El restaurante del fin del mundo (Astrid Hadlow) [Marvel, Pre-Omega, 7/3/2016]

FDI:

La humanidad, un ínfimo punto en el espacio y el tiempo mismo del universo. Para infinidad de razas inteligentes un atajo de incivilizados que colonizar con contadas excepciones sino unos completos desconocidos. En el borde mismo del universo la humanidad podía contarse con los dedos de cualquier extremidad terrícola. En aquel instante la población humana se había duplicado.

Las alarmas habían saltado sin aviso en la sala de control. Cosmo observaba los indicadores intrigado mientras trataba de localizar y sondear mentalmente a los intrusos. Como jefe de seguridad de la estación espacial una mera incursión no programada no era suficiente para ponerlo tenso, muchas vidas eran responsabilidad suya y la experiencia le había enseñado a mantener la calma y actuar con juicio. Como talentoso telépata pocos seres podían ocultarle nada, por eso no fue pequeña su sorpresa cuando comprobó que uno de los sujetos sin identificar resistía sus lecturas. Su primera medida fue ordenar la captura de los intrusos hasta que pudiese evaluar si eran una amenaza.

Mientras tanto en el Cortex del Continuo el mercenario conocido como DEADPOOL y su involuntaria médico de cabecera, la doctora Astrid Hadlow, comprobaban efectivamente que seguían vivos y de una pieza, lo que era un alivio si se tenía en cuenta las probabilidades que habían tenido de  acabar perdidos en el espacio y el tiempo, o en una estrella, gracias a los restos de un teleportador puenteado del holding interdimensional Landau, Luckman y Lake. Por el momento la primera buena noticia era que pisaban sólido, respiraban aire límpio y, para bien o mal, ya no estaban en New York, lo que en el instante en que habían atravesado el portal habría sido muy negativo para la salud de ambos.



La sala tenía paredes negras con pictogramas de luces florescentes. El suelo sin embargo era metálico y no destacaba excesivamente. Cuando el mercenario dio un par de pasos reparó en que habían aparecido en lo que debía ser una sala de teleportación o la mayor plancha que había visto nunca. Todo era demasiado trekkie para no ver el detalle.

Astrid no entendía la mitad de las cosas que decía Wade, todo era un torbellino de palabras en su cabeza que intentaba organizarlas, junto a las ideas. Por el momento parecía que estaban vivos, lo cual era un dato interesante a tener en cuenta. La siguiente duda que se planteaba en su rubia, y no estúpida cabeza, era si mantendrían ese estado mucho más tiempo. Dados los antecedentes de los que escapaban, la manera que habían tenido de hacerlo y que no sabía dónde estaban, sus dudas eran razonables.

- ¿Como se sale de aquí? Debería volver a Nueva York. Hay que llamar a la policía, a seguridad... ¡Esos hombres entraron en mi laboratorio! ¿Sabes quienes eran?

Quizá eran demasiadas preguntas, pero tenía demasiadas dudas que responder, y la decoración del lugar solo suscitaba más preguntas para las que no tenía respuesta. Y eso no le gustaba nada, no tener las respuestas la ponía de mal humor, y estaba empezando a cabrearse un poquito... Dispuesta a obtener información por ella misma se encamino al frente, buscando alguna puerta por la que salir de aquel sitio.

Wade se tomo todo con mejor humor. La incertidumbre respecto a que iba a ser de ellos era una sensación refrescante para alguien tan crecido de si mismo que le costaba considerar el día a día un reto. Al menos hasta que se aburriese. Todavía no sabían su ubicación real y aunque el mercenario albergaba sus sospechas necesitaba algo que las confirmase. A menos claro que pasase del método científico y diese por válidas sus teorías más locas y enrevesadas. Por el momento iba ganando que habían ido a parar a una nave pirata de la alianza Bastards en el espacio Amarr, porque todo es más divertido con piratas y así podría afirmar que los meses pagando la cuota del EVE online habían servido para algo útil.



Antes de que Deadpool pudiera llevarse la mano al pecho en gesto de pésame una puerta automática hasta aquel momento casi indistinguible de la pared se abrió. De su interior comenzaron a salir hombres uniformados y armados, si bien el término hombres era muy poco acertado pues aunque recordaban lejanamente al ser humano, eran claramente otras cosas; que rodearon a la pareja con la organización, rapidez y esa extraña diplomacia, que te invita a no hacer nada raro a menos que no quieras ser disparado pero que te da a entender que si haces cuanto te dicen puede que no te lleves muchos golpes, de un cuerpo policial.



Los guardias apenas levantaron la vista o las armas aunque si que intercambiaron algunas impresiones entre ellos en algo que no recordaba a Huttes pero tampoco debían pillar muy lejos entre sí. Debajo del uniforme se veían pieles azules, verdes y moradas. Algún que otro ojo de más sin pupilas y con iris de más colores. La diferencia de alturas y complexiones hacía que perdieran un tanto de la profesionalidad.



El guardia farfulló algo en su lengua e hizo el gesto universal de calla la boca y sigue el protocolo. Wade ante la duda levantó las manos lentamente.

