Ya no estás en Kansas Dorothy [9-5-2019] (Midnigther, Hank-NPC, Cualquiera en la mansión X)

Midnighter no era mucho de leer, pero cierto día se había topado con un libro de Apollo de mitología, e, intrigado por la historia que su marido le había contado un día sobre el mito de Apollo y Hyacinthus, le había echado un vistazo, encontrándose con el concepto griego de las almas gemelas y cómo, en el origen de los tiempos, los humanos convivían con los dioses, siendo seres de 2 caras, 4 brazos y 4 piernas. La convivencia era armónica, hasta el día en el que los humanos decidieron escalar hasta el olimpo para enfrentar a los dioses y usurpar sus puestos. Por supuesto, el intento fue en vano, y Zeus, enfurecido, tomó la decisión de, como castigo, escindirlos en dos mitades y separarlos por el mundo. Desde ese momento, según el mito, los humanos viven buscando a su otra mitad para calmar la ansiedad y el dolor que sienten por estar incompletos, y es por eso que, al encontrarlos, experimentan una conexión instantánea, casi ancestral, que les genera un vínculo humanamente indestructible.

El metahumano había visto demasiada mierda en su vida como para creer en dioses o mitología, pero había cosas que eran innegables y tan ciertas como la gravedad, y el amor que compartían su marido y él era una de ellas. Durante el año que pasaron perdidos en la Sangría habían visitado multitud de universos paralelos, y, en todos y cada uno de ellos, sus versiones alternativas habían sido pareja o, como mínimo, se amaban el uno al otro. En todos y cada uno de ellos. La vida tan complicada que habían mantenido les había separado en varias ocasiones, y cada vez se había sentido como si le hubieran arrancado una parte de su ser, como uno de aquellos pobres humanos que, desnudos y malheridos, buscaban desesperadamente al que una vez fue uno con ellos.

Midnighter había descendido, literalmente, hasta el mismísimo infierno para traer a Apollo de vuelta, y Apollo había destrozado toda una armada skrull para recuperarle.

Sí, había pocas cosas de las que el vigilante estuviera seguro en su vida, pero el amor que sentía por Apollo era, posiblemente, la más fuerte de todas. Le amaba tanto que a veces el corazón le dolía, y aquella ocasión, viéndole derramar lágrimas por las vidas que no había sido capaz de salvar, era una de esas veces. No dejaba de ser irónico considerando que eran prácticamente opuestos, y que Midnighter no había llorado en... bueno, nunca, que él pudiera recordar. Pero había cosas que, sencillamente, no se podían explicar. Como los sentimientos. Como le había explicado a Jenny, a veces lo único que podías hacer era rendirte a ellos.

El sol añorando a la luna.

La luna añorando a su sol.

Hogar. Un concepto hermoso. Algo de lo que su marido y él no habían podido nunca disfrutar. No de verdad. Pensó en el tiempo, ingenuo pero feliz que había vivido en Harmony. Como siempre, tenía que ser algo que tenía que experimentar por sí mismo. No se le había ocurrido dejar entrar a Apollo. Pero era hora de empezar a cambiar algunas cosas. Los últimos años habían sido únicamente sobre él y tenía toda la intención de remediarlo

- Acerca de eso, hay algo de lo que quiero hablarte -gritó para que se le oyera por encima del viento-. Pero cuando estemos más tranquilos.

Sabía la ilusión que le hacía a Apollo regresar a la mansión. Le había contado acerca de cómo le habían ayudado, e incluso Midnighter estaba menos reacio de lo normal a conocerlos. Por eso no le costó nada imaginar el golpe que debió ser para él encontrar el lugar en aquél estado. Al vigilante no le hizo falta mucho para leer la atmósfera general que se respiraba allí. El fuego llevaba horas apagado, aunque los destrozos eran recientes, y la actitud que podía captar en el lenguaje corporal de los individuos que divisaban desde el aire era de abatimiento, mas no de amenaza. Fuera lo que fuera que había sucedido, ya no había peligro inmediato, así que le indicó a Apollo que podían descender.

