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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Tema: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC) 14th Mayo 2022, 02:58
11 de Septiembre, 2018 05.06 de la Noche Carretera suroeste, Km 322 Forth Worth, Texas.
En una noche fresca para ser verano, la dispersa comitiva había empezado a consumir poco a poco los kilómetros que les separaban de sus respectivos objetivos. Tardaron casi cuatro meses en ponerse en contacto con ellos, sin noticias de ningún tipo. La organización para la que trabajaban había mantenido un silencio sepulcral. Lo único que habían aclarado es que cuando llegara el momento, tendrían que estar preparados. La notificación se transmitió a las 13.32 de la mañana del día anterior. Ya fuera por una cuestión de celo, o protocolo, eso daba muy poco margen para la reacción. Cualquier intento de haber tratado de informar a alguien externo habría sido en vano, ya que los tiempos a los que debían ceñirse eran en extremo ajustados. Sólo recoger los vehículos en los puntos clave y asegurar la reunión de planificación en las horas establecidas resultaba casi imposible de cumplir. Puede que eso formara parte del motivo del éxito de Hydra. La incapacidad de dejar que sus ejecutores se detuvieran ni un solo instante a reflexionar parecía una de sus más eficaces herramientas de control entre sus filas.
Al volante de un Chevrolet tipo camioneta de color negro se encontraba Gunter Blösche, un imponente hombre ario de unos cuarenta años, rictus severo y porte amenazante de más de dos metros de altura. Iba ataviado con una especie de uniforme militar que, sin embargo, no estaba actualizado ni era reconocible como perteneciente a ninguna nación concreta. A su lado como copiloto se encontraba Herman Wolf, un hombre en torno a la treintena ataviado con lo que parecía ropa de aviador y una expresión inquietante llena de serena decisión. El vehículo habilitado con una matrícula autorizada circulaba a través de la carretera secundaria que les llevaría hasta el segmento donde debía agruparse y encontrarse con el resto del equipo.
Gunter había tardado más de un año en escalar en la pequeña célula, que no superaba la veintena de personas, hasta llegar a convertirse en el segundo al mando sólo por debajo del principal líder, Von Krupt. Para conseguirlo tres hombres habían tenido que morir antes que él, con la consiguiente amenaza de disolución de sus actividades. La pérdida de un líder nunca era algo irreparable, pero sí lo era consiguiente investigación sobre los miembros para asegurar que el líder fallecía siempre en el cumplimiento de su único objetivo. El éxito de Hydra. Ante cualquier posible sospecha de intromisión externa o de intereses de terceros, la célula se disolvía. Podían tardar semanas, meses o incluso años en volver a contactar contigo si es que les quedaba algún tipo de interés en que volvieras a la actividad. Si alguien quería tener alguna posibilidad de volver, debía ameritarlo. A veces llegando a entregar la vida por la causa.
La única otra manera, era la que tanto él como su copiloto habían llevado a cabo durante su estancia en esa asignación. Trabajando en conseguir resultados excepcionales en misiones individuales que les eran asignadas con el único objetivo de cuantificar su valía para lo que podría deberse a un posible ascenso. Al menos eso era lo que ambos esperaban.
Herman tenía una ávida sed de poder que podía entreverse en puntuales ocasiones, pero que enmascaraba con una facilidad asombrosa. Por su parte, el objetivo de Gunter era el ascenso, con una motivación muy distinta.
- Ninguna codificación por el momento. - informó Herman con tono desapasionado tras la última comprobación, retomando su postura sobre el asiento con rigidez.
Asentí con la cabeza, tratando de mantener mi mente ocupada en repasar el objetivo de la misión. Encontrarnos en la sección del kilometraje adecuada. Intercambiar los dos vehículos y su contenido. Custodiarlo hasta el almacén ubicado en la nave industrializada de Forth Worth. Disolver la agrupación y esperar nuevas órdenes del teniente Von Krupt.
Pocos kilómetros después, el camión Atecco carrier apareció en nuestro campo de visión. Su red de comunicación se acopló con la nuestra sin necesidad de reconectar. La tecnología militar de la que disponíamos era superior. Un Hyundai gris metalizado nos adelantó por la izquierda, efectuando maniobras bien medidas hasta colocarse dos vehículos por delante del camión blanco. Tercera línea, acoplada en el sistema de transmisión. Salió tres desviaciones antes que el resto de vehículos, justo cuando el Honda negro ocupaba su lugar en la sección frontal de la escolta. Todo ello con una coreografía perfecta que hasta un ojo entrenado habría sido incapaz de distinguir con un tráfico habitual. Se aproximaron a la salida de la carretera secundaria, que tomaron junto a varios otros vehículos que circulaban a esas horas de la noche. Viajeros, conductores profesionales, trabajadores de carga y descarga. Tanto daba. Su presencia proporcionaba una cobertura perfecta.
