Entrenamientos rutinarios [Dianne]

Fecha: 14 de Marzo de 2018

Bryndar, como todos los días, se despertó con el amanecer. Nada más notar la radiación solar incrementándose en su piel a través de las cortinas echadas, su cerebro se activó y miró al techo con cara de circunstancias. Dos días habían pasado desde su charla con Magneto y llevabacomiéndose el tarro desde entonces, sin hablar mucho con sus compañeros y ensimismado. Había tomado desde ya antes una rutina de aprovechamiento de sus madrugones obligados, y para cuando la luz del sol ya estaba bañando la propia Mansión, el mutante ya estaba iniciando el primer programa de entrenamiento de la Sala de Peligro. El programa en cuestión estaba destinado ensu origen a Coloso, pero Xavier había modificado algunas cosas para que estuviese adecuado a la mayor resistencia en términos de duración de Bryndar, por no hablar de la carencia de una piel de acero flexible que le haría demasiado vulnerable a la intensidad de los láseres que Coloso nisiquiera apenas notaba.

Lo primero fue, como siempre, una sesión de calentamiento. Un circuito bastante complicado donde Bryndartendría que explotar bien sus habilidades de parkour, para después añadirle intensidad: cada vez que fallase, lo que le recibiría no sería una pared demasiado alta o una caída incómoda, sino un láser muy molesto. Tenía que admitir que esos láseres dolían y que hacían muy bien su trabajo a la hora de acabar haciendo perfecto el circuito que, por cierto, no paraba de cambiar de forma aleatoria cada día. Una vez estaba lo suficientemente caliente, le tocó ejercitar su músculo. Los pesos eran de cien kilos cada uno pero el mutante tenía demasiada energía acumulada de toda una noche de relativo descanso, pues la luz de la Luna era suficiente para recargarle las pilas demasiado. De forma mecánica, los pesos iban añadiéndose a medida que hacía repeticiones de 20 movimientos, y le llevaban al límite. Pero ni una gota de sudor salía de su cuerpo, pues se evaporaban por a la energía que desprendía su cuerpo.

Finalmente, y dejando la Sala de Peligro y sus recursos más tranquilos, se limitó a golpear un saco de boxeo hecho a medida para Coloso. No era de cuero: sus polímeros tenían tantos C y H combinados que Bryndar no se los podría memorizar en su vida y su dureza y flexibilidad estaba más cerca del kevlar. En cuanto a su relleno, la típica y pesada arena no servía, había tenido que ser rellenado de bolas de un metal desconocido para el mutante, lo que cada golpe daba la sensación de que alguien daba algun tipo de campanada en una iglesia lejana. Se necesitaba una enorme fuerza sólo para mover el saco y de hecho la cuerda que lo sostenía era del mismo material de las grúas de construcción, pero en una versión más pequeña. Golpe a golpe, Bryndar descargó puñetazos y patadas en el saco, pero no siempre cuando golpeaba veía un saco. A veces veía a su hermano. Otras a su padre. Otras al científico que le había esclavizado. Y, de hecho, había días que veía a Xavier, especialmente después de una reprimenda. Y hubo días también que veía a Fiona. En ese saco había golpes duros de digerir, golpes que descargaban una frustración por el mundo. De hecho... también había golpes para la humanidad en general. Esos eran los más numerosos. En esos momentos, Bryndar se sentía furioso pero, de alguna forma, también en paz. Porque sentía que, por unos segundos, todo era simple. Estaban él, el saco y sus puños. Era tan fácil como eso.

Llevaba un buen rato despierta, sentada sobre la cama, quieta, dejando que su mente vagara libre por un rato entre diversas ideas. Ella era madrugadora, desayunaba y, según lo que le tocara en su horario, estudiaba la materia que le tocase (su favorita era obviamente música) o recibía el entrenamiento con su guardaespaldas. Pero ya no estaba en su enorme mansión bajo el amparo de los cuidados de su madre. Llevaba un par de días en aquella nueva escuela de jóvenes talentos, iniciando una nueva etapa de su vida junto a más gente como ella. En teoría pronto se incorporaría a las clases, pero aún la tenían que pasar su horario, al igual que programar sus entrenamientos. El profesor Xavier le indicó que igualmente, ella podía hacer uso de cualquier sala siempre y cuando estuviera libre, así que consideró que hacer algo de entrenamiento le vendría bien, aunque no estuviese allí su mentor.