- Hey -le dijo justo antes de tomar tierra-. Ésto no ha sido culpa tuya, ¿vale? No podíamos haber hecho nada.

Y era cierto. Desde su rescate no habían tenido prácticamente un segundo de tranquilidad. Primero habían buscado a Jenny, después habían tenido que ocuparse de una invasión robótica a gran escala por parte de un androide loco llamado Ultrón, para tener que ocuparse justo después de frustrar un segundo intento de invasión a gran escala, ésta vez por parte de los skrulls (y mientras estaban fuera por lo visto se había producido otra invasión, por parte de unos alienígenas llamados Badoon). Cuando habían regresado al planeta se habían encontrado, oh, sorpresa, con otra invasión a gran escala, ésta por parte de demonios. Se habían pasado el último mes combatiendo a aquellas desagradables criaturas por toda Europa y acababan de regresar, como quien dice. Era absolutamente imposible que pudieran haber previsto aquello.

Apollo no contestó, posiblemente porque tenían delante a uno de los mutantes, una especie de bestia peluda de color azul, así que Midnighter simplemente le tomó de la mano para ofrecerle, al menos, consuelo y apoyo para lo que le fueran a responder.

Los murmullos comenzaron rápido con el avistamiento de un cuerpo extraño en aire. Algunos mutantes defensivos, aunque estaban asustados por todo lo ocurrido, acudieron rápido para defender con escudos y distintos elementos protectores, pero pronto se les disuadió a sabiendas de que eran conocidos de Xavier. Bestia aunque no disponía de mucho tiempo para los encuentros sociales y los eventos en la mansión se encargaba de revisar rigurosamente las visitas a la mansión y escuchaba atentamente al profesor sobre los nuevos conocidos, más aún si estos tenían poderes o algún rasgo particular. No conocía mucho de ellos más allá de que no eran enemigos y dadas las circunstancias con eso le valía.

Echó un vistazo rápido a su alrededor mientras se cuestionaba si aún quedaba algo por defender. Pronto los jóvenes recuperaron sus tareas y se separaron para atender las distintas misiones de campo. Retirar escombros, restaurar la tierra, recuperar toda la equipación posible, consolar a los más necesitados…

La tierra aún estaba caliente.

En el centro de la crisis, de la zona más maltratada de la mansión, el enorme cuerpo de Hank McCoy con su camisa arremangada retiraba piezas a brazadas manchando ese traje tan caro que poco importaba. Esperó a que la silueta se acercase más para detener su tarea y se sacudió las manos a palmadas mientras sus ojos entendían que se trataban de dos hombres, no solo uno. El inmenso hombre levantó el rostro poco antes de que los pies de Apollo tocasen tierra. Una figura azul y peluda, enmarcada en una arremangada camisa blanca bien planchada y un pantalón con raya diplomática a juego con su pelo.. Era claramente la imagen de un ser que había luchado por mantenerse arreglado en un entorno que no lo permitía. Los surcos de sudor bordeaban las axilas de la camisa, los bajos del pantalón estaban cubiertos de polvo y ceniza.

Ajustó las gafas de media luna con una de sus garras y observó a la pareja recién llegada. El embajador dedicó una mirada de incredulidad a aquellos hombres. ¿Cómo de rebuscado era intentar encontrar un contexto justificable en el que no supiesen absolutamente nada de lo que había ocurrido allí? Tampoco podía fiarse de ellos por un informe antiguo, no después de la catástrofe, aunque valoró los modales con los que el tipo apolíneo hizo su entrada. - Buenos días - dijo retirándose los mechones desubicados de su frente usando sus dedos como un peine hacia atrás. Lo primero era lo primero - Disculpe que no le salude, el trabajo precisaba de mancharse las manos. Mi nombre es Hank McCoy, ¿Usted es…? - Y acto seguido procedió a tomar posesión de un pañuelo de tela que llevaba en el bolsillo y comenzó a limpiarse las zarpas con movimientos circulares, acariciando su propia palma. Los ojos sabios de Bestia buscaban una intencionalidad en la mirada de Apollo, su primer pensamiento pasó por la hermandad de mutantes. Esperó que no fuese un compañero de Magneto cumpliendo la orden ruin de enviar a alguien para colaborar después de lo ocurrido.

