No es oro todo lo que reluce [15-11-2018] (Apollo)

Algún momento a principios de abril de 2018

Me incorporo en la cama de nuestra habitación en el Transporte. La cabeza me da vueltas, y me siento mareado, confuso. Es una sensación totalmente desconocida para mí, y ello sólo lo vuelve aún más desagradable. No entiendo qué está pasando... Yo no debería sentir éstas cosas. Al salir de la habitación me llega el olor a comida recién cocinada. Apollo está sirviéndole la cena a Angie en nuestro camarote.

- ¡Hey! ¿Qué tal te encuentras? ¿Te sientes mejor?

Mi marido acude hacia mí, y me pasa el brazo por los hombros. Me resulta raro verle con delantal. Hay algo... extraño en toda ésta cotidianidad. Permito que me abrace, dejándome llevar por la inercia a pesar de las náuseas.

- No lo sé, no consigo recordar por qué estoy así.  

- ¿No recuerdas nada? -Apollo frunce su bonito ceño. Está muy mono cuando algo le desconcierta. Bueno... la verdad es que es guapo todo el tiempo. La visión casi consigue hacerme olvidar el malestar que me invade-. Hemos sufrido lo que Angie ha llamado "La Colisión de los Mundos".

Angie. Miro hacia ella. Recuerdo algo... su cuerpo moribundo en brazos de Apollo mientras su revestimiento tecnológico se escurría como sangre hasta el suelo. Parece algo muy lejano, como un recuerdo distante, o un sueño...

- Básicamente, todos los universos se han fusionado en uno sólo -me explica Spica.

- ¿Recuerdas todos esos mundos que visitamos a lo largo de la Sangría durante el año que estábamos atrapados sin energía? -abundó Apollo-. ¿Todas esas versiones alternativas que vimos de nosotros mismos?

- En teoría, todas esas versiones se han fusionado. Todos nos hemos sentido un poco... sacudidos por el aluvión de repentinos recuerdos y experiencias, pero parece que tú lo estás llevando particularmente mal -continúa Ángela-. Posiblemente sea por las particularidades de tus implantes.

- Siéntate aquí, voy a traerte algo de agua -Apollo me conduce hasta el sofá, junto a Ángela, y desaparece en la cocina.

- En serio... ¿cómo te encuentras?

- Como si estuviera drogado -admito, sujetándome la cabeza. En éstos momentos me parece increíble cuando le decía a Apollo que añoraba la sensación de tener dolor de cabeza, hace tantos años. Ángela me mira y se ríe.

- ¿Drogado? ¿Por tener un marido que está cañón y que sabe cocinar a pesar de no necesitar comer? ¿Cómo de alucinante es eso? Debe de ser como montar en bicicleta, un rescoldo de memoria procedimental de antes de entrar en la Stormwatch Academy.

Apollo regresa con el vaso de agua y Angie se levanta.

- Bueno, será mejor que os deje solos. Buenas noches, parejita. Y Apollo, ¡gracias por la comida!

La morena sale de nuestro camarote y Apollo se sienta a mi lado en el sofá. Me vuelve a pasar el brazo por los hombros y me atrae hacia él. Me permito un momento para descansar recostado en su amplio pecho. El latido de su poderoso corazón me tranquiliza. Noto cómo su mano me acaricia, suavemente al principio, con más insistencia al cabo de unos minutos. Asciende por mi pecho y me toma de la barbilla. Se acerca hacia mí con la evidente intención de besarme, y una sensación de náusea se remueve dentro de mí sin que pueda explicarlo.

- Apollo... No me encuentro bien -le rechazo apoyando las manos en su pecho, con más violencia de la que pretendía. Él me mira, dolido, y yo siento una punzada de culpabilidad.

Nunca le había rechazado antes.

Me levanto y me encierro en el dormitorio.




Los días pasan, y la situación no sólo no mejora, sino que empeora. No termino de encontrarme bien. Apollo sigue insistiendo. Yo le rechazo cada vez.




Mediados de julio de 2018.


- ¿Sabes qué es lo que más me molesta?

Nos hemos quedado varados en un lugar llamado Tierra Salvaje, separados de la estructura principal que quedó destrozada con la Colisión, por lo que hay pocos lugares donde nos podamos desplazar. Eso hace que tengamos que coincidir por fuerza mucho más que antes. Me está poniendo de los nervios. Por alguna razón, Angie ha decidido que el camarote de Apollo y mío es la nueva sala de estar del Transporte, y pasa más tiempo dentro que fuera. Ni siquiera el hecho de que no le responda a ninguna de sus preguntas retóricas puede hacerla callar.

- Que somos tan jodidamente especiales. Quiero decir... ¡míranos! Todo el mundo en ésta nave es tan jodidamente súper humano e "interesante"...

Acciono el botón de vapor de la plancha sobre la camisa que estoy tratando de planchar a la espera de que el sonido pueda ahogar un poco su tono de voz, sabiendo que es imposible. Mis jodidos sentidos súper desarrollados no me permiten perderme ni una puñetera palabra.

- ¡Hasta el sexo es interesante! Estamos tan ocupados tratando de adoptar posturas extrañas en el techo y disparar rayos de luz por el culo que nos hemos olvidado del romance. No quiero un puñetero encuentro de atletismo, ¿sabes? Preferiría un mejicano achaparrado y bajito, velludo y al que le oliera el aliento a tequila. Algo real, ¿sabes? ¡Eso es lo que me pone! ¿Entiendes lo que te quiero decir?

No sé por qué insisto en planchar éstas absurdas camisas. Supongo que me da algo de... estabilidad. Calma mis nervios, todo lo posible con Angie parloteando tras de mí. Realmente lo necesito con toda ésta situación. Mis sentidos están completamente enloquecidos, no soy capaz de distinguir qué está del derecho y qué del revés. Estoy permanentemente desorientado y todo me resulta extraño. Es... como... como si alguien hubiera entrado en casa y movido todos los muebles pero todo el mundo a tu alrededor actuara como si nada hubiera cambiado. No está bien... No sé el qué pero sé que algo no está bien, y lo peor es que lo más probable es que no sea más que un efecto colateral de mis sistemas dañados. Como el fallo que se produce en la forma en la que el cerebro procesa y almacena la memoria que da lugar al efecto conocido como déjà vu sólo que mucho más... raro.

Me resulta extraño oír a Angie hablando así, como si Jack no hubiera tenido que ponerse él mismo en hibernación tras no ser capaz de soportar las destrucciones a las que se habían visto sometidas las ciudades con la Colisión. Jenny y el Doctor habían desaparecido y Swift estaba por ahí fuera buscándolos. En cuanto a Angie, no podía sobrevivir fuera de lo que quedaba del Transporte, y yo me había vuelto prácticamente inútil, así que Apollo se había quedado con nosotros hasta que encontráramos la manera de solucionar todo éste desastre. Absorto en mis pensamientos apenas soy consciente de que Angie me está hablando directamente, su mirada plateada prendida en la mía.

- Midnighter... ¿entiendes lo que quiero decir? Bueno... supongo que no... Apollo y tú siempre os habéis compenetrado tan bien en ése sentido... ¿verdad?

Me doy cuenta de que pretende que le responda. Tengo una sensación extraña, como si se hubiera producido un cambio en el ambiente. Quedarme callado ésta vez no va a funcionar. ¿Por qué? ¿Por qué esa insistencia?

- ¿Qué quieres que te responda, Angie? -replico con exasperación.

