From Tokyo mit liebe (Enar, Planaria, libre) [11/2018]

Cronología:

Al fin llegó el día en que conocería a Enar, esa chica tan especial de la que me habló Plana. No me habló mucho de sus poderes pero me dijo que era mutante, como él y como yo. Tras desayunar y pasear a Ifrith, puse mi equipo de música a funcionar. Lo sentía por los vecinos pero era sábado, y eso significaba una cosa: mañana de limpieza general. Elegí una canción que me motivara para empezar a funcionar y me recogí el pelo en un moño de andar por casa (de esos que no le enseñas casi ni a tu mejor amiga), me enfundé en guantes y me puse a ello.


Dos horas más tarde la casa estaba impoluta, desinfectada y podías comer en el suelo sin preocuparte por nada. Ifrith lo disfrutaba en especial, pues su cama estaba de nuevo limpia y mullida, y no tardó en tumbarse y aplastarla.

-Para eso me tomo todo el trabajo, ¿eh? Vaya tela...- le dije a Ifrith en un tono de reproche, como cuando una madre riñe a su hijo con cansancio pero con cariño. Miré mi reloj y mis ojos se salieron de mis cuencas. -¡MIERDA!- salté de donde estaba y prácticamente me teleporté como haría Sloan hasta mi ducha, como no me diera prisa llegaría valientemente tarde a la cita con Plana y Enar, y no quería dar mala imagen. Tardé exactamente tres minutos en ponerme bajo el agua, limpiarme y salir; dos minutos más en vestirme con mi inseparable pantalón negro con la rodilla rasgada, mi camiseta blanca con detalles de encaje en las costuras y mi chaqueta de cuero de estilo motero. No me dio tiempo a secarme el pelo así que me dibujé una simple línea en forma de 'cateye' en los ojos y salí por patas gritándole a Ifrith que le quería. Habíamos quedado en un pub no muy lejos de mi casa, pero aún así quedaba a unas cuantas manzanas de distancia. Corrí todo lo que pude hasta que me quedó una sola manzana para llegar y empecé a caminar, para que no diera la impresión de que efectivamente llegaba tarde y pudiera recuperar el aliento con calma. Miré la hora y me quedaban 3 minutos para llegar con calma y serenidad, y sonreí para mis adentros orgullosa de mi efectividad.

Cuando llegué a la puerta del pub la vi: allí estaba Enar, esperando apoyada en la pared, pero sola. ¿Y Plana? No era normal en él llegar tarde, o al menos a mí no me tenía acostumbrada a ello. Pude reconocer a Enar gracias a las fotografías que Plana me enseñó de cuando ellos eran jóvenes y se conocieron. No había cambiado demasiado, pero se la veía mucho más madura. Los rasgos asiáticos se habían acentuado y tenía cuerpo de mujer, supongo que igual que me pasó a mí. No lo dudé y me acerqué a ella.

-¡Hola! Tú debes de ser Enar, la amiga de Planaria que, por supuesto, llega con retraso. Soy Lilith, supongo que él te habrá hablado un poco de mí, porque si no debo de parecerte una loca- le dije para romper el hielo entre risas. Con los años, a pesar de ser de naturaleza solitaria, aprendí que en la vida hay que estar alerta a todo. Y eso incluía ser una persona extrovertida cuando fuera necesario. Le di la mano, pues no sabía si allá en Tokyo se saludaban con dos besos, o si tenía costumbres alemanas, así que me decanté por lo formal e impersonal.

Y era precisamente por esto que seguía pensando que venir a vivir a Nueva York no había sido una buena idea.

Para empezar, apenas había podido dormir el día anterior. La contaminación acústica de los coches al pasar, dar frenazos, pegarse bocinazos; los haces de luz de las potentes farolas de la calle que conseguían penetrar las persianas, sin importar lo completamente cerradas que estuvieran; los gritos de los jóvenes, la mayoría borrachos, en un viernes noche que parecía no acabar para mí… Si tan solo hubiese traído mis pequeños cactus y su pequeña y reconfortante aura conmigo, habría tenido al menos una mínima esperanza de conciliar el sueño. Pero no era el caso. Ni siquiera la buena posición de mi nuevo apartamento, literalmente frente a Central Park (gracias a la subvención de la ONG para la que a partir de entonces trabajaría), parecía ayudarme.

Me di por vencida a las cuatro de la mañana. Con un fuerte suspiro, me levanté de la cama y encendí mi portátil, y mientras éste se cargaba cogí uno de mis adorables post-its japoneses con forma de hámster, donde empecé a escribir una improvisada lista de la compra. La primera palabra fue escrita de forma instantánea y sin duda alguna inconfundible:



Hecho esto, me dirigí nuevamente hacia el ordenador y comencé a leer todos los informes, datos, pruebas y testimonios recibidos del caso que se me había asignado. No se trataba de un caso fácil el cual alguien pudiera estudiar habiendo estado casi dos días seguidos sin dormir, como yo, pero no podía hacer otra cosa. Aquella misma tarde, a primera hora, tenía una cita con mi amigo Planaria y Lilith, una chica que, según lo que mi compañero me había contado, tenía un poder similar al mío. La cosa es que podría haberme puesto a hacer taichí en vez de leer documentos de quinientas páginas, pero irónicamente me habría quitado mucha más energía y no quería dar impresión de ser una muerta viviente en vez de una mutante.

Lo bueno de que te guste tu trabajo es que puedes pasarte horas y horas haciéndolo cuando para ti sólo ha pasado una. Estaba tan centrada en él que no me percaté de que la luz artificial de las farolas había sido sustituida por la luz natural del sol. Alcé la mirada al reloj del portátil, en la esquina superior derecha y al hacerlo abrí los ojos de par en par, sorprendida. Aún quedaba tiempo para la cita, pero si no quería ir agobiada tenía que empezar ya a prepararme.

Tras ducharme tranquilamente, opté por ponerme una sudadera XXL, de forma que pudiera usarla casi como vestido, que imitaba la camiseta del equipamiento de Baloncesto de Estados Unidos. Elegí unos pantalones cortos y unos calcetines altos y gordos para tapar toda mi pierna hasta la mitad del muslo, unas zapatillas totalmente blancas con cinco centímetros de plataforma y un beanie negro para terminar. Ahora sólo me quedaba salir de casa y acudir al punto de encuentro sin perderme por el camino.

Llegar fue relativamente fácil gracias al GPS de mi móvil, salvo en un par de calles que tuve que retroceder unos cuantos metros. Podría haber cogido un taxi, pero sólo de pensarlo ya me sentía claustrofóbica perdida. Así pues, una vez llegué al lugar y vi que era la primera en hacerlo (había conseguido adelantarme unos diez minutos a pesar de todo), me apoyé en la pared junto a la puerta de entrada del local y esperé, con los ojos cerrados y la nuca apoyada tras de mí. Sólo una voz femenina y potente consiguió sacarme de mi ligero sueño unos minutos después.

– Oh, hola, Lilith –dije con una voz algo ronca, pues llevaba prácticamente dos días sin apenas hablar. Carraspeé la garganta con impaciencia y por fin fijé mi mirada en aquella desconocida. Sin duda alguna era mutante, se le notaba en el alma. De hecho no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa al ver que, efectivamente, su alma y la mía tenían ciertos comportamientos similares, y sonreí aún más cuando me tendió la mano, pues había notado su pequeña indecisión tras el saludo, y se la estreché con delicadeza– Encantada de conocerte. Planaria sólo me ha hablado de ti en un par de ocasiones, pero han sido las suficientes para darme ganas de conocerte. ¿Sabes algo de Plana? No estoy acostumbrada a llegar antes que él a los sitios, por eso me extraña no verle por aquí todavía… ¿Deberíamos esperarle aquí fuera un poco más?

Un puñetazo fuerte me impactó en todo el estómago, provocando que me retorciese y me inclinase hacia adelante. El dolor me recorrió el cuerpo durante unos segundos, en los cuales apreté los dientes. No podía envolverme el vientre debido a los dos putos mastodontes que me sujetaban con los brazos abiertos y con cara de mala leche. El tipo que me acababa de golpear no estaba tan mazado, pero era fibroso, y desde luego sabía como encajar un buen derechazo. Se quitó el puño americano, haciéndose crujir los dedos, parándose delante de mí.

- Por última vez chico... ¿Qué hacías husmeando en mi local?

- Ya sabes tío... Lo típico. Me habían dicho que ahí se reunían todas las ratas de la ciudad y quería comprobar qué pasaba cuando llenas su madriguera con agua.- Levanté la vista con una sonrisa justo para ver como un nuevo puñetazo se estrellaba en mi cara, provocando que me saltasen dos dientes y un profundo corte en la mejilla izquierda. Me ardía la boca y la cabeza me dio vueltas. Escupí una de mis muelas y sangre, pero para cuando volví a mirar al tío la herida había desaparecido, así como el moratón. Un par de minutos después volvería a tener mi muela en el hueco que había ahora, pero él no se enteraría. Su rostro cambió por completo al ver mi factor de curación, frunciendo el ceño y entreabriendo la boca.

- ¿Qué cojo...?- No pudo terminar su frase. Me impulsé con las piernas, girando sobre mí mismo y le calcé una fuerte patada en la cara. Agarré con mis manos a los dos bestias que me tenían sujeto y les solté una descarga que los mandó a dormir del tirón, humeantes, pesados como un plomo. Me crují la espalda y moví en círculos los brazos. Y una vez más, mi modus operandi había funcionado. Cabrear lo suficiente a mis enemigos para que canten como canarios creyendo que lo tienen todo controlado, y entonces dar la vuelta a la tortilla. El fibroso sacó una pistola y descargó una ráfaga entera de disparos contra mí. Sin embargo, para cuando lo hizo yo ya tenía mi escudo activado, contra el cual todas las balas se estrellaron, cayendo al suelo como monedas. Un rápido movimiento de mi brazo derecho, y le golpeé con fuerza de manera oblicua con el Catalizador. Cayó al suelo inconsciente entre el golpe y el calambrazo que le dio mi arma. Me acerqué hasta él y me agaché. Saqué un rotulador negro y le pinté la cara, escribiendo "Sucker" (pringao). Hice una llamada anónima a la policía, no sin antes atar a los tres imbéciles con un lazo rojo enorme. Me agarré a un cable que subía hasta la azotea de uno de los edificios que creaban el callejón y salí disparado hacia arriba, llenándome el brazo de rayos morados que salían del propio cable.


Debido a la inercia salí ligeramente volando unos pocos metros sobre la azotea, y durante un segundo quedé allí flotando, con todo Nueva York bajo mis pies. Caí sobre ella y empecé a correr a toda velocidad. Localicé lo que buscaba: un cable de alta tensión que bajaba en dirección al pub donde habíamos quedado. Me impulsé y en mitad del aire saqué el Catalizador, apoyándolo sobre el cable y yo encima de él. Hacía las veces de una tabla de skate o snowboard, y con un montón de relámpagos saliendo de mis pies y uniéndose con el cable, eché las manos hacia atrás y mi cuerpo hacia adelante, y viajé a toda velocidad sobre él en dirección a mi destino. Llegaba ligeramente tarde y odiaba eso. Lo odiaba con todas mis fuerzas. Como buen suizo que era SIEMPRE llegaba puntual. Ni una vez hacía esperar a la gente con la que había quedado. Pero claro, esos gilipollas me habían parado para hacerme unas "preguntas". Menudos estofaos. Ahora iban a pasarse una deliciosa temporadita a la sombra, con menos ganas de pelearse de las que tenían hace un rato.

