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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
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Ficha de Personaje Alias: Arion Nombre real: Ahri'ahn Universo: DC Universe
Tema: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 5th Mayo 2017, 12:42
El sueño siempre era el mismo; Se encontraba de pie, en las almenas del palacio del rey D'Tilluh contemplando la hermosura de la ciudad a la que debía proteger mientras una furiosa tormenta descargaba su ira sobre la oscura noche. Se encontraba empapado, aterido, mientras el viento le golpeaba y azotaba su característico traje azul, el Manto del Salvador, que no había vuelto a ponerse desde que su corazón había sido mancillado.
Lentamente, con tranquila y cuidada precisión, se subía sobre una de las gárgolas que adornaban el perímetro de la torre y barabaja la posibilidad de arrojarse al vacío. Lo había tenido todo; con su magia en la cumbre de su capacidad, rozando casi el poder divino, y ahora no era ni más ni menos que lo que era. Luchaba para encontrar una razón, para averiguar las respuestas que nadie le había ofrecido. Y los cielos no le responderían. La tormenta no le respondería. No había nadie para mostrarle el camino.
El resplandor de los relámpagos llenaba su campo de visión; ¿Era ese el rostro de la muerte o simplemente el del regreso a la cordura?
Entonces veía pasar una libélula ante sus ojos, tranquila y sosegada entre el fragor de la tormenta, como si el furioso viento no pudiese afectarla ni torcer su rumbo. Era preciosa... con el cuerpo de color malva y unas hermosas alas semitransparentes de tonalidad verdosa... La libélula se alzaba volando en la oscuridad, y, al final, un pequeño claro de luz se abría para ella... Una salida a la tormenta. ¿Qué significaba? ¿Qué importancia tenía? Era en ese momento que escuchaba la voz de Chian:
- Así que aquí es donde te escondías, mi señor... -se volvía a mirarla y allí estaba ella, apoyada en el marco de la puerta que daba a la torre, radiante y poderosa en su armadura de batalla, tal y como la recordaba-. Sabía que si buscaba en el lugar más incómodo y miserable posible donde pudieras ponerte melancólico te encontraría -bromeó con una sonrisa, con aquél carácter positivo y alegre que la caracterizaba y que tantas veces le había impedido hundirse en sus problemas y preocupaciones.
- Chian... Por favor, necesito estar solo.
Las primeras veces le había dicho que sí, claro. ¿Cómo no hacerlo? Pero no pensaba caer de nuevo. Ya sabía cómo acababa.
- ¿Sabes lo que no necesitas? -le replicaba ella poniendo los brazos en jarras-: Pillar un resfriado. He venido a sacarte de aquí y no pienso irme de vacío; te necesitan abajo.
Así era ella. Arión podía tener los más increíbles y poderosos poderes mágicos, pero la más fuerte en la relación siempre había sido ella. Chian nunca se daba por vencida, y siempre estaba dispuesta a hacer lo que creía que era mejor para él, aunque él no estuviera de acuerdo. Toda una guerrera. Era una de las muchas cosas que amaba de ella.
- Lo sé, y es por eso que necesito estar solo. Chian, por favor...
El rostro de ella se llenaba de preocupación. Avanzaba, se subía a la gárgola con él y le rodeaba el cuello con los brazos.
- ¿Y arruinar mi reputación de cazadora de hombres guapos? -musitaba, aún en tono de broma, mientras le miraba a los ojos y le acariciaba el cabello. Prácticamente todo el mundo sabía que era ella la que se había enamorado de él cuando él ni tan siquiera había reparado en su presencia, y no había parado hasta que había conseguido hacer que se fijara en ella, aunque había tenido que desnudarse y meterse en su cama para lograrlo. Pero todo el mundo sabía también que el amor que sentía por él desafiaba toda razón y toda lógica, y él había llegado a amarla en igual o mayor medida-. Vamos, mi amor... ¿Qué es lo que te preocupa? Abajo se está cálido junto al fuego. Nuestros hijos están allí, y tu padre, y Wyynde, y el rey...
Arión sonrió con tristeza. ¿Cómo podía explicarle a Chian que no era real? Sus hijos jamás habían conocido a Caculha o a D'Tilluh, porque habían nacido mucho después del hundimiento de la Atlántida, cuando tanto su padre como el viejo rey llevaban años muertos. No deberían estar allí, en aquél palacio, como tampoco deberían estar ellos dos, porque la Atlántida ya no existía... ¿Cómo podía explicárselo? ¿Cómo podía decirle que todo aquello no era sino un sueño? Que si aceptaba su propuesta, ambos se internarían en el palacio, y tendrían una agradable y dulce conversación durante el camino, pero antes de llegar al salón de la chimenea donde aguardaban todos sus seres queridos, él despertaría. Siempre despertaba. Ellos se aseguraban de eso. Y no quería... no podía pasar por eso una vez más.
Estaba tratando de encontrar la mejor manera de rechazarla cuando algo pasó por su campo visual. Algo... o más bien alguien, que no debería estar allí. Detrás de Chian, junto a la torre, había un hombre alto vestido de negro, pálido como la muerte. Era la primera vez que le veía en el sueño. Una anomalía que estaba más que dispuesto a aceptar.
- Chian... Necesito hablar con ese hombre. Vuelve abajo, por favor.
Ella miró en la dirección de sus ojos y asintió. Había aprendido a respetar los asuntos místicos de su señor, unos asuntos que ni podía ni debía comprender, así que le soltó y regresó sobre sus pasos.
- No tardes, amor... -le pidió con preocupación antes de desaparecer. Arión avanzó hacia la figura desconocida.
- ¿Quién eres? -inquirió-. Estoy bastante seguro de que no te conozco, y por tanto no deberías estar en mi sueño...
Última edición por Ahri'ahn el 23rd Diciembre 2021, 00:59, editado 2 veces
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 14th Mayo 2017, 15:28
- Joder. Ya está lloviendo otra vez. ¿Tú sabes qué se cuece, Lucien? ¿El jefe vuelve a estar de bajón por alguna titi? -preguntó Mervyn, con cierta curiosidad, mientras barría enérgicamente el suelo de la inmensa biblioteca.
Lucien, el Bibliotecario Jefe, alzó la mirada de los libros que estaba apilando para estudiar con atención los grandes ventanales. Tras los cristales, el restallido de los rayos iluminaba el cielo, mientras una pesada cortina de lluvia parecía querer anegarlo todo a su paso.
- No es cosa de él, Mervyn - dijo, colocando con cuidado Raising Taxes, de Terry Pratchett, en lo más alto de la pila. - De hecho, acaba de salir a investigarlo.
- ¿Con este tiempo? - masculló el conserje calabaza- Y supongo que después tendré que fregar la Sala del Trono, cuando la llene de charcos.
Lucien apretó los labios en una fina línea, pero no dijo nada. Tenía sus propios motivos para estar preocupado por el Rey de los Sueños.
- ¡No me pagan lo suficiente! - oyó decir a Mervyn, al tiempo que el poderoso bramido de un trueno sacudía la estancia.
***
El tiempo era inclemente en aquella región del Sueño.
No solía ser así antes, pero muchas cosas habían cambiado desde la Colisión de los Mundos. El Sueño estaba contaminado y, como cualquier ser vivo aquejado de una enfermedad, su comportamiento era imprevisible. El mismo Morfeo había cambiado, igual que aquel reino que nacía de su propia esencia y que solía moldearse bajo su voluntad. La guerra contra Pesadilla y los acontecimientos del último Halloween habían hecho mella en el Dador de Forma.
En la Vigilia, la catástrofe se avecinaba. Algunas de las pesadillas más antiguas se agitaban, sensibles al poder demoníaco que se arremolinaba, a punto de precipitarse sobre la tierra. Conocía a algunos de ellos; Mephisto, Pesadilla, Lucifer. No le gustaban, y el sentimiento era mutuo.
Aquella noche, se encontraba en pie junto a la torre de un palacio atlante que había cesado de existir en todas partes, salvo en su reino. No era la primera visita que el Eterno hacía a la pesadilla de Arión. La persistencia de aquella alteración concreta había llamado muy pronto su atención. No era frecuente que una persona soñara lo mismo una y otra vez, con tan ligeras variaciones. La mayoría de los que lo hacían cumplían, en realidad, con una función concreta en el Sueño. George Rejas, por ejemplo; él se encargaba de un despacho en Londres, en previsión de que el Príncipe de los Sueños lo pudiera necesitar.
Había otra cosa que tampoco era habitual: que el soñador se diera cuenta de que lo que vivía no era real. Que tratara de oponerse al curso del sueño, a su inevitable final. Los mortales llamaban a aquel fenómeno sueño lúcido. Era más frecuente en los practicantes de las artes mágicas, ciertamente, pero hacía mucho que no veía algo así.
El sueño iba cambiando. Al principio siempre terminaba igual. Noche tras noche, había visto a Arión precipitarse al vacío desde lo alto de la gárgola, vencido por los recuerdos, la pérdida, la culpa. Pero la pesadilla había ido mutando, y había sido testigo de la aparición de aquella mujer, Chian.
Tal vez lo sorprendiera que Arión se resistiera una y otra vez a la llamada de su esposa, al calor del hogar. Era difícil de decir. Su expresión no revelaba nada, y tampoco era dado a compartir sus pensamientos en voz alta. Era posible que no opinara nada en absoluto.
Pero aquel día, mientras escrutaba al atlante a través de la tormenta, Arión le devolvió la mirada por primera vez.
- Chian... Necesito hablar con ese hombre. Vuelve abajo, por favor.
Tras despedir a su esposa, el Sumo Mago de Atlantis se aproximó a la figura que aguardaba junto a la torre, despacio. La cercanía le permitió ver que el desconocido se cubría con una pesada túnica oscura, de corte atlante. Empapadas, las vestiduras caían a plomo sobre su alta figura. La lluvia no parecía inquietarlo en absoluto.
- ¿Quién eres? Estoy bastante seguro de que no te conozco, y por tanto no deberías estar en mi sueño... - dijo, dirigiéndose a él.