Astrid estaba empezando a hiperventilar, aquello no estaba saliendo nada bien. ¡Sólo quería terminar de trabajar para irse a casa! Pero nada había salido como ella había querido, no había terminado su te, ni siquiera había terminado de repasar el correo. Desde que aquel hombre enmascarado había entrado en su laboratorio todo se había vuelto un caos. Primero, y sin saber como, había acabado accediendo para ser su médico. ¡Hacia un montón que no ejercía con pacientes! Vale que había sido la cirujana más prometedora de su promoción, pero lo había dejado y ahora sólo abría ratones; pero no, el universo había conspirado en su contra para llevarle un nuevo paciente a la cara, y por si eso no fuera suficiente, como si no fuera poco haberse visto obligada a tener pacientes de nuevo y que este fuera más raro que un perro verde, dos tios del tamaño de armarios empotrados habían entrado en la clínica rompiendo el marco de las puertas en el proceso. Que no es que le importaran las puertas... ¡Pero eran enormes! ¡Y habían doblado los marcos como si fueran nocilla! ¡NOCILLA! ¿Que tipo de hombres doblaban unos marcos metálicos como si fueran de dulce crema chocolateada?

Necesitaba respirar, necesitaba relajarse, necesitaba un dulce y necesitaba comunicarse con aquellos hombres amenazadores que acababan de entrar en la sala. ¿Es que todo el mundo estaba plagado de hombres amenazadores? ¿No podían ser peluches? ¿No podían ser dulces osos pandas? ¡Los pandas se estaban extinguiendo! ¡Los hombres amenazadores no! Afortunadamente Wade le aseguró a la rubia científica que él sabía manejarse en esas circunstancias, menos mal, algo era algo, quizás así sería capaz de regresar a su casa, y con suerte olvidarse de que todo hubiera pasado. Eso sería genial, como decían algunos, de puta madre... madre... madre... ¡MADRE DEL AMOR HERMOSO! ¿Pero que estaba haciendo? De repente, al escuchar a su paciente dirigirse a los soldados, ya no estaba tan segura de que fuera capaz de manejarse en esas circunstancias, ni en ninguna. Ya que era una verdad universalmente conocida de que por mucho que todos piensen que gritando los extranjeros te entienden, realmente no es así. No lo hacen. Y si son solados sólo se ponen nerviosos, o se cabrean, y no es bueno cabrear hombres amenazadores. Y por si fuera poco con chillarles... ¡Va y les insulta! O insulta a la vecina de su madre.... La verdad es que Astrid a esas alturas ya no tenía nada claro, sólo que aquella plataforma metálica estaba dando vueltas y ella hiperventilando... Iban a morir, ella iba a morir, y no creía que fuera a ser agradable... ¡¿Quien le daría de comer al capitán bigotes?!

- Capitán... el capitán... quiero ver al capitán...

Y en ese momento no se supo si Astrid se refería a su gato o al capitán de aquella estación, tampoco tenían muchas formas de saberlo, pues acababa de perder el conocimiento desplomándose de una manera que sólo podía ser calificada de dolorosa.

Wade miró sonriendo a los guardias que no parecían muy habladores. Tampoco tenía pinta de que fuesen socorrerla de inmediato, lo que no le hacía especial gracia. Era su médico de cabecera, si se le moría el primer día de consulta tendría que buscar un sustituto y como se enterase de lo que le paso al último tendría que volver a secuestrarlo.

La puerta de la sala se abrió dejando entre ver una figura menuda. Los guardias se mantuvieron alerta y por unos instantes parecía que nadie reparaba en ella.



La figura entro un poco y se detuvo a un paso por detrás de los guardias.





La figura apenas pestañeó, miraba al mercenario con expresión perdida y la boca abierta pero ni siquiera movía los labios para hablar, era como oír tus propias palabras, salvo por que no eran tuyas. También había algo más, se sentía amodorrado, como si le diese pereza llevarle la contraria.





Sin que nadie les dijese nada un par de los guardias guardaron sus armas y recogieron a Astrid con bastante cuidado, todo fuera dicho. Wade iba a decir algo al respecto, quizás desenfundar las pistolas y avisarles de que no hicieran ninguna tontería haciendo él una, empezaba a valorar que no estuviese alucinando después de todo. Pero por más que se esforzaba no encontraba las ganas. Se sentía apagado.



Antes de acabar la frase Deadpool cayó al suelo redondo. Los guardias se aproximaron sin guardar las armas al igual que Cosmo.



Los guardias cumplieron las ordenes sin apenas cruzar un par de palabras en su alienígena idioma y salieron de la sala con los dos inconscientes. Cosmo observó el Cortex del continuo nuevamente en busca de cualquier otro intruso que hubiese sido capaz de eludirles antes de salir rumbo a la enfermería.

