Mujercitas [Dianne Albidane] (07-04-2018)

- Bien, en ese caso, quedamos así. En cuando vuelva se lo diré a los de arriba.

La puerta que daba al despacho de Charles Xavier se abrió, y un Sloan entrajado pasó el umbral, cerrando la puerta tras de si. Bajo su brazo derecho llevaba una carpeta que ponía TOP SECRET, cerrada a cal y canto por un seguro metálico-hermético que envolvía la susodicha carpeta, cortesía de SHIELD. Eso no significaba que no confiaran en Sloan, sino más bien que no se fiaban de su ya clara torpeza para con todo tipo de artefacto, ya fuera tecnológico o una simple hoja de papel.

- Buufff... ya puedo desabrocharme ésto. Menudo agobio. - Metió dos dedos por encima del nudo de su corbata granate y se liberó el cuello de la opresión de la corbata, dejando que colgara de forma más informal. - Mucho mejor.

Tras su misión para SHIELD en la extraña ciudad en ruinas envuelta por la niebla, donde se encontró algo más que cadáveres, Furia y Xavier se llamaron mutuamente tras el informe otorgado por el propio Project. Estaba claro que había que hacer algo contra semejante criatura y que no podían dejarla sin vigilancia. Sloan había propuesto llevar éste asunto junto a los X-Men por su estrecha relación con el asunto (debido a que dicha criatura provenía de una dimensión donde los X-Men habían sido eliminados de forma brutal) y llamar a su amigo Rojo para que les echara una mano con la bestia.
Furia tan solo aceptó aliarse con los X-Men ya que no era la primera vez que trabajaban juntos para sorpresa de Sloan. Así pues, dos días después a Sloan lo mandaron como enlace con la Mansión X al ser el agente (aunque no era un agente) que había tomado parte en el descubrimiento. En la reunión estaban Charles Xavier y el propio Henry, pero no Dianne. Sloan se preguntó por qué no asistía la rubia a la reunión, pero no quiso decirlo en voz alta por si era algún asunto escabroso, teniendo en cuenta cómo terminó la joven y su "participación" en la desaparición de los otros X-Men.

Al final quedaron en que SHIELD se encargaría de acordonar la zona y vigilar la criatura, mientras que los X-Men investigarían algún patrón que les ayudara a entender lo que pasó en susodicha ciudad.

Era más o menos la hora de comer, y el estómago de Sloan se lo hizo saber de la mejor forma que sabía. Debido a la criatura que llevaba dentro necesitaba comer más que antes, puesto que debía comer por dos bestias (seguramente así se debían sentir las mujeres preñadas). Se llevó la mano al estómago para calmarla un poco mientras buscaba el comedor: le habían dado permiso para que se diera un paseo por la mansión, y de necesitarlo que comiera algo con los otros profesores y alumnos. El pasillo que llevaba al despacho de Xavier le condujo hasta la entrada principal, donde el camino se bifurcaba con varias posibilidades que seguir. ¿Dónde estaría el comedor?
Desde las escaleras, el sonido grave de un cuerpo blando golpeando otro hueco le llamó la atención. Era un ritmo continuo y pegadizo. Curioso subió las escaleras hasta el segundo piso. Una vez allí recorrió el pasillo, escuchando ahora los rasgueos de unas cuerdas y alguien enchufando un conector a un amplificador. Al llegar a las puertas que conducían a la sala de vídeo y arte, Sloan se topó con un grupo de chicos jóvenes. Concretamente dos chicos con una guitarra y un bajo, mientras que la batería la llevaba una chica con unos pelos que recordaban a una palmera si ésta fuera un bonsai.

