Sólo falta la sorda. (Dianne Albidane) - 18 de Noviembre 2018

Llevaba ya algo más de un mes viviendo en la mansión cuando le habían dado la repentina noticia. Le iban a cambiar de habitación y esta vez compartiría con otra de las estudiantes.

Si bien había sido una sorpresa, ahora era más que bienvenida. Alice seguía teniendo dificultades para adaptarse a la nueva vida y su timidez e incapacidad para expresarse debidamente no le habían puesto las cosas más fáciles para conocer a otros alumnos. Eso se sumaba a su edad, pues era de las pocas mutantes que ya habían alcanzado la mayoría, lo cual, aunque pequeña e invisible, formaba otra barrera a su alrededor y un motivo más para avivar su ya innata vergüenza. Así que preparó todas sus cosas con la ilusión de que este cambio le brindaría una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Si tomaban suficiente confianza, incluso quizá podría hablar… Sonrió, y en la intimidad de su habitación se permitió cantar.

Cuando le habían dado la noticia, había pasado por sus habituales manías, el pertinente mini ataque de pánico y finalmente, su pequeño instante de repetición de compulsiones para lograr poner en orden y calma tanto sus pensamientos como sus sentimientos. Esa era la peor parte y estaba superada, así que, ¿qué podía salir mal?


Finalmente se encontraba de pie ante la puerta de la que sería, de ahora en adelante, su nueva habitación. Picó suavemente con los nudillos un par de veces y esperó con paciencia. Picó una segunda vez, con más intensidad, pensando que tal vez no la habían escuchado.
Acercó la oreja a la lisa madera de la puerta y escuchó con atención, pero no había sonido alguno proveniente del interior, así que reposó la mano en el picaporte y muy lentamente lo hizo girar.

El interior de la habitación era todavía más hermoso que la que hasta ese día había sido su dormitorio. Era más grande, con un gran y hermoso ventanal cubierto con muselina, un escritorio, un armario… Y una sola cama.  Frunció el ceño. ¿No le habían dicho que iban a compartirlo? De seguro no les harían dormir en la misma cama… ¿verdad? Siguió caminando hacia el interior de la habitación, observando todo a su alrededor.
Había una gran moqueta redonda que cubría gran parte del suelo. En el escritorio había una pequeña pila de libros, uno de los cuales estaba abierto… Y en blanco. Se acercó todavía más y comprobó que no era en blanco. Era braille. ¿Era ciego su nuevo compañero de habitación? Sintió un pequeño nudo en el estómago al pensar que tal vez no iba a ser tan fácil hacer amigos, después de todo. Se giró entonces hacia el armario, cuyas puertas estaban abiertas, y dejando sus maletas junto al escritorio, se avanzó para cerrarlo. En su interior entrevió un hermoso vestido de gala verde con algún que otro jirón, y pensó en qué podría haber llevado a romperlo. Entonces vio un traje, y sus ojos quedaron atrapados durante unos largos minutos.

Llevaba poco tiempo en la mansión, pero sabía reconocer un traje de alguien de la patrulla. Respiró profundamente, sorprendida, y terminó de cerrar el armario, queriendo proteger la intimidad de quien quiera que fuera su nuevo compañero de habitación. Y entonces se dió cuenta de una última cosa. Había dos jaulas en esa habitación. En una había un pequeño y precioso hamster y en la otra…

- ¡Oh…! ¿Pero quién eres tú…?

Alice se agachó junto a la jaula a una distancia prudencial, contemplando la criatura con fascinación. Era... Algo como jamás había visto en su vida. Era una criatura esférica, peluda y blanca, con lo que parecían dos pequeños cuernecitos en el frontal de la cabecita, unas orejas pequeñas y redondas a ambos lados de su cabeza y... bracitos. Y no llegaba a verle patas traseras. ¿Qué era?

Había perdido la noción del tiempo en la sala de música, donde se encontraba ensayando con su chelo en solitario. Aquello le pasaba amenudo: solicitaba la sala para ensayar a solas, comenzaba y mientras pensaba en sus cosas dejaba que sus sentimientos la dominaran y se dejaba llevar. Quizás estaba tan nerviosa debido a la cercanía de las fechas navideñas.

Bajó el arco del chelo y alzó la mirada, aunque no viera nada, mientras soltaba el aire despacio y sentía como una gota de sudor recorriía su frente. Tomó una pequeña toalla que tenía en una silla a su lado y se secó la frente, alborotando más su flequillo. Lo cierto es que su cabello estaba siempre alborotado. No sabía como peinarse adecuadamente así que era común verla con ese aspecto. Por no mencionar que le costaba también vestir bien. Tenía algunas prendas antiguas que conocía perfectamente y sabía como debían ir, pero le dieron ropa nueva en la mansión, sobre todo para entrenar y no tenía ni idea de si vestia adecuadamente. Tampoco preguntaba a los demás, le daba vergüenza y no quería que pensaran que no podía sola.