Mantuve la respiración profunda a propósito. La misión en sí misma no debía presentar dificultad alguna, pero los imprevistos podían suceder. En este caso, era mucho lo que estaba en juego. Escuchaba en el fondo de mis oídos el sutil silbido que hacía el aire al cortarse contra la espada de Damocles suspendida sobre mi cabeza. Ignoraba de manera consciente el hormigueo de mis dedos. Siempre que efectuaba algún trabajo de campo la sensación de alerta era constante. Me martilleaba las sienes amenazando con enloquecerme o hacerme dar un paso en falso. Algo que no podía permitirme bajo ningún concepto.
Por otra parte, estaba el trabajo de varias generaciones y lo que la victoria podía significar. La promesa de acabar con aquellos que destrozaron nuestras vidas para nosotros, nuestros antepasados y nuestras generaciones venideras. Dentro de aquella fantasía de hombre alemán resistía la segunda Dama de Hierro que sostenía la pantomima. Incluso si me hacía pedazos, merecería la pena, porque cada día en que aguantaba aquella tortura era un día más próximo para el fin de Hydra.
Y esa fe arraigada sostenía el valor con que me decidía a sobrellevar el riesgo con casi tanta vehemencia como el fanatismo desmedido de los nazis por las viejas ideas de un Reich que nunca más debía volver a ver amanecer.
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Tema: Re: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC) 4th Junio 2022, 04:19
11 de Septiembre, 2018. 00:00 AM. Forth Worth, Texas.
Esta fecha siempre me deprime pero, este año, lo hace especialmente… No quiero sonar como un cliché aunque… ¿Qué demonios? Nadie tiene por qué leer esto a parte de mí, así que tengo derecho a sonar como me apetezca ¿No? Dios, a veces… a veces es un tanto absurdo. He intentado llevar un diario en el pasado pero, se supone que debe ser algo íntimo, personal. Las otras veces que he hecho la prueba… era demasiado formal. Más que un reflejo subjetivo de mis vivencias siempre he sonado como un reporte de misión. Lo mío, ya se sabe, son las artes plásticas. O, al menos, lo sabe quien me conoce de verdad. Nunca me he creído especialmente dotado para las letras, por mucho que digan que tengo facilidad para los discursos. La única vez que he escrito de verdad, desde el corazón, era cuando escribía a Peggy desde el frente, en la guerra. Mi guerra. He luchado muchas pero, no sé por qué, sigo considerando aquella mi guerra. La guerra difícil, pero a la vez tan sencilla. La guerra justa. La de buenos y malos. La del loco megalómano y los defensores de la libertad. Nada era, por supuesto, tan simple. Pero mis ojos no estaban preparados por aquel entonces para ver los grises. Me digo que el mundo ha cambiado, que es más sucio, más oscuro, más complicado. Pero… puede que no. Puede que sea yo quien ha cambiado.
Divago de nuevo, así que empezaré otra vez. Esta fecha siempre me deprime pero, este año, lo hace especialmente. Y, como decía, puede parecer todo un cliché que el Capitán América se deprima el once de septiembre. El símbolo se deprime con la nación, en un aniversario de esos que nadie quiere celebrar. Cuando la guerra llegó por primera vez a casa. Cuando olimos a menos de dos manzanas el humo y la carne quemada. Por una vez, en estas fechas, no estoy donde se me espera. En Nueva York… Mi mente es asaltada por recuerdos del último homenaje. Estrechando manos, penando en silencio. Peter estaba allí. Pese a su mala e inmerecida prensa, le dejaron estar porque yo insistí. Él también es un símbolo de Nueva York, me da igual lo que diga gentuza como Jameson. Es parte del paisaje, es nuestro amigo y vecino, a quien encuentras siempre dispuesto a echar una mano. Ese amargado bigotudo puede tragarse su puro si le molesta. Recuerdo la tristeza, la nostalgia, el recuerdo de un tiempo más simple. Es un sentimiento con el que puedo empatizar… Pero también recuerdo los susurros. Los reproches “¿Dónde estabais?” Es una buena pregunta. Una pregunta legítima ¿Dónde estábamos? Es difícil saberlo, en este nuevo mundo, donde nadie parece recordar lo mismo. Tal vez muchos ni siquiera hubiesen empezado. Tal vez, algunos, estábamos en otro lugar, cumpliendo tareas que algún loco consideró más importantes. Tal vez ni siquiera existiese en tu Nueva York uno en el que, por desgracia, a un universo de distancia, ocurrió lo mismo que en el mío. Pero, pese a la tristeza, sí sé dónde estoy ahora. Donde creo que debo estar. Con la gente. Mi gente.
Me consuelo con eso. No sé si hago bien, alejándome de SHIELD, de Tony, de Nat,de Clint… de los Vengadores… pero me digo que hago lo correcto…
Y hacer lo correcto, las más de las veces, es algo realmente solitario. Puede que por eso haya empezado a escribir un diario. Porque no tengo nadie con quien hablar…
- ¡¡Eh!! ¡¡Rubito!!
Steve levantó la cabeza del cuaderno, cerrando sus páginas con cuidado y devolviendo la mirada a su brusco interlocutor.
