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Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
 
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MensajeTema: El Camino Más Largo (San Valentin 2022)   El Camino Más Largo (San Valentin 2022) Icon_minitime13th Febrero 2022, 21:03


EL CAMINO MÁS LARGO

Robert Jinx ya era ingeniero, y eso era algo de lo que se sentía especialmente orgulloso. No es que creyera que el hecho de estar en posesión de un título universitario (no técnicamente, tendría aún que esperar unos meses y pagar la tasa correspondiente para tener el papelito en sus manos) le hiciera creerse mejor que nadie. Al fin y al cabo, no era otra cosa que uno más entre las decenas de cientos de titulados que salían anualmente (o, más bien, eran vomitados) de las universidades americanas. Lo peor de la travesía venía ahora; los cursos de posgrado; los mal pagados contratos en prácticas; la feroz competitividad del sector. No, el viaje para alcanzar sus más delirantes sueños profesionales no había hecho más que comenzar. Sin embargo, pese a todo, Robert Jinx se sentía especialmente orgulloso. No por haber alcanzado una meta, que no era tal, sino por la forma de llegar a ella. Sin la suerte de unos padres adinerados que pudieran permitirse pagar la oportunidad de su éxito, Robert parecía avocado a conformarse con metas más humildes. Tocar el cielo no era algo que pareciese destinado para él. Si quería alcanzar sus ambiciosas metas tendría que ser el mejor. Esforzarse el doble para conseguir lo mismo que los demás. Trabajar y estudiar a la vez. Pasar las noches en vela frente a los libros mientras el resto de chavales de su edad se apelotonaban en los bares buscando matar con alcohol la timidez que les impedía colmar sus más bajos imperativos biológicos. Buscar la excelencia donde a los demás les valía con hacer el esfuerzo justo y necesario. Y así lo había hecho.

Por ello, recién graduado y después de cuatro intensos años de esfuerzo, auto-negándose el derecho a fines de semana, fiestas o vacaciones, consideró que pasar unos cuantos días esquiando en Aspen, eran algo que se merecía más que de sobra. Robert Jinx pensó que dedicar unos cuantos días a deslizarse por la nieve, tomar chocolate caliente y remojarse en una bañera de hidromasaje hasta que se le arrugasen los dedos era un premio justo. Bajaría por las mismas pistas, se alojaría en los mismos hoteles y disfrutaría de los mismos lujos que los niños pijos pero con la gratificante diferencia de que él sí se lo había ganado.

El hecho de que hubiese planeado el viaje con Naomi (su ahora ex novia), no le había desanimado ni un ápice. La nube de realización personal en la que Robert flotaba era demasiado espesa como para disiparse por algo tan banal como una simple ruptura sentimental. “Mejor que mejor. Así podré dedicar todo el tiempo para mí”. Un oasis en la travesía del desierto. Una última parada en boxes antes de seguir la carrera. Un alto en el camino planeado y estudiado con detalle. Porque Robert Jinx todo lo planeaba con detalle. No se embarcaba en ninguna aventura sin haber dedicado tiempo a valorar cada mínima eventualidad que pudiera presentarse. Jamás asumía riesgos y, si lo hacía, eran riesgos calculados.

Así, había decidido que, el día trece de febrero, haría una ruta de montaña con sus esquís de travesía. Caminaría por el monte hasta que le diera un tirón en el culo porque, a estas alturas, Robert ya sospechaba que tenía una querencia casi masoquista por el esfuerzo. Estarían él y la naturaleza. La montaña, la nieve, los pajarillos ¿Quién sabe si alguna ardilla? Caminaría solo por el monte, respirando aire puro en un día soleado y espléndido. Gritaría a los cuatro vientos que lo había conseguido, el eco le devolvería su enhorabuena y, cuando tuviese ganas, dibujaría una carita sonriente en la nieve de una meadita. Porque se lo merecía. Porque ese día sería el rey de la puta montaña.

Pero, pese a todos sus planes, pese a haber consultado en más de seis páginas distintas las previsiones metereológicas, pese a que el día había amanecido calmado y apacible, Robert Jinx avanzaba ahora, a duras penas, con el frío calándole los huesos, el viento azotando su cuerpo y la nieve golpeando sus gafas, en medio de una de las peores tormentas que se recordaban en la zona. Porque, a veces, ocurren esas cosas. En ocasiones los astros se conjugan y da igual cuánto cuidado hayas tenido o qué páginas hayas consultado. A veces el día cambia de un segundo para otro y la naturaleza casi parece tener voluntad propia y ganas de joderte. A veces, al dios de la montaña le importan tres mierdas los caprichos del rey de la puta montaña.

