Eldritch: pasen y vean [Libre-Conocidos] [06-02-2019]

¿Dónde demonios se había metido Sloan? Dijo hace mucho tiempo que tenía una sorpresa para mí y que se iba a prepararla y aún no había vuelto. Me estaba haciendo esperar el muy asqueroso. Y empezaba a tener hambre, sabe que con el frío me entran ganas de comer y en el mes en el que estábamos hacía un frío considerable... Más le vale estar preparándome una cena copiosa porque... lo mato, ¡lo mato!

Aburrida como estaba me fui a duchar pues no tenía mucho más que hacer y me lo tomé con calma: llevé unos altavoces, mi Ipod, giré la ruedita del volumen al máximo y abrí el agua caliente para que el baño comenzara a caldearse. Mmmmm iba a estar bien porque hacía mucho que no cantaba a grito pelado en la ducha.

Al salir, estando yo en toalla con el pelo ya seco, pero sin ropa, apareció Sloan en el salón delante de mí. Mi cara debió transformarse un poco, entorné los ojos para mirarle mal y vi que sostenía una especie de invitación en las manos y me la estaba ofreciendo. Automáticamente sonreí y le miré con cara de lela sin entender, hasta que abrí la invitación y leí lo que ponía. Me estaba invitando a una fiesta y, por supuesto, le dije que sí, aunque más bien le di al Sí de la invitación.

¡EN QUÉ MOMENTO! Aparecí en un sitio que no conocía, pero estaba deliciosamente decorado. Yo seguía envuelta en mi toalla, sin peinar y sin maquillar. Había una pulsera con mi nombre y la cogí y me la probé curiosa, y en ese momento un vestido precioso me envolvió la piel, sentí la presión de un maquillaje muy leve sobre mi cara y el pelo liso cayendo en forma de cascada sobre mis hombros.

-Wow... qué es esto...- estaba incrédula, ¿cuándo había pasado todo aquello? Miré al frente, hacia las escaleras, y me dirigí a ellas con decisión. Si era cosa de Sloan no podía ser malo y, por cómo sucedían las cosas, me recordaba a cierta dimensión dentro del moreno.

Dalae tenía que tomarse unas vacaciones muy, muy, muy largas. Acababa de llegar de un viaje bastante movidito por París. La ciudad del amor, ¡Ja! La ciudad de las gárgolas con mala uva, más bien. Y de las copias baratas de Thor. ¿Qué tenía eso de romántico, a ver? Pues nada en absoluto. No entendía por qué los midgardianos encontraban tan interesante ese montón de casas apiñadas unas contra otras, la verdad. La torre de metal era fea con ganas, y por alguna extraña razón habían puesto una puerta para gigantes en mitad de una plaza, con una minihoguera en medio dedicada a los dioses sabían qué. Lo mejor de ese intento de atracción turística gigante era, sin duda alguna, su gigantesco mercado negro de objetos mágicos.

Y solo un día antes de ir a París, había estado dando vueltas por Washington. Lo que en principio era una incursión sencillita de "Entrar, robar, salir" se le había complicado más de la cuenta. Dioses, necesitaba tomarse un merecido respiro. Los villanos pasaban meses y meses preparando sus planes malignos, los ejecutaban y luego podían descansar cómodamente en la cárcel hasta que se les ocurriera otra brillante idea. Pero no, ella no. Porque no había pedido tener derechos de villana en condiciones, así que tenía que aguantarse y trabajar todos los días que hiciera falta. ¿Y los que no? También.

Estaba quejándose tranquilamente de su suerte, a punto de dormirse en un sofá de la sala principal. Cuando una tarjetita le cayó encima de la cara. Así, por las buenas. Se despejó rápidamente, no la dejaban ni dormir un rato bien merecido. Leyó lo que parecía una invitación la mar de rara, con dos botones rojos que recordaban a los de una bomba de dibujos animados.

Sin saber muy bien por qué, ella apretó el botón bajo el "Sí". Lo que no se esperaba era que la tarjeta la llevara a un... sitio. O algo así. Realmente, no tenía ni idea de donde se encontraba. Incluso era posible que no se encontrara en ninguna parte, por el inexistente paisaje que tenía alrededor.

-¿Qué narices...?

Ser giró y, se encontró a Raden lamiéndose como si tal cosa, sin darse cuenta de que ya no estaba en Alemania. Sólo levantó la cabeza cuando oyó a Dalae, partiéndose de risa en su cara.

-¡Eh!¿Qué haces aquí? Yo tengo que respetar tu intimidad cuando te vistes y todo eso, ¿y tú puedes mirarme a mí? ¡Habráse visto! Espera... ¿Has redecorado la Base?

-No, no he sido yo. No sé ni donde estamos, pero la fiesta debe de estar por allí. -Comentó, mirando hacia la enorme cúpula al final de las escaleras.-Ey, mira esto.

