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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 Hecho a Medida (Papa Legba)

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MensajeTema: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime17th Mayo 2020, 19:16

[25 de Abril 2019]

Había tenido que tomar muchas medidas para compensar la tragedia que se vivía en el mundo. De no ser por que desde hacía un año habían pasado cosas de lo más inverosímiles, había conocido a todo tipo de criaturas y había tenido que enfrentarlas con sus propios ojos, y su propia carne, habría creído que todo lo que salía en la televisión no eran mas que invenciones de algún tipo de guionista retorcido, o alguna película de mala muerte que recurría a lo mas bajo del ser humano para ganar adeptos entre la población con la cabeza podrida.

Pero todo aquello estaba pasando, y era real.

Que ella supiera en Gotham no había pasado nada mas allá de la invasión que Ivy había llevado a cabo. No le preocupaba que su amiga se hubiera tomado la justicia por su tallo, al fin y al cabo, el mundo estaba siendo atacado por demonios. A veces pensaba para sí misma lo mucho que en su infancia había significado la fe, y sin embargo ahora no tenía ningún interés en darle crédito a nada mas allá de sus propios actos de justicia. Ahora que se confirmaba la existencia de demonios, de la divinidad, de todo lo que de pequeña había mantenido sin prueba alguna. Lo tenía delante de los ojos. Ahí estaba la prueba, pero su fe seguía dormitando. Se había vuelto imposible amaestrar a los caballos, estaban demasiado nerviosos, inquietos constantemente en cuanto ponían un pie fuera del establo, así que había tomado la determinación de dejarles descansar hasta que todo aquello pasara. Porque debía pasar. Para eso el mundo estaba lleno de personas como Superman, Fauna y Hellboy. Se preguntaba porqué Rojo no había tenido contacto con ella, pero era mejor así. Le había llevado su tiempo recuperarse de todo lo que había pasado con los jinetes, y no estaba dispuesta a seguir arriesgándose.

Una idea que le había cruzado la cabeza, de manera inevitable, es si estaría aún vivo. De estarlo, ¿Seguiría siendo él, o estaría sentado en alguna de las sedes invadidas haciendo todo lo contrario a aquello por lo que luchaba? Se sacudía esa idea agarrándose a lo que sabía de él. A las batallas compartidas, pero después de presenciar como el mundo se iba al carajo, no estaba segura de poder continuar creyendo nada nunca más. Todo podía cambiar en un instante. Todo.

Terminó de cerrar los póstigos de las ventanas de la cuadra, y entró en el interior, escuchando a los caballos roncar y piafar. Abrió la bala de heno con el cuchillo que guardaba en la bota, y agarró la horca, dispuesta a vaciar el Heno en las cuadras, después de haberlas limpiado. Con todo ese lío, sólo contaba con dos de sus chicos, y el trabajo se había multiplicado. Se dedicaba dia y noche a sus animales, y tenía que agradecer a Hiedra que el suministro para ellos jamás le faltara, porque si hubiera tenido que depender del comercio, ahora estaría bien jodida. Antes de darse cuenta, su ceño estaba fruncido y apretaba los dientes. El pensar tanto en la situación la estaba poniendo de mal humor, y el cansancio físico tampoco ayudaba. Con el sudor cayéndole por la frente y envuelta en un fuerte olor, levantó la última bala, apoyando la horca sobre el suelo y suspirando. Percibió por el rabillo del ojo una silueta y se giró con rapidez, echando mano a una de sus pistoleras. Ya había sacado el arma y apuntado, cuando reconoció la figura, y ese rostro pintado con una calavera blanca sobre la piel negra. Suspiró, hastiada.

- Por los dientes de leche de billy el niño. ¿Es que no sabes llamar? - Los pocos hilos de humo restante se disiparon de su silueta, dejando al enorme hombre junto a la puerta de entrada de las cuadras. Les iluminaba la luz eléctrica, ya que todo espacio por el que pudiera entrar la natural estaba sellado. Parecía tener un rictus serio y transmitía una energía extraña. - ¿Qué es lo que quieres?

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime16th Septiembre 2020, 15:21

La situación se les había ido de las manos. Los putos cristianos habían montado su propia bacanal terrenal y no eran conscientes de hasta qué punto habían influenciado el mundo espiritual y paranormal. Él había intentado hacerse con Wraith y con Loki. Habían estado ahí… y parecía haberlo conseguido. Pero el dios no podía fiarse del dios de las mentiras, mucho menos un dios casi desterrado, y de otro demonio. Además a los grandes no les había caído en gracia la visita a su castillo y mucho menos el enfoque de la conversación. Estaba en el punto de mira de muchas de las entidades que campaban por la tierra como en su propio infierno.

Una de las pocas opciones que quedaban potables eran la posesión… y eso no es algo para lo que los humanos se presten fácilmente. El problema no era que los demonios conociesen su cuerpo, sino que conocían la vinculación de su alma. Y mediante una posesión compartida, las almas se unirían, los colores y las auras se entremezclan en perfecta sintonía como la carga genética de un bebé, al 50%. Sería prácticamente irrastreable y encontrarle se convertiría en una odisea.

Había pensado en otros candidatos, por supuesto. Pero la vaquera le debía un favor innegable, estaba alejada, podrían pasar la guerra demoníaca juntos ocupándose del rancho mientras el resto del mundo arde en llamas hasta que los grandes se ocupasen. Además… tras lo de Victoria, su alma ya había sido modificada y ofrecería menos resistencia. Estaba todo a su favor.

-No es mi estilo- dijo acomodándose sobre una de las vallas de madera de las cuadras. Por la cantidad de moscas agradeció no conservar el sentido del olfato. Se pinzó el ala del sombrero e inclinó la cabeza levemente a modo de saludo. -¿Cómo te encuentras, sheriff?- No era un ingenuo, sabía que esa joven era mucho más lista de lo que debía ser para su edad y que sus experiencias la tenían más que acostumbrada a la presencia sobrenatural de alguien como él. Por eso, mentir o intentar manipular a Rebecca resultaría un esfuerzo en vano. Pero ensalzar la confianza en su trastorno, potenciar su autoestima y hacerla creer que era capaz de soportar el favor que estaba a punto de pedirle… era diferente.

-Es un alivio saber que te encuentras bien en estas circunstancias… ¿Qué sabes de Rojo? ¿Él se encuentra bien, no ha perdido la cabeza?- Anung Un Rama era temperamental. Y si incluso los demonios mayores habían bajado a la tierra a buscar sus presas, no era descabellado pensar que el amigo de la rubia podía haberlo hecho también.

Quitando la conversación banal y socialmente obligatoria por mera educación, el dios se retiró el sombrero de la cabeza y apoyó una mano sobre el hombro de la vaquera. -Sé que eres lo suficientemente inteligente para saber que no he venido aquí a ponernos al día con un té- su cara reflejaba la seriedad de la situación y casi afectación por tener que molestarla. - Necesito cerrar nuestro trato. Recuperar el favor que prometiste devolver- su mirada se desvió fugazmente al sitio donde debía reposar el tatuaje que le marcó con dicho trato, luego a la estrella y luego a sus ojos.

Pensó por un instante en llevarla a un entorno más tranquilo, más cómodo… Que pudiese sentarse y reposar. Pero él no tenía ningún sitio cerca y teleportarla sería un grave error. ¿Dónde, de todo el planeta, se sentiría más segura que en sus cuadras con sus animales? Haciendo lo que más le gustaba, lo que más quería, y para lo que estaba viva. Estaba convencido de que podría sentarse en el heno si le hacía falta y sabría dónde encontrar en todo su terreno lo que fuese necesario para digerir la noticia. -Quiero refugio. “Acogerme a Sagrado”- dijo describiendo las comillas con los dedos enguantados. Sabía que era creyente y esperaba que entendiese la referencia sin necesidad de mentar a los católicos mucho más. -No me andaré con rodeos, Sheriff… Necesito que me dejes vivir en tu cuerpo. Pero no como Victoria…- permitió unos segundos de silencio, pensando que tal vez la elección de sus palabras le hiciesen pensar que era un favor y no mera información de lo que estaba a punto de suceder. -Guardaré mi alma dentro de tu cuerpo, compartida con la tuya. No se verán afectados tus recuerdos o tus capacidades físicas. Es más, mis poderes serán útiles en tu cuerpo. Podrás usar el smoke si así lo permito, no sentirás dolor salvo en tus manos y podré proporcionarte información de todo lo paranormal que conozca para ayudarte si las cosas se complican…- Parecía que se lo vendía, casi se lo suplicaba. Para las posesiones voluntarias era importante que el receptor estuviese abierto de mente. No podría provocar que la vaquera estuviese apetente pero seguramente podía reducir su resistencia si parecía que era ella quien aceptaba el trato y él quien, agradecido, se introducía dentro de ella.

Le dejó de margen unos instantes y se puso de cuclillas sobre sus talones un instante, buscando su mirada azul. No pretendía incomodarla y sabía lo que le estaba pidiendo. Tendió el guante con la palma hacia arriba a modo de comprensión. -Lamento pedirte esto, Rebecca… Sé lo que supone- Sin embargo el orgullo le dio una punzada en su corazón. No debía rebajarse más. No por una simple mortal.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime16th Noviembre 2020, 18:35

La joven vaquera clavó la horca en los restos del heno, apoyó el codo en ella dejando lánguida la mano, y con la contraria se levantó el sombrero con el pulgar, alzando una ceja en una expresión incrédula, manteniendo la mandíbula tensa y el ceño levemente fruncido. Se conocían de suficiente tiempo como para saber ciertas cosas sobre el otro. Desde el día que ese larguirucho había aparecido en el lugar más sagrado que había en ese rancho como si hubiera sido invitado a compartir uno de los lugares mas seguros de su intimidad. Habían pasado mucho juntos. En cierto modo es como ese amigo plasta y cargante que siempre hace las bromas más pesadas, pero si no le invitas a la fiesta no lo pasas ni la mitad de bien. Aunque a menudo solía ser siempre a costa de alguien, y Rebecca consideraba que ya la había tenido en el punto de mira lo suficiente. Debía andarse con pies de plomo. No se le olvidaba que había sido cosa suya el hecho de que hubieran logrado prevenir ciertas cosas cuando todo lo de los jinetes había sucedido. También recordaba muy bien el pacto que habían hecho en su palacio de hueso. Si tuviera que apostar, estaba convencida de que venía a cobrarse su deuda.

