Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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 WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan)

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Lorenzo Borgia
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MensajeTema: WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan)   WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan) Icon_minitime18th Mayo 2022, 01:37

(DFP: Este primer tema se ha narrado con la intervención de Lorenzo de Borgia, Dick Grayson y Omegadust)

Había pasado una semana, de la que no conseguía recordar apenas nada. Todo su mundo se convirtió en una especie de poso turbio en el que apenas era capaz de discernir bien lo que ocurría, ni a sí mismo, ni a su alrededor. Por precaución y tras lo sucedido, Sieglinde le había obligado a tomar quince días de baja antes de llevar a cabo la primera evaluación psiquiátrica en la que se determinaría si se le permitía continuar trabajando. Los lapsus de memoria eran habituales ahora, aunque el derrame de su ojo y sus lesiones físicas se habían curado, otras cosas habían empeorado de manera desorbitada. Las migrañas se sucedían con mucha más frecuencia, su preocupación por Ángela aumentó hasta límites que forzaron a sus compañeros a tratar de hacerle entender que estaba empezando a comportarse de un modo peligroso, pero si había algo que estaba consumiéndole eran aquellos sueños vívidos.

Sueños que le hacían levantarse taquicárdico y cubierto en un sudor helado, jadeando como si tuviera miedo de que alguien, o algo, fuese a arrebatarle todo el aire y le impidiera respirar. A lo largo del día era incapaz de recordarlos, pero en el momento en que se despertaba, en esos breves instantes de lucidez, se acordaba de sus ojos mirándole a través de aquel cristal rojo que la engullía. Su nombre reptaba como una alimaña en su cerebro, enfermando sus pensamientos como una plaga. Entonces se acordaba de ella. De todo lo que había sucedido. De todo lo que le había hecho a sus compañeros. A su hogar. A Ángela.

Sentía con cada fibra de su cuerpo, su alma y su mente hecha pedazos que algo no era como debía ser…

Por mucho que le dijeran, continuaba convencido de que Raven no estaba muerta.

[-----]

Todo lo que le envolvía era rojo. El cielo, el fuego, el aroma del salitre, apenas perceptible bajo la peste que desprendía el azufre y la carne quemada. Miraba con el gesto desencajado surcado en lágrimas sus brazos vacíos, incapaz de procesar lo que había sucedido. Inmerso en esa crisis de ausencia, fué Dick el primero en hacerle retomar la consciencia. Levantó el rostro hacia él, el dolor que su cuerpo debería sentir en esas condiciones había desaparecido. Se encontró con el rostro del joven muchacho envuelto en aquella armadura destrozada, como si fuera la primera vez que lo veía.

- Dónde está…

- Enzo... Renzo... Lorenzo... - los ojos del moreno por fin enfocaron y me devolvieron la mirada. No estaba seguro de si mi voz le había alcanzado por fin, pero al menos había despegado los labios para balbucear lo que yo interpreté como una pregunta. Y la respuesta, no era algo agradable que contar.

- Dónde…- de pronto pestañeó varias veces, dejando caer más lágrimas en su rostro. Si lo notó, no le dio ninguna importancia. - es… estaba… yo…- intentó ordenar su mente, sin conseguirlo. - Estaba… en mi mano… yo… yo la tenia… yo…- sintió una repentina punzada de angustia. - Donde esta…

- Lorenzo... ella ya no está.- conseguí decir, a pesar del dolor que suponían aquellas palabras. Raven había sido mi mejor amiga y mis puños todavía estaban manchados con su sangre. Jamás podría perdonarme había sucedido esa noche, pero ahora tenía otras prioridades antes de retorcerme en mi propia culpa. Debía asegurarme de que todos mis compañeros estuvieran bien.

- No, no… - se contrarió, como si lo que le había dicho Dick no tuviera el menor sentido. - Ella estaba… estaba… en mis manos y… - su corazón blanco brillaba resplandeciente. - y la sacaron… la sacaron de mi…- una de las manos temblorosas se posó sobre su pecho, por el lugar por el que había sido atravesado por aquella saeta roja. - la sacaron y después… me miró… - sus ojos se abrieron, presos de la sorpresa. - Ella me miró… me miró…

Mi rostro se encogió ante el dolor y la confusión que sufría Lorenzo. Le entendía. Le entendía perfectamente. Raven existía, y al segundo siguiente ya nos había dejado. Sabía lo mucho que le importaba la émpata. Todos habíamos luchado con uñas y dientes para poder salvarla... pero al final…

- Lo sé... - me incliné sobre él con lágrimas en los ojos mientras mis manos recogieron las suyas para después acercarlas a su pecho.- Lo sé... - las lágrimas finalmente salieron, resbalando lentamente por mi rostro todavía ensangrentado.- La liberamos de su maldición, Enzo. Se ha ido…

- ¿Se ha… ido?- aquellas palabras fueron como una puñalada. Sintió que se le aceleraba la respiración. Las lágrimas empapaban el rostro de Dick, y entonces se dió cuenta de qué era lo que le enturbiaba la visión.- No. No. ¡NO! - exclamó arrancando sus manos de las de Dick, y dejándolas sobre sus hombros con un agarre firme, casi sobrio. - No, no. Dick, escúchame. ¡Escúchame! - no era agresivo, si no… vehemente. - La he visto. La he visto. Ella abrió los ojos Dick. Los abrió. Me miró. Respiraba. Esa… esa… ella… se la llevó. - sonaba desesperado, pero tenía que hacer que él lo comprendiera. Tenía que entenderlo. - Yo la vi, Dick. Te lo juro. Se la llevó de mis manos, y luego…- levantó la vista, hacia la enorme formación de cristal que parecían dos manos entrelazadas. - Está atrapada… está atrapada ahí dentro. - señaló hacia el cristal. En su interior, bajo la forma de las manos, aún se adivinaba una sombra difusa. - Dick. - pronunció su nombre con necesidad.- Está viva. - jadeó, desesperado. -Tiene que estarlo…- susurró, antes de que las lágrimas volvieran a nublarle la vista.

La brusquedad de su gesto me sorprendió, tanto, que por el peso de la armadura pensé que perdería el equilibrio. No estaba seguro si Lorenzo seguía en fase de negación o intentaba decirme algo...

