El Ojo de Nergal [Omega][Bruce Wayne/Angela Strazza]

OOC:

Algo no iba bien aquella noche.

Lejos de recitar frases de películas basadas en libros de fantasía, podía sentirlo en el aire. Ayudaba el hecho de que durante toda la tarde y parte de la noche los cuervos habían estado insoportables. Por desgracia, saber que algo iba mal no quería decir que ella supiera qué era lo que iba mal exactamente, por lo que todo se había reducido a rituales de purificación y un paseo por el barrio con Anubis que no había tenido éxito alguno. Y, tras horas de rituales infructuosos, lo había dado por perdido. Cansada y con la cabeza embotada, había decidido irse a la cama. Pasara lo que pasase, suponía que alguien en la revista mencionaría un suceso extraño al día siguiente que pudiera darle una pista. Si no... Bueno, tenía otros métodos de encontrar información.

Había dejado la ventana abierta, a la espera de que el frescor de la noche la despejara un poco y le permitiera dormir. No pensaba dejarla abierta demasiado rato. Aquello era Gotham y dejar una ventana abierta por la noche era tentar al destino. Pronto iba a aprender que incluso cinco minutos eran suficientes como para que el destino te devolviera la jugada.

-Angela Strazza...

La voz inesperada, grave y profunda, llegó de improviso desde su espalda, y Angie reaccionó como se esperaría de una pobre mujer como ella.

-¡AAAHHHH!- gritó, dando un bote que la llevó hasta la pared contraria antes de volverse, para ver la figura del héroe local de Gotham-. ¡Dios! ¿Era necesario intentar causarme un infarto?

Siempre se decía que el traje y el aspecto eran para causar pavor en el corazón de los criminales, pero Angie se preguntó si en realidad lo que les aterrorizaba no sería el hecho de que pudiera aparecer a su espalda sin que se hubieran dado cuenta de que estaba ahí en un principio. Ella no tenía miedo, porque no había cometido crimen alguno, aunque sí sentía algo de preocupación. No es que tuviera mucha experiencia previa en ese aspecto, pero cuando los héroes, locales o no, habían hecho acto de presencia por su cuenta y riesgo, era porque o había un posible problema, o el problema acababa de presentarse delante de ella y estaba luchando por su vida.

Asintió cuando dijo que era de Trieste, sin entender demasiado qué tenía eso de importante. Había mucha gente en Trieste, y aunque probablemente los americanos lo considerarían un pueblo, para los estándares de Europa era una pequeña ciudad. Luego pasó a explicarle que otra mujer, originaria de su ciudad natal, había desaparecido sin dejar más rastro que signos de pelea. Y, por lo que se veía, ese alguien no era humano. Pero lo que comenzó a escamarla fue la mención de los Benandanti. ¿Qué demonios tenían que ver los pobres pringados de su familia con aquel tema? Cuando le hizo las preguntas, Angie estaba más molesta que otra cosa.

-¿Qué sé de los Benandanti? Para empezar, que no somos magos. Y también que no vamos secuestrando personas, si es que se piensa que soy la causante de la desaparición de esa mujer- contestó.

No tenía por qué ocultar que era una benandante. No era ningún crimen serlo, y la Iglesia hacía mucho que no encendía hogueras para quemar a brujas.

-En cuanto a la signorina Vilazzo...- a mitad de frase, se detuvo. No, ella no conocía a la tal Alina Vilazzo, y si de verdad era de Trieste, lo más probable es que hiciera una señal contra el mal de ojo en cuanto viera a Angie. Pero el apellido... Ah, el apellido sí que la sonaba-. No la conocía en persona, y no creo que ella hubiera querido conocerme, pero creo que he visto ese apellido en alguna parte. Si puede esperar un momento...

Salió de la habitación y subió las escaleras al segundo piso. Dado que no lo usaba, estaba sellado, tanto de manera física como mística. Allí todavía estaban los viejos muebles de su tía, y también sus libros, incluido un pequeño diario que su tía se había entretenido en llevar hasta que a la muerte de su marido decidió convertirse en una reclusa. Angie lo había leído cuando lo había descubierto, pero las últimas entradas, justo días después de la muerte del tío al que nunca había conocido, la deprimían tanto que se había negado a volver a mirarlo. Pero ahora era una causa de fuerza mayor, por lo que cogió el diario y lo bajó, hojeando en las primeras entradas.