- Pues mira, teniendo que hacernos cargo entre yo y Fauna de un trabajo como para cinco o seis personas mínimo. Así que creo que responderé que siendo productiva. - comentó como única respuesta, antes de volver a agarrar la horca por el cuello, y volviendo a la labor.

Sabia que Legba iba a hablar tanto si le invitaba a ello como si no. Al fin y al cabo era un Dios, o una deidad o algo así, y la mayoría tenían pocos límites a la hora de entablar sus relaciones con los humanos. La mayoría eran mas impositivas o circunstanciales. El resto del tiempo les importaba bien poco sus cosas mundanas, puede que porque lo pensaban todo a otra escala. O porque fueran unos imbéciles acabados.

- No lo se. No ha vuelto a contactarme después del embrollo de los Jinetes, y de que el volaran el B.P.R.D en pedazos. Supongo que están pasando sus propios problemas. - dijo aquello en un tono neutro que casi recordó al Dios Yoruba el modo en que se expresaba cuando aún estaba poseída por Victoria. - Pero bueno. ¿No lo estamos todos con la que se está armando? En este país sólo se había visto tanto revuelo durante la fiebre del oro. - se encogió de hombros, clavó la horca en el heno, y ando unos pocos pasos hacia atrás arrastrando la paja con los dientes de la herramienta.

- Bueno. Estaba claro. No sueles visitarme a menudo. ¿verdad que no? Y que conste que no es una queja al respecto. - le remitió una sonrisa taimada a Legba. Él sabía a qué se refería. - ¿Y bien? ¿Qué es lo que va a ser? - en su día nunca habían esclarecido nada, y aunque la Sheriff no podía permitirse que le rondaran la cabeza preocupaciones no inmediatas, no podía mas que admitir que aquello había sido como un pequeño pinchazo en el fondo de su cabeza. Como bien había dicho, podía haber sido días, meses, años o nunca, aunque le hubiera extrañado la última opción. A todos les agrada cobrarse sus deudas. La mujer se detuvo durante un momento, se enjugó la frente y apoyó la herramienta contra la puerta de uno de los establos. Pasó a su lado dejándolo atrás dispuesta a coger el rastrillo de la pared del fondo.- ¿Quieres quedarte en el rancho? Si es así lo único que puedo decirte es que vas a tener que trabajar amigo. Esto no es una casa rural. - se sonrió, bromeando. Eso no era problema. De hecho le resultaba casi demasiado sencillo. Para las entidades de ese tipo nada lo era. Sentían una especie de placer retorcido en jugar con las vidas de los mortales. Un tiempo de asilo no le supondría ningún tipo de molestia, y le vendrían bien un par de manos más.

Pero no había terminado de explicarlo. Siguió hablando.

No me andaré con rodeos, Sheriff… Necesito que me dejes vivir en tu cuerpo. Pero no como Victo…- la detonación se escuchó de inmediato, y los caballos piafaron. El espacio limitado hizo imposible que se encabritaran, aunque algunos lo intentaron. La bala atravesó el centro del rostro del inmenso hombre negro abriendo un inmenso agujero de humo en la calavera que volvió a su ser tras el paso del proyectil. Sus ojos rojo sangre se encontraron con los suyos azules, afilados como cuchillas, le devolvían la mirada con una expresión asesina e insensible. La mandíbula apretada y el cuerpo tenso, lleno de una fuerza que parecía imposible para una simple mortal. No conocía a muchos con la capacidad de parecer tan imponentes, aún menos siendo tan jóvenes. Exudaba una energía pertinaz que posiblemente a alguien con la experiencia del Dios se traduciría en abnegada tozudez. Ella ya sabía que no podía hacerle daño, y aun así había disparado. Su postura había quedado perfectamente clara. No desvió el arma, que dejaba escapar un suave hilo de humo por la punta, ni medio milímetro, mientras él continuaba hablando.

Aún así, escuchó todo lo que tenía que decir. El hombre comenzó a aproximarse y ella varió suavemente la inclinación del arma. Su pulso seguía siendo tan firme como hacía unos momentos. Apenas si había pestañeado desde que había efectuado el primer disparo. Papa Legba se aproximó a ella, con sus pasos largos y sinuosos. Se acuclilló delante de su rostro. Su pistola tan cerca de su frente que la Sheriff estaba convencida de que podría llegar a hacer contacto con él, aunque sabía que era intangible.

Se hizo un intenso silencio entre los dos. Un silencio denso sólo roto por las respiraciones, los ronquidos de los caballos y alguna que otra mosca revoloteando entre los dos. Todo sonidos que de pronto dejaron de tener peso, como si no fueran mas que sonidos guturales mientras a ellos les engullía esa tensión que parecía a punto de romper la realidad de la situación que estaban viviendo. El pecho de Rebecca comenzó a subir y a bajar de manera mas rítmica, acelerando su respiración, a pesar de que su rostro se mostraba impertérrito.

- Porqué. - preguntó nada más, sin retirar el arma. - Sabiendo todo lo que he pasado. De todo lo que podrías reclamar...- sus ojos se entrecerraron llenos de sospecha herida y desconfianza. Nunca había creído que Legba tenía intenciones de herirla. No hasta ahora. Podría haberlo hecho de haber querido. La vaquera necesitaba saber qué había cambiado. La marca comenzó a hormiguearle con una extraña sensación caliente y palpitante. - ¿Porqué tiene que ser esto?

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime2nd Diciembre 2020, 16:57

Las preguntas aunque triviales eran necesarias. No era capaz de subestimar a la vaquera tanto como para pensar que no sabía que una visita para ponerse al día distaba mucho de su manera de actuar y de vivir. No pensaba interrumpir sus tareas, así que la acompañó todo el camino y a lo largo de sus pasos como si se tratase de un baile de parejas.

En la mente del dios se presenció Anung Un Rama siendo desbocado cuando la vaquera le informó sobre su situación. Desconocía por completo que no mantenían contacto, y si era mentira, tal vez pudiese conseguir la información por otro lado. Aunque dio por hecho que estaría desatado, no literalmente, invocando lo peor de su naturaleza que luchaba por liberarse en la tierra junto a sus hermanos. No era posible otra alternativa, incluso demonios menores estaban realizando posesiones. - ¿Y bien? ¿Qué es lo que va a ser? - Sí. La Sheriff era lista y había perdido la genuidad hace mucho mucho tiempo a pesar de su corta edad. Era una buena opción y a cada segundo el dios estaba más convencido.

Legba contuvo una sonrisa cuando recibió el disparo en la frente, desviando sus sangrientos iris hacia el hueco humeante que había provocado la joven, como si pudiese verlo, para volver a bajarlos y encontrarse con sus azules fríos y cristalinos ojos que hablaban de rencor, rechazo y… miedo. Pero no un miedo humano, como el que podían vivir todos los terrícolas en esas fechas. Un miedo visceral, arrancado desde lo más profundo del trauma y de las piedras con las que no se pensaba volver a tropezar. Un miedo fácilmente malinterpretado con el odio y es que parecía que caminaban de la mano.

El guardián retiró la mano, ya que no había siquiera un aroma de aceptación en todo lo que la vaquera le decía, no sólo con palabras. Su gesto era de comprensión absoluta, una empatía que la vaquera no hubiese creído en otras circunstancias, de no ser porque su expresión se había vuelto..tan…¿Humana? Los rasgos burlones del dios desaparecieron y sólo se abrió paso una dulce voz aterciopelada, tan grave como de costumbre, que hablaba del deseo de un mundo en el que no tuviese que pedirle ese favor. - Sé lo que te estoy pidiendo- (Exigiendo) corrigió el dios en sus pensamientos - Pero con todo lo que sé, por todo lo que he podido averiguar, es la mejor manera de afrontar toda esta situación. Tengo que protegerte, a ti, a otros tantos que confían en mí. Y a mí. Y la única manera, sheriff, es que estemos juntos… Más juntos que nunca- para rebajar la sensación de invasión, retrocedió sus pasos sin estirar sus piernas y fue a apoyar su trasero sobre una rueda de paja, poniendo también uno de los pies contra ella. -Comprendo lo que supone para ti, pero no será como con ella. Victoria sólo arrebató tu esencia y te produjo pesar… Una sensación desgarradora que puede que no cures dentro de poco… Pero conmigo sería diferente- Habló con calma mientras juntaba ambas manos y las dejaba caer sobre sus piernas -Serás más grande, seguirás siendo sheriff, tendrás consciencia, lo recordarás todo. Trabajaremos como un caballo con dos jinetes a los que obedecerá por igual. Y la diferencia más importante… no voy a obligarte a nada- Eso no era del todo cierto, pero confiaba en su capacidad de convicción.

Dejó unos segundos para macerar toda la información. -Aprenderás cosas nuevas, cosas que quizá ni siquiera sospechabas conocer… Y sobretodo, te mantendré a salvo y después de que todo esto acabe, me marcharé. Y tú serás… libre. Por completo. Tu marca desaparecerá en el momento en el que yo abandone tu cuerpo y no deberás volver a verme- Estaba tranquilo, quizá con ganas de un buen puro, pero muy tranquilo. A fin de cuentas, se lo debía y tampoco es que pudiese negarse, pero si Legba tenía media oportunidad de hacerle sentir que era bajo su aceptación, sería como haberse coronado. Su alma estaría más receptiva, mantendrían mejor conexión, mejor comunicación, no le rechazaría, le ocultaría mejor de la mirada de los grandes… Todo jugaría a su favor si consiguiera que la vaquera accediese por voluntad propia.

