Rescatando héroes en apuros. (Steve Rogers 10-8 2018)

Noche de chicas, o al menos ese era el objetivo de Blair cuando había salido aquella noche, habían alquilado un reservado en una discoteca de moda de la ciudad. Eran un grupo variado, a algunas las conocía del trabajo, a otras del club de campo, eran sus amigas y aquella era una noche para salir sin amigos, sin novios, sin maridos, sin jefes, y allí estaba ella, despachando gin-tonic uno detrás de otro cuando lo vio, en mitad de la pista, parado como un pasmarote, más perdido que un pulpo en un garage, rodeado de chicas que no paraban de coquetear con él, y parecía no encontrarse demasiado cómodo con tantas atenciones.

Le observó desde su privilegiada situación un rato mientras se pensaba si bajar a socorrerlo, sabía quien era, obviamente, todo el mundo sabía quien era Steve Rogers, el famoso Capitán América, miembro de los Vengadores, era famoso y como tal ocupaba portadas en toda clase de publicaciones, y por lo que sabía, no era demasiado amigo de fiestas, ni salidas nocturnas, así que le sorprendía verle allí, totalmente perdido entre tanta falda corta y mujer liberada sexualmente con ganas de llevarse al huerto al primer incauto que pillaran, y Steve Rogers debía tener una cara de incauto del tamaño de sus bíceps a juzgar por el corro de mujeres que le rodeaba. Finalmente decidió apiadarse de él, ella no era ninguna heroína, pero se suponía que entre ellos, la gente con cosas raras debían ayudarse, no?

Cogió su abrigo y tras despedirse brevemente de sus amigas bajó por las escaleras, sacó su cartera y eligió la tarjeta de acceso al edificio donde trabajaba, parecía bastante oficial, para no serlo... Se acercó al grupo de golfillas con paso firme y las apartó como si nada, se pudo delante del pobre muchacho enseñó la tarjeta y la guardó rápido para que nadie pudiera fijarse demasiado, aunque con la poca luz y el alcohol, podría habérsela puesto frente a las narices a cualquiera de aquellas mujeres y no se habría enterado de cual era, de hecho, con los cuatro gin-tonic que llevaba encima a ella también le parecía una tarjeta oficial.

- ¿Capitan Rogers? Agente Calso, FBI, le estamos esperando...

Agarró a Rogers del brazo y.... menudo brazo... lo arrastró a la salida sin que le diera mucho tiempo a rechistar, eso en vez de ayudarle podría fastidiar su elaborado plan de rescate de un hombre acosado por féminas ávidas de llevarse a un héroe famoso a la cama.

Era otra de esas noches en que Stark le había convencido para salir a tomar unas copas. Siempre le decía que no, pero tras insistirle en que no serán ellos dos solos acababa cediendo y, esta vez, supuestamente también vendría Clint. Sabía que iba a ser su principal diana de sus irónicos comentarios y eso me hacía perder la paciencia, sobre todo cuando empezaba a tomar más copas de las necesarias, ese era siempre el momento en que acababa la fiesta y todos acabábamos por marcharnos.

Siempre solía ser el primero en llegar, buscar mesa, tomarme alguna copa antes de que los demás llegaran y pensar en mis cosas. Esta vez no iba a ser diferente así que llegué más temprano de la hora prevista, entré en el local y crucé toda la sala en busca de algún lugar para acomodarme, pobre de mi cuando las primeras personas me reconocieron, en pocos minutos ya saltó algún flash de foto. Me limité a sonreír y hacerme paso entre las jóvenes que no paraban de inundarme a preguntas.

En esos momentos solo he de esperar. Con la aparición de Tony yo dejo de ser el centro de atención y todas las miradas pasan a apuntar al magnate de Stark. Pero esta vez fue diferente, una mujer morena, con características exóticas las hizo apartar a todas dirigiéndose a mi como agente del FBI. ¿Aquí también eran capaces de encontrarle? Sorprendente…

La mujer lo apartó hacia un lado, lejos de la gran multitud en la pista de baile. Me limité a cruzarme de brazos, mirar a la morena y preguntar con voz curiosa.

