The Bad Boy is back in town. [+18] (Celsit) 18 de mayo de 2018.

- Please Ladies and Gentleman, we are about to land on the JFK airport. Please, put your seats vertically and fasten your seat belts. Thank you very much and welcome to the United States of America.- Adiós Abyss Knights. Adiós Europa. Hola Estados Unidos. La joven azafata nos pidió que pusiésemos los respaldos en posición vertical pues estábamos a punto de aterrizar en la ciudad de Nueva York. El día anterior había estado recogiendo mis pertenencias de la base de los Abyss antes de que ellos llegasen, así como de mi piso de Ginebra. Había perdido mi moto en Bruselas el pasado mes de abril, pero todavía conservaba mis guitarras. Una me la había traído conmigo, la otra la dejé en mi pequeño piso allí en la ciudad suiza. ¿Que por qué estaba viajando a la gran manzana? Porque allí vivía la única persona que me había tratado genial siempre, y había estado a mi lado siempre que la había necesitado. Sasha Triger. Antes siquiera de saber que ella era una mutante no me rechazó por que yo fuese uno. Nunca había tenido una mala palabra hacia mí, y si alguna vez había tenido que corregirme o decirme algo había sido por mi propio bien. Ahora mismo era la persona a la que más necesitaba ver del mundo.

Cuando el avión aterrizó eran las doce del medio día. Sabía que Sasha cerraba la tienda alrededor de las siete, así que tenía tiempo de ir a verla con calma. Recogí mis maletas, no sin antes esperar casi media hora a que saliesen, y pedí un taxi para que me llevase al hotel donde iba a alojarme. ¿Mis intenciones allí? Lo primero ver a Sasha, pero además quería ver a Xavier para ofrecerle mis servicios de manera total. No quería volver a saber nada de mi antiguo grupo en Europa, y en mi última visita a la mansión el profesor me había tratado como un igual. Quién sabe, incluso podía ayudarle con algo allí en la mansión: ser profesor, convertirme en un miembro de la patrulla... Pero eso podía esperar. Tenía tantas posibilidades que me alegré un poco a decir verdad. Suficiente cabreo traía con las maletas y una pareja de judíos que no pararon de hablar alto en el avión.

Llegué al mismo hotel que la última vez que estuve en Nueva York. Fue cuando Sasha y yo comenzamos a salir... Recordar aquello me hizo sonreír un poco. Abrí la habitación y me desplomé en la cama. Suspiré con fuerza mientras apretaba los puños. Todavía me costaba creer todo lo que había pasado la última semana. Tantos años viviendo una vulgar mentira... Tantas salidas nocturnas que no habían servido más que para cabrear a Tanith cada día más sólo porque, por culpa de Tom o de ella misma, se nos había escapado el maldito Zenn. ¡Y aún tenían el descaro de decir que yo era el responsable! Malditos hipócritas. Me levanté de la cama de un salto y negué con la cabeza. No debía pensar en ellos. Eran mi pasado. Otro recuerdo de mierda más para mi pasado. No tenía suficiente con la muerte de mis padres, la de Leroy, los constantes rechazos en la universidad... Miré por la ventana la ciudad moverse. Tantas personas sin saber que sus vidas podían ser una mentira, igual que la mía. Unos pequeños rayos morados comenzaron a serpentear por mis brazos desde mi pecho hasta mis puños cerrados. Los apreté al igual que los dientes. Entonces miré a mi izquierda y vi un espejo alargado. Sería el típico para tener una imagen completa de tu cuerpo y ver qué tal vas vestido. Entrecerré los ojos y luego los abrí mucho. Mis pupilas habían perdido su color miel y se habían vuelto algo más rojizas, dándome un aspecto un poco siniestro. Entonces me fijé en que mis rayos habían perdido su tono azulado. Se habían vuelto violetas, parecido al de los neones que anunciaban algún club de carretera.

- ¿Pero qué demonios...?- Alargué mi brazo derecho, abriendo la mano por completo. En mi palma una pequeña bola morada comenzó a formarse con los rayos que salían de mi pecho. Apunté a una bombilla que estaba en el otro extremo de la habitación y disparé. Explotó, pero al acercarme a mirar vi que el impacto se había desviado ligeramente hacia la derecha. Unos cinco centímetros. No era mucho, pero a una distancia de cuatro metros habría sido capaz de darle en el ojo a una mosca en movimiento. ¿Qué demonios me estaba pasando? ¿Había fallado yo un disparo a tan poca distancia? Me senté a los piés de la cama y miré las palmas de mis manos. Las delgadísimas líneas moradas serpenteaban en ellas, saltando de una mano a otra. Era la primera vez que me pasaba eso. Los rayos comenzaron a volverse más gruesos y saltaban de mis manos hacia las paredes o los objetos metálicos de la habitación. Intenté controlarlos pero me resultaba casi imposible. No tenía control sobre mis poderes. ¿Por qué? ¿POR QUÉ? Apoyé las manos en mis sienes y me arqueé sobre mis rodillas, apretando con fuerza mi cabeza... Y grité.


"Central Tart". Allí, ante mí, estaba la pequeña pastelería de Sash. Era el único sitio del mundo donde había encontrado un chocolate tan rico como el suizo. Sus bombones me volvían loco. Eran las seis y media de la tarde. No había vuelto a tener un ataque como el de medio día, el cual conseguí controlar al final. Aún estaba algo asustado por lo que había pasado, pero no quería darle muchas vueltas al asunto. Aspiré para relajarme, y entré en la tienda.

Canción de la radio.:

Según entré, unos acordes de guitarra eléctrica resonaron a mi alrededor provenientes de la radio que Sash tenía puesta. Una campanita sonó anunciando mi llegada. No la vi por ninguna parte, pero la puerta de la trastienda estaba abierta, así que supuse que estaría empezando a recoger. El olor a bollo y chocolate me invadió, y aspiré con una sonrisa, dejándome embaucar por aquellos pecados comestibles. No recordaba la última vez que había ido a una pastelería. Quizá un mes, quizá dos. Vete tú a saber. Seguí mirando los estantes hasta que por el rabillo del ojo vi como alguien llegaba al mostrador. Me giré lentamente y allí la vi, con su pequeño delantal, y con una cara como el que acaba de ver un muerto. Yo llevaba una camisa de cuadros abierta y unos vaqueros. Me quité lentamente las gafas de sol y le sonreí moviendo las cejas.

- Hola preciosa... ¿Me echabas de menos?

¡Bien, media horita y para casa! Salí a limpiar las mesas, recogí un par de tazas y platos que quedaron entre las mesas de los comensales y los eché a la pila del obrador, en la trastienda.
Justo terminé de fregar y mientras los colocaba para que se secasen escuché la campanita de la puerta principal. Mientras mis manos se enredaban con el primer trapo seco que pillé, abrí la puerta con el hombro y la cabeza gacha. Levanté la vista mientras me colocaba un mechón rebelde.

Y ahí estaba él.

Debí parecer un animalillo en medio de una autopista. Me paralicé, el trapo se me cayó y el mechón volvió a resbalar por la frente y se me puso delante de la cara. No le veía desde...hace más de un mes... y me había dejado crecer el pelo. ¿Qué hace aquí?

Mi impulso natural hubiera sido saltar, comerle a besos, perderme en sus brazos...
Pero algo me chocaba.
Me erguí lentamente mientras me acercaba. Alargué un brazo que iría a acariciarle la mejilla, al borde del llanto. El cuerpo era de Plana, la voz era de Plana... o muy parecida.
Cuando me acerqué un poco más pude ver sus ojos.
No eran suyos.
Antes de que mi mano le rozase la cara retrocedí un par de pasos, considerándolo.

- ¿Quién eres? - Parecía tan real... pero podía ser una ilusión, o un mutante de transfiguración.... El alma que esos ojos rebelaban no era la de ese chico dulce e inocente del que mi corazón se había enamorado.

- Tus ojos.. tu... ser. No sé... no sé quién eres - ¡Pero parecía demasiado real!

Tan parecido... y tan distinto a la vez...

Quien lo hubiese hecho había jugado bajo y rastrero... Y me dolía profundamente.

"¡Soy yo Sasha! ¡Soy Plana!". Eso quería haberle dicho. Necesitaba creer que era yo... Pero no podía decirlo. Hasta ella me había notado cambiado, o que había algo raro en mí. ¿Tan evidente era? Había leído que algunas veces los poderes pueden cambiar o mutar ligeramente según el estado de ánimo de las personas. Eso podría haber explicado lo de mis rayos morados... Pero seguía preocupado. Si ella se había dado cuenta es que tal vez el cambio era muy drástico. Suspiré y bajé un poco la mirada.

- Hola Sasha... Soy yo, soy Plana, o al menos soy parte del Plana que conociste y del que te enamoraste... Siento haber aparecido así de repente sin avisar ni nada, pero necesitaba verte, hablar contigo. Tengo que contarte algo.- Quería abrazarla. Necesitaba abrazarla aunque sólo fuese una vez. Pero ella estaba con la mosca detrás de la oreja. Estaba casi convencido de que el color de mis ojos la había asustado. Después de todo, mis ojos eran de color miel. Ahora eran de un rojo intenso, y daban bastante mal rollo. Suspiré y me pasé la mano por la nuca. No sabía muy bien por dónde empezar, así que tal vez lo mejor era directamente lanzarse a la piscina, metafóricamente hablando.- Verás, ¿te acuerdas de los Abyss Knights? Son quienes me sacaron del orfanato y me convirtieron en una especie de héroe o guardián de Europa en su grupo. Durante muchos años, creí que mis poderes los había obtenido en el accidente de la central donde trabajaba mi padre... Pero hace un par de días descubrí que no fue así. Yo nací con mis poderes. El accidente sólo los despertó prematuramente, por eso estuve a punto de morir por él. Mi factor de curación aún no estaba desarrollado del todo. Y no fue un simple accidente. Fue un atentado.

Recordé las palabras y la risa de Zenn resonando en mi cabeza. Aquella malvada sonrisa, aquellos ojos desorbitados de un maldito loco enfermo. Aquella puñalada a mi alma que me hizo caer sobre el suelo, respirando entrecortadamente y llenando mi corazón de ira y sufrimiento. Fruncí el ceño con los ojos cerrados y apreté los labios. Suspiré.

- Los Abyss Knights no sólo luchábamos por la paz en Europa. Teníamos un enemigo acérrimo. El Doctor Zenn. Un alienígena psicópata, loco de remate, que deseaba convertirse en el dueño y señor del mundo, o algo así. Fue el némesis de nuestro antiguo líder, Lord Rick, y durante mi primer viaje a Nueva York, cuando nos conocimos, lo asesinó. Tanith nos convenció de que Zenn era nuestro gran enemigo, y que debíamos acabar con él. Yo creía que luchaba por hacer del mundo un lugar mejor, pero desgraciadamente me equivocaba.- Me giré para volver a mirar a Sasha a los ojos, aun sabiendo que posiblemente estuviese deseando que me alejase de ella con cada palabra que pronunciaba.- Tanith estaba enamorada profundamente, por así decirlo, de Lord Rick. Para ella, era algo más que un líder o un amigo. Lo idolatraba. Y tras su muerte, se obsesionó con Zenn. Todo este tiempo hemos puesto nuestras vidas en peligro para vengar la muerte de Rick, para que ella se sintiese mejor y, de algún modo, sintiese que la muerte de aquel al que amaba no había sido en vano. Poco a poco, las misiones eran cada vez más arriesgadas, y muchas veces hasta yo pensaba que era una locura hacer algo en concreto. Pero lo hacía porque creía que era lo correcto...- Me quedé en silencio unos segundos, recordando la escena de Tanith arrodillada, atada de pies y manos, siendo torturada por el alien. Sus gritos, sus lágrimas, su desesperación... En ese momento me habían importado, me habían dolido. Pero ahora... Ahora que sabía la verdad, no era más que una farsa y una mentira. Ya no me importaban una mierda. Por mí podían pudrirse en el infierno.- Fue todo una mentira. Ella me hizo creer que fui el culpable de la muerte de mis padres. Que fui el que provocó que ellos desapareciesen de mi vida cuando todavía era un niño. Lo hizo para que no tuviese ningún otro sitio al que ir, para que sintiese que ellos eran lo único que tenía. Y durante todo este tiempo, lo creí así. Pero hace dos días, el propio Zenn me abrió los ojos, mostrándome la gran farsa en la que había vivido toda mi vida... Y Tanith lo reconoció, sin inmutarse ni lo más mínimo.

Tuve que apretar los puños para evitar que unas lágrimas de pura rabia saliesen de mis ojos. Unos pocos rayos morados me recorrieron las manos y parte de los brazos. Abrí de nuevo los ojos y subí un poco las manos, enfocando las palmas hacia arriba y hacia Sash, mostrándole el nuevo color de mis poderes.

- No sé por qué ahora mis poderes son así. No sé por qué tienen este color... Necesitaba hablar con alguien, contarle todo esto que me ha pasado... Y no hay nadie en el mundo a quien quiera más que a ti. Siento pedírtelo, pero eres la persona más importante que tengo.- Y extendí mi mano hacia ella sin los rayos, como la noche en la playa. Como el día de la montaña en Ginebra... Esperando que de alguna manera me viese, viese que seguía siendo yo... Pero que ahora la necesitaba más que nunca. Necesitando más que nunca abrazarla.

Cada palabra que se deslizaban por sus labios eran armas de doble filo. Me ayudaban a desconfiar y a su vez me impedían ver su sinceridad de otro modo que no fuese la de Plana.
Me fui relajando poco a poco, su forma de expresar el dolor y... la mirada...
Había cambiado su color pero su esencia brillaba igual que la ilusión de encontrar afecto en mí.

Recogí el trapo, lo eché en el mostrador y me apoyé escondiendo mi mano izquierda.
Suave, mientras él hablaba deslicé mi móvil sobre la superficie de madera, lisa y pulida y marqué su número.

Él...terminó su explicación y no pude evitarlo. Le di a llamar a su contacto y me abalancé sobre él. Si no pasaba nada sabría que no era él, si sonaba o me lo decía... no cabría duda.
Contuve un par de espasmos como pude por la energía residual y de un salto me agarré a su cintura con mis piernas y a su espalda y cuello con mis brazos... Su calor... Era él.
Hundí mi cara en su hombro y en su pecho. Todo lo que me había contado... ¿era cierto?
Le habían traicionado y le había afectado suficiente como para pasar por todo lo que estaba pasando...

En cuestión de cuatro segundos, lo que tardó el móvil en hacer la llamada, noté la vibración en el bolsillo de su pantalón.

- No lo cojas, soy yo - murmuré dejando que las lágrimas brotasen para morir en mis labios. Le había echado tanto de menos... y... ¿él había sufrido todo eso...?
Supuse que había pasado algo y estaba preocupada... No me cogía el teléfono desde hace unos días.
Todas las emociones hicieron una bola de nieve increíble dentro de mí que fue a más y a más... Hasta que me desbordé y como una niña pequeña... lloré.

Moví una mano, sin soltarme, y pulsé el botón de la puerta automática que cerraba la tienda, reduciendo la luz del amanecer de arriba a abajo. Dejándonos a solas, haciendo que desapareciera el mundo. El cacharreo metálico tapó algo los sollozos y gritos de berrinche que me pegué. Supuse que lo último que necesitaba era verme llorar pero... No pude evitarlo. Mi preocupación desapareció, egoístamente, al verle vivo.
Musité entre llantos que intenté aplacar en vano:
- Me da igual cuánto te haya costado el hotel, si lo has pagado ya, por cuántos días, o cuantas maletas traigas... Te voy a llevar, recogeremos tus cosas e iremos a mi casa- despegué la cara de su latido y enfoqué a donde debían estar sus ojos. Entre nosotros sólo había una pequeña luz blanca que se colaba por la ranura de la puerta de la trastienda, viva por los fluorescentes.

Y por primera vez en mi vida, me desnudé ante lo que era un desconocido para mí, confiando por completo en el amor y perdiendo la cordura entre dolor, placer, y paz.

Cuando terminé de hablar, ella se me lanzó a los brazos y me abrazó. Sentí una vibración en el pantalón pero me dijo que era ella llamándome, que no lo cogiese. Supuse que era para comprobar que se trataba de mí y que no era otro mutante queriendo aprovecharse de ella. Noté su calor, la suavidad de su piel, el olor de su pelo... El cual por cierto tenía un poco más largo. La verdad es que le quedaba genial y estaba guapísima. Y, por primera vez, lloró en mis brazos. La única vez que la había oído llorar fue la otra vez que viajé a Nueva York, cuando se duchaba y fui a recoger mi teléfono a su cuarto. Pude escuchar cómo sollozaba bajo las gotas que caían por su cuerpo. Para animarla le hice una rica cena y la saqué a patear algunos culos de delincuentes por las calles de aquella ciudad, y así fue como nos besamos por primera vez. Sus lágrimas terminaron por contagiarse, y aunque no quería mostrar que en el fondo era un sentimental, no pude evitar que unas lágrimas recorriesen mi rostro. Un ruido metálico proveniente de mis espaldas me sobresaltó ligeramente, pero deduje que se trataba de la puerta. Seguí abrazado a ella, desahogándome y alegrándome de tenerla. Me dijo que recogeríamos las cosas del hotel y me iría a su casa, y la apreté con fuerza.