- Sí, tú- siguió el barman. Un hombre alto, de metro noventa, más o menos. Limpiaba un vaso con desgana, donde se reflejaba su ancho bigote pelirrojo, a juego con las cejas aunque no con la cabeza, que llevaba completamente rapada- ¿Vas a tomar algo o espero a que termines de escribir la Gran Novela Americana?
- Disculpe- masculló Steve al tiempo que se guardaba el cuaderno en el bolsillo trasero del pantalón- Una cerveza, por favor- Al menos un trago, por los que ya no están.
- ¿De qué clase?
- Budweiser, si puede ser.
- Solo tenemos Lone Star.
¿Entonces para qué demonios preguntas?
- Una de esas, entonces.
Steve observó a su alrededor mientras esperaba la consumición. Había bastante gente, aunque tampoco podía decirse que el bar estuviese hasta la bandera. Fue memorizando las caras de los presentes así como de aquellos que iban entrando hasta que dos hombres llamaron su atención. Cabeza rapada, como el barman. Botas militares, pantalones de campaña, aunque nada reglamentario, mera estética. Uno vestía una chupa de cuero negro que llevaba abrochada hasta el cuello. El otro tan solo vestía una camiseta negra de tirantes que dejaba ver los tatuajes de sus brazos. Unos… bastante reveladores. Nada demasiado explícito, parecía lo bastante inteligente como para no llevar una esvástica en la piel. Pero varios de ellos daban buena prueba de sus filias. Uno en concreto, un 88 en letra gótica sobre un águila, le confirmó toda sospecha: HH, en realidad. Ni siquiera quería pensar en que significaban esas dos letras. El barman dejó la cerveza sobre la barra con el mismo desparpajo de siempre y Steve dio un trago largo, fingiendo ignorar a los nuevos visitantes pero completamente atento a su conversación. Al principio la charla versó sobre temas triviales pero, al poco, comenzaron a hablar de algo que despertó el interés del capitán.
-… lo sé de buena fuente, tío. Preparan algo gordo. Se está hablando en ciertos círculos… gente importante del movimiento.
- ¿Cómo de importante?
- Mucho… Ya te lo he dicho. Hay que ser discreto si quieres entrar en los círculos que hacen cosas de verdad. No hay que dar el cante. Yo, por lo pronto, me voy a dejar crecer el pelo. Y se acabaron los jaleos, las peleas y andar buscando a cuatro chicanos de mierda que se cuelan como ratas por la frontera y que no le importan a nadie. Quiero hacer cosas tío, cosas grandes. Quiero contribuir a parar de una puta vez a este sistema corrupto sionista y asfixiante. El genocidio blanco es inminente y yo quiero estar en la línea de fuego para detenerlo. Quiero estar en primera fila cuando se preparen más cosas como la de esta noche.
- Joder… ¿Y qué…? ¿Sabes algo de lo que están preparando?
- Eso- añadió Steve justo detrás del más hablador- ¿Qué están preparando?
- ¿Y tú quién coño eres?
- Un ciudadano preocupado- su primer impulso había sido hacerse pasar por un neonazi, como ellos, y sacarles información, pero la mera posibilidad le revolvía las tripas. Los dos colegas se levantaron de inmediato, buscando gresca, pero Steve hizo una rápida llave al parlanchín, colocándole el brazo en la espalda y provocando una mayor cautela en el otro- Vamos a tranquilizarnos todos y a hablar como gente civilizada ¿Qué están preparando? ¿Y quién?
- Joder…- se quejó el agredido- Yo… en realidad no sé nada ¿Vale? Son solo rumores. Mi información ya es de segunda mano, puede que de tercera. En los círculos se dicen muchas cosas… Hay mucha conspiranoia.
- Tendrá que servir- Steve aumentó un poco la presión.
- ¡¡Aaaaah!! Es solo un rumor ¿Vale?… Pero uno de los chicos, dice estar muy bien posicionado… Dice que va a haber un encuentro, o una entrega… Algo así. Pero es gordo. Muy gordo. Puede que solo sean inventos.
- Eso responde al qué, pero no al quién…
- Ya sabes tío… Los peces gordos de verdad- una sonrisa burlona se dibujó en la boca del macarra- “Corta una cabeza y dos más la sustituirán”
Cómo no… Ellos, siempre ellos. Hydra… No, nada había cambiado en realidad. En su guerra, en aquel fatídico once de septiembre, y esa noche. El enemigo siempre era el mismo. El fanatismo, el odio, la intolerancia. Una escopeta se cargó a espaldas de Steve Rogers.
- Muy bien, rubito- bufó el barman- No sé de dónde vienes, pero aquí llamamos a la policía después de disparar. Así que suelta a esos tipos y lárgate por dónde has venido…
- ¿Y por qué no llamarlos ahora?- preguntó Steve sin perder la calma- Así podremos explicarles la clase de gentuza que viene a su bar.
- Habla por ti, chaval. Esos tipos son amigos míos así que, suéltalos…
- Ya…-Steve soltó el brazo del matón para, con un rápido movimiento, girarse y arrebatar de las manos la escopeta a barbudo. Acto seguido, la partió sin mucho esfuerzo a la altura de la empuñadura para después tirar los fragmentos al suelo- No se preocupe- añadió iniciando la marcha- Me voy a buscar algún lado donde vomitar su cerveza.