Puedo estar donde me plazca, Ahri'ahn de Atlantis - respondió Morfeo.
El mago pudo ver que no tenía ojos, sino dos cavidades que parecían hundirse en el corazón de una galaxia. En lo más profundo de ellas, destellaban estrellas y nebulosas lejanas
Soy Sueño de los Eternos. Eres tú quien se encuentra en mi reino.
- Wow, Jefe. Eso ha sonado muy intimidante. - intervino una voz distinta, semejante a un graznido.
El cuervo había permanecido tan quieto en su percha sobre el muro que cualquiera lo habría confundido con una gárgola más. Ahuecó sus plumas, molesto por la lluvia, y revoloteó brevemente hasta poder posarse sobre el hombro del Eterno. Ladeó la cabeza para estudiar a Arión, en un gesto que resultó extrañamente humano.
- Tío, pasas demasiado tiempo en Las Vegas - señaló.
Morfeo ignoró al pájaro. Había alzado la mirada hacia el cielo, y su pálido rostro había adquirido un matiz pensativo mientras lo observaba.
Así que has construido aquí tu refugio - dijo, despacio.
Volvió a mirar a Arión, y entonces añadió:
¿Por qué no has seguido a la mujer? No tienes mucho tiempo. Pronto te despertarán.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 15th Mayo 2017, 01:12
Como usuario de la magia había oído hablar de los Eternos, aunque no era mucho lo que sabía sobre ellos, pero por las palabras del desconocido supo de inmediato ante quién se encontraba y una inmensa sensación de respeto le invadió. Arión estaba acostumbrado a lidiar con lo divino; algunos de los enemigos contra los que había luchado en el pasado eran dioses, y más de una vez se había relacionado con las divinidades del panteón atlante, que incluso lo habían escogido como su campeón. Sin embargo, siempre que se encontraba ante una entidad de semejante poder no podía evitar sentirse algo abrumado. ¿Qué estaba haciendo Sueño allí? ¿Y por qué se interesaba por él?
Un revoloteo llamó entonces su atención y devolvió la mirada al cuervo con extrañeza. ¿Las Vegas? ¿Qué era eso? ¿A qué se refería?
- Me temo que no sé de qué me hablas, pequeño amigo.
Morfeo planteó entonces su pregunta y él le miró.
- Porque no es real -respondió de inmediato-. Nada de ésto lo es. No es más que... otra cruel manera de atormentarme. Al principio intentaba suicidarme, pero eso sólo hacía que despertara antes, así que aprendí a aprovechar los escasos y valiosos momentos de paz que me proporcionaba la inconsciencia. Traté de seguirla, de ir con ella, pero siempre me despiertan antes de que consiga llegar a la sala donde me aguardan mis seres queridos. Internarme por ese pasillo no sería más que dar pábulo a la esperanza, y de ésta forma la desesperación será mayor al despertar. No quiero hacerlo más.
Se quedó mirando a Sueño, pensativo. Los dioses del panteón atlante eran bastante humanos, con virtudes y defectos que los humanos podrían fácilmente reconocer, como ocurría con los dioses romanos o griegos. En cambio, aquél hombre parecía tan lejano y distante de la humanidad como las galaxias que resplandecían en sus ojos, inalcanzables. Arión no estaba seguro de que pudiese entenderle.
- ¿Alguna vez habéis tenido esposa o hijos? Mi familia murió hace 45.000 años. Daría cualquier cosa por volver a ver a mis hijos. Cualquier cosa. Pensar que tienes una oportunidad real de conseguirlo y ver cómo te la arrebatan cuando estás a punto de alcanzarla es infinitamente más duro y cruel que si directamente asumes que no tienes ninguna, que nada de ésto es real. ¿Lo entendéis?
Arión avanzó hacia las almenas y miró de nuevo hacia abajo, hacia la oscuridad desgarrada por los rayos.
- Vos podríais... permitirme morir, ¿no es cierto? Morir... de verdad. Sin volver a despertar. Si éste es vuestro reino, presupongo que tendréis pleno control sobre él y sobre sus reglas. ¿Podríais... concederme esa dádiva?
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 9th Junio 2017, 01:11
- Me temo que no sé de qué me hablas, pequeño amigo.
- ¿No? ¿De veras? ¿No te suena Las Vegas, Nevada...? - el cuervo sacudió la pequeña cabeza, con gesto consternado - Deberías salir más. - concluyó.
Una breve y severa mirada del Eterno bastó para que el cuervo cerrara, literalmente, el pico. Tras un aleteo nervioso, el pájaro dejó que su peso descansara primero sobre una pata, y después sobre la otra. Morfeo devolvió su atención a Arión, que estaba respondiendo a su pregunta.
- Porque no es real. Nada de ésto lo es. No es más que... otra cruel manera de atormentarme. Al principio intentaba suicidarme, pero eso sólo hacía que despertara antes, así que aprendí a aprovechar los escasos y valiosos momentos de paz que me proporcionaba la inconsciencia. Traté de seguirla, de ir con ella, pero siempre me despiertan antes de que consiga llegar a la sala donde me aguardan mis seres queridos. Internarme por ese pasillo no sería más que dar pábulo a la esperanza, y de ésta forma la desesperación será mayor al despertar. No quiero hacerlo más.
“Esperanza”. Aquella palabra evocaba algo en el Eterno; un eco distante, el jirón de un recuerdo; un insecto veloz y escurridizo al que nunca conseguía atrapar. Por alguna razón, el concepto le gustaba. La esperanza habitaba en su reino, del mismo modo en que había habitado en el fondo de la Caja de Pandora.
Incluso en el Infierno hay Esperanza. - dijo, sencillamente. Estaba completamente seguro de aquella verdad.
“¿Qué poder tendría el Infierno, si los aquí encerrados no soñaran con el Cielo?”
Su silenciosa mirada permaneció un instante más en Arión.
Pero no perteneces a mi hermana. No aún. A ninguna de las tres. - añadió, pensativo. - Aunque tal vez te reclamen pronto.
Desesperación. Delirio. Muerte. El atlante recorría ahora mismo las fronteras de sus reinos; ajeno, tal vez, a lo cerca que estaba de caer en ellos. ¿Cuánto tardaría en romperse, en sucumbir a la desesperanza? ¿Cuánto en perder la cordura? En cuanto a su hermana mayor... tal vez Muerte tuviera que esperar. Los captores de Arión no lo dejarían escapar tan fácilmente. No permitirían que lo acunara el son de sus alas.
- ¿Alguna vez habéis tenido esposa o hijos? Mi familia murió hace 45.000 años. Daría cualquier cosa por volver a ver a mis hijos. Cualquier cosa. Pensar que tienes una oportunidad real de conseguirlo y ver cómo te la arrebatan cuando estás a punto de alcanzarla es infinitamente más duro y cruel que si directamente asumes que no tienes ninguna, que nada de ésto es real. ¿Lo entendéis?
Tuve ambas cosas, hace tiempo. - dijo. No ahondó en el tema. Raras veces se permitía hablar de sí mismo.
Pero lo cierto era que las palabras del atlante habían evocado el recuerdo de la más joven de las Musas, Calíope; de sus cabellos dorados y su piel del color del pergamino. Y del hijo de ambos, Orfeo, aquel joven imprudente que había descendido a los infiernos para regresar con las manos vacías, y cuya cabeza cortada le suplicaba una y otra vez que le diera muerte. A él, su propio padre.
Lo entiendo. - prosiguió - Pero ésa es la naturaleza de los sueños.
Sólo en los sueños era posible volver a conversar con aquellos a los que su hermana se había llevado tiempo atrás. Volver a tomar las manos que se habían disuelto en el polvo. Volver a besar los labios que se habían enfriado. Había visto a muchos mortales buscar esa clase de refugio en su Reino; algunos se habían perdido para siempre mientras perseguían los fantasmas de aquellos a quienes habían amado.
Pero Arión no parecía anhelar aquella clase de consuelo. Temía tanto al despertar que deseaba no volver a hacerlo jamás.
- Vos podríais... permitirme morir, ¿no es cierto? Morir... de verdad. Sin volver a despertar. Si éste es vuestro reino, presupongo que tendréis pleno control sobre él y sobre sus reglas. ¿Podríais... concederme esa dádiva?
“Padre, por favor. Mátame.”
Los ojos del Eterno se oscurecieron súbitamente, como si alguien hubiera apagado todas las estrellas.
Me pides un don que no me gusta conceder, Ahri’ahn de Atlantis.
Nunca le había gustado matar. Ni tan siquiera cuando era necesario. Incluso cuando se trataba de un Vórtice del Sueño. La única razón por la que lo hacía era porque era dolorosamente consciente del precio que había tenido su piedad. Su mano había vacilado ante un Vórtice una vez, y aquello había condenado a una galaxia entera, a cientos de vidas, a una realidad... incluso a sí mismo.
Supongo que apelarás a mi piedad. Pero me temo que no es suficiente para convencerme.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 10th Junio 2017, 20:24
- ¿No? ¿De veras? ¿No te suena Las Vegas, Nevada...? -inquirió el pájaro, extrañado - Deberías salir más.
- Sí, eso me lo decía con frecuencia mi esposa -asintió con tristeza el atlante.
Siempre había tenido un sentido de la responsabilidad y una devoción hacia el saber mágico tan altos que solía pasarse días y días encerrado en su torre estudiando, practicando o meditando. Era frecuente incluso que se olvidara de dormir o comer, y Chian tenía que estar siempre obligándole a salir y a tomar un descanso de sus quehaceres.
Pero desde que ella ya no estaba se había ido recluyendo más y más en su mansión. Su antiguo yo, aquél que se había visto obligado a sobrevivir 45.000 años en completa soledad, se había vuelto un cínico y un amargado que al final había terminado por abandonarse a los placeres más decadentes. Él sólo llevaba ocho décadas sin ella y cada nuevo día que transcurría en soledad era un tormento, así que podía imaginarse sin problemas lo que debía haber supuesto para su álter ego.
