Una nueva Edad de Hielo (Poison Ivy) [21/08/2018]

Prácticamente amanecía cuando Poison Ivy logró llegar finalmente a su refugio en el invernadero, colocando el ejemplar de Fuchsia macho que le había entregado Batman para repoblar la especie en un entorno lo suficientemente húmedo como para emular las características de su Sudamérica natal. Había sido un día intenso en el que había tenido que dar mucho de sí misma para salvar aquél valioso ejemplar, así que necesitaba descansar antes de...

El hombre no hizo el menor sonido, deslizándose por encima del césped y el musgo sin quebrar la más mínima hoja o ramita. No habría podido escucharle acercarse de no ser por los gritos de advertencia de sus hijas, mudas guardianas de cuanto ocurría en sus dominios. La mujer planta se volvió, dispuesta a volcar toda su ira sobre el que no podía ser más que otro de los hombres de Ra's al Ghul, pero antes de que pudiera llegar a transmitir las órdenes a sus preciadas criaturas, observó, con sorpresa, cómo el ninja ataviado de negro se arrodillaba respetuosamente ante ella, doblegando la cabeza en gesto de sumisión al tiempo que alzaba en su dirección sus manos abiertas, sobre cuyas palmas descansaba lo último que Ivy habría esperado ver en aquél contexto: una tablet.

El ninja no se movió, ni alzó la cabeza, permaneciendo en su posición a la espera de que la mujer tomara el artefacto tecnológico. La mujer planta vaciló, pero sólo por un instante. Se encontraban en sus dominios, el corazón de su poder, donde era muy poco probable que pudieran llegar a vencerla, y, según lo que le susurraban sus plantas, el hombre estaba solo. Al final, pudo más la intriga que le generaba toda aquella representación, pero no se arriesgó a recogerla ella directamente, sino que empleó finos tentáculos de enredadera para levantarla de las manos del hombre hasta haberse asegurado de que no parecía estar vinculada a ningún tipo de explosivo. Cuando finalmente la tocó, la pantalla se iluminó al instante, reflejando a un hombre al que no había visto antes, pero al que no le costó nada reconocer: Ra's al Ghul.


El villano estaba sentado en una sala repleta de pantallas que reflejaban diversas localizaciones distribuidas por todo el mundo, dando una idea bastante clara de hasta dónde llegaba el alcance de su influencia.

- Buenos días, Hiedra Venenosa -comenzó, en actitud seria y solemne, con las manos cruzadas sobre su regazo-. Ruego me disculpe por los medios poco convencionales empleados para tener ésta conversación, mas me temo que no me encuentro en Gotham en éstos momentos. Mis hombres me han informado acerca del desarrollo de los últimos acontecimientos, que han terminado realizando un giro con el que no contaba previamente. Por otro lado, coincidirá conmigo en que no habría resultado cauto por mi parte personarme en su hogar después de nuestro desafortunado primer encuentro... -su rostro sereno mostró un leve gesto de pesar-. Me disculpo por eso, y por el dolor que le ha debido causar la muerte de todas esas plantas... Pese a lo sucedido, debe saber que siempre consideré al ser humano como el único y principal cáncer de éste mundo. Mi lucha siempre ha sido para preservar el planeta y toda la belleza natural que hay en él, extirpando de raíz éste tumor que amenaza con destruirlo todo, lo cual, en realidad, no hace sino apuntar a la simbiosis entre nuestros objetivos. No obstante, considero Gotham como la peor representación de ésa podrida corrupción que pretendo erradicar, un pozo infecto que debe ser destruido a toda costa, sin importar el precio a pagar, para, de ésta manera, evitar que la enfermedad se expanda, de la misma manera que se debe cortar un miembro necrosado para salvar la vida del paciente. No espero, con ésta explicación, que perdone el atentado realizado contra las especies bajo su protección, así como mi interés manifiesto en destruir su ciudad. Ni tan siquiera espero acabar en buenos términos con usted. Tan sólo espero que mi palabra de que no pretendía involucrarla de ésta manera ni perjudicarla en modo alguno la aliente a escuchar lo que tengo que decirle. De no ser así, lo único que tendría que hacer sería devolverle el dispositivo al hombre que se lo ha traído, pero creo que, si continúa escuchando, descubrirá que una colaboración entre ambos resultaría mucho más beneficiosa que un enfrentamiento.

>>No sé cuánto le habrá contado el Detective sobre mí, pero baste saber que hace mucho que camino por éste triste mundo, siendo testigo de las brutalidades y abominaciones cometidas por el hombre. Se habla mucho ahora acerca del "calentamiento global", pero lo cierto es que no se trata, precisamente, de un fenómeno moderno, aunque no comenzó estudiarse en detalle hasta el siglo XIX. Permíteme ahora algunos detalles técnicos... Desde 1880, la temperatura promedio de la superficie de la Tierra ha aumentado alrededor de 0,8°C, y la velocidad de calentamiento casi se duplicó en la segunda mitad de dicho periodo. Desde 1979, las temperaturas en la troposfera inferior se han incrementado entre 0,13 y 0,22°C por década. No me cabe duda de que habrá podido observarlo en la progresiva precocidad en la floración de las plantas. Ni qué decir tiene que se trata de un fenómeno que me preocupó sobremanera, y me dediqué a estudiarlo a conciencia. No tardé demasiado en averiguar que los efectos del calentamiento global acabarían por generar, muy lentamente, una glaciación. Pues bien... ¿ha oído hablar alguna vez de las Crónicas de Choloh? A lo largo de mi prolongada vida mostré siempre interés por cultivar el conocimiento, incluido aquél que se refiere a antiguas civilizaciones que destacaron por sus logros y avances. Las Crónicas de Choloh, en concreto, constituyen un interesante vestigio de la historia del continente perdido de la Atlántida en el cual se recogen una serie de relatos acerca de la vida, entre la leyenda y la realidad, del gran Arión de Atlantis, un poderoso hechicero que nació hace 145.000 años y fue capaz de detener con su magia una glaciación que habría devastado toda forma de vida sobre la tierra hace 45.000. ésto, por supuesto, atrajo mi atención, dedicando un gran número de mis recursos a buscar todos los registros e informaciones que pudieran existir sobre él, o sobre personas que encajaran en la descripción de sus hazañas. Pues bien... encontré vestigios prácticamente en todas las épocas... Desde el legendario Zuhayr ibn Janab ibn Hubal al-Arion, jefe de la tribu Banu Kalb, poeta guerrero en la arabia del 50 a.C, perteneciente, según las leyendas, a los prodigiosos muʿammarūn ("centenarios", en árabe. Inmortales); al célebre Arion de Lesbos, un músico griego que, según se dice, fue capaz de invocar a unos delfines para que acudieran a rescatarle cuando los tripulantes de la nave en la que viajaba intentaron matarle para robarle; hasta un tal vizconde Jean-Simon Giscard D'Arion que vivió en París en el siglo XVII, y según otros registros aún más secretos incluso formó parte de la corte de Camelot... Sabiendo eso, movilicé todos mis recursos para tratar de localizarle, cosa que hice, en la ciudad alemana de Baden-Baden, como uno de los clientes asiduos de su famoso casino. Sin embargo, tras una peculiar e interesante, aunque a la par decepcionante, charla con él, tuve ocasión de constatar que aquél hombre ya no era el mismo que había detenido la glaciación 45.000 años atrás. La inmortalidad nos cambia, y yo, que no llevo en el mundo más de seis siglos, no puedo aspirar a imaginar cómo ha debido ser para él después de tantos milenios.

>>Había llegado a desarrollar una curiosa teoría, según la cual, cada vez que se interfería en el desarrollo natural de los acontecimientos para impedir determinadas catástrofes, ya se tratara de desastres naturales como la destrucción de Pompeya, o combatir contra el mal en cualquiera de sus formas, dicho mal no era destruido, sino únicamente contenido, a la manera de un río que se acumula contra una presa cuando intentas artificialmente modificar su rumbo, hasta que, llegado un punto concreto, la presa ya no es capaz de seguir conteniendo el embite de las aguas, y, lo que podría haber sido una simple ola, termina convirtiéndose en un maremoto de proporciones abismales que arrasa con todo cuanto encuentra en su camino, causando así, muchísimo más daño del que podrían haber causado las pequeñas olas aisladas. Según ésta teoría, para que pudiera existir el verdadero equilibrio era necesario no interferir ni ayudar de ningún modo, pues, hacerlo, implicaría eventos catastróficos de proporciones bíblicas a posteriori, razón por la cual se negó a ayudarme. Por desgracia, en el siglo XIX no existían los medios científicos y tecnológicos de los que disponemos hoy día, por lo que me vi obligado a esperar a que la ciencia evolucionase lo suficiente para proporcionarme los datos necesarios para detener esta inminente catástrofe. Le agradará saber que he llegado a unas interesantes conclusiones en las que creo que usted podría tener un papel muy importante... He descubierto que, colocando algas unicelulares en la estratosfera para absorber el exceso de CO2 se podría disminuir el nivel de radiación del sol simplemente a través de la fotosíntesis. No sería una solución definitiva, pero conseguiríamos tiempo para salvar el planeta... y a las plantas. Poseo los cálculos, la ciencia y los conocimientos para saber exactamente qué habría que hacer, y cómo. Usted me ayudaría a generar y desarrollar las algas, pero aún necesitaríamos encontrar la manera de mantenerlas flotando en la estratosfera, y eso es algo que sólo podría conseguirse mediante magia, lo cual, lamentablemente, se trata de un campo que escapa a mi control. Sin embargo, en eso también podría ayudar usted.

Haciendo una nueva pausa, Ra's juntó las puntas de sus dedos en el mentón, dirigiendo una mirada tan penetrante a la cámara que costaba recordar que se trataba tan sólo de una grabación.

- Sé que Arión rechazó ayudarme en el pasado... pero tuve ocasión de comprobar uno de los efectos que la inmortalidad ha tenido sobre él. Se ha vuelto decadente, dado a toda suerte de vicios y goces a causa del aburrimiento. Se trata de un hombre que prefiere pasar sus días absorto en las brumas del alcohol, las drogas o en el completo olvido del placer carnal como una manera fácil de pasar sus días, un hombre que, en su empecinamiento por mantener la neutralidad total, ha perdido el norte que le habría proporcionado tener un objetivo, o algo por lo que vivir. Se trata, en definitiva, de un hombre que, a pesar de su fortaleza mental, podría muy bien caer presa de los influjos por los que es tan conocida, Hiedra. Realmente cuento con que podría triunfar allí donde yo fracasé y convencer al hechicero para que nos ayude... ya sea de motu propio o en contra de su voluntad. Si el plan le convence, el hombre que le trajo la tablet le proporcionará todos los datos que necesite para llevar a cabo ésta misión, así como la manera de contactar posteriormente conmigo para poder aunar nuestros esfuerzos. Tómese el tiempo que necesite para reflexionar sobre ello y considere cuán maravillosamente irónico resultaría que aquella a la que los cortos de mente consideran una villana llegara a contribuir a la salvación del planeta de una manera infinitamente más útil que todos esos supuestos héroes que han jurado defenderlo. Esperando poder contar pronto con noticias suyas, me despido...

En ese momento, la grabación llegó a su fin y el ninja se incorporó, aguardando la decisión de la mujer.