Acabó por levantarse y guardar con cuidado su enorme instrumento en la funda. Una vez así lo tuvo, se lo echó al hombreo y tomó su bastón saliendo de la sala y marchando a su cuarto. Parecia muy poca cosa para cargar semejante instrumento musical, pero Dianne era más fuerte de lo que aparentaba, y más gracias a sus entrenamientos. Podría enfrentar todo, o eso creía ella porque no tenía ni idea de lo que se iba a encontrar a continuación.


Unos chicos acaban de llevar la cama de Alice al cuarto y la habían colocado junto a una de las paredes libres del mismo. Al salir Dianne se cruzó con ellos pero fue cuando giraban la esquina del pasillo así que no prestó demasiadaatención de donde venían.

Se paró en seco frente a su puerta, abierta y notando una tercera presencia que no era ni Atila ni Capitán Mordisquitos. Pero no solo eso, había un bulto más en su cuarto....¿una cama?

-Disculpa...¿querías algo? No recuerdo haber dejado mi cuarto habierto...

La criatura peluda enjaulada estaba comiendo pienso con algo de desgana (ella queria carne, pero su ama humana ya le enseñó que solo se comía la que ella le daba) y las bolsas de sus mofletes se iban inflando porque estaba almacenando el pienso ahí en vez de tragarlo. Cuando escuchó a su dueña lo escupió todo y empezó a mordisquear la jaula con sus dientecitos. Gracias al cielo el profesor MacCoy le hizo aquella jaula especialmente para esa criatura. Se había cargado ya como 8 jaulas de las normales.

Dianne dejó en chelo en su funda acomodado a un lado de la pared mientras esperaba una respuesta de la chica. Porque sabía que era una gracias al aroma que desprendía. Los chicos no huelen así.

Alice se había sorprendido cuando dos hombres habían entrado a la habitación, cargando una cama que supuso, iba a ser para ella. Sin embargo se había limitado a mantenerse en un costado, dejando a los chicos trabajar con los muebles mientras ella les observaba en un nervioso silencio. Cuando al fin se fueron de la habitación, Alice llevó sus mochilas a la cama y se sentó en ella, contemplando una vez más el espacioso lugar.

Pocos minutos más tarde, una chica rubia entró en la habitación y Alice se alzó con toda la intención de saludarle, pero entonces se vio atrapada en los ojos verdes de la joven. Unos ojos inteligentes que miraban a todas partes, sin realmente ver. ¿Le habían hecho compartir habitación con una ciega? Alice se llevo ambas manos a su garganta, preguntándose si lo habrían hecho a adrede, para conseguir que la morena se soltara y hablara un poco más con la gente de la mansión.
Separó levemente los labios para responder, pero no fue capaz. Por cómo se había dirigido a ella pareciera que la joven de ojos verdes no tenía ni idea de que iba a compartir cuarto. y tal como era la habitación cuando Alice había llegado, se preguntaba hasta qué punto la chica aceptaría la noticia y antes de darse cuenta estaba repitiendo sus compulsiones. Se deshizo y se hizo el peinado, dejándo una larga trenza a un lado de su cabeza, sus manos moviéndose con eficiencia pese al nerviosismo. El flequillo tras las orejas y finalmente empezó a tirar y retorcer las mangas de su jersey.

La chica esperaba una respuesta, y Alice tardaba demasiado en dársela. Tragó saliva y volvió a tirar el pelo tras las orejas, pese a que no había mechón alguno fuera de su lugar y se tomó un par de segundos para respirar pausadamente y cercionarse de que tenía el poder bajo control, y entonces, se atrevió a hablar. Su voz era a duras penas un susurro, como siempre, una voz pausada y suave acorde al silencio que normalmente la envolvía.

- Disculpa, sé que esto puede ser... extraño, pero me han hecho cambiarme de habitación y parece que a partir de hoy vamos a compartir la tuya...

Alice no pudo evitar que su voz sonara levemente a disculpa, pese a que la culpa no fuera suya. Imaginaba lo que debía ser estar en la piel de la otra muchacha y de repente se sentía como una intrusa, alguien que estaba ahí sin derecho alguno, y volvió a sentarse en la cama, lentamente, jugando con las mangas del jersey y reposando las manos en su falda, en un intento de parecer calmada y evitar que su cuerpo se balanceara levemente de puros nervios.

Silencio. Solo le daba silencio. Esperaba su respuesta la cual claramente se hacía de rogar en aparecer y ella era paciente, pero no le gustaba que la ignorasen. Sabía de sobras que la chica estaba nerviosa, escuchaba perfectamente como acariciaba su cabello, lo echaba a un lado, como retorcía las mangas de su jersey, resultando en ese sonido suave de algodón que seguramente solo ella estaría escuchando en aquel cuarto de los presentes. Y ya no hablemos de como se le había acelerado el corazón.