Desde que había llegado a aquél nuevo mundo Trykhun no había parado de insistirle en que debía salir más, y quizás, conocer alguna chica. Al principio no se lo habría ni planteado, pues el mago era tendente a la melancolía, y éste no era precisamente el estado de ánimo más propicio para la recuperación emocional. Sin embargo, había conocido a su otro yo, y había visto los estragos que una inmortalidad en soledad habían producido en él hasta el punto de convertirlo, prácticamente, en el opuesto de lo que él era, de todo cuanto defendía y amaba, y no deseaba seguir sus pasos, así que había empezado a salir con Tony Stark y Razor, había conocido Nueva York, el principal exponente del mundo moderno, y hasta había tratado de cortejar a Promethea, sólo para que al final ésta acabara acostándose con Constantine.
Y después había conocido a Dalae... Le había parecido perfecta; hechicera como él, con intereses e inquietudes comunes, inteligente, valerosa, fuerte... e inmortal, alguien a quien no tendría que ver marchitarse y morir como le había ocurrido con Chian, pues cuando él amaba, entregaba su corazón para toda la eternidad. Pero ella había demostrado no sentir lo mismo por él. Sólo le había estado utilizando para poder robarle, y él había caído en la trampa como un estúpido.
-Incluso en el Infierno hay Esperanza. -las palabras del Eterno le sacaron de su ensimismamiento-Pero no perteneces a mi hermana. No aún. A ninguna de las tres. Aunque tal vez te reclamen pronto.
Sintió un escalofrío y de repente fue más consciente del viento y la lluvia que empapaba sus ropas y le calaba hasta los huesos. No le importaría morir y reunirse al fin con su familia, pero... perder la razón y convertirse en una sombra de lo que había sido... o ceder a la desesperación... Quizás era lo que merecía, pero no podía concebir no volver a ver más a su mujer o a sus hijos. Ése sería el mayor tormento de todos.
Para su sorpresa, Morfeo sí había amado una vez, y había tenido hijos. Y, sin embargo, no quería concederle la gracia de permitir que su espíritu se uniera al fin a los suyos en el reino de los muertos, y no pudo evitar que su mirada y su voz se endurecieran levemente al responder.
- No apelo a nada -replicó, cortante-. No merezco piedad.
Le dio la espalda a Morfeo para volver a subirse sobre la gárgola y contemplar la ciudad a sus pies, su amada Atlantis, que lucía en el sueño tan verídica como aquella por la que había vendido su alma para salvar.
- Me dejé engañar por un demonio y permití que la traición de una mujer empañara mi juicio. Es curioso... como esa clase de traición puede hacerte perder la razón hasta ese punto -musitó.
Y era cierto. El ritual del Cráneo Rojo le había invertido el alineamiento, pero aún con todo había conseguido resistir... hasta que Dalae le había traicionado. ¿Por qué? ¿Por qué era eso lo que más le dolía de todo?
- Es una pobre excusa para justificar haber traicionado todos los ideales que me inculcó mi padre... todo cuanto luché por defender durante tantos años -suspiró-. No, no merezco piedad.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 18th Julio 2017, 18:14
- No apelo a nada -dijo Arión, con la voz tensa-. No merezco piedad. - Se volvió para contemplar el reino que yacía a sus pies, y prosiguió: - Me dejé engañar por un demonio y permití que la traición de una mujer empañara mi juicio. Es curioso... como esa clase de traición puede hacerte perder la razón hasta ese punto - dijo. - Es una pobre excusa para justificar haber traicionado todos los ideales que me inculcó mi padre... todo cuanto luché por defender durante tantos años... No, no merezco piedad.
Bien. En ese caso, no mereces la muerte., dijo Morfeo, como si "piedad" y "muerte" fueran equivalentes para él en alguna extraña ecuación.
Hubo una pausa, interrumpida únicamente por el sonido del agua al caer, hasta que Matthew habló.
- ¿Sabe, Jefe? Me recuerda un poco a alguien; pose dramática, mirada perdida en el horizonte. No consigo recordar a quién. - Morfeo se mantuvo en silencio mientras el cuervo emprendía el vuelo, revoloteaba alrededor de la gárgola y se posaba en el hombro de Arión - Yo morí una vez. - le contó al atlante, en tono de confidencia - Aunque lo mío fue raro; no conocí a su hermana. Terminé directamente aquí, como tú. - volvió a agitar las alas, esta vez sin despegar el vuelo. Quería librarlas del peso de la lluvia. - Siempre me decían que siguiera mis sueños. Ja.
Otra pausa, mientras la lluvia caía sobre Atlantis sin tregua, como si quisiera reproducir a pequeña escala el Gran Cataclismo que la había sepultado bajo las aguas.
Morfeo fue el primero en moverse. Avanzó lentamente hasta colocarse junto a Arión, mirando en la misma dirección en que lo hacía él.
Tu camino te ha conducido a mi Reino, eso es innegable., dijo, su voz claramente audible por encima del cantar de las gotas que caían del cielo.
Pero no sé si has venido aquí a morir. Y creo, Mago, que tú tampoco lo sabes.
Sus ojos sin iris ni pupila se volvieron hacia el mago.
Disponemos de un tiempo hasta que despiertes. Descubrámoslo.
Hizo un gesto hacia algo que había a espaldas del atlante. Las puertas del balcón, las mismas por las que había desaparecido Chian, estaban abiertas de par en par.
Y, de algún modo, Arión supo que ya no conducían al familiar pasillo por el que había llegado hasta allí.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 24th Julio 2017, 14:26
Aunque pudiera resultar retorcido, Morfeo tenía razón. Obviamente en su caso concederle la muerte resultaría piadoso, por lo que se había contradecido a sí mismo al pedirle tal gracia y después decir que no merecía piedad. No tenía más remedio que aceptar la lógica indiscutible del Señor del Sueño.
El cuervo expuso entonces una observación que a Arión le resultó fuera de lugar en la situación en la que se encontraba. Era cierto que tendía a tomarse las cosas quizás de una manera un tanto melodramática, como cuando había visto a Chian besándose con su antiguo amante y directamente había asumido que ella ya no le quería y se había marchado sin darle opción a hablar o explicarse. También era tendente a la melancolía, pero no le parecía que aquél fuese el momento apropiado para hacer mofa de ello, no cuando realmente tenía motivos de sobra para ponerse dramático, con su cuerpo en el infierno y una condena de tortura eterna sobre su cabeza.
Como si quisiera congraciarse con él, el cuervo se posó sobre su hombro y le contó algo realmente extraño, pues había muerto pero en lugar de acabar en las tierras de los muertos había terminado en los dominios de Sueño. ¿Cómo podía ser? ¿Había sido siquiera un cuervo en la otra vida? ¿Y por qué le contaba eso? ¿Era una advertencia acerca de los riesgos de morir allí?
Agitó las alas, salpicándole, pero tampoco es que pudiera marcar mucha diferencia en el ya empapado atlante, así que no se inmutó hasta que Morfeo fue a reunirse con él.
Sus palabras fueron crípticas, como no hubiera podido esperarse de otra forma, y le señaló a las puertas del balcón, que aguardaban abiertas para él. Sólo que ésta vez supo que no conducían al interior del palacio de D'Tilluh ni a su familia muerta tiempo atrás.
Miró a Morfeo durante un instante, pero tampoco es como si tuviera nada que perder, y cualquier cambio en el eterno bucle en el que se habían convertido sus sueños sería de agradecer. Además, la lluvia empezaba a calarle los huesos, así que se bajó de la gárgola y avanzó sin vacilar hacia aquella entrada a lo desconocido.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 2nd Septiembre 2017, 15:10
Cuando Arión se puso en marcha, el movimiento hizo que Matthew oscilara peligrosamente sobre su hombro. El cuervo cambio de posición, separando y batiendo ligeramente las alas para estabilizarse, pero no dejó al atlante. Parecía satisfecho con la percha que había elegido.
El mago se detuvo antes de cruzar el umbral, mientras Sueño lo traspasaba y desaparecía al otro lado. Arión dirigió la mirada atrás por última vez, quizá esperando ver a Chian en el balcón azotado por la lluvia. Su esposa ya no estaba allí. En su lugar había una mujer de pálido rostro, que el atlante creía no haber visto nunca, pero que, de todos modos, le resultaba muy familiar. La lluvia no parecía importarle demasiado; llevaba un paraguas abierto de color negro; el mismo azabache que delineaba sus ojos, tintaba sus labios, teñía sus vestiduras y coloreaba su pelo. Un ankh egipcio descansaba sobre su pecho. Sonreía; una expresión cálida, dulce, familiar. Hizo un gesto de despedida a Arión con la mano, y le guiñó un ojo con complicidad.
Cuando el atlante cruzó al fin la puerta, Morfeo lo aguardaba unos pasos más allá, su expresión indescifrable. El escenario había cambiado; se encontraban ahora en la cima de una estructura piramidal, por encima de un océano de copas verdes, agitadas por el viento. El edificio parecía desgastado por el paso de los años y las fuerzas del viento y la lluvia, que habían pulido las piedras y desgastado los salientes.
- Pheeeew, menuda bajada, colega... - silbó Matthew, impresionado, al ver la larga escalinata que nacía a sus pies para continuar más abajo, desapareciendo en la espesura.
Emprendieron el descenso lentamente. Los escalones parecían traicioneros y resbaladizos, pero al menos la lluvia había amainado. Las nubes se arremolinaban en el cielo, siendo pronto sustituidas por la bóveda de los árboles. Matthew, aburrido del silencio que se había acomodado entre sus dos acompañantes, tarareaba la melodía de “Stayin’ alive” en el hombro de Arión.
Hablaste del engaño de un demonio, y la traición de una mujer.
La voz de Morfeo pareció surgir de la nada. El Eterno caminaba junto a Arión por los peldaños de mármol. Ya no estaban en la jungla donde el atlante había sido invocado, sino bajando el último tramo de la escalinata de la mansión del Vizconde Jean-Simon Giscard D'Arión, en París. El Sueño poseía la cualidad de ser infinitamente mutable y, sin duda, la presencia de un mago tan poderoso como el atlante tenía algún efecto sobre él.
Deduzco que todo ello te condujo hasta aquí… y hasta el lugar donde está tu cuerpo, en el Mundo de la Vigilia.
