Me alegro mucho de haberte conocido, mi querido desconocido +18 (Sasha) [7/5/2019]

Al principio no entendió por qué le pedía perdón. Pensó que quizá había malinterpretado las señales, que ella no le quería. Pero antes de que pudiera pensar bien lo que eso implicaría para su relación...

- Debí haberlo sabido antes…

Le dio entonces un beso hambriento que se transformó rápidamente en una, dos, tres docenas de besos más pequeños. La mano femenina se movió desde su cuello, descendiendo por su espalda al tiempo que se arqueaba para pegar su cuerpo al suyo. Jesse hacía rato que había dejado de pensar. Ya no estaba racionalizando nada, y tampoco deseaba hacerlo. Simplemente se dejó llevar por todas las emociones e impulsos que llevaba tantísimo tiempo conteniendo.

Inicialmente la frase que le dijo le desconcertó, pero, al poco, la luz del reconocimiento se asomó a su mirada. Era lo que le había dicho él a ella cuando se habían conocido.

- Te acuerdas... -musitó, maravillado, y una cálida sensación de felicidad como hacía meses que no experimentaba se expandió por su ser. Y, culminando aquél momento de complicidad, completó la frase de entonces, que ahora parecía alcanzar todo un nuevo significado-: No pienses ni por un sólo instante que te vas a librar de mí...

Sus labios encontraron los de ella de nuevo, mordiendo su labio inferior en el frenesí de su ansia. Sus manos pasaron de rodear su cintura a acariciar su estómago, tratando de localizar la manera de levantar la tela para tocar su piel mientras su boca trazaba un sendero de besos que partía de su barbilla y recorría todo su cuello.

Sin darse cuenta habían llegado a trompicones hasta la barra del antiguo bar abandonado. Ya no quedaba nadie allí; se habían demorado más allá del portal el tiempo suficiente como para que todos los demás se hubieran marchado, y Jesse empujó a Sasha con suavidad hasta dejarla tumbada en el polvoriento suelo tras la barra.

- Dios, Sasha... -musitó, inclinado sobre ella con una rodilla a cada lado de su cuerpo-. Quiero hacerte sentir como nadie te ha hecho sentir. Quiero recuperar todo el tiempo que hemos perdido. Siento que conozco tu alma, pero aún no conozco tu cuerpo. Quiero aprenderlo todo sobre tí, conocerte por completo. Cómo te gusta que te toquen... -musitó, recorriendo la forma de sus carnosos labios con los dedos, prendiéndose del inferior lo justo para humedecer el índice que luego deslizó hacia abajo por la barbilla y su cuello-... y dónde... te gusta que te toquen...

Con la ayuda de la mutante, consiguió finalmente despojarla de la parte superior de sus ropajes y se quedó momentáneamente sin aliento al contemplar la belleza que tenía ante sí. Sin decir nada, se desprendió de la chaqueta y el alzacuellos, dejándolos sobre la barra, y comenzó a desabotonarse la camisa sin apartar la mirada de la gloriosa mujer sobre cuyo cuerpo jugueteaban ya los primeros rayos del sol naciente.

- Lo siento -jadeó, inclinándose hasta que Sasha pudo notar la calidez de su respiración entre sus pechos justo antes de comenzar a besarla de nuevo-. Pero no voy a poder aguantar hasta llegar al apartamento. Te he deseado por tanto tiempo...

De nuevo volvió a incorporarse. Lo primero que había hecho al llegar al lugar había sido inspeccionar las botellas de alcohol que aún permanecían allí, y le había echado el ojo a una antigua botella de whiskey añejo escondida en una de las baldas inferiores. La agarró extendiendo el brazo y leyó la etiqueta en voz alta:

- Douglas Laing XOP del 67. ¿Recuerdas que te comenté que mis padres tenían un bar? Bueno, pues te apuesto lo que quieras a que ésta pequeña preciosidad cuesta más de mil pavos. Quizá dos mil.

Aquél whiskey tenía más de cincuenta años, pero Jesse sabía lo suficiente de alcohol como para saber que no se habría degradado. Tras destapar la botella se la acercó a la nariz.

- Mmmm... Especiado... -musitó, dirigiendo a Sasha una mirada traviesa-. Sé que aquí no tenemos ducha, pero hey... ¿qué hay mejor que ducharse en whiskey de mil quinientos dólares la botella? Creo que nos lo hemos ganado -dijo, al tiempo que comenzaba a verter el líquido color miel sobre sus senos, permitiendo que fluyera por las líneas de su vientre hasta acumularse en su ombligo.

Dejando la botella momentáneamente a un lado, Jesse se inclinó una vez más, comenzando a lamer con delectación el exquisito néctar de la morena piel, tomándose su tiempo para saborear y paladear el increíble regusto a frutos secos, vainilla, especias y pan horneado.

Sus labios finalmente descendieron hasta el pequeño oasis de líquido ambarino acumulado sobre su ombligo, y Sasha pudo sentir el roce de su barba incipiente sobre su estómago mientras sus dedos se debatían con el cierre de sus pantalones.

Empezó provocándola lentamente con la lengua, recorriendo la delicada y suave piel al tiempo que iba separando sus piernas con suavidad. Cuando la escuchó gemir y la sintió estremecerse bajo él, alzó la cabeza de entre sus muslos, recogió de nuevo el absurdamente caro elixir y lo vertió sobre ella, dedicándose con empeño a la tarea como si no hubiera ningún otro lugar en el mundo en el que deseara estar.

OOC: he cambiado un par de cosillas de la primera interacción, si no te gusta edito sin problema. Es que me daba la sensación de que Sasha estaba muy paradilla.