Cuando Astrid abrió los ojos, vio una potente luz, cegadora, brillante... Definitivamente estaba muerta, y aquello seguramente era el cielo, porque estaba en la gloria, tan cómoda y calentita, salvo por una ligera molestia en la cabeza que aumentaba poco a poco. ¿Los dolores de cabeza te seguían hasta la otra vida? Nunca había oído nada semejante, pero claro, tampoco había oído nunca nada sobre gente muerta que volviera a la vida, así que no tenía datos al respecto. Quizás al morirse se había golpeado y por eso le dolía, le diría a alguien si podía curarla, fijo que podían...

- ¿Esto es el cielo? Mi cabeza...

Las palabras salían de su boca como si estuviera drogada, quizás así fuera, o al menos eso le pareció cuando abrió los ojos totalmente y se vio en una enfermería, o al menos creía que era una enfermería, no podía estar del todo segura, mientras un perro con traje de astronauta la miraba fijamente, era inquietante, muy inquietante... ¿Mordería? No tenía muy claro que hacer, pero sabía que lo mejor para socializar con los humanos era demostrarle tus intenciones por el olor, así que le tendió una mano hacia el hocico para que se la olisqueara.

- Hola bonito... ¿Te has perdido? ¿Donde está tu dueño?

Quizás su amo fuera el encargado de aquella enfermería. Y por cierto... ¿Donde estaba Wade? Todavía tenia que curarle....

El labrador olisqueó la mano de Astrid. No parecía nervioso, agresivo ni tan siquiera juguetón. Simplemente parecía aguardar con naturalidad a algo ahí sentado sobre sus cuartos traseros junto a la camilla pero le olisqueó la mano igualmente porque era lo que se esperaba de él. A continuación le dio un pequeño lamentón amistoso para romper el hielo antes de girar el cuello para encarar la puerta.

La puerta de la enfermería se abrió en el acto dejando pasar una figura humanoide, femenina, con un uniforme extraño y que habría pasado completamente por humana de no ser por el color de piel verde y las dos antenas. En una ironía del destino Mantis era humana, medio vietnamita medio alemana, o lo había sido hasta que comenzase a adquirir características de la raza extraterrestre de hombres planta, Cotati. A pesar de la cual, seguía siendo uno de los pocos seres humanos de la estación espacial y dada su experiencia como telépata y consejera de los Guardianes la elección apropiada para entablar un primer contacto con Astrid.

- Hola, veo que ya has conocido a Cosmo. - comentó sonriendo. - Insistió en que viniera a verte en cuanto recobrases la consciencia. Se que será un fuerte shock pero espero que comprendas que ya no estás en la Tierra y antes de que te asustes no eres nuestra prisionera, no has cabreado a nadie y en cuanto nuestros técnicos estudien vuestro caso os mandaremos si podemos de vuelta a casa. - terminó Mantis calmada, sincera y en un fluido inglés.

Cosmo y ella habían concluido que lo último que necesitaba Astrid era volverse a desmayar pero tenían que hacerle ver la realidad. Que estaba sentada junto al jefe de seguridad de la estación espacial podía esperar a que evitasen que tuviera otra crisis de ansiedad.

Astrid miró anonadada a la persona o cosa o algo que acababa de entrar por la puerta, que el perro la olisqueara había sido agradable y familiar, que la lamiera también, aquello ya no tanto. Es decir... ¡Era verde! ¡Tenía antenas! Y a pensar de las muchas mutaciones que había en la tierra, no había visto ninguna que te hiciera parecer una mantis religiosa. ¿Devoraría a sus novios? Pobrecitos... Sin embargo asintió a todo lo que le dijo, quizás mecánicamente, quizás para demostrar que a pesar de su cara de pasmo sus funciones cognitivas la permitían procesar toda aquella información, o al menos parte de ella.

- Tienes antenas... Y eres verde! ¿Donde esta Wade? Es mi paciente, debo atenderlo. Todo esto es una locura, sabes? No debería estar aquí, ninguno de los dos deberíamos estar aquí. Yo estaba en mi laboratorio, tomando el té, iba a leer mis correos, cuando apareció Wade, quería que le curara, pero ya no soy médico, es decir, claro que lo soy, tengo un título. ¿Sabe? Pero no veo pacientes, me da miedo. ¿Irónico, verdad? Bueno, la genética se me da bien. Wade es un mutante, supongo que vino por eso, y por el cáncer. El caso es que me convenció para tratarle, parecía tan desvalido, y tratar a un paciente que no se te puede morir está chupado. ¿Entiende? Debería ser fácil, sin riesgos, pero no lo tengo claro, porque me ha contado cada cosa que... Bueno, no debería decirlas, ya sabe, confidencialidad médico paciente que no pienso romper, pero la asustarían, seguro. O quizás no... El caso es que yo pensaba que quizás no sería tan fácil, pero por suerte sólo tenía una mordedura, bueno, la tiene, como de serpiente, pero como no se puede morir, pues sólo le molestaba, y iba a tratárselo, cortar el tejido necrosado y coser, fácil, sin complicaciones. Pero en ese momento ¡Bum! tres tipos enormes irrumpieron en la sala de curas, parecían cabreados, estaban muy cabredos, me rompieron el marco de la puerta, sabe? Tenían un frasco de sangre y hablaban no se que de propiedades, pero no inmobiliarias, sino de personas. Creo que se referían a que Wade les pertenecía, no se cómo, pero ellos decían que sí. Parecía que iban a matarnos y entonces Wade sacó un pequeño aparato y... Estábamos aquí.

