[Mini-Evento]Ruinas de un pasado posible +18 (Dianne Albidane) [05-04-2018]

- ¡OUCH! ¡OYE! Vale, vale, ya la recojo, no hace falta que me pegues... - Era raro pensar que Dianne le había hecho daño con toda esa armadura puesta por encima. Tal vez fuera parte de su forma de ser, humorística y quitando hierro al asunto... pero bueno, simples divagaciones de un autor sin entender al personaje del cual escribe.

Sloan se agachó para recoger la fotografía de la rubia que había tirado por los suelos. El cristal se había roto, o sería más correcto decir que el cristal había caído de su marco, ya que estaba roto desde antes. Apartó los restos del marco con la mano y sacó la fotografía para verla mejor. Definitivamente era Dianne, con muchos años por encima y rodeada de críos.

- Respondiendo a tu pregunta anterior... la verdad es que si, envejeces bastante bien. En ésta foto estás con una sonrisa de oreja a oreja mientras un grupo de chavales que no te llegan a las rodillas te rodean y te tiran de la falda que llevas. Tú estás sujetándola mientras con la otra mano estás sujetando la manita de una niña con cara de no querer salir a la foto por timidez. ¡Qué mona! Si hasta se chupa el dedito... En fin, toma, por si la quieres de recuerdo. - Se la pone en la mano a Dianne para que se la pueda quedar. Aun no se había acostumbrado a tratar con una ciega que podía "ver" o "sentir", como prefiriese llamarlo. Para él era una chica invidente, y todo cuanto sabía de las personas invidentes era que había que tratarlas con amabilidad y darles las cosas lo más cerca posible, para que puedan saber que le has dado un polvorón en lugar de una roca para masticar.

- Bueno pues... visto el panorama creo que ya he tomado una decisión: subiremos. El otro pasillo parece dar a otra sala y seguramente sea algo en plan "tienda de recuerdos" o una sala de espera por lo que he podido ver, así que... - Se acercó a Dianne y le cogió las manos. Se las juntó, una encima de la otra. - Sujétalas con fuerza. - Acto seguido, y aprovechando que Dianne había formado una ansa con sus brazos, la agarró por la espalda como si no pesara nada y se la subió de nuevo a su espalda. Esperaba que reaccionara y se agarrara hasta con las piernas para no caerse.

Iban a subir, y eso implicaba agarrarse a unos cables que tal vez no resistirían su peso o que estaban hechos puré por dentro. Todo podía pasar en un edificio en ruinas, pero quien no arriesgaba, no ganaba. Por ello Sloan terminó de abrir completamente las puertas del ascensor, con un chirrido retumbante y molesto. Nubes de polvo les dieron la bienvenida para que Sloan las saludara pasando de ellas y agarrando el primer cable que tuvo a mano.

- Agárrate fuerte y no me muerdas, hamster. - Se dejó caer, y su cuerpo pegó un tirón cuando el cable hizo el trabajo sucio de mantenerlo en suspensión. Las manos fuertemente aferradas empezaron a subir, ayudadas por las piernas y los pies, rodeando el cable y usando su propia fuerza para proyectarse cada vez que Sloan avanzaba con las manos.
Fue subiendo por un edificio que parecía no tener fin. Tal y como estaba no podía arriesgarse en intentar abrir otras puertas: tendría que conformarse con encontrar un piso donde ya estuvieran abiertas. Subió, subió y subió, y le pareció contar quince pisos. No estaba del todo seguro, pero cuando miró hacia abajo bien le pareció que estaban escapando de un agujero al abismo.

- Ya casi llegamos... nah, era mentira: no sé ni cuándo llegaremos. - Y como si el destino mostrara su faceta burlona, la luz del sol le impactó de lleno en el casco; había una puerta abierta, iluminada por el sol como si se hubiese disipado la niebla. Se balanceó tres veces hasta que pudo agarrarse al marco de la puerta y colocar ambos pies. Un tirón más y ambos escaladores (bueno, escalador y paquete) pudieron tocar tierra firme. - Ahora sí, hemos llegado. Ea, deja de subirte a la chepa, que no puedo cargar todo el día contigo - bromeó.

El nuevo escenario era francamente perturbador: por las paredes habían agujeros de bala y cortes hechos por lo que parecían ser bestias salvajes y bastante grandes. Había partes destrozadas, paredes que se habían derrumbado por algún choque y puertas incrustadas en las ventanas. El sol se imponía por encima de una nube de niebla gris y oscura. Sloan caminó por el pasillo que daba al ascensor en el que habían salido, y tan solo necesitó dos pasos para poder ver que no estaban solos. El pasillo terminaba perpendicular a otro pasillo curvado, el cual seguramente hacía las veces de límite el edificio, rodeándolo con su pared de cristal que daba al exterior, rota y dejando pasar una gélida brisa antinatural.