Aunque no había sido enunciado como una pregunta, era evidente que existía cierto interés por parte del Eterno. Interés que reservaba, por lo general, a los asuntos que atañían a su Reino.
Matthew interrumpió su desafortunada versión de los Bee Gees para escuchar, ladeando su cabeza de pájaro con curiosidad.
- Es cierto, tío, ¿cómo terminaste tan jodido? - preguntó, con sincera camaradería, pese a su curiosa elección de palabras.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 13th Septiembre 2017, 01:09
Aquella mujer... Arión estaba seguro de no haberla visto nunca, pues de no ser así, se acordaría. Su aspecto, su pelo, el maquillaje, la ropa... Todo en ella le resultaba extraño, y era lo suficientemente llamativa como para no pasar desapercibida. Pero, si era así, si nunca antes la había visto, ¿por qué le resultaba tan familiar? ¿Era por Mara? La adolescente había tenido siempre un humor muy jovial, y solía mostrar expresiones parecidas a la que la morena le dedicaba. En cualquier caso, no pudo corroborar su teoría, porque, al atravesar la puerta, el paisaje cambió y la mujer desapareció.
El lugar en el que ahora se encontraban también le resultaba familiar. Dolorosamente familiar.
- Pheeeew, menuda bajada, colega... -silbó el cuervo.
Arión asintió en silencio, con la mirada perdida en la caída. Conocía muy bien la distancia que les separaba hasta el suelo. En el pasado había tenido ocasión de contar cada interminable segundo hasta el inevitable final.
- Aquí fue donde morí la primera vez... -musitó, absorto.
También había sido el lugar en donde Wyynde le había devuelto a la vida 45.000 años atrás, exactamente el mismo punto en el que Trykhun y el resto de sus acólitos le habían invocado desde el pasado. Había tenido que salvar la distancia que les separaba hasta el suelo demasiadas veces, y, al parecer, aún tendría que hacerlo una vez más.
Hablaste del engaño de un demonio, y la traición de una mujer. -dijo Morfeo, su rostro imperturbable contrastando vivamente con el alegre y vivaracho canturreo del cuervo. Arión asintió.
- Hace muchos milenios, un poderoso demonio se enamoró de mi madre -comenzó a narrar-. Corrompió su corazón y provocó que nos abandonara a mi padre y a mí. También la inundó de codicia y sed de poder hasta el punto que intentó encumbrarse a sí misma en diosa a través de un ritual que hubiera destruido el planeta. Tuve... que matarla.
Su mente pareció retroceder en el tiempo hasta aquella tarde aciaga en la que había ascendido aquellos mismos escalones que ahora se afanaba en descender.
- En realidad... no sabía lo que estaba haciendo... Mi padre me pidió que saltara. Sabía que era la única manera de interrumpir el ritual, y yo... le obedecí porque sabía que era lo que tenía que hacer. Porque siempre me he esforzado en hacer lo correcto. El sacrificio era... necesario. Salté e interrumpí el flujo de energía que estaba liberando el ritual, sobrecargando el cuerpo de mi madre, que no pudo soportarlo y estalló, igual que el mío. El demonio... nunca pudo perdonármelo.
Una sutil diferencia en el tacto de los escalones y en la temperatura del ambiente le hizo percatarse de que habían vuelto a cambiar de escenario. Ya no estaban en la pirámide; habían vuelto a la mansión de su álter ego, en Francia. Estaban en casa, descendiendo por la escalera principal en dirección al jardín.
Deduzco que todo ello te condujo hasta aquí… y hasta el lugar donde está tu cuerpo, en el Mundo de la Vigilia.
- Es cierto, tío, ¿cómo terminaste tan jodido? -abundó el cuervo.
Una vez más, los detalles concretos de su florido vocabulario se le escapaban, pero el sentido general de la pregunta resultaba evidente.
- Como castigo por lo que le había hecho a su esposa, mi padre encerró al demonio durante cien mil años en una prisión mágica. Cuando al fin logró escapar, mi padre había muerto, pero yo había vuelto a la vida, así que decidió que yo pagaría no sólo por la muerte de mi madre sino por sus milenios de cautiverio. Al parecer, yo estaba destinado a derrotarle, pero mis seguidores me invocaron desde el pasado para que pudiera hacer frente al fenómeno Omega, y, al hacerlo, impidieron que pudiera llegar a matar al demonio. Éste no pudo encontrarme y pasó los últimos 45.000 años urdiendo su venganza. Me sometieron a un ritual que invertiría mi código moral, pervirtiendo todo cuanto alguna vez creí o juré defender. El demonio se instaló en mi gema corazón, y utilizó a una mujer llamada Viper para que se asegurara de que yo no me daba cuenta de nada. Ella... me torturó. Me violó. Embotó mis sentidos a través del dolor, la humillación y las drogas para que no pudiera notar los efectos del ritual en mi ser.
>>Dalae... Ella fue tan sólo el último clavo en mi ataúd.
Estaba atardeciendo en el sueño. Su paseo a través de los jardines de la mansión les había llevado hasta la estatua de un hermoso ángel. Era el mismo camino que había recorrido junto a ella, se dio cuenta en cuanto reparó en la escultura. Se arrebujó inconscientemente en su capa igual que había hecho entonces, mientras la observaba con aire abstraído.
- Fingió sentirse atraída por mí, y yo llevaba tanto tiempo solo... Durante décadas me había negado a mí mismo el sentir. Ella era maga, como yo, podía comprenderme. Era inteligente y hermosa, sentía... una conexión entre los dos. Que nos complementábamos. Empecé a abrigar la esperanza de que... podría haber algo en mi vida, un nuevo sentido más allá de mi esposa muerta. Pero me traicionó. Sólo quería utilizarme para robarme mis objetos mágicos y mis amuletos. Todo cuanto había hecho no había sido más que un teatro. Hasta entonces me había estado resistiendo a los efectos del ritual y la gema, pero en ese preciso momento fue cuando me rompí del todo. Como un espejo ya quebrado que termina estrellándose contra el suelo. No sólo cedí a mis más bajos instintos, sino que traté de resucitar a mi mujer contradiciendo todas las reglas del Equilibrio y la naturaleza. Chian... siempre me había amado sin reservas. Con el paso de los años pensé que había llegado a aceptar su muerte, pero cuando Dalae apareció... volví a recordar lo que era estar enamorado. Lo que era volver a formar parte de la vida de otra persona. Me sentí vivo otra vez, me sentí... completo. Y cuando comprendí que todo había sido una mentira... -negó con la cabeza, afligido-. Ya no podía volver a la vida triste y deprimente que había llevado hasta entonces. No después de haber recordado lo que era amar. Así que intenté traerla de vuelta... y eso me trajo hasta aquí -avanzó un par de pasos hasta apoyar la mano sobre el frío mármol de la estatua, pensativo-. Patético, ¿verdad?
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 30th Octubre 2017, 19:11
- Aquí fue donde morí la primera vez... –dijo Arión.
La solemnidad de su afirmación flotó unos instantes en el aire. Morfeo lo miró de soslayo, sin pronunciar palabra. El cuervo abrió mucho sus ojos redondos y oscuros.
- Lo siento, tío… –dijo Matthew. De haber tenido un cuerpo humano, tal vez le hubiera dado una palmadita en el hombro. O lo hubiera invitado a beber juntos para olvidar las penas.
Lo cierto era que el escenario se prestaba al recuerdo. Era difícil decir si el lugar había hecho que Arión pensara en el pasado... O si, por el contrario, el propio hecho de pensar en el pasado había modelado la sensible arquitectura del Sueño, dando forma al paisaje. Mientras el atlante desgranaba su historia, Morfeo dejó que su mirada vacía vagara por los desgastados escalones. Sólo una vez se alteró ligeramente su silenciosa expresión: cuando el mago mencionó la muerte de Majistra.
Mataste a tu madre , musitó Sueño, su voz apenas un murmullo.
Las estrellas parecían haberse apagado en la distancia, y sus ojos eran ahora dos pozos de negrura.
“Padre, por favor. Concédeme la muerte”.
“Tu vida es tuya, Orfeo. Y tu muerte también siempre tuya. Adiós. No nos veremos jamás.”
¿Cómo iba a derramar sangre de la familia, incurriendo en la ira de Las Benévolas?
El Eterno devolvió aquel pensamiento a lo más profundo de su mente, al pasado al cual pertenecía. Caminaban ahora por el jardín de una mansión parisina, y Arión hablaba de su llegada al presente. La venganza de un demonio nunca debía ser subestimada; aún menos la de un ente tan paciente como para planearla durante 45.000 años. Sueño conocía bien la capacidad de los inmortales para el rencor; él mismo no era el más caritativo y magnánimo de los seres. Y comprendió el verdadero alcance de las maquinaciones contra el atlante: cambiarlo en su esencia, en su raíz… convertirlo en algo que él mismo despreciaría.
Entonces, Arión mencionó a alguien a quien el Eterno conocía.
- Dalae... Ella fue tan sólo el último clavo en mi ataúd.
Los ojos de Morfeo se estrecharon.
- Fingió sentirse atraída por mí, y yo llevaba tanto tiempo solo... Durante décadas me había negado a mí mismo el sentir. Ella era maga, como yo, podía comprenderme. Era inteligente y hermosa, sentía... una conexión entre los dos. Que nos complementábamos. Empecé a abrigar la esperanza de que... podría haber algo en mi vida, un nuevo sentido más allá de mi esposa muerta. Pero me traicionó.
Matthew abrió el pico y lo volvió a cerrar, con un leve chasquido. Ladeó la cabeza para contemplar a su “Jefe”, pero éste no hizo ningún ademán de interrumpir a Arión.
- No sólo cedí a mis más bajos instintos, sino que traté de resucitar a mi mujer contradiciendo todas las reglas del Equilibrio y la naturaleza. Chian... siempre me había amado sin reservas. Con el paso de los años pensé que había llegado a aceptar su muerte, pero cuando Dalae apareció... volví a recordar lo que era estar enamorado. Lo que era volver a formar parte de la vida de otra persona. Me sentí vivo otra vez, me sentí... completo. Y cuando comprendí que todo había sido una mentira... Ya no podía volver a la vida triste y deprimente que había llevado hasta entonces. No después de haber recordado lo que era amar. Así que intenté traerla de vuelta... y eso me trajo hasta aquí.