En un expendedor había un montón de pulseras de colorines con nombres escritos en ellas. Y había una con el nombre de Dalae y otra con el de Raden. Ambos se encogieron de hombros, y se las pusieron. Al momento, los vaqueros y la camiseta de la chica fueron sustituidos por un vestido largo. Por otra parte, Raden no tuvo tanta suerte, porque acabó enfundado en un esmoquin con pajarita, que le hizo refunfuñar. Se quejó un par de veces de que así no podía saltar ni correr, pero se calló cuando Dalae le comentó lo elegante que iba. Si por que se lo creyó o por que se dio cuenta de que no se iba a librar del traje, eso ya no se sabe.

-Anda, vamos.

Dalae cogió un poco su falda con una mano para no pisársela, y subió las escaleras. Si no los rodeara el vacío más desolador, casi podía parecer una escena de una película de Disney, como la Cenicienta o cualquier otra de esas princesas que subían escaleras con vestidos larguísimos sin tropezar ni nada. A ver quién había montado todo eso.

Estaba tirada encima de un banco, mirando boca arriba, sin saber que hacer. Una de mis piernas colgaba por fuera y se mecía delante, atrás, delante, atrás, como un péndulo. Sin parar. No llevaba reloj, pero tampoco me hubiera hecho falta por que ya tenía esa especie de tic tac improvisado que marcaba con las piernas. El tiempo se iba muy despacio, sobretodo cuando no tienes que hacer nada. Me eché una mano a la frente y entonces alguien me tiró algo en plena cara. Resoplé y me rasqué la nariz, viendo el papelito volar por ahí, dando vueltas. Me levanté, lo perseguí y lo cogí. Sin leerlo siquiera le di a uno de los botones de manera totalmente accidental, y después de un momento de desubicarme, me encontré en un sitio muy raro que olía a fiesta por todas partes. Me quedé mirando un dispensador de pulseritas que había, cogí una y me la puse. A eso se llama improvisar. Hacer las cosas como te viene cuando no tienes ni puta idea de qué hacer.

Esa cosa me transformó en algo MUY GUAY. Llevaba todo un uniforme de Roller Derby. Una camisa con una calavera chula, unos panaloncillos cortos con un dibu genial en el culo, y un tutú de colores. Todas las protecciones, las medias y las mallas estaban allí. Como único maquillaje, llevaba dos rayas horizontales negras encima de las mejillas. ¡Estaba preparada para la guerra, cuando vi dos figuras subiendo por la escalera!

- ¡Eh, esperadme!- les grité sin cortarme un pelo a las dos señoronas emperifolladas que subían antes que yo, mientras subía de puntillas sobre los frenos de los patines en cuatro, como había aprendido a hacer hace mucho. A medida que las alcanzaba, mi olfato, fino, finísimo, detectó comida en algún sitio. Por favor que esto sea una fiesta. ¿Sabéis lo que significan las fiestas, no?

¡En efecto!

¡PAPEO GRATIS!

Desde luego, todo estaba yendo demasiado bien. Algo o alguien tenía que venir a fastidiarla. ¿Por qué? Porque es así como funcionan las cosas, al menos como le funcionaban a ella. Por eso, le sorprendió bien poco que hubiera alguien a su espalda. Lo que la mosqueó definitivamente fue que ese alguien fuera la elegante mercachifle del juego de la oca. Si ya de por sí su sonrisa tenía algo de diabólica, los cuernos le venían que ni pintados. Y encima, venía haciéndose la buena. Lo que hay que ver. -No sabía que esta era tu fiesta, la verdad. No esperaba volver a encontrarme contigo, y menos en un sitio con pocas posibilidades de morir. Porque ¿Esto no estará lleno de trampas, verdad? Sé que lamentaste mucho habernos metido a todas en tu jueguecito, y lo aprecio mucho, pero entenderás que tengo que asegurarme. De todos modos, no soy vengativa. Podemos ser grandes amigas, si quieres. Su cara decía claramente "Si llego a saber que estás tú aquí, no vengo", pero Cloe seguía sonriendo como si nada. La tía sonreía siempre, vete tú a saber por qué. Hubo un pequeño silencio entre las dos mujeres y el lobo (si a la francesa se le podía seguir llamando mujer), interrumpido de nuevo por el parloteo de la que parecía ser una de las anfitrionas. Su comentario dio al traste con el impulso de congelarla ahí mismo. Sin poderes. Muy bien. Y desarmada, por supuesto (¿Quién leches se duerme la siesta con un cuchillo bajo la camiseta?). Pero por la cara y el gruñido que soltó Raden, tampoco hacía falta nada de eso. -Ah, entonces sólo me habéis secuestrado y llevado a una dimensión desconocida para convencerme de que me una a vuestra secta. Y encima, me habéis quitado los poderes para que no pueda defenderme. Qué bien, ¿no? Y para acabar de arreglarlo, Raden le dio un aviso mental. Al menos, eso seguía funcionando. "-Viene una cachorra midgardiana por detrás. Tú encárgate de Cloe, yo te neutralizo al bicho. " Y se habría lanzado sin ningún problema hacia la patinadora... Aunque no patinaba... Ni andaba... Digamos que se movía de algún modo hacia ellas, subiendo las escaleras. Dalae le dijo que no, que no iban a liarla así son más. Y menos a matar a una ¿niña? Una cosa monosa cubierta de protecciones, tela rota y betún en la cara,eso era lo que subía por las escaleras.