- Dianne, ¿puedes pisar donde yo pise? Tal vez no te guste el suelo donde nos encontramos. - Asomándose por la esquina, a izquierda y derecha nuevos cadáveres cubrían el suelo. Estaban destrozados, quemados, a algunos les faltaban partes del cuerpo. Incluso del techo colgaba algún que otro esqueleto con trozos de carne calcificada. ¿Qué demonios había pasado ahí?

Sloan se adelantó un poco, intentando no pisar ni uno solo de los cadáveres. Con lo fino que tenía Dianne el sentido del oído, solo haría falta un ligero crujido para sobresaltarla y ya la tendrían liada. Pisó con cuidado, acercándose a la esquina para poder doblarla y observar con más detalle la planta en donde estaban.

Un crujido, una caída y Sloan se giró para ver qué había pasado. En cuestión de dos segundos Dianne estaba restregándose por el suelo, alejándose de los cadáveres sobre los cuales había caído. Estaba gritando como si no hubiera mañana, agitándose y llorando. El moreno no gastó un segundo antes de acercarse a la rubia, sin mirar por donde pisaba. Los cadáveres saltaban por todas partes, dejando camino a la armadura andante, que agarró a Dianne del suelo, sostenida por sus brazos.
Estaba cubierta de trozos podridos, chamuscados y malolientes. Giró sobre sus pies y de una patada rompió la puerta que tenía más cerca. Dentro no había cadáveres, pero si que estaba algo destrozada, con las paredes agujereadas y rasgadas. Se acercó a la mesa central y la depositó encima. Sacudió la suciedad del cuerpo de Dianne hasta que no quedara nada y luego se apartó, con las manos levantadas.

- Vale, que quede claro que no ha sido un acercamiento inapropiado, ¿vale? He tenido que tocarte para quitarte toda la suciedad que tenías encima. No me lo tomes en cuenta si te he tocado alguna parte sensible.

Le puso una mano sobre el hombro y otra sobre el estómago, con tranquilidad y sin presionar. Quería que se tranquilizara y relajara, y había leído en alguna parte que haciendo eso podía darle apoyo emocional... o corporal... o algo por el estilo.

Transcurrido el tiempo que fuera necesario, se apartó para que tuviera espacio y pudiera recuperarse del todo. No se alejó lo suficiente como para que lo echara de menos pero sí lo suficiente para no asfixiarla. Si no estaba equivocado, la mente humana en ese estado necesitaba descanso y comprensión, además de relajación.
Se paseó por la habitación, observando el estado de los muebles que quedaban. Abrió un armario y sacó lo que parecían ser unos trofeos con nombres escritos. Los fue dejando encima de éste uno a uno, leyendo sus nombres. No le sonaba ninguno, pero información era información... excepto uno. Un tal Nathan House. Se sacó la chapa que se había guardado y la giró: era el mismo nombre.

- ¿Cómo te encuentras, Dianne?

- Me alegra escucharte decir eso - o al menos, era un comienzo. Había sacado el desayuno y merienda por la boca y Sloan dudaba encarecidamente que quedara algo dentro de su cuerpo, por lo que la limpieza había sido todo un éxito (lo que le hace a uno plantearse si potó por el cadáver o porque la había tocado).

El tercero en discordia entra en escena, y nada más ni nada menos que un tipo con tanto pelo que hasta daba envidia. Eso si, de color azul. Aunque... lo que le llamó la atención fue ese uniforme de mallas que llevaba puesto... En serio, ésta gente no tiene ningún sentido de la estética... aunque Sloan tampoco así que, no pasa nada.

- Déjela, déjela, que no hable ahora mismo - lo decía como si fuera doctor, y lo único que tenía de médico era la bata (palabra: una escondida por ahí). - Acaba de pasarlas canutas con los cadáveres que hay fuera, pero no se lo recuerde - le susurró al tipo de azul... pero después... - Ah si, que tienes un radar como oído. Perdona, no me acordaba. - Sloan le agarró una de sus enormes manos con las suyas y la sacudió con fuerza varias veces a modo de saludo. - Muy buenas. Project, para su servicio, aunque ahora estoy haciendo un recadito para SHIELD, como bien has dicho.

Soltó al grandullón y se apartó un poco, por si quería examinar a su, por lo que parecía ser, compañera. Se acercó al mueble donde estaban los trofeos y agarró uno al azar, como si fuera un juguete o algo con que entretenerse con las manos.