-¿Qué quieres decir? - al principio pensé que se trataba de su mística visión como nigromante. Quizás él podía ver cosas que para los demás eran invisibles. Pero de pronto fui consciente de la existencia del cristal.

- Es… es lo que estoy tratando de decirte. - respondió, nervioso. Soltó uno de sus hombros para poder señalar la estructura. - La tenía entre mis manos, ¿verdad? En mis manos. ¡Tu lo viste! - el hombre trató de levantarse, recobrando de manera milagrosa la fuerza en sus extremidades. - La tenía en mis manos, ¡Estaba muerta! Luego apareció… esa… esa… esa mujer en la piedra. La cogió y se la llevó. - tocó la estructura con las manos. Era muy sólida. Como un mineral, o una roca. - Me la quitó de las manos, y entonces abrió los ojos. Y ya no era…- los nervios le tensaron las cuerdas vocales. - Ya no era un monstruo. - se vió a sí mismo en el liso reflejo de aquella estructura. Era incapaz de reconocerse en ese rostro desesperado. - Dónde está su cuerpo. ¿Dónde está su cuerpo? - exclamó tratando de alejarse de la piedra y localizarlo, aunque andaba de un modo torpe y miraba sin ver. Eso era. Si no podían encontrarlo, debía llevar razón. ¿verdad?- ¿Puedes creerme Dick? ¿Me crees? - le preguntó con la necesidad de que alguien le apoyara en esa especie de corazonada. Cuanto más hablaba… más real le parecía. - Está ahí dentro. ¡Te digo que está ahí dentro!

Mis ojos vagaron de un lado a otro del rostro del español, incrédulo ante lo que estaba escuchando. Lorenzo seguía confuso, y al ver que sus palabras no conseguían llegarme se alteraba cada vez más. Tenía que hacer todo lo posible para calmarle.- Te creo, amigo... - y mi mano izquierda buscó su hombro, tratando de reconfortarle.- Yo apenas recuerdo nada... cuando me desperté del control del alma Raven ya estaba muerta. Después me lancé a por Trigon y ya no vi nada más. ¿De qué mujer hablas? ¿Cómo era ella? - entonces mis ojos volvieron a lo que parecía una escultura de manos entrelazadas.- ¿Dices que el cuerpo de Raven está aquí dentro? ¿Cómo lo sacamos? ¿Será algún tipo de magia?

Aquellas palabras tranquilizaron al español. Fueron como un bálsamo que calmó la sensación de ser un manojo de nervios. Puede que todos hubieran perdido en sus mentes gran parte de aquel momento inconexo. Lorenzo ni siquiera quería intentar tratar de recordarlo. Había pasado hacía apenas unos minutos, pero su cerebro lo evadía. Seguro que sería mejor así.

-Era…era delgada, muy pequeña. No se si…¿tal vez fuera una niña? - pareció confundido durante un instante. Tratar de recordarla a ella hacía que tuviera que rememorar el peso del cuerpo inerte de Raven en sus manos. - No lo sé. Se envolvió de luz blanca… nunca has visto una luz como esa Dick. - le aseguró, dibujándose en su mente de manera fugaz aquel palpitante corazón puro. Sacudió la cabeza. - Puede que sea magia. No lo se… - se frotó el rostro, cada vez más consciente de sus sensaciones.. - pero lo averiguaremos. - por un instante, volvió aquel brillo a sus ojos. Uno decidido y seguro. Como si por un momento hubiese recuperado la esperanza. - Lo averiguaremos, y la sacaremos de ahí. - Apoyó su mano sobre la de Dick, de vuelta de nuevo a la situación. Se agarró a aquella idea. Se convirtió en el impulso que necesitaba para tener un motivo por el que continuar, ayudar al resto de los miembros supervivientes del equipo, los civiles moribundos y afrontar los segundos de incertidumbre hasta que pudo volver a reunirse con Ángela.

Cuando la estrechó entre sus brazos y ella, apenas consciente, le devolvió aquel débil abrazo, sintió que cargaba el peso del mundo en la ligera presión sobre sus costillas. El amor abrasador que sentía sólo podía rivalizar con el alivio profundo que se revolvía en su interior lleno de culpa. Si la hubiera perdido…

Ni siquiera era capaz de imaginar lo que pasaría.

[----]

La isla era un auténtico hervidero. Cientos de operarios, especialistas de rescate, médicos, policías, cuerpos de seguridad, expertos y periodistas autorizados por todos los periódicos nacionales a internacionales recorrían la isla inmersos en las diversas tareas que debían llevar a cabo para tratar de recuperar la pérdida de uno de los símbolos primordiales de la humanidad. El ataque suponía no sólo la destrucción de uno de los monumentos más famosos del planeta, si no también del duro golpe moral que suponía entender la metáfora que su ausencia significaba para los ciudadanos del “país de la libertad”.

-....ta desolados por los acontecimientos que se sucedieron en este lugar, que es ahora recordatorio de una de las mayores tragedias que a día de hoy amenazan toda nuestra existencia tal y como la conocemos. Aún en muchas localizaciones del planeta se lucha contra los demonios y sus ejércitos. Las pérdidas humanas se cuentan por millones, pero aquí, en Liberty Island, podemos decir que a pesar de la tragedia, se afrontó la adversidad demostrando a todos que aún queda esperanza.- la mujer efectuó una pausa, mirando a la cámara con decisión y firmeza. - Este canal quiere recordar a todos nuestros espectadores que pronto promoverá una petición para que todos los héroes y civiles caídos tengan aquí un monumento en su memoria, para jamás olvidar los sacrificios que se hicieron por todos nosotros. Brenda Birch, para la CNN. - finalizó la transmisión, justo a tiempo de escuchar un grito proviniente de sus proximidades, por la zona del embarcadero.

El viento sopló con fuerza, haciendo que tuviera la necesidad de sujetarse la alborotada melena rizada y negra entornando sus ojos azulados para adaptarlos a la potente luz del sol, mientras el cámara retiraba la lente de su ojo, y procuraba mirar en dirección al revuelo. Varias personas se dirigieron hacia allí a la carrera, y los medios que no estaban retransmitiendo los siguieron.

¡Graydee! ¡Grabalo! - exclamó la periodista, sin saber aún qué sucedía.

