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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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MensajeTema: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime15th Julio 2021, 14:00

Concord, Nuevo Hampshire, Estados Unidos. 03:40 a.m.

Un tono, dos tonos.

“Este es el contestador de Matt Salinger...”

La mujer de 63 años pulsó el botón de colgar y repitió la llamada por decimonovena vez aquella noche.

Un tono, dos tonos.

El sonido de la línea resultaba especialmente fuerte en la quietud de la noche.

“Este es el contestador de..."

Con un suspiro, la mujer colgó definitivamente el teléfono, masajeándose las doloridas sienes. Los años empezaban a pesar. Le habría gustado reconciliarse con Matt antes de...

- 'Para mi padre, tener algún fallo es motivo de repulsión, tener un defecto es ser un desertor, un traidor, o una traidora. No me extraña en absoluto que su mundo esté tan vacío de personas reales ni que sus personajes de ficción se suiciden tan a menudo'.

La mujer se quedó helada al escuchar la voz que, inexpresivamente, citaba uno de los pasajes de la novela que le había costado la enemistad con su hermano. Su mirada se desvió hacia el sillón que se encontraba en sombras en la esquina de la habitación de hotel. Margaret no podía dormir, asediada por la ansiedad, los nervios y la preocupación ante lo que pensaba hacer, así que había intentado contactar con su hermano, pero no se había molestado en encender la luz.

- Es un retrato crudo el que haces sobre tu padre, ¿sabes? No me extraña que tu hermano te haya retirado la palabra. Dime... ¿era peor contigo que con él? Mencionas que se sentía atraído hacia las adolescentes... ¿Cometió abusos contigo?

Asustada, cogió un abrecartas de la mesa del despacho y se volvió una vez más, temblando, hacia el rincón en sombras.

- ¿Q... quién es usted? ¿Cuánto tiempo lleva ahí? ¿Cómo ha conseguido entrar?

- Por la terraza. Es un sitio bonito, éste. Muy discreto. Con tantos millares de pinos, robles, tierras de cultivo y colinas es casi imposible que te detecten. Mucho más fácil trabajar aquí que en la gran ciudad. Un juego de niños, diría.

El hombre se puso en pie y avanzó lentamente hacia la zona iluminada por la luna que se veía a través de la ventana. La luz se reflejó en un uniforme simétrico negro, azul y blanco, dejando la parte superior de su cuerpo en sombras. En la mano llevaba un ejemplar abierto de su biografía no autorizada de J.D. Salinger: "El Guardián de los Sueños".

- Yo también tuve un padre capullo, ¿sabes? He llegado a identificarme con algunos puntos de tu obra. Me gusta especialmente la parte en la que hablas de 'esa necesidad intensa de una persona andando por el borde de un precipicio' -la figura avanzó un poco más, la luz de la luna reflejándose en unos ojos fríos de un profundo azul tras una máscara negra con una diana blanca dibujada en la frente-. A menudo yo también me siento... como un hombre andando por el borde de un precipicio.

Con gesto pausado, cogió el marcapáginas que utilizaba para señalar la hoja por la que iba, un estilizado y elegante trabajo de artesanía fabricado en plata, y se lo mostró a la mujer.

- "Los patos. ¿Lo sabes, por casualidad? Quiero decir, ¿alguien viene en un camión o algo así y se los lleva, o se van volando solos? ¿van al sur o algo así?".

No hizo falta que le mencionara el título de la obra a la que hacía referencia. Claro que la conocía. Después de todo, era la única novela que había escrito su padre, y la que le había proporcionado su fama. El libro que lo había empezado todo.

Y, entonces, comprendió.

- Tú... Tú eres uno de ellos... Formabas parte del program...

- Es una lástima. Deberías haber aprendido algo acerca de las enseñanzas de tu padre.

Se produjo un destello plateado cuando la luz de la luna incidió en el marcapáginas que surcaba volando el corto espacio que le separaba de la mujer, clavándose con un sonido húmedo en su frente. La anciana se desplomó sobre la butaca del escritorio, con la mirada perdida en el oscuro techo de la habitación.

En la parte que sobresalía del marcapáginas podía leerse, en letras cuidadosamente grabadas sobre la plata: "Don't ever tell anybody anything. If you do, you start missing everybody".

* * * *

Concord, Nuevo Hampshire, Estados Unidos. 10:20 a.m.

La congresista Ann McLane Kuster volvió a pulsar el botón del interfono una vez más para comunicarse con su secretaria.

- Deborah, ¿se sabe algo de la señora Salinger?

- No, señora. Su teléfono lleva comunicando toda la mañana. En la recepción del hotel dicen que no ha salido de su habitación.

- Está bien, llama de nuevo y pídeles que manden a alguien a comprobar si se encuentra bien. Es posible que haya tenido algún accidente.

- Sí, señora.

La congresista juntó las manos y las pegó a su barbilla, sumida en sus preocupaciones. La hija del famoso escritor J.D. Salinger le había prometido ofrecerle una información que podía poner en jaque a la C.I.A. Como miembro del comité encargado de supervisar las acciones de la famosa agencia de inteligencia, era una de sus funciones asegurar que no se extralimitaran en sus funciones. Era tal el secretismo que envolvía las acciones de la agencia que podía ser extremadamente fácil que incurrieran en acciones ilegales, razón por la cual debían rendir cuentas al estado.

Ann se hacía una idea bastante clara acerca de lo que le querría mostrar la escritora. Después de todo, su padre era extremadamente conocido, así como la leyenda negra que envolvía a su obra. Por desgracia para la mujer, nunca llegaría a confirmar sus sospechas, porque en ese preciso instante, una carta de póquer atravesó el cristal de su despacho, dejando una limpia marca rectangular y partiendo su cráneo por la mitad como si se tratase de una cuchilla, clavándose con un golpe seco en el muro que estaba justo frente a su mesa. Y así, con el cuerpo caído sobre el escritorio fue como la encontró su secretaria cuando fue a informarla del escabroso hallazgo que habían realizado en el hotel.

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime15th Julio 2021, 19:34


Burlington, Vermont, Estados Unidos. 11:30 a.m.

Thomas Brown estaba muy cansado. No se trataba de la típica fatiga resultado de un largo día de trabajo. Era algo más, un hastío vital perenne, similar a la modorra que se siente tras una comida pesada, pero a todas horas. Su puesto era rutinario y poco emocionante. Se pasaba las mañanas archivando papeleo (algo que, desde la modernización del servicio, le prometieron que no tendría que volver a hacer), ordenando ficheros, cumplimentando impresos, actualizando bases de datos. Se decía que, si la paga fuese algo mejor, tal vez encararía las mañanas con un talante más optimista. También que, dado que era el empleado más antiguo de su escala, pronto pensarían en él como el próximo jefe de servicio. Pero Thomas Brown era un pesimista nato, lo había heredado de su madre, así que cada vez que una de esas felices expectativas cruzaba por su cabeza, las apartaba como a un molesto moscardón. Hacía cuatro años que no le subían el sueldo a nadie y la vieja Harriett Jones se moriría en el puesto, probablemente más tarde que él, porque ese era el regalo que el destino reservaba a los viejos cascarrabias, una vida larga con la que amargar la de los demás. Al fin y al cabo, tampoco sabía si quería ser jefe de servicio. La paga no era tan buena y las responsabilidades no compensaban las nuevas comodidades. Un puesto más alto sólo implicaba más gente ante la que responder y eso acababa por amargar a cualquiera. De hecho, puede que ese fuera el origen secreto de los viejos cascarrabias. No un baño de radiación cósmica, o una bomba Gamma; sino un puesto rutinario y mal pagado en la Administración. Sí, el trabajo de Thomas Brown era pesado y poco gratificante pero, a veces, tenía sus momentos.

- ¿Y bien, señor?- preguntó nerviosa una voz con marcado acento mexicano al otro lado de la mesa.

- Señor Gutiérrez- contestó Thomas sonriendo mientras le extendía una pequeña carpeta- Desde hoy es usted un ciudadano de los EEUU. Enhorabuena.

El hombre al otro lado de la mesa se echó las manos a la boca de pura emoción. Era evidente que estaba intentando contener el llanto, cerraba los ojos con tanta fuerza que parecía que se le fuesen a meter hacia adentro. Tras unos segundos de alegría contenida se lanzó contra la mesa buscando estrechar la mano de Thomas. Empezó a agitársela tan fuerte que sintió que le iba a sacar el hombro de sitio.

- ¡¡Gracias señor!! ¡¡Muchas gracias!!- exclamó emocionado el hombre.

- No tiene por qué dármelas…- siguió Thomas tratando de contener la euforia del señor Gutiérrez.

- No se imagina por lo que he pasado para llegar hasta aquí- dijo soltando al fin la mano del otro. En esta ocasión le fue imposible contener el llanto.

- Le diría que me lo imagino- replicó Thomas mientras se tocaba la mano enrojecida. Veía decenas de historias como la de Gutiérrez a lo largo de la semana. Esa era la triste realidad que muchos funcionarios eran incapaces de ver, que tras los documentos y los números había cientos de pequeñas historias de sacrificio y esperanza- pero estoy seguro de que no.

- Usted… usted nos ha ayudado tanto…

- Sólo he hecho mi trabajo- uno que, ahora no podía negarlo, tenía sus momentos.

- ¿Y mi esposa?- preguntó Gutiérrez algo menos eufórico.

- Ahora está casada con un ciudadano norteamericano. Si vienen la semana que viene con el certificado de matrimonio no tardaremos mucho en tramitar también su nacionalidad.

- Es usted un santo- siguió el nuevo ciudadano de los USA mientras se llevaba el puño a la barbilla tratando, de nuevo sin éxito, de contener las lágrimas.

- Nada de eso. Usted ahora preocúpese de celebrarlo como es debido- Thomas sonrió- Y vaya comprando algún petardo para el cuatro de julio. Ya tiene motivos para celebrarlo.

- Permítame que se lo agradezca por favor ¡¡Tiene que venir a cenar a nuestra casa esta misma noche!! ¡¡Si prueba mis chilaquiles le aseguro que no querrá comer otra cosa en la vida!!

- Señor Gutiérrez no…- Tom pensó en ese momento en la lasaña congelada que le aguardaba junto a la soledad del televisor encendido-… no me lo perdería por nada del mundo ¿Le viene bien a las ocho?

La promesa de una deliciosa cena casera se vio interrumpida por los gritos. El resto de la cola, así como quienes aguardaban en las otras ventanillas, había comenzado a echar cuerpo a tierra junto al personal. El corazón de Thomas se paró durante un milisegundo cuando vio el cañón del fusil en dirección a su pecho. Joseph, el guarda de la puerta, yacía en el suelo con una herida bastante fea en la sien. Esperaba que siguiese vivo, le caía bien, siempre saludaba por las mañanas. No fue hasta ese instante que pudo ver bien a los siete hombres que habían originado todo ese revuelo. Vestimenta militar, botas altas de campaña, cabezas rapadas. No hacía falta ser un experto para saber a quién votaban esos individuos, si es que votaban. El que parecía el líder comenzó a ladrar órdenes a sus pelados subalternos quienes, con un talante bastante agresivo, comenzaron a colocar en fila contra la pared a todos sus nuevos rehenes. Acto seguido se dirigió a la mesa de Thomas, andando a grandes zancadas. El jefazo bajó la cabeza para mirar con desprecio al señor Gutiérrez, no con la pose habitual de quien quiere amedrentar en un atraco, sino con genuino y visceral odio. Al hacerlo dejó al descubierto la enorme esvástica tatuada en su cuello.

- ¡¡Tú, jalapeño de mierda!! ¡¡A la fila con los demás si no quieres que le haga un favor al mundo y te reviente los sesos!!- Gutiérrez se quedó petrificado por el miedo, de pié con los brazos muy separados del cuerpo y las manos temblando como un postre de gelatina- ¡¿Es que ni siquiera entiendes mi idioma, espalda mojada?! ¡¡Te digo que a la puta fila!!

- A…aquí no hay dinero- masculló Thomas haciendo un esfuerzo por no orinarse encima- No hay nada de valor que puedan llevarse…

- ¿Ah no?- respondió otro de los skinheads. Llevaba una camiseta negra con la bandera de los EEUU, pero las estrellas habían sido sustituidas por una esvástica blanca- ¿No hay dinero aquí? ¡¿Y el dinero de nuestros impuestos qué?! ¡¡Los impuestos de los americanos de bien derrochado en cebar a estos desgraciados!! ¡¡Dándoles ayudas y subvenciones mientras los verdaderos americanos se tienen que buscar la vida!! ¡¡Tú eres peor que ellos traidor de mierda!!- exclamó mientras apuntaba con su fusil a Thomas.

El señor Gutiérrez se puso delante del hombre, interponiéndose en la trayectoria entre el fusil y el cuerpo del funcionario. El asaltante no se tomó con muy buen talante el gesto y, avanzando con rapidez, clavó el cañón del arma contra el pecho de Gutiérrez.

- ¡¿TE ME PONES GALLITO CHIHUAHA?! ¡¡TE VOY A ESTAMPAR LAS TRIPAS CONTRA…!!

- Tranquilo hermano- dijo el líder bajándole el arma con la mano. No era fácil saber si se trataba de un apelativo común entre esa gente o si eran hermanos de verdad. A Thomas todos aquellos rapados le parecían iguales. Acto seguido se inclinó para susurrarle algo al oído- Ya habrá tiempo para liquidar a estos cerdos. Ahora sube con Bob al piso de arriba y asegúrate de que no entre nadie…

Ya te avisaré cuando empiece la diversión.


Joan Joplin era la Sargento de policía más joven de la historia de Burlington. Que fuese la mujer más joven en conseguir el puesto no significaba que no llevase mucho tiempo trabajando duro para ganárselo, pues cuando eres policía la juventud es un término más bien relativo. Los años de poli son como siete de un civil, como los años de perro, o eso le decía el abuelo. Había trabajado durante largos años de perro para conseguir su puesto, lo que no había sido impedimento para que muchos se hubiesen quejado amargamente de su ascenso. Sabía que había gente dentro de la comisaría que ansiaba ocupar el lugar que ella se había ganado, se creían con más derecho a él y se la iban a tener jurada toda la vida. Pero eso a ella le daba bastante igual porque… bueno, porque era la Sargento de policía más joven de la historia de Burlington.

Su predecesor había hecho muchos esfuerzos por tranquilizarla antes de cederle el puesto. Burlington era una capital tranquila, con gentes tranquilas que llevaban una vida tranquila. Para cierto tipo de policía, Burlington sería un destino aburrido. Para Joan, era uno de los argumentos que ayudarían a Paulie a dormir mejor mientras ella se iba a comisaría. En aquel momento, con el megáfono en la mano, el edificio completamente acordonado y siete neonazis armados dentro, Burlington no le parecía un destino tan tranquilo y Paulie, seguramente, no iba a dormir muy tranquilo aquella noche.

Una mujer con yihab salió por la puerta principal del edificio con las manos en alto. Sus pasos se detuvieron en el umbral, muy que probablemente por orden del rapado que asomaba detrás de ella con el fusil en la mano. Más valía que aquella situación se solucionase pronto y sin heridos, o Joan sí que no podría dormir esa noche.

- ¡¡Le habla la Sargento Joan Joplin de la policía de Burlington!! ¡¡Entreguen las armas, suelten a los rehenes y nadie tendrá por qué salir herido!!

- ¡¡Quiero hablar con el hombre al mando!!- espetó el rapado provocando una expresión de terror en su cautiva.

- Me cago en la…- masculló Joan apartándose el megáfono de la boca- ¡¡Soy la Sargento Joan Joplin de la policía de Burlington y estoy al mando de este operativo!!

- ¡¡Tendrá que valer!!- gritó de nuevo el secuestrador. A Joan le apeteció saltarse el cordón e ir a partirle la cara a ese desgraciado con la culata de su arma reglamentaria- ¡¡Vengo a comunicar nuestras demandas!!

- ¡¡Le escucho!!- contestó Joan mientras deseaba no haberse saltado aquellos cursillos de negociación para ir a la comic con.

- ¡¡Queremos la liberación inmediata de nuestro hermano A.J. Zobelle, presidente de la Liga de Conservación Nacional Americana, condenado por un tribunal de antipatriotas en una farsa de juicio y encerrado injustamente por las fuerzas de colaboración sionista en la prisión estatal de Vermont!!