Pamela había pasado una racha bastante extendida de tranquilidad y eso, en la cabeza de cualquier Gothamita se traduce como el previo de una tormenta a punto de caer en cualquier momento. Apenas descansaba de haber tenido que cuidar de Rebecca cuando aquel día las voces le advirtieron con urgencia. A pesar del aviso previo de sus hijas, le pilló desprevenida. De no ser porque el ninja no tenía intenciones hostiles, tal vez hubiese tenido un problema mucho mayor que tener que soportar las palabras de Ra’s al Ghul. El esbirro que tenía ante ella sabía lo que hacía y estaba bien entrenado, de otro modo no hubiese podido sorprenderla, ni a ella ni a las plantas.
-¿Pero qué…?- la desconfianza de la metahumana hizo acto de presencia en los pequeños gestos hacia la tablet. Todo lo que tuviese una pantalla era sospechoso de estallar en cualquier momento. Y cuando por fin disuadió sus dudas, empezó a escuchar el mensaje.

Su primer instinto fue enarcar una ceja como puro gesto de distancia y desconfianza. No sólo la relación con Ra’s al Ghul estaba algo perjudicada, es que tenía claro que si le contactaba después de todo, sería para pedirle algo. Nada es gratis en Gotham. Escuchaba primero con hastío, pensando en sus adentros por qué tenía que seguir escuchándole. Luego llegó la disculpa… y luego la curiosidad.

Rodó los ojos cuando procedió a explicarle el funcionamiento y la historia del calentamiento global. La conocía muy bien, así como sus efectos secundarios. -Por dios escúpelo ya… ¿Qué diantres quieres?- Siguió escuchando con atencion.

El nombre de Arión resonaba en su cabeza. ¿Qué pretendía, colaborar con un hechicero inmortal para salvar el planeta? Sonaba lo suficientemente poderoso como para poder resolverlo él solo. - aquél hombre ya no era el mismo que había detenido la glaciación 45.000 años atrás - Qué raro, un hombre corrompido por el poder. Eso sólo se veía todos los días. Por lo visto habían tenido contacto antes, en el que el mago no estaba del todo disponible para las peticiones del ecoterrorista.

Sin embargo él… tenía un plan. Algas unicelulares en la estratosfera… ¿Era eso posible?

Los dedos de pamela, que descansaban apoyados en una mesa sobre la que brillaba la tablet, empezaron a tamborilear en la superficie. La sed científica se agarró en su garganta como una mala arcada que no terminaba de salir. -Se puede cultivar la microalga Nannochloropsis gaditana en un biorreactor de medio poroso utilizando para la recirculación del cultivo una bomba sumergible de pecera…- pero aún tenía el fallo de colocarlo directamente en la estratosfera, y como Ra’s decía… eso ya era cuestión de magia. -Sin embargo, en eso también podría ayudar usted.- Pamela se detuvo en seco y alzó una ceja. Magia… ¿Qué quería de ella?

-podría muy bien caer presa de los influjos por los que es tan conocida- Le dieron ganas de vomitar. No sólo quería usar sus conocimientos, aunque tenía que reconocer que la curiosidad le había motivado suficiente para colaborar en ese aspecto. Quería usarla como mujer para hacer que el mago volviese a cooperar con él. ¿Debía hacer de la prostituta de Ra’s al Ghul para que ese plan fuese posible? Porque la respuesta era cristalina ante esa petición.

Al menos había tenido la consideración de aclarar que su parte sería convencerle… con o en contra de su voluntad.

El mensaje terminó y la pantalla se oscureció. Detrás de si el ninja se puso en pie. Ella se giró, pensativa con la mirada más allá de lo que veía, mordiendo una de sus comisuras con el ceño fruncido. Su talón tamborileaba el suelo inquieta.

Se giró abruptamente hacia la tablet de nuevo y buscó el modo de contactarle, algún teléfono satelital, alguna señal encriptada… algo… Y antes de darse cuenta, estaba llamando al terrorista con su propia imagen reflejada en la pantalla, esperando que contestase. Rápidamente su imagen se hizo pequeña y se desplazó a una esquina, dejando paso a una imagen grande del rostro de Ra’s al Ghul. -Se puede cultivar la microalga Nannochloropsis gaditana en un biorreactor de medio geotextil utilizando para la recirculación del cultivo una bomba sumergible de pecera. Si la bomba no funciona el cultivo no saldrá. Como estimador de la biomasa producida hay que usar la propia concentración de clorofila. La cantidad de biomasa en el cultivo con aportación de CO2 no debería diferir significativamente de la cantidad de biomasa obtenida en cultivos sin aportación de CO2. Por tanto este alga no consumirá más carbono del estrictamente necesario para su crecimiento, y la disolución del CO2 en el medio de cultivo, en este caso la estratosfera, será suficiente para cubrir la necesidad del alga.- Hizo una pausa para tragar. Tampoco quería dejarle hablar. -Tú te encargas de llevarme ante él. Lo demás es cosa mía- Colgó la llamada y desvió una mirada de soslayo a la sombra que aún esperaba de pie.

-Me la quedo- y volvió a colocar la tablet en la mesa.

El lujoso palacio del Vizconde Jean Simon Giscard d'Arion se encontraba a las afueras de París en mitad de un frondoso bosque, y había sido levantado en el centro de una isleta rodeada de agua por sus cuatro extremos. A la entrada principal se accedía atravesando lo que antaño debió de ser un cuidado jardín artificial guiado por la mano del hombre para trazar complejos arabescos y figuras, pero que el ocupante actual de la mansión había decidido dejar crecer de manera natural hasta obtener en su lugar un colorido campo repleto de flores silvestres que habían conquistado gloriosamente los espacios entre las fuentes. El mismo tratamiento había dedicado a los jardines de los territorios aledaños al palacio, permitiendo que se desarrollaran sin intervención humana hasta conformar un precioso vergel donde los pájaros y demás animales del bosque podían vivir en libertad.

El clima de aquella zona era húmedo, con lluvias frecuentes, lo cual, unido a la abundancia de agua, hacía que las plantas estuvieran felices y satisfechas. Nada impidió el avance de la mujer hasta que estuvo en el puente que cruzaba el foso, donde un paso levadizo alzado suponía el único obstáculo hasta su meta. Sin embargo, su presencia en aquellos terrenos no había pasado inadvertida para el dueño de la mansión, que observaba en silencio desde la ventana de su estudio, en la planta superior.

La mujer no había hecho ningún esfuerzo por disimular su apariencia, y, a menos que hubiera muchas metahumanas de piel verde, cabellos rojizos y atavíos en sintonía con la naturaleza, tenía una idea bastante clara de quién se trataba.

- ¿Debemos activar las defensas mágicas, señor? -inquirió Trykhun, su fiel acólito.

- No -respondió él, con la mirada fija en la mujer que se la devolvía al pie del foso-. Baja el puente levadizo.

- ¿Señor? -el acólito inclinó la cabeza, extrañado-. Pero... es Poison Ivy.

- Lo sé.

- Es...

- Sé todo cuanto hay que saber sobre ella. Mi álter ego estaba fascinado con su naturaleza híbrida y reunió bastante información, pensando que, quizás, se encontraba ante una elegida de Deedra.

- ¿Entonces?

- Ivy no es una villana al uso, Trykhun. Sus intereses están allá donde la naturaleza la reclama, y nosotros no hemos quebrantado hasta ahora ninguna de sus leyes. Ha venido de manera voluntaria y se está presentando honestamente ante nosotros. Si quisiera atacarnos, ya lo habría hecho. Lo correcto es recibirla como marcan los cánones, al menos hasta que se demuestre que no ha venido en calidad de invitada.

- Prometedme al menos que no bajaréis sin protección, mi señor...

El archimago guardó silencio unos segundos, sopesando la petición.

- Si mi álter ego estaba en lo cierto en sus investigaciones, sus poderes tienen una base orgánica... No se trata de influencia mental o mágica. A decir verdad no tengo muy claro cómo lo consigue, ni tampoco si mis hechizos de abjuración podrían protegerme contra la naturaleza de sus habilidades, pero si pretende en algún momento dañarme de alguna forma, sea cual sea, lo sabré... y reaccionaré en consecuencia.



Las puertas se abrieron como por arte de magia ante Ivy, invitándola al interior de un vasto salón decorado sobriamente con una profusa mezcla de estilos y épocas, desde las tallas, el candelabro y los bancos góticos hasta objetos y muebles de estilo renacentista; sillones españoles del S. XVII, sillas y sillones Luis XIII y Luis XIV, banquetas del S. XVI, escabeles del S. XVI y XVIII, mesas del S. XVI-XVII, braseros del S. XVIII, arcones españoles del S. XV y japoneses del S. XVI-XVII… Aquél lugar era, prácticamente, el sueño de cualquier entendido en arte.

Al fondo había una chimenea blanca de intrincadas tallas al lado de un clavicémbalo y una escalera de caracol por la que se encontraba descendiendo con elegancia el archimago. Tenía un porte digno y regio, como si realmente perteneciera a la nobleza, pero, al mismo tiempo, la expresión de su mirada era humilde y noble. Como nota curiosa, en todo el salón Ivy no pudo encontrar rastro alguno de energía eléctrica, enchufes o cables de ningún tipo. La iluminación procedía, al anochecer, de varias arañas de bronce que pendían del techo, cada una compuesta de dos hileras de brazos de seis velas que simulaban tallos curvados, como hojas de viña recortadas y entrelazadas.

- Poison Ivy -musitó el mago, manteniendo la distancia-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Aún a pesar el rodaje y la experiencia, le resultaba sorprendente la capacidad oportunista de Ra’s Al Ghul. Y al final siempre encontraba un pequeño resquicio para salirse con la suya. Escocía, en las entrañas de la metahumana era innegable. Pero era un bien mayor, un fin lógico y consecuente. Y si finalmente el desarrollo del proyecto era posible, todo el mundo debería sacrificar algo. Y a eso ella estaba acostumbrada. Se preparó pronto. Se llevó un traje burdeos formal para todo el viaje, aferrándose a la mínima posibilidad de pasar inadvertida entre los pasajeros del avión. Aunque debía reconocer que desde el efecto caótico de Marzo de dos mil dieciocho había mucha más población con rasgos distintivos y eso permitía que los demás no resultasen tan llamativos.

El vuelo fue tranquilo, aunque no echaba de menos los aeropuertos. En cuanto se bajó del avión un coche la esperaba y pudo acercarse a la localización del mago sin problema, salvo una distancia prudencial a la que el chófer le indicó que debía seguir su propio camino. Según el vehículo se retiró, las ropas fueron transformándose en un mono completo con un patrón más propio, envolviendo su piel en hojas que parecían conocer sus medidas al detalle. Caminó hacia el palacio que ya vió desde el coche, sorprendiéndose de la paz que respiraba la flora de toda la zona. Estaban bien hidratadas, tranquilas y pulcramente cuidadas. ¿Quizá Ra’s al Ghul tuviese razón y hubiese algo de interés genuino en el hechicero de Atlantis?

Antes de lo previsto llegó a la puerta, los bucles pelirrojos se mecían con el agradable viento que le traía el aroma silvestre de todo el terreno. Caminó hasta que sus pies pudieron seguir un camino y se detuvo a borde de foso. Alzó la vista buscando tras las ventanas un rostro a que corresponder, no podía escuchar la conversación, pero mantenía la mirada a las siluetas que podía contemplar desde fuera. Lejos de cualquier tipo de violencia, se mostraba tranquila, paciente y con buenas intenciones. Había ido sola, desarmada y en su estado más puro. ¿Qué otra muestra de confianza necesitaban?

Finalmente pudo adentrarse al interior del palacio, notando el aroma de las velas y maderas de diferentes orígenes. Cruzó los primeros pasos observando de arriba a abajo la estancia. Primero la predominancia francesa en el estilo artístico, luego la riqueza de materiales y tesoros de otras partes del mundo, pero nada de eso fue lo que detuvo los pies de la villana por sorpresa.