Se presentaron con un par de nombres curiosos y una vez tuvo la garra limpia, la ofreció por turnos para saludar. - Me temo que ni el profesor ni Dragoslav están disponibles ni lo estarán en un tiempo… ¿No han visto las noticias? ¿Ni la prensa? - Esperó una respuesta útil para poder guiarles en lo que acababa de ocurrir de la forma más neutral posible.

A su alrededor, decenas de alumnos se agrupaban inspirando un duelo colectivo difícil de pasar por alto. Puede que la pareja hubiese permanecido ajena al drama de la mansión de los últimos momentos, pero resultaba inevitable percatarse de una sensación de tristeza inherente al entorno, a la escuela y a todos los que en algún momento habían formado parte de ella. No hacía falta mucha intuición para ser conscientes de que lo que había ocurrido era grave y sobre todo doloroso.

- Yo soy Midnighter -respondió, extendiendo la mano para saludar al mutante justo después de que lo hiciera su marido-. Apollo y yo nos pasamos cinco años viviendo en la calle, así que ensuciarnos las manos no es precisamente algo que nos preocupe.

Echó un vistazo en derredor, hacia el grupo de chavales asustados que les estaba rodeando, con su ordenador haciendo cálculos probabilísticos de lo que podría haber pasado allí. Dada la cercanía en fechas y el indudable efecto del fuego... ¿demonios?

- En efecto, lo cierto es que hemos estado combatiendo alienígenas en el espacio y demonios por Europa hasta hace tres días, como quien dice, y no hemos regresado a Estados Unidos hasta hoy mismo. Lo primero que hemos hecho ha sido venir aquí. ¿Cuándo ha sucedido ésto? ¿Qué les ha ocurrido a Drago y al profesor? ¿Se sabe quiénes son los responsables? Mi marido tiene razón en lo referente a que no me asusta el trabajo duro, pero soy considerablemente mejor cazando criminales que con el mortero y los ladrillos. Ehm...

Sin poderlo evitar se distrajo momentáneamente, cautivado por la manera en la que el sol hacía brillar el halo y los cabellos de su amante, haciendo que el dorado de su uniforme resplandeciera y remarcara sus músculos. No podía evitarlo... No importaba cuántos años transcurrieran, nunca se cansaba de mirarlo. Influía por supuesto el hecho de que durante la invasión demoníaca apenas habían tenido un momento o lugar para estar... realmente a solas, continuamente yendo de núcleo demoníaco en núcleo demoníaco. ¿Cuánto había pasado desde la última vez? ¿Un mes? Midnighter se preguntó si Apollo estaría realizando aquél despliegue a propósito, para hacérselo notar y provocarle. Su calculadora estimó que había una probabilidad bastante alta de que así fuera.

Arg. Estaba funcionando. Parecía que él no era el único capaz de calcular probabilidades.

- Perdón, me he distraído por un momento analizando los daños -mintió de manera natural-. Escuche... El Profesor y Dragoslav Katich ayudaron a mi marido cuando más lo necesitaba. Estuvieron ahí para él, y eso es algo que no puedo ignorar. Cualquier persona que ayude a Apollo es, automáticamente, mi amigo.

Era cierto que no le habían podido guiar hacia el verdadero Midnighter, pero lo que importaba era el hecho de haberle ayudado (de manera completamente desinteresada, además) no los resultados de dicha ayuda. Y aunque todavía le dolía pensar que un skrull se había estado haciendo pasar por él durante todo un mes con su marido... con todo lo que ello implicaba... La realidad era que, de no haberle conducido hasta él, Apollo jamás habría averiguado lo que le había sucedido realmente, y se habría pasado sólo Dios sabe cuánto tiempo siendo el objeto de los enfermizos juegos, pruebas y experimentos de aquellos alienígenas en el espacio.