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Ella recibía como un regalo cada ámbito de la intimidad de Jesse que se abría ante sus ojos desde el día en que se conocieron. Saber que después de todo lo que habían pasado Jesse la amaba como ella a él hizo que le recorriesen oleadas de felicidad y nervios por todo el cuerpo. ¿Cómo había podido estar tanto tiempo sin darse cuenta?

Aquellos eran los mejores besos que había recibido jamás. Tenían el sabor de un amor trabajado a fuego lento, ansioso por salir a la luz. Disfrutó de su cercanía, de su calor, del tacto de sus manos, de los labios del predicador contra los suyos y cómo se movía su lengua buscando más. Incluso su aliento de tabaco resultaba apetecible. Poco a poco la respiración de sasha se incrementaba, así como sus gestos. Los pensamientos, las preocupaciones y cualquier tipo de voz que pudiese estar ocupando espacio en su cabeza desapareció para dejar hueco al momento presente. Únicamente al aquí y al ahora.

Cuando notó el mordisco arrugó un poco la nariz y soltó una risa entre dientes que estaba a medio camino de un gemido. Él se dedicó a su cuello mientras ella se peleaba entre la sangre y el traje para poder desnudarse. En cuanto consiguió un pequeño hueco de piel las manos del predicador acudieron para continuar su marcha, deslizando la tela sobre sus hombros. La mutante aprovechó esa pausa para ladear la cabeza y dejarle vía libre a la yugular mientras metía las manos por la pechera de la americana y la dejaba caer por los brazos de Jesse hasta el suelo. Acto seguido pinzó el alzacuellos y lo lanzó junto a la americana y empezó a desabrochar botones de la camisa con prisa. Quería tenerle cerca… no, lo NECESITABA. Y todo su cuerpo gritaba entre movimientos involuntarios de su cadera esa urgencia.

Él acababa de tumbarla. ¿Cuándo había pasado todo eso? Por primera vez Sasha desvió la mirada del americano para ver su entorno, se reconfortó cuando lo reconoció como el viejo bar. Pronto volvió a él, en cuanto se colocó a horcajadas sobre ella. Nunca una presión sobre sus piernas se había sentido tan bien.

La morena sonreía constantemente inspirada por el amor y el deseo, era imposible plantear que pudiese sentir nada desagradable en esa situación. Se propuso como objetivo personal transmitirle a él lo que ocurría en su corazón y en su cuerpo, así como devolverle las sensaciones con intereses. Atendió sus palabras dedicándole una mirada que delataba todo lo que estaba dispuesta a hacer por él, era devoción pura, entrega y muchísima pasión. No pudo evitar morderse el labio mientras le escuchaba. ¿También era servicial en la cama? ¿No habría modo de ver a ese hombre siendo mínimamente egoísta?

Entreabrió los labios para recibir sus dedos. Antes de que iniciase su recorrido hacia abajo atrapó uno de ellos entre los dientes sin dejar de mirarle a los ojos. Luego lo liberó para que siguiese su camino.

Esas últimas palabras fueron el detonante para que se incorporase, aprovechando la postura para dejar varios besos en el cuello de Jesse mientras las manos se dedicaban a retirarse el sujetador. Justo antes de apartarse para sacárselo por la cabeza, acercó sus labios al oído del americano y susurró - Y yo quiero que me pidas todo lo que siempre quisiste que te hiciera...- remató la frase con un mordisco en el lóbulo antes de volver a apoyar la nuca contra el viejo suelo de madera.

Sasha aprovechó esos instantes de distancia y contempló el torso de su mejor amigo. No era la primera ni la segunda vez que le veía el torso desnudo y aun así, todas y cada una de las veces pensaba que estaba buenísimo. Demasiado bueno para ser un cura, de hecho. Bufó entre dientes sabiendo que ese cuerpo era suyo en ese instante, escuchando sus palabras entre respiraciones aceleradas alterándola del todo.

Si algo tenía de bueno complicarse la vida enamorándote y acostándote con tu mejor amigo, era que ya le conocías. Por eso cuando la mirada de Jesse fue a las botellas, Sasha ya se preparó para lo que venía. - ¿Un alquiler en una botella de un palmo? - Dijo retirando su pelo hacia arriba y dejándolo caer en el suelo de nuevo. Se arqueaba para que él la observase mejor y el whisky describiese más curvas en su cuerpo. Con esa mirada de picardía antes de empezar a verter, ella creía que se moría - Hijo de puta… - añadió sin parar de sonreír, al tiempo que enfriaba el alcohol al contacto con ella para que le resultase el trago aún más agradable.

La estimulación de Jesse no era nada genital y aun así sintió un placer sosegado y suave repartirse por el cuerpo. Respondió enredando los dedos en sus rizos castaños y luchando por mantener la respiración. Fue bajando y cuando empezó a trastear con los primeros broches, añadió a toda velocidad - Primero el cinturón, luego los dos enganches laterales, el botón y la bragueta.. - La cadera se levantó hacia los labios del americano con ansia, el cuerpo delgado y moreno de la mutante delataba una impaciencia desesperada. Agarró al predicador de los rizos haciendo que mirase hacia arriba con un tirón moderado, buscando el contacto visual. - Jesse…no puedo más…- Gimió su nombre justo antes de soltarle recibirle entre sus piernas.

Era perfecto. De verdad parecía que había estado analizando su lenguaje corporal durante todo aquel año de conocerse. Leía sus impulsos, sus jadeos, los movimientos involuntarios… Sólo con el primer beso entre muslos pudo notar que la excitación ya tenía sabor propio y que Sasha llevaba preparada desde hacía muchos besos.