No había maquinaria o electricidad alguna. ¿Tal vez compensase la comodidad de la energía con la magia? Quizá fuese simplemente un mago arraigado en sus tradiciones…
Sus ojos inconscientemente seguían en búsqueda de algún cable o pantalla que delatase su modernidad, pero no había absolutamente nada.

Antes de encontrar nada de eso, encontró a Arión, señor de la Atlántida, sumo hechicero y posible colaborador del proyecto. La sugerencia de usar las feromonas contra él que había propuesto el ecoterrorista agrió el estómago de la mujer, haciendo lo posible por borrarlo de su mente. Si hubiera otra opción la tomaría, no pensaba ser el simple rostro de los intereses del árabe. Así que el poder de su influencia sexual sería la última carta a jugar.

Concentró su vista en el anfitrión una vez estuvo más cerca. Sin duda parecía un dios. Su belleza resultaba tan perfecta que era casi ridícula. No había un fallo, una cicatriz, un pelo fuera de lugar… No parecía humano. Su larga melena caía brillante por sus hombros enmarcando un rostro de facciones impecables y armoniosas que daban un gran carácter a sus expresiones. Su cuerpo acompañaba a la perfección a unos gestos elegantes y muy bien medidos que le convertían en uno de los seres más magnéticos que la metahumana había conocido jamás.

Agachó ligeramente la cabeza a modo de reverencia y volvió a clavar sus ojos en él. -Arión de Atlantis- saludó, sin acercarse más al ver que él se detenía. -Es una grata sorpresa que me conozcas- añadió extrañada. Todo su lenguaje corporal indicaba llegar de forma pacífica, respetaba su espacio, mostraba las manos en una posición relajada y natural y su voz era muy estable.

Esperó a que terminase de bajar las escaleras y mientras las hojas de su brazo se alargaban para enguantar su mano, la extendió para tenderla a modo de saludo. -Si eres lo que me han prometido que eres, tenemos mucho de lo que hablar- ¿Cuánto tiempo podría ocultar la vinculación del ecoterrorista con este plan? Tarde o temprano tendría que contárselo, el problema era cómo poner su nombre sobre la mesa sin que eso causase el fracaso del proyecto.

Dio margen a que el hechicero se sintiese cómodo, tal vez la invitase a otra sala o a tomar asiento, y empezó poco a poco a dejar semillas de información. -Si sabes quién soy, sabrás a qué me dedico… Vengo a saber si te interesa el último proyecto que estoy desarrollando- directa al grano, tal vez así confiase en ella. -Tengo un plan, es solo una idea porque falta un componente esencial donde puedes ayudar, si es que te interesa... - la tablet se deslizó sobre la mesa cediéndole a él el control absoluto de la misma. Había tres documentos que había desarrollado con todo tipo de esquemas, maquetas y planteamientos sobre su idea. Se explicaba a la perfección. El mago tenía una posición de ventaja total sobre hiedra, no sólo por su poder sino por la clara ventaja del entorno. Podría echarla, atacarla o simplemente responderle con indiferencia en el peor de los casos. Esperaba al menos haberle despertado curiosidad.

- Veo que tú también me conoces a mí -asintió con neutralidad.

Era evidente, de lo contrario no estaría allí, pero a él también le sorprendía. Durante siglos, su álter ego había hecho lo imposible por mantenerse oculto ante los ojos de un mundo que le consideraba muerto hacía milenios, hasta el punto en que nadie más allá de la comunidad mágica sabía que había sido asesinado por Mordru, y en cuanto a él, aunque llevaba ya varios meses habitando en Omega su afiliación para con la Liga de la Justicia de Atlantis hacía que la mayoría de sus misiones transcurrieran bajo el agua, y, por encima de ésta, había dedicado la mayor parte de su tiempo a viajar por Europa, Asia y África. Apenas había pisado los Estados Unidos más que un par de veces, y como todavía no se había habituado a la existencia de aparatos de transmisión de información a nivel mundial como Internet o la televisión, le costaba imaginar cómo podía una gothamita tan reservada haber oído hablar de él.

La mujer se había presentado en su casa de manera pacífica y cumpliendo con todas las reglas de cortesía que se esperaban en una visita social. No sentía ninguna alarma o señal de peligro, así que, en cuanto hubo salvado la distancia que les separaba la saludó a la manera tradicional, inclinándose cortésmente ante ella y tomando la mano que le ofrecía para depositar un beso en su dorso.

- ¿Y qué te han prometido que soy? -inquirió con cautela al incorporarse.

Pese a toda la escenografía de reunión civilizada que estaban llevando a cabo no se le olvidaba la identidad de la persona que tenía ante sí, aunque su álter ego no profesaba una mala opinión de ella, lo cual había permitido que la dejara llegar tan lejos. Fiel custodio del equilibrio y de su filosofía de neutralidad, el anterior Arion no habría podido ver con malos ojos a una figura que parecía encarnar valores muy parecidos y que además era como una encarnación viva de la diosa Deedra, pero el Arion que ahora se encontraba ante ella no podía pasar por alto el hecho de que aquella mujer sería capaz de erradicar la raza humana si su causa lo ameritaba.

El mago la condujo hasta una colorida habitación de llamativos tonos verdes y rojos, invitándola a tomar asiento en uno de los confortables sofás de color crema mientras él hacía lo propio en el de enfrente. Se quedó mirando la tablet como si se tratase de algún insecto venenoso antes de desviar la mirada hacia ella.

- Ehm... ¿Te importaría explicármelo tú misma? No me llevo especialmente bien con la extraña magia que llamáis "ciencia", y aún no me he acostumbrado a la tecnología de éste siglo.

Dos meses atrás Razor había estado tratando de enseñarle algunas nociones básicas, y había visto pantallas tanto en la Torre Stark como en la Atalaya, pero aquello no se parecía a nada que hubiera visto y no se sentía cómodo tratando de averiguar su manejo.

- ¿Te apetece algo de beber?

Resultaba llamativo cómo a pesar de la situación de clara inferioridad y de vulnerabilidad de la metahumana, la presencia del atlante le hacía sentir calmada, tranquila. Como una visitante en un museo, pertenecía ahí, tenía derecho a estarlo y ese espacio era tan suyo como el de cualquier otro. ¿Un hechizo, tal vez? ¿Simple confianza?

Él también parecía relajado y desde luego el beso que ahora reposaba en el dorso de su mano lo confirmaba. La pelirroja sonrió ante tal gesto. Si bien es cierto que la caballerosidad estaba obsoleta había ciertas costumbres de ella que no resultaban del todo desagradables. Acompañó su cortesía con una reverencia leve desde el cuello que hizo que un par de bucles cayesen por delante de sus hombros.

¿Y qué te han prometido que soy?- Hiedra sonrió amable, sin despegar la mirada de su severo iris salvaje - Único…- se le escapó como un susurro brotado directamente desde el pecho. Le apasionaba lo que Ra’s al Ghul le había vendido del hombre que tenía por fin ante si. Y si todo era cierto, juntos, podrían hacer cosas realmente asombrosas. -Sé que haces cosas que sólo tú puedes hacer. Cosas que convertirían a los dementes de Arkham en pura cordura si te lo propusieras- temía estar siendo demasiado agresiva con cómo estaba transcurriendo la visita. Pero a él no parecía incomodarle, y continuó su visita caminando tras el hechicero hasta llegar a la pomposa estancia, donde le ofreció el dispositivo.

Su gesto fue suficiente indicativo para que empezase a guardar el aparato antes siquiera de que se lo pidiese. Ella misma conocía en sus propias carnes el tedio de la tecnología, pero no podía negar su utilidad. Al fin y al cabo gran parte de sus investigaciones se hubiesen visto muy ralentizadas sin ella. Era científica, y lo llevaba en la sangre casi tanto como su mutación.

-Agua, por favor- terminó permaneciendo de pie junto a él. No pensaba tomar asiento hasta que él así se lo indicase. Era bastante arriesgado acercarse a un desconocido con una intención tan clara, en sus dominios, y no resultar ofensiva. Debía tomar todas las precauciones posibles para generar aceptación en el atlante.

- No sé cuánto sabes de mí, pero sí puedo confirmarte que soy la mejor botánica, ingeniera ecológica y pionera del reino plantae viva en la tierra. Y has llegado a mis oídos en un instante en el que puedes colaborar con una causa mayor. Sé que no puedo convencerte de nada, sólo espero que al explicarte… te apetezca. - dio un sorbo del agua que le proporcionó el castaño, mostrando así un gesto de confianza por su parte. Endeudando psicológicamente al hombre a simplemente tener que escucharla.

-La conclusión de este experimento teórico es que he resuelto la crisis del calentamiento global. Bueno, no es puramente teórico, he realizado simulaciones…- esperó a que el mago tomase asiento para acoplarse en el mismo sillón, pero en el otro extremo. Si finalmente las feromonas hacían falta… no quería perder tiempo. Y a corta distancia sus herramientas resultaban más accesibles. - Existe un alga, Nannochloropsis Gaditana. Esta criatura procesa el dióxido de carbono para su propio metabolismo según la cantidad de clorofila que posee en sí misma. Es decir, no consume más carbono del estrictamente necesario para su crecimiento y podemos hacer que coincida con la cantidad de C02 extra que genera el planeta hacia la estratosfera. Eso es un cálculo rápido…- hizo un gesto con la mano. Tal y como estaba empleando el lenguaje corporal y la tonalidad de la voz, realmente parecía fácil la cuestión si se debaja sobre las manos verdes - La cuestión es, que este alga procesaría la cantidad que yo ajustase modificando los valores de clorofila de la misma, hasta el punto en el que el planeta, aún contaminando y generando más emisiones de las que puede soportar, se autorregularía como si no contaminase en absoluto.- Los ojos verdes se cruzaban con los otros, buscando algo que le diese a entender que lo estaba comprendiendo y sobretodo, que no le aburría-´ El primer problema que nos encontramos es que esta alga se encuentra sobretodo en medio marino. Y no podemos aumentar la humedad de la estratosfera tanto como para colocar agua con carga de alga. El clima sufriría demasiado. Sin embargo, con un biorreactor geotextil y una bomba sumergible de pecera se podría conseguir. El problema es… que no podemos generar este mecanismo en la propia la estratosfera… y ahí es cuando supe del atlante capaz de hacer milagros.- fingió que la mano, por la propia gesticulación de la explicación, caía sobre su brazo y rozó ligeramente con tres dedos el tejido de su traje mientras la retiraba.

-Sé que mi presentación ha sido un tanto verborreica y es un proyecto muy grande para recibir una respuesta pero… Es… el pulmón de nuestro planeta. Nosotros… no conocemos otra cosa. No nos queda nada más…- con una mirada apiadada y un leve encogimiento de hombros terminó su teatro de víctima de un mundo que no tenía la capacidad de ayudarse.

Esa perspectiva no era del todo mentira… Pero Pamela hacía muchos años que había perdido la esperanza en una humanidad preocupada por lo que realmente importaba. Si no querían arreglar los desastres de la era contemporánea, lo haría ella. Y estaba dispuesta a utilizar a quien hiciera falta.

"Único". La palabra le dejó un regusto amargo en el paladar, porque era cierto. Los homo magi ya eran escasos en su día, apenas había una docena en todo el continente de la Atlántida, pero en la actualidad sus números parecían haber descendido drásticamente. En los meses que llevaba en aquél universo únicamente había conocido a una como él, Tala, y desde luego no había percibido ninguno ni en París ni en Nueva York. Empezaba a sospechar que su raza podía estar extinguiéndose.

- Por desgracia, lejos quedan ya los días en los que podía hacer proezas equiparables a lo que mencionas -comentó mientras la acompañaba al salón-. Hace milenios que perdí mi poder divino, pero con el tiempo he sido capaz de recuperar algunas ascuas de la antigua llama. Si tu causa lo amerita estaría dispuesto a hacer cuanto pudiera por ayudarte.