- ¡¡Entendido!!- respondió la sargento pese a lo absurdo de la demanda. Era imposible que, aunque se comunicara con las autoridades competentes, accedieran a liberar a Zobelle. Era una petición imposible y ellos lo sabían igual que Joan- ¡¿Qué más?!

- ¡¡Queremos un helicóptero con el depósito lleno en la azotea del edificio!!

- ¡¡Voy a ponerme con ello!!- mintió Joan- ¡¡Pero necesito una muestra de buena voluntad!! ¡¡Tenéis que liberar un rehén!!

- ¡¡Y una mierda!!- bufó el secuestrador- ¡¡Dadnos lo que pedimos en tres horas o pintaremos las paredes de este sitio con la sangre de esos cerdos!!- y, acto seguido, se introdujo con su cautiva en el edificio.

- Hijo de perra…- susurró Joan mientras, con la mirada fija en las ventanas, meditaba qué hacer.

- ¿No pensarán de verdad que van a liberar a Zobelle?- dijo sorprendido el veterano Johnson, que estaba al lado de su sargento.

- Para nada… Sólo quieren tener una excusa para matar a los rehenes. Saben que nunca van a acceder a excarcelar a ese mierda, así que según su lógica les habremos traicionado y la matanza estará justificada. Nuestra única esperanza es que los SWAT lleguen antes de que transcurra el plazo y que a estos cabrones no les dé por ponerse a practicar el tiro antes de tiempo- Joan suspiró- Al menos el helicóptero creo que sí lo necesitan.

- Sargento, permiso para entrar en el edificio- solicitó una voz firme tras Joan.

- Negativo agente- contestó ella sin apartar la vista de las ventanas del edificio- Como ya he dicho esperaremos a los SWAT.

- Esos hombres no cuentan con salir vivos de ésta. No creo que los SWAT lleguen a tiempo de evitar la masacre. Solicito de nuevo permiso para acceder al interior.

- Tiene razón, pero… no pienso arriesgarme a provocarles. Permiso denegado- reiteró Joan con la mirada clavada en la puerta.

- Sargento- replicó la voz- La situación es crítica, así que voy a entrar con o sin su autorización pero, sinceramente, me gustaría tenerla.

- ¿Es que está sordo? ¡Le he dado una orden directa! ¡Quiero su nombre y su rango ahora mismo agente!- replicó algo picada Joan mientras seguía escudriñando el edificio.

- Capitán Steve Rogers.

- ¡¡Claro!! ¡¡Y yo soy Wonder Woman!! ¿Cree que es momento para bromas a…?- Joan giró la cabeza para encarar a su interlocutor y la mandíbula se le cayó al suelo. Alrededor del hombre que solicitaba permiso para acceder, un corro de policías la miraba con la misma expresión de incredulidad.

- ¿Señora?- preguntó con respeto el Capitán América.

- Tiene permiso para acceder, Capitán Rogers- asintió Joan con su mejor sonrisa del día- Nosotros le cubrimos.

El Capitán América saludó marcialmente y se dispuso a cruzar el cordón policial por la parte trasera del edificio.

- Capitán, sin ánimo de ofender…- añadió Joan- … su traje deja un poco que… quiero decir… que me lo imaginaba más…

- Lo sé- dijo Steve sin apartar la mirada del objetivo- Estoy trabajando en ello

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El neonazi de la camiseta de tirantes hacía su ronda por la planta superior del edificio. Afortunadamente estaba vacía, el chivatazo había sido bueno y, a aquella hora, los de la oficina de arriba habían salido por el café. Probablemente se encontrarían en el exterior, tras el cordón policial, sorprendidos por no poder volver a su puesto de trabajo y angustiados por el estado de sus compañeros. Aunque era una ventaja táctica, le molestaba no poder hacer escarmiento también con esos miserables traidores a la patria. Tres horas le parecían demasiado, estaba ansioso por demostrar a esa gentuza que no debían cabrear a los auténticos americanos. Su hermano le había prometido que le llamaría cuando llegase el momento de ejecutar a los cerdos, pero aún así la ansiedad le podía. Habían sido muchas semanas de preparación para aquello y no quería perderse el momento de la acción.

- ¡¡Eii Bob!!- preguntó a su compañero, que estaba encargado de vigilar las ventanas traseras- ¿Crees que habrá algún amarillo en el grupo? Joder, espero que sí, son los que más asco me dan ¿Tú qué crees Bob?- no hubo respuesta- ¿Bob?

- Bob está durmiendo- sentenció Steve Rogers a su espalda.

El hombre giró rápidamente para descargar una furiosa ráfaga de disparos contra su atacante. Sin embargo la mano de hierro del súper-soldado atenazó el cañón y le arrebató el arma al tirar de ella con la fuerza de un buey. El skin, desprovisto de su fusil, trató de echar mano a un cuchillo de combate que llevaba en los pantalones, pero el puño del capitán lo derribó antes de que pudiera si quiera sujetar el mango. Tendido en el suelo, sangrando por la nariz, el secuestrador comenzó a farfullar.

- Eres… eres un puto traidor… Tendrías que estar con nosotros, no del lado de esos mierdas… Mi abuelo murió en Okinawa tío… Somos de los tuyos…

- En ese caso- respondió Roger mientras miraba la bandera mancillada sobre el pecho de aquel individuo- Tu abuelo habría vomitado al ver esa camiseta.

Y la bota del capitán mandó al secuestrador a dormir junto a su compañero.


Sabía que tres horas era demasiado tiempo, pero tenía que hacer creíble todo el asunto de la liberación y el helicóptero. El hombre de la esvástica en el cuello sabía que sus hermanos estaban empezando a impacientarse. Él también, pero podía aguantarse, por eso era el líder del comando. Tenía tantas ganas de abrir fuego como ellos, pero la guerra contra el genocidio blanco no se ganaría con acciones súbitas y llevadas por el sentimiento. Debían ser fríos, inteligentes y metódicos. Las victorias momentáneas no serían nada si no eran el camino hacia un glorioso objetivo común: una América blanca, unida y en paz. Y él era un hombre metódico, por eso ordenó a sus hombres que fijasen las armas en el ascensor cuando empezaron a escuchar ruidos de descenso. Era posible que alguno de los empleados de la planta de arriba no hubiese salido a la pausa, aunque dudaba que ninguno fuese tan idiota como para no haberse enterado a esas alturas que estaban siendo víctimas de un secuestro. También cabía la posibilidad de que fuesen sus hermanos, que también habían comenzado a impacientarse. En ese caso les caería una buena, si él ordenaba cubrir una posición sus órdenes debían cumplirse hasta nuevo aviso. En caso que fuese la policía… que Dios ayudase a aquellos traidores a la patria.

Las armas de los cinco secuestradores restantes se apartaron de los rehenes y se dirigieron al ascensor. Un ascensor en un edificio de dos plantas, el hombre de la esvástica en el cuello pensó que eran cosas como esas lo que hacían que la nación se estuviese yendo al garete. El ruido de la caja se detuvo cuando llegó al fin a destino. Los tensos rapados sujetaban la empuñadora de sus armas con el ansia del depredador. Cuando el leve pitidito del aparato indicó la llegada, las puertas automáticas se abrieron lentamente para mostrar… la caja vacía…

La puerta de acceso desde las escaleras saltó como por un resorte por acción del peso de Steve Rogers, lanzándose con toda su fuerza escudo al frente. Los secuestradores, desconcertados, abrieron fuego en dirección a la amenaza, demasiado asustados como para pensar en hacer daño a los rehenes. El Capitán se parapetó tras su escudo, sintiendo como cada bala impactaba contra el vibranium. Calculó mentalmente el instante preciso para atacar, anticipando el momento en que tendrían que recargar munición. El truco del ascensor había funcionado y éstos habían disparado por instinto, sin tiempo para organizar una estrategia, lanzándose todos a disparar sin calcular dicha eventualidad. Mientras los objetivos recargaban, Rogers se lanzó con toda la fuerza de sus piernas contra los dos más cercanos a la fila de rehenes. El vibranium colisionó contra el rostro del primero y Steve sintió como los huesos de su nariz se rompían contra el metal. El segundo, asustado, hacía esfuerzos por encajar el nuevo cargador en el fusil. Un rápido revés con el escudo fue suficiente para zanjar la intentona.

Aún quedaban tres enemigos y, según sus cálculos, terminarían de recargar en poco menos de dos segundos. Por suerte, aquellos edificios municipales de estilo neoclásico estaban bien surtidos de columnas. Sin necesidad de calcular el tiro, movido por el puro instinto y la práctica, por los reflejos fotográficos conseguidos en cientos de batallas (demasiadas), el escudo rebotó contra los columnares golpeando a cada uno de los tres secuestradores en su trayectoria y volviendo dócil y certero a las manos del Capitán. Dos de los matones habían caído inconscientes por el golpe, pero el líder tan sólo había perdido su fusil. Mientras Rogers desviaba la mirada hacia los rehenes, asegurándose de que ninguno hubiese sufrido daño en el tiroteo, el líder del grupo desenfundó una semiautomática y apuntó con ella en la distancia al señor Gutiérrez.

- Ni un paso más, te lo advierto- bufó el tatuado- O te juro que le vuelo los sesos a este marrón de los cojones.

- Baja el arma- dijo Rogers autoritario- No haces más que complicar tu situación. Ya ha sido suficiente por hoy.

- ¿Mi… situación?- se rió el secuestrador- ¿Te crees que me importa una mierda mi situación? ¿Crees que me asusta cumplir sentencia por orden de un sistema de follanegros y sionistas? No, no acepto su autoridad ni acepto la tuya. Eres igual que ellos, un perro de la conspiración judeomasónica. Y te atreves a ir con esa bandera en el pecho y hacerte llamar “Capitán América”. Eres una vergüenza para tu país y para tu raza.

- Chico- le cortó Steve- En otras circunstancias me molestaría en decirte lo equivocado que estás y hacerte entender la cantidad de porquería que tienes en la cabeza. Pero, dado que estás apuntando a la cabeza de un hombre con una pistola, creo que el tiempo de hablar ya pasó hace tiempo- Steve miró la esvástica en el cuello del cabecilla- Además, esa cosa que llevas tatuada me pone de muy mal humor.

La detonación del arma reverberó en la estancia como un cañonazo. El tirador, orgulloso de su miserable acto de venganza, miró a su derecha para contemplar su obra. El casquillo de la bala cayó al suelo, casi al mismo tiempo que el abollado proyectil hacía lo propio. Donde, a su parecer, debía estar la cabeza reventada del señor Gutiérrez, un objeto metálico y circular proyectaba contra él un reflejo de barras y estrellas. El señor Gutiérrez, aún sin creerse del todo que siguiese vivo, miró el escudo incrustado contra el escritorio de madera. El rapado, anonadado, calculó la velocidad a la que el capitán tendría que haber lanzado ese chisme para interponerse en la trayectoria de la bala. Ese sería su último pensamiento consciente aquella mañana. Por el momento, le bastaba con calcular la velocidad a la que la suela de la bota de Steve Rogers le golpeó en el estómago.

- ¿Están todos bien?- preguntó Steve tras dar cuenta del último secuestrador.

Tras unos segundos de tenso silencio, los hipos y sollozos cesaron. Las lágrimas de terror mudaron en alegría y júbilo. Los rehenes comenzaron a abrazarse mientras el llanto se convertía en vítores y aplausos. Thomas Brown, aplaudiendo como un poseso, salió de detrás de su escritorio de madera y se abrazó al señor Gutiérrez como si quisiera partirle las costillas. Tras ello, sacó su móvil y se dirigió a Steve.

- Señor América… digo, Capitán. Capitán América, señor…

- ¿Sí?- preguntó Steve sin poder contener la risa.

- ¿Le importaría… le importaría que nos sacásemos una foto?

El trabajo de Thomas Brown era pesado y poco gratificante pero, a veces…

A veces tenía sus momentos.

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime29th Julio 2021, 02:10


Phil Coulson caminaba a toda prisa por los pasillos del Helicarrier en dirección a la sala de conferencias. Hacía apenas unos minutos había recibido un mensaje urgente en su móvil notificando que el objetivo al que llevaban casi una semana tratando de encontrar había sido localizado en un complejo agrícola a las afueras de Concord, en Massachusetts, y, considerando de quién se trataba tenía todos los motivos del mundo para responder lo antes posible.

Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Conference-room

Nick Furia, María Hill y varios operativos de mayor rango se encontraban ya reunidos cuando él llegó, observando una transmisión en vivo que se reflejaba en tres de los numerosos monitores de video de la pared, iluminados en verde lima, mostrando un paisaje árido infrecuente en la zona. Había varios agentes de S.H.I.E.L.D. moviéndose sigilosamente, armas en ristre, hacia los edificios del complejo. Phil no pudo más que admirar la decisión estratégica de la localización; en primer lugar se trataba de un tipo de edificación muy común en aquella parte de Estados Unidos, por lo que era poco probable que levantara sospechas, y, en segundo lugar, se encontraba en un área de bosques como era Nuevo Hampshire, ofreciendo un escondite perfecto, pero, al mismo tiempo, al ser zona de cultivos, todos los alrededores del complejo se encontraban completamente despejados de árboles, por lo que era muy difícil acercarse sin ser visto.

- Phil -saludó Furia con un asentimiento de cabeza que él correspondió antes de situarse a su lado, contemplando las pantallas.

- ¿Estamos seguros de que es él?

- Bastante -respondió el hombre, frunciendo los labios en un gesto tenso-. No es precisamente un tipo discreto. O eso, o hay otro chalado vestido en forma de diana humana clavando marcapáginas en los cráneos de la gente.

Una sensación de inexplicable desasosiego invadió al agente de S.H.I.E.L.D.

- ¿Hemos conseguido contactar con Rogers?

La expresión de Furia se endureció aún más.

- ¿Y por qué deberíamos? Él escogió largarse y no seré yo quien vaya persiguiendo su perfecto culo blanco. No le necesitamos para atrapar a ese perturbado.

- Señor, con el debido respeto, el objetivo no es alguien a quien tomar a la ligera. Él sólo es perfectamente capaz de ocuparse de un pequeño batallón.

- A plena luz del día quizás. Por eso estamos realizando el ataque de noche. Por muy buena puntería que tengas es difícil acertar si no eres capaz ni de verte la polla a la hora de mear. En el sitio donde está no hay apenas contaminación lumínica, a éstas horas...

Sin previo aviso, una explosión sacudió la ladera, sobre la que descendían los agentes, provocando que la cámara se agitara de forma salvaje.

- ¿Qué coj...? ¿Eso ha sido un lanzacohetes?

En ése momento una serie de destellos producidos por una rondas de balas trazadoras que salieron del recinto principal iluminaron la noche.

- ¡Es una emboscada! -gritó Phil-. Está al tanto de nuestra presencia, debemos retirar a los hombres.

Pero Furia no dio la orden, y los agentes continuaron avanzando.

- Señor, ¿es que no lo ve? Está usando munición trazadora para poder distinguir los objetivos en la oscuridad. Si permite que esos hombres se acerquen más puede darlos por muertos.

- Maldita sea, Phil, puede que sea la única opción que tengamos de echarle el guante a ese cabrón. Nosotros también tenemos soldados aumentados, es imposible que...

Una repentina explosión lanzó a uno de los agentes por el aire, aterrizando inmóvil, con la cámara apuntando al cielo.

- ¿Eso ha sido un lanzagranadas? ¿Pero qué cojones tiene ese tipo ahí? ¿Alguien me explica cómo demonios ha conseguido reunir un arsenal en tan poco tiempo?

- Es Bullseye, señor. Es lo que hace -manifestó Coulson, desplazando la mirada hacia el receptor de radio debajo de los monitores. Detrás de ellos podían verse las secuelas de las diversas explosiones en la pantalla-. De nada les servirá a nuestros agentes tener poderes o características físicas aumentadas si no consiguen llegar hasta él, y Bullseye es perfectamente capaz de matarlos a todos antes de que consigan tenerle a tiro -de repente, algo se movió en el campo-. Señor, parece que hay supervivientes, pero si tardamos demasiado puede que sea demasiado tarde.