Se terminó de incorporar de la cama y fue a su armario. Le habían facilitado un uniforme como x-men que debía usar en los entrenamientos para ir haciéndose a el, pero ciertamente le da algo de respeto. No se veía capaz de llevarlo, ¿se lo merecía? Consideraba que aún debía demostrarlo, así que simplemente se vistió con unas mallas negras, las deportivas y una camiseta de de béisbol con el nombre del jugador a la espalda, un tal Jackson. Bastón en mano dejó su cuarto tras dejar algo de comida a su hámster en la jaula y recorrió los pasillos en busca de la zona de entrenamiento.

Tras un buen rato merodeando sola hasta que se dignó a preguntar a una de las estudiantes que fue muy amable y la guió, llegó a la sala. Antes de dejarla sola le comentó que aún no podía usar la sala de Peligro sola y que debía estar supervisada pero que había ya un alumno dentro y podría quedarse compartiendo la sala. Una vez informada de ello, la guía se marchó pues tenía clase con el profesor McCoy en ese momento y dejó a Dianne sola. Suspiró y pasó a la enorme estancia.

Al entrar pudo percibir lo cargado del ambiente. Quien fuera estaba entrenando duro, en concreto golpeando algo bastante pesado, o eso parecía por el sonido que percibía. Juraría que había tensión en el ambiente, ¿estaría desahogándose con lo que golpeaba? Bueno, ella lo había hecho alguna que otra vez. Carraspeó como pudo, al principio demasiado bajo, así que lo repitió algo más alto para que el fuera consciente de que estaba en su presencia.

-Disculpa...¿puedo unirme?

-Disculpa...¿puedo unirme?

Sunbreath no se había percatado de la presencia de la chica hasta que hubo un segundo carraspeo más fuerte por su parte, aunque no todo era culpa del ruidoso saco sino de su concentración. Alzó una ceja dándole una visual rápida. No parecía que estuviese en una forma bárbara, así que su saco era imposible que lo usase. Pero había muchos sacos normales en la Sala, que también servía de gimnasio. Eso sí, esbozó una ligerísima sonrisa al ver a la tía en cuestión. No estaba mal, y ya la había visto antes. Apenas la recordaba de un incidente en Nueva York hacía un tiempo, pero la recordaba más por la tía del jarrón de hace dos días. La memoria de Bryndar solía ser igual de simple que su modo de razonar, así que Dianne podía dar gracias a que no la recordase directamente como "la ciega".

-Tendrás que coger un saco normal. Este está relleno de metal y te destrozaría las manos antes de poder moverlo.

Luego, y porque era ciega y nueva y no tendría ni ide de dónde estarían, Bryndar se acercó a una de las paredes y abrió un panel. Sacó simplemente con la mano uno de los sacos de arena y aunque pesaba demasiado para cualquier persona normal, obviamente él no sentía apenas el peso, como demostró levantándolo sin esfuerzo.

-Están aquí, deja que lo cuelgue.

Y se dispuso a ir a colgarlo en uno de los enganches que había, que obviamente ella no sabría dónde estaban tampoco. Lo cierto es que de ser simplemente una alumna más le hubiese soltado un "todo tuyo" y se hubiese largado, pero creía que sería muy de capullo dejar a una ciega con el marrón. Aún así también se recordaba que era una mutante en la Sala de Peligro y por tanto algo especial tenía que tener la chica... Ah sí, tenía un poder que le hacía protegerse, ¿no er algo de eso? Bueno, no importaba, que entrenase si quería. Es lo que tenían que hacer todos los alumnos al fin y al cabo.