Así que Robert avanzaba casi a ciegas, por aquel infierno blanco, sin saber dónde estaba el norte o el sur, como una hormiga que acabasen de soltar en un folio. Sabía que lo mejor era no detenerse. Según había investigado, había un refugio de montaña a no mucha distancia y su única esperanza era alcanzarlo antes de que llegara la noche. Los esquís eran la única ventaja que tenía y, al menos, evitaban que se hundiera aún más en la nieve. Por otro lado, su culo ya había rebasado hacía tiempo el límite de agradable masoquismo que Robert estaba dispuesto a soportar. Tratar un descenso era una locura y, para colmo de males, su móvil parecía haber escogido el mismo instante que él para tomarse unas vacaciones.

A medida que avanzaba a duras penas, sintiendo el aire frío entrar en sus pulmones, notando como cada vez le costaba más respirar, Robert pudo advertir una figura a lo lejos. No era más que una silueta al principio, con el viento y la nieve cayendo apenas podía distinguirse pero, cuánto más avanzaba, más nítida era la forma. Se trataba de una mujer menuda, no muy alta, que miraba hacia abajo con aire despreocupado. Su silueta destacaba en el lugar, pues vestía una parka negra, con capucha de pelo del mismo color. También los pantalones, ajustados y algo rotos, eran negros, así como las botas altas con tachuelas que calzaba. A Robert se le antojó casi imposible que aquella persona, vestida de aquel modo, pudiese mantenerse con tan aparente naturalidad en medio del acoso del viento.

- ¡¡EEEIIII!!!- gritó a pleno pulmón, enmudecido por la acción de los elementos- ¡¡EEEEEEIIII!!!

La chica giró el rostro con curiosidad, sorprendida de ver a otra persona allí. Cuando estuvo más cerca de ella, Robert pudo verle mejor la cara. Inusualmente pálida, de rasgos suaves y piel tersa, debía tener más o menos su edad. Tenía los labios pintados de negro y bajo su ojo derecho, unido a la línea del ojo, se había dibujado una pequeña espiral.

- Vaya…- masculló ella con una voz delicada aunque profunda.

- ¡¡OYE!!- gritó de nuevo Robert, haciendo esfuerzos sobrehumanos por alcanzar la posición de la chica- ¡¡NO TE QUEDES AHÍ PARADA!! ¡¡VEN!!- terminó haciéndole seña con la mano enguantada.

- ¿Es a mí?- sonrió ella divertida, apoyándose la mano en el pecho, a la altura de la cremallera.

- ¡¡CLARO QUE ES A TI!! ¿ACASO VES A ALGUIEN MÁS?

La joven simplemente se encogió de hombros y señaló con la cabeza un bulto semienterrado en la nieve. Cuando Robert pudo llegar al fin, advirtió que se trataba de un cuerpo humano.

- ¡¡JODER!!- gritó Robert, apoyándose bien fuerte en los bastones para no caer de la impresión y el agotamiento- ¡¡A… AYÚDAME A COGERLO!! ¡¡CREO QUE HAY UN REFUGIO CERCA DE AQUÍ!! ¡¡NECESITA ATENCIÓN MÉDICA!!

- No… Creo que no- contestó la chica con cara de circunstancia.

- ¡¡OH MIERDA!! ¿ESTÁ… ESTÁ…?

- Me temo que sí.

- ¡¡JODER!!- volvió a gritar Robert, notando cómo la voz se le quebraba por el esfuerzo. Era la primera vez que veía un cadáver, pero la urgencia de la situación se sobrepuso a la impresión- ¡¡VA… VALE!! ¡¡TIENES QUE SEGUIRME!! ¡¡O ACABAREMOS LOS DOS COMO ÉL!!- Robert miró la cara de la joven. Estaba inusualmente pálida. Puede que por efecto de la hipotermia- ¿ME HAS OÍDO? ¿CÓMO TE LLAMAS?- La chica simplemente se le quedó mirando con cara de extrañeza. Robert se temió que estuviese en shock, o desorientada por el frío. Desde luego, no llevaba ropa adecuada para aquél lugar, incluso sin tormenta. Robert comenzó a agitar la mano frente al rostro de ella- ¿SABES CÓMO TE LLAMAS?

