Pillow Talk (Dick Grayson) (5/5/2019)

Las ruedas de la silla hicieron crujir a mi paso la gravilla del sendero que conducía a la entrada principal de la Mansión Wayne. La puerta de entrada estaba cada vez más cerca, y yo me estaba quedando sin tiempo para ordenar mis prioridades.

Alfred me había asegurado (en todas y cada una de las cinco veces que lo había llamado el día anterior) que, según la doctora Thompkins, la vida de Dick no corría peligro. Y, aunque me sentía aliviada, me preocupaba que los síntomas de amnesia que Dick mostraba no fueran algo más que el efecto de una exposición transitoria a las feromonas de Ivy.

E incluso aunque “sólo” fueran eso, me inquietaba saber que Dick había estado desaparecido más de cuarenta y ocho horas, sometido al control de una ecoterrorista y rodeado de criminales. Y, por encima de todo, estaba el asunto de JonDoe247, que había alertado del estado de su compañero. Que probablemente estuviera implicado en los hechos. Y que podía (o no) ser…

Imposible. Completamente imposible. Los muertos no regresaban tan fácilmente, ¿cierto?

Y aún así, era uno de sus alias, tan anodino y genérico que nadie que no lo conociera hubiera podido replicarlo.

¿Había fingido Bruce su propia muerte? ¿O había una segunda persona… que sabía lo suficiente de él como para suplantar su identidad? El desconocido actuaba con una cautela infinita, lo que no hacía más que multiplicar mis interrogantes.

¿Tenía que hablarle a Dick de mis sospechas? No. En su estado, contarle lo que había sucedido no haría más que agravar la situación. ¿Y qué pasaba si le daba esperanzas, y finalmente resultaba ser un impostor? Había compartido mis dudas con Alfred, pero no podía implicar a nadie más en aquello, no hasta tener algo real y sólido que explicar. Aunque eso significara... esconder cosas a Nightwing.

Cuando atravesé el porche y llamé, fue Leslie quien abrió la puerta de la Mansión Wayne.

-¿Estás sustituyendo a Alfred? -pregunté, después de saludarla con un abrazo.

Supuse que el mayordomo estaría durmiendo. Había salido aquella misma noche a comprobar la localización desde la que Jon Doe había escrito por última vez. Había regresado hacía unas horas, mandándome un mensaje donde decía que estaba bien, pero que no había logrado contactar con nuestro misterioso hacker. Y que teníamos que hablar.

Leslie me miró, seria.

-Está descansando -replicó, y noté el tono de desaprobación-. Le pasó algo anoche, pero no ha querido contármelo. A lo mejor tú tienes más suerte.

-Después hablaré con él -le aseguré-. ¿Cómo está Dick?

-Ha querido desayunar, lo que supongo es una buena señal -respondió Leslie, haciéndome una seña para que la siguiera por el pasillo -. Sufre una amnesia circunscrita a los últimos días. Se acuerda perfectamente de quién es y dónde está, y nos reconoce a todos. Sus heridas están cicatrizando bien. Hemos pasado la analgesia a vía oral y no ha hecho falta volver a sedarlo. Eso sí, las costillas tardarán varios días en soldarse. A ver si consigo que se quede quietecito hasta entonces.

Sonreí ligeramente ante el informe completo. Alfred debía de haberle dicho a Leslie que me moría de preocupación.

La doctora se detuvo frente a la puerta del antiguo dormitorio de Dick en la mansión, reconvertido ahora en una habitación de hospital. Aunque estaba abierta, llamó con los nudillos sobre el panel de madera, anunciando su presencia.

-¿Cómo estás, Richard? Han venido a verte -dijo, franqueándome el paso.

-Buenos días, Bella Durmiente -saludé, entrando en la habitación y rodando para acercarme a él.

Dick estaba tumbado en la cama, con varios Steri-Strips colocados estratégicamente en el rostro. Alguien le había partido una ceja y el labio. El pelo azabache estaba revuelto y tenía una expresión extenuada. Llevaba una vía cerrada en el brazo izquierdo y algunos vendajes, pero estaba consciente y vi el reconocimiento en su rostro de inmediato.

Sonreí, aliviada.  

-Nos ha costado un montón dar contigo... Estoy planteándome ponerte un chip de rastreo para la próxima vez. -bromeé.

— Vaya… pero mira quién se ha dejado caer por aquí… si es la señorita Gordon —bromeó Dick.

—La misma —aseguré, solemne, inclinando ligeramente la barbilla en una suerte de reverencia.

Leslie sacudió la cabeza, murmuró algo que sonaba a "niños…" y, tras recordar a Dick que no hiciera ningún esfuerzo, nos dejó a solas.