- Lo siento Sash, siento no haberte llamado estos días. Lo siento de veras. Ha sido todo tan rápido y repentino que apenas fui consciente de ello. No quería creerlo al principio, como si pensase que no se trataba de nada más que una horrible pesadilla...- Esa semana habíamos estado persiguiendo a Zenn por medio Europa, y por fin en mi querida Ginebra le habíamos encontrado. Todo sucedió en menos de cuarenta y ocho horas, sin darme apenas tiempo para hacer nada. Sasha y yo hablábamos prácticamente todos los días, o casi todos. Y yo sabía que ella se preocupaba cuando salía a alguna misión. Era bastante resistente, pero no era inmortal. Me sentí fatal al darme cuenta de que habían sido tres días sin dar señales de vida. Ni mensajes, ni llamadas, ni nada. Preferí ir directamente. Si le decía que estaba mal o algo así la preocuparía enormemente. Además, no sabía hasta qué punto yo era capaz de aguantar por teléfono sin estallar de ira o impotencia. Cara a cara. Si tenía que llorar, sería más fácil con ella delante.

El silencio nos rodeó, quedando únicamente ella y yo. A pesar de que con ella estaba genial, aún sentía ira y odio en mis venas. Me comían como una enfermedad por dentro, y notaba como el vello de mi cuerpo se erizaba con la electricidad estática de mis células. ¿Por qué? ¿Por qué me pasaba eso? Maldita sea, quería golpear algo con fuerza. Quería descargar miles de rayos contra algo... O contra alguien. Pensé en el hombre del callejón. En el pobre desgraciado al que maté llevado por la ira. ¿Debía contárselo a Sasha? No lo sé... Nunca había matado porque sí. Odiaba matar. De hecho, no recordaba haberlo hecho nunca, al menos no de manera consciente. Si alguien había muerto durante una de nuestras misiones no había sido por voluntad propia. Prefería dejarlos inconscientes antes que acabar con sus vidas. Y pensé en Zenn. En como le había golpeado con el Catalizador hasta desfigurarle la cara y romperle los huesos, y luego le había golpeado con una descarga de más de un millón de voltios. Apreté los ojos mientras caía una lágrima, sin separarme de Sash.

- Yo... le maté. Maté a Zenn Sash... La ira me corroyó y descargué toda mi furia contra él. No sé qué pasó, pero en ese momento quería hacerlo. Nos había hecho sufrir, me había hecho sufrir. Él fue quien asesinó a mis padres. Fue él quien, queriendo que mis poderes floreciesen antes de tiempo para poder reclutarme para su ejército, hizo explotar la centrar eléctrica... No consiguió raptarme, pero fue él. Y yo lo maté, sin ningún tipo de remordimiento.- Sorbí ligeramente con la nariz y separé mi rostro de su hombro para mirarla a los ojos. ¿Me había convertido en un monstruo? Dicen que matar a un hombre es una de las sensaciones más placenteras del mundo. Tener esa sensación de poder, de dominio sobre la otra persona y su vida, según decían era de las cosas más excitantes del mundo. Pero para mí no lo fue. Para mí, asesinar a Zenn y a aquel hombre fue algo horrible, doloroso, inhumano. Sin embargo, por otro lado, sabía que, si amenazaban a alguien que me importaba, como Cels, sería capaz de volver a hacerlo. Sería capaz de volver a matar con tal de proteger a la mujer a la que amaba. Y ese sentimiento me hizo sentirme aún más despreciable. Me hizo sentirme vacío, con el alma corrompida. Toda mi fe pendía de un hilo. No se debía matar. Dios nos lo dijo, y aunque no lo hubiese hecho, era cuestión de lógica. El proposito de enmienda estaba a medias en mí. Quería evitar tener que volver a matar, pero sentía que tal vez ya no era una elección en mí... Y eso me mataba.- Y también maté a otro hombre. A un vulgar atracador. Me asaltó cuando huí de la base de Zenn, en un callejón oscuro. La ira y el odio me estaban dominando, amenazó con matarme si no le daba todo lo que tenía... Y yo usé mis poderes contra él. Vi el miedo en sus ojos... El miedo de alguien que sabe que va a morir... Y en lugar de darle la oportunidad de redimirse, de intentar mejorar y volverse un buen hombre, lo maté. Sé que puede asustarte, y no te culpo ni te pido que sigas a mi lado si ya no soy el mismo... Pero no podía tener eso dentro. No podía vivir con ello... Necesitaba confesárselo a alguien... Y me temo que te ha tocado a ti. Sasha... Por primera vez en toda mi vida, tengo verdadero miedo... Tengo miedo de que el monstruo que soy ahora haya matado al Planaria que tú conociste. Tengo miedo de que vuelva a pasar... Tengo miedo...

Tragué saliva mientras la miraba y el labio me tembló. A ella no le haría nada. Antes me mataría que hacerle algo malo... Pero pensar en que mi parte buena, inocente y bondadosa había desaparecido me estaba matando por dentro.

Me bajé de él y le miré fijamente a sus nuevos ojos.

- ESCÚCHAME - utilicé un tono firme, quizá creyese que estuviese cabreada, no era momento para pensar en esas gilipolleces - Si tienes miedo de volver a matar significa que no vas a hacerlo a menos que esté bajo una causa justa. No eres ningún monstruo. Me crié en la mansión y allí estamos más que acostumbrados a creernos que lo somos. Poco a poco nos quitan ese miedo y ¡no es malo! Pero es innecesario- me di cuenta de que lo que necesitaba no era eso sino... comprensión. Y traté con todas mis fuerzas de sonar más suave, y de calmarme... Aunque la paciencia no era mi fuerte -. Oye... La mayoría de mutantes hemos hecho daño a gente que queremos, y créeme, es mucho peor. Tú no quieres volver a hacerlo, si quisieras no estarías aquí y ahora. - y sonreí de pie frente a él alargando mi mano para tocarle la mejilla-... Además yo confío en ti -

Y era cierto.. pero estaba nerviosa, insegura...
Un momento...
¡ya sé lo que necesitaba!

Me giré un momento y cogí una bolsita que tenía sobre el mostrador preparada para llevarme. Metí la mano mientras sonreía y saqué una tableta que yo había hecho esa misma tarde. La abrí sin preguntarle y se la ofrecí dejándole a él el pedazo sin papel y sujetándola yo por la parte de abajo con las dos manos.
Nueces y mix de frutos secos con chocolate puro... No iba a rechazarlo.

Necesitaba que la situación se normalizase... Que volviese su sonrisa a ese rostro tan bonito. Que llenase de luz mis días como lo hacía siempre....
Estaba preocupada y ahora que sabía que estaba bien... Le quería volver a ver.

- ¿Quieres venir a casa? Cierro y salimos.-

Al principio sus palabras sonaron algo bruscas y duras, más de lo que me esperaba. Llegué incluso a pensar que casi me estaba echando la bronca, pero luego sus palabras mostraron más preocupación que otra cosa. Según ella, otros mutantes ya habían pasado por algo parecido o acarreaban la maleta del haber hecho daño a seres queridos. No era la primera vez que me habían llamado monstruo, pero tal vez si era la primera vez donde yo me sentía uno. Desde la colisión de mundos mis creencias religiosas se habían tambaleado. Había dudado hasta de lo más mínimo con todos los seres aparentemente divinos que había encontrado en mi camino, y tal vez eso había influido en mis decisiones o en mi conversión al ser más oscuro y sanguinario en el que me había convertido. Pero las palabras de Sash parecían ser sinceras, como si ella ya hubiese pasado por algo parecido antes. Sabía cosas de su pasado, pero aún había muchas que debía descubrir. No tenía prisa por encontrarlo, simplemente quería vivirlo con ella.

Cuando me ofreció el chocolate, una pequeña y sincera sonrisa cubrió mi rostro. Chocolate. Hacía bastantes días que no lo tomaba, y eso era preocupante para mí. Ese alimento por el cual habría matado me daba la vida siempre que lo necesitaba. Lo mordí y sentí la energía recorriendo mi cuerpo de nuevo. Unas pequeñas serpientes moradas salieron por mis brazos en dirección a mis manos, pero sin dañar a Sash. Lo más probable es que hubiese sentido un pequeño escalofrío. Mientras masticaba me preguntó si quería ir a su casa. Una parte de mí lo deseaba, mientras que otra no. Había dejado la habitación del hotel totalmente patas arriba después de mi arrebato eléctrico, y no quería que me pasase lo mismo con Sash. Así que le propuse algo.

- Está bien, pero con una condición. En la habitación del hotel he tenido un ataque eléctrico que he sido incapaz de controlar, y lo he dejado todo patas arriba y un poco chamuscado.- Terminé de masticar el chocolate y tragué. Qué gusto. Aquello me dio la vida. Un poquito de energía propia hecha por mí.- Aún no sé por qué demonios no podía controlar mis poderes, pero quiero averiguarlo. Si sufro uno de mis ataques saltaré por la ventana para evitar destrozarte todo. No te preocupes por mí, ya sabes que no moriré. Como mucho me haré algo de daño, pero no quiero herirte a ti. Es la única condición que pongo a acompañarte. No... No podría perdonarme hacerte daño.- Ella era lo único que me quedaba en el mundo, además de algunos amigos perdidos por ahí, como Diana, Tony, Billy... Pero como Sasha no había nadie.

Le ayudé a recoger un poco la tienda y salimos. Estaba anocheciendo, y las farolas de la calle alumbraban la acera y la carretera. Estaban algo húmedas, de manera que tal vez había llovido esos días. Mientras ella cerraba la puerta con la persiana metálica, pude ver su espalda y sus piernas. Una parte de mí que llevaba años guardada se encendió ligeramente. De repente, sentí una atracción como nunca había sentido hacia ella, y eso me preocupó. ¿Qué demonios? Un lado salvaje y voraz se abrió paso a través de mi alma, queriendo salir y estallar, y me sonrojé mientras miles de pensamientos recorrían mi cabeza. La respiración se me hizo algo más pesada, jadeando ligeramente, y el rojo de mis ojos brilló tenuemente con un tono morado, mientras unos pequeños rayos recorrían mis pupilas. Sash se giró y me miró. Abrí la boca y cerré los ojos.

- Sasha, yo... Acabo de sentir algo que nunca había sentido... No... No quiero que te asustes, ni que te estremezcas, y por favor no me mires mal, pero... Pero acabo de sentir cómo me ardía el alma de deseo hacia ti... A ver, no es que antes no me pusies... ¡No me atrayeses! Pero lo de ahora ha sido como una llamarada por todo mi cuerpo... Yo... Lo siento, yo no sé qué me está pasando...- Mi sonrojo iba cada vez a más según le decía lo que me había pasado.

Parecía que se encontraba mucho mejor... ¡Siempre lo digo, los dulces hacen feliz a la gente!
Mientras abría la puerta del matalobos me giré al escuchar mi nombre.
Y rompiendo con su inocencia no pude evitar soltar una carcajada.
- No seas idiota anda... entra al coche- y noté cómo se relajó el ambiente.
No sólo no le di importancia (¿Quién se la daría?) sino que me lo tomé como un aviso de que todo iba a mejor. La tensión se esfumaba, fugaz y mi sonrisa salía con más naturalidad.
Negué con la cabeza dejando los ojos en blanco y tras abrirle la puerta me fui al asiento de conductor, no sin antes dejar un cargamento especial aliviapenas en el maletero.
Cerré y la música sonó.

Música:

Llegué a mi piso y después de cerrar el coche, darle un beso y llegar a casa, le acomodé en mi habitación.


- Tengo cuarto de invitados pero estarás más cómodo conmigo ¿no?- evidentemente retórica.

Coloqué su ropa en el armario y le dejé a él descansar en mi sofá sin opción. Aproveché para ponerme un poco más cómoda con una camiseta deportiva grande y unos shorts. Cuando todo estaba listo, me senté a su lado de nuevo en el salón.

- Dime lo que necesites, esta noche cocino yo y preparo algo guay. Sólo dime de lo que tienes ganas, lo que te hace falta y cualquier cosa que te disguste de acuerdo¿- y le cogí de las manos mirándole a los ojos.

- No seas idiota anda... Entra en el coche.- Y me abrió la puerta mientras me sentaba en el asiento del copiloto. El fuego de mi alma aún me recorría y no sabía si sería capaz de soportarlo mucho más. Tenía ganas de besarla, de arrancarle la ropa con violencia y hacer lo que jamás había hecho en toda mi vida... Pero no, no podía hacernos eso. Ella se merecía algo mejor que un simple calentón. Se merecía una cama con pétalos de rosa en el atardecer... ¿En serio? ¿Desde cuándo era tan cursi y tan melodramático? Madura un poco Plana, maldita sea. Sólo es sexo. No, no sólo era sexo, y yo lo sabía, aunque una parte de mí entornaba los ojos y resoplaba con cada pensamiento romántico que tenía. ¿Qué se supone que estaba pasando? Necesitaba gritar, gritar con la fuerza de un trueno, dejarme caer desde un kilómetro de altura mientras descargaba mi ira y mi odio. Mientras ella guardaba cosas en el maletero aproveché para apretar dientes sin mostrarlos y ver los tendones de mis manos tensarse con fuerza mientras los cerraba. Se subió al coche, y lo encendió.

"Closing time
Open all the doors and let you out into the world.
Closing time
Turn all of the lights on over every boy and every girl..."

Arqueé las cejas y repentinamente todos los pensamientos subidos de tono desaparecieron de mi mente, dando paso a miles y miles de recuerdos que invadieron mi mente. Una sonrisa se dibujó en mi rostro con los primeros acordes de aquella canción.

- ¡Qué fuerte! "Closing Time". Hacía que no escuchaba esta canción al menos un par de años... Cuando la escuché por primera vez me la bajé de internet y estaba convencido de que era de Green Day. Es de las primeras canciones que aprendí a tocar con la guitarra...- La voz del cantante de Semisonic comenzó a arrullar el coche, trayéndome miles de recuerdos de mí mismo con la guitarra apoyada en mi rodilla, los cascos puestos, y la nieve cayendo a través de la ventana de mi residencia en Munich. Habían pasado muchos años desde aquellos largos inviernos sin luz, estudiando los principios de la termodinámica, los procesos de integración y las propiedades de los cuerpos en el espacio. Y entonces llegó una frase de aquella canción que no recordaba, pero que de repente quedó grabada en mi corazón. "Every new beginning comes from some other beginning's end". Suspiré. Tal vez era eso... Se había acabado el Planaria bueno y compasivo... No, no podía acabarse. Necesitaba ser esa persona. Había crecido toda mi vida siendo alguien así... Pero, ¿y todas las cosas malas que había sufrido por ser demasiado bueno? Rechazos, amenazas, gente que se había aprovechado de mí... ¿Qué era mejor, ser respetado por temido o por amado? Ya no sabía ni qué pensar, y sinceramente prefería no hacerlo en ese momento. Agarré la mano de Sasha y le miré con una sonrisa.- Gracias...

Llegamos a su piso y colocamos todas mis cosas. Ropa, aparatos, dinero... Lo dejé todo en una pequeña mesilla en la entrada. Saqué también mi teléfono, chamuscado y destrozado. Lo había hecho yo. Quería borrar todo lo que allí había, especialmente los teléfonos de los Abyss y evitar que fuesen capaces de localizarme. Guardé los mensajes que me gustaban y los teléfonos que necesitaría. Saqué un pequeño papel del bolsillo trasero de mi pantalón. Una lista, no muy grande, pero con las personas que merecían la pena.

- Sasha.
- Tony.
- Billy.
- Hans.
- Diana.
- Sophie.
- Jack.
- Lisa.
...

Muchos eran nombres de las únicas personas que no me habían vuelto la espalda durante la universidad, y algunos del orfanato. Diana, Tony, Billy y Sophie eran los únicos de esa lista con poderes, sin contar a Sasha obviamente. Guardé el pequeño papel en la cartera y me senté en el sofá. Estaba cansado, y los efectos del jet lag poco a poco iban siendo cada vez más fuertes. Cels se sentó a mi lado con una pequeña sonrisa y ofreciéndose a ayudarme con cualquier cosa mientras me cogía de las manos. Ella era un ángel. Le sonreí y miré al suelo.

- La verdad es... que no tengo ni idea de qué hacer Sash... Es la segunda vez en toda mi vida donde no sé a dónde debería ir o qué puedo hacer para continuar.- La primera vez había sido hacía muchos años, cuando mataron a Leroy y Tanith fue a buscarme al orfanato. Me ofreció unirme a los Abyss para mejorar el mundo y hacer de nuestra tierra un lugar mejor. Imbécil. Apreté los dientes sin darme cuenta y negué con la cabeza al pensar en aquello.- He venido aquí porque tú eres la persona más importante que tengo, y sabía que de alguna manera tal vez tú pudieses ayudarme, guiarme, darme alguna pista o algo de qué debería hacer... Todos estos años creía que ser un héroe era lo que debía hacer, lo que el mundo necesitaba... Pero ahora mismo tengo esa imagen un poco podrida después de todo lo que ha pasado. Ya no sé si soy capaz de salvar a nadie, de si soy capaz de anteponer mi vida a la de unos inocentes... ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué debería salvar a gente que ni siquiera agradecería el gesto, o que me miran como si fuese una aberración? Haga lo que haga, siempre les parecerá insuficiente o casi que preferirían haber muerto antes de ser rescatados por "algo" como yo, como alguna vez han dicho.- Sin darme cuenta, a medida que iba hablando mi ira iba aumentando, así como mi odio. Unos pequeños rayos morados comenzaron a serpentear por mis piernas y mis ojos volvieron a tornarse ligeramente morados, alejándose un poco del intenso rojo que tenían. ¿Por qué la gente era tan desagradable? ¿Por qué nos miraban como si fuésemos monstruos o asesinos? ¡No lo éramos, maldita sea! Al menos no todos.- Son todos iguales... Preferirían morir a aceptar haber sido salvados por gente como nosotros... Arriesgando mi vida casi a diario para que puedan descansar en sus cálidos hogares, ajenos a todo el dolor que debemos sufrir para que puedan dormir tranquilos. ¿No te parece injusto?