Él no se retiró hasta que ella no se rindió al placer, y no le hizo falta mucho tiempo. Cuando volvió a su altura siguió bañándola hasta que ella recuperó el aliento. -Jo…der….- Pero entonces se vio en la postura y decidió aprovecharla, hizo un nudo con sus piernas tras la espalda de él y se apresuró a quitarle la botella para dejarla a un lado. - Me toca - Con un impulso lateral hizo que el predicador acabase boca arriba con ella encima, invirtiendo roles de la misma posición. - Me daba la sensación de que ibas a acabarte la botella tú solo… - Y desnuda sobre él, inspirando libertad y un poder que con él aún no había explorado, se llenó la boca con el caro y sabroso destilado. Primero dio un trago a palo seco, luego acumuló la suficiente cantidad entre el paladar y la lengua congelando el líquido según caía. Por las comisuras de sasha salía el humo translúcido que enmarca la puerta de un congelador. Cuando terminó, lo sacó de su boca, volvió a abandonar la botella y dejó el hielo color tierra entre los dientes del americano - Pórtate bien y sujétalo un segundo…- Añadió con picardía justo antes de echarse sobre él.  

Lo primero que sintió fue el contacto piel con piel, apoyó el pecho sobre el del predicador, así como su abdomen y sus caderas. Sonrió satisfecha cuando notó la resistencia bajo la bragueta del pantalón de traje. Aprovechó su indefensión para sostenerle la mandíbula y girarle el rostro a un lateral justo antes de tomarse su tiempo para morder y saborear su cuello y sus hombros.

Mientras se dedicaba a eso, una mano se deslizó bajo sus propias piernas, deshaciendo la cremallera que separaba la ropa interior del predicador de su desnudez, y se sentó sobre él generando un roce necesitado y constante.

Acto seguido se incorporó mirándole con hambre y se acercó lentamente a sus labios - Gracias… - le robó el hielo con los dientes y se dedicó a describir decenas de caminos por su cuerpo con él, hasta que acabó al borde de la goma de sus calzoncillos. Los pantalones ya no estaban por ningún sitio.

Era hora de igualar el marcador.

Ante su susurro simplemente se apartó para dedicarle una de sus amplias y genuinas sonrisas.

- Hey, soy un tipo abierto de mente, me va prácticamente todo, y si un día quieres probar con las esposas no te diría que no... -simulando un rugido se lanzó a darle pequeños mordiscos en el cuello cuando ella volvió a tumbarse en el suelo.

Cuando el insulto afectuoso escapó de entre sus labios, él hizo una pausa, saborando el exquisito néctar que Sasha había tenido la gentileza de enfriar para él, y volvió a sonreír con picardía.

- Sep. Ese soy yo -dijo antes de colocar las piernas de ella sobre sus hombros para tener mejor acceso.

Pero Sasha no era la clase de persona que renuncia a tener la iniciativa, y, una vez hubo alcanzado su propósito aprovechó la posición en la que estaban sus piernas para invertir las tornas.

- Guau -exclamó Jesse al encontrarse repentinamente bajo ella. Los dos estaban sofocados y sin aliento, pero ella estaba especialmente hermosa con el rubor del reciente placer tiñendo sus mejillas, y el predicador pensó que era la visión más increíble que había encontrado en mucho, mucho tiempo. Totalmente cautivado, extendió una mano para acariciar su rostro y recoger tras su oreja los mechones que caían debido a la postura-. Me encanta cuando te pones dura -bromeó, expectante ante lo que imaginaba que vendría a continuación.

- Me daba la sensación de que ibas a acabarte la botella tú solo…

- No se me ocurriría... -musitó, totalmente a su merced. En aquél momento Sasha podría haberle pedido cualquier cosa y él lo habría acatado al instante-. Por Dios...

No había palabras para describir la excitación que experimentó al verla jugar con el líquido y sus capacidades de aquella forma. Para cuando dejó el hielo entre sus dientes habría podido fundirlo sin necesidad de poderes. Obligado a mantenerlo allí, no podía hacer otra cosa más que gemir y temblar de necesidad reprimida mientras ella se tomaba su tiempo en repetir en su cuerpo el trazado que había realizado en el suyo.

- Por Dios, por favor, no puedo más... -fue lo único que fue capaz de decir cuando la mutante recuperó el pedazo de hielo-. Sasha...

Acarició de nuevo su rostro, y las partes de su cuerpo que quedaban a su alcance mientras ella iba dejando el reguero helado por el suyo. Cuando finalmente alcanzó la región que más la reclamaba, se incorporó hasta quedar recostado contra la barra, aferrándose a la madera como si fuera lo único que lo mantenía a flote en mitad de un océano. Su cabeza cayó hacia atrás, sus ojos se cerraron y en sus labios entreabiertos sólo quedaron loas hacia la mujer a la que amaba.


Había pasado algún tiempo, pero aún sentía como si fuera a necesitar horas para recuperar el aliento. Llevaba más de un año sin tener relaciones y la experiencia había sido, posiblemente, la más intensa de toda su vida, así que no era para menos.

- Guau -era todo cuanto parecía capaz de decir-. Guau. Es... Ha sido... -se pasó las manos por la cara como si necesitase convencerse de que seguía despierto. Después se giró hacia la mujer que yacía a su lado para mirarla con absoluta veneración-. Ha sido...

Seguía sin encontrar las palabras, así que simplemente le pasó el brazo por los hombros, acercándola más hacia sí para disfrutar más de la sensación de su piel y su calor.

- Te amo, Sasha. Y no mentía antes cuando te dije que deseaba saberlo todo sobre ti, y no me estaba refiriendo sólo en el ámbito sexual, que también -riendo, depositó juguetones besos por su cuello, absorbiendo su olor-. No quiero que los secretos vuelvan a separarnos. Quiero saber todo lo que nunca me has contado... Y yo haré lo mismo contigo. ¿Te parece bien?