- ¡Hola! - exclamó el moreno, entrando sin impunidad alguna a la sala. El grupo al completo se giró al escucharle. - ¿Estabais ensayando? Perdonad si os he interrumpido. - Bajó la mirada al suelo, topándose con una guitarra eléctrica junto al amplificador. Sin preguntar, se agachó y agarró la guitarra con la atónita mirada de los chicos, que no sabían quién era y qué demonios hacía allí.
- O-oye - le dijo el chico de la guitarra, con más acné que carne en el cuerpo - esa guitarra es de Edward.
- Bueno, no veo que la esté usando, ¿no? - El grupo se miró, sin saber qué decir. No sabían si era un nuevo profesor o simplemente un tipo que se había colado en la mansión. Tenían claro que no lo habían visto en la vida. - ¿Queréis practicar?
- ¿Tú sabes tocar la guitarra? No me lo creo. - La chica a la batería se lo miró de arriba a abajo. Estaba claro que con ese traje no daba la talla como músico.
- Bueno... podría intentarlo. Creo que puedo. - Pasó tímidamente los dedos por las cuerdas, y al notar su dureza reforzó sus yemas como si fueran los dedos de un guitarrista profesional. Al observar a los chicos, le vino a la mente un recuerdo del pasado. - ¿Os sabéis "Machine Gun Blues"?
- ¿La de Social Distortion? Joder, que viejuno eres - increpó de nuevo la de la batería, mientras preparaba las vaquetas para tocar. Estaba claro que se la sabía.
- Vamos. Toquemos un poco... más que sea para que nos deje seguir. - El del bajo, un chico con el cabello negro emulando una cortina sobre su ojo derecho se le veía con ganas de que Sloan se largara, pero éste tan solo le dedicó una sonrisa y se colocó bien la guitarra. Se acercó al micro y carraspeó un poco, adaptando sus cuerdas bocales para imitar la voz del cantante tal cual la recordaba.
- Un, dos, tres, y...


El grupo comenzó a tocar a la vez, incluido el recién llegado Sloan. Si se percataron de que tocaba bastante bien la guitarra, el grupo no mostró señal alguna. Siguieron tocando la introducción de la canción, cada uno con su propio rol. La música sonaba por los pasillos hasta llegar a la entrada de la mansión, donde más de un par de orejas se giraron para escuchar al grupo tocar.
Sloan se acercó más al micro cuando le tocó soltar un momento la guitarra y hacer su parte como vocalista.


La voz de Sloan era idéntica a la del cantante de Social Distortion. El chico de la guitarra levantó la mirada tan solo un segundo para mirarlo, quedándose bastante parado. Sus dos compañeros pensaron lo mismo que él: no lo hacía nada mal para ser un adulto.
Sloan siguió cantando su parte hasta que llegaron al estribillo, donde el bajo y el guitarrista le siguieron con un coro. La sala se estaba llenando de buena música, tomando de nuevo la guitarra Sloan para pasar a la siguiente estrofa de la canción.
Los chicos no lo sabrían ni hoy ni mañana, pero esa canción le traía recuerdos a la mente de Sloan. Se sentía bastante identificado con la letra, pues más o menos por esa época hasta los poderosos años cincuenta formó parte del hampa en varios ciudades estadounidenses, desde Chicago hasta Atlanta. Siempre moviéndose para que no se dieran cuenta de que jamás envejecía. Por aquel entonces sabía bien poco de las relaciones exteriores humanas, ni los chanchullos que se llevaban entre ellos. Fue como su escuela.
Para cuando llegaron al primer solo de Sloan, en el umbral de la sala se apelotonaron varios alumnos llevados por la curiosidad y el ritmo. La sonrisa se dibujó Sloan, cerrando los ojos con fuerza para concentrarse en el movimiento de sus dedos. Esa sonrisa se contagió tanto en la cara de la batería como en el guitarrista con acné. Incluso el emo se dejó llevar, sonriendo ladino y oculto. Desde la puerta los más fanáticos del rock se sintieron como si estuvieran en un concierto, haciendo el air guitar y moviendo la cabeza.


Llegaban al último solo, y Sloan parecía estar dispuesto a darlo todo. Se apartó del micrófono, dejando margen para que sus dedos y su cuerpo se movieran al son de aquella canción, doblándose hacia delante y hacia atrás, moviendo el pie al ritmo. Justo cuando llegaban al final de la canción, los cuatro miembros de aquel mini-concierto cabecearon al unísono marcando el insistente ritmo de la batería y la guitarra, para finalizar con el último solo de Sloan, donde levantó la guitarra, bajando la mano hasta el final del mástil y luego moviendo los dedos como si fueran hormigas en una carrera hasta tocar la última nota de la canción.

El público estalló en ovación y aplausos. El grupo se giró, emocionados y levantando el puño como señal de victoria. Acto seguido se chocaron las manos entre ellos, e incluso se la chocaron a Sloan. Ese ritual hacía que un grupo de rock fuera más molón y más viril en el caso de los chicos. En el caso de las chicas, era doblemente molón.