Ella, divertida por la reacción del muchacho, se limitó a sonreir.

- Puedes llamarme Lilly.

- ¡¡BIEN!! ¡¡SÚJETATE A Mí!! ¡¡VAMOS A INTENTAR ENCONTRAR ESE REFUGIO!!

Robert reemprendió la marcha, notando cómo le era cada vez más difícil mover las piernas, como la humedad y el frío se iban filtrando a través de su ropa. Más exhausto con cada avance, preocupado por si caía la noche, giraba de vez en cuando el rostro hacia aquella muchacha que decía llamarse Lilly. Lo seguía de cerca, en una posición un poco más atrasada, observándolo como si le estudiara, con las manos en los bolsillos de la parka.

Casi parecía que se deslizara por encima de la nieve.

...

El refugio no hacía mucho honor a su nombre. Era una simple cabaña desastrada en medio de la nada. Cuando Robert pudo, a duras penas, abrir la puerta congelada, pudo constatar que ni la caldera ni la estación de comunicaciones estaban operativas. Tampoco había luz eléctrica, así que tendrían que confiar su suerte a la lumbre de la chimenea. Había carbón y la madera no parecía demasiado mojada. Si se mantenían cerca de la llama y se cubrían bien con las mantas del armario, puede que estuvieran lo bastante cómodos como para aguantar a que la tormenta pasase. Al menos estarían resguardados del viento.
Robert se quitó el anorak, aunque tuviera frío era preferible eso a pasar la noche con aquella ropa mojada. Después, una vez que recuperó la sensibilidad en las manos, tras muchas palmadas y mucho frotar, pudo sacar una caja de cerillas y se dedicó a pegarse con la chimenea hasta hacer un buen fuego. Se acercó a la hoguera con avidez, calentando sus manos y frotándose el cuello y el pecho, agradeciendo la luz y el calor, notando cómo la sangre se le acumulaba en las mejillas y volvía a recuperar el color.

La tal Lilly seguía sin parecer angustiada por la situación. Una vez entraron, simplemente, se acercó a la gran mesa de madera del centro y, de un salto, se sentó sobre ella observando cómo Robert desarrollaba todo el proceso.

- Deberías quitarte eso- dijo él señalando la parka negra- Y acercarte al fuego. O vas a pillar una pulmonía.

- Está bien- masculló ella y, tras quitarse el abrigo, Robert pudo advertir que debajo tan sólo llevaba una camiseta de tirantes (también negra, por supuesto). Al chico no le entraba en la cabeza qué demonios tenía aquella tipa en la suya para plantarse de semejante guisa en mitad de la montaña. Le parecía un auténtico milagro que la que estuviese viva fuese ella y no el tipo que encontraron medio enterrado en la nieve. Más milagroso era, por otro lado, que pareciese tan tranquila.

Lilly se puso en pié de un salto y, con parsimonia, se colocó junto a Robert y se sentó con las piernas cruzadas a lo indio, apoyando las manos tras de sí. El muchacho pudo verla un poco mejor, desprovista ahora de la capucha. Tenía el pelo negro azabache, muy alborotado y desigual. El recién graduado ingeniero concluyó que debía ser algún tipo de gótica, nueva romántica, punky… o algo así. Nunca se había interesado mucho por la música y creía que el siglo veintiuno había matado las tribus urbanas. Lo que Robert no podía negar, ahora que la tenía cerca, es que pese a ese color de piel tan… particular, era una chica muy guapa. Tal vez no se había dado cuenta antes… bueno, debido a la urgencia de no morir congelado.

- El tipo de la nieve ¿Lo conocías?

- Oh, sí- dijo ella mirando al techo- Sí que lo conocía.

- Vaya…- Robert apartó la mirada. Tampoco había tenido tiempo apenas para procesar que había visto un hombre muerto y, para hacer la situación más incómoda, era un conocido de aquella tal Lilly. Puede que por eso se comportara de forma tan extraña. Debía estar en shock- Lo siento mucho…

- Bueno- resopló- Una ha visto ya tantos que se acaba acostumbrando. Aquí pasa varias veces al año. No tanto como antes, desde luego, parece que la cosa ha mejorado un poco pero, ya sabes. La montaña sigue siendo la montaña.