-Espera... ¿Tortita? ¿Qué haces aquí? . -Por una parte, se alegró de ver una cara amiga, aunque no se explicaba cómo había llegado esa cría a una dimensión dejada de la mano de los dioses. En el fondo, le había cogido una especie de simpatía a esa cosita desvergonzada y desdentada.

X de Febrero de 2019.
22:30 hora local.
Base del B.P.R.D.
Cuarto de Hellboy.


- "Te invitamos a una fiestecilla en un lugar tan raro como ésta tarjeta. Pulsa Si si quieres participar. Pulsa No y tira la tarjeta antes de que estalle"... Hombre, las instrucciones son bastante claras a decir verdad. Es lo bueno de Sloan. No se complica la vida a la hora de escribir. Porque estás seguro que esto nos lo ha mandado él, ¿verdad?- Hellboy movía el pequeño papel entre sus manos mirándolo con curiosidad. Estaba tumbado en la cama apoyado contra el cabecero mientras Abe se preparaba. Se asomó desde detrás de la puerta del armario abierta y estiró la mano.

- Reconocería su radiación entre un millón. Es segura, no te preocupes. Bueno, todo lo segura que puede ser una invitación que recibamos de Sloan claro está. ¿Tú estás ya preparado? ¿Vas a llevar algún arma?- Abe se colocó su traje de respiración en el cuello para poder respirar con mayor facilidad y en el caso de que fuesen a algún tipo de entorno hostil. Con la escafandra era capaz de resistir mejor el calor y la sequedad.

- Na, no voy a llevar nada. Es una fiesta después de todo. Y está Sloan. Si hay que pegarse con alguien con los puños nos valdrá... A ver, no sé muy bien cómo funcionará esto, pero supongo que debemos...- Rojo miró la cara por ambos lados. Supuso que el que presionase el botón sería el que fuese teletransportado al lugar en concreto. Si iban dos habría que mantener algún tipo de contacto o algo.

- ¿Nos damos la mano?- El tono de Abe sonó totalmente inocente y tranquilo, como si lo que acabase de proponer fuese lo más normal del mundo.

- ¿Qué? ¿Qué cojones dices Abe? ¿Qué coño vamos a darnos la mano? ¡Te apoyas en mí y punto! Darnos la mano... ¡Déjate de mariconadas!-

- ¿Te incomodaría que te diese la mano?- Esta vez Abe lo hizo para vacilar un poco a su compañero.

- ¡He dicho que dejemos el tema! Ni me incomoda ni leches, pero se acabó, ¿entendido?- Y con una media sonrisa de su compañero, se apoyó en el hombro del demonio. Hellboy pulsó el botón y al instante aparecieron en la base de una escalera que subía. Justo al lado un dispensador con pulseras. Al parecer, debían cogerlas y ponérselas. Así lo hicieron, y al instante sus ropajes cambiaron. Hellboy se miró a sí mismo y abrió mucho la boca.- ¿Pero qué cojones? ¿Qué demonios es esto?

El traje que le tocó era una forma en la cual el demonio no vestía nunca. Elegante, fino y delicado. Todo lo contrario a lo que era él de manera habitual. Lo que le tocó a Abe fue algo parecido, pero mucho más clásico. Su vestimenta incluía una chaqueta de cuello alto y un pañuelo rojo, así como una alta chistera de color negro. Sus manos se cubrieron con unos elegantes guantes blancos y un pequeño y delgado bastón apareció en su mano. Y lo más sorprendente que Hellboy nunca había visto, un par de brillantes zapatos. El demonio se ajustó el cuello de la camisa, puesto que le incomodaba.

- Hmm, qué curioso...- Hellboy le miró con cara de "¿de verdad vas a decir eso en esta situación?", pero Abe se refería a otra cosa.- No siento mis poderes aquí... No soy capaz de verte como suelo hacerlo, más allá de tu apariencia quiero decir. En el fondo tiene cierta lógica, ya que estamos en otra dimensión... Tú no creo que tengas problema con eso ya que tus poderes provienen de tu propia naturaleza, pero no deja de ser fascinante.-

- Lo que a mí me parece fascinante es que estés pensando en esas gilipolleces y no en el traje que nos han "cascado". ¿Qué demonios se supone que es esto?-

- Creo... Que es un traje. Un esmoquin de hecho.-

- No me digas Abe, ¡no me digas! Menudo alivio, ¡yo creía que era un manchurrón de alquitrán! ¡Me refiero a qué cojones hago yo con esto? ¡Parezco un memo!-

- Pues personalmente me parece que te sienta muy bien... Te hace muy elegante. Seguro que las chicas no te miran tan mal ahora. ¿Sabes a quiénes le gustaría seguramente? A Liz y a Rebecca. Apuesto a que no te imaginan así de ninguna forma. Bueno, Liz si te ha visto un par de veces elegante, pero la vaquera no.-