Arión colocó la mano sobre el mármol. La piedra no pareció alterarse bajo su tacto, pero el bello ángel ya no presidía el pedestal. La estatua mostraba ahora a una bella asiática de ojos tristes y ausentes.
-Patético, ¿verdad?
Morfeo no respondió de inmediato. ¿Podía culpar a Arión? Él había tenido una amada mortal; una que lo había rechazado por el mismo hecho de serlo. Hombres y Eternos; aquello no debía ser. Nada había hablado de “vosotros” y “nosotros”, y él había reaccionado con toda la ira que le brindaba su orgullo herido… la había condenado al infierno por su desfachatez.
- Yo hubiera hecho lo mismo. –ofreció el cuervo, con un graznido.
Muchos han quebrantado esa ley antes que tú , dijo Morfeo, cruzando sus pálidos brazos sobre el pecho.
No había juicio en sus palabras, sino una perfecta neutralidad. Sabía de lo que hablaba. ¿No había corrido su propio hijo tras la estela de su esposa muerta, desoyendo todos sus buenos consejos?
No me parece patético. Está en vuestra naturaleza tratar de engañar a mi hermana.
Y, tal vez, en la naturaleza de todos los mortales vivía un fragmento de su hermano-hermana. Pero no quería hablar de Deseo. En lugar de eso, contempló la estatua de Chian y entornó los ojos de nuevo, recordando.
Yo conocí a la mujer de la que hablas. No a Chian… sino a Dalae.
Es difícil, para el músico entrenado, no reconocer los vestigios de una melodía conocida, incluso cuando forma parte de una pieza totalmente distinta. Su camino se había cruzado antes con el de la hechicera asgardiana; había sido el instrumento de su enemigo, Pesadilla, y el Reino del Sueño aún se resentía de las consecuencias. Al recordar aquel evento, Morfeo se llevó la mano al pecho. Allí, oculto por la túnica, había un agujero tan profundo como el que evocaban sus ojos cambiantes. Había crecido, lenta pero inexorablemente, durante los últimos meses. Había logrado frenar su avance, pero no ponerle remedio. Si nada cambiaba, sólo sería cuestión de tiempo que él y su reino desaparecieran.
Sirve al Embaucador, prosiguió.
Él lo había conocido en una de sus formas; el mentiroso de cabellos de fuego. Y, por lo que había averiguado en los últimos meses, el maestro de Dalae Darkle tenía otro aspecto: un hombre de cabellos oscuros, vestido de verde, portador de un yelmo astado. No era extraño que Loki cambiara de piel. Había sido muchas cosas: un salmón, una yegua, una anciana. Pero no importaba qué aspecto vistiera esta vez: era una entidad tan antigua como la civilización que lo había engendrado, un… viejo conocido, por decirlo de algún modo. Y, si su discípula se parecía en algo a él, nunca sabrían con certeza de qué lado estaba.
- Una femme fatale. –aportó Matthew, sin ser demasiado consciente de que, si Arión desconocía por completo la existencia de Las Vegas, tampoco captaría la referencia a la novela negra.
Morfeo miró al atlante fijamente, como decidiendo si planteaba la cuestión que se había formado en sus pensamientos.
¿Eres enemigo de Loki…?
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 6th Noviembre 2017, 00:18
No escapó a sus sentidos la manera en la que el Señor del Sueño afirmó, o más bien subrayó, la realidad de lo que había hecho. Su voz había menguado hasta no ser más que un turbador susurro y la oscuridad implacable de sus ojos parecía haber engullido las estrellas hasta eclipsar su brillo. Podía entenderlo, por supuesto. Entre los atlantes matar a los de tu propia sangre se consideraba también un delito particularmente atroz.
- No lo sabía entonces -musitó agachando la mirada-. Cuando mis padres se separaron mi hermano y yo éramos prácticamente bebés. Majistra se llevó a Garn, y yo me crié con mi padre sin saber quién era mi madre ni que tenía un hermano. Pero, para ser honestos, haberlo sabido me habría hecho dudar unos segundos más pero habría saltado igualmente. Majistra estaba matando a mi padre; le tenía en el suelo, de rodillas, y no estaba siendo capaz de contrarrestar su poder. Después de matarle a él habría destruido el planeta entero -negó con la cabeza, pesaroso-. Como podéis ver, no se puede decir que tuviera realmente opción. No, no fue mi culpa. Hice lo que tenía que hacer. Tampoco fue culpa de mi padre, que fue quien me pidió hacer el sacrificio supremo en la esperanza de poder devolverme a la vida alguna vez. Ni siquiera fue culpa de Majistra... La culpa pertenece al demonio que corrompió su corazón y la hizo alejarse de mi padre. Si eso no hubiera ocurrido, Caculha y ella nunca se habrían separado, y Garn y yo no habríamos crecido siendo enemigos.
Retiró la mano de la piedra cuando vio el cambio que había experimentado la figura. Parecía apropiado. Después de todo, era la verdadera causa de que estuviera allí, en el infierno: la aberración contra natura que había perpretado mientras no fue dueño de sí mismo.
Las palabras del cuervo, aunque bien intencionadas, no le ofrecieron ningún consuelo, y tampoco las palabras de Morfeo acerca de la naturaleza humana.
- No debería haber estado en la mía -replicó-. Soy un Señor del Orden, sirvo a mi señora Gemimn como mi padre antes que yo, y a Deedra, diosa de la Naturaleza. Lo que hice es un crimen que atenta directamente contra ambas, así que, en mi caso, se trata de un pecado imperdonable, y es la principal razón de que me hayan condenado en éste infierno.
Entornó los ojos, intrigado, cuando el Eterno confesó que había conocido a Dalae. Junto a la que se había transformado en la estatua de Chian había un estanque, y sobre sus plácidas aguas se elevó una ola que comenzó a tomar la forma de Dalae, solidificándose en hielo a mitad de movimiento.
- Una femme fatale. -subrayó el cuervo. Arión efectivamente no conocía el género al que hacía referencia, pero conocía el idioma francés, entendía la traducción y no era muy difícil hacerse una idea de lo que implicaba.
Morfeo mencionó a Loki y, de repente, se encontraban en mitad del laberinto de setos perfectamente recortados que decoraba los jardines de su mansión en París. Resultaba extrañamente apropiado que la palabra del Embaucador les hubiera llevado hasta allí. Ante ellos, uno de los setos adoptó la forma del Loki que Morfeo recordaba, una especie de duende flacucho con orejas puntiagudas y cabellos de fuego. No se parecía al hombre contra el que se había enfrentado en las murallas de Atlantis, pero siendo un mago tan poderoso y versado en la magia del engaño todo parecía posible.
- Cuando peleábamos en la muralla me dijo que él había obligado a Dalae a traicionarme. No sabía si creerle, pero cuando la Valquiria se dispuso a atacarme, ella se interpuso para defenderme. Siendo ésto así, incluso aunque fuera la espada que su mano empuñaba la que me hizo abrir los ojos y comprender la verdad, diría que sí... es mi enemigo. ¿También es el vuestro? Nunca antes había oído hablar de él, pero hace mucho tiempo conocí a otra hechicera de hielo, llamada Icestarr. Me contó la historia de cómo había conseguido sus poderes y el terrible precio que tuvo que pagar. Nunca me dijo el nombre de su maestro, el hombre que la engañó, pero la descripción que me dio encajaba con la de Loki y creo... que Dalae podría ser su actual Icestarr. Quizá ella también necesite que la salven... y yo no puedo hacerlo -concluyó con amargura.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 5th Octubre 2018, 11:23
Morfeo escuchaba. De nuevo, su rostro se parecía más al de las estatuas que los rodeaban que al de un ente vivo. Pero las palabras de Arión alcanzaban sus oídos, vertiéndose en los recovecos de su mente. No se sentía tan lejos del atlante, del mismo modo que su esencia no se alejaba tanto de los mortales como a él mismo le gustaría creer. Oh, sí, muchos le eran indiferentes... incluso odiaba a alguno de ellos; los que habían atentado alguna vez contra su libertad o, peor aún, contra su orgullo. Pero también los había amado, a veces.
Aunque siempre lo decepcionaran.
Una frase de Arión se ancló con especial fuerza entre sus pensamientos. “Hice lo que había que hacer”. Aquel era el credo que regía la vida de Sueño de los Eternos, cuya labor se anteponía a todo lo demás. Comprendía aquel concepto, y lo respetaba. A veces, para cumplir con el deber, había que cruzar ciertos límites. Él lo sabía. La primera vez que había aparecido un Vórtice del Sueño, Morfeo había dudado, y las consecuencias habían sido devastadoras. Ahora ya no titubeaba. No le gustaba, pero lo hacía de todos modos. Mataba cuando era necesario.
Arión habló de la corrupción de Majistra y del ser que la había arrastrado a ella. Por una vez, Matthew no hizo ningún comentario. Se limitó a ladear la cabeza, pendiente de las palabras de Arión.
¿Ha recibido ese demonio su castigo?, fue la pregunta de Morfeo.
Si era un ser tan poderoso, capaz de reducir a jirones a aquella familia inmortal, era improbable. Pero Arión… él sí estaba recibiendo el suyo.
- . Soy un Señor del Orden, sirvo a mi señora Gemimn como mi padre antes que yo, y a Deedra, diosa de la Naturaleza. Lo que hice es un crimen que atenta directamente contra ambas, así que, en mi caso, se trata de un pecado imperdonable, y es la principal razón de que me hayan condenado en éste infierno.
Pero no aceptas tu condena, ¿no es cierto?,
Los ojos de Sueño traspasaron a Arión como si éste estuviera hecho de cristal.
Porque si te creyeras merecedor de ella, este sueño, este refugio, no existiría., dijo.
Las palabras flotaron un instante, pendidas en el aire.