- Bien, agente Calso… ¿Y de qué asunto se trata?

Blair no podía evitar sonreír maliciosamente, vale que pudiera resultar más fácil engaar a una panda de mujeres bebidas con ganas de pescar un premio gordo; pero si antes tenía dudas sobre la inocencia del Capitán América habían quedado disiparas al verlo tragarse semejante bola. ¿En que mundo una agente del FBI de servicio iba vestida de fiesta? Al parecer en el mundo en el que Steve Rogers no se fijaba demasiado.

- No se trata de ningún asunto, no soy agente del FBI. He enseñado una tarjeta cualquiera porque supuse que nadie se fijaría y tu parecías necesitar ayuda para poder respirar. Cumplía mi tarea de socorrer a un héroes en apuro y ahora me voy. ¡Diviértete!

Se retiró de donde había llevado al Capitán despidiéndose con una suerte de saludo militar y una sonrisa burlona en el rostro. Ella no era una heroína, no salía por las calles con un antifaz y unas mallas, no dedicaba sus habilidades al bien de la humanidad o los mutantes o lo que fuera. Pero no había podido resistirse al ver a un hombre grande como un armario empotrado y sexy como un actor de cine con cara de cachorrito torturado en mitad de un corro de fieras ávidas por pillar algo de cacho patriótico.

Y había caído como un tonto, no podría ser posible que alguien del FBI me localizara y menos en un lugar como aquél, aunque la experiencia que había tenido alguna vez con ellos me podría hacer pensar que sí; ni nosotros, los vengadores, podíamos llegar a ser tan raritos como los agentes del FBI.

Miré la hora. Teniendo en cuenta la puntualidad de Stara, aún me quedaba un buen rato de espera, así que decidí compensar el favor de aquella falsa agente. Seguí los pasos que había dado a través de la sala y, con mucha cautela para no incomodarla, alcancé su hombro con mi mano para pararla.

- Señorita, ¿No sabe que es un delito hacerse pasar por agente del FBI? – Le comenté con seriedad, pero sin ninguna intención de que me tomara en serio. – Pero por otro lado, como me ha hecho un gran favor, olvidaré eso y en compensación el capitán América le invita a una copa.

Nunca antes había dicho algo así, referirse a mi mismo como Capitán América. Hace años, cuando el Capitán nació nadie sabía su identidad y después de que se hundiera en las frías aguas su historia fue contada y su identidad revelada, yo, Steve Rogers, un hombre humilde e inocente, por lo que ahora todo el mundo sabía quién era él y quién era el Capitán.

Le miró con una ceja alzada. ¿Realmente la estaba amenazando? Quizás era cierto eso de que el Capitán America no dejaba pasar ninguna injusticia, aunque no hubiera tal injusticia en este momento y el resultado le hubiera favorecido. Pero le daba igual, es Decir, no creía que de verdad fuera a denunciarla por un delito federal sin importancia como aquel. Y sus predicciones eran correctas; en vez de ponerse en plan "defensor de las leyes a toda costa" la detuvo con delicadeza y le ofreció una copa. Le miro, le observo detenidamente y una mirada de pena y piedad se instalo en sus ojos. ¿Como no tenerle algo de lastima? Por lo que ella sabia, era un muchacho normal y corriente con el que habían experimentado para convertirle en un maromo enorme y que se encontraba fuera de su época. A juzgar por lo que se rumoreaba de sus compañeros en la prensa, sobre todo de Stark, dudaba mucho que fueran la mejor compañía para un hombre acostumbrado a otro tipo de cosas mas sencillas.

- Por favor, le he sacado de ese grupo de fueras, me ofende que me trate igual que a ellas. No pienso tomarme nada con el Capitán America, pero si Steve Rogers quiere invitarme a una copa, creo que no puedo negarme.