- Necesito saber que entiendes a qué me refiero. No puede ser metafísica cósmica todo el tiempo, ¿verdad? A veces una simplemente quiere follar. Pura y simple... lujuria, y sudor, y el cigarrillo de después, ¿lo entiendes?

- ¿Quieres saber si Apollo y yo lo estamos haciendo? ¿Es eso? -inquiero con incredulidad. Quiero decir... sé que Apollo y ella son algo así como confidentes, que hablan de amor, y de chicos y demás gilipolleces, pero a Angie nunca se le ha ocurrido sacar éstos temas conmigo.

- Midnighter, han pasado meses, Jack y yo estamos separados, estamos... aislados de todo el mundo conocido y me vuelve loca. Puede que sea una súper genio con estructura biomecánica, pero también soy una mujer. Y esa mujer tiene necesidades. Pero tú tienes a Apollo, y no sé si eres consciente de la suerte que...

Me pone la mano en el brazo y la aparto como si me quemara. No era mi intención reaccionar así. No sé qué me pasa.

- No lo sé, Angie... Sabéis de sobra que no me encuentro bien, y Apollo está demasiado insistente. Y... no sé, hay algo en él que me provoca rechazo. No sé si es su olor...

Su tacto, frío y tranquilizador, se posa de nuevo en mi brazo. Ésta vez no la aparto. Me mira a los ojos.

- Midnighter... todos tus sentidos están alterados, y es normal. Pero piensa por un instante en cómo se siente él. ¿Quieres saber por qué es insistente? Es sencillo... Él te ama. Es tu esposo. Y le estás dejando fuera.



Mediados de octubre de 2018


- ¿Has terminado ya, Midnighter?

Es Apollo. Me ha pillado analizando los resultados de la computadora. Necesito saber qué ha pasado. Dónde está Jenny. Me mata... me mata no saber...

- Apollo... No te he oído venir -admito, llevándome una mano a la cabeza.

- Sí que debes estar mal -parece genuinamente preocupado cuando se acerca hasta mi silla-. Hey... llevas más de una semana metido aquí, solo, durmiendo en el sofá... ¿hay algún problema entre nosotros?

¿Hay algún problema entre nosotros? Una pregunta que Apollo ha tenido que hacerme demasiadas veces. Y me siento mal. Me siento mal por todas y cada una de ellas. Siempre son mis problemas personales los que terminan afectándole a él, y no se lo merece. "Es tu esposo. Y le estás dejando fuera", había dicho Angie. Era hora de remediarlo de una vez por todas.

- No -digo, poniéndome en pie-. No "entre nosotros". Hay un problema conmigo, Apollo, y ya llevo demasiado tiempo intentando evitarlo. Hay demasiadas cosas de las que no hemos hablado éstos últimos años, y éste puede ser un momento tan bueno como cualquier otro. Cuando os abandoné a ti y a Jenny, por culpa de Bendix...

Me pone un dedo en los labios para hacerme callar.

- Shh. El pasado, pasado está.

Le miro con sorpresa. Sé que Apollo me perdonaría cualquier cosa, pero también sé que querría hablarlo. Apollo siempre es el que quiere hablarlo todo, y yo el que siempre lo rehúye. Él acepta cómo soy, pero no le gusta. Sé que preferiría que fuera más abierto, que me sincerara más.

- Lo de Chan...

- No pasa nada; te perdono.

¿"Te perdono"? ¿Qué demonios...? Sé que soy el primero que se sintió mal por lo que pasó, pero, técnicamente, no pude hacer nada para evitarlo, y desde luego no fui yo el que inició aquél beso. Aquél miserable me forzó, y lo primero que hice fue sincerarme con Apollo. Porque no hay, ni nunca ha habido, secretos entre nosotros. Entiendo que se sintiera mal por la manera en la que aquello me afectó, pero su reacción fue lo más alejado posible de la empatía y la comprensión, y desde luego no hizo mucho por fomentar la sinceridad y la confianza en la pareja. Apollo no ha sido nunca así de arrogante.

- ¿No te dolió que me marchara a vivir a Indiana varios meses y no te explicara nada?

Se acerca a mí hasta que sus labios casi rozan los míos, tomándome por la cintura.

- Todo el mundo tiene secretos... -musita antes de besarme.

Debería... debería estar contento con ésta aceptación sin reservas, debería... Salvo... salvo porque Apollo no es así... Nunca ha habido secretos entre nosotros, nunca... Sus manos sujetan mis muñecas contra la consola del ordenador. Es tan fuerte...

- Déjame entrar -susurra besándome el cuello.

Y me doy cuenta de algo. No sé... No puedo ver cómo ésto termina. No puedo ver lo que va a ocurrir a continuación. Algo va... muy mal...

Jenny me preguntó una vez que cómo podía amar a Apollo sí él era luz y yo oscuridad. Mi respuesta fue que los sentimientos eran como un arma. A veces es importante rendirte, entregarte a ellos, para que puedas saber lo mucho que duelen... Pero, otras veces...

- Apollo, suéltame -digo, en tono calmado pero firme.

- No puedes dejarme fuera eternamente: soy tu marido -replica él, e, incluso con el caos que es ahora mismo mi mente soy capaz de percibir el deje de irritación e impaciencia en su tono.

Apollo jamás reaccionaría así ante una negativa mía. Le abandoné durante tres años y él lo respetó. Me marché durante meses a vivir mi fantasía de vida utópica a Indiana y él lo respetó. Mi tono y mi mirada se endurecen.

- Apollo. Suéltame -repito, y ésta vez queda claro que no estoy de broma.

Algo extraño pasa por su mirada. Algo... amenazador. Pero sólo dura una fracción de segundo, y me suelta. De inmediato me aparto de él y me dirijo a la salida, casi chocándome con Angie, que entraba en el mismo momento.

- ¡Midnighter! ¿Va todo bien?

La aparto de mi camino y me alejo por el pasillo. Incluso en la distancia, puedo escuchar lo que le dice a Apollo:

- ¿En qué demonios estabas pensando, presionándole así?

Me detengo y me paro a escuchar, amparándome en las sombras de un recoveco.

- Necesito que confíe en mí, es la única manera de conseguir sonsacarle lo que...

- ¿Necesitas que confíe en tí? Pues buen trabajo, porque lo único que estás consiguiendo es que desconfíe.

- Estás exagerando, lo tengo todo controlado. He estado a punto de... ¡Cielo! -su mirada alarmada se dirige a mí, de pie en el marco de la puerta-. Estábamos hablando de...

Avanzo de manera decidida y golpeo la cabeza de Angie con toda la fuerza de la que soy capaz.


Cuando su cabeza estalla como un melón maduro compruebo con satisfacción que lo que sea que está trasteando con mis sistemas no ha afectado mi súper fuerza. Tengo el brazo cubierto de un fluido verde pegajoso. Eso descarta a los evolucionarios de Bendix, pero aún así, lo que fuera que fuera la cosa que se hacía pasar por Angie... no era humano.

Otra vez no, joder... Otra vez, no...

Los ojos del alienígena que se hace pasar por Apollo se están empezando a iluminar. Si ésta cosa tiene sus poderes no voy a poder ocuparme de él en mi estado actual, así que corro hacia las cristaleras y las atravieso de una patada.

Y me llevo una sorpresa mayúscula al encontrarme en un paisaje lunar en lugar de en la jungla terráquea que esperaba.