Tal vez, propuso Sueño, y sus ojos se apartaron de Arión para contemplar la recién surgida estatua de Dalae una parte de ti crea que éste no ha de ser tu final. Tal vez… te hayas dejado algo por hacer.
A su alrededor, el escenario seguía cambiando. Al surgir el laberinto, Matthew, que picoteaba distraído una de sus patas, se había quedado completamente quieto. Por su postura parecía estar a punto de emprender un vuelo brusco en cualquier momento.
Aquel entramado de caminos engañosos era una buena metáfora para Loki. Senderos cerrados: mentiras. Senderos que parecían buenos pero no conducían a ninguna parte: más mentiras, con un disfraz de verdad. Y un único sendero que llevaba al corazón del jardín: la verdad, escondida y huidiza… incluso Loki debía tener una.
Para Morfeo, el paisaje resultaba familiar en otro sentido. Le recordaba a los jardines de su hermano, Destino, donde los futuros posibles se encontraban, se entrelazaban y se separaban en una danza que sólo el mayor de los Eternos alcanzaba a adivinar. Sueño se preguntó si su hermano contemplaba ahora su encuentro con Ari’ahn, escrito en las páginas de su libro.
El atlante le habló de su relación con Loki, y Morfeo se hizo la misma pregunta que él. ¿Era el Embaucador su enemigo? No lo sabía con certeza. Los dioses nacían y morían en su reino. Algunos eran aliados, como Bastet. Otros… era difícil decirlo.
Mientras entretenía aquella idea, Morfeo tomó uno de los caminos que se abrían ante ellos, aparentemente al azar. Mientras caminaba a su lado, escuchó la teoría de Arión acerca de Dalae, y le dedicó unos instantes de reflexión.
La hechicera ha servido a más de un Señor, señaló, recordando su único encuentro.
En aquel momento, Dalae parecía servir a Pesadilla, y Morfeo no lo había olvidado. Sin embargo, era evidente que la mujer significaba mucho para el atlante. Sus palabras transmitían claramente la frustración de no poder ayudarla.
¿Es eso lo que te queda por hacer? ¿Salvarla?, inquirió.
- ¿Y qué pasa si ella no quiere que la salves? - preguntó Matthew, con evidente curiosidad.
El laberinto les ofrecía ahora tres caminos. Del de la izquierda provenía el sonido de una fuente y el perfume distante de las flores de loto. Del de enmedio, sólo silencio. Los setos que bordeaban el camino de la derecha estaban achaparrados y encogidos, como si los hubiera castigado un duro invierno.
Sueño se dio la vuelta y le ofreció la elección a Arión.
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 23rd Octubre 2018, 12:58
La mano de dedos esbeltos rozó con aire distraído la áspera pared vegetal del laberinto mientras su mente se perdía en otro tipo de prisión, la cárcel de hilos multicolor en la que su padre había apresado al Demonio del Mundo Oscuro tanto tiempo atrás.
- Sí... Mi padre lo mantuvo cien mil años cautivo, pero mi hermano lo liberó hace 45.000. Debería haber terminado con él hace milenios, pero mis acólitos me trajeron desde el pasado con un ritual cuando mi álter ego pereció a manos de Mordru, y por tanto, nunca llegué a matarlo. Mis acólitos, sin pretenderlo, modificaron el pasado, y con sus irreflexivas acciones también modificaron el futuro. Decían que yo aún tenía una labor importante que realizar, que mi ayuda sería necesaria para salvar a la humanidad una vez más y que por eso me habían traído, pero al hacerlo permitieron que mi enemigo escapara y tuviera el tiempo necesario para tramar su venganza y atraparme aquí. Él fue el responsable del ritual que alteró mi código moral y mi conducta, y durante semanas estuvo susurrando en mi oído haciéndose pasar por el alma de mi álter ego muerto. Mi discípula, Elissa, lo vio y trató de advertirme, pero ya era tarde... Llegados a ése punto hacía mucho que yo ya no era yo mismo. Ahora, no sólo me es imposible salvar a nadie, sino que un peligroso demonio anda suelto -se lamentó con amargura.
La siguiente pregunta de Sueño era más una afirmación disfrazada de interrogante, y era una afirmación que sembró el desconcierto en el mago.
- ¿Creéis que no la acepto? -inquirió, confundido, y se mesó la barbilla, pensativo-. Pensaba que éste sueño, éste momentáneo descanso, había sido una prerrogativa vuestra, una dádiva o una muestra de piedad. Si os soy sincero, no soy consciente de no pensar que me merezco éste castigo con cada fibra de mi ser. He traicionado todos los valores con los que fui criado, todos los deberes sagrados con los que se me inculcó, y con ello, he traicionado tanto a mi padre, como a Gemimn, y, por ende, a la humanidad. Puede que el demonio me tendiera la trampa, pero yo caí en ella, y yo, voluntariamente, tomé las decisiones que me llevaron a ésta situación. Yo robé los objetos sagrados de Shiva y realicé el ritual aberrante que iba contra las leyes del Orden; yo rompí el Equilibrio cuando manipulé la gema del Tiempo, y pervertí la misma naturaleza cuando realicé las monstruosas transformaciones sobre mi propia gente, ofendiendo a tantos dioses que tengo suerte de que Kali haya sido la única en exigir compensación por los agravios realizados. Si existe un ápice de duda, quizás sea por lo que antes he comentado, porque el Demonio del Mundo Oscuro sigue suelto y por las profecías que hablaban de una amenaza que sólo yo podría neutralizar, pero, francamente, a éstas alturas resulta más plausible creer que mis acólitos se equivocaron con los hechizos de clarividencia e interpretaron mal los augurios buscadores. Si mi destino fuera otro, las parcas no habrían permitido que terminara aquí, ¿no os parece?
La propuesta de Sueño planteaba demasiadas dudas, demasiados interrogantes. Arión era demasiado responsable como para no aceptar las consecuencias de sus actos, pero al mismo tiempo, esa misma responsabilidad estaba empezando a hacer mella en su determinación con demasiada facilidad. Si no estuviera teniendo aquella conversación, si Sueño no hubiera aparecido, no se lo habría planteado, pero ahora...
- Algo... por hacer... -musitó. Trató de seguir la mirada del Eterno, pero la estatua a la que había mirado hacía un segundo ya no estaba, alterada por un escenario en continuo movimiento. La firme superficie sobre la que había reposado sus dedos se desvaneció también, mientras el mundo cambiaba a su alrededor. Un nuevo camino se había abierto ante ellos, y la pareja de inmortales lo siguió.
- No creo que mi misión sea salvarla a ella -respondió, tanto a la pregunta de Sueño como a la planteada por el cuervo, desviando la mirada hacia el ave, que había sido el último en hablar-. El manto del Salvador me fue otorgado por un propósito mucho mayor. Salvé a la humanidad dos veces; la primera cuando me sacrifiqué a mí mismo para detener a Magistra; la segunda cuando renuncié a mi poder para poder frenar la glaciación. Según las profecías aún estaba destinado a salvar el mundo una vez más... Por esa razón me ungieron los dioses. No... salvar a Dalae sería... una elección totalmente... personal -musitó, dándose cuenta él mismo de lo mucho que la hechicera había llegado a significar para él-. Creo... creo que la quiero. Ni siquiera pude llegar a matarla cuando... cuando no era yo mismo.
Ésta revelación le hizo detenerse antes de que el camino que seguían compusiese la encrucijada, como un reflejo externo de su propio torrente de pensamientos.
Era cierto. Había atacado sin dudarlo tanto a Arturo como a Hellboy, los cuales habían sido sus mejores amigos en aquél nuevo mundo, pero cuando había tenido la oportunidad de hacer lo mismo con Dalae... No había podido. Su instinto, incluso con el alineamiento invertido, había sido protegerla. ¿Por qué? Después de todo lo que había ocurrido, lo que le había hecho... ¿En qué momento se había enamorado?
- Sé que es un pensamiento egoísta, pero... quiero salvarla -afirmó antes de volver a mirar al cuervo-. No tiene mucho sentido planteárselo ya que nunca voy a salir de aquí. En cualquier caso... no la forzaría. Si ella no desea salvarse, nada de lo que yo haga podría ayudarla. Ese anhelo debe partir de uno mismo.
Consciente al fin de la encrucijada ante la que se encontraban, examinó los tres caminos. El de la izquierda le recordaba a los tranquilos paseos por los jardines de Hoshan, el hogar natal de su esposa, mientras que el de la derecha le traía reminiscencias de los estrechos pasos helados de los desfiladeros de la Cima del Mundo en donde había conocido a Icestarr. Dos caminos, dos amores, y, en el centro, el vacío, la nada.
El camino de la izquierda prometía solaz y descanso, quizás junto a su amada Chian, pero no sería real, tal y como había aprendido a las malas durante su frustrado ritual en Atlantis. Sería un sueño, y los sueños no eran más que una manera de engañarse para no aceptar la realidad.
El del centro se ofrecía como un bálsamo contra el dolor que sentía. Quizás terminar con el sufrimiento y las torturas para siempre, como le había pedido al Eterno. Era muy tentador. Pero el de la derecha también lo era, a su modo.
Puede que fuera porque su segundo nacimiento había tenido lugar en mitad de una glaciación, o quizás por la agradable serenidad del silencio en la soledad de las montañas o por la belleza imperturbable y perfecta del hielo, pero a Arión siempre le habían gustado el frío y los lugares helados. Había amado a Icestarr, y quizás las cosas habrían sido diferentes si la hubiera conocido antes que a Chian. Los jardines eran el lugar de su esposa; él prefería las montañas heladas, y era a donde solía retirarse para meditar. Cierto, su piel cálida era vulnerable al frío, pero era precisamente la dificultad lo que volvía interesante una experiencia. Si era demasiado fácil no había reto.
Además... El hielo era la misma razón de su existencia. Donde había hielo había pesar, había adversidad, y para eso había sido honrado con el Manto del Salvador, para traer esperanza allí donde no la había. No, Arión no estaba destinado a transitar el camino fácil. El suyo había sido, y seguiría siendo, uno de sacrificio y entrega.