- Abe, si no quieres acabar con los ojos más morados de los que ya los tienes te recomiendo que cierres ya el pico... ¿Crees que Rebecca estará aquí? ¡NO SE TE OCURRA MIRARME CON ESA CARA! ¡Lo digo porque ella también conoce a Sloan! ¡Ella y yo somos amigos, nada más! ¿Queda claro?-

- Cristalino, cristalino. Si yo no he dicho nada...- Y con una sonrisa ladina, comenzó a subir las escaleras. Hellboy negó con la cabeza y los dientes apretados mientras seguía a su amigo. No había nada entre él y la vaquera, salvo alguna que otra broma que podía interpretarse como un tonteo. Pero Abe había respetado mucho a su compañero en ese aspecto. No había investigado a ver qué había pasado o dejado de pasar, y más después de todo el dolor que vio con lo de Liz unos años atrás. Rojo le siguió, y llegaron a una enorme sala con el suelo rojo y con algunos detalles dorados. Sobre ellos había una enorme lámpara de araña que iluminaba toda la sala. Había y a algunos invitados, pero a quien ellos buscaban era a su anfitrión. Lo encontraron junto a una chica con el pelo rosa y un vestigo bastante bonito. Se acercaron a él y le saludaron.

- Bonito sitio Sloan. La verdad, me esperaba algo más cochambroso viniendo de ti, sin ánimo de ofender. No te imaginaba como alguien con un gusto tan... Refinado a decir verdad.- Abe le saludó también, y le preguntó acerca de si la ausencia de sus poderes era debido a la naturaleza del lugar o por alguna otra cosa. Sloan les explicó que así era, que debido a las runas de su espalda nadie allí tendría poderes. Saludaron a una mujer que se presentó bajo el nombre de Cloe. Al parecer, la segunda al mando junto al moreno. Una unión entre ambos. Miró entonces el demonio a la chica del pelo rosa y sonrió.- No me puedo creer que el gran Sloan haya sentado la cabeza. Y además, con menuda belleza. Encantado, puedes llamarme Hellboy. Y aquí el amigo es Abe. Dime, ¿dónde os conocisteis? ¿Y para cuando la boda? Seré el padrino, ¿verdad?-

Justo en el momento en el que quise dar mi primer paso Sloan apareció detrás de mí, poniéndose su pulsera y quedando vestido con un traje no precisamente elegante pero que le quedaba como un guante, por no decir otras cosas... Me relamí un poco los labios en respuesta a su pregunta y antes de poder decirle nada una voz femenina habló a nuestra espalda y cuando nos giramos pude ver que me miró de arriba a abajo y de abajo a arriba. ¿Perdona? Alcé una ceja a la vez que mi mirada se volvía desafiante, pero como no se callaba, soltó una perlita.

-Menudo chicle más sabroso te has traído.

QUEEEEEÉ. ¡No soy un chicle! Y mucho menos sabroso, al menos para ella... Mi cara pasó entonces del desafío a la incredibilidad; no me creía que esa tipa hablara así de mí delante de mí, aunque si lo miramos en perspectiva ella parecía amiga de Sloan con lo que a lo mejor no era tan raro que se comportara así. Sloan nos presentó y Cloe puso verde el gusto y el estilo de mi chico y nos fuimos. Menos mal, no es que no me cayera bien pero... Dioses, no se callaba. Seguimos subiendo las escaleras Sloan y yo hasta una gran sala muy bien decorada con lámparas de araña -literalmente, arañas, con sus patas y todo-, suelo clásico y brillante con una alfombra con símbolos raros bordados con mimo, decoraciones muy góticobarrocas -si me permitís la expresión. No pude evitar sonreír y acercarme al moreno una vez más.

-¿Qué tienes preparado? ¿Esto es ...seguro?- le pregunté al final, pues ya estaba segura que estábamos en esa dimensión tan especial y que tantos recuerdos me traía, dentro de Sloan. Me fue imposible no pensar en su otro yo acechando por ahí y amenazando con destruir ese lugar que tan bonito había quedado. Unas voces llegaron desde las escaleras y me fijé en quién podría ser, pero no reconocí a nadie excepto... ¿Kim? Estaba graciosísima pero muy de su estilo como una rollerderby, y la morena desconocida llevaba un vestido muy bonito que se ajustaba bien a su figura, parecía una princesa. ¿Sería una princesa? Eso yo no lo sabía así que me adelante para saludarlas a las dos y al perro que llegaba detrás de ellas vestido de esmoquin. Ay, casi me lo como allí mismo. -¡Y tú quién ereeeeeeeeees!- le hablé como hablaba amistosamente a Ifrith pensando que era una pena que no estuviera allí. Hablamos un poco entre todos y nos presentamos, fuimos a donde estaba la comida y yo me permití empezar a picar algo. Tanta expectativa me tenía hambrienta.

