La Ultima Estrella de Sangre [Omega][Pamela L. Isley/Bruce Wayne]

Las noticias sobre la bomba corrieron más rápido que una mecha encendida. Los Gothamitas se refugiaban en lo que seguían empeñados en considerar su "seguridad". Lo de las bajas humanas no me importaba. Mi dolor fueron las muertes reales, las de las plantas que acabaron exterminadas por culpa de una panda de matones y escoria de la poca mugre que queda de humanidad sobre esta tierra. En cuanto me enteré de lo sucedido me puse manos a la obra. Reuní a mis contactos. Los traficantes, los más viejos compañeros, incluso los rostros de poca monta. Me llegaron rastros de información. La seña del puño alzado, los pañuelos carmesí, un par de nombres, lo que consideraban "su calle". Eran una organización terrorista que a bajos fondos parecía un simple clan callejero.
Bastardos. No dudé en que Batman ya estaría al acecho, por lo que la misión se me complicaba. Debía actuar cautelosa y como siempre, desde una posición delicada. Demasiado buena para los malos, demasiado mala para los buenos.

No pensaba desperdiciar la noche, era mi momento y no quería derrocharlo. Uno de mis contactos consiguió mandarme la ubicación exacta de la calle donde la banda tenía su "territorio". Cómo se atreven a siquiera relacionar la tierra con cuatro paredes mal puestas podridas en los ideales de niñatos sin voz ni voto... Iban a pagarlo muy caro. Aquel barrio no estaba muy lejos de las afueras, mi zona. Me deslicé por la vegetación de la zona hasta que la calle estuvo despejada. Esperé por la zona, cubierta por una gabardina y un sombrero amplio, sentada en uno de los bancos con las piernas cruzadas y las manos en los bolsillos. Por suerte la farola junto a mí estaba fundida y me ayudó a permanecer en la sombra más pura. Intenté no revolverme más de lo que debía a pesar de que la ropa me incomodaba más de la cuenta. Debajo llevaba mi body de hojas de parra, pero aún debía guardarlo. Saldría a la luz en el momento oportuno. Escuché ruidos en un callejón sin salida de la manzana de al lado, pero no le di mucha importancia, al fin y al cabo era raro que el silencio reinase más de tres segundos en aquella ciudad, y aún más en los barrios bajos. Desvié la mirada dos segundos al callejón y volví a retomarla a un punto perdido del asfalto vacío. Noté una mano en el hombro. Suerte del desgraciado que se haya atrevido a tocarme sin permiso, que llevaba ropa puesta en este preciso instante.

- Hola preciosa ¿quieres darte una vuelta con nosotros? - Levanté la vista levemente, había dos chicos, apenas llegarían a los 25 años. No llevaban el pañuelo y parecían bastante idiotas.  

- Largaos, por vuestro propio bien. Dadle una oportunidad a vuestras madres de sentirse orgullosas de vosotros y volved pronto a casa, sólo por una vez.  - pero la presión del hombro se apretó aún más. La mano del otro chico se posó en mi otro hombro.

- Bueno, bueno, bueno... Parece que nuestra pequeña zorra no sabe en qué barrio se ha metido. Vamos a tener que enseñarle un poc-- Y mi puño se hundió en la boca de su estómago. Le derrumbé contra el suelo agarré de la muñeca al otro cretino antes de que escapase y levantándole por encima de mi cabeza le partí el cuello haciéndole caer sobre su propia cabeza. Escuché una pelea, en el mismo callejón del que provenía el ruido y vi cómo dos chicos con el pañuelo rojizo entraban en él, a gritos. Miré a los dos intentos baratos de violadores, me sacudí las manos y mientras tiraba el sombrero y abría la gabardina, dejando ver mi verdadero cuerpo al natural , avancé hacia el callejón. Dos chicos a mis espaldas, uno de ellos sangra. Uno más que no para de gritar y...
Mi vista enfocó al fondo de la pared. Bingo. Baty... ¿andas metido tú también en esto eh? ¿Por qué no reaccionaba? Debía hacer algo...