Amigo, Diane sabía quién era el cervatillo y quién el cazador allí.

-Ajá, entiendo. Compañeras de cuarto.- Por fin hablaba, menos mal. Tenía un tono de voz bonito, muy bajo pero ella lo escuchaba perfectamente, tan claro como el agua cristalina.- … espera…¡¿qué?!

Notó el calor apoderarse de su rostro: enturbiando sus mejillas, la punta de sus orejas. Tomó aire y lo soltó despacio, buscando no perder los estribos. A Dianne no había cosa que le sentara peor que lo que no controlaba, y aquella decisión no la había tomado ella. Es más, ni la habían informado. No sabía que había hecho mal, había mejorado mucho en los entrenamientos, era buena peleando….y bueno seguía sola en la mansión. También actuaba por su cuenta, solo sabía trabajar en equipo con los profesores… ¡pero es que sus demás compañeros no estaban a la altura! ¿Era un castigo por pensar así? Porqué sabía que pensar así estaba mal, tampoco se enorgullecía por ello, pero era como se sentía.

O quizás, simplemente la verdad que no quería admitir es que aún no sabía confiar en los demás.

-No me habían informado al respecto. – dijo finalmente y con pausa. La chica no tenía tampoco culpa de la situación, pero iba a aclarar a los profesores que la próxima vez les agradecería que la informasen para estar preparada. Cerró la puerta del cuarto y se acercó a ella extendiendo su mano, cuyos dedos estaban aún algo enrojecidos por el ensayo con el chelo. – Me llamo Dianne, ¿y tú?

Puede que no le gustase la idea…o quizás sí. No lo sabía. Pero ella era educada y no iba a perder la compostura, y menos pagarlo con la chica la cual claramente también estaba incomoda.

Escuchar su sobresalto no hizo si no aumentar el nerviosismo de la joven morena, quien bajó la mirada avergonzada a sus botas, el sentimiento de ser una intrusa haciendose más profundo y casi palpable. Sin embargo Dianne supo mantener la compostura, mostrándose educada y eso de algún modo ayudó a calmar a la morena, quien tendió su brazo, encajando su mano en la de Dianne, con suavidad y delicadeza. Las manos de Alice siempre estaban heladas, y la morena bajó la mirada, deseando que eso no molestara a Dianne y entonces se percato de su piel, ligeramente enrojecida, que parecía ser una prueba viviente del esfuerzo que debía hacer su nueva compañera para mejorar su habilidad con el chelo...

- Lo lamento - dijo Alice sin pensar, utilizando el mismo tono de voz, suave y bajo. - A mi me han avisado repentinamente, pero yo ya estaba en una habitación adecuada para dos personas. Di por sentado que me trasladaban a una habitación compartida... - Entonces se le ocurrió una idea mejor, retirándo su mano de la de Dianne. - Si quieres, podríamos ir a hablar con los profesores y pedirles que nos separen de nuevo.

Alice volvió a pasear la mirada por la sala, viendo los objetos bajo una nueva luz. ¿Cabía la posibilidad que los vestidos estuvieran descuidados por el mero hecho de que Dianne no se hubiera percatado de que algunos estaban dañados? Pero... no parecía ser el caso, las manos de la rubia deberían ser igualmente capaces de localizar esas pequeñas imperfecciones. Y la habitación estaba increíblente limpia. ¿Tenía alguien que la ayudara en esas habitaciones? En cuyo caso descartaba que el cambio se debiera a que Dianne necesitara alguien con ella.

- Igual... Puede ser mi culpa. - Alice bajó la mirada de nuevo, arrepentida. - No suelo hablar con nadie... Solía expresarme escribiendo en una libreta, y tal vez... Nos han puesto juntas para forzarme a hablar y que pierda el miedo... - No se sentía avergonzada por el hecho de no hablar, si no culpable por pensar que la situación podía ser forzada en Dianne por su culpa. - Mi mutación reside en mi voz, por eso procuro no usarla.

Intentó dedicarle una mirada de disculpa a Dianne, pero al darse cuenta de que ella no podía verla, no pudo evitar entristecerse levemente.

Estrechó con firmeza la mano de la chica. La tenía fría, bastante fría. Aunque claro no era como si fuera la mano de un muerto, Dianne podía notar perfectamente el calor proveniente de la sangre bajo su piel. Así que si, descartaba la idea de que fuera una no muerta. Aunque tampoco creía en ellos. Bueno, eso sería una falacia, más bien nunca tuvo el “placer” de toparse con uno.

Ahora, lo que estaba claro y no necesitaba comprobar tocándola es que la chica estaba nerviosa, aunque pareciera que lo controlaba un poco gracias al propio controlo de la rubia. Pero no responder con su nombre cuando le preguntan… no se lo tomaría como una falta de educación, si no como que la cabeza de la chica tenía el foco en otras preocupaciones, como es el hecho de sentirse invasiva allí pues no tardó en sugerir ir a los profesores a solucionarlo.

