Virus (Apollo, Loki, libre) [11/04/2019]

Midnighter había perdido la cuenta de las veces que había tratado de tener LA conversación con Apollo. Si a algo le había ayudado a darse cuenta los meses que había pasado cautivo de los Skrulls era lo mucho que había dado por sentado su amor y lo injusto que resultaba para el albino. Le había abandonado una vez, por culpa de Bendix, obligándole a ocuparse él solo de la crianza de su hija durante tres largos y absurdos años, pero es que después había vuelto a hacerlo de nuevo, y, aunque tratara de engañarse pensando que lo había hecho por Apollo, para ser el marido que merecía, lo cierto era que lo había hecho por él mismo, porque lo necesitaba.

Lo más enervante de todo, era que Apollo siempre le perdonaba. Siempre le comprendía. Simplemente estaba en su naturaleza, el no necesitar ni exigir explicaciones, porque sabía que a él se le daba fatal darlas. Se le daba fatal todo lo que tuviera que ver con emociones o palabras, en general. Apollo siempre comprendía, pero, al final, era injusto para él, porque Midnighter nunca tenía que esforzarse para arreglar las cosas. Apollo siempre se lo ponía fácil. Y no debería ser así. Midnighter le había hecho mucho daño en los últimos años, aunque hubiera sido sin pretenderlo. Tenía la molesta sensación de que durante ese tiempo, todo había girado en torno a él, y no se sentía correcto.

Haber estado a punto de perderlo durante la Colisión... Pensar que tal vez nunca volvería a verlo cuando el falso Apollo le había contado que había dejado de buscarle... Había sido horrible. Realmente nunca te das cuenta de lo que tienes hasta que piensas que lo has perdido para siempre. Sabía que tenía que arreglarlo, aunque su marido, como siempre, actuase como si nada hubiera pasado, el problema era que no sabía cómo. La computadora de su cerebro le decía siempre cómo tenía que actuar en combates físicos, o cómo iba a desarrollarse una conversación, pero no podía decirle qué hacer o decir en cuestiones emocionales.

Y lo había intentado, de verdad que sí, pero siempre acababa pasando algo. Primero se habían encontrado con aquél tipo en el bar drag de Nueva York, después habían reconocido a Apollo, después el robot chiflado había invadido la ciudad... Siempre terminaba pasando algo, y si ya de por sí le costaba hablar en condiciones normales...

Así que, bueno, acababan de regresar del espacio hacía unos días, y había decidido llevárselo a Londres, porque todo el mundo sabía que era la capital LGTBIQ+ oficial de Europa y parecía el mejor lugar para decirle lo que quería decirle. Quién sabe, quizá un ambiente adecuado le facilitara las cosas, así que se lo había llevado al local gay más elegante de la ciudad, el Freedom. Tenían un reservado justo junto a la zona de Pole Dance. Había programado un espectáculo para más tarde, y Midnighter sabía que Apollo apreciaba mucho cualquier forma de manifestación artística (otro de los muchos aspectos que adoraba de él). Quería que fuese una noche especial, pero primero tendrían un momento para hablar...


Si es que era capaz de pronunciar palabra. Porque no podía. Estaba incomprensiblemente tenso, y por más que lo intentara era incapaz de relajar un sólo músculo de su cuerpo. Y, por una vez, no tenía nada que ver con el tema que les había traído allí. No... Era como... como si... No podía explicarlo, pero había algo que se sentía... mal. Una suerte de... tensión general en el ambiente.

Sí, los londinenses habían sufrido una invasión alienígena hacía poco, y aún estaban recuperándose de sus efectos. Invasión que Apollo y él se habían perdido mientras andaban de limpieza skrull por el espacio. Había muchísimos daños por toda la ciudad y la gente estaba tensa, pero aquello era otra cosa. Algo... peor. ¿Quizá tenía que ver con los brotes demoníacos que habían estallado hacía una semana en Roma, Amritsar, Gaya, La Meca e Israel? Pero todos aquellos puntos estaban lejos de donde se encontraban. Y sí, era algo de lo que se habían enterado al poco de llegar, y que iban a tener que solucionar también, pero precisamente por eso quería decirle a Apollo antes... Sus vidas llevaban años siendo una locura, desde lo de Bendix... y después Harmony... y después el año perdidos en la Sangría... y después la Colisión, y los Skrulls, y tener que volver a criar a Jenny desde cero, y Ultrón... Y ahora ésto... Parecía que nunca iban a tener tiempo para...