Así que sí, él también estaba en deuda con ellos, por guiar a su marido en la dirección correcta.

El murmullo de los chavales acerca de un "Batman gay" le hizo fruncir el ceño, dirigiendo una mirada al responsable que resultó intimidante sin pretenderlo, simplemente por su máscara, su expresión y su apariencia general, pero no dijo nada. Ya le habían confundido varias veces con el tal Batman y empezaba a ser irritante.

- Lo que intento decir es que... si necesitáis ayuda con algo, podéis contar con Apollo y conmigo -concluyó.

McCoy asintió con la cabeza en agradecimiento y reconocimiento en cuanto vio que se ponían manos a la obra. Sonrió permitiendo que la punta de uno de los colmillos inferiores sobresaliera por encima del azul. Le tendió la mano y la estrechó con firmeza - No voy a mentirle, Apollo… no nos sobran manos ahora mismo- Bestia se relajó mientras estrechaba la mano de su acompañante de negro, tal y como hablaban del profesor Bestia parecía sentirse tranquilo con los visitantes. - Estamos retirando la escombrera de momento, tendremos que arreglar parte de la estructura antes de volver a construir, con apartarlos a esas montañas será suficiente, algún alumno se encargará de deshacerse de los residuos- Se permitió unos minutos para contemplar el pequeño gesto de admiración y atracción entre ellos y amplió la sonrisa. - Sin duda han vivido mucho juntos, eso se nota -

Una vez le dio las instrucciones, él siguió con su tarea, agachándose y retirando grandes bloques de piedra hacia el montón que les había mostrado. - Entiendo que lo que buscaba era un reencuentro… pero me temo que no será posible. El profesor se encuentra indispuesto, necesita un tiempo de reposo, y lo de Dragoslav…- un silencio raro y muy pesado se hizo cargo del ambiente. - Acompáñenme a dar un paseo[/b]- Soltó uno de los bloques, se sacudió las manos, volvió a limpiarlas con el pañuelo y les señaló con el brazo uno de los caminos cercanos de los que bordeaban los alrededores de la mansión. Esperó a que tomasen paso antes que él y les acompañó andando a su ritmo.

No consideraba prudente hablar de la situación delante de los jóvenes, por mucho que lo hubiesen visto en las redes. Los adultos de la institución debían mantenerse fuertes y resilientes ante todo lo sucedido y mantener la oposición firme al conflicto que estaban a punto de vivir.

Bestia se aclaró la garganta y procedió a recitarles lo ocurrido con un tono neutro y calmado. Sin entrar en demasiados detalles más allá de lo que habían podido contar los medios. Les informó sobre el ataque, sobre el carácter ilusorio de esta y sobre la manipulación que ejerció el asesinado sobre Dragoslav. Omitió los detalles escabrosos y delicados como que Drago atacó al profesor. Era la versión menos sensacionalista posible de lo acontecido. - Lamento recibirles con malas noticias, me hubiese gustado que vuestro encuentro fuese otro. Diganme, Apollo y Midnighter. ¿Qué opinión tienen ustedes sobre la propuesta de Ley del presidente Luthor?- Y aguardó cauto paseando con las manos en la espalda atento a las reacciones de la pareja ante tal pregunta. - Puedo informarles sobre eso, si desconocen también la propuesta y lo que se avecina-

- Sin duda han vivido mucho juntos, eso se nota.

Midnighter asintió con aire ausente, mirando hacia su marido.

- Apollo es... prácticamente el primer recuerdo que tengo.

Prácticamente el primero... después del dolor.