Al llegar a la siguiente azotea me impulsé con fuerza hacia arriba, recorriendo parte de ella por el aire, y luego corriendo, con mi arma en la mano, antes de volver a repetir el proceso con otro cable. A lo lejos pude localizar el edificio al que me dirigía. Tan solo cinco manzanas más y estaría allí. Miré mi reloj mientras me movía sobre los cables a toda velocidad. Ya llegaba tarde. Apreté los dientes y maldije para mí. Qué puñeta. Y lo peor es que ni Enar conocía a Lilith ni esta a la japonesita. Bueno, las invitaré a una birra o a un chocolate. Eso siempre gusta a todo el mundo. Por lo menos a ellas dos. ¿Que cómo lo sabía? No había amante mayor en el planeta de ese dulce manjar que yo, y siempre terminaba por salir el tema en las conversaciones. De hecho, a Lilith la conocí en una cafetería tomando una tarta de chocolate que estaba para morirse*. Pero esa es otra historia.

Cuando por fin alcancé el edificio donde estaba el pub frené con fuerza, asomándome hacia la calle. A cincuenta metros de distancia pude reconocer la blanca piel de ambas y el pelo rosa de Lilith. Sonreí para mí y me lancé. No era una caída tonta, pero sobreviviría. Me aceleré mientras me dirigía hacia el suelo. Me encantaba hacer eso. Era una sensación única.

- ¡Cuidado que vooooooooooooooooy!- Había calculado para caer a  unos cinco metros de ellas, para evitar hacerles daño. Usé mis poderes para frenarme ligeramente antes de estrellarme, y caí lo más estilosamente que pude, quedando con la pierna izquierda arrodillada y la derecha apoyándose sobre el pie y doblada. Abrí los brazos y agaché la cabeza, como un saltador que saluda a su público después de una actuación magistral. En mi mano derecha estaba el Catalizador, que desprendía entre las dos partes delanteras unos pequeños rayos morados que las unían. Me levanté entonces con un movimiento de cejas y enfundando mi arma por encima de mi hombro, en la espalda.- Siento la tardanza, estaba haciéndome un poco el héroe unas calles más abajo... Pero, ¡eh! Que no os quiten mi entrada. Veo que ya os debéis haber presentado. ¿Vamos dentro chicas? Prometo compensaros por la tardanza... ¿Un chocolate?


*Véase en "De como la vida da vueltas."

Mientras hablaba con Enar sobre nuestra relación con Plana y sopesábamos el por qué de su tardanza... se empezó a escuchar un grito que venía desde las alturas.

-La verdad es que no. No sé nada de Plana y no es su estilo llegar tar...- dejé mi frase a medias.

¡Cuidado que vooooooooooooooooy!

-No será verdad...- dije en un susurro. Miré hacia donde parecía provenir el grito y mi cara debió ser un cuadro. Plana estaba haciendo una entrada triunfal que a mí me pareció un poco bochornosa, pero conociéndole sabía que tendría un buen motivo para aparecer así. Venía por un cable de tensión, saltó, frenó y cayó al suelo apoyando una rodilla en el suelo y levantándose como si nada y guardando su catalizador. Se disculpó por la tardanza y dijo que nos invitaría a algo. -¿Chocolate? Por mí perfecto, ¡puedes llegar tarde todas las veces que quieras!- Y sin más entramos en el pub, el cual era bastante bastante acogedor para mi gusto. Me dije con ansia que volvería más seguido a aquel lugar, y más sabiendo que estaba tan cerquita de casa. Como entré la primera, elegí mesa de entre las pocas que quedaban libres y se la señalé a los chicos.

-¿Qué os parece esa mesa? ¿O quizá prefiráis barra?- pregunté alzando un poco la voz. Lo cierto es que hasta que no estuvimos dentro del lugar no me di cuenta de lo lleno que estaba, y me costó encontrar una mesa apartada (dentro de lo que había para elegir) donde poder conversar tranquilamente sin que los gritos o las juergas de los demás nos molestaran demasiado.

Pegué un pequeño salto en el sitio al escuchar aquel grito tan repentino junto a la súbita aparición de una persona que parecía venir del cielo a toda velocidad. No tardé ni un segundo en darme cuenta de que era Planaria, pero aún así, las cosas parecían pasar siempre mucho más deprisa cuando su amigo estaba cerca. Tampoco era de extrañar, la verdad.

Antes de nada, miré a mi alrededor con una expresión algo nerviosa, e intenté actuar como si nada raro hubiese pasado. Me acerqué a Planaria y le di un par de palmadas suaves en un hombro mientras entrábamos al pub. Era seguro que alguien además de Lilith y yo habría visto aquella situación, siendo como era un sábado por la tarde en una ciudad como Nueva York, pero parecía que con el paso del tiempo a Plana le importaba cada vez menos hacer este tipo de cosas delante de más personas. Era así de único… O de despistado. Además, la soltura y la confianza en sí mismo eran más notables desde la última vez que le vi, como pude comprobar en su espíritu. Solté una pequeña risa que se perdió entre todo el barullo del lugar.

–Esa mesa está bien, si no os importa –respondí a Lilith, asintiendo con la cabeza–. La barra es un poco agobiante para mi gusto.

A pesar de que a medida que pasaban los años parecía saber controlar la ansiedad que me producían los espacios cerrados, todavía sentía cierta intranquilidad, de forma que siempre agradecía tener el máximo espacio libre a mi alrededor.

Esperé a que tanto Lilith como Plana se sentaran en la mesa señalada por la primera, puesto que yo había sido la última en entrar, y tomé asiento junto a ellos, acomodándome uno de los calcetines largos que se me había bajado ligeramente al andar. A continuación miré alrededor y me quité el gorro, que ya empezaba a darme calor en la cabeza.

–Este sitio está bastante bien, al menos la gente no parece tener pinta de llevar una pistola bajo la chaqueta… –aquel pensamiento en voz alta salió de mis labios sin darme cuenta. Después de todo, para una amante de la ley y los juicios, los programas de asesinatos extraños en Estados Unidos eran toda una diversión para ella aún teniendo apenas diez años–. Oh. Eh… ¿Entonces por qué decías que has llegado tarde, Plana? –dije rápidamente para cambiar de tema y volviendo mi mirada hacia los dos de nuevo.

Recordé tras las palabras de Enar que ella, debido a su poder, sufría algo de claustrofobia, de manera que era normal que prefiriese una mesa. Yo también lo habría preferido. La cogí un momento por la muñeca mientras Lilith se dirigía a la mesa y le dije que, si necesitaba salir en algún momento, que lo hiciese con total confianza, y luego le guiñé un ojo. Los tres nos sentamos en la mesa y sonreí. Me dio un poco de pena que Sasha no se viniese la verdad. Habría estado divertido. Como cuando me enteré de que Lilith y ella eran íntimas amigas durante su adolescencia. Un poco como Enar y yo. No nos veíamos tanto, ya que ella vivía la mayor parte del tiempo en Japón, y yo con toda la historia de los Abyss muchas veces estaba liado. Pero ambos habíamos intentado sacar tiempo para juntarnos de vez en cuando para charlar y ver qué tal le iba el uno al otro. De hecho, quedábamos siempre los Oktoberfest, como ahora. A mí me gustaba esa fecha porque se bebía mucha cerveza, y porque fue cuando nos conocimos. Era divertido tener una especie de pacto para que siempre, pasase lo que pasase, nos viésemos para la fiesta alemana, aunque no siempre fuese en Alemania. Un camarero se acercó a nosotros y nos dio la bienvenida, y preguntó por lo que íbamos a pedir.

- Para mí una cerveza grande. Una jarra. Y de picar... Vamos a decidirlo entre nosotros y ahora le pedimos, ¿ok? ¡Gracias! ¿Vosotras qué vais a pedir?- Y esperé a que pidiesen. Cuando el tío se fue, cogí la carta y comencé a mirar qué había. Algunas patatas con salsas, pizza, nachos,... Un poco de todo. La verdad es que yo me habría comido todo. Tenía más hambre que dientes. Lo notaba mucho cuando usaba mis poderes, especialmente los regenerativos. Después siempre estaba hambriento. Levanté la vista de la carta ante la pregunta de Enar y sonreí.- Na, ya sabes que me encanta hacerme el héroe. Llevaba varios días observando un local de una pequeña mafia para ver si podía pillarles con algún trapicheo o algo. Desgraciadamente, los cabrones me pillaron a mí y bueno, ya conoces a las mafias. Una palicilla así "suave" para recordarte que no husmees en su local. Tuve que darles un pequeño recordatorio de por qué a veces es mejor callarse la boca y no soltar todo lo que haces ahí como si nada. Unos novatos vamos. Pero bueno, estoy bien. Ya sabes que con el factor de curación me duelen mucho las heridas, pero se me curan en seguida... ¿Y vostoras qué tal chicas? ¿Tú cómo estás Enar? ¡Me alegra tanto que estés aquí! Hacía tiempo que no nos veíamos... Pero el Oktoberfest es el Oktoberfest jajaja. No podíamos pasar uno sin vernos. Creo que te lo conté Lilith. Como Enar y yo nos conocimos en el Oktoberfest y nos hicimos muy amigos, decidimos que, cada año, pasara lo que pasase, quedaríamos como mínimo en la fiesta alemana para vernos. Y así lo hemos hecho desde... ¿En qué año nos conocimos? ¿2015? Si esque el tiempo pasa volando.

Tan solo habían pasado tres años, pero a mí me había parecido una eternidad. También era por el tema de la colisión, mi cambio de vida, empezar la relación con Sasha, entrar en los Xmen... Habían cambiado muchísimas cosas en apenas unos meses, pero que me parecían años. Ayudar a Billy a encontrar a sus amigos, volver a charlar con Tony y ver cosillas que hacer... Eran muchísimas cosas en un periodo de tiempo bastante pequeño la verdad, y eso que no habíamos hecho más que ver la punta del iceberg. Esperaba que ellas se llevasen bien. Seguro que sí. Ambas eran buenas chicas y muy majas. A ver qué pasaba cuando dos personas capaces de ver el interior de otra se juntaban. No lo negaré, tenía bastante curiosidad y me senté expectante, a ver qué pasaba, con una sonrisilla pícara en los labios.

Los chicos aceptaron mi propuesta de sentarnos en la mesa que estaba un poco más alejada y solitaria, sería agradable pasar la tarde tranquilos. Cuando nos sentamos apareció un camarero casi como un resorte a nustro lado y he de reconocer que me asustó un poco, me pilló desprevenida, y nos preguntó qué querríamos tomar. Plana pidió una jarra de cerveza para él, a lo que yo levanté mi mano derecha para indicarle al camarero que serían dos jarras en total, y después sólo quedaba que Enar eligiera, aunque sabiendo que tiene raíces alemanas y que ella y Plana se conocieron en un Oktoberfest estaba casi convencida de que ella pediría otra jarra. En cuanto a lo que pediríamos para comer Plana le dijo al camarero que lo pensaríamos los tres y le avisaríamos, y a mí eso me pareció perfecto.