¿Un saco normal? Ella no quería entrenar con un saco, necesitaba hacer otros ejercicios. Aunque el chico en seguida se dispuso a prepararle las cosas en cuestión, colgando uno de los sacos normales para ella. Intento frenarle, dando un pequeño traspiés al acercarse.

-¡Ah! No...esp...espera yo no...

Su tono de voz se asomaba por su garganta en excésa timidez, tanto que ni el joven mutante la había escuchado. Suspiro cuando supo que ya le había dejado todo preparado para el entrenamiento. Se acercó hasta palpar el enorme saco. Lo intentó mover un poco y ya le costaba, ¿como diablos movía el el otro que se escuchaba a lo lejos mucho más pesado que el dispuesto para ella? Recordó entonces quien era, el chico del centro comercial borde, quién claramente tenía algún tipo de fuerza sobrehumana.

-Umh...yo...no se si puedo entrenar con esto. Igual gracias por montarlo.

Dianne se sentía algo cohibida ante la presencia del adolescente. No quería que se enfadase por rechazar su ayuda, ya le costaba acercarse a la gente y congeniar por muchos modales que tuviera. Aquello no era un caso diferente, pero ya se había prometido días atrás que tenía que cambiar, ya no estaba en la jaula de su madre.

-¿Puedes enseñarme?- dijo suavemente.- Por cierto...nos conocemos, ¿cierto?

Sunbreath se le quedó mirando un par de segundos, sin comprender. ¿El saco no estaba bien? Juraría que estaba perfectamente colocado, y además... ah ya. Que no quería un saco. Se golpeó ligeramente la frente y agradeció que no pudiese ver su cara de panoli. De todas formas, la chica más bien parecía interesada en aprender a usarlo. Bryndar no se consideraba precisamente un experto, pero sabía lo más básico. ¿Pero cómo iba a enseñarle a ella? A él le habían hecho poner la postura y el resto fue ver como lo hacía el entrenador. Usar el peso, golpear con firmeza... En realidad Dianne sí podía mover el saco de un golpe, si daba como dios manda. Si no, pues se haría daño en la mano. Por eso había que protegerlas con vendas. Pero el primer golpe había que notarlo en las carnes.

-Sí, creo. Nos conocimos en un centro comercial, yo era el que lo destrozó peleando con Rhino...-de repente le dio la primera punzada de culpabilidad desde entonce- Fue sin querer. Ejem.

Carraspeó y miró el saco. Era un tema mejor para hablar que el hecho de que casi se había cargado un edificio entero peleándose con un enemigo al que la chica le había robado la fuerza de forma bastante pacífica y luego había sido capturado por los otros mutantes que había allí. Bryndar sólo había intercambiado golpes hasta hacer que todo el mundo huyese o se quedase atrapado en el fuego cruzado. La verdad es que no había sido un héroe precisamente, y eso que lo había hecho de buena fe. En fin. Se acercó a la chica y se dispuso a enseñarle, para evitar pensar en esas cosas.

-Bueno... Pega un puñetazo al saco-esperó a que Dianne lo golpease y viese por ella misma que prácticamente no haría mucho efecto, como cualquiera haría-. Si golpeas así, no harás mucho. Pero si tomas la postura adecuada y usas tu cuerpo para imprimir fuerza, puedes hacer mucho daño. Mira, así...

Y entonces Bryndar hizo algo que probablemente se iba a arrepentir de haber hecho en un futuro muy cercano. Cogió de un hombro a Dianne y se dispuso a ponerla en posición. Su intención era que cogiese la postura y luego decirle cómo hacer para imprimir todo su peso y sus piernas en el golpe, nada más...