- ¡Joder con el trajes! ¿Dónde has aprendido a tocar así? - le preguntó la batería.
- ¿La verdad? Jamás había tocado - Una verdad como un templo, la cual se la tomaron como un chiste el resto del grupo.

- ¿Dónde tocas? Venga guapito de cara, si vas con esas pintas es que tienes éxito - le señalaba de arriba a abajo la chica de la batería con una vaqueta en la mano.
- ¿Eres un nuevo profesor?
- La verdad es que... no lo haces mal. Pero quizás en con ese acorde y el otro...
- Eh, eh, eh chicos, tranquilos. De uno en uno y buena letra, ¿estamos? - de repente Sloan estaba rodeado no solo por los integrantes del grupo, sino también por los alumnos y alumnas que se amontonaron en la entrada de la sala.
- ¿Eres de alguna discográfica? ¿Cómo se llama tu grupo? No me hagas sacártelo a golpes - medio bromeó la muchacha.
- ¿Sustituirás al profesor de música? - insistía el del acné.
- No es que me importe. La verdad, toca como quieras - el chico emo seguía a su bola.
- Venga chicos, dejado un poco de margen que nos vamos a ahogar todos aquí apretados.

Con una sola canción se había ganado a todos los alumnos cercanos y por acercarse. Aun seguían llegando más y más, atraidos por la música que se había extendido por todo el ala superior y la inferior. El boca a boca también había hecho mucho, alegando que había un nuevo vocalista en el grupo, que lo hacía de coña y que no era de la mansión. La curiosidad y la novedad hicieron el resto, incluso llamando la atención del auténtico vocalista del grupo, el tal Edward: un chico rubio con pintas de motero y mala leche entre ceja y ceja, que se abrió paso a empujones hasta los miembros de su banda.

- ¡¿Qué cojones hacéis?! ¡¿Por qué mierdas ha tocado éste tipo mi guitarra?! ¡No se os puede dejar nada!
- ¡EH! ¡TE ME RELAJAS, PRINCESA! - le recriminó la chica de la batería, saltando por encima del bombo y poniéndole un dedo bajo la barbilla de Edward. - ¡Si te vas a mitad del ensayo y nos dejas tirados, QUE NO TE EXTRAÑE QUE VENGA ALGUIEN Y TE QUITE EL PUESTO! Es más, ¿Por qué no? ¡Tocaríamos mejor si ni, poser de mierda!

Estaba claro que quien llevaba los pantalones en esa banda era la chica, porque los otros dos no dijeron ni mu: el emo miró a otra parte como si no le importara y el chico del acné repasó las cuerdas de su guitarra a ver si de repente salía oro de una de ellas. Sloan seguía cercado por el grupo de fans que había surgido de la mañana a la mañana, y el chico, Edward, se había quedado en un mutis tan profundo que se le había olvidado hasta respirar.
Entonces, una figura familiar pasó por el rabillo del ojo de Sloan: muchas personas podían tener una cabellera rubia, pero no todas iban dando palos de ciego (joder, arderé por éste chiste) por en medio del pasillo. Rubia, ciega y en la Mansión X. Tres  y tres hacen dos... o no, espera, uno y uno hacen dos. Ahora si.

- Anda, si es la rubia. ¡Eh, espera! - pero no parecía que la voz le llegara a la rubia por encima de todo ese gentío. - ¡DETENGAN A ESA MUJER! - gritó a todo pulmón, señalando a Dianne con su mejor pose de abogado protestante.

Los de su alrededor se callaron y miraron hacia donde apuntaba. Una de las chicas, más cercana a Dianne le tocó el hombro y le dijo "Dianne, creo que es a ti". Aprovechando aquel lapso y que los miembros del grupo estaban casi a punto de darse de ostias, Sloan aprovechó y se apeó de aquel coro juvenil, acercándose a Dianne a grandes zancadas hasta quedarse a su lado.

- ¡Didi! Menuda coinciDIOS! - se apartó un poco, llevándose una mano a la nariz. - Hueles un poco a humanidad, ¿sabes? ¿Qué has estado haciendo? ¿Levantando el techo de la mansión o qué?

¡PLAAFFF!