A la carrera, con el equipo a cuestas, llegaron a una zona sellada del embarcadero, donde habían colocado unas cuantas verjas de seguridad. En su interior se mostraba una inmensa escultura de cristal rojo. Ya había cubierto en dos ocasiones algunas noticias sin importancia respecto a los yacimientos de ese material, que solían aparecer y desaparecer, sin que nadie supiera de qué se trataban. Un crujido hizo que todos se detuvieran en el sitio, y sus rostros se llenaron de un repentino terror, del que se sobrepusieron sin saber cómo. Las circunstancias eran demasiado recientes, de manera que en la población, el impulso más inmediato que se imponía a lo desconocido era el miedo.

Ante la incrédula mirada de los presentes, aquellas manos de cristal trenzadas sobre sí mismas comenzaron a moverse. Con levedad al principio, de manera más evidente después. Los flashes de las cámaras fotográficas se sucedieron en una marabunta de fogonazos, mientras algunos trataban de pasar más allá de la verja, dificultando la tarea de los vigilantes de seguridad lo bastante para obligarlos a pedir refuerzos, que llegaron de inmediato. La mujer dio unas breves indicaciones a su compañero, que activó el modo de grabación mientras ella se ponía en contacto a través del canal con el estudio, pidiendo paso para la última hora. Treinta y tres segundos. Trató de atusarse el pelo como pudo, mientras volvía a levantar el micrófono, y adoptaba la estudiada expresión segura frente a la cámara. A través del pinganillo, escuchaba el estudio, advirtiendo de una última hora en directo, dándole paso.

-¡Así es, Anderson! Tenemos en primicia para ustedes un extraño fenómeno que se está llevando a cabo ahora mismo, frente a nuestros ojos. La estructura de cristal que pueden ver más allá de las verjas, sobre el embarcadero, está cambiando. Se desconoce el origen de este fenómeno y como los expertos geólogos ya sabrán, esa materia a la que han coincidido en nombrar como “Narina”, tiene varias propiedades que están siendo estudiadas por la comunidad científica. Muchos de ellos datan sus primeras apariciones en el momento de la colisión, motivo por el cual despierta tanta expectación. Observen cómo las siluetas se mueven sobre su superficie.- la cámara se desvió, haciendo uso del zoom para tratar de abarcar las zonas que se movían de manera más evidente.

La joya comenzó a fluctuar sobre sí misma, mientras las dos manos exteriores se deslizaban sobre las interiores, haciendo un bello sonido fluido similar al canto del hielo en un estanque congelado. Parecieron desprenderse, al tiempo que hacían crecer las interiores, fusionándose con ellas hasta desaparecer. Aquello generó una secreta expectación en los que estaban presenciando el fenómeno, pero esta quedó insatisfecha.

Cuando las exteriores desaparecieron, la materia volvió a acomodarse, dejando dos únicas manos en una formación muy distinta. La anterior forma, llena de un devoto amor lleno de delicadeza, se había convertido ahora en la silente expresión de lo que podría interpretarse como una lucha interna. Una mano apretaba en un macizo puño, mientras la otra envolvía esa expresión de fuerza con una cálida caricia comprensiva. Hubo un instante de silencio reverencial, y sólo cuando la voz volvió a sonar en su pinganillo, la reportera reaccionó.

-Ya lo han visto. Por el momento parece que se ha estabilizado. - dijo, insegura en su interior, ya que ninguno de los presentes estaban seguros. - Seguiremos informando en cuanto tengamos oportunidad, y si hubiera nuevos cambios los tendrán en primicia. -Se despide de nuevo Brenda Birch, para la CNN. - notificó, al tiempo que el resto de cadenas continuaban grabando. Jadeó por un instante, recuperando el aliento, y devolvió la vista al cámara, que esperaba expectante.

La mujer comenzó a andar, apartándose del tumulto, sacando del bolsillo de la chaqueta una goma de pelo que le ayudó a coger en un moño aquella característica melena negra indomable.

-¡Brenda!  ¿Es que nos vamos?

¿Estas loco? - le devolvió una sonrisa, con los ojos encendidos. - Vamos a llamar al estudio y a pedir permiso para plantar aquí la cámara. De aquí no se va nadie hasta que sepamos de qué va todo esto. - el hombre dejó salir un suspiro exasperado, hizo un movimiento para recolocar la cámara sobre su hombro y siguió a  la mujer que aceleró sus pasos hacia la camioneta del canal, que había asentada en uno de los muelles, dispuesta a sacar la artillería pesada.

[----]

Cogió el teléfono, preso de una absoluta vehemencia. Acababa de verlo en las noticias. Por primera vez no ser capaz de conciliar el sueño le estaba sirviendo de algo. Aprovechó para dar un repaso a los canales de noticias y la casualidad, o el destino, o la suerte, había querido que presenciara aquel momento tras el reportaje especial de Liberty Island. La roca se había movido. Se había movido. Algo sucedía, y estaba convencido de que tenía que ver con Raven. Se dirigió a su tarjetero y trató de localizar con impaciencia el teléfono de Dick Greyson. Tenía que llamarle para decírselo. Conseguir las imágenes si no las había visto. Ahora tendrían que creerlo. Lo comunicaría también a Sieglinde. Tal vez así le dieran margen para investigarlo. Estaba convencido de que ese movimiento no sería único. Esa gema seguiría cambiando, y cuando por fin se abriera del todo, le daría la razón.

[----]

La Mujer Sin Sombra se aferraba con delicadeza a la criatura rescatada, inmersa en su matriz protectora que ahora hacía las veces de carcasa bajo la que resguardar la metamorfosis que sólo la seguridad de su maternal protección ofrecía en el universo…

Lejos de la estructura en la que se concibió, renaciendo como una sola…

Su ser se desgajó del seno del Peregrino de Atajos tomando una nueva forma…

“Púlsar… bajo su piel… hasta tú has cambiado… con ese poder… obra la humanidad sus milagros…”

Las horas resbalaban sobre su consciencia sedada de toda tribulación, sumisa al poder de su abrazo salvaguarda… Mas el tiempo llegaría de devolverla a su natural estado de libre conciencia y decisión… Una decisión que en esta ocasión no estaba impulsada por la primordial obediencia que la Dama Nívea albergaba para con la matriarcal Narina, cuyos pasos decidía acorde a la penuria exterior…