Steve se ajustó el casco, estilo jet, mientras se recostaba con premura sobre el asiento de su Harley-Davidson Street 750. No se trataba del medio de transporte más silencioso del mundo, pero la urgencia de la situación no le permitía perder tiempo buscando otro vehículo más discreto. Llevaba el escudo bien atado a la espalda, resguardado en su funda de piel, tras la chupa de cuero marrón cuya cremallera llevaba subida hasta el cuello. Eso, junto a las gafas de aviador, los guantes de conducción y el pañuelo que había decidido enfundarse hasta la nariz (con la bandera estadounidense, como no podía ser de otro modo) hacían imposible distinguir al Capitán de cualquier motero, probablemente miembro de un club de motoristas, que recorriera las vastas carreteras nacionales del Estado. La información de que disponía no era demasiado concreta, así que la cautela era tan importante, en este caso, como la discreción. No disponer de los medios de SHIELD, o de Los Vengadores hacía este tipo de tareas mucho más arduas y no siempre podría tirar de amistad, como en este caso.
Capitán Rogers, no puede seguir haciendo esto
Agente Coulson ¿Cuántas veces tengo que decirle que me llame simplemente Steve?
¿Y cuántas veces tengo que recordarle que no puede seguir llamando a este número? Ya no estoy autorizado a darle ninguna clase de información de la que tenga conocimiento por mis actividades en SHIELD. No se confunda, mi respeto por usted sigue intacto… Pero arriesgo mucho. No es usted quien tiene el frío aliento de Furia junto a su nuca.
Lo siento… No quiero abusar de nuestra amistad. Sabe que no recurriría a usted si no fuese importante.
Lo sé… En fin, siempre me quejo de que no tengo tiempo para leer. Supongo que en la cárcel me sobrará. No tengo mucho, pero espero que le sea de ayuda. Apunte…
Rumores, pistas… Menciones en clave, insinuaciones en redes sociales, mensajes extraños... Si de verdad había una célula de Hydra cerca, no la tenían fichada. Nada sólido. Nada concreto. Sólo unas señas. Un Aecco Carrier blanco que iba a encontrarse con algo en algún punto de la carretera. Steve lo esperó con más que de esperanza a un lado de la carretera, amparado por la oscuridad de la noche y la escasa iluminación de la vía ¿Cuántos camiones de ese tipo podría haber circulando por la carretera esa noche? También tenía una hora y punto kilométrico aproximados. Así que, al momento que vio circular el vehículo se lanzó a la carretera en su persecución o, mejor dicho, seguimiento. Dejó pasar dos coches delante antes de arrancar. Pese a las gafas y la oscuridad de la noche, no era difícil seguir al camión aún con la distancia que Steve había puesto entre ellos. Era blanco, y de dimensiones considerables. El capitán siguió su trayectoria hasta que el camión se encontró en el camino con otros vehículos. Entonces, iniciaron las maniobras, tan sutiles que sería imposible sospechar que algo ocurría si éste no hubiera ido sobre aviso. Siguió observando desde la distancia, asegurándose de que su chivatazo fuese cierto y de no perder detalle de ningún movimiento. Debía esperar el momento oportuno. Hydra tomaba su nombre del ser mitológico que, según la leyenda, había combatido con Heracles. Y, al igual que ocurría con la criatura, cortar algunas de sus cabezas no aseguraría la victoria.
Debía seguirlos, llegar hasta el pantano.
Y asegurarse de aplastar todas sus cabezas.
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Tema: Re: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC) 15th Junio 2022, 14:26
Durante el tramo restante del trayecto las conexiones se minimizaron al máximo, con el objetivo de no levantar sospechas. La sincronización no estaba sufriendo ningún tipo de retraso o alteración, por lo que tampoco era necesario hacer indicaciones ni reajustes. Los miembros restantes de la célula eran ya hombres experimentados y bien formados para su labor. Hacía tiempo que toda la morralla había sido eliminada de entre sus filas. Quienes provocaban retrasos, tenían dudas, alteraban las órdenes de los altos mandos o tenían comportamientos problemáticos eran extirpados con precisión quirúrgica de cualquier posible misión que no hiciera uso de ellos como escudos humanos, agentes suicidas o primeras líneas de infantería. En general Hydra era demasiado inteligente para utilizar a sus miembros más ruidosos como cualquier otra cosa que no fuera un cebo o una distracción. Muchos habían pretendido hacerse notar de ese modo, consiguiendo en los líderes justo el efecto contrario.
La primera avanzadilla abrió paso, dejando que el Hyundai tomara una de las salidas con anticipación. Eso les permitiría llegar con una ventaja de tiempo suficiente para comprobar el lugar de reunión y asegurarse de que estaba despejado. El Honda se ciñó mas al frontal del camión, realizando una maniobra de disminución de la velocidad, que facilitó que los dos vehículos tras él procedieran al adelantamiento. Cuando entró dentro de su visibilidad directa, al dispositivo de comunicación realizó un chasquido al abrir la línea.