- Oh… ¿Trabajas aquí?

- A veces.

- Ya veo…-Puede que por eso tuviese un comportamiento tan natural pese a lo crítico de la situación. Si era una profesional, era posible que le hubiese perdido miedo a las inclemencias del tiempo- Y… ¿A qué te dedicas? ¿Salvamento, sanitaria… guía?

- - dijo ella con una risa que se le escapó del fondo del pecho- Eso último.

- Vaya…- Robert acompañó su risa- Y yo tratando de llevarte al refugio en plan superhéroe. Seguro que he ido por el camino más largo.

- No el más largo- le miró con una media sonrisa. Pudo advertir que sus iris eran casi completamente negros. El bamboleo de la llama sobre ellos era realmente hipnótico- Pero casi.

- Ya… Bueno, bastante que he podido dar con él, supongo. No soy precisamente un hombre de acción ¿Sabes? De hecho, es la primera vez que vengo.

- ¿A Aspen?

- A la nieve…- bufó mientras jugueteaba con los troncos ardientes atizador en mano- Si no contamos la que se acumulaba en el porche de casa, claro. Aunque poco juego con esa. Sal y una pala. Lo que nos faltaba es que alguien se rompa la crisma y nos demande.

- ¿Y tú?- preguntó ella con parsimonia, casi como si ya conociese la respuesta- ¿Qué hacías sólo en mitad de la ventisca, Robert Jinx?

- Quería dar un paseo… Las previsiones del tiempo (me cago en todas ellas) decían que iba a hacer un espléndido día soleado.

- Eso responde a qué hacías- siguió Lilly ladeando la cabeza. Hablándole como quien lo hace con un niño que esconde un caramelo en el bolsillo- No a “qué hacías sólo”.

- Yo… Bueno… Quería tiempo para mí yo…-se peinó el pelo húmedo hacia atrás, sonriendo algo avergonzado- Quería echar una meada en mitad de la nieve y gritar ¿Sabes? Algo en plan: ¡¡Soy el Rey del Mundo!! O una gilipollez por el estilo… No es algo para lo que se suelan querer espectadores…

- Ya veo- asintió tras una pequeña carcajada- ¿Estás seguro de que no quieres hacerlo ahora?- señaló a la ventana golpeada incesantemente por la ventisca- Hay nieve más que de sobra.

- Vete a la mierda…-chistó divertido. Estaba inesperadamente cómodo con aquella chica, pese a sus rarezas y a lo dramático de las circunstancias- Era… Una idea absurda… Una especie de celebración…

- ¿Ah sí?- siguió curiosa- ¿Qué celebramos?

- Que soy ingeniero… Bueno, que he acabado la carrera al menos y, además… Mañana es mi cumpleaños.

- Vaya. Doble celebración entonces. Bien vale una meadita en la montaña.

- Sí… - Robert se quedó mirando al fuego con detenimiento. Observó durante un rato el crepitar de la madera, la llama bailando errática pero extrañamente armónica- Mi novia iba a venir conmigo. Naomi… ese es su… Espera…- el chico giró la cabeza extrañado- Mi nombre… Hace un rato has…

- Me lo dijiste antes ¿Recuerdas?- Lilly empezó a menear las manos y a agitarlas hacia el cielo- ¡¡SOY ROBERT JINX!!- mintió.

- Ah sí…

- Entonces ¿Qué pasó con Naomi? ¿No podía venir?

- Oh, sí que podía… Puede, vamos. Podría si quisiese, pero no conmigo. Ya no.

- Aaaaah

- No… no nos entendíamos muy bien, supongo. Ella decía que no la escuchaba, que nos faltaba… comunicación. Que estaba demasiado centrado en mí mismo.

- Entiendo- Lilly se estiró y se crujió los dedos- Bueno. Entonces eres ingeniero ¿De…?

- Telecomunicaciones.

- ¡¡Joder!!- volvió a reírse ella- Vaya ironía ¿No crees?

- Sí, supongo que sí…

Ambos miraron al fuego perdidos en sus pensamientos durante unos instantes.

- ¿Y tú?

- ¿Yo qué?- devolvió la pregunta visiblemente extrañada.