En el momento en el que el camarero se fue Plana se puso a contestar a la pregunta de Enar de por qué había llegado tarde a nuestra cita y, cómo no, fue porque Plana se estaba haciendo el héroe. Yo me reí con su historia, pues era un chico con bastante salero que sabía hacerte reír en cualquier momento y se disfrutaba mucho escuchándole. Luego nos preguntó por nosotras y me contó (de nuevo) cómo se conocieron él y Enar y la tradición que llevaban año tras año cumpliendo, viéndose cada Oktoberfest. Por mi parte no tuve mucho que contar, pero sí tenía curiosidad por saber de Sahsa.

-Yo estoy bien, Plana, aunque hecho en falta a Sasha aquí. ¿Ellas se conocen? ¿Por qué no has traído a Sasha?- le inquirí al barbudo que estaba sentado frente a mí de forma cariñosa y familiar. La verdad es que desde que le conocí en aquella cafetería trabamos una buena amistad, y eso sin contar con que era el novio de Sasha y Sasha era mi amiga de la infancia. Fue una casualidad enorme que siempre agradeceré a todos los dioses por hacer que ocurra. Dejé volar mis pensamientos unos segundos hasta que me sonó el estómago. Dioses, qué hambre. -¡Bueno! ¿Qué pedimos? ¿Os hacen unos nachos? Aunque mejor os dejo elegir a vosotros que estáis acostumbrados a comer con cerveza y seguro que conocéis la combinación perfecta de comida-bebida. Sólo os diré que tengo mucho mucho mucho hambre- reí diciendo eso último. No habían pasado más de diez minutos y ya me lo estaba pasando genial. No pude evitar pensar que si estuvieran Sasha y Sloan sería al menos tres veces más divertido.

-¡Bueno, Enar! Cuéntame más sobre ti, ¿qué es lo que te gusta? ¿Qué es lo que te motiva? ¿A qué te dedicas?- llené a Enar de preguntas curiosas pero sin ninguna maldad, y más tarde, después de varias cervezas quizás hablásemos de nuestros poderes.

Cuando los ojos del camarero se pararon por último en mí, afirmé también con la cabeza:

–Tomaré lo mismo, gracias.

La verdad es que yo nunca tomaba cerveza. No era muy amante de aquella bebida, salvo en Oktoberfest. Esos días, como ya había dicho Plana, eran sagrados tanto para nosotros como para los alemanes en general; parecía como si estuviera en mi propia sangre que me apeteciese tomar una jarra en temporadas como esta. De no haber sido así, seguramente habría pedido un zumo de piña o algún otro zumo de frutas, mi bebida favorita.

Una vez se fue el camarero, dejé que fuera Plana quien echara un vistazo a la carta, pues solo había una por mesa. Mientras tanto, escuché con atención y emoción su nuevo relato heroico, sin poder evitar abrir los ojos de par en par y alzar las cejas cuando llegó a la parte en la que le pillaban, aunque después di un par de palmadas a modo de aplauso tras escuchar cómo había salido victorioso de aquel encontronazo. Con una sonrisa en los labios, intenté imaginarme a Planaria en una situación como aquella, y mentiría si dijese que me resultó fácil. Después de todo, y a pesar de que sabía que sus poderes eran muy poderosos y físicos, nunca le había visto en pleno uso de sus facultades. Le había visto sintiendo rabia, tristeza, furia… Pero nunca había presenciado una situación tan peligrosa –o al menos a mí me lo parecía, a pesar de que lo contara como si fuera su pan de cada día– como la que acababa de relatar. Me pregunté a mí misma si yo sería capaz de llevar una vida tan arriesgada como la de él. Si al menos mis poderes fueran algo más agresivos…

–¡La verdad es que sí! Parece como si hubiera sido ayer cuando te vi salir de aquel bar llorando como un bebé –dije entre risas a la vez que le daba un pequeño codazo, bromeando. Una de las cosas “malas” de que Planaria fuera uno de mis mejores amigos, si no el mejor, era que yo aprovechaba cualquier momento para hacer buen uso de nuestra confianza. De hecho, ahora que lo pensaba, no recordaba haberme atrevido a hacerle tanto de rabiar a una persona como me atrevía con él. Era una sensación grata el poder soltarte del todo con alguien, sobre todo en mi caso; una recién llegada a una ciudad en la cual no conocía a apenas nadie, una ciudad que para nada se parecía a mi lugar de origen.

Dirigí mi mirada a Lilith cuando empezó a hablar, lo que hizo que la sonrisa se me ensanchara aún más al escuchar el nombre de la pareja de Plana, aquella chica a la que ni siquiera conocía y por la que durante una temporada llegué a sentir ciertos celos. Pero de eso hacía ya mucho, o al menos a mí me gustaba pensar que así era. Ya tenía una edad y una madurez para andar pensando ese tipo de cosas cuando lo que de verdad me importaba era la felicidad de mi amigo.

–¡Me encantaría conocer a Sasha! Si no es molestia y si a ella le viene bien, podríais invitarla a venir la próxima vez que nos veamos –dije de forma sincera, aún sonriendo. Después, Lilith comenzó a llenarme de preguntas, una tras otra, cosa que hizo que me mordiese el labio inferior al aguantarme una carcajada. Me pareció un gesto adorable por su parte el hecho de que expresase su curiosidad de forma tan ingenua, tal y como pude leer en su alma–. Uhm… Veamos, ¿por dónde empezar? Soy abogada, de hecho me he mudado a esta ciudad por motivos de trabajo. Nueva York no ha sido nunca una ciudad en la que hubiese pensado vivir –me encogí de hombros, torciendo el gesto en una mueca–. Y bueno, me gusta dibujar, hacer taichí, viajar, comprar ropa, dormir, dormir, dormir… Y poco más, la verdad, no soy una persona demasiado extraña en cuanto a gustos se refiere, ¿y tú? déjame adivinar, ¿tu color favorito es el rosa? –hice ese último apunte poniendo mis dos dedos índice en mis propias sienes, como si me estuviera concentrando para leer su mente, cuando simplemente lo había supuesto por su característico color de pelo. Un pequeño gesto tonto para romper un poco el hielo entre las dos.

- Sasha se apunta luego a cenar, que había quedado con una amiga suya o algo así me dijo. Y así ya aprovecho y te la presento en persona Enar, que ya va siendo hora la verdad. A ver, ya sabéis que por mí me pediría varias cosas, desde patatas con salsas a nachos con queso y carne o lo que sea, pero porque yo soy un tragaldabas. Y si vamos a cenar luego yo pediría dos o tres cosas, no mucho más. Sobre todo por vosotras chicas.- Ambas estaban al tanto de mi problema en cuanto la comida que necesitaba comer a diario. Por ello, cuando pedíamos siempre dejaba que el resto pidiese por su cuenta y ya si eso en la cena me llenaría yo. Como pidiésemos según mi criterio ahora acabarían yéndose rodando para casa y no cenarían nada, lo cual no me hacía mucha gracia la verdad. Si se iba a venir Sasha luego quería que cenásemos todos, no tan solo ella y yo.- Y perdóneme, doña listilla, pero gracias a que aquella tarde me rompieron el corazón tú y yo nos conocemos. Ñe ñe ñe. Enar y yo nos conocimos porque yo estaba enamorado de una antigua amiga mía llamada Lisa. En el Oktoberfest de hace tres años decidí que se lo diría, pero imagínate mi careto cuando me la encontré besándose con otro tío. Claro, no fue la imagen más agradable para mí en aquel momento, así que salí a la calle desconsolado y esta petarda estaba ahí tomando un poco el aire. Se me acercó y comenzamos a hablar, y bueno, como se dice, el resto es historia. ¿Sabes que Lisa se va a casar con el tío ese? Qué fuerte, ¿eh? Me hizo muchísima ilusión cuando me lo dijo.

La verdad es que la noticia de que ella iba a contraer matrimonio con el chaval que vi allí me dejó bastante impactado. En el buen sentido claro. Tiempo después de la famosa situación aquella que me hizo llorar tanto me enteré de que el chico ese era un antiguo amigo suyo de toda la vida, y ambos llevaban bastante pillados el uno por el otro desde hacía no mucho. Yo no lo negaré, soy un romántico y un sensiblón, y las bodas me hacen llorar. Durante unos segundos pensé en lo que sería esperar a Sasha en el altar, viéndola caminar hacia mí, vestida de blanco, con aquellos preciosos ojos del color del mar y sus grisaceos cabellos acabados en esas puntas rojas que tanto me gustaban. Iría yo con un esmoquin de esos, muy elegante. Si eso sucedía algún día, lloraría como un bebé al verla así. Pero abandoné esos pensamientos y me volví a centrar en la conversación que mantenían Lilith y Enar. La verdad es que sentía curiosidad por ver qué sucedía cuando dos lectoras de mentes se juntaban. A ver, no eran dos lectoras de mentes exactamente. Enar sentía el alma y el espíritu de la gente que le rodeaba y a la que miraba. Lilith sí era más de meterse en tu cabeza y rebuscar a ver qué había. Mientras charlaban aproveché para pedirle al camarero unas patatas y unos nachos.

Ante el último comentario de Enar, giré muy lentamente mi cabeza hacia ella y levanté las cejas.

- Vaya Enar, ¡estás hecha toda una Sherlock! ¿Cómo es que no te han llamado ya para que enroles en Scottland Yard?- Y le enseñé una sonrisa vacilona en señal de "esta por lo del bebé llorica". Teníamos esa relación de medio pique que la verdad era bastante divertida. Nunca íbamos a hacernos daño y siempre manteníamos el tono de broma. Pero claro, ella había abierto la veda, y yo no podía quedarme de brazos cruzados.- Enar con el sueño es como yo con la comida. De verdad que parece que tenga un problema. La tía duerme como una ceporrina. Ya se puede estar cayendo un edificio que la tía no se inmutará. ¿Te acuerdas del viaje por el norte de Italia? Madre mía. ¡Te quedaste frita en el coche a pesar de todas las curvas y los baches que nos comimos! Yo flipaba la verdad. Es una cosa que me hace mucha gracia. Oye y cuéntanos lo de tu viaje aquí a EEUU. ¿Vas a quedarte o algo? ¿O volverás a Japón? Si te quedas no dudes en decírnoslo y hacemos planes o lo que surja. Así no necesitaríamos esperar al Oktoberfest para asegurar que nos viésemos.

Guiñé un ojo a Enar y le sonreí. La verdad es que le tenía mucho cariño. Me había apoyado bastante con los temas de chicas y me ayudó a creer en mí cuando me decía cosas acerca de la pureza de mi espíritu y mi alma. Era una de esas personas capaces de animarte en un día de lluvia o de total depresión. Bueno, siempre y cuando tuvieses un alma noble. Y afortunadamente, gracias a ella, yo creía en que la tenía.

Enar eligió otra jarra y Plana nos dejó elegir a nosotras la comida prácticamente, porque no quería pedir demasiada comida. Bien, pues tomaría yo la iniciativa.