Vi mis rayos y me concentré para volver a guardarlos. Lo último que quería era electrocutar a Sasha. Poco a poco, fueron desapareciendo, pero mi cabreo estaba aún allí. Eran demasiadas cosas en mi cabeza y corazón. Demasiadas cosas malas, y muy pocas buenas. Al menos, allí estaba ella, un faro en medio de toda esa tiniebla que me rodeaba...

¿Cómo se estaba hundiendo tanto? Había pasado una experiencia muy traumática y su dolor estaba más que justificado pero tenía que reaccionar. Aunque esta vez no pude evitar cabrearme y condicionar la neutralidad de mis palabras con el tono de mala ostia.

- Te estás tratando de "cosa" y no de "alguien" y eso no me gusta una mierda- creo que fue la primera vez que dije un taco hacia él- Créeme, claro que me parece injusto ¿TE CREES QUE TODA MI VIDA HAN SIDO PALABRAS BONITAS Y CHOCOLATE? HE SIDO DESTERRADA POR LOS MÍOS, MARGINADA POR QUERER SER AMIGA DE TODOS Y AUN ASÍ CONSEGUÍ SER DE LAS MALDITAS MEJORES ALUMNAS DE LA MANSIÓN Y- súbitamente una bombillita se encendió en mi ingenio.

Eso...¡ESO era lo que el necesitaba! ¡¡LA MANSIÓN!!
Tomé aire, y decidí tomármelo con humor, había tenido una idea un poco loca pero puede que genial.
Podía colaborar en la mansión, era muy maño y muy listo para su campo y sería una mano genial dentro de los X-men. Y aunque yo no formase parte de ellos...supongo que me dejarían opinar...¿no?
Pero habían sido demasiadas sensaciones fuertes y necesitaba adrenalina de la buena y un poco de relax. Ya habrá tiempo para pensar en otro momento

-- Muy bien, señorito que acaba de descubrir cómo funciona el mundo. Veremos si de verdad es capaz de salvar un inocente- me levanté casi de un salto y la sonrisa apareció entre mis labios. Me dirigí a nuestra habitación. - ¡Sígueme!- y abrí la ventana de incendios, por donde volvimos la noche que nosotros.... Bueno, esa ventana. Salí a la escalera y me subí en la barra de seguridad haciendo uso de mi buen equilibrio. Me giré para verle.

- Confío en ti - dije mirándole a los ojos con media sonrisa. Y me dejé caer hacia atrás.

Cayó el chaparrón. Sash comenzó a increparme por cómo me trataba a mí mismo y a decirme si era el único que había vivido así. Entonces lo vi claro. Ella había sufrido tanto o más que yo. Al menos yo tenía recuerdo de mi infancia y mi adolescencia. Sasha no recordaba nada más allá de los trece años. Y yo ahí comportándome como un crío pequeño. Pero, ¿qué podía hacer? Estaba dolido, muy dolido, y me sentía mal por las cosas que había hecho... Qué estúpido estaba siendo, y había pocas cosas que me sentasen peor que actuar como un estúpido delante de ella. Resoplé y negué con la cabeza, abatido. Sus palabras se cortaron a mitad, quedándose pensativa. No estaba seguro de si se le acababa de ocurrir alguna idea o simplemente que se había cansado de regañarme, por así decirlo. No era exactamente una bronca, era más bien que le molestaba que me tratase mal o que actuase como si todo fuese un drama. Moví las cejas levemente y separé un poco las manos antes de volver a juntarlas.

- Está bien, está bien, tienes razón... Vale, sí, tal vez haya exagerado todo un poco, pero entiéndeme. Me siento fatal. Siento como si gran parte de mi vida haya sido una gran mentira, como si no pudiese confiar en nadie, o tan sólo en unas poquísimas personas. ES cierto que no soy la persona que más ha sufrido de la historia, pero también he sufrido. No... No quería que pensases que sólo pienso mal de mí. Es solo que... que me sentía abandonado, dejado de lado... Y necesitaba desahogarme un poco.- Sus palabras me sorprendieron. Su tono cambió por completo, volviéndose casi divertido. Fruncí el ceño pero le sonreí. ¿Qué se le había ocurrido ahora? Seguí sus pasos hasta llegar a la habitación. Abrió la ventana que daba a la escalera de incendios y salió. Un flashback de la noche donde todo comenzó me invadió, como una cálida brisa de aire, reconfortándome un poco. La sonrisilla que apareció en su rostro hizo que me quedase quieto y la mirase de medio lado.- Ya me conozco yo esa carilla... ¿Qué estás tramando?

Se subió a la barandilla, se giró y me sonrió.

- Confío en ti.-

- Venga Sash, baja de ahí. ¡Te vas a hacer daño! Jajaja Espera... Sash, ¡NOOOOO!- Vi cómo caía de espaldas, sepultándose hacia el vacío. Apenas tardé dos segundos. Salté por la ventana y me lancé tras ella. Eran muy pocos pisos de caída, así que tenía que actuar rápido. Me impulsé con la barandilla para alcanzarla. El vuelo en dirección al suelo fue una eternidad, a pesar de que a penas duró cuatro segundos. La abracé por la cintura y giré sobre mí mismo, poniéndome entre ella y el suelo. La abracé y cubrí con mi mano su nuca para evitar que se estrellase contra el duro pavimento. Me iba a doler, y mucho. Apreté los dientes y cerré los ojos. ¡Plaf! Un fortísimo golpe seco me recorrió la columna por completo, y mi cabeza rebotó contra la calle. Me dolía hasta el último hueso del cuerpo, y notaba como todos mis músculos se agarrotaron y tensaron. Un grito ahogado, provocado por la contracción del diafragma me impidió emitir sonido alguno, ni siquiera podía pronunciar palabras. Aquello era un infierno. El dolor se me metía dentro del cerebro como un enjambre de avispas furiosas. Un par de lágrimas abandonaron mis ojos provocadas por la punzada que recorría cada uno de mis nervios. Sasha estaba de cara a mí, y dentro del horrible mareo y las nauseas pude ver sus ojos. Tenía una pequeña sonrisa en el rostro, y no parecía estar herida.

Por fin, tras un par de segundos agónicos, fui capaz de formular mis primeras palabras.

- ¿ESQUE QUIERES MATARTE? ¿CÓMO SE TE OCURRE DEJARTE CAER DE ESPALDAS A LA CALLE? ¡Jo.... Der! Cómo duele esto...- Vi su sonrisa, y la satisfacción en sus ojos. Fruncí el ceño, pero no pude evitar que las comisuras de mi boca esbozasen una ligera sonrisa ante su mirada.- ¡No! ¡Conozco esa mirada! ¡Ni se te ocurra decir que tú tenías razón y que no soy tan malo porque te haya salvado! ¡Ayyy! Joder Cels... Un día de estos voy a matarte, en serio...- Y suspiré. Mis huesos, músculos y tendones rotos ya se habían regenerado casi por completo, dejándome únicamente algunos sitios con dolor y un hormigueo recorriéndome el cuerpo. Las lágrimas ya dejaron de salir y apoyé la nuca en el suelo, mirando al cielo. Los dos edificios que formaban el callejón parecían elevarse hasta el cielo. La noche comenzaba a cernirse sobre nosotros, y miré de nuevo a Sash, ahora más calmado y menos dolorido.- Vale, vale, está bien. Tú ganas... ¡Por esta vez! Puede que no sea tan malo... Gracias.

Ese último gracias lo dije bastante a regañadientes. No quería admitirlo, pero esa era la razón por la cual había ido a visitarla. Si había alguien en el mundo capaz de ayudarme en ese momento, sin duda era ella.

Sabía que me salvaría, siempre lo hace…

- Soy incapaz de imaginarme cuánto te ha dolido eso. Y me da igual lo que digas, pero te servirá de lección. No vale para nada si de verdad no duele. ¿Ves? Por mucho que te fastidie… TE-LO-DI-JE. Has sacrificado tu vida por mí. Estamos hablando de TU VIDA. Y eso no es cualquier cosa. No lo has dudado y te has tirado al vacío. Y por eso te quiero - me levanté y cuando se recuperó le tendí la mano.

Volvimos a mi piso por donde salimos. Me colé de un salto en las escaleras de incendios y trepé hasta arriba, en mi piso.
Me deslicé hasta la cocina, abrí la nevera. No sabía si aún estaría subiendo o en el pasillo así que le grité.

- ¿¡QUÉ VAS A QUERER PARA CENAR!? -
Me tocaba cocinar a mí y debería empezar cuanto antes a prepararlo, necesitaba comer mucho mucho. Y después de esto, tendría más apetito.

- NO TENGAS REPARO EN PEDIR LO QUE TÚ QUIERAS, YO LO HAGO-
La verdad es… que estaba raro pero… debería apoyarle hiciera lo que hiciese. Supongo… De eso se trata esto… ¿no?

- "Te lo dije".- Imité cómicamente su voz mientras volvía a sonreír de verdad después de varios días horribles. En realidad, no quería decirlo, pero no había sacrificado mi vida en el sentido estricto de la palabra. Sabía que ella lo había hecho porque tenía mi factor de curación y podía regenerarme en un momento... Aunque, a decir verdad, aunque no o hubiese tenido también me habría lanzado. Volvimos al piso, aunque ella llegó antes. Yo era ágil, rápido y muy bueno escalando, pero ella había estado en el circo. No podía competir con su agilidad, aunque tampoco me importó tener la vista que me proporcionó... ¿PLANA? ¿Qué demonios te pasa? Fuera, fuera esos pensamientos... En realidad, no sé... Nunca antes había pensado en... Ya sabéis, el sexo y demás. A ver, obviamente había pensado, pero siempre lo había visto como algo lejano, distante, que ya descubriría algún día. Pero ahora que estaba con Sasha... No sé, puede que ella fuese la perfecta. Nunca le había preguntado si había tenido una relación o no antes, pero en el fondo me daba igual. Si estaba conmigo por algo sería, y si ella sabía algo del tema tal vez podría ayudarme, pues suficientemente acojonado iba a ir yo como para serlo dos. Pero además, desde que había cambiado por así decirlo, sentía unos impulsos internos extremadamente fuertes, impulsos que siempre había procurado paliar y frenar en todo momento, al menos hasta encontrar a alguien que de verdad mereciese la pena.

Absorto en mis pensamientos no me di cuenta de que Sasha me gritaba a través del piso mientras entraba en él por la ventana. ¿Cena? En realidad me daba igual, cualquier cosa me gustaba.

- Pues la verdad es que cualquier cosa me gusta, ya me conoces... Aunque no te diría que no a un buen plato de pasta, boloñesa o carbonara, lo que más te apetezca. En estos momentos estoy famélico.- ¿Pasta para cenar? Sí, vale, eres un borrico. Ya me contaréis cuando tengáis que comer más de ocho mil calorías al día lo que cenáis.

Anduve un poco por el cuarto, mirando las cosas que allí tenía. Fotos, ropa colgada, una silla, mi maleta... Qué recuerdos de la última vez que estuve allí. Reconocí el cabecero de la cama pues era lo que solía ver cuando hablábamos por skype de fondo. Recorrí la cómoda con la yema de los dedos mientras abandonaba el pequeño cuarto. El olor de la casa era muy característico, aún lo recordaba de la primera vez que estuve. Para mí, cada casa tenía un olor que la hacía única. Nunca había sabido si era por la colonia que usaba Sasha, por los ambientadores, velas aromáticas... Pero había algo, un olor suave e invernal casi. No sabría explicarlo bien. Llegué a la cocina y me froté las manos.

- ¿Puedo ayudarte con algo? Cortar lo que sea, hacerte de pinche básicamente. O darte conversación si te vale también.- Era demasiado activo como para quedarme sentado en un sofá viéndolas venir. Me gustaba hacer cosas, moverme, ayudar, aunque fuese simplemente estar allí con ella.

¡El hombre había hecho su petición! Y ¿Quién era yo para negarle algo a un glotón siendo pastelera?
Conocía su "problemilla" con la comida, así que hice un kilo de pasta. Yo no tenía mucha hambre y seguramente comiese un plato pequeño y llano pero era una manera de asegurarme de que a él no le faltaba de nada. Empecé poniendo una sartén en el fuego y picando cebolla y bacon que tenía en la nevera. Mientras se pochaba, saqué los champiñones laminados de lata, no tenía otros...
Mientras iba haciendo, le indicaba para que sacase los ingredientes, tirase envoltorios y demás. Tampoco quería cansarle, no después de todo lo que había pasado y todo el numerito de la ventana.

Poco a poco eso iba soltando olor y de nuevo, como trabajo de equipo y entre distracciones y risas, lo conseguimos. La mesa estaba puesta y mientras tragaba lentamente mi mini plato, observaba con gracia cómo él prácticamente engullía.
Con algo de música de fondo y una vela que puse en medio de la mesa, sin aroma para que no entorpeciese la degustación del plato. Como yo terminé pronto me fui a mi despensa a buscar algún postre que me hubiese sobrado y encontré la caja que recogí de la tienda antes de salir.
La llevé al salón y la dejé sobre la mesa.
- Son todo tuyos, yo de verdad que no puedo más - dije llevándome una mano a la panza y suspirando mientras terminaba de decirlo. Una hondanada de calor me recorrió el cuerpo, a veces me ocurría después de comer, supongo que porque la caldera interna se pondría a funcionar para digerir. Me cogí la camiseta y la arremangué haciéndole un nudo bajo el sujetador, dejando así a la vista el tatuaje que él me hizo, y lo acaricié. Ya no dolía nada... No pude evitar quedándome sonriendo mientras lo veía.
Lo que me hizo recordar...
- Oye, ¿puedes hacerme un favor? Cuando termines de comer, no hay prisa-  y esperé a que él lo hiciese, para que no interrumpiese su cena. - Ve a mi cuarto, a mi mesilla, y coge dos cosas parecidas que hay sobre mi cómoda. Aparte de la lámpara y el despertador es lo único que hay. Tráemelo por favor - Estuve segura de que eso le alegraría el día, aunque podía equivocarme....

Recuerdo cuando hicimos esas dos rosas. La de papel quemada y la rosa natural congelada. Desde ese día se quedaron ahí, y era lo primero que veía al despertar. La piedra con forma de trueno estaba bien protegida. Y lo comprobé dando un par de toquecitos en mi pecho, comprobando que seguía colgando a modo de collar, por debajo de la camiseta.

Y esperé a que volviera. Quizá me esperaba una noche muy larga pero... Qué idiota. ¿Acaso tendría algo mejor que hacer?

La cena estaba estupenda. La engullí como su llevase días sin comer. Realmente llevaba sin comer nada desde el medio día: un pequeño y frío sandwich en el avión. Apenas me había dado para saborearlo. Un auténtico asco. Vale que los servicios de transporte o que las agencias no fuesen a poner un banquete digno de un rey, pero aquello era demasiado. El cliente se merecía un mínimo. Negué con la cabeza, intentando no pensar en aquello. Me ponía furioso y sólo era una tontería enorme. Era mejor intentar tranquilizarme y dejarme querer por Sasha. Aquellas muestras de cariño me estaban ayudando mucho más de lo que me esperaba. Tal vez era eso lo que necesitaba, un poco de amor y comprensión.

Ella se levantó la camiseta y se la anudó bajo el pecho mientras nos sentábamos en el sofá. Dejó a la vista el tatuaje en forma de relámpago que le hice durante su visita a Ginebra. Una parte de mí sonrió, pero hubo otra que se enfureció. ¿Por qué le había hecho eso? Dañar su piel y su cuerpo. Se suponía que yo iba a protegerla, a cuidarla, y eso no era así. "Vamos, sólo es un pequeño tatuaje, no ha sido nada grave". ¿Y qué? Me habían dicho que los tatuajes dolían al hacerlos. Además, por cómo apretó los dientes el día que se lo hice sabía a ciencia cierta que le había causado mucho dolor. Suspiré ligeramente, evitando por todos los medios soltar nada. No quería ofenderla. No a ella. Se estaba portando muy bien conmigo y no se merecía nada de eso.