Astrid relató de un tirón, sin apenas respirar y sin tener muy claro porqué toda la serie de catastróficos sucesos que la había llevado desde la seguridad de su laboratorio, y el confort de su té, aunque fuera de máquina a vete a saber que sitio que no estaba en la Tierra. Y aunque aquella chica de antenas le dijera que no tenía motivos para estar preocupada, lo cierto es que lo estaba. Aunque se había quedado más tranquila después de aquel pequeño ataque de incontinencia verbal. Y eso la llevaba a un punto importante. ¿Como demonios habían llegado?

- ¿Y si no estamos en la Tierra, donde estamos? ¿Y como llegamos aquí? Por cierto... ¿Quien es Cosmo?

Mantis no podría haber comprendido por lo que había pasado Astrid de no ser porque era telépata y le era imposible no comprenderla. Cuando la doctora comenzó a sincerarse dejando sacar sus temores y sus últimas vivencias a la luz la consejera sonrió condescendiente y amable. Entendía como la inrupción de Wilson había hecho temblar el mundo de la británica tan bien como los antiguos miedos que había despertado pero sabía que lo superaría solo necesitaba calmarse y una cara amiga. Lo sabía bien, también tenía unas buenas dotes precognictivas.

- Estamos en Sapiencial, una estación espacial en el borde del Universo, dedicada en mayor parte a la investigación científica. También hace las veces de refugio para aquellos sin hogar y se considera neutral en cualquier conflicto galáctico.

El labrador asintió aunque era un detalle que podía pasar por alto facilmente si no se le prestaba atención de forma deliberada. Mantis posiguió con sus explicaciones con calma.

- La estación posee unas instalaciones especiales conocidas como el Cortex del Continuo. No es que sean secretas, no más que la estación misma, pero en malas manos podrían ser muy peligrosas. En todo el Universo conocido las tecnologías de traslación de materia no son mera ciencia ficción pero el Cortex del Continuo es el artefacto más exacto conocido, capaz de enviar y recibir individuos a cualquier lugar y momento del universo mismo. Creemos que Wade pudo robar un dispositivo a alguna cultura alienigena y usarlo para traeros a ambos a la estación por accidente aunque solo son congeturas.

La guardiana se detuvo esperando que Astrid digiriese la explicación antes de responder al resto de sus preguntas. Aquella podía ser con diferencia el hueso más duro de roer pero en un mundo lleno de superhéroes no podía ser tan complicado aceptar la vida inteligente en el espacio. La investigadora solo tenía que pensar con la cabeza, respirar despacio y mirar las antenas.

- Cosmo es el jefe de seguridad de la estación y ese hermoso labrador retriever que ha estado con nosotras dos todo este tiempo. Es un perro, no esperes que le salgan antenas de repente. - comentó divertida mientras el labrador ladró orgulloso. - Suena a broma, lo se, pero es muy listo y sabe hablar aunque para no darte más sustos ha estado callado todo este tiempo. Yo, por cierto, soy Mantis.

El perro miró con una mirada cargada de comprensión a la doctora terrestre. Después no ladró pero una voz en un inglés casi perfecto, quizás con un ligero deje a ruso, sonó en la mente de ésta como si alguien la hablase desde la posición del animal.



Mantis trató de quitar hierro al asunto y serenar a la pobre Astrid tras la súbita revelación.

- Normalmente Cosmo es un cielo, pero la teleportaciones no autorizadas son un tema serio en Sapiencial. Normalmente se limitaría a leer la mente del intruso pero tu paciente parece parcialmente inmune a ello. Hace mucho tiempo que no estoy en la Tierra pero en la estación tenemos a algunas pocas personas que podrían ayudarnos a cortejar la historia de Wade por el método tradicional, es decir, preguntando.

Si iba tranquilizando, poco a poco, pero lo iba haciendo, el hecho de que la mujer de verde con antenas la hablara en tono amistoso y completamente racional ayudaba. No había nada como una charla completamente racional y una buena explicación para calmar los ánimos. Hubo algo que llamó su atención, el hecho de que le dijeran que estaba en una estación de investigación científica. ¡Eso era maravilloso! Quizás después de todo no había tenido tan mala suerte, y que le dijeran que podría volver a su casa era una estupenda noticia. Quizás con un poco de suerte podría echar un vistazo a las investigaciones y aprender un poco de lo que manejaban allí. ¡Conocimientos! Ese era pago más que suficiente por el susto que se había llevado y los hombres de su laboratorio. No pudo evitar que sus ojos hicieran chiribitas emocionada ante la perspectiva de un buen intercambio de saberes.

- ¿Investigación científica? Yo también me dedico a eso. Soy doctora en física y si pudiera me encantaría poder ver en que trabajáis aquí y hablar con vuestros científicos, me gustaría mucho aprender.