-Tu vida no cambiará en lo más mínimo. Seguiré tu rutina aquí, te sentirás de hecho más fuerte, aguantarás más carga física, te sentirás menos agotada, no padecerás dolores fuertes…- el africano respiró hondo, pinzándose la nariz como si contuviese un fuerte dolor de cabeza. -Oye… Normalmente no soy tan sincero ¿De acuerdo? Pero no podemos estar aquí mucho más tiempo y creo que te mereces la verdad- miró al tejado mientras inflaba el pecho, como si le costase lo que estaba a punto de escupir. Bajó el rostro y nego con la cabeza un par de veces antes de volver a establecer contacto visual. -La persona que se refugie conmigo será quien mejor protegida esté… Y quiero que seas tú- Se mordió el labio, dubitativo. -Tengo mis motivos, no creo que te sirvan… Pero es la verdad… Quiero que estés bien. Y si he pensado en ti… Ha sido porque eres diferente a muchos de los que hay ahí fuera- confiaba que su trastorno de ego con el sheriff confiase en esa afirmación. Dicho esto, él aguardó paciente, sentado… Una última respuesta de Logan.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime15th Enero 2021, 21:33


Legba recogió su mano en un gesto que, después de unos momentos, ayudó a que el corazón de la vaquera que se había puesto a latir desbocado pudiera recobrar un latido rítmico mas propio de la calma. Sólo hacer ese planteamiento había supuesto una inmensa temeridad por su parte, sabiendo el carácter que tenía la mujer que tenía delante y conociendo de primera mano todo lo que había pasado. La posesión que había sufrido bajo el yugo del caballo del Apocalipsis Victoria le había arrebatado gran parte de lo que era, haciendo que su alma se quebrara bajo su influencia. La había bloqueado bajo el inmenso peso de sus patas y había impedido que hiciera su vida durante varios meses. Por no decir que le había hecho necesitar un implante externo para caminar, cuya base había dejado una cicatriz en la parte baja de su espalda, que le impedía olvidar un suceso que había sido traumático en más de un sentido. Era cierto que durante ese periodo, El sheriff logró hacerse cargo de sus tareas, pero todo lo que no era su deber se anuló como si jamás hubiera existido. Su personalidad, sus amistades, sus negocios, todo se había visto resentido por su presencia.

Lo peor había sido darse cuenta de que aún quedaban ahí fuera criaturas que podían someterla a su voluntad. Odió cada instante de ese contacto, cada asfixiante momento en que su presencia parecía a punto de partirla en mil pedazos con su peso. Saber que su lucha era en vano, porque eso que retenía era todo lo que detestaba de sí misma, en parte. Era su debilidad, su subjetividad, su sentimentalismo. Todo lo que hacía que la vida fuese algo mas que un deseo irrefrenable de justicia. Cuando alcanzó su objetivo, se percató de que se sentía anulada y vacía...

Se percató de que aquello a lo que aspiraba no era más que la cruel ilusión de una perfección que, una vez alcanzada, no le reportaba ningún tipo de placer en absoluto.

No quería tener que afrontar eso de nuevo. No quería tener que someterse a la voluntad de ningún otro, que no fuera ella y sus decisiones, por mucho que a esa situación le acompañara una promesa de libertad que, estaba convencida, no sería total en absoluto. No podía serlo si se veía forzada a compartir las riendas, aunque sólo fuera para que el otro sintiera una falsa sensación de seguridad sobre el caballo. Un mal gesto en el momento menos oportuno y los dos se caerían de un animal encabritado.

y sin embargo, no podía negarse. Por que es bien sabido que la justifica ha de aplicarse por igual para todos, y ella tenía una deuda con el hombre que tenía delante. Una deuda que había contraído cuando creyó que no quedaban mas opciones que las de pedir ayuda a todo lo que estuviera en su favor si con eso conseguían tener algo de control sobre una circunstancia que amenazaba no sólo a unos pocos, si no al mundo entero. Maldijo en su mente aquel momento, el instante en que se cruzó con Hellboy, y cada encuentro que habían tenido desde ese. Le apreciaba como amigo y sabía que nada de todo lo que estaba sucediendo lo había elegido él. Si pudiera cambiarse por ella, lo haría.

Pero Legba no le quería a él. Quería al Sheriff.

La marca continuaba hormigueando, mientras las palabras de Papa Legba le prometían toda clase de suertes y maravillas que esa combinación podía traerles a ambos. Eso le hizo preguntarse, dentro de su dilema, si sería capaz de saber qué es lo que le había llevado a tomar una determinación como esa. Él podía ir a donde le placiera, aparecer y desaparecer a su antojo, y convertirse en humo ante el menor signo de peligro. ¿Qué podía superar eso, como para que el Dios se viese necesitado de refugio?

Entornó los ojos, una vez se sentó en la bala de paja, y hubo terminado su alegato. Tenía prisa por algo. Podía verlo. Necesitaba una respuesta y la necesitaba pronto. Tal vez para buscar en un lugar alternativo, si ella se negaba.

Los dos sabían que no iba a hacerlo. Su carácter no se lo habría permitido, por desgarrador que fuera. Por que Rebecca Logan era un Sheriff, y a la justicia no le importan las circunstancias personales. Es pura, objetiva, cristalina de toda falla, perfecta en su imposición.

Lo que era justo... es que lo aceptara.

- No quiero hacerlo. - le dijo mirando a sus ojos rojos sin el menor rastro de miedo en los suyos, de un azul encendido por todo lo que estaba pensando. - No quiero que te confundas. No tengo ninguna gana. Ninguna. - hizo énfasis en esa última palabra. Tardó unos segundos de silencio en los que volvió a meter el arma humeante en la funda. - Aún así, lo haré. Adquirí una deuda contigo, y lo justo es que cumpla con mi parte. - añadió mientras procuraba respirar con toda la profundidad posible. Su cuerpo estaba tenso, a pesar de que trataba de parecer impasible. - Te permitiré entrar en mi cuerpo, y vivir conmigo bajo mi mismo techo. Compartiré contigo mi comida y mi agua. - comenzó a acercarse hacia él con la misma calma con que un hombre confronta la posibilidad de ser el perdedor de un duelo, cuando el sol alcanza el punto mas alto sobre la torre del reloj de la ciudad. - Pero te lo advierto. Si veo cualquier cosa que no me cuadra. Cualquiera que pueda siquiera recordarme a lo que he pasado...- suspendió aquello en el aire, mientras se zambullía en sus demonios.

La extraña visión lejana de lo que su cuerpo estaba haciendo. Observar todo a través de esa oscuridad cerrada que no le permitía siquiera levantar la cabeza del suelo. Esa sensación que la aprisionaba, sin importar su deseo de luchar, lo que pensara o lo que hiciera. El dolor de sus propios gritos, que nunca llegaban al exterior, donde estaba todo lo que le importaba. Todo lo que amaba.

Y sus risas... sus risas al saberla indefensa, bajo su poderosa presa.

- Una sola cosa... y te sacaré de mi cuerpo. Haré lo que sea. Me arrancaré los dedos a mordiscos. Me abrasaré los ojos con brasas. Me desollaré cada centímetro de piel si tengo que hacerlo para que te vayas. - le advirtió, y no era una amenaza velada. El Dios sabía de sobra de lo que la vaquera era capaz cuando sacaba a pasear aquello que llenaba su sótano de cabezas humanas disecadas.

Era tan abierta como lo había sido él al expresar una petición que parecía razonable, e incluso buena. Una que a Rebecca le hacía arder las entrañas como ascuas. Su rostro mostraba una expresión de determinación que podría haber dejado sin palabras al más valiente. Alargó la mano con la marca hacia Legba. Con ella, saldaba su deuda. Esperó que Legba se la estrechara, conteniendo la náusea que se le había clavado en las entrañas, como una certera flecha Apalache. Su voz resonó en su cabeza con más fuerza e intensidad que nunca. Una voz de la que, tal vez, tendría que despedirse a partir de ahora.

"No volverá a pasar. Nada me hará sentir indefensa nunca más."

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime27th Enero 2021, 20:32


Nunca  pudo adivinarse en el rostro del dios un instante de duda, inquietud o miedo. Pero sí de impaciencia. Para su suerte, su cuerpo inmortal no podía delatarle con ningún tic, moviendo la pierna inconscientemente, mordiéndose el labio, sudando.. Nada. Su carácter y semblante pétreo de hecho resultaba de cerca bastante inquietante. -No quiero hacerlo.- Legba sonrió con una comisura. No esperaba menos de esa joven. Sabía que lo aceptaría, no era estúpida y había pasado por demasiadas cosas como para poner a un dios en su contra. Otra vez. No, esa chica no tenía una inteligencia acorde a su edad pero sin embargo su personalidad y la posesión anterior hizo que necesitase remarcar su autoridad de algún modo, por inútil y fútil que fuese. De todos modos, después de la posesión Legba tendría la oportunidad de saber si de verdad no tenía ninguna como con tanta insistencia remarcaba, o si parte de ella sentía que quería hacerlo, aunque fuese impulsado por un porcentaje ínfimo de curiosidad.

Empezó a caminar hacia él, y la otra comisura acompañó en el baile a la primera mostrando los dientes de la calavera. Esa cría realmente no tenía miedo a absolutamente nada… El dios dudaba entre disfrutar, admirar y estudiar ese comportamiento. Cuando terminó su pequeño discurso de reafirmación, el dios volvió a colocar la mano en su posición inicial, pero en ese instante con un significado completamente diferente. -Tenemos un trato, señorita Logan- ambas manos se estrecharon, el cuero de la suya crujió con fuerza y en el mismo instante en el que el apretón de manos bajó, su figura se desvaneció en un denso humo gris que fue abrazando el contorno de su brazo, trepando por su hombro hasta que atravesó a su vez la boca y la nariz haciendo que la americana le fuese respirando poco a poco.