El ambiente no acompañaba, ni la higiene, ni el romanticismo. Pero nunca dos personas necesitaron menos para quererse más. Cada instante de piel le hacía sentir inmensamente afortunada y no por el orgasmo que acababa de expandirse por todo su cuerpo sino por una sensación de alivio, de correspondencia, de sentir que todo estaba en su sitio por un momento en medio de ese loco mundo. La piel morena de la mutante brillaba por el sudor de Jesse y el rubor propio del placer rematado con una melena alborotada. Estaba en su elemento, se movía con confiaba y le miraba con una seguridad abrumadoras. Siempre había disfrutado de la posición de poder hacer feliz al predicador, ahora podía hacerle feliz mientras le daba placer y estaba deseando verlo.

Durante todo el proceso se recreó en lo que sus sentidos percibían. El potente cuerpo del castaño se aferraba a la madera de la barra como a un bote salvavidas. Los músculos se le definían con mucha intensidad, la tensión en su mandíbula potenciaba sus rasgos. El olor a sexo se repartía por la habitación inundandola con densidad. Sus contracciones, sus quejidos y sus palabras la mantenían concentrada en su misión. Cada vez que coreaba su nombre este resonaba con motivación en su pecho y ella le ponía más intensidad. Estaba completamente feliz, abandonada al poder que sentía junto con la culpa de que Jesse estuviese así de desesperado por ella.

Y siguió, hasta que él le regaló una de las imágenes más bonitas que había visto nunca.  

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Estaban desnudos, agotados, acalorados y agarrotados… pero más felices que nunca - Lo sé… - Entre jadeos se debatía para recuperar la respiración o intentar articular palabra. Estaba medio recostada de perfil, sobre él, con el cuerpo ligeramente más frío para ayudarle con el calor. Las yemas de sus dedos describían círculos por su pecho. Dejaba besos de vez en cuando por su cuello, frotaba la nariz contra su mandíbula o hundía los dedos en sus rizos. - Se acabaron los secretos entre nosotros. Tengo mucho que contarte y espero lo mismo de ti. Quiero saberlo todo, tu grupo sanguíneo, cuántos pelos tienes, dónde están tus lunares, ¡¡la marca de las ruedas de tu coche!! - dijo riéndose mientras se pegaba a él y le agarraba un mordisco en la mandíbula.

- Jesse - Se apartó lo justo para poder mirarle al ojo pardo, girándole la cara buscando conectar más con él. - Siempre… has sido tú. Siempre has estado ahí, protegiéndome y cubriendo mis espaldas. Has estado siendo mi escudero, mi mejor amigo, mi familia… durante tanto tiempo… Has respetado tanto mis sentimientos y mis circunstancias… - Los ojos verdes se humedecieron - Gracias… - Se inclinó sobre él para darle un beso pausado, sin prisa ni pasión. Cargado del amor que tanto tiempo llevaba latiendo en un segundo plano, sutil y discreto, esperando a poder realizarse.

Estuvieron juntos hasta que comprendieron que nunca querrían separarse. Cuando la normalidad les abrazó, Sasha aprovechó para hacer una observación. - Me resulta muy curioso el sudor. ¿Tú lo notas frío o simplemente te moja? - Recorrió su pecho con los dedos mientras hablaba, intercalándolo con abrazos de vez en cuando.

- Oye… - Carraspeó incorporándose un poco más para volver a sentarse sobre él, intentando acortar distancias con un tono mucho más romántico que el de hacía unos instantes, pecho contra pecho, coordinando los latidos. Dejó los labios tan cerca de los suyos que se rozaban al vocalizar.  - Quieres que pasemos nuestra primera noche como pareja… como… ¿Una pareja normal? Tengo…una ducha maravillosa en casa para quitarnos la sangre de demonio, tengo café, anécdotas y la cama hecha… - susurró sonriendo, ilusionada, con un sonrojo en sus mejillas y en su nariz propio de una adolescente. No eran una pareja común. Sus vidas y sus rutinas no eran fáciles. Sabía que el compromiso de ser pareja iba a ser especialmente duro. Habría muchas llamadas de teléfono, muchos mensajes, poco contacto… pero todo el amor del mundo. - ¿Vienes conmigo? -

Permaneció abrazado a ella durante lo que pareció una eternidad. No importaba nada; ni la sangre, ni la suciedad, ni el sudor, ni el polvo, ni la sensación pegajosa y dulzona del alcohol sobre sus cuerpos. Debería haber sido la situación más incómoda en la que se había encontrado en toda su vida (exceptuando, evidentemente, todas aquellas ocasiones en las que había estado prisionero o a punto de morir), y, sin embargo, no recordaba haberse sentido tan cómmodo en mucho, mucho tiempo... Se sentía como en una nube. Y no era únicamente porque fuera la primera vez que mantenía relaciones sexuales en más de un año. Sencillamente, no quería dejarla ir. Y, quizás, ya nunca más tuviera que hacerlo...

- Y yo te lo contaré todo, preciosa... -musitó, aún sumido en la agradable euforia adormilada que solía suceder a la culminación del sexo.

De repente, ella le sujetó de la cara, haciéndole despertar de repente y encontrarse con sus intensos y peculiares iris verdosos.

- Siempre… has sido tú. Siempre has estado ahí, protegiéndome y cubriendo mis espaldas. Has estado siendo mi escudero, mi mejor amigo, mi familia… durante tanto tiempo… Has respetado tanto mis sentimientos y mis circunstancias… Gracias…

La confesión le desarmó por completo, colmando su corazón y dejándole sin palabras. Pero Jesse sabía de sobras que, a veces, no hacían falta palabras, así que, simplemente, tomó su rostro entre sus manos y acudió al encuentro de aquél beso que encarnaba a la perfección todo cuanto necesitaban decirse.