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Cuando hubo pasado un rato llegaron dos seres de lo más pintorescos: uno rojo y muy grande y otro más bien azulillo y más pequeño. Vinieron con decisión hasta nosotros y el rojo se puso a hablar con Sloan. Con esa cercanía pude apreciar sus atuendos y contuve una carcajada, el azul estaba radiante con su traje pero el rojo... Estaba elegante, eso era innegable, como también era innegable su incomodidad con ese vestuario. Después de decir que Sloan había sentado cabeza conmigo, se dignó a presentarse a él y a su compañero. Hellboy. Abe. Asentí con la cabeza con educación a ambos y casi me quedo sin aire cuando Hellboy, el rojo, mencionó algo de una boda y de ser el padrino. Abrí mis ojos como si quisiera convertirme en un búho y tomé aire sonoramente.

-Encantada, yo soy Lilith- me presenté con una agria sonrisa-, y no. No hay boda. Que yo sepa- y miré inquisitivamente a Sloan lanzándole el muerto a él. Reí amistosamente esta vez, pues no quería ser muy borde, y me dirigí a Abe. -Me encanta tu chistera- y le guiñé un ojo. ¿Quién más vendría a esta fiesta?

-Yo tampoco.-No le hizo ni pizca de gracia que Cloe se le acercara tanto, pero eso no le quitó las ganas de llegar al fondo del asunto. Para cuando llegaron a las escaleras, Cloe se puso a charlar con un moreno vestido de cebra y con una chica de pelo rosa. (¿No había nadie normal por ahí? No señor.) Aunque lo más sorprendente fue la reacción de la mujer pelirrosa. Literalmente, se le echó encima a Raden, como si fuera un cachorrillo de golden retriever y no un lobo fantasma con una mala leche tan grande como él. La gente normal solía asustarse, o por lo menos tomar precauciones. Pero como ya se ha mencionado, la normalidad se había quedado en Midgard.

-Perdona, ¿Esta tiene algún defecto del habla? No me explico si no por qué dice la cosas tan despacio.

-¡Raden! No le hagáis caso, es siempre así.- Cloe aprovechó para hacer las presentaciones acompañadas de la correspondiente broma, para variar. -Un placer. Creo que nos vimos en algún sitio, sí... ¿Estabas en la reunión que convocó el Doctor Extraño, no? Creo que estabas por allí, aunque no lo tengo muy claro, había mucha gente.

Frunció el ceño un poco, intentando recordar. Sí, debía ser eso. Y le sonaba también ver alguien parecido en la Isla de san Borondón, aunque bien podría ser otra persona. Para cuando se encogió de hombros y miró alrededor, Raden estaba medio derretido por la caricias de Lilith. Con toda la dignidad del mundo, eso sí. Por si acaso, se ahorró los comentarios, no fuera a ser que el fantasma de la liara.

Un ratito después, aparecieron un par de seres que podrían haber salido perfectamente de un retrato antiguo. Un gigantón rojo y un hombre delgado azul. Y se llamaban Rojo y Azul.

-¿Cuál es cuál?-Sonrió, y fue a presentarse. Luego, se pasó por la mesa de las tartas, y consiguió robar  un trozo de una de chocolate antes de que Kim se lo comiera. Menuda esa niña. Apenas se había dado la vuelta cuando una legión de arlequines entró en escena. Típico de Cloe: Elegante, pero extraño y algo antiguo. No conocía casi ninguna canción de Midgard, así que dejó que algien eligiera.

- ¡Eh Gumias! ¿¡Paisa tío?!- le choqué la mano, pasando a su lado, y saludándole con un gesto después.

No esperé a que me presentaran a nadie, ni a que me contaran nada. Conocía a toda la peña, pero a quien no había visto todavía era a la señora terciopelo rojo, ni a la señora carrot cake, ni a la jefa de las animadoras, que era sin duda la tres chocolates. Me fui derechita a la mesa cinco y agarré un buen pedazo de tarta con las manos. Estaba cortada encima de un plato, gracias a eso no hurgué con las manos directamente en el bizcocho. No andaba para estar buscando cubiertos ni nada. Empecé a comer. Dios mio... OH, DIOS, MIO. No se como es follar, pero debe ser peor que esto. Mucho peor. Esta vez ni siquiera me manché nada mas que los carrillos. Me obligué a no ansiarme para disfrutar de ese pedazo de bizcocho con sabor a chocolate que se derretía en la boca, entremezclando la capa de relleno de crema de chocolate blanco, pasando luego por la mezcla con leche y después por el suave escalofrío de la cobertura, crujiente y fina, del chocolate exterior. Hasta cerré los ojos. Esos anuncios de champú que habían retirado de la tele por pornográficos se quedaban cortos en comparación con mi expresión.

En cuanto me mordí mis propios dedos, supe que se había acabado. Solté un gritito, luego me miré la mano como si no entendiera que había sido de mi tarta, y después cogí otro trozo. Lo acabé y cogí otro. Luego otro mas, y estando a medio comer ese, vi aparecer a esos dos.

Me atraganté de tal modo que escupí restos de tarta por el suelo, empecé a ponerme roja como un tomate, y respiré como si se me hubiera atascado algo. Tosí, lloré, tosí mas, me dió una arcada, me caí al suelo, tosí aún mas y luego ni la música pudo silenciar la carcajada que me solté. Me quedé mirando en la dirección donde estaba el grupito, y luego seguí riéndome, me sujeté la tripa llena de chocolate que me dolía de tanto reír, me puse boca arriba, pataleé en el suelo haciendo ruido con las ruedas sobre el suelo, y seguí llorando de risa hasta que ya no pude más. En cuanto me fue posible, me levanté, me acerqué al grupo y los miré de arriba a abajo.