- ¡PSST, EH! - Y los tres chicos, con sus tres pañuelos se giraron mirando mi silueta a contraluz. - Me habéis pillado en muy mal día... - Dos lianas inmensas salieron enroscadas desde mis codos, alrededor de mis brazos y en tensión hasta llegar a los cuellos de dos de los matones, los que tenía más cerca de mí. Que acabaron levitando con los pies a alto nivel del suelo mientras la respiración se les cortaba poco a poco. Se acercaban a mí, mientras Liana se enroscaba en mis brazos, trayéndoles lenta y dolorosamente. Uno de ellos intentó gritar
-¡¡ES HIED- Un golpe seco impulsado por la fuerza de las lianas hizo que las dos cabezas se chocasen fuerte,  dejando la obra en un punto final con el ruido sordo de dos cuerpos inconscientes cayendo sobre el pavimento. Quedaban Batman y un tercer bandido. Me acerqué con paso firme. El chico que quedaba en pie, patético y temeroso se acercó a mí sacándose una navaja del bolsillo. No fue necesario más que una patada en las costillas para dejarle en el suelo,  quejándose, manteniéndole ocupado intentando redimir el dolor. Llegué hasta la pared en la que Batman se tambaleaba. ¿Qué demonios...?

- ¿Puedes oírme? - e hice un par de chasquidos con los dedos pulgar y corazón de mi diestra. Parecía como si hubiese fumado el porro más grande de la Marihuana mejor plantada de este planeta. Apoyé mi mano derecha sobre su hombro izquierdo por asegurarle contra la pared y con una mano entre mi barbilla y la suya, le soplé polvo de cacao puro, café y jalea real. Nada tóxico, pero le despertaría contrarrestando el sueño y cualquier droga que le hubiesen metido. ¿Por qué ayudar a Batman? Sencillo. Él quería justicia, yo venganza. El mismo fin. Medios diferentes. Merecía la pena utilizarle al menos ese periodo de tiempo.

Tengo que reconocerlo, ver a Batman actuar era cuanto menos cómico. Me sorprendió ver que la gente de a pie de verdad consideraba que él no mataba... Interesante, quizá fuese algo a valorar para la próxima vez que tuviéramos que enfrentarnos. Me mantuve al margen, estaba haciendo el trabajo sucio, ¿para qué interrumpirle? La tensión terminó con el crujido de unas esposas bien encajadas. No pude evitar un escalofrío al pensar en mis muñecas doloridas por la "seguridad" de Arkham. Y una voz de mujer irrumpió en la oscuridad, con cierta distorsión electrónica, acompañada de una discusión sobre mí. El tono de la conversación fue como cuando dos padres quieren hablar de papá noel delante de su hijo. Yo no debería saber que era yo, pero no había otra posibilidad.
Y me empezó a hablar, supongo que ganando tiempo.
Mi carcajada adornó los ecos de la calle.
- ¿Que no son principiantes? Por favor... ¿Acaso una asociación bien llevada deja que adolescentes inútiles e hiperhormonados, créeme, lo sé, paseen por la calle con su distintivo? Son sólo unos cuantos personajes con dinero que quieren jugar a ser Dios. No es nada más. Y creo que de ecoterrorismo puedo opinar...

Nos desplazamos al borde de la carretera y súbitamente empezó a hablar en plural. ¿Vamos a enfrentarnos? ¿VAMOS? Para antes de poder rechistar, había llegado aquel coche horroroso. La voz que había sonado antes por el altavoz móvil estaba en persona. Una chiquilla, no debía tener más de 19 años, apareció decidida y jovial. Pude ver su rostro cuando me reconoció, y su mirada de arriba a abajo. No la había visto antes. Y de nuevo la discusión sobre mí.
Me crucé de brazos y con una ceja levantada seguí de observadora, estaba empezando a cansarme. ¿Batman estaba haciendo de mediador para mí?
Y en menos tiempo del que me hubiera gustado tenía una decisión delante de mí. Tenía la puerta abierta, y nunca mejor dicho, a cooperar con Batman. Dejando de lado la ofensa de que él lo había dado por hecho, en vez de preguntarme, no era del todo una mala idea. Él me necesitaba más que yo a él, eso era algo evidente. Pero las limitaciones no me gustaban un pelo.

De nuevo la sonrisa apareció en mi rostro y adopté una pose más relajada.