En el monitor, el agente caído volvió a levantarse. Parecía que cojeaba un poco, pero aún así, la cámara volvió a enfocar el recinto. De repente, hubo otra explosión y dos de las transmisiones de la cámara se apagaron. Otra secuencia de explosiones sacudió la transmisión de video, que se volvió negra, interrumpiendo la señal. Furia accionó un interruptor del panel de control.

- Aquí Furia a Rojo Bravo 3. Abortad operación. Repito: si me escucha alguien, abortad operación. Alejáos de ahí cagando leches a la de YA.

Un silencio incómodo se abatió entre el personal allí reunido, hasta que, de repente, el director de S.H.I.E.L.D. propinó un furioso puñetazo sobre la consola de mandos. Coulson no se atrevió a romper el silencio. No era el momento para un "te lo dije", especialmente sin saber cuántos buenos soldados habrían perdido esa noche.

- Vale, entonces tenemos a un psicópata con la mejor puntería del mundo y la reputación de no fallar nunca pertrechado en un recinto casi inexpugnable con todo un arsenal -resumió María Hill, rompiendo el tenso silencio-. ¿Qué hacemos ahora, director?

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime30th Julio 2021, 19:19



Green Mountains (cerca de Montpelier), Vermont, Estados Unidos. 10:00 p.m.

El frío aire de la montaña penetró en los pulmones de Steve infundiéndole nuevas fuerzas. Era un aire puro, agreste, una clase de lujo que era difícil disfrutar en las atestadas calles de Nueva York o a bordo de un Helicarrier de SHIELD. La cafetera emitía su característico quejido burbujeante en el fuego. Rogers acercó las manos a la hoguera aunque, realmente, no tenía frío. Simplemente quería sentir el calor en sus manos, recibir la caricia hogareña que sólo es capaz de regalar un fuego de campamento. Desde niño le había fascinado la naturaleza, tal vez por ser un chico de ciudad. Cuando estudiaba la geografía de los Estados Unidos soñaba con poder visitar todos los grandes monumentos naturales del país. Pasear al borde del Gran Cañón, remontar el Missisipi, cosas de ese estilo. Su faceta de artista coincidía con su innata curiosidad. Aquel país podía ofrecer para el artista un generoso despliegue de belleza que plasmar en un lienzo o un bloc de dibujo y no sólo desde el punto de vista del arte figurativo. La naturaleza podía ser reproducida desde la mirada del artista pero también servir de inspiración para el desarrollo de su mundo personal desde la abstracción. No había colores más vivos que los de un bosque, evento más inspirador que un atardecer o factoría de sueños más grande que el cielo estrellado.

Steve Rogers sentía, viviendo en solitario, durmiendo al raso, una mayor sensación de libertad y sosiego de la que jamás había experimentado. Cada noche se introducía en su tienda para caer en los brazos de un sueño pleno y verdaderamente reparador. El experimento que le había dado sus poderes le hacía prácticamente inmune a la fatiga, para él era muy difícil sentir auténtico cansancio físico. Pero el desgaste del cuerpo no es el único que puede sentir un hombre. Pese a todo lo que le atribulaba; los errores del pasado (lejano y reciente); las preocupaciones; la responsabilidad; la pérdida; las amistades rotas, cuando se encontraba durmiendo al aire libre, sin más protección que una tienda y un saco, sentía que una profunda paz le invadía. Que el pasado no podía cambiarse y que los problemas del mañana deberían afrontarse… bueno… mañana.

Todo en aquel lugar le conducía a un cómodo estado de paz interior. Una paz que, por lo que podía oír, iba a ser perturbada muy pronto. Steve resopló y extrajo de su mochila una segunda taza metálica.

- Buenas noches Nick- dijo en voz alta sirviéndose el negro líquido- ¿Café?

- ¿Nick?- contestó el otro mientras remontaba un pequeño montículo quedando al fin a la vista de Rogers- ¿Qué ha sido de eso de “Director Furia”? Sí que le ha relajado la vida civil, capitán.

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Usted lo ha dicho- afirmó Steve mientras extendía a Furia su café- “Vida civil”. Lo que significa que ya no estoy bajo su mando.

- ¿Es que lo estuvo alguna vez?- preguntó el director de SHIELD mientras vertía el contenido ambarino de su petaca en el café para después depositar un negro maletín a sus pies- La gente se ha hecho una idea bastante equivocada de usted, capitán. Todo el mundo le tiene por el perfecto boy scout, pero en suma podría decirse que me ha dado incluso más dolores de cabeza que la agente Romanoff.

- ¿Y cómo está Nat?- preguntó Steve bajando la mirada.

- ¿Es que le interesa?- atacó Furia cargado de veneno. Steve tragó saliva y desvió aún más la mirada. El director siempre había sido hiriente pero, en esa ocasión, tenía parte de razón- Como sabe, el estado de la agente Romanoff es información clasificada. Información que, obviamente, no puedo compartir con un “civil”- concluyó recalcando la última palabra bastante más de lo necesario.

- Nick…

- Ha estado peor- respondió secamente mientras se acercaba la taza a los labios. No era demasiada información, pues “ha estado peor”, en el caso de Natasha Romanoff, era su estado natural- Es todo lo que puedo decirle.

-  Entonces ¿A qué ha venido?- contraatacó Steve igual de cortante.

- ¿Qué ocurre?- siguió Furia fingiendo incredulidad- ¿No puedo acercarme a saludar a un viejo amigo?

- ¿Es eso lo que somos?- dijo el capitán cargado de ironía.

- Algo así- respondió Nick tras dar un pequeño sorbo de su improvisado irlandés- Al menos eso les digo a las chicas del Oak los viernes por la noche. Ni se imagina lo pronto que se olvidan de lo del parche.

- Bueno, en ese caso no tendría más que haber dicho “hola” a través de uno de esos drones tan punteros que me sobrevuelan como moscardones desde mi marcha.

- Creo que la palabra que busca es “deserción”, capitán.

- ¿A eso viene? ¿A detenerme?

- ¿No le gustaría verme intentarlo?- siguió Furia desafiante, clavando su único ojo en el rostro de Steve- Le aseguro que no falta gente con ganas de pedírmelo, gente poderosa ¿No se ha planteado que pueden ser ellos quienes le estén monitorizando?

- A otro con esas, Furia- replicó Steve hastiado de aquel juego- A su gente puede venderles lo que quiera, pero sé perfectamente que me sigue la pista muy de cerca desde que abandoné SHIELD.

- ¡¡Puede estar seguro!!- saltó Furia- ¿Sabe lo que me preguntan desde que decidió irse de gira humanitaria por el país como si fuese el puñetero Bono? Me preguntan cómo coño me las he arreglado para perder al súper-soldado más famoso del planeta y por qué no lo he traído aún de nuevo al redil. Me da problemas hasta cuando no está, Rogers. Sus vacaciones terminarán por provocarme un jodido infarto ¿Es que las “grupies” de Nueva York ya le aburrían?

- No son vacaciones Furia- contestó con firmeza- Me dedico a ayudar a la gente.

- Sí ya… ¿Cómo lo de ese grupo de blanquitos a los que acaba de zurrar?- bufó- A usted se le necesita para cosas un poco más grandes.

- ¿Es que la gente de a pié no merece mi tiempo?

- A otro con esas, Rogers- espetó Furia devolviéndole sus propias palabras- ¿Tenía que detenerlos personalmente? Son simples terroristas, y no especialmente eficaces. Una llamada al Departamento de Estado y un grupo de fuerzas especiales habría pateado sus culitos arios tan fuerte que irían cantando el “Hava Nagila” de camino a Guantánamo.

- Sabe que no me gustan las bromas sobre Guantánamo- replicó Steve con seriedad.

- Estoy al tanto- le cortó. Acto seguido extrajo unos documentos de su maletín y se los tendió a Steve- Eche un vistazo a esto.

- ¿No tiene una tableta?

- He pensado que apreciaría el toque cásico de una carpeta con “información clasificada” estampado en la cubierta.

- Creía que no compartía información clasificada con los civiles- replicó con una sonrisa maliciosa.

- Cállese y lea.

Steve dio una lectura rápida de los documentos. Una de las cosas más útiles del suero de súper-soldado es que podía asimilar y memorizar cualquier información casi al instante, lo que también había mejorado bastante su ritmo de lectura. Trató de no detener la mirada demasiado en las fotografías, no eran imágenes que quisiese recordar con nitidez.

- La congresista Mclane…

- ¿La conocía?- preguntó Furia intrigado.

- Sólo su reputación. Parecía una buena persona.

- Todo apunta a que lo era.

- ¿Por qué iba a querer alguien matarla?- siguió Steve cada vez más interesado.

- Eso es lo que estamos tratando de averiguar.

- Bullseye es un asesino a sueldo Nick. Sigan el rastro del dinero y darán con la respuesta.

- ¿De verdad? Muchas gracias, capitán. Supongo que en la jodida agencia de inteligencia más importante a nivel global no hubo nadie a quien se le ocurriese esa brillante idea.

- ¿Entonces?- suspiró.

- No ha habido pago, al menos que nosotros sepamos. Y si nosotros no lo sabemos es que no lo ha habido. Bullseye se la ha cargado… porque sí. O eso quieren hacernos creer.

- ¿Quiénes?

- Está empezando a hacer las preguntas correctas- Furia apuró el café y clavó de nuevo la mirada en Steve- Hay gente poderosa metiendo mano en este asunto. Mierda muy turbia, capitán, de la que usted le gusta.

- No me gusta- contestó Steve picado.

- De la que le gusta exponer, me refiero- Furia sonrió complacido y a Steve no le gustaba aquello. El director de SHIELD sabía que ya lo tenía comiendo de su mano- Bullseye se ha cargado a una congresista de los EEUU sin razón aparente y todo el mundo quiere un pedazo de ese cabrón. Es un asesino internacional, por lo que SHIELD está autorizada para detenerlo y ponerlo bajo custodia. Tengo que cogerlo antes que el FBI, la NSA o, no sé, el puto ejército de salvación porque si yo no lo pillo primero jamás sabremos quién cojones está moviendo los hilos por detrás ni qué mierda quieren esconder bajo la alfombra.

- ¿Y por qué no lo detiene?

- Porque, lo que no dice ese informe es que he mandado ya un equipo de asalto a por ese hijo de mil padres y que todos mis agentes han acabado haciendo compañía a la congresista Mclane- Nick tendió, esta vez sí, una tableta a Steve y reprodujo las grabaciones de protocolo de los agentes. Steve cerró los ojos compungido, pero era incapaz de no escuchar los gritos de los agentes que caían bajo el fuego de Bullseye- Ese monstruo se ha parapetado en uno de sus pisos francos y tiene un arsenal  dentro que sería la envida de Corea del Norte. Le necesitamos, Rogers.

Steve cerró los ojos. No podía negarse a aquello, no podía dejar que Bullseye siguiese dispensando muerte a diestra y siniestra hasta que alguien (con suerte los buenos, si es que había de esos) pusiera fin a su locura. Ahora que sabía lo que estaba ocurriendo, todas esas muertes estarían sobre su conciencia.

- Es usted un manipulador…- Steve hizo un nuevo esfuerzo y se aguantó el segundo calificativo.

- Hijo de puta Rogers, la expresión que busca es “hijo de puta”- concluyó Furia- Un manipulado hijo de puta ¿Y bien?

- No pienso volver a SHIELD- respondió Rogers con firmeza.

- Ni yo se lo estoy pidiendo. De hecho, en esta ocasión me conviene más que vaya por libre. Cuanto menos le relacionen conmigo menos sospechosa será su participación en asunto y más libertad de acción tendrá.

Steve meditó durante unos segundos y se puso en pié.

- Dígame dónde está.

- En Concord, New Hampshire. Le daré la localización exacta cuando se ponga esto- Furia también se puso en pié y le tendió el maletín- ¿No pretenderá enfrentarse al asesino más eficaz del mundo con esos harapos que llevaba en televisión?

- No hay muchos sastres capaces de reparar uniformes tácticos de SHIELD- respondió Steve con una sonrisa en los labios.

- Me roba y encima se cachondea... Calle y vístase… Por cierto, el maletín es mío y lo quiero de vuelta…

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime6th Agosto 2021, 02:27

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime7th Agosto 2021, 19:56

Cuando Furia le había dicho que el refugio de Bullseye se encontraba en Concord, no le había especificado que se encontraba en mitad de ninguna parte, en una zona completamente a las afueras en donde no había nada más que bosque, pastos, vacas y aves rapaces, pero Rogers lo prefería así. Cuanto más lejos del núcleo urbano se encontraran, más difícil era que el asesino se cobrara más vidas inocentes.

Lo único que separaba el complejo agrícola del bosque era una alambrada medio desmoronada, y, más allá, todo el terreno hasta la edificación principal estaba sembrada de cuerpos. Furia sabía que cualquier intento de recogerlos podría haber terminado en un nuevo añadido a la pila de cadáveres, y era un riesgo que no estaba dispuesto a asumir hasta haber abatido al bastardo. Bastantes hombres buenos habían perdido ya. Al capitán se le encogió el corazón en el pecho al observar el desalentador panorama, pero también sabía que le resultaría más sencillo aproximarse a la casa si utilizaba la cobertura de los cuerpos que si lo hacía a campo descubierto como habían tenido que hacer ellos. Era muy duro plantearse aquella clase de cosas, pero cuando has sobrevivido a varias guerras tiendes a compartimentar las cosas cuando llega el momento de enfrentarse a situaciones de vida o muerte, y si era verdad que el asesino tenía la clase de armamento pesado de la que le había hablado Nick, tenía que aprovechar cualquier ventaja que el terreno pudiera brindarle.

Sabía que tendría que haber cámaras vigilando la zona, y posiblemente con visión nocturna; era la única manera de que el asesino hubiera podido ver acercarse a las tropas en la oscuridad, y aunque a priori era imposible saber dónde estarían colocadas, era probable que la entrada estuviera controlada, así que escogió un lugar apartado para saltar la alambrada y se fue desplazando rápidamente a través de las zonas más oscuras, yendo de cuerpo en cuerpo y asegurándose varios segundos de que no había sido descubierto antes de continuar su camino.

La edificación principal estaba ya a tan sólo unos metros, tan cerca que podría alcanzarla de una rápida carrera, así que se permitió unos segundos para analizar bien el edificio. Debía de llevar varios años abandonado, a juzgar por el estado de deterioro en el que se encontraba. Prácticamente todas las ventanas tenían rotos los cristales, y faltaba la puerta de entrada, casi como una invitación. En el muro de al lado el asesino había dibujado una diana con la siguiente inscripción:

Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Sin-t-tulo

"No es paranoia si sabes que vienen realmente a por ti".

Aquello planteó preguntas en el capitán. ¿A quiénes se refería? ¿A S.H.I.E.L.D.? Bueno, era momento de acabar de una vez con todo aquello, así que, cubriéndose con el escudo se dispuso a recorrer los últimos metros que le separaban de la puerta, pero, cuando estaba a punto de alcanzarla, algo impactó contra su escudo con un sonido metálico, quedándose pegado como si se tratara de un imán. En apenas una milésima de segundo su cerebro entrenado concluyó que no se trataba de una bala, porque no le había golpeado con la suficiente fuerza, y con unos reflejos que se activaron antes incluso de que pudiera procesarlo, arrojó el escudo hacia arriba y corrió a parapetarse tras el primer saliente que encontró. La explosión fue tan inmediata que sintió el calor y el impulso de la onda expansiva tras él, aunque por suerte había reaccionado con la suficiente rapidez como para impedir males mayores. Desde su escondite escuchó el tintineo metálico del escudo al rebotar contra el suelo en su caída, y, al asomarse tras su parapeto descubrió que había quedado en terreno descubierto, en dirección opuesta a la puerta. Y ahora, Bullseye estaba al tanto de su presencia, lo cual quería decir que, si corría a recogerlo se exponía a recibir una andanada de tiros. Como en respuesta a sus pensamientos, una carcajada burlona le recibió desde el tercer piso de la edificación.