- ¿Qué clase de pregunta es esa? -se rió, con una risa sincera y desenfadada-. No lo sé, nunca me he parado a pensarlo. Noto la humedad, supongo... Tarda un rato en sentirse frío.

Tras aquél breve inciso de normalidad trepó nuevamente sobre él, pegando tanto su cuerpo y acercando tanto sus labios que Jesse temió que su cuerpo volviera a reaccionar antes de lo previsto.

Lo que la mutante prometía sonaba a gloria en sus oídos. Una pareja normal... haciendo cosas de gente normal... Una cama hecha y limpia, café, una ducha... ¿Cuántas veces había soñado con algo así? Siempre había pensado que ese tipo de cosas tan corrientes estarían fuera de su alcance... ¿Podía ser? ¿Podría al fin conocer la felicidad?

- Guau, chica... ¿me he muerto y estoy en el paraíso? Claro que voy contigo... Hasta el fin del mundo... -le dijo, empezando a ponerse de nuevo las desagradablemente sucias vestiduras, que a aquellas alturas estaban tan tiesas que habrían podido quedarse de pie-. Estoy pensando que no tengo nada que ponerme después de la ducha... No llevo ropa de recambio encima. Pero en ésta época del año tampoco importa... ¿verdad?

Se metieron juntos en la ducha, y, entre besos y caricias, el vapor condensado que se formó sobre la mampara y los azulejos no tardó en dejar de deberse el agua caliente sino a otro tipo de actividades considerablemente más... placenteras.

Una vez fuera, y tras haberse puesto por encima lo primero que encontraron, Sasha preparó café para ambos y se sentaron a beberlo en el sofá. Jesse le pidió permiso para encenderse un cigarrillo y reposó la cabeza sobre el confortable respaldo, permitiéndose unos minutos para disfrutar de la revitalizadora sensación que le embargaba antes de centrarse en la difícil tarea que debía afrontar a continuación.

- Bien, Sasha... -dijo al fin, cuando estuvo preparado-. A lo largo de todo éste año, tú me has abierto tu corazón, sincerándote conmigo, y siento que yo no he sido justo contigo. Que no te he correspondido de la misma manera -extendió la mano para colocarla sobre la de ella en el sofá-. Ahora quiero enmendar eso. Quiero... sincerarme contigo -la miró a los ojos, y su expresión era tan miserable que un desagradable presentimiento invadió a la morena. Algo le decía que aquello no iba a ser fácil de escuchar...

>>Debes entender que hay una razón de peso por la cual nunca hablo de ésto con nadie... Sólo se lo conté a Tulip... ya te hablé de ella, antes de que te fueras a Europa... A Gray... y ahora a ti... Antes de contar ésto siempre... siempre tengo miedo de asustar a la gente. Que piensen que soy un puto engendro. Es... Sé que no he tenido una infancia precisamente normal... Espero que entiendas lo que supone para mí contarlo... Lo que significas para mí...

Agachó la cabeza, avergonzado.

- Procedo de una familia puritana francesa que se estableció en Estados Unidos allá por los tiempos de Napoleón. Se cargaron a los nativos... algo bastante más barato que cristianizarlos... y se dedicaron a predicar la palabra de Dios a cualquier colono lo suficientemente imbécil como para escucharles. Los niños de la familia eran criados para ser predicadores, y las mujeres sólo servían para dar a luz a la siguiente generación. Mi madre no estaba conforme con eso, así que se escapó de casa y conoció a mi padre, John Custer, un ex-marine que regresaba a casa después de la guerra. Se enamoraron, y me gustaría pensar que vivieron una historia de amor preciosa e intensa como ninguna durante el poco tiempo que tuvieron...

Jesse tenía la mirada enfocada en algún punto más allá de la mesa baja del sofá mientras hablaba, sin mirar a ningún sitio en realidad.

- Un año y medio después nací yo. Abrieron un bar en Laredo que apenas les daba más que para vivir, pero no les hacía falta más... Se amaban, y eso era suficiente. Pero, entonces, cuando yo tenía dos años, los sicarios de la familia L'Angelle los encontraron y los llevaron de vuelta ante la matriarca del clan... Mi abuela. Tenía un alma negra como el carbón, la vieja zorra... Les obligó a casarse y les encerró en la mansión sin permitirles abandonar nunca los terrenos de la granja. Les dijo que tendrían que prepararme para ser un hombre de Dios. Mi padre no estaba dispuesto a pasar por el aro. No iba a permitir que una vieja bruja dictara el futuro de su familia, así que, una noche, poco después de mi quinto cumpleaños, me despertó y me dijo que nos marchábamos. Antes de salir, me abrazó y me dijo lo que te conté... Que tenía que ser uno de los buenos porque ya había demasiados malos en el mundo.

Una bruma de dolor enturbió su expresiva mirada.


- Nos atraparon antes de alcanzar los dos kilómetros y le pegaron un tiro en la cabeza a mi padre. Me costó mucho, mucho tiempo volver a aprender a llorar después de eso -confesó, agachando la mirada-. Muchos años. El asesino de mi padre se rio de mí por hacerlo, y mi padre siempre me llevaba de pequeño a ver las películas de John Wayne, y John Wayne nunca lloraba, así que, pensé... Pensé... De hecho... -pareció caer en la cuenta de algo y miró a su compañera, maravillado-. De hecho, Sasha... Creo que fue contigo la primera vez que lloré después de aquello. La... la noche que nos conocimos... Me hiciste ver que no pasaba nada... Que no era algo malo... Que no estaba sólo...