Hay una especie de cúpula recubriendo toda el área donde se encuentra la réplica del Transporte para conferir a la zona de atmósfera respirable, pero no podré ir más allá. Estoy atrapado dentro de éste puto satélite con un jodido bicho que lleva meses durmiendo en mi cama y simulando ser mi marido.

Otra. puta. vez.  

Dios, necesito matar a alguien. Y parece que existe un Dios al que no nos hemos cargado, porque un montón de bichos espantosos empiezan a aparecer de debajo de las piedras. Tienen la forma de arañas gigantes, sólo que en donde debería de estar la cabeza hay un agujero bordeado de púas del que sobresale lo que quiero creer que es un tentáculo espinoso pero es bastante más probable que sea una lengua monstruosa, y en la parte trasera hay un aguijón enorme.

Los muy bastardos corren hacia mí, y, al menos inicialmente, me regocijo. Voy a poder descargar contra alguien toda mi frustración.

Al primero que llega le asesto una patada que lo desorienta el tiempo suficiente para que pueda arrancarle las patas delanteras como quien pela un langostino. La criatura se revuelve de dolor y utilizo su propia pata para atravesar el lugar donde es más probable que se encuentre su corazón. El siguiente bicho me arroja su lengua y yo la agarro y tiro hasta arrancarla de cuajo. Pero al final, eventualmente, me superan. Son demasiados, y yo no estoy en mi mejor momento. Un brutal golpe me arroja por los aires hasta chocar contra una roca. Escucho la voz del cabrón que se hizo pasar por Apollo:

- En todos los años que llevamos estudiando la Tierra y sus supuestos súper humanos, nunca nos habíamos encontrado con alguien como tú, Midnighter: un ser mejorado. No sabíamos exactamente cuáles eran tus habilidades y capacidades, así que teníamos que probarlas.

Me incorporo de inmediato y le asesto una patada al bicho que se aproxima.

- Durante todos éstos meses te hemos estado estudiando. Drogándote y tomando muestras cuando estabas inconsciente. Analizando la extraordinaria naturaleza de tu estructura. Tus mejoras neuronales te permiten experimentar un millón de escenarios por segundo. Observas cada posible enfrentamiento y reaccionas según la mejor opción.

- Eso es totalmente cierto, "cariño" -replico terminando de arrancar con las manos la cabeza del ser que tengo encima-. Tengo totalmente controladas a éstas babosas.

- Pero hay un problema... Necesitas procesar tus habilidades más rápido que tus adversarios. Con que tus enemigos sean un sólo nanosegundo más rápidos que tú... si van un paso por delante de ti...

Mierda. Los bichos son demasiado rápidos. Me están rodeando.

- ...tus mejoras no servirán de nada.

Uno de ellos consigue alcanzarme. La lengua me golpea en la cara como un látigo, dejándome momentáneamente aturdido, sin poder hacer nada para esquivar las criaturas que se acercan por los lados, inmovilizándome los brazos con sus tentáculos. Una tercera de aquellas lenguas viscosas se enrosca en torno a mi cuello, dejándome completamente impotente ante la cuarta bestia, que me empala con su aguijón.


¿Qué es eso que dicen? ¿En el espacio nadie puede oír tus gritos? Estoy mareado... Es absurdo... No sé por qué puedo escuchar ahora la voz de Apollo... De mi Apollo: "¿Pensaste que habría algún lugar en donde no podría oír su voz?".

Me están golpeando... Me azotan con sus látigos... No puedo moverme... Éste bastardo tiene razón... Éstos bichos... van por delante de mi tiempo de reacción... Han debido ser programados para ello, lo cual significa... que me han estado analizando... todo éste tiempo... ¿Por qué? ¿Para qué? Sólo podría... haber una respuesta... Quieren... quieren...

- Supongo que ya te habrás imaginado de qué va ésto... -tengo al hijo de puta delante. Sigue teniendo el aspecto de Apollo... salvo que ahora su piel es verde... y es increíblemente feo...-. Estamos planeando una invasión a gran escala en la Tierra. Lo hemos intentado antes, otras veces, pero siempre hemos fracasado porque los héroes de vuestro planeta nos han repelido, así que pensamos que ésta vez seríamos más inteligentes. Ésta vez aprovecharíamos nuestras capacidades metamorfas para infiltrarnos y atacar desde dentro, reemplazando a individuos clave. Nunca habíamos visto a nadie como tú, así que nos llamaste la atención. También porque, según los escáneres, no tenías poderes reales, sino que todo era producto de mejoras tecnológicas. Conseguir replicar características biológicas lleva tiempo y experimentación. Conseguir replicar un sistema tecnológico debía de ser mucho más fácil con nuestros recursos, por lo que podríamos duplicarte mucho más rápido. Aunque eso desde luego no significa que estuvieras indefenso. Realmente eres una criatura fascinante, Midnighter -el alien me levanta la barbilla para obligarme a mirarle. Ojalá me quedaran fuerzas para escupirle a la cara-. ¿Sabes? Tu marido quedó muy afectado por tu desaparición. Te ha estado buscando sin descanso todos éstos meses.

Esbozo una sonrisa ensangrentada.

- Entonces muero tranquilo sabiendo que cuando os encuentre... y os encontrará... no va a quedar roca en éste maldito asteroide donde podáis esconderos.

- No, no lo creo, ¿sabes por qué? Porque acabamos de realizar el reemplazo... y todo se ha desarrollado de manera satisfactoria. Ni siquiera las grandes mentes del planeta Tierra han sido capaces de encontrar la diferencia. Los recuerdos implantados. Apollo ha dejado de buscarte... porque ya no necesita hacerlo.

Enloquezco por dentro. Si hubiera podido arrancarme los brazos para liberarme, lo habría hecho. Aunque hubiera tenido que matar al hijo de puta a mordiscos. En aquellos momentos había uno de ellos con Apollo, que pensaba que era yo. Con la guardia baja. Confiado, vulnerable...

- Mis superiores te necesitaban para sonsacarte toda la información posible. Sobre cómo funcionan exactamente tus implantes. Sobre la especie humana. Sobre tus aliados. Especialmente Apollo. Para poder replicarlo adecuadamente sin tenerlo físicamente nos hacía falta toda la información que pudiéramos obtener de ti. Pero ahora que hemos insertado al falso Midnighter ya no nos haces falta. La verdad es... -una sonrisa cruel se dibujó en su semblante-, que me apetece mantenerte vivo por pura diversión. Quiero jugar contigo. Así que dime... ¿a qué podríamos jugar? Podría dejar que mis mascotas te desmembraran, o diseccionarte para visualizar en vivo tus implantes y comprobar cómo funciona tu sistema de curación acelerada. O borrarte la memoria y empezar el juego de cero. ¿Qué me dices? Ésta vez seguro que nos divertiríamos...

Necesito matar a éste tipo. Necesito matarles a todos. Lo único que soy capaz de visualizar es a Apollo en la cama con alguien que finge ser yo, entregándose confiadamente a él... Pero no me hace falta la computadora de combate para saber que la única manera en la que aquél escenario podría resolverse de manera positiva para mí sería si se introdujera una variable nueva.

Una variable significativa.

Nos hemos quedado varados en un planeta hostil repleto de alienígenas que serían la pesadilla de Ridley Scott. No hay ciudades, así que Jack estaba inutilizado antes de empezar. Jenny desapareció cuando se produjo el efecto Omega, no sabemos qué ha sido de ella, y el doctor estaba tan afectado por la Colisión de Universos que fue presa fácil para las criaturas en su estado de aturdimiento y confusión. Sólo quedamos Angie, Swift, Apollo y yo.