-Mira, no hace falta que vayamos a decirles nada. Estoy bien con el cambio, soy fuerte… no me mal intérpretes, no insinúo que seas un estorbo o algo por el estilo… - Dianne empezaba a sentir que sus mejillas se enrojecían levemente. Si ya sabía que tener filtros a la hora de hablar se le daba mal.- Lo que trato de decir… es que si nos han puesto juntas no es por ti, si no por ambas probablemente.

Tomó aire y lo soltó despacio. Podía intentar parecer calmada, pero también se ponía nerviosa, sobre todo con cosas que no controlaba.

-Tú usas tu libreta aunque puedes hablar. Está claro que quieren que socialices más… como yo. No es que tenga muchos amigos precisamente… y eso que llevo ya un tiempo en la mansión.

Se acercó a la cama y se dejó caer de espaldas, como si mirase al techo aunque realmente no lo hiciera.

-Bueno, puedes ponerte cómoda, y de paso decirme tu nombre que aún lo sigo esperando. No tienes que elevar la voz conmigo si no quieres, te escucho muy bien aunque hables bajito. Es más, agradezco tu tono, no es para nada desagradable.

Alice respiró profundamente una, dos veces. Sintió que al fin estaba relajada y sonrió con dulzura a la chica que tenía delante, aunque ella no pudiera verlo.

- Gracias, Dianne... Supongo que a estas alturas te habrás dado cuenta ya, pero soy un poco... nerviosa, a veces.

Ahora que estaba más tranquila, Alice volvia a mirar la habitación con calma, esta vez la seguridad de que iba a ser su nuevo cuarto le hacía inspeccionar todo bajo una nueva luz, y así sus ojos se posaron una vez más en su armario, el traje de la patrulla y los dos curiosos animalillos que junto a las dos chicas poblaban la habitación. Quería preguntar muchas cosas, sentía mucha curiosidad por Dianne. Para empezar, ¿Cuál podía ser su poder? ¿Y su historia antes de llegar a la mansión?

Sentía mucha curiosidad, pero no quería avasallarla a preguntas. Así que decidió ir poco a poco. ¿Qué era lo primero que quería preguntar? Ah, sí. El hámster.

- Dianne... ¿Puedo preguntar quienes son nuestros peludos compañeros de habitación? Son adorables.

No pudo evitar que su voz se tiñera de cariño, pues aunque una de las criaturas era de los más rara, realmente le parecía precioso.

Alice no tenía que jurar que era algo nerviosa, se le notaba de lejos y no hacía falta tener súper sentidos para saberlo.

-Bueno, no tienes que estarlo. No muerdo. – comentaba suavemente mientras se acercaba a las jaulas. Entonces recordó que si intentó morder una vez a Sloan. – Bueno, no lo hago si no me siento amenazada, como este pequeño de aquí.

Ya que le había preguntado iba a presentárselos y de paso explicarle como debía tratarlos. El hámster no tenía misterios, pero el otro era otro tema. Una criatura sacada de a saber qué lugar del averno. Daba las gracias a que fuera adorable y hubiera conseguido domesticarlo… en parte. Tomó al animalillo común y lo sacó de la jaula. Lo soltó con cuidado en el suelo y le colocó un escudo invisible con su poder alrededor, como una pelota de hámster. Alice no podría percibirlos a primera vista.

-Este es Atila. Lo saco de vez en cuando para que corretee por el cuarto. También lo hago con Mordisquitos, pero si lo hago a la vez debo temer cuidado. Por favor, nunca saques a Mordisquitos si no estoy yo, pude ser….peligroso.

Atila comenzó a corretear como si en una pelota de hámster estuviera por todo el cuarto. La rubia sacó luego a Mordisquitos y este se puso a seguirlo y a intentar comérselo, pero mordisqueaba el escudo invisible así que parecía que mordía la nada.

-Todavía no consigo que no intente comérselo, pero sé mantenerlos a raya. No lo verás pero puedo crear escudos invisibles alrededor de las cosas. Atila tiene uno ahora mismo.


Mordisquitos gruñendo algo resignado se alejó y fue a olisquearlo los zapatos a Alice.

Pese a que Dianne tal vez no pudiera verla, Alice la escuchaba muy atentamente, centrada en cada una de sus palabras como si le fuera la vida en ello, pero no únicamente observaba a los animales. Su mirada descansaba también en su nueva compañera, como si intentara grabarla a fuego en su memoria. Si aún no había fastidiado la primera impresión, podría intentar aprovechar la situación para hacer una amiga...