- Matrícula localizada. - el mensaje fue directo y funcional.
En una segunda maniobra, aguardé a que los dos vehículos que había frente a mí se decidieran a adelantar al camión que había reducido la velocidad. Uno de ellos lo hizo casi de inmediato. El otro se tomó un tiempo prudencial a causa de la falta de iluminación. Fuí capaz de colocarme tras el camión, a unas 12 millas de la salida señalada para efectuar nuestro cambio de ruta.
- Matrícula Localizada- infromó Herman en cuanto la matrícula del camión estuvo en nuestro campo de visión, para informar sobre la formación completa del convoy.
Tomamos la salida como un sólo bloque, desviándonos aún más hacia las carreteras secundarias, en busca de las indicaciones que señalaban nuestro punto de reunión, que no era otro que una vieja cantera cuyas actividades habían cesado por efecto de unas supuestas investigaciones gubernamentales, las cuales facilitaron convertir la localización en un punto franco para los intercambios e intereses inmediatos de Hydra, antes de volver de nuevo al servicio activo en cuanto se aprobara la inspección que ni siquiera se llevaría a cabo en el terreno. Todo se solventaría, como solían esas cuestiones, a golpe de cenas lujosas, conversaciones calmadas, y golpes severos de talonario.
A través del retrovisor, contemplé que a cierta distancia nos seguía una solitaria motocicleta. La salida que habíamos tomado estaba desierta, salvo por los ojos brillantes de algún animal que cruzaba de manera temeraria la carretera. Noté que se me erizaba el vello de la nuca. Mis sentidos se agudizaron al máximo, a causa de aquel mal presentimiento.
- Herman - la voz profunda y masculina que salía a través del distorsionador dió una simple indicación con los ojos azul acero, puestos en el retrovisor.
Herman comenzó su labor de inmediato, tratando de localizar cualquier señal que pudiera provenir del motorista. Si se trataba de un policía encubierto, un mercenario o un asesino, podría ser que tuviera una señal de radio que se pudiera interceptar. Justo en ese instante, el conductor aceleró, pasando por mi izquierda. Mis ojos le persiguieron a través del rabillo, con una expresión hierática más propia de una vieja estatua de mármol, mientras absorbía cada detalle que entraba dentro del ligero resplandor de las luces apostadas a a los lados de la carretera. Un casco antiguo. Moto Grande. Memoricé la matrícula a base de nemotecnia. Bandana de Estados Unidos cubriéndole el rostro.
Sentí alivio cuando nos sobrepasó, y continuó su camino.
- No me ha dado tiempo.- respondió el copiloto, con cierto hastío en la voz.
- No tiene importancia. - repliqué, estoico.
Volvió a inclinarse sobre el asiento, mientras mi vista estaba fija en el camión. Pasamos una vieja gasolinera, un motel para camioneros y un par de viejas edificaciones reconvertidas en bares de carretera que bien podrían haber servido para alimentar a los obreros hambriendos que trabajaban en aquella zona, justo antes de llegar hasta el camino polvoriento que marcaba el ascenso hacia la cantera.
Al llegar, un círculo de luz conformado por los faros de dos vehículos, además del Hyundai que había tomado la delantera, señalaban el lugar del intercambio. Un camión de similares características se encontraba en el lugar, lleno de mercancía inocua, dispuesto para el intercambio. El camión escoltado por nosotros se detuvo cuando uno de los hombres le dio la señal de alto, mientras el resto de coches cerraban la formación tras de sí. Detuve el motor del coche, saqué las llaves y las mantuve dentro del puño de mi mano izquierda. Descendimos del vehículo con rigidez militar, chasqueando las puertas con firmeza al cerrar. Diez individuos. En la escolta, dos por coche. Uno en el caso de los camioneros, que habían acudido solos.
- Hail Hydra. - Aquellas palabras que había pronunciado ya un sin número de veces aún me producían un dolor sangrante que no me permitía olvidar.
La idea de naturalizar aquel saludo, incluso por la imposición de la costumbre, me causaba una repulsión atroz.
El coreo no hacía si no empeorar la situación. Me sentía agradecida de poder controlar mi ilusión lo bastante para que, bajo aquel aleman impertérrito se me permitiera mostrar el disgusto que necesitaba expresar para poder seguir adelante.
- ¿Algun imprevisto reseñable en su viaje hasta aquí?- pregunté a los hombres a los que debía entregar la carga.
- Ninguno, Segundo Blösche.
- Bien. Wolf, dispongase proceder con el fallo del historial del Taquígrafo a partir de esta posición. Ustedes seis, realicen la comprobación de la carga y el sellado, antes de continuar. Procedan al cambio de conductor. Sólo tenemos trece minutos, antes de retomar nuestro camino a Forth Worth.
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Última edición por Solaris el 16th Febrero 2023, 00:11, editado 2 veces
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Tema: Re: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC) 10th Febrero 2023, 02:37
¡Mierda!