El camarero llegó a preguntarles qué querían tomar y Midnighter pidió un agua mineral de manera totalmente distraída, como si no se acordara de dónde se encontraba. El joven le dirigió una mirada de completa incredulidad que debió de ser un buen reflejo de la de Apollo, pero no insistió más y se marchó. Midnighter no necesitaba beber ni comer, así que, si hacían una salida como aquella era raro que pidiera algo tan insustancial como agua, pero era lo primero que le había salido para que el camarero dejara de molestarle. Seguía pendiente de su entorno, totalmente concentrado en las señales anómalas que le transmitía el ordenador.

Apollo le estaba preguntando algo. No había llegado a escuchar qué, pero era evidente que querría saber qué le pasaba. Midnighter contestó casi sin mirarle.

- Va a haber una pelea -musitó-. La pareja que está detrás nuestro. Mira cómo el del sombrero flexiona los músculos. Y cómo se revuelve su compañero en la silla. Está nervioso. Diría que es el más peligroso de los dos. Y al otro lado de la barra... Mira esa mujer, la pelirroja, la manera en la que está mirando a su compañera mientras se araña el brazo. Es como si se estuviera imaginando arrancándole la cara... La tensión... la tensión se está incrementando. La locura... ¿Puedes sentirla, Apollo?

Un súbito escándalo les acalló cuando el tipo del sombrero se puso súbitamente en pie, reventando la botella de vino contra la mesa y atacando a su compañero con ella.

Midnighter estaba fuera del local, parado en la calle. Cuando Apollo se reunió con él, le señaló un grupo de gente que caminaba en una dirección específica, todos juntos, portando bates de béisbol, palos y armas improvisadas.

- Ahí. Fíjate. Un montón de gente totalmente diversa, sin ninguna cosa en común, de géneros, etnias y edades diferentes, caminando todas en la misma dirección como si se dirigieran a algún lugar específico. Tenemos que seguirles.

Lentamente empezaron a caminar detrás de la gente que avanzaba como si fueran zombies.

- Ésto es muy extraño -comentó Midnighter, completamente olvidado ya el verdadero objetivo que les había llevado hasta allí, centrado únicamente en analizar datos y variables-. El Soho está ubicado en el centro mismo de la ciudad, junto a las calles comerciales más populosas y famosas. Pueden producirse conflictos menores, robos, etc, pero no es una zona peligrosa ni violenta. Aquí está ocurriendo algo extraño y necesito llegar al fondo de ello -se giró para mirar a Apollo-. Escucha, sé que te había prometido una noche de relax y lamento mucho no poder cumplirlo. Puedes hacer lo que quieras, volver al apartamento con Jenny, o incluso quedarte por aquí a tomarte unas copas. En el Freedom iba a empezar un espectáculo, no sé si continuarán con el calendario previsto después de ésto, pero lo escogí porque pensé que te gustaría. Yo no tengo elección, me temo. Necesito saber qué es lo que está ocurriendo aquí.

La comitiva giró para meterse por un lúgubre callejón y todas las alarmas se dispararon en el cerebro de Midnighter.

- No les pierdas de vista, voy a ponerme el traje -dijo, sacando el uniforme de Midnighter de la mochila que llevaba siempre consigo. Rápidamente se abrió la camisa y empezó a cambiarse.

El callejón terminaba en una calle en la que había varios viandantes que parecían ajenos a lo que fuera que estaba dirigiendo al resto del grupo, los cuales se arrojaron sobre ellos enarbolando los bates y palos para darles una paliza.

El edificio era el Hotel Langham, uno de los más lujosos de Londres, construido al estilo de un palacio florentino. Sin embargo, a pesar del lujo y los precios exorbitantes de sus habitaciones y suites, tenía la reputación de ser un edificio desafortunado. Su construcción se remontaba a la época victoriana, y ya en el fin de semana de su inauguración, un afamado médico asesinó a su mujer durante la luna de miel, quitándose después la vida. No mucho después, un príncipe alemán se arrojaba desde su habitación en el piso superior, y los desgraciados incidentes se habían venido repitiendo a lo largo de los años, incrementando en intensidad conforme aumentaba la influencia demoníaca. En el momento presente, una adinerada familia de torturadores de animales de exquisitos modales se alojaba en la planta superior, el asesino en serie conocido como "el Monstruo del Garrote" se ocultaba en la sexta, y, en la segunda, Peter Bryan terminaba de serrar las piernas de su más reciente víctima, a la que había extraído los ojos para ponerlos en escabeche.