- ¡PERO QUE LLEVAIS PUESTO! JAJAJAJAJAJAJAJAJA - me eché una mano a la cara, mientras levantaba otra, como queriendo ocultar el espectáculo. Es que como lo viera otra vez me hacía pis encima. - ¡MADRE MIA! ¡¡MADRE MIA!! JAJAJAJAJAJAJAJAA- seguí medio a gritos, es que no podía parar.

Di unos golpes a una mesa cercana con la palma de la mano, y cuando me recompuse, me sequé una lágrima que se me caía, y traté de calmar la respiración. Vamos Kim, tu puedes. Sólo es la gente más ridícula que te puedas imaginar vestida con chaqués de hace dos millones de años. Vamos...jajaja...ajaja..aguanta. Di una palmada, intentando sacarme del bucle.

- ¡Bueno, esto es una fiesta o qué! ¿Qué hacéis aquí parados? ¿Es que nadie piensa salir a bailar? - me quedé esperando con las cejas alzadas. Nadie se movio. - ¡Joder! ¿En serio? - pregunté. Nada. Me di la vuelta sobre mis patines negando con la cabeza, deslizándome entre los arlequines como si me fuese mas sencillo que andar. Llegué donde el pincha y le hice mi petición. - Mezclame algo guay. - le dije, con una sonrisa y luego, asegurándome de que el grupito miraba bien en mi dirección, les reté con la mirada.

- ¡Mirad esto, pardillos!- dije, vacilando, dispuesta a sacar mi lado con mas clase.

Y empezó el espectáculo.

- Tranquilos chicos, imaginaba que no habría boda. Pero ya sabes que casi siempre estoy bajo presión por el tema de enfrentarme a seres sobrenaturales como un edificio, así que de vez en cuando ser yo el que mete un poco de presión es hasta divertido.- Y guiñó un ojo a Sloan mientras estrechaba la mano a Lilith, quien parecía encantada con la chistera de Abe. El comentario que hizo provocó que este sacase un poco de pecho como un palomo exhibiendo sus colores. Hellboy negó con la cabeza y continuó observando la sala. La verdad es que estaba todo bastante bien decorado y organizado, dentro de unos límites claro. Que las lámparas fuesen arañas de verdad no era lo más acogedor del mundo. Pero bueno, peores cosas había visto, como su cuarto por ejemplo. Una tipa elegante y con un marcado acento francés les interrumpió y fue hacia el centro de la sala e hizo aparecer una enorme plataforma que llenó de pequeños seres parecidos a arlequines, unos bailando y otro con la música que comenzó a sonar por todo aquel lugar.

Entonces el demonio escuchó una voz estridente y aguda, como la de una niña, burlándose y riéndose con fuerza. Puso los ojos en amarillo y se dio lentamente la vuelta.

- Hola Tortita, yo también me alegro de verte. Y que sepas que esto es un esmoquin. Es uno de los trajes más elegantes que puedes encontrar.- La tía no parecía hacer ni medio amago de parar de reírse y el demonio imitó su risa burlonamente. Negó con la cabeza y luego la miró a los ojos con el ceño fruncido.- ¿Y tú qué haces aquí? Creía que no podías soportar a los demonios, y te juntas con Sloan que es algo peor... No hay quien te entienda.-

En el fondo, aunque estuviese ligeramente de morros, se alegraba de ver a la pequeña por ahí pasándoselo bien. Aunque la relación que mantenían era mucho menos tormentosa de la que en su día fue cuando se conocieron y el demonio se la llevó literalmente a rastras al B.P.R.D. Pero después de varias peleas (entre ellos y contra otros seres), finalmente Tortita había decidido que, como había dicho en su momento, Hellboy era de los buenos. Entonces la pequeña comenzó a moverse como una auténtica maestra con los patines al son de la música. Un verdadero espectáculo que el demonio ya había visto en otras ocasiones, cuando se enfrentaban a seres demoníacos o simplemente iban dando un paseo. Sus patines eran como la vida para ella. Pocas cosas valoraba tanto como sus pequeños zapatitos con ruedas. Abe terminó de hablar con la chica del pelo rosa y se unió a su compañero mientras miraba a la pequeña moverse a toda velocidad y ofrecer un bonito espectáculo.

- ¡Hola Tortita! ¡Que agradable sorpresa! No sabía que conocías a Sloan o a Cloe.- Abe se ajustó el monóculo y sonrió a la pequeña.

- Muy buenos movimientos, pero yo no bailo...-

- ¿Cómo que no? Yo te he visto un par... Yo te acompaño Tortita.- Abe no pudo terminar la frase debido a la mirada que le lanzó el demonio de "si acabas esa frase, estás muerto". Azul se encogió de hombros y se unió al baile con la pequeña Kim, provocando que Hellboy frunciese el ceño y se quedase con la boca más abierta que la entrada a un túnel.