- Seamos realistas Bat... Sabes que voy a tomar parte en esto. Si te acompaño es una manera de tenerme controlada. Si no, te tendrás que enfrentar a dos enemigos, porque tú te has empeñado en que yo lo sea. Vamos a ser... justos por una vez. - dije mientras me acercaba al coche, hasta estar casi pegada a él. Noté cómo la pelirroja se inquietaba. - Yo te acompaño, colaboro contigo, terminamos con esto y todo bien. Peeeeero... Regla número uno. - dije levantando el dedo índice de mi puño anteriormente cerrado, señalándolo con el dedo índice de mi otra mano. - Desde YA, deja de llamarme por mi nombre, hasta que termine la operación, misión o como os guste llamarlo. Soy Hiedra Venenosa. Regla número dos - y mi dedo índice diestro se desplazó al dedo corazón ahora también extendido, de mi mano izquierda - Los dos sabemos que nunca hemos tenido problemas con esto pero...  nunca está de más recordarlo. Si estamos colaborando juntos nos salvamos el trasero entre nosotros. Para mí "los malos" sois vosotros. - y mi dedo índice se desplazó hasta el dedo anular de la zurda - Y regla número tres, sabiendo que casi no necesito tus recursos, y que la investigación me da igual... Si mi vida peligra y tengo que matar para sobrevivir, no dudaré en hacerlo.  Y no es una condición - y entré en el coche. Noté la mirada de la chica clavada en mi de manera intensa e ininterrumpida. El roce de la tela texturada en los muslos y espalda. Qué grima...

Él sabría que era la mejor opción a contemplar. Si quería impedirme matar me tendría cerca para mal-intentarlo.  Si bien era una condición por la que me negase la colaboración yo sería una preocupación más. Sonreí mirando a través de la luna de aquel vehículo, intentando adoptar una pose cómoda. En uno de los giros pude ver a la chica en el asiento de atrás que no paraba de contemplarme. La miré a los ojos sonriendo y me desvió la mirada para volver a mirarme después.
Adoro a las novatas.

Y regla número cuatro Batman... este favor me lo cobraré.

No me gusta. El tejido era desastroso, el silencio demasiado presente y la pelirroja demasiado insistente. Todo olía a caro y a prepotencia.
Cuando la chica dio la sugerencia de desalojar la ciudad mis manos se apoyaron en los reposabrazos como un resorte y antes de que pudiera abrir la boca, lo hizo él.
La niñata me cayó mal desde su poca consideración hacia la flora, y aunque la explicación de Batman era bastante pobre, lo dejé estar.
Espera, ¿que las plantas nos necesitan? Eso no es cierto.

Pero aquel trasto empezó a detenerse, y había que echar raíces y centrarse en lo verdaderamente importante de eso, en el por qué yo estaba allí, la asociación.
Fui a ponerme en pie pero una mano rodeó mi muñeca y me tocó en ella. Pude ver un aparatejo negro, como todo, que se sujetaba. Me dio su explicación y aunque tuve bastante claro desde el principio que tendría localizador, me daba igual. Al final de la misión me desharía de él.
¿Misión?
Quise decir plan.

Salté de aquel coche infernal y me adentré en la primera habitación. Un recibidor normal y corriente, como el de un barbero barato, se alzaba ante mí. Un mexicano con unas deportivas de moda apoyadas en el recibidor y las manos en la nuca. En sus labios un cigarro mal liado que olía a María muerta. Cuando me vio apagó instintivamente el porro y tosió durante medio minuto. Era habitual que entre la gente que traficase con droga mi nombre retumbase como algo invisible y presente en todas las mentes. ¿Cómo no sacarle partido económico a la jardinera que me mejores cosechas podía hacer? Me miró espectante e inseguro, buscando algo con la mirada.

- He venido a mantener una pequeña charla. Y antes de que digas que no puedes ponerme ante tu jefe y demás... Sólo quiero que reúnas a la mayor cantidad de gente posible. En el piso de abajo, aquí mismo, en la entrada. Y... - apoyé el abdomen sobre la mesa que nos separaba y con la ayuda de ambas manos se me marcó un escote donde perdió la mirada. Inspiré cargando las feromonas - rapidito. - salió corriendo a las puertas laterales que había en aquel piso, a gritos en lo que creía que era castellano. Decenas de hombres, todos con el pañuelo y con rasgos latinos aparecían en la recepción. Y todos me miraban de arriba a abajo paralizados.

