25.04.2019La muerte era un abrazo frío pero reconfortante, un amigo lejano que por fin le aceptaba entre sus brazos, como el alba que da paso a la noche estrella. Esto era lo que quería, lo que necesitaba, el descanso eterno y la paz tras una vida sin tregua. Pero no era lo que se merecía y eso también lo sabía, pues alguien como él no sólo no merecía personas como Ivy o Aidan en su vida, si no que tampoco era digno de hallar reposo en la muerte.
Sus ojos se abrieron súbitamente, levantando la cabeza para darse de bruces con las rosas que le cubrían en su lecho. El dolor de las espinas recordandole que estaba vivo, incapaz de tener el descanso eterno. Al incorporarse lo suficiente como para ver la parte inferior de su pecho, la rosa azul cayó de su pecho. No dudo ni un segundo en quien habría dejado eso sobre su cuerpo, mas sabia que él no era merecedor de ese trato; en su, cada vez más imposible, funeral no habrá flores ni llantos.
No para él, nunca para él.
Fue a tomar la flor entre sus manos sin preocuparse de las espinas de este cuando sucedió; un enorme dolor en la cabeza, como si le estuvieran atravesando con un taladro oxidado y dandole vueltas a su materia gris. Y lo vio, lo vio todo, cada pequeño detalle de su otro yo, cada día en la vida del ente. Pudo vivir su vida desde el principio, pasando por su vida deambulando por la galaxia hasta su aparición en Omega. Vio personas y seres que no conocía y nunca conocerá llamarle amigo, enemigo, amante. Vio familias que nunca tuvo, hijos que nunca tendrá. Vio como exterminaba a la raza humana con el único apretón de un botón para poder salvar a la galaxia de una humanidad evolucionada y descontrolada y el peso que eso acarreó en su consciencia. Vio cómo pagaba por sus crímenes una y otra vez hasta el mismísimo fin de los tiempos. Vio como dioses, demonios e incluso el cosmos en sí mismo dejaban de existir, dejando en la más absoluta soledad; ni espacio, ni tiempo, solo… el.
Y vio cómo se creó el Ente, como las memorias de aquellas personas, de aquellos hechos, se volvían borrosas en su mente, un pasado que fue y un futuro que nunca podría ser, pero que ya fue. El odio, un odio tan profundo que le helo la sangre e hizo que su brazo temblara de temor. Una aversión hacia toda la vida que traería el fin de todo, el fin del universo, el fin de la materia, el fin del tiempo y el espacio, de este y de todos los universos.
Se levantó a duras penas, sus rodillas le fallaron y se precipitó al suelo. De sus ojos brotaron lágrimas ¿Lágrimas? No entendía ese llanto pues si lo que el Ente planeaba llegara a suceder, por fin tendría ese descanso ¿No? No, él sabía que no, pues él deseaba el fin de la vida como el fin de la muerte; pues que era la muerte sin vida sino un sinsentido.
Pero seguía siendo Javis Kotska, el ser más inteligente del planeta, por lo que su intelecto comenzó a trabajar en un plan, una forma de detener lo que estaba punto de suceder. A la vez, pensó en avisar a Aidan, a Ivy, mas al intentar vocalizar lo que les diría… no pudo. Algo le impedía vocalizar el aviso sobre el Ente y sobre cómo escaparía de la gema, siendo lo único que su cerebro le permitía decir una alerta sobre lo que se avecinaba lo suficientemente escueta como para que parecieran las palabras de un hombre loco.
Eso era él, un hombre enloquecido por la vida. Una vida que ahora pretendia dar el único uso útil que se le podía ocurrir; salvar a la existencia del Ente. Sin embargo los planes que le otorgaba su mente… no eran de su gusto, pues todos y cada uno de ellos acarreaba la muerte de Martha… Martha… había visto cómo el Ente la corrompía con engaños, con promesas que nunca se harían realidad. Ella y el hombre, ese muchacho que conocio cuando no era más que un amasijo de heridas producidas por su hermano, eran la clave para que el Ente tuviera al fin acceso a nuestro mundo.
Matarlos seria inutil, pues no necesitaba estar ninguno de ellos vivo para esto; podría controlar el cuerpo muerto de Martha como una marioneta si así lo deseara y Drago… con el tacto de su cadáver le bastaría. Tenía que tomar medidas drásticas aunque eso significara acabar con tantas vidas al mismo tiempo que a su lado los dictadores más horrorosos de la historia no serían más que asesinos de poca monta.
Su primer plan fue robar los códigos del armamento nuclear de los Estados Unidos y lanzarlo sobre el Ente y Drago, vaporizando a ambos al instante y a todo lo que le rodeará. Pero de la misma forma que matarlos no tendría resultado alguno, atacarles de esa manera tampoco lo tendría, pues incluso en el polvo el Ente sería capaz de hallar la más mínima mota del mutante. Ni siquiera transportar las atómicas al centro de la tierra y volando el planeta desde su interior tendría el efecto que deseara, pues el Ente seguiría ahí y encontraría la manera de hallar el más mínimo trazo de Drago.