- ¡Jo, jo, jo! ¡El capi en persona! ¡Oh, tío, ésto va a ser muy divertido! ¡Me siento honrado de que me consideren lo suficientemente peligroso como para enviarte a ti, abanderado! ¡Hey, lo has hecho bien! No me esperaba que enviaran a un hombre solo, ¡un poquito más y me pillas con el culo al aire, colega! Te he visto de puro milagro, y ahora se nos plantea un interesante dilema... ¿qué harás, qué harás, me pregunto? ¿Te arriesgas y vas a por el escudo y a que te convierta en un alfiletero o te atreves a meterte aquí, conmigo, sin llevarlo? -volvió a reírse, como un demente-. ¡Hagas lo que hagas va a ser terriblemente divertido! Para mí, claro... Oh, estoy deseando ver lo que harás... ¿Qué va a ser, capi? ¿Muerte rápida o muerte dolorosa?

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime24th Agosto 2021, 03:22


La cosa estaba yendo bien. Demasiado bien obviando, por supuesto, el reguero de cadáveres que aquel loco había ido dejando a su paso. Aunque fuese una incómoda realidad, ya no se podía hacer nada por esa gente. Lo único que Steve Rogers podía hacer para honrarlos, era poner entre rejas a Bullseye y evitar que los cuerpos siguieran amontonándose.

Por ello, el capitán se maldijo a sí mismo cuando la bomba lapa se clavó en su escudo y tuvo que lanzarlo lejos de él. Había sido un estúpido, un estúpido confiado y, por culpa de ello, se encontraba tras una precaria defensa frente al mejor asesino del mundo sin su única arma y mejor blindaje. Tras la explosión, la irritante voz de aquel desquiciado no se hizo esperar.

- ¡Jo, jo, jo! ¡El capi en persona! ¡Oh, tío, ésto va a ser muy divertido! ¡Me siento honrado de que me consideren lo suficientemente peligroso como para enviarte a ti, abanderado! ¡Hey, lo has hecho bien! No me esperaba que enviaran a un hombre solo, ¡un poquito más y me pillas con el culo al aire, colega! Te he visto de puro milagro, y ahora se nos plantea un interesante dilema... ¿qué harás, qué harás, me pregunto? ¿Te arriesgas y vas a por el escudo y a que te convierta en un alfiletero o te atreves a meterte aquí, conmigo, sin llevarlo? –la risa de Bullseye hizo que un eléctrico escalofrío recorriese la espalda del capitán. Realmente estaba disfrutando con aquello- ¡Hagas lo que hagas va a ser terriblemente divertido! Para mí, claro... Oh, estoy deseando ver lo que harás... ¿Qué va a ser, capi? ¿Muerte rápida o muerte dolorosa?

Tenía razón, desde cierto punto de vista. Steve desconocía la razón por la que Bullseye no le eliminaba directamente de un zambombazo en ese mismo instante. O se había quedado sin explosivos o, simplemente, no deseaba utilizarlos. Tal vez la perspectiva del juego le era más grata que asegurar la victoria. Si ese era el caso, Rogers estaba dispuesto a aprovecharlo. Él no estaba jugando, la muerte nunca había sido un entretenimiento para el hombre que portaba el escudo del Capitán América. Y, hablando de escudos, tenía que hacer todo lo posible por recuperarlo. Bullseye también tenía razón en eso. Si no se hacía de nuevo con él, había muchas posibilidades de que el asesino  lo convirtiera en un fetiche de vudú en cuanto asomase por la puerta. Estaba casi seguro de ser más veloz que su oponente, al fin y al cabo, de algo tenía que servir aquél maldito suero que corría por sus venas y tanta gente había deseado. Con todo, no había garantías de llegar indemne al interior del edificio, siquiera de alcanzar el escudo antes de recibir una buena andanada de… lo que fuese que aquél loco llevase encima.

Debía buscar una tercera vía, no podía dejarse llevar por las sugerencias de un psicópata, y menos de uno que disfrutaría tanto dándole muerte. Steve miró a su alrededor en busca de cualquier alternativa. No había ningún objeto que emplear como parapeto entre él y el escudo. Ese terreno, para Bullseye, era una auténtica galería de tiro. Los cadáveres de los agentes de SHIELD daban prueba de ello. Un momento… los cadáveres. El Capitán volvió a fijarse. El cuerpo de un desafortunado empleado de Nick Furia se encontraba a unos escasos metros de él, al punto que casi daba la sensación de poder alcanzarlo con la mano. Si Bullseye no se había molestado en bajar a registrar los cuerpos (cosa probable, dado que la expedición le habría hecho perder su ventajosa posición y le habría dejado expuesto a un nuevo ataque por tierra de las fuerzas de Furia) puede que encontrase algo que pudiese servirle como distracción entre el equipo del finado.

- ¡¡Rindete Lester!!- exclamó Steve. Furia le había enseñado el expediente que SHIELD guardaba sobre Bullseye. Había utilizado tantos alias a lo largo de su vida que era casi imposible saber cuál era su nombre real. Sin embargo, algo sí parecía claro. Le molestaba bastante que lo llamasen por otro nombre que no fuese el que él mismo se había dado- ¡¡Te lo aseguro, no hay forma de que salgas bien parado de ésta!! ¡¡Entrega las armas sin oponer resistencia o atente a las consecuencias!!

- ¡¡Jajajajajajajajajaja!! - se rió aquel desquiciado- ¡¡Un auténtico ultimátum del Capitán América!! ¡¡Menos mal que estoy grabando esto!!



Aquel, era el momento, tenía que aprovechar mientras Bullseye se reía como una hiena. Con un rápido gesto se acercó al cadáver del agente SHIELD y usando todas sus fuerzas lo arrastró hasta detrás del parapeto. La velocidad de reacción de Bullseye fue mayor de lo que había calculado. Mientras lo arrastraba, una certera bala se alojó en el hombro del Capitán y, en ese instante, se alegró de que Nick Furia le hubiese llevado un nuevo traje de faena. El asesino había sido capaz de penetrar el blindaje del uniforme, pero afortunadamente la punta de la bala no parecía haber atravesado más que piel, dejando una herida superficial.

- ¡¿Qué pasa hombre-bandera?! ¡¿Te sientes sólo ahí abajo?!- exclamó sardónico Bullseye.

“Tranquilo, que en seguida voy a hacerte compañía” pensó Steve mientras registraba el cadáver.

La pistola tenía el cargador completamente lleno lo que, unido al limpio disparo entre los ojos, daba prueba de que su desafortunado propietario apenas había tenido tiempo de reaccionar. Tras una lenta respiración, Steve sujetó el arma con ambas manos y se dispuso a abrir fuego. Hacía mucho tiempo que no efectuaba un disparo a tanta distancia y… bueno, se enfrentaba al hombre con mejor puntería del mundo. Dejar la cobertura, ni que fuese unos segundos para tomar referencia visual, estaba descartado. Bullseye le abriría la cabeza con una bala como se atraviesa un melón maduro. Tenía que arriesgarse a un tiro a ciegas, confiando que la descarga le obligase a tomar una posición defensiva. Steve tomó aire una última vez y, con rapidez, asomó la pistola por encima y dispuso a efectuar los disparos. Pronto la maniobra se destapó como una auténtica pérdida de tiempo. En el mismo instante que el arma asomó por encima del parapeto, ésta voló por los aires por efecto de un rápido y certero tiro de Bullseye.

- ¡¡Error, mon capitaine!! - se mofó el asesino- ¡¡Creía que eras un tipo honesto!! ¡¡No estás siguiendo las reglas del juego!!

Steve se sujetó la mano vacía con impotencia. Se le estaban empezando a agotar las ideas. Asomar cualquier parte de su anatomía quedaba inmediatamente descartado. Necesitaba otro tipo de distracción, y no contaba con muchos elementos para procurársela. Con mayor urgencia volvió a inspeccionar el equipo del agente caído. Si la memoria no le fallaba, y no solía hacerlo, el equipo táctico estándar de un escuadrón de asalto de SHIELD debía contar con algún tipo de arma explosiva. Tras unos segundos de atropellada búsqueda, Rogers consiguió dar al fin con un par de granadas de mano. No sería un lanzamiento fácil, calculaba que Bullseye se encontraba en un tercer piso. La granada debía ser lanzada hacia atrás en parábola con la potencia suficiente para explosionar a escasos metros de la ventana que servía a Bullseye como punto de tiro. Si se excedía en la fuerza corría el riesgo de matarlo. Si erraba el tiro, se había quedado sin recursos. Además, la carrera debía iniciarse en el momento preciso o el asesino tendría tiempo para recuperar la posición. Si salía demasiado temprano, estaba vendido. Si se demoraba demasiado, estaba vendido. El capitán Rogers volvió a tomar aire. Puede que no fuese el mejor tirador del mundo, pero había efectuado lanzamientos más difíciles. Y necesitaba ese escudo.

Sus piernas reaccionaron en el mismo instante en que la granada salió despedida de su mano. Contó los segundos mientras iniciaba la carrera, esperando una explosión que nunca llegó ¿Estaba defectuosa? Steve no tenía tiempo para pararse a averiguarlo. Mientras no hubiera disparos, le era indiferente lo que estuviese ocurriendo. Finalmente, tras la carrera, consiguió echar mano del escudo y blindarse tras él. La granada había caído al suelo como una manzana madura del árbol. Fue entonces cuando comenzaron los disparos. El vibranium reverberaba con cada bala. Todas ellas un tiro fatal de conseguir llegar a objetivo. No podía permitir que eso le amilanase. Sabía dónde estaba la puerta, debía iniciar la carrera.

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Algunas esquirlas golpearon su rostro y partes del traje, notando cómo se iba desgarrando ligeramente tras el paso de la metralla. Ya habría tiempo para examinar si había alguna herida. Por el momento no había dolor, y decidió tomarlo como un buen presagio. Se debiese a la suerte o la adrenalina, estaba funcionando.

La puerta estalló como una botella que ha pasado demasiado tiempo en el congelador tras el golpe del escudo.

Estaba dentro, pero no había tiempo para descansar.

Tres plantas le separaban aún del objetivo y en aquel sitio había muchas cosas que, por inofensivas que fueran, en manos de Bullseye serían un arma mortal.

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime29th Agosto 2021, 01:41

El asesino esbozó un mohín divertido mientras miraba a través de la mirilla del arma, tratando de detectar cualquier asomo de movimiento en la oscuridad.

- ¡Qué manía os ha dado a todos con llamarme Lester, por cierto! ¡Seguro que el cuernecitos ha tenido algo que ver! Pues deja que te diga algo: tu asunción de que ese nombre pueda significar algo para mí es tan ridícula como que por un instante pienses que tus amenazas me intimidan lo más mínimo. ¿Quieres venir a por mí, Hombre Bandera? ¡Pues cierra el pico y hazlo!

Bingo, una fugaz visión de movimiento asomando tras la cobertura era todo cuanto necesitaba. Sin apenas pararse a pensar apretó el gatillo, acertando al capitán en el hombro.

- Diana -musitó para sí justo antes de exclamar-: ¡¿Qué pasa hombre-bandera?! ¡¿Te sientes sólo ahí abajo?!

Lo único que tenía que hacer era hacerle perder la calma lo suficiente como para que cometiese una estupidez. Si le provocaba lo suficiente era probable que se arriesgara a perder la cobertura, y ésa sería la señal para convertirlo en un colador humano.

Casi le dio la risa cuando distinguió la pistola asomando por encima del parapeto. ¿En serio pensaba que podía aspirar a algo en un duelo de puntería contra él? Un sólo disparo le bastó para hacerle perder aquél ridículo juguete.

- ¡¡Error, mon capitaine!! ¡¡Creía que eras un tipo honesto!! ¡¡No estás siguiendo las reglas del juego!! Y además... ¡¡Adivina quién tiene el arma más grande!! ¡¡Vamos, ratita, asoma la colita!! ¡¡Estoy empezando a perder la paciencia!!

Un nuevo movimiento, ésta vez de algo que el capitán había arrojado directamente hacia la ventana, y sus ojos se agrandaron al reconocer la familiar forma del objeto. Su objetivo tendría que esperar; por el momento tenía algo más urgente de lo que ocuparse, y no contaba más que con milésimas de segundo para evitar que una puta granada le estallara en la cara. Rápidamente dejó caer el fusil para abrir uno de los compartimentos de su cinturón y extraer un palillo de dientes de la cajita que siempre llevaba consigo, al tiempo que con la izquierda echaba mano a la linterna que descansaba junto a él, iluminando el proyectil en el momento en que se acercaba a la ventana. En ese preciso instante, en su cerebro fue como si el tiempo se detuviera, visualizando la granada como si se tratara de un esquema en un ordenador. El palillo surcó el aire con la precisión con la que un cirujano realizaría una incisión, penetrando limpiamente en el diminuto agujero que había dejado el pasador al retirarse, impidiendo así la detonación y haciéndola caer inofensivamente contra el suelo.

Tal y como esperaba, el capitán había aprovechado aquél momento para lanzarse a por el escudo, lo cual, tenía que admitir, había sido una maniobra inteligente. Probablemente ya no sirviera para nada, pero aún así inició fuego a discreción en la dirección donde calculaba que habría caído, y el repiqueteo metálico que recibió en respuesta confirmó sus sospechas. La oscuridad de la noche hacía difícil calcular dónde estaría exactamente el capitán detrás de esa gigantesca paellera suya, pero aún así continuó disparando hasta que escuchó cómo reventaba la puerta del edificio. Rápidamente salió de la habitación y se dirigió al hueco de la escalera, mirando hacia abajo mientras recargaba su fusil.

- ¡Hey, capi, esa ha sido buena! -le gritó, burlón-. ¡Veo que además del aspecto también tienes el cerebro! ¡Consuela ver que no eres sólo una cara bonita, así tendrá más mérito cuando te mate!

Apostándose en la baranda apuntó hacia abajo, esperando a que le proporcionara algún blanco. Lo más probable era que subiera las escaleras con el escudo por encima de su cabeza para buscar cobertura debajo, pero lo que posiblemente el capitán no sabía es que eso no suponía el menor obstáculo para él en un escenario de dimensiones tan reducidas. Lo único que tendría que hacer sería calcular el ángulo de tiro para que la bala rebotara en las paredes de la escalera y le acertara en cualquiera de las partes expuestas de su cuerpo.

Un pequeño truco "made in Bullseye", con amor, dedicado especialmente para él...

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime29th Agosto 2021, 01:41

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime29th Agosto 2021, 13:00


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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime29th Agosto 2021, 13:00

El miembro 'Steve Rogers' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados


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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime7th Octubre 2021, 20:42


- ¡Hey, capi, esa ha sido buena! -le gritó, burlón-. ¡Veo que además del aspecto también tienes el cerebro! ¡Consuela ver que no eres sólo una cara bonita, así tendrá más mérito cuando te mate!

La voz de aquel chiflado retumbaba por todo el edificio. Aquello le sirvió para confirmar algo que ya sospechaba, Bullseye seguía en la última planta y no tenía intención de moverse de allí. No es que se lo reprochara, desde luego, aquella era la posición más ventajosa. Como Rogers había aventurado, le quedaba un trabajoso ascenso de dos plantas a merced de lo que el asesino decidiese enviarle.

Las escaleras de acceso formaban un amplísimo corredor, dejando un aterrador hueco en medio que serviría de galería tiro para Bullseye si no se andaba con ojo. Tan sólo debía asomarse y disparar o lanzar. Steve contaba con la ventaja de su velocidad y resistencia aumentadas, pero se veía poco capaz de ser más rápido que una bala. Por desgracia para él, no era el tipo de Metrópolis. La opción más adecuada era encarar las escaleras con el escudo en alto y tratar de aguantar lo que fuese cayendo.

Tras tomar aire un par de veces, el capitán inició la carrera a toda la velocidad que le permitían sus músculos de súper-soldado. La reacción de Bullseye no se hizo esperar y la inconfundible detonación de un arma disparándose detuvo durante una milésima de segundo el corazón de Steve. Sin embargo, el impacto del tiro no acertó en el escudo o la carne de Rogers lo que, lejos de tranquilizarlo, le alarmó aún más. Bullseye no fallaba y sus viejos reflejos de luchador le hicieron bajar el escudo a la zona del pecho y echar la espalda al muro. La bala impactó contra uno de los bordes del escudo, lo suficiente para desviarla de su mortal trayectoria, pero no para evitar su avance. El proyectil siguió raudo un nuevo camino, rozando con su beso de fuego el costado izquierdo de Steve y alojándose finalmente en la pared trasera.