Esta vez era interna su implacable necesidad…

Habría de tomar por vez primera una decisión con la libertad que de manera excepcional le brindaba la posibilidad del albedrío, dotación cuasi divina que ostentaba toda criatura con la que en el pasado entrara en contacto, pero a la que La Mujer Sin Sombra jamás habría tenido acceso de otro modo, pues siempre le habría sido negado…

Con la hiriente tragedia de su próxima destrucción le había brindado una oportunidad única, irrepetible en su existencia…

Y juntas surcaron cada segmento, cada grieta, cada magma, cada roca, cada esquirla…

“Aprende… tú… nuevo ser… como a mi… me permitieron comprender…”

La decisión se formó bajo el oscilante timbrar de la aureola estrellada…

“… Emoción Nácar…”

Los pétalos de la flor se abren al virginal rocío de una mañana bañada bajo el cálido suspiro del dorado sol templado…

“… Se libre…”

[----]

Conectó con el especial 24 horas, dispuesto a no perderse ni uno sólo de los cambios que pudieran ocurrir en la fluctuación de la gema. Desde la noche anterior, los movimientos se habían intensificado, de una manera tan evidente que las manos parecían rotar una sobre otra, como si estuvieran presas de una indecisión que sólo podían tranquilizar así. Tenía la corazonada de que era algo inminente. Pasara lo que pasase, tendría que ver con Raven. Revivía una y otra vez aquella sensación. La imagen luminosa sostenida entre dos delgadas manos. Al introducirse en su pecho, recordaba haber visto sus ojos abiertos. Haberla oído respirar. Casi estaba convencido de que había hablado, pero ya no sabía cuánto de aquello era real, o sólo algo que él quería creer. Pronto lo sabrían. La estructura se detuvo entonces, suavizando sus movimientos. Se detuvo en el sitio, con una acuciante sensación de anticipación. Se sentó en una de las banquetas del laboratorio y colocó el móvil en horizontal. En cuanto sucediera, llamaría a Dick para contárselo, aunque estaba convencido de que el chico ya estaría informado.

En aquellas imágenes, llenas de expectación, se hizo el silencio. La mano que quedaba en torno al puño comenzó a deslizarse a través de la que mantenía sujeta, hasta desaparecer. Puede que fuese otro de los estadios, antes de…

El movimiento no cesó ahí. Notó como se le encogía el estómago, y el cuerpo se le tensaba por completo. Sus ojos se abrieron, desorbitados, clavándose en aquellas imágenes. El puño comenzó a abrirse, haciendo que se levantara de golpe, haciendo que la banqueta cayera tras de sí, generando un estruendo metálico. Escuchaba su corazón palpitando en los oídos. Su boca y su garganta se secaron, a causa del miedo. Cuando aquellos delgados dedos se abrieron hacia el cielo… en su interior no había nada.

Todo quedó en silencio.

La piedra comenzó a desgastarse, como si el contacto con el aire la consumiera. Llenó Liberty Island de reflejos rojizos, un hermoso espectáculo que recordaba el florecer de los cerezos, creando un instante reverencial que dejó sin habla a los presentes, atrapados en la fascinación del fenómeno que ni siquiera los expertos podían explicar aún. La belleza ultraterrena parecía capaz de aliviar, de algún modo lejos de la comprensión, los pesares que se habían vivido en el lugar.

Cuando terminó de desvanecerse, y la emisión se cortó, Lorenzo se encontró en el reflejo de la pantalla, ahora fundida en negro. En ese pequeño fragmento vacío, las lágrimas le caían a borbotones a través de los ojos, desbordado de unos sentimientos que le era imposible gestionar.

Porque había frustración, dolor y rabia… pero también una innegable sensación de alivio y paz que le hacía sentir miserable por completo.

[----]

El hombre cogió el teléfono por inercia en cuanto sonó. Ni siquiera miró primero la pantalla para comprobar quién le llamaba. Había estado bebiendo, a pesar de que estaba contraindicado cuando se tomaban relajantes. Los párpados le pesaban como dos losas, y no estaba seguro de si había pasado un minuto o una hora desde que había cerrado los ojos, apoyado en la mesa del escritorio. Chasqueó la lengua tratando de humedecer el interior de una boca pastosa y con regusto a zapato.

- ¿Quién es?

-¿Lorenzo? Soy Dick ... -su voz lo confirmaba, pero estaba claro que no era su tono habitual. Era evidente que no iba a mejorar tan pronto, pero le preocupaba lo que había ocurrido recientemente. La crisálida que había dejado la Narina no había sido nada más que una mera decoración ambarina. No quedaba ningún rastro del alma de Raven, y aunque algo le decía desde un principio que aquella no era más que una vana esperanza... había decidido creer en el nigromante hasta el final. - Llamaba para saber como te encuentras... ¿Quieres hablar?

Cuando escuchó la voz, se incorporó todo lo que pudo. Se frotó la cara, tratando de acabar con el hormigueo que sentía, como si ese gesto pudiese quitarle esa especie de resaca de mezcla de encima. Peinó el pelo largo que le cubría la cara hacia atrás, molesto por no poder tener el rostro despejado para tener una conversación que, de todo punto, no quería tener.

- Dick. Hola - respondió, tratando de utilizar un tono cordial que apenas llegó a destacar por el tono, aún pegajoso.  - Si, si. Claro. Has visto... bueno. - titubeó, tratando de encontrar en la neblina alcoholica las palabras adecuadas. - Se me escapó algo, ¿verdad? ¿Has conseguido alguna información nueva? ¿Algo que nos ayude a descubrir que ha podido pasar?

-Lo siento... no tengo ninguna pista nueva... - le contestó, con toda la calma que puedo ofrecerle por teléfono. Sé que no está bien, pero es el poco consuelo que puedo brindarle ahora mismo.- Enzo... está bien que nos mantengamos alerta por si hay alguna novedad acerca de Raven... pero también cabe la posibilidad de que ella... bueno, de que Raven se haya ido. Estoy bastante preocupado por ti... y no quiero que arriesgues tu salud en esto.

Un silencio se extendió a través de la línea telefónica. Al otro lado del auricular, el español hacía lo posible por evitar que le temblara el pulso. Apretó la mandíbula mientras su mente pasaba a trompicones por recuerdos que estaban empezando a parecer más propios de un delirio que de una realidad. Eso sí que le aterrorizaba por completo. La idea… de que se lo estuviera inventando todo.

