Encuentros en la tercera fase (Papa Legba) [16/03/2018]

Ella sonreía y seguía ofreciéndole la pluma. Se estaba empezando a impacientar, está claro que no es bueno cuando eso ocurre. Levantó una ceja y comenzó a observar detalles del traje.

-Se ve que no has tenido mucha experiencia con estas cosas...- dijo dándose la vuelta del todo y quedando enfrente, estableciendo contacto de nuevo acariciándole el brazo después de dar un largo, largo trago a su botella. - Cuando mueras, tu alma irá a algún sitio. Cielo, infierno, Valhalla... Lo que te estoy ofreciendo es que cuando tú mueras, sea cuando sea y de la manera que sea, yo no me interpondré en el destino y además no tengo prisa, tu alma ha de pertenecer a mí mundo. Créeme, cuidarán muy bien de un alma como la tuya.- dice aclarando el tema. - Con la de almas que hay por ahí, ¿Para qué iba a querer tu alma si luego iba a modificarla? Me saldría más barato conseguir un alma exacta a la que quiero. Quiero tu alma porque cualquiera de los otros sitios donde puede ir a parar cuando perezcas está deseando tenerla para torturarte por la eternidad... - dijo dejando la pluma sobre el papel. Suspiró mientras se le bajaba uno de los tirantes del vestido "accidentalmente" y estrechaba los brazos para mostrar su escote.

- La decisión es tuya- dice fijando sus ojos en la sección blanca de la máscara.

¿Ya? ¿Así de fácil?
La mano de color café se deslizó sobre la hoja, delicada y la recogió haciendo que se esfumase en una nube de humo. Ella sonreía satisfecha, mirándole al hueco blanco de la máscara. Agarró su botella y se terminó lo que le quedaba sin volver a apoyar el culo de cristal.

- Bueno, ahora tú conduces... Llévame a donde quieras - dijo poniéndose de puntillas rozando la zona que creía que era la nariz con la suya.

Estaba increíblemente eufórica, rebosaba felicidad y entusiasmo allí donde iba. Cada esquina de su cuerpo estaba nerviosa y activa, un poco como un niño cuando recibe un regalo nuevo por navidad... No se podía creer que hubiese poseído el alma del mismísimo Wade Wilson... Después de tanto tiempo.

Se acicaló el pelo, se recolocó el vestido y esperó a que su acompañante la guiase por el resto de la noche.

Bien, definitivamente, bien. El dios estaba contento por dentro y por fuera, no era algo que esperaba que se torciera o saliese mal. Ya lo había firmado y eso era imborrable. Así que pensando en la recompensa que acababa de obtener, en esa enorme pieza de coleccionista bien conservada, salió del local con su acompañante de la mano, notando la textura resistente del traje rojo en las yemas de sus dedos que cubría de caricias.

- Oh por favor... Lo estoy deseando - dijo cuando se le insinuó.

El camino fue divertido. Mezcla de las caras de horror de la gente, mezcla de la sensación nerviosa que tendría en el estómago si lo tuviera por haber conseguido tremenda pieza. Al llegar al hotel vi tremebunda cantidad de dinero. Cualquier persona que lo hubiera necesitado habría llorado por ver el grosor del fajo, y la sorpresa no fue discreta en el rostro de la mujer. Subieron a la habitación y abrieron la puerta con la tarjeta magnética, pura pijada para el dios.

-Oh, no está mal- empezó cuando entró a la habitación. Demasiado moderno para su gusto, pero estaba a gusto. El cuerpo de la mujer soltó sus pertenencias sobre la mesa redonda de madera y se inclinó por completo para que sus manos alcanzasen los pies y poder quitarse los zapatos. Si alguien hubiese visto la sonrisa de ella, si fuese alguien sin influenciar...hubiera dicho que tardó demasiado en desabrocharse unas botas taconadas de cremallera normales. Después de descalzarse se sentó en el borde de la cama con las piernas cruzadas y las manos apoyadas detrás de su espalda. - Por favor, diviérteme - dijo mirando los ojos de la máscara.

Entonces el asesino empieza a desmontarse como si fuera un puzzle. Empieza por las armas, luego el cinturón y cuando sólo queda le molde en su traje rojo, la joven empieza a examinarle. Todas las cicatrices, las zonas ligeramente más pálidas que las otras, los tumores... Sí, era deforme, un engendro. Pero a ojos del dios la contemplación de dicha inmortalidad le resultaba más que atractiva. Tenía algo magnético e inevitablemente apetecible. Para él, las marcas e irregularidades no eran "el error". A ojos de la entidad no eran signos de "cómo debería ser" y no era, sino una demostración de fuerza que la no vida le había propinado. Los ojos de la mujer se volvieron carmesíes, dejando un poco más de hueco al dios entre el cuerpo femenino. Definitivamente le apetecía probar un contacto imperecedero como era él.