El pequeño ser, Mordisquitos, se había acercado a su bota y olfateaba con curiosidad los pies de Alice. Por la reacción del roedor a intentar merendarse a su propio compañero, la morena desestimó la idea de agacharse a acariciar al animal y se limitó a esperar paciente a que el ser terminara de inspeccionarla. Al fin y al cabo, ella era la nueva inquilina y no quería incomodar a la criatura, fuera del tipo que fuera. Dianne no había hecho mención alguna a la naturaleza u origen del animal, así que ella decidió no preguntar.

Otra de las preguntas que rondaban su mente había sido parcialmente respondida, y dudaba si debía tirar más y preguntar. Lo cierto es que se moría de curiosidad por aprender más cosas de Dianne, ahora que se le presentaba la oportunidad de tener a alguien, a parte de los profesores, con quien poder hablar a menudo. Pero era consciente de que no todo el mundo tenía la misma predisposición a hablar de aquello que les otorgaba el GenX. Y sin embargo, Dianne ya había afirmado poder crear escudos. ¿Acaso no indicaba aquello que la rubia no tendría problemas al hablar sobre sus poderes? Tal vez, pero Alice no quería dar nada por sentado. Lo último que quería era ofender a su… nueva posible amiga. Así que tiró por algo más seguro. Miró la funda del instrumento que la rubia había cargado de vuelta a la habitación. Demasiado grande para ser un violín o una viola...

— ¿Tocas el violonchelo? — Aventuró la morena, su mirada todavía fija en los rodeadores que seguían de aventuras por el suelo de la habitación. — Mi madre adora la música de cámara y de pequeña me intentó enseñar a tocar, sobretodo el violín y la guitarra. Pero las cuerdas no son mucho lo mío, así que me dediqué al piano... Me resultaba más fácil de aprender.

Mordisquitos abrió las fauces para clavar sus tres hileras de dientes afilados en las botas de Alice, cosa que alcanzaría sin dudarlo sus pies. Pero su intento fue un fracaso gracias a que su dueña había leído sus intenciones claramente ya tiempo y había formado otro escudo a su alrededor. El animal gruñó resignado y enfurruñado y se volvió a su propia jaula ya que allí fuera no le iban a dejar tranquilo hacer de las suyas. Dianne le cerró una vez supo que estaba dentro y luego guardó a Atila en la suya.

-¿Piano? Deberíamos tocar juntas alguna vez entonces. Supongo que ya conocerás al profesor Dagro, el da música y suele tocar conmigo. Incluso hemos participado en algún concierto juntos.

Se acomodó de nuevo en la cama mientras “miraba” a Alice con sus ojos fantasmagóricos.

-Y bueno, supongo que llevas menos tiempo en la mansión que yo. ¿Te gusta? ¿Estás cómoda aquí? Si hay algo que necesites consultar o lo que sea, puedes decírmelo.

Alice contempló el intento del pequeño Capitán Mordisquitos por devorar ferozmente una de sus botas, y agradeció que Dianne tuviera la capacidad de detenerle, y contempló cómo el ser daba media vuelta y volvía a encerrarse en su jaula, insatisfecho tras su escasa visita al mundo exterior.

- Oh... No, no conocí al profesor Drago. Llevo aquí un mes y él... Bueno, me dijeron que había sufrido algún tipo de accidente. Sin embargo, he dado clases con el señor Wetzler, quien esta haciendo la substitución hasta que el señor Drago se encuentre mejor.

Desvió la mirada un instante, cuando los ojos de Albidane fueron a buscar los suyos. Sin embargo, plantearse a la joven, mirandola sin ver que ella no le devolvía la mirada... Se sintió de repente muy culpable y volvió a alzar la mirada, sus ojos de color de miel fijos en aquellos mares verdes que no podían verla.

- Estoy... Bien. Me cuesta hacer amigos, y trato únicamente con los profesores... Pero me gusta estar aquí. Sentir que no voy a ser juzgada si en algún momento pierdo el control, saber que la gente entenderá mi situación y no voy a causar el pánico es un cambio agradable. - sus ojos se escaparon un segundo hacia el traje de la patrulla. - Tengo una pregunta... Pero es una curiosidad, no realmente una consulta. Espero que no te moleste... ¿Qué hace exactamente la patrulla X? ¿Cómo te uniste a ellos?

Ciertamente sabía que el tal señor Wetzler sustituía a Dagro, pero ella se había negado a volver a las clases si no era con su profesor. Se relacionaba mucho más con los profesores ella también, pero le costaba asumir los cambios, y más si ella misma no había dado el visto bueno a ese profesor. Estaba acostumbrada a recibir la mejor educación y a tener constancia del currículum y méritos de sus profesores. No sabía nada de este, aunque tampoco había hecho nada por saberlo. Simplemente no volvió a aparecer a las clases en cuanto lo supo.

-No le conozco en persona, la verdad es que no he vuelto a las clases de música. Esperaré a que el profesor Dagro se recupere.- comentó la rubia suavemente.- Supongo que nos parecemos bastante, yo tampoco trato demasiado con los otros alumnos.