¡MENUDA-GALLETA! Con eco y todo. ¡Menuda HOSTIA con letras mayúsculas! ¡La virgen! Raro era que con semejante bofetón no se le juntara la mejilla derecha con la izquierda de la inercia del golpe. ¡Mmmmmmmadre! ¡Sonó que daba vida! Y doler... hostias si dolía. De pura suerte no le había saltado una muela o roto un diente o desencajado la mandíbula para quedarse como si se hubiera metido un tubo de pastillas derechas al esófago.
El efecto en el resto del pasillo fue inmediato, con ese silencio que precede al gran eco y esas miradas de "joder... menuda galleta y yo sin mi vaso de leche". Sloan se llevó la mano a la mejilla adolorida mientras los demás ahuecaban el ala olvidándose del pequeño conciertito, la disputa de la banda y la firma de autógrafos de las más seguidoras.

- ¿Es Navidad y no me he enterado que reparten tortas?... Dios...
- Sloan Jenkins, te odio.

El resultado de aquella afirmación fue como si le diera otra del revés para compensar el daño hecho con la primera. ¿Que le odiaba? ¡¿Por qué?! De repente el moreno se convirtió en un torrente de dudas y de enigmas, preguntándose por qué, así sin más, la rubia había pasado a odiarle con tanto ímpetu. ¿Había sido algo que había hecho o dicho? No sería por lo de la otra vez porque, quien se meó en la herida del otro fue ella y no él... ¿Sería tal vez por haberle llamado hamster durante el ascenso? No lo notó, pero aquella vez pudo escuchar dentro del casco como alguien intentaba morderle (reverberación). ¿Tal vez... ? Un segundo... Espera... ¿había sido por lo último que le había dicho? ¿Que olía a humanidad? Sloan se puso a analizar lo sucedido, a la propia Dianne y a lo que le había dicho. Habiéndose hecho una idea de cómo era la rubia tras sus escasos encuentros y pensando que tal vez, y solo tal vez, se hubiera sentido ofendida por aquel comentario...
Que en verdad no le afectaba mucho que Dianne le odiase. Total, él no era rencoroso y no era problema suyo, sino de la segunda persona, así como la enorme lista que se había creado con gente que no le soportaba, le odiaba o le querían ver muerto. Todos con problemas para con Sloan, pero éste sin problemas con ellos.
Pero éste caso era distinto. ¿Por qué? Porque no le iba bien que le odiase: si iban a trabajar juntos en lo de la ciudad sería un grave problema moral y efectivo que tuviera a alguien cerca que le odiaba, además que, bueno, en pocas palabras, "no le gustaba la idea de que Didi le odiase". ¿Por qué? Porque le caía bien la muchacha.

- Ehmm... lo siento si te he ofendido - era una buena forma de empezar una disculpa pero si en "ehmm", que le hacía parecer un borrico tontaina. - Soy espontáneo y digo las cosas tal cual llegan, así que no me paro a pensar si la otra persona se ofende por ello. Lo siento otra vez: aun no tengo muy bien asimilada la moral social de las personas. Es algo... complicada, y diferente según quien. - Eso último lo dijo algo más flojito, para que solo ella lo pudiera escuchar, aunque se habían quedado solos en el pasillo. - ¿Puedo darte algo a cambio de tu perdón? Si no recuerdo mal, aun se siguen valorando los regalos para pedir perdón.

Se metió las manos en los bolsillos y empezó a hurgar pero... ¿qué podía encontrar entre sus bolsillos? Ese traje era del día y no había tenido tiempo a llenarse de mierdas y cosas varias así que... tuvo que hacer un Doraemon, pero sin bolsillo mágico: cerró mano con mano, como si acabara de atrapar una mosca, las movió tal cual si moldeara algo y al separarlas, una bola de pelo blanca, que al moverse y abrir sus negros ojos se le escuchó gruñir un "crechEEK", después de moverse y ponerse "de pie".

- ¿Me perdonas?

Y el nivel de enfado iba bajando... bajando... bajando... bajando... Ya no había enfado. Mazmorra completada. ¿Resultado? Excelente. ¿Daños? Una sola bofetada. ¿Tesoros? El perdón. ¿Pérdidas? Ninguna teniendo en cuenta que aquel bichillo había salido de una parte perdida de su mente de donde podía sacar otros no iguales a él pero si parecidos (es lo que se suele decir: en la imaginación nunca es lo mismo. Pues con la locura dos tercios de lo mismo).