No le interesaba una mierda la leyenda del Capitán America, toda la curiosidad que pudiera tener, el gobierno se había encargado de saciarla. Se habían escrito informes, se habían hecho investigaciones y destapado secretos, se habían hecho reportajes y recreaciones; y aunque el hombre detrás de la macara era reacio a las entrevistas, todo lo que había que saber sobre la figura patriótica estaba segura que ya lo sabia. Sin embargo el hombre, Steve Rogers, era un asunto diferente; no es que resultara especialmente misterioso, aunque reconocía que sentía curiosidad por el tema del salto temporal que había sufrido, pero no solo eso. Despertaba sus simpatías, parecía un buen chico, un buen hombre, de esos que raramente encontrabas salvo que fueran rematadamente estúpidos. Steve Rogers parecía bueno, atractivo e ingenioso, y ella había tenido la suerte de encontrárselo.

- Acepto esa copa, pero con la condición de que me dejes invitarte a otra por no denunciarme al FBI.

Subió con Steve por las escaleras que daban a los reservados; sus amigas al parecer habían decidido cambiar de local,  y ella tenia ahora a su disposición un lugar fantástico sin tanto ruido donde poder charlar y beber con su afortunado encuentro de aquella noche. En cuanto se hubo sentado y paso por allí uno de los camareros pidió un Martini con vodka y espero a que Steve hiciera lo propio.

Esas palabras eran todo un detalle. Todo el mundo le trataba como el Capitán, pero que aquella chica quisiera compartir un rato con Steve Rogers me hacía sentir bien, alguien normal.

Le seguí escaleras arriba hacia la zona de los reservados donde solíamos acomodarnos cuando venía con Stara y demás, seguro que daba tiempo de tomarse esas dos copas, incluso tres, antes de que ellos llegasen. En cuando nos hubimos sentado pasó el camarero a preguntar, esperé que ella lo hiciese primero y luego yo.

- Una jarra de Westbrook, por favor. – No era alguien de pedir combinados, mi lista simplemente se movía entre las cervezas, bien fría y revitalizante.

Después de que el camarero tomase nota y marchase a por el pedido, miré a la morena, a punto de de empezar una conversación, la verdad que tampoco sabía que decirle, era una situación algo rara para mi, seguro que Stark o Clint ya hubiesen entrado con alguno de sus piropos, pero eso no era ni mi estilo ni mis intenciones, así que solo me quedaba ser yo mismo.

- Y bien, ¿tu nombre es Calso? ¿O también se trataba de una mentira? – Una manera de empezar una charla, ella sabía mi nombre y quién era, que más que yo saber el suyo.

No pudo evitar reírse cuando le preguntó por su apellido,. Era lógico que ahora desconfiara después de haberse tragado antes una mentira de semejante tamaño. Estaba bien saber que a pesar de haber cambiado de siglo de la noche a la mañana y su fama de buenazo patriótico no fuera estúpido. Un punto a su favor que se sumaba a esos ojazos azules, ese cuerpazo de infarto y los gin-tonic que ella llevaba encima.. Estaba claro que no a todos les sentaban mal los anabolizantes.

- Es mi apellido, mi segundo apellido, a decir verdad, soy medio argentina. Así que mi nombre completo sería Blair Van der Woodsen Calso o Blair simplemente. ¿Y que trae a alguien como tu a un sitio como éste? Acabas de dejar los 40, la época de los salones de baile y el swing; algo muy alejado de la música electrónica y las discotecas con escasa iluminación.

Quizás hubiera quedado con algún amigo, porque alguien como él tenía que tener amigos. ¿Verdad? No estaba plenamente segura de que la vida de superhéroe patriótico fuera totalmente incompatible con tener vida social. ¿O si? Si era así, no entendía como podía haber tantas personas con uniforme y máscara dispuestas a pasar de todo por arriesgar su culo gratuitamente.

- La verdad es que siento curiosidad por todo eso, es decir. ¿Cómo era todo en en aquella época? La ciudad, la gente, sus rutinas. Cómo era la vida en una época en la que el país estaba luchando en una guerra en otro continente. Y la tecnología… ¡Yo no sería capaz de sobrevivir un día sin mi teléfono o tablet!