A pesar de que la cantidad de humo era ingente y abrumadora, no resultó desagradable para la vaquera. No rascaba en la garganta, no secaba la laringe y pasaba con suavidad, como una caricia cálida que iba cambiando de sabor. De lo que aún no se había percatado, era que su aspecto estaba cambiando a medida que se introducía el humo en su sistema, modificándola a su paso. Primero notó el sabor a sal y percibió el aroma del desierto. Sus labios se agrandaron y su rostro reafirmó la calavera que Legba siempre llevaba impresa en el rostro.  Luego se abrió paso el olor a cuero y piel curtida mientras sus ojos adquirían el rojo intenso del iris del dios y los cabellos dorados se transformaban en fibras de ébano. Percibió también el sabor a sangre, dátiles y nueces secas… y desde su cuello la piel fue tostándose poco a poco como si la rociase una bendición morena, oscureciendo sus pecas y su bello hasta convertirla en una mestiza. Casi al final del humo sus caderas se ensancharon sutilmente mientras remataba las sensaciones con Roiboos y el cítrico del Baobab. Cuando parecía que se había acabado, profundas y ya cerradas cicatrices aparecieron en sus manos. Cicatrices superficiales y profundas, callos de trabajo, nudillos pelados… Todos los sufrimientos posibles se abrían paso en las nuevas manos de Rebecca que, aunque ya estaban acostumbradas al trabajo, nunca habían vivido unas manos tan maltratadas.

La última calada de la Sheriff fue la primera inspiración del dios y así fusionó su alma a la de ella manteniéndose oculto para las miradas que escapan del plano terrenal. Suspiraron con calma… y abrieron los ojos.

-Dejaré un rato para que te acostumbres…- su voz también se había agravado. Seguía siendo femenina pero algo más grave y rasgada. -Nuestro aspecto ha cambiado, quizá deberíamos mirarnos en un espejo- sugirió aprovechando el control que le cedía su situación sobre el cuerpo para agarrar la punta de la trenza y ver que ahora estaba de color negro y levemente ondulada. Sonrió y dejó a la huésped total libertad para dirigirles. Su nuevo aspecto estaba a punto de ser revelado.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime28th Febrero 2021, 03:17

Alzó la mano con esa sonrisa repulsiva de quienes se saben por encima de todos los demás. La típica que uno podría contemplar entre las altas esferas de Gotham, donde unos pocos jugaban con la vida de muchos sin que les pesara ni un ápice arruinar a cientos si con eso podían sacar una migaja de beneficio más. Esa cara de engreído repelente de quien se considera dueño de la situación. La vaquera avanzó hacia él y miró la mano enguantada durante un instante más antes de tomar aire profundamente por última vez, dejándolo escapar de sus pulmones, que a partir de ahora, serían compartidos. No tenía idea de cómo iba a ser la experiencia con Papa Legba. Lo único que podía esperar, por el bien de los dos, es que de verdad fuera tan diferente como él decía. Alargó la mano llena de aroma a paja y la estrechó. Acto seguido su cuerpo se disolvió en un intenso humo que se dirigió de manera desvergonzada hacia su nariz. La vaquera inhaló con todas sus fuerzas, expulsó el aire por la boca y volvió a inhalar. Esperaba haber tosido o haber sentido en el cuerpo algo que mostrara su incomodidad. Para su sorpresa, fue bastante rápido indoloro e inocuo. Hubo una gran variedad de matices en los olores que a su vez le trajeron reminiscencias en el gusto, a lo que prestó especial atención. La mayoría eran conocidos, cuero, sangre, nueces. Pero también había algunos más extravagantes que no recordaba haber percibido.

Los cambios en su cuerpo pasaron desapercibidos, pendiente como estaba de mantener a raya sus emociones negativas y su natural repulsa hacia la situación. Se suponía que si trataba de aceptarlo lo haría algo mas fácil.

Un último suspiro.

Abrieron sus ojos rojos, y escuchó la voz del Dios a través de sus propios labios. Una voz femenina y desgarrada, como si una nube de humo le aderezara las cuerdas vocales. Un tono agradable y rasgado, algo más grave. La primera sorpresa. Miró sus manos, de un color tostado bastante más oscuro que el suyo natural, que tantas alabanzas se había ganado cuando era pequeña. La habían comparado con las cosas más variopintas, leche, nieve, lana. La más asquerosa que recordaba hasta la fecha era una muñeca de porcelana. La afirmación del Dios le generó una interna sensación de curiosidad creciente. Sus manos se habían ajado más de lo que ya estaban. Había en ellas muestras de haber sido muy, muy maltratadas. Algunas que conocía. Otras que no.

-Te han hecho mierda, ¿eh? - preguntó con esa voz nueva, al tiempo que salía de las cuadras. Los animales parecían bastante calmados, a pesar de haber visto eso. Tal vez porque a pesar de que su aroma había cambiado, seguía percibiendo esa energía calmada a la que estaban acostumbrados.

Pusieron rumbo hacia el interior de la casa. No hizo lo acostumbrado, de quitarse el sombrero nada más entrar. Se dirigió al fondo de la habitación donde estaba el lavabo. Caminó mirando el suelo hasta plantarse frente a la porcelana, pero se demoró unos segundos en levantar la vista para encontrar a una completa desconocida devolviéndole una mirada roja como la sangre, y con una calavera blanca pintada sobre su rostro. Pestañeó un par de veces para asegurarse de que se trataba de ella. Luego una de sus manos ajadas tocaron el rostro de la desconocida. Su mirada descendió con suavidad hacia la camisa que cubría su cuerpo, introdujo el índice en el interior del escote y tiró hacia fuera buscando la marca que se había hecho en sus horas bajas, antes de comprender su cometido en la vida. Las dos punciones se alzaban sobre su pecho como lo habían estado siempre. Tal vez necesitara algo más que un espejo para comprender que ese cuerpo le pertenecía.

- Voy a tener que dar muchas explicaciones a mis trabajadores. Tal vez tendría que haberlos avisado antes. - pensó en voz alta, al tiempo que se contemplaba de nuevo las manos ajadas y de nuevo el rostro en el espejo. Abrió y cerró los dedos varias veces, antes de abrir el grifo y llenarse las manos de agua para lavarse la cara. Lo hizo mirando al espejo. El agua fría y refrescante chocó contra su piel haciéndole sentir que efectivamente era suya. Se secó con la toalla, la colgó de nuevo, se colocó de nuevo el sombrero que había retirado echándose la melena negra, que tenía una minúscula trenza que sobresalía de la parte de la nuca, hacia atrás con los dedos.

La calavera no había cambiado ni un ápice.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime7th Mayo 2021, 02:13

La vaquera acogió al ente como una vieja amiga. Todo su cuerpo se amoldaba casi a la perfección y su resistencia consciente había sido mínima. Una parte de trauma, incosnciente y omnipresente ofreció resistencia, sin embargo la actitud de servidumbre de Rebecca era real, ya que tenía más poder que esa parte involuntaria que no quería hacerlo. El dios se estiró en su cuerpo nuevo, disfrutando de los límites de la musculatura de la joven y tomando posiciones en su nuevo armazón. Alzó una mano contemplándola con su iris carmesí, fijándose en cómo las motas de polvo que se filtraban entre la madera con los rayos del sol bailaban en torno a sus dedos. Frunció el ceño al contemplar su piel que a pesar de ser mestiza resultaba desagradablemente más clara de lo habitual.

-Te han hecho mierda, ¿eh? - Bufó instantáneamente después a modo de respuesta - Espérate a ver la espalda…- suspiró con resignación. Aún los grandes le permitían camuflar cuando cambiaba su aspecto aquellas cicatrices a excepción de las de las manos… Pero las de la espalda, durante las posesiones, le recordaban que no debía escapar.
Si quería comprobarlo, descubriría en su espalda tonificada cicatrices y quemaduras  de látigos de hace cientos y cientos de años.

Cada movimiento en el baño fue acordado, era como si ambas partes tuviesen que dar su consentimiento para moverse. A pesar de todo, vivir seguía siendo liviano, no se hacía más lenta la existencia ni la rutina a pesar de esa especie de conversación constante que resonaba en el cerebro de la americana. -¿Tal vez puedas fingir ser una nueva jefa temporal? No conozco la fortaleza de fe o de moral que tengan pero tal vez a los más sensibles deberías ocultarles esto- Se encogió de hombros y suspiró, por primera vez en mucho tiempo disfrutando de sentir lo que eran unos pulmones llenos.

Podría preguntarlo, pero era absurdo ya que Legba podía sentir lo que ella sentía a la perfección. De hecho, empezó a prescindir de las cuerdas vocales para comunicarse con ella. “Así que… no parece que te sientas tan mal, rubita”.

Y así era. Rebecca podría notar que los achaques del devastador trabajo del rancho desaparecían, la tensión acumulada no hacía mella en las contracturas, ni siquiera el sol le molestaba aunque le diese directa en sus ojos.

Legba, sin embargo, volvió a notar el hambre que ya apretaba de buena mañana el estómago humano, los pulmones que no podían parar, el corazón latente dentro del pecho, lo ceñido de la ropa, el calor sobre su piel… Incluso podía notar cómo las botas con espuelas y la estrella sobre su busto le hacían sentir completo. Sonrió. Rebecca pudo notar cómo una ola de alivio le inundaba por completo hasta rebosar. No sabía de dónde venía ni por qué, pero las lágrimas acumulándose en sus ojos no habían pasado desapercibidas. Se las secó, con un rápido movimiento de pulgar y fue a la cocina. Si a la rubia se le ocurría preguntar, el dios no contestaría.
-Me muero de hambre- No la soportaba. Era la peor de las sensaciones y saciarla el mejor de los placeres. Así que la temía tanto como la adoraba… y hacía mucho tiempo que no notaba la saciedad de un buen bocado bajando por su garganta y frenarse en el estómago.