- Me alegra que te guste el animalito. No tiene nombre y es lo suficiente inteligente como para entenderte y reconocer tu voz, así que puedes llamarlo como te de la gana que te va a entender. ¡EH! Oye, eso no es comida. No le muerdas el dedo - le dijo al animal que sostenía Didi con un dedo levantado y poniendo cara de mala uva. El "hamster" se giró, le miró con los ojos abiertos y moviendo la nariz. Volvió a mirar a Didi ladeando un poco la cabeza, comprendiendo entonces que no debía morder la mano que le iba a dar de comer. Abrió la boca en lo que parecía una clase de sonrisa afilada y ronroneó.

Lo que se decía era cierto: la forma más rápida de llegar al corazón de las mujeres solía ser o chocolate, animalitos monos, palabras bien entonadas o gestos. Las dos últimas estaban descartadas después del supuesto bloqueo de debió levantar Didi con la bofetada, y el chocolate sería difícil porque no sabía los gustos exactos de la rubia como para acertar con el chocolate exacto. ¿Entonces? Pues entonces solo quedaba el bichillo y.... ¡Bingo!
Con mucho mejor humor y calmada, Didi le preguntó qué hacía en la Mansión X. Buen signo: significaba que estaba dispuesta a entablar una conversación. Bien, bien...

- Pues, oficialmente estoy aquí por lo que ocurrió en esa ciudad en ruinas en nombre de SHIELD. He ido a hablar con Xavier y Henry para ver cómo se iba a tratar desde los dos puntos. Aunque la verdad, con la de gente que tienen no entiendo cómo me piden a mí que vaya a "negociar" los "términos" - subir comillas, subir comillas. - Supongo que por tener la experiencia del terreno de primera mano porque si no... En fin. La otra razón es porque te buscaba. Me quedé muy impresionado con lo que hiciste durante la misión. Ya sabes, lo del radar. Entonces, me gustaría que me enseñaras a usar esa capacidad. Y antes de que te niegues, te advierto que soy muy buen alumno: por normal general suelo quedarme a la primera con los conceptos básicos para después desarrollarlos según voy aprendiendo, así que tal vez pensé que podrías enseñarme... maestra. ¿Qué me dices? A cambio te digo qué le gusta comer y dónde le gusta que le rasquen - terminó señalando a la bola de pelo que tenía en su mano.

[FDI: ¡NO LO METAS CON EL HAMSTER, INSENSATA!! D8]

Buufff... esas negociaciones iban a ser duras. Muy, muy duras... ¿Quién habría dicho que una niña estirada de buena cuna como era Didi iba a ser una negociadora que te cierra la puerta mientras le estás tendiendo la mano? Bueno, en ese caso... Pero daba igual: Sloan estaba dispuesto a hacer lo que fuera para aprender ese truco. Si luego resultaba que no era capaz bien, al menos lo había intentado. Pero una negativa tan bruta de buenas a primeras no iba con él, y de negociaciones duras también conocía algunos trucos el bueno de Sloan.
El moreno siguió a la rubia cuando ésta se dirigió hacia su cuarto, hablándole mientras andaban por el pasillo.

- Primero, y antes que nada - la imitó Sloan - me parece estupendo que vayas a darte una ducha. A mí no me importa, podemos seguir hablando mientras te duchas... a menos que tengas sentido del pudor y no quieras que entre contigo en el baño, en tal caso me quedaré esperando fuera. Segundo, buena suerte con eso y conseguirlo sin perder ningún dedo: puede que parezca un peluche requetepeluchín pero tiene una dentadura de espanto y si no le gusta que lo toques en según qué parte no se lo pensará dos veces antes de morder. - Lo fácil estaba dicho. Ahora venía lo extra-fácil. - Y eso de que hay gente mejor que tú no lo dudo. No porque diga que seas una manta, sino porque es una norma fundamental del cosmos: siempre habrá alguien mejor que tú. Pero tú estás aquí, y no los otros. A ti te conozco, y no a los otros. Por eso prefiero que me enseñes tú. Y bueno, entiendo que no llegaría a tu mismo nivel, pero al menos quiero intentar llegar a cierto nivel. Y con respecto a la vista...

