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Omega Universe - Foro de Rol de Marvel y DC
Los Universos de DC y Marvel se han unido en uno solo. ¿Qué ha sucedido? ¿Quién está detrás de todo? Y, lo que es más importante, ¿cómo reaccionarán héroes y villanos de los distintos mundos al encontrarse cara a cara...?
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Tema: JAVIS {Autoconclusivo] PRE-OMEGA 27th Julio 2021, 20:07
Los soles brillaban con fuerza aquella tarde, por entre los edificios cristalinos se reflejaba la luz, una mezcla del color blanco de uno de los soles y el rojo del otro, dándole a aquella ciudad su nombre tan característico “Shak’na hee Ne Tai”, o cómo la habrían llamado los antiguos “La ciudad de las mil luces”. Mas no era aquel nombre de lo que más se enorgullecía la población de la capital del tercer planeta del sistema solar doble, no; el descomunal museo que coronaba la ciudad era el culmen de todo por lo que los fundadores de la ciudad lucharon, una forma de preservar la historia alienígena que una vez existió en otros planetas.
Cada edificio del conjunto estaba dividido en varias partes, cada una de ellas dedicadas a una civilización diferente, teniendo algunas más espacio dedicado ya que, claro, no siempre se podían encontrar rastros de civilizaciones o especies hace milenios desaparecidas. Hoy el museo estaba particularmente lleno, siendo el aniversario de uno de sus hallazgos más famosos, el público no paraba de entrar y salir, incluso venían de los rincones más perdidos de la galaxia, e incluso el universo, para poder ver los hallazgos del museo… aunque no todo el mundo disfrutaba de la tarde pacíficamente.
De entre los visitantes al museo apareció una Axtellaha llamada Nay’leen, una raza en la que toda su especie estaba constituida por el género femenino y que se reproducen mediante esporas, que apartaba con sus largos brazos superiores al público allí presente, mientras que en sus pequeños brazos inferiores sujetaba varios cristales de información cuadrados que le acababan de llegar desde la expedición del museo en uno de los planetas abandonados de la galaxia. Llegó a su despacho, pulsando el botón que disipó el líquido que hacía como puerta y entró en un gran apuro, soltando los discos en la mesa, constituida por un líquido similar al de la puerta, tragándose los discos a fin de procesarlos en la base de datos del museo al que estaba conectada, saliendo poco después una proyección en 3D con la información contenida en los discos.
Nay’leen no se lo podía creer; los antiguos habitantes del planeta parecian haber tenido una civilización más avanzada de lo que se creía en un momento, al menos lo que se veía en aquellas transcripciones si el meteorito no hubiese impactado, los seres que una vez habitaron ese planeta podrían haber sido capaces de conseguir viajar entre las estrellas. Mas no fue ese el destino que les aguardo, su destino fue desaparecer para que ahora el museo de Shak’na hee Ne Tai tomará sus recuerdos para que no fueran olvidados en el vacío del espacio. Cada nuevo dato que salia de los discos emocionaba a la investigadora; cada pieza de arte, rastro de animal o herramienta le parecían fascinantes, tanto fue asi que la tarde se le pasó volando.
Cuando salió, todos los visitantes del museo ya se marcharon hace tiempo, suspirando entristecida ya que charlar con los visitantes también era una de sus actividades favoritas… aunque puede que su deseo de conversar fuese a ser correspondido cuando, al pasar por la sección de “Humanos”, nombre que descifraron en unas antiguas y rudimentarias herramientas de la especie llamadas “libros”, vio una figura, parecía un robot de aspecto masculino que miraba el esqueleto de la especie “Helliofex”, o “colmillo terrible”, que tenían en la vitrina de cristal líquido, un animal carnívoro que habitó en el planeta de origen de los humanos, la tierra
-¿Le interesa el Helliofex?- le preguntó Nay, acercándose al robot -podría contarle muchas cosas sobre este animal, tenemos la teoría de que era un superdepredador y que podría haber dado caza incluso a los humanos.