Ya sentados y acomodados, Arión la escuchó con profunda atención mientras se explicaba, y, al poco, apareció Trykhun con una bandeja que llevaba una sencilla jarra llena de agua junto con un par de copas, a pesar de que el mago en ningún momento le había comunicado verbalmente la petición de la pelirroja.

- Pareces saber mucho de mi -comentó, intrigado, mientras Trykhun le servía el agua a la invitada-. Me resulta especialmente curioso que supieras de antemano que no ibas a poder convencerme de nada. Respecto a cuánto sé de ti, personalmente apenas nada, pero mi predecesor se sentía fascinado por ti. Imagino que le atraían los vinculos que compartes con la diosa de la naturaleza atlante, Deedra. Adelante, continúa, por favor...

Por pura educación la dejó explicarlo todo hasta el final sin interrumpirla, pero se le notaba confuso y algo perdido, y, en algún punto hacia la mitad se puso de pie para caminar hacia una de las ventanas de la estancia. Se quedó allí, contemplando los jardines del exterior hasta que ella terminó, momento en el que se giró para establecer de nuevo contacto visual con la mujer.

- No sé muy bien cómo decir ésto sin quedar como un ignorante, pero... No conozco la mitad de los términos que has empleado, y ello me ha impedido entender del todo lo que pretendes. ¿Qué es esa crisis de la que hablas y por qué no he presentido el peligro? ¿Calentamiento global? ¿Se trata de algo demoníaco? No conozco una manera rápida de explicarlo, pero la verdad es que únicamente llevo cinco meses en éste tiempo, en el transcurso de los cuales he tenido que solucionar una guerra civil y poner en orden mi nueva vida, y aunque he intentado estudiar y ponerme al día, no he llegado tan lejos en mis investigaciones. Mis acólitos vinieron a buscarme al pasado porque, al parecer, había una gran amenaza que acechaba la tierra y mi poder era necesario. ¿Es ese calentamiento global la amenaza a la que se referían?

La mujer se acercó hasta él, que no se movió ni trató de apartarse, ni siquiera cuando rozó la manga de su brazo. Aquella clase de gestos eran para él algo completamente natural, pues procedía de una cultura que era bastante cercana en su trato.

- Mi señora... fui nombrado campeón y protector de la tierra por Gemimn, diosa del orden. Es lo que siempre he hecho y lo que siempre haré. Si el planeta necesita ayuda estoy dispuesto a brindársela. Lo único que necesito es entender cuál es el problema y qué es lo que se necesita que haga.

Después de todo, él era Arión de Atlantis y nunca había sido capaz de negarle su ayuda a alguien necesitado.

Poison Ivy se sintió verdaderamente bien recibida en el palacio del hechicero. Lejos de prejuzgarla por sus crímenes o su aspecto le había abierto las puertas y parecía estar dispuesto a escucharla.

- Pareces saber mucho de mi - ¿Cómo no hacerlo después de que el plan se iniciase a manos de Ras Al Ghul? En Gotham nadie se fía del prójimo aunque compartan sangre. - Pareces inteligente y estoy firmemente convencida de que aquellos que lo son tienden a pasarlo todo por su propio filtro antes siquiera de considerarlo. - Inconscientemente frunció levemente el ceño. No paraba de hablar de dioses, de deidades y entidades. A pesar de saber que existían y conocer algunas presencias desconocía si era realmente tan importante la vinculación con ellos respecto a algo tan terrenal como lo que estaban discutiendo.

Aunque debía reconocer que la palabra fascinación, dirigida hacia ella, siempre le hacía sentir bien.

Continuó con su explicación viendo la espalda del Atlante a contraluz con la ventana hasta que este se volvió a dar la vuelta, buscando sus ojos. El castaño expresó su torpeza y Pamela tomó aire armándose de paciencia, pero satisfecha de haber escuchado que estaba dispuesto ya en ese punto, sin insistir más.

Aun así ella necesitaba que lo comprendiese. Iba a hacer algo grande, algo importante… y debía saberlo. -Si todavía tienes algo de interés no tengo problema en explicarte cómo sería el procedimiento…- levantó la tablet con una mano -En este dispositivo se encuentra toda la información que necesitas para comprenderlo pero aun así, deja que te aclare un par de conceptos- respiró hondo y recolocó un mechón pelirrojo tras la oreja antes de empezar. -Dos de los principales problemas del planeta son el calentamiento global, que veo que sí conoces, y el exceso de dióxido de carbono en nuestra atmósfera. El C02. Es un químico que produce la aceleración de ese calentamiento, facilita filtraciones de radiación solar, provoca un efecto invernadero… En general es bastante perjudicial para este planeta, una de sus principales cuestiones a resolver.- hizo una pausa analizando los gestos del atlante para comprobar que no se había perdido hasta entonces.

- El sistema del que te hablaba lo he desarrollado con base experimental y he comprobado  que funciona. Podríamos salvar al planeta temporalmente, hasta encontrar un modo de vida que no genere emisiones de ningún tipo, si este método fuese viable. El único problema es que debemos colocar este sistema de circuito en la atmósfera. Y no podemos, salvo con magia, dejar un objeto así suspendido literalmente de la nada. Ahí es donde entrarían tus habilidades. Con mis conocimientos y tu magia daríamos al planeta mucho más tiempo de vida. Al menos el justo… para encontrar otra alternativa- Ahí no había teatro, se podía notar que la científica hablaba con el corazón y con una genuina preocupación por el planeta. -Mi sistema filtraría el exceso de CO2 y reduciría la radiación solar. Frenaríamos el calentamiento global y dejaríamos paralizado el cambio climático.- Los ojos verdes de Hiedra brillaban con un entusiasmo que sólo los curiosos soñadores comprendían. -Arión de atlantis…- volvió a apoyar una mano sobre su brazo vigilando que siempre hubiese tela de por medio. Clavó la mirada en la suya y desde lo profundo de su corazón, susurró -La humanidad te necesita-

- Hummmm -el atlante consideró sus palabras, pensativo-. No me parece inteligente tomar una decisión sobre algo sin siquiera escuchar -reflexionó mientras rellenaba su propia copa con el agua de la jarra que había traído Trykhun, sosteniéndola con elegancia entre sus esbeltos dedos-. La verdadera inteligencia radica en ser consciente de los límites del propio conocimiento y no asumir nada como cierto si no se poseen todos los datos como para afirmarlo. Sólo así se puede ver el error en la lógica de las cosas. Después de todo, la verdad absoluta no existe, y supongo que alguien como tú, forzada en ocasiones a navegar en los procelosos mares de la ambigüedad moral, sabrá mejor que nadie que todo es relativo. Quien no sepa todo ésto, quien no sea consciente de dicha incertidumbre y se crea en posesión de la verdad absoluta no es inteligente sino arrogante, siendo que, paradójicamente, la arrogancia ofusca la inteligencia, impidiéndote pensar o ver y nublando tu vista con espejismos vanos.

Su forma de hablar resultaba curiosa, recargada y algo anticuada, evocando formas y maneras de épocas pasadas, como todo cuanto se encontraba en aquella habitación.

- Por favor, adelante -la invitó cuando la mujer se ofreció a explicarle el procedimiento, bebiendo un sorbo del transparente líquido mientras la escuchaba. Su mirada esmeralda, tan tranquila y clara como los jardines que la botánica preservaba, se mantuvo fija en sus propios lagos verdes-. Entiendo -la reafirmó cuando ella se detuvo para comprobar si la estaba siguiendo. Continuó escuchando con atención hasta que la mujer hubo declarado su veredicto final, momento en el que volvió a asentir con expresión pensativa-. Ya veo. Necesitaría un tiempo para encontrar una solución adecuada, meditar sobre las opciones más viables. Antes mencionaste un tipo de alga... pero las algas necesitan de agua para sobrevivir. Podría invocar elementales de agua y viento, pero no podría mantenerlos indefinidamente en la estratosfera a menos que encuentre la manera de...

- Lord Arión... -les interrumpió en aquél momento Trykhun-. Acaba de llegar un mensaje urgente de Arthur Curry. El soberano de Atlantis desea hablar con vos.

Arión asintió y se volvió hacia la mujer.

- Está bien, Hiedra... Deja aquí ese... extraño artefacto y te prometo estudiar el problema. Por ahora, necesito que te marches, ha surgido algo que debo atender de inmediato. Trykhun te acompañará hasta la salida... Y no te preocupes... Sabré cómo ponerme en contacto contigo.

Poison Ivy no mentía, la humanidad necesitaba a Ahri’ahn de Atlantis, a ella y a cualquiera que pudiese aportar algo al bienestar del planeta antes de llegar al punto de no retorno. Pero el atlante no era tan fácil de manipular como lo eran los otros hombres. Edad, experiencia, inteligencia… aquel ser tenía muchas cualidades que jugaban a su favor y la pelirroja empezaba a impacientarse. Resultaba obvio que había que salvar el mundo, sólo los estúpidos cuestionarían aquello. ¿Acaso había algún motivo más urgente que atender que salvar el planeta? Sin darse cuenta empezó a tamborilear con la punta del pie en el suelo. Por no decir que la forma rimbombante de hablar le estaba sacando de quicio. Le recordaba a Nigma cuando preparaba algún polvoriento juego de palabras.

Estaba a punto de tomar partido cuando el temblor desestabilizó a ambos y les puso en modo de alarma. Hiedra esperaba encontrar una explicación en él, pero su gesto era también de sorpresa. Intentó contactar con las raíces para saber si debía protegerse pero estas no le indicaron ningún terremoto o catástrofe a la que tuviese que reaccionar.

Respiró hondo y percibió las intenciones del atlante. Ra's al Ghul ya le había informado de la opinión del hechicero de no cooperar y permitir que la naturaleza siguiese su curso. Era una estúpida visión infantil respecto a la situación planetaria, era obvio que la naturaleza no jugaba en igualdad de condiciones y debían ayudarla. No estaba dispuesta a esperar a que el mago solucionase sus problemas para luego pensar y tomar una decisión mientras el planeta era asesinado. Justo antes de que se retirase, apoyó una mano en su hombro. Por algún motivo el atlante sintió el alivio de un momento que pensó que no iba a llegar nunca y que por fin se había hecho real. ¿Había estado añorando acaso el contacto físico con aquella mujer? Hubiese jurado que no… sin embargo ahí estaba, deseando más. - Ahrión…- susurró.- Parece que no comprendes la gravedad de la situación...- Su voz sonaba como una caricia de terciopelo, se metía hasta su mente como un cántico de sirena. Su esbirros pudieron ver cómo su señor cambiaba de parecer, delante de él. Ella fue lo suficientemente inteligente para seguir susurrando.

No le importaba la crisis, los temblores, ni su urgencia. Lo había intentado sin las feromonas y de nuevo el mundo de los hombres la había vuelto a decepcionar. Parecía ser el modo fácil, rápido y único de conseguir lo que quería de ellos. Sus problemas podían esperar y secuestrarle de ese modo formaba parte de las contemplaciones de la misión. Había sido la primera opción del ecoterrorista. Enguantó sus manos con un suave algodón mientras le indicaba que se girase hacia ella con una delicada y breve caricia en el hombro. - Debemos reaccionar ahora, el mundo te necesita, todos te necesitamos… Yo, te necesito- esa última parte parecía ser la más importante. Se lo dijo acariciando su mejilla, acortando las distancias con él. - Estoy segura de que lo demás puede esperar…- El traje parecía quedarle mucho mejor de lo que le quedaba al entrar. El pelo… ¿Cuándo se había soltado el pelo? Y ese condenado olor a salvajismo elegancia e intimidad…
¿Sería suficiente para influir al todopoderoso hechicero de Atlantis? - Ven conmigo, ayúdame...- le tendió la mano.