Cuando Apollo y Midnighter llegaron a la terraza del edificio de enfrente, las llamas habían empezado a propagarse rápidamente por todo el hotel, de cuyas ventanas se arrojaban personas aterrorizadas en un vano intento por escapar del fuego. Una gran masa de personas que se movían como si estuvieran en trance se habían congregado en torno al edificio entonando una especie de letanía:



Con cada repetición del cántico, los cimientos del edificio parecían socavarse, estremeciéndose al tiempo que grandes pedazos de cemento y cascotes se desprendían de la fachada. No parecía que quedara mucho para que se derrumbara por completo, y, aún así, un chillido estremecedor fue capaz de sobreponerse a todo el estrépito, clavándose en los oídos de los dos superhumanos como agujas candentes. Era la representación misma del dolor y la agonía... y procedía de la cuarta planta.

Lo que encontró al atravesar el cristal de la habitación era un espectáculo dantesco. Un hombre extremadamente pálido con un distintivo mechón gris que destacaba entre el cabello castaño que se le pegaba a la sudorosa frente yacía de rodillas en un suelo cubierto de hojas de papel garabateadas con toda suerte de símbolos esotéricos y cabalísticos. Cuando se había quedado sin folios había continuado los trazos sobre el suelo y las paredes, y en algún momento se había debido de quedar sin  tinta, porque el metahumano constató con desconcierto que la mayoría de los símbolos que recubrían los muros y el entarimado estaban escritos con sangre. Sangre que brotaba de profundas heridas en los dedos del hombre, que temblaba sin parar al tiempo que profusas lágrimas corrían por su semblante.

- Man... mantener la mente ocupada... N-no más... tinta... S-sangre... La sangre... D-debo... mantener... mantener la mente ocupada... Dibujar... No... No puedo d-decir las palabras... Las... La... La f-for... forma... humana... se... se ha...

- Tranquilo -Midnighter trató de avanzar lentamente hacia él-. Hey... tranquilo...

El hombre se volvió hacia él como si acabara de reparar en su presencia.

- ¿Quién... quién eres tú?

- Tranquilo... Estoy aquí para ayudarte... -cada vez estaba más cerca, pero no quería hacer ningún movimiento brusco que le alterara más de lo que ya estaba-. El edificio está a punto de derrumbarse, tienes que venir conmigo...

El hombre del mechón blanco retrocedió hacia la pared.

- Lo siento... No... no puedo contenerlo más...

Se dobló sobre sí mismo, como aquejado por un gran dolor. Midnighter reparó entonces en los arañazos que recubrían todo su cuerpo, arañazos que parecía haberse hecho él mismo. Los pantalones de pijama que llevaba estaban destrozados por mil puntos, y por arriba sólo llevaba una camiseta interior manchada de sangre.

Apollo entró por la ventana en ése momento, y Midnighter se giró para mirarle. Le habría dicho que había guardado también su uniforme en la mochila que llevaba, pero algo le decía que lo que estaba ocurriendo en aquella habitación era más importante que la desnudez de su marido.

- Le pasa algo, me parece que está relacionado con...

El hombre gritó de nuevo, retorciéndose en el suelo.

- La invasión... la invasión demoníaca... No puedo... contener... La f-forma humana... se ha ido ya... ¡s-surge el d-demonio... Etrigan!

Una potente luz pareció iniciarse dentro del cuerpo del hombre, escapando afuera a través de su boca y sus ojos, como si lo que fuera que había estado tratando de contener acabara de encontrar el camino para salir de su cuerpo. Al mismo tiempo, los temblores en el edificio se redoblaron, y el suelo de madera de la habitación se vino abajo, haciendo caer a los dos héroes al tiempo que el edifico se derrumbaba sobre sus cabezas.

- ¡Apollo! ¡Salva a ese hombre! -exclamó Midnighter.