Ante sus palabras, el robot giró la cabeza lentamente, se quedó mirándola unos segundos y, saliendo un gas de sus orificios delanteros, se formó la palabra “Ti”, que significaba negación, un simple no… la investigadora no sabía muy bien a qué venía eso, pero pensó que era porque el robot no quería escucharle hablar sobre el animal, así que dio un paso atrás, dándole su espacio. El visitante cibernético continuó su visita por la sección, parándose ahora en una especie de disco grisáceo muy grande, Nay volviendo otra vez a intentar iniciar una conversación
-Oh, este objeto es muy interesante; se trata de un rudimentario disquete de información, hecho por un material al que los humanos llamaban Adamantium- Nay señaló un trozo de mineral que posaba al lado del enorme “disco” -Hemos intentado encontrar la información que inscribieron en el, pero al ser tan vasto y rudimentario, nos ha sido imposible descifrarlo
De nuevo, el robot se giró, aunque esta vez no miró a Nay ni dijo que dejara de hablar, simplemente continuó su visita, parándose de vez en cuando cada vez que veía algo que llamaba su atención, teniendo que escuchar la explicación de Nay’leen cada vez que lo hacía… hasta que llegó al culmen de la exposición, el hallazgo más reciente del museo y por el cual todos aquellos visitantes estuvieron ese dia en el museo; un tapete de piel de un animal ya extinto, en el que había dibujado una figura con la historia de dicha figura escrita en un lenguaje que se parecía al que Nay’leen hablaba, por lo que no podia tener mas de veinte mil años de antiguedad
-Ah, esto… se preguntara porque lo hemos puesto en la sección de humanos, pues vera- señaló al dibujo del tapete -Hemos descubierto que él era humano… o al menos una deidad de los humanos, el “Dios humano” le llamaban, bueno tiene más nombres, como el “Dios solitario”, aunque en toda la galaxia… o el universo casi diría yo, se le conoce por el mismo nombre… “El hombre imposible”
El robot pareció no escucharla, parecía que estaba en… trance, mirando el tapete hipnotizado por su belleza, por su historia
-Conoce su historia ¿no?- le pregunto Nay, llamando la atención del robot que volteo la cabeza levemente a ella para poder verla de reojo -es de mis favoritas; como un ser tan poderoso, que podía levantar civilizaciones y acallar guerras con su mera presencia, acabó desapareciendo de la historia, convirtiéndose en un fantasma que a veces se aparecía… siempre que algo importante en la historia estaba a punto de suceder, ahí estaba él… ¿No te parece una historia maravillosa?
La Axtellaha se rio, el robot la miró unos instantes y luego volteo la cabeza de nuevo hacia el tapete; la figura del hombre imposible adornaba gran parte de este, su vestimenta un poco rara aunque los estudios decían que era ropa típica de los humanos. Nay se acerco al tapete, fijandose en los ojos pintados de negro en el tapete y suspiro, notando el robot un cierto tono de tristeza en este gesto, girandose de nuevo a ella
-Aunque también siento una enorme tristeza por el, mire los ojos- señaló la mirada dibujada en el tapete -Son ojos tristes… todo el mundo que narra su historia siempre coincide en lo mismo; siempre estaba solo, nunca acompañado, que era el último de su especie, el último de su galaxia… ¿Tiene que ser triste no? Vivir una vida tan solitaria....
El robot miro a la pintura, de sus orificios no salió ninguna palabra, quedando mesmerizado ante la imagen que se mostraba ante sus orificios visuales, Nay no tenía ni idea de que podía estar pasando por los circuitos internos de la máquina, si se podría estar imaginando como era en realidad el ser que estaba dibujado en el tapete o si intentaba entender su historia… A pesar de lo mucho que sabía sobre otras especies, Nay’lee no era capaz de leer sus mentes, ella no era uno de esos seres gaseosos de la quinta estrella de la galaxia que se comunicaban por telepatía.
A pesar de sentir fascinación por lo que el robot estaría pensando sobre el hombre imposible, que ella aun seguía con la idea de que tal vez no era más que una leyenda, un cuento antiguo de los humanos que llevaron a través de la galaxia cuando consiguieron desbloquear el secreto del viaje intergaláctico, el museo estaba cerrado y no podía dejar a aquel visitante ahí encerrado, así que le aviso del cierre mientras se dirigía a apagar la iluminación de la sala
-Perdone, pero vamos a cerrar ya, si no le es mucha molestia podría
Al girarse, la máquina había desaparecido sin dejar rastro, Nay girando de lado a lado, buscando incluso en el techo algún rastro de él, pero no encontró nada… A lo mejor no fue más que una proyección, un montón de nanorobots que juntos tomaban la forma de uno mayor… no importaba, ella sabía que muchas especies y seres diferentes habitaban esta galaxia y las galaxias vecinas. Apago las luces, cerró las salas con un cierre magnético y salió del museo, hoy tenía una cena familiar, tenía que llegar temprano o empezarían sin ella
Por lo visto, el robot no era ninguna proyección al igual que no eran nanorobots, sino que se teletransporto de nuevo a su nave, un pequeño vehículo interuniversal único en el universo, diseñado por un genio hace milenios que con el tiempo fue añadiendo mejoras para que el vehículo pudiese soportar cada vez viajes más largos. Incluso el robot no pareció ser una máquina cuando se tocó la parte trasera de la cabeza se escuchó un click, saliendo un poco de gas de sus orificios dejando al ser que se ocultaba tras esa máscara salir a la luz. Su piel era blanca y carnosa, su pelo facial era escaso pero algo tenía, sobre todo por encima de los ojos, de los cuales solo tenia dos de color verde… si aquella alienígena del museo le hubiese visto sin el traje lo habría reconocido ipso facto… puede que por eso lo llevaba puesto, para escapar de la realidad, de quien… de lo que era.