La conversación había ido mejor de lo esperado, y su sentido del peligro no se había activado en ningún momento, así que Arión no tenía ningún motivo para sospechar de su invitada, especialmente cuando ya había aceptado su propuesta. ¿Qué motivos podría tener para atacarle cuando habían establecido que sus objetivos a largo plazo eran los mismos?

Por eso, cuando la mujer le puso una mano en el hombro se detuvo en seco, sintiendo un escalofrío que le recorrió por completo al tiempo que el cálido susurro junto a su oído erizaba cada vello de su piel.

- Arión… Parece que no comprendes la gravedad de la situación...

Se volvió hacia ella, su mirada esmeralda bebiendo de la de ella.

- Sí, la gravedad... -tartamudeó, su confundido cerebro tratando de poner en orden la situación. Había estado a punto de hacer algo urgente, pero... ¿el qué?

No era la primera vez que intentaban controlarlo, pero hasta ahora, su fortaleza mental había sido capaz de resistir cada una de las forzadas intrusiones. Pero aquello no era mental... era físico. Y el mago no disponía de las herramientas para combatirlo.

- Sí, el mundo me necesita, pero la Atlántida... Arthur...

¿Qué pasaba con Arthur? No era capaz de recordarlo. Ella le necesitaba, y eso era lo único... lo único que importaba.

La sensación que le embargó cuando acarició su mejilla fue indescriptible, viéndose incapaz de hacer otra cosa que no fuera cerrar los ojos y ceder ante su contacto. Hacía tanto tiempo desde la última vez que le habían tocado así... Décadas de abstención atesorando el recuerdo de su esposa perdida... Y ella... ella era perfecta... La diosa Deedra hecha carne. Cuando le tendió la mano, la tomó, arrodillándose ante ella y agachando la cabeza en gesto de sumisión.

- Me siento honrado de haber sido elegido, mi diosa... Por supuesto que acepto... Llevadme con vos -dijo, llevándose la  mano a los labios para depositar un galante beso en su dorso.

- ¿Lord Arión? -se sorprendió Trykhun-. ¿Os encontráis bien? La llamada de Aquaman parecía urgente, quizá deberíais hablar con él para comprobar que todo marcha bien...

Arión le desautorizó con un gesto de la mano, sin apartar la mirada un sólo instante de la diosa vegetal.

- Lo haré, mi buen Trykhun... Pero todo a su debido tiempo.

- ¡Pero señor! ¡El pueblo de Atlantis está necesitado de ayuda!

- ¿No lo estamos todos, Trykhun? -inquirió el hechicero, poniéndose nuevamente en pie para volver a aproximarse a la mujer planta, acercando suavemente sus labios a los suyos-. ¿No lo estamos todos?

La pregunta quedó flotando entre los dos como un suspiro mientras el mago la miraba con la pasión de un enamorado, claramente pidiendo algo que sólo ella podía darle. Algo que llevaba décadas sin sentir.

Más, por fortuna para el mago, antes de que sus labios y los de la venenosa mujer se unieran, unos zarcillos de energía mágica carmesí se enroscaron en torno a él, apartándole. El hechicero se revolvió, furioso.

- ¿Osas volverte contra mí, Trykhun? -inquirió.

- Es mi deber, señor. Parece claro que esa mujer os está manipulando de algún modo.

Estaba inmovilizado por la magia de su aprendiz, y eso le impedía hilar los hilos del Tejedor, pero Trykhun había cometido el error de no acallar también su boca.

- ¡Escudo de Attatak, mano de Coathe, en vuestro nombre elevo ésta plegaria, a vuestro poder invoco!

Bastó un leve movimiento de su mano apuntando hacia el acólito, que fue de inmediato rodeado por una especie de burbuja verde irrompible flotante. En cuanto su conexión con los hilos multicolor se cortó, el hechicero quedó liberado de sus propias ataduras. El conjuro tardaría algunas horas en disiparse, tiempo durante el cual Trykhun permanecería cautivo e incapaz de hacer nada para impedir que se marchara con Hiedra...

- Y bien, mi señora... -inquirió el atlante recogiéndose la capa con la mano-. ¿A dónde debo transportaros?

La villana disfrutó de ver caer una torre tan alta como aquella. Aunque de nuevo se trataba de un hombre. Voluntades débiles encerradas en cuerpos fuertes. Acarició su mejilla - No te preocupes… volveremos - Las palabras le acunaban con cariño y mimo - Estaremos bien y podrás volver a atender tus asuntos… Seguro que un hechicero tan poderoso como tú tarda muy poco en resolver ayudarme… - El mago intensificó la caricia, acercándole el rostro con los ojos cerrados. Luego se arrodilló frente a ella y la villana sonrió con un soberbio triunfo desde arriba, satisfecha de su trabajo. Se regocijaba en el obvio poder que esta ejercía sobre él, sintiendo placer por la clara desventaja del tipo.

Fingió acercarse a sus labios con interés, igual que lo hizo él. No pretendía matarle con su beso pero sí debía hacerle sentir que era posible culminar su deseo.

Sin embargo el rostro verde de la mujer pasó de completo éxito a rabia cuando le apartaron de ella. Dedicó la mejor de sus miradas asesinas al esbirro del hechicero, pero para su suerte todo se resolvió antes de que ella tuviese que tomar partido. El mago no sólo se liberó de su prisión sino que hizo un trabajo que le correspondía a ella, dejar al sirviente fuera de juego hasta quién sabe cuánto tiempo.

Volvió esa sonrisa de superioridad acompañada de unos falsos ojos de enamorada. - Vámonos amor… a los valles verdes de Gotham, cerca de los ranchos de Relinchos al rojo. - Transportarles… ¿Con magia? Era una ventaja con la que no contaba, pero no pensaba cuestionar. En caso de que necesitase más información, unas coordenadas o cualquier referencia ella estaba dispuesta a dárselas. Lo que sea con tal de salir juntos de allí antes de que fuese demasiado tarde.

El atlante hizo su trabajo. Debía reconocer que la magia resultaba tan inquietante como preciosa. Era una demostración de sabiduría y conocimiento que se manifestaba con luces y pulsos energéticos que lejos de ser aleatorios tenían mucho estudio detrás. Cualquier miembro de la comunidad científica puede reconocer un proceso metódico cuando lo ve y su magia parecía de todo menos casual. El transporte no fue diferente.

Un instante más tarde se encontraban en su bosque gothamita. La pelirroja respiró hondo satisfecha de jugar en casa. Aún con los guantes puestos apoyó dos dedos bajo su barbilla y le levantó el rostro para susurrar sobre sus labios - Gracias… mi príncipe azul...- Luego volvió a alejarse y caminó de la mano del mago por su paraíso personal.


En Gotham era de noche, pero faltaba poco para el amanecer. Las luciérnagas y distintos tipos de plantas y hongos bioluminiscentes adornaban y marcaban el camino a seguir hasta una de sus bases, con una cúpula construida con raíces que contenía bajo ella el material cedido por Ra’s Al Ghul.

Incluyendo la tablet con la que supuestamente debía contactarle al conseguir la colaboración del mago. Y así lo hizo, sólo faltaba que aquel aprovechado respondiese.

Ni siquiera el propio Ra's al Ghul sabía la edad que tenía con exactitud. Había dejado de llevar la cuenta durante la época de la Peste Negra.

Lo que sí sabía era cuándo había descubierto la existencia de Atlantis; había sido durante una de sus visitas a la Biblioteca Imperial de Constantinopla. Fue allí cuando leyó por primera vez acerca de los cristales de poder.

El antiguo villano pasó las páginas del ajado volumen que tenía ante sí; una copia que había mandado hacer hacía siglos de las célebres "Crónicas de Choloh", hasta detenerse en una página en específico:

"...Y grandes ciudades florecieron en el poderoso continente de Atlantis. Los padres de nuestra raza llevaron esplendor allá donde iban. Cuando la humanidad salía de las cavernas, nuestros antepasados vivían en un oasis de civilización.

Llegará un tiempo, dentro de milenios, en que pereceremos bajo las olas y la humanidad adorará nuestra ciencia. La belleza y la armonía de ésta primera Atlantis surgió de la magia. La magia reinaba suprema... Una red de hilos místicos multicolores entretejía la magia del mismo aire, como descubrió el mago Caculha. Pero otras magias quedaban aún por descubrir.

En el corazón de la tierra la energía mística bullía con vasto poder. Doce cristales místicos fueron tallados para canalizar estas energías y concentrar su poder. Los doce cristales fueron dispersados por el mundo en perfecto equilibrio y armonía. Las fuerzas mágicas que controlaban producían calor y vigor para todo el planeta. Hasta que dos hermanos se enfrentaron en una amarga batalla por el destino del mundo.

El choque entre los dos magos agotó la potencia de los cristales. Vacías de poder, las gemas volvieron a sus lugares de origen. La magia natural de la Tierra se malgastó y los magos de Atlantis no pudieron mantener el calor en su imperio. Así, la primera gran Atlantis cayó con la primera era glaciar y las ciudades pronto no fueron más que ruinas enterradas bajo el hielo..."

La entrada finalizaba con un bello grabado representando arriba los doce cristales de poder, y, abajo, las figuras enzarzadas de los dos hermanos.


Ra's había estudiado aquél volumen como nunca antes había hecho, aprendiendo los secretos de la magia que había constituido el corazón de la Atlántida hacía milenios. Leyó sobre los doce cristales místicos que habían supuesto la fuente del poder atlanteano, llegando a deducir que, aún sin magia en ellos, los receptáculos de tal poder debían de albergar aún energías residuales, energías que permitían controlar el calor del mundo. Pero, para encontrarlos, si es que aún existían, iba a necesitar magia para extraer el poder que contuvieran. Magia atlante.

El hombre de la piel blanca era Garn Daanuth, el brujo loco de Mu, cuyo paradero actual era desconocido.. El otro, era Arion, el hombre que le observaba con expresión vacua desde el otro lado de la pantalla del dispositivo electrónico que había entregado a Pamela. El mismo al que había conocido en el pasado, y que, por aquél entonces, se había rehusado a ayudarle.

El villano sonrió.

- Hiedra, querida... Sabía que no me decepcionarías.

De entre sus ropajes extrajo un extraño cristal que resplandecía atrapando la luz desde un millar de facetas irisadas. El cristal estaba tallado con la forma de un soldado de alguna civilización remota que vertía agua de un cántaro que sostenía sobre su hombro. Se lo mostró al mago, en cuyos ojos pareció brillar una leve chispa de reconocimiento velado bajo el embrujo de Ivy.

Aquél cristal sagrado había permanecido durante siglos incrustrado en el sello real de Atlantis, siendo manoseado por generaciones de reyes ignorantes de lo que tan ligeramente manejaban. Había sido un juego de niños infiltrarse en la ciudad bajo falsos pretextos y engaños para robarlo.

- Hiedra... dile a tu mascota que utilice los hilos multicolor para rastrear el cristal y guiaros hasta mí.

Fin del interludio.


22/08/2018

Nuevamente amanecía cuando finalmente llegaron al brumoso paraje irlandés donde aguardaban Ra's al Ghul y su obediente Liga de las Sombras. Sin que Pamela tuviera ocasión de averiguar de qué iba todo aquello, el anciano entregó el cristal al mago, quien lo estudió con reverencia, aquella débil luz de reconocimiento aún latiendo en sus océanos esmeralda.