Después de cada una de aquellas interminables operaciones en las que reemplazaban sus huesos por fibra de carbono y aumentaban artificialmente su tejido muscular despertaba siempre adolorido y solo en una pequeña celda, sin recordar absolutamente nada de cómo o cuándo había terminado allí o por qué le estaban haciendo aquello. Le había llevado casi tres meses conseguir abrir el conducto de ventilación para tratar de escapar, aunque no sabía dónde podría ir. No recordaba su nombre, su identidad, si tendría o no una familia a la que regresar... En cualquier caso importó poco, pues sólo pudo disfrutar de su recién adquirida libertad, por, aproximadamente, un minuto y medio antes de que el conducto de ventilación cediera ante el peso de sus implantes. Había caído desde casi dos metros de altura, y el golpe había sido importante, haciendo que se le saltaran los puntos de las operaciones. Tenía los ojos cerrados por el dolor, así que lo primero que percibió de él fueron su voz preocupada y el roce de sus dedos sobre su rostro.

- Señor... ¿se encuentra bien?

Aquella fue la primera voz no distorsionada por el sistema de megafonía que escuchaba en más de tres meses. Y, ¡oh, cuán hermosa le resultó! Prácticamente angelical. Y, aún así, nada pudo superar lo que encontró cuando finalmente abrió los ojos...

No podría haber descrito al muchacho que apareció ante él como otra cosa que no fuera una visión divina. Tenía los cabellos dorados como el sol... Los ojos azules como el cielo... Y el rostro más perfecto que había contemplado jamás.

Ninguno de los dos podría afirmar con certeza qué edad tenían entonces, pero Midnighter calculaba que podría haber tenido unos veintipocos en aquél momento, mientras que Apollo aún era un adolescente de unos dieciséis años.

Copiosas lágrimas fluían por sus sonrosadas mejillas. Lágrimas de soledad... y de miedo.

- Está bien, chico -había dicho él, incorporándose-. No voy a hacerte daño.

- Por favor... ayúdeme -le había rogado el más joven, y Midnighter había reaccionado por puro impulso, abrazándole para consolarle, sintiendo una incomprensible necesidad de aliviar el sufrimiento de aquél muchacho de quien no sabía prácticamente nada antes que el suyo propio.

- No sé si puedo, chico... Pero lo intentaré. Te lo prometo...

Aquél breve momento de ternura no tardó en ser aplastado por los soldados de Bendix, que irrumpieron en la celda para llevarse a Midnighter.

En el transcurso de su entrenamiento tuvieron ocasión de verse en contadas ocasiones; miradas intercambiadas cuando se cruzaban de repente en un pasillo, un vistazo fugaz a través de una puerta abierta...

Cuando finalmente completaron el entrenamiento y fueron destinados al mismo equipo ya eran los dos adultos. El cabello de Apollo había cambiado; ahora era blanco como la nieve, pero seguía siendo el hombre más hermoso que Midnighter había contemplado jamás... Su voz tampoco era la misma. Ya no tenía el timbre angelical e inocente de un niño, sino la profunda y cálida cadencia de un hombre. Midnighter se había enamorado de él al instante, pero no le había dicho nada de manera clara hasta que Apollo le había confesado ser homosexual. Cuando quedó claro que la atracción era recíproca, Midnighter había decidido ser meridianamente claro, besándole por primera vez para demostrarle lo que sentía, y, desde entonces habían estado juntos.

Cuando se separaron por culpa de Bendix, una parte de Midnighter pensaba que sería lo mejor para ambos. Después de todo, cada uno de ellos había constituido el mundo entero del otro desde que el ciborg había caído literalmente en la vida de Apollo prácticamente de la nada. Siempre había tenido dudas acerca de si era realmente bueno para el Dios del Sol, y pensó que a los dos les vendría bien probar otras opciones, experimentar cosas diferentes. Sin embargo, por lo que supo después, en los tres años que siguieron Apollo no había intentado reconstruir su vida con nadie más. En cuanto a él... lo había intentado, pero nada había funcionado.