Los ojos de Sloan poco a poco se fueron apagando. El moreno podía controlar totalmente su cuerpo, y así como podía volver a tejer las partes heridas también podía si quería mutilar su propio cuerpo. En éste caso fue directo a por los palitos. Poco a poco sus verdes ojos vieron la oscuridad, formando parte así del grupo de los invidentes.

- Ya está, ya soy un invidente. ¿Puedes entonces enseñarme un poco de esa habilidaOUCH! - Sloan no estaba acostumbrado a no usar la vista, y por eso no vio (valga la redundancia) la pared de la habitación de Didi. Comenzó a sangrar por la nariz debido al golpe, se la sujetó con los dedos haciendo de pinza mientras ésta se volvía a tejer para no perder mucha sangre. - Estoy bien, estoy bien... ouch...

- Perfecto... - contestó a la mutante con una voz nasal y levantando el dedo pulgar, mientras seguía sujetándose el puente de la nariz.

Así pues, Dianne se fue a la ducha, y Sloan se quedó al otro lado de la puerta, apoyado en la pared mientras esperaba que la mutante terminara su ducha. Mientras tanto siguió pinzando su nariz, hasta que notó que había dejado de sangrar y el interior estaba, de nuevo, tejido del todo. Sólo le quedaba quitarse esas manchas de sangre que había dejado bajo su nariz y barbilla. ¿Pero dónde encontraba algo para limpiarse sin perder de vista a Dianne? Porque con las pocas ganas iniciales que tuvo al toparse con el moreno y éste pedirlo lo de que le enseñara...
La solución a su problema apareció, literalmente, delante de sus narices, cuando una chica con muchas toallas sobre sus dos brazos apareció de repente. Sloan, ni corto ni perezoso, se le acercó, con el traje que llevaba puesto. La joven se lo quedó mirando, entre quedarse pasmada por la pinta que llevaba aquel hombre o que tuviera la nariz llena de sangre.

- Un momento por favor... - Cogió la punta de una de las tollas y la usó para quitarse los restos de sangre. - Ya. Muchas gracias.

La muchacha, si antes quedó un poco en shock, cuando Sloan se limpió con las toallas que ELLA MISMA había limpiado se convirtió en un volcán en erupción. La chapa que le metió y los gritos que le profirió fueron legendarios, cagándose en él porque "tendría que volver a limpiar esa puñetera toalla". Dicho eso, la chica se giró, de nuevo a la lavandería, para de nuevo, limpiar sus toallas.
El moreno se quedó de pie, en su sitio, mirando cómo se iba y la saludó... aunque ella no lo viera.

Al poco salió Dianne, ya limpia y preparada para una sesión de entrenamiento. Sloan se le acercó para que fueran juntos fuera, al jardín.

- Perfecto entonces. - Y tras su pregunta... - Pues estuvimos hablando sobre lo sucedido en la ciudad donde nos encontramos, sobre lo que pasó y lo que descubrimos. No tardamos mucho en quedar que SHIELD y los X-Men cooperarían juntos para seguir con la investigación, y que al menor indicio de peligro inminente, actuaríamos. Seguro que te dirán algo a ti cuando toque salir por patas de nuevo hacia las ruinas, por tu enlace con lo que descubrimos y tal.. ¿sabes?

Iba a contestar a la rubia cuando ésta le pidió que no lo hiciera, dando por sentado algo que era lógico, pero obviando otra cosa que era aun más que obvia y que para nada estaba relacionado con ella... bueno, o casi.

- Además del hecho de haber una criatura gigantesca que, de decidir abandonar la ciudad en ruinas donde estuvimos podría ser un peligro público en potencia. Imagina lo poco que le costaría a esa cosa acabar con una ciudad si se lo propusiera o atacar cualquier parte del mundo en cuestión de minutos. Es algo demasiado peligroso como para dejarlo estar y olvidarnos del tema.

Por un lado era SHIELD quien hablaba, pero por otro lado también era Sloan el que hablaba: poco a poco la idea de "hogar" se estaba estableciendo en su subconsciente cuando hablaba del mundo el cual habitaba o, dicho de otra forma más radical, donde estaba prisionero. Si iba a vivir en ese mundo bien tendría que cuidarlo un poco, ¿no? Es responsabilidad de todo ser viviente mantener su hogar "limpio" y en buen estado.