- ¿Tienes novio?

- No- se carcajeó de nuevo. Esta vez mucho más fuerte que las anteriores- No, que va. No es lo mío.

- ¿Novia?

La carcajada volvió y esta vez era Robert quien estaba visiblemente extrañado.

- No, Robert. Ni novio, ni novia ni nada por el estilo. No, que va. Nada de eso.

- Un espíritu libre…

- Algo así, sí- Lilly meneó la cabeza y clavó la vista en el suelo- No, imposible. No funcionaría, te lo aseguro.

- ¿Por qué estás tan segura?

- Bueno… Esas cosas suelen ser muy complicadas- se echó hacia atrás hasta tenderse de espaldas e hizo una pedorreta con los labios- A ver… SIEMPRE son complicadas, pero en mi caso mucho más. En mi familia no suele llevarse eso, siempre acaba en tragedia. Que le pregunten a mi hermano. Una auténtica catástrofe.

- Bueno…-carraspeó Robert, haciendo más que evidente hacia dónde quería llevar la conversación- Que a tu hermano le haya salido mal no quiere decir que a ti también.

- Créeme Robert- dijo ella volviendo a incorporarse- Hay muchas probabilidades de que salga igual. Puede que incluso peor.

- Ya…- el chico fijó la vista en los ojos de ella. En el efecto de la luz de la hoguera sobre su piel blanquecina. El rubor se apoderó de sus mejillas y agradeció que no se le notara- Bueno si… si cambiases de idea… Cuando, ya sabes, salgamos de aquí y volvamos a la civilización podríamos… Ya sabes… Esto… Tomar un café o algo… No es habitual conocer gente sobreviviendo a una ventisca ¿No? Es una buena forma de romper el hielo…- se echó las manos al rostro- Dios, perdona. Ha sido malísimo.

- No- dijo ella sonriendo- Ha sido bastante bueno. Muy ocurrente.

- Gracias por la mentira…- Robert se levantó e hizo acopio de las mantas del armario. Le tendió una a ella por los hombros y tomó asiento de nuevo- ¿Sabes? He… leído que… Que en estas circunstancias es aconsejable. Dormir cerca… Para mantener el calor corporal y eso…

- - volvió a reírse ella- Es aconsejable.

Robert se tendió de cara a la hoguera, bien tapado por las mantas y, al rato, sintió el tacto de ella en la espalda.

- Y…-giró el rostro, pero rápidamente ella lo devolvió a la posición original con la mano.

- Vista al frente, soldado.

- Sí… sí…

Y así, invadido por una extraña paz, la respiración de Robert fue acompasándose con la de ella hasta el punto que sus pensamientos fueron pasando de su habitualmente organizada mente a un amasijo de imágenes erráticas. Después de ello, sus inspiraciones fueron haciéndose más plácidas y pesadas hasta quedar completamente dormido.

A eso de la media noche, Lilly se apartó con delicadeza del muchacho y, con cuidado de no despertarlo (casi como si eso fuera posible) se incorporó para encarar la puerta del refugio. Un hombre alto y pálido, con cierto parecido con la propia chica, se erguía en toda su imponente envergadura, cubierto de negros ropajes a juego con sus ojos y su crespo cabello alborotado.

- ¿No has venido muy pronto a por este?- preguntó el visitante con una voz grave y melodiosa.

- No ha sido cosa mía- respondió apoyando la mano en el hombro del nuevo- Me lo he encontrado.

- Entiendo- sentenció el Príncipe de las Historias mientras se acercaba lentamente a Robert Jinx.

Muerte se cruzó con él, encarando la puerta y, antes de atravesar el umbral, giró el rostro hacia Sueño.

- Hazme un favor, hermano. Que el último sea agradable.

...

Cuando Robert Jinx se despertó a la mañana siguiente, la tormenta aún no había amainado. Fastidiado pero aliviado por haber sobrevivido a la noche, se desperezó y se puso en pié, pensando ya en la manera de contactar con la gente de abajo. El equipo del refugio no funcionaba pero, maldita sea, era ingeniero de telecomunicaciones. Poco valía el puñetero título si no conseguía repararlo o, al menos, ingeniárselas para que su difunto móvil fuera de alguna utilidad. Ahora que lo pensaba, no le había preguntado a Lilly si tenía uno con el que… Un momento ¿Y Lilly?