- Éstos cristales son parte de lo que necesitamos para detener el cambio climático -le explicó el villano a Pamela-. Pero sólo pueden controlarse mediante magia atlante. Necesitamos al menos cinco para poder reunir la energía necesaria para lo que pretendemos conseguir, y él es el único capaz de encontrarlos. Por favor, pídele que localice los demás, ¿querrías?

Su tono era suave, tranquilo y controlado. No había un ápice de amenaza en su voz, sin dejar por ello de sonar calmado y confiado. No parecía estar mintiendo tampoco.

Cuando escuchó la voz del activista en el dispositivo alzó las cejas con sorpresa e impaciencia, frunciendo ligeramente el ceño. - Espero poder decir lo mismo - Dijo con sinceridad cuando el anciano hizo alarde del éxito obtenido gracias a la confianza que había depositado en ella. Pronto la atención se disolvió de la figura de Ras al ghul y fue a parar al cristal que portaba en sus manos. Analizó la silueta de la figura humana y lo que representaba. ¿Algo mitológico? Parecía mágico, sin duda.

Buscó en los tranquilos ojos del Atlante y encontró una confirmación de reconocimiento. Eso alivió la desconfianza de Pamela e hizo que su preocupación se disipara un poco más. Mientras su títere siguiese siendo suyo, todo aquello que implicase magia o conocimientos desconocidos para ella estaría bajo control.

Apoyada con las manos en los hombros del mago escuchó el mensaje sin perder de vista el cristal hasta que le pidió que se encontrasen. Los dedos verdes se deslizaron por su clavícula y su esternón, dejando el pecho de la mujer apoyado en la espalda del atlante, con un abrazo en su cuello y los labios muy cerca de los suyos. - ¿Dime, serías capaz de hacer eso por mí…? Quiero ver ese cristal más de cerca…-



Respiró hondo cuando sus pies se encontraron en la tierra firme escocesa. Sintió la pureza del aire y la humedad del ambiente disfrutando de las sensaciones y cómo su piel se estremecía. Sonrió sin darse cuenta y enhebrada del brazo del hechicero caminó hasta llegar a la altura del líder de la liga de las Sombras. Mientras el embelesado príncipe hechicero recorría los vértices del cristal con la mirada, Pamela contemplaba a Ras al ghul con cierto recelo. Si bien nada en su lenguaje corporal ni en su voz daban pie a pensar que estaba tramando nada, Gotham crea ciudadanos desconfiados.

Apoyó una mano en el cristal, haciendo contacto con los dedos del Atlante y habló cerca de sus labios, como si no pudiese resistir una atracción ficticia por él. - Mi apuesto hechicero… ¿Serías capaz de rastrear otras gemas como esta… - se acercó a su oreja, como una novia dispuesta a ser más atrevida en público de lo normal. Con la punta de su nariz rozó algún mechón pardo y el aliento fue a caer al oído del atlante - …y explicarme al oído sin que te oigan para qué sirven exactamente? - Se quedó cerca de él generando una tensión constante con el intercambio sensual de estímulos. Le miró a los ojos y se mordió el labio tratando de acelerar su respuesta.

En condiciones normales, ni siquiera la mujer más atractiva del mundo danzando desnuda ante él habría podido romper su concentración ante la perspectiva de un nuevo artilugio mágico al que analizar. Y, aunque toda su atención estaba enfocada en el cristal que sostenía entre sus dedos, bajo su escrutinio mágico, resultaba evidente por el leve temblor de sus labios y sus sutiles estremecimientos que no era invulnerable a las atenciones de Ivy.

- Sí... -respondió-. El cristal me habla... Me guía hasta sus hermanos. El segundo está en la ciudad en ruinas de los Maarzon... El tercero está en el santuario de Thierna na Oge... El cuarto... se encuentra en el antiguo hogar del padre de Arthur Curry... en Maine...

Cerró los ojos al sentir el aliento de la mujer en su oído.

- No... no lo sé... Tengo la sensación de que debería saberlo... Pero no consigo recordar... Sólo sé que late... como si estuviera vivo... Puedo afirmar sin lugar a dudas que se trata de algo valioso, pero, hasta qué punto... es algo que está por ver...

- Quizá yo pueda responderte mejor, Hiedra, querida...

Había un cierto matiz de irritación en su voz ante el hecho de que la mujer hubiera preferido preguntarle antes a su mascota que a él. Tampoco podía reprochárselo, claro... Entendía y respetaba la desconfianza. Demostraba inteligencia, prudencia y sentido común... Las mismas cualidades de las que él había hecho gala hasta ahora en sus tratos con la mujer planta.

Por otro lado, no es que disfrutara especialmente de la manera que habían tenido de obligar a cooperar al mago, pero el maldito imbécil no le había dejado alternativa con aquél discursito acerca de la neutralidad y el dique que contenía las oleadas del mal y demás estupideces que le había soltado la última vez que se habían visto. No era honorable, pero Ra's sería siempre el principal defensor de la teoría de que el fin justificaba los medios.

- Éstos cristales fueron, en su momento, la fuente del poder atlanteano. Aunque se desactivaron tras el hundimiento del continente, al haber sido los receptáculos de un poder tan inmenso conservan aún energías residuales que, de llegar a unirse y potenciarse entre sí, serían más que suficientes para restituir el equilibrio. Hay pocas cosas más poderosas que la magia antigua.

>>Bien, Arión... De los cristales que has mencionado... ¿cuál sería el más sencillo de extraer? ¿Cuál de esas localizaciones es la menos protegida?

El hechicero tardó apenas unos segundos en responder:

- El faro en el que habitaba el padre de Aquaman se encuentra actualmente deshabitado... Y, con su hijo fallecido, es muy poco probable que nadie lo visite próximamente. Debería ser la localización más sencilla. En la ciudad en ruinas de Maarzon habita una comunidad de seres primitivos, poco inteligentes, cobardes y fácilmente impresionables. Tampoco debería resultar demasiado difícil convencerles para que nos den lo que queremos, especialmente si se usa la magia. Thierna na Oge es otra cuestión enteramente diferente, ya que sus habitantes, a diferencia del resto de atlantes, han abrazado la antigua magia de la misma manera que lo hicieron sus antepasados eones atrás, conservando y fortaleciendo los lazos con su herencia mística. Va a ser una tarea ardua conseguir su cristal.

- Bien -asintió Ra's-. En ese caso, enviaré a mis hombres a Maine, dado que no deberían encontrar problema alguno, y Arión debería ir a la ciudad de Maarzon. Como asumo que no debe separarse de ti si queremos que se mantenga la peculiar relación que habéis establecido, entiendo que deberías ir con él, ¿no, Hiedra? No creo que necesitéis más ayuda si la situación es realmente como él ha dicho. Cuando tengamos los tres cristales visitaremos Thierna na Oge.

Había una extraña y placentera sensación de poder cuando la villana utilizaba a los hombres a su antojo. Sentía que parte del equilibrio natural se restauraba. En cada rincón del planeta los hombres no dudaban en ejercer control sobre ellas a cualquier costo, usando todo tipo de tretas sucias desde la violencia a la manipulación a terrorismo económico… Así que cuando ella disponía de los servicios de un humano esclavo de su voluntad sentía que las mujeres de todo el globo recuperaban un porcentaje ínfimo de poder. En casos como el presente, siendo el controlado un hechicero de alto poder, aún más.

Sonrió triunfal cuando el corderito respondió obediente y servicial a todas sus órdenes. El tono ligeramente ofendido del ecoterrorista no le pasó por alto y alzó una ceja con interés. No sentía ni un ápice de culpa, que una mujer se cubra las espaldas es un mero acto de supervivencia en un mundo completamente patriarcal, no le debía media explicación.

Escuchó sus palabras. “Restituir el equilibrio”. Era un sueño que difícilmente había visto tan al alcance de su mano como desde que se formó la alianza con el líder asiático. Había dedicado tantos esfuerzos a luchar por un futuro así desde la ciencia que no podía evitar sentir una punzada de fracaso al estar a punto de resolverlo desde una perspectiva mágica.

Tragó saliva. Se sentía fuera de su elemento por completo. Debían ir a Atlantis, sumergirse en un entorno donde el más mínimo desequilibrio la haría estar vulnerable… Tal vez como mucho pudiese contar con las algas marinas de su lado… -¿Cuento con tu protección, valiente hechicero…?- dijo recolocando un mechón castaño de la cabeza del hombre. - A Maarzon entonces… -

Y le concedió la distancia justa para que se preparase. Primero cerró los ojos, recitó unas palabras incomprensibles para la botánica y de la unión de sus manos brotó un destello sutil de colores verdes, que luego le tendió. Ella de un rápido vistazo pudo identificar dos tipos de algas marinas, pero había un aroma y una composición que no fue capaz de averiguar a simple vista. Especies desconocidas. Clavó la mirada en los iris verdes de él para comprobar que su nexo seguía activo y que ese gesto nacía desde un genuino afán protector. Cuando lo confirmó, abrió la boca para que el atlante deslizase sobre su lengua las hierbas mientras terminaba de recitar un conjuro. La mezcla era pastosa y salada, pero fácil de masticar. Se partía con las interacciones más suaves del interior de su boca.

Una vez terminó de triturar consiguió tragar. Mientras la sensación se acostumbraba en su estómago, respiró hondo un par de veces. Sintió cómo el oxígeno se repartía de forma más plena por su cuerpo, expandiéndose cada vez más. Un efecto parecido a la menta y la trementina invadió su sistema respiratorio haciéndola creer que era la primera vez que respiraba de verdad. Para cuando terminó de acostumbrarse, el hechicero ya había hecho su trabajo y esperaba con un portal abierto frente a ellos, que desprendía un destello cálido en su contorno.

Al otro lado, aunque muy distorsionado por el agua que se contenía limitada por el portal sin sufrir los efectos de la gravedad, se intuían unas ruinas de piedra cubiertas del verdor clásico de las algas. No hacía falta ser un genio para deducir que esa ciudad llevaba muchos siglos sumergida. Con la compañía del mago se aproximó hasta el borde del portal y le tendió la mano buscando su iniciativa para dejarse guiar por esa extraña ciudad submarina.

Pronto el agua acarició su cuerpo erizando su piel por el frío contacto, desconocía la naturaleza del hechizo que el castaño había operado sobre ella, pero podía ver, respirar y hablar bajo el agua. Por no hablar de las condiciones más específicas como la presión, la temperatura y otros factores que deberían haberla hecho morir al instante en el que se había sumergido. Una vez atravesado por ambos, el portal se cerró tras ellos. Ella se detuvo un instante a percibir su entorno.

No sabía decir muy bien de dónde, pero había luz, aunque menos de la que le gustaría. Los rayos apenas tenían carga energética, el agua mitigaba mucho su capacidad. Las plantas marinas de esas profundidades eran capaces de comunicarse con ella, pero era distinto a las plantas superficiales. Era como si estas hablasen otro dialecto de un mismo idioma. La esencia era comprensible, pero la comunicación resultaba mucho más torpe. Se permitió perder la vista en los rincones de la ciudad que descansaba frente a ella. ¿En qué momento de su vida podía haber imaginado que acabaría a saber cuántas yardas de profundidad, sin sufrir ningún daño, sólo con su cuerpo en contacto con el océano, observando una ciudad antigua como si se hubiese detenido el tiempo…?