Salieron fuera, al jardín. Era un ambiente agradable y mucho más soleado (obviamente) que los pasillos del interior de la mansión. Se cruzaron con varios alumnos que estaban a su bola: haciendo de parejitas, dibujando, estudiando, en comunas con sus amigos...
Dianne lo llevó a un rincón apartado, lejos de los demás. Era un sitio tranquilo, bastante agradable. La rubia se sentó en el banco y a Sloan le tocó hacerlo en el suelo. Algo le dijo que la muchacha estaba disfrutando de aquella situación.

- Hmmmm... - Había visto demasiadas películas como para tener la sensación de que aquello era una pregunta trampa, pero iba a picar de todos modos, hiciera lo que hiciera... o eso pensaba. - Vegetación. Personas. El viento agitando las copas de los árboles... Lo que suele haber en un jardín.

- ¡OUCH! ¡EH! Duele...

Aquel bastonazo hizo que se le pusieran todas las ideas del revés al moreno. ¡Y menuda ostia! Sloan se frotó la cabeza pese a que no le saldría ningún morado ni ningún chichón gracias a su cuerpo... pero el dolor persistía. Siempre estaba allí. Lo que no comprendía era por qué le había metido semejante hostión sin venir a cuento... hasta que Didi abrió la boca.

- Pues con éstos bastonazos sólo voy a poder ver las estrellas... - se quejó Sloan.

Luego se calló, cuando Didi mostró sus capacidades y su forma de "ver". Se calló porque... le parecía fascinante. Que una persona invidente pudiera saber todo aquello hacía que uno pensara en un truco, en una bola. Pero la decisión en las palabras de la rubia hacía que esas ideas se borraran de la mente de quien la estuviera escuchando para asumir total y absolutamente que decía la verdad, y nada más que la verdad.

El moreno no dijo nada más. Ni se quejó ni asintió a lo que le dijo la rubia. Consideró que no hacía falta decir nada. Tan sólo hacer lo que su "maestra" le sugería que hiciera.

Así pues, cerró los ojos y se concentró. Pensó en las capacidades que tenían los ciegos, en sus sentidos desarrollados al perder la vista. Lo mucho que se exageraba en las películas que había visto en el cine.
El cuerpo hizo el resto.

- Hmmm... Un chico está escuchando Death Metal con sus auriculares a todo volumen cerca de aquí... Hmmmm... Están haciendo clase de anatomía, y un chico... creo que está nervioso, o tiene calor porque está sudando... Hmm.... creo que te has dejado partes de tu cuerpo sin lavar antes cuando te has duchado... Y alguien no ha tirado de la cadena del váter.

A veces su cuerpo ponía un control automático sin que él se lo pidiese. Es como cuando se vuelven a tejer las heridas abiertas o cuando expulsa el veneno de su sistema. Un control automático que lo disponía para resolver los problemas que su mente o ambiente planteaban. En aquel caso, aprender de Dianne amplificando sus sentidos excepto la vista.

- ¡AGH! ¡JODER! ¡HOSTIAPUTA, JODER!

El bastonazo de Dianne hizo que todo el cráneo de Sloan temblara como un flan. Resonó alrededor de su cerebro y se instaló muy a lo profundo de su córtex, lo que vendría siendo la zona del dolor. El moreno se levantó de golpe, llevándose la mano a la mandíbula como si así consiguiera que el dolor mitigara. Dio un par de vueltas sobre si mismo mientras seguía maldiciendo y frotándose la zona afectada.
De mientras Dianne lo estaba llamando de cochino a repulsivo para arriba. ¡Que lo quería usar para espiar a los demás decía! ¡¿Pero qué...?! Pero Sloan no estaba para pensar en aquel momento porque todo su cerebro aun se estaba reestructurando a si mismo para volver a su sitio, así como los nervios de su cuerpo.

Y fue eso lo que hizo que Sloan abriera la boca: los nervios. El moreno no es de los que se enfadan con alguien. Es decir, si que sabe lo que es la ira, pero no el odio. Así como un perro que se cansa de ser apaleado, Sloan también muestra sus dientes cuando recibe sin saber por qué y estalla, como una bola de rabia interna.