- He venido porque les parecía interesante cierto pico de energía que han registrado por los alrededores de ésta ciudad. Y visto lo visto, ahora me interesa de forma personal. ¿Has visto las fotos que hay en la entrada? Indudablemente son las de Dianne algo bastante mayor. Visto lo visto, está claro que ésta ciudad forma parte de alguna clase de mundo alternativo que chocó con el nuestro cuando se formó el nuevo universo, dejando atrás el multiverso. - La forma con que lo decía, tan robótica... puede que no se dieran cuenta pero después Sloan solo recordaría algunas partes de lo que dijo. Lo estaba soltando todo como si lo vomitara. Como si fuera un universitario en un examen sorpresa. - Lo curioso es que no es un futuro posible, sino un presente posible. Abajo, en la entrada, la fotografía tenía una fecha marcada: 20 de julio de 2017. Paradójico, ¿no? Tener una Didi joven, ¿te importa si te llamo Didi? Y otra mayor en el mismo tiempo pero no espacio. - Se calló, esperando a que alguno hablara y mirándolos como si hubieran estado en total silencio durante varios minutos. - ¿De qué estábamos hablando?

Los tres perdieron por un momento el equilibrio cuando el edificio se tambaleó. Una sacudida resquebrajo las paredes y parte del techo cayó sobre sus cabezas. Por suerte era solo polvo y unas cuantas piedrecitas.
Por mala suerte de Sloan, a él le cayó un trozo de techo tan grande como su cabeza.

- ¡OUCH! - grita el casco roto por la parte de arriba. - ¿Qué ha sido eso? ¿Quién ha comido picante hoy? - Un atronador sonido, con eco y lejano, resuena entre las ventanas del edificio. Les recuerda el sonido de un barco al llegar a puerto, pero claramente hay una diferencia: parece el grito de algo vivo. - Vale... ¿y eso qué ha sido?

Didi mencionó un "rugido", y que no tenía muy claro si había salido de esa planta. Pero en algo coincidía con ella: no quería encontrarse con lo que fuera que había proferido ese grito. Podría ser todo un ser exterior y lo que uno quisiera, pero el instinto de conservación prevalece por encima del canónico "tengo unos huevos tan grandes que lo aplasto con la minga". Si resultaba que aquella criatura, o lo que hubiera sido eso era más fuerte que Sloan, salud y adiós.

- Bueno, sea lo que sea, yo propongo salir de éste edificio. Henry: era Henry, ¿no? ¿Has subido también por los ascensores o has encontrado otra forma más tranquila de subir? Y Didi, sé que no te va a gustar, pero vas a tener que soportar pasar por éstos pasillos de nuevo. Hay que salir de aquí y no creo que ninguno de nosotros-

Mientras hablaba se fue apoyando en el mueble medio derruido de la pared, hasta que éste cedió por su peso y por los años, abriendo un boquete en la madera del cual cayó un dispositivo rectangular envuelto en un plástico transparente. Sloan lo recogió tras caerse al suelo con los restos del mueble, se levantó y lo examinó: tenía pinta de ser una grabadora algo vieja. Le quitó el envoltorio de plástico y pulsó el botón que ponía "play".
Se escuchó la estática típica de cualquier grabación antes de empezar, y después el inconfundible sonido de las balas impactando contra las paredes, los gritos y la desesperación de la guerra.

- Me llamo Dianne Albidane, fundadora de... bueno, ¿qué más da ya? Todo está perdido. Solo espero que quien escuche ésto, sepa lo que pasó aquí, y si puede, le ponga remedio. Nosotros no podremos. Mientras hablo mis compañeros de la Mansión X están muriendo por proteger lo que queda de éste mundo, y todo por mi culpa. No lo vi venir, y por eso es mi culpaCGGGGGGGGGGGGHHHH...dre, y antes mi hermano, mi luz. No lo vi veniCGGGGGGGGGHHHsabía que algo se llevaba entre manos, pero... oh, dios... - La Dianne alternativa sollozaba. - Me... me robó mi juventud, mi vida... me robó a mi hermano y ahora... ahora viene por el poco mundo que me queda. Es un monstruo... Es un monstruo... Nunca... yo... - Algo se rompe muy cerca de donde se está grabando. Gritos de desesperación y un repentino silencio. - Te odio, mamá.

La grabación cesó.