El joven confirmó la duda de Dianne. Se habían conocido meses atrás, cuando ella visitaba uno de los centros comerciales de la ciudad con su guardaespaldas. El joven había hecho una entrada triunfal luchando contra un villano, el conocido Rhino. Y bueno, como triunfal triunfal... más bien catastrófica. Ambos estaban ensañados en una batalla sin tregua, sin importarles el alrededor. La verdad es que dejaron bastantes destrozos y ella, junto a un par de mutantes más que había en el lugar, tuvieron que echar un cable ayudando a los civiles y a parar a Rhino. Desde luego con la primera impresión ya se podía imaginar que el chico tenía que trabajar eso de ser un poco más cuidadoso. Bueno, Dianne sabía serlo, podía enseñarle.

-Fue algo caótico y, bueno, desastroso. Pero al final todo acabó bien.

Ella no era precisamente una heroína experimentada, pero imaginaba que fácil no era, y controlarse aún menos si se poseía gran fuerza. No le podía culpar, pero si ayudarle si se lo permitía. El entrenamiento podría ser fructífero para ambos si intercambiaban conocimientos, así que escuchó atentamente sus palabras y procuró realizar los movimientos que le indicaba, golpeando el saco de forma un tanto infructuosa. Con su bastón en mano sabía como y donde golpear, ella era esgrimista, ¿pero a puño limpio? No, eso era...torpeza pura. Sobre todo acentuando que le costó localizar el saco en su frente. El golpe fue ridículo.

-No...si desde luego...nada he hecho.- musitó algo mosca mientras frotaba su fina muñeca.


Al sentir de forma tan repentina el contacto de Bryndar sobre ella para colocarla en postura se le erizó la piel y por puro instinto, activo un escudo a su alrededor con tal fuerza que empujó al mutante contra la pared.

-¡¡¡Ah!!!¡¡L-lo siento!!-emitió un leve chillido al percatarse de lo que había hecho y se acercó a donde escuchó su colisión.-¡Lo siento mucho!Fue sin querer...me pongo...nerviosa si me tocan... sin avisar..

Se cubrió el rostro con una mano avergonzada, como si eso obviara el rubor en sus mejillas.

Fue una total sorpresa y no estaba preparado para nada. El escudo golpeó toda su parte delantera, incluida su cara, y salió despedido hasta golpear de espaldas y caer pesadamente sobre el suelo. Levantó la cabeza mirándola y vio que estaba completamente avergonzada. Por un momento, Bryndar había pensado totalmente en serio en devolvérsela con creces, porque eso es lo que siempre había hecho. Ciega o no, le había atacado con sus poderes, lo que le hacían iguales, y punto. Acabó por inspirar profundamente y levantarse, frotándose la barbilla golpeada, intentando alejar los pensamientos violentos de su cabeza. Entonces se dio cuenta de un detalle.

-Ten más cuidado. Otro podría haberse hecho daño de verdad.

No es que Bryndar fuese precisamente una hermanita de la caridad, pero sabía por experiencia propia que los poderes mutantes eran muy peligrosos, sobretodo los poderosos. No sabía a cuánto ascendía la capacidad telequinética (o lo que fuese eso) que poseía Dianne, pero si había sido capaz de hacerle un poco de daño en la barbilla y hacerle volar, podría hacerle más daño a otros como... él que sabía, Kevin o Irene parecían suficientemente flacuchos para no poder aguantarlo. Y luego, porque era Brynar y no podía evitarlo, sonrió ante la idea de alguien capaz de derribarle en la Mansión. Sí, Irene podría usar imaginativmente su poder y hacerlo. Kevin podía manipularle la mente o algo (pero eso era hacer trampa). Y dios sabe cuántas veces Fiona le derribó con sus poderes. No mucha gente era capaz de hacerlo, según su experiencia personal.

-¿Puedes mover mi saco con tus poderes?-le dijo, aún pensando que su habilidad era la telekinesis.

Suspiro cuando el chico le dio la reprimenda, tenía razón, si no iba con cuidado podía lastimar a alguien y precisamente ella había entrenado su auto control, aunque que lo llevara bien era otro tema. Entonces el le sorprendió pidiendo una demostración de su poder, preguntando si podía mover el pesado saco que el usaba.

-Umh...creo que sí.