Robert, sin preocuparse de ponerse de nuevo el abrigo, que había descansado extendido junto a él para secarlo, salió rápidamente al exterior. Sin pararse un segundo a pensar en la tormenta o en el frío, sólo angustiado porque la chica pudiera haberse aventurado a salir sola mientras él dormía como un maldito ceporro. Sin esfuerzo abrió la puerta y corrió raudo al exterior. El ansia no le hizo reparar en que ya no sentía el frío, o el efecto del viento, o los pequeños besos de humedad de los copos de nieve sobre el rostro. Lo único que sintió fue alivio. Un alivio extraordinario al ver a Lilly parada en mitad de la nieve. Con su habitual pose despreocupada y su camiseta de tirantes.

- ¿Qué haces aquí?- dijo Robert con resuello- ¡Entra! ¡Te vas a congelar!

- No parece probable Robert- dijo ella cabizbaja- ¿Te has echado un vistazo?

- Pero… Pero ¿Qué dices?- el muchacho se examinó con rapidez. Reparó en que no llevaba la ropa de abrigo. Reparó en que el viento no parecía tener efecto sobre él. Reparó en que no había dejado huellas en la nieve- ¿Qué? ¿Qué coño está ocurriendo?

- Aneurisma cerebral- suspiró Muerte- Podría haberte dado en cualquier parte. Créeme, hay formas peores de irse.

- ¿Qué?- balbuceó Robert incrédulo. Tardó varios minutos en ser consciente del todo de la situación. No suele ser sencillo encajar que uno está muerto. El algo que se ve como posible pero que no entra dentro de los planes más próximos de nadie- ¿Estoy…? Pe… pero… ¿Cómo es? No puede… Si tengo… Tengo veintidós años…

- Sí. A veces ocurre- dijo ella sin cambiar la voz ni un ápice.

El silencio volvió a adueñarse del lugar. El rostro de Robert pasó por mil estados diferentes en ese tiempo. Incredulidad, angustia, miedo, rabia…

- Te… tenía tantos planes…- se atrevió a decir al final, con voz queda.

- Todos los tenéis- Muerte sonrió con ternura- Creo que, al final, no podremos tomarnos ese café Robert.

- Espera… Eso significa que… ¿Tú también estás…?

- No. Ya te lo dije ayer. Soy guía.

- Ya…- suspiró Robert- Entonces, Lilly… Aunque ya me imagino que ese no es tu nombre ¿Puedo pedirte una cosa?

- No puedo evitarlo, Robert. No es algo que esté en mi mano.

- No, no es eso. Solo que… Siempre he… Nunca he sido una persona muy valiente. Al menos en lo que se refiere a otras personas. Y bueno. Ayer quería… quería hacer algo. Pero, como siempre, no tuve valor.

- Ah…- sonrió Muerte con picardía- Está bien- susurró acercándose a su rostro- Pero te advierto que me falta algo de práctica.

El beso duró un suspiro y, a la vez, una eternidad. Sus labios negros, inesperadamente cálidos, rozaron los suyos con cuidado y ternura. Su primer beso y, en una paradoja que, en aquel instante, tenía todo el sentido del mundo, también un beso de despedida.

- Tienes razón- bufó él- Te falta algo de práctica.

- Si lo que quieres es repetirlo. No vas a tener esa suerte- dijo divertida mientras se apartaba- Aunque ha sido un buen intento.

Muerte tomó la mano de Robert con delicadeza, encarando la inmensa blancura frente a ambos.

- ¿Suerte? No, no parece que tenga mucha… Mira que palmarla justo después de conocer al amor de mi vida…

- ¿El amor de tu vida?- se carcajeó ella acompañando la broma- Vas un poco rápido ¿No?

- Bueno- bajó la mirada- No parece que vaya a tener tiempo de tener otro.

- En eso tienes razón.

El viento se quejaba entre las montañas y ellos, como dos estatuas invisibles, se erguían en medio del vació salvaje.

- Tenemos que irnos.

- ¿Estarás tú al otro lado?

- No, Robert. Yo solo os llevo a la puerta.

- Bien. En ese caso, Lilly- dijo apretando su mano con fuerza- Devuélveme el favor que yo te hice ayer.

Llévame por el camino más largo.



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