Luchamos sin descanso, pero no sirve de nada. Inicialmente sólo había uno... luego dos... y ahora nos ahogamos en ellos. Cuantos más matamos, más aparecen. Una de las arañas salta sobre la espalda de Swift y consigue derribarla. Al momento, todo un grupo de esas cosas se abalanza sobre ella y comienzan a devorarla. Angie es sobrepasada y rápidamente termina también en las fauces de uno de aquellos bichos.

Sólo quedamos... sólo quedamos...

Oh, no...

Estoy inmovilizado por los tentáculos, toda una horda de esas bestias se interpone entre mi marido y yo. Veo como una de las reinas se aproxima a él por la espalda, abriendo sus fauces de gusano aprovechando que está distraído fulminando a otro con sus rayos láser.

Grito su nombre, intentó llegar hasta él, pero es en vano... Veo cómo su cuerpo desaparece dentro de aquella boca bulbosa sólo para ser expulsado segundos después totalmente disuelto en el ácido que conforman los jugos gástricos de esas bestias.

No tengo tiempo para sentir dolor. La rabia y la ira me consumen por completo.

- Muy bien, bastardos... ¡habéis dejado lo peor para el final! ¡Venid a por mí! ¡Venid a por... nnnggghhh!

Repentinamente, no puedo hablar. Tengo algo metido dentro de la garganta, una especie de tubo metalizado que me asfixia y me ahoga. Tampoco puedo ver, el mundo se ha vuelto completamente negro. Intento llevarme las manos a la cara, pero hay correas, restricciones que me impiden moverme. Puedo notar un sinfín de agujas y cables enterrados en cada una de mis fibras nerviosas. Me agito, completamente histérico, tratando de arrancarlos.

El miedo no es una emoción habitual en mí, ni algo que pueda permitirme en mi trabajo, pero tengo la adrenalina disparada de la situación que acabo de vivir, y todo ésto me trae recuerdos muy desagradables de la mesa de operaciones de Bendix, cuando reemplazaron todos mis huesos y mi sistema nervioso para reforzar mis músculos y convertirme en lo que soy.

La voz de Apollo me calma por instinto y fuerza del hábito. Mi cerebro aún no ha tenido tiempo de procesar las escasas probabilidades de que sea realmente él. No ha tenido tiempo siquiera de procesar dónde me encuentro realmente.

Alguien me saca el desagradable tubo de la garganta. Noto que puedo mover los brazos de nuevo y yo mismo me llevo las manos al visor que me cubre los ojos, apartándolo de manera frenética. La luz me hace daño, así que me cuesta un poco registrar lo que veo, pero poco a poco empiezo a ser consciente de la sangre verde que recubre las paredes y la mesa donde me encuentro. Hay cadáveres por todas partes, cadáveres de alienígenas, y empiezo lentamente a recuperar los recuerdos que creo son reales, antes de que me engancharan a aquella mesa del demonio.

Uno de esos hombrecillos verdes, el único que queda vivo, se encuentra en éstos momentos liberándome de todos los cables y ataduras restantes. Lleva una bata blanca, un gorrito ridículo y está temblando de miedo. No es difícil imaginar por qué. Miro al imponente hombre que se encuentra a su lado. No tiene ni una gota de sangre en su impoluto uniforme blanco. No le hizo falta tocarlos para destrozarlos.

Pero... ¿cómo saber si es realmente él?

Todavía estoy asimilando lo que ha ocurrido. No soy capaz de articular palabra y me cuesta moverme. Demasiados días inmovilizado en ésta mesa. Mi cuerpo desnudo está plagado de heridas y cortes a medio cicatrizar. Agarro al alienígena por el pescuezo y lo aproximo hasta que su rostro está a escasos centímetros del mío.

- ¿Dónde está mi traje?

Noto la voz rasposa y ronca por la falta de uso, así que cojo uno de los cables, se lo enrollo en torno al cuello y aprieto hasta que los ojos prácticamente se le saltan de las órbitas, sólo para asegurarme de que me ha entendido correctamente. Me señala hacia un armario y, después de asegurarme de que encuentra la muerte de la manera más lenta y angustiosa posible, me bajo como puedo de la mesa sin perder de vista al supuesto Apollo. Las piernas apenas me sostienen, pero no puedo estar seguro de que sea realmente él. ¿Y si todo ésto no es más que otra broma macabra más para continuar torturándome? ¿Y si es el bastardo que se hizo pasar por mi marido durante meses?

- Me han leído la mente, así que todo lo que yo sé, ellos lo saben también. ¿Cómo puedo tener la certeza de que eres realmente tú?

Las discusiones que habían tenido Apollo y él, las verdaderamente serias, se podían contar con los dedos de una mano a pesar de todos los años que llevaban juntos. Midnighter podía recordar con claridad prístina una de las más importantes; la que habían tenido después de descubrir el laboratorio secreto de Bendix y la conversación que siguió, después de que tomara la decisión unilateral de ir a vivir su fantasía de normalidad bajo la identidad falsa que le había buscado Jenny.

- Sólo quiero... ser normal. No tengo un nombre, una infancia... nada. Bendix me arrebató todas esas cosas, nos las arrebató a los dos, pero por la razón que sea, a mí me ha surgido la oportunidad de recuperar algo de todo eso que perdí. Quiero averiguar quién era Lucas Trent, Apollo. Quiero sentirme persona. Sentir que soy algo más que una máquina.

Apollo no había dicho nada, claro que no. Después de la pelea en el laboratorio había entendido lo que aquello significaba para Midnighter. A él también le habría gustado descubrir quién había sido y sabía que no podía arrebatárselo a su marido.

- Midnighter no es más que un robot de combate sin nombre ni alma. Te mereces algo mejor.

- Eso es algo que piensas tú -había replicado Apollo entonces-. No puedes hablar por mí. Decidir por mí. Yo sé quién eres, Midnighter...

Por toda respuesta, se había acercado a él y le había besado con toda la intensidad que presagiaba una larga separación.

- Eres increíble, Apollo. Te amo, y soy muy afortunado de tenerte... Pero necesito éste tiempo para mí. Lo siento. No quiero pelear contigo, y tampoco sé cómo perder -le había dicho antes de marcharse.

Entonces había dejado que su computadora decidiera. Había salido mal.

Pero la génesis de aquella separación tenía sus raíces en una anterior, una de la que Bendix había sido responsable. Había enviado a un alienígena con la capacidad no sólo de cambiar de forma sino de alterar su olor, temperatura corporal e incluso ADN para engañarle simulando ser una versión envejecida de su marido que había venido desde el futuro para advertirle de los grandes males y desgracias que acontecerían si continuaban juntos. En aquél momento, también había permitido que la computadora tomara la decisión que parecía más acertada en base a los datos disponibles.

Datos. No emociones. Y aquella vez, también, había estado errada.

Cuando Apollo se abalanzó sobre él sin previo aviso, todo su cuerpo se tensó. Su computadora empezó de inmediato a hacer cálculos y a advertirle de lo increíblemente bajas que eran las probabilidades de que aquél fuera el Apollo real considerando dónde estaba y que, en teoría, su marido había dejado de buscarle. Esos eran los datos de los que disponía.

Datos, cálculos y probabilidades.