Le mostré una ligera sonrisa, un poco forzada aún por el enfado que tenía por lo del tatuaje y me dirigí al dormitorio. Cuando llegué al cuarto, encontré las dos rosas de la noche que comenzamos a salir. Las rocé con la yema de los dedos, y apreté los labios. Unas pequeñas lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas. Yo había sido capaz de hacer aquello, aquellas dos pequeñas flores. Bueno, una la había congelado ella después de que se la regalase, y la otra fue cuando la escuché llorando en su baño por accidente. Pero aquella no era la razón por la que lloraba, sino por lo que vi en el espejo. Mi cara ya no era la de antes. Ya no era el Planaria divertido que habría convertido un trozo de papel en una bonita flor. Ya no era el Planaria que esculpía con una piedra un rayo, o que tatuaba a la chica a la que más amaba. Quería pensar que seguía ahí dentro, en mi alma, oculto tras los últimos días, esperando el momento de salir. Pero cada cosa que veía a mi alrededor, o cada vez que recordaba las muertes que había causado sin el menor remordimiento, lo sentía más lejos y más muerto. Por eso lloraba. Nunca había estado en una situación como la de ahora, y no sabía qué demonios debía hacer. Cogí ambas rosas y las llevé al salón. Allí, Sasha me miró con su sonrisa, tocando ligeramente la piedrecita que le regalé. Sentí una frustración enorme recorriéndome el pecho. Dejé las flores en la mesa, y me senté a su lado. Había hecho todo lo posible por limpiarme las lágrimas, y el nuevo tono rojo de mis ojos ayudaba a ocultarlo un poco, pero conocía lo suficiente a Sasha como para saber que ella se daría cuenta. Intenté actuar de la forma más natural que podía, sonriendo, seguramente como un pazguato.

- Aún recuerdo aquella noche... Fue muy divertido, y me gustó ver cómo lucías aquel traje de heroína. Era bastante marcado, tú ya me entiendes.- Y moví ligeramente las cejas, sonriendo un poco por el comentario ligeramente picante que le había soltado. No hacía esas cosas nunca, pero en ese momento necesité hacerlo. Más que necesité, me salió solo. Un ardiente deseo me recorrió el cuerpo, y tuve que hacer lo posible por contenerlo. Aún tenía demasiadas cosas en la cabeza.

Era distinto. Todo era distinto. Sus ojos. Sus actos, sus gestos su... Esencia.
Él no era Plana. No el que yo conocí a finales de año. No el que sonreía por todo. No ese que hizo que esas flores me estremecieran el corazón.
Había llorado, pero no me pareció momento para hablar de ello.. Todos necesitamos nuestro espacio y es más que evidente que su causa estaba justificada si quería echarse a llorar y patalear como un niño pequeño.

- ¿Desde cuándo eres tú tan atrevido...? - Y le miré de arriba a abajo. Realmente parecía disfrutar con ello aunque ese comentario me sonó ligeramente forzado. - ¿Acaso has tenido alguna experiencia en Ginebra que te haya liberado la mente...? - dije mientras alzaba la mano y la prendía en llamas - Porque sé de alguien que se va a arrepentir si es cierto... - comenté con cierta sorna y gracia burlona.
Y cómo no, se terminó la situación con una carcajada.

Se hacía tarde y aunque es cierto que él estaba muy extraño, y que me inquietaba en parte... Supuse que después de una noche de tranquilidad todo iría mejor. Volvería a ser como era.
No es que me desagradase el "nuevo" Plana pero... No era el que había conocido en sus inicios.
Supongo... que con una pequeña costura en el corazón podría acostumbrarme.

- Creo que necesitamos descansar... Los dos. ¿Te has traído pijama? Tengo ropa que dejarte si no... - dije levantándome y modulando la temperatura de mi cuerpo un poco más fresca. No sé por qué hacía demasiado calor aquella noche. - Vamos a la cama- le cogí de la mano y tiré de él a la habitación.
Al llegar le solté la mano, me di la vuelta y le besé rodeando su cuello con mis brazos y pegándome a él... Era tan... cálido. No en el sentido literal, eso no era novedad para mí. Esa... calidez magnífica que solo ciertas personas pueden transmitir con un abrazo o un beso. Al deshacer el nudo de nuestras bocas, justo antes de separarnos le mordí el labio inferior y tiré hacia mí ligeramente.
Sí... vale... le había echado de menos esté como esté.

- Te espero fuera, si necesitas cualquier cosa estoy al otro lado de la puerta - y dándole una palmadita en la espalda cerré al salir.

Reí ante las insinuaciones de Sasha. Sabía que eran broma, pero no pude evitar encontrarlas graciosas. ¿Te imaginas a Sasha celosa? Nunca nadie lo había sido conmigo, por eso me agradó en parte la sensación. Le sonreí y la miré a los ojos.

- Digamos que tengo un pequeño demonio dentro que bueno, últimamente se me ha escapado un poco más.- Mi sonrisa se volvió algo amarga al sentir mis palabras. Era verdad. Un demonio que durante muchos años había tenido encarcelado se abría paso a través de mi alma ahora. Era duro, pero tenía que aprender a controlarlo, o a vivir con él. Estaba demasiado cansado para pensar en cómo resolver eso ahora mismo, así que cuando Sasha dijo que necesitábamos descansar lo agradecí enormemente. Un apasionado beso en el cuarto y me dejó para que me cambiase, y un poco más caliente que cuando entré. Una parte de mí deseó lanzarme a por ella, arrancarle la ropa y besar cada centímetro de su cuerpo como nunca lo habían hecho. Mis ojos se tornaron ligeramente rojos y una sonrisa pícara me cubrió el rostro. Entonces, agité la cabeza y volví en mí. Apreté los dientes y los ojos, intentando controlar los ardientes deseos que me recorrían el cuerpo de arriba a abajo. Me puse el pijama. Era sencillo. Unos pantalones a cuadros azul marino y una camiseta blanca. Le indiqué que podía pasar y nos acostamos. Un par de besos y morfeo me recogió en sus brazos.


"¿No lo entiendes Planaria? No eres más que un experimenteo que salió mal..."

"Lo sabíamos desde el principio... Todos."

"JAJAJAJAJAJAJAJAJA ¡Patético!"

... Olor a pólvora, a gasolina. Muerte... Muerte a mi alrededor. Mis brazos llenos de rayos tornándose morados. La cara de aquel hombre, rogando clemencia. Sentir una sonrisa en mi rostro. La sonrisa del que sabe que va a matar a alguien indefenso. Calor. Fuego. Lluvia. Gotas cayendo por mi rostro.

"... Y ahora Planaria... Renace."

Tanith siendo torturada. El olor a carne quemada y a sangre me invade. Sombras, dolor, frío. Zenn riendo a mi lado, con aquella risa malévola y desgarradora. Muerte... Muerte... Me lanzo a por él y le agarro del cuello, pero no deja de reír. Es tarde, es demasiado tarde. Ya ha conseguido lo que quería. Ya soy...

"... Mi obra maestra"

Mis rayos son totalmente morados. Mis ojos rojos como la sangre. Mis músculos un poco más desarrollados, y mi mente ya no piensa en las repercusiones de la muerte. Me miro a través de un espejo, y veo como Zenn ríe sin parar.

"¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO..."

- ...OOOOOOOOOO!- Mi respiración era entrecortada y fuerte. Tenía el pecho y el cuello sudorosos. Unos pequeños rayos morados se perdían en las palmas de mis manos. Estaba sentado en la cama, aún conmocionado por todo. Una pesadilla... Sólo había sido una pesadilla... Apoyé mi frente en mi mano mientras recobraba el aliento. Y no pude más. Rompí a llorar. Llevaba varios días aguantando aquello. Varios días guardando en el interior de mi alma un dolor que me abrasaba el cuerpo entero, que se retorcía a través de mí, matándome léntamente y destrozándome la vida. Necesitaba soltarlo, tenía que desahogarme. Tenía que llorar...

Aquel grito... Seguramente sea uno de los que no olvidaré jamás. Fue tan interior... tan roto y tan doloroso a la vez... Sólo pude levantarme como con un resorte y buscar la fuente, aunque no fue muy difícil. Me giré a la derecha y ahí estaba... sentado y cubriendo esos preciosos ojos almen... Mmm... Esos preciosos ojos rojos con las palmas de sus manos.

La habitación se iluminó con cientos de pequeños flashes que salían de sus manos. No pude más que seguir mi instinto , me senté detrás de él, en el hueco que acababa de dejar. Comprobé al tacto que llevaba sudando e inquieto un buen rato. Me coloqué con una pierna colgando de la cama, y la otra envolviendo la mitad de él. Apoyé el pecho y abdomen sobre su espalda y rodeé su cintura con mis brazos, apoyando mi cabeza sobre su espalda.

¿Qué tenía que decir? ¿Que ahora todo iría bien, cuando estábamos sumidos en este caos? ¿Que no había sido para tanto? ¿Que ahora había pasado todo?
Mentiras. Inútiles.

- Llora niño grande... Llora lo que antes ocultabas con ese humor tuyo que nadie tiene. - y me quedé ahí dejando que mi cabeza rebotase en su columna cada vez que respiraba entrecortadamente. - ¿Sabes? Estar aquí es como una montaña rusa, pero sin pagar, así que se disfruta el doble - Y enmudecí.... Quizá no fuese momento.

Y pude notar las ganas de llorar. Ese sobrecogimiento involuntario de los labios y ese dulce pero leve pinzamiento del lacrimal. ¡NO! No. Ese momento era suyo, y sólamente suyo. No tenía derecho a llorar por verle mal. Eso no arregla nada.

- Sólo quiero informarte de que... Cambies como cambies... Yo te voy a seguir queriendo... - y la voz se me resquebrajaba como un polvorón a medida que hablaba - Con que sigas disfrutando de mis dulces... a mí me vale - y joder... no pude evitar llorar...

Sujete la mano de Sasha con la mía mientras iba recobrando el aliento poco a poco. Aunque ella decía que cambiase lo que cambiase me seguiría queriendo, tenía la sensación de haber matado algo en nuestro interior. Haber matado un amor que habíamos fraguado con cariño y respeto. La idea me entristeció aún más, sintiendo una rabia y un odio internos enormes por los Abyss. Si los hubiese tenido delante no habría dudado en que los habría matado, o como mínimo los habría hecho sufrir bajo mis relámpagos. Miles y millones de voltios recorriendo sus cuerpos chamuscados, convirtiéndolos en meras cáscaras. No, tenía que olvidar todo eso. No podía dejar que esos malnacidos siguiesen viviendo en mis pensamientos. Pero sólo había una manera de olvidarlos, de que desapareciesen de mi vida para siempre, y necesitaba a Sasha para ello. Después de recuperar el aliento tras una buena llantina, me giré a mi compañera, para ver que ella, al igual que yo, tenía el rostro surcado por las lágrimas y los ojos rojos. Acaricié su mejilla y apoyé mi frente en la suya.

- Lo siento... Siento todo esto. Todo el dolor que traigo. Es una maleta muy grande. Hay una manera de quitármela de encima, pero necesito tu ayuda. Quiero entrar en los X-Men...- Era la única forma. Empezar una nueva vida desde cero. Bueno, no desde cero, ya que tenía a Sasha a mi lado y había luchado durante toda mi vida contra delincuentes, mutantes y seres mágicos. Sabía qué tenía que hacer y cómo hacerlo. Pero necesitaba cambiar todo.- La otra vez que visitamos la mansión el profesor Xavier dijo que habías vuelto a casa, que te habías vuelto a convertir en una miembro de la patrulla. Yo quiero eso. Necesito eso. Haré lo que haga falta. Dejaré todo lo que tengo en Europa atrás, comenzaré una nueva vida. Podría... Podría ser profesor. Xavier me dijo que allí daban clases a los alumnos que acogían, enseñándoles cómo ser buenos mutantes y a vivir en un mundo como el que nos rodea. Y hoy más que nunca que existan seres con poderes, tanto humanos como no, es una realidad más que palpable después de todo el evento de la colisión de mundos. Podría ser profesor de física o de matemáticas, enseñar a combatir a los alumnos con clases de defensa personal, enseñarles a controlar o a entender sus poderes como hice yo...-

Era un pequeño rayo de esperanza. Aquello podía ser lo que necesitase. Ayudar a otros en lo que no pudieron ayudarme a mí. Cierto es que Sophie me echó un cable sin que yo fuese consciente, pero al final el 90% de lo que había aprendido de mis poderes fue gracias a mi empeño y mi constante búsqueda de peligros y de superarme. Entendía cómo funcionaban los poderes y lo devastadores que podían volverse. Era cuestión de aprender a manejarlos, a aceptarlos y a convertirse en uno con ellos. Lo único que necesitaba era que Xavier me aceptase. Por la reunión que tuvimos en abril yo diría que no habría problema, pero también era posible que necesitase hablar con él de mi nueva situación, explicarle cómo estaba ahora y qué me había pasado... Tal vez así él podría ayudarme, enseñarme un camino hacia la luz, enseñarme cómo volver a ser el Planaria de siempre.

Aquella noticia era maravillosa, un pequeño rayo de luz que sería capaz de iluminar la sonrisa que aquel chico europeo había perdido. Pude sentir de nuevo la calidez... Era una idea brillante. Estaría distraído, distraído de verdad y volcado por completo en una vocación preciosa.
En ese momento se me reflejó un cambio de actitud total. La sonrisa, las ganas, los nervios en el estómago. Todo volvía poco a poco a ser como era antes.

- ¡SI! SI[/b]- Y me calmé - Por favor... serías perfecto. Cuéntale todo a Chavier, lo que ha pasado, cómo te sientes y lo bien que te sentirías haciendo eso, de lo que eres capaz, lo útil que eres... Oye, esa gente, los profesores de la ansión son los que me han hecho a mí ser como soy. Todos ellos son mi familia. Mis padres y madres, o al menos creo que es un cariño parecido... Si tú llegas a significar para un solo niño lo que ellos son para mí... Sé que lo harás genial. De verdad. Te renovará, serás el nuevo nuevo Planaria - Y dejé caer mi peso sobre la almohada, con mis piernas aún rodeando su cuerpo  - Supongo... que estaremos juntos en algunas misiones je... Juntos pateándoles el culo a los malos eh..?- Y me recoloqué, tumbándome por completo en un lado de la cama, de lado, mirándole ofreciéndole el hueco junto a mí.

-Empiezas una nueva vida... Es un periodo precioso para ti aunque el precio que has pagado por ello va a ser demasiado alto. No te estreses por conseguirlo, no te presiones. Necesitas descanso, sé que un poco menos de lo que necesitaría alguien "normal" pero... - y le miré a los ojos expresando una ternura que sólo refleja ESA persona... La persona que te ama por encima de todo lo que existe - - Oye... Lo que quiero decir es que seas un poco justo contigo. Te mereces todos los caprichos, las pausas, los descansos y los mimos que necesites y más. Date tiempo para asimilar todo lo que está pasando y aprovecha esa genial oportunidad que se presenta ante ti. Irá sobre ruedas, yo sé que será así. Confío en ti y en toda la mansión. Lo que te iba a decir... era... - ¿Y si se lo tomaba a mal? ¿Y si el no quería? - a ver, no quiero forzarte pero... te... tú querrías...- Por el amor de dios... ni si quiera nos habíamos acostado.. pero... ARG, AL DIABLO - ¿Quieres vivir conmigo ? Sólosiquieresclaroyhastaquetúquierasmiofertaesindefinidaperovamosquesinoquieresnopasanadayosoloqueríaestarunratocontigo,esdecir,unratonoperoquevamosquesiquieresyesopuesqueamimeapetecemuchoy....

Sasha comenzó a hablar atropelladamente mientras me decía si quería vivir con ella. Vivir con ella... Eso era algo que no me esperaba la verdad. Me reí al ver cómo se le agolpaban las palabras al salir de su boca. Una parte de mí lo deseaba fervientemente. Vivir con ella podría ser precioso. Juntos, trabajando codo con codo como X-men durante nuestras misiones de mutantes. Y llevar por fin una vida normal. Hacía años que no tenía una vida normal con alguien normal. En los Abyss nunca podíamos hacer nada que la gente de a pie hiciese. Y si lo intentábamos hacer, bronca al canto. La puñetera Tanith de los cojones siempre me regañaba porque intentaba llevar una vida normal. "No puedes llevar una vida normal, Plana. No eres normal". ¡Tú sí que no eras normal, bruja! Respiré hondo y olvidé a los Abyss. Ya no eran mi familia. Ahora tenía una nueva. Tenía a Sasha, y pronto si Xavier lo permitía, a los Xmen. Su confianza en mí era enorme. Me hizo sentir muy valorado siendo honestos. Y entonces pensé en otra cosa de la que no había sido tan consciente. Los niños. Si era profesor, tendría a jóvenes mutantes a mi cargo, y por tanto una enorme responsabilidad. No era como cuando salíamos de misión y cuidaba a Leo y a Tom. Esto era distinto. Ellos se quedaban con lo que veían, y aprendían de los maestros, tanto en las aulas como fuera de ellas. Sólo esperaba poder estar a la altura y que ninguno cayese en lo que me convertí yo.