Cerró los párpados y las lágrimas comenzaron a correr silenciosamente por sus mejillas. Se las enjuagó con el dorso de la mano antes de continuar.

- Mi madre... se quedó rota después de aquello. Había huído de Angelville y de su madre, pero la habían encontrado, la habían traído de vuelta y le habían quitado todo cuanto le importaba. En cuanto a mí, sólo tenía tres amigos en el mundo; John Wayne, en las películas que pasaban por la tele... mi perrito Duque y Billy-Bob. ¿Le recuerdas? También te hablé de él la noche que nos conocimos.  La abuela me forzaba a aprenderme cada día una página de la Biblia y mi madre me enseñaba otras cosas: lengua, matemáticas, un poco de historia... Pero ya no era la misma; tenía el corazón roto. Y aunque no me cabe duda de que me amaba, podía ver, al menos una vez al día, que lo único que quería era reunirse con mi padre -su mirada volvió a vagar tras la ventana del piso-. Nunca se lo reproché. La última vez que la vi, yo tenía once años. Billy-Bob y yo estábamos ocupados viendo la tele y no podíamos jugar con Duque, así que salió de la casa sin que nos diéramos cuenta y cometió el error de molestar al asesino bastardo que había matado a mi padre, Jody. En respuesta... le clavó la cabeza a un poste con un martillo. Me volví loco, yo... dije un montón de cosas que no recuerdo, en su mayoría insultos... Entonces, la abuela dijo... que los chicos con la boca sucia iban al ataúd...

Miró a Sasha, repentinamente preocupado.

- Oye, todo ésto... Si es demasiado... puedo parar... No tienes por qué escuchar toda ésta mierda. ¿Estás... estás bien?

Pero lo que decía su mirada en realidad era... ¿estamos bien?

Estaba segura de que no olvidaría nada de lo ocurrido esa noche. Ni el evento demoniaco, ni las apariciones mágicas, el bar, los besos… Pero si era sincera consigo misma, estaba deseando poder descansar con Jesse. Llegar a casa y cumplir las promesas que acababa de regalarle.

Llegaron al piso sin prisa, apartaron los recuerdos de la parte más dura de la noche, la ropa sucia, el olor y el cansancio. No se soltaron, como si tuviesen miedo de que al separarse fuesen a desaparecer en otra ilusión irreal que tantas veces su imaginación había podido construir. Le llevó al baño sintiendo cómo el agua reconfortaba sus cansados músculos, masajeó su espalda y le colmó de besos allí donde descansaba cada cicatriz. Pronto el cariño y la admiración hicieron que sus cuerpos se necesitasen de nuevo. Esta vez con un ambiente de calma, caricias y alivio.

Al salir, le consiguió a Jesse una toalla y una de las camisetas deportivas grandes que ella usaba para estar en casa junto con unos calzoncillos que se dejó una de las veces que durmió allí y que ella había limpiado para que estuviesen listos para una próxima vez. No se esperaba que fuese así.


El café terminó de hacerse justo para cuando salieron del baño y ella preparó dos tazas grandes que llevó al salón. No pudo evitar gemir de satisfacción cuando su cuerpo encontró la postura en el sofá, sintiendo el peso del agotamiento físico. Poco importaba en comparación a las mariposas nerviosas que le hacían temblar el estómago y que sin duda la mantendrían despierta. Se colocó con los pies a lo indio sobre el sofá, apoyando la espalda en el reposabrazos para poder mirarle. Se deleitó con una última mirada al cuerpo del predicador, él le pidió permiso para encenderse un cigarro y como toda respuesta le colocó el tubo de nicotina en los labios y se lo encendió con un dedo. -Antes de empezar- dijo retirándole el cigarro que acaba de encenderse, para dejar un beso intenso sobre sus labios, uno tranquilo que no tenía prisa ni timidez. Se retiró, le volvió a colocar el filtro sobre los labios y se volvió a reacomodar, con la taza en su regazo. Tenía la sensación de que estaría un buen rato sin poder hacerlo por todo lo que tenían pendiente por hablar.

Justo cuando empezó, se le hizo un nudo de preocupación en el estómago, pero puso todo de su parte para intentar escuchar lo que le decía desde la calma y la aceptación. Decía que quería sincerarse y esa mirada…

La mutante tragó saliva.

El pasado de su amigo siempre había sido un misterio. Le había hablado de Tulip, de un par de amigos, matices y pinceladas de su vida en Texas. Pero esa mirada…

Dio un sorbo al café y apartó la taza en la mesa, incorporándose para mirarle a la cara mientras hablaba. No quiso interrumpir, pero sentía que estaba anticipando con mucha cautela una situación que le fuese difícil de encajar. Estaba preparado para que Jesse le dijese que había hecho cosas horribles. Que ahora era un hombre reformado y que se avergonzaba de ello. Todo su gesto le recordó a un perro callejero demasiado agotado y machacado como para levantarse siquiera a recibir el plato de comida que le separaría de la muerte. Rápidamente y sin pensar extendió una mano y entrelazó los dedos con los de él. - Gracias por confiar en mí. Por exponerte a lo que más te asusta y desvelar lo que más te avergüenza.- Apretó los dedos de su mano - Estoy contigo… ahora y siempre. Especialmente después de que me cuentes esto - Añadió simplemente en un susurro. Y le cedió el turno al silencio para que empezase.