Su cerebro hacía cálculos en una cantidad infinitesimal de tiempo que le permitía ir evitando los cascotes que caían sobre él al tiempo que escoger los asideros que con más probabilidad se mantendrían estables el tiempo suficiente para ir amortiguando su caída mientras se dejaba caer de manera controlada por el agujero entre plantas.

Cuando la debacle concluyó, una espesa nube de polvo y escombros cubría todo el lugar donde minutos antes se había alzado el hotel, inundando sus pulmones y volviéndole difícil el respirar. Sin embargo, por encima de todo, fue capaz de percibir un fuerte hedor rancio muy cerca de él.

Había algo... una forma perfilándose por entre la neblina... Fuera lo que fuese, era jodidamente grande... y tenía alas...

Midnighter observó que el demonio inicialmente no pareció reparar en él. Parecía... aturdido, confuso... Como si no supiera muy bien dónde se encontraba.

- Mis sentidos parecen muertos, mis ojos cegados... -pronunció con voz de ultratumba-. ¿Está Etrigan suelto o aún encadenado?

Una versión más joven de él... más impulsiva... Posiblemente habría atacado de inmediato para aprovechar el estado de confusión inicial del demonio antes de que se pasara y se volviera más impredecible y peligroso. Midnighter podía ver por qué ésta era una buena estrategia, pero era una estrategia que se basaba en el convencimiento pleno de que podría llegar a atacar antes de que el tal Etrigan se recuperara. Pero sucedía algo... Midnighter no podía preveer sus movimientos. Era absolutamente incapaz de saber qué iba a hacer a continuación, y no podía por tanto garantizar su inacción. Había combatido con demonios poderosos en el pasado, como cuando se había enfrentado a Nerón, y sabía que no era algo para ser tomado a la ligera. La única razón por la que había podido mantener el nivel de Nerón mano a mano había sido por la esencia de ángel que le había dado Gregorio, y había estado a punto de consumirle incluso a pesar de sus capacidades de curación. Entonces había estado dispuesto a morir para salvar a Apollo, pero ahora Apollo estaba a su lado y no quería perderlo. Tenía que ser más cauto, pensar bien su siguiente movimiento. Después de su experiencia en el infierno estaba bastante seguro de que él sólo no podría contra aquél ser. Con la ayuda de Apollo... estaba por ver. No lo sabría seguro hasta que pudiera comprobar la extensión de sus poderes, no sin su computadora de combate. Dios... Estaba tan acostumbrado a saber siempre cómo terminaba la batalla... Aquella incertidumbre le ponía enfermo, especialmente por saber que Apollo podría correr peligro y él no podría evitarlo de ninguna manera.

- Tú debes de ser Etrigan ¿me equivoco? Yo soy Apollo y ese de ahí es mi marido, Midnighter, seguramente habrás oído hablar de nosotros, has montado una fiesta interesante en esta ciudad, pero creo que va siendo hora de que cada uno se marche a su casa, deberías saber que las invasiones de demonios en este plano nunca salen bien.

El demonio le miró, centrando en su marido su atención como quien repara por vez primera en una mosca molesta.

- Llevo décadas encadenado en la más profunda oscuridad. No podríais significar menos para mí, tú... y tu otra mitad... Hummm... Curioso... Ya no necesito hablar en rima... Me siento... poderoso... -volvió a mirar a Apollo, ésta vez con un poco más de interés. Después a Midnighter-. Puedo sentir lo mucho que os amáis...

Cuando has vivido con una computadora de combate la mayor parte de tu vida, llegas a interiorizar ciertas cosas, incluso aunque ya no puedas hacer uso de ella. Como cuando después de realizar la misma operación matemática infinidad de veces llegas a memorizar el resultado sin necesidad de calculadora. Cuando Etrigan pronunció ésa frase, Midnighter supo sin género de duda lo que venía a continuación. Iba a atacarles... A uno de los dos. Simplemente para hacer daño al otro porque eso era lo que los demonios hacían. Ya daba igual lo que hicieran, en cuestión de un segundo, Etrigan iba a atacar, y Midnighter no pensaba quedarse esperando de brazos cruzados. Tenía que ganar la iniciativa ahora, mientras aún estaba hablando con su marido, así que se abalanzó sobre el demonio con el bastón en la mano y consiguió asestarle un golpe que le cruzó la cara, separando en dos el arma y utilizando toda su fuerza para clavarle una de las dos secciones en el ojo izquierdo. Etrigan reaccionó al momento agarrándolo por la garganta y alzándolo en el aire mientras le estrangulaba.