Abrió la nevera. Carne, huevos, leche, queso…  La dieta básica de cualquier yanki. Al dios se le resbaló un pensamiento que la granjera pudo oír. “Joder, no sabéis comer”. Abrió después una puerta de la cocina de la vaquera, ahora que ya conocía dónde estaba todo, encontrando así la despensa. Repasó los estantes con sumo cuidado y fue seleccionando las especias y las hierbas. Automáticamente la mano fue hacia la paprika, para fastidio del dios, aunque sí, hacía falta para la receta.  “Vas a aprender lo que es la cocina de verdad”  
Las manos mestizas se movían rápido, mezcla de sus conocimientos y de estar en el hogar. Recolectó todas las especias necesarias y las echó en un vaso de cristal, lo tapó con la palma de la mano y las agitó fuerte para luego dejarlas reposar. Luego peló y troceó todas las verduras frescas para luego sofreírlas. En un momento se había adueñado de la cocina que ahora tenía algo de humo y olía delicioso. Fue avanzando, cociendo el arroz, echando las salchichas que ella misma había embuchado y… Media hora después en la olla reposaba un Gumbo recién hecho que esparcía todo el aroma de Nueva Orleans por la casa. “Mi plato favorito de toda América… Pruébalo”

Y ambos tomaron una cuchara de madera para probarlo.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime13th Octubre 2021, 03:42

La espalda. Contempló de nuevo esas manos ajadas, que en cierta manera no le eran del todo ajenas. Al fin y al cabo no podía decirse que las propias fueran las de alguien que se dedicara a recoger flores silvestres. Solía tener callos, arañazos, ampollas, golpes. Ese tipo de cosas eran las que delataban que uno se dedicaba al tipo de trabajo que ella hacía. Sabía lo que era pelarse los nudillos, sangrar las manos y trabajar hasta que el dolor era quien marcaba la hora de acabar una faena. La diferencia fundamental era que con toda probabilidad, Legba no habría podido parar por mucho que le doliera. Se descubrió con ese pensamiento que le era por completo desagradable, frunció el ceño, apretó las manos y se dedicó una última mirada en el espejo.

- Mis chicos me acompañaron con lo de Victoria. Estoy segura de que comprenderán esto. - la curiosidad morbosa de ver hasta dónde llegaba su fidelidad siempre era entretenida.

Se sintió tentada de desprenderse de la parte superior de la camisa y contemplar qué era lo que había en su espalda. Por el momento desechó la idea. Tenía mucha curiosidad, pero prefería experimentar lo más esencial que le ofrecía esa extraña sensación de compañía.

"Yo también." escuchó su voz como una extraña tercera persona.

Su mente solía ser aguda y concisa. Sus conversaciones internas nunca eran tan ricas ni tenían la cantidad de contenido que estaban teniendo en ese instante. Era como si su yo físico no fuese otra cosa que el resultado de una negociación constante entre dos y lo que saliera al exterior sólo fuesen algunos segmentos de esa constante conversación necesaria para esclarecer los puntos y las condiciones. Percibía las cosas como en una película que se grababa desde el punto de vista de una persona, solo que las manos que veía eran las suyas propias.

Cuando el Dios le hizo ese comentario, se sonrió. Por alguna razón esa afirmación se le antojó divertida, como si tratara de retarla o instruirla en algo que en el fondo no tenía ninguna importancia. Tal vez si una afirmación así proviniera de un elemento externo habría desencadenado una respuesta distinta, con ella aceptándolo como un reto personal. Bajo la misma piel, su sensación parecía ser propia, no de un tercero.

Parte de su sorpresa inicial por esa repentina comodidad atenuó el hecho de que se dirigía a determinados sitios, o cogía determinadas cosas sin pensar demasiado en ello. Era natural, puesto que era su casa, sin embargo, la elección de los alimentos que había cogido para cocinar esa comida no habrían sido las que ella habría elegido en absoluto. En medio del cocinado, se detuvo un instante, debido a una violenta sensación de vértigo que no se debía a otra cosa que a la repentina percepción de que estaba perdiendo el control. Agarró con fuerza el cuchillo con el que pelaba las verduras, y Legba pudo notar un repentino pensamiento fugaz y subconsciente. Una de esas ideas que surca la mente como una estrella fugaz y es ignorado de inmediato gracias al instinto de autoconservación. La tentativa de la Sheriff de hundirse el cuchillo en la carne y ver como se sentía.

Sacudió la cabeza, sintiéndola de nuevo enteramente suya. Como quien mantiene un silencio brevemente incómodo tras sacar un tema delicado. Dejó ese cuchillo, lo cambió por otro, y troceó las verduras recuperando esa fluidez propia del intercambio de ideas.

Media hora mas tarde se vio sujetando la cuchara, y hundiéndola en esa especie de guiso especiado que había llenado la casa de un aroma representativo. No había tomado ese plato antes, y sin embargo, algo en el aroma le trajo una extraña sensación familiar. Casi nostálgica. Hundió al cuchara de madera, revolvió en el pegajoso y denso caldo que la envolvía, la llenó con un trozo de salchicha y verdura, y lo sacó de la olla dispuesto a llevárselo a la boca.

"Sopla." hubo confusión en ese breve silencio. "Nos vas a quemar."

Pestañeamos dos veces, y después la calavera se curvó en la zona de los labios para dejar salir un soplido que enfriara la comida lo bastante para que no ardiera en nuestra boca. Queríamos saborearla bien. Acercamos la cuchara de madera a los labios, asegurándonos de que no ardía, y después, lo masticamos. Nunca había sentido ese sabor en la boca, pero se transmitió por su cuerpo como si supiese perfectamente a donde debía ir para desencadenar sensaciones pasadas. Era algo contradictorio, como un instante de comunión espiritual. Algo que la vaquera no había sentido en absoluto desde que renunciara a su fe años atrás, cuando todavía era una niña pequeña.

Una extraña sensación de seguridad sobre que había algo mas allá de sí misma que haría que todo estuviese bien. Comenzó a masticar despacio, dejando que la textura de las verduras se entremezclara con la ternura de la carne, que soltó un preciado jugo repleto de sabor cuando la masticaba.

- Mmmmm...- aquel murmurllo gutural llenó la habitación, mientras se daba un instante para cerrar los ojos.

Era como si no hubiera comido en días y alguien le diera a probar la cosa mas deliciosa que hubiese comido. Esta vez, el automatismo fue propio. Abrió uno de los cajones sacando un cuenco de madera tallado a mano, sirvió el arroz, el caldo, y el gumbo empapando todo y fue derecha a la nevera a llenar una taza de metal de agua fresca.

Se sentó en la mesa del comedor, utilizando un mantel individual que ya había colocado en la cabecera y comenzó a comer, tratando de ir despacio al principio, pero acelerando poco a poco con cada bocado. Como si no quisiese dejar de sentir la comida en la boca, mientras el último bocado bajaba a través de la garganta. Sintió que uno de los bocados se le atragantaba, y tosió con fuerza, consiguiendo que lo que fuera que había resbalado a través de su glotis volviera a su sitio en el interior de su boca. Tragó con dificultad, y luego, bebió un trago de agua.

La frescura les golpeó los dientes con una sensación inimitable. Les llenó la boca, los labios, resbaló sobre su lengua hidratándola, inundando cada recoveco, barriendo el gusto residual del gumbo y dejando a su paso solo la limpia frescura que permite percibir de nuevo el golpe de sabor con el siguiente bocado.

No recordaba la última vez que algo tan frugal como beber le hiciese sentir con tanta intensidad.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime24th Diciembre 2021, 13:26

OOC: Lo que describo al principio son las sensaciones del dios, Rebecca se notará genial, incluso mejor que antes. No se cansa tan rápido, tiene más aguante en muchos sentidos, más fuerza, tal… Pero él está completamente incómodo porque es todo lo contrario, se ve atado en corto.

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Con la vaquera evaluando sus nuevas y aún más desgastadas manos pudo ver un detalle. Una hecho sencillo que describía la mariposa del tan famoso efecto. Algo tan sutil como el eslabón de la cadena que retenía sus esposas. Bajo su mano, en la muñeca ahora de tonalidad morena ya no existía ninguna marca. Tras haberse comprometido con el dios devolviéndole el favor y cumpliendo con ello, el número uno dibujado en un idioma que ella no comprendía sobre sus venas se esfumó. Había saldado su deuda.

Mientras se adaptaba a las nuevas interacciones con su recipiente, luchaba contra sus impulsos para tomar conciencia sobre la fragilidad que ahora invadía su alma. Ese cuerpo tan sólido y rígido resultaba terriblemente incómodo. Era más pequeña, más firme y absolutamente nada mutable. No sólo los músculos estaban más rígidos, es que el constante bombeo de sangre le saturaba los oídos. Los pulmones no paraban de mover el pecho como una marea constante sin control y el continuo parpadeo le aturdía. Era inconcebible tal plaga de estímulos vitales.

Respiró hondo hasta que las costillas hicieron tope, y se pusieron en marcha.

Cuando notó el pensamiento intrusivo. se detuvo un instante hasta que Rebecca sacudió la cabeza. Sin gesticular palabra en voz alta, el dios le indicó en un perfecto francés “L'appel du vide.” dejó un silencio para que lo interiorizase. Aunque no lo necesitaba por algún motivo, le tradujo “La llamada al vacío. Hace…mucho que no lo sentía. Pero no te lo recomiendo. Lo más probable es que ante una consecuencia mortal tu cuerpo se mantuviese con vida mientras parte de mi alma estuviese dentro de él. Con nuestra despedida me temo que por tu parte vendrían muchas más”.