Poco a poco el gesto de Sasha se fue enturbiando según escuchaba las palabras de Jesse. Frunció el ceño sin darse cuenta y la sonrisa desapareció de los labios. Estaba concentrada, seria. Parecía un poco cabreada. Iba a hablar, decirle que lo sentía mucho, que él no merecía haber vivido el asesinato de su padre, que buscaría a quien pudiese encontrar para hacer que se arrepintieran… pero entonces se dio cuenta de algo y ella alzó las cejas con sorpresa.

- ¿Fue la primera vez que…? -  Rápidamente acudió a limpiarle las lágrimas antes de que lo hiciera él. El corazón de la mutante empezó a galopar con fuerza sintiéndose completamente plena y halagada por lo que acababa de escuchar.  - Llora, Jesse… Llora si lo necesitas… tu historia… guarda mucho dolor… - Dijo simplemente susurrando, acercándose a él para cubrir su espalda con un brazo. - Deja que salga…-

Él continuó la historia y ella asentía en silencio para hacerle entender que estaba ahí, que le escuchaba, que recordaba a Billy-Bob.. todo de una forma silenciosa que le permitiese abrirse y hacer del silencio su espacio. Insinuó que su madre quería reunirse con su padre y ella se notó tragar en seco de nuevo. Buscaba la mirada en él. Podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto a Jesse con una actitud tan dolida, tan cansada, tan… maltratada. Sentía ira en las entrañas, preocupación en el pecho y tristeza por todas partes. Le partía el corazón verle así por cosas que, hasta lo que había podido oír, no eran culpa suya. La tristeza en el alma de su madre y la historia del perro terminaron de romper las fortalezas de la morena y los ojos se le llenaron de lágrimas. Parecía que lo hiciesen en contra de su voluntad, pues el resto de su gesto se mantenía estoico y sereno salvo por esas lágrimas que salían sin permiso. “Los chicos con la boca sucia iban al ataud”: Sasha abrió mucho los ojos y sintió cómo la pesadez del estómago se convertían en náuseas. Se secó las lágrimas con rabia. -¿Jesse…?- dijo con la mandíbula tensionada.

Se permitió unos segundos para respirar hondo y calmarse. Lo último que necesitaba él era la rabia, nueva para ella, añeja para él. Lo que había podido ver en sus ojos antes de hablar y por sus palabras era miedo. Miedo a un juicio que hiciese que la relación y la confianza se destruyesen. Y desde luego, por lo que había oído, estaba delante de una de las personas más admirables que había conocido nunca. Una persona con muy mala suerte. Un cordero experimental con el que Dios se había cebado - Esta mierda es tu mierda - Dijo firme y con la mente más fría, aprovechando la pausa mientras le acercó su café para que le diese un sorbo, le dio uno ella también y volvió a dejarlo en la mesa. - Y por tanto la mía. Siempre me va a importar y por muy dura que sea la querré escuchar. - Recordó lo que estaba por venir. El ataúd. La náusea en el estómago se hizo más presente. Tragó para intentar mitigarla.

Jesse estaba desnudando su alma, y no comprendía de dónde le venía esa inseguridad, esa culpa. A todos los efectos había sido una persona maltratada hasta la saciedad, con mucha mala suerte, muy mal contexto y peor gente a su alrededor. Era una víctima. ¿A qué le tenía tanto miedo?

Respiró hondo, relajó el cuerpo y tan despacio que parecía que pedía permiso, se sentó a horcajadas sobre él. Esta vez no había energía sexual, no había excitación ni deseo. Sólo sentía que debía tener el corazón lo más cerca posible del suyo. Se sentó recolocando un par de bucles mojados hacia atrás, le levantó el rostro y le miró al ojo castaño - Estoy contigo - sentenció antes de deslizar los brazos en torno a su cuello para abrazarle mientras continuaba con aquella horrible historia, sintiendo que podía recogerle. Que los latidos se acompasarían.

Agradecido, aceptó el café, cálido y reconfortante. A pesar de lo que había confesado sobre el asesinato de su padre, lo que venía ahora era, en cierto modo, la parte más dura de la historia. No iba a ser fácil, así que inspiró hondo y trató de desvincularse lo máximo posible de lo que iba a contar para no dejarse llevar por las emociones.

Se apoyó en el respaldo del sofá dejándose reconfortar por el olor y el vapor que emanaban de la taza hasta que ella se la retiró de las manos para subirse a su regazo, y poder mirarle de frente. En ese sentido eran muy parecidos. Jesse también era muy físico en sus expresiones de cariño, y la cercanía corporal le hacía experimentar una profunda y honda vinculación emocional con la otra persona independientemente del sexo. Le hacía sentirse... bien. Querido. Apreciado. A salvo.

Era en aquellos momentos cuando se daba cuenta de lo afines que eran y lo mucho que la amaba.

- Gracias... -musitó, enlazando sus manos en torno a la cintura de ella y sintiéndose más preparado para continuar la historia.

>>Cuando la abuela dijo eso, mi madre se volvió loca... Sabía exactamente a qué se estaba refiriendo y dijo que tendrían que pasar por encima de su cadáver para hacerlo.

Cerró los ojos, apretó los labios y apartó la mirada, pero no tardó demasiado en recomponerse.

- Supongo que ya te habrás figurado lo que pasó a continuación. Para la abuela, las mujeres sólo servían para criar a la siguiente generación. La sangre lo era todo. Era una decisión matemática. La abuela se aseguró de dejarme claro que lo que iba a suceder había sido por mi culpa antes de que Jody se la llevara a rastras hasta el pantano.

>>A mí me llevaron al embarcadero. Allí había un ataúd impermeabilizado con grandes bloques de granito fijados a los costados para asegurar el hundimiento. El ataúd estaba completamente sellado, con tubos por los que entraba el aire. Me metieron dentro. Y lo arrojaron al fondo del pantano.