No existía en el mundo nadie como Apollo.

Y no era una simple cuestión de belleza, aunque era innegable que era bello, pues había sido diseñado para serlo. Pero a la hora de la verdad, eso era lo de menos. Tenía una personalidad hermosa, sensible, generosa, afectuosa y humilde. Apollo era todo lo que Midnighter no podría ser jamás, y le adoraba por ello. Amaba su sensibilidad, la manera en la que podía llegar a llorar al contemplar una obra de arte especialmente talentosa, o el modo en el que su alma podía llegar a sufrir por un inocente. La manera en la que jugaba con Jenny... Cómo lo daba todo por proteger a los demás sin mirar por su propia seguridad.

Apollo era, sencillamente, perfecto.

Y estaba con él, el más imperfecto de todos los hombres.

Midnighter aún no entendía cómo había podido pasar.

- Llevamos trabajando juntos dieciséis años, pero nos conocemos desde antes -continuó, saliendo de su ensimismamiento para mirar de nuevo a McCoy-. Prácticamente toda nuestra vida consciente.

No era ningún secreto que ninguno de los dos conservaba recuerdos de sus vidas previas a Stormwatch, y desde luego no lo ocultaban.

Cuando McCoy se puso a retirar los bloques de piedra, Midnighter le ayudó, cargando pedruscos enormes sin apenas esfuerzo. El mutante les pidió entonces que le acompañaran en un paseo para poder conversar con tranquilidad. Iba a responder, pero entonces notó la caricia de su amante en la espalda y sintió cómo todo su cuerpo respondía ante el suave roce, poniéndole la carne de gallina. Siempre se había preguntado por qué Bendix no le había despojado de aquello que le hacía ser un hombre de la misma manera que le había arrebatado su humanidad. Sin duda, como asesino habría sido más eficiente si hubiera estado por completo blindado ante aquél tipo de distracciones. Porque no había nada en el mundo que pudiera distraerle más que una mirada de aquellos orbes azules, aquella sonrisa perfecta, su voz susurrante en su oído o el roce de su piel...

Sin embargo, lo que el mutante tenía que contar era lo suficientemente grave como para traerlo de vuelta rápidamente a la realidad. Midnighter había vivido de cerca lo que era estar a merced de alguien con la capacidad de controlar tus movimientos y volverte contra tus seres queridos. Apretó con rabia los puños. Nadie merece eso.

Apollo también parecía afectado, y cuando la sonrisa se borró de su rostro supo exactamente por qué. Su mano buscó la de su marido para enlazar sus dedos silenciosamente con los suyos, apretando con suavidad para recordarle que estaba allí, con él, y que ya nunca se marcharía.

- Estoy al tanto de esa ley -asintió, sombrío-. No me gusta. Nuestro antiguo líder decidió erigirse en la autoridad máxima de Estados Unidos para acabar con los conflictos bélicos que asolaban el globo. No fue bien. La gente nos tenía miedo. Recuerdo que una vez nos enviaron a capturar a unos jóvenes metahumanos rebeldes que estaban ocasionando un montón de problemas, pero lo único que querían era que les dejaran en paz. Lo que me dijo una de ellas... Me marcó -agachó la mirada-. Me dijo que éramos peores que policías porque teníamos poder, y lo usábamos para imponernos sobre aquellos que pudieran pensar diferente. Me dijo... -compartió una mirada con su marido y le estrechó aún más la mano-. Que Apollo y yo seríamos los primeros en desaparecer si alguien con más poder que nosotros empezara a detener a los artistas, los poetas... o a aquellos que, según ciertos estándares, no deberían amarse. Que precisamente nosotros deberíamos estar en contra de ese tipo de autoridad. Dejé que los chicos se fueran, y después... -apartó la mirada-. Abandoné nuestro grupo. Ahora tengo muy clara cuál es mi posición en todo ésto, y sé que Apollo también. Mi marido y yo estamos de vuestro lado.