Siguió cocinando y preparando con soltura hasta que el olor era el ideal. El olor… Ese aroma tan característico del buen Gumbo familiar… Casi lo había olvidado. Podía ver a Tía Delu riñendo a sus hijos a gritos mientras buscaba las especias. Cuando por fin pudo masticar, los colores invadieron el interior de sus párpados. Gruesas olas verdes y rojas que se fusionaban como una aurora boreal hasta que los chisporroteos dorados del picante llegaban a escena. Era perfecto.

Los ojos se llenaron de lágrimas y ninguno de los dos encontraban un culpable. Sólo sabían que se sentían saciados por primera vez en mucho tiempo, y no pensaban cuestionarlo. En contraste con sus primeras sensaciones, Legba pudo sentir de nuevo. Simplemente sentir.

Las distintas texturas describiendo sabores, el calor bajando por su garganta y la fuerza del esófago al cerrarse. Notaba cómo el bolo bajaba hasta caer en un estómago agradecido y satisfecho. Y eso era impagable.

Durante ese instante disociativo, se percató de que Rebecca había preparado la mesa, casi como si fuese una ceremonia. Y que comíamos… y comíamos, y comíamos.. y lo único que nos detuvo de comer fue la infernal sensación de asfixia que hizo que los pulmones convulsionasen con fuerza.

Dio un sorbo de agua, disfrutando con un chispazo por todo el cuerpo el contraste entre el frío que ahora calmaba sus órganos respecto al calor de la comida que acababa de devorar. El cuenco parecía recién comprado.

Suspiraron, apoyaron la espalda contra la silla y una mano sobre el abdomen. El africano podía notar la sensación de hinchazón y los centímetros de diferencia en la barriga. Sonrió satisfecho y pasó la lengua por los dientes mientras miraba al techo, hasta que se acordó.

Como si tuviese un resorte, se incorporó apoyando los codos en la mesa. Hizo el gesto con la mano de obtener un cigarro entre el índice y el corazón, y antes de acercarlos a la boca ya se había materializado uno de sus mejores puros. Mordió la boquilla, dejando caer el restante sobre el cuenco y estiró el brazo hasta una caja de cerillas que descansaba sobre la mesa arrastrando la palma de la mano. -Ahora sí…- Lo encendió con varias caladas leves que no respiró.

El humo se expandió por su boca, haciendo notar el sabor amargo y cómo su saliva se secaba. Ese recordatorio le hizo consciente de que debía dar una aspiración muy pequeña si no quería ahogar el nuevo cuerpo. Así lo hizo, mientras sus mejillas se aspiraban entre si y el rojo del puro se hacía cada vez más vívido, que dio una calada tragando todo lo que había conseguido y… la echó.
Debió ser la mejor sensación del mundo. Con los ojos cerrados notaba la amplitud de sus pulmones a la perfección. Podía describir el relieve de estos sólo con la sensación de cómo se desplazaba el humo dentro de ellos. Sonrió mientras el humo terminaba de escaparse entre sus dientes y con un último gemido, se recostó con un brazo tras el respaldo de la silla.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime14th Mayo 2022, 00:47

Aquella comida tenía algo. Algo que no era capaz de captar del todo. La sensación era extraña y agridulce. Como si supiera que se estaba perdiendo algún matiz que le habría ayudado a captar hasta la última nota de lo que estaba comiendo. Las lágrimas le llenaron los ojos y dejó que resbalaran, porque en ese momento tenían la misma importancia para ella que la actualización del antivirus de esa dichosa máquina que le obligaban a usar. Absolutamente ninguna.

Se le ocurrió que la sensación era similar a cuando una persona que no suena de nada se dirige a uno con la familiaridad que sólo proporciona el haber compartido algún suceso relevante en la vida, pero que podrías haber olvidado. La situación es extrañamente incómoda, pero entrañable. A veces conseguía recordar y a veces no. Cuando no sucede, solía arrastrar esa incógnita sin poder evitarlo. La duda reptando y revolviéndose como una serpiente en un agujero, preparada para saltar al mínimo movimiento que le permitiera confundirte con un conejo.

Días después te llegaba la iluminación, y para entonces era tarde.

La diferencia es que la vaquera estaba segura de que esa especie de neblina acuosa, que no sólo producían sus lágrimas, no era lo único que le iba a impedir comprender de dónde procedían todos esos sentimientos y emociones. Tal vez no eran suyos, o lo fueran sólo en parte. Sabía que no sería fácil acostumbrarse, pero aquello estaba a otro nivel. A uno que  la Sheriff, con sus placeres sencillos y su manera de simplificar la vida, podía costarle algo más que unas cuantas llamadas al vacío.
Ausente a causa de sus pensamientos por un instante, pasó por alto el hecho de que el Dios había empezado a fumar. El humo le dejó un rastro seco en los labios y una sensación picante en la garganta. Se extendió como un hormigueo hasta los pulmones, como miles de pequeñas fibras empeñadas en hacerle cosquillas dentro del torso. La bocanada salió de entre sus labios con una satisfacción que le era ajena, pero de la que pudo participar y hasta disfrutar. Su conciencia volvió a funcionar plenamente en ese momento.

- ¡Eh! ¿Qué crees que haces? - exclamó cuando fue consciente dispuesta a apagar el cigarro contra el plato en una reacción visceral, aunque la mano se detuvo a medio camino, haciendo que el habano se quedara suspendido en el aire.

Resultó interesante, porque el Dios no la detuvo con algún tipo de impedimento. Victoria había hecho que partes funcionales de su cuerpo quedaran inutilizadas de algún modo, a pesar de que no había síntomas físicos que pudieran explicar ese hecho. En este caso, fue una sutil pero interesante sensación de confrontación la que le hizo detenerse. Una especie de diálogo a toda velocidad, y sin palabras, entre el Dios, la Sheriff, y el cuerpo que los dos compartían.

Sintió, de una manera excepcional, que haber aplastado ese cigarro habría sido una gran pérdida. Lo sujetó con los dedos y jugueteó con el suavemente como si quisiera estudiar con detenimiento de dónde venía aquella extravagante y agradable sensación de comunicación interna no verbal.

- Mmm. Esto sí es curioso. - se sonrió el rostro de piel morena, deformando la calavera de un modo divertido. - El tabacco no es lo mío. ¿Cómo hacemos esto?- preguntó en voz alta, con el interno deseo de que la respuesta no procediera de una conversación. Si no de esa sensación que ella solía obedecer por inercia, a la que cualquiera habría llamado instinto.

No habría tenido problema con eso de no ser porque los pulmones que estaba encharcando con porquería eran los suyos.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime11th Junio 2022, 12:41

El dios aún se encontraba acomodándose en la piel humana, no terminaba de encajar pero sabría que acabaría por hacerlo. Como unos zapatos a estrenar, aún necesitaban rodaje.
Una de esas pruebas era la increpación sobre el tabaco y cómo casi arruina un habano de ochocientos dólares. El dios no necesitaba usar la boca mortal para comunicarse con ella. Era una mezcla de sensaciones en su cuerpo y pensamientos directos que ella no tenía antes. Algo que no echaba de menos, pero tampoco de más. A veces podía escuchar en su cabeza directamente la voz del dios. En este caso un claro - No me jodas -

Fumar era la sensación más gratificante, satisfactoria y refrescante del mundo. Para el dios era algo pleno, algo que le hacía recordar que podía hacer uso de los pulmones inútiles de su ajado cuerpo. Era un simple gesto irónico de mortalidad…
Pero la vaquera tenía razón, aunque a Legba le ardiesen las entrañas.

- Vale… déjame pensar - Susurró en su mente el africano mientras hacía que el cuerpo se pinzase la nariz. El humo del habano cruzó su nariz y le hizo perder los nervios por otra calada. Hacía tanto que no notaba plenamente la sensación de tragar el humo que ahora que había vuelto a probarlo, dejarlo iba a ser muy difícil…

Súbitamente el dios apagó el puro, mordió la parte final y la escupió en el fregadero, rajó las hojas marrones y vertió todo el contenido en la primera lata metálica que encontró por la cocina de la rubia. Empezó a aplastar sus hebras con el pulgar. De nuevo, Rebecca volvió a escuchar su voz. - Déjame mascar al menos…- Las hojas iban haciéndose cada vez más pequeñas entre su dedo y el metal y mientras seguía con el movimiento repetitivo, buscó entre los ingredientes de la cocina algo que le sirviese.

Finalmente agarró un plátano maduro y cogiendo parte del fruto lo entremezcló con el tabaco hasta hacer una pasta que humedecía ligeramente las virutas del seco manjar del puro. - Vamos… eres el sheriff, no puedes decirme que no te pega. Josey Wales escupía más que hablaba… - dijo finalmente en un intento torpe de negociación, desesperado porque la vaquera permitiese deslizar un poco de aquella pasta entre sus encías.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime2nd Septiembre 2022, 15:33

La sensación que había tenido al principio comenzó a disolverse en un poso de ligera molestia, y para después del gumbo, era poco menos que un eco sordo apenas audible desde la superficie de esa nueva manera de percibir el mundo que les rodeaba. Todo comenzaba a tener un excitante componente de novedad, que en realidad no era tal. Como si de repente encontraras un giro de tuerca a una actividad que hubieras hecho hasta la saciedad y fuese parte de tu ambiente cotidiano. Por la mente de la vaquera surcó durante un instante el recuerdo de la primera vez que montó invertida sobre el lomo de un caballo. Una actividad peligrosa, muy compleja, y que en la mayoría de los casos era más para demostrar pericia en ferias y exposiciones, que porque hubiera un motivo funcional para hacerlo.

Aun así, sentir que en ese momento la comunicación con el animal era total resultaba tan liberador como empoderante.

Se levantó de la mesa, se dirigió a la cocina y cogió la taza metálica, mientras dejaba que esa nube de ideas mezcladas le recorriera los nervios y la piel, tomando decisiones por ella con las que parecía estar de acuerdo sin cuestionarlo. Así, su perspectiva de las circunstancias de aquella deuda impagada comenzaron a cambiar, de la idea de una pérdida de control impuesta, a un retorcido ejercicio de confianza en el que estaba empezando a ser interesante participar.