Midnighter los ignoró todos. En lo que se refería a su relación con su marido, cada vez que había decidido hacer caso a la computadora, todo había salido mal. Lo más irónico era que continuamente temía no ser más que una máquina de combate. No ser lo suficientemente bueno para Apollo. Pero no era nadie más que él mismo quien continuamente reforzaba esa actitud. Esa creencia. Y, por tanto, el único que podía remediarlo era él mismo.

La solución no estaba en un remoto pueblo de Indiana. La solución estaba en su mano. Escuchó el consejo que él mismo le había dado a Jenny no hacía tanto tiempo:

Los sentimientos son como un arma... A veces es importante rendirte... entregarte a ellos... Para que puedas saber... saber...

Por primera vez en su vida, el vigilante desconectó su ordenador, y, simplemente, se permitió... sentir. Podía salir muy mal, pero la única manera de averiguar la verdad era entregarse...

Ya no estaba aturdido ni confuso como había estado en los primeros meses de cautiverio. Sus sentidos estaban completamente operativos. Su olor, su estructura de ADN... incluso su temperatura corporal, ligeramente más elevada que la media humana, coincidían, pero esas eran características que los evolucionarios de Bendix habían sido capaces de replicar. Lo que nadie podría replicar jamás era algo que ninguna computadora o súper sentido podía detectar. Algo que sólo podía percibirse con el corazón.

Y, contra todo pronóstico, supo que aquél era verdaderamente su marido. Lo supo en la intensidad de aquél beso y su pasión. En el amor que destilaba, un amor que había sido capaz de aceptarle y perdonarle a pesar de todos sus defectos, miedos e inseguridades. Un amor que había podido superar todos los problemas y adversidades a las que se habían enfrentado. Todas las veces que se habían visto separados. Midnighter no necesitaba más pruebas, ni tampoco datos.

Cuando el beso finalmente acabó, unió su frente a la de su marido como habían hecho tantas veces, manteniéndole abrazado contra sí.

- No importan las circunstancias que nos separen, tú siempre me encuentras -musitó-. Siempre me traes de vuelta. Me alegra que estés aquí...

Se separó de él para terminar de vestirse, y una vez se hubo puesto la gabardina y enfundado las nudilleras, cogió su bastón y se volvió hacia él. Unas estridentes alarmas resonaban por toda la base, y sus sentidos aumentados le permitían oír varios cientos de pasos corriendo en su dirección. Aún así, su mirada estaba llena de determinación al enfocar la de su marido.

- Necesito hacer ésto, Apollo... Vinieron a por mí porque me consideraron débil, vulnerable. Pensaron que mis implantes serían más fáciles de replicar que el genoma de un metahumano. Y no quiero escuchar ningún comentario condescendiente acerca de que no puedo saberlo con seguridad... Él mismo me lo dijo. El que se hizo pasar por ti. Necesito demostrarme a mí mismo que no soy el rehén conveniente. No soy la víctima dócil y sumisa. Y no me marcharé de aquí hasta haber arrasado éste maldito lugar hasta sus cimientos.

- Sabes que soy generoso, no tengo problemas en compartir.

Midnighter se adelantó como un rayo; El primer golpe descendente del bo mató a uno de los skrulls; al instante volvió a elevar el bastón, golpeando la cabeza de otro con tanta virulencia que ésta cayó hacia atrás en ángulo extraño al tiempo que, sin detener en ningún momento su movimiento, aplastaba la cabeza de otro contra el quicio de la puerta de una patada lateral. Acto seguido giró sobre sí mismo y atravesó el estómago de un cuarto de otra patada. Se agachó para esquivar un torpe disparo y, al tiempo que se levantaba de nuevo, atravesó el pecho del quinto con la mano, sacándole el corazón por la espalda. El sexto se dio la vuelta y salió gritando del laboratorio.

- Lo siento, me dejé llevar -musitó Midnighter. Y era cierto, en cuanto había visto a los skrulls había sido como si un velo rojo enturbiara la parte consciente de su cerebro, dejando sólo la computadora de combate-. Uuhh... el sexto es tuyo.

Los dos amantes salieron al pasillo, justo para ver cómo llegaba el grueso del ejército skrull.

- Bueno... creo que vamos a tener de sobra para los dos... -una inquietante sonrisa se dibujó en su semblante-. ¿Preparado?

Midnighter esbozó una sonrisa salvaje.

- ¿Desentrenado? Hace falta más que un mes en una puta mesa de laboratorio para eso. Lo dejé escapar a propósito, te había prometido tres, ¿recuerdas? Ése era para ti.

Con la mano que no sostenía el bo le acarició la suave mejilla. Una de las curiosidades de Apollo era que apenas desarrollaba vello corporal, y nunca le había crecido barba. A Midnighter le daba igual, le habría parecido guapo de todas las maneras.

- Te prometo mucho más que eso cuando salgamos de aquí -susurró.

Tenía la intención de besarle, pero su marido le apartó rápidamente del camino para evitar una poderosa descarga solar que no sirvió más que para recargar sus menguantes energías. Bien, le iba a venir perfecto para enfrentarse al otro skrull.

Midnighter se tomó unos segundos para estudiar a su enemigo. Había algo diferente en él. Cambiado. Inicialmente no habían podido replicar la estructura genética de Apollo, por eso habían tenido que mantenerle drogado y aún así no había conseguido sentirse cómodo en su presencia. Había podido notar que algo no encajaba, aunque no hubiera podido dilucidar exactamente el qué hasta que habían tenido aquella conversación en la sala de ordenadores. Sin embargo, ahora el cambio parecía completo. El ADN, el olor, la temperatura... todo coincidía. Eso significaba que habían podido obtener material genético de su marido, lo cual implicaba...

Estaba furioso. Que le hicieran daño a él podía aceptarlo, pero si alguien le hacía daño a Apollo, ya podía desear no haber nacido. Todas las probabilidades apuntaban a que el falso Midnighter ya estaría muerto, lo cual era una pena... Le habría gustado tener un tiempecito en privado con él. Pero al menos podría desquitarse con su captor.

Tenía los poderes de Apollo... y ello implicaba sus debilidades.

El skrull continuaba disparándole con sus rayos láser, pero a diferencia de la primera vez que había disparado, ahora estaba preparado. Su computadora le ayudaba a calcular el ángulo exacto en el que irían los tiros, por lo que podía esquivarlos sin apenas esfuerzo, haciendo saltos y acrobacias por la sala en donde se encontraban. No sabía hasta qué punto el falso Apollo habría entrenado sus capacidades adquiridas, pero considerando que no habían salido de la base en todo aquél tiempo, sospechaba que no mucho, y esa era una ventaja que tenía sobre él. Se había sobreconfiado, y eso iba a significarle la muerte...

Aún quedaban soldados skrull en la sala donde se encontraban, así que Midnighter calculaba sus movimientos para asegurarse de que siempre pillara alguno en la trayectoria de los rayos del falso Apollo, de tal modo que además le estaba ayudando a deshacerse de sus enemigos.

- ¡Estate quieto para que pueda acertarte! -exclamó, finalmente frustrado, mientras Midnighter hacía un giro lateral sobre sí mismo en el aire al mismo tiempo que aferraba a un skrull que tenía detrás y se lo lanzaba al falso Apollo, obligándole a desintegrarle antes de que llegara a golpearle-. ¿Cómo lo haces? ¿Cómo consigues esquivar todos mis disparos?