Los ojos verdes bailaron por esa increíble escena deteniéndose más tiempo del que hubiese deseado ensimismada en su belleza, paralizada mientras sufría un síndrome de Stendhal fascinada por la situación al completo. El hechicero sostuvo su mano para guiarla y sólo con ese contacto salió de su trance. Se perdió en los ojos del mago un momento, permitiendo así que accediese a un lado humano muy mitigado de ella misma. Se concedió unos segundos para despedirse de un instante mágico mientras recuperaba la realidad de su propósito. La meta era más importante. Había un objetivo claro. - Sigamos…-

El portal les trasladó a las profundidades del lecho marino, a las que se dejaron caer con gracilidad amparados por las diferentes protecciones que les brindaba la magia. A su alrededor, diseminados y dispersos por el entorno, había numerosos restos de columnas, piedras y estatuas de lo que alguna vez tuvo que ser una hermosa ciudad clásica que encontró su final a causa de algún cataclismo. Auténticos bosques de algas pardas se elevaban flotando entre ellos, dificultándoles el movimiento. Arión guió a Ivy a través de antaño gloriosos arcos ovalados siguiendo el rastro de energía mágica dorada que emanaba del cristal.

- Es curioso -comentó-. El aura mística es aún más poderosa que la que pude percibir en el cristal de R'as. Es como si se potenciaran uno a otro una vez que uno ha sido activado. La energía es cada vez mayor...

Se detuvo al ver que la mujer planta no le seguía, sino que se quedaba como absorta contemplando cuanto les rodeaba. Inicialmente no lo comprendió... Hasta que se paró a estudiar las profundidades de aquellos ojos verdes. La expresión que tenía Ivy era una que él conocía muy bien, pues la había observado en numerosas ocasiones, e incluso la había experimentado él mismo. La realización llegó hasta él con la misma claridad que un rayo de sol al amanecer. Y es que Ivy, tan acostumbrada como estaba a las maravillas que albergaba el mundo natural en la superficie, no había contemplado nunca antes los maravillosos prodigios que se ocultaban en el fondo del mar. Al notar el amor que la mujer parecía compartir por su mundo, el que él creía sentir por ella se incrementó más y más, y cuando la metahumana le devolvió la mirada estuvo a punto de besarla, mas pronto recuperó el control de sí mismo. No era el momento. Ella le había encomendado una misión y lo prioritario era complacerla, así que, en lugar de eso, se inclinó para susurrarle:

- Todo ésto y más os puedo mostrar, señora... Puedo poner el mundo a vuestros pies... Puedo llevaros a las aguas cálidas procedentes de fisuras en el lecho marino, puedo mostraros la barrera de coral de Belice, donde la mayoría de sus especies de arrecifes permanecen inexploradas por el hombre. Puedo mostraros el jardín del Edén subterráneo, entre África y Asia, un lugar digno para una ninfa como vos, y también los arrecifes de Palaos, o el arrecife coralino más grande del mundo en Australia... Os puedo llevar a visitar los Siete Reinos submarinos, y a conocer todas las especies desconocidas de la superficie para satisfacer vuestra curiosidad científica. Todos los tesoros y conocimientos del océano a vuestros pies, mi señora... Todo con tal de seguir viendo esa expresión de maravilla en vuestro hermoso rostro... y que me regaléis una sonrisa...

Galantemente besó el dorso de su mano antes de tirar suavemente de ella para retomar el camino.

El rastro les llevaba hacia una sima entre piedras, y se internaron buceando en la profunda brecha bordeada de rojizos corales, cada vez más y más profundo, como una garganta monstruosa. Después de algunos metros dejaron de descender para volver a nadar en horizontal a través de lo que parecía una especie de cañón submarino, con algas y corales por todas partes.

- A partir de aquí hay que tener cuidado -le advirtió el mago señalando una serie de oquedades que se abrían de manera irregular por las paredes del cañón-. En esas cuevas viven los salvajes de Maarzon, y son una raza extremadamente belicosa e incivilizada. Las emanaciones místicas son muy fuertes aquí. El cristal no debe de andar lejos...

El rastro conducía hasta una de las cuevas del cañón, pero cuando ascendían para llegar a ella, empezaron a brotar humanoides de piel verde de cada agujero en la roca, ataviados únicamente con taparrabos y equipados con toscos arpones. Se abalanzaron en masa sobre ellos, pero Arión estaba preparado, y de su cuerpo emergió un pulso de energía dorada que expulsó a todos los salvajes que se encontraban a su alrededor como si hubieran sido golpeados por un mazo invisible. Éstos intercambiaron miradas de duda, pero no tardaron en proseguir con su empeño.

- Algo anda mal -dijo Arión, lanzando descarga tras descarga mágica-. Están claramente asustados, pero aún así no cesan el ataque. Parecen aún más asustados... por algo... Voy a necesitar que los entretengáis de alguna forma, señora... Para poder interrogar a alguno.

La taquicardia provocada por la fascinación se vio ligeramente mitigada por la temperatura del entorno. Había oído que el atlante pronunciaba un puñado de palabras, pero no fue capaz de distinguir su contenido porque su atención había sido secuestrada por el entorno. Cuando recuperó el contacto con él, sentía que le veía por primera vez. Sintió una garra de ilusión y de química desde el centro de su cuerpo que hacía que se le encogiera el estómago. Intercaladamente se perdía entre los ojos verdes del mago y el verdor de las algas del entorno.

Y sintió que el mundo se detenía entre las promesas del atlante.

Le hablaba de maravillas del mundo con las que ni siquiera había tenido el valor de soñar. Las posibilidades acababan de ampliarse para ella en tres cuartas partes más de las que sentía que había podido explorar nunca. Ahri’ahn le prometía el planeta al completo. El mundo que siempre había soñado con salvar había abierto la puerta a una realidad que ella ni siquiera había contemplado. Su orgullo científico se sintió atacado, pero su curiosidad se expandía más de lo que lo había hecho nunca. Por un instante, permitió a su imaginación viajar.

Viajar como lo haría ella con él, recorriendo esas maravillas del mundo submarino, descubrir las nuevas especies, conocer nuevos enlaces genéticos, conocer las interacciones de la magia con la ciencia. Crecer y salvar el mundo. Juntos.

Decenas de palabras con la voz grave y potente del murciélago se arremolinaban en su conciencia. Él siempre le había hablado de otro camino. De uno que él describía como más saludable, más beneficioso. Usar su poder para el bien, para investigar y hablar, sin odio hacia los humanos…
Y allí en el fondo, poco importaban los humanos.

¿Era posible? ¿Un camino luminoso para ella?

El beso en el dorso de su mano la devolvió a la realidad. Le regaló la sonrisa que le había pedido, pura y sincera mientras contemplaba esa opción. Cuando se dio cuenta de la situación carraspeó, incómoda con ese pensamiento, y continuó su camino con él.

Según iban aproximándose a la zona delicada, Pamela se sentía más y más vulnerable, aferrándose a su vinculación con el hechicero como único respaldo. No sólo estaba en un mundo desconocido por completo, era totalmente dependiente del castaño.

Y así se confirmó cuando un susurro reverberante de las algas le advirtió que prestase atención a los recovecos en las rocas, de donde empezaron a brotar habitantes. -¿Ahri’ahn? - inquirió preocupada, pero el hechicero ya había respondido, y seguía respondiendo con pulsaciones de energía constantes, repeliéndoles. Su poder le inquietó durante un instante y alimentó la idea de la indefensión de la metahumana.

Ella aguardó a la defensiva mientras hacía crecer las algas del fondo, que se movían cada vez más rápido dejando hileras de burbujas que ascendían entre ellos. - ¿Pueden estar queriendo defender el cristal? Parecen obcecados con no permitir nuestro acceso…-

Concentrada, tratando de facilitar la comunicación con las plantas submarinas, dirigía los brazos hacia donde quería que se desplazasen como un director de orquesta. Decenas de brotes se trenzaban para aumentar su resistencia de camino a intentar inmovilizar a los salvajes, sus cuerpos parecían fuertes y no dudaría en que necesitaban ese refuerzo.

Pronto las extremidades de los atacantes se vieron comprometidas y se veían limitados a una serpenteante opresión por todo su cuerpo. Un grupo reducido de cinco criaturas consiguieron partir los brotes y seguían aproximándose. La mayoría de ellos aún forcejeaban para liberarse y un puñado ya había sido sometido a una momificación rápida por parte de las algas. Hiedra dirigió una mano hacia arriba y aproximó los dedos a un punto en común mientras bajaba el brazo y con ese gesto, el grupo que estaba más reducido se aproximó hacia la pareja, dispuestos y preparados para que el hechicero empezase su interrogatorio.

- Pronto lo sabremos, mi señora... -respondió el mago cerrando los ojos-. Disculpadme ahora un momento mientras toco sus mentes. No debería ser muy difícil descifrar su primitivo pensamiento...

El hechicero extendió una mano, y la metahumana pudo ver con asombro cómo lo que parecía ser un ojo egipcio se abría en su palma.


- Percibo una gran preocupación en ellos -musitó, concentrado-. Hay una criatura que habita en sus cuevas y a la que veneran como a un dios. La criatura ha estado consumiendo toda la comida que había en la zona, pero aún sigue hambrienta. Si no le entregan tributos y ofrendas van a tener que empezar a sacrificar a su propio pueblo. Sus niños están hambrientos, sus guerreros... Están desesperados.

Arión abrió los ojos, rebuscó entre los bolsillos de su uniforme y le entregó a la mujer planta un sencillo arete dorado.

- Ponéoslo en la oreja, mi señora -la instruyó, haciendo él lo propio con la pareja-. Nos permitirá entenderles y comunicarnos con ellos.

Una vez hecho esto, se volvió hacia los primitivos submarinos.

- Mi compañera y yo hemos venido buscando un objeto brillante de cristal, ¿sabéis de qué se trata? -los guerreros se miraron entre sí, dubitativos-. Si os protegemos de la bestia y garantizamos la seguridad de vuestro pueblo... ¿Nos lo entregaréis?

Los maarzonitas seguían sin decir nada, aún inseguros.

- Sacrificarnos a la bestia sólo os daría un poco más de tiempo, pero sabéis que no tardaréis en encontraros en la misma situación, sin comida para alimentar al falso dios... o a vosotros. Pronto tendréis que entregarle a vuestros niños, a aquellos miembros de vuestra comunidad demasiado débiles para guerrear... Sabéis que nuestra oferta es vuestra única oportunidad -insistió Arión, en un tono sereno pero convincente.

Los guerreros se miraron entre sí una última vez y después asintieron. Tras asegurarse de que su actitud pacífica y colaboradora era real, Arión le indicó a Ivy que los liberara y siguieron al grupo a través del cañón hasta un túnel descendente en la base de la sima. El túnel era angosto y algo claustrofóbico, pero al cabo de unos cinco o diez minutos comenzó a ascender conduciéndolos hasta una caverna más amplia, en el centro de la cual se alzaba una criatura que, inicialmente, confundieron con parte de la estructura de ruinas que recubría el lugar, con largas y estilizadas patas gigantescas semejantes a columnas. Hasta que, en la oscuridad reinante, la inmensa masa se movió, y empezó a dirigirse hacia ellos. Sólo entonces pudieron ver que se trataba de un cangrejo araña de tamaño gargantuesco. Ni siquiera Arión había visto nunca un cangrejo tan inmenso, y, sin darle tiempo a preparar un conjuro, les atacó con aquellas enormes pinzas capaces de partirles por la mitad.

Por la mente de Hiedra divagaron varios pensamientos respecto al atlante desde la proposición. Pero había un claro hilo dominante y más aún después de haberle visto usar sus habilidades. Aquel hombre, dios, ser, ente o cualquiera que fuese su etiqueta… Era más poderoso de lo que cabía alcanzar y desde luego… más poderoso que ella. Admiración y miedo eran sus principales emociones pero la peor, que no supo cómo encajar. Fue la esperanza. Tal vez, de verdad, junto a él, pudiesen cambiar el mundo. Las cientos de preguntas que cruzaban su mente se agruparon en una cuando vio brotar de la palma del mago el ojo vivo. ¿Por qué un ser tan poderoso permanecía inundado y contenido?