-No, no. Dick. Sé… sé que la cosa no ha salido como esperábamos. ¿vale? Lo entiendo. - su tono, esta vez pareció más conciliador, pero en él se filtró un toque de inquietud que su interlocutor no podría pasar por alto. - Sé que no era como pensábamos, pero no importa. No paran de descubrir cosas nuevas de ese mineral. Tal vez sólo… - De nuevo aquellas sensaciones encontradas. No quería renunciar a ello. La había visto. Debía llevar razón pero… ¿De verdad necesitaba tanto creerlo? - tenemos que darle tiempo.- sus palabras ya estaban derrotadas antes de abandonar sus labios. Incluso él pudo darse cuenta de que aquel remate había sido amargo.

- Te entiendo, Enzo... - ahí estaba de nuevo mi entrenamiento con el mejor detective del mundo. Incluso en la sutileza de su tono, sabía que el Nigromante estaba desesperado. Aquel había sido un golpe duro, y la muerte de Raven no era algo de lo que pudiera recuperarse fácilmente. Pero lo más difícil para él... para nosotros, sería aceptar que ella se ha ido para siempre.- No vamos a abandonar a Raven, esté donde esté... pero tampoco vamos a dejar que esto nos consuma ¿de acuerdo? Si lo necesitas, conozco a una buena psicóloga que podría ayudarte con el proceso del duelo…

- ¡No!. - aquel sonido resultó aún más cortante en la boca del español. Dick no le había conocido en su mejor momento, desde luego, pero hasta él sería capaz de reconocer que había más de un mundo entre el hombre que había aparecido en la batcueva y el que ahora le hablaba al otro lado del teléfono. - No, no es necesario, en serio… - se apresuró a añadir, tratando de nuevo de controlar el tono. Sus ojos se habían puesto borrosos, y no estaba seguro de que fuera a causa del alcohol. - aquí… aquí tengo toda la ayuda que necesito. No te preocupes por mí. Me harán un exámen psicológico pronto. - no era mentira, aunque lo dijo con el único objetivo de apaciguar la preocupación del joven Grayson. - Me centraré en recuperarme y… Ahora mismo estoy de baja. - le informó, agarrado al clavo ardiendo de que el tiempo todo lo sanaba. - Sólo… - su gesto se rompió en una mueca de pesar. Intentaba resistirse, pero la borrachera no le dejaba. - Si… si te enteras de alguna otra cosa… de cualquier cosa tú… - carraspeó, aún con la garganta rasposa. - ¿Me la dirías, verdad?

Ante la negativa mi cuerpo se tensó. Eso necesitaba ayuda desesperadamente, pero él seguía insistiendo que no era así, que estaba bien, que no lo necesitaba... eso sólo demostraba que era incapaz de ver el problema y haría más difícil el poder ayudarlo.

- ¿Aquí? ¿Te refieres... a Sieglinde? - esperaba que al menos eso fuera verdad y la MKL cuidara de los suyos.

- Si. Todos mis compañeros están pendientes de mí. De verdad. - insistió, tratando de que esa premisa tranquilizara al joven líder de los Titanes, sobre el que había caído una carga que no le habría deseado ni a su peor enemigo.

- Sé que es difícil, pero debes ser paciente y descansar. Hemos estado bajo mucha presión durante la guerra contra los demonios, y se siente... extraño tener un poco de tranquilidad. Aunque en nuestras cabezas haya horrores que no vamos a poder olvidar... -dejé escapar un leve suspiro, dedicándole un segundo de mis pensamientos a todas las personas que perdimos en combate. A Raven, Oliver, Zatanna... a mi padre...- Claro, si encuentro cualquier pista sobre Raven serás el primero en saberlo... - respondí, a pesar de que mi corazón me decía que esa búsqueda sería en vano.- Y quiero que sepas que estaré aquí si me necesitas. No dudes en llamarme…

Se hizo una breve pausa. Un instante en el que Lorenzo tuvo que hacer hincapié en centrarse en los consejos de aquel muchacho que, después de los horrores que había pasado, continuaba tratando de ayudar más allá del deber. Envidió en silencio aquella fuerza, que estaba claro que él no tenía.

- Lo intentaré. - fué lo único que pudo articular, antes de unas lágrimas turbias le empañaran los ojos otra vez. Se sentía débil, humillado y vulnerable. El alcohol no ayudaba en absoluto. - Muchas gracias por todo Dick. - le dijo en serio, aunque le dolió un poco. -  Cuenta conmigo. - aquello casi era un deseo, más que una oferta. Tras una escueta despedida colgó el teléfono. Contempló la botella de alcohol encima de su escritorio. Alargó la mano dispuesto a servirse otra copa, y con torpeza la tiró sin querer. - ¡Mierda! - Trató de levantarla, no sin antes que vertiera parte del contenido por la madera. Sintió que su cuerpo se tensaba, que una cantidad inmensa de energía se condensaba en cada fibra de su ser. Perdió todo autocontrol, y apresado por la frustración y la rabia, sujetó con fuerza el cuello de la botella, la levantó cogiendo todo el impulso que pudo y la arrojó con un gruñido gutural contra la pared de piedra junto a la puerta. La botella se hizo añicos, con un intenso estruendo que le devolvió a la realidad.

Woodrow AH hizo un rápido reconocimiento de la sala, siendo incapaz de detectar amenazas, y desapareciendo acto seguido tras cumplir el protocolo de seguridad dictaminado.

Lorenzo se quedó mirando el líquido resbalando por la pared mientras jadeaba, incrédulo de que aquel arrebato hubiese provenido de sí mismo. Cuando su conciencia alcanzó a comprenderlo, le hizo sentir miserable. Se sentó en su silla y se reclinó hacia atrás, rendido en absoluto. El cansancio le alcanzó de manera abrupta y agitada, no sin haberle dado un margen para que se revolcara en su autocompasión.

En sus sueños, contemplaba horrorizado como sus seres queridos caían a un abismo en el que se retorcía un mar rojo, creando un remolino que los engullía por completo.

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MensajeTema: Re: WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan)   WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan) Icon_minitime25th Junio 2022, 01:49

¿Merece la pena, Lorenzo? El dolor que has soportado éstos últimos días, el frío en el corazón, la lluvia en tu alma... ¿sólo para encontrarme? ¿Realmente crees que lo merezco? ¿Realmente crees que lo valgo? Vete, no me busques. Si te quisiera conmigo te lo habría hecho saber. Oh, créeme, lo sabrías.

WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan) Sun-4832739_1280


El día que la narina se abrió no quedaba rastro de los furiosos cielos rojos que habían cubierto Nueva York en el momento de la invasión. Hacía una resplandeciente tarde de primavera, y el sol lucía radiante en las alturas.

En algún lugar en el interior de un frondoso bosque, se produjo una silenciosa explosión conformada únicamente por una luz extremadamente brillante y blanca, y, si hubiera habido alguien para verlo, habría podido jurar que aquella luz tenía la forma de un pájaro gigantesco...

Cuando la luz desapareció, todo cuanto quedó fue la figura desnuda de una hermosísima y joven mujer de largos cabellos azabache que yacía sobre un lecho de cristales del color de la sangre que la mantenían segura y protegida como si se tratara de un nido. Poco a poco, los cristales se fueron fundiendo y penetrando en la tierra como hielo derretido, y, al final, lo único que quedó, fue una extraña flor color carmesí al lado del cuerpo de la mujer durmiente.

Finalmente, ella abrió los ojos y se incorporó pacíficamente, como quien despierta de un agradable sueño, y miró a su alrededor con placidez, reparando en la pequeña flor que se encontraba a su lado. Extendió un dedo para acariciar los pétalos y notó que sus ojos se humedecían por unas lágrimas que no supo entender, pero no era una sensación desagradable, sino al contrario. Le hacía sentir... bien. Segura. Notó entonces un contacto frío sobre su muslo, y, al girarse, pudo ver a un pequeño conejo gris que, contradiciendo todos los impulsos naturales de los animales salvajes, se había acercado hasta ella como si supiera que no había nada que temer. A su lado había una serpiente que tampoco mostraba resquemor alguno, ni trató de atacar en ningún momento. Era como si de la mujer irradiara una especie de aura de paz que de alguna manera era capaz de influir en los animales que la rodeaban. Ella sonrió dulcemente y extendió una mano de estilizados dedos para rascar al pequeño mamífero entre las orejas. Después, éste se apartó y la mujer pasó sus dedos sobre el escamoso tronco de la serpiente, en cuya superficie se reflejaban los rayos del sol.

WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan) Serpiente

Y, entonces, lo notó. Una sensación extremadamente desagradable que se traducía en un dolor intenso en su cabeza. Un ser vivo... sufría... cerca de allí.

Poniéndose en pie dio un par de pasos tentativos, con la inseguridad de quien debe aprender nuevamente a andar. Con el tiempo, los recuerdos regresarían, pero, por el momento, era una criatura que acababa de nacer de nuevo en aquél mundo.

La sensación de dolor la condujo hacia una casa enorme que se alzaba en una pradera cerca del bosque. Junto a la casa había una empalizada con caballos dentro, y por los terrenos había jinetes en sus monturas realizando tareas diversas. Pero, sin duda, el mayor ajetreo se condensaba en torno a una yegua que parecía muy nerviosa. Se tumbaba y levantaba continuamente, y, cuando estaba en el suelo, se podían observar claramente fuertes contracciones abdominales; aquél animal estaba de parto, y había varias personas rodeándola. El potro había sacado ya las dos extremidades anteriores, pero la mujer supo de manera instintiva que algo no iba bien. El animal ya debería haber salido; ¿qué lo estaba reteniendo? Varios hombres intentaron acercarse a la yegua, pero ésta empezó a rebufar y piafar, aterrorizada, impiendo que pudieran darle la ayuda que precisaba. Un mozo de cuadras consiguió finalmente sujetarla por el cuello para que el veterinario pudiera acercarse a explorar.

- ¡La cabeza no está en el canal pélvico! -gritó a un hombre más joven que se había acercado a ayudarle-. ¡Está en la zona ventral de la cavidad abdominal!

El veterinario sabía que tenían que romper la placenta y sacar fuera los ollares del potro para que pudiera respirar, pero la yegua, enloquecida, no paraba de cocear, haciéndolo virtualmente imposible. Si no actuaban rápido, la cría se ahogaría en el líquido amniótico o se asfixiaría.

La situación se estaba volviendo desesperada, hasta que, gradualmente, la yegua empezó a calmarse, dejando poco a poco de revolverse y de resistir los esfuerzos del mozo que trataba de sujetarla. El veterinario inicialmente no entendió a qué se había debido el súbito cambio de actitud, hasta que un coro de repentinas exclamaciones y murmullos le hizo mirar hacia atrás.

Lo que vio le dejó de piedra.

Una hermosa joven de piel blanca como la nieve que contrastaba notoriamente con el color de su pelo avanzaba desnuda hacia ellos. Sus ojos grises transmitían una profunda serenidad, y no parecía ser consciente de su desnudez, concentrada únicamente en el doliente animal. Viendo que parecía estar ejerciendo un efecto calmante sobre la yegua, la permitieron acercarse. También porque estaban demasiado impactados y estupefactos ante la escena y ante el aura de paz que la mujer transmitía. Cuando estuvo ante la hembra, apoyó su mano en su cabeza y terminó de tranquilizarse por completo, como si no se encontrara de parto. La pequeña gema roja que resplandecía en la pálida piel de su frente comenzó a emitir un suave y cálido resplandor.

El veterinario no entendía lo que estaba pasando, pero lo que sí sabía es que tenía que aprovechar la situación, así que, rápidamente, entre él y su ayudante rompieron la placenta, derramando el líquido amniótico, y empezaron a tirar de las patas delanteras para sacar la cabeza del potro. Una vez estuvo fuera la situación era menos urgente, pero la cruz del animal continuaba enganchada en la cavidad pélvica, por lo que tuvieron que seguir tirando. Justo cuando estaban a punto de sacar los cuartos traseros, el asustado animal asestó una coz que provocó un monumental desgarro en la madre, que emitió un escalofriante gemido. El rostro de la mujer pálida se contrajo, como si, de alguna manera, estuviera experimentando en sí misma el dolor de la madre, pero la gema de su frente resplandeció con mayor intensidad y, a los pocos segundos, la yegua se calmó, y la rigidez también desapareció de las serenas facciones. El veterinario pudo comprobar, asombrado, cómo el desgarro rectovaginal de la yegua se cerraba ante sus ojos, desapareciendo sin dejar rastro.