- Supongo que aún tendrás amigos allí. Antiguos profesores y demás. Me gustaría conocer a alguno para que me echase un cable, o al menos para que pudiese darme unas pautas a seguir, un camino, un modo de funcionar... ¿Tú qué me recomendarías? Quiero decir, fuiste alumna y has salido muy bien parada. ¿Qué hicieron los profesores contigo para que fueses como eres? Para que te convirtieses en la increíble mujer que eres a día de hoy... Y con respecto a lo de vivir juntos... Yo creo que podríamos intentarlo. Míralo por el lado positivo, siempre tendrás bateria en el movil, y cuando se vaya la luz podremos ver la tele o usar los aparatos eléctricos que quieras.- Miré sus ojos sonriendo. Realmente era increíble Sasha. Ella había sido capaz de animarme aunque fuese un poco y llenarme de nuevas esperanzas a pesar de lo oscuro que veía todo antes de llegar hasta ella. Sabía que era como un faro para mí. Una luz en medio de la tiniebla que podría llevarme a buen puerto. Si yo era capaz de conseguir que hubiese más alumnos que se convirtiesen en hombres y mujeres decentes como ella, valiosos y únicos, habría valido la pena. ¿Y qué mejor manera de adivinar cómo lo consiguieron que preguntando a una que lo había conseguido? Ella era la respuesta a tantas y tantas preguntas que ahora se arremolinaban en mi cabeza, que me asolaban la mente y el corazón.

Su pregunta pasó desapercibida a mis oídos, al menos en primer instancia, ante su respuesta. No pude evitar sonreír como una palurda y abrazarme a él de un salto. Le estrujaba entre mis brazos, y rodeé su cadera con mi pierna, acercándole a mí todo lo posible. Me asaltó en ese momento a la cabeza una imagen que no pude evitar colorear de tono irónico. La Sasha adolescente, en la mansión, preguntándose si en algún momento llevaría una vida normal. Me reí ante el comentario del chico respecto a las baterías y los apagones. Le miré a los ojos y le besé, dulce pero apasionadamente, terminando con un mordisco en el labio.

- Estúpido adorable...- y me despegué de él para plantarme boca arriba, mirando al techo pensativa, con un brazo sobre mi frente, recordando que me había formulado una pregunta.

- Pues... teniendo en cuenta tu carácter creo que vas a llevarte un poco mal con Logan, aunque ahora que lo pienso compartís el factor de curación. Ehm... Drago seguramente te caiga bien, a mí me parece que tiene buen corazón. Ororo tiene las ideas muy firmes... No sé, todos tienen defectos, como todo el mundo, pero juntos somos un equipo perfecto y ellos lo llevan genial. Respecto a lo que hicieron por mí... No sé. Es cierto que trabajaron muy bien conmigo pero también hay que decir que es lo único que yo he tenido en la vida. Mi primer recuerdo es en la mansión, mi infancia en la mansión, mi adolescencia y madurez en la mansión... Es lo único que he tenido. Pero también hay gente que lo único que tiene son unos padres maltratadores así que... Me siento afortunada. Hicieron que me sintiera querida en todo momento, me protegieron, me cuidaron y me convirtieron en lo que soy. Es... saber hablar y qué decir en cada momento sin dejar de ser natural. Saber respetar la intimidad sin dejar de estar ahí... Es... fantástico. Te saldrá genial, no te preocupes. - y terminé mi discurso con otro beso sutil, apoyando mi mano en su pecho.

- Oye, ¿tienes mucho sueño?- sabía que el jet lag le destrozaba un poco, aunque preguntar no estaba de más. Podríamos dormir o quizá se le ocurriese algo que hacer, y poder pasar la noche.

Sasha estaba siendo un enorme apoyo en esas horas bajas. No sabía si ella era consciente, pero empezaba a ver la luz al final del tunel tras unos días de puro horror. Había vivido un infierno en la tierra y todavía me quedaban secuelas, secuelas que tardarían mucho tiempo en desaparecer. Heridas muy profundas que ni siquiera mi factor de curación era capaz de sanar. Las palabras que me dijo acerca de los otros miembros de la mansión se quedaron almacenadas en mi cabeza. Mal con Logan debido a mi carácter... Tal vez era un gruñón o algo por el estilo. Al menos tendríamos nuestro poder para charlar de algo. Vete tú a saber. Drago tenía buen corazón. Bueno, lo único que esperaba es que no fuese el típico pasmao o que todo le parecía bien. No soportaba a esa gente. Pero... ¿desde cuándo no la soportaba? Ororo... Que nombre más raro. ¿De dónde sería? Bueno, ya me enteraría cuando les conociese. No sabía por qué, a pesar de la alegría inicial por poder ser parte de algo que podía ayudarme, me sentí demasiado crítico con ellos y sus nombres sin siquiera haberlos conocido. Bueno, preferí no pensar más en ello.

Beso arriba y beso abajo, y de repente Sasha me sorprendió con una pregunta. Si tenía mucho sueño. Pff, la verdad es que el jet lag me dejaba hecho mierda, al menos los dos primeros días. Luego me estabilizaba un poco más. Y la pesadilla no había ayudado a que conciliase el sueño. A decir verdad, en ese momento estaba hecho un búho. Me rasqué la nuca y me giré para estar de cara a ella, sentándome como un indio.

- La verdad es que no mucho... El jet lag me destroza los primeros días, ya te lo sabes. Un poco de ejercicio o algún tipo de actividad me vendría bien... ¿Qué hora es? ¿Sabes? Estaría guay... Hacer lo de la noche que empezamos a salir. Ya sabes, patear algunos culos por ahí. Seguro que más de un listillo ha salido a molestar al resto. Además, esta vez tengo yo mi traje de super héroe, de modo que no serías la única que llevase un traje guay. Y permíteme que te diga que me hace un culo de revista. Sólo espero que no intentes mordérmelo.- Y le guiñé un ojo. Un poco de acción me vendría bien. Además, si encontrábamos a algún delincuente o cabrón que se creía lo suficientemente listo como para cometer sus crímenes ocultándose bajo el manto de la noche ya podía prepararse. Tenía ganas de pillar a alguno con las manos en la masa y enseñarle qué era lo que pasaba cuando te pasabas de listo.

Me levanté de la cama y abrí una bolsa alargada. Había traído varias maletas. Una grande con la mayoría de mi ropa y pertenecias, una de traje donde llevaba mis trajes elegantes del trabajo, y una última con el Catalizador, mi traje de héroe y algunas cosas más. Lo saqué y lo colgué en el armario para que pudiese verlo. Era de color negro, con unas franjas grandes azul claro en los hombros, las rodillas y los brazos, y unas delgadas líneas blancas por el costado y en el pecho. Era parecido a un traje de moto de dos piezas, pero le había quitado las protecciones para que fuese más flexible y cómodo. Con él podía moverme con soltura y a toda velocidad, además de protegerme ligeramente de puñaladas y puñetazos. Pensé en teñirlo de otro color, pero desde luego, ese no era el momento. Tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo salir a enfrentarme a algún maleante en el caso de que le apeteciese a Sasha. Me giré e hice un rápido movimiento de cejas señalando mi traje con la cabeza.

- ¿Qué te parece? No está mal, ¿eh?

Un INCREÍBLE y SONORO facepalm fue lo que sonó alrededor de mi habitación cuando se puso de espaldas para ponerse el traje. Sabia que era inocente pero...

Ah, que era en serio... - dije mirándole. La verdad es que le quedaba muy bien pero... ¿¡NECESITO UN JODIDO NEÓN!? Le tenía mucho cariño pero... Vale, aparte de toda insinuación, llevaba todo el día trabajando y mi agenda se había visto bastante apretada últimamente como para ser de lo que más ganas tenía.
Seamos sinceros, tienes a tu novia, en una camiseta ancha y pantalón corto, diciéndote que... en fin. Y cualquier tío responde ¡claro, vayamos a patearle el culo a los malos! Si no quería con un simple "no" bastaría... ya me lo dijo una vez y le respeté.

Pensé en frío. Ha pasado por mucho...y quizá no fuera lo conveniente. Tras echarle otra ojeada con el traje pausadamente lo pensé.

- ¿Es eso lo que necesitas? Sólo dímelo. Si es lo que necesitas saldremos las horas que necesites- dije sonriendo, sentada a lo indio en la cama.
- El traje te queda muy bien, aunque si te soy sincera lo que a mí me apetece más es arrancártelo- dije nerviosa, mordiéndome el labio de abajo inconscientemente.

Vamos a ver... Sí, no era la mejor situación. Pero todo ser humano estrenado sabe que el sexo como actividad es la MEJOR para distraerse. Y... para todo. Además nos conocíamos desde hace más de seis meses. Llevaba saliendo poco tiempo con él, sí, pero entre la distancia, la locura de lo sucedido... Las cosas no estaban como para perder tiempo. Y ...   sus ojos, su barbita, su...
¡Que una no es de piedra!

- El traje te queda muy bien, aunque si te soy sincera lo que a mí me apetece más es arrancártelo.- Y se mordió el labio. Abrí mucho los ojos y la miré, sin creer si había entendido lo que había entendido.

- ¿Q... Qué?- Y entonces, como una bola de demolición al golpear una pared, como una locomotora descarriada que arrolla un bosque, como el Titanic cuando chocó contra el iceberg, sus palabras chocaron contra mí. "¿Quieres vivir conmigo?", "¿Tienes mucho sueño?", "Lo que a mí me apetece más es arrancártelo"... Click, click, click, click, click, click... Todos esos pequeños engranajes en mi mente se pusieron en marcha, encajando cada una de las frases de Sasha como un gran mural de pintura ante mis ojos, y sólo pude pensar en una cosa.

GOD OF FUCKING NOOBS

Eso fue lo que apareció en mi mente. ¡¡¡¡¡¡¡¿CÓMO?!!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¿CÓMO HABÍA PODIDO SER TAN ESTÚPIDO CUANDO LO TENÍA AHÍ MISMO?!!!!!!! Me quité el estúpido traje y me lancé a la cama, cogiendo a Sasha por los mofletes y plantándole un enorme morreo que habría hecho callar a cualquiera.

- ¡Lo siento! ¡Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento, lo siento!- Dije mientras iba besando sus labios y su rostro.- Soy tan estúpido, ¡tan jodido novato! Perdóname, no... Soy un completo inútil con las indirectas, incluso las más sutiles. Lo siento de veras... Debes estar cagándote en mí en estos momentos, ¿verdad? Lo siento, ya sabes que yo... Bueno, que nunca había tenido una novia antes, y hay tantas cosas que aún son nuevas para mí... Con las que aún no me aclaro... Me siento tan imbécil y empanado. ¿Por qué no me habías dicho que querías... eso? Vale, perdón. Soy yo el que no se entera de la misa la media... Es solo que... Con todo lo que ha pasado, y habiendo yo cambiado... Tengo miedo. Tengo miedo de no ser el mismo del que te enamoraste, y no sé si sería justo para mí hacer nada... Quiero decir, a ver, supongo que tú no serás virgen, y por eso te frustre más que no me entere de la situación, pero ya sabes como soy. Además, todo el tema del sexo y estas cosas me dan un poco de corte, porque a ver, nunca he visto a una chica desnuda, ¡joder, si tú fuiste la primera chica a la que besé, maldita sea! Para mí todo esto es super confuso y complicado, entenderlo quiero decir. No es que tú seas complicada, sino que aún me cuesta situarme... Y joder no sé... ¿Y si luego soy un desastre en la cama? ¿Y si duro diez segundos? ¿Y si... tú no llegas?

Hablaba atropelladamente y totalmente confuso. "Vamos Plana, deja de pensar en esas cosas. Estoy seguro de que Sasha sabrá guiarnos... Ya joder, eso está muy bien pensarlo así... Pero coño, habrá tenido unos amantes y unos novios de aquí te espero... ¿Y si soy un desastre? ¿Y si ella se queda a medias, o no le gusta, o yo que cojones sé? El sexo es más que llegar Plana... El sexo es más que llegar Plana. ¡Ya lo sé joder! Pero coño, ¡que no sé cómo se hace! Tranquilizate, para eso está ella..." Sí, estaba ella... La persona a la que más apreciaba en el mundo entero. Tal vez era cierto. Tal vez sólo tenía que dejarme llevar, y todo iría como la seda. Después de todo, no confiaba en nadie como lo hacía en ella.

Soltó una parrafada cargada de sus preocupaciones, sus miedos y sus inseguridades. Además se había alterado en todos sus gestos y caricias. Por un momento el corazón se me encogió en un puño como cuando veía a sus ojos de antes, ese era plana. Nervioso, inquieto, sonriente, vivo.

Le agarré de las manos suspirando y le miré con una sonrisa suave. Conecté con su mirada en un tranquio "todo irá bien" y sin dejar de sonreír, abrí las piernas acogiendo su fuerza de apoyo en mis ingles, dejando mis rodillas a ambos lados de su cuerpo.

Notando su pulso acelerado en mi pecho y sin poder evitar sentirme nerviosa por ello, acaricié su cabeza con mis uñas inclinando su cabeza ligeramente y le callé con un beso en el cuello que me permitió notar cómo se nos ponía la carne de gallina.

- Esto es cosa de dos. ¿Estás seguro?- dije mirándole a los ojos mientras me mordía el labio, mezcla de los nervios y las ganas.

Parecía que por fin ella estaba más tranquila. Dios mío, no entendía cómo tenía la paciencia para aguantar que no me enterase de nada. Me sentía muy estúpido, pero estaba más tranquilo. Ella estaba allí conmigo. Estábamos los dos juntos, tumbados el uno encima del otro, sintiendo nuestra respiración y palpitar. Su beso en el cuello provocó que una corriente eléctrica me recorriese toda la columna, provocando que mis pelos se erizasen de placer, de expectación, de emoción... No sabía si estaba preparado, pero sólo había una manera de saberlo.

- Nunca he estado más seguro de nada en toda mi vida... Además, no me atrevo a decirte que no, no sea que me abrases o me congeles aquí mismo.- Y reí. Me sentí con fuerzas para bromear un poco con ella, y eso me hizo sentirme bien. Creo, que nunca sabes si estás preparado hasta que te lanzas al vacío. No es una de esas cosas que tengas claras desde el primer momento. Yo tenía mis dudas y mis preocupaciones. Ella iba a ser la primera. Me asaltaban ideas en la cabeza que no me ayudaban, pero me esforcé en no pensar en ello. Quería pensar en ella. En nosotros. La quería. Me quería. Nos queríamos. ¿Qué era lo peor que podía pasar? Una divertida anécdota que recordar parar reírnos de vez en cuando.

Comencé a besarla, a besar su cuello y sus labios. El corazón me iba a mil. Acaricié con suavidad sus piernas, situadas a ambos lados de mi cuerpo. Sentí su delicada piel bajo mis yemas, caliente como un fuego. Algún pequeño chispazo saltó de mis manos, producto del nerviosismo y la emoción. Me mordí el labio un par de veces, y la sentí muy cerca. Tan cerca que habría podido tocar su alma. Inconscientemente me moví. Movimientos ondulatorios, lentos y suaves, como el vaivén de las olas. La respiración se volvió ligeramente más fuerte, más entrecortada. Un par de tímidos gemidos llenaron la habitación, y mis mejillas se sonrojaron. Estaba convencido de que ella podía sentir mi temperatura subir y subir poco a poco. Notaba como la electricidad se movía por mi cuerpo, relajándome inconscientemente. Mis músculos dejaron de estar tensos. Me dejé llevar por el amor que invadía la estancia, empapando las sábanas de él, provocando que el tiempo se detuviese, y el mundo desapareciese a nuestro alrededor. Pasé mi mano por su espalda, y con un movimiento suave me senté, colocándola sobre mí. Yo estaba de rodillas, y acaricié su rostro, mirando aquellos preciosos ojos, y quitándole un par de mechones que caían por él. Los ojos me traicionaron y miré su pecho, marcado bajo la camiseta. Me mordí el labio y miré sus ojos.

- Pu... ¿Puedo quitarte la camiseta?

Podía notar su nervosismo en cada aliento aunque poco a poco, caricia a caricia y al ritmo de los jadeos se calmaba y empezaba a tomar algo de iniciativa. Era tan distinto a lo que había probado antes, tan... novato. Para nada en el mal sentido, sino que...Comparado a lo que había vivido esto era totalmente suave y lento, y tengo que decir que descubrir esa manera de disfrutarlo no estuvo nada mal.


Estaba sumergida en las caricias, el calor y los primeros roces cuando pidió permiso.
- No pidas permiso, tengo boca si quiero quejarme de algo. Sólo déjate llevar - Y apoyé mi peso en su cadera. Sin poder evitar el afán competitivo le tumbé y me senté encima, asegurándome de que ambos estábamos cómodos y me acoplé como pude, notando sus ganas en mi entrepierna.  
- Tú debes opinar también. Déjate llevar por placer, no por miedo.- dije reafirmando lo que seguramente él estuviera pensando.

Era todo muy cómodo y natural. Tenía que darle algún que otro empujón para que dejase de pensar y por fin hiciese lo que su cuerpo le ordenase, o lo que le ordenase yo, pero todo iba sobre ruedas. Parecía contento y nada forzado. A partir de entonces todo iría mucho mejor.

En ese momento agarré sus manos, mirándole desde arriba y las deslicé desde mi cintura hasta el interior de la camiseta, haciendo que la levantara mientras sus manos rozaban mi piel y al llegar a mis pechos las solté. Tenía que empezar a tomar cartas en el asuntos por su propia cuenta o no crecería en este aspecto.  Sin dejar de sonreír y mirarle con las cejas ligeramente levantadas moví mi cintura, haciendo que todo mi apoyo se deslizase de arriba abajo notando el principio y el final de su ropa interior.