- Voy a disfrutar haciéndote gritar delante de tu amante, gusano...

Entonces, su mano se incendió, y las llamas pasaron velozmente al cuerpo de Midnighter, incendiándolo como a una vela.

- ¡¡¡NOOOO!!!

Había un motivo por el que Midnighter prefería usar cuero auténtico en su uniforme en lugar de las típicas mallas de spandex que usaban los superhéroes más... "tradicionales", y no era por ningún motivo fetichista como había sugerido alguna vez el capullo de Kev. Si algo era Midnighter, era eminentemente pragmático, y el cuero, además de ser fuerte y proteger del daño sin limitar sus movimientos como haría cualquier otro material más pesado, contaba con otra ventaja igual de importante, y es que era altamente resistente al fuego y muy difícil de quemar. La chaqueta le proporcionaba abrigo cuando era necesario, bolsillos para lo que pudiera necesitar, y cobijo bajo la lluvia. En esos casos, además, los poros del cuero absorbían y retenían la humedad, y el alto contenido de agua volvía aún más difícil que se incendiara. Por supuesto, el fuego que le envolvía no era natural, sino fuego infernal, y, eventualmente, habría terminado calcinándole, pero al ser tan rápida la intervención de Apollo, Midnighter prácticamente quedó incólume.

Cuando la presa del demonio desapareció de su dolorida garganta, su primer impulso fue inhalar para recuperar el oxígeno que le había estado arrebatando, pero el aire que le rodeaba estaba lleno de sustancias químicas tóxicas que había liberado la chaqueta al quemarse, como cianuro de hidrógeno, benceno, clorobenceno y, sumado a todo, un repulsivo hedor a pelo quemado del propio cuero, todo lo cual le provocó un fuerte acceso de tos acompañado de náuseas, por lo que no tuvo más opción que despojarse de la chaqueta chamuscada, arrojándola lejos. Las placas de metal que protegían su pecho estaban al rojo vivo, así que lo siguiente fue desprenderse de la parte superior de su uniforme con toda la rapidez de la que fue capaz, desactivando los receptores de dolor para no vacilar ni siquiera cuando el metal candente se llevó por delante tiras enteras de su piel al tratar de despegarlo de su cuerpo. Las partes al descubierto de su cara también se habían llevado importantes quemaduras, pero su organismo ya estaba trabajando a toda su capacidad para regenerarlas. Nada de todo eso era importante. Ni las gravísimas quemaduras que tenía en el pecho, ni la piel arrancada, ni las lesiones en el rostro. Midnighter sólo tenía un pensamiento en la cabeza cuando corrió siguiendo el rastro de destrucción y humo que los dos contendientes habían dejado a su paso.



Lo primero que hizo fue comprobarle el pulso. Aún estaba vivo, pero le latía tan débil que, de no ser por sus sentidos aumentados, le habría costado encontrarlo. Si no lo sacaba de allí y lo llevaba hasta el sol, moriría. Midnighter apretó los labios, tratando de contener furiosamente las lágrimas. Porque no tenía sistemas de teletransporte para enviarlo al corazón del sol, donde podría sanar rápidamente, y tampoco poseía los medios como para disponer de una cámara solar a la que trasladarlo. Nunca había sentido tan intensamente como en aquél momento la desesperación de no contar con el respaldo de un grupo. Y todo era por su culpa. Él había insistido en llevar a Apollo hasta allí con la intención de pedirle que se casara con él por segunda vez, y él había insistido en investigar lo que estaba sucediendo en la ciudad. De no ser por él...

Lo había planificado todo con tanto esmero para demostrarle lo mucho que le amaba y agradecerle todo cuanto había hecho por él y por Jenny los últimos años... Había trabajado en el diseño de los anillos a pesar de no ser más que una máquina de matar que no había sido pensada para tener sensibilidad artística, teniendo únicamente en mente lo que podría gustarle a él. Había buscado el lugar perfecto, el momento perfecto, el espectáculo perfecto...