-¡Unos nachos! Y después podríamos pedir más cosas cuando estemos todos, y así vamos abriendo boca y catando la comida de aquí... Qué pedazo de jarras- me quedé ojiplática mirando el tamaño de las jarras de cerveza que nos traía el camarero, tardaría más de lo que me gustaba en terminar esa jarra. Di un golpe a la mesa cuando el camarero las dejó en la mesa, ¡qué ganas de probarla! Y ya que estaba le comuniqué que tomaríamos unos nachos con esas cervezas. -Efectivamente, Enar, no te equivocas: el rosa es mi color. Aunque pudo haber sido el  negro desde el principio, pero... algo de luz y color en la vida de una no viene mal, ¿no crees? Por cierto, Planaria, ahora que dices lo de Sasha... Sloan vendrá cuando escuche el mensaje del contestador de casa que le acabo de dejar con la dirección del local, así que seremos dos más para la cena. Pongámonos al día antes de que lleguen que si no se acabarán las conversaciones serias- le guiñé un ojo a Enar. -Con Sloan no se puede tener una conversación seria- y sonreí amistosamente. Me estaba cayendo bastante bien la chica a pesar de no haber compartido mucho más que unos escasos minutos con ella, se le veía que era buena persona después de todo, aunque sentía cierta envidia, por lo que decía la parejita Enar tenía cierta facilidad para dormir (cosa que yo no).

Llegó el camarero con el plato de nachos y nos pusimos a comer y a charlar de forma despreocupada, como los jóvenes que eramos. La bebida en las jarras empezó a bajar niveles y pronto me había terminado la jarra enterita. Entonces me lancé y le hice la pregunta a Enar.

-Oye, Plana ha dicho que tus poderes se parecen a los míos. ¿Cuál es tu poder? ¿Puedes entrar en la cabeza de la gente? ¿Leer mentes?- y giré mi cabecilla como los perros cuando no entienden lo que les dices.

Incorporaciones:

–Oh, ¡genial, pues! Estoy deseando conocerla –exclamé ante las primeras palabras de Planaria, aunque lo que dijo a continuación me obligó a exclamar con más ímpetu– ¿¡En serio!? ¿¡Lisa, casándose!? Pues que le vaya bien, tsch, a ver si así aprende a no hacer sufrir a pobres almas enamoradas –aquella frase podría sonar irónica, pero la verdad es que no me gustaba nada esa chica. Sólo con rememorar la imagen de mi querido amigo con el alma por los suelos (literalmente, visto desde mi perspectiva) por su culpa, me entraba una gran rabia por el cuerpo. Me crucé de brazos, molesta, aunque de hecho poco después esa misma posición me sirvió para dedicar un pequeño gesto de aparente superioridad y orgullo a Plana por sus últimas puntillitas–.

Después les expliqué que, efectivamente, tenía pensado quedarme durante bastante tiempo en Nueva York, por suerte o por desgracia, y que de hecho les agradecería que pudiéramos quedar alguna que otra vez, puesto que en aquella ciudad apenas conocía a nadie; era como empezar de nuevo una nueva vida, sola por completo. Charlamos algo más y justo antes de que Lilith respondiese a mi pregunta, o más bien pequeña broma, el camarero interrumpió por un momento nuestra conversación para dejar las tres jarras de cerveza, de un tamaño casi demasiado grande para mi gusto, sobre la mesa. No quería pasarme de “la chispita” en mi primer encuentro con Lilith, no quería dar tal impresión. Apreté los labios hasta que éstos se convirtieron en una fina línea en mi rostro al observar fijamente mi propia jarra, como si de aquella forma pudiera hacerla más pequeña. No hubo suerte. ¿Cómo una alemana como yo podía tener tan poco aguante al alcohol? La pregunta apenas llegó a formularse en mi mente, puesto que Lilith acaparó de nuevo mi atención cuando volvió a hablar, una vez se hubo ido el camarero.

–¡Claro que sí! Las únicas ocasiones en las que adoro el negro sobre todos los demás colores son cuando no encuentro ningún otro color con el que conjuntar esas típicas prendas preciosas pero que son raras como el demonio –alcé el labio superior y miré de soslayo a ninguna parte en especial, expresando así fingido fastidio. Después mi sonrisa volvió, de forma casi brusca por el consiguiente cambio drástico en mi gesto–. En mi caso no tengo color favorito, en realidad. Cada uno transmite tantas emociones en cada momento que es imposible pasar por alto ninguno. Pero me gustan los colores llamativos, los fosforitos, ese tipo de colores que parece que más que reflejar la luz, la irradian por sí solos. Son geniales.

Sonreí aún más ampliamente. Con el tiempo, y si Lillith y yo finalmente congeniábamos, estaba segura de que el tema de los colores volvería a surgir. Cuando tuviéramos algo más de confianza para hablar sobre nuestros poderes más en profundidad.

Después, ella siguió hablando, pero esta vez dirigiéndose a Plana. Aproveché aquel momento para, por fin, tomarme mis segundos en analizar de manera algo más detallada el alma de Lilith. En un primer vistazo me había quedado ya claro que se trataba de una buena chica, aunque sus colores espectrales denotaban una personalidad vigorosa y fuerte. Pero lo que vi cuando me fijé en las demás características de su espíritu, me sorprendí. Obviando las partes relacionadas con su carácter, bastante diferente al mío, los comportamientos que ponían de manifiesto sus poderes mutantes eran increíblemente parecidos a los de mi propia alma. Una poderosa capacidad mental, más desarrollada y fuerte con respecto a mis poderes, aunque por lo que pude analizar, también más rebelde y descontrolada quizás que los míos. En cualquier caso, era la primera vez que veía un alma tan parecida a otra, en lo que a comportamiento mutante se refería, y para colmo, semejante a la mía. De repente sentí unas ganas enormes de hablar con Lilith sobre nuestros poderes; quería saber cómo veía ella el mundo, o cómo lo sentía. Qué existía, según ella, y qué no. A qué punto podía llegar con su mente…

El guiño que me dedicó segundos después zanjó de sopetón mi pequeño análisis, además de que me hizo caer en la cuenta de que me había perdido por completo en la conversación. Por eso, cuando de repente reapareció el camarero con la comida que habíamos pedido, salvándome de aquella situación embarazosa, me prometí a mí misma que le dejaría una buena propina. Cogí con rapidez un par de nachos del plato recién llegado y me los metí directamente en la boca, por simple disimulo y evitar que los otros dos contaran conmigo para opinar sobre lo que fuera que hubieran estado hablando durante mi ausencia mental. Después, Lilith me habló de nuevo a mí y, por suerte, no fue ninguna pregunta relacionada con lo que había estado comentando antes con Plana. “Una muy buena propina, definitivamente”, me dije a mí misma.

–¡Así es! Por lo que he podido ver ya en ti, somos bastante parecidas, a nuestra manera. Pero mi poder no tiene que ver únicamente con la mente. Digamos que –no quería resultar rimbombante con todo el asunto de lo que yo sabía que eran y lo que no eran las almas de las personas y de todo ser viviente, así que opté por una respuesta más fácil de comprender, y que no pareciese el típico rollo ecologista a lo Greenpeace que a todo el mundo solía aburrir, por desgracia–, veo el alma de la gente. No puedo leer la mente, pero sé lo que estás sintiendo, y, en consecuencia, por simple lógica y práctica, sé lo que estás pensando, gracias a la energía que despide tu espíritu. Digamos que veo a las personas y a los seres vivos rodeados por su forma y comportamientos verdaderos. Diferencio al combustible del propio vehículo, por así decirlo. ¿Y tú? Supongo por tu propia pregunta que a ti te va más lo de trastear directamente con las mentes y las cabezas de las personas, ¿no es así?

- Oh, ¿viene Sloan? ¡Genial! Así podemos hacer concurso de a ver quién come más. Por cierto, ¿cuánto lleváis? Como novios me refiero.- Recordaba que nos comentó que estaba saliendo con Sloan pero no cuando había empezado. Y hablando de comida, las cervezas llegaron, así como los nachos con queso. Me relamí pero esperé a que ellas cogiesen primero. Más por un tema de educación que otra cosa, aunque a decir verdad estaba que me moría de hambre. Cogí la jarra y la levanté hacia las chicas con un guiño, especialmente hacia Enar. Después de todo, para nosotros esa era una fecha muy señalada.- Por nosotros chicas, y por nuestra querida Enar, que le vaya genial estando en la ciudad que nunca duerme. ¡Eins, Zwei, Drei, Bier!-

Las jarras chocaron con un ruido inconfundible y bebimos. Cuando hablaba con Enar a solas, siempre usaba el alemán, y caí en la cuenta de que era posible que Lilith no supiese el idioma europeo, de manera que, después de mojarme los labios con ese fresco mejunje y relamerme dejé la jarra y la miré.

- Es un juego de palabras en alemán. Eins, Zwei y Drei significan uno, dos y tres respectivamente, y cuatro se dice Vier, con uve. Y cerveza se escribe Bier, con be, pero se pronuncia igual. Es una manera de brindar que tenemos allí, especialmente para estas fechas.- Escuché entonces a las dos chicas charlar entre ellas acerca de sus poderes y los colores. Pensé en qué color me gustaba a mí. Era curioso. Durante casi toda mi vida había sido el azul mi color favorito, pero desde hacía algo de tiempo, no recordaba exáctamente cuanto, este había cambiado al morado oscuro. No sabía muy bien por qué había sucedido esto, pero era así. Tal vez tuviese algo que ver con mis poderes y el cambio de color de mis relámpagos. Miré entonces a Enar y me pregunté si no estarían teniendo algún tipo de duelo de mentes ahí mismo, delante de mí. Una mirando el alma de la otra, al tiempo que la otra leía lenta y concisamente la mente de la primera. La verdad es que habría sido divertido tener algo que permitiese ver esa situación. Aproveché la situación para llevarme varios nachos a la boca de la manera más discreta posible. Quien leyó la mente en Sevilla, perdió sus nachos. Vaya mierda de rima. Bueno, tampoco importaba demasiado. Ellas a las mentes y yo a la comida y a la birra.

Volví a beber un nuevo sorbo y me relamí la espuma de los labios. La verdad es que la cerveza me encantaba. Era una de esas cosas que podía beberme litros y no me cansaba. Fría, amarga, burbujeante, con ese color dorado como el oro que me recordaba al país de mi madre. Pensé en las palabras de Enar acerca de quedarse en Nueva York. La verdad es que me animaba. Tal vez así podríamos coincidir más. Por regla general, debido a que su familia vivía en Tokio y ella parecía tener casi toda su vida montada allí nos veíamos unas pocas semanas al año, demasiado pocas para mi gusto a decir verdad. La consideraba una buena amiga y alguien que me había ayudado en varias ocasiones . Además, tenía ganas de presentarle oficialmente a Sasha, ya que ella siempre había visto mis tropiezos y meteduras de pata con las chicas, así que me hacía ilusión presentarle por fin a una novia oficial. Y hablando de novia oficial... Cogí el teléfono y la llamé ya que debía estar libre ya. Me levanté un momento de la mesa y les dije a las chicas que iba a hacer la llamada.