Pensó que poner un escudo alrededor, pero así no lo movería, como mucho afectaría alrededor y cortaría la cadena que lo sostenía. Lo tenía que mover y para ello necesitaba algo pequeño. Dio un pequeño toque al suelo con su bastón para que las ondas de sonido se esparcieran por la sala y ella pudiera “ver” la disposición de la misma. En cuanto detectó el pesado saco, se acercó y retiró un botón de su camiseta de beisbol por arriba y se agachó, dejando el botón en el suelo bajo el saco.

Regresó donde Sun y se colocó a un lado. Ahora tenía con que lo pudiera mover. Dianne necesitaba poner sus escudos siempre alrededor de algo o en su interior, de ahí que dejase el pequeño botón bajo el saco, además que sabía su lugar exacto.

Dejó caer sus párpados hasta cerrar sus ojos y se concentró en el botón. Su fuerza mental lo recubrió en un escudo invisible que creció con tal fuerza que empujó el pesado saco hacia el techo y lo incrustó en el mismo causando un pequeño estruendo metálico. Cuando retiró el escudo, el pesado objeto quedó en el techo, pero tras un escaso minuto se desprendió y se estampó contra el suelo.

-¿Así?- dijo algo encogida ante el golpetazo.

Bryndar observó en silencio el proceso, y alzó una ceja al ver el botón. Por supuesto, no entendió su funcionamiento, pero creyó que Dianne necesitaba algo con lo que usar sus poderes, como un ancla o algo así. Bastante era para su mente aquello. Silbó impresionado cuando el saco dejó de emitir ruido y se quedó incrustado en el suelo. La primer vez que el Profesor le dijo que golpase con todas sus fuerzas el saco, lo había mandado también a volar, pero Dianne no necesitaba ni tocarlo, lo cual era una ventaja increíble.

-¡Ja! Eso ha estado genial.

Bryndar se acercó al saco y lo desincrustó del suelo, mirando la cadena. Rota, obviamente, pero por lo menos el saco seguía entero. Había soportado golpes peores de Coloso y probablemente acabase sobreviviendo a un cataclismo nuclear si nadie lo rayaba por algún lado. Se lo cargó al hombro y miró a la chica. Vaya con la ciega, menudo poder. Sonrió para sus adentros y se pensó si no estaría mal hacer un entrenamiento más directo. Con lo poco que le gustaba que le tocasen, probablemente odiaría la sola idea, pero por intentarlo que no diga.

-El saco es poco para los dos, me temo. ¿Qué te parece si te hago yo de sparring? Si quieres, claro.

Recogió el botón y se acercó a la chica, para entregárselo. Instintivamente miró su camiseta porque cuando faltaba un botón se solía ver algo más, pero hizo un esfuerzo real por vovler a mirar hacia su cara. Tampoco es que ella le fuese a pillar, ¿no? Pero precisamente por eso veía mal aprovecharse, y procuraba o hacerlo. Tampoco es que se viese gran cosa, una camiseta de béisbol no estaba diseñada para ser sexy ni nada parecido (aunque a Bryndar le encantaba ver a las chicas con ropa de tío, las malditas les quedaba genial). No ayudaba que tuviese una cara tan inocente.

-Toma, el botón-dijo, y esperó a que ella extendiese la mano para dárselo, sin tocar.

-¿E-eso crees?

Se puso algo colorada al escuchar la congratulaciones del chico por sus poderes. Sonrió para si, no lo iba a negar, adoraba cuando admitían su fuerza y quedaba claro que no era una debilucha ni mucho menos por su condición. Claro que si, su maestro Matt ya le demostró que podía ser como el y patear suficientes traseros de villanos como cualquier otro héroe.

Escuchó como caminaba por el suelo de la sala y levantaba a fuerza como si nada el estrellado saco. Se ofreció entonces para enfrentarse cara a cara con ella. La muchacha mostró una amplia sonrisa, ¡ese era el entrenamiento que le gustaba! Así se entrenaba ella con Murdock, aunque nunca lo fue capaz de derribar, era demasiado bueno para ella, años de experiencia suponía. Pero ahora tenía un compañero tan joven para ella como para poder superarle.