Ahora que la situación de la madre estaba controlada, centró su atención en el potro, que estaba exhausto por el agotador parto, reanimándolo y comprobando los ollares y la boca para asegurarse de que podía respirar bien. Después se dedicó a cortar el cordón umbilical y pinzarlo para evitar el sangrado. Por su parte, la misteriosa mujer no abandonó el lado de la yegua. Sabía que el potro estaba bien, pero el útero de la madre seguía realizando contracciones que se traslucían en señales de dolor que la émpata procuraba absorber en cuanto se producían, esforzándose en mantenerla tranquila y calmada.

Cuando todo hubo terminado, notó cómo alguien dejaba caer una manta áspera sobre sus hombros, y el veterinario se aproximó hacia ella.

- No sé quién es, y no sé cómo darle las gracias, señorita, pero ahora debemos dejarlos solos para que se produzca el reconocimiento materno fetal.

- Materno... fetal...

Fueron las primeras palabras que pronunció, y, al momento, su diestra buscó apoyarse inconscientemente sobre su propio vientre.

Reconocimiento materno fetal... El vínculo entre madre e hijo...

Y, en ese instante, lo supo.

Había una vida latiendo en su interior.

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MensajeTema: Re: WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan)   WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan) Icon_minitime15th Mayo 2023, 22:01

Habían empezado a compartir una especie de consensuado equilibrio entre los dos. Cuanto más tiempo pasaban juntos, mas rápido se había vuelto su pensamiento, más certera su comunicación y mejor el entendimiento de las nuevas dimensiones de su cuerpo. Para Papa Legba, aún resultaba complicado recordar algunas de las cosas más esenciales a las que había renunciado hace mucho. Comer y mascar tabaco eran las únicas que nunca se perdía. Conciliar el sueño durante la primera semana había sido un tormento. El Dios parecía incapaz de dejar la mente en blanco, y por su parte, la vaquera siempre se había caracterizado por tener el sueño ligero. La única solución que se les había ocurrido para afrontar ese inconveniente había sido extenuarse hasta un límite que permitiera prácticamente caer rendidos de agotamiento. Lo cual tenía sus propios inconvenientes.

En otro tiempo, su despertar había sido tan rápido como su capacidad de acertar los blancos en un torneo de tiro. Ahora, su despertar era lento y sosegado, hasta que sus mentes se alineaban de nuevo. Soñaban mucho, aunque apenas se acordaban del contenido. Puede que fueran parte de sus vidas. De su pasado. O una ficción sin sentido construída con el subconsciente de ambos.

En cualquier caso, se perdieron las dos primeras llamadas de aviso, y sólo fueron capaces de responder a la tercera. Cuando lo hicieron, salieron con torpeza de la cama, cayendo al suelo. Las piernas no les sostenían.

- ¡Espabila! - exclamó su voz mezclada, mientras rebuscaba en los cajones su ropa, poniéndosela. Lo único que tranquilizaba a la Sheriff era saber que ahora, ante las emergencias, Legba podía poner de su parte para solventar su retraso.

Esa manera de moverse, que él llamaba "smog", había resultado serles de lo más útil. Era la única manera de poder continuar manteniendo sus apretadas agendas.

Una vez estuvieron preparados, desperezados y frescos, salieron por la puerta de su hogar. Por alguna razón a la vaquera le parecía que el mareo se atenuaba cuando iba de un exterior a otro exterior, o de un interior a otro. Puede que fuera por el retraso de sus ojos al adaptarse, o por el cambio de nivel y textura del suelo. Fuera por lo que fuera, resultaba mejor para ambos.

- Lista. - dijo en voz alta, antes de que su cuerpo se deshiciera en una voluta de humo, que se disipó en el aire.

Legba no tardó en encontrar el lugar. Y no precisamente por la afluencia de los trabajadores. Una energía anómala, y de lo mas atíìpica había hecho acto de presencia en el rancho. Y el Dios no tenía intención de perdérselo.

[---]

Llegaron justo a tiempo para ver a los hombres arremolinarse en torno a la yegua intratable. Estaba sufriendo a causa de las complicaciones del parto, y estaban a punto de retomar su forma física, cuando algo la contuvo.

"Espera."

La silueta de una joven desnuda apareció en sus campos de visión, y pudo notar como su curiosidad crecía, puede que aumentada por la propia que Legba experimentaba. Aunque compartían en cierta manera sus emociones y pensamientos, ambos tenían pequeños espacios privados (o eso creía Rebecca), y luchar contra el instinto inmediato de cobrar de nuevo su forma física y ayudar al animal de inmediato habría resultado difícil para el Dios, de no ser por el aura que desprendía la misteriosa mujer. Su mera presencia pareció capaz de apaciguar al animal, a pesar de ser evidente que se encontraba presa del dolor.

El parto se sucedió bajo la atenta mirada de la entidad, y tanto Legba como Rebecca observaban atentamente, aunque por diferentes motivos. A ella, la movía el instinto protector para con la yegua y era muy capaz de interpretar el efecto calmante que la muchacha tenía sobre el animal aunque fuera incapaz de comprender cómo era capaz de lograr algo así. Legba, sin embargo...

Bueno, sólo la vieja conciencia del inmortal sabía qué bullía en el fondo de sus pensamientos.

No fué hasta que el parto estuvo terminado, y la yegua sanada, que sus hombres se aproximaron a la joven. Momento en el cual, adoptaron de nuevo su forma física.

El mareo se les agarró a la boca del estómago, les secó la boca y les dió una leve náusea, que solucionaron metiéndose en la boca una de las bolas de pasta de tabaco, que aprovecharon para ayudar a la salivación.

- Bueno, bueno, bueno...- se sonrió con suavidad, calándose el sombrero. Los presentes dieron un respingo. - Mirad este estupendo ejemplar. - murmuró andando hacia el grupo con tranquilidad. La yegua comenzó a acicalar a la cría, mientras les dejaban espacio. - Fijáos en esos pequeños "deditos de hada"- murmuró, dándose un momento más para contemplar al potro. Dirigió una mirada directa a todos sus muchachos, y luego, se detuvo en la joven muchacha. - Gran trabajo. - reconoció.