Aquella tendría que haber sido una de las mejores noches de su vida... y ahora lo tenía allí, muriendo entre sus brazos. Por salvarle a él, que era, de los dos, el que menos merecía ser salvado. A él, que le había prometido no hacía mucho que no permitiría que nada malo le ocurriese. Que no le dejaría morir de nada que no fuesen causas naturales.

- ¿Cómo has podido ser tan imbécil? -musitó, apretándole contra su pecho sin molestarse ya en controlar las lágrimas-. Tú eras el que tenía que vivir, no un bastardo como yo...

El súbito sonido de cascotes desprendiéndose más adelante le devolvió a la realidad. El demonio se estaba recuperando del golpe que le había dado Apollo, y, si éste estuviera muerto, si no le quedara nada por lo que vivir, Midnighter ya estaría asegurándose de que se lo llevaba consigo al infierno. Pero Apollo aún respiraba, aunque fuese por poco tiempo, y tenía bastante claro después de lo que había visto que no era rival para aquél ser. Si intentaba luchar contra él, moriría, y si él moría, Apollo estaría condenado. Casi podía escuchar las palabras de su marido en su mente, las que le diría si aún estuviera consciente:

"Por favor, márchate... Cargar conmigo sólo te ralentizaría... Si ese demonio vuelve a hacerte daño y yo no estoy en condiciones de ayudarte... Si algo te ocurriera..."

Apollo siempre se mostraba protector con él. Recordaba una ocasión donde había tenido una crisis porque había pensado que no podría protegerle, cuando aún ni siquiera tenían a Jenny.

La recordaba perfectamente a pesar de los años transcurridos.:

- No puedo permitirme el lujo de ser débil -le había dicho entonces-. No puedo mostrar vulnerabilidad ante nadie. Necesito protegerte...

Y también recordaba perfectamente lo que él le había contestado:

- Nos protegemos el uno al otro. Sin importar dónde estemos, o cuál sea la situación... Yo sacándote del infierno... Tú protegiéndome en las calles... Siempre encontramos nuestro camino de vuelta el uno con el otro.

Y lo habían hecho... Lo habían hecho cada vez. Ni el infierno... Ni la Colisión... Ni los malditos skrulls habían podido separarlos. Y no sería aquél demonio el que lo consiguiera. No si tenía algo que decir al respecto.

- Siempre -repitió lo que le había dicho entonces, uniendo su frente con la suya como había hecho entonces-. Soy más fuerte contigo en mi día más débil que en mi mejor día estando sólo. No pienso abandonarte, Apollo... Así que más vale que no te atrevas a abandonarme a mí... -musitó entre dientes. Etrigan ya se estaba incorporando. Necesitaba ganar tiempo, por poco que fuera-. Voy a sacarte de aquí... o moriremos juntos...

Cuidando de dejar a Apollo semioculto entre los cascotes, se puso en pie y aguardó a que el demonio le avistara. Su computadora hizo un rápido escaneo de la zona y toda una serie de cálculos se desplegaron ante sus ojos a velocidad infinitesimal. Etrigan se confió al verlo malherido y cargó hacia él. Midnighter esperó con calma, entregándose por entero a su ordenador. Aunque no podía predecir sus movimientos, había dicho que pretendía matarlo lentamente para hacer sufrir a Apollo, e imaginaba que ahora estaría aún más deseoso de hacerlo, así que había estado prácticamente seguro de que no le atacaría a distancia. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, dio un poderoso pisotón sobre el extremo de una viga que tenía a sus pies, provocando que se alzara en el momento justo para que Etrigan, con todo su impulso, se empalara en ella. La viga le atravesó de extremo a extremo, y la propia inercia de la carrera le hizo continuar avanzando hasta la mitad de la enorme barra de metal. Midnighter había ganado unos minutos preciosos que no pensaba desaprovechar, así que rápidamente cogió a su marido en brazos y echó a correr para salir de allí.

No sabía qué hacer o dónde ir... Era de noche y no disponía de ningún medio para arrojar a Apollo al sol... Pero lo que sí tenía claro era que no pensaba quedarse sentado a verlo morir.