- Después de tantos meses de estudiarme deberías saberlo, pero te complaceré -replicó con sorna Midnighter-: se llama ser un bastardo inteligente. ¿Sabes otra cosa que deberías saber sobre mí y que está claro que no ha llegado a calar en tu pobre cerebro de mosquito? Soy una máquina de matar. La mejor del mundo. Fui diseñado así. Deberías haberme matado cuando tuviste la oportunidad, porque hoy vas a morir.

- Eso es estúpido. Ni siquiera tú puedes vencer éste cuerpo.

Midnighter esbozó una sonrisa amarga.

- He luchado ésta batalla en mi cabeza un millón de veces. Sé cada movimiento que vas a hacer y cómo contrarrestarlo, posiblemente aún mejor que con cualquier otro adversario precisamente por la cantidad de veces que he luchado junto a Apollo. Sé cómo matarte. Ya has perdido, sólo que aún no lo sabes.

Fuera de sí, el skrull se arrojó a súper velocidad sobre él. Midnighter ya había anticipado que, viendo la inefectividad de sus lanzamientos, ahora intentaría abatirle físicamente, y como ya contaba con ello, había calculado el momento exacto en el que tendría que saltar para pasarle por encima y asestar un golpe preciso con toda su fuerza sobre su oído.

El impostor aulló, trayéndole dolorosos recuerdos de cuando había empleado aquella misma estrategia para abatir a su marido bajo el control de Bendix. Pero aquél cabrón no era Apollo. Y ésta vez lo iba a disfrutar.

- Tímpanos, pedazo de mierda -masculló, lleno de ira, mirando al ser que se retorcía de dolor en el suelo-. Incluso Apollo los tiene. Acabo de reventártelo. Ahora sígueme, hijo de puta -concluyó empezando a correr hacia uno de los pasillos más alejados.

Había ganado unos pocos segundos de ventaja, y le había enfurecido lo suficiente para asegurarse de que le seguía. Era todo cuanto necesitaba.

El falso Apollo recorrió volando el pasillo que había seguido Midnighter, pero, al doblar una esquina, recibió el impacto directo de un chorro de nitrógeno líquido puro que le arrancó un aullido de dolor, haciéndolo caer al suelo entre fragmentos de hielo cristalizado.

- Éstas últimas semanas he podido familiarizarme bien con vuestros laboratorios, cabronazo -dijo el hombre que se alzaba ante él sosteniendo el tanque de nitrógeno entre las manos-. Aquí es donde guardáis todas las muestras que nos extraéis; Sangre. Esperma. Óvulos -el vigilante iba sellando cada palabra con un impacto del tanque contra el cuerpo congelado que tenía bajo él-. Conozco bien las debilidades de Apollo. Notarás que el frío extremo te hiere y bloquea tu capacidad para absorber rayos solares.

Midnighter dejó caer el tanque de nitrógeno a un lado y obligó al skrull a levantar la cabeza sujetándolo por los cabellos.

- Ahora ésto debería ser insultantemente fácil -musitó, empezando a descargar puñetazo tras puñetazo sobre el rostro que durante tanto tiempo le había mantenido engañado, pero que ahora mostraba su auténtico color y forma a medida que la sangre lo iba deformando más y más.

Sus sensores le indicaron cuándo el nitrógeno se iba disolviendo ante las reservas de calor que aún le quedaban al superhumano, y, en el momento mismo en el que sus ojos se empezaron a iluminar, saltó hasta engancharse de las tuberías que recorrían el techo, permitiendo que la poderosa descarga de energía solar pasara bajo él hasta impactar en todas las muestras biológicas que habían estado recogiendo de los diversos prisioneros que habían hecho en la Tierra, prendiendo fuego al laboratorio entero, exactamente tal y como lo había calculado. Sabía que, con aquella última descarga, el skrull acababa de vaciarse por completo. Ahora ya no era más peligroso que un simple humano normal y corriente. Midnighter se dejó caer ante él y comenzó a golpearlo y patearlo hasta dejarlo reducido a una pulpa sanguinolenta.

Una patrulla de skrulls se aproximaban rápidamente por el pasillo hacia él. Midnighter pudo contar en torno a ocho antes de que se le echaran encima. Se deshizo fácilmente de uno, dos e incluso un tercero de una patada cuando cuatro de los restantes se le colgaron del cuello y los brazos, ralentizándole. El último sacó la pistola bláster y le apuntó  a la cabeza.

Midnighter sabía que había más prisioneros allí dentro. Se había cruzado con ellos varias veces durante el tiempo que lo habían mantenido en el laboratorio. No sabía cuántos más habría exactamente pero a juzgar por el número de muestras biológicas que había en el laboratorio que acababa de destruir debían de ser muchos.

Estaba realmente furioso, y las torturas sufridas eran el menor de sus motivos. Estaba furioso porque el cabronazo que yacía convertido en pulpa en el suelo se había hecho pasar por su marido. Estaba furioso por lo que le habían hecho a Apollo. Y, por encima de todo, estaba furioso porque le habían obligado a revivir los años de experimentación a manos de Bendix.

Y todos aquellos cautivos habían tenido que pasar por lo mismo que él.

Era bueno que Apollo hubiese llegado en aquél preciso momento, porque ahora mismo la única manera que tenía de expresar lo que quería era arrancando miembros, y era probable que aquél miserable jefecillo no entendiese bien su lenguaje.

Cuando hizo la pregunta, le empujó adelante de un empellón tan violento que estuvo a punto de hacerle caer. El único sonido que se escuchó en el silencio que siguió fue la pistola de plasma cargándose. Los ojos, blancos tras la máscara, carecían por completo de expresión, volviéndolo si cabe aún más aterrador.

- Los prisioneros. Ahora -exigió, en una voz que era más un gruñido que algo humano-. No conozco mucho de vuestra fisionomía pero estoy adivinando que no necesitas los brazos para caminar.

El primer tiro le voló al alienígena el brazo izquierdo. El skrull emitió un chillido agónico, sujetándose el muñón con la otra mano. El rostro de Midnighter continuaba impasible cuando volvió a cargar el arma.

- Los prisioneros. Ahora -repitió-. O tendremos que comprobar cómo de bueno eres caminando a la pata coja.

No mucho después se encontraban frente a no menos de treinta cautivos humanos de todos los tipos, razas y nacionalidades. La mayoría eran humanos, pero también había mutantes y metahumanos. Entre todos terminaron de arrasar lo que quedaba de la base y, con un poco más de "incentivo" por parte de Midnighter, el skrull que les guiaba les condujo hasta una nave que pudieron ocupar para llegar hasta la Tierra, demostrando que se podía caminar bastante rápido a la pata coja con un poco de voluntad. Entre los rescatados había gente capaz de manejar la nave, así que despegaron de la luna entre fragmentos destrozados de la base y cadáveres flotando en el espacio.

Aterrizaron en una zona despejada de Central Park, en Manhattan. El gobierno envió naves escolta y helicópteros de combate en cuanto el gigantesco vehículo fue avistado, y el ejército estaba esperando cuando bajaron, preparados para abrir fuego ante la menor señal de amenaza. Cuando las compuertas de la nave se abrieron para dejar salir a los prisioneros, la policía acudió a recogerlos e interrogarlos.

Midnighter observaba todo desde la azotea de la Steinway Tower. Más de quinientos metros les separaban del objetivo, pero no era un verdadero obstáculo para su aguzada vista. Sentía la presencia de su marido tras él, pero no se volvió a mirarle. No sabía cómo expresar todo lo que pasaba por su mente.