Sí, en efecto, Steve Rogers pensaba con frecuencia palabras que no acostumbraba a decir en voz alta.
Los vehículos habían vuelto a maniobrar. La precisión, la naturalidad de los adelantamientos, era tan sutil que, para cualquiera que no estuviera ya sobre la pista, no habría dado la sensación de su naturaleza escondida: era un convoy.
Por mucho que aquello confirmase a Steve que seguía un buen rastro, los movimientos lo habían dejado completamente expuesto. Ahora que nada había entre él y su presa, corría riesgo de ser advertido (en el mejor de los casos) o identificado.
La carreterucha que habían tomado, sin embargo, era unidireccional. Con muchos desvíos por el camino que reconducían a las autovías principales, puede que incluso a poblaciones pequeñas, pero fácil de seguir. Por tanto, Rogers dio brío al acelerador y adelantó a sus perseguidos para no levantar sospecha. Al inicio, empleó solo la velocidad necesaria para consumar el adelantamiento pero, cuando ya llevaba un tiempo de marcha a la cabeza, puso su cabalgadura a todo lo que daba, alejándose todo lo posible hasta ser un punto en el horizonte nocturno.
Cuando ya se vio a una distancia considerable, la que pensó le había alejado de sus objetivos, apagó los faros delanteros. Una vez lo hizo, sólo la escasa iluminación de la carretera, siendo bastante la distancia entre los postes, podía dar prueba de su existencia. Aprovechándose de ello, dio un violento giro hacia la izquierda, adentrándose por completo en el paraje desértico. La irregularidad del terreno era considerable, aunque lo bastante desértico para ser soportable por una moto que no estaba acondicionada para circular por parajes accidentados.
Steve deseó para sí haber ganado el suficiente terreno como para que la polvareda levantada no fuese divisada por aquellos que ahora, supuestamente, le precedían. También para que, en ese tiempo conseguido por el terreno ganado, no hubiesen tomado algún desvío que le hiciera perder la pista.
Cuando se hubo alejado lo que consideró suficiente de la carretera, buscó una arboleda baja, secarral vegetal propio de aquella geografía y detuvo la moto, para, con rapidez, ocultarla. La noche desértica era demasiado cerrada como para que pudieran divisar su figura en la lejanía. El propio Steve, aún con su vista mejorada por el suero de súper-soldado, tenía difícil distinguir los puntitos amarillos en la carretera.
El Capitán los esperó ansioso… ¿Tanta ventaja les había sacado? Si esas pequeñas estelas luminosas no aparecían en el horizonte, significaba que los había perdido. Una potente bocanada de aire salió de sus pulmones cuando vio avanzar, regulares, como una hilera de hormiguitas fosforescentes.
Por el poco conocimiento que tenía del terreno, sólo podían dirigirse a un lugar… Así que, en cuanto pasaron, con cuidado de que el sonido de la moto no los alertara, volvió a ponerla en marcha, levantando, de nuevo, el polvo tras las ruedas.
…
El camino que ascendía a la vieja cantera era de bastante difícil tránsito. Steve, en cuanto hizo su doble confirmación y se aseguró de que el convoy se dirigía hacia allí, paró casi en seco la moto. Dejó, en la distancia, que el convoy fuese subiendo. El Capitán desmontó y se deshizo del pañuelo abanderado, atándoselo al antebrazo. A partir de ese momento, seguiría a pié.
Fue buscando su refugio entre las rocas, huyendo de la luz artificial. Por suerte, la fatiga era una amiga que rara vez lo visitaba ya, y no era difícil seguir el paso lento de los vehículos en aquella orografía tan áspera.
En cuanto tuvo oportunidad, tomó el terreno elevado y, entre las rocas, observó como los hombres bajaban de los vehículos y escuchó aquellas despreciables palabras de nuevo.
Hail Hydra…
Tuvo que hacer un esfuerzo por contenerse, pues la roca que servía de asiento a su mano derecha había empezado a resquebrajarse por la fuerza con que Steve la apretó. Un sonido más entre aquella jungla de rocas.
El de más autoridad, el que parecía el líder, aseguró que sólo contaban con 13 minutos para deshacerse de la carga. Eso no le daba mucho margen para averiguar de qué carga se trataba, cuán peligrosa era y si podía hacer un daño inmediato. Pese a lo alejados que estaban de núcleos urbanos poblados… su experiencia con Hydra lo llamaba a la cautela.
Fuese lo que fuese, iba a pararlo. Aunque fuese una simple entrega de material, aunque fuese un mero intercambio de dinero, o una transacción rutinaria.