A diferencia del tiro del hombro y de las más que probables heridas superficiales provocadas por la lluvia de balas y metralla, aquella herida sangraba profusamente. La bala no había llegado lo bastante cerca como para atravesar algún órgano vital, pero sí que había pasado limpiamente por la carne y músculo de Rogers. No era una herida mortal, pero era una herida fea y, de nuevo, sangraba bastante.

El capitán optó por mantener su posición defensiva, encaramado al muro con el escudo en frente, bien en guardia para recibir otro ataque. Otro impredecible ataque, cabía añadir. Estaba jugando con el rebote de las balas, lo que hacía muchísimo más difícil calcular su trayectoria pese a que conociese la posición del tirador. Steve confiaba en seguir aguantando mientras mantuviese esa postura, pero no podía permitirse estar todo el tiempo a la defensiva. Bullseye tenía la ventaja de la altura y tiempo de sobra para pensar. También cabía la posibilidad de que sus reflejos o su suerte fallasen y algún rebote afortunado terminase por poner fin a su historia. No, había que actuar y rápido.

Dentro del edificio Bullseye no se atrevería a utilizar explosivos, si es que le quedaba alguno. No, al menos, mientras contase con otras ventajas. Estaba loco, pero no tanto, y su posición no era tan desesperada. La idea de hacerlo bajar tampoco parecía demasiado prometedora. Podía intentar provocarlo, pero había demostrado ser demasiado astuto para ello. Sólo quedaba una opción. No estaba en la postura ideal para un buen lanzamiento con rebote, aunque sí para un lanzamiento directo. El problema es que cabía la posibilidad de que, pese a acertar el golpe, el escudo se quedase ahí, y pocas cosas le parecían más peligrosas al Capitán que dar al hombre con la mejor puntería del mundo un gigantesco frisbee de vibranium.

Debía hacer una jugada más arriesgada.

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El Capitán sujetó con una mano su escudo y lo lanzó hacia arriba, en trayectoria vertical, mientras iniciaba la carrera por el siguiente tramo de escaleras. El disco de vibranium salió disparado, rozando a gran velocidad la barandilla y destrozando la madera de la balaustrada a su paso, continuando su camino hacia el techo del edificio. Rogers rezó porque el golpe hubiese desestabilizado lo suficiente a Bullseye, dándole tiempo para avanzar sin tener que preocuparse por un nuevo disparo. Finalmente, cuando tenía a su frente la puerta del segundo piso esperó unos segundos, deseando que sus previsiones hubieran sido acertadas. Al poco vio bajar su escudo a plomo. Calculó con precisión el salto y cogió su escudo al vuelo mientras rebasaba el hueco de la escalera para aterrizar en el siguiente piso.

Una vez se vio con respiro suficiente, Steve extrajo un pequeño cilindro de su cinturón táctico. El mismo se calentó hasta ponerse al rojo y el capitán se lo acercó al costado, apretando los dientes mientras el intrumento chisporroteaba cauterizando la herida.

Segundo piso. Ya sólo queda uno, monstruo…

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime14th Octubre 2021, 00:44

No tardó en escuchar la risa del psicópata cuando adoptó la posición defensiva contra el muro.

- ¿Qué es eso, capi? -inquirió en tono burlón-. ¿Vamos a repetir otra vez el numerito de la primera vez que nos encontramos, cuando te pasaste todo el rato escondido detrás de tu escudo hasta que vinieron a rescatarte? ¡Qué heroico, capitán! Tengo todo el tiempo del mundo, ¿sabes?

La respuesta no se hizo esperar, pero, al igual que él había sorprendido al capitán, éste contraatacó con un movimiento que no pudo verse venir, demostrando al asesino que no era el único con experiencia arrojando objetos. El escudo más famoso del mundo salió velozmente disparado hacia arriba destrozando la madera de la balaustrada y cortando limpiamente el cañón del rifle que empuñaba. El brutal impacto le hizo, además, perder el agarre sobre el arma, pero no fue lo único que contribuyó a que la perdiera.

Bullseye no le tenía miedo a la muerte (al menos no a una muerte de guerrero, en combate), y, de hecho, quien le conociera bien podría incluso decir que la buscaba, pero sí que había cosas que le aterrorizaban, y entre ellas se encontraba la pérdida de cualquiera de los elementos que le hacían el mejor en lo que hacía, como sus manos o sus ojos. Si perdía la capacidad de usar sus manos, o la visión, quedaría reducido a, literalmente, nadie. No había nada más que supiera hacer, no podría volver a destacar en nada y quedaría relegado al olvido más absoluto, lo cual lo aterrorizaba profundamente. Eso y el verse privado de libertad, volver a quedarse atrapado en la cárcel de su propio cuerpo, como cuando Daredevil le había dejado parapléjico, o que su mente volviera a jugarle malas pasadas, dejándole vulnerable y expuesto.

El escudo había pasado muy cerca de sus manos. Demasiado. Y el súbito sobresalto por lo cerca que había estado de perderlas le hizo dar un paso atrás cuando golpeó el arma, haciendo que se le escurriera de entre los dedos cuando el impacto le obligó a soltarla. De no haber sido así, podría haber cogido cualquiera de los extremos y arrojárselos al súper soldado, o incluso sacarle las balas y lanzárselas él mismo, ya que no necesitaba realmente de un arma física para conseguir el mismo efecto con una bala, pero de repente se encontró con nada en las manos y con el capitán a punto de superar el último tramo de escaleras. Bullseye sabía que, con sus reflejos mejorados, era cuestión de segundos que le alcanzara, así que optó por retirarse hasta la última habitación, cerrando la puerta con cerrojo tras de sí y retroceder hasta la ventana destrozada, donde había dispuesto varios cubos repletos de los cristales que había ido recogiendo de las diferentes ventanas del complejo agrícola. Rápidamente metió las manos en los cubos y colocó cuatro cristales en cada una, sujetándolos entre los nudillos. Ya podía escuchar los pasos del súper soldado acercándose, era cuestión de tiempo que echara la puerta abajo de una patada, y, en cuanto lo hiciera, le recibiría una lluvia de cristales rotos. Sabía que eso no le mataría, no mientras tuviera el escudo, y que, eventualmente, terminaría por llegar hasta él, pero eso a Bullseye no le daba miedo, pues disfrutaba de un buen encuentro cuerpo a cuerpo como el que más, lo cual no quería decir que no pudiera disfrutar al máximo de los preliminares, ¿no?

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime25th Marzo 2022, 22:16


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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime25th Marzo 2022, 22:16

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime8th Abril 2022, 00:32



Sopesó sus opciones. Bullseye había acertado en una cosa, aquello no podía desarrollarse como la última vez que se encontraron. Era rápido, certero y mortal. No podía estar parapetado continuamente tras el escudo. Eso tan sólo le daría tiempo a su afilada y retorcida mente para pensar una estrategia, ya fuese para matarlo a para huir. Ninguna de las dos opciones era aceptable. Y él tampoco contaba con demasiado tiempo para pensar una estrategia. La herida del hombro tenía un aspecto bastante feo, y no podía confiar toda su suerte en el suero de supersoldado. Hizo un escaneo rápido por el segundo piso, pero pronto se dio cuenta de que no había otra forma de acceder a la última planta sino desde el corredor por el que había venido. Steve respiró profundamente. Le esperaba otra angustiosa subida solamente para poder tener cara a cara a ese psicópata. Y, luego, había que reducirlo.

Sin pensárselo dos veces, tomó carrerilla y comenzó el ascenso por las escaleras pero, para su sorpresa, no hubo disparos, ningún proyectil u objeto de cualquier clase para recibirlo. Eso, lejos de tranquilizarle, lo alertó aún más. Bullseye estaba preparando una trampa ¿Siguiente paso? Accionar la trampa.

Se introdujo sin problema en el último piso y, con cuidado y lentitud, fue utilizando las esquinas como cobertura esperando un ataque en cualquier instante. Aguzó el oído, tratando de alertarse de cualquier movimiento. No había margen para el error. Cualquier lanzamiento de Bullseye podía sentenciarlo. Estaba todo en silencio. Ninguna de sus tonterías y bravuconadas. Era un depredador perfecto. La inspección terminó, inevitablemente, en la habitación más alejada. Bullseye tenía que estar ahí por fuerza, tras la puerta cerrada, si es que no había escapado ya. Steve volvió a respirar pesadamente. No fruto de la fatiga, sino de la excitación del combate. No quedaba más remedio. Tendría que derribar la puerta de una patada e improvisar según lo que le viniera.

La madera chocó con estrépito contra la pared y, al instante, una lluvia de cristales rotos se precipitó contra el escudo del capitán. Los pequeños fragmentos, por el impacto contra el vibranium, volaban como confeti por toda la habitación. Steve notó pequeñísimos cortes en el rostro por acción de los mismos, pero se mantuvo firme. Tenía que aguantar. Hacerle creer que su posición era inatacable. Se olvidó de todo. Del entorno, de la habitación, del ruido. Ni siquiera era capaz de saber si estaba hablando o no. Estaba absolutamente concentrado en Bullseye y sus movimientos. Observó la escena, ignorando el dolor y los vio. Los cubos a los pies del asesino, su improvisado arsenal personal. Y, al fin supo qué hacer. Steve dio un paso atrás y se parapetó tras el marco de la puerta, dando la impresión de una forzosa retirada. Volvió a inspirar. Aquello era una partida de ajedrez de un solo movimiento. Si fallaba: Jaque Mate.

Sin perder la cobertura, el capitán hizo rebotar el escudo contra la esquina del marco de la puerta. La inercia lo llevó a chocar contra los cubos, despidiéndolos con todo su contenido hacia el fondo de la habitación, bajo la ventana. El nuevo rebote hizo al escudo clavarse contra una columna cercana, pero Steve no tenía intención de dejar a Bullseye siquiera la oportunidad de plantearse cogerlo. Justo después del lanzamiento se lanzó contra él, acosándolo con golpes contundentes con brazos y piernas. La defensa de Bullseye era férrea. Rápido y ágil como un gato, fue esquivando todos los ataques del Capitán hasta el momento en que, sin que el supersoldado se percatase, un cuchillo silbó junto a su oreja ¿De dónde demonios lo había sacado? No importaba. El hecho es que estaba ahí y, al menos, había forzado a su contrincante al cuerpo a cuerpo. El contraataque no se hizo esperar, pero Steve no estaba dispuesto a retroceder. La distancia con Bullseye no era opción. El cuchillo volvió a dibujar su mortífera trayectoria, pero el capitán estaba preparado. Se agachó, aprovechando para retirar el escudo de la columna y, para el segundo golpe, el acero se partió contra el vibranium. Dos rápidas patadas impactaron contra la defensa de Steve, pero se mantuvo en posición, como una roca. Sin ceder. Moviéndose hacia adelante. Una nueva lluvia de golpes se precipitó hacia el super-soldado, pero rápidos bloqueos, con el escudo y el antebrazo, evitaron un nuevo daño. Por fin estaba en una situación cómoda para pelear. El primer puñetazo del capitán chocó contra la mandíbula de Bullseye y, entonces, Steve recordó que los huesos del asesino estaban reforzados con adamantium. Cuánto mejor. No tendría que contenerse.

Un nuevo golpe, esta vez en el pecho con el canto del escudo, seguido de un nuevo impacto en el rostro, de revés. Los reflejos de Bullseye eran impresionantes, y su tolerancia al dolor más que notable. Pero Steve pudo advertir cómo ya estaba cediendo. Tenía que continuar con el acoso. Era el momento de poner fin a toda aquella locura. Un nuevo golpe con el escudo hizo retroceder a Bullseye, quien aprovechó para tomar distancia. Steve no estaba dispuesto a permitir eso. Así que lanzó el escudo. El asesino sonrió, estaba claro que con la esperanza de recoger el proyectil al vuelo. Pero el capitán ya contaba con eso. En vez de precipitarlo contra su oponente, lo lanzó al otro extremo de la habitación y, acto seguido, atosigó a Bullseye con una combinación de puñetazos y patadas. Las manos del asesino estaban demasiado ocupadas desviando los golpes, así que no pudo recoger al vuelo el escudo. En vez de eso, el rebote lo estrelló contra el hombro de Bullseye, momento en que Steve aprovechó para recogerlo y dar un poderoso empujón contra el rostro de su contrincante. El poderoso impacto hizo a Bullseye trastabillar de espaldas hacia la ventana. Demasiada distancia, mucha más de la que querría haberle dado, pero confió en que la contundencia del golpe lo hubiese atontado. Un exceso de confianza que Steve iba a pagar caro. Había subestimado la resistencia del asesino. Con una sonrisa sardónica y sanguinolenta, lanzó uno de los cubos contra Steve. Una potentísima patada que le obligó a parapetarse de nuevo contra el escudo. No fueron más que unos segundos, pero Bullseye no necesitó más para, con un rápido impulso, escapar por la ventana que se hallaba a su espalda.

Steve maldijo por lo bajo, y observó la ventana. Inspiró de nuevo y, al poco, también se lanzó por ella con el escudo por delante.

Morir era una opción aceptable.

Que Bullseye escapase no lo era.
No era una opción en absoluto.

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime19th Abril 2022, 01:14


Ahogó una maldición al escuchar el tintineo metálico de los cristales golpeteando contra el escudo. Si hubiera conseguido librarse de él al principio, el capitán sería ahora un alfiletero. De todas formas, si pretendía golpearle en algún momento, tendría que abandonar la cobertura, y él tenía cristales de sobra, así que su mejor estrategia ahora mismo era continuar arrojándole proyectiles. Por un momento pareció que podría ganar ésta mano, cuando el capitán entendió que no podría continuar avanzando y optó por retirarse, sin embargo, su intención no era esa en absoluto, como demostró cuando, sin previo aviso, arrojó el escudo en un rebote perfecto que se llevó por delante los cubos de munición del asesino, desperdigando los cristales fuera de su alcance. Bullseye tardó apenas una fracción de segundo en decidir el mejor curso de acción a seguir y lanzarse en pos del escudo, que había quedado incrustrado en una columna. ¡Oh, lo que él podría hacer con semejante juguete!

No tuvo ocasión de comprobarlo, no obstante, porque el súper soldado se abalanzó sobre él, placándole con un efectivo agarre a sus piernas que él sorteó con una serie de efectivas patadas y maniobras que pretendían sacarse de encima al molesto soldado y establecer distancia entre ambos.

No era habitual que el asesino permaneciese callado durante un enfrentamiento, sin embargo, lo único que se escuchó durante todo el forcejeo fueron los gruñidos y la respiración agitada y entrecortada de los dos hombres. Bullseye utilizaba las palabras como una manera de desequilibrar al contrario, casi como si se trataran de un arma más. Con sus comentarios ofensivos y jocosos buscaba alterar al rival, enfurecerle y nublarle la razón para que cometiese algún error fatal que él pudiese aprovechar. Podía permitírselo porque, por lo general, estaba bastante convencido de su superioridad o, como en el caso de Daredevil o Elektra, su conocimiento casi íntimo del enemigo le permitía gozar de una cierta ventaja sobre él.

La situación en aquella ocasión, sin embargo, era muy diferente. Era la primera vez que se medía cuerpo a cuerpo con el Capitán América y estaba resultando ser mejor combatiente de lo que inicialmente había supuesto. Ello, unido al suero del súper soldado, le confería una superioridad nada desdeñable respecto a él. Sí, el adamantium le brindaba al asesino una mayor resistencia física así como una mayor potencia de impacto a la hora de golpear, pero el capitán era, de lejos, bastante más fuerte, rápido y resistente. Era como estar luchando contra un jodido huracán. No podía permitirse un sólo segundo de descuido porque si conseguía engancharle en una sucesión de golpes lo iba a tener crudo para volver a levantarse, así que necesitaba tener toda su concentración puesta en el combate.