- Creo que deberíamos ir por el camino del norte -musitó, y, mientras lo hacía, acudieron a su memoria lejanos recuerdos de la vez que había tenido que dejar a Chian para detener la glaciación.
- ¿Qué sientes por mí, Arión? -le había preguntado ella.
- Demasiado, Chian... para nuestro propio bien -había respondido él.
- ¿Y aún así... me dejas?
Podía escuchar la voz entristecida de su amada, incluso a pesar del tiempo transcurrido.
Cerró los ojos.
Durante demasiado tiempo la había tenido en sus pensamientos. La había amado más de lo que era físicamente posible, habían estado juntos durante décadas, le había dado hijos, y nietos, y durante siglos la había llorado, pero ya no podía continuar anclado en el pasado. Tenía deberes, tenía obligaciones. Y, por encima de todo, tenía una vida en la que ella ya no podía ser su compañera. Debía continuar su camino sin ella, dejarla descansar por fin.
Adiós, mi señora -pensó, desviando durante un instante la mirada a la placidez del camino de la izquierda-. Una parte de mí siempre estará contigo, pero ya no puedo seguir estancándome. Debo continuar.
- Adelante -dijo, y emprendió el camino de la derecha.
Mensajes : 22 Fecha de inscripción : 21/01/2017 Localización : El Sueño Humor : Es mejor dejar eso en manos de mi hermana.
Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 27th Agosto 2020, 00:18
- Él fue el responsable del ritual que alteró mi código moral y mi conducta, y durante semanas estuvo susurrando en mi oído haciéndose pasar por el alma de mi álter ego muerto. Mi discípula, Elissa, lo vio y trató de advertirme, pero ya era tarde... Llegados a ése punto hacía mucho que yo ya no era yo mismo. Ahora, no sólo me es imposible salvar a nadie, sino que un peligroso demonio anda suelto.
La culpa se había aferrado al atlante como una sanguijuela, alimentándose de su sentido de la responsabilidad y debilitándolo hora tras hora.
- ¿Creéis que no la acepto? Pensaba que este sueño, este momentáneo descanso, había sido una prerrogativa vuestra, una dádiva o una muestra de piedad.
Sueño negó con la cabeza, despacio. No se consideraba alguien piadoso. Y, sin duda, la mayoría de los que lo conocían compartían su opinión.
- Si os soy sincero, no soy consciente de no pensar que me merezco este castigo con cada fibra de mi ser.
Mientras el mago enumeraba los motivos, Sueño dejó que sus cuencas oscuras se perdieran en el horizonte. De nuevo, el molesto pensamiento revoloteaba por el interior de su mente, tan incansable y ruidoso como Matthew: ¿Era el castigo proporcional al pecado?
Muerte hubiera dicho que no. Su dulce, compasiva, fiera hermana. Nadie entendía mejor que ella a los mortales, y sin embargo nunca dejaban de temerla. Era Muerte quien le había hecho comprender lo cruel que había sido cuando castigó a Nada al Infierno.
¿Merecía Ahri'ahn los castigos que los dioses le habían impuesto? ¿Había obrado libremente al quebrantar sus leyes divinas? Morfeo no era el receptor de la afrenta, y por tanto no era nadie para juzgarla. Y, sin embargo, ahí estaba la contradicción, demasiado evidente como para que incluso él la ignorara: alguien había actuado a través del mago. Alguien había alterado deliberadamente su forma de ser. Tal vez el atlante fuera el autor material de los hechos, pero… ¿era él mismo cuando los cometió? ¿Podía, por tanto, responsabilizarlo de ellos?
- Tío, te hicieron un ritual. No eras tú mismo. - dijo Matthew, como si se hiciera eco de sus pensamientos.
Tal vez el propio Ahri’ahn lo sabía, en lo más profundo de su ser. Esa misma parte de su ser que buscaba alivio en un sueño. Una parte de su mente que intentaba salvaguardarse, que se negaba a doblegarse a la tortura, por muy merecida que el resto de él la creyera.
- Algo... por hacer... - repitió el atlante; mientras el mundo, reflejo de sus dudas, cambiaba a su alrededor.
No era exactamente un nuevo camino, sino una confluencia de ellos. Sueño lo miró, recordando los senderos infinitos del jardín de su hermano.
- No creo que mi misión sea salvarla a ella -Matthew se puso a picotear una de sus patas, en lo que Sueño supuso era un intento de disimular su interés-. El manto del Salvador me fue otorgado por un propósito mucho mayor. Salvé a la humanidad dos veces; la primera cuando me sacrifiqué a mí mismo para detener a Magistra; la segunda cuando renuncié a mi poder para poder frenar la glaciación. Según las profecías aún estaba destinado a salvar el mundo una vez más... Por esa razón me ungieron los dioses. No... salvar a Dalae sería... una elección totalmente... personal. Creo... creo que la quiero. Ni siquiera pude llegar a matarla cuando... cuando no era yo mismo.
- Bueno, ya sabes, quizá sea una de esas veces en las que salvas a todos por el precio de uno. ¡Las rebajas de la salvación! Puede quedar cool si luego le sueltas algo así, como… “he salvado al mundo para nosotros, nena”.
Para Matthew era un alivio que Sueño no pudiera poner los ojos en blanco. Aunque, la verdad fuera dicha, los silencios obstinados y casi ofendidos del Eterno podían ser igual de elocuentes.
El amor no era un sentimiento desconocido para el Eterno; Deseo se había asegurado de que así fuera. Su corazón inmortal se había conmovido muchas veces a lo largo de los siglos, aunque ninguna de aquellas historias había salido bien.
Killala, que había elegido a otro. Nada, que había preferido quitarse la vida. Calliope, que le había dado un hijo… un hijo que había descendido a los infiernos a buscar a su amada, en lugar de abandonarla a la muerte. ¿Había sido aquello lo que los había distanciado?
Alianora… ni siquiera sabía qué había salido mal con Alianora. Tampoco había funcionado. Y Thessaly… la última bruja. Ella, simplemente…
Sacudió aquel pensamiento de su mente. No estaba allí para lamentar sus fracasos amorosos… Y tampoco los de Ahri’ahn.
- Sé que es un pensamiento egoísta, pero... quiero salvarla - La voz del atlante devolvió a Sueño a la encrucijada-. No tiene mucho sentido planteárselo ya que nunca voy a salir de aquí. En cualquier caso... no la forzaría. Si ella no desea salvarse, nada de lo que yo haga podría ayudarla. Ese anhelo debe partir de uno mismo.
Por una vez, Matthew no encontró la réplica. Él mismo debió de notar lo extraño que era aquello, porque emitió un graznido para romper el silencio.
Sueño lo tomó como una invitación para hablar él mismo.
Mi hermano-hermana es cruel.
Una pausa. Por la expresión del atlante, supo que debía explicarse mejor.
Deseo. Deseo hace que las cosas… quieran cosas.
Era la mejor manera de definirlo y, por supuesto, era la definición que Deseo usaba.
Nadie está a salvo de mi hermano-hermana. Ni mortales, ni inmortales, ni Eternos. Dicen que ni siquiera Deseo está a salvo de sí mismo.
Eso decían, aunque Sueño no hubiera sabido explicar por qué. No había visto a su hermano-hermana sufrir de verdad por ningún amante. Suponía que el amor que sentía Deseo por su propio ser debía de contar.
Pero no es compasivo. Ni justo. No le gusta la simetría. Es inconstante. Es voluble. Te quita lo que te da.
Las palabras sonaron con más rencor del que pretendía.
- Como puedes ver, el Jefe y Deseo no se llevan bien - intervino Matthew, como si el atlante necesitara la aclaración.
Hubo un breve silencio, y los ojos de Sueño regresaron a Arión.
… Aún así, tiene mala memoria. Y, a veces, se le olvida ser cruel.
Y esperaba que aquélla fuera una de esas veces.
- Creo que deberíamos ir por el camino del norte - dijo, finalmente, el atlante.
Y hubo otro silencio, uno distinto, que incluso Matthew respetó. Y el cuervo tuvo que parpadear, porque le pareció que una figura los contemplaba desde el camino de la izquierda, alzaba la mano para despedirse, y se perdía finalmente en la bruma.
- Adelante -dijo Arión, y emprendió el camino de la derecha.
Sueño asintió.
El mundo helado les dio la bienvenida con un soplido en pleno rostro; un viento que hablaba de picos helados y glaciares distantes. El silencio era sobrecogedor, infinito…
- Joder, qué frío.
El eco les devolvió multiplicada la queja de Matthew, que se sacudía los copos de nieve depositados sobre sus plumas. Sueño lo ignoró. Estaban en las capas más superficiales de la conciencia de Arión. Pronto, el atlante despertaría.
El desfiladero nevado los aguardaba. Caminaron lentamente, despertando crujidos y susurros. La nieve y el hielo se tragaban el sendero de tanto en tanto, ocultándolo a sus ojos y volviéndolo resbaladizo y traicionero. El frío, sin embargo, parecía estar remitiendo a medida que avanzaban, y pronto supieron por qué. El camino descendía a un valle nevado, y una luz los aguardaba allí, llamándolos.
La nieve se había fundido en un círculo perfecto alrededor de un objeto que parecía haber caído del cielo. El brillo rojo provenía de ahí; y también el calor que, a medida que se acercaban, se volvía más y más intenso.
Parecía una gema incandescente, el núcleo de una estrella. Pero, cuando estuvieron lo bastante cerca, los hombres y el cuervo vieron que latía como el corazón de un mortal.
Sueño se volvió hacia el atlante. En su pecho se había encendido un vacío que relucía con el mismo tono carmesí.
- Finders keepers - susurró Matthew, expectante, desde el hombro de Sueño.
Mientras aguardaba la decisión de Arión, el Eterno recordó su propio vacío. Uno que también tenía que ver con Dalae. Con Constantine. Con Aureole. No había olvidado sus nombres. Una herida sin fondo que avanzaba por su torso, extendiéndose a través de su cuerpo… y de su Reino.
El recuerdo lo hizo vacilar y, por un instante, el paisaje nevado tembló y vaciló, y una profunda grieta oscureció el cielo.