Hydra no iba a salirse con la suya… y menos ese día…
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Tema: Re: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC) 16th Febrero 2023, 01:16
Algo que me repugnaba en lo más profundo de mi ser de los miembros de Hydra era su capacidad para seguir órdenes. Era indiscutible. En el momento en que todas las indicaciones salieron de los labios de aquel a quien ellos percibían como figura de autoridad, el segundo Blösche, todo se hizo de inmediato, con rapidez y una sincronía que podía rivalizar con la de los mejores relojes suizos. Saber que hasta en estratos más bajos de esa organización invisible esa era la diligencia con que se llevaban a cabo los planes de una milicia nazi que no sólo no estaba dando sus últimos coletazos, si no que parecía ganar más y más fuerza mas allá de nuestra vista era uno de los motivos principales que me impedían conciliar el sueño. Era incapaz de comprender cómo se habían organizado de tal manera que resultaba imposible penetrar mas rápido y con más contundencia en su agrupación. Lo que más me costaba de todo el asunto era mantener la constancia que requería para conseguir el más mínimo avance. La experiencia me había mostrado que perseverar era la única alternativa viable.
Si no era capaz de romper el diamante a golpes, tendría que desgastarlo. Lo pudriría desde dentro, como una enfermedad. Como la que ellos eran para el resto del mundo.
Aquel sistema inmune impenetrable debía de ser susceptible a algún patógeno. Y estaba dispuesta a hacer todo lo necesario para mutar, hasta convertirme en el virus mortal que acabara con Hydra, de una vez por todas.
Herman se dirigió a la cabina del camión, donde intervino el taquígrafo. Otros dos hombres acompañaron a los conductores a sus respectivas cabinas para explicarles sus nuevas rutas, mientras dos más abrían el camión, permitiendo a los otros dos comprobar lo que transportaban en el interior. En apenas tres minutos, toda la parte técnica de la operación se había llevado a cabo. Cuando acabaron sus respectivas labores, los hombres volvieron al improvisado círculo.
- ¿Está todo listo?
- Si, segundo Blösche. Taquígrafos intervenidos.
- Carga comprobada y asegurada.
Con un asentimiento severo, introduje mi mano en el interior de mi chaqueta, en busca de las últimas comunicaciones que había recibido y que tenía orden de entregar a los cuatro hombres que habían llevado a cabo la primera parte del trayecto, de manera individual.
- Vogel - tendí el sobre al centro, donde uno de los hombres lo recogió de inmediato. - Jäger - repetí la operación. - Schreiber- Sentí de pronto un intenso cosquilleo en la nuca. Una sensación brutal de alerta que me hizo agarrar la última carta con urgencia. Sentí un zumbido lejano en mi oído. Albre...- algo sucedía.
Algo iba mal.
Mi instinto me confirmó mis sospechas cuando comprobé como el brazo del hombre que había enfocado con mi mirada se desviaba, ante la paralizada vista de todos, por culpa del objeto contundente que le había golpeado en plenas costillas, arrollándolo y haciendo que su cuerpo al completo acabara en el suelo. Aquel instante se grabó en mis retinas a cámara lenta, como si el tiempo se hubiese ralentizado de tal modo que me permitió apreciar cada uno de los matices de los tres colores que, incluso a la luz artificial de los focos de los vehículos, resultaron indiscutibles.
Blanco. Azul. Rojo.
El detonante me llenó el cerebro mientras desviaba la vista hacia la dirección a la que, tras el impacto, volvía planeando el escudo al que todo miembro de Hydra había aprendido a temer. Sentí como cada centímetro de mi ser se impregnaba de miedo, aunque en ese caso, era por motivos distintos. Nada de eso me impidió volcar una primera reacción visceral causada, para mi vergüenza, por el pánico de ser descubierta en ese momento.
- ¡DISPAREN! ¡DISPAREN AHORA MISMO! - exclamé mientras dirigía la mano a mi arma, y buscaba la silueta que se apresuraba hacia nosotros tras aquel escudo símbolo primordial de la fuerza americana durante la segunda gran guerra.
Desenfundé mi pistola, mientras el resto de los presentes hacían lo propio, alejándose del círculo para convertirse en objetivos más dispersos. Así le dábamos menos facilidades de ataque al enemigo. Observé con rapidez a mi alrededor, esperando encontrar más, pero no fuí capaz de localizar ninguno. Apunté al blanco móvil que se arrojó contra el más próximo, a una velocidad vertiginosa.
El sonido de los disparos resonó en ese paraje inhóspito, alejado de todo. En cuanto tuve el dedo en el gatillo, mi cuerpo recuperó la sensación de peso. La carga de responsabilidad de un arma era grande, cuando sólo la usabas en momentos extremos. Sentí como volvía a tomar consciencia de nuevo, sólo gracias a los cientos de hora de entrenamiento, y tomé la única decisión posible en ese escenario. Apuntar hacia el escudo. Las chispas salieron despedidas a causa de los impactos, mientras a mi alrrededor todo se llenaba de los gritos de los otros miembros de Hydra, que trataban de enfrentarse a la amenaza, llenos de rabia y terror a partes iguales. Retrocedí, hasta que una de mis piernas chocó contra algo. Desvié la vista un instante, para darme cuenta de que, en realidad, era alguien.