-Aquí está- anunció, mirando una página demasiado cercana a la muerte de su tío para su gusto-. Al parecer mi tía conocía a los Vilazzo, y tuvieron relaciones con otras familias como la mía antes de emigrar a Estados Unidos. El diario dice que...

Hizo una nueva pausa, mientras su cara se torcía en una mueca horrorizada. No era posible, ¿verdad? Era demasiada coincidencia.

-¿Podría hacer una pregunta? Los Vilazzo eran coleccionistas de antigüedades, y hace años le pidieron ayuda a mi tía con un objeto. ¿Es posible que falte algo de la casa, a parte de la dueña?

En realidad, teniendo en cuenta la fecha de la entrada, tenía la sospecha de que su tía jamás se ocupó del problema que tenían aquellas personas. Tal vez no había querido pensar en ello, o puede que realmente lo hubiera abandonado todo, incluido su deber, con lo que ahora era Angie la que debía encargarse de solucionar el problema. O puede que se equivocara, pero teniendo en cuenta que los cuervos se habían estado subiendo por las paredes, dudaba que tuviera tanta suerte.

Angie ni siquiera pestañeó cuando el hombre delante de ella se puso en contacto con Robin para que buscara cualquier cosa que pudiera haber sido robada. Había algo en la voz que la extrañaba, pero era incapaz de decir el qué. Una vez puso fin a la conversación, Batman cogió de sus manos el diario de su tía, como si buscara... algo más. Algo que obviamente no encontró porque Angie estaba segura que, de haber escondido su tía algo en el diario, hace meses que lo habría encontrado. Lo suyo, a fin de cuentas, era hablar con los muertos, no el espionaje. Preguntó por la entrada del diario, lo que hizo que Angie se encogiera de hombros.

-Decía que los Vilazzo la llamaron. Eran una rama de una vieja familia de Trieste, de esos que generalmente hacen signos contra el mal de ojo cada vez que ven a mis padres- algo típico, en realidad, tanto que no le quedaba más remedio que reírse de ello: todos los trataban como apestados hasta que aparecía algún problema y tenían que pedirle ayuda al “brujo malvado” para salvar la situación-. Habían adquirido una reliquia que el anticuario juraba que era sumeria. Al parecer, poco después empezaron a tener infestaciones de... algo. No dice exactamente el qué, pero cucarachas no creo que fueran. Uno no llama a un benandante para ocuparse de los insectos.

Uno llamaba a un benandante para dos cosas: protegerse de las brujas, o protegerse de los muertos. Teniendo en cuenta el caos en esa maldita ciudad, podía ser cualquiera de las dos cosas. Eso reducía todo a que la antigüedad que los Vilazzo habían adquirido era probablemente una reliquia mística. Ese tipo de objetos eran siempre peligrosos en las manos de gente inexperta. Incluso expertos podían tener problemas con una, si era lo suficientemente poderosa.

-He estado en Italia, hermoso pais...No entiendo como una mujer nacida alli acabaria optando por venir a un lugar como éste...

-Si lo dice por mí, mi padre pensó que era buena idea que ampliara horizontes- decidió no comentar que lo que la retenía era su propio sentido del deber-. Si es por mi tía, se casó con alguien de la ciudad y se vino a vivir con él.

-¡Agh!

Al mismo tiempo que Batman cerraba su mano sobre el gorrión muerto, Angela se volvió a mirar hacia la ventana, con una expresión de horror dibujada en el rostro. Podía sentirlos. Sabía que había algo más, y sintió nauseas, porque lo que estaba dirigiéndose hacia su casa eran algo más que pájaros muertos. Eran cuervos y gorriones, psicopompos. El hombre arrojó el pájaro al exterior de la casa y cerró la ventana, echando las cortinas, pero Angela ya se había comenzado a mover.

-¡Anubis!