- Hola cielo. ¿Cómo estás? ¿Qué tal ha ido? ¿Sí? Me alegro. Estamos aquí esperándote. Al final viene Sloan también, así que seremos cinco para cenar. Tengo yo dinero de sobra por si acaso. Ajá. Vale. Vale corazón, te esperamos aquí entonces. Te quiero.- Y volví a entrar a la mesa en la que las dos charlaban. Me senté de nuevo y apoyé cogí un par de nachos del plato que teníamos.- Era Sasha, que ya viene para acá. Tardará unos minutillos. Luego podemos buscar algún sitio chulo para cenar. Tenemos un asiático por aquí cerca, pero tal vez nuestra querida Enar prefiera variar un poco la comida. ¿Algo más americano? ¿Hamburguesas o algo así? A todo esto, ¿qué tal vuestros poderes? ¿Habéis hecho ya algún duelo de mentes al más puro estilo salvaje oeste?

Los poderes de Enar me fascinaron. Me parecieron muy útiles, le prevenía de las intenciones de la gente y eso me gustaba. -[color:30a1=df01a5]Así que, ¿tenemos auras parecidas? Creo que acabo de recibir un cumplido- le dije, bromeando. Aunque sí que me parecía buena chica, y eso que no había usado mis poderes con ella. -Pues sí, mis poderes son más... intrusivos, si quieres llamarlo así. Juego un poco con los sentimientos de la gente... tanto para bien como para mal, aunque suelo hacerlo para bien- le explico rapidamente. En ese momento entró Planaria diciendo que Sasha llegaría dentro de poco. -Ah, genial. Sloan no tardará tampoco, supongo. Y no, aún no nos hemos batido en combate, pero no tardaremos... ¿no? Durante la cena, eso estaría bien...- Me quedo pensando en las posibilidades de cena que propone Plana y me relamo los labios.

-¡Asiático está bien por mí, pero una hamburguesa...Mmmmm...!

----------
Aquí excusaré a Enar para continuar el orden y ya seguimos con las incorporaciones.

-¿Cenar? Bueno...- cenar implica volver siendo de noche. Implica oscuridad. No... no estoy segura de querer volver en noche cerrada a casa. -Vaya, acabo de recordar que tengo un compromiso para cenar, una cosa del trabajo...- vaya excusa más mala- Y, además, Plana sabe que no me gusta la oscuridad así que, si queréis quedamos otro día, para comer. O algo que implique luz- me río algo nerviosa. De hecho... miro mi reloj y ya va siendo hora de irse.

-Lo he pasado muy bien, y me ha encantado conocerte, Lilith. Plana, siempre es un placer volver a verte- les digo, abrazando al segundo. -Me voy, chicos. Lo siento.

He huido de la escena, pero bueno, mejor eso que dar explicaciones sobre por qué no me gusta la oscuridad.

Cuando Enar nos dijo que debía irse una parte de mí se quedó bastante chafado. Era una lástima, pero sabía que su trabajo podía ser verdaderamente angustiante. Era el problema de ser abogada. Ya le había dicho varias veces que tenía un puesto en el infierno asegurado por hacer esa carrera, con una carcajada seguida siempre de su parte. Me levanté y le di un cálido abrazo y un beso en la mejilla.

- Cuídate mucho, ¿vale? Mañana te llamo para quedar un rato y así te presento a Sasha, que estoy seguro de que quieres conocer a la que por fin se ha llevado el corazón de este melón.- Y me senté. Lilith y yo continuamos charlando hasta que apareció Sloan. Chocamos las manos y le guiñé el ojo. La verdad es que se me fue cuiroso verles besarse, no lo negaré. No porque no pensase que pegasen, sino simplemente porque era de esas veces donde conoces a ambas personas por separado y de repente un día encuentras que están juntos. A Sloan le conocí el mismo día que a Sasha, y a Lilith bastante después. No se podía decir que nuestra primera conversación hubiese sido especialmente halagüeña. De hecho, le cogí una manía que te pasas por lo que ocurrió. Luego el tiempo se encargó de curar esas heridas, por llamarlas de alguna manera. Negué con la cabeza y sonreí.- Anda que no es pequeño el mundo... ¿Entonces prefieres hamburguesa Lilith? A mí me da un poco igual la verdad. Tengo hambre, así que lo que os parezca bien a todos me lo parecerá a mí también. Y bueno, tenéis que contarnos vuestra historia, porque yo me la sé un poco por encima, por no decir totalmente por encima.-

Entró entonces Sasha acelerada y precipitada. La besé y le cogí de la mano después de que pidiese perdón por el día que llevaba.

- No te preocupes cielo. Ahora toca descansar y disfrutar. Desgraciadamente Enar ha tenido que irse por motivos de trabajo, así que al final saldremos nosotros cuatro. Habíamos barajado la posibilidad de asiático o hamburguesería. Yo estoy como tú, en plan que me muero de hambre, pero claro, ¿cuándo no me muero de hambre? Jajaja Pero es eso, a mí me da bastante igual. Lilith creo que prefería hamburguesas, ¿no? A todo esto, ¿queréis tomar algo aquí antes de irnos o vamos directamente ya a cenar del tirón? ¿Quieres un trago amor?- Le ofrecí la jarra de cerveza que estaba por la mitad. Un trago fresquito siempre entraba y era agradable, y seguramente lo agradecería si quería.- No conozco ningún sitio de hamburguesas por la zona, pero seguro que alguno podemos encontrar. Por cierto, le he dicho a Enar que mañana la llamaré para ver si así te la puedo presentar, que tenía muchas ganas la verdad. ¿Tú qué tal? ¿Cómo te ha ido el día?

leeme:

Cuando llegó Sloan creo que todo el mundo pudo ver cómo se me iluminaba la cara. Me besó sonoramente y yo le devolví el beso brevemente, pues no estábamos solos.

Después llegó Sasha con una cara de cansancio horrible y después nos aclaró que fue un mal día. -Yo creo que podemos tomarnos algo aquí hasta que te encuentres mejor y después ir a comer esa hamburguesa, que ya me he quedado con las ganas...- le dije a Sasha con una sonrisa. Aunque nuestro reencuentro no fue el ideal, me encantaba tenerla de vuelta en mi vida. Observé cómo miraba a Sloan y fruncí algo el ceño. Oh, claro. No les he presentado.

-Este es Sloan, Sasha- le presenté algo sonrojada y cogiendo al moreno de la mano. -Sloan, esta es Sasha- terminé las presentaciones como es propio. Yo no sabía que ya se conocían, ya que no había entrado en esa puerta de la mente de Sloan y de Sasha no había vuelto a entrar nunca desde que me lo pidió en la Mansión.

-Bueno, ¿otra ronda?- les propuse a todos. Definitivamente me tomaría otra cerveza, o dos...

- Si, que por cierto, gracias por sacar a aquellos policías de la tienda. No habría sido muy divertido que me hubiesen encontrado por allí danzando como si nada después de que me acabasen de atropellar... Y encima siendo inmigrante imagínate.- En el momento en que la gente vio como mi factor de curación sanaba mis heridas y huesos rotos en cuestión de segundos alguno se habría encargado de avisar a los guardias. Si descubrían que era un mutante ya era un problema de por si. ¿Pero un mutante extranjero? Da las gracias si no me ejecutaban ahí mismo.

Sasha bebió la cerveza como si llevase días caminando por el desierto sin comida ni agua. Pobre, debía estar hasta las narices. De vez en cuanto te tocaba el típico cliente tocapelotas que madre mía, de buena gana le habrías metido un puñetazo en toda la nariz o le habrías recomendado otro sitio al que ir. Desgraciadamente en el mundo de los negocios el cliente siempre tiene la razón, por muy imbécil que sea. Siempre y cuando no te insulte en la cara claro está. En ese caso puedes recomendarle otro sitio al que irse, siempre guardando las formas. Yo no tenía que lidiar con ese tipo de problemas, ya que mis clientes por llamarlos de alguna forma eran alumnos ávidos por aprender. ¿Qué? Vale, es cierto, tal vez no estuviesen tan entusiasmados con las clases de matemáticas y física como con las de deporte, pero oye, había conseguido que no se durmiesen en clase, lo cual era más que un logro.

Entonces llegó el momento donde tanto Sasha como yo nos percatamos de que Sloan era un paciente de Lilith. A mí se me levantaron las cejas y se me metieron los labios hacia dentro, incrédulo por la situación. A ver, yo no sabía mucho del juramento hipocrático, pero sí sabía que no puedes salir con un paciente, ya que al tener acceso a su historial puedes aprovecharte de él o usar sus miedos y problemas en tu favor. Vamos, que a todas luces era una idea muy pero que muy mala, que podía costarle a Lilith no solo el puesto, sino ser expulsada del colegio de médicos y psicólogos.

- Eso mismo iba a decir yo.- Concluí después de las palabras de mi pareja de preocupación.- ¿No puedes meterte en un follón gordo? A ver, yo no soy un experto, pero sé que no puedes tener ningún tipo de relación con tus pacientes, al menos no durante dos años o algo así. Como ya digo no soy un experto, y no me gustaría que os liasen una buena teniendo en cuenta que se os ve bien y parece que tenéis una buena relación... ¿Podéis explicarnos un poco la situación en la que os encontrábais? Bueno... No quiero ser indiscreto claro está... Pero tampoco sería agradable que tuvieseis problemas.-

A decir verdad, si nos hubiesen pedido discreción y que empezaron cuando legalmente no deberían haberlo hecho no seríamos nosotros quienes les denunciasen. Yo desde luego que no, y conociendo a Sasha como la conocía sabía que ella tampoco lo haría. Ay señor, más valía que no hubiesen hecho ninguna locura de esas.

Escuché tanto a Plana como a Sasha sujetándole la mano a Sloan, apretándosela cada vez más y poniendo unos ojos como platos.

-¡Nononono! ¡Estáis dando cosas por sentado que no son así!- les dije negando con la cabeza, entre nerviosa y divertida. -Soy muy consciente de lo que decís, y no: no era mi paciente como tal. Llegamos a ese acuerdo por casualidad en mi despacho en Arkham, pero no era ni es paciente mío en Arkham. Fue como si tú, Sasha, me hubieras pedido que te ayudara con tus recuerdos y después... Bueno, después ya sabes como sigue- les digo, en especial a Sasha, recordando la noche en que exploramos nuestra sexualidad. -Así que, no os preocupéis. No he roto ninguna regla- digo riéndome y dándole un trago a mi cerveza, sintiéndome repentinamente sedienta.

Miré a Sloan entonces y le guiñé un ojo, sonriéndole. La verdad era que me alegraba mucho de haberle conocido, aunque al principio no quería saber nada ni de él ni de su cabeza, lo cual tiene gracia porque ahora me encanta. Desde que le conocí mi vida ha dado un giro tremendo y he crecido muchísimo como persona y como mutante, he desarrollado mis poderes y ya... me siento menos sola.

-Pero bueno, vayamos a lo importante. La cena. ¿Qué os apetece? ¿Y si cenamos aquí?- les propuse, intentando desviar el tema de mí y Sloan. Era una persona mucho más segura de mí misma que cuando era joven, pero seguía sin gustarme hablar de mi vida privada. Seguramente me intento fuera en vano, pues Sasha es curiosa y Plana un buenazo y Sloan... Sloan habla mucho.