- ¡¿PERO QUÉ MIERDAS ESTÁS DICIENDO?! ¡¿ES QUE SE TE VA LA PINZA O QUÉ TE PASA?! ¡JODER! ¡¿CÓMO QUE PARA ESPIAR A LOS DEMÁS?! ¡Mira, yo no necesito espiar a los demás para tener sexo! ¡Lo pido Y PUNTO! ¡COMO LAS PERSONAS NORMALES! ¡Y ya que entramos en el tema, ¿QUÉ PUTAS MIERDAS TE PASA POR LA CABEZA?! ¡¿Es que tienes algún problema conmigo, con los hombres o con el mundo en general dando éstos bastonazos?! ¡AQUÍ SOY YO EL RARO, y miro de seguir las normas sociales establecidas! ¡NO VOY POR AHÍ DANDO BASTONAZOS, ASÍ QUE HAZ EL FAVOR Y COMPÓRTATE UN POCO, JODER! ¡Yo sólo quería pedirte que me enseñaras a hacer eso porque me pareció bastante guay y útil, MALDITA SEA!

Y qué a gusto se quedó tras soltarlo todo. Incluso se desabrochó la americana que llevaba y relajó la tensión de su corbata. Se sentía liberado, como cuando tienes algo dentro que quiere salir desde hace mucho tiempo y por fin descubres cómo hacerlo. Ahora que cada cual coja la licencia que más le guste para la metáfora.

- Mira Didi... si te molesto tanto, puedo irme en cualquier momento, ¿vale? No he venido aquí a causar problemas...

El punto más importante en una democracia viene siendo "vale, ya has dicho lo que tenías que decir y te he escuchado. Ahora es mi turno y espero que por tus huevos me prestes atención." Y como todo buen seguidor de las leyes sociales humanas, Sloan tuvo que apechugar.

Al principio parecía que la voz a grito de Sloan estaba haciendo mella en la pobre Didi, quien se mantuvo quieta en su asiento aguantando todo el chaparrón que le caía encima (y no nos referimos a salivazos: Sloan no tiene la costumbre de escupir cuando habla, menos cuando grita). Cualquiera en su situación estaría igual, incluso levantando una mano pidiendo calma con la expresión corporal.
Luego ya la cosa cambió. Si el moreno se puso a gritar como un barriobajero con tantos tacos de por medio, Dianne lo hizo como toda buena señorita refinada y con educación, es decir, sin tacos. Eso si, buena voz la suya. Se puso a gritarle contestando al moreno y de todo cuanto dijo... ¿dijo que le gustaba? Eso en cualquier persona habría sido un "¡BOOM! ¡HOSTIAZO EN LA CARA!". Para Sloan sin embargo fue un pensamiento más del estilo "anda, ¿se siente atraída? Ya somos dos." Pero mientras dicho pensamiento para Didi era más emocional sintiéndose avergonzada por decir aquello, el de Sloan fue más "instintivo" por así decirlo. Lo típico de "lo que entra por los ojos..."

Tras estallar la rubia se desinfló como un globo y volvió a sentarse. Se habían convertido en el punto de interés de los que estaban cerca. Cuando dos personas se ponen a gritarse el uno al otro no es que pasen muy desapercibidos que se diga, ¿verdad?
Con toda la comprensión del mundo, Sloan se acercó a Didi, se sentó a su lado en el banco y le puso la mano en la espalda, frotándosela suavemente. Después la apartó: quería calmarla un momento y no hacer que se sintiera más incómoda.

- Que te sientas así, que te sientas asá... ¿Y qué importa, no? Es decir, ¿por qué deberías avergonzarte o mantener a ralla tus sentimientos? Mira, si una cosa buena tienen las personas es justo los sentimientos, y te lo dice alguien que carece de ellos, y no porque quiera: cuando abre comillas nací cierra comillas se ve que esa parte de mi ser no afloró, y aquí me tienes. No significa que sea un completo tullido, es decir, no sé lo que es querer a alguien de la forma en que los humanos sienten, pero sí que siento otras cosas. Aprecio es una de ellas y es lo que tengo por ti. ¿Que tus poderes molan? Ya lo creo. ¿Que no deberías comerte tanto la cabeza? También. Al final, ¿qué te queda de tiempo para gastar en tu vida si te lo pasas preocupándote por todo?

Didi se quedó callada unos segundos, tal vez pensando en lo que le acababa de decir Sloan. Después echó la cabeza hacia donde estaba Sloan, sonrió de forma queda y simplemente, dejó de preocuparse por ello.

Una buena charla. Y un buen día.