Hunting High And Low (Aidan Doyle)[Febrero 29 del 2019]

El vigilante conocido como Swarm había tenido mucha suerte, ya que por lo general los conciertos al aire libre no se habilitaban hasta verano a causa del frío, sin embargo, San Diego era diferente; ¿la razón? Su excelente clima que hacía que la temporada de conciertos al aire libre se prolongara desde primavera hasta otoño. Aquél año las temperaturas habían sido incluso más templadas de lo habitual, razón por la cual el manager de Deamhan había escogido el Anfiteatro Cricket Wireless para promocionar al grupo en su primer gran concierto multitudinario, que abriría una gira que empezaba en California antes de partir hacia Europa, donde tenían previsto tocar en  Edimburgo, Londres, París, Berlín, Roma y Madrid antes de regresar a Nueva York y de allí a Arizona, Nevada y Washington.


Aidan estaba abrumado. Cuando aquél hombre se le había acercado hacía algunas semanas prometiéndole fama, gloria y poder había pensado que se trataba todo de una broma, pero cuando de repente las estadísticas de audiencia del grupo y los niveles de ventas de entradas y discos empezaron a subir como la espuma no se lo podía creer. En Irlanda había tanta competencia en estilos de metal que nunca habían conseguido destacar particularmente, mientras que en EEUU el público no estaba demasiado acostumbrado a aquella clase de música, por lo que tampoco habían conseguido prácticamente nada en el tiempo que llevaban allí. Así que, cuando su manager les dijo que iban a cantar por primera vez en un anfiteatro con capacidad para 20.000 personas al cantante le pareció totalmente desproporcionado. En sus mejores momentos habían conseguido llenar salas con varios cientos de personas, pero... ¿miles? Parecía algo totalmente inalcanzable.

Por eso, cuando vio las gradas repletas de fans extendiéndose hasta donde alcanzaba la vista, le pareció estar viviendo un sueño del que no tardaría en despertar. Sin embargo pronto el calor de los focos, los gritos enardecidos del público, los pesados ritmos de la guitarra y las vibraciones en el escenario se le metieron por cada poro de su piel, haciéndole sentir que estaba donde se suponía que tenía que estar. Resultaba casi tan natural como respirar, y no tardó en contagiarse del entusiasmo del público, poniendo todo su corazón y toda su alma en lo que estaba haciendo.

Hacia el final de la canción, Aidan se acercó a Sullivan mientras éste hacía uno de sus prodigiosos solos de guitarra y empezó a bailar al borde del escenario, subiendo y bajando la cabeza dejándose llevar por el ritmo. Cuando la canción llegó a su fin, al público se le fue literalmente la cabeza vitoreando como locos el nombre del grupo y Aidan, movido por el subidón de adrenalina del triunfo se dejó caer sin pensar. Y ocurrió lo impensable; múltiples manos se alzaron para atraparle al vuelo y el cantante sintió que volaba mientras iba flotando de mano en mano por toda la zona del concierto.

Fue así, con la mirada perdida en el cielo estrellado de San Diego, como vio al extraño pájaro metálico que caía en picado en su dirección.  

- ¡Cuidado! -gritó, mientras se incorporaba y se apresuraba a regresar al suelo.

Por suerte, el ave de metal consiguió controlar la caída lo suficiente como para que los miembros del grupo lograran apartarse de la trayectoria y ponerse a salvo al otro lado del escenario. El poder de fascinación que ejercía la voz de Aidan no anulaba el instinto de supervivencia de quienes le escuchaban cantar, así que, en cuanto empezó a sonar la alarma la gente comenzó a escapar entre gritos de pánico, y no era para menos. En aquél mundo repleto de héroes y villanos con poderes sobrehumanos no era raro que las cosas escaparan rápidamente de control, y con demasiada frecuencia se producían bajas y daños colaterales de resultas de los enfrentamientos, así que la gente había aprendido a quitarse de en medio cuando se topaban con uno de ellos a la mayor brevedad posible.

Aidan se quedó parado en mitad de las gradas del escenario sin saber qué hacer. Los dos superhumanos se encontraban entre él y su grupo, y tenía que encontrar a su mujer, que había estado sentada en los asientos más cercanos al escenario, pero ahora, entre el caos y la confusión de la gente huyendo y gritando no era capaz de verla.