Joder, menos mal, qué alivio. En cuanto nos explicaron que no era un paciente, sino un amigo y que había aplicado con él un experimento para intentar animarle me relajé mucho más. No quería que se lo tomasen como un ataque o nada por el estilo. Era preocupación. Lo que captó entonces mi atención fue ese pequeño detalle que hubo entre Sasha y Lilith que para cualquier otro habría pasado desapercibido, pero para alguien como yo que debía estar al loro de hasta la tontería más grande que pasaba frente a mí, cualidad que había desarrollado más aún desde que era profesor. Después de todo, los alumnos muchas veces hacían toda clase de cosas para copiar en los exámenes. Fruncí ligeramente el ceño y miré a Sasha. Supuse que luego me contaría a qué se refería. No había indagado demasiado en la relación entre ellas, no más de lo que mi novia me había querido contar, puesto que respetaba mucho las intimidades y secretos que alguien podía tener. Después de todo, yo no quería que me contase absolutamente todo lo que le había pasado en su vida, pero algo me dijo que, debido también a su reacción y reculación, había algo posiblemente divertido. Pero volviendo al asunto...

- Sí, no era esa nuestra intención... Simplemente nos preocupábamos. No nos gustaría veros en problemas o perdiendo tu empleo. Lo siento si hemos sonado bordes o desagradables. Es bonito veros felices y contentos.- Y sonreí sinceramente. La verdad es que me alegraba de que Lililth estuviese con alguien. De Sloan no sabía mucho, pero parecía buen tío, al menos las veces que me lo había cruzado me había caído genial. Y se les veía bien, contentos. Sasha sugirió que fuésemos a comer a la hamburguesería que había ahí cerca.- ¡Oh! ¡El sitio de las hamburguesas grandes! ¡Qué bueno! A mí me encanta, está de morirse de bueno, y mola lo de ir a comer hasta reventar. Es divertido ver la cara que se les queda a los camareros cuando nos ven apretarnos esa comilona como si no fuese más que un plato de lonchas de jamón.-

A decir verdad, alguna ventaja tenía que haber en eso de comer un mínimo de ocho mil calorías al día. Para concursos y cosas de estas era el rey. En Alemania gané seis concursos de glotones de esos al beberme seis litros de cerveza y comerme un cerdo entero en una hora. Nadie fue capaz de alcanzar ni la mitad eso. Lo único malo de hacer eso es que tenía que hacer mucho deporte, de lo contrario la gente sospecharía de cómo sería capaz de comer y beber tanto sin que engordase ni un kilo. Lo cual tampoco era algo grave, ya que me encantaba hacer deporte. Jugar al fútbol, salir a correr, probé el rugby... Lo que fuese con tal de que no se descubriese el pastel.

No añadí nada a lo que dijo Sasha porque lo había explicado perfectamente. El sol me cegó ligeramente al salir a la calle lo que provocó que frunciese el ceño un poco. El sitio al que íbamos estaba bastante cerca así que no haría falta coger el coche ni nada. Yo no me había llevado la moto ya que pretendía ir dándome un paseo. Claro que luego me crucé con los petardos esos que querían darme una lección por meterme en sus asuntos y les terminó saliendo el tiro por la culata. Una de las mejores cosas que tenían mis poderes es que podía ir por la ciudad surfeando por los cables de alta tensión. Claro que tampoco podía hacerlo demasiado. Daba mucho el cante, y aunque la gente estaba más acostumbrada a los súper héroes que nunca seguía habiendo cierto recelo hacia nosotros, especialmente hacia los mutantes. Pero bueno, era otra cosa con la que había aprendido a vivir.

- Bueno y Sloan, ¿qué es de tu vida? ¿Qué sueles hacer generalmente? Porque es complicado seguirte el ritmo jajajaja. El sitio este os va a encantar, se come de lujo. ¿Tenéis buen comer también?-

Cuando Sasha se vino arriba yo creí que se me venía el mundo encima, pero no tanto. Algo parecido. Sloan no lo sabía, pero a lo mejor Planaria sí. Quién sabe. Yo no se lo conté nadie.

-Sshh...- le dije, para que no dijera más. Podía ser un buen tema de conversación, pero no ahora. Aún nos estábamos conociendo un poco entre todos y podría resultar violento que las chicas de las parejas se hayan líado. O no. No lo sabía.

Dejé el tema, pero Sloan no, y quiso saber más y por qué habían dicho eso sobre nosotros y mencionó... la palabra... novios... Debí ponerme del mismo color que mi pelo, o incluso más. Roja. Como las puntas del cabello de Sasha. Como un tomate.

Después, de camino a la hamburguesería a la que decidimos ir, empecé a reírme. No pude evitarlo. ¿Pensaban que iban a comer más que Sloan? JAJAJAJA, lo siento. -Chicos, chicos... No es por desmotivaros ni dejaros mal, pero... Lo que yo no me coma se lo va a comer Sloan. Y lo que no os comáis vosotros también. Y lo que le sobre a él también. ¿A que sí? Os vamos a patear el culo, ¡novatos!- bromeé, pero de verás tenía la certeza de que Sloan ganaría. Vamos, uno no se come un  universo y deja a medias una hamburguesa, por grande que sea.

-¿Qué ganamos mi novio y yo si os ganamos?- les reto, cogiendo de la mano a Sloan y repitiendo la palabra mágica que mencionó antes el moreno. Y la verdad, no me pareció tan terrible decir esa palabra en voz alta.

¿Huyendo de SHIELD? ¿Qué puñetas tendrían esos contra Sloan, si parecía de lo más pacífico? Bah, era una empresa secreta americana, era de esperar que siguiesen a alguien sólo por ser inmigrante. Anda que no me habían dado a mí el coñazo meses atrás con todo lo de mi traslado y esas gaitas. Gracias a dios que tenía trabajo y el profesor Xavier me protegía y se había encargado de todo el tema burocrático, que sino... Aun estoy en la aduana con una mano delante y otra detrás. Entendía que fuesen cerrados y demás, pero a veces era demasiado, al menos para mí. Pero bueno, preferí no pensar más en ello y menos aún teniendo en cuenta que el moreno me dijo que ya me contaría con calma. Asentí y avancé hasta estar a la altura de Sasha.

Escuché entonces que Lilith nos retaba a comer. ¡A comer! ¡Y encima nos llamaba novatos! Había visto a Sloan comer y cierto era que se trataba de un digno adversario, pero Sasha era otra que también podía comer lo suyo y yo llevaba más de seis horas sin probar bocado, siempre y cuando los aperitivos que nos acabábamos de tomar así como el litro de cerveza no contasen. Y en cuanto apareció en mi mente la imagen de la hamburguesa gigante se me hizo la boca agua. Enarqué una ceja y sonreí a la pelirosa.

- ¿Novatos? ¿Que no podemos ganar? "It's on, baby". Vamos a enseñar a estos piltrafillas cómo nos las gastamos nena.- Dije poniendo el puño para que Sasha chocase y apoyando mi mano en la cintura. Entramos en el restaurante y nos atendió Rick, que siempre nos ofrecía su sonrisa y buena actitud cada vez que íbamos. Puede que hubiese gente que pensase que estaría loco dejándonos entrar allí siempre que queríamos, cuando nos salía la comida gratis. Pero en lo que muchos no caían es que a él le venía de perlas. Me explico. Si tú vas a un restaurante donde hay un reto de esos pero nadie lo consigue la gente termina dándose por vencida y deja de querer intentarlo. Pero si de vez en cuando van un par o tres de personas que lo hacen sin problema, eso es un cebo de los buenos. Yo estaba convencido de que por cada menú de esos que nos apretábamos gratis Sasha y yo, cuatro más eran pedidos sólo por intentar lo que nosotros conseguíamos sin problema. Por no hablar del espectáculo que siempre se formaba y la cantidad de ojos que nos miraban de vez en cuando al conseguirlo. Había varias fotos nuestras colgadas en la pared, habiéndonos convertido prácticamente en una leyenda. De hecho, estoy seguro de que éramos los únicos que habían conseguido superar el reto varias veces.

Nos sentamos en la mesa y en cuanto Rick chilló a la cocina que quería dos de esos menús, hubo un murmullo general y muchas miradas se dirigieron a nosotros. Sonreí y saludé como lo habría hecho una estrella al ser reconocida en un restaurante o en un pub. Luego cogí la carta del menú para ver los platos. Sabía lo que íbamos a pedir, pero siempre me gustaba ver los otros platos e ir generándome hambre.

- Respecto a tu pregunta de antes Lilith... ¿Qué podemos jugarnos? Mmm, es difícil pensar algo que sea un buen premio... Diría que los que perdiesen pagaban una cena o una ronda, pero no sé si será lo que más apetezca después de salir de aquí. Lo mismo no queréis vovler a ver una hamburguesa en varias semanas. ¿Qué proponéis?- Por dentro estaba pensando en las posibles maneras de comer más si fuese necesario. Una de las mejores maneras era descargarme, ya que la comida que tomaba era usada para crear mi electricidad corporal. Si usaba mis poderes y me descargaba volvería a tener hambre, aunque esperaba de corazón no tener que llegar a ese extremo. Me habría parecido bastante jarto a decir verdad.

Me sentí un poco rara cuando al sentarnos y pedir el reto casi todo el restaurante se giró hacia nosotros y nos aplaudió. Plana parecía en su salsa, saludando con la mano y todo, como si fuera famoso... ¿O quizás lo era? Y Sasha. Fijándome mejor en el muro del reto había varias fotos suyas con el plato vacío. Wow. Me incliné hacia Sloan y le susurré.

-No hagas que nos dejen mal, confío en tu apetito, porque el mío no da para todo el reto- le confieso entre risitas y colocando mi mano en su rodilla, algo sonrojada.

-Mmmm... Qué tal........ ¿Intercambiarse la ropa interior con nuestra pareja? La pareja que pierda se tendrá que intercambiar la ropa interior... Sujetador incluido...- especifiqué, con una sonrisa picarona de lado a lado de mi cara. Miré a Sloan para saber si estaba de acuerdo, aunque seguro que sí. -Supongo que tardarán un poco en traernos la cena, ¿no? Hablemos de... ¿Cuándo es la boda, Sasha?- le pregunté a ella, porque era con quien más confianza tenía después de todo.

Sabía que para hablar de boda era demasiado pronto, pero parecían una pareja que llevaran toda la vida juntos. Felices el uno con el otro. Eso me hizo feliz, pensar en que Sasha al fin era feliz me hacía feliz. Sin embargo, esperaba que me dijera que pronto y que nos íbamos de despedida, porque echaba de menos salir de fiesta con ella... aunque, pensándolo bien, nunca había ido de fiesta con ella.

Intercambiarse la ropa interior... Me rasqué la cabeza con el labio inferior fuera. Técnicamente sólo yo me pondría la ropa interior de Sasha, ya que ella había usado mis boxers más de una vez como pantaloncitos para dormir o para estar por casa. Le gustaba hacerlo. Le resultaba cómodo. Y bueno, estaba jodidamente irresistible con ellos puestos. ¿Pero ponerme yo unas de sus bragas y un sujetador? Seguro que era divertido. Aunque no sabía cómo estaría todo... Ahí abajo. Ya me entendéis. La ropa interior de chica está preparada para que no haya nada que guardar. Nada que abulte, entiéndase, y yo odiaba los slips con todas mis fuerzas. Ay, seguro que era divertido y absurdo al mismo tiempo. Fuera como fuese, ¿por qué estaba pensando en que iba a perder? Qué leches, les íbamos a machacar. Iban a morder el polvo como campeones.