Astrid comprendió bien el resto de la explicación que le daban, como siempre solía suceder, cualquier instalación de investigación avanzada podría ser un peligro en malas manos. Quien sabe que pasaría si todas las investigaciones de su universidad, del CERN, o de Industrias Stark cayeran en manos peligrosas... No quería ni imaginárselo, por eso comprendía que fueran recelosos en cuanto a la seguridad, era mejor prevenir que curar.

- Vaya... Nunca había conocido a un perro que fuera telépata... Que cosa más curiosa... Yo soy Astrid Hadlow, un placer señorita Mantis y señor Cosmo.

No había más necesidad de ponerse nerviosa, tenía claro que había llegado a un lugar amigo, o al menos no enemigo y que aquellas personas o seres eran muy amables. Comprendía que el asunto de Wade fuera ligeramente espinoso, incluso a ella misma se lo parecía, no creía que fuera alguien completamente bondadoso, pero tampoco que fuera malo, simplemente era.... especial.

- Comprendo sus dudas hacia el señor Wade, y si sirve de algo, en mi opinión profesional, el señor Wade padece trastornos psiquiátricos fuertemente enraizados, ligados a traumas personales del pasado, por lo que él mismo me ha contado, parece ser que fue sujeto de experimentaciones genéticas ilegales en seres humanos. Por lo que imagino debieron de someterle a tratamientos muy dolorosos y agresivos. No soy experta en psiquiatría pero... parece que esté relacionado todo.

Quizás preguntar era la mejor manera, a fin de cuentas era la única que ella conocía hasta el momento, pero se sentía en su obligación como médico y científica las causas por las que ella creía que era complicado entrar en su mente. Tampoco podía saberlo, nunca había entrado en la mente de nadie... Ella no podía hacer esas cosas, aunque estaría bien poder hacerlo...

Mantis sonrió asintiendo. No podía garantizar a Astrid que fuese a aprender mucho pero obtener una visita guiada sería sencillo con la aprobación de Cosmo. En Sapiencial los estudios sólo podían tener dos propósitos, aumentar sus conocimientos del universo y mejorar las vidas de sus habitantes. Sus autores eran cuidadosos con que nada se utilizase con otro fin conscientes del daño que podía hacer no ya en malas manos, sino en manos inexpertas. La doctora, aun con sus buenas intenciones, no tendría muchas oportunidades de atesorar una fracción de dichos avances, no como visitante. Dada su condición de viajera temporal su estancia en la estación sería demasiado breve para poder desarrollarse de verdad.



Cosmo miraba a Astrid con aquella mirada cargada de inteligencia, a pesar de la cual, seguía siendo un perro que parecía hacer un enorme esfuerzo para estarse quieto, con la atención puesta en mil sitios. Cuando la doctora comenzó a dar su opinión clínica sobre Wade el labrador dejó de jadear y permaneció más quieto prestando atención antes de responder o, al menos, aparentándolo. Como telépata no es que fuera necesario mirar a su interlocutor para mantener una conversación como no necesitaba mover los labios pero las normas de etiqueta de medio millar de civilizaciones espaciales seguían dictando que era una falta de respeto no tener los sentidos más obvios centrados en ella. Si bien no existía unanimidad sobre que puntos de la anatomía del sujeto debían ser observados sin incurrir en algún tipo de comportamiento grosero.



- Dos de nuestros amigos están ya con él. Si todo va bien no le llevará mucho. - comentó Mantis segura. - Mientras si ya te encuentras mejor podríamos dar una vuelta por el complejo científico juntas. Estoy seguro que a Cosmo no le importará si cumplimos los protocolos de seguridad y prevención de riesgos. - sentenció sonriendo.

El cánido quedó unos segundos pensativo. Si estaba dándole una charla telepática de avisos a Mantis sobre todo lo que no debían hacer si no querían causarle problemas a él y por ende a toda la estación la psíquica no parecía afligida y sonreía certera de que Cosmo cedería.

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Mientras tanto...

Dos figuras se aproximan a la celda de contención. La primera hace aspavientos con las manos mientras levanta la voz. Contrario a la media galáctica solo tiene dos extremidades superiores, un color de piel rosado y habla un inglés con un marcado acento de Arizona.

- ...Te digo que está loco y es peligroso.

- ¿Está encerrado en contención, no le hemos visto todavía y pretendes que le digamos a Cosmo que lo tire por la escotilla porque alguien te comentó que tenía problemas mentales?

Jack se llevó las manos a la cabeza frustrado. Peter no visitaba la tierra desde hacía años si no era para advertir de alguna amenaza galáctica y largarse poco después. Cuando fueron a avisar a Reed Richards de la posibilidad de una invasión desde la Zona Negativa faltó poco para que se riesen de ellos por llamarse los Guardianes de la Galaxia. No conocía a Deadpool y aunque él no lo conocía personalmente había oído suficiente para saber que su presencia en Sapiencial era algo malo. Muy malo.

- Es un mercenario, un asesino a sueldo. ¿Recuerdas la silla de ruedas?

