El silencio se hacía en una enorme sala que otrora estuvo iluminada por las grandes lamparas reales antes adornada por cristales preciosos, y ahora la sala está sombría y agrietada por todos lados. Los temblores del lugar hacían caer polvo desde el techo al suelo. Al fondo de aquella enorme sala un enorme trono digno de tal se encontraba, y sentado en aquel trono un rey se hallaba. Y no era ni más ni menos que un rey poderoso, un rey que antes de tenerlo todo, no tenía nada. Aquel rey era conocido por varios nombres.
Blackagar, Rayo Negro o el Rey Silencioso, eran aquellos nombres por los que más era conocido. Sentado en el trono con los codos apoyados en los reposabrazos de este, esperaba a una persona. Ansiaba ver a esa persona, pero esa persona no llegó, y aquel salón acabó por derrumbarse. Despertó de su pesadilla. Pocas veces dormía y cuando lo hacía solía soñar con lo mismo. La pérdida de su mujer Medusa. Desde lo ocurrido con la colisión de mundos no volvió a verla nunca más. La ha buscado, pero no la ha encontrado aún. Desesperado está, un rey nada es sin su reina, y menos un rey con sentimientos rotos. Se levantó de aquella cama real lentamente, acercándose a su traje de combate habitual. Se miró a aquel enorme espejo en medio de la habitación.
Su cuerpo estaba lleno de cicatrices, símbolo de muchas batallas a lo largo de su vida. Tomó el traje se lo equipó, su característico traje negro y blanco. Alguien llamó a la puerta, dando tres leves toques a esta—¿Se puede señor?—Entonó aquella voz femenina que pudo reconocer. Abrió la puerta por sí mismo, dando paso a la invitada que quiso acudir a él. Era Elejea, la consejera real del reino y anteriormente la mejor amiga de la desaparecida reina—Hemos encontrado posibles pistas de la localización de la reina, debería verlas—Blackagar se sorprendió, pero se limitó a mostrar simplemente un semblante serio ante la situación, extendiendo su mano. Elejea le entregó un dispositivo movil que indicaba las coordenadas exactas del posible lugar donde hayar pistas.
Indicó con un suave movimiento de mano que se lo agradecía, pero que podía marcharse. Cuando cerró la puerta, él se giró, mirando a aquel ventanal de la habitación que dejaba bailar su delicada cortina al son del viento. Tenía que ir a descubrir que se hallaba allí. Se acercó al ventana y cargó fuerza, impulsándose hacia el exterior. Las coordenadas estaban claras, allí debía dirigirse.
Llegó. Aterrizó de su vuelo sobre aquella zona rocosa que parecía estar en un clima desértico. Pero reconocía donde estaba, era Orollan, un asentamiento enemigo inhumano. Quizás aquellas coordenadas era una trampa que le pusieron a Elejea, para que el rey acudiese allí.
Y así fue, pues pudo ver como ser acercaba su líder, Lash. Rayo Negro se mostró con un semblante serio e indiferente, cruzándose de brazos—Vaya, es el Rey de Attilan, veo que has acudido en buen momento. Verás, ahora que falta una reina también falta un buen rey. ¿Qué tal si yo te ayudo a ocupar esa vacante?—Entonó aquel ser, cargando sus manos de su azulada energía, y corriendo hacia Rayo Negro. Él intentó ser algo compasivo. Esquivó el primer puñetazo cargando de energía asestando a Lash un uppercut hacia su mentón compaginándolo con un puñetazo hacia su abdomen. Lash respondió, liberando energía que brotó de su cuerpo y lanzando a Rayo Negro contra una de las pequeñas estructuras que se derrumbó por el golpe. Lentamente se levantó y se limpió la suciedad y el polvo mirando al traidor.
Rayo Negro alzó su dedo y lo movió de un lado para otro, indicando que no quería abusar de él y seguir con esto. Lash, más enfurecido por esto volvió a lanzarse, y él se sintió obligado—FUERA...—Entonó en un murmuro tan bajo que casi quiso decirlo para si dentro, pero las ondas cuasi-sónicas hicieron que aquella palabra se convirtiense en una potente onda que mandó lejos a Lash, bastante herido, quebrando quizás varios de sus huesos. El rey estaba furioso, pensó por un momento que iba a encontrar a Medusa. Pero no lo hizo. Cabizbajo y apenado apretó su puño, y después alzó la mirada al cielo. Volvió a emprender el vuelo, en búsqueda de más información.