-Si, eso sería estupendo.- dijo bastante animada.

Sun se acercó a ella y le devolvió el botón que había usado para proyectar su poder. Agradecida, lo guardó en el bolsillo de la camiseta de beisbol. Se dijo que más tarde lo tendría que coser de nuevo, adoraba aquella prenda. Aunque se rozasen sutilmente en este sencillo gesto, el muchacho podría percatarse que eso no la incomodó. No le gustaba que la tocaran de sorpresa, sin ser consentido. Incluso cuando su maestro la derribaba, no se enfadaba o se alteraba, sobrellevaba mucho mejor ese tipo de contacto, quizás porque no lo pensaba demasiado.

-Entonces, ¿empezamos?

Bryndar sonrío, aunque obviamente ella no podía verlo. Pocos podían aguantarle el ritmo y no creía que fuese a hacerlo ella, pero por lo menos esa especie de poder kinético parecía poderoso, lo que le retendría un montón de tiempo. Podía ser interesante si se combinaba en el futuro con trampas y ataques de la Sala de Peligro y se añadían Irene o Kevin a la mezcla. El azulado era muy esquivo y los poderes de la española eran muy versátiles, entre los tres podrían acabar con él si quisiesen. Bueno, para ser justos, Kevin se bastaba solo si se ponía serio con sus poderes mentales. Era el tipo de cosa que nunca admitiría en público, pero realmente pensaba que Poltergeist tenía la capacidad para ser el más poderoso del grupo. Manipular la mente de los demás era terrible.

-Sí. ¡Allá va!

Ni corto ni perezoso, le lanzó el saco pesadísimo de Coloso. Ella podía optar por un escudo como hizo con los escombros en aquel centro comercial, o cualquier otra cosa. En todo caso, detrás del saco se lanzó Bryndar. Cegarla con sus poderes era literalmente una pérdida de tiempo y los rayos caloríficos hacían demasiado daño para arriesgarse a lanzárselos a una compañera. Así que se lanzaría en línea recta y esperaría a que ella le atacase con algo para golpear bien duro. Si establecía desde el principio el nivel de su fuerza, ella podría ver que no tenía que cortarse, como cuando le tocó el hombro sin avisar.

Tomo su bastón y lo esgrimió como si se tratase de una espada, al fin y al cabo podía hacer que cortase como una, y, tras situarse en posición de ataque mientras se preguntaba como empezaría el chico, escuchó como levantaba las toneladas de peso del saco y lo lanzaba en el aire.

-Ay madre...

Lo esquivó de milagro echándose al suelo y rodando en una grácil voltereta. Menos mal que lo escuchó a tiempo porque con lo que pesaba su velocidad de caída era mayor. Cuando se estampó contra el suelo las hondas sonoras retumbaron recorriendo la estancia y dejando que ella pudiera ver como el se le echaba encima cual elefante enfurecido. Ella no podría pararle a no ser que usara un escudo para resistirlo o lo esquivara, pero prefirió hacer caso de las enseñanzas de su maestro “si tu rival te supera en fuerza, úsala contra el”.

Espero a casi tenerlo encima para escurrirse por su costado como una comadreja mientras dejaba que su bastón rozara su costado. Había activado un escudo en el afilado como una espada y dejó que durante el movimiento de esquiva cortara su traje. No pretendía romperlo ni mucho menos, solo tantear su resistencia, no solo la de la prenda, también la de el por si podía contar con poder hacer cortes superficiales sin hacer daño. Una vez lo sobrepasó y estuvo a su espalda, en lo poco que duró la acción, le plantó el pié en la espalda y le empujó, sumando (poca pero algo más) fuerza a la que el ya había añadido a su trayectoria con intención de que se estampara contra la pared por si mismo. Por si las moscas procuró echarse hacia atrás por si conseguía reaccionar a tiempo.

Ella también le estaba tanteando.