Aclaración:

Era una noche fría de febrero en Nueva York, una de esas noches en las que quieres estar con alguien y pasar el rato, a diferencia de los otros días estaba en mi humilde apartamento, mis compañeros niggas me invitaron como es de costumbre a pasar el rato con ellos pero esta vez decidí hacer lo contrario, cosa que era extraña en mi rutina. Lo único que hice de costumbre fue ejercitar en el gimnasio durante el día, luego llegue a la casa y me tope con una extraña sorpresa. En la mesa del comedor se encontraba lo que parecía ser una invitación, me puse alerta por si acaso alguien había irrumpido en mi apartamento y después de revisar hasta cada esquina y minúsculo rincón y no encontrar a nadie abrí la carta y supe que mis sospechas eran ciertas…

-¿Una invitación? ¿Pulsa Sí si aceptas?  Qué diablos es esto… ¿Una especia de broma?-Dentro de mí sabía que era todo menos eso… el año pasado fue un año caótico para todos, después de las apariciones de tantos seres extraños ya lo irreal se tornaba mas… real… y una cosa como esta seguramente es real, y eso era lo que más me aterraba, ¿será una trampa? Dije dentro de mí, seguí dándole vueltas a esa mesa durante horas hasta que decidí apretar el desgraciado botón… cuando lo presione rápidamente aparecí en un lugar que era todo menos mi apartamento…

-¡¿Pero qué …-Miré a mi alrededor y tratando de buscar una salida mire algo que parecía ser una pulsera con mi nombre, prestando atención hacía el pasillo que tenía por delante escuche algo parecido a música y voces, habían personas allí, ¿Quiénes? No lo sabía… pero parecía una fiesta, para seguir el juego me coloque la pulsera y…

-Esto debe ser una broma… ¿¡un traje!?... primero desaparece mi apartamento y ahora un traje… lo que faltaba…-Tan pronto como me coloque la pulsera apareció lo que parecía ser un traje marrón con ¡CORBATA! semi suelta del mismo color y una camisa blanca, lo que salvo la patria fue que tuvieron piedad de mí y me dieron una gustosa gorra verde, en verdad no importa el color pero tan solo quiero la gorra.

Bajé por las escaleras que tenía en frente y ante mis ojos aparecieron un vistoso grupo de personas peculiares, parecían alegres, lo que alejó de mí cualquier duda de que en verdad no era una fiesta.  Mis ojos empezaron a rastrear en busca de alguien conocido y lo primero que detectaron fue a un moreno junto a una pelirosa, imposible de no recordar a ese dúo aquella noche en donde fue…? ¡Ah sí! Gotham la extraña ciudad que apareció de repente, me encontraba en un campeonato de boxeo y sin querer (queriendo) terminé en un callejón en medio de una peligrosa banda nativa del lugar, los sujetos eran más violentos y sanguinarios que de costumbre, estaban a punto de violar a un grupo de mujeres y solo porque eran mas de 10 y estaban armados tuve que usar mi poder, estaban decididos a acabar conmigo, y fue cuando aparecieron este par y vieron todo el espectáculo, creí que saldrían corriendo como lo hicieron las mujeres pero se quedaron a observar hasta que les explique todo, ellos me comentaron que habían salido del torneo de boxeo y me habían pillado en el ring, nunca se imaginaron verme por aquí apaleando a una pandilla y más aun que era un mutante. No hablamos mucho, pero fueron una de las cuantas personas que me han aceptado por lo que soy, difícil de olvidarlos.

A pesar de que ya los conocía no me acerqué a ellos sino que ubiqué un asiento en una mesa alejada y me dispuse a observar a los invitados, eran todos extraños, un sujeto corpulento rojo con su opuesto azul, una pequeña un tanto extravagante saltando de acá para allá  y una muchacha con un extraño perro con... traje… joder… aquí hasta los perros usan trajes… maldita pesadilla. Todos parecían conocerse, estaban algunos bailando, otros charlando, otros comiendo, me quedé observándolos y empecé a comer un poco de los suculentos platos exóticos que comenzaron a servir unos extraños muñecos danzantes. Menudo lío todo esto…

El lugar empezó a llenarse, se escuchaba música y había mucha comida. De hecho, parecía no acabarse. El bullicio empezó a ser latente y pronto todos estábamos contagiados por el buen rollo. Sloan me presentó a varias personas y vimos entrar al boxeador callejero, como me gustaba llamarle.

Acto seguido, Sloan cogió un micrófono que no sé de dónde salió y nos lanzó su discurso. Mientras él hablaba, yo me emocionaba cada vez más por dentro con los recuerdos del niño solitario y su infancia rota, y cómo había crecido aquel moreno y lo que había madurado. No devoró nuestro planeta, lo cual me alegra, pero la miradita que me lanzó al decir que había encontrado motivos para respetar la Tierra... Me morí de vergüenza por haberme derretido de esa forma. Yo no era así. Lo cierto es que me sentía muy orgullosa de él, y el plan que contó al final de ser un grupo que nos protegemos unos a otros... no me parecía del todo mal. Al fin y al cabo, nunca pertenecí a un grupo real.