Dejarme llevar... Vale. Bueno, era lógico después de todo. El instinto me guiaría además de ella, pero no podía evitar pedirle lo de la camiseta. Puede que fuese una tontería, pero no sé, sentí la necesidad de preguntárselo por la ternura de la situación. No me dio tiempo a hacerlo ya que se me echó encima y me besó. La temperatura iba subiendo, y comencé a sentir la necesidad de sumergirme en aquello, de acariciarla, de desnudarla lentamente, con ternura y delicadeza. Vale, no podía ser salvaje al menos por el momento. Aún me estaba conociendo y la estaba conociendo, quería ir despacio. Ya habría tiempo de perder la cabeza totalmente. Agarró mis manos y las llevó a su cintura, levantándolas lentamente, guiándome a través de sus curvas, sintiendo sus caderas, su tronco... Acaricié el tatuaje que le hice con delicadeza, recorriendo con la yema del dedo índice su contorno. Me gustaba que tuviese una parte de mí allí. Me hacía sentir querido y especial. Me siguió guiando hasta alcanzar sus pechos, donde me dejó libertad. Si hubiese habido algo de luz, habría podido comprobar como mis mejillas se tornaban de un rojo tan intenso que habría sido difícil diferenciar un tomate de mi cara. Con suavidad, las acaricié, siguiendo su forma redonda y perfecta, y disfrutando de aquello.

- Son... Son blanditas. Mucho más de lo que creía...- Me sonrojé un poco por ese comentario. Supuse que se lo tomaría a bien, pero también me sentí como un niño que acaba de descubrir el chocolate o el sabor de un caramelo que le acompañaría hasta el día de su muerte. Aquel tacto, aquella sensación... No podía ser descrita con palabras.

Comenzó a moverse, provocando que una pequeña risa nerviosa se me escapase, y cerrase los ojos mientras me mordía el labio. Me gustaba. Mucho. Una sensación como nunca había sentido comenzó a recorrerme el cuerpo desde la cintura, activándome como un motor que se usa por primera vez. Algo ruidoso, al que le cuesta arrancar un poco, pero que funcionaba a la perfección. O eso esperaba. Estaba nervioso. Muy nervioso, para que negarlo, pero poco a poco comenzaba a ir calmándome.

- Sasha... Mmm, Sasha, me... me pones mucho...- Y se me puso ligeramente cara de susto. Nunca le había dicho "guarradas" a una chica, y de repente sentía la necesidad de hacerlo, de soltar algún comentario subido de tono, tal vez para activarla, tal vez para activarme a mí. Pero no quería hacerlo. No quería que pensase que era un salido o algo así. "¿Cómo va a pensar eso? ¿Estás tonto? ¡Es Sasha! Te ha elegido a ti de entre todos los tíos de la tierra, por algo será." Sí, tenía razón. No iba a mirarme mal... O eso esperaba. Lentamente, le quité la camiseta, dejando sus preciosos pechos al descubierto. Volví a recorrer la silueta de estos lentamente, y decidí lanzarme un poco. Activé muy ligeramente mis poderes, de manera que el contacto con mi piel produjese microcentésimas descargas, lo suficientemente intensas para excitar un poco, o al menos poner la carne de gallina. Me mordí el labio y le rocé los rosados pezones con la punta de los dedos, haciendo lo mismo en ellos.- Son preciosas... De verdad que lo son. Oye... Esto... Te... ¿Te gusta? Es un truquillo de mis poderes. No sé si te gustará. Cuando te he masajeado con ello AH... Cuando te he masajeado con ello te... Mmm... Te gustaba.

Los jadeos me salían solos, sin que pudiese evitarlos. Me daba un poco de corte, pero qué le iba a hacer. Ya estaba metido de lleno en el asunto.

Parecía un pasajero descubriendo un nuevo vuelo, más alto, más libre, más rápido. Y se empezó a liberar poco a poco. A su primer comentario no pude si no contestarle con una sonrisa.
Y apareció la Sasha íntima.
Cuando é empezó a jadear no pude sino acelerar el ritmo a un trote continuo y placentero. Cada vez que el habla se le interrumpía, yo lo disfrutaba y volvía a intentar que pasara de nuevo.
Me incliné sobre él apoyando los codos en la almohada y le susurré al oído con la voz ligeramente agravada.

-Y tú también a mí, cachorro...No sabes cuánto- Y me volví a erguir haciendo que notase la presión de nuevo. Fue entonces cuando lo tenía bajo control. Lo conducía por donde yo decía e iba a salir como yo pensaba... O eso creía.

Cuando siguió mi recorrido y después de jugar con dos de las ligeras zonas de placer que posee el cuerpo femenino, noté una corriente que me recorrió desde los pechos hasta mis caderas, mi espalda y la propia cabeza. No pude evitar gemir. Una, dos, tres veces con cada espasmo que me daba, cada vez más alto hasta que mordí mi labio aguantando más ganas.
Los vecinos acabarían quejándose.

Al parar, y con la pregunta de él, volví a agacharme como la primera vez, haciendo que mechones de mi pelo cayesen sobre su rostro y pecho para susurrarle -¿Mis gemidos no han sido suficiente para ti?- y otra vez arriba.

Entonces me arranqué la camiseta quedando totalmente con la piel de gallina de todo el torso, ahora al descubierto. E hice una de las cosas que más me gustaba hacer, notar el contacto piel con piel volviendo a bajar otra vez, como un ascensor. Apoyé por completo mi cuerpo con el suyo, sin parar el movimiento y retirándome el pelo a un lado para que no le molestase, le mordí el lóbulo sonriendo mientras echaba el aliento.

El momento se acercaba poco a poco. Él no lo olvidaría jamás, como casi todas las primeras veces, y debía estar a la altura. Hablando de altura, volví a subir de nuevo. Me apoyé en su pecho con una mano y la otra, con la punta del dedo índice fría, recorrí un camino sinuoso desde su pecho, describiendo varias curvas y espirales por su piel, hasta la goma de su ropa interior, metiendo el dedo por dentro y tirando hacia arriba ligeramente para soltarlo de golpe con un ligero "plas" indoloro.

Sus gemidos hicieron que el pulso me saltase por los aires. Cada vez que uno salía de su boca, el corazón me daba un vuelco. Nunca antes había querido perder tanto la razón como en aquel momento, dejarme llevar en aquella habitación por el amor y la excitación de la primera vez. No sabía si estaba preparado, pero sólo había una forma de saberlo. Se arrancó la camiseta en un gesto salvaje y placentero al mismo tiempo. Me concentré con todas mis fuerzas en evitar que miles de rayos saliesen en todas direcciones. No quería electrocutarla, de ningún modo, pero me estaba costando horrores. Hasta ahora, nunca había sentido nada parecido, y mis poderes querían liberarse igual que yo. Algún relámpago salía de mis manos y me esforzaba en mandarlo contra la pared o el catalizador, el cual cayó al suelo después de un par de disparos. Fruncí levemente el ceño no de duda o enfado, sino de puro placer, y los ojos se me entrecerraban inconscientemente. Cuando se apoyó sobre mí y sus cabellos me taparon la cara, un cosquilleo me recorrió las mejillas, sin poder evitar sonreír ante ello.

Y entonces, hizo algo que me hizo perder del todo la cabeza. Enfrió su dedo, recorriendo con él mi pecho y vientre, finalizando en mi cintura, estirando la goma de mi calzoncillo y soltándola, juguetona y divertida. No podía más. Sin esperar si le parecía bien o no debido a la locura que me invadía, me erguí, y suavemente la abracé y la tumbé sobre la cama, estando yo ahora encima. Le sujeté con una mano la cabeza y con la otra recorrí su costado y piernas, haciendo que estas me abrazasen la cintura. Entonces, me separé un poco de ella apoyando mis manos a ambos lados de su cabeza, y suspiré, recobrando un poco el control. Miré sus ojos, esos preciosos ventanales a su alma en los que tanto me gustaba perderme. Fueron un par de segundos, pero sentí una enorme paz interior, como hacía mucho tiempo no sentía.

- Te quiero Sasha...- Y muy lentamente, besé sus labios, abandonándolos y empezando a recorrer su cuerpo. Primero, sus mejillas. Seguí por el cuello, con tiernos y suaves besos, dejando que mi lengua juguetease un poco con su piel. El pecho y su abdomen fue lo siguiente. Descubrí lunares que no sabía que existían. Pequeñas marcas en su piel que nunca me había parado a observar antes. Alguna cicatriz casi imperceptible, detalles de sus tatuajes, el relieve del mío... Me fundí con sus curvas, dejando que mis manos y las yemas de mis dedos las recorriesen, como pequeños coches a lo largo de una sinuosa carretera. Besé sus manos, sus brazos, su ombligo. Metí la nariz en él y la moví un poco mientras besaba la parte superior de su ingle. Situé mi cabeza entre sus piernas, y le di un tierno y suave beso al corto pantalón que llevaba, justo donde se encontraba... Ya sabéis. Acaricié la parte exterior de sus muslos con cuidado, y la interior la besé con delicadeza, restregando mi barba por ellos. Me centré en su pierna izquierda, la cual levanté con suavidad mientras me colocaba poco a poco de rodillas, mientras iba subiendo por ella (o bajando, según su punto de vista) hasta alcanzar los pies. Besé casi todos los centímetros de esa pierna, mientras con las manos masajeaba ligeramente los gemelos y la planta del pie. Le di un suave mordisco en los dedos, procurando no hacerle cosquillas. Los pies eran una parte muy delicada, y las cosquillas a veces aparecían con tan solo rozarlos. Entonces volví a subir hasta su cintura, e hice el mismo procedimiento con su pierna derecha. Nuevos lunares, algún pequeño granito casi imperceptible, marcas de un pasado lleno de acción... Cada nuevo descubrimiento que hacía era coronado con un beso, como si estuviese conquistando aquellas marcas. Quizá no fuese el primero en encontrar cada uno de esos lunares, quizá sí. Eso no me importaba.

Suspiré, y deposité sus piernas a mis lados, permaneciendo aún de rodillas. Temblando un poco, sujeté sus pantalones y su ropa interior con ambas manos, desde sus caderas. La miré a los ojos, más nervioso que un niño la noche de Navidad.

- A... Allá voy.- Y estiré hacia abajo, revelando el "secreto" que Sasha guardaba allí abajo. Fue la primera vez que vi uno. La verdad es que no me preguntéis por qué, pero me gustó. Me agaché y lo besé con delicadeza. Un beso largo, hecho únicamente con los labios, y me separé, volviendo a mirar sus ojos. Una risa nerviosa me invadió en ese momento, y me lancé del todo ya. Con suavidad, acerqué mi mano derecha y comencé a acariciarla, a jugar con ella, tumbándome a su lado para poder estar junto a su rostro. El tacto era húmedo y suave, algo parecido a meterse los dedos en la boca. Intenté localizar el "botoncito" (perdón por llamarlo así, ya sabéis que no tengo remedio) y lo rodeé con cuidado, usando sólo el corazón y el anular. Una ligerísima nueva descarga, de apenas unos pocos voltios. Si había conseguido que gimiese así en sus pezones, allí abajo no quería imaginarme lo que podía conseguir. Y por primera vez en mi vida, me di cuenta de que mis poderes tenían un potencial para el sexo verdaderamente increíble.

Podía notar por sus leves espasmos, sus gemidos y sus jadeos sobre mi piel cada reacción ante mis estímulos. Del mismo modo que mis respuestas le aceleraban la sensación más y más. Cuando veía su sonrisa tímida me recorría un escalofrío de felicidad desde la base de la espalda hasta la nuca. Sensación de tranquilidad que no había sentido en muchísimo tiempo. Al escuchar esas tres palabras... fue como una supernova. Todas las cadenas que me ataban a inseguridades se me rompieron. Los miedos que conservaba y los nuevos que acababande surgir se rompieron de golpe, como de un cataclismo inesperado y deseado. Por una vez no me sentía prisionera de un estado, de mis poderes, o de mis relaciones... Era libre. Y estaba haciendo lo que quería y sentía. Además ese, ESE era Plana para mí. Su tono de voz, sus ojos y su sinceridad. TODO.

Acompañé su beso con unas ganas que hablaban por mi ansia, terminándolo con un mordisco en su labio inferior, tirando con suavidad. A medida que sus labios rozaban zonas de mi cuerpo, me encorvaba, me volvía a relajar. La carne se me ponía de gallina y se me erizaba hasta el último rincón de bello. Mi respiración anárquica se aceleraba así como las ganas de sentirle dentro de mí de una vez por todas. Se movía con libertad, probando el tacto de cada rincón de mi cuerpo, como el que por fin disfrutaba una de mis tartas que llevaba expuesta en el escaparate unos días. Y pasas delante de ella y no puedes y no puedes, pero la quieres, y por fin la compras. Entonces la disfrutas como si fuese lo más preciado de tu vida en ese momento. Y él me saboreó en su paladar como si no fuese a gastarme jamás.

Me masajeaba rincón a rincón, parecía muy seguro para ser su primera vez, aunque decidí pensar que era porque de verdad estaba dejándose llevar, y no pensaba interrumpirlo. Mi cadera se movía sola cuando su cabeza se detuvo entre mis piernas. Con cada resoplido notaba su aliento cálido en mis ingles, y con esos pequeños detalles me hacía enloquecer más y más. Mi mano se estiró hasta su pelo y le hice una caricia con las uñas mientras se me estremecía la espalda, sin poder controlar mi cuerpo. En ese momento solté una risotada sutil, casi susurrada, que se camufló entre jadeo y jadeo, producto de un pensamiento que acompaña por lo menos un segundo en la mente de toda mujer una vez en la vida. " ¿Se dará cuenta de lo jodidamente suave que está depilado? Cuesta mucho esfuerzo, espero que lo aprecie". Y apartando ese pensamiento decidí volver a las pulsaciones, las descargas, los mordiscos... a él.

Volví a ver su carita a mi lado, unas gotas de sudor por su cuerpo, particularidad pegajosa de la que tenía el privilegio de perder. Y le besé justo antes de que empezase a acariciarme. El beso lo interrumpió un gemido suave de los míos, de estos que me agravaban la voz, me entrecerraban los ojos y me sacaban una sonrisa de lado que terminaba en un mordisco en el labio inferior. Disfruté de sus caricias, de mi humedad, y pillándome por sorpresa, grité.
Porque fue un grito.
Y le miré con los ojos muy abiertos.

- No sabes el poder que tienes...- dije antes de volver a besarle, analizando la situación y tratando de alargar el momento para que mi cuerpo asumiera la cantidad de placer que se le acababa de proporcionar en tan poco tiempo.

Disfruté su pulso y su habilidad intentando contenerme, en vano, obviamente mientras mi mano se deslizaba desde su pecho, aún ligeramente fría hasta volver de nuevo a la goma de su ropa interior, y describiendo círculos alrededor de ésta, iba descendiendo poco a poco. El calzoncillo se arrugó justo antes de cierta elevación peligrosa que impedía que bajase y recurrí a ambas manos, mientras él me tocaba, para jugar de igual a igual, dos cuerpos desnudos. Mirándole a los ojos, con la pulsación al mismo ritmo que la respiración y sin dejar de morderme el labio de manera inconsciente le acaricié alrededor del protagonista, dejando el rastro de mi tacto en sus muslos, la zona inferior del pene y la zona superior que en las mujeres se llamaba "monte de Venus".

Y mientras arrugaba la nariz en un gesto ligeramente violento la agarré firme, con la mano completa y moví súbitamente mis dedos, llevándome su placer a la base y conduciéndolo hasta la punta en un movimiento suave. Estaba convencida de que ese placer sería un reñido competidor del que le proporcionaba el chocolate al chico europeo.

Su grito me heló. No sabía si acababa de cagarla profundamente o si le había encantado. Sus palabras me calmaron entonces, y volví a ir con cuidado. Nota mental: usar mi poder con muchísima delicadeza. Sabía que la electricidad podía causar placer, una especie de cosquilleo que recorría el cuerpo entero, y que las mujeres tenían ese punto de placer total. Según había leído, ese pequeño órgano, por llamarlo de alguna forma, estaba hecho única y exclusivamente para dar placer. No tenía otra función. De manera que darle una ligerísima descarga me pareció divertido, pero debía ir con más cuidado o la mataría. De placer, sí, pero tampoco me apetecía eso.

Comenzó a jugar entonces ella, recorriendo mi cuerpo con sus dedos, lentamente, jugueteando, hasta que llegó abajo. La respiración se me agitó con un par de gemidos, y cuando me agarró me mordí el labio con fuerza. Miré a los ojos a Sasha frunciendo ligeramente el ceño de placer.

- Sa... Sasha... Una cosa. Sé que lo sabrás pero... Mmm... Pero sé delicada, ¿vale? Es la primera vez que una chica me toca y bueno... No estoy acostumbrado a ello. Confío en ti, pero que no te extrañe si te pido que pares. Seguramente sea porque no estoy acostumbrado a tanto placer...- Y le sonreí nervioso. Era cierto. La sensación de que otra persona te coja y lo haga tan delicadamente es rara y curiosa la primera vez. Jugó conmigo, al igual que yo jugaba con ella. El ritmo fue aumentando poco a poco, y yo tenía que concentrarme muchísimo para no hacerle daño. Pero al mismo tiempo necesitaba dejarme llevar y disfrutar. Bueno, disfrutar lo estaba haciendo y muchísimo. Aquello era distinto a cualquier cosa que hubiese hecho hasta la fecha. Nada de nada se le parecía. Y añadiéndole todo el amor que sentía por ella hacía que todavía fuese más especial y mágico al mismo tiempo.