- ¡Múriel! -gritó, la sensación de miedo creciente trepando por su garganta mientras luchaba contra corriente para avanzar hacia el escenario, que era donde se encontraban los dos tipos disfrazados. No podía salir de allí hasta asegurarse de que ella estaba bien...

Milagrosamente, en mitad del caos, Aidan consiguió alcanzar a su esposa y subir con ella al escenario, donde Sullivan y los demás les hacían gestos para abandonar juntos las instalaciones por la parte trasera. Aidan estaba a punto de seguirlos, pero, por alguna razón inexplicable, se encontró a sí mismo mirando hacia los dos hombres que luchaban en el área ahora desierta. Uno de ellos era un tipo enorme que llevaba una armadura negra y un casco extraño, aunque no más extraño que el que llevaba su rival: una suerte de máscara metalizada con barba incorporada y cuernos vikingos. Aunque desde luego no era lo más bizarro... Largos pelos de metal cubrían la parte superior de su cuerpo, y horrendas monstruosidades habían tomado posesión de sus extremidades en una suerte de amalgama horripilante que convertía su mano derecha en las fauces de un león y la izquierda en la cabeza de una cabra, como las quimeras de la mitología.

¿Qué diablos...? Jamás en su vida había visto algo tan repulsivo, y la situación no hizo sino volverse aún más desquiciada cuando el cinturón del hombre quimera se transformó repentinamente en una serpiente, logrando clavar sus colmillos en el cuerpo del hombre alto. Sullivan, Inis, Bryan y Rose les estaban gritando para que se reunieran con ellos, y Múriel no hacía más que tratar de tirar de él, pero Aidan no era capaz de moverse.

No conocía de nada a aquellos dos tipos, no sabía por qué se estaban peleando, ni quién era el héroe o el villano de la película, si es que alguno de los dos podía adscribirse a esos conceptos, y, en general, todo aquello iba tanto con él como la elección del color del vestido de la presentadora de las campanadas de fin de año. Quedarse allí era peligroso, lo más sensato sería marcharse como estaba haciendo todo el mundo.

Pero él no era todo el mundo. Tenía poderes, ahora. Poderes que aún no había tenido ocasión de experimentar.

Y sí, sin duda él no era un héroe. No era una persona altruista y le habría gustado pensar que no le importaba lo que fuera a suceder allí aquella noche.

Pero el hombre quimera tenía inmovilizado al tipo grande, y parecía dispuesto a matarlo, o, como mínimo, hacerle mucho daño. ¿Podía él simplemente alejarse de allí sabiendo que podía tener en su mano la manera de evitar que se cometiera un asesinato? ¿Podría vivir con su conciencia sabiendo ésto?


- Aidan, ¿qué estás esperando? ¡Vamos! -le gritó Múriel por decimonovena vez. El cantante la miró a los ojos.

- Ve con ellos, ¡ve! Yo os sigo en un momento.

Ella le dirigió una mirada repleta de angustia, pero ya Sullivan había llegado donde estaban y la sujetaba del brazo, tirando de ella hacia donde aguardaban los demás. En cuanto el grupo hubo desaparecido del escenario, Aidan se dirigió hacia uno de los cajones de atrezzo donde guardaban el vestuario para los cambios de ropa entre actuaciones y sacó una máscara de demonio negra que usó para ocultarse el rostro. El hombre quimera había conseguido encajar varios golpes al hombre de negro, y parecía que no podría aguantar mucho más. Justo en el momento en el que el puño de león se dirigía hacia atrás para coger impulso en un golpe que seguramente sería fatal, Aidan empuñó el micrófono y gritó:


El grito del Wraith se llevó por delante todo cuanto encontró a su paso, incluyendo la nave en la que habían descendido los dos hombres, golpeando de lleno al atacante de Swarm y enviándolo por los aires casi a punto de arrancarle el brazo con el que había intentado golpearle, haciéndole recorrer un camino de butacas arrasadas por la onda sónica. Cuando el sonido finalmente se detuvo, el hombre de los cuernos de vikingo estaba en el suelo, aturdido, en medio de un montón de astillas y restos de sillas destrozadas. Un reguero de fuego recorría todo el camino hasta llegar hasta él, donde llamas más pequeñas habían prendido en sus ropas y en las partes no metálicas de su cuerpo.