Cuando el moreno dejo el micrófono me acerqué a él y le cogí de la mano. -Espero que a mí me des una llave especial...- le susurré acercándome a su oído. Le guiñé el ojo y me dirigí al DJ.

-¡Pónme un temazo!- le grité, y salté a la pista de baile. -¡Vamoooos! ¡Como en los viejos tiempos, señor Jenkins!- me desmelené y deseé no llevar ese vestido tan bonito, y comencé a bailar como a mi me gustaba.

La fiesta iba subiendo de volumen a velocidad de vértigo. Tanto el anfitrión como Cloe desaparecieron un momento, y el primero reapareció un rato después. Cogió un micrófono, y comenzó a hablar. Ah, así que ese era el motivo por el que los habían invitado. En otras circunstancias, seguramente Dalae ni se habría planteado siquiera colaborar con Eldrich. Pero... La verdad es que el concepto de un "hogar" para los que no tuvieran dónde ir le convenía bastante. Es decir, una vez acabara su misión tendría que ir a algún sitio, y la Ciudad Dorada no era la mejor opción del mundo. Se le hacía extraña la idea de tener familia, por así decirlo, "adoptiva". Pero bueno, por cosas más raras había pasado últimamente, y había sobrevivido... Más o menos. Y para qué mentir, la advertencia de que sería peligroso no la disuadía lo más mínimo. Lo único que la mosqueaba era el hecho de convivir con ese mal bicho que era Cloe. Pero aún faltaba mucho para que ella necesitara alojamiento: Con un poco de suerte algún camión la habría atropellado para cuando Dalae entrara en esa "familia".

La música volvió a subir, enmascarando los cuchicheos de los presentes. La pelirrosa empezó a bailar, como invitando al resto a continuar la fiesta como si nada. Por su parte, Dalae dejó que Raden deambulara por ahí (Cosa que el lobo hubiera hecho con su permiso o sin él) antes de reunirse con los demás en la pista. Sonaba una música extraña, más parecida al ruido de las máquinas que a otra cosa. Pero aún así tenía ritmo, y a Dalae no le costó comenzar a bailar también. Entre la gente, la asgardiana entrevió a una vieja conocida. Tortita estaba dando una exhibición de patinaje en toda regla, dejando a un par de invitados con los ojos como platos. Y no era para menos: Esa cría era genial. Cuando acabó, empezó a hablar con ella: No conocía a mucha más gente en realidad.

-Una cosa, Tortita. ¿Tú sabías todo esto? Lo del grupo, quiero decir.

En la otra punta de la sala, Raden se dedicaba a analizar a la gente. Un olor en particular llamó su atención, y se dirigió hacia él. Un hombre joven de piel oscura estaba solo en una mesa, comiendo algo de lo que los arlequines servían.

Después de patinar durante un buen rato me acerqué a uno de los camareros con pintas y le pedí zumo, luego mas zumo, y luego mas zumo. Me trajo una copa enorme que me ventilé como solo lo hacía cuando sabía que al final no tenía porque dar ni un duro a cambio. Suena triste pero es así, cuando un sandwich te lo ganas con el sudor de la frente, te sabe a magnificencia. Cuando te regalan un cerdo asado te lo comes como si en cualquier momento fueran a cambiar de opinión, y cuidado si no pides que te envuelvan los huesos para regalo. Esquivé a un lobo blanco de camino a la mesa de la comida y me llené todos los dedos de Mini-donuts, comiéndomelos por el camino, hasta que el anfitrión se puso a dar un discurso.

No es nada nuevo que no me gusta juntarme con la gente. No me gusta lo que eso implica, ni tampoco las consecuencias. Pero entonces dijo algo que si me llamó la atención. Ofrecía casa gratis. Por la cara. Por la patilla. Fliying free. Cada uno con su cuarto, a su medida, sin tener porqué juntarme con el resto. Quizá quedara como una asocial, pero era preferible eso a que Mephisto empezara a ver como me llevaba con gente. No tenía muy claro si ese iba a pillarme, pero lo peor que podía pasar es que tuviera que destruir la "llave" esa. Mi tentación por dejarlo pasar era muy fuerte, pero por otro lado, joder, casa gratis. Me mordí el labio, pensando en los pros y contras cuando una voz me sacó de mi discusión interna.

- ¿Eh? No. Ni puta idea.- me di cuenta de que había sonado bastante mal. - Que no sabía nada, vamos. ¿Tu que harás Dalae? ¿Vas a quedarte?- pregunté, por ir haciéndome una idea.

Tendría que acordar los acuerdos con Sloan, hacer que de alguna manera pudiera desligarme de él para que Mephisto no detectara lo que estaba pasando. Prefería curarme en salud. Siempre y cuando encontráramos la manera de hacerlo, quizá pudiera apuntarme y todo. Eso si, ¿Salvar el mundo? ¿Por quien me han tomado? Ni siquiera puedo mirar por encima de la barra de un bar.