Sus ojos alzaron la vista hasta las estrellas, una imagen llena de colores y formas que dejarían sin palabras incluso al mas intrépido explorador de los rincones más oscuros de la galaxia… pero en sus ojos ya no se hallaba la alegría ni el éxtasis que se producían cuando disfrutabas de una vista así… las imágenes que pasaban delante de él ya no tenían más significado que una mota de polvo que caía propulsada por el viento, pues nada podía causarle sensación alguna; su vista, su olfato, su gusto, todas sus sentidos fueron agotadas hace milenios, en su mente ya no existía espacio para la alegría, la tristeza, solo era una cáscara de lo que una vez fue… incluso ya ni se acordaba de lo que una vez fue, su nacimiento, su familia… todas esas memorias habían sido perdidas en el tiempo, convirtiéndose en polvo que se escabulle entre las estrellas.
Hubo un tiempo en el que buscó explorar la galaxia, contactar con civilizaciones nuevas, hacer amistades, tener familias… Eso ya no era más que otro recuerdo más que se escondía en su mente, una leve pintada en su psique la cual a veces se dejaba notar. Sus ojos volvieron a la máscara que usaba para ocultar su rostro, quedándose unos segundos con ella en la mano… ni siquiera podía recordar cuánto hace que llevaba esa máscara, cuánto tiempo hace que dejo de tener nombre, el tiempo ya no existia para el, los años pasaban sin inmutarse, no era más que una ilusión, un truco de magia del que él no formaba parte.
Depósito la máscara en su cajón correspondiente de la nave y tomó el control de la nave, colocando sus manos en los “rudimentarios” controles que el mismo diseño, o eso creía recordar, dando un salto en el espacio; el tapete le recordó un sitio que deseaba visitar, el lugar que aún recordaba haber llamado casa hace millones de años; la tierra.
Lo que una vez fue el sol que dio vida al planeta de origen de la raza humana ahora se había convertido en un gigante rojo, una masa supermasiva de fuego incandescente que calcinó todo lo que se encontraba en la superficie de la tierra e hirvió todo aquella que se encontraba en su interior, matando a todos los seres vivos que aún podían existir en esa planeta hace ya milenios abandonado. Aunque eso no le importaba a él, ya que su traje le permitía aguantar las temperaturas tan sumamente elevadas del planeta, que podrían fundir la mayoría de los metales con una rapidez asombrosa. Se teletransporto a la superficie, posando sus pies en la tierra roja del planeta y miro al horizonte; donde antes hubo mares, ciudades enormes llenas de vida y bosques tan grandes que se podían ver incluso desde el espacio, ahora solo se podía ver piedra rojiza, un planeta muerto y sin vida… aunque él tenía algo, un regalo para el planeta… o para el.
De su traje sacó un extraño disco metálico con cristales a los lados, un proyector diseñado por el mismo que lanzó al suelo, clavándose en la piedra y tras unos segundos de inicialización, empezó a proyectar las imágenes que fueron programadas en su interior… edificios, calles, arboles, un cielo azul con hermosas nubes de color blanquecino… y personas, niños, niñas, hombres, mujeres, personas de todo tipo que paseaban por las calles, que se gritaban discutiendo sobre cosas mundanas, que paseaban con unos pequeños vehículos, patinetes creía recordar que se llamaban, por entre los coches que conducían por la carretera. De detrás de la máscara, los ojos verdes del hombre… mostraron un rastro de emoción después de milenios sin inmutarse, acercando su mano a la gente que paseaba por la calle, siendo atravesada por la proyección… aun sin poder tocarlo, sentía el calor de la brisa, el sonido de la calle le retumbaba en los oídos y las voces de los peatones eran tan reales que ni siquiera parecían parte de la proyección. Se sentó, en el duro y ardiente suelo de aquel planeta muerto, cerrando los ojos y disfrutando del ruido, el sonido de la calle, de las personas caminando y los coches corriendo para llegar a su destino… el sonido de la vida.