Luego, la repasaron de arriba a abajo. Había algo familiar en ella, pero no sabría decir qué. Una imagen difusa se entremezcló en sus mentes, pero se desvaneció como si no hubiera sido mas que un pensamiento casual.

- Esto te irá mejor que esa vieja y áspera manta. - sugirió la mestiza de piel tostada, y calavera blanca en el rostro, mientras tiraba de la manta con la que la habían cubierto, arrojándola a un lado, y quitándose su propio poncho, tendiéndoselo a ella y pasándolo en torno a su cuello. Con el tamaño que tenía, y siendo la joven tan menuda, le permitía cubrir su cuerpo blanquecino de las inclemencias del sol. Y también de los apetitos que los muchachos, ahora ociosos, pudieran llegar a empezar a experimentar. - Ven. Acompáñame. - se detuvo, tan sólo un momento más. - Aseguráos de que madre e hijo se encuentran bien. Mantenedlos vigilados, hidratados y bien alimentados. Y adecentadles bien el establo. Ya ha tenido un día bastante duro. - los hombres asintieron y se pusieron a trabajar de inmediato. Rebecca y Legba se detuvieron a unos cuantos metros, alejándose lo suficiente para que sus palabras no llegadan a oídos de ningún trabajador curioso. - Ha sido impresionante lo que has hecho. - dejó la frase en el aire, tratando de que la joven le diera un nombre al que referirse. Su expresión parecía ausente, como perdida en sus propios pensamientos. - ¿Puedo saber tu nombre, para poder agradecértelo como se debe? - preguntó, tratando de redirigir su atención hacia ellos.

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MensajeTema: Re: WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan)   WWD: El fénix en blanco. (Dick Grayson, Lorenzo Borgia, OmegaDust, Raven, Rebecca Logan) Icon_minitime28th Mayo 2023, 00:30

La joven mujer se dejó hacer sin oponer resistencia, permitiendo con docilidad que le retiraran la manta para descubrir, brevemente, un cuerpo delgado, poco torneado, con la definición que podría tener el cuerpo de una adolescente que recién descubría su sexualidad, aunque era evidente por sus rasgos que ya debía de haber alcanzado la veintena. Su mirada calmada y serena, no obstante, parecía la de alguien incluso mayor. Su piel era blanca como la nieve, de apariencia suave como la seda, carente de imperfecciones de ningún tipo, y sus manos, de largos y estilizados dedos, parecían las de alguien que jamás ha tenido que realizar ninguna clase de trabajo físico. El cabello, negro como ala de cuervo, enmarcaba un rostro fino pero armónico en el que destacaba una pequeña gema carmesí en el centro de su frente. Su aspecto general era delicado; casi parecía que flotara en lugar de andar.

Aquellos ojos sabios y calmados se enfocaron en la vaquera mientras le pasaba el poncho por la cabeza. No sabía quién era, ni dónde estaba, pero había cosas que era capaz de captar de manera intuitiva. De la misma manera que el intenso dolor del animal la había atraído hasta allí, era ahora capaz de percibir otra cosa, algo que apenas era capaz de entender. Y es que, la mujer rubia que tenía ante sí, tenía algo que la hacía diferir del resto de trabajadores allí reunidos, y eso era la increíble y poderosa fuerza que emanaba de ella. La morena no sabía si había percibido alguna vez algo semejante porque no albergaba recuerdo alguno anterior a su despertar, pero tenía la sensación de que, de haber sido así, de alguna manera lo sabría. Había algo dentro de ella, poseyéndola, pero no percibía dolor. No parecía haber nada lastimándola, y tampoco se estaba desarrollando una lucha en su interior por expulsar la fuerza. Qué era esa fuerza y cómo se había adueñado de ella, no lo sabía, pero, fuera lo que fuese, parecía haber armonía. Tampoco percibía peligro inminente, así que la siguió hasta que se detuvo a cierta distancia del resto de trabajadores. La azariana no reaccionó ante el cumplido, observando a su alrededor con el asombro de un recién nacido como si no lo hubiera registrado siquiera. Cuando le preguntó su nombre se detuvo un segundo, desconcertada, las delicadas facciones de su cara frunciéndose ligeramente en un intento por recordar. Tenía la sensación de que los nombres eran algo muy importante, pero no conseguía recordar el suyo, si es que acaso tenía uno.

- No lo recuerdo -musitó al fin, guardando unos segundos más de pensativo silencio antes de responder con decisión-: Rachel. Ese nombre resuena dentro de mí. Me gusta -se volvió a mirar a Rebecca-. ¿Todas las criaturas vivientes tienen un nombre? ¿Cuál es el tuyo?

Se volvió a mirar de nuevo a la yegua y al potrillo, que aún estaban dentro del alcance de visión.

- No tienes que agradecérmelo. Su dolor me atrajo hacia ella. Su agonía fluía dentro de mí, y a través de mi alma. No podía hacer otra cosa más que ayudarla. No había manera alguna de que hubiera podido ignorarla.

Pero ahora que el sufrimiento del animal se había calmado, y que sus sentidos se habían acostumbrado a la poderosa energía que emanaba de Rebecca, podía percibir algo más... Algo oscuro y primitivo que se desprendía de la manera en la que la mayoría de los hombres continuaban mirándola desde la distancia. Sus suaves dedos aferraron el tacto áspero del poncho, repentinamente consciente de su desnudez bajo él. No sabía por qué, pero la situación comenzó a generarle malestar.

- ¿Puedo preguntar... qué lugar es éste? ¿Dónde nos encontramos? No sé... -su ceño se frunció una vez más, tratando de recordar-. No sé quién soy... ni dónde debería estar... o ir... Ni siquiera tengo ropa...

De repente, el pensamiento de marcharse de allí con tan sólo el poncho la llenaba de una especie de terror instintivo y primigenio. Se aferró más a él.

- Y creo... creo... que soy como la yegua... -su mano se desplazó de nuevo hacia su vientre, donde podía notar aquella segunda vida-. Que me pasa lo mismo que a ella...

No tenía motivos para ocultarlo. Ninguna de las dos sabía quién era la otra, y estaba tan sola, confundida y asustada... No tenía a dónde ir, no sabía qué hacer... ¿Cómo iba a vivir? Cuando naciera la criatura... ¿cómo iba a poder ocuparse de ella? Necesitaba ayuda... y, en aquellos momentos, Rebecca era la única que podía proporcionársela.

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