Con todo y con eso, el maldito estaba consiguiendo empujarle hacia donde pretendía, acercándose más y más al escudo. En un momento dado se apartó con agilidad para dejar pasar un golpe que ni siquiera le rozó y, en un hábil movimiento, extrajo un cuchillo de una funda en su cinturón y sesgó el aire en dirección a su rostro. Steve reaccionó con sorprendentes reflejos, apartándose lo justo para que el cuchillo pasara a escasos milímetros de su oreja. Bullseye atacó de nuevo, tratando de aprovechar el momentum que la sorpresa le otorgaba, pero, una vez más el capitán le demostró que era más que una cara bonita al anticiparse a su movimiento y lanzarse hacia adelante en lugar de hacia atrás, agachándose para evitar el golpe y aprovechando la inercia para recuperar el escudo de la columna. Volvió a golpear con rabia, pero lo único que consiguió fue que la delgada hoja estallara en mil pedazos al contacto con la pulida superficie de vibranium. El asesino contraatacó con todas sus fuerzas, encontrándose una y otra vez con la defensa del escudo y sin conseguir hacerle retroceder ni medio milímetro.

No fue hasta que el poderoso golpe impactó contra su mandíbula que fue realmente consciente de que no iba a conseguir ganar aquella pelea, no mientras el capitán conservase el escudo. Por supuesto, y tal como había vaticinado al inicio del enfrentamiento, una vez que consiguió enganchar el primer ataque, los demás vinieron en sucesión sin darle tiempo a recomponerse; impacto en el pecho y un nuevo golpe en el rostro. Tenía que retroceder como fuera. Toda una vida de palizas continuadas y torturas le habían vuelto extremadamente resistente al dolor, pero incluso él tenía un límite, y la potencia de aquellos puños no tenían nada que envidiar a la del escudo.  

Consiguió generar cierta distancia, y, aunque el capitán arrojó el escudo, por supuesto no iba a permitirle ni un segundo de descanso para plantearse la opción de recogerlo al vuelo. Bullseye comprendió lo que Steve pretendía al instante mismo de iniciar el lanzamiento. Después de todo, era una estrategia que él mismo había utilizado en incontables ocasiones, así que, tras un cálculo tan rápido en su mente que resultó casi automático, hizo lo imposible por sortear el acoso del capitán y apartarse del lugar donde sabía que iba a impactar, mas sólo fue capaz de desviarse lo justo para que le acertara en el hombro.

- ¡Agh! ¡Maldito...!

El capitán no le dio tiempo a terminar la imprecación, recogiendo el escudo al vuelo y asestándole un golpe directo al rostro que le hizo caer trastabillando hacia atrás hasta dar con la ventana. El familiar sabor metálico de la sangre inundó sus sentidos junto con algo más... Apenas un vistazo fue todo cuanto necesitó su cerebro para registrar el cubo volcado y parcialmente vaciado que se encontraba ahora a su alcance, y no hizo falta más que una fracción de segundo para hacer los cálculos que necesitaba para el impacto. El tiempo pareció ralentizarse cuando observó al capitán, que se lanzaba sobre él con una expresión que denotaba que se había dado cuenta de su error. Una sonrisa ensangrentada se dibujó en su semblante. Una patada bien dirigida al cubo, y decenas de cristales afilados salieron despedidos hacia el súper soldado con una precisión sobrenatural, obligándole a detener su avance para buscar la cobertura del escudo.

- Como diría Q: adieu mon capitaine! -exclamó con una amplia sonrisa arrojándose de espaldas a través de la cristalera para voltear en mitad del salto y aterrizar en el suelo con la agilidad de un gato. Acto seguido, se puso en pie y se lanzó a la carrera hacia los árboles, recogiendo por el camino una pistola de entre los rígidos dedos de un agente muerto-. ¡Ups! ¿Quién le dio una pistola al malo? -exclamó riendo al tiempo que disparaba una salva de balas hacia el capitán, que había saltado a través de la ventana tras él. Continuó disparando hasta que se quedó sin munición, momento en el que arrojó la propia pistola como si fuera un proyectil más hacia el súper soldado. El arma impactó contra la superficie del escudo con la misma potencia de una bala, retrasándole lo suficiente como para darle tiempo de alcanzar el bosque que rodeaba el complejo.

Bullseye conocía una o dos cosas de combate en la naturaleza de la temporada que había estado trabajando en Nicaragua para la CIA, entrenando a los Contras para luchar contra el FSLN, y estaba más que dispuesto a aprovechar esos conocimientos para emboscar al capitán. De entrada, la noche jugaba a su favor, porque en la oscuridad su traje negro, que a pleno día habría destacado escandalosamente entre los marrones naturales y los verdes, pasaba totalmente inadvertido, así que no tendría que perder un tiempo que no tenía en embadurnarse de barro, ya que Rogers le venía pisando los talones. La parte buena era que el abanderado tampoco iba a tener tiempo de hacerlo, y, a diferencia de él, los rojos y azules brillantes de su uniforme destacarían incluso en la noche. Rogers podía ser bueno en casi todo, pero estaba claro que la sutileza no era precisamente lo suyo...

Sin embargo, no por vestir de negro iba a tener necesariamente la superioridad táctica, pues en el bosque lo que importaba no era tanto el mezclarse con el fondo como hacer que tu figura resultara menos familiar para integrarse de manera orgánica con el fondo. Agachado y con sumo cuidado fue avanzando lentamente entre matorrales espesos, manteniendo la cubierta de los árboles y tanteando antes de cada paso para cerciorarse de que no había pequeñas ramitas o follaje que pudieran romperse. De tanto en cuanto se detenía para mirar a su alrededor y escuchar el bosque, permaneciendo quieto y en silencio varios segundos para ver si podía escuchar a Steve. En una de esas paradas, sacó una pequeña navaja de la bota y comenzó a hacerse pequeños agujeros en la parte superior de su uniforme, pecho, brazos y hombros, dejando al descubierto la superficie grisácea del chaleco antibalas que le protegía bajo la tela y del que, por lo general, nunca se desprendía. Después de todo, siempre había tenido claro que no se dejaría derrotar por cualquiera, y un disparo al pecho era algo que hasta un mono podría hacer. No, el que se lo llevara por delante tendría que demostrar ser lo suficientemente bueno como para que su derrota resultara digna y no humillante. Que tuviera un deseo oculto de morir no significaba que pensara ponerlo fácil. Su muerte, cuando llegara, tendría que ser algo glorioso; toda una hazaña.

Poco a poco, fue insertando ramas y hojas en los agujeros abiertos en el traje, envolviendo briznas altas de hierba y matojos en torno a las mangas y la parte superior de los hombros para que su forma se viera más orgánica. También fue recogiendo un pequeño arsenal de ramitas, bayas, semillas, espinas y pequeños frutos que fue acariciando entre los dedos mientras aguardaba a escuchar el menor rastro del capitán.

No tardó mucho en localizarlo, pues era evidente que le estaba buscando y había entrado en el bosque tras sus pasos. El asesino se quedó completamente quieto, y, tras asegurarse de que no le había localizado, se deslizó lenta y silenciosamente tras él y le arrojó la andanada de proyectiles que conservaba en las manos al tiempo que tarareaba una alegre cancioncilla infantil:

Jugando al escondite en el bosque anocheció
Jugando al escondite en el bosque anocheció
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Y el cuco cantando el miedo nos quitó
Cu-cu, cu-cu.

Acto seguido se volvió a esconder. Una cosa tenía clara: quizá en campo abierto y en combate físico con el capitán tenía las de perder... Pero allí, en el bosque, él era Dios. Y no pensaba permitir que el boy-scout saliera vivo.

Le tenía demasiadas ganas a ese escudo.

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime19th Abril 2022, 01:14

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime19th Abril 2022, 20:21


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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime19th Abril 2022, 20:21

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime20th Abril 2022, 14:20



Aquel maldito se había adentrado en los bosques. De todas las opciones posibles, aquella era sin duda la última que Steve habría elegido para un nuevo enfrentamiento con Bullseye. En aquel lugar el asesino tendría cientos de lugares donde esconderse además de munición ilimitada. Ni siquiera vería venir los golpes. A fin de cuentas, en manos de Bullseye, todo era un arma mortal. Sin embargo, el capitán no esperó demasiado para adentrarse en su búsqueda. Cuanta más ventaja le sacara más probable sería que escapase y esa era una posibilidad que no estaba dispuesto a permitir. Aunque, si le conocía bien (y creía que ya empezaba a hacerlo) preferiría jugar con él durante el máximo tiempo posible. Aquella era una posición demasiado ventajosa como para no disfrutar de ella. Los disparos de Bullseye le retrasaron durante un tiempo, así como el último lanzamiento, el del arma. Un impacto tan potente que parecía el de las propias balas. Steve acompañó el impacto con un golpe de revés, despidiendo la pistola lejos, un gesto inútil pero que realizó por mero orgullo.

Una vez dentro del bosque aguzó los sentidos. Bullseye, como era de esperar, ya había desaparecido de su vista. Steve se parapetó aún más tras el escudo, avanzando con lentitud a través de la espesura. Centró sus sentidos en el entorno. Atento a cualquier sonido, a cualquier cambio en el aire, a cualquier movimiento extraño. Un error podía significar el final. La percepción y los reflejos de Matt eran mucho más finos que los suyos y, a menudo, se las había visto muy mal para hacer frente al Bullseye.

De pronto, la canción de aquel tarado empezó a sonar a través de los árboles.

Jugando al escondite en el bosque anocheció

¿Izquierda? Sí, parece que viene de la izquierda.

Jugando al escondite en el bosque anocheció

No, ahora, ahora viene de la derecha…

Y el cuco cantando el miedo nos quitó

De nuevo la izquierda ¿Dónde demonios está ese enfermo?

Y el cuco cantando el miedo nos quitó

Sí, definitivamente viene de la izquierda… Espera Steve… Concéntrate…

Cu-cu

Uno… dos…

Cu-cu

¡CRACK!

El escudo voló raudo de las manos del capitán hacia la izquierda. Un golpe sordo se oyó en la lejanía y el arma regresó a las manos de su dueño. Corrió con urgencia hasta el lugar del impacto. Había sido demasiado fácil, pero no iba a cuestionar ahora su suerte. Aquel golpe no sería suficiente para tumbar a Bullseye y tenía que rematarlo con rapidez. Cuando al fin llegó, la oscura figura humana pareció confirmarle la identidad de su atacante… hasta que lo sujetó por la pechera para dar el golpe de gracia. Un traje táctico, negro… armado hasta los dientes, chaleco antibalas. Pero no era Bullseye. Retiró el pasamontañas de tela. No, desde luego que no era él… Ni se le parecía ¿Quién demonios?

- ¿Quién eres?

El hombre no soltó prenda. Furia le había advertido de esto ¿Seguridad nacional? ¿Operaciones especiales? ¿La CIA?

Fuera quien fuese, había más de uno. Steve se giró al notar nuevos chasquidos, las ramitas y el follaje se partían al paso de los soldados. Pudo divisar al menos una docena de sombras escurrirse entre los árboles. Y, luego, comenzaron los disparos. Steve se parapetó de nuevo tras el escudo. Idiotas… No sabía si creían que se trataba de Bullseye o si también tenían orden de liquidarle a él, pero lo que era seguro es que habían delatado tanto su posición como la de Steve. El asesino no tardaría en localizarlos y acribillarlos. Cuando la primera andanada cesó, una lluvia de proyectiles cayó del cielo. Esta vez colocó el escudo sobre su cabeza, aunque el soldado del suelo no tuvo tanta suerte. Los trocitos de madera, afilados como estacas, silbaron hasta clavarse en el cuello del agente. Steve se inclinó… Demasiado tarde. La tráquea y la yugular, ya estaba luchando inútilmente por respirar. Con los ojos completamente abiertos gorjeaba, atragantándose con su propia sangre.



Una nueva descarga de proyectiles se precipitó contra los agentes, haciendo caer a dos de ellos. Estos abrieron fuego de nuevo, esta vez en dirección a las copas de los árboles. Steve corrió todo lo que pudo para placar a uno de ellos, a tiempo de evitar que el lanzamiento de Bullseye lo liquidase. Parte de los proyectiles se clavaron contra la espalda de Steve, quien acalló un quejido sordo, apretando los dientes. De nuevo el traje impidió que se clavaran demasiado hondo. Apenas tuvo tiempo de reaccionar. En cuanto los demás sintieron el golpe abrieron de fuego de nuevo contra Steve y el soldado derribado. El capitán se cubrió a sí mismo y al otro con el escudo.

Idiotas.

Mientras disparaban, una nueva lluvia de muerte cayó sobre ellos. Primero uno, luego otro… Muerte… Muerte y más muerte. Los disparos se dirigieron de nuevo a las copas de los árboles. Steve aprovechó para apartar a otro de los soldados, alejándolo de su muerte inminente. Al siguiente, el más cercano, lo agarró de los hombros y lo alzó en volandas para lanzarlo lejos de allí. Dos de los agentes, algo más alejados, apuntaron a Rogers con sus armas. Entonces Steve pudo ver algo, arriba, en la copa de uno de los árboles cercanos. Ellos también iban a morir. Tenía que elegir. Arriesgarse a recibir las balas o abandonar a aquellos hombres a su suerte. No, en realidad no había elección.

Steve lanzó el escudo, interponiéndolo en la trayectoria del ataque de Bullseye. Los fragmentos chocaron contra el escudo en movimiento, salvando a ambos hombres. Sin embargo, uno de ellos había apretado ya el gatillo, probablemente asustado por el lanzamiento. Steve se apartó, pero una de las balas le rozó el brazo derecho, sintiendo el beso de fuego en su carne. El capitán hincó la rodilla, pero consiguió reunir las fuerzas suficientes para alzar la mano y recoger el escudo al rebote.

Pese a su aparente estupidez y el desprecio que parecía despertarles la seguridad del capitán, tenían más aprecio por su vida que por su misión. Los disparos volvieron a dirigirse al cielo y Steve se impulsó de nuevo para colocarse junto a ellos. Cubrió a los soldados con el escudo, repeliendo los proyectiles, como si  un auténtico aguacero cayese sobre ellos. Mientras Bullseye seguía su hostigamiento los agentes abrían fuego de nuevo, aprovechando la cobertura que el capitán les ofrecía. Fue entonces cuando uno de ellos hizo un movimiento precipitado. Extrajo una granada del cinto y, tras retirar la anilla, la lanzó al cielo.

- ¡¡NO!!- Steve empujó a los soldados tras él con rapidez- ¡¡AL SUELO!!

Al poco del lanzamiento, la granada volvió en su dirección, pero esta vez con una velocidad mucho mayor. Steve, que la estaba esperando, la golpeó con el escudo, alejándola unos cuantos metros a la derecha. Aún con todo, no quedaba mucho tiempo para que hiciera explosión. Steve se colocó frente a los soldados, que estaban acuclillados esperando la detonación y recibió la onda expansiva y la metralla en su escudo.

Steve se dirigió entonces a los hombres de operaciones especiales y tendió la mano a uno de ellos.

- No sé quién demonios sois ni quién os envía. Pero si queréis vivir, desde este mismo instante cumpliréis cada una de mis órdenes.


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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime16th Junio 2022, 00:50

El cuerpo cayó al suelo con decepcionante rapidez. No podía ser... No había esperado que el famoso Capitán América cayera tan rápido. ¿Dónde estaban sus famosos reflejos, o su inigualable destreza con el escudo? Si se descubría que le había matado por la espalda, no podría atribuirse ningún mérito por aquella muerte, y sería un jodido desperdicio acabar con el Capitán América y no recibir crédito por ello. Ya había tenido bastante con Elektra y Gambito. Aunque bueno, lo del francés había sido tan insultantemente fácil que no habría recibido crédito ni aunque se hubiera quedado muerto, el muy cabrón.

Con mucho cuidado se acercó al caído, y de inmediato resultó evidente que no llevaba los coloridos ropajes del Capitán. En cuanto le dio la vuelta, reconoció sin problemas el uniforme de camuflaje; él mismo lo había llevado en más de una ocasión. A diferencia de sus colegas del FBI, las fuerzas de operaciones especiales de la CIA no llevaban un enorme parche con las siglas cosido al pecho junto a la bandera americana. Otra gran diferencia es que ellos no llevaban tampoco casco sobre el pasamontañas, lo cual no dejaba de ser un suicidio enfrentándose a él. Bueno, de todos modos no tenía necesidad de arriesgarse, porque si había uno, quería decir que había una compañía entera allí, así que se inclinó a recoger el AK-74 del tipo, así como los cinturones de municiones y la pistolera que se aseguró rápidamente al muslo.