Aquella pasta marrón amarillento nada apetecible ganó tonos más rojizos cuando comenzó a ser más homogénea bajo la interacción del conocimiento del dios. Al final, quedó una especie de pasta que se le antojaba similar a los posos de café.

- No te mentiré, no es que la idea de meterme esto en la boca me haga sentir como unas espuelas nuevas. - comentó en alto, arrugando la nariz, pero con una media sonrisa asomando en una de sus comisuras.

Pero Legba no estaba dispuesto a dejarlo estar. Para probar su punto, hizo algo que no pudo negar que tenía una inteligencia propia del buen duelista. Conocer a la persona al otro lado del revólver.

- Por todos los acres de Clay Allison que eres mas listo que el mismo diablo. - sonrrió del todo la mujer de tez morena, introduciendo los dedos en la pasta, y colocándola a presión en el interior de una de sus mejillas, formando una especie de nuez que comenzó a verter el sabor en su lengua, una vez comenzó a mezclarse con la saliva.

Al principio, contuvo un par de arcadas, al percibir la extraña textura, pero en cuanto recolocó con la lengua el compuesto, comenzó a mascarlo. Tenía un sabor amargo, acompañado de un agradable dulzor frutal. Acostumbrada a los sabores fuertes, no podía decir que le gustara, pero tampoco le resultaba por entero desagradable. Como el café o la cerveza, resultaría un sabor al que podía llegar a habituarse. Comenzó a masticar despacio, mientras comenzaba a buscar en una de las habitaciones de invitados de la planta baja. De ella cogió una vasija de metal antiguo que había en una de las esquinas y la llevó hasta el salón de vuelta. Se sentó en el sofá dejándose caer, haciendo que el mueble crujiera bajo su peso, y luego colocó el artefacto entre sus piernas.

La saliva se tornó espesa y comenzó a tener un sabor más desagradable.

- No pensé que llegaría a necesitar usar una de estas de verdad. - negó con la cabeza, divertida ante la perspectiva. Sin elegancia alguna, se asomó sobre el agujero, y dejó caer la espesa mancha de saliva negruzca que se estampó contra uno de los laterales del plato, resbalando después con lentitud hacia el agujero.

Como último juicio, la vaquera se encogió de hombros, dejó la taza del tabaco sobre la mesa y se inclinó hacia atrás, acomodándose. Luego, durante un tiempo, sólo hubo silencio, y el suave sonido de aquella pasta, al ser triturada entre sus dientes. Cada pequeña cosa se volvió un mundo. Notaba lo que había estado haciendo automáticamente durante años. Cosas como pestañear, respirar, o incluso tragar.

- ¿Cómo es? - rompió el silencio, minutos después. - Apuesto a que resulta aburrido, como poco. - empujó con la lengua la nuez de tabaco, que menguaba poco a poco, cada vez más fibrosa. - No te haces idea del tiempo que una comida no me emocionaba así. - el temperamento de la Sheriff comenzó a aflorar a través de la joven sencilla por la que todos la tomaban. Puede que no controlara la modernidad, o que no tuviera enormes conocimientos, pero si alguien podía comenter un error mortal, era el considerarla estúpida. Su instinto y su capacidad para sacar conclusiones eran tan afiladas como su puntería. Escupió de nuevo, haciendo sonar la escupidera. - ¿Así es como tu vives? - frenó la masticación. - ¿Sólo humo y nada de fuego? - tal vez eso explicaría esa genuina sensación de satisfacción.

La había experimentado con la comida. Luego, al beber agua. Mascando tabacco, en silencio, a pesar de que sabía que no había mas que aceptación por su parte, había experimentado una emoción vibrante y encendida que tenía la certeza de que compartía, pero no le pertenecía.

O Legba era un ser con una sensibilidad mucho mayor de la que parecía o experimentar las cosas a través de su cuerpo también aportaba algo para él a la experiencia.

Si eso era así, la situación en la que estaba del todo a su merced tenía una severa variedad de posibilidades con las que la vaquera también tendría una buena baza que jugar.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime16th Septiembre 2022, 13:09

La vida resultaba sorprendentemente interesante para ambos. El cambio y su unión había supuesto una transformación del modo de vivir, de pensar y sentir para ambos. Todo les estimulaba de un modo diferente. El dios usó como consuelo la sensación de intriga y comodidad de Rebecca una vez terminaron de comer. No se sentía ni de lejos como con Victoria, y eso era lo que esperaba, pero no lo tenía garantizado. En completo silencio la sheriff le aceptaba y en completo silencio él lo agradecía.

El tabaco de mascar si fue un momento de pequeña resistencia, como tendrían muchos de ahí en adelante, pero era una cuestión de negociación, no de rechazo. -eres mas listo que el mismo diablo - “Negociar es lo mío, vaquera” Contestó en el fondo de su cabeza, sin articular palabra. Legba disfrutaba el amargo del tabaco contra la lengua, pero el primer contacto costó estabilizarlo. El africano quería hundirlo contra el paladar, respirar su aroma, impregnar cada esquina de la boca. La vaquera buscaba arrinconarlo para mascarlo y evitar de nuevo las arcadas. Poco a poco consiguieron llegar a un gesto estándar.

La morena consiguió una palangana y se desplomó en el sofá.

Una palangana, como del oeste.

Que no le pegaba….Por los dioses que si.

Respiró hondo. El dios reconoció la satisfacción de poder llenar unos pulmones hasta el final. DIsfrutó de la vista desenfocada y despreocupada, de la relajación de los músculos, la postura cómoda… Para él pasó apenas un parpadeo, pero el silencio, al fin roto, fue más largo de lo que él sintió.

Le habían hecho esa pregunta miles de veces. Refiriéndose a la inmortalidad, a la divinidad, ,a su rutina y a un sin fin de matices sobre cómo vivía el guardián. Sin embargo con Rebecca era diferente. Al compartir psique la posibilidad de ocultar sus sentimientos y tener esa faceta vendehumos sobre lo maravillosa que era su posición, quedaba totalmente suprimida. Rebecca notó una oleada de tristeza, rencor, vergüenza y arrepentimiento. No era nada impulsivo como quien descubre una noticia. Era algo muy macerado, muy establecido. Formaba tanta parte del dios así como su maldición y su raza.

Un silencio más largo protagonizó la escena, el ruido que hacían mascando era lo único que se escuchaba. Ya pajoso, el dios escupió el amasijo que quedaba dejando que resbalase por la palangana tras un ruido más sólido contra el metal. Se miró sus propias manos y empezó a patinar con la yema del pulgar sobre las cicatrices de la palma opuesta. Respiró hondo.

-Tú lo has dicho.- La vaquera no podía haberlo descrito mejor - Sólo humo…- nada de fuego. - Dime una cosa, sheriff, ¿Los suicidas son cobardes o víctimas? - contemplativo, seguía recorriendo sus propias cicatrices. Rebecca sentía las emociones con el, sabia que había dado en hueso y en uno muy jodido, desgastado y casi roto. - Di cuanto tenía por huir del dolor. Del pavor que me causaba la muerte. Ahora soy humo eterno…- En la mente de la vaquera se reflejaron un par de imágenes incontrolables para el dios. Un hombre muy parecido a él, sin su hechura, rastas, ni la calavera pintada. De ojos oscuros y cansados. Las cicatrices de las manos eran mucho más recientes y las de la espalda aún sangraban por sus muslos.

La imagen se disipó.

Volvió otra de una familia, el hombre acunaba su último hijo de meses de edad entre sus flacos brazos.

Se volvió a difuminar.

Varias imágenes se posaban en la periferia de su imaginario. Desenfocadas, como si estuviesen bajo un charco turbio. El desierto, los negreros gritando en otro idioma, el sol de cara, los chasquidos del látigo…

La morena apretó los ojos y agitó la cabeza. Las imágenes al fin se neutralizaron del todo. Legba tenía muchos poderes, controlar sus recuerdos no era uno de ellos.

De nuevo, silencio. Un acto de cortesía de la vaquera que de algún modo ahora sabía que aquel hombre se llamaba Esobala.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime23rd Abril 2023, 22:06

Aquel silencio era de lo menos habitual. Recordaba con claridad cristalina cómo había conocido al Dios. La noche en que su silueta se materializó en una de las zonas más sagradas para ella, que mantenía en la íntima privacidad del subsuelo del granero. Su particular hall de la justicia. Su habitación de los trofeos. Él había violado esa privacidad y había recibido un balazo entre los ojos por ello. No le había matado tan sólo por el humo, pero incluso con esa amenaza palpable, Legba se había mostrado tan incisivo como provocador. Siempre pensó que no habría nada que pudiera hacer que se mordiera la lengua.

Es mucho mas fácil imaginar cuando la piel que acarician no es la tuya.

Cuando el Dios acarició sus propias manos marcadas, sintió como si ella las sostuviera. No eran sus cicatrices, pero sentía una especie de dolor sordo, como un eco, cuando las yemas de sus dedos la recorrieron.

No le dió tiempo siquiera a plantearse la pregunta que la deidad le había hecho. Para el Sheriff la muerte era algo tan ajeno como ahora lo era para la entidad a la que llamaban "Papa Legba". Simplemente, no sucedería. La justicia no moría. La justicia prevalecía y con ella la figura a la que hacía referencia. El suicidio ni siquiera estaba contemplado como una posibilidad real.

Y con una sensación de caída vertiginosa, se sumirgió a través de ese lodo asfixiante que eran los recuerdos del Dios. La atenazaron en su viveza resquebrajada, como una de esas antiguas películas que ella solía ver de pequeña cuando trataba de huír de los gritos, de los golpes, y del espantoso hedor del alcohol. Las interferencias llenaban la imagen, pero no lo bastante para desdibujar la silueta del hombre o el vivo rojo de su sangre. Por una inercia visceral, la mano que había acariciado la contraria la asió con fuerza. Con tanta urgencia como si agarrara a alguien que estuviera a punto de resbalar por un barranco.