Batman, realmente espero que merezca la pena.

Una vez todos se agrupasen era cuestión de dar espectáculo, y cuando fuese necesario, saber sujetar a los perros.

Todo desapareció, el edificio, el dolor, el miedo, Batman... TODO.
Estaba en peligro una vida y debía concentrarme. Eché a correr para caer de rodillas junto al parque donde había decidido estar antes. Recogí la planta entre mis palmas y la mantuve con vida hasta llegar a la tierra. Hice surco llenándome las uñas de tierra y la apoyé en vertical , enlazando sus raíces con mi poder para asegurar que se quedaba bien sujeta.

- Esta especie necesita mucha agua... ¡TRAE AGUA! - No estaba para bromas y era necesario YA.

Destellos verdes surgieron de entre la tierra, enraizado, retorcido, seco. El gemido del esfuerzo ambientaba mi garganta igual de seca. No podía... ¡AGUANTA MALDITA SEA!

Los pétalos volvían a alisarse, extendidos, majestuosa y bella.

- ¡¡QUÉ PASA CON EL AGUA!! - si no...

No, no pienses eso Pam, puedes hacerlo.

Cerré los ojos y ceñí mis manos en torno a la tierra mientras sepultaba las raíces. Oprimí, me concentré, saqué fuerzas de flaqueza y conseguí hacer que la bella Chilco se irguiese. Desperezaba sus hojas como brazos de un recién despierto. Desenroscaba su cuerpo describiendo una espiral de hermosura poco vista en otro arte, volvía a la vida después de un periodo de maltrato. Sus hojas se desenroscaban como los papiros de los antiguos mientras recuperaban el brillo único tan característico de las flores de agua.
Un espectáculo digno de todo galardón.

Terminé jadeante, cansada y con las manos agarrotadas y temblorosas.

- Es...e... es una Fuchsia Magellanica... Ne-necesita mucha mucha agua. Es de sudamérica y...- me desplomé sobre el suelo con los ojos cerrados, la vista se me nubló y luchaba por volver a levantarme.

Generaba plantas sin problema, pero darle la vida a una... Era otra cosa y consumía demasiado.

Sólo recuerdo cerrar los ojos y...............


[Poison Ivy queda inconsciente]

Una intensa y aguda sensacción en la cabeza me punzó aún en la oscuridad. No fui capaz de discernir cómo me acosté anoche. Empecé a abrir los ojos y noté cómo con pereza se despegaban lentamente tras una resaca. Me dolía absolutamente todo el cuerpo. Lo notaba pesado, cansado... Y un olor artificial me estampó en la nariz. No estaba en mi bosque. Ni en el jardín botánico. Abrí los ojos de golpe y lo primero que vi fue una mancha naranja demasiado cerca de mí.

Me puse a la defensiva Y me incorporé del tirón, superando el dolor.

- ¡¡¡LARGOOOO!!! - dije mientras cargaba un puñetazo.
Vi la cara de la ayudante de Batman, y miré a su alrededor y encontré también a Batman, sentado y mirándome.

- Lo... siento...- Sonaba realmentearrepentida. Esa situación me recordó a cuando Woodroe experimentaba conmigo y... mmnh.. Símplemente tenía las de perder si me ponía agresiva...
Y no quería... que ellos pensasen que era un monstruo...
Mi relación con Batman era de lo más peculiar. Habíamos trabajado juntos en más de una ocasión y la verdad es que no me sentía del todo mal. Pero eran motivos que me interesaban a mí.
Aunque supongo que no era momento para estas reflexiones....

Parpadeé un par de veces, apoyé la cabeza sobre ambas manos y cerré los ojos.
Espera... ¿qué había pasado...?
¡FUCHSIA!
- La flor... ¿Está bien? - y miré a Batman al pequeño hueco del resquicio de sus ojos -
Sonaba frágil, piadosa y .preocupada.
De verdad... sólo quería que todo saliera bien. Y no dudaba en que ellos se habían preparado y habían investigado mientras yo estaba.... Un momento...