—¿Qué soy ahora? ¿Un perro? —dijo él en respuesta a mi comentario, esbozando una sonrisa que se convirtió rápidamente en una mueca de dolor. Tendí la mano hacia él— ¿Te he tenido muerta de preocupación, pelirroja? —Arqueé las cejas y su cuerpo protestó por segunda vez, sacudiéndose ligeramente por un arranque de tos.

Paradójicamente, aquello hizo que mi preocupación por él cediera un poco. Sí, estaba hecho polvo; parecía que acababa de caerse por las escaleras de la Mansión… no una, sino dos veces. Pero el hecho de que pudiera decir tonterías me parecía una buena señal.

—A Leslie no le ha dado tiempo ni de llegar al final del pasillo —le advertí— Y, cuando te oiga toser y vuelva a entrar para recordarte que no hagas esfuerzos… bueno, no pienso protegerte de su ira.

Aquella sonrisa suya continuó tironeando de las comisuras de sus labios durante un instante. Pero, poco después, pareció pensar en algo y su rostro se ensombreció.

—Ya sé lo que me vas a decir… y lo siento, fui… fui un completo estúpido. Nada más salir de una misión peligrosa me metí de cabeza en otra sin apenas descansar. La batalla contra Trigon me dejó exhausto… perdimos a Raven y pensé que había arrastrado a mis compañeros a una batalla a muerte. Aún no sé ni cómo hemos podido sobrevivir a una guerra demoníaca… pero al regresar a casa y ver como Gotham había quedado sumergida en maleza… no podía dejarlo estar. No podía descansar… sobre todo ahora que Bruce…

Lo escuché en silencio. Si realmente hubiera venido con alguna intención de reñirlo por lo sucedido… bueno, acabaría de perder las ganas de hacerlo. ¿De qué serviría? Estaba claro que mi compañero llevaba unas cuantas horas abroncándose él solito.

— Sí… lo sé. Sé lo que parece… Yo mismo hablé de confiar en los demás… de delegar las cosas a la familia... Quise asumir más de lo que podía hacer yo solo y… la cagué. Lo siento. No volverá a ocurrir…

Sentí una punzada de culpa. Él y yo… no éramos tan diferentes el uno del otro. Y tampoco éramos tan distintos de Bruce. Dick no era el único que había actuado por su cuenta recientemente. Y no era él, precisamente, quien ocultaba un secreto en aquel mismo instante.

Me tragué el sabor amargo de la culpa y me dije que no estaba actuando mal. Que sólo estaba siendo precavida. Lo cierto era que no había podido investigar lo suficiente como para poder presentar un informe a la familia. “Bruce está vivo” no era la clase de afirmación que yo pudiera hacer a la ligera. No después de todo lo que acabábamos de vivir.

Además, aquel hombre que afirmaba ser Bruce Wayne (y que estaba en posesión de todos sus secretos), me había prohibido expresamente compartir la información con Dick. Y yo… aunque a regañadientes, estaba de acuerdo. Nightwing estaba a un solo impacto de desplomarse, literal y figuradamente, y no quería ser yo quien lo golpeara. Si Alfred había logrado establecer contacto, pronto podría explicárselo el propio Bruce, ¿no?. Era él a quien le correspondía hacerlo… ¿Verdad?

—Te lo prometo…

Lo miré, intentando que la preocupación no se adivinara en mi rostro.

—Me has quitado todas mis frases… ¿Qué se supone que voy a decirte ahora? —dije, muy seria. Y entonces puse los ojos en blanco— No he venido a echarte la bronca, Dick… No entraste solo en Gotham, ¿recuerdas? —hice un gesto con los dedos, apoyando uno en los labios y el otro en el oído, a la manera de un pinganillo— Yo estaba ahí, contigo. Y estoy de acuerdo en que fue una mala idea… de los dos.

Suspiré.

—Pero era una emergencia, y éramos el único personal disponible. Hicimos lo que teníamos que hacer… —dije— Y me alegro de que no tengamos que lamentar ninguna baja. Cuando perdí el contacto contigo, pensé que…

Cerré los ojos, rememorando la zozobra, el miedo que me había invadido. La búsqueda frenética de datos, de imágenes de seguridad, de agentes de campo. La impotencia al no poder desplazarme yo misma al lugar donde había perdido su rastro.

La mera idea de asistir al entierro de Dick Grayson me aterraba hasta el punto de sentir arcadas.

—No tiene sentido pensar en todo lo que podría haber salido mal. El caso es que estás bien... Y me alegro por ello.