Como si esa única mano pudiera cargar con semejante peso...

Uno tras otro, los recuerdos distorsionados desfilaron a través de sus mente, e incluso con la turbiedad que les envolvía, fué dejando una marca tras otra en la psique de la vaquera. Marcas bajo un mismo nombre.

Esobala.

Tras eso se quedó en silencio, con la mente llena de un tétrico vacío. Sus propios recuerdos parecían borrosos. Las experiencias del Dios, incluso antes de serlo, parecían supraterrenales. Algo salido de un lugar al que, tras desarrollar la enfermedad mental, Rebecca Logan ya no tenía acceso.

Y sin darse cuenta, sus propios recuerdos desfilaron a través de esa fina herida que Papa Legba había abierto. Volvía a escuchar los gritos, el aroma del alcohol y el vómito de mamá. El suave sonido del cepillo sobre el dulce pelaje de Trenza y su modo encantador de piafar. El asqueroso olor de su padre, mezclado con el heno y el estiércol. El seco impacto del cuchillo contra su rodilla, la temperatura de su sangre, manando de la herida. Cientos de imágenes sin formas. Sólo dejando el poso de una sensación desagradable que se fué atenuando hasta quedar del todo entumecida.

Aquellos recuerdos tampoco parecían del todo suyos.

Sorbió por la nariz y se secó con el reverso de la mano, sin llegar a percatarse de que un par de lágrimas se habían desprendido de sus ojos rojos. Se levantó del sofá y se dirigió directa a Jodie, que reposaba a un lado de la chimenea del salón. La cogió por el mástil y volvió a sentarse.

Su tacto era de algún modo nuevo, pero también familiar.

Apoyó su ligero peso sobre los muslos, y tanteó las cuerdas. Sus dedos eran ahora más largos, y había que forzar un poco más las posturas, pero tras tantear las cuerdas durante unos minutos, fué capaz de  acomodarlo todo. Al principio no era nada mas que un ejercicio mecánico, pero cuando quiso darse cuenta, ya había dirigido todo hacia una canción de Jhonny Cash que había interpretado muchas veces.


Cuando su voz, o tal vez sus voces, no estaba del todo segura, se apagaron, dejó que el silencio se abriera paso a través del espacio de nuevo. Dejó reposar a Jodie contra un lateral de la mesa de centro, y se recostó en el sofá. El gumbo, el tabaco, y la repentina sensación de comodidad les arrastró poco a poco hacia la somnolencia, hasta que cayeron en un sueño ligero sin oponer resistencia.

[----]

Despertaron descansados y reposados a los pocos minutos. La experiencia fué un poco más lenta de lo que solía ser para la vaquera. Puede que el Dios no recordara lo que suponía sacudirse el sueño, pero ocupaba el cuerpo de alguien con un sueño muy ligero. Nunca solía dormir mas de seis horas seguidas, y sus siestas no solían pasar de los treinta minutos.

Se dirigió al baño, donde se lavó la cara sin percatarse del shock que volvió a experimentar al encontrar su nuevo rostro en el espejo. Con curiosidad, acarició la blanca calavera que cubría la piel morena. No parecía que se hubiera difuminado en absoluto.

- Bueno, lo he pensado. - lo decía con total seriedad. Siempre había considerado que su cabeza estaba mucho más despejada después de darle un pequeño descanso. - No voy a ceder en todo, pero estoy dispuesta a concederte algún pequeño placer. - informó al reflejo, al otro lado del espejo. Aún era una situación extraña asomarse a quien parecía por completo a otra persona. - El tabaco de mascar puede quedarse. El alcohol no me importa, siempre y cuando no me emborraches. Nunca nos emborrachamos. Nada de drogas. Nada de mierda procesada con gasolinas. Y si eres picajoso con la comida... habrá cosas en mi alacena que no te gustarán. - una fugaz consecución de imágenes le hicieron comprender al Dios el tipo de carne que se conservaba en una sección concreta de la alacena.

Tras lo que había sucedido en la sobremesa, por fin había comprendido cómo iban a funcionar las cosas de ese momento en adelante.

No tenía ningún sentido tratar de ocultar nada.

No era más que una cuestión de tiempo.

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MensajeTema: Re: Hecho a Medida (Papa Legba)   Hecho a Medida (Papa Legba) Icon_minitime30th Mayo 2023, 23:19

El dios había tomado la decisión de refugiarse en la vaquera de forma muy consciente. Aunque pareciese un maestro de la improvisación, para alguien inmortal con todo el tiempo al alcance de su mano para meditar las cosas, maquinar era casi inevitable. Su intimidad y sus secretos eran el precio a pagar por el refugio y lo aceptó con resignación, pero no con comodidad. Se sentía incómodo, pero no por la postura ni por su nuevo drag. Era un desacomodo propio de quien guarda demasiados secretos y se siente bajo lupa. Algo así como los nervios previos a pasar un detector de metales, pero sabiendo que llevas un sable atado a la ingle. Le iba a pillar tarde o temprano y lo sabía, pero eso no hacía que le ardiese menos.

Bufó una risa irónica sin darse cuenta. Eso debió sentir la vaquera el día que se conocieron. Una violación agresiva contra lo que consideras más propio, lo que te hace ser quien eres en el presente.

Antes de poder sentirse abrumado por la sensación de indefensión permaneció atento a la memoria como quien leía un epílogo sorpresa tras el gran “The End” de una novela. Con sorpresa fue identificando las sensaciones de miedo, odio y asco según transcurrían las ideas. El rostro de la vaquera reflejó un inconsciente pero marcado deje de repulsión profundizando el surco nasogeniano. Sin buscarlo el dios pensó para ambos un rasgado “No me jodas…
Lejos de juzgarla, Rebeca sabía lo que el dios sentía. Al fin y al cabo acababa de vivir sus emociones en lo que era ahora su propia piel. No era simple empatía. El amor que Rebecca profesaba por ese potro fue algo palpable para el africano y lo que hizo su padre tan repulsivo como para ella. Sus emociones encajaron a la perfección en el mismo sitio del cuerpo donde el otro lo sentía.

Para el disfrute del dios, dos gotas lentas cayeron sobre la piel morena hasta la mandíbula pero ella las secó antes de permitirle gozar del inmenso alivio que suponía ser capaz de llorar. De purgar sus emociones a través de las lágrimas. Un pensamiento le distrajo de su propia tristeza. ¿Podía el sheriff llorar?

De forma incontrolable ambos sabían lo que pensaba el otro. No puedes tomar dos caminos con un sólo vehículo. Legba quiso decirle que ese sucio bastardo merecía mucho más de lo que ella le hizo. Quiso ponerle sus poderes en bandeja para acabar con él, acompañarla en su dolor… Pero no hacía falta. La vaquera lo sabía. No hacía falta hablar. Así que cuando la americana empezó a cantar él la acompañó del único modo en que podía hacerlo. La voz del dios escoltó la de ella haciendo unas armonías más graves en puntos concretos de la melodía.

La última cuerda dejó de vibrar y el silencio volvió a hacerse atronador.

Ninguno de los dos quería seguir hurgando en sus cicatrices, así que cerraron los ojos en un respetuoso mutis y se rindieron al sueño.

—--------------------

Cuando abrieron los ojos el dios entró en un pánico visceral e inconsciente. Hacía siglos que no estaba ausente de su propia cabeza y ese momento de desconexión había supuesto para él un desmayo involuntario, casi imposible. Estaba aturdido por completo, fruncía el ceño de la vaquera y tensaba la mandíbula. Fingía dormir muy a menudo, pero llegar a rendirse al subconsciente era una pérdida de control que no solía permitirse, con más motivo aún no teniendo necesidad de hacerlo.

Ella le llevó al baño, donde pudo comprobar que la calavera formaba parte de su ser tanto como el resto de su nuevo aspecto.

-Bueno, lo he pensado- ¿Qué ha pensado? Estaba recién despierta. La conciencia del dios aún estaba intentando encontrar el cuerpo al que correspondía, se sentía pesado, lento y torpe. Hizo bostezar a la vaquera, a pesar de que ella estaba bien espabilada. Parecía un mortal que despierta antes que el sol al que le han robado todo el café. Rápidamente ella empezó a negociar y él seguía intentando recordar dónde estaba. Tal vez por ese aletargamiento o por el placer que le provocaba la idea de lo que sí le había concedido, no opuso resistencia ninguna. Asintió la cabeza en silencio parpadeando con lentitud. - Extraño tanto comer que no creo que haya algo que pueda privarme de ello… - Dijo en el fondo de su cabeza sin pronunciar palabra sonora. Percibió las imágenes y aunque no era a por lo que él iría en un buffet libre, rápidamente le vinieron ritos caníbales que no le eran del todo ajenos. La mente de la vaquera también pudo verlo. Primero recordó a los hombres leopardo. Una sociedad distribuida por Sierra Leona basada en un animismo religioso en el que aseguraban ser poseídos por animales carnívoros. Los asesinatos y los festines de carne humana formaban parte de su cultura y culto. Después de ellos llegaron los Korowai de Papúa, los Wari y los Aghori.

El dios enfocó la vista en el rostro dulce de la mujer que le había acogido y no pudo evitar sonreír con acidez. Esta dulce niñita rubia que le había recibido era una caníbal. Era la bola de demolición más grande que podía encontrar en su larga vida contra los prejuicios humanos.

Como gesto de aceptar el trato, situación con la que él ya estaba más que familiarizado, entrelazó los dedos de ambas manos sobre el pecho y dio un fuerte agarrón. -Mi única petición es que uses guantes- “Siempre que vaya a vernos alguien más” - Terminó en su pensamiento.

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