Pegó un sorbo a su copa recién llegada y le miró con los ojos brillantes de expectación, curiosidad, emoción y para que negarlo, por las dos copas previas que ya llevaba encima. Pero aquello era fantástico. ¿Cómo iba a centrarse en su identidad de héroe cuando tenía algo mucho más emocionante delante? Una fuente viva de información increíble, información sin corromper por el paso del tiempo. Eran cosas que para él habían sucedido como quien dice, el día anterior.

- Vamos, satisface la curiosidad de una cría del siglo XXI. A cambio prometo explicarte cualquier misterio tecnológico que quieras.

Saqué mi reloj de bolsillo para echar un ojo a la hora, sabía que mis compañeros tenían que llegar ya y no tardarían, pero mientras esperaba no estaba de más acabar esa copa con mi nueva compañía.

- Estoy esperando a Stark y Barton. – Le respondí. – Pero parece que llegan tarde, así que tendré un rato para poder responderte a lo que quieras.

¿Quería saber sobre los años 40? Era curioso, parecía una chica lista y culta, seguramente sabría muchas cosas sobre esa época, actos históricos que ocurrieron por entonces y, también, la historia del Capitán América. Pero seguramente no era tan bonito como le habían explicado, los libros de historia podían poner fechas muy exactas, acontecimientos bien detallados, pero no era lo mismo que escucharlo de la boca de alguien que había nacido en plena Gran Depresión, con una familia que llevaba a sus espaldas años vividos en la Gran Guerra y con una segunda a punto de estallar.

Por otro lado, la morena tenía razón, los salones de baile eran la mayor diversión, junto con el cine.

- Bueno… – La verdad que no sabía como empezar. Hubo momentos bueno, divertidos, en los que disfrutaba como el chico joven que era, pero los problemas eran demasiados para decir que mi juventud fue feliz. – Nací en la época de la Gran Depresión, mis padres eran inmigrantes, así que ya te puedes imaginar la situación.

Sabía que no hacía falta decir nada más, además, tampoco me apetecía hablar sobre ello, había momentos para todo y ese no lo era para contar historias tristes.

- Salí adelante dibujando, ¿sabes? – Si que era cierto que antes de ser el Capitán tenía un don, un don para el dibujo que no escatimaba. – Estuve trabajando como dibujante de cómic en varias revistas, no ganaba mucho, pero era suficiente para avanzar día a día. Y sí, los salones de baile no eran como ahora, pero me divertí muchísimas noches bailando swing en esas pistas. – Lo recordaba como si fuese ayer, a pesar de todos los años que habían pasado, las imágenes de mi mente eran claras, recordaba la música, los trajes, las caras de la gente habitual y los pasos de baile. - ¡Tenía unos pasos muy buenos! – Exclamé moviendo ligeramente el torso y los brazos haciendo ver que bailaba.

Reí ligeramente, con la botella en mano, pensando en todo lo que estaba explicando, parecía un abuelo recordando la divina juventud. Abuelo, como me llamaba a veces Stark.

- Y la tecnología… Eso es algo que tendrías que explicarme tú. – Bormeé. Paré a recordar como era antes, no había teléfonos móviles, ordenadores de última generación o el famoso internet. Pero si teníamos cine, algo que también me gustaba mucho hacer. – El cine, estaba muy de moda por entonces, era algo actual y solía ir cada semana a ver alguna película, es mas, fui al estreno de muchas películas que ahora mismo son clásicos, como Drácula.

Eché un largo trago a la cerveza para refrescarme la garganta. Esperaba a ver saciado su apetito de curiosidad, al menos un mínimo.

- ¿Y a ti? ¿Qué te trae por aquí? – Quise saber.