El proyector no pudo aguantar mucho tiempo encendido en la temperatura extrema del planeta, así que no tardó mucho en estropearse; primero la imagen empezó a tener temblores, errores en la imagen y, al final, la proyección se apagó. No sabía cuánto llevaba sentado en aquel suelo rojizo, pero cuando sus ojos volvieron a ver el cielo sin vida y la, ahora gigantesca, estrella que iluminaba el cielo, de sus ojos volvió a desaparecer cualquier muestra de emoción. Se levantó con cuidado, ayudándose con los brazos para levantarse y se quedó mirando al horizonte, una enorme llanura cubría todo lo que sus ojos podían ver… hace millones de años tuvo familia en este planeta, recordaba… ser feliz, pero los nombres, los rostros… habían desaparecido de sus recuerdos.
No recogió el proyector, ya no le hacía falta… volvió a teletransportarse a su nave, su historia aun tenia muchas paginas por escribirse.
El motor de la nave se detuvo en el vacío del espacio, del cristal asomando los ojos verdosos del hombre que se hallaba en su interior. Ni en los más oscuros pensamientos del autor mas perturbado del género de terror podría describir lo que aquellos viejos y tristes ojos estaban procesando con sus retinas aquel mismo instante… nada. Donde antes hubo estrellas, hermosas nebulosas de inimaginables colores y olores, planetas orbitando alrededor de gigantescas masas solares y hermosos cielos… ahora nada. Ni siquiera la más pequeña de las luces alumbraban el oscuro cielo, un vacío infinito que se extendía más allá de lo que la mente podía comprender, ni el mas genio de los genios ni el mejor de los autores sería capaz de describir aquella imagen ni la sensación que esto podía producir en cualquier mente sana.
Llevaba tiempo recorriendo ese vacío infinito, buscando algún indicio que le indicara que aun existía vida en el universo, aunque fuese en estado gaseoso y no fuesen mas que microbios o incluso átomos… nada, lo poco que conseguía encontrar iba cada vez alejándose más y más, ni siquiera podía encontrar indicio de los planetas que tiempo atrás inundaron la galaxia, todas aquellas grandes civilizaciones, cada rey, cada presidente… cada dios y demonio, todo aquello olvidado por el paso del tiempo, un universo muerto y sin vida, cuyos átomos se alejaban cada vez más los unos de los otros hasta quedar un frío vacío… salvo por el. El seguía con vida, mirando cómo la vida del universo pasaba delante de sus ojos, como el universo, el espacio y el tiempo morían poco a poco sin poder hacer otra cosa que sentarse a mirar… en esos últimos momentos, cuando el vacío llenaba sus retinas, apareció en su rostro un gesto que miles de años atrás le habría parecido imposible de siquiera intentar; una sonrisa.
Pero no solo una sonrisa… una risa también, una risa angustiosa que con una sutileza casi indistinguible se convirtió en un llanto, un llanto agónico, desesperado y ahogado, el último sonido con vida del universo; un hombre, triste y solitario, llorando la muerte de la luz. El llanto cesó, las lágrimas se secaron y los ojos pudieron descansar, tomando entre sus manos la máscara de su traje y abrió la escotilla de su nave. Echó un último vistazo a su interior… no tenía fotos de ningún tipo, ni discos de información, ni nada que le pudiera recordar a su vida… era una cáscara vacía, al igual que lo era el, así que salió de la escotilla, se sujeto de la nave y… dio un salto, dejándose llevar por la cinética que cada vez le alejaba mas y mas de la nave.
Cuando levanto la mirada, un vacío infinito le rodeaba; hacía años que dejó de ver la nave en el horizonte y ni siquiera podría decir cuánto tiempo llevaba flotando. Su mente parecía estar al fin en paz, tranquila, pues ya no tenía que pensar en nada más que la oscuridad que les rodeaba… y en las voces que escuchaba, voces de seres de planetas diferentes, de gigantescas criaturas que rugían, el sonido de soles explotar y de cometas pasar al lado de su nave, risas, gritos… voces de niños, de mujeres… un piano, sonaba un hermoso piano, una ovación… y silencio. Abrió los ojos, pues su corazón sabía lo que estaba por venir, pero su alma luchaba por no aceptarlo, no lo quería, detestaba la verdad de lo que estaba por suceder… el universo no podía morir, debía hacerlo, pero no podía… por su culpa, por ser el último ser que aún respiraba en el universo. Se apretó el pecho a través del traje, le apretaba tanto que parecía estar a punto de ser desgarrado desde dentro, conocia su futuro y sabía que era el momento, el momento... del Ente.