Sabía que la viga no iba a retenerle durante mucho tiempo, pero, aún así, resultó menos del esperado. Midnighter había sido diseñado para resultar absolutamente eficiente en la batalla, y ello implicaba no permitir que los gemidos de los heridos y moribundos interfirieran en modo alguno con su capacidad analítica, manteniéndolos en un segundo plano donde sólo eran considerados para dejar muy presente al vigilante que tenía que salir como fuera de la zona habitada para dejar de poner en peligro a inocentes, pero no como para afectar a su capacidad de toma de decisiones.

Vio saltar a la bestia sobre el edificio por el rabillo del ojo e intuyó que les lanzaría un ataque a distancia, calculando la trayectoria más probable para apartarse con toda la rapidez que le permitía el peso añadido de Apollo. Aquello no podía continuar; el demonio no cejaría en su empeño hasta haberles destruido. Si quería tener alguna posibilidad de salvar a su marido necesitaba dejarle fuera de combate de una manera más... definitiva. Y, quién sabe... estaba relacionado con el fuego y poseía poderes mágicos. Si lo torturaba lo suficiente (y Midnighter era un experto en torturas), quizá podría "convencerle" para que devolviera la salud a su marido. ¿Pero qué podría utilizar para dejarle fuera de combate? Miró desesperadamente a su alrededor, con la computadora haciendo barrido y análisis de todos los elementos que encontraba, descartándolos prácticamente al instante hasta que...

¿Hielo? ¿De dónde había salido aquél frío repentino? ¿Y la niebla? Su ordenador no conseguía encontrar una respuesta lógica, pero lo único que importaba era que aquél carámbano, saliera de donde hubiese salido, había conseguido inmovilizar al demonio.

Antes de que pudiera plantearse el próximo paso a seguir, una elegante figura descendió planeando con gracia hasta aterrizar frente a ellos, sin dejar de disparar rayos de hielo hacia el demonio. Al igual que en el caso de Etrigan, su ordenador no podía leerlo, aunque no necesitaba aquél indicio para saber que se trataba de un mago. Midnighter por lo general no confiaba en la magia, y, de normal, tampoco habría confiado en alguien a quien acababa de conocer, pero la vida de Apollo se le escapaba de entre los dedos y estaba desesperado.

- ¿Puedes invocar energía solar de la misma manera que has convocado el hielo? -inquirió, depositando a su amante cuidadosamente en el suelo-. ¿O crear un portal que lo traslade hasta el sol? Por favor... ¡Sin energía solar morirá!

Los ojos verdes del hechicero se encontraron con los suyos, y, de repente, sus manos comenzaron a iluminarse con la cálida radiación solar. Midnighter tuvo que cubrirse la cara por la intensidad del resplandor, hasta que, como si se tratara de un sueño, sintió los labios de Apollo contra los suyos.


- Oh, Dios, oh, Dios, oh, gracias, gracias -musitó, abrumado por el alivio, entrelazando los dedos por entre los cabellos plateados de su marido para abrazarle mientras con la otra mano se enjuagaba las lágrimas del rostro-. No vuelvas a hacer una cosa así, ¿me oyes? No... no puedes...

Por desgracia no tenían tiempo para reencuentros; el hielo que aprisionaba a Etrigan se estaba deshaciendo con rapidez, y Apollo se puso de inmediato en pie para hacerle frente.

- El hombre de la habitación, sí -repitió, atando cabos rápidamente-. Él tiene que tener las claves de todo ésto. Él fue quien liberó al demonio. Voy a buscarlo.

Se puso de pie, pero antes de retirarse, vaciló. Su mirada pasó de Etrigan a Apollo y después a Loki, ante quien aún no habían tenido la ocasión de presentarse siquiera.

- Deberías ir tú, Apollo. Aún estás demasiado débil... No te has recuperado del todo. Si algo te pasara... No... no puedo perderte otra vez.

Las veces que le había abandonado al menos había sabido que Apollo estaba vivo y bien. No sabía si podría sobrevivir en un mundo donde su marido no existiera.

- El hechicero y yo nos quedaremos a contener al demonio. Ve, encuentra al tipo y averigua qué ha sucedido y cómo solucionarlo.

Una vez Apollo se hubo marchado, se volvió hacia Loki.

- ¿Puedes arrojarle algo o atacarle de manera que le distraiga? Si puedo llegar a impactarle te aseguro que puedo hacer que el golpe cuente.