Abrió los ojos impresionada, aunque en el fondo sabía que no debería sentirse así, es decir, estaba hablando con el Capitán América, era lógico que se relacionara con el resto de sus compañeros, pero es que el resto de su grupo era impresionante; todo el grupo en realidad era impresionante. Probablemente el grupo de héroes más famoso y relevante del mundo, y estaba convencida de que sus miembros tenían mucho que ver con aquello. Un héroe patriótico de la última Gran Guerra, un dios vikingo y un genio multimillonario que adoraba a la prensa y a sus fans, y como si con eso no tuvieran suficiente, tenían a un arquero que satisfacía todas las fantasías femeninas sobre un Robin Hood moderno, una ex-espía rusa envuelta en un halo de misterio y sensualidad y un brillante científico con cara de cachorrito abandonado que se convertía en una apisonadora grande y verde. Eran famosos, muy buenos en lo suyo y la prensa, de todos los tipos, les adoraba; tenían clubs de fans y todos los niños querían ser como ellos. Sentirse impresionada era lo menos que podía hacer al recordar a quien tenía a su lado bebiendo cerveza; y por si fuera poco era guapo, encantador y con ganas de charla. El hombre perfecto, o el amigo perfecto.

Asintió cuando le explicó sus orígenes. Ella era estadounidense, tenía la doble nacionalidad, sus padres se habían encargado de que así fuera y no era exactamente hija de inmigrantes, pero era una situación que no era ajena a su tiempo. Estados Unidos era un país que se había construido con campesinos y hombres de fortuna provenientes de Europa, gente humilde que tan sólo quería una oportunidad para prosperar y ahora le daban la espalda a toda la gente que llegaba con las mismas esperanzas que todos aquellos españoles, ingleses, irlandeses, italianos y holandeses que se embarcaron a un destino incierto con la esperanza de algo mejor. Y nacer en una época de profunda crisis económica no debió ayudar.

- ¿Dibujante de cómics? ¿En serio? Debe ser un poco raro para ti pasar de dibujarlos a protagonizarlos. Hace años publicaron unas series con tus “aventuras”; causaron verdadero furor. Nunca había esperado que fueras un artista, no se, me imaginaba algo más prosaico, mecánico o algo así. Me gustaría ver tus dibujos algún día… ¡Quizás te atrevas a hacerme una caricatura!

Nunca se hubiera imaginado a Steve Rogers, el Capitán América, como artista, pero la verdad es que le pegaba. Todos veían ahora al hombre fuerte y musculazo, ella intentó imaginarse al chico enclenque inclinado sobre una hoja de papel con un lápiz en mano y tenía sentido, bastante sentido. Si no hubiera sido por la guerra, por el suero del supersoldado, seguramente se había convertido en un artista famoso, o en un gran publicista con un bonito despacho, se habría casado joven, como era lo habitual en la época, con alguna chica que su familia conociera o quizás con alguna bonita oficinista del trabajo, habrían tenido varios hijos y una bonita casa en alguna zona tranquila de la ciudad. Habría tenido una vida normal.

- Eso habría que verlo, el resto puedo imaginarlo. ¿Pero tu bailando swing? Eso todavía no termino de creérmelo. ¡Pareces un chico tímido! Ni siquiera te imagino acercándote a una chica para invitarla a salir.

No podía evitar reírse, no de él, bueno, un poco, parecía demasiado tímido como para bailar con ninguna chica, aunque le estuviera haciendo ojitos para que se lo pidiera. Sin embargo parecía el tipo de chico que nunca fue más allá de lo que le permitieran y siempre devolvería a su acompañante sana, salva y a la hora a su casa. Un caballero de esos que ahora estaban en peligro de extinción, aunque tenía la sensación de que siempre habían sido un bien escaso.

- Me parece bien, yo te explico lo que quieras, realmente es mucho más fácil de lo que parece, es como todo, no dudar y no tocar lo que no se sepa que hace. Aunque es un pecado realmente imperdonable que siendo Stark tu compañero no seas ya un experto en las nuevas tecnologías. Pero no te preocupes, hacemos un trato, tu me enseñas todos esos clásicos cinematográficos que has visto y yo te doy clases particulares de todo lo que se debe saber sobre el siglo XXI.

Pegó también un sorbo a su copa, la conversación estaba interesante y no se había dado cuenta de que estaban hablando mucho y su boca y garganta se estaban secando y eso no podía permitirlo teniendo un martini con vodka de la mano. Recibió su pregunta mientras tragaba y meneó la cabeza dándose por enterada.

