. Una especie de aviso, o de preludio, o como queráis llamarlo... Le sonreí como pude con cara de pena y escondí mi cara en su cuello.

-Si esto sale bien y seguimos siendo amigos... Algún día te contaré mi secreto mejor guardado- le susurré desde mi posición, casi al oído.

Esperaba que si ese día llegaba, él confiara lo suficiente en mí como para no largarse ni por pensar que estaba loca, ni porque le hubiera mentido, ni... ni si quierasabía por qué. Esperaba que aquella amistad saliera bien. Lo necesitaba.

Al sentir la mano de Roy sobre mi cuello acariciándome me acerqué más a él, disfrutando de ese contacto que me estaba reconfortando tanto, hundiéndome más en su cuello y respirando con tranquilidad. Pese al ataque de desconfianza que había sufrido, estaba sintiéndome muy a gusto a su lado.
Podría haberlo catalogado casi como sentirme segura. Lo cual me confundió un poco, ya que no estaba acostumbrada a ese tipo de contacto con los hombres. ¿Sería eso lo que buscaba en el fondo? Las inseguridades me invadieron por un momento, hasta que escuché su voz tranquilizándome aún más, si era posible.

Me aparté de él con suavidad, lo justo para volver a estar a escasos centímetros de su cara y poder verle bien y le sonreí con los ojos hinchados de llorar.

-¿Un chico tan bueno como tú con secretos? No me mientas, Roy...- intenté bromear con él, pero mi voz estaba tan rota que seguro que le di más pena de la que ya estaba dando, así que llevé mis manos a su cabello pelirrojo y le acaricié con ternura.

Era el primer hombre que me trataba con tanta dulzura y respeto sin querer nada a cambio, y si lo quería, lo estaba disimulando muy muy muy bien. Lejos de confundirme me hizo sentir pena, porque en algún momento tendríamos que ir cada uno por nuestro lado y... A lo mejor no volvíamos vernos.

-¿Cómo sabré dónde encontrarte si te quedas?- estaba seria y quizás ilusionada por lo que pudiera responderme. Roy me había caído bien y, bueno, era imposible no fijarse en él. Era un pedazo de cielo y eso no me lo encontraba todos los días, no quería perder la oportunidad de conocerle más, de ser su amiga...

Fruncí el ceño sin dejar de acariciarle el pelo, confusa. ¿Llamarle a cualquiera de sus otros dos teléfonos? ¿Es que venía de una familia acomodada? ¿O los habría robado?

-¿Estás seguro de esto, Roy?- seguí la dirección de su mirada hasta su mochila. ¿Los tendría allí? ¿O era un simple gesto de indecisión? -No quiero abusar de ti, Roy...- bajé mis manos a su cuello donde jugué un poco más con su pelo y de ahí a mi regazo.

Roy no me había soltado por lo que pude darle algo de espacio sin separarnos del todo. Sentía que él estaba dando mucho de sí y yo ni siquiera había sido sincera con él. Eso me ponía nerviosa, me hacía retorcerme los nudillos con impaciencia, como si le debiera algo que no estaba preparada para darle, algo que no podía confesar. Sin embargo, quería confiar en él y que él confiara en mí y la única forma que conocía era... Bueno, lo único que sabía que funcionaba con los hombres que había conocido hasta ahora.

-Es... Todo un detalle, pero no sé cómo devolverte el favor... ¿Quizás...?- le miré fijamente a los ojos, me relamí los labios que tenía secos por los nervios y me sonrojé hasta el punto de parecer un autentico tomate.

Me faltaba picardía aún, no era la más experta en la materia, pero sabía que a los hombres yo les resultaba atractiva. Al menos, a la mayoría que había "conocido". Por eso estaba desabrochándome el sujetador con lentitud para el deleite de la vista masculina, aunque no estaba segura de causar el efecto que pensaba en Roy. Cuando tuve desabrochado el sostén lo sujeté con una mano y me dispuse a quitarme un tirante, cada vez más nerviosa. Me mordí el labio.
No quería parecerle una facilona ni una fresca, pero era prácticamente lo único que sabía hacer a modo de agradecimiento.

Roy me acercó a él haciendo que el sujetador se quedara en su sitio gracias a que estábamos juntos, pero en cuanto nos separáramos...
Lejos de que eso sucediera el pelirrojo rozó ligeramente sus labios con los míos, dando paso a un beso suave y comedido. Sobre todo, comedido, teniendo en cuenta la pregunta que me había formulado.

-¿Tú no? ...- me entraron las inseguridades sobre lo que estaba haciendo.

Roy parecía decente, sin duda estaba dejándose llevar, pero no me lo imaginaba como el resto de hombres que me habían tomado en la calle. Me abracé a él y me pegué más a él, ahora con miedo a que se me resbalara el sujetador y quedara así expuesta al pelirrojo... Parecía seguro de sí mismo, y aún así no me miraba como solían hacerlo los demás. En sus ojos había... ¿Respeto? Tanto en su mirada como en su pregunta.
Yo estaba muy nerviosa y tensa, anticipando lo que iba a suceder. De nuevo, me invadió la inseguridad, la confusión. Estaba tratando a Roy como le habría gustado a cualquier cretino del tres al cuarto de los que habían abusado de mí anteriormente, hacía años atrás. Pero, Roy se detuvo a preguntarme si eso era lo que yo quería y, cuando lo vi claro, se me humedecieron los ojos.

Roy no era como ellos.

El pelirrojo no estaba intentando abusar de mí ni por asomo, y si yo le invitaba a venir conmigo él aceptaría. Le miré y sonreí, derramando alguna lagrimilla sin importancia de alegría. Agaché la mirada hacia mi sujetador.
Decidí lanzarme y hacer lo mismo que había hecho él, posando un suave beso en sus labios casi sin tocarle, dándole la oportunidad a él de decidir si seguir o no adelante.

-Sólo si tú lo estás...- me sorprendí mordiéndome el labio, aguantando los nervios y la vergüenza. En muchos aspectos era muy espabilada y manipuladora, pero en estos...

Su beso en mi mejilla me dio fuerzas para seguir adelante, tanto si mi decisión era ponerme el sujetador de nuevo o si terminaba de desnudarme.
La forma en la que me hablaba, su forma de hablarme y respetarme aún cuando no me conoce de nada y podría aprovecharse de mí a la fuerza... Me empujó a ser más valiente en ese aspecto de mi vida.

Le miré directamente a los ojos desde abajo, respirando hondo y relajándome.

-Sí, sí que quiero Roy...- le dije, besando sus labios con suavidad. -Es sólo que... Eres diferente a todos los hombres con los que había estado, no eres como ellos ni de lejos, y eso me ha confundido... Y... Me ha hecho preguntarme por qué no te he conocido antes...- iba a llorar, pero me contuve bien, concentrada en pasar mis delgados dedos por su cabello mojado.

Acaricié sus brazos, respirando hondo y calmándome. Con esos músculos podría haberme forzado hacía mucho tiempo y, sin embargo, no lo hizo. Tenía que dejar de pensar en esa posibilidad.
Poco a poco fui bajando mis manos por su espalda y hacia su cadera, notando cada músculo de su cuerpo. Mi tono de piel fue aumentando de color hasta quedarme sonrojada pero lo justo, entre vergüenza y excitación.

-¿Por dónde quieres ...empezar?- le miré de reojo y me relamí los labios, mirando mis manos.