- ¿No fue Bullseye quien te dejó así?

Jack asintió ominoso mientras caminaban. No hacía tanto que el asesino que nunca falla le había dejado paralítico de un golpe en la médula espinal completamente deliberado. De no ser por los médicos de Sapiencial habría tenido que conseguir una silla nueva tras el desastre de la Zona Negativa.

- Cuentan que han trabajado juntos en varias ocasiones. También pusieron precio a la cabeza de Deadpool y combatieron entre sí. Sigue vivo y entero. Dice bastante al respecto.

- ¿Y crees que si está aquí es por que tenga un contrato?

Peter no terminaba de estar convencido mientras alcanzaban la celda. Puede que tuvieran unos cuantos enemigos en la Tierra pero quien en su sano juicio contrataba un mercenario para matar a unos tipos en la otra parte del Universo. Era descabellado. En todo el cosmo podía haber unos cuantos villanos así pero ninguno de ellos se rebajaría a contratar un terrícola para el trabajo y pocos mercenarios humanos aceptarían un pago en una moneda sin curso legal en la Tierra. Sencillamente no encajaba y Cosmo le había dicho que los técnicos habían corroborado la teoría del accidente, por insólito que fuese. Habían encontrado hasta un chicle en el teleportador.

- Puede sonar raro pero también es famoso por estar como una regadera.

Un par de guardias alienígenas se apartaron para dejarles abrir el acceso a la celda y pasar al interior.

- No podemos dar una valoración superficial. - sentenció Peter.

En el interior Wade se hallaba atado a una silla metálica extensión misma del suelo de la sala. Lo único que no habían hecho había sido amordazarle. Los guardias parecían arrepentirse de ello completamente.



Peter Quill enarcó una ceja mientras Jack Flag se sujetaba la frente cansado. Wade reparó en la visita y entusiasmado de un nuevo público saludó de inmediato.



- ¿Que decías de una valoración superficial? - comentó Jack procurando no mirar.

Estaba emocionada, aunque sólo fuera una visita rápida, tener la oportunidad de saber que se cocía en un centro de investigación espacial. Uno de esos como en las películas de ciencia ficción, poder atisbar lo avanzados que estaban con respecto a sus conocimientos, quizás obtener un comienzo para hacer sus propias investigaciones cuando llegara a su laboratorio, saber si el camino que tomaba en sus teorías era el correcto. ¡Había tantas cosas que podía aprender!

Pero como había dicho Cosmo, había que respetar los protocolos de seguridad de aquel sitio, así que esperó obedientemente a que Mantis le indicara que la siguiera, haciendo lo que decía. No tenían unos protocolos demasiado diferentes a los de su laboratorio, no molestar al personal, no toquetear las cosas, seguridad para entrar en cada laboratorio... Lo normal en un centro de investigación avanzado. Atendía atentamente a todas las explicaciones que su guía tenía para darle y tomaba buena nota mental de todas ellas, preguntando siempre que podía. Cuando le explicó los posibles peligros de que las investigaciones de aquel lugar cayeran en malas manos comprendió lo que quería decir, lo mismo pasaba en la Tierra, todo descubrimiento podía ser utilizado para hacer cosas buenas o malas. Wade era un claro ejemplo de descubrimientos mal utilizados, y no faltaban los rumores sobre laboratorios gubernamentales o de empresas privadas que trabajaban en desarrollar cáncer ahorrándose la exposición a agentes mutágenos ambientales de forma prolongada. Unos rumores a los que ella no quería dar mucha credibilidad pero que tampoco descartaba del todo, y menos teniendo en cuenta las cosas que se veían pululando por Nueva York...

- Vale, centrate Wilson y repite de nuevo la última parte. - Imploró Peter Quill armándose de paciencia.

Los Guardianes de la Galaxia no era exactamente el pináculo de la cordura, al menos en ningún sistema que conociera él, pero Wade Wilson, más conocido en la Tierra como el mercenario DEADPOOL, era en efecto y como había sentenciado Jack Flag, un sonado peligroso.



Las caras serias de ambos guardianes se le quedaron mirando en silencio.



Jack Flag carraspeo la garganta.



Peter se llevó los dedos a la frente pensativo. La idea de no muertos bebedores de sangre con siglos de existencia no le era inconcebible pero costaba verlo. A veces la Tierra le parecía el lugar más extraño del cosmos.



Jack y Peter se miraron mutuamente. Después de media hora haciéndole preguntas a Wade cualquiera estaría deseoso de echarlo de Sapiencial, o bien, cerrar con llave y tirarla por un agujero negro. Para el de Arizona no había ninguna otra alternativa. El líder de los Guardianes de la Galaxia por otro lado debía meditar todas las posibilidades. Mantis les había comentado lo que sabían gracias a la compañera del mercenario, la doctora Astrid Hadlow, y como ésta se sentía responsable de la salud de él. Wade parecía también preocuparse sinceramente por ella.

- Te liberaremos y podrás reunirte con la doctora Hadlow, pero quedará terminantemente prohibido el uso de armamento en la estación, el cual será confiscado hasta que los técnicos de Sapiencial consigan una ruta para llevaros de vuelta a la Tierra.