Lilith se puso a preguntarnos que para cuando la boda y Sloan debió tomárselo muy en serio porque se puso a decir que si el traje, que si había que ir formal, que si no se qué. Mi cara fue todo un poema, ya que debí perder el color de golpe y recuperarlo acto seguido. Iba a contestar, pero entre que la pregunta fue para Sasha y ella ya habló decidí esperar. No me molestó que ella tampoco tuviese ganas de casarse. Qué coño, no llevábamos ni un año juntos y aunque éramos felices y habíamos superado bien las crisis joder, todavía quedaba mucho camino antes de dar un paso así de importante. Ni siquiera yo, católico apostólico y todo eso, pensaba todavía en tener hijos ni en casarme. Cuando ella terminó, bastante nerviosa, le sonreí, cogiéndola de la mano y guiñándole un ojo.

- Escuchad chicos. Sasha y yo nos queremos mucho, pero el matrimonio es un paso muy importante y muy serio. Es algo que dura para toda la vida, y si no tienes clarísimo lo que va a ser jamás deberías dar ese paso. La gente piensa que el matrimonio es diversión, juerga todo el día y que haces lo que quieres. Y no es eso para nada. A ver, obviamente hay mucha diversión y juerga, pero es una unión que requiere un sacrificio enorme, ya que tus decisiones ya no te afectan solo a ti, sino a otra persona. Ya no estás sólo vagando por ahí en tu día a día, sino que tienes a alguien que decidió unirse a ti y a quien tú decidiste unir a tu vida. Una relación en el fondo puede romperse con una simple llamada de teléfono, siendo muy fríos entendedme. El matrimonio no. El matrimonio te pone a prueba cada día. Pone a prueba tu paciencia, tu fuerza de voluntad, tu templanza y aguante... Pero si consigues hacer todo eso, es lo mejor que te puede pasar en este mundo. La felicidad de pasar el resto de tu vida con aquella persona a la que más amas, por la que renuncias al resto de mujeres u hombres del mundo, y por quien harías cualquier cosa... Joder, eso compensa cualquier bronca o acto egoísta de una manera que ni os imagináis... No, todavía no vamos a casarnos. Yo no estoy preparado para dar ese paso. Acabo de empezar mi primera relación en toda mi vida, y quiero aprender de ella, entenderla, crecer en ella... ¿Que si me lo he planteado alguna vez? Sí, claro que sí. Mentiría si dijese lo contrario. Pero no ahora. Ahora estamos bien así... Yo estoy bien así. Y aunque volar es algo que me atrae enormemente, prefiero aprender a caminar y a correr primero, sentir el suelo bajo mis pies. Y cuando esté preparado, ya volaré.- Y esque el matrimonio era algo muy serio y muy bonito, y por ello, al igual que las grandes ciudades, las grandes cosas de esta vida, requiere tiempo, mimo y mucho esfuerzo, porque cuando por fin lo alcanzas y sabes que es el momento... No hay nada en este mundo que te hiciese más feliz que eso.

Cuando ambos terminaron de hablar rompí a reír y a llorar a carcajada suelta, sin creérmelo.

-¡Tranquilos! ¡Sólo bromeaba!- me reí, aunque es verdad que cuando Planaria empezó a darnos la lección de lo que es casarse miré a Sloan con algo de timidez y le apreté la mano bajo la mesa, pero no dije nada porque le correspondía a él decirlo si es que quería hacerlo.

-Ay qué bueno... Aunque, si hay boda, sea cuando sea, espero que me invites- le dije directamente a Sasha. No podía permitir que llegado el día no me invitara. Ni hablar. Hice un puchero y me toqué un poco la tripa, empezaba a tener hambre.

No tenía mucho más que decir a menos que me preguntaran ellos, pues yo nunca he sido de tener pareja hasta que llegó Sloan y mucho menos tuve una buena experiencia con mis padres y su matrimonio. No era algo que yo conociese como para poder hablar libremente de ello.

Las posiciones de Sloan y Sasha eran válidas y acertadas, pero me habían entendido mal. Sonreí y negué con la cabeza.

- No me he explicado bien. En ningún momento he dicho ni quería decir qeu para que una relación esté completa sea necesario casarse. ¡Qué demonios! Jamás diría eso, porque para empezar yo creo que nuestra relación está bastante completa. Lo que quiero decir es que para mí, para Planaria Glámez, el matrimonio es importante por una razón. Yo no me quiero casar para que el gobierno sepa que estoy unido a Sasha, ni mucho menos. Sinceramente me importa bastante poco lo que el estado tenga que decir acerca de mi unión. No. La razón por la cual para mí algo como el matrimonio es tan importante... Es porque se lo ofrezco a Dios. Sé que posiblemente no creáis en él, o que ni siquiera penséis que haya nada después de la muerte. Y no os reprocho eso ni muchísimo menos. Cada uno tiene sus creencias y sus pensamientos, y todas son dignas de ser respetadas. Para mí una relación puede estar completa perfectamente sin el matrimonio, pero el día en que yo me case, tanto si es con Sasha como con otra persona, si es que me caso, tendrá una importancia muy grande, puesto que le ofreceré a Dios esa unión. Estaré en el altar para decir, "señor, te ofrezco esta unión para que me ayudes a santificarla y vivirla como es debido cada día". Para mí Dios es lo más importante de este mundo. Es lo más grande que hay y habrá, al menos para mí. Y ofrecerle algo tan puro y tan valioso como es un matrimonio, puede que suene tonto, pero a mí me ayuda mucho y me gusta esa idea. Yo no me casaría porque piense que una relación no está entera sin el matrimonio, ni pienso que haya que luchar literalmente cada día por el matrimonio. Es una forma de hablar, siento no haberme expresado correctamente. Yo me caso porque de entre todas las mujeres del mundo he elegido a Sasha, por poner el ejemplo presente, y quiero ofrecer esa unión y esa elección a lo más importante que tengo... No os pido que lo comprendáis ni que lo compartáis. Solo es lo que yo siento. ¿Que podría vivir sin estar casado con Sasha toda la vida? ¡Sin dudarlo ni un segundo! Yo no tengo que demostrarle nada a nadie. Pero soy católico, y por tanto ofrecer a Dios algo tan puro y tan bello para mí es algo importante. Siento lo de tu mujer Sloan. Seguro que era maravillosa. Y no juzgo nada de lo que hayas dicho. Es tu opinión y la respeto. Y de hecho, seguramente tengas mucha más idea que yo. Después de todo, lo mío no dejan de ser sueños e idealizaciones que lo mismo me dan en la cara el día de mañana. Pero los sueños son gratis, y me gusta pensar en que pueda ser así de bonito...- Era eso. La verdad era que para mí el matrimonio tenía la importancia de ser un ofrecimiento a Dios de lo más puro y sagrado que podría acontecer en mi vida. ¿Que tal vez fuese una tontería? Pues lo mismo, pero para mí era bonito pensar en el matrimonio como algo así, como una unión sincera con la persona a la que más quería, y por quien habría viajado al mismísimo centro de la tierra o al último rincón del universo sin dudarlo ni un solo segundo. Ella era todo lo que necesitaba, pero todavía era demasiado joven como para ver todo con cierta perspectiva. Además, no tenía ninguna prisa en acelerar algo que, si Dios quería, tarde o temprano surgiría de la manera más natural del mundo.

Apenas estaba terminando las hamburguesas aparecieron, y todos parecimos querer cambiar de tema al instante, especialmente Sasha que fue la que dijo lo de que teníamos hambre y se frotaba las manos. No habíamos hablado mucho del tema porque yo sabía que esas cosas le agobiaban un poco. Y bueno, no nos engañemos. A mí también me agobiaba pensar en cosas como el matrimonio, por mucho que la quisiese y respetase en ese momento. Había un momento para cada cosa, y no creía tampoco que esa comida fuese el apropiado para profundizar más en el matrimonio. La comida llegó y fue cortada por mi compañera en cuatro. Me santigüe discretamente y di una palmada.

- Bueno damas y caballeros, que gane el mejor. Sasha y yo os vamos a machacar novatos. ¡A zampar y que aproveche!- El primer mordisco fue perfecto. El pan, tostadito y en su punto, dio paso al sabro de las salsas que tenían el toque perfecto entre dulzura y picante, activando las papilas que se encontraban justo en la base trasera de la lengua. La carne se deshizo al paso de los dientes, caliente, jugosa, cayendo una gota de grasilla de su interior, juntándose con el fuerte sabor del bacon, crujiente, algo más complicado de cortar simplemente con los dientes, unido a la suave capa de cheddar y queso americano que se colaba entre los huecos de los dientes, terminando con la frescura de la lechuga y las rodajas de tomate, calientes por la carne. Mastiqué ese bocado celestial, provocando que las pequeñas virutas de carne recorriesen mi boca. La lengua era una explosión de sabores unidos en una fiesta para el paladar. Salado, dulce, picante, caliente, frío... Había partes crujientes y otras tan tiernas que hasta un bebé habría podido masticarlas. Y las patatas, ¡oh las patatas! Doradas con ese brillo aceitoso sobre ellas, como miles de pequeñas gotas de rocío que descansaban en las hojas al amanecer. Calentitas y suaves por dentro, crujientes por fuera... La cena estaba servida.

Le dediqué una mirada de empatía a Sloan cuando empezó a explicar que él ya sabía lo que era estar casado y que, de hecho, era viudo. Sabía que no era un tema tabú, pero sí algo escabroso... A nadie le gusta rascar en el pasado, por muy en el pasado que esté. Pero no acabó ahí su aportación. No. Qué va. Para nada. Me puse aún más pálida de lo que suelo ser y después me sonrojé a base de bien cuando el moreno que tenía a mi lado sujetándome la mano dijo que no le importaría casarse de nuevo, sonriéndome como lo hace siempre. Lo que más me sorprendió es que no me puse nerviosa porque no quisiera saber nada de un matrimonio con él, si no por todo lo contrario. Me descubrí aceptando que a mí tampoco me importaría, pero desde luego más adelante. Aún no. Limité mi respuesta a sonreírle de igual forma que él a mí, apretando su mano bajo la mesa y mirándole con los ojos brillantes, sin abrir la boca.

Mi atención voló entonces a lo que tenían que decir Sasha y Planaria, éste último era el que más tenía que decir por sus creencias, las cuales respetaba pero no compartía. Así que no dije nada al respecto, pero sí me di cuenta de que Sasha se guardó algo para sí misma.

Y llegaron las hamburguesas. Con sus patatas. Con todo: su juguito, su grasita, sus salsitas... Mmmmmh... Copié a Sasha para dividir la hamburguesa y respondí, desafiante.

-¡Ni lo sueñes!- dije, confiada, chocando las palmas con Sloan, dando así comienzo a la que iba a ser la mayor hamburguesa que iba a devorar en mucho tiempo. Sólo se nos escuchaba masticar y coger aire, y de fondo teníamos aplausos y vítores sueltos. No pude evitar reírme por la situación y el espectáculo, la noche prometía.