El fuerte sonido de los disparos retumbó en el bosque a no mucha distancia de allí. Bullseye sonrió. Las perspectivas de la tarde se habían vuelto considerablemente más divertidas.


* * * *


Podría haber usado balas contra ellos, sí... pero entonces se habría perdido la hilarante reacción de conejos asustados de aquellos capullos, y cómo parecían disparar hacia todo lo que se moviera, incluido el capitán, que, pese a estar recibiendo una lluvia de fuego, aún hacía todo lo imposible por tratar de salvarlos. El asesino no podía contener la risa; la situación era demasiado ridícula. Aquél payaso en mallas rivalizaba en santurronería con el diablo de la Cocina del Infierno. No creía que ninguno de aquellos inútiles le matase, pero ¿y lo que se podía reír viendo cómo su propio gobierno al que tanto defendía le jodía vivo? Ah... la ironía era deliciosa a veces...

Y ellos eran tan previsibles... Bullseye había entrenado con ellos, conocía sus estrategias, conocía sus tácticas, y podía estar siempre veinte pasos por delante. El Capitán, en cambio, era harina de otro costal, y tuvo que admitir que no se esperaba que le detectara con la suficiente rapidez como para bloquearle el lanzamiento con el escudo. Bien, Rogers... Le había subestimado. No volvería a ocurrir.

En cuanto vio que su posición había quedado comprometida, saltó al suelo y se puso a cubierto justo en el instante en el que los soldados disparaban contra las copas de los árboles. A pesar del ruido infernal, el asesino pudo percibir sin la menor dificultad el sutil movimiento a su espalda, y se volvió, arrojando un cuchillo que le había quitado al primer soldado muerto. El cuchillo se clavó de lleno en el chaleco antibalas, y, aunque no mató al soldado, fue lo suficientemente potente como para empujarle hacia atrás, haciéndole trastabillar y caer, golpeándose la mano contra una piedra y astillándose el hueso de la muñeca. No había llegado aún a inhalar aire para gritar cuando notó las botas del asesino deteniéndose a su lado.

- Duele, ¿verdad? -preguntó, acuclillándose a su lado-. Bueno, no te preocupes, ya no dolerá más -afirmó, desclavándole el cuchillo de un tirón brusco y rebanándole la garganta descubierta con él, convirtiendo sus gritos en un barboteo húmedo, lo suficientemente ruidoso no obstante como para atraer la atención de los soldados sobre ellos. Sonriente, se volvió al escuchar la advertencia del Capitán y vio recortarse en el cielo, contra la luna, la figura de una granada. Estaba demasiado oscuro como para tratar de desactivarla a distancia, pero no le hacía falta. La había vislumbrado un único instante, y era todo cuanto necesitaba para calcular en su mente la trayectoria exacta que recorrería. Rápidamente se agachó a recoger la piedra contra la que se había golpeado el soldado y la lanzó al punto en el que calculaba que estaría en aquellos instantes el proyectil, mandándola de vuelta al lugar de donde había salido. La escuchó detonar, pero algo más alejada de donde debería, por lo que dedujo que alguien debía de haberla desviado de nuevo. Bueno, no importaba... más diversión para él.

Se detuvo unos segundos para recoger también el fusil del tipo del suelo, sus municiones, la pistola y su cuchillo, y, una vez recolocado todo, fue una vez más siguiendo la pista del grupo. No tardó demasiado en localizarlos, y, desde lo alto de uno de los árboles, permitió con paciencia que pasaran de largo, con el capitán a la cabeza, para arrojar el cuchillo al hombre quedó más rezagado. La hoja atravesó limpiamente su cráneo, haciéndolo caer casi sin hacer ruido. Avanzó un poco más, saltando de rama en rama hasta apostarse un poco más adelante y volvió a disparar, ésta vez utilizando la mira nocturna del AK-74, dibujando un orificio perfecto en el centro de la frente de otro de los soldados.

- Precioso -musitó, admirando la facilidad con la que se disparaba el arma, sin apenas retroceso. A cambio, era particularmente ruidosa, y el fogonazo delató por completo su posición, lo cual no le intranquilizó lo más mínimo.


Sin perder la sonrisa, comenzó a cantar con una voz sorprendentemente bien entonada mientras se balanceaba en la rama para esquivar el fuego que le devolvían de vuelta:

- Raindrops are falling on my head, and just like the guy whose feet are too big for his bed, nothing seems to fit. Those raindrops are falling on my head, they keep falling...

Su balanceo le llevó a caer junto a uno de los soldados, y, haciéndole una llave en torno a la garganta, le colocó ante sí, usándolo de escudo humano para absorber los siguientes impactos:

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- "So I just did me some talking to the sun, and I said I didn't like the way he got things done, sleeping on the job..." -girando sobre sus propios pies, arrojó el cuerpo agonizante contra el grueso del grupo y se agachó para recoger tres piñas del suelo en la misma inercia del movimiento, como un huracán de muerte-. Those raindrops are falling on my head, they keep falling, but there's one thing I know: The blues they send to meet me, won't defeat me, it won't be long till happiness steps up to greet me...

Una de las piñas se clavó en la garganta del primer soldado, hundiéndole la nuez de Adán; la segunda se llevó por delante la oreja de otro y la última se clavó de punta en la frente del tercero.

- Raindrops keep falling on my head, but that doesn't mean my eyes will soon be turning red -cantó, volviendo a saltar a las copas de los árboles, y se escuchó el sonido inconfundible del selector de tiro del fusil de asalto al cambiar de posición antes del disparo-. Crying's not for me, 'Cause I'm never gonna stop the rain by complaining, because I'm free... Nothing's worrying me...

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime11th Febrero 2023, 00:30



No sé quién demonios sois ni quién os envía. Pero si queréis vivir, desde este mismo instante cumpliréis cada una de mis órdenes.

Rogers había sido extremadamente optimista al hacer aquella afirmación.




Estaba acostumbrado a tomar las riendas en situaciones difíciles. Nunca lo había pedido, no estaba seguro de que le gustase. Pero, algo era innegable, Steve Rogers inspiraba confianza e infundía valor. Incluso para aquellos hombres, tan dispuestos a acabar con Bullseye como con él mismo, era un alivio tener al Capitán América de su lado.

Las órdenes llegaron, pero no hubo tiempo suficiente para seguirlas. De hecho, Steve tenía el tiempo justo y necesario para cubrirse él mismo de los ataques del asesino. Era inútil lo que vociferara. No había tregua, ni descanso. No había posibilidad de reaccionar, al menos no para una persona normal, por entrenada que estuviese. Por muchas operaciones, por muchos campos de batalla que aquellos soldados hubieran presenciado, nunca se habían enfrentado a Bullseye.

Cuando el Capitán quiso darse cuenta, tan sólo uno de los miembros del comando seguía con vida. Con vida, pero no de una pieza. Lester le había rebanado una oreja… con una piña ¿Qué posibilidad tenían contra un hombre así? ¿Quién era el loco que los había enviado a por él y qué secreto era tan sucio como para que saliese a cuenta malgastar la vida de tantos hombres para esconderlo? Respuestas que debería buscar en el futuro. Steve tenía, ahora, sus propios problemas. Bullseye había regresado a las copas de los árboles y, no sólo eso, sino que se había hecho con un fusil. Un hombre, que podía segar dos vidas y cortar un apéndice… con piñas, tenía un fusil. Uno del que haría uso desde una posición elevada, contra él.

Aquello tenía que acabar ya.

Steve Rogers ignoró la fatiga (de hecho, tuvo que sobreponerse al extraordinario acontecimiento de que estaba fatigado), también las heridas y los huesos doloridos. Se centró, exclusivamente, en el entorno. Tuvo que hacer un esfuerzo aún mayor para ignorar los gimoteos del agente herido. Para atender únicamente a los sonidos del bosque. A cualquier cosa que se saliese de lo habitual. Cerró los ojos, tal vez en un intento inconsciente por emular a Matt… ¿Y él se las veía con ese sujeto, aproximadamente, cada dos meses? Su ya considerable respeto por el Diablo de la Cocina del Infierno, aumentó.


CLACK


Podría ser una rama.

Podría ser un animal.

Podría ser su imaginación.

Podría ser el selector de tiro de un fusil cambiando de posición.

La cancioncita de Bullseye confirmó sus sospechas. Sus sospechas y, también, su posición. Un árbol alto, de unos diecisiete metros, a unos cuarenta de Steve. Su cabeza giró y, por una milésima de segundo, tuvo la sensación de cruzar la mirada con el propio asesino. Con él, y con el cañón del arma.

Exactamente eso, una milésima de segundo. Poco menos de lo que se tarda en apretar un gatillo. Poco más de lo que sus superiores le permitían como tiempo de respuesta durante su entrenamiento. Más o menos lo que tardaba en tomar una decisión difícil en el campo de batalla. Supuestamente, su cerebro también había sido afectado por el suero. Le permitía una rapidez inusitada en ese tipo de procesos mentales. Con todo, era un tiro difícil. De los más difíciles de su vida.

Quedaría expuesto.

Vivir o morir.

Cara o cruz.

Pero bueno… eso ya lo sabía desde el principio.

Los disparos sonaron. El Capitán rodó hacia delante sobre sí mismo. Usó toda la fuerza restante en sus doloridos brazos. Cada resquicio de energía…


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El escudo voló, pero no hacia Bullseye, sino un par de metros más abajo. Un impacto directo de escudo podría haber puesto fin a la contienda, pero siempre cabía la posibilidad de que lo esquivase o, peor aún, de que se hiciese con el escudo. No, el disco rojiazul se estrelló por debajo de Bullseye. El tronco se estrechaba ligeramente a medida que se acercaba a la copa, por lo que en esa zona la madera sería menos resistente. Con aquel escudo de vibranium había sido capaz de cortar aspas de helicóptero. Ahora, solo rezaba por haber lanzado con la fuerza suficiente para cortar aquella parte del tronco. La subsiguiente caída, con todo el estrépito propio, le dio confirmación. Además, seguía vivo. El escudo giró a los pocos metros, volviendo hacia Steve, pero la potencia del lanzamiento había sido demasiada para tanta precisión. A poca distancia del árbol de Bullseye, tras el cambio de trayectoria, se estrelló, quedando clavado en la base de otro pino.

La sorpresa de la caída aturdió un tanto al asesino. Sin duda, se esperaba cualquier cosa menos aquel movimiento. Lo repentino del derrumbe (o, tal vez sería más apropiado decir, de la tala) le hizo imposible saltar a otro árbol. Sin embargo, fue agarrándose al resto de ramas, amortiguando su caída pero sin poder detener la inercia o conseguir un apoyo suficiente para encaramarse. Eso, impedía que volviese a usar el fusil, que cayó al suelo más rápido que su usuario. Sin embargo, Bullseye sí tuvo tiempo suficiente durante la caída para lanzar el cuchillo contra Steve.

El Capitán había iniciado ya la carrera, inmediatamente después de realizar su lanzamiento, sin intención de dar un solo segundo de tregua a su adversario. El cuchillo le pasó silbando por encima de la cabeza, rasgando su uniforme, dejando ver gran parte de su cabellera rubia. Unos centímetros más abajo, y le habría atravesado la frente. Pero no tenía tiempo de pensar en ello. Esquivar la muerte por milímetros formaba parte de su trabajo. También era su oficio evitar que Bullseye tomase de nuevo el fusil o, peor, que se hiciese con su escudo.

Un potente rodillazo en el estómago, con toda la velocidad acumulada del sprint, recibió al asesino antes de que pudiera echar mano del fusil. No iba a darle un segundo de descanso. Ni medio. Ni un milisegundo. Aunque desfalleciera tras el combate, el capitán iba a poner todo en cada golpe. Uno milimétricamente calculado. Tras dos potentes ganchos, que fueron bloqueados con destreza, pero no sin dolor, por Bullseye, siguió una patada frontal que obligó a éste a echarse hacia atrás. Esa era la clave, hacerlo retroceder. Sin descanso. Sin tiempo para tomar aliento. Se acercaban al árbol en el que se había quedado clavado el escudo, y la tentación de hacerse con él, por parte del adversario, sería grande. Pero, si no podía hacer otra cosa que bloquear o recibir, de nada le serviría.

Las manos enguantadas de Bullseye detuvieron un potente codazo, pero Steve aprovechó la postura y, con la mano izquierda, agarró la nuca del asesino y empleó el propio movimiento para estrellar su rostro contra otra de las copas de los árboles. Hasta alguien con implantes de adamantium debería haber quedado algo aturdido por ese golpe. Pero Steve no cesó. Por lo visto, la columna estaba también reforzada con el susodicho metal. El Capitán lo puso a prueba, con una patada lateral, hincando a Lester aún más en la corteza del árbol.

Para sorpresa de Rogers, el siguiente golpe, un codazo descendente, fue bloqueado. Bullseye había dado un giro inesperado y, aunque  seguía teniendo la corteza del árbol de espaldas, respondió con una patada alta que impactó su hombro lastimado. El Capitán apretó los dientes. Si esa no era una señal inequívoca de que no debía dar tregua, nada lo era.


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Los puñetazos fueron sucediéndose, uno tras otro, en el torso, extremidades y, más que en cualquier otro lugar, en el rostro de Bullseye. Era difícil hacerle perder su sonrisa burlona. Pero a Steve le dio igual. Sería en, no mucho, una sonrisa inconsciente. Cuando notó las piernas de su adversario aflojarse… su espalda descender, muy lentamente, apenas en pie, apoyada sobre el tronco… Steve se permitió darse la vuelta. No era una retirada o que hubiese dado por vencido a su rival. Pero, para lo que quería hacer, necesitaba el escudo.

Lo arrancó, no sin cierto esfuerzo, de la corteza.

Se lo hincó bien al brazo derecho.

Apretó bien las correas.

Y sólo la cabeza de Bullseye, se interpuso entre el vibranium y la madera.


¡CLONK!


Tras unos segundos de respiro, Steve se agachó en dirección al cuerpo inconsciente de Lester. Inconsciente, supo en aquel momento, al comprobar su pulso y su respiración, errática pero estable. Temía haberse pasado de la ralla. Así que, introduciendo el aire pesadamente por la nariz, hasta llenar los pulmones, agarró al asesino a pulso y se lo echó a la espalda.

Durante el camino, otro pequeño “click”, llamó la atención del Capitán. Era el soldado de la oreja cortada. Apuntaba con un arma corta a Rogers. Éste detuvo su avance y, con total parsimonia, giró el rostro, clavando sus ojos azules en los del agente.

- Ignoro quién te envía, y cuáles son tur órdenes. Sólo sé- echó un vistazo a aquel campo de muerte- que el resto de tus compañeros están muertos. No los conocía. Pero seguro que la mayoría tenían familias. Padres, madres, hermanos, hermanas… Puede que incluso esposas e hijos. Seguramente, tú también- algo en el rostro de aquel hombre le hizo saber que, pese a no decir palabra, estaba en lo cierto- Estás herido. No es mortal, pero estás perdiendo mucha sangre. Así que tienes dos opciones. En la primera, informas a tus superiores de que la misión ha fracasado, y pides asistencia médica. En la segunda- el Capitán lanzó el cuerpo inconsciente de Bullseye al suelo- te quedas aquí. Con ÉL- El Capitán exhaló con fuerza, con la mirada fija en el suelo- No creo que, con esa herida, tardes mucho en perder la consciencia ¿Qué pasa si él la recupera antes? ¿Tus jefes lo quieren muerto? Bien- Steve se encogió de hombros- Con lo que has visto ¿Crees que podrán matarlo? ¿Y si lo quieren vivo? ¿Crees que podrán contenerlo?- la expresión del hombre, que miraba de soslayo a Bullseye, era de absoluto pavor- Hay una tercera opción. La opción en que me disparas. Pero, creo, que esa has dejado de valorarla hace tiempo.

Las piernas del soldado temblaron. Casi tanto como su voz cuando, a través del intercomunicador, pidió un equipo de paramédicos e informó de que el Capitán América había escapado… con Bullseye a rastras.