Jack resopló resignado. Wade por contra sonrió contento y dio un pequeño salto para celebrarlo. Las ataduras no le permitieron moverse demasiado.



- Cosmo nos ha pedido un informe para valorar si podíais caminar libre por la nave. No hagas ninguna estupidez de la que puedas arrepentirte, Wilson.



El papeleo llevo algo más pero al final Cosmo aprobó poner en libertad vigilada al mercenario. Wade salió de la celda con las muñecas y el trasero entumecidos pero poco más. Si no hubiera podido hablar se habría vuelto loco ahí metido pero por fortuna su cordura permanecía intacta... Tan mal como siempre. Los guardias respiraban aliviados de ocuparse de otras obligaciones menos molestas y de los guardianes de la galaxia no había ni rastro. Antes de que pudiera perderse se encontró con Astrid que regresaba de su tour por los laboratorios junto a la mujer más verde que recordaba en mucho tiempo. Wade comenzó a agitar las manos.

Cuando terminó la visita por los laboratorios Astrid fue guiada por Mantis, al parecer habían comprobado que Wilson no era peligroso y lo habían soltado. Mas que verle le escuchó gritar su nombre para luego ver como agitaba las manos llamando su atención, desde luego que era un tipo entrañable. No negaba que quizás algo peligroso, pero no parecía estar lleno de maldad o malas intenciones, algo que la tranquilizaba bastante en lo que a tratar con él respectaba.

- ¡Wade! ¿Estás bien? Tienes que dejarme que te mire el cuello, aquí tienen una enfermería muy bien preparada. Seguro que a Cosmo y a Mantis no les importa que te eche un vistazo allí. ¿Verdad? Por cierto, ella es Mantis, me ha enseñado todo esto. Es un sitio genial.

Astrid estaba contenta por verlo libre de nuevo, eso significaba que estaba bien y que pronto volvería a su casa. Señaló a su simpática acompañante para presentársela a su paciente, la verdad es que su aspecto era extraño de verdad, pero era de lo más común en aquel sitio. Parecía que estaba de moda en Sapiencial eso de llevar antenas. Esperaba que no se pusiera de moda en la tierra, a ella no terminaba de convencerle eso de que le crecieran apéndices en la cabeza.

- Me han dicho que pronto podremos volver a casa. Aunque la verdad es que me gustaría volver alguna vez, hacen cosas increíbles aquí y me gustaría participar. ¿Crees que me dejarán?

Wade sonrió satisfecho de tanta atención. Estaba tentado a decir que le dolía un poquitín y que quizás tuviese que arroparle, darle una taza de leche caliente con miel y contarle un cuento mientras le hacía el examen médico pero Mantis le dedicó una mirada de "ni se te ocurra" que casi podía oírla dentro de su cabeza. Cuando volvió a mirar a la mujer verde sonreía inocente y tranquila, Un poco pertubadora, mientras Astrid la presentaba.



- No es molestia, Wade, Cosmo me ha dicho que podéis utilizar la instalación médica siempre que se encargue Astrid y se limite al diagnostico y tratamiento de seres humanos. - sentenció sonriendo. Nada que sonase ilógico, por supuesto, el personal médico de la estación no estaba muy familiarizado con la fisiología terrestre para empezar. - Si requieres algún medicamento o dispositivo sería necesario la aprobación de uno de nuestros doctores. - terminó de aclarar a Astrid.

El mercenario no supo si tomarse aquello como una buena noticia pero tratando de no pensar en mesas de operaciones ensangrentadas con rayos laser mortales optó por asumir que lo mejor sería terminar o empezar, según se viese, su tratamiento cuanto antes. Ahora que no tenían al conde Mácula detrás suya y podían tomarse un respiro era un buen momento. Aunque también quería comer algo. Astrid por su parte estaba entusiasmada con aquel lugar. Debía estar a dos pasos de que le dieran el sable láser.

Astrid llevó a Wade hasta la enfermería, pero como estaba un poco desubicada después de tanto paseo Mantis tuvo que guiarlos hasta el lugar de nuevo, allí pidió permiso a los doctores que se encontraban allí para usar el instrumental y algunos anestésicos, si era un buen paciente, no necesitaría antibióticos. Tras explorar la herida que le molestaba, observó que el tejido de alrededor estaba necrosado, lo mejor que podía hacer era retirarlo, con cuidado y cerrar la herida con sutura, si se la cuidaba ni siquiera le quedaría cicatriz.

Tras inyectar una ligera anestesia local, para evitar el dolor, se dispuso a retirar el tejido necrosado con un escalpelo, la verdad es que era una tontería lo de la cicatriz, por lo poco que vio al retirarle un poco la máscara, parecía estar lleno de ellas, quizás por eso no quería quitársela, lo respetaba, seguramente se sentía acomplejado por su aspecto, y aunque a ella era algo que le daba igual, comprendía sus razones. Afortunadamente el daño no se había extendido demasiado y no tuvo mucho que retirar, cuando terminó de coser la herida, la tapó con un par de apósitos estériles antes de recolocarle la máscara con cuidado.