Sloan le dio otra vez al play por si se había parado el dispositivo pero no, simplemente no había nada más por reproducir. El silencio se apoderó de la sala. Sloan miró a Didi y a Henry. Cada uno podía sacar sus propias conclusiones pero la que más tendría en qué pensar era la propia Dianne.
Antes de poder hablar, el edificio volvió a convulsionar, pero ésta vez, con más fuerza. Con más salvajismo. El suelo bajo sus pies se quebró en cuestión de segundos. Sloan no lo pensó: agarró por la cintura a Didi y a Henry, se los colgó sobre el hombro sin preguntar siquiera ni darles tiempo a reaccionar y voló por la ventana más cercana. La altura del edificio era excepcional. Bajo sus pies estaba la niebla que ocultaba el resto de la ciudad. Henry podría ver cómo algo subía por el edificio desde el interior, quebrando su estructura hasta llegar al piso donde estaban, haciendo estallar en mil pedazos la construcción y creando una nube de polvo y escombros a su alrededor. De nuevo, aquel grito, y los tres se internaron en la niebla.
A esa velocidad de caída ninguno de los dos sería capaz de sobrevivir ya que habían sobrepasado la aceleración y llegaron al punto muerto. Calculando más o menos la distancia de caída, arrojó a sus dos pesos casi-muertos hacia arriba con suma fuerza, cayendo él solo contra el suelo. Sintió sus huesos quebrarse pero aguantó el dolor, remendó como pudo sus piernas con toda la carne que pudo mover en cuestión de milisegundos, volvió a saltar y agarró a Didi y Henry de nuevo, cayendo sobre lo que parecía ser el tejado de un edificio bajo, rodando. Los tres se dispersaron, pero pudieron escuchar a Sloan.

- Kssssssssh.... Aaaaaaaaaaah... Ksssssshhhhhh... Aaaaaaaaahh... Ksssssshhhh............ Aaaaaaah... - mientras se sujetaba la rodilla.

La caída le había destrozado no solo la carne y los huesos de las piernas, sino también parte del traje: los huesos rotos rasgaban la carne y la ropa por igual, empapando de sangre las piernas y dejando un charco rojo en el suelo. Poco a poco tanto la carne como los huesos volvían a su sitio, así como los ligamentos cortados y las venas rotas. Solo que, antes de que se pudiera cerrar del todo, una lluvia dorada lo empapó desde el casco hasta los pies, y sus heridas se convirtieron en una fiesta loca con colores y música a todo trapo que hacía temblar las paredes de los vecinos. ¿Y cómo lo celebró Sloan? Pegando un grito de dolor y rodando por el suelo.

- ¡OHDIOSOHDIOSOHDIOSOHDIOSOHDIOSOHDIOS!

Henry se le acercó cuando dejó de dar vueltas y se había quedado en una posición fetal cara al suelo, con lagrimas en los ojos por el dolor ocultas por el casco (menos mal). La herida ya estaba del todo cerrada, pero todavía picaba que daba gusto, y el olor a orín no se lo quitaría en varios años seguramente.

- Descuida... ouch... no se lo recordaré... - De ser una persona normal y corriente se lo hubiera restregado por la cara durante años como venganza por echarle algo peor que sal en la herida, pero no iba a hacerlo. Se levantó del suelo con las rodillas peladas cual actriz en paro y echó un vistazo a la joven que llevaba el peludo a cuestas. Tenía una carita de ángel para fotografiarla, aunque lo más seguro que se transformaría en la careta de Scream cuando se despertara y recordara lo que había pasado durante la misión.

Henry le llamó la atención, recordándole que todavía existía un peligro mayor que untarse de meados de rubia en carne viva, llevando la vista más allá de la niebla. Escucharon lejano un grito bestial, resonante y con fuerza. Aquella bestia, sea lo que fuera, por alguna razón no se había ido de la ciudad, y eso que tenía todo un mundo a su alcance.

- Ésto no les va a gustar a los de SHIELD... - Se giró hacia Henry. - Voy a proponerles llevar ésto con vosotros. Está claro que hay cierta relevancia entre lo que pasó aquí y vosotros - le señaló la insignia que llevaba de los X-Men - más aun con Didi. A saber cómo lo llevará pero estoy casi seguro, un cuarenta por ciento seguro de que querrá participar. Es obvio que no se puede dejar una criatura así campar a sus anchas sin vigilancia ni con una cuerda de cole para llevarla de la mano. Hablaré con ellos a ver cómo lo llevamos. Mientras tanto... ¿Te importa acercarme a la ciudad? Perdí mi transporte.

Desde los restos de aquel edificio, la criatura les observaba a través de la niebla, amenazante, esperando tal vez que aquellos intrusos volvieran y terminaran por liberarla. Sería entonces cuando comenzaría la auténtica pesadilla.