La mujer se llevó un dedo a la barbilla mientras le miraba con el rostro torcido, pensativa - Mmmnh... Sin- dijo sonriendo pícara. Seguramente si tenía la oportunidad de meter el coche en el garaje tuviese que hacerlo siempre con, y se merecía un respiro. Además de que podría ver de forma continua toda su piel inmarchitable.

Esperó a que la estuviera mirando para contemplar su rostro con una sonrisa. Le gustaba de verdad y estaba seguro de que eso no era algo que le pasase todos los días. Él no contemplaba malformaciones de un rostro imperfecto sino un precio pagado por la eternidad, cosa que al dios le ponía la carne de gallina.
Le llamó con un movimiento de cabeza hacia la cama, observando de camino su virilidad luchando por salir de entre su ropa interior y mirando al fin a sus ojos con una ceja levantada y medio labio mordido. Entonces se levantó, dándole la espalda y levantando el pelo con ambas manos, mirándole por encima del hombro. Aunque parecía que le estaba enseñando las curvas de su cuerpo, quiso mostrarle la cremallera. - ¿Me echas una mano, cielo?-

Su sonrisa. Esa sonrisa que muy poca gente había conseguido ver hizo que le diese un escalofrío. Tal vez ni si quiera Wade Wilson se hubiese dado cuenta, pero no sonrió como sonreía a las coñas ni a un golpe de suerte. Sonrió sabiendo que no llevaba la máscara. Dejó a Deadpool totalmente sobre la mesa con su traje y sus katanas y dio paso a Wade, el cancerígeno. Wilson el inmortal.

Le devolvió la sonrisa una vez se dio la vuelta, enseñándole la no-ropa interior que llevaba. Con la caricia piel con piel por primera vez, ella le agarró de la muñeca y le tiró sobre el colchón muy bruscamente en comparación a la suavidad que tuvo luego llenando la superficie de su piel irregular con besos.

Hay algo que la gente no comprendía de Legba. Legba era una entidad cuidadora de los desfavorecidos. PRECISAMENTE. Le gustaba cuando alguien que no solía estarlo, lo estaba. Y se aprovechaba de ello. Cuando Legba se encargaba del alma de un niño huérfano, la cuidaba como si fuese la suya propia y ya es una gran comparativa. Cuando se encargaba del alma de un político corrupto, infiel y egoísta, se encargaría de que su alma sufriese hasta los confines. Luego hay almas que tenía por coleccionismo, por salvar su pellejo o para contentar a los tres grandes sin más... Pero no viene al caso. Papa es una entidad a la que una religión entera le rinde culto. Tiene sus pastores y sus creyentes, y ninguna religión, NINGUNA sigue a alguien puramente malvado, pero era algo que poca gente comprendía.

A ojos del dios, Wade era un pobre diablo. Uno al que las cosas le habían salido demasiado mal y demasiado bien a la vez. Un incomprendido que había doblado tanto su alma para convertirse en lo que era en ese instante que la había roto. Una mezcla de Wade y Deadpool que no sabía interpretar ni definir como ninguno de los dos. Para él eso era la ternura de quien ha sufrido, y a quien luego han hecho inmortal. Para él, el hombre que tenía delante no era más que el reflejo de sí mismo. Un esclavo del dolor hecho presa de la eternidad.

Y por eso, entre otras cosas, es por lo que el dios concedía entregarse a tal placer. Normalmente no tenía problemas de alcoba, almohada o necesidad. Pero con él era un PLACER real. Hacerlo con alguien con quien quería desde hacía tiempo. Empatizar con alguien que le pudiese hacer compañía poco más de 50 años. Ya se había malacostumbrado a eso.

Describió un camino de besos, cubriendo por completo su piel. Estaba casi seguro de que hacía mucho tiempo que nadie le tocaba así, pero a ojos divinos él era un monumento. Cuando llegó desde los muslos a su cadera se detuvo rodeando la ingle para retirar la ropa interior con ambas manos y una suavidad que nunca se esperaría de la muchacha. Siguió el camino de besos sin tocar su miembro, lanzándole miradas de cariño desde abajo de vez en cuando. Seguía su ruta describiéndola por su abdomen, el pecho... Sabía a la tela de su traje y a hospital.
Besó la base de su cuello ya, con una pierna a cada lado del cuerpo masculino y le acarició el rostro con una mano antes de separarse de él, mirar a sus ojos, sonreír e inclinarse para besarle. Quería fundir los labios carnosos con los suyos y demostrarle que no era un polvo más. Que le entendía a unos niveles que seguramente nadie hiciera... Aunque puede que con la máscara hubiese notado ya algo de esto.