Él sabía esto pues el y el Ente eran el mismo ser y conocía sus habilidades, sus debilidades y de lo que era capaz. Si llegar a salir de la gema todo había acabado, pues nada en este universo sería capaz de detener al ser que se avecinaba sobre ellos. Negó con la cabeza y miró su reloj como si en él pudiera buscar el sentido, la respuesta a la incógnita que bailaba sobre él.
Y justo allí la encontró.
Su reloj de teletransportación funcionaba de manera peculiar, pues adaptándose a su poder de regeneración lo que hacía era desintegrar sus átomos para luego volver a reformarlos en otra parte. En resumen; le mataba. Cada vez que se movía usándolo su cuerpo desaparece para volver a formarse en otra parte. Fue esta forma de funcionar la que le hizo idear su plan; crear una máquina que atomice a la tierra y a todos los seres que habitaban en ella. Sería el sacrificio más grande de toda la historia; un planeta entero, la humanidad entera, para salvar el universo
¿Podría hacerlo? ¿Crear la máquina que pondría fin a la tierra y a todo en su interior? Un botón, ya podía verlo. Al igual que el Ente en su pasado-futuro cuando aniquiló a la humanidad. El no lo hizo pues ese no era su futuro ni su pasado, pero sentía el peso de aquello sobre su conciencia como si él mismo hubiera presionado el botón. Y tenía que volver a ser aquel hombre, el hombre que tomo la decision mas dificil de todo el tiempo, la unica decision que no se podía tomar.
Genocidio para detener el fin de todo, genocidio para detener al Ente.
Miró a su alrededor, a ese hermoso paraje creado por Ivy. Pensó en ella, en Aidan, en Drago, en Martha… todas esas personas, todas esas vidas. Se levantó, sacudiendo su ropa mugrienta; no podía dejar que el peso de lo que estaba a punto de hacer le detuviera, tenía que seguir adelante, por mucho que deseara no tener que hacerlo
~~~~~~~~~~~~~~
¿Cuánto llevaba preparándolo todo? Su camisa blanca con suaves rayas azules tenia claras marcas de desgaste y de sudor. Su pelo le caía tristemente por la cabeza y en su rostro asomaba una barba sin arreglar. Su aspecto era deplorable y no solo eso; se estaba gastando todo el dinero que tenía, todo ese dinero que guardo para Martha, en el “proyecto” que tenía entre manos. Compró una fabrica abandonada con un almacén con sótano en el que llevar a cabo su horrorosa creación, compro los materiales necesarios para crearla en el mercado negro, al igual que contrató seguridad por si alguien se le ocurría detenerle, aunque eso fue lo más barato gracias a las conexiones que seguía teniendo gracias a haber sido miembro de los escorpiones.
Claro que aquellos hombres y mujeres no sabían a qué ni a quien estaban protegiendo, pues ni siquiera el más loco ni el más cruel de los asesinos sería capaz de justificar lo que estaba haciendo Javis en aquel sótano. Tanto dentro de la fabrica, del almacén y fuera de este los mercenarios patrullaban armados con rifles y ametralladoras, habiendo sido ordenados de disparar a cualquiera que se acercara a la zona.
Esto era muy importante, pues lo que estaba por pasar podría atraer visitas indeseadas. No había terminado la máquina, pero sí que consiguió crear una especie de prototipo para poder averiguar la cantidad de energía necesaria para que funcionara. No sería lo mismo que el de verdad, pero tendría un 15% de la potencia que debería tener el de verdad. La fabrica se encontraba entre las ciudades de Karlovy Vary y Sokolov en su tierra natal de la República Checa por lo que llegaba al suministro eléctrico de ambas ciudades.
Eran las diez de la noche y la luna brillaba sobre los habitantes de ambas ciudades cuando todo oscurecio. En las dos ciudades, prácticamente al mismo tiempo, la electricidad se cortó en todas las casas, en todas las farolas y en todos los edificios públicos, sumiendo a las dos poblaciones en un caos aumentado por los demonios que invaden la tierra. Pero el verdadero demonio era un humano, el humano que hizo la primera prueba antes del fin, pero no había sido una buena prueba; la energía necesaria fue más de la que pudieron otorgar las dos ciudades y eso sería un problema, pues la máquina verdadera tendría un coste energético que le sería imposible de alimentar.
Encontraría una manera de hacerlo, siempre lo hacía. Mas necesitaba tiempo, un tiempo que cada vez se le agotaba más rápido. Tenía un Walkie Talkie con el que hablar con el jefe de los mercenarios; ordenó que estuvieran en alerta máxima por si alguien decide investigar desde donde se produjo el fallo eléctrico. Encendió el generador y se sentó en una pequeña mesa llena de planos y dibujos, tenía mucho trabajo que hacer antes de tener la máquina en funcionamiento y si no lo hacía rápido… El Ente vendría y sería demasiado tarde.