El enorme perro negro surgió del salón, corriendo como una flecha hacia su dueña, alcanzándola antes de que alguien aporreara la puerta. Batman acudió a abrir, metiendo a alguien dentro de la casa y cerrando la puerta detrás a toda velocidad. Lo que se encontró Angie delante fue una chiquilla rubia vestida con el traje de Robin.

”¿Pero Robin no era un chico?”

Luego recordó toda la información que había ido acumulando en encuentros anteriores con otros superhéroes y solo pudo suspirar. Tenía que dar por sentado que al menos Robin no era el de su mundo. Si lo raro hubiera sido que el mundo de los muertos se estuviera quietecito...

La conversación que siguió le explicó muchas cosas a Angela, aunque la verdad era que hubiera preferido no escucharlas. La leyenda cuadraba con lo que se esperaría de una reliquia nigromántica, antigua y de un poder bastante alto. Tanto como para funcionar incluso si tenía su poder sellado. Arqueó la ceja ante la mención de que para romper el sello era necesario sacrificar la vida de alguien que fuera usar capaz de usar las energías místicas. Aún así, aquello lo único que venía a decir era que la vida de una inocente corría peligro, porque a alguien se le había ocurrido que era una idea genial ir levantando muertos.

Batman se volvió hacia ella, pidiéndole que le contara lo que sabía, si Alina era una benandante, lo que fuera. Como si fuera tan fácil.

-No, Alina no era una benandante. Hubiera necesitado entrenamiento, y mi tía no recibió visitas nunca. Lo sé, he preguntado- su tía apenas abandonaba la casa, y la única vez que había venido alguien, había sido la ambulancia que se la llevó al hospital el día de su muerte, o eso habían dicho los vecinos-. No sé más del Ojo de Nergal, salvo que es probable que sea una reliquia nigromántica. Pero si está atada a los mitos de los sumerios, eso quiere decir que lo que resucite será siempre un cascarón vacío y sin alma, porque nada puede volver una vez entra en el Inframundo.

Con pasos tranquilos, se dirigió hacia la entrada, seguida de cerca por Anubis. El labrador caminaba con las orejas gachas y los dientes al aire, preparado para atacar. Cuando llegó a la entrada, puso la mano en el pomo.

-Da igual que cerrara la ventana, saben que estoy aquí. Los benandanti no podemos ocultar lo que somos. Los muertos han venido a por mí. Pero eso está bien...

Abrió la puerta de repente, y alzó la mano libre hacia la bandada de pájaros muertos que se abalanzaban sobre ella.

-¡Porque soy la que guarda el equilibrio entre la vida y la muerte, y estáis obligados a hacer mi voluntad!

Como si aquellas palabras fueran un disparador, líneas de un verde pálido se extendieron alrededor de ella, en un círculo creciente. Allí donde los pájaros chocaban contra el círculo, con un sonido inhumano, caían al suelo o se veían obligados a aterrizar. Al poco tiempo, ninguno de los pájaros parecía dispuesto a atacar.

Angie hizo una mueca de desagrado. Odiaba ver a los animales muertos, especialmente a aquellos que le eran más afines. Comprendía el ciclo de la vida y la muerte, pero aquello era una maldita y asquerosa burla. Y sabía que podía ir a mucho peor. No podía saber a ciencia cierta si aquella mujer tenía poderes místicos, y por todo lo que sabía, tal vez la exposición prolongada a la reliquia pudiera haberle afectado en ese sentido. Y si alguien conseguía el control de esa reliquia, una bandada de pájaros sería el menor de sus problemas. La italiana frunció el ceño y luego volvió a dirigirse hacia los cadáveres voladores.

-Bueno, ¿a qué estáis esperando? ¡Volved por donde habéis venido!

Siguiendo unas órdenes a las que no podían negarse, los pájaros muertos volvieron a alzar el vuelo, elevándose en torpes arcos y dirigiéndose todos hacia la misma dirección.

-Si uno quiere levantar un ejército de muertos, normalmente uno se dirige a donde están enterrados. Solo habría que seguir la dirección hacia la que van los pájaros- anunció, antes de añadir:-. ¿Le importa si voy con usted? No pienso dejar que ese objeto siga en manos de quien pretende usarlo.

Ese era, a fin de cuentas, su verdadero trabajo.