- Uno podría preguntarse... ¿por qué mantenernos vivos? -musitó al final, incapaz de soportar por más tiempo el silencio-. Si ya nos habían intercambiado de manera exitosa... ¿por qué no deshacerse de los originales?

La voz del falso Apollo revivió de nuevo en su memoria, como deseando contestar a la pregunta: La verdad es... que me apetece mantenerte vivo por pura diversión. Quiero jugar contigo. Así que dime... ¿a qué podríamos jugar?

Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo al recordar... Se abrazó a sí mismo y se frotó los brazos como si con ello pudiera desterrar el recuerdo.

- Bueno... lo más lógico es pensar que nos mantenían vivos por si nos necesitaban para negociar. Es lo que yo habría hecho -añadió con frialdad-. Pero... según me dijeron a mí... Según me dijo... el que se hacía pasar por ti... Todo ésto... Era un proceso genético muy evolucionado y complejo. Necesitaban las fuentes originales disponibles en todo momento.

Excepto en su caso. Porque lo que tenían que copiar de él no era genético sino tecnológico, y no le necesitaban vivo para copiar sus implantes. De hecho, habría resultado mucho más sencillo matarlo y diseccionarlo.

Por pura diversión...

Jugar...

Se volvió para mirar a su marido.

- En cualquier caso... Después de todo éste tiempo... Es agradable volver a mirarte a los ojos sabiendo que eres tú... -alzó una mano para acariciarle la mejilla-. Estás tan hermoso como siempre...

No se atrevía a preguntarle por el falso Midnighter. Tenía miedo de lo que podía descubrir. Lo que podía haberle hecho. No sabía si podría soportarlo. Recordó cuando había llegado justo a tiempo para evitar que Teutón le violara, hacía tantos años. Pero ésta vez no había llegado a tiempo, y el pensamiento le atormentaba. No podía soportar la idea de que nada malo le sucediera a Apollo. Los bastardos como él estaban destinados a sufrir y causar daño, pero Apollo... Su luz era demasiado intensa para aquél mundo.

¿Crees que alguna vez permitiría que te sucediera nada malo? le había dicho una vez, cuando estaban atrapados en La Sangría. Pero le había fallado.

Midnighter sabía que la cantidad de tiempo que pasaban en peligro, y la cantidad correspondiente de tiempo que pasaban preocupándose el uno por el otro, no era habitual para la mayoría de las personas. También sabía que no importaba la frecuencia en la que resultasen heridos (en ocasiones hasta el borde de la muerte); en realidad no era el tipo de cosas a las que uno se acostumbraba, y tampoco se hacía más fácil con el paso del tiempo. No importaba lo seguro que estaba de que Apollo podía cuidar de sí mismo. No podía evitar preocuparse, y odiaba cuando algo o alguien le hacía daño. Y éste tipo de daño, además, no era del que podía sanar con sus sistemas de curación acelerada...

Acercándose a él, le besó, con extrema ternura ésta vez, tomándose su tiempo.

Porque ésta vez tenían todo el tiempo del mundo y necesitaba recuperar todos los meses que habían perdido.

Y demostrarle lo mucho que le amaba.

Midnighter procuró ignorar las implicaciones de las palabras de su marido: "creo que te mantenían con vida para engañarme a mi". El verdaderamente poderoso. El verdaderamente importante.

Sabía que Apollo no lo decía con esa intención, sabía de sobras que nueve de cada diez veces era él sobreanalizando y otorgando intencionalidades inexistentes. Pero sabía lo que le había dicho el skrull. Habían escogido capturarle a él porque les pareció que era más sencillo replicar sus implantes que las capacidades genéticas de cualquier otro metahumano. Y, aunque no quería hacerlo, su mente completaba la frase en su cabeza. Le habían capturado a él porque era más sencillo. Punto. Más sencillo que tratar de capturar a Angie, al doctor... a Apollo. Porque, de entre todos ellos, él era el más débil. Y Apollo había tenido que venir a rescatarle.

Odiaba cuando esa clase de pensamientos intrusivos se colaban en su cabeza. Odiaba esa pizca de resentimiento que envenenaba lo que no debería ser más que un océano de gratitud. Odiaba ser débil. Odiaba no ser capaz de valerse por sí mismo. Era capaz de soportar toda clase de tormentos y torturas, y la única razón por la que podía tener miedo a la muerte era por la inevitable perspectiva de no volver a ver más a su marido. Pero la sensación de impotencia e indefensión experimentada a manos de aquél skrull era más de lo que podía soportar, y lo único que le ayudaba a sobrellevarlo era el hecho de haber tenido la oportunidad de cobrarse venganza personalmente de todos ellos. De demostrarles que no era la víctima que habían pensado que era. Eso tenía que agradecérselo a Apollo. El metahumano habría podido acabar con la base él sólo, pero le conocía lo suficientemente bien como para saber lo que necesitaba en aquél momento, y le había permitido hacerlo.

No le sacaría de su error. No le contaría que sí que había habido un componente de diversión y tortura por parte de su secuestrador, porque le había estudiado lo suficiente como para saber de qué manera podía hacerle más daño, y la idea le había provocado un placer personal más allá de las finalidades prácticas de mantenerle con vida. Apollo no tenía necesidad de saberlo, y a él no le apetecía contarlo. Durante su etapa de cautiverio había llegado a la conclusión de que necesitaba salir de su hermetismo personal en lo referente a aquellos aspectos que podían afectar o dañar de alguna manera a su marido, pero aquello sólo le afectaba a él, y con él se quedaría.

Su mano, que nunca había abandonado la mejilla de Apollo, continuó acariciándole con ternura. Había reconocido perfectamente aquella mirada, y también había notado la decepción en su semblante cuando habían rescatado a los prisioneros. Entonces ya había sabido a qué se debía, pero estaba demasiado ocupado torturando al skrull para que les guiara a la nave que había de sacarles de allí antes de que la base explotara. Ahora, finalmente tenían tiempo para hablar. Le miró a los ojos.

- Jenny está viva, y está aquí -le dijo con suavidad-. Antes de que el Transporte se desconectara por completo pude extraer su localización de entonces... Gotham. También traté de encontrarte a ti, pero en ése momento se apagó... El hecho... el hecho de que no hayas sabido nada de ella en todos éstos meses me hace pensar que murió al tratar de contener la explosión del universo en miniatura y se ha reencarnado de nuevo en un bebé. La encontraremos -su mano se deslizó hasta la nuca del metahumano, sosteniéndole con firmeza para obligarle a mantener su mirada, una mirada que transmitía toda la confianza y determinación que albergaba en su corazón-. Ya la encontré una vez, ¿recuerdas? Cuando pensaba que no sería capaz de distinguirla de su hermana Fractal... Fuiste tú quien me dio la confianza y la seguridad de que podría hacerlo. Y lo hice. Y por eso estoy convencido de que podremos volverlo a hacer. Es nuestra hija, Apollo, independientemente del cuerpo que ocupe, y un padre siempre sabe quién es su hijo -unió su frente con la suya y le cogió de las manos-. La encontraremos, ya lo verás...

Midnighter asintió cuando su marido se lo llevó volando. El hecho de que no necesitara dormir no implicaba que no pudiera llegar a cansarse, y lo cierto era que aún se estaba recuperando de las semanas transcurridas en aquella mesa de laboratorio completamente inmovilizado y las torturas recibidas, y habría agradecido un momento de descanso después de haber arrasado una base entera skrull. Sabía que las reservas solares de Apollo también debían de estar bastante mermadas, como le demostró poco después, pero entendía su urgencia y su necesidad, así que no dijo nada.