La partida había comenzado y sólo una pareja ganaría. Comencé a comer tranquilamente, sin prisa. No tenía ninguna prisa por ganar. Además, cuanto más rápido comes peor. Tiendes a masticar poco la comida y a tragártela casi entera. Y hablando de tragar casi entera... Miré la manera que tenía de comer Sloan y fruncí el ceño mientras masticaba. ¡Qué agobio! Se metía los trozos directamente en la boca y los tragaba. Ale, ahí, sin masticar. ¡Quién necesita mastiar! ¿Será posible? Me sentí medio engañado en mi propio terreno al ver que el muy animal de bellota se comía la hamburguesa como quien bebe agua. Qué horror, esque casi se me quitaron las ganas de comer. Bueno mira, así sólo conseguiría llenarse como un borrico. Mejor para nosotros.

Cuando ya se pidió la segunda hamburguesa sin haberse acabado la primera sí que me dejó de piedra. ¿Quién hace eso? Macho, la comida está para disfrutarla. Tenía la sensación de que Sloan sólo quería ganar, y no disfrutar de la cena, del lugar, de la situación... No sé. No había prisa alguna. De hecho, lo divertido de aquella prueba era vivirla con calma y hacerla con tu pareja. Miré a Sasha y me encogí de hombros. Asentí diciendo que yo iba bien y que podría comer bastante más, pero que, al igual que a ella, me sorprendió cómo engullía el moreno.

- Tío, tranquilo, que la hamburguesa no va a sacar patas y se va a ir corriendo. No hay prisa. Tienes una hora para superar la prueba. Intenta disfrutar un poco del sabor que me da a mí que apentas te da la vida pa más.- Negué sonriendo. Esque lo siento pero era algo que daba un poco de agobio. No sé si alguna vez habéis tenido delante a la típica persona que se mete unos trozos como una barra de pan en la boca, pero impacta bastante. Lo de Sloan era ya otra liga. Lo mismo cogia y estallaba ahí mismo delante de todos. No sería la primera vez que hubiésemos visto a alguien cogerse una empachada de aupa con el jueguecito de la hamburguesa y que había tenido que ser atendido. Esperaba que a él no le pasase lo mismo, porque sino íbamos listos.

Todos engullíamos las hamburguesas sin respirar casi, excepto Sloan, que como todos nos dimos cuenta: engullía como los patos. Yo conocía parte del por qué, pero no sabía exactamente por qué lo conseguía. Yo me llené con rapidez, así que disminuí mi ritmo y bebí un poco de la cerveza que pedimos el moreno y yo, picando un poco de patatas.

-Bueno, ¿queréis hacer algo después? Podríamos salir a tomar algo si no estáis muy llenos...- empecé, pero claramente al ritmo al que iban no iban a poder casi ni respirar. Me callé un momento dejando que terminaran de masticar y tragar, pensando en qué podríamos hacer después, si es que querían hacer algo. Yo paré de comer sutilmente, dejando que Sloan se recreara y comiera todo lo que quisiera.

-Claro, come lo que quieras, ¡te va a salir gratis!- le animé, guiñándole un ojo. Sabía que comería mucho, como siempre, pero siendo una competición.... -También puedes disfrutar de la comida, saboréala. Puedes ganarles cuando quieras...- susurré en su oído.

-Podríamos ir a mi piso- no estaba muy lejos, Planaria y Sasha podrían ir en coche  Sloan y yo podríamos ir de un salto y pasear a Ifrith antes de que llegara la pareja. Allí tenía helado, comida, bebida, batidos, café, tés... ¡Incluso juegos de mesa! Seguí picando de las patatas esperando una respuesta, siempre podíamos ir a otro sitio, pero no estaba de más ofrecerlo.

Lo de ir a la casa de Lilith me pareció buena idea, y lo mostré con un encogimiento de hombros y un asentimiento, ya que me pillaron con la boca llena. Tragué lentamente mientras disfrutaba de la comida, y entonces Sloan explicó el por qué se lo comía tal cual. Me quedé helado, sin moverme ni medio milímetro. Agité la cabeza, sin poder creer lo que acababa de oir. "¿Que no podía saborear la comida?" Joder, eso habría sido la muerte para mí. Con lo que me gustaba comer. Espera... ¿¿¿¡NO SABÍA A QUÉ SABÍA EL CHOCOLATE!??? No me lo podía creer. Le miré como mirarías a alguien que jamás sabrá lo que es el manjar más delicioso del mundo y negué lentamente la cabeza.

- Lo... Lo siento de veras... Debe ser duro... Al menos tienes el sustitutivo ese...- Volví a coger otro trozo, pero esta vez no me supo igual. Saber que este pobre sufría esa maldición me hizo sentirme algo mal por haberle dicho lo de que no comiese a lo loco que se iba a atragantar. Aunque bueno, yo tampoco tenía ni idea. En fin, sería mejor intentar no pensar en ello para evitar sentirme peor por el pobre Sloan.

Cuando dijeron lo del dormitorio me imaginé la típica leonera de campeonato como las que había en algunas de las habitaciones del orfanato o de la propia mansión. La verdad es que los chavales eran un desastre a veces. Yo como buen suizo era super ordenado y pulcro con todo, de manera que las cosas en la casa estaban perfectamente ordenadas y cada una en su sitio. Sasha también era ordenada. Bueno, tenía que serlo. Después de todo, tenía una tienda donde el orden y la presentación eran una parte importante de la venta, además de lo ricos que estaban todos sus dulces... Tío, deja de pensar en eso y cómete la hamburguesa, que vais a perder.

Puse mis ojos en blanco cuando Sloan hizo el comentario del dormitorio. No acababa de decir eso, ¿no? Sí, lo había dicho. Empecé a reír y a negar con la cabeza, sin creérmelo.

-Chicos, no es para tanto. Sólo son unas sábanas hechas un bollo y ...poco más...- dije algo sonrojada. ¿Cómo les digo que después de los asaltos que teníamos en la cama no podía ponerme a limpiar? Como si pudiera entrar en el cuarto sin que un Sloan fogoso me pillara por detrás y, en fin. Le saqué la lengua al moreno y le guiñé el ojo a Sasha. -No pasa nada, en el salón estaréis seguros. Incluso del perro: es un amor.

Seguí picando algo de patatas y un poco de hamburguesa, por no abandonar a mi compañero en la batalla. Eso de la habitación me hizo pensar en la relación de los dos que teníamos delante.

-Oye, si no es indiscrección... ¿Cómo os conocisteis? ¿Cómo hiciste Plana para ganarte el corazón de Sasha?- preguntaba con sinceridad y sin malicia, sabía que eso no era cosa fácil, aunque ella fuese una buenaza.

Me alegré de saber que a Sloan no le había sentado mal los comentarios ni nada. Bueno era saber que se lo tomaba con naturalidad y demás, aunque yo seguí pensando en el chocolate y en lo duro que se me haría no poder volver a tomarlo. Suficiente era pensar en que nunca podría nadar ni bañarme así que... El caso es que la conversación cambió de rumbo, y nos preguntaron cómo nos conocimos y demás, y cómo habíamos empezado. Miré a Sasha con una sonrisa y como nos pilló a ambos con la boca llena esperábamos ver quién tardaría menos en acabar. En este caso, fue ella la que comenzó el relato. Recordé aquel día con una sonrisa, aunque fue un poco tenso el momento en el que me atropellaron y demás.

- Yo estaba con mi antiguo grupo de héroes de vacaciones por así decirlo. Llevábamos una racha buena pero dura, así que nos tomamos todos una semana de relax, y aproveché para viajar aquí a Nueva York ya que quería conocerla. No podía dormir por el jet lag así que salí a darme un paseo a primera hora.- Y entonces Sasha dijo que, aquella noche, al salir de fiesta, casi me mete boca y me lleva a su casa. Abrí mucho los ojos y se me entreabrió la boca.- ¡Qué fuerte! Eso no me lo habías contado nunca jajaja. ¿Y por qué fue? ¿Mis dotes de baile? ¿Mi encanto personal?-

Bromeé un poco con ella y sonreí al pensar en ello. La verdad es que seguramente me habría cortado y no habría sabido muy bien qué hacer ni nada, pero me resultaba tierno pensar en que ella tuvo ese pensamiento rondándole la cabeza. Le di un buen trago al refresco y me terminé un trozo que tenía de la hamburguesa y me limpié con la servilleta.

- Desde aquel día comenzamos a hablar, y hablar, y hablar, y hablar... No sé. Hubo química, y nos caímos genial. Los días restantes desayuné en la pastelería todos los días y me terminé enamorando de sus dulces. Eran una maravilla a decir verdad. Decidimos mantener el contacto, y vine un par de veces a Nueva York poco después: la primera el día siguiente a todo el choque de universos y esas historias, y la segunda a finales de marzo para hablar con Xavier, el líder de los X-Men y eminencia dentro del mundo mutante. Salimos una noche, me llevó a una playa super guay, estuvimos de cháchara, salimos a patear algún que otro culo... Y bueno, al final, tanta tensión acabó por romperse, y bueno, aquí estamos. Fue bonito. Al menos lo fue para mí... ¿Me he dejado algo? Y vosotros, ¿cuál es vuestra historia?-

Sonreí a Sasha. La verdad es que recordar todo el tiempo de tonteo, la cantidad de noches que me fui a la cama triste por saber lo lejos que estaba... No sé. Creo que fue el primer viaje, cuando fui a verla con lo del choque cuanod me di cuenta de qu eme estaba enamorando de ella. Fue duro y bonito al mismo tiempo, aunque jamás habría dicho que ella compartía los sentimientos. ¿Qué queréis? Siempre he sido un desastre con las tías.

Sonreí ladina cuando Sasha dijo que pensó en meterle boca a Planaria la noche que salieron de fiesta y llevárselo a casa, por dos motivos: porque sabía lo que era que Sasha te metiera boca y te llevara a "casa", y porque se parece mucho a cómo empezamos Sloan y yo.

Me reí y di una palma ante la reacción de Planaria por aquella revelación y negué un poco con la cabeza. Al igual que él, aproveché para darle un trago a mi cerveza y aclararme la garganta en vistas a que mi chico había pedido el postre. Escuchar a Plana hacía que me saliera la vena moña, se acaramelaba al hablar de Sasha y cómo se conocieron, la manera en que la miraba... La adoraba y se veía a mil leguas.

-¿Nosotros?- pregunté de nuevo para cerciorarme que se refería a Sloan y a mí. -Bueno, creo que ya lo hemos hablado, ¿no?- aún así le respondí, siendo un poco más descriptiva y concisa.

-Pues Sloan y yo en realidad nos conocimos en el... Bueno, me llamaron para un trabajo y a otra chica que era doctora como yo para tratar con él. No salió muy bien la cosa, casi no lo contamos y yo no quería saber nada de él ni nada que tuviera que ver con él... El caso es que unos días después de eso él se coló en Arkham y le pillaron, corrió para esconderse y terminó de manera fortuita en mi despacho. Allí hablamos de lo que él necesitaba, acepté y al día siguiente me recogió a la salida del trabajo, salimos a cenar y a tomar algo para conocernos mejor, mis poderes son menos invasivos cuanto más conozco a la persona: tú lo sabrás, Sasha. Y, en fin, una cosa llevó a la otra y... aquí estamos...

Debo reconocer que me sonrojé y miré mi mano entrelazada con la del moreno, sonriendo como una tonta. Le miré con timidez y le sonreí muy cariñosamente, como con amor. En ese momento se me secó la garganta y me lancé a mi cerveza, tragando con dificultad. ¿Por qué me costaba tanto aceptar mis sentimientos?