Los helicópteros del SHIELD ocupaban, casi por completo, el claro del bosque. Loa agentes se pusieron en fila frente a ellos y, a la cabeza de todos, el Director Nicholas Furia observaba una figura avanzar, lentamente hacia su posición. Los labios de Nick dibujaron una amplísima sonrisa cuando comprobó que Steve llevaba a rastras a su objetivo.

- ¡Por los Clavos de Cristo, Capitán!- exclamó Furia entre carcajadas- Está usted peor, incluso, que cuando lo encontré.

- ¿Sigue teniendo la celda de Banner en el Helitransporte?- se limitó a mascullar Rogers.

- Sí, la conservamos.

- Bien- resopló- le sugiero un nuevo inquilino.

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MensajeTema: Re: Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018]   Caminando al borde del precipicio (Steve Rogers) [2018] Icon_minitime12th Marzo 2023, 01:39

OOC: Conversaciones roleadas en conjunto con el usuario de Steve Rogers.


Bullseye no era ajeno a la sensación de despertar totalmente inmovilizado. Tampoco era ajeno al hecho de estar encerrado en celdas de máxima seguridad. Lo que no era habitual era encontrar ambas cosas a la vez. Y es que, además de las habituales bandas de cuero inmovilizándole a una especie de camilla vertical, la camisa de fuerza y la máscara añadida en el rostro para impedirle arrojar sus propios dientes (por desgracia ya se conocían sus mejores números), al parecer se encontraba en una especie de celda de aislamiento con paredes transparentes que deducía debían estar confeccionadas de algún material reforzado antibalas. Siempre era satisfactorio sentirse apreciado. El bueno de Furia era lo suficientemente inteligente como para reconocer su valía. Y hablando del rey de Roma...

- Buenos días, Dr. Lecter…

Nick Furia, sentado en una silla frente a su celda, bebía de una taza de cerámica con el logo de SHIELD. El café estaba caliente, pero no era el único contenido de la taza. Habían sido muchos días largos. O noches largas. A estas alturas era difícil decirlo. Su voz salía de un pequeño altavoz en la esquina superior izquierda de la celda, desde la perspectiva de Bullseye. Un pequeño orificio que, sin embargo, hacía bien su trabajo transmitiendo la voz de trueno del Director. En la misma, no había nada más. Sólo vacío, la plataforma a la que el asesino estaba amarrado, y la amplia cristalera.

- Caray... Si que ha cambiado Clarice desde la última vez que vi la película -replicó el aludido sin poderlo evitar.

Otra cosa que había que reconocerle al viejo era que sabía apreciar una buena broma, porque esbozó una ligera sonrisa burlona mientras seguía bebiendo de su café sin que le afectara en lo más mínimo.

- Yo no haría intentos inútiles, Bullseye. Acepta tu situación cuanto antes, colabora con nosotros... y puede que la próxima celda tenga baño -fue cuanto contestó sin perderle de vista con su ojo sano-. La pregunta es sencilla. Lo único de lo que debes preocuparte, es de que me crea la respuesta. ¿Por qué la mataste?

Bullseye suspiró, echando la cabeza hacia atrás con aparente indiferencia.

- Me encogería de hombros, pero la camisa de fuerza no me deja ni rascarme el culo, así que te diré... No sé... ¿Porque no me gustaba el tinte de pelo que usaba?

Furia sonrió.

- Eres capaz de ello. Pero la expresión previa me interesa más. Y no creo que sea una simple frase hecha: "No lo sé" -un agente le tendió un enorme fichero, también con el sello de SHIELD-. Pasemos, entonces, a la siguiente pregunta: ¿Por qué no lo sabes, Bullseye? Según ésto -sopesó el archivo con las manos-, ya no estás chalado... Bueno, no me malinterpretes. Estás como una puta cabra, pero eres consciente de lo que haces. Y, hasta donde tengo conocimiento, no haces nada que no quieras hacer. Así que la pregunta es: ¿Por qué no sabes por qué lo hiciste?

Bullseye movió la cabeza para mirarle, totalmente en silencio. Quien le conociera sabría que era muy difícil dejarlo sin palabras, así que Furia debía de haber conseguido sorprenderlo. Había lanzado un comentario que cualquiera habría interpretado como algo casual, pero Furia se había acercado sorprendentemente a la realidad.

- Guau, Clarice... Veo que tus capacidades deductivas son tan impresionantes como siempre -dijo al fin, sin abandonar aún así el tono burlón-. No sé qué quieres que te responda; tú mismo lo has dicho: no puedo decirte algo que no sé.

- No quiero respuestas que no tienes. Quiero indicios que me lleven a mí a conseguir esas respuestas. Y, con ello, no te pido que me ayudes. Ayúdate a ti mismo -ojeó el expediente-. ¿Recuerdas cómo era? Ya sabes, tener el tumor. No saber qué coño estabas haciendo y por qué… Las alucinaciones, los delirios... Has matado a dos personas y no sabes ni por qué. Sé que una muerte no te remuerde la conciencia. Sé que la idea de que te vuelva a pasar, te acojona. No volver a estar al volante. Así que dame algo, Bullseye. Dame un hilo del que tirar. O siempre vivirás con el miedo de que te vuelva a ocurrir. Y si no... ¿quién sabe? Puede que el próximo apagón sea el último.

Las palabras del espía removieron algo dentro de él, a juzgar por la ira que se dejó traslucir en su mirada al recordar la impotencia que había sentido entonces, la impotencia y el odio que sentía ahora al saberse manejado y manipulado como un títere. Apretó fuertemente los labios antes de decir:

- No hablaré contigo, Furia. Traeme al abanderado. Sólo hablaré con el. 

- Vaya... -se rió Furia-. Así que ahora quieres hablar con él. No tenías tantas ganas de charlar hace unas horas. Dime, ¿qué es tan importante para que sólo quieras compartirlo con el Capitán América y por qué no se te ocurrió comentarlo antes de dispararle una bomba-lapa?

Bullseye se revolvió en sus ataduras, furioso.

- Oiga, corte esa mierda. Yo no les he pedido ayuda; si queréis que hable, éstas son mis condiciones. O lo toma o lo deja.

- No, no nos has pedido ayuda -Furia se acercó hasta el punto que su respiración dibujaba vaho en el cristal, clavando su oscuro ojo furibundo en los de Bullseye-. Y los agentes de SHIELD a los que masacraste como cerdos en un matadero me escupirían a la cara por prestártela. No te equivoques. Estás aquí enjaulado porque eres un psicópata asesino de mierda. Pero tu mierda, no es la única que huelo en este desastre. Y quiero seguirla hasta su origen. Si con eso ayudo a mantener despejado ese cubo de basura al que llamas cerebro, estoy dispuesto a aceptarlo.

En ese momento sonó su comunicador.

- Director Furia...

- Ahora no es buen momento, Hill.

- En eso tiene toda la razón, jefe. Acaba de aterrizar un helicóptero: CIA y Departamento de Estado. Quieren verle. Y quieren al prisionero.

- Entreténgalos... -dijo Furia entre dientes-. Y dígale a Rogers que ya basta de lamerse las heridas. Tiene que venir a hablar con nuestro invitado…

* * * *

El abrigo de Nick Furia ondeaba a medida que se acercaba al grupo de trajeados que esperaban en cubierta, con evidente impaciencia, junto a su helicóptero. Hill saludó, con una media sonrisa en el rostro.

- Wilson Hyde. Departamento de Estado.

- ¿De qué Estado?

- Eh...

- Ya, ya...

- Teena Spender -enseñó su placa- CIA.

- Miren, si vienen por aquel porro del 68, creo que ya ha prescrito. Pero, por no hacerles perder el tiempo, pueden contactar con mi abogado. Apunten: Murd...

- No hemos venido a escuchar sus bromitas, Furia.

Spender, sin embargo, esbozó una media sonrisa.

- ¿A qué han venido, entonces?

- A por Bullseye.

- Directa al grano, mire...

- Es sospechoso del asesinato de una congresista de los EEUU. Lo queremos bajo custodia, y tenemos derecho a ello.

- Ya está bajo custodia.

- No bajo la nuestra. Es un asunto de Seguridad Nacional.

- Se queda bastante corta, Spencer.

- Spender.

- Eso -Furia se cruzó de brazos-. Es una cuestión de seguridad INTERNACIONAL. Su congresista no es el único crimen por el que se busca a Bullseye. Entre ellos, el asesinato de varias docenas de agentes de SHIELD. Y hasta que lo "acomodemos" de nuevo en la Bóveda, no hay lugar más seguro que este Helitransporte.

- Mire... aquí estamos todos en el mismo barco. Sólo queremos hablar con él. 

- Lo harán. Bajo mi supervisión, y cuando yo haya terminado.

- No tiene ninguna autoridad para hacer eso. Ni tampoco para enviar al Capitán América en su búsqueda.

- Yo no le he mandado al Capitán América hacer nada. Se lo encontró, le dio una paliza que me encantaría haber visto, y nosotros recogimos la basura.

- Muy conveniente.

- Lo estábamos buscando.

- ¿A Bullseye o a Rogers?

- A ambos.

- Todo el mundo sabe que Rogers trabaja para usted...

- Rogers, ahora mismo, no trabaja para nadie. Está peor informado de lo que se cree.

- Hemos visto las imágenes. Bonito traje lleva. ¿No es uno de los suyos?

-  ¿Qué imágenes?

Spender lanzó una mirada discreta, pero obviamente reprobatoria, a Hyde.

- No haga esto más difícil, Furia. Entréguenos a Bullseye.

- No tengo autoridad para eso. Hable con el Consejo Mundial de Seguridad. 

- Lo haremos, pero no habría por qué llegar a tanto. Queremos quitarle un marrón de encima, Nick. Se lo garantizo.

- Estoy al mando de SHIELD. No habría aceptado el puesto si no me gustasen los marrones. Y, en el futuro. Mi apellido es Furia. Y mi nombre, para ustedes, es "Director".

* * * *

A Steve aún le costaba un poco andar, pero, al menos, ya había recuperado el aliento. El traje había quedado bastante dañado, así que llevaba unos simples pantalones de campaña azules de SHIELD, con sus botas, y una camiseta blanca de tirantes. Tardó unos segundos en entrar a la habitación. Las condiciones en que mantenían a Bullseye eran... bueno... Si no acabase de ver lo que había visto, incluso habría protestado. Clavó sus ojos azules en el asesino y resopló. No iba a ser una conversación fácil.

- Furia ha dicho que querías hablar conmigo…

- En realidad no, pero si tengo que elegir entre tú y el capitán Leche Cortada, la elección está clara. Tal parece que poseo información que vosotros queréis.

Steve se sentó en la banqueta que Furia había abandonado.

- Me encantará escucharla. Pero supongo que a Furia le será igual de útil que a mí. Así que, antes de darme esa información, dime: ¿Por qué a mí? ¿Específicamente? -se señala uno de los remiendos-. Creo que me he ganado también esa respuesta…

Bullseye le miró fijamente antes de responder.

- En la vida he aprendido que existen tres clases de personas. Las víctimas, las armas y aquellos que las apuntan. Tú y yo somos armas, Boy Scout. Las armas son claras, directas. No engañan. En un arma puedo confiar. Furia pertenece al tercer grupo. Me consideráis peligroso, pero yo no soy más que un arma en manos de alguien. Tú también, soldadito, y Furia es quien te empuña, por mucho que te cueste aceptarlo. Y si tuvieras dos dedos de frente no confiarías en él. Voy a decirte lo que sé únicamente porque me conviene que averigües lo que ha pasado. No quiero ayudarte. No me importan las vidas de las personas a las que he asesinado. Pero yo no trabajo gratis. Nunca. Y quien me haya obligado a hacerlo, tiene que pagar. ¿Puedes prometerme eso?

- Bien, no confías en Furia. Puedo concederte eso. Tampoco voy a entrar a debatir sobre nuestras semejanzas y nuestras diferencias. Sí puedo prometerte que iré a por quien esté detrás de ésto. Pero necesito algo más ¿Cómo te obligaron a hacer algo que no querías? ¿No tienes... nada? Un recuerdo residual... un indicio...

- De la congresista no recuerdo apenas nada. Imágenes sueltas, flashes, como en un sueño. Joder, casi había llegado a olvidarme de ella. Me acuerdo más de la segunda mujer a la que mate, la escritora, la hija de Salinger. Cuando la maté fue como si despertara de un sueño. Recordaba perfectamente el mensaje que tenía que transmitirle. Una cita del libro de su padre, “el Guardián entre el Centeno”: "Don't ever tell anybody anything. If you do, you start missing everybody". La mujer era periodista además de escritora y creo que sabía cosas que alguien no quería que supiera. Puede que incluso estuviera en contacto con la congresista. Había una libreta en su escritorio con fechas apuntadas. Las recuerdo perfectamente: 1953. Hotel Statler, 1803; 1963. Dallas, Texas; Los Ángeles, junio del 68; Memphis, Tennessee, 1968. Seguro que te suenan, ¿a que sí?

Steve escuchó con atención, y, al principio, escepticismo. Una de las primeras ideas que cruzó por su cabeza es que se la estaba jugando. Pero... en realidad no le habían prometido nada. Sin reducción de condena. Sin tratos. Sólo le habían prometido respuestas. Cuando el desfile de fechas comenzó, Steve sentó la tentación de detenerle. Avisarle que durante ese tiempo estaba durmiendo en el hielo. Pero no lo hizo. Bullseye tenía razón, las reconocía. No todas, pero sí la mayoría. No eran difíciles de olvidar.

- Frank Olson: Hotel Statler, 1953; John F Kennedy: Dallas, 1963; Robert Kennedy: Los Ángeles, 1968; Memphis, Tenesse... 1968. ¿La huelga? Empezó con una muerte pero… ¿Qué tiene que ver eso con la hija del escritor? Con la cita del libro... Con la congresista... ¿Estaban investigando eso? ¿Insinúas que alguien con interés en detener esa investigación te... programó... para asesinarlas? ¿Cómo? ¿Por qué no contratarte sin más?

Bullseye negó con la cabeza.

- Martín Luther King, soldadito, Martín Luther King fue asesinado en el 68 en Tennessee. El asesino fue James Earl Ray.

- Cierto... el Dr. King... ¿También eso? -Steve negó con la cabeza, confundido.

- Sé tanto como tú sobre ésto. Sólo encontré esas fechas en la libreta de la mujer que tenia que morir, la que estaba investigando algo. Si no me hubierais detenido habría intentado tirar del hilo, pero vas a tener que hacerlo tú, abanderado. Mira a ver qué puedes encontrar. La muerte del 53 está clasificada como suicidio, pero si está puesta en la misma lista que las demás quizá sea porque no lo fue.

- Vale, démoslo por cierto. La periodista y la congresista estaban tras la pista buena. A punto de descubrir cosas sucias sobre algún organismo del gobierno.¿Dónde entras tú en todo esto? ¿Tienes alguna vinculación con la CIA?

- ¿La CIA? -Bullseye se tensó ligeramente, recordando los uniformados a los que había matado en el bosque-. ¿La CIA está implicada?

- Dímelo tú -Steve ladeó la cabeza para observarle mejor-. Ahí fuera hay un representante de la Agencia discutiendo con Furia para ver quién se queda contigo.

El asesino guardó silencio, reflexionando sobre aquello. La CIA no había vuelto a interesarse por él desde que había desertado en Colombia. ¿Por qué ahora? Ciertamente había cometido crímenes suficientes como para haber despertado antes su atención, y no lo habían hecho. ¿Por qué ahora sí?

En cualquier caso, aquella era una información que no pensaba compartir con el Capi. Si confesara su pasado como agente de la Agencia a Rogers le resultaría relativamente sencillo averiguar quién era en realidad. Quién había sido. Pero aquella persona estaba muerta y enterrada y Bullseye no tenía la menor intención de desenterrarla. Nadie debía conocer su pasado. Conocer su pasado implicaba conocer sus vulnerabilidades. Su humillación. Su pasado no existía. La persona que fue, tampoco.

- Eso tendrás que averiguarlo tu mismo, soldadito. Si te lo dijera todo, ¿dónde estaría la diversión? -contestó con un guiño.

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