Le observaba con fascinación y cautela, escuchó con atención la información que había conseguido extraer - La naturaleza es tan salvaje como sabia, tal vez el planeta esté calibrando su existencia - respondió con indiferencia mientras se colocaba el arete en la oreja como él le había indicado. A sus ojos, eran dos especies animales compitiendo por su supervivencia en este mundo. De nuevo, ante la negociación del atlante su mente se impregnó de confusión.

¿Qué llevaba a un hombre poderoso que podía someterles a negociar? Podríamos destruirlos, recoger el cristal y volver. ¿Qué ganaba él consiguiendo la buena fe de un grupo al que podría reducir a espuma con un sólo chasquido? ¿Para qué complicarse tanto cuando eran seres claramente inferiores? Incluso él los había llamado primitivos.
Para desgracia de la metahumana, no estaba en un entorno donde pudiese proponer reglas. A fin de cuentas era la visitante y debía seguir las indicaciones del mago, aunque enfrentarse a dicha bestia no fuese plato de buen gusto para ella.

Con otro gesto de la mano verde, las algas deshicieron las retenciones y se fueron reduciendo en tamaño hasta volver a su posición original. El trayecto no fue sencillo, la mujer no era partidaria de los sitios cerrados y menos de aquellos que estaban formados exclusivamente por un modo de vida que ella no podía controlar. Agradeció la visión amplia de después. Pero esa tranquilidad duró poco.

Lo que parecían restos de una ruina antigua empezaron a desplazarse con pasos pesados y rápidos hasta que la silueta de la bestia se iluminó, cuando ya les estaban atacando. Los maarzonitas retrocedieron acobardados y el golpe fue directo al atlante y la gothamita.

Casi no le dio tiempo a reaccionar, movió ambas manos con intención de retener el cuerpo del mago con extensiones del musgo y algas del fondo marino, para mover su cuerpo lejos y ponerle a salvo para justo después soltarle. Lo consiguió, pero ella no llegó a apartarse y aunque la pinza no le dio de lleno, si recibió parte del impacto que aun a pesar de estar sumergida la desplazó varios metros. Chocó contra una de las paredes a baja velocidad, ya que el agua frenó gran parte del desplazamiento. Notaba el cuerpo entumecido, pero intentaría luchar. Mientras se recuperaba del golpe hizo crecer el musgo bajo las patas traseras del cangrejo para intentar inmovilizarlo lo máximo posible. - ¿Tiene algún punto débil? - Gritó desde el otro lado de la cueva marina.

El valeroso gesto de hiedra no sólo le salvó de recibir el impacto, sino que logró desviar por completo la atención de la criatura hacia ella, permitiéndole los preciados segundos que necesitaba para hilar su encantamiento. El enorme crustáceo ya se dirigía hacia ella; debía darse prisa. Por fortuna, la táctica empleada por la metahumana para enlentecerlo le dio la idea. Bastaría un simple hechizo de transmutación para convertir el agua en hielo en torno a sus patas, inmovilizándolo por completo justo antes de que llegara a impactar a Hiedra con sus pinzas. Hizo un nuevo gesto, repitiendo palabras que eran ya antiguas cuando la Atlántida aún estaba sobre tierra, y de sus manos emergieron energías arcanas de color verdoso que impactaron sobre las junturas de las patas con el caparazón, desgajándolas de cuajo. Privado de su soporte, el inmenso cuerpo de la criatura agonizante se desplomó flotando hasta posarse en el lecho marino. Yendo hacia donde estaba Hiedra, Arión le ofreció su mano para ayudarla a incorporarse.

- ¿Estáis bien? -le preguntó.

Una vez resuelto ésto, regresaron al exterior, donde los maarzonitas aguardaban expectantes.

- La criatura yace indefensa en el interior -les informó el mago-. Podéis dejarla morir por sí sola, pero si la rematáis ahora, podréis alimentaros generosamente con su carne.

Aquello fue todo cuanto los famélicos guerreros necesitaron oír para abalanzarse dentro a terminar con el ser que les había estado aterrorizando durante semanas. El pueblo de Maarzon estaba eufórico, y sus líderes les invitaron a acompañarles hasta el sistema de galerías y cavernas que les servían de morada para entregarles el cristal que habían ido buscando.

En la caverna principal, en el interior de un pequeño altar erigido sobre una elevación rocosa, se encontraba el cristal, éste con la forma de una cabra con cola de pez. Tras hablar unos instantes con los líderes, Arión regresó junto a Hiedra.

- Dice que nos entregará el cristal después de las celebraciones por la muerte de la criatura y nos invita a quedarnos al festín. Creo que rechazar la invitación podría ser interpretado como un gesto de desprecio hacia ellos y quizá se nieguen a entregárnoslo. ¿Qué decís, mi señora? ¿Nos quedamos a la celebración?

Aún se encontraba algo desorientada, tanto por encontrarse bajo el agua como por el impacto. No pudo reaccionar a tiempo para esquivar, prevenir ni responder el ataque de la criatura gigante. Antes de poder lamentarse por ello, el mago reaccionó con un desborde inmenso de poder. Con un potente brillo verdoso la criatura reflejó a través de sus juntas su magia y como si fuese un juguete, se despedazó de inmediato.
Tomó su mano respirando con alivio y el miedo que jamás reconocería haber sufrido. - Perfectamente… - Con un quejido de dolor se incorporó dejándose llevar por él.

Pronto se apartaron mientras los salvajes hacían lo propio y de nuevo esa mirada de extrañeza por parte de la metahumana bañó al atlante. Le planteó la situación y Hiedra actuó con reticencia, desviando la mirada entre el hechicero y los abisales. Finalmente chasqueó la lengua- Si rechazarlo supone que no nos lo entreguen, supongo que debemos quedarnos… - El castaño le comunicó su decisión a la tribu y rápidamente esta se puso manos a la obra.

Se sentía bastante insegura. Dependía del atlante completamente ahí abajo y al no poder seguir transmitiendo sus feromonas a través del aire, era una carrera a contrarreloj. Poco a poco su cuerpo iría procesándolas y sin dosis nuevas, quién sabe si podría llegar a revelarse y dejar que muriera ahogada en el fondo marino. Deseó con todas sus fuerzas que la celebración no se alargase demasiado.


Los salvajes les condujeron hasta un apartado en ruinas de lo que debió ser alguna civilización antigua. O lo que quizá fue siempre su civilización. Había algo parecido a la música percutida que a pesar del agua conseguía llenar cada rincón  y rítmos combinados con unos instrumentos que sonaban con ecos como cánticos de ballena. Distintas especies bioluminiscentes de alga y coral combinaban colores para dar una iluminación tenue a toda la estancia. Hiedra se fascinó observando mientras su curiosa mirada recorría cada rincón. Por primera vez en su vida, había seres que llenaban todo el espacio. En tierra la gente se ciñe a la gravedad y no esperas ver distintos grupos de gente compartiendo una charla a la altura del rosetón de una catedral. Allí abajo todo era diferente, había gente por todas partes. Por un momento pensó en lo absurdo de la arquitectura humana de gran altura teniendo en cuenta que su uso iba destinado a unos homínidos que no podían despegarse del suelo.

Cuando llegaron acompañados del grupo de exploración, una masa de nativos se acercó impidiendo que pudieran seguir avanzando. Avasallaron con preguntas, les tocaban y felicitaban por sus hazañas. Les recogieron como si fuesen… héroes. Hiedra cubrió su cuerpo por completo hasta su rostro para evitar posibles daños colaterales, aunque no tenía muy claro si esa especie se vería afectada por la condición venenosa de su piel. Pronto la garra de la ansiedad se ciñó a su abdomen. Tal vez Ahri’Ahn estuviese acostumbrado a este tipo de recibimientos pero para ella eran más familiares los gritos de odio y los insultos cada vez que aparecía en público. - No, yo no… - Intentó aclarar que había sido gracias al mago, que ella no formaba parte de aquello.

¿Acaso esa era la vida de los héroes? ¿Obtener el aplauso de todos sin siquiera tener que pedirlo?

Sintiéndose pequeña y abrumada en un mundo que la engullía cada vez más, con incomodidad se aferró al codo del atlante, buscando un refugio silencioso.  

Mientras la fiesta se desarrollaba a su alrededor, Arión pasó un brazo reconfortante sobre los hombros ahora cubiertos de la mujer planta, atrayéndola hacia sí con la familiaridad que su subyugación conjuraba.

- Sé cómo os sentís, mi señora... En el pasado yo también tuve que soportar la veneración de las gentes en contra de mi voluntad. Mas está en la naturaleza de las personas venerar a quienes les salvan, y, ¿acaso no es ése vuestro propósito? ¿Acaso no os mueve la valerosa meta de traer la verdadera salvación a éste planeta? Oh, mi señora, en verdad merecéis ser venerada. Yo mismo lo haría gustoso... si me lo permitiérais...  

En aquellos momentos, no había nada más hermoso para la mirada soñadora del mago que su rostro. Se aproximó más a ella, admirando las formas que sus cabellos formaban al ondular en el agua. Era una flor; la flor más bella que había contemplado nunca.

Se inclinó para besarla, ajeno al riesgo que ello entrañaba, mas algo le detuvo a medio camino, una desagradable sensación que surgía desde sus mismas entrañas. Su mirada se desvió de la de ella, y sus bellas facciones quedaron desdibujadas a causa de la preocupación.

- Lo siento, yo... Tengo... un presentimiento -musitó para disculparse-. Algo está a punto de ocurrir, algo terrible... Ya lo he sentido otras veces, y siempre ocurría algo catastrófico...

Con sus sentidos repentinamente alerta se alejó de ella tratando de concentrarse en aquél presentimiento, de localizar su fuente... Ignorando que, justo en aquél instante, los hombres de R'as al Gul acababan de recuperar el cristal que se encontraba en el faro del señor Curry.

A su alrededor, los maarzonitas devoraban la carne cruda del cangrejo, y una de sus mujeres le ofreció a Hiedra un plato que llamó Elokway, que consistía en una babosa marina sazonada con especias y acompañada de percebes.

El jefe de la tribu estaba dando un discurso que Arión, aquejado por la desagradable sensación que se extendía por su ser, apenas pudo oír, pero sí que escuchó perfectamente las últimas palabras:

- ...y, como jefe, cedo nuestro cristal sagrado a Arión y a la mujer del pelo de coral para...

- ¡No! -gritó el mago, pero ya era tarde.

La pieza había sido removida de su urna... y la tierra comenzó a temblar violentamente, abriéndose bajo sus pies y provocando que las delicadas estructuras supervivientes de algún cataclismo del pasado volvieran a derrumbarse, quebrándose contra el lecho marino. Los maarzonitas, asustados, dejaron caer el cristal, que se hundió como una piedra por la sima abierta en el fondo.

Los recuerdos comenzaban a abrirse camino por la mente del mago.

- Los cristales... los cristales de poder... Concentran las energías de la tierra. Si se mueven o se alteran se crea una disrupción en la red de energía -se volvió hacia Hiedra, visiblemente alterado-. Si R'as continúa adelante con su plan desencadenará un cataclismo de consecuencias definitivas y catastróficas, destruyendo toda forma de vida sobre la tierra, animal o vegetal. ¡Tenemos que impedírselo!

Quizá fuera por la inefectividad de sus poderes bajo el agua, o por la intensidad de la perturbación que se estaba produciendo en el Equilibrio, pero por primera vez desde que habían salido juntos de la mansión, la mente del mago parecía despejada. Y, sin esperar la respuesta de ella, se impulsó hacia la sima por la que había desaparecido el cristal mientras el mundo continuaba derrumbándose a su alrededor.