- ¡HERMAN! - El hombre estaba paralizado. Había caído al suelo de espaldas, con su equipo abrazado contra el pecho y el rostro desencajado. Era ávido en su lucha de poder, pero su presencia esa noche se había dado por necesidades técnicas, y no se le consideraba combatiente. Lo agarré con desenfreno por la pechera, obligándole a levantarse sobre sus pies faltos de fuerza. - ¡SUBE AL CAMIÓN! ¡MARCHAOS! - sus ojos llenos de pánico miraron a través de mí. Como si ni siquiera comprendiera el idioma. - ¡MARCHAOS! ¡ES UNA ORDEN! - lo solté, arrojándole de nuevo al suelo, escuchando el escudo silbar en las proximidades, y rezando en mi interior para que no fuese dirigido a mí, y me noqueara en un instante.
Cuando volví me encontré una vorágine de siluetas y formas en pleno combate. Volví a levantar el arma, haciendo de nuevo el esfuerzo de apuntar con la intención de errar todos y cada uno de mis tiros, hasta que mi pistola se quedara sin balas.
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Steve Rogers Marvel Universe
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Tema: Re: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC) 24th Junio 2023, 23:40
Al Capitán América odia el combate. Como todos aquellos que se alistaron en la guerra con la infantil ilusión de acabar con ella. Eso no implica que no se sienta cómodo en el campo de batalla. Una vez que comienzan los disparos, una vez que comienza la lucha por la supervivencia, todos sus instintos cambian. Una vez que hay una misión en la que vidas inocentes pueden depender de su fracaso o su éxito. Ese hombre que aborrece la violencia por encima de todo se ve obligado a ejercerla, y fue entrenado para ser uno de los mejores haciéndolo. Eso era lo que estaba ocurriendo cuando los miembros de Hydra apretaron el gatillo. En ese momento, el Capitán América comenzó a hacer lo que, para su desdicha, mejor sabía hacer.
Los soldados iban cayendo uno a uno. A veces por un certero golpe de escudo; otras por una certera esquiva que hacía que acabases disparándose entre sí. Rogers evitaba conscientemente la fuerza letal, pero a veces era imposible no interponer su propia seguridad a la de sus agresores y potenciales asesinos. Y, desde luego, ellos no iban a dejar de disparar.
- ¡DISPAREN! ¡DISPAREN AHORA MISMO!
Eso fue lo que escuchó el Capitán mientras el disco de vibranium regresaba diligente a su mano. Apenas tuvo unos segundos para identificar el origen de las órdenes. Suficiente, sin embargo, para saber cuál debía ser su objetivo prioritario. Un hombre alto, de tez clara, ojos azules y pelo rubio. Ataviado con un uniforme que recordaba demasiado a Rogers a los oficiales de aquellos que habían sido sus más mortales enemigos. De los hombres que, accidentalmente, crearon al Capitán América. Puede que no fuesen los autores del suero de super-soldado. Puede que no hubiesen tenido nada que ver en el nacimiento y crianza de Steve. Pero fue por ellos que surgió el deseo de combatir. Era casi un reflejo negativo del propio Capitán. Un ejemplar que se correspondía a la perfección con los absurdos ideales de los nacionalsocialistas sobre los sublime. Los demás seguían sus órdenes. Debía cortar la cabeza de la serpiente y, en este caso, asegurarse de que ninguna otra le sustituyera.
- ¡MARCHAOS! ¡ES UNA ORDEN!
Había vuelto a bramar el líder mientras sus hombres se dispersaban para dificultar la labor del Capitán y darle caza de ser posible. Él mismo seguía disparando sin cesar, aunque parecía que la puntería no era su fuerte. Tan perfecto no sería. Pero la orden había sido clara. Abandonar el lugar con el camión y, por ende, con su carga. Y eso era algo que Steve no estaba dispuesto a permitir. No sería la primera vez que había alcanzado a la carrera un vehículo en marcha. Sospechaba que tampoco sería la última. No sería demasiado difícil de abordar si no les permitía tomar mucha distancia.
Rogers calculó su siguiente movimiento mientras el vibranium hacía lo suyo con las balas. Tras unos segundos de meditación inició el trote, escudo al frente. La carga hizo que el soldado más cercano, siguiendo dicha trayectoria, saliese disparado hacia atrás. No era ese en quien más se había fijado el capitán. Sin perder el impulso siguió hacia adelante, cubriéndose de los disparos del siguiente miembro de hydra. El fuego no cesaba, sólo pararía de disparar en caso de que debiera recargar. Ese momento ocurrió unos doce segundos después. El enemigo, en un movimiento bastante inteligente, optó por desprenderse del fusil y atacar al capitán con un cuchillo de combate. Adecuado dado que una refriega cuerpo a cuerpo era inevitable. Pero los planes de Steve no eran liarse a puñetazos. Aprovechando el ímpetu de la carrera saltó con un mortal hacia delante y utilizó la espalda del soldado como trampolín. Un apoyo momentáneo que no sólo hizo caer a su rival, sino que también le permitió alvanzar la parte de atrás del vehículo en fuga.
Fuese lo que fuese lo que acababan de cargar.... no iba a llegar a destino.
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Tema: Re: La farsa del compatriota. (Steve Rogers NPC)