- Shhh -le acalló en cuanto empezó a disculparse-. No digas nada más. Yo me dejé engañar durante siete meses por alguien que decía ser tú. Debería haber sido capaz de escapar por mis propios medios, Apollo.

Cuando se pararon en la colina se detuvo a mirarle, maravillándose una vez más por lo hermoso que era. No importaban los años transcurridos, tenía la sensación de que nunca llegaría a acostumbrarse del todo, ni a su belleza, ni al hecho de que pudiera amar a alguien como él. Le encantaba su luz, casi tanto como su sonrisa. Para qué negarlo... no habría dicho que no tampoco a poder beber de aquella luz que había extrañado durante tantos meses. De alguna manera, a nivel inconsciente, el vigilante siempre había sabido que aquél skrull no era su marido, por eso nunca había permitido que le tocase. Parecía el mismo... pero no lo era. Midnighter no solía experimentar aquella clase de necesidades, pero la atracción que sentía hacia su marido era embriagadora. Familiar. Después de tantos años juntos, sabían leerse y entenderse a la perfección, y jamás se volvía aburrido. Nunca se cansaban el uno del otro. No había experimentado aquello cuando el skrull había intentado besarle en la réplica del Transporte.

- Necesitamos acceder a los registros de nacimientos en el momento y hora exactos en que se produjo la Colisión -le explicó, limpiando los restos de lágrimas de sus mejillas-. Significa que tendremos que hacer una búsqueda en el registro civil. Posiblemente también por todos los hospitales de maternidad de Gotham, y después por orfanatos y casas de acogida. No voy a engañarte, va a ser un proceso largo, no vamos a poder abrazarla hoy. Sobretodo tenemos que encontrar la manera de acceder a esa documentación e ir poco a poco descartando opciones, pero lo conseguiremos, no tengo la menor duda de ello.

Era esa mirada. La mirada que Apollo le daba cuando estaban solos, o cuando no lo estaban pero nadie estaba mirando. Amaba esa mirada, de la misma forma que amaba la sensación de su boca contra la suya.

- ¿Un arroyo? ¿En noviembre? -cuestionó, con un brillo en los ojos que revelaba que no podría importarle menos el frío a pesar de sus palabras. No cuando se ofrecía ante él lo que por tantos meses había añorado.

- Tendremos que asegurarnos de mantenerte caliente, entonces -respondió Apollo, siguiéndole la broma.


El lugar era verdaderamente hermoso, a pesar del frío del atardecer en noviembre. Una pequeña cascada procedente de las colinas formaba un arroyuelo entre piedras y vegetación. Después de tanto tiempo encerrado en el falso Transporte, a Midnighter le pareció la visión más bella del mundo... Después de su marido, por supuesto.

El traje de Apollo (o lo que quedaba de él, en cualquier caso) era mucho más sencillo de quitar, así que ya estaba desnudo cuando él aún luchaba por quitarse la coraza. Apollo se echó a reír y acudió en su ayuda, alcanzando la hebilla del cinturón metalizado y apretando los resortes que lo desengancharían con movimientos lentos pero seguros. Después de todo, tenía casi más práctica que él a la hora de abrirlo.

Dejando las ropas sucias y ensangrentadas sobre la hierba, se adentraron en las gélidas aguas del arroyo, que sisearon ligeramente en torno al cuerpo de Apollo cuando éste comenzó a incrementar su temperatura. El metahumano empujó a Midnighter contra la cascada helada, y éste dejó escapar el aire al percibir el contraste entre el agua y las manos de su amante.

Por su parte, extendió los brazos hacia Apollo, hundiendo los dedos en sus caderas para atraerlo hacia sí debajo de la cascada. Sus cuerpos encajaban perfectamente el uno contra el otro, como si hubieran sido diseñados para ello. Noche y día, luz y oscuridad. El ciclo eterno.

Las manos de Apollo se deslizaron sobre sus costillas para rodear su cuerpo y detenerse en la parte baja de su espalda, apretando con suavidad, envolviéndole con su calor. La temperatura corporal del Dios del Sol era, en estado normal, más elevada que la media humana, pero ahora que la había aumentado para volver más tolerable el baño hacía que todas las sensaciones que bombardeaban los sentidos de Midnighter se disparasen, incrementando aún más su excitación.

Apollo le tenía atrapado contra la pared de la cascada, y, en condiciones normales, no se quejaría por eso. Es más, normalmente prefería cuando su amante adoptaba el rol dominante, pero no era lo que quería en aquellos momentos. No cuando llevaba siete meses privado de su luz y su calor.

- Quiero llevar yo el control -susurró junto a su oído. Apollo le miró con una sonrisa.

- No era lo que tenía planeado...

- ¿Te supondría algún problema? -le planteó, retándole. El Dios del Sol se echó a reír.

- Yo no he dicho eso...

- Bien.

Midnighter empujó a su amante, apoyando su espalda contra el lecho de roca y musgo en su lugar, invirtiendo las tornas y presionándole con su cuerpo. Empezó con besos lentos, suaves, mientras Apollo deslizaba las manos por los costados de Midnighter, desde las caderas hasta los hombros, uniéndolo aún más contra él. Midnighter se inclinó para morderle el lóbulo de la oreja, a lo que el otro hombre respondió clavándole los dedos en los hombros, creando heridas que no tardarían en cerrarse. El Vigilante apenas reaccionó a ésto, dejando un rastro de besos por el cuello de su marido, tomándose su tiempo hasta que notó la impaciencia burbujeando en su hermoso cuerpo.

- ¿Vas a hacerlo en algún momento o voy a tener que tomar yo la iniciativa?

Midnighter sofocó la risa contra su hombro.

- Hey, debería ser yo el impaciente, ¿no crees? Llevo sin tener nada de acción desde antes de la Colisión... Por mucho que ese alien se pareciera a ti, yo sabía que no eras tú, así que no le dejé tocarme...

Le miró directamente a sus preciosos ojos azules. No tenía por qué entrar en esos detalles, pero sabía que decirlo aliviaría a su marido. Después de todo, había cosas peores que las heridas físicas, y humillaciones mayores, y si fuera a la inversa, habría agradecido saber que aquella copia infame de sí mismo no había puesto sus manos sobre Apollo amparado en el engaño y la mentira. No soportaba la idea de nadie haciéndole daño.

Con suavidad le hizo volverse, suspirando al notar la familiar calidez recibiéndole, dándole la bienvenida. Sabía que Apollo estaba impaciente, pero no pensaba apresurarse. Tenía toda la intención de saborear el momento y recuperar el tiempo perdido. Empezaron a moverse juntos, lentamente, de la manera en la que sólo las personas que conocen íntimamente el cuerpo del otro pueden hacerlo, sabiendo qué era lo que tenían que hacer, y de qué manera, para arrancar un gemido o una maldición sin necesidad de una computadora de combate para predecir los movimientos del contrario.

Cuando todo hubo acabado, Midnighter se inclinó para besar con dulzura a su amante, y salieron juntos del agua, tumbándose sobre la hierba. Apollo le rodeó con sus brazos y Midnighter se recostó contra él, apoyando la cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello.

- Pronto recuperaremos a Jenny y volveremos a ser una familia -le aseguró, cerrando los ojos mientras acariciaba distraídamente su pecho, dejándose llevar por el primer sueño relajado y seguro en meses-. Y ya nadie nos la volverá a quitar...