- ¿Cuánto tiempo he dormido? - Miré a mi alrededor, observando los detalles de la decoración - Ponedme al día por favor...-

Deseaba partirle la cara mientras me arrancaba esos asquerosos cachivaches médicos. ¿Quién se ha creído que es? Nunca le pedí ayuda....
Pero estaba totalmente vulnerable en esa situación y no quería salir perdiendo así que me dediqué a seguirle con una mirada intensa de odio palpable.

- ¿¡UNA HORA!? - y bajé de un salto de esa cama. A pesar de mi estado de alarma, permití que la joven me palpase el brazo, comprobando que seguía con guantes. Si estaba sana no había tiempo que perder.

Por primera vez contemplé los ojos del murciélago desde tan cerca siendo gesto de su voluntad. Se había puesto de mi parte.

- Bat, por favor, no me digas lo que me pasa cuando doy mi vida por una de ellas... no es la primera vez que lo hago. No hay tiempo que perder, bastante siesta innecesaria me he permitido ya.... Hay que encontrarles. Puedo seguir el rastro de la otra flor, sin lugar a dudas y el sitio que yo te indique SERÁ su base. No hay margen de error, pero necesitamos ese vehículo tuyo o algo que nos permita movernos rápido. Si me dejas un mapa en papel podría marcarte con un rotulador por dónde ir yendo, no quiero tener que parar en cada cruce para indicarte porque tu cacharrito sea demasiado rápido. ¿Entendido el material que necesito? Llevadme a la salida de esto. Nos vamos ¡YA!- y sin más tiempo que perder, las flores de mi traje que habían caído se reinstauraron, mi vitalidad había vuelto a su dueña. Pamela podía con esto.. y con mucho más.


Una vez estaban junto al Batmóvil, Pamela esperó a que la pelirroja apareciera con lo pedido.

- Una vez ambos nos encargaremos de las molestias impertinentes pero...la bomba ha de ser toda tuya a no ser que tenga algún componente orgánico, en cuyo caso tendremos que trabajar también juntos. No querría por nada del mundo que esto saliera mal... - y le miré a los ojos con gesto tozudo y serio - No me falles. En esto no. - volví a perder la mirada a ningún lado - Quiero que entiendas una cosa. Si vuestra vida corre peligro... y tengo opción de salvar a alguno de vosotros... La salvaré a ella sin dudarlo. Es una niña y tú... eres tú. .

De camino todo fue acorde a lo previsto. El camino era el correcto, y a medida que nos acercábamos la vida que brotaba en mí, la que compartía con tantos seres del planeta, se activaba poco a poco, deseosa de juntarse con los suyos. Al aparcar agradecí de nuevo poder salir de ese ambiente estético y mecánico del coche. Me estiré e intenté tranquilizarme ahora fuera de él.

A solas con Batman no pude evitar pensar en todo lo que había detrás… Él, lo que representaba, lo que suponía… Ahora emprendía una causa justa de verdad, no como hacía, aunque yo sabía de sobra que se trataba de una excepción. Le seguía odiando y quería matarle, aunque tengo que reconocer que esa tensión que había entre ambos. El no conocer nuestro verdadero “bando” me atraía a su encuentro. Pero seguía siendo la rata voladora asquerosa y entrometida de siempre.

Me entregó uno de esos aparatejos con los que se podía hablar. Nunca me había ido del todo la tecnología y dudé severamente sobre arrojarlo al suelo tal cual me lo había entregado, pero luego pensé que quizá tuviese algo de ADN o alguna pista que pudiera investigar y lo guardé en un pliegue de mi traje, en el escote. Le vi ascender, y colocarse preparado en las vidrieras del techo del jardín. Inspiré profundamente y cerré los ojos. Aún fuera del recinto era capaz de accionar mis poderes y decidí calentar para antes del espectáculo. Alcé mis manos con los puños en tensión y a medida que contraía mis músculos las raíces más profundas del botánico empezaron a temblar para querer salir en libertad. El tembleque provocaría suficiente distracción para los que estuvieran dentro como para darme pie a entrar. Cuando el suelo se volvió irregular empujé ambas puertas con fuerza y seguridad, y a paso firme y fuerte me adentré en mi anterior templo. Ahora mancillado.