Se incorporó y se acercó al armario aún abierto. Palpó las perchas hasta dar con la que sostenía su uniforme de la patrulla y lo sacó. Era una malla de una pieza que dejaba la espalda y hombros al aire. Tenía una especie de cola dividida como lo tendría un esmoquin y una cruz cruzando todo el pecho. Muchos pensarían que dejar toda la espalda al aire era mala idea, pero de esa forma Didi aumentaba la atención a sus espaldas, dejando su piel al aire le era más fácil percibir cuando algo se le acercaba por detrás. Al igual que las colas tenían su función: al realizar movimientos rápidos que estas siguieran, creaban más hondas que la ayudaban a ubicarse mejor. Le acercó el traje a Alice para que lo mirase, notando su curiosidad.

-Me uní a solventar un problema que sucedió hace un tiempo en una isla en un lago no muy lejos de aquí. Vieron que respondía bien y que mis habilidades podían ser de gran ayuda, así que me aceptaron cuando pedí yo misma el ingreso. Digamos que somos como uhm… como los vengadores, vamos allí a ayudar cuando hay problemas relacionados con gente como nosotros, aunque no estamos a la orden de ninguna organización, respondemos ante el profesor Xavier. ¿Estás interesada en unirte? – Volvió a acomodarse en la cama.

También comprendía como se sentía su nueva compañera, ella también odiaba ser juzgada y trabajaba muy duro para valerse por sí misma. Pero nunca había sufrido descontrol de sus poderes, aunque dudaba de que si fuera así pudiera matar a alguien. Bueno, ciertamente si usaba con imaginación su don podría hacerlo.

-¿No tienes pleno control de tus facultades? ¿Podría saber que eres capaz de hacer?

Contempló el traje con admiración y escuchó atentamente el relato de Albidane. No era difícil entender porqué la patrulla había visto un uso útil en los poderes de la joven ciega. ¡Un escudo! Era impresionante. Por su parte Alice era incapaz de imaginarse trabajando en un equipo, y no únicamente por la falta de control que tenía en ese instante, si no por el hecho de que su poder carecía de foco. Podía lograr dirigir las órdenes, eso ya lo había intentado, pero... Entonces Dianne le pregunto si estaba interesada en unirse, y negó levemente con la cabeza.

- No... Me sentiría demasiado insegura en un grupo así. Tengo la sensación de que daría más problemas de los que lograría resolver.

Se acomodó en la cama, tumbándose suavemente sobre los cojines y se encaró a Dianne, para proseguir la conversación.

- Mi poder... Puedo... Es que a veces me cuesta explicarlo. Mi voz tiene poder sobre la voluntad de otras personas. Puedo... obligarles a cumplir con órdenes sencillas. Pero también puedo usarla para hacer sentir a la gente... cosas. Puedo hacerles sentir pánico, felicidad, tristeza o coraje. Pero soy muy nerviosa y soy insegura - Alice empieza a peinar un mechón de su melena, haciendo pequeñas trenzas que nacen en su nuca. - Y cuando digo que pierdo el control me refiero a que mi poder se activa y no puedo decidir qué transmite. Si estoy nerviosa, pondré nerviosa a la gente que me escuche, si tengo miedo les transmito miedo, y si me hago daño y grito de dolor, les transmitiré mi dolor... Y no me gusta. - Esa era la realidad. Alice detestaba su poder. - ... Aunque sí hay algo que me gusta de mi poder. Me cambia el color de los ojos. De normal son... marrones. De un marrón muy clarito. Mi poder los hace verdes.

En ese momento la joven se hubiera prestado a hacer una muestra de sus poderes, pero... No. Odiaba usar su poder con otras personas, siempre lo había odiado. Y Dianne era ciega, no iba a cometer de nuevo la memez de intentar hacer algo para que la "viera". Así que durante un momento le dio vueltas a lo que habían estado hablando, planteándose francamente si había algo más que pudiera añadir.

- Lo que quiero hacer, es estudiar medicina. Siempre he querido ser médico... ¿Tu tienes otros planes de futuro? ¿O vas a quedarte con la Patrulla de modo indefinido?

La inseguridad se escapaba de cara poro de la piel de la muchacha, y no podía culparla, ella también lo era aunque iba de dura y segura por la vida. Pero pese a que lo negara, estaba claro que era algo que en el fondo anhelaba, formar parte de un grupo. Y además, que narices, tener un uniforme de la patrulla era algo molón, aunque Dianne no pudiera disfrutarlo a la vista, pero vistiéndolo se sentía poderosa.