Los besos se superponían, los lametones por el cuello subían y bajaban. Jugueteaba con sus pechos con la mano libre, recorriendo su silueta, apretándolos un poco, sintiendo su calor dentro. Llegaba el momento. Me mordí el labio y pensé en si bajar o ir directamente al tema. Quería hacerlo, aunque fuese un desastre. Quería probar si era capaz de darle placer oral, y con un largo beso fui bajando poco a poco, recorriendo con mi nariz y labios su cuerpo de nuevo. Abracé sus piernas con mis brazos, notando su calor en los lados de mis orejas. No encontré pelo allí abajo, y sonreí. ¿Lo tendría preparado o habría sido simple casualidad? Fuera como fuese, estaba seguro de que no era fácil y que dolería bastante. Las chicas decían que la depilación dolía, pero imaginé que quitar esa zona debía haber sido mucho peor. Respiré hondo y comencé con besos, lentos, por la superficie. Luego me ayudé de la lengua y la nariz para ir descubriendo toda esa parte, para ir probando, ir jugando... Convertirme en un aventurero que acababa de descubrir una isla, buscando sus secretos, sus lugares mágicos.

Noté su presión contra mi cabeza, sus dedos recorriéndome el pelo, con algún arañazo provocado por el placer y los espasmos. Escuchaba su respiración, sus gemidos, y aunque tal vez no lo estaba haciendo especialmente bien, noté como al menos algún suspiro lograba arrancarle del alma. Mordí aquí y allá, acaricié esto y lo otro, con una pasión que habría encendido un volcán. Con las manos acariciaba sus muslos, su vientre, y estirándome un poco sus pechos, donde sus erizados pezones me esperaban en busca de contacto, de sentir las yemas de mis dedos redondearlos y apretarlos ligeramente, usando su forma para ir girando y apretando.

- Claro cariño, tú me paras ante cualquier cosa - dije para responder a su resto de timidez.
Casi no podía creer que se hubiese lanzado como lo había hecho. Noté su aliento en mis ingles, sus besos en los muslos. Me alteré a la vez estando insegura, pensando en si estaría suficientemente decidido o si sabría lo que hacer.
Empezó a manejarse bastante bien. Parecía que iba bien encaminado y antes que dirigir lo que hacía, preferí gemir y jadear cuando lo hacía bien. En el sexo es mejor aprender guiándose por los estímulos de tu pareja que ir indicando como si jugases al hundir la flota. Te acostumbras a los reflejos de la otra persona, a sus tonos de voz, a dónde le gusta, qué, cuánto y cómo…

Pero como era la primera vez del pequeño Plana, aunque había ocasiones y puntos donde se le daba especialmente bien, al ser su primera vez, no terminó de cuajar… Y tras dejarle a su estreno y disfrutar durante un rato con su inexperiencia que a la vez favorecía a la hora de que explorase nuevas cosas que otra gente no hacía, me erguí, le cogí de los hombros, le levanté y le tiré boca arriba en la cama.
- No está nada mal, cielo, aunque tendrás que echarle horas como a todo…jajaja-  y le besé, dándome igual los rastros de mi sabor que pudiesen quedar, eran sus labios. Lo demás no importaba.

Pero entonces me tocaba a mí. Bajé siguiendo el recorrido de besos, aunque desde su pecho, enfrié esta vez mi lengua, y describiendo pequeñas espirales llegué hasta donde deberían estar sus calzoncillos, y no estaban. Sonreí antes de llegar y recobré la temperatura de la boca para darle un suave beso en la punta y empezar en lo que yo si tenía cierta práctica, y por lo que me habían dicho, bastante buena.  Empecé dejando que la humedad de mi lengua embriagara toda su muestra de alegría, notándola cada vez más cálida y ansiosa porque jugase con ella en mi boca y aún rocé con los dedos y moví mi mano arriba y abajo un par de veces antes de que llegase el momento. Me recoloqué, apoyada en mis rodillas y agarré una de sus manos, colocándomela en la cabeza para que me sujetase el pelo justo antes de abarcar todo lo que podía con mi boca, hasta el final, y volver a salir. Empezaba mi turno y pensaba hacerle ver las estrellas.

Sonreí mientras la besaba después de que me pusiese boca arriba. Sus palabras me explicaron que no había estado mal, aunque todavía debía mejorar. Lógico. Quiero decir, era la primera vez que le bajaba a una chica. Podía haber ido mucho peor... ¿Verdad?

- Bu... Bueno. Es lógico. Pero no ha estado mal, ¿no? Para ser mi primera vez y... Mmmm... Tal...- Los ojos se me pusieron en blanco a medida que iba bajando, hasta que las palabras dejaron de salir de mi boca. Cualquier cosa que dijese sería una gilipollez absoluta y seguramente cortase el rollo. Un beso. Me mordí el labio inferior mientras las cejas se me contraían ligeramente. Su lengua comenzó a recorrerme y a jugar conmigo, provocando que contrajese los dedos de los pies y mi mano se aferrase a las sábanas con fuerza. Busqué con la otra mano su cabeza para acariciarla, y ella me guió para sujetarle el pelo. Una parte de mí se puso nervioso, y el corazón se me aceleró como un fórmula uno. "Vale, aquí viene... Tranquilo Plana, tú tranquilo, que va a ir to.... ¡OOOOOOOOOOOOOOOOOH!". Di un pequeño respingo, y creí que me iba a estampar con el techo. Los ojos se me perdieron en el interior de la cabeza, y durante unos segundos estaba convencido de que el cerebro se me había salido de la cabeza, disparado del placer. Me aferré a su mano con fuerza, acariciándola con el pulgar. Aferré su pelo con más fuerza de la que me habría gustado e inconscientemente arqueé ligeramente un poco la espalda, apretando los glúteos, empujándola apenas unos milímetros debido a que me controlé por no dejarme llevar. La sacó entera de su boca y solté todo el aire que tenía en los pulmones encerrado mientras lo hacía, respirando pesadamente.

- Joder Sasha... Jo... Der...- Sentí mareos producidos por el placer y la falta de sangre en mi cabeza. Acaricié su pelo, enredándome en él, perdiéndome en lo sedoso que era, acariciando con la otra mano su mejilla. Nunca había sentido nada así. Nunca en toda mi vida. El placer era tal que me quería salir el alma del pecho y gritar. Pero eso no era nada. Volvió a la carga, subiendo y bajando, con la boca y la mano, y yo perdí la noción del tiempo y el espacio. Me perdí a mí mismo, sin saber en un determinado momento donde estaban mis pies o mis manos. Sentía su rostro, sus cabellos, los cuales me esforzaba por tener en mi mano, jugando con ellos y con su mano cuando no la acariciaba. Necesitaba decirle que la amaba, que me iba a estallar el pecho de tanto amor, que como siguiese así me perdería en un mar de amor para siempre. Nuevos rayos me recorrieron el espinazo y cada nervio del cuerpo. Tenía miedo de electrocutarla a través del contacto. Después de todo, la saliva era en parte agua. Además, la idea de darle un calambrazo que provocase que cerrase la boca de golpe era una idea que no me gustaba ni lo más mínimo. Solo de pensarlo perdí dos días de vida.

Pero cualquier duda o pensamiento que me surcase la mente desaparecía al instante llevado por su amor. Hacía tiempo que no veía nada debido a que tenía los ojos cerrados, disfrutando de aquello. Muy lentamente, con un pulso de cirujano, comencé a masajear sus mejillas con pequeñísimas corrientes apenas cargadas, evitando que se cargasen sus músculos del esfuerzo. Yo sabía que el momento se aproximaba. El momento en que nos uniésemos estaba cerca... Y no pude evitar ponerme nervioso. Me mordí el labio ligeramente y cogí a Sasha por las mejillas, levantando su cabeza lentamente y con cuidado, con una sonrisa en los labios.

- Sasha... Yo... Es... Estoy preparado... Si tu quieres.

Podía notar cómo con cada movimiento de mi lengua contraía su cuerpo de una manera diferente. Se tensaba para luego relajarse y volvía a la tensión de nuevo. Su placer no era nada discreto, gemía y balbuceaba intentando vocalizar a la vez que parecía que iba a estallar. No podía sino sentirme poderosa. Y en ese momento lo era. Toda la situación podía darse la vuelta de una manera dolorosa, experimentando un placer bueno, o colocándose en la posición sumisa. Pero era decisión mía y a pesar de ello no paraba de prestar atención por si pedía que me detuviese. No sería la primera vez, y nunca me importó más allá de la preocupación que sentía por la otra persona, por si le pasaba algo o no se sentía a gusto.


Disfruté aquella situación casi más que él, y cuando mentó mi nombre de esa manera no pude sino tener aún más ganas de seguir, de acelerar, más hondo, más rápido, más placer. Así lo hice cuando en uno de los movimientos continuos pillé una de sus miradas con las mías y entrecerré los ojos, capturando ese momento en el que él me vio mirarle desde allí abajo. Y juraría que le gustó. No quería parar, estaba bien y él lo gozaba, pero me acarició guiándome a su voluntad. Estaba preparado.


- Tú conduces cariño- le dije guiñándole un ojo y con una sonrisa. Pensé en besarle antes de empezar, pero luego recordé que a algunos chicos le es incómodo besar justo después de que la chica le haya realizado sexo oral, y preferí no hacerlo. Ya tendríamos tiempo.


Inconscientemente pensé en la situación. Estábamos los dos desnudos completamente, en mi cama. Estábamos…viviendo juntos y… Dios. No me había parado a pensar en cuánto había cambiado mi vida. Y eso me hizo sentir todo el amor puro que recorría nuestro subconsciente. Pequeños fragmentos de nuestra historia surcaban mi mente en un segundo plano y me dejé encandilar por los recuerdos que me transmitían buenas sensaciones. Cuando casi nos besamos en la escalera anti incendios, cuando dormimos juntos en Suiza, cuando nos besamos por primera vez…

Él era diferente. Pero seguía siendo Planaria, y dudo mucho que hubiera tenido a un hombre mejor en mi vida.

Respiré hondo y la besé después de que me dijese que yo conducía. Estaba nervioso. Por fin, iba a estrenarme. Y no con cualquiera. Con Sasha, la mujer a la que tanto debía y que tanto me había cambiado en tan poco tiempo. Comencé a besarla con delicadeza, enredado mis manos en su pelo, dejándome embriagar por su aroma y sus latidos. Entonces me separé un poco de ella, y la miré a los ojos.

- Oye Sasha.. ¿Tienes...? Ya sabes... ¿Protección?- El tono de mis mejillas se enrojeció ligeramente y sonreí algo nervioso. Me indicó que mirase en la mesilla de noche, y así hice. Cuando tenía el pequeño sobre entre mis manos me quedé pensativo un par de segundos, y me giré hacia ella sonriendo.- Esto... ¿Me ayudas? Lo siento, nunca me he puesto uno...

Ella sonrió y me echó una mano, literalmente. No era tan complicado como pensé. En cuanto estuve preparado, ella se tumbó en la cama y me dio la bienvenida entre sus piernas. Me incliné sobre ella y la besé con delicadeza. Aspiré hondo y la miré a los ojos diciéndole que iba. Un par de intentos, y entré.

No existe manera de describir lo que es conectarse con la otra persona. Es algo que, por mucho que te esfuerces, no hay manera humana de que la gente entienda lo que es y lo que se siente. Es algo que se debe vivir, que se debe sentir. Y lo que yo sentí era algo que no podía ser de ese mundo. Un placer como jamás en toda mi vida imaginé que pudiese existir, que no se pudiese comparar a nada, ni siquiera comer chocolate caliente era equiparable a lo que estaba sintiendo en ese momento, y eso que para mí, el chocolate y besarla eran las cosas más increíbles que en toda mi vida había sentido. La boca se me abrió sola y fruncí ligeramente el entreceño, cerrando los ojos, sintiéndola a mi alrededor, sintiendo sus piernas rodeándome, sintiendo su calor. El vaivén de las olas, la brisa en la cara, los primeros rayos de sol asomando tras el horizonte, el calor de un fuego en invierno... Ni siquiera cualquiera de esas cursis metáforas era comparable. Ni una millonésima parte de lo que era poder experimentarlas se acercaba a nada.

Bajé la cara y la miré a los ojos. Me dejé llevar por el instinto, empujándola con delicadeza, adelante, atrás. Me mordí el labio inferior al tiempo que pasaba una mano por detrás de su cabeza, acariciando sus cabellos y sus mejillas, y la otra la usaba para recorrer su costado y sus muslos. Me puse nervioso, y me preocupaba dañarla, ser demasiado brusco con ella, o hacerle daño de alguna manera. Pero entonces, cada vez que uno de esos pensamientos me asaltaba la cabeza, miraba su rostro y sus ojos. Esos preciosos ojos verdes que me recordaban al mar. Veía el amor que salía de ellos, y una enorme calma me invadía el corazón. Sonreí un poco tontamente, y con cada movimiento se me entrecerraban los ojos. Sujeté su mejilla con la mano izquierda y la besé, usando mi lengua para recorrer el interior de su boca, y comencé a morderle el cuello y a besarlo con intensidad. Mi corazón se aceleraba, mi ritmo aumentaba. El placer nos rodeaba y nos comía. Besé sus manos, su frente, sus pechos, con los que jugué un poco mientras intentaba amarla con toda mi pasión. La respiración era entrecortada, y nuestros gemidos invadieron la habitación, iluminada por la luna que se colaba por la ventana. Mordí sus labios, su lengua, de nuevo su cuello... Y me volvió a preocupar hacerle daño al hacer eso. Pero allí estaban sus ojos y su mirada... Y sabía que todo estaba bien. Que todo estaría bien siempre que ella estuviese a mi lado.

Y así, sentí como se entrelazaban en aquel colchón nuestras almas, enredándose la una con la otra, formando un solo ser, con un solo latido. Agarré sus manos con las mías, levantándome un poco sobre ella. Ante mí, su cuerpo desnudo, agitándose. Vi en su costado el tatuaje que le hice con mis poderes, y sus pechos moverse al son de mis movimientos. Sus cabellos se perdían por la cama y la almohada, y notaba cómo nos buscábamos, como nos encontrábamos entre besos y caricias, en una noche que jamás podría olvidar en toda mi vida.

Absolutamente todo era tal y como me imaginaba que iría con Planaria, pero por otro lado era tan suyo que se me escapaba. Su primera vez transcurría entre la experiencia del cariño y la novedad recibida con los brazos abiertos. Cuando le miraba a los ojos podía ver que se relajaba muchísimo y sus nervios se largaban. Una sonrisa de confianza fue lo último que necesitó para empezar.

Necesito hacer un inciso… Y esto… hay que confesarlo. En tu primera vez con una persona…. NUNCA, NUNCA, NUNCA entra a la primera… Y eso es así aquí, en España, Guatemala y Nueva Zelanda.  

Pero cuando por fin notas en los labios que va por el buen camino, y la humedad es inevitable sólo puedes cerrar los ojos  y disfrutar. Y así lo hice cuando me estremecí por completo, levantando mi espalda inconscientemente y abriendo la boca, exhalando todo el placer que sentía dentro de mí en ese momento con un jadeo interrumpido en cada milímetro de mí que avanzaba. Cuando tocó fondo inevitablemente suspiré todo el aire que me quedaba, seguido de dos o tres jadeos pequeños que complementaron lo que en ese momento era mi  “JO-DER”.

Envolví su calor con mi cuerpo todo lo que pude. Mis piernas hicieron un nudo en su espalda, notando el roce suave de nuestra piel, mientras que mis manos se entrelazaron en su nuca. Recoloqué mi cabeza en la almohada y empecé a gemir como hacía mucho que no lo hacía. Le notaba caliente, espléndido y completo. Con cada movimiento podía notar el placer subiendo desde mis ingles, caderas y abdomen hasta la nuca ahogándome la garganta en gritos de lujuria. Me empezaba a revolver ligeramente, mis caderas le acompañaban en el movimiento y mis manos no sabían ya a lo que aferrarse. Era incontrolable y demasiado bueno para ser la primera vez. Sólo podía dejarme llevar y no pensar en nada salvo…. No, en nada.

Entre gemidos repetía su nombre cuando mi voz me lo permitía. Le miraba a los ojos y los minutos pasaron invisibles.  Empezaba a notar la recta final, la última cuesta y subidón de placer cuando sabes que todo eso va a acabarse.

- Sigue…- le susurré al oído.  No quería que terminase nunca, pero ya que tenía que hacerlo, al menos que lo hiciera por la puerta grande… ¿No?