- Noche de chicas, no creo que eso sea un invento nuevo, así que seguro que sabes a que me refiero; ya sabes, sólo nosotras, sin hombres, para divertirnos a nuestra manera. Lo hacemos de vez en cuando en la oficina y también suelen apuntarse unas amigas. Una excusa tan buena como otra cualquiera para dejar a los chicos y salir a beberse hasta el agua de los floreros.

Le gustaba, pero no era una gran fan de la música electrónica, tenía gustos bastante variados y afortunadamente escuchaba de todo. Los seguidores de sus listas de reproducción en Spotify eran testigos de aquello. Para ella, cada momento tenía un tipo de música ideal, de la misma manera que había un vestido adecuado para cada ocasión y un tipo de comida diferente para cada momento del día. Simplemente la música electrónica estaba bien para beber copas con tus amigos en un lugar abarrotado y poco iluminado.

Hacía tiempo que no cogía un lápiz, con tantas ordenes de SHIELD, entrenamientos y tener los pensamientos en otra lado… A penas dedicaba tiempo a dibujar ni escribir ninguna historieta, aunque sean por afición y no perder la costumbre. Tendría que plantearme cogerlo como rutina, igual que los entrenamientos.

- Si, yo bailando swing. – Otra cosa que hacía muchísimos años que no hacía, ni siquiera recordaba la última vez que fui a una pista de baile y mostrar lo que sabía. – No era ningún profesional, por supuesto. – Le quité importancia. – Sabía los pasos básicos, ya sabes, para poder salir con los amigos y no hacer el ridículo, pero tienes razón, no era de los que invitaban a las chicas a salir, siempre tenían que acercarse ellas.

Siempre fui demasiado tímido para acercarme a una chica, lo atribuía a mi aspecto físico, el chico delgaducho y débil del que pensaba que se reirían, pero aún así, cuando me convertí en lo que soy ahora, seguí con la misma actitud. Todo era por timidez. Podría a ver cambiado con este nuevo despertar, pero no podía, cada vez que salía el tema solía podía recordar el nombre de Peggy.

Su comentario sobre Stark y las tecnologías me hizo soltar una suave carcajada. Si, era mi compañero pero no un buen profesor, tampoco había tenido la idea de que me enseñase sobre tecnologías, pero no lo necesitaba, tampoco era tonto y con la de agentes en SHIELD expertos en ello… Para eso confiaba más en ellos que en Tony Stark.

- ¿Y tú? ¿Cómo te ganas la vida, señora agente del FBI? – Pregunté con retintineo. Por su sencilla elegancia al coger la copa, hablar y moverse, además sabía de tecnologías, quise arriesgarme a adivinarlo. – Secretaria en alguna importante empresa, quizás director de marketing o algo por el estilo, ¿o me equivoco?

Steve se rió sobre su comentario de Stark y las tecnologías, bien pensado, no parecía ser el tipo de persona que se tomaba su tiempo para explicar las cosas, sino más bien de los que se mofaban si no sabías algo que consideraban básico, pero aun así parecía bastante integrado; desde luego no debía ser estúpido. Después le llegó el turno de hacer conjeturas sobre su trabajo, sonrió con malicia mientras él lanzaba al aire sus opciones, tenía que decir a su favor, que pese a ser de mediados del siglo pasado, no había sido demasiado machista en sus elucubraciones.

- Casi casi… Has estado cerca pero no has acertado. Soy economista, trabajo en una empresa que se dedica al comercio internacional, estudio de mercados, inversiones, predicciones de bolsa y no soy jefa, al menos no todavía.

Esperaba que algún día pudiera serlo, en su actual oficina o en otra, lo importante era seguir avanzando y consiguiendo cosas. No era ninguna perra arribista, pero tenía ambición y quería llegar todo lo lejos que su esfuerzo y formación pudieran llevarla, a fin de cuentas, de eso se trataba todo. ¿No? De progresar, de mejorar.