Morfeo se llevó la mano al pecho con un gesto de dolor.
Y todo volvió a la… normalidad. Aunque, en un sueño, nunca se estaba seguro de ello.
Nuestro tiempo se acaba.
La afirmación se vio acompañada de un temblor de tierra; primero suave, después cada vez más y más intenso. El camino se sacudió y se fragmentó, convirtiéndose en los peldaños de una escalera de piedra que ascendía hacia el cielo.
Tu presencia es requerida en la Vigilia, Ahri’ahn.
Sueño se apartó para franquearle el paso a la escalera. En lo profundo de los ojos del Eterno, Arión pudo ver que brillaban, de nuevo, las estrellas. Matthew graznó, sacudiéndose una nueva andanada de nieve. Y entonces lo vio.
Algo aguardaba en el primer peldaño, arrugado y cubierto de nieve. Al aproximarse, Arión reconoció el Manto del Salvador.
Sueño esperó a que se lo hubiera puesto sobre los hombros. Esperó a que ascendiera los primeros peldaños. Esperó a que el dolor empezara a filtrarse en el verdadero cuerpo del atlante, al que ahora retornaba después de un merecido descanso.
Y entonces dijo algo que se grabó en la mente de Arión. Tal vez porque estuviera a punto de despertar. Tal vez porque no fueran palabras que Sueño de los Eternos empleara muy a menudo. O tal vez porque fuera algo que debía recordar.
Ahri’ahn de Atlantis, cuando tu mundo haya sido salvado… Regresa aquí. Quizá aún quede algo que salvar.
Y, antes de que Arión pudiera responderle, el sueño terminó.
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Ahri'ahn DC Universe
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Tema: Re: El camino (Morfeo) [05/05/2019] 27th Agosto 2020, 02:03
Arión meditó sobre ésta reflexión unos instantes antes de negar suavemente con la cabeza.
- No estoy muy seguro de que no lo fuera -hizo una breve pausa antes de continuar-. ¿Sabéis cuando has tenido un mal día? Y no me refiero a un día que ha ido mal, sino a cuando, por las circunstancias que sean, te muestras cruel y con poca paciencia y lo terminas pagando con aquellos a los que amas. Los dioses saben que he tenido mis momentos, cuando estaba estresado y agobiado por haber perdido mi magia y pesaba sobre mis hombros la protección del reino. Y después, me despertaba a la mañana siguiente preguntándome cómo podía haber hecho o dicho esas cosas… Y, sin embargo, seguía siendo yo, ¿no es cierto? La persona que se comportó de esa manera… La persona que fue cruel. El ritual del demonio no me privó de mi voluntad, yo era dueño de mis actos. Simplemente sacó a flote la peor parte de mí mismo. Cambió mi personalidad, pero era yo el que tomaba todas las decisiones. Elissa se dio cuenta y trató de advertirme, pero no quise escucharla. Era como si mi mente fuera una fortaleza que no podía ser penetrada. Pero… -inclinó levemente la cabeza con expresión atormentada-. Podría haber luchado con más fuerza, podría haberme resistido más… -suspiró, alzando la mirada al cielo-. He vivido durante tanto tiempo con el propósito de salvaguardar Atlantis y su gente… mi pueblo… Ése propósito otorgaba un sentido a mi existencia. Yo nací para convertirme en el Salvador. Lo peor de todo lo que ha pasado no es que Viper me violara, ni que el ritual me forzara a convertirme en un monstruo. Lo peor de todo es que, durante un breve y maravilloso momento recuperé todo cuanto había perdido. Estuve incluso a punto de recuperar a mi mujer. Y cuando despierte, si es que despierto… ya no quedará nada. El tiempo habrá sido restaurado. Y, aunque sé que es lo correcto, que nunca debió haber sido alterado… la realidad es… que ya no me quedará nada. Es la realidad que me he estado ocultando a mí mismo desde que fui transportado a ésta época, una época que me resulta totalmente ajena, donde ya no queda nada de lo que una vez conocí. Una época donde no tengo amigos, ni personas a las que de verdad les importe, y todo es… raro, y extraño. Una época en donde yo no pertenezco. Es la razón por la que estaba dispuesto a morir. Creo que me aterroriza la idea de no tener nada por lo que vivir si algún día regreso al mundo. Ya tuve un segundo renacimiento una vez… No sé si tendría la fuerza necesaria para volver a pasar por todo eso.
Sueño no podía poner los ojos en blanco, pero la expresión del mago fue de genuino desconcierto ante las siguientes palabras del cuervo.
- ¿"Cool"? ¿Cómo puede quedar "frío" decir algo así? -se rascó la barbilla, confundido.
Le estaba costando bastante entender la mitad de las cosas que le decía el cuervo, sin embargo, tras su última respuesta, el animal pareció quedarse finalmente sin palabras, momento que Sueño eligió para retomar la conversación.
Le escuchó mientras le hablaba de la naturaleza del deseo. Él nunca había tenido problemas de aquella índole antes. Su único gran amor había sido Chian, y había sido ella la que se le había declarado a él. Como todas las parejas habían tenido altibajos, pero si algo quedó siempre claro era que ella le amaba tanto como él la amaba a ella.
… Aún así, tiene mala memoria. Y, a veces, se le olvida ser cruel.
Aquellas palabras eran particularmente profundas, y dejaron al atlante pensativo mientras recorrían el camino elegido, dejando atrás lo que una vez fue y lo que pudo haber sido.
Agujas de hielo de imperturbable belleza continuaban su lento e implacable ascenso en un desierto helado que les dio la bienvenida con su gélido aliento. Arión dejó escapar una vaharada, ajeno al comentario del cuervo, deteniéndose un momento para asimilar el paisaje que les rodeaba.
- Es irónico... Cuando vivía en Atlantis sacrifiqué mi poder para detener el hielo que amenazaba con destruir la Atlántida, y, sin embargo, es aquí donde me trae mi mente cuando necesito un lugar en el que estar en paz... -se abrazó a sí mismo, frotándose los brazos para combatir el frío-. Siempre he pensado que las vastas extensiones de nieve y hielo resultaban extrañamente reconfortantes... A pesar de obtener mi poder del calor de las estrellas. Quizá sea cierto que nos sentimos atraídos por nuestros opuestos... Aquello que podría matarnos.
¿Estaba otra vez pensando en Dalae? Habría sido imposible adivinarlo.
Después de caminar durante un rato, el camino de montaña que seguían llegó a un abrupto final frente a un precipicio. Al fondo había un valle nevado, y un tenue brillo rojizo parpadeaba de vez en cuando, como llamándolos. Aparentemente habían llegado a un camino sin salida... ¿O no? Después de todo... era su sueño.
Arión podía sentir el familiar cosquilleo de la energía mágica crepitando en torno a sus dedos. Como si supiera exactamente lo que tenía que hacer, alzó las manos por encima de su cabeza, extendiendo los dedos para alcanzar los hilos multicolor que conformaban la magia. Con ágiles y rápidos movimientos, tejió el conjuro al tiempo que un pentagrama resplandeciente del color de la aguamarina se formaba en el aire. Del pentagrama se extendieron suaves aros etéreos que descendieron, atrayendo esquirlas de hielo que se iba desprendiendo de las paredes a su paso, arrancando resplandecientes destellos a la luz del sol y conjurando un glorioso arcoiris de color a medida que las lascas se unían, conformando una escalera de hielo que descendía hasta el final del valle. Los dos hombres y el cuervo emprendieron el descenso sin decir nada más, siguiendo el camino de la luz hasta llegar a...
- Por los dioses... -musitó Arión.
Sueño le miró y, entonces, notó la luminosidad que se había encendido en su pecho... latiendo al ritmo de la estrella.
No tuvo tiempo de asimilar lo que estaba ocurriendo, porque, en ese momento, un estremecimiento sacudió la tierra, y una profunda grieta se abrió en el cielo. Morfeo se llevó la mano a su propio pecho, con un gesto de dolor, y el sueño volvió a la normalidad.
Nuestro tiempo se acaba -musitó el Eterno, y, como si quisiera reafirmar sus palabras, el suelo volvió a estremecerse de nuevo, cada vez con mayor intensidad. Una nueva escalera se formó entonces, sólo que ésta era de piedra, y se perdía entre las nubes-. Tu presencia es requerida en la Vigilia, Ahri’ahn.
Aquella frase le trajo recuerdos de épocas y responsabilidades distantes. Arión contempló el camino que se abría ante él, en la forma del traje que había sido su símbolo y legado, aguardándole al pie. Arión contuvo el aliento al acariciar el sagrado tejido. Casi podía escuchar una vez más las palabras de su padre, como si hubieran sido pronunciadas el día anterior, y no hacía más de 145.000 años... "Tu destino, Ahri'ahn... y la salvación del mundo".
Aquél era el momento de no retorno. La decisión final. Si se ponía ese traje, regresaría a la vida, el dolor y el sufrimiento. A sus deberes y responsabilidades. A la soledad de una vida sin Chian. Si no lo hacía, permanecería en aquél limbo que ya empezaba a descomponerse. En paz y solaz, pero... ¿por cuánto tiempo? Si el mundo allí arriba perecía, él moriría también, y, entonces, el sueño terminaría. ¿Eso era lo que le estaba ocurriendo a Morfeo?
Con un trémulo suspiro, se vistió con las familiares prendas que le habían resultado ajenas durante el tiempo que había dejado de ser él mismo. A diferencia de entonces, algo en aquél sencillo ritual se sintió como correcto. Terminó de ceñir los broches de la capa sobre sus hombros, y, entonces, la gema roja se materializó como por arte de magia en el hueco reservado para ello en su pecho. Y Arión supo que estaba justo donde tenía que estar.
Se giró para mirar a Sueño y al cuervo una última vez antes de iniciar el ascenso hacia el ya conocido abrazo del dolor. Las últimas palabras del Eterno se quedaron grabadas a fuego en su mente:
Ahri’ahn de Atlantis, cuando tu mundo haya sido salvado… Regresa aquí. Quizá aún quede algo que salvar.