Star City, 9 de marzo de 2018.
7:50 pm
- ¿Por qué siempre llega tarde...? -dije, en voz alta, sin tratar de ocultar mi exasperación -
¿Y por qué eso no me sorprende? - añadí, molesta, tras comprobar por enésima vez si me había dejado algún mensaje en el buzón de voz.
Muy propio de Ollie, tenerme esperando hora y media en plena calle, sola y con un vestido negro ajustado, la clase de prenda que asegura atención garantizada, y más si te ven demasiado tiempo sin compañía. Ya me habían silbado dos veces en lo que iba de rato, a pesar de que mi expresión de furia en aumento debería haber disuadido a cualquiera.
- De Barry puedo entenderlo. Llega tarde a todas partes. Iris queda con él una hora antes, y listo. Pero Ollie no. A Ollie sólo le gusta hacerme esperar a mí - continué con mi monólogo, cada vez más molesta -
Debería irme a casa y dejarle plantado, así aprendería a...- Eh, rubia, ¿estás sola?Una voz me interrumpió inesperadamente, haciendo que dejara en el aire lo que estaba a punto de decir.
- Obviamente, sí - respondí. Estaba sola, aunque no debería. Aquél era precisamente el problema.
Me volví en dirección a la voz mientras le respondía. El que se había dirigido a mí era un tipo que llevaba camisa y pantalón de vestir, pelo castaño repeinado, y unas patillas de las que probablemente se sintiera orgulloso. Tenía aquel aire de prepotencia que, en otras circunstancias, podría haberme hecho tilín, pero aquella noche no tendría que maldecir mi mal gusto en hombres, porque mi mal humor me impedía dedicarle a aquel payaso la más mínima atención.
- Genial, ¿te apetece compañía? - ofreció.
Por descontado, él no iba solo. Un par de amigos igual de repeinados que él le ayudaban a sentirse más gallito.
"Típico", pensé, para mis adentros. Si hubiera estado solito, no se hubiera atrevido a abordarme de aquella forma.
- No, gracias. - respondí, sin dudarlo un momento. Si ya estaba empezando a plantearme si me apetecía oír las excusas de Oliver o no, estaban completamente fuera de discusión mis ganas de aguantar a un listillo a quien ni siquiera conocía.
- Vamos, nena, no te hagas la estrecha... - empezó. Mal, muy mal. Tendría que haberse callado, pero hay quien no sabe interpretar las señales aunque estén escritas en un cartel de neón -
Lo pasaremos bien... - He dicho "no, gracias" - repetí -
Así que, ¿por qué no me dejas en paz y te vas a buscar a otra con más ganas de aguantarte...?La expresión del tipo cambió radicalmente. Al parecer, lo había herido en el orgullo...
Pobrecito.
- ¿Tienes idea de a quién estás rechazando?- me espetó, cogiéndome bruscamente del hombro.
Grave error.
En un gesto prácticamente reflejo, aparté su mano y, con el mismo movimiento, le retorcí el brazo hacia detrás, obligándolo a volverse e inmovilizarlo contra su espalda. Mi pierna izquierda se adelantó para cruzarse delante de él, pero no llegué a completar la llave que lo hubiera arrojado al suelo. Tampoco se había pasado tanto como para eso...
El tipo emitió un gemido de dolor. Los hombres no aguantan nada.
- ¿Qué estás haciendo, zorra?- exclamó uno de sus amigos, lanzándose en mi dirección, mientras el otro tenía el buen juicio de quedarse donde estaba.
- He. Dicho. Que. Me. Dejéis. En. Paz. - repliqué, palabra por palabra, mientras volvía a hacer retroceder mi pierna, afianzaba mi equilibrio en el tipo al que sostenía y lanzaba un barrido en dirección al que se acercaba. Su propio impulso lo lanzó al asfalto tras un corto pero bonito vuelo de un par de metros.
- ¡Joder!- exclamó el único que parecía tener sentido común, antes de salir corriendo. El de las patillas siguió su ejemplo tan pronto como lo solté, y el tercero sólo tardó unos segundos más, lo justo para poder levantarse del suelo.
Contemplé su precipitada huída con mis manos apoyadas en las caderas, sonriendo con satisfacción. Al menos había podido liberar un poco de mi frustración con aquellos capullos... El resto me lo reservaba para cuando Ollie se dignara a dar la cara.
O no.
- ¿Pero qué...? - exclamé, cuando el cielo estalló en luz violeta justo por encima de mí, y un terremoto siguió a los fuegos artificiales poco después.
Adiós a la cita. Estaba claro que lo mío con Ollie estaba destinado a no funcionar.
Ya hacía rato que había echado a correr cuando el transmisor que llevaba en el bolso empezó a vibrar.
Alerta de la JLA. Alerta de la JLA.Maldije mis tacones mientras corría en dirección a la entrada de tubos zeta más cercana. "Alerta de la JLA" significaba que no podía quedarme a ayudar en Star City, al menos no por el momento.
- Canario - sonó la voz de Roy, distorsionada, a través del transmisor -
¿me recibes?- A duras penas, Flecha Roja - respondí, haciendo un breve alto para quitarme los zapatos y seguir corriendo descalza -
¿Qué está pasando?- Malas noticias - dijo Roy -
Te necesitamos en la Atalaya enseguida.- Estoy en camino - respondí, divisando, al fin, la cabina azul fuera de servicio al final del callejón -
¿Has contactado con Ollie?La pausa de Roy al otro lado de la línea no me gustó en absoluto.
- Flecha Verde no responde a mis llamadas - dijo, al final -
Y su transmisor está fuera de rango. No puedo localizarlo con el radar.Traté de ignorar la angustia que empezaba a sentir por él. Seguramente, no era la única a quien le pasaba.
- Tranquilo, Roy. Oliver puede cuidarse solito - dije, esperando que aquel argumento también me convenciera a mí.
- No estoy preocupado - respondió él, demasiado deprisa para ser verdad.
- Claro. Estoy en la entrada. Te veo en un minuto - respondí, entrando en la cabina.
Reconocida: Canario Negro. A, uno, tres.- A la Atalaya - dije, justo antes de que la luz blanca lo inundara todo.