- Tengo una duda, si te parezco descarada puedes decírmelo, pero… ¿Por qué sales con Stark? Es decir, tiene fama y no demasiado buena. Playboy, juerguista, hombre de una noche… No pareces el tipo de persona que le vayan esas cosas. No digo que sea malo, pero si un poco cabroncete, y tu todo lo contrario.

Si Blair tuviera que apostar, lo haría a que Steve no compartía demasiado ni estaba de acuerdo con algunas actitudes de Stark, y no podía culparle, el parecía el tipo de chico tímido que buscaba una mujer para toda la vida y Tony Stark… era Tony Stark , el tipo de hombre que desplegaba sus encantos y su billetera para quitarle la ropa a la afortunada de la noche y luego desaparecía como el humo. No lo criticaba, cada uno hacía con su vida lo que le daba la gana, pero Steve parecía demasiado buenazo para aprobar ese tipo de comportamientos y sentía curiosidad al respecto de lo que le llevaba a salir de fiesta con alguien como su compañero alcohólico y mujeriego.

¿Que por qué salía con Stark? Buena pregunta... A veces ni yo lo sabía. Pero no dejaba de ser un compañero, un amigo de batalla con el que arriesgaba la vida para salvar a los demás, dejando de lado nuestras diferencias, podríamos decir que nuestro principal objetivo era común, cómo con los demás vengadores.

- A pesar de nuestras diferencias, trabajamos juntos y no es un trabajo tranquilo, ya me entiendes. - Expliqué con un guiño, sabía que más palabras para eso sobraban. Y lo que venía a continuación me dolía decirlo, pero siempre había sido una persona sincera. - A pesar de todo es un buen tipo, ¡Un cabrón! - Me desahogué. - Pero un buen tipo. Además, no es solo por Stark, también Clint, Natasha...solemos reunirnos varios.

Hablando de Stark... Había olvidado por completo que aún no se había presentado, ni él ni Clint, miré la hora y al comprobar la tardanza que se estaba tomando decidí sacar el teléfono móvil. Tenía un mensaje, de Stark.

"He pasado por allí pero te he visto muy ocupado con una morena, así que he decidido irme con la primera rubia que ha pasado. Nos vemos otro día, y ya sabes, enséñale que eres un abuelo en forma! Por cierto, Clint tampoco vendrá."

Suspiré, no se si de vergüenza, de aceptación o de indignación. Así que levanté otra vez la mirada hacia mi nueva compañera.

- Parece que este hombre no se presentará, así que me queda la noche colgada. - Le comenté a la morena dando por supuesto que entendía el plantón que me daba Stark.

Steve era demasiado bueno, a cada palabra lo tenía más claro y sus reparos sobre llevárselo a su casa y despedirlo al día siguiente con un breve beso y un “ya te llamaré” aumentaban. No podía hacerle ese tipo de cosas, era un buen chico, en todos los aspectos; no necesitaba más palabras suyas para darse cuenta de la clase de amigo que era; se había despertado en un mundo extraño y Stark, por mu cabrón que fuera, era su compañero, y su lealtad era inquebrantable. A cada momento que pasaba con él, poco a poco iba viendo que era el tipo de persona que merecía ser protegida de todos los cabrones aprovechados que había por ahí, empezando por las lagartonas que sólo querían pillar un famoso para forrarse a su costa. Al hablar de sus compañeros pareció acordarse de ellos y miró su teléfono, la cara de fastidio que acompañó a sus palabras fue demasiado obvia como para no darse cuenta, al parecer no le gustaba que le plantaran.

- Por suerte no te dejan completamente solito, estoy yo, que ya no soy una completa desconocida y no soy una lagartona que vaya a aprovecharse de ti, así que esta es tu noche de suerte.

Era curioso cómo una noche de chicas aparentemente igual que el resto, se había convertido en una noche acompañada por uno de los héroes del momento, más famoso incluso que Kim Kardashian y más valorado que el presidente. Si Julia Roberts en su momento había sido la novia de América, podía asegurar sin temor a equivocarse que Steve había recogido honrosamente el testigo de ser su equivalente masculino.