-Bueno, yo también estorbo muchas veces. Incluso otros miembros. Solo soy un aprendiz…

Miraba a Alice, o más bien miraba su “poder”. La curiosa cualidad de ver las semillas de poder era algo de lo que no solía hablar, porque para ella era algo especial, algo que la llevaba a conocer mejor o peor a una persona. La de Alice era una florecilla que apenas terminaba de germinar, raquítica como si le faltara agua. Estaba asfixiando sus poderes porque no los dejaba relucir, y todo por el miedo al descontrol. Pero eso era algo que le pasaba a todos los mutantes, o a la gran mayoría al menos, ¿quién nunca había tenido miedo de lo que era capaz de hacer y descontrolarse? Era un problema muy típico y que allí, en la mansión ella acabaría solucionando.

-Creo que no deberías apreciar tu poder por algo tan nimio, si no por lo que es. Es normal que tengas miedo de ellos, creo que casi todos los alumnos en esta escuela lo tienen, así que no deberías sentirte tan diferente o aislada. Creo…que tienes un poder curioso y que si sabes controlar podrás hacer bastantes cosas buenas con él. Imagina hacer sentir bien al menos a alguien que tiene una enfermedad terminal, podrías ayudar a la gente a sobrellevar esos malos tragos. ¡Y más si quieres ser médico! Creo que sería muy acertado.

¿Estaba animada? ¿Hablando de más? La chica silenciosa estaba tirando de su lengua o estaba extrañamente cómoda en su presencia.

-Yo…no sé qué quiero hacer. Nunca me lo he planteado. Con ser una x-men está bien.

Bueno, lo que sí tenía seguro la chica es que no quería ser como su madre. Era un temor que tenía muy adentro, el convertirse en ella. Y pese a todo, la quería de una forma extraña.

A medida que la conversación con Dianne avanzaba, Alice iba sintiéndose más y más tranquila. A menudo éste era un proceso que tardaba al menos un par de días, pero la incapacidad de Dianne por ver los gestos de Alice en conjunto con la intrusión que había tenido en su habitación, habían sido como tomar un atajo para ella, por bien que forzado e inesperado.

Pero sólo hablaba con las personas que eran más cercanas para ella, con quien había algo más de confianza y una perspectiva de coincidir con asiduidad. Así que a todas luces, Dianne se había saltado los pasos que Alice seguía ritualmente hasta llegar al punto de confort en que podía hablar, y una vez llegado ese punto, intentaba adaptarse y asimilarlo, y poco a poco lo estaba logrando.

- Eres una aprendiz, pero hay muchos aquí aprendiendo y no todos ellos forman parte de la patrulla. Eso tiene que significar algo - comentó, aun utilizando un tono de voz más bajo de lo normal para el resto de la gente, pero esta vez más firme, más seguro. - Estoy segura de que les ayudas mucho más de lo que estorbas. Si es que les estorbas.

Pese a la ceguera de Dianne, Alice era Alice, y había costumbres tan arraigadas en su comportamiento que ni siquiera el hecho de que Dianne no pudiera verla era incapaz de hacerla cambiar. Desvió la mirada a sus manos, jugueteando nerviosa con el jersey. Sobretodo cuando llegó el momento en que Dianne mencionó su poder. Pero, ¿qué más podía añadir? No era la primera vez que le contaban las cosas buenas que podía hacer con él, pero era también un riesgo. Podía perder el control. Podía herir a gente... Y no le gustaba usarlo.

Pero Dianne tenía razón. Estaba ahí para aprender, y era bajo la perspectiva de ganar ese control, que la animaban a usarlo. Nadie le pedía que fuera ahora, ni pronto. ¿Pero era tan malo pensar en un futuro en que no tuviera miedo de usarlo? ¿Que fuera su voluntad la que pudiera doblegar su poder y no al revés? Sonrió.

- Imagino que siempre hay tiempo. Ser una X-Men mientras puedas y lo disfrutes y si en algún momento quieres intentar hacer algo distinto, nada te lo impide.

Se quedó un instante sin saber muy bien qué decir, con la mirada perdida en el gran ventanal de la habitación. ¿Qué más podía decirle? ¿Qué otros temas de conversación podía utilizar? No quería irse. No todavía. No ahora que empezaba a sentirse cómoda con su nueva compañera de habitación. Así que decidió ser directa, pues por alguna razón tenía la sensación de que Dianne preferiría la sinceridad antes que dar vueltas tontamente alrededor de lo que quería decir.

- Dianne... ¿Te molesta que te siga haciendo preguntas? Creo que es la primera vez que consigo hablar con otro alumno de la mansión... Y la verdad es que me gustaría saber un poco más de tí. El tipo de música que te gusta, o qué cosas te gusta hacer...

-Por supuesto que significa algo… he trabajado por ello. Si algo quieres tienes que luchar por ello, no quedarte sentado a esperarlo.

Dianne era muy firme al respecto sobre esto. Su madre siempre la inculcó el trabajo duro, que nada se daba hecho. Aunque su progenitora la mimara en extremo en ciertas cosas, podía llegar a ser muy dura con la rubia para que llegara a dar todo su potencial.