Los ojos se me iba, igual que los gemidos y el nombre de Sasha, el cual repetía una y otra vez. Nunca hubiese imaginado que estar con alguien fuese así. Una parte de mí, la más pudorosa y cortada que me había acompañado toda mi vida no dejaba de repetir en mi cabeza que como podía ser aquello tan bueno, como podía haber estado toda mi vida sin él. Pero no era haber estado toda mi vida sin él, sino haber estado toda mi vida sin Sasha. Vale, sí, muchas veces, llevados por el placer y demás decimos cosas que tal vez en frío no dijésemos, porque lo recapacitamos. Pero estando allí, abrazado a ella, sintiendo su piel contra la mía, supe o quería pensar en que mi vida no volvería a ser igual si no la tenía a mi lado. Ya no quería vivir si no estaba con ella. La quería, la amaba con locura, la necesitaba. Una roca que me sujetase cuando todo lo demás fallase, alguien a quien acudir siempre que lo necesitase o requiriese... Esa... Era Sasha.

Sentí una fuerte descarga viniéndome desde lo más profundo de mi ser, y aunque era mi primera vez, supe lo que era. Intenté mirarla a los ojos todo lo que el placer me lo permitió, puesto que se me cerraban inconscientemente, al tiempo que me mordía el labio.

- Sasha... Yo... ¡Ahhh! Me... Me voy a correr... Mmmmm- No me quedaba mucho, apenas unos pocos segundos. Sabía que venía, lo podía notar en mi interior. Inconscientemente, aceleré el ritmo, intentando conseguir que ella llegase también. Menudo novato. Que a la primera llegásemos los dos a la vez era imposible. Necesitabas conocer bien tu cuerpo, el del otro, probar muchas cosas, ver qué era lo que más le gustaba y lo que más loca la volvía. Al menos, a pesar de los nervios por hacerle daño o por ser mi primera vez, había aguantado bastante más de lo que siempre había creído. Mis amigos siempre estaban con que si apenas durabas diez segundos tu primera vez, que si que las tías no llegaban a menos que tuvieses un pito de veinte centímetros... Qué panda de fantasmas. ¿Cómo me había dejado engañar así? Tan solo me guiaba ya por los gemidos de Sasha y por el placer que estábamos sintiendo el uno con el otro. El punto de no retorno. Ahí estaba. La agarré con fuerza de las manos, poniéndolas a ambos lados de su cabeza, y la conseguí mirar una última vez a los ojos.- Sasha... Te... ¡TE QUIERO!

Y estallé. Una descarga de placer como nunca había sentido en toda mi vida me recorrió todo el cuerpo, al tiempo que me arqueaba ligeramente hacia atrás, juntando las cejas, con los ojos cerrados y entreabriendo la boca. El placer fue tal que sentí que me mareaba y se me iba el mundo entero mientras me vaciaba dentro de ella. Fueron unos seis segundos más o menos, y cuando terminé, después de algunos últimos e inconscientes pequeños empujones mientras todo sucedía, me desplomé sobre su pecho, abrazando su cabeza, y llenándola entera de besos, todo lo que la fatiga me lo permitía. Una pequeña y tímida lágrima se me escapó de los ojos, provocada por la felicidad de haber compartido algo así con ella. Besé con dulzura sus labios, sus mejillas, su nariz, su frente, sus ojos... Todo. No podía parar. En aquel momento, mientras permanecía apoyado sobre ella, sintiendo nuestras respiraciones mutuamente y el acelerado pulso que martilleaba nuestros pechos, supe que era imposible ser más feliz.

Notaba el placer recorriendo cada rincón de mí. Sus empujones, las ganas que tenía... Sólo cerré los ojos y me dejé llevar por lo que sentía, oprimiéndole contra mí y amándole aún más que antes. Sus caderas eran imparables igual que mis gemidos. Él sudaba anudado a mí y disfrutaba descubriendo ese nuevo mundo del que no había sido capaz de gozar.

Escuché su aviso y me decidí a disfrutar lo que aguantase, a mí todavía me quedaba un poco. Tampoco esperaba que la primera vez terminásemos a la vez. No solía pasar, y hay que conocerse muy bien el uno al otro y.....y...

Y dejé de pensar.

CREÍA que me quedaba mucho... Pero cuando empezó a acelerar sin control y notaba sus embestidas imparables y a tanta velocidad.... Directamente se me fue la olla. Empecé a gemir como hace mucho que no hacía. Me retorcí, me agarré a las sábanas, a mi pelo, a él. No sabía a qué aferrarme. Noté una especie de impulso, originado desde su esfuerzo, que me recorrió las ingles, la espalda al completo, la nuca y me llegó directa al cerebro con uno de los mejores orgasmos que recuerdo.  
Sentí ese subidón de placer y seguía sintiéndolo aún cuando él ya había terminado y estaba con los últimos empujones. Lo noté hasta que se desplomó sobre mí. Había sido más intenso y me parecía que había durado una eternidad.

Me quedé con los ojos muy abiertos, con él encima mientras yo miraba al techo alucinada y respirando entrecortado.

- ¿¡QUÉ HA SIDO ESO!?- y le intenté mirar a los ojos - ¿Tú sabes cuánto tiempo he estado con ese orgasmo?-

- ¿Eh? ¿Qué?- Y comencé a reír mientras la miraba a los ojos. Sus gemidos y gritos cuando todo estaba pasando me hicieron pensar en que tal vez era cierto lo que descubrí hacía tiempo. Le di un largo beso, mientras sujetaba su mejilla y su cabeza.- A ver, cómo te lo explico... Quería que fuese una sorpresa. Entre otras cosas porque no sabía si era cierto. Como sabrás, el orgasmo... Es algo que se produce mediante impulsos eléctricos, por eso los espasmos incontrolables... Y la sensación de que te recorre todo el cuerpo. Hace tiempo descubrí que, debido a mis poderes, los orgasmos son más intensos, como el doble o incluso triple en algunos casos, y más largos, tanto para mí como para la chica. Por eso has sentido esa... Explosión de placer tan... Repentina.

Respiraba entrecortadamente, recobrando el aliento poco a poco, pero teniendo que parar en algunos momentos de la explicación. Le sonreí y besé su frente.

- Sa... ¿Sabes? Nunca me imaginé que el sexo fuese... Así de increíble. Supongo que varía con la... Persona, y el amor que sientes hacia ella. Ains... Te... Te quiero Sasha. De verdad... Jamás me imaginé que esto fuese así... Eres... Eres increíble.- Y reí, negando con la cabeza. Con cuidado, salí de ella, procurando sujetar la goma para que no se me saliese. Me fui al baño y me limpié, rellenándolo de agua para comprobar que no había fallado. Todo perfecto. Vacié el contenido y envolví el capuchón en papel higiénico. Sabía que no debía tirarlo por el retrete, ya que podía atascar las tuberías. Después regresé al cuarto, apoyándome en la puerta del baño. Allí estaba ella, tumbada sobre la cama, tan preciosa e increíble como nunca la había visto. Su desnudez era la cosa más perfecta que había visto nunca. Sus curvas, su piel, sus pechos, sus ojos, sus largas e interminables piernas... Sonreí mientras la miraba, más enamorado que nunca de ella. Me acerqué a la cama y me tumbé a su lado, abrazándola y besándola. Quería estar un rato con ella así, abrazado, disfrutando el uno del otro, sin necesidad de decir nada. Sólo abrazados, acariciándonos, con algún que otro beso robado. Intenté aguantar todo el tiempo que ella necesitase, pero finalmente no pude evitar decir algo que llevaba un tiempo pensando.

>> Oye Sasha... No quiero que te tomes esto a mal, ni que me mires mal... Pero tengo un hambre que muerdo. Me comería de buena gana una olla entera de pasta con queso y tomate o cualquier cosa que haya. Algo salado la verdad, pero lo que sea... ¿Te apuntas cielo?- No quería que pensase que era un glotón. Aunque claro, lo era. Era un glotón de los más grandes que podía haber. Pero tenía la confianza suficiente para decirle que en ese momento, lo que más deseaba era estar junto a ella, y comer algo con ella, riéndonos y rellenando el buche, que lo tenía totalmente vacío después de la apasionante noche que llevábamos encima.

¡Osea que lo sabía! Qué cabrón... y parecía inocente. Lo que tendría que adivinar ahora sería cómo lo averiguó, a mí me había vendido que era virgen. Supongo que era cuestión de preguntarlo más tarde.
Ante sus palabras de reflexión sobre lo que acababa de pasar sólo pude contestar lo que me salió del alma.

- ¿Mola eh...? Nunca es como te lo esperas pero...- y pausé para respirar en un suspiro, tratando de normalizar un poco la respiración- No decepciona tampoco jajaja- y le acaricié la nuca en dos caricias despistadas con mis uñas.

Los instantes de después fueron maravillosos. Era de los mejores momentos de la vida junto al último día de regla. Notaba su respiración cerca. Su.. alivio por así decirlo. Algo en él había cambiado, y no sólo lo decía por ese aura misteriosa que le envolvía desde que había vuelto. Sino... No sé, siempre me parece que cambias cuando pierdes la virginidad. Te abres a una nueva necesidad vital que cumplir y es imposible que no te cambie.
Hasta que otra necesidad clásica y más familiar se impone...

HAMBRE


HAMBRE de verdad. Casi todo el mundo tenía hambre después de hacerlo, y no sé si sería porque había cenado poco, por el estrés del día y todo junto con el sexo me había abierto un agujero negro en el estómago o... yo...yo que sé
Pero tenía muchísima hambre.
Y cuando preguntó le miré con las cejas juntas y una sonrisa muy tonta mientras mi estómago rugió casi más alto que mis gemidos.
-Nada más que añadir, señoría- y me levanté no sin antes darle un beso de gula. Salté de la cama y me vestí con mi camiseta grande y ancha y mis braguitas.
Esa, otra de las mejores sensaciones ever. BOOBIES LIBRES.

Me hice una coleta jaleosa y desastrosa pero eficaz y me puse rumbo a la cocina. Abrí la olla de espaguetis y aunque quedaba poco menos de la mitad, sabía que no sería suficiente. Así que mientras clavé dos tenedores nuevos en la olla donde aún quedaba, saqué otra para preparar más. Él los necesitaría.

- Eso sí, no pienso ponerme a hacer salsa a las....- y miré el reloj de la cocina. - ¿¡TRES DE LA MAÑANA!? Pero qué demonios..- y miré llevándome la mano a la cabeza.
No pasaba nada, no madrugaba ni tenía misión pero....
Aish...Bendita sensación de que el tiempo se escape al estar con él.

Sonreí al verla tan activa y contenta, y después de un beso, la seguí, poniéndome el típico pantalón de pijama largo a cuadros, pero quedándome con el pecho descubierto. Me miré al espejo después de que ella saliese y me guiñé a mí mismo, en señal da aprobación. No estaba especialmente cuadrado ni mazado. Era el típico chaval fibroso, con los músculos marcados del ejercicio pero no desarrollados hasta el punto de ser desagradables. Tenía pelo por todo el pecho y el vientre, bajándome hasta casi la ingle. Me dirigí entonces hacia la cocina, y me apoyé en el marco de la puerta mirándola.

- ¡Eh nena! ¿Tienes planes para el resto de tu vida? ¿Qué te parece un poco de esto todas las noches y días?- Dije mientras sacaba músculo tontamente y levantaba una ceja en señal de seducción. La verdad es que me sentía genial, con muchas ganas de hacer el bobo con ella y bromear. Era divertido y sabía que a ella le haría gracia verme hacer el bobo. Me acerqué a ella, le besé la cabeza y me puse a su lado.- Deja, te ayudaré yo con lo de las salsas. Se nota que no estás acostumbrada a salir por las noches a hacerte la heroína. Para mí, ponerme a comistrajear a estas horas es casi el pan de cada día. ¿Tienes carne? Por hacer un poco de salsa boloñesa. Y por cierto, sería bueno que hiciésemos más de un kilo de espaguetis. De hecho, sería bueno hacer al menos kilo y medio. Yo seguramente me coma uno entero...

A decir verdad, esa era una de las cosas que más me gustaba del mundo. La recena. Esa comida que tomas al volver de fiesta o de haber salido de misión por ahí... Siempre todo sabía mejor, especialmente lo salado. Comer las sobras de la cena recalentadas era uno de esos placeres que la vida te brinda de vez en cuando. Y si encima eran cosas como croquetas, hamburguesas o algo que pudieses tomarte con la mano el placer ya era mayúsculo. Aunque, sin duda alguna, la pasta se llevaba la palma. Unos macarrones con queso y tomate. Madre mía, ¡eso sí que entraba! Al cabo de un rato de besos robados y varias tonterías, como que ambos acabásemos con la nariz manchada de tomate y con sabor a queso, teníamos entre manos una gigantesca bandeja llena hasta los topes de espaguetis. Le miré a la cara y ambos supimos que no necesitaríamos platos. Directamente desde el recipiente. Eso era lo mejor del mundo. Nos sentamos en la mesa y comenzamos a comer. En una de esas me miró a los ojos con curiosidad y picardía y apoyó la cabeza sobre la palma de su mano.

- Bueno, ¿y cómo es posible que el señor virgen supiese los efectos de su orgasmo? ¿O hay algo que quieras compartir conmigo?- Me pilló con la boca llena, masticando. Paré en seco y la miré. Comencé a reír por la nariz, mientras me llevaba la mano a la boca, tapándola, y y con la otra le pedía que esperase un momento. Tragué y suspiré aliviado. Creía que me atragantaba.

- A ver, cómo te explico esto.... No me mires raro ni nada, ¿vale cielo? Verás, yo hasta conocerte a ti nunca había tenido ni una relación, ni un morreo ni nada... Nada en toda mi vida. Y bueno, hay días donde uno se siente muy solo y echa de menos tener a alguien cerca. El caso es, que una noche salimos unos amigos a una discoteca, y comenzamos a bailar y demás. Y en una de esas una chica se me acercó, empezamos a bailar y demás, y me calentó como a una moto. Se me restregó pero vamos, como si ella fuese una esponja y yo una mancha de grasa. Sin embargo, al final nada. Ni un beso, ni un pico... Nada de nada. Y claro, yo tenía un calentón de tres pares. Nos fuimos a casa y yo aún seguía como una locomotora. Así que decidí hacer algo que nunca había hecho antes a ver si conseguía que se me bajase. Me fui al baño y decidí hacerme... Ya sabes. Tocarme un poquillo. El caso es que, cuando acabé, reventé el lavabo del orgasmo que me dio. Lógicamente, me rayé. Yo no sabía cómo era un orgasmo, pero desde luego no me habría imaginado ni de lejos que hubiese sido tan fuerte. Pasaron los días, y finalmente decidí contárselo a mi amigo Hans. Ya sabes, el homosexual que se fue a vivir a Hong Kong que era mi mejor amigo. Le conté lo que me había pasado y me dijo que el orgasmo era muy intenso, pero que tanto como para reventar un lavabo por una paja... Que no era normal ni de coña vaya. Así que decidí ir a ver a mi médico. Aunque no lo parezca, por mucho factor de curación que tenga, tener a un médico que pueda aconsejarte o ver qué cosas te afectan no es ninguna tontería. Más que nada por si de repente encuentro algo contra lo que no me puedo curar. Mi médico estaba al tanto de mis poderes, y ya me había dicho cosas de las cuales no podría curarme así como así. Por ejemplo, clavarme algo de madera, como una estaca o una flecha. Debido a que la madera es un aislante, necesito extraerme lo que me haya clavado, y entonces es cuando se me cierra la herida.

>> El caso es, que le conté lo del orgasmo y demás, y decidió hacerme unas pruebas. Me puso unos electrodos, midió mis impulsos cardíacos y demás, y me provocó un orgasmo. La lectura de su máquina registró unos niveles de electricidad y endorfinas mucho más elevados de lo normal. El doble para ser exactos. Después de varias pruebas, se dio cuenta de que, al estar el orgasmo directamente ligado a los impulsos eléctricos, debido a mi poder el que producía era mucho más intenso que uno normal, y también algo más largo. Un par de segundos más o menos. Sin embargo, hubo uno que lo recuerdo como si hubiese sido ayer mismo, como la cosa más brutal que he sentido nunca. De hecho, me desmayé. Al cabo de un rato, cuando volví a despertar, el médico me dijo que había sido el triple de intenso, y que por eso había perdido el conocimiento. El cuerpo humano no estaba preparado para eso. Y le pregunté qué pasaría con la chica. Después de todo, tenía intención de algún día tener una relación, y no me agradaba la idea de que, en mitad del acto, cuando alcanzásemos el climax, la partiese en dos debido a un orgasmo. Me explicó que no sabía si a la chica le pasaría lo mismo o no. Que existía la posibilidad, pero que no estaba seguro del todo.

>> Y como hemos podido comprobar, en efecto a la chica le pasa lo mismo. Vamos, creo que es eso. Al menos a juzgar por tus gritos y tu cara de sorpresa de después. Es una historia divertida la verdad... Y bueno, para ti algo genial, ¿no? Orgasmos el doble de intensos al menos y más largos durante el resto de tu vida... O del tiempo que sea. Y todos para ti... Y hablando de para el resto de tu vida... ¿Qué llevas debajo de esa camiseta? Lo digo porque me están entrando ganas de quitártela... Creo que tienes algo ahí que me gusta bastante...- Y me mordí el labio, guiñándole un ojo mientras terminábamos de comer. ¿Un segundo asalto? Por qué no... Y sino, siempre teníamos tiempo. Lo importante de aquello era que, por fin, tras todos aquellos años de espera, había unido mi alma a alguien que sabía lo valoraría, y para qué engañarnos, la espera había valido la pena sin lugar a dudas.