- Podríamos empezar pidiendo otra ronda, hablamos mucho, bebemos poco y yo estoy seca. Luego bajaremos a la pista y vas a enseñarme esos pasos de baile de los que tanto presumes.

No tenía demasiada confianza en que un hombre patológicamente tímido realmente supiera bailar, así que quería comprobarlo por sí misma y divertirse, por supuesto que quería divertirse. Todo apuntaba a que aquella sería una noche memorable.

Razón no le faltaba a la muchacha. Mis compañeros no se iban a presentar, pero eso no me impedía pasármelo bien. Era una persona a la que le costaba hacer amistades en esas situaciones, si fuese otro escenario no tendría problemas, pero en un lugar con la música tan alta provocando la comunicación cercana cara a cara y sabiendo que muchos jóvenes van para intimar con otros... No llegaba a estar tranquilo. Por suerte mía, Blair confirmaba no ser una de esas lagartonas, ya habíamos empezado una larga charla... Acababa de conocer a Steve Rogers y no al Capitán América.

- Me parece buena idea. - Los largos minutos que llevábamos conversando habían conseguido relajarme y aumentar mi confianza en ella, sus palabras la hacían parecer sabia e interesante.

Llamé a uno de los camareros cuando pasó cerca de nuestra mesa para pedirle otra ronda que no tardó en llegar. Y, en esta ronda de copas, fui yo el que hizo las preguntas. Los minutos pasaron rápidamente, me explicó varias cosas, sus orígenes, cómo llegó donde está, me explicó sobre la economía a nivel mundial y el tema de las acciones, algo que yo nunca había llegado entender y, sin apenas darnos cuenta, la copa se quedó seca.

Me levanté y le tendí la mano para invitarla a venir conmigo, le había prometido bailar, así que antes de irme tendría que cumplir con mi palabra.

- ¿Baila, señorita? - Esa pregunta se llevaba mucho en mi época, sabía que no era para esas situaciones pero quedaba gracioso.

La música no tenía nada que ver con la de mi época, ahora era todo mucho más moderno, los jóvenes bailaban alocadamente y, cómo decía Stark, yo era un yayo que tenía que tener cuidado con su espalda. Pero había algo con lo que siempre les sorprendía, aprendía rápido y había tenido una buena profesora que me enseñara cuatro movimientos para no parecer un pato en medio de la pista, sí, la pelirroja se ofreció a enseñarme varias veces que salíamos todos por esos lugares y, sinceramente... Yo no me podía negarme a ella.

Hablaron durante largo rato, unos temas llevaron a otros y hablaron de muchas cosas. Pocas veces se había divertido tanto charlando en una discoteca con un hombre con el que no pensaba hacer nada; las rondas pasaban una detrás de otra y ella empezaba a estar algo achispada, le había entrado ya la risa floja y casi todas las tonterías que Steve le decía le hacían muchísima gracia, pero era el momento de dejar los cócteles y pasarse a los refrescos antes de acabar cayendo desmayada sobre el hombro de Steve, a quien no parecía afectar el alcohol. Acababa de terminar su primer refresco cuando él se levantó, extendió la mano hacia ella y la invitó a bailar. Ella tomó su mano más contenta que unas castañuelas, no sólo por la cantidad de alcohol ingerido, sino por el hecho de salir a bailar con el héroe del momento. El Capitán América, Steve Rogers, el hombre más deseado después de Tony Stark, y ella iba a tener el honor de compartir contoneos en una pista de baile con él.

Le sorprendió como se desenvolvía en la pista, por lo que le había dicho no se lo imaginaba siendo capaz de menearse al ritmo de la música electrónica. Bailaron durante un buen rato, rieron y esquivaron moscardones indeseados, con maestría algunos, con la sutileza de un martillo pilón otros. Cuando la madrugada comenzaba a despertar a los más madrugadores y el cansancio a hacer mella en ella, se despidieron intercambiando números, prometiendo llamarse y repetir. Y con aquella sensación de haber pasado una noche increíble y haber conocido a alguien genial, Blair tomó un taxi que la llevó hasta su casa.