-Si uno quiere ser un x-men… debe trabajar, mucho.

Ladeó un poco la cabeza escuchando como la fibra del jersey de Alice se frotaba entre los dedos de la muchacha. Era nerviosa por naturaleza, aunque no el tipo de nerviosa que no puede estar quieta un segundo, no, si no la que se en nervia por la presencia de los demás. La timidez puede llegar a ser una autentica lacra si no sabes dominarla. En el caso de Dianne, si dejaba que su timidez o nervios la dominasen, solía dar como resultado golpes y actuaciones ridículas hablando ella contra la pared.

-Si… puede ser. De momento en mi cabeza no hay otros planes futuros. Aunque volverme una profesora aquí no sé si me gustaría… es algo que muchos x-men acaban haciendo.

Se frotó la barbilla pensativa. Ya había enseñado antes aunque… no le gustó como acabó la cosa. Pero claro, su alumno fue un tanto especial, la situación… otros factores que no vienen al caso. Alice podía ser diferente.

-¿Sabes pelear? Podría enseñarte…

Parpadeó porque justo en ese momento Alice hizo mención de su interés sobre ella, saber más. Ser amigas. Amigas… Sus mejillas empezaron a arder. Estaba roja. Se podía decir que nunca había tenido una amiga como tal, y siempre había querido. La comisura de sus labios se torció sutilmente en una boba sonrisa.

-Claro… pregunta. ¿Tipo de música? Bueno, por supuesto la clásica. Pero con mi hermano escuchaba más géneros, como el rock, el jazz. En general disfruto de casi cualquier género musical… menos el rap y esa cosa llamada reggeaton. Bueno, en general cualquier cosa que se considere música. Y hacer… bueno, mucho no hago… entreno, paseo… toco el chelo. ¡Ah! Me encanta el té. Uhm… tengo un pasatiempo algo raro pero me dedico a confeccionar mi propio té a veces buscando plantas por mi cuenta o plantándolas en el invernadero de la escuela… ¿Y a tí que te gusta?

- Pelear… Pensaba pedirle ayuda al profesor Glámez.

No podía contarle lo que pensaba realmente. Que hacía una escasa semana casi la habían secuestrado, que estaba asustada, que unos mutantes, si es que eran mutantes, querían capturarla y… Ni siquiera ella lo sabía. Y contarlo sin tener todos los detalles… No, era mejor guardarlo para si misma.

- Y además del profesor Glámez hay otra persona. Una… amiga mía, de S.H.I.E.L.D.

Dianne se sonrojó cuando le preguntó por sus gustos musicales y por un instante temió haberla ofendido de algún modo pero… sonrió, y de repente Alice se sintió como si alguien hubiera liberado de su pecho un pequeño peso que ni siquiera ella se había dado cuenta que cargaba.

- Pues la verdad… Mis gustos son muy similares. Especialmente me gusta el melódico e instrumental, aunque también escuchaba rock por mi padre. Y un poco de Swing, que no deja de ser un variante del Jazz… Y tampoco me gusta el rap ni el reggaeton… - se sonrojó levemente, aunque no dejó de sonreír. - Y me encanta el té. ¡Soy británica! Aunque nunca he intentado confeccionar ninguno, puedo prestarme a ser tu conejillo de indias.

¿Y a ella que le gustaba? Sabía la respuesta pero era… bueno, Dianne había preguntado, así que debía tener interés en saber la respuesta, ¿no? Por norma general los Ingleses solían ser muy escuetos en cuanto a tratos de cortesía. Preguntaban por educación y no esperaban recibir respuestas elaboradas. En ese sentido, Alice siempre había sido muy poco británica, pues su incapacidad para los diálogos fluidos siempre la dejaba con ganas de más, siempre ansiando poder mostrarse y ser ella misma, aunque al final el miedo y la prudencia siempre la empujaran a no hablar. Pero, por eso estaba ahí, ¿no? Para aprender, para mejorar, para quitarse ese miedo irracional del cuerpo.

- Va a sonar raro pero… La música es mi hobby, sé tocar el piano y me encanta componer canciones. Sé un poco de guitarra y algún día me gustaría aprender a tocar el violín. Luego también me encanta leer, y como no soy muy… sociable suelo devorar libros y... - tomó aire antes de hablar y de nuevo se puso nerviosa, jugueteando con las mangas de su jersey. - Mi padre era jefe de policía y me enseñó a disparar de pequeña. Me gusta mucho el tiro deportivo y la armería, sobretodo en ámbito policial y militar... - Esperaba que Dianne no pensara menos de ella por gustarle las armas. A veces sentía que su madre tenía razón y era un hobby muy poco adecuado. - ¿Eres NeoYorquina o también viniste de fuera?

Siempre había sido pésima para los acentos, y si Dianne tenía alguno, era totalmente imperceptible para ella.