Las puertas rebotaron en un estruendoso sonido que llegó hasta el final del alargado pasillo del botánico. Miré a todas partes, las pequeñas me recibieron como a una madre, entre movimientos de alzamiento, contentas y revoltosas. Todas me susurraban. Veinte objetivos, un jefe, 19 esbirros.  El jefe está junto a la bomba.   Debo neutralizarlos primero.  

Antes de que pudieran reaccionar me deslicé en el pasillo derecho, había nueve. Me infiltré entre las plantas, envuelta en una danza de compañerismo y riesgo, ellas me impulsaban,  me ocultaban y camuflaban mi olor.  Mis brazos se alargaron hasta capturar a dos guardias por la boca, sólo quedaban las armas, cayendo al suelo. Diecisiete y el pez gordo. Ocho de ellos se acercaron a la zona a investigar. Una liana ancha como un tronco germinó desde la tierra y agarró de la cintura a tres de los curiosos, alzándolos por los aires. Me da igual si morían, se desmayaban o sólo se aturdían. No se cabrea a Hiedra.

Cinco a los que derribar de manera rápida. Uno de los árboles más altos se derribó en un terrible crepiteo, terminando con la sutileza de la situación, cayendo sobre esos cinco hombres. Dos de ellos tenían atrapada una pierna. A los otros les había caído de lleno. Los disparos de sus compañeros empezaron a repetirse y ensordecerme. Me tapé los oídos cubriéndome en una de las cortezas más gruesas que conservaba ese paraíso.

Miré arriba para comprobar que Batman y la chica seguían allí arriba  y así fue. Los disparos se dirigían hacia mí y necesitaba una distracción. Dos movimientos maestros, simultáneos me pasaron por la mente.

Agarré con la misma liana a otros tres guardias, y les levanté hacia la cristalera donde se encontraba la rata. Lo siento Bats, necesito que seas mi distracción.
-¡¡ES BATM…- Y no llegó a pronunciar su nombre. Oprimido hasta los huesos, sus pulmones no aguantaron la presión. Sólo quedaban 7 y tendría vía libre para ir a por la cabeza de este plan. Corría alrededor de las plantas como si de mi bosque se tratase. Conocía hasta la última raíz de ese sitio. Y pensaba aprovecharlo.
Los idiotas habían cometido la estupidez de dejar la bomba posada sobre las flores. Craso error.  
En un gesto de mi mano las flores se alzaron, volviendo a recobrar la raíz en la tierra y levantaron con ellas la bomba, dejándolo frente a Batman. Si era suficientemente listo rompería la vidriera, la intentaría desactivar o se la llevaría de aquí. No podía dejárselo más fácil.
La mayoría de miembros que quedaban decidieron huir por la puerta. Supongo que pensaron con lógica, y llegaron a la conclusión de que su vida no valía para eso.  Pude ver una silueta de un hombre de unos 30 años de edad, con barba y tez morena, que intentaba correr hacia la puerta. Él. Una liana le agarró por el cuello, directa desde mi muñeca y tiré hacia mí, haciendo que cayese en seco con la espalda sobre el suelo. Me acerqué poco a poco, mirando arriba, comprobando que Batman estaba ocupado. No iba a interrumpir mi venganza…

-Por favor…. Sólo…no… No lo gagas- suplicaba, clemente, una segunda oportunidad. Intentando vocalizar y no ahogarse al mismo tiempo.

- Si no hubieseis tocado a mi familia os lo hubiera perdonado. - y le miré de arriba abajo con cara de asco. Mi bota cayó firme en su entrepierna y la liana se estrechaba cada vez más. En mi otra mano, un látigo de espino castigaba una y otra vez su abdomen y pecho. Otro más… otra vez… un latigazo más…

Su sangre impregnaba mi ropa y  mis armas. Pero lo merecía.  Cuando no pudo más me incliné sobre él y relamiéndome, le di a conocer sus últimas palabras.
- Morirás entre sufrimiento y alucinación. Tu vida no vale nada y no le importas a nadie- Y sentándome junto a él, me incliné para besarle con mi dulce nota de muerte.

Todo había terminado bien si la bomba estaba fuera de peligro.