- Bueno, esto ya está. Procura no mojarla y mantenerla limpia para evitar infecciones, y los movimientos bruscos para que no se te abran los puntos, en una semana, pásate por mi laboratorio y te los quito, vale?

Ya no tenía nada más que hacer en la enfermería y la verdad es que empezaba a tener hambre, quizás si que la idea de Wade de ir a comer a algún sitio por allí era buena. Si volvía a proponerlo secundaría la idea, aunque le daba un poco de reparo decirlo ella después de la amabilidad con la que los habían tratado en aquel lugar, sobre todo teniendo en cuenta que habíamos llegado sin invitación y sin avisar. Esperaba poder recibir algún día una invitación para volver a Sapiencial, como investigadora, estaba segura que sería una experiencia estupenda.

Wade no se resistió más y siguió a Astrid hasta la enfermería suspirando cual niño que ha dejado de patalear tras varias amenazas sobre cenar verduras y quedarse sin postre. Una vez allí el mercenario teatralizó un poco todo pero acabó dejándose mirar sin más revuelo. Después de todo era su doctora y él su paciente, tenía que quejarse un poco, poner ojitos tristes y pedir una piruleta, era parte de su relación profesional. Además no quería que ningún doctor Zoiberg de aquel agujero espacial le mirase o tocase la herida. Ya se fiaba suficiente poco de la profesión médica como para depositar su salud en manos de un doctor en bellas artes del espacio exterior.



Dicho aquello parecía que no tenían ningún asunto adicional que tratar en la enfermería, lo que siempre era una buena noticia, especialmente si tenían sondas rectales por la zona; y su herida chunga había pasado a la cola de asuntos importantes durante una temporada hasta la siguiente cita médica o mientras no evolucionase a peor, que era lo que le ocurría en ocasiones a las personas que no eran habitualmente él. Así que tocaba aplacar la ira de su estómago.



Vuelto a la vida Wade parecía embriagado de solo pensar que podrían ponerle. Le devolvería la mirada o mantendrían un debate sobre la evolución de las acciones de Apple. Solo esperaba que no supiera a pollo después, sería muy decepcionante. Mantis iba a proponer que fueran a tomar algo cuando el mercenario ya tenía en la práctica la mano de Astrid agarrada y lista para marcharse. Sonrió.

- La cantina se encuentra un par de plantas más abajo. Tengo cosas que hacer pero podéis iros. No os preocupéis, no os perderéis.

Wade recibió el mensaje como la señal de que se marchasen cuanto antes. No era que la chica-clorofila le desagradase, tenía unos rasgos humanos muy marcados, excepcionalmente marcados si se lo permitían decir. Aunque hubiese quien le tachase de superficial a él una piel verde, unos apéndices adicionales o unos kilitos de más no le suponían algo significativo. ¡Había salido con Big Bertha! Pero los telépatas no eran trigo limpio, aun cuando él tenía la cabeza tan mal que no conseguían sacarle nada.

Mantis sabía que el mercenario se sentía más cómodo lejos de él. No hacía falta ningún poder para darse cuenta. Así que lo mejor era dejarles dar una vuelta. No estaba seguro de que Wade no fuese a montar una pero confiaba en que la presencia de Astrid redujese las probabilidades. Se despidió de ambos tranquila.

Seguí a Wade siguiendo las instrucciones que Mantis nos había dado para llegar hasta la cantina, una vez allí y sin tener muy claro que tipo de comida servían allí, pedí simplemente lo que todos pedían, si todos lo comían no podía ser tan malo, y una vez servida probé lo que parecía ser una especie de cocina de fusión étnica, seguramente sería fusión pero de otros planetas y razas y esas cosas. Y para mi sorpresa estaba buena, llenaba bastante, era contundente, eso fijo, pero era fresco y potente a la vez, como si hubieran mezclado la comida latinoamericana con la comida asiática, difícil de describir pero sabrosa, muy sabrosa.

Le ofreció a Wade que probara de su plato las cosas que él no tenía para intercambiar nuevas experiencias culinarias, todo estaba muy rico y tenía bastante apetito como para apreciarlo aún más, aunque ahora que todo estaba resuelto y todas sus necesidades cubiertas empezaba a preguntarse cuando volvería a casa o si incluso podría hacerlo o volver a su laboratorio.

- Wade. ¿Crees que podré volver al laboratorio? Es decir, ¿Volverán esos tipos por allí? ¿O debería ir buscando un nuevo trabajo?

Esperaba que no, estaba bastante contenta en la universidad, y no había terminado el proyecto en el que estaba trabajando, ni siquiera sabría a quien encargárselo, prácticamente era la única que lo llevaba, ya que su becario estaba muy ocupado con su tesis como para echarle una mano con sus cosas. Y aparte, tampoco es que quisiera desaparecer del mundo así de improvisto, una cosa era querer volver a Sapiencial y otra muy diferente que no la dejaran salir de allí sin poder avisar a nadie.