Miró a Sasha esbozando una débil sonrisa, en un intento por restar gravedad a la situación.

- Entre la peste a mierda, orina y vómito y el ruido de lo que fuera que pasaba arrastrándose por encima, la semana que pasé dentro del ataúd fue algo así como un asco. No podía saber qué hora era, no podía ver nada, me moría de hambre... Cuando finalmente me sacaron, la abuela me hizo prometer que de ahora en adelante me portaría bien y no volvería a desobedecerla, porque los niños malos volvían siempre al ataúd.

>>Supongo que fue entonces cuando empecé realmente a creer en Dios. Mis padres habían muerto. La página al día de la abuela empezó a hacer efecto. Sabía que ella no me quería. Dudo que Jody y T.C. pudieran entender siquiera el maldito concepto. Pero, cada día, la Biblia me decía que Dios me amaba. Y pensaba... Bueno... mientras alguien me quiera... Y seguía teniendo a Billy-Bob. Sé que sólo tenía un ojo y todo eso, pero seguía siendo mi amigo, y, tal como estaban las cosas, eso significaba mucho. Mientras tuviera un amigo, habría cierta esperanza en el mundo.

>>Hasta que llegó el día en que T.C. se folló a la gallina.

De manera intencionada, siguió hablando. No quería detenerse en eso, ni quería tampoco ver la expresión de Sasha en aquél preciso momento.

- Billy-Bob se había quedado a pasar la noche por culpa de una tormenta que no le permitió regresar con sus padres, pero la abuela no le dejó quedarse en la casa. Dijo que el granero era suficiente para los de su calaña. Vio lo que no tendría que haber visto. Y T.C. le cortó el cuello. Ataqué a T.C. Y, cuando Jody vino, le ataqué también. Pude encajarle varios golpes, no te creas. Considerándolo todo, que un crío delgaducho de quince años consiguiera meterle dos o tres buenos derechazos a un tipo como Jody no es ninguna tontería... Pero bueno, eventualmente Jody se recuperó de la sorpresa, me desencajó la mandíbula y me partió el codo de tal forma que el hueso se salió por fuera. El cabronazo me curó y me metió en el ataúd durante una noche, utilizando el cadáver de mi amigo como lastre.

>>Lo primero que hice cuando se me curó el brazo fue escapar.

Dio un hondo suspiro, subiendo las manos por la espalda de la mutante hasta descansar en torno a su cuello, mirándola a los ojos.

- Tenía 17 años, era la primera vez que salía de casa y lo único que sabía del mundo era lo que había visto por la tele. Encontré trabajo como mecánico en Lubbock. Trabajaba un par de semanas y luego bajaba al sur, a Austin o San Antonio, y me pulía todo el dinero en alcohol, tabaco y juergas. Uno o dos años después conocí a Tulip. Empezamos a salir y nos dedicábamos a robar coches de lujo para salir adelante. Iba a pedirle que se casara conmigo cuando T.C. y Jody me encontraron y me obligaron a regresar a Angelville.

>>La abuela dejó que Jody me machacara bien y no levanté ni un dedo para detenerle. Odio tener que admitirlo, pero estaba... roto. Había llegado a la conclusión de que no se podía escapar de Angelville. Que, hiciera lo que hiciera, terminarían arrastrándome de vuelta. Aquella vez me dejaron un mes en el ataúd. Y, supongo... que entonces aprendí a amar realmente al señor. Porque... cuando te han aplastado tanto, y a tantos niveles... Cuando ya no te queda ni una pizca de fuerza... cuando ya no puedes luchar... O te refugias en Dios o te terminas poniendo una pistola en la boca.

Volvió a suspirar, apartando la mirada con aire ausente.

- La abuela tiró de algunos hilos y ascendí en tiempo récord dentro de la Iglesia. En un par de años ya estaba predicando la palabra del señor a las buenas gentes de Annville. Un par de años más así y ya me ventilaba una botella de Bourbon cada noche. Hasta que Génesis me encontró -ladeó la cabeza para volver a mirar a la mutante-. Tampoco te he hablado nunca de Génesis, ¿verdad? Resumiendo mucho... es el fruto de la unión prohibida entre un demonio y un ángel. Una fuerza tan poderosa que podría subyugar incluso a Dios. Gracias a Génesis pude mandarlo todo a la mierda, vengarme de la abuela y todos sus monstruos... Y, resumiendo todavía más... digamos que Dios me tenía miedo y quería librarse de mí, así que aprovechó el efecto Omega, que no había llegado a alcanzar mi mundo, para enviarme lejos, a otra dimensión. Y eso es, a grandes, grandes rasgos, todo.

La miró fijamente con su pupila marrón, estudiando sus reacciones ante lo que le había contado. Lo único que no le había mencionado había sido la parte de John Wayne... Pero eso era algo que no había sido nunca capaz de confesar ante nadie, ni siquiera ante Tulip, Gray o Cassidy. Tenía demasiado miedo de que le tomaran por loco, porque una pequeña parte de él era perfectamente consciente de que el Duque estaba muerto, y de que sólo le visitaba cuando no había nadie más con él. Esa pequeña parte de él estaba convencido de que, quizás... sí que estuviera loco... Y tenía demasiado miedo de que le rechazaran por eso. Sabía que el Duque estaría extremadamente molesto por haber decidido omitir esa parte de la historia, pero ya lidiaría con eso cuando llegara el momento.

- Ahora es tu turno -le dijo con suavidad, atrayéndola contra su pecho y acariciando tiernamente su mejilla-. Me dijiste que no tenías recuerdos desde antes de los trece años. Que creías que había sido por